Está en la página 1de 2

EL DA DE HAIT

El da se tiende pausado, el sol ilumina sin prisa, las almas recorren morenas las calles de asfalto, de arena y de tiza. Nada es distinto, nadie supone el horror del destino. El nio saluda en la puerta del aula y el padre lo besa sin saber que es el ltimo beso a su hijo. Otros consumen el hambre que insolente aprisiona sus barrigas desnutridas, extienden su mano a la espera de migajas ante los pasos ciegos de otros que miran. De pronto, la calma se anuda, la tierra exclama su pasin dormida, sacude el dolor que a diario la pisa y en poco destruye su esencia contenida. Sus venas ser abren furiosas quebrando columnas y paredes de hormiga, el horror invade las calles en medio de gritos de alarmas y desesperacin vencida. El llanto se agota en lgrimas y la carne se aplasta bajo un techo de lajas o piedras cadas. El alma se vuelve incapaz de cuidarse a s misma, el aire revuelve su sangre mientras el nio se queda esperando la mano de la madre que ha sido de su piel carcomida. Ya nadie sabe si vive o si muere, es todo el partido el mismo color de rojo y gris teido, y entre cegueras confusas de tierra polvo y vidrio la calma se aviene poco a poco, como un sueo perdido. La tierra se duerme cansada de su propio exterminio, y el hombre se queda sin ojos ni pies, tan slo el temblor en su pecho como dueo del mismo. Ahora el hambre perfora los ltimos vestigios del tenebroso abismo, la sed se amontona en gargantas llenas polvo y cargadas de gritos. El dolor se entromete presionando heridas

y el olor nauseabundo es parte del da junto al miedo y la culpa de seguir con vida. Ahora es el tiempo quien dir su retorno, en Dios queda quin vive y quin muere, o dnde la partida es de causa masiva (o acaso es el hombre quien con tanta soberbia quien somete su historia y es su propia vctima) La noche aplasta un mundo cansado que se desvela pensado en las manos haitianas que an bajo escombros contienen el aire que indolente se esgrima. Maana maana ser tarde para el que reza en su ltima hora la eternidad de su vida. Bajo otras latitudes, el sol se asoma lentamente cubriendo de clidas semblanzas los campos verdes o nieves platinas, mientras otros nios juegan ausentes de aquellos otros y despliegan sus almas ante el nuevo da.

También podría gustarte