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Martha’s Forth

World War

Cacho y el Abuelo. El Abuelo y Cacho. No es una relación


homosexual, no señor. Es el nuevo dúo dinámico de la República
Gada. Por un lado tenemos a Cacho, el remisero más fulero de la
historia, con peor olor a papas y a sudor que un camello en celo. En
el otro lado esta el Abuelo, que es un nazi racista elitista que, por
casualidad, es un extraterrestre homosexual. Además de eso, habla
con palabras de viejos podridos como “bisoñe”, y siempre anda
hablando solo.

Ahora que el Abuelo se quedó a vivir en el segundo piso de la


Torre del Terror, Cacho andaba de joda en joda, porque el
venerable anciano era el ama de casa, con el delantal bien puesto y
con una escoba para correr a la persona que venía a embargar la
casa reciclable donde habitaban.

Pero un día, se escuchó el clamor del páramo de Neo-


Castelar (barrio donde vivía Cacho) cuando apareció la dictadora
peruana Martha en su tanque del Boston College (colegio que se
quería hacer el cheto con libretitas de mierda forradas con
preservativos usados).
-Bueno, chicos ¿trajeron las libretas?- exclamó Martha desde
su tanque, exhibiendo alegremente su bandera nazi-.
Ahí Cacho y el Abuelo sellaron puertas y ventanas, excepto
las ventanas del segundo piso. Sería un largo asedio.
-¡Martha, mi abuelo se murió, a mi viejo le dio positivo el
examen HIV y tuve que ver una conferencia de prensa de la
presidenta Lita de Lázari! ¡Mañana la traigo!- mintió
descaradamente Cacho-.
En ese momento Martha tuvo un acceso a la furia y mandó su
ejército de monos mecánicos contra la Torre del Terror. El Abuelo
no tardó en volver a usar su diplomacia y derramar el plomo fundido
sobre el enemigo.
-¡Cacho, Martha es muy fuerte e hincha-pelotas, tenés que
llamar a Rafa!- dijo el Abuelo-. Eso sí, no le compres videos que
están hechos en Ushuaia…
-Vos sos el único gil que compra eso…- afirmó Cacho al
tiempo que discaba (el teléfono era del Abuelo…) el número del
Club del Comic-.
Esperó unos segundos hasta que una voz grasienta e
indecente respondió. Era Rafa.
-Rafa, Señor de lo Trucho, vení a ayudarnos que Martha
Saravia, del partido Alemania 1943, nos esta asediando.
-Ey, ey, ey, para un poquito. Ya sabes que Saddam Hussein
murió, junto a los comunistas coreanos…
-Y a mí me chupa un huevo.
-Ahora te va a importar, hijo de puta. Como no tengo gente
que me suministre armamento, te va a costar…mil quebrachos.
-¡Sos una mierda Rafa!
-¡Sí, pero te sigue costando mil quebrachos, sorete deforme!
-¡Cállate, ese club del orto que tenés se esta fundiendo,
pelotudo! ¡Te vas a morir de hambre, morsa epiléptica!
Entonces, el horror. Rafa empezó a cantar el Himno de la
Alegría. Cacho tuvo que cortar rápidamente para no infectarse el
oído. Él y el Abuelo estaban solos en esta (como si alguien se
preocupara por esos dos nabos…).
-¡Chicos, esta bien que hacen 40 grados a la sombra, pero
tienen que traer los buzos del colegio!- Martha seguía vomitando
mierda como usualmente lo hace-.
Entonces el Abuelo le tiró con un calamar que nunca pudo
usar en una clase de Biología.
-¡Decile a Casarotto que venga a la mierda de clase que tengo
que dar de vez en cuando eh!- dijo el Abuelo, que después tosió un
poco. Ya no estaba para tanto grito-.
Martha se cayó cuando le pegó el calamar en esa cara de
mono afeitado que tiene. Cacho, viendo que Martha se había
debilitado, probó una frase común pero, con su aliento a cloaca y
voz ronca, era fatal.
-¡Martha, chúpame las bolas!
Pero Martha tenía un as bajo la manga para destruirlos
definitivamente. Junto toda su hincha-boludez y gritó su mejor frase,
la respuesta ha esa indisciplina.
-¡Sácalas y yo las chupó!
Horror. Destrucción. Muerte. Peste. Cacho fue fulminado con
esa asquerosa propuesta (¿alguien dejaría que Martha le chupe los
genitales? puaaajjjjj) y el Abuelo…bueno el Abuelo se resbaló con
una feta de queso y quedó igualmente inconsciente, pero esa es
otra historia. Martha, por su parte, suspendió a ambos vándalos por
haber traído un buzo azul con una mísera raya blanca, por mirar
raro a los perros y un largo etcétera de gansadas que sólo se le
ocurren a ella… ¿o es él?

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