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Y la sangre llegó al río

* Richard Sánchez

Una de las conclusiones de la IV Cumbre de Pueblos Indígenas realizada en Puno el 31 de mayo


pasado fue la de organizar durante la primera semana de junio plantones frente a las
embajadas de Perú en los distintos países de procedencia de los participantes presentes en
este encuentro. Pero la sangre y la violencia se adelantaron a esta protesta pacífica.

Los diferentes representantes de los pueblos amazónicos del Perú alertaron en la Cumbre la
crítica situación que se estaba viviendo en sus regiones, incluso acusaron a Miguel Palacín,
máximo dirigente de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas y gestor de esta
cumbre, de no actuar frente al atropello que realiza el gobierno de Alan García en contra de los
nativos amazónicos.

Otro pronunciamiento de la Cumbre fue impulsar un juicio internacional al gobierno de


Colombia, Álvaro Uribe Vélez, por el genocidio de los pueblos indígenas colombianos; también
al Estado chileno por la aplicación de la ley antiterrorista, persecución y judicialización de la
demanda mapuche; y en el caso concreto del gobierno peruano de Alan García por el auto
golpe legislativo de los 102 decretos pro TLC para privatizar los territorios indígenas y los más
de mil líderes perseguidos y enjuiciados en territorio peruano.

Sin embargo, la sangre y el luto llegaron más antes. El viernes 5 de junio se daba la noticia de al
menos 30 muertos indígenas y una docena de efectivos policiales. Los primeros bloqueaban la
carretera interprovincial cerca de Baguas (norte de Perú) y también habrían tomado una
estación de bombeo de petróleo. Los segundos fueron a desbloquear la vía y retomar la planta
petrolera. Esta crisis –que data desde el pasado abril– se agudizó cuando el mismo viernes el
pleno del Congreso peruano aplazó el debate sobre el decreto 1090, Ley Forestal y de Fauna
Silvestre.

Hoy sábado 7 de junio es increíble escuchar al mismo presidente del Perú, Alan García, rendir
homenaje a los policías fallecidos y ni una palabra sobre los indígenas muertos. “Signos de
barbarie primitiva, subversiva y sediciosa”, calificó García un día después a los hechos
ocurridos en la Amazonía peruana. Ésas fueron sus primeras palabras luego del sangriento
suceso cuando se refirió al mismo, en un discurso pronunciado al celebrarse el Día del
Funcionario Público peruano.

Así el gobierno de Alan García califica de “terroristas” a los indígenas amazónicas, justificando
el asesinato y también aduciendo que existen influencias extranjeras que originan estos
hechos, en clara alusión a las declaraciones del gobierno de Evo Morales, quien en una carta
enviada a la Cumbre Indígena planteó a todos los indígenas participantes de avanzar “de la
resistencia a la rebelión y de la rebelión a la revolución”.

En La Paz hubo una reducida manifestación frente a las puertas de la Embajada peruana
(ubicada en la avenida 6 de Agosto) el mismo viernes en la noche de parte del
autodenominado Comité Cívico Popular, grupo reaccionario a favor del Poder Ejecutivo.
Mientras el gobierno boliviano rechazó las supuestas injerencias de que le acusa la
administración de Lima y lamentó los hechos sangrientos.

* Richard Sánchez es periodista.

Masacre en Perú: ¿por qué contra aguarunas y


huambisas? (I)
Por: Marco A. Huaco P.

Sí, aunque los diarios “El Comercio” y “Perú 21” sigan poniendo entre comillas la palabra
“masacre”, la sociedad asiste horrorizada a las masacres del 05 y 06 de junio mientras el
Presidente García y sus Ministros inventan justificaciones cada vez más alucinantes ahora
hablando de conspiraciones internacionales (¿Ecuador-Bolivia- Venezuela? ) para impedir que
el Perú explote sus recursos petrolíferos, gasíferos, auríferos, hídricos y forestales…que es al
final todo lo que le interesa al perpetrador intelectual de la política del “perro del hortelano”.
Ahora todos aquellos que todavía no estaban convencidos constatan que aquella insultante
etiqueta del “perro” no era proclamada como simple metáfora agraviante sino como figura
muy literal con ribetes genocidas.

Los hechos del 05 de junio demuestran que la agresión armada comenzó a iniciativa policial y
que le correspondió un contraataque indígena. Qué otra conclusión puede desprenderse de
cabezas y rostros indígenas partidos a la mitad por bombas lacrimógenas disparadas desde
helicópteros y un operativo iniciado a las 5 de la mañana por centenares de efectivos de las
fuerzas especiales premunidos de fusiles AKM y munición de guerra; qué otra conclusión
podemos obtener de los cuerpos de los policías baleados por su misma munición.

Y los hechos de los próximos días demostrarán ante todo el mundo, que a pesar de la
desaparición de cadáveres mediante su quema, el entierro en fosas comunes y su arrojo en los
ríos, la cifra de asesinados indígenas supera muy largamente el número de 09, cifra que la
Defensoría del Pueblo, el Gobierno, los medios de comunicación y hasta periodistas
normalmente independientes como César Hildebrandt, insisten en restregarnos para que
todos creamos que un operativo policial planificado con anticipación se convirtió en una
“emboscada indígena asesina contra policías”.

(Este es un fragmento)

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