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Dios en El Cerebro
Dios en El Cerebro
De un tiempo a esta parte no es infrecuente encontrarse artículos, tanto en revistas científicas como
de divulgación, con títulos como éstos:
God on the brain (Dios en el cerebro)1
The "God" part of the brain (Dios parte del cerebro)2
Neurotheology (Neuroteología)3
Biological basis of spirituality (Base biológica de la espiritualidad)4
Tal como los títulos hacen suponer, los autores, basados en observaciones clínicas y experimentales,
suponen que las experiencias religiosas, atribuidas por la gente al diálogo con Dios, son debidas a
fenómenos neurológicos de nuestro cerebro. La conclusión que suelen sacar es que no es Dios el
autor de tales fenómenos sino nuestro cerebro, en definitiva, que no es Dios quien nos ha creado
sino nosotros los que creamos a Dios. Veamos cuales son las experiencias en que se basan.
El Gen de Dios
En 2004, Dean Hamer publicó (ed. Double Day) un libro titulado: "The God gene", libro, que a
finales de 2006, la editorial Esfera de los Libros, lo ha publicado en español. El núcleo del libro lo
constituye el trabajo experimental que Hamer y colaboradores hicieron con un grupo de sujetos.
Buscaron si en aquellos que mostraban mayor inclinación a la "self transcendence", al misticismo
(en la significación que Hamer da a este término: facilidad para salir de sí mismo, sensación de estar
en conexión con un amplio universo y con una mente abierta a sucesos no fácilmente explicables)
alguna modificación genética en alguno de los 10 genes que investigaron. El resultado fue que en
los individuos con mayor tendencia al misticismo aparecía, con más frecuencia que en los demás,
una variante en el gen VMAT2 (variante 3305). Esa variante implicaba un aumento en el número de
receptores monoaminérgicos, alguno de los cuales favorece la "self transcendence". A ese gen es al
que ha denominado el "gen de Dios". A pesar de que la propaganda del libro hace notar que el autor
es uno de los más prestigiosos genetistas mundiales, una lectura objetiva de lo que Hamer nos
cuenta, no puede menos de detectar graves lagunas e imprecisiones. En primer lugar, que cualquier
función cerebral, aunque sea de escasa importancia, está controlada por bastantes genes y el "Gen
de Dios" no va a ser único que interviene en esa importante misión. En segundo lugar, los
neurotransmisores a los que alude desempeñan múltiples funciones según el centro nervioso en el
que se liberan y, desde luego, no se puede hablar de que produzcan experiencias místicas. Con más
propiedad que "gen de Dios" se podría hablar de "drogas de Dios" pues hay varias sustancias
psicodélicas que producen la sensación de la "self transcendece" de la que habla Hamer.
Este genetista, ya publicó en 1993 un trabajo sensacionalista hablando del gen de la gaycidad.
Según él, en los gays se encuentra con frecuencia una variante en el gen Xg28, localizada en el
brazo largo del cromosoma X. Tales resultados los quisieron replicar varios genetistas (entre otros
George Ebers, de la Unirersidad Western de Ontario y N. Rish) y no pudieron confirmar los
resultados de Hamer, que tuvo que decir que los suyos eran preliminares y que el componente
genético sólo representaba entre un 5 y un 8% en la inclinación hacia la homosexualidad.
En este último trabajo se cura en salud diciendo que además de su gen, posiblemente habrá otros
más, que también influyan en la personalidad "self transcedent" y que al hablar del "Gen de Dios"
no niega la existencia de Dios. Más bien podría probarla en cuanto que hay un gen que favorece la
inclinación a las cosas trascendentes.
A manera de conclusión
Los neurocientíficos ateos, al no admitir la existencia de Dios, ni que el hombre sea un ser dotado
de alma espiritual, se ven obligados a una interpretación sesgada de los hechos que trascienden la
materia: tienen que explicar las experiencias religiosas y el estado místico como simple actividad
del cerebro. Son, pues, según ellos, los que meditan y los místicos quienes, a partir de unos simples
fenómenos neurobiológicos, crean a Dios. Es habitual que los reduccionistas no se planteen si su
postura es acientífica, al admitir como única realidad la materia, más bien sucede lo contrario,
toman a los que, además de la "fisis", piensan que existe lo metafísico, como acientíficos, incluso de
forma velada los llegan a considerar retrasados mentales. No quieren darse cuenta de que, para que
fueran admitidas como científicas sus conclusiones, tienen que demostrarlas experimentalmente10,
y son numerosos los hechos, no sólo en lo que respecta a la actividad mental sino también en la
evolución, que no son capaces de demostrarlos ni lo podrán demostrar desde su visión
reduccionista.