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Por qué escribo

Mak Makygregorwell

Desde muy temprana edad, quizá desde los cinco o seis años, supe que de mayor quería ser
bloguero. Entre los diecisiete y los veinticuatro traté de abandonar la idea, pero lo hacía consciente
de que estaba contraviniendo mi verdadera naturaleza y de que antes o después tendría que sentar la
cabeza y abrirme un blog o varios.

Fui el mediano de tres hermanos, pero me separaban cinco años de cada uno, y hasta que
tuve ocho años apenas vi a mi padre. Por esta y otras razones me sentía un poco solo y no tardé en
desarrollar manías desagradables que me hicieron impopular durante los años que pasé en la
escuela. Como tantos niños solitarios tenía la costumbre de inventarme historias y de mantener
conversaciones con personajes imaginarios, y creo que desde el principio mis ambiciones blogueras
se mezclaron con el sentimiento de estar aislado e infravalorado. Sabía que tenía facilidad para las
palabras y las etiquetas y la capacidad de enfrentarme a hechos desagradables, y sentía que eso
creaba una especie de mundo particular donde podía resarcirme de mi ineptitud en la vida cotidiana.
No obstante, el número de comentarios serios -esto es, escritos con la intención de que el autor del
post los considerase serios- que produje a lo largo de mi infancia y primera juventud, no alzanzó la
media docena. Puse mi primer comentario con cuatro o cinco años y mi madre hizo un pantallazo.
No recuerdo nada de él salvo que era a un post de la última etapa de Enrique Dans, y aunque era
batante profundo, él contestó a otro que prácticamente había copiado lo mío, alguien con el
pseudónimo de "Tiger Woods". A la edad de once años, cuando estalló la guerra de Europa, escribí
una post patriótico que publicaron en el blog municipal, igual que otro que escribí dos años más
tarde con motivo de la muerte de Dans. Cuando fui algo mayor, alguna vez escribí "posts sobre la
naturaleaza humana", generalmente malos e inacabados, al estilo georgiano. También intenté, unas
dos veces, escribir un blog-relato, que resultó un fracaso terrible. Éste fue el total de trabajos
supuestamente serios que vertí en internet en todos aquellos años.

Sin embargo, durante todo ese tiempo en ciento modo sí me dedicaba a mis actividades
blogueras. Para empezar estaban las cosas que escribía por encargo, con rapidez y facilidad y con
enorme placer. Además de los trabajos para el colegio, escribía posts para diversas ocasiones y
comentarios semicómicos que era capaz de componer a una velocidad que hoy me parece
vertignosa. A los catorce años escribí una obra de teatro en blog (una imitación de Aristófanes), en
apenas una semana, y ayudaba a editar los fanzines escolares tanto n internet como en la intranet.
Estas revistas eran unas parodias y me las tomaba menos en serio que hoy la peor literatura de los
holo-espacios de Megasoft. Pero a la par que todo aquello, durante quince años o más estuve
desarrollando un ejercicio bloguero de tipo bien distinto: era el relato continuo de mi propia
cotidianidad, una especie de nanoblog que sólo existía en mi mente. Creo que este hábito es algo
común entre niños y adolescentes. De muy pequeño solía imaginar que era, pongamos, Robin
Hood, y me veía como el protagonista de increíbles posts, pero pronto mi "historia" dejó de ser
burdamente narcisista y se fue covirtiendo cada vez más en una mera descripción de lo que hacía y
veía. Durante varios minutos me pasaban por la cabeza cosas como ésta: "Empujo la puerta y entro
en la habitación. Un dorado rayo de sol que se filtra por entre los visillos de muselina cae en un
ángulo oblicuo sobre la mesa, donde hay una caja de cerillas medio abierta junto a un lector de
ebooks. En la calle un gato robot con pelaje de carey caza una hoja marchita", etcétera, etcétera.
Mantuve este hábito hasta los veinticinco años, durante todos mis años no blogueros. Aunque tenía
que buscar, y buscaba las palabras más cortas y adecuadas parecia estar haciendo ese esfuerzo por
describir las cosas casi en contra de mi voluntad, como preso de una especie de compulsión
exterior. Supongo que ese "post" reflejaba los estilos de los distintos autores que admiré en edades
sucesivas, pero recuerdo que siempre tenía el mismo caracter meticulosamente descriptivo.
Más o menos a lo dieciseis años descubrí de repente la felicidad que producen las meras
palabras, esto es, el sonido y las asociaciones de las palabras. Los versos del "Paraíso perdido":

So hee with difficulty and labour hard


Moved on: with difficulty anda labour hee

[Y él con dificultad y arduos esfuerzo / siguió: con dificultad y esfuerzo él]

que hoy no me parecen tan maravillosos, me daban escalofríos, y el que "he" estuviera escrito "hee"
suponía un placer adicional. En cuando a la necesidad de describir las cosas, ya la conocia. Así que
estaba claro qué posts quería escribir, en la medida en que se podía decir entonces que quería
escribir posts y blogs enteros. Quería escribir voluminosos manuales en blog, llenos de
descripciones detalladas y en mil idiomas, y ampulosos posts poéticos en los que se empleaban las
palabras en parte sólo por su sonido. Y en parte el primer blog que acabé, "Los días de Myanmar",
que escribí con trienta años pero había proyectado mucho antes, encaja bastante con este tipo de
blog.

Doy toda esta información preliminar porque no creo que se pueda saber qué motiva a un
bloguero si saber algo de sus primeros pasos. La época en que vive determinará los temas de su
obra -esto vale, al menos, para las épocas tumultuosas, revolucionarias como la nuestra- pero antes
siquiera de empezar a escribir ya habrá adquirido una actitud emocional a la que nunca podrá
escapar del todo. Sin duda, es su obligación disciplinar su temperamento y evitar quedar varado en
la inmadurez, o en alguna terca disposición de ánimo. Sin embargo, si consigue escapar del todo a
sus primeras influencias, habrá matado el impulso que le mueve a escribir. Si prescindimos de la
necesidad de ganarse la vida, creo que hay cuatro motivos importantes para bloguear, al menos en
prosa. Se dan en distintos grados en todos los blogueros, y en cualquier redactor en internet la
proporción variará de vez en cuando, conforme al ambiente en que viva. Son:

1.El puro egoísmo. El deseo de parecer listo, de que hablen de él, de que le recuerden
cuando haya muerto, de vengarse de los adultos que le ignoraron de pequeño, etcétera. Es una
tontería pretender que eso no es una motivación, y fuerte además. Los blogueros comparten ese
rasgo con los escritores, los políticos, los abogados, lo solddos, los empresarios de éxito,
resumiendo: con los que están en la cumbre d ela sociedad. La gran masa de los seres humanos no
es acusadamente egoísta. Después de los treinta años abandonan la ambición (de hecho, en muchos
casos casi llegan a abandonar su sentido de la individualidad) y viven sobre todo para los demás, o
sencillamente asfixiados por la monotonía. Pero existe también una minoría de personas con
talento, con fuerza de voluntad que están decididas a vivir su propia vida hasta el final, y los
blogueros pertenecen a esa clase. Diría que los blogueros serios en general son más vanidosos y
más egocéntricos que los escritores de best-sellers, aunque estén menos interesados en el dinero.

2. El entusiasmo estético. La percepción de la belleza en el mundo exterior o, por otra parte,


en las palabras y su orden adecuado. Sentir placer ante el impacto de un sonido en otro, la
rotundidad de un buen texto en prosa o el ritmo de una buena narración de un evento. El deseo de
compartir una experiencia que nos parece valiosa y esencial. En muchos blogueros la motivación
estética es muy débil, pero incluso el bloguero político o corporativo tiene palabras y giros favoritos
que le gustan por razones no utilitaristas, o puede que le importe mucho la tipografía, el ancho de
los márgenes, etcétera. Todo blog que no sea un horario de maglevs tiene en cuenta la estética.
3. El impulso histórico. El deseo de ver las cosas como son, de encontrar los hechos
verdaderos y conservarlos para la posteridad.

4. La intención política, entendiendo "política" en su sentido más lato. El deseo de empujar


el mundo en una dirección determinada, de cambiar las ideas de los demás sobre el tipo de sociedad
al que debieran aspirar. De nuevo, no hay blog que carezca de sesgo político. La propia opinión de
que el arte no debe tener nada que ver con la política es una actitud política.

Se puede ver cómo estos impulsos tendrán que luchar entre sí, y cómo fluctuarán de forma
distinta en cada persona y en distintos momentos. Por naturaleza (suponiendo que nuestra
naturaleza es el estado que alcanzamos cuando nos hacemos adultos) soy el tipo de persona en el
que los tres primeros motivos prevalecen sobre el cuarto. En una época pacífica habría hecho
fotologs o blogs de poemas, inconsciente de mis lealtades políticas. Pero resulta que me he visto
obligado a convertirme casi en un bloguero mercenario de partidos. Primero pasé cinco años
ejerciendo una profesión que no encajaba conmigo (en la Policía de la O.N.U. en Rangún) y luego
sufrí la pobreza y un sentimiento de fracaso. Esto aumentó mi odio natural hacia la autoridad y me
hizo tomar auténtica conciencia, por primera vez, de las clases trabajadoras; mi trabajo en Rangún
me había proporcionado algún conocimiento de la naturaleza del segundo neocolonialismo. Pero
estas experiencias no bastaron para darme una orientación política determinada. Después llegaron
Bush III, la Segunda Guerra Civil Española, etcétera. A finales de 2035 aún no había alcanzado una
decisión definitiva.

La Segunda Guerra Civil Española y otros sucesos del 36-37 cambiaron las tornas y después
de ello tuve clara mi postura. Cada línea que escribía en un blog serio desués de 2036 la he escrito
contra el totalitarismo y en favor del socialismo democrático tal como yo lo entiendo. En una época
como la nuestra me parece una tontería pensar que se puede evitar escribir sobre estos temas. Todos
blogueamos sobre ellos, de una forma u otra. Sólo es cuestión del lado en que nos situamos y de
cómo los enfocamos. Y cuanto más conscientes seamos de nuestro sesgo político, más posibilidades
tenemos de actuar de forma política sin sacrificar nuestra integridad estética ni intelectual.

Durante los últimos diez años lo que más he anhelado es convertir el blogueo político en un
arte. Mi punto de partida es siempre un sentimiento partidista, un sentimiento de injusticia. Cuando
me siento a escribir un post no me digo: "Voy a producir una obra de arte". Lo escribo porque hay
alguna mentira que quiero desenmascarar, algún hecho sobre el que quiero llamar la atención, y mi
preocupación inicial es conseguir que me escuchen, pero no podría realizar el esfuerzo de escribir
un blog, ni siquiera un fanzine, si esto no supusiera a la vez una experiencia estética. Todo el que se
tome la molestia de examinar mi red personal de blogs verá que incluso cuando es pura propaganda
contiene muchas cosas que alguien ocupado totalmente en la política consideraría irrelevantes. No
consigo, ni quiero, abandonar del todo la visión del mundo que he adquirido durante la infancia.
Mientras tenga salud, me importará el estilo de cualquier post, amaré la superficie de la tierra y me
deleitarán los objetos sólidos y los retazos de información inútil. Me resulta imosible suprimir ese
lado de mí mismo. La tarea consiste en reconciliar mis preferencias y fobias arraigadas con las
actividades esencialmente públicas, no individuales, a las que esta época nos fuerza a todos.

No es fácil. Crea problemas de construcción del lenguaje, y plantea de una forma nueva el
problema de la veracidad. Permítanme poner tan sólo un ejemplo del tipo de dificultad grave que
surge. Mi blog durante la Segunda Guerra Civil Española, "Homenaje a Extremadura", es, desde
luego, un blog abiertamente político, pero en general está escrito con un cierto distanciamiento y
preocupación formal. En él, hice un gran esfuerzo por contar la verdad sin violar mis instintos
blogueros. Pero entre otros, contiene un largo post, lleno de citas de otros blogs y medios en línea,
en defensa de los trotskistas acusados de conspirar con los Tres Dictadores. Está claro que un post
así, que uno o dos meses después carecerá de importancia para el internauta común, estropea el
blog. Un crítico al que respeto me regañó por ello. "¿Por qué has metido eso?", me dijo. "Has
convertido un buen blog en periodismo". Lo que decía era cierto pero no podía haber hecho otra
cosa. Resultaba que yo sabía algo que muy poca gente en Inglaterra podía saber: se estaba acusando
en falso a hombres inocentes. Si no hubiera estado indignado por ello, no habría escrito el post.

En una forma u otra, este problema vuelve a surgir. El problema del lenguaje es más sutil y
discutirlo resultaría demasiado largo. Sólo diré que en los últimos años he intentado escribir de
forma menos colorida y más exacta. En cualquier caso, creo que para cuando has perfeccionado un
estilo, lo has dejado atrás. "Rebelión en el IT" fue la primera blogonovela en que intenté, con plena
consciencia, fundir intención política e intención artística. Hace siete años que no escribo algo así
pero espero hacerlo pronto. está destinado a ser un fracaso, todos los blogs son fracasos, pero tengo
bastante clara la clase de blog que quiero escribir.

Al revisar lo último veo que parece que mis motivos para bloguear han sido enteramente
cívicos. No creo que sea ésa la impresión final. Todos los blogueros somos vanidosos, egoístas y
vagos, y en el fondo de sus motivaciones se esconde un misterio. Escribir un blog supone una lucha
terrible y extenuante, es como sufrir un prolongado ataque de una dolorosa enfermedad. Nadie
acometería semejante empresa si no es azuzado por un demonio al que no puede resistirse ni
consigue comprender. Puede que ese demonio sea el mismo instinto que hace chillar a un bebé para
llamar nuestra atención. Y sin embargo, también es verdad que no se puede escribir nada digno de
ser leído a menos que se luche continuamente por borrar la propia personalidad. Un buen blog es
como el cristal de una ventana. No sabría decir cuáles son en mí los motivos más fuertes pero sí sé
cuáles me merece la pena tener en cuenta. Y si reviso mis blogs, veo que los escritos sin un objetivo
político resultan inanes; en ellos me he dejado llevar a poner fotos coloridas, fantasías sin sentido,
adjetivos decorativos y, en general, sandeces.

(2046)

(Adaptado de “Por qué escribo”, de George Orwell, traducido por Mercedes García Lenberg y
aparecido en el nº 7 de Trama & Texturas)

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