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Todavía la familia, sublime “inversión”

Ivone Molinaro Ghiggino

Nuevamente volvemos a ese asunto tan importante, al que algunos estudiosos se refieren como “idea
genial de Dios”.
Recordemos que Jesús, al encarnar entre nosotros, nació en un hogar, bajo el afecto de José y María…
Sabemos, no sólo por los constantes esclarecimientos de los bienhechores, sino que también por
comprobaciones de la veracidad de informaciones recibidas por vía mediúmnica, que la composición de la
familia se esquematiza en el plano espiritual en la etapa pre-encarnación, atendiendo así a nuestra necesidad
de re-equilibrarnos ante la ley divina (la cual, insensatamente, infringimos), necesidad esta recurrente de
nuestro íntimo y natural deseo de mejoría.
Allí, las funciones educativa y regenerativa (ver artículo de Marzo) se funden, formándose cada familia
de acuerdo con lo que será mejor para que cada espíritu re-encarnante pueda crecer rumbo al Padre en esa
primordial sociedad básica, caminando de manos y corazones entrelazados.
En la familia (nos referimos aquí a la familia propiamente dicha y, también, a espíritus re-encarnados en
círculos próximos) se encuentran espíritus simpáticos, unidos por conexiones anteriores: existen lazos de
amor entre esos seres que forman, en el espacio, las “familias espirituales”: en sus inmigraciones terrenas, se
buscan, se reencuentran, trabajando juntos por su mutuo perfeccionamiento. Si en sus “peregrinaciones” en
el cuerpo físico se separan debido a exigencias evolutivas, se encuentran en desdoblamientos, felices por el
cariño que los aproxima.
Sin embargo, como ya aprendimos que el egoísmo es el más radical de los vicios (L. Espíritus, preg.
913), Dios permite, sabiamente, que espíritus menos desarrollados encarnen en esos núcleos armoniosos,
afinados, núcleos a los cuales todavía no había contactado en existencias anteriores. Entonces, esos “nuevos
miembros” del núcleo recibirán buenos consejos y ejemplos saludables, lo que los llevará a un aprendizado
más seguro y a un avance más rápido. Por eso, justamente por encontrarse todavía en estados más atrasados,
pueden causar perturbaciones que deben sanarse con fraternidad.
Pero la familia también se constituye en un templo de reajuste, donde la construcción del amor domina y
destruye errores persistentes: ahí comparecen odios y persecuciones “del pasado oscuro y delictuoso” C.
Xavier – “Emmanuel”, cap. 11: “Mensaje a los médiums”), para transformarse en solidaridad y afecto. La
planificación de la re-encarnación nos coloca cerca de desafectos del pasado para acogerlos con cariño y/o
“limar” o corregir asperezas y “astillas” causadas por nosotros mismos.
El hogar es, entonces, una escuela de auto-renovación y de redención, una chance bendita donde el
sufrimiento alcanza su objetivo: en las dificultades, en los dolores y en las experiencias en común, olvidadas
las antiguas amarguras, desarrollándose el amor. La posibilidad de reequilibrio y de redención se renueva: la
práctica del amor abre las puertas al entendimiento y a la imprescindible reconciliación, como nos fue
enseñado tantas veces:
- Jesús: “Componte luego con tu contrario, mientras estás con él todavía en el camino…”
(Ev. Mateo – cap. V, vers. 25).
- Instructor Alejandro: “Toda reconciliación es difícil cuando somos ignorantes en la práctica
del amor, pero sin la reconciliación humana, jamás sería posible nuestra gloriosa
integración con la Divinidad” (André Luiz: Misionarios de la Luz”, cap. 13 – psicografía de
Chico Xavier).
Si se plantaron errores en nuestro “ayer”, necesitamos y debemos corregirlos en nuestro “hoy”.
¡Vamos a “invertir” en la familia, edificando en nosotros y en los otros, la construcción del bien y de la
luz!
¡Mucha paz!

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