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El rastro oculto en la obra de Salinger

Uno aprende que Rabelais es divertido y excesivo y loco, para descubrir que es metdico y aburrido. Uno oye decir que Flaubert es impersonal, cuando hay pocos escritores cuya personalidad y opiniones invadan tanto sus novelas. Crece con la idea de que Cortzar es clido y juguetn, aunque un poco sentimental, y descubre que es fro, cerebral, atento slo al concepto abstracto de las cosas. Hay escritores as: por diversas razones, su renombre es justo lo opuesto de lo que son realmente. Para m, J.D. Salinger es de sos. De Salinger, en estos das, se han escrito muchas veces unas pocas cosas. Una de las ms repetidas es que lo preocupaba la autenticidad. La inefable crtica literaria Michiko Kakutani, del New York Times, siempre dispuesta a decir cosas chirles con tono severo, escribi que los lectores de varias generaciones han quedado cautivados con El cazador oculto (1951) debido a la voz "maravillosamente inmediata" de su narrador, Holden Caulfield, que juzga con escepticismo al mundo y denuncia a sus farsantes y sus hipcritas. Disiento. Siempre encontr que El cazador oculto The Catcher in the Rye, traducido "oficialmente" en espaol como El guardin entre el centeno era un libro opresivo, sin rastro del efecto liberador que habra debido tener una voz que "juzga con escepticismo". Haba algo enfermizo en Holden Caulfield, pero recin ahora que lo releo empiezo a discernir qu es. La verdad es que Holden, con todo su celebrado coloquialismo, es un personaje imposible, un ideal que no puede confundirse con un ser vivo. Le falta algo para ser humano; se siente desde los primeros episodios, cuando lo acaban de echar del colegio y cada persona con la que se cruza quiere algo impresionarlo, aleccionarlo, engatusarlo y l slo parece compadecerlos a todos, salvo cuando los encuentra irritantes, justamente por querer todas esas cosas. La cuestin se vuelve manifiesta en uno de los episodios ms memorables, cuando

Holden est en un hotel y el botones le propone mandarle una prostituta a su habitacin. Holden acepta, pero cuando la chica llega, se deprime y pierde las ganas. Al final, el botones-cafishio le da una paliza y le cobra el doble de lo que haban acordado.

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