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SENTIR

Al oír la música me he relajado y me he puesto a imaginar que estaba en el


vientre de mi madre, me he colocado sentada y he puesto las rodillas junto a
mi pecho con la cabeza hacia abajo, me ha recordado a la posición en la que
se encuentran los bebés antes de nacer. Me he imaginado que volvía a nacer y
que salía del interior de mi madre, cómo si todavía no hubieran pasado 19
años. Sentía la música por todo mi cuerpo y me incitaba a acariciarme la piel,
las piernas, las manos, notaba como mis manos tenían la necesidad de tocar,
cómo los niños/as pequeños/as que lo tocan todo. Después he sentido como
mis piernas crecían y me he levantado para notar la sensación del suelo y ver
como mis piernas habían crecido, en ese momento me he dado cuenta de que
había crecido y me entraron ganas de ponerme a córrer y a saltar, estaba en la
adolescencia. De repente he empezado a escuchar que la música estaba
bajando de tono y me sentí cansada, era la vejez, que había llegado sin darme
cuenta, me toqué la cara y sentía como se arrugaba, las piernas me flojeaban,
como en la vida real nos hacemos mayores sin apenas darnos cuenta.

Cuando tienes los ojos cerrados y tocas a una persona puedes notar con
mayor facilidad el tacto de su piel y todas sus facciones con claridad. Con este
ejercicio he sentido otros aspectos de mi compañera que no conocía, su piel,
suave y lisa, he tocado su barbilla, pómulos y orejas y lo he podido reflejar en
mi interio. El tamaño de las manos, la anchura de los hombros, la largura de
los brazos, la cintura.. son más aspectos que he conocido de mi compañera.

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