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Introduccién Hace mnehos afios, cuando lef el Gorgias por ver pri- mera, me produjo una honda impresién una afirma- cidn que Platén pone en boca de Séerates: .csatio cometer 6 padocer una injusticia, yo pra ion padecerta que cometerta.t Lo que estas palabras quieren decir dentro de su contexto es que ante una situacién en que se viese forza- do a clegir en forma exeluyente entre hacer algo injusto 0 ser Ja vietima de una injusticia, Séerates dice que opta- ria por padecer la injusticia En el momento de esa primera leetura me pare ver en esas palabras un notable principio moral, cer- cano incluso al eristianismo, on virtud del cual Séera- tes estaria proponiendo un ideal heroico y digno admirucién, un ideal de anonadamiento y renuncia que esti en directa contraposicién con la manera de pensar del comin de In gente, Este ideal tendria tam bién Ia gran ventaja de contribnir a la construceién de un mundo mejor al rechazar la violencia que pro- viene tanto de los actos de injusticia como de los actos de reivindicacién frente a la injustieia padecida. La u _sseESESSSeeeeeeeaecessssssssssseceeeee étiea soora un caso extremo de paci- fismo y altruismo. Hoy, lucgo de un largo periodo de estudio y ensefian- za de los textos platénicos (y de otras obras de ética), he cambiado de parecer en mi apreciaci6n de la étiea socratica, En primer lugar, creo ver ahora con mayor claridad que la citada afirmacién de Séerates expresa una preferencia generalizable para diversas situacio- nes, pero que no por ello se trata de un principio o axioma, es decir, de una afirmacién primera y uni versal que se adopta sin prucba. Por el contrario, hoy pienso que se trata de una inferencia que cabe extraer de un teorema o proposicién demostrable que, a su vez, depende lgicamente de uno 0 mas axiomas morales. Todo esto indicarfa que la ética de Sécrates es un cuerpo de verdades mucho més orga- nizado y sistematico de lo que podria parecer a pri- mera vista. En segundo lugar, he abandonado la idea de que la étiga de Sécrates sea esencialmente una étiea heroica © de deberes supererogatorios, de ideales que van ‘més allé de lo que deba hacer cualquier persona. Por el contrario, si los principios socraticos son verdade- ros, la opeidn de padecer una injusticia en lugar de cometerla es lo que todos deberiamos hacer y hacer habitualmente. En tercer Iugar, no ime parece ya que Séerates pro- ponga un ideal de renuncia y anonadamiento. Muy por el contrario, su ética tiene como nocién angular Ia bits- queda del propio bien, de lo que a uno lo beneficia y lo hace excelente. A esto, sostiene Sécrates, no hay que renunciar jamés, En lo que sf me parece haber acertado en esa lectu- va primeriza es en aquello de que Ja actitud soertica es.una actitud de rechazo dela violencia, si bien habria 2 que precisar que no se excluye ef uso de la fuerza por parte del Estado en Ia imposicién de legitimo castigo. Lo que queda exeluido de plano es ¢} empleo de la re- presalia y la venganza tanto por parte de los individaos como de los estados. El propésito de este libro es exponer la visién que poco a poco he ido decantando de los temas éticos dentro de la filosofia de Sécrates. No eabe encontrar en él, por lo tanto, ni un estudio del caracter o Ia per- sonalidad de Séerates, ni un examen de su posicién politica o de su influencia sobre filésofos posteriores. Las referencias a otros importantes aspectos de su filosofar como, por ejemplo, a los componentes logicos que aparecen en su busqueda de definiciones 0 a la estructura formal del elenjos, la refutacién sistemati- ca de definiciones propuestas por sus interlocutores, serdn necesariamente breves. Tampoco se abordan en estas paginas los problemas elasicos de cpistemologia yontologia que suscita la Teoria de las Ideas de Platén, Esta, definitivamente, no debe atribuirse al Scrates histérico. La necesidad de justificar esta iltima observaci6n suseita una dificultad que ineludiblemente debe enfrentar quien se proponga investigar cualquier aspecto del pensamiento socratico. De Séerates sabe- mos muy poco. Tal vez aquello de lo cual tenemos mayor certoza es de que fue ejecutado por el Estado ateniense en el afio 399 a. C. a los 70 afios de edad y que, por lo tanto, debié nacer hacia el afio 470 0 469 a, €.2Si bien parece haber poseido una adecuada for- macién literaria, jamas puso su filosofia por escrito. Su filosofar fue una actividad eminentemente oral que, por ende, no nos es accesible en forma directa. Al problema del acceso al eonoeimiento de Séerates se lo ha Namado “la cuestin socratica”, y constituye Ba de suyo un terreno auténomo de investigacion que en muchos sentidos se asemeja a la basyueda de eorteza histériea acerca de Jestis de Nazaret.2 En ambos casos se trata de personas veneradas por sus seguidores in- mediatos y de las cuales sabemos gracias a diversos testimonios que en muchos aspectos se contradicen mutuamente. ‘No puedo udentrarme aquf en las vieisitudes de la cuestién socratica, pues, en easo de abordarla seria mente y con el necesario acopio de informacion, el resultado serfa un libro muy diferente del que me he propuesto escribir. Me Kimitaré, por lo tanto, a ofre- cer una breve deseripcién de las fuentes y de Ios pro- blemas que se suscitan en torno a ellas, indicando a la vex en cudles se apoya la presente investigacion.* Las fuentes El documento inds antigtio conservado integramente en que aparece Socrates es la comedia Las nubes de su coetdneo el pocta Aristéfanes.5 Fue estrenada el afio 423 a. C. y posteriormente modificada, gencrandose asi una segunda version que es la que poseemos hoy. En la divertida obra Sécrates aparece como el dirce- tor de algo asi como una instituein de educacién su- perior a la que jocosamente se Hlama “cl pensatorio” (frontisterion). A ella Hega un ignorante eampesino que quicre aprender a mangjar logoi o argumentos para ganar pleites injustos a fin de librarse de sus acreedores, El Séerates con que se encuentra es un per sonaje que se balancea en el aire dentro de un canasto contemplando el sol y otros fendmenos astronémicos. ‘Ademis, le reza al Aire, al Eter y a las Nubes, las nuevas divinidades que han desplazado a los dioses. Después de diversas peripecias que incluyen una Mu pe rm ge ELSES EEE ESSE CEE EEE EEEDSEES STC EE SECTS EEEEEE disputa entre cl Argumento Justo y el Injusto, al igua que una paliza por parte de su hijo, quien fe demucs~ tra mediante la Nueva Légica que es legitimo que un hijo golpee a su padre, el campesino reconoce su error inicial y la comedia termina cuando éste Ie pone fuego al pensatorio obligando x Séerates y a sus disefpulos a huir en medio de la humareda. Lo primero que podemos inferir de Las nubes es que, hacia el aio en que esta obra fue representada, Sécrates era lo suficientemente conocido en Atenas como para que Aristéfanes hiciese de él un personaje central de una comedia en que es objeto de todo tipo de bromas. Pero, mas alla de esto, cs muy poco lo que podemos extracr del texto aristofanico. En primer lugar, resulta mis 0 menos evidente que el blanco de Aristéfanes son los intelectuales en general, tanto los representantes de la nueva investigaciOn de la natura- leza como los maestros de retériea Iamados posterior- mente “sofistas”.? Un conservador como Aristéfanes -veia que con los primeros surgia una amenaza para la religin iradicional debido a que la nueva fisiea hacia innecesaria la agencia divina en la explicacién de fendmenos meteoroldgicos y teliiricos. En el caso de los sofistas, el peligro mayor lo constituia la negacién de valores morales implicita en la idea de una destreza que se puede usar exitosamente para defender tanto una causa justa como una injusta. La imagen de Sdcrates como fisico y sofista contra- dice sin embargo gran parte de lo que nos dicen las demas fuentes. ,Quién tiene la raz6n? Para poder tomar posicién ante esta incierta cuestién me pare- ce imprescindible recordar que la interpretacién di una obra literaria es funcién directa de su género. Una obra histérica moderna, por ejemplo, no debe leerse de la misma manera que una novela. Esta pretende

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