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PELICULA EMELIE

Amélie es alguien especial: de pequeña su padre -médico- la revisó y ella tuvo la emoción de
sentirlo cerca, cosa rara, con lo que el latido acelerado resultante confundió el diagnóstico y el
padre habló de una enfermedad cardiaca que obligó a Amélie a vivir en calma, en casa, a soñar y a
inventarse amigos en sus juegos, a inventar un mundo imaginario... Ahora, a los 23, a pesar de
trabajar de camarera en un café, sus relaciones con la gente no son las más sencillas, no ha tenido
la oportunidad de enamorarse y abrirse al mundo, y su vida es relativamente ordinaria.... al menos
hasta el día del accidente de Lady Di, cuando por un azar del destino encuentra una caja de
juguetes de alguien que vivió en el mismo piso hace años, con lo que nace en ella el deseo de
devolver un pedazo de la niñez perdida al dueño original de la caja, y con ello una serie de
fantasías y de acciones dirigidas a hacer más grata la vida de quienes le rodean... En el transcurso
de esta serie, un desfile de personajes que van de lo tierno a lo hilarante acompaña a Amélie, y
también el amor intentará hacerlo, en la forma de un extraño ser solitario que colecciona
fotografías rotas o tiradas en las máquinas automáticas de las estaciones de trenes de París...

La historia lleva en sí la magia implícita de París y de Montmartre (al igual que en Moulin Rouge), lo
que da tono para una historia donde tenemos desde amor al arte y la literatura, hasta un amor al
amor mismo pasando por la vida de barrio y cierto costumbrismo, una mezcla por entero francesa,
y muy disfrutable, que se nos muestra narrada en forma inusual con voz en off omnisciente y un
ritmo trepidante, mágico y visualmente dinámico, Amélie es una obra maestra; Jeunet logró
concebir una fábula maravillosamente fotografiada y diseñada, con colores saturados y ricos,
como si estuviéramos viendo el interior de un cuento, y la cámara y efectos visuales aparecen en
todas partes, una delicia técnica y de impresiones... una joya... La música es un tributo a París, y
una mezcla sugerente de ensueño, perfecto acompañamiento del ritmo y estilo visual de esta
leyenda...

La magia es completa, las secuencias son un gusto, y las costumbres de Amélie son un deleite: la
manos en las semillas, las piedras lisas arrojadas al río, las frutas en los dedos, la persecución
amorosa y misteriosa con el ser solitario, la decoración de su piso, sus acciones para lograr la vida
mejor de su gente.... una maravilla....

Los personajes son todos una delicia y un gusto exótico: desde un hombre de cristal (algo como lo
que vimos en El Protegido) que se enfrenta a la realidad en una VHS, y que pinta el mismo cuadro
cada año, hasta una amiga hipocondríaca, pasando por un ayudante que escoge las endibias como
si se tratase de la mayor acción del mundo, y que ama su trabajo; el celoso exagerado, la idea del
sexshop, los mensajes en las estaciones de tren... todo es un mundo complejo pero simple, todo es
un sueño en que puede soñarse mucho más, dormidos o despiertos...

El gnomo como elemento de comedia y de subtrama es una maravilla: pocos directores tienen el
tono de elegir un elemento que se vuelve parte inherente de la historia, y muy pocos prueban que
ese toque es una genialidad, como en este caso (recientemente, el osito juguete de I.A. es otra
muestra, por citar un ejemplo)

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