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Martes 1 de septiembre de 1859, una maana despejada y sin nubes.

Justo antes de amanecer al da siguiente, los cielos de todo el planeta Tierra estallaron brillantes auroras en colores rojo, verde y morado.

Los sistemas de telgrafos en todo el mundo sufrieron problemas. Los operadores sufrieron y quedaron conmocionados por descargas elctricas, incluso provocando incendios en el papel usado en los telgrafos.

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