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En la Tardanza está el peligro
desarme de la clase. Cuestión distinta, para otro lugar, es porque se produjo esa
mistificación de la mano tramposa y cruel del mercado.
La tormenta “neoliberal” -que ha reducido a una situación de emergencia social a la
humanidad entera: uno de cada seis habitantes del planeta sufren de hambre extrema-
redujo a escombros, expulsándolos de los textos legales, logros trascendentales del
derecho laboral legislado. Al tiempo, la desregulación quebró los peldaños por donde
ascendía la negociación colectiva obligándola a desandar décadas y reemprender, en
ámbitos de negociación segregados y en condiciones de agotamiento, la reconstrucción
de las normas dinamitadas.
Las reformas de los años noventa en España, emprendidas con furia de conversos,
representaron el golpe mas duro, de onda mas larga y devastadora, al macizo central del
derecho laboral conquistado.
En tanto se han ensanchado los espacios no reglamentados, el conflicto jurídico se
manifiesta con mayor desequilibrio y, de suyo, con mas antagonismo.
La creciente tendencia imperativa, cubre los vacíos normativos con partituras del
derecho civil y sus entelequias sobre la igualdad de las partes y la autonomía de la
voluntad. Frente a ella, la que reivindica el derecho del trabajo, hace lo propio desde la
misma razón de existir de ese derecho, interpretando los preceptos laborales
conforme a un sistema lógico de proposiciones informado por aquellos principios de
desigualdad material, esfuerzo equilibrador, y voluntad, la del que vende su fuerza de
trabajo, doblegada por la necesidad. Presupuestos primarios que como ADN imprimen
carácter y desvelan identidades.
Hay que admitir que venciendo resistencias de no pocos órganos y protagonistas de la
jurisdicción social, y muchas veces del propio Tribunal Constitucional, han sido
notables los avances de la tendencia regresiva, “civilizadora”, del derecho del trabajo.
Pese a ser de conocimiento general que es en el ámbito de la dependencia laboral
donde más se reproducen los atentados a los derechos constitucionales (la arbitrariedad,
la violencia moral, la humillación, el trato discriminatorio, la represión por el ejercicio
legitimo de derechos…) el despido nulo, o la indemnización por daños morales, por
señalar solo dos extremos, se han convertido en rarezas, y su petición, en muchas
ocasiones, en casi una extravagancia de la que normalmente se disuade con diabólicas
exigencias procesales. Las actuaciones en estas materias lejos de fomentar la activa
intervención judicial, como tiene que ser al verse concernidos derechos de tutela
reforzada, son recibidas frecuentemente con las mayores prevenciones.
La autotutela de la patronal, y el ejercicio arbitrario de su propio derecho, ha llegado a
escalas hasta hace poco tiempo desconocidas, a tal punto que muchos se preguntan si
estando el carácter tuitivo del derecho laboral en la cara oculta de la luna, para sectores
importantes de la jurisdicción social, no convendría encausar muchos litigios por otros
ordenes jurisdiccionales: ¿acaso el principio de restitución integra del daño en los
incumplimientos contractuales no está mas protegido por los tribunales civiles que por
los laborales?, ¿no pasa lo mismo con el resarcimiento de los daños morales?, ¿un
acreedor no obtiene mas garantía frente a un concurso fraudulento que un trabajador
despedido fraudulentamente por causas objetivas?
En todo caso, lo decisivo, lo que inclinará la balanza de un lado o de otro entre
aquellas concepciones del derecho del trabajo no van a ser las tensiones que se libran en
los ámbitos jurídicos, por importante que ello ha sido y siga siendo, sino el contexto
social en que se desenvuelvan, lo que suceda en la sociedad misma. Al fin y al cabo, el
derecho, como producto histórico, es una creación vital.
Sin alternativa de clase no hay movimiento obrero, y sin movimiento obrero la clase se
desocializa, y si la clase se desocializa las esperanzas y las desgracias dejan de
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En la Tardanza está el peligro
Joaquín Sagaseta, Isabel Lecuona, Miguel Ángel Redondo, Amelia Serrano, Domingo
Tarajano, José R. Pérez Meléndez, Marisa Castellano Caraballo, Pedro Rodríguez Cruz,
Isaias González, Margarita Etala, Diego León, Mario García Suarez (abogados
laboralistas).