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Carlos Peña
La única especie que tiene miedo a la muerte es la humana. Incluso ese miedo nos hace
morir antes de fallecer realmente, sufrimos una muerte emocional y eso nos hace sentirnos
minimizados ante el irremediable paso del tiempo, nos hace sentirnos completamente solos,
reducidos, amenazados por múltiples factores que a nuestro parecer aceleran nuestro final.
Las causas del miedo a la muerte pueden ser varias, una es completamente natural, la
conservación de la vida a toda costa nos da la capacidad de luchar contra esos factores
acelerantes, pero solamente podemos vencerlos, detenerlos o suspenderlos temporalmente si
contamos con la salud adecuada y en este caso, la edad es clave.
El horror de pensarnos sin poder pensar, de estar allí pero sin ser nosotros, el ultraje corporal
que de nuestro cuerpo harán esas criaturas que al momento de existir nosotros, no se
atreverían a acercarse a nuestra piel. Al darnos cuenta que nuestras pequeñas
“humanidades” no son más que insignificancias transitorias, nuestra belleza, inteligencia,
fuerza, dominio, confianza en nosotros mismos, todo eso, para la muerte no implica la menor
importancia… Nuestros sueños, aspiraciones, deseos, inquietudes, seguridades, humor,
orgullo, todo eso, no significa absolutamente nada…. Lo fisico, mental, emocional que
tengamos, simple y llanamente se acaba para siempre.
Aun asi, el miedo a la muerte tiene igual o mayor fuerza entre los creyentes de lo anterior. No
es suficiente la promesa de una resurección para entregarnos a lo que llamamos el sueño
eterno, con una sonrisa de aceptación.
Mientras más sea el conocimiento de la biología entre nosotros, y mientras más lejos nos
mantegamos de la influencia religiosa, podremos ir acercandonos a la muerte desde una
perspectiva diferente. La vida en el planeta es una continuidad imparable. Nuestra vida es
energía en diferentes estados y manifestaciones que viene de la misma energía en otros
estados y manifestaciones, la muerte no es la cesación de esos estados y manifestaciones, es
un proceso mas de transformación. Nosotros vivimos porque otros han muerto y debemos
morir para que otros vivan. Debemos aprender que nuestra misión, si es que se le puede
llamar de alguna manera, es la continuidad de la especie y no hay nada mas, somos
transitorios, temporales…. caducamos en un cierto periódo de tiempo.
Los padres continuan en sus hijos y estos en los suyos propios. Continua nuestra especie,
nuestra genética sigue presente en el concierto de la vida. La especie como entidad global es
eterna comparada con los estandares de vida de sus componentes, es decir, nosotros
mismos. Nosotros no aprendemos para asunto propio, aprendemos para enseñar. Existimos
para asegurarnos que nuestros hijos se aseguren de tener los propios. Todas nuestras
prioridades se basan en la generación que sigue… lo hacemos tan inconcientemente que la
vida se convierte en un espejismo donde la unica realidad es la muerte.
Asi como nos enorgullecemos algunas veces en que sabemos vivir la vida. Asi mismo
debemos enorgullecernos de que tambien hemos aprendido a morir la muerte, que estamos
preparados para el cese de nuetras existencias tal como las concebimos, para transformarnos
en otra manifestación de energía…
Dignos para vivir… dignos para morir… Para vivir se necesita coraje, valor, entusiasmo… la
muerte nos exige lo mismo…
Vida y muerte son los extremos…. para qué preocuparnos de ellos… antes de nacer no había
nada, despues de morir tampoco lo habrá.