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LA FORMA DEL CINE por SERGEI M. EISENSTEIN edicion preparada por JAY LEYDA. ARGENTINA Cqon DICKENS, GRIFFITH Y EL CINE EN LA ACTUALIDAD La gente hablaba como si antes de Wagner no Ihubierahabido misiea dramatic odeseriptiva comost antes de While no hubiera habido pin ture impresionista; en tanto que yo, estaba en contrando que el camino més seguro para Producir un efecto deosada innovacion y orgh nalidad era revvie la antigua atraccion por les discursoslargosy retoricas apegarseestrecha- mente a los métodos de Maliécs:levantar en pe s0 a los personajes de Tas paginas de Charles Dickens. a GEORGE MENARD suinw! “La olla lo empezs..." Conges Y rrean., Asi abre Dickens su El grillo del hogar. “La olla lo empezd. ..” iNada podria estar més lejos de las peliculas! Trenes, vaque- ros, persecuciones. .. zy El grillo del hogar? “La olla lo empe- 261" Aunque, por extrafio que parezca, también las peliculas estaban hirviendo en esa olla. A partir de aqui, de Dickens, de la novela ¢ictoriana, brotan las primeras tomas de la estética fil- mica porteamericana, ligada para siempre al nombre de David Vark{Griffich.| Aunque a primera vista esto no parezca sorprendente, resul: taria incompatible con nuestros conceptos tradicionales de ci- nematogralfa, en particular con aquellos asociados en nuestra mente con el cine norteamericano. Pero, de hecho, esta relacin es orginica, y la linea “genética” de descendientes es bastante congruente. Antes que nada veamos la tierra en donde el cine tal vez no naciera, pero ciertamente era el terreno en donde creceria has- ta dimensiones inimaginadas y sin precedentes. Sabemos de dénde vino el cine por primera vez como fenéme- " George Bernard Shaw, Back 10 Methuselah (prsfaco), Londres, 1921, (181) 182 DICKENS, GRIFFITH Y EL CINE ACTUAL no mundial. Conocemos el lazo inseparable entre el cine y el de: sarrollo industrial de Norteamérica. Sabemos como Ta produccién, elanteya rellejan el aliento capitalista y la construc: idn de los Estados Unidos de América, Y también sabemos que £l capitalismo encuentra su reflejo mis agudlo y expresivo-en-el- ‘cine norieamericana. Pero equé identidad posible existe entre esteffolocidde la in- dustria moderna, con su fempo embriagante de ciudades y me tros, su rugido de competencia, su huracén de transacciones en Ja Bolsa, por un lado, y. .. las novelas apacibles, patriareales del Londres victoriano de Dickens, por el otro? Comencemos con este “tempo embriagante”, este “huracén”” Yeste “rugido”. Son los términos que utilizan para describir a Estados Unidos las personas que solo conocen el pais a través de litvus —libros limitados en cantidad, y no seleccionados de- masiado cuidadosamente, Quienes visitan la ciudad de Nueva York se recobran pronto de su asombro ante este mar de luces (que realmente es inmen. 50), este torbelling de In Bolsa (algo semejante, en realidad, no hay en ninguna parte), y todo este rugido (suficiente casi para ensordecerlo a uno), En cuantoa la yelocidad del trafico, uno no puede verse apa: bullado por ella en las calles de1S METSpoli por la simple razbn de que ahi la velocidad no puede existir, Esta intrigante contra. diccién reside en el hecho de que los potentes automéviles son tantos y van tan apretujados, que no pueden moverse mis répi- do de calle a calle que los caracoles, detenigndose en cada cruce no slo para que pasen los peatones, sino para que circule el len- Usimo trAfico que viene de las calles transversales Armedida que se avanza lentisimamente entre un apretado par quete helado de otros humanos que conducen automéviles igual. mente potentes e imperceptiblemente méviles, se tiene liempo suliciente para medlitar acerca de la dualidad quie hay tras el ros: tro dindmico de Norteamérica, y de la profunita interdependen cia de esta dualidad en todos y todo lo norteamerieano. ¥ mientras el motor de 90 caballos de fuerza lo va tironeando de manzana a manzana por las calles empinadisiinas, los ojos reco. ren las suaves superficies de Jos rascacielos, Varias ideas en tran entonces con indolencia a T-mente: "gPor qué no parecen altos?” "¢¥ por qué, con toda su altura, resultan célidos, domés- ticos. como de pueblo chico?” Stibitamente se da uno cuenta del "truco" que le hacen los ras cacielos a uno: aunque tienen muchos pisos, cada piso es bas- DICKENS. GRIFFITH Y EL CINE ACTUAL 183 ante bajo, De inmediato el elevado rascacielos produce la impresion de estar construido con una serie de edificios de pue- blo chico, colocados uno sobré el otro. Basta con ir un poco mas alld de los limites de la ciudad o, en algunas ciudades, mas alla del centro, para ver los mismos edificios apilados, no por doce: pas 0 cincuentenas o centenares, uno sobre otro, sino en hileras interminables de tiendas y casitas de campo de uno 0 dos pisos alo largo de las avenidas principales o de calles laterales medio rnurales. En este punto (entre las “trampas de velocidad") se puede vo lar tan rapido como se quiera; aqut las calles estén casi desier- tas, el trilico es (Tuido ~exactamenté lo opuesto a la congestisn metropolitana que uno acaba de dejar—, ni huella de esa enfe- brecida actividad sofocada en las prensas de piedra de Ja ciudad. ‘A menudo se (opa uno con regimientos de rascaciclos que se han desplazado hasta el campo, torciendo sus densas redes de vias en torno a ellos; pero, simulténeamente, el pequerio pueblo agricola pareciera haberse desbordado por todas partes en las ciudades salvo en sus centros; aqui y alld da,uno la vuelta a una esquina con rascacielos, y es s6lo para toparse con alguna casa de arquitectura colonial, aparenteimente arrancada de alguna sa bana distante de Luisiana o Alabama para traerla al corazén mis- mo de Ia ciudad financiera Pero se produjo esta oleada provinciana que dejé una casita de campo aqui, una iglesia alld (royendo una esquina de esa mo- numental Babilonia moderna que es Radio City}, o bien un ce- menterio Abandonado inesperadamente en el centro mismo del distrito financiero, 0 la ropa tendida del distrito italiano que re: volotea a la vuelta de Ja esquina de Wall Sireet este buen pro: vincialismo se ha volcado en los apartamentos, apiiéndose en torno a las chimeneas, provistos de blandas mecedoras y carpe- titas de encaje que envuelven las maravillas de la técnica mo. derna: refrigeradores, lavadoras, radios Y en los editoriales de los periddicos populares, en los aforis ‘mos del serm6n radial y en Ja publicidad transcrita hay una ac- “titud firmemente atrincherada que por lo general es definida como “muy estilo oriente” —actitud que se puede encontrar ba: Jo cualquier chaleco o bombin en donde uno habitualmente es- peraria encontrar un corazén 0 un cerebro. Uno se sorprende principalmente por la abundancia de elementos patriarcales de pueblo pequeiio en la vida y costumbres norteamericanas, en su moral y filosoffa, en el horizonte ideoldgico y las reglas de com. portamiento de su cultura, ae 1, give les DICKENS, GRIFITIL ¥ EL CINE ACTUAL [Para entender a Griffith hay que visualizar una Norteaméri- €a hecha de algo mas que Ta visién de los automéviles de alta ve- locidad, de los trenes aerodinamicos, las veloces cintas de los teleimpresores, las inexorables correas de transmisi6n. Uno se ve obligado a entender este otro lado de Norteamérica también: Nosteamérica,Ja tradicional. Ja patriarcal la provinciana. Y en tonces el asombro ante el lazo entre Griffith y Dickens sera con. siderablemente menor : Los hilos de estas dos Norteaméricas estan entretejitlos en el estilo y la personalidad de Griffith, al igual que en sus secuen- clas aie paralelas mas fantasticas. Pero lo que resulta mas curioso es que pareciera que Dickens ha guiado ambas lineas del estilo de Griffith, reflejando ambas caras de Norteamérica: la Norteamérica del pueblo pequefio y Ia Nortéamérica superdindmica. Lo anterior puede detectarse de inmediato en el Griffith “in- timo” de la vida norteamericana contemporanea o pasada, don: de Griffith es profundo, en esos filmes sobre los cuales me dijo que “fueron hechos para mi mismo e invariablemente rechaza: dos por los exhibidores”. Pero si nos sorprendemos un poco cuando vemos que la cons truccién del Griffith “oficial” y suntuoso; el Griffith de los tem pi tempestuosos, de la accion embriagante, cle persecuciones agotadoras, ha sido guiado por el mismo Dickens. Veamos lo que de cierto tiene este. Examinaremos primero al Griffith “intimo", y al Dickens “intimo". + La olla fo empezs...1 En cuanto reconocemos esta olla como un primer plano tipi: co, exclamamos: "gPor qué no lo hablamos notado antes? Pero “aro, éste es el Griffith mas puro. Cuan a menudo hemos visto tun primer plano semejante al inicio de un episodio, una secuen: cia 0 toda una pelicula suya.” (A propésito, no deberiamos de pasar por alto el hecho de que una de las primeras peliculas de Griffith se basaba en El grillo del hogar)? Es cierto que esta olla es un primer plano tipico de Griffith. Un primer plano, nos damos cuenta ahora, saturado de una "at mosfera" tipica de Dickens, con la que Griffith, con igual maes- tria, puede envolver el severo rostro de la vida en Way down East 2 Eirenada e127 de mayo de 1909, con Herbert Pryor. Lind Arvidson Griffith, Wie lei Mersereau, Owen Moore sta pelicula sigs la adapiacign deamities del Grillo «que hiciera Aibert Smith con a aprobackin de Dickens. DICKENS, GRIFFITU Y EI. CINE ACTUAL, 185 y el rostro moral helado de sus personajes, que empujan a la cul- pable Anna (Lilian Gish) ala superficie resbaladiza del hielo res- quebrajado. gAcaso no es la misma atmésfera implacable de (rio que la que crea Dickens, por ejemplo, en Dombey e hijo? cen del Sr. Dombey se revela mediante el [rio y la beateria. Y la huella del fro esta en todos y todo —por todas partes. Y-4a “atmésfera”’ siempre y por toclas partes— es uno de los fredios mas expr vos para yevelar el inundo interior y el talante ético Telorani z jplostpersonbias = nara En Griffith reconocemos este método particular de Dickens; en sus inimitables personajes secundarios que parecen haber pa- sado directamente de la vida a la pantalla. No logro recordar quién habla con quiéu en_una de las escenas callejeras de la his. toria moderna dd fitolerancia,|pero jamas voy a olvidar la mas cata del peatdn con su narizsafientc entre los anteojos y su barba desordenada, caminando con las manos asidas por detras, como siestuviera esposado, Cuando pasa interrumpe el momento mas patético de la conversacién entre el muchacho y la muchacha su- frientes. De la pareja no puedo recordar nada, pero este peatén, que en la (oma se ve eruzar slo momentaneamente, esta vivo ante mi ahora —iy hace veinte afios que vi la pelicula! De cuando en cuando estas figuras inolvidables parecen ha- ber entrade en las peliculas de Griffith directamente de ta calle: ur actor secundario desarrollado por Griffith hasta el estrella- to el peatdn que tal vez jams vaya a ser filmaco nuevamente; y ese maestro de matcmiaticas que és invitado a desempefar el papel de un horripilante carnicero en América —cl difunto Louis Wolheim— quien terminé la carrera filmica asi comenzada con su incomparable actuacién como "Kat" en Sin novedad en el Irente Estas figuras impactantes de viejos simpaticos también estén” muy en la tradiviGn dickensiana, asi como esas figuras ligera- mente unidimensivnales y nobles de doncellas fragiles y dolien- tes, y los chismorrvos rurales y los diversos personajes singulares. Scn particularmente convincentes en Dickens cuando los usa bre- vemente, en episodios Lanica otra cosa que puede anotarse [Pecksniff] es que aqui, como casi en ‘cualquier parte de sus novelas, los mejores persunajes esiin mejor mientras menos tienen que lnieer, Los personajes de Dickens son perfectos mientras 4] ogre mantenerlos fuera de sus historias. Bumble ¢s diving hasta que se le confia un seereto prictico y oscuro. .. Mieawher es noble siempre y euan- dono este haciendo nada; pero cuando espla a Uriah Heep es muy pocy con: moet

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