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Universidad de los Andes - Premio Nacional de Crítica.

Séptima versión 2010-2011

Ensayos sobre arte contemporáneo en Colombia.

Categoría: Ensayo breve

Seudónimo: Nadie

“NO HAY MEJOR CIELO QUE AQUEL QUE YA NO PODREMOS VER”

Alguna vez, el profesor Antonio Montaña, inició un curso de introducción a la filosofía

del arte diciendo: “Este curso no puede ser más que la presentación de algo que no

sabemos cómo es, para buscar la explicación de algo…que cada vez resulta más difícil

de definir”.

Lo que yo tengo que encontrar, minando la oscuridad o cerniendo la batea bajo un sol

inclemente, es una ampliación cada vez más clara y precisa, lúdica y propia, hasta

donde se pueda, de los atisbos, presentimientos, interpretaciones, ideas y proyecciones

que tengo del arte, los artistas, los críticos y los hombres y mujeres (en relación consigo

mismos, con la sociedad, la cultura y la naturaleza), de quienes surge y a quienes

debería volver la obra de arte.

Es agobiante hasta la angustia (soy un autodidacta que a los 53 años va en sexto

semestre de una licenciatura en artes), responder a la necesidad, al deber de escribir

sobre asuntos, de los que a nadie le cabe duda, ya otros escribieron con mucha más

solvencia y hasta con gracia. Pero aun si la serpiente o la mujer no me ofrecen la

manzana, si Ariadna no me da el hilo o Prometeo la llama, debo sentir y responder a la

necesidad de volar como Ícaro, directamente hacia el sol, a sabiendas de que mis alas

sólo son…un arte-facto.

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Tengo la esperanza de ser un ciego de los buenos: “no hay mejor ciego que aquel que

quiere ver”. ¿Pueden reclamarme la ausencia de una línea recta en esta ruta?, ¿pueden

exigirme zancadas de velocista ?. Déjenme, pues, ir a mi paso.

En ocasiones, alguien que ve mis dibujos o mis “juegos”, me dispara un: “¡Ah! ¿Usted

es un artista?”, invariablemente respondo que sinceramente me gustaría serlo, pero que

no sé si lo soy, pero que lo que sí puedo afirmar es que soy un hombre que dibuja y

escribe, o mejor, un viejo que aun juega pero no le cree a Joseph Beuys eso de que

todos ya somos artistas, igual que no puedo creer que todos, en nuestro país, somos

libres e iguales ante la ley sólo porque así lo establece, perdón, lo dice, nuestra

constitución nacional.

Puedo estar equivocado, pero por ahora estoy convencido de que tanto el silencio de

Duchamp como el discurso (o la palabrería) de Beuys están sobrevalorados y

sobredimensionados.

Proclamarnos o permitir que se nos lisonjee con el mote o adjetivo de “artistas “es algo

que no puedo ni entender ni aceptar. Llamarse a si mismo artista es algo ridículo y

extraño, como si uno se presentara: “buenos días. Me llamo fulano de tal y soy un

ingenuo”. Es evidente que la consciencia o más bien el pregón de la propia ingenuidad

es la prueba incuestionable de su ausencia.

Lo que podemos proponernos, y quién sabe si lo logremos en todos los casos, es

expresarnos de alguna manera, a través de la música, la poesía, el cuento, el teatro, la

escultura, la instalación, la fotografía, el video, el grabado, la danza, el dibujo, y todo lo

demás. Pero de ahí a decir: “voy a hacer arte”, es tan falso e incoherente como decir:

“mañana seré ingenuo” .

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Cuando dibujo y escribo, digo con León de Greiff: “Mi profesión es hacer disparos al

aire. Todavía no habré descendido la primera nube, mas la delicia está en curvar el arco

y en suponer la flecha donde la clava el ojo”.

Por eso creo en la infalible e inefable necesidad, en el requisito de una intención que

parta del juego y que nos lleve de nuevo al juego y que uno de los aportes más

significativos de Duchamp fue el de reconocer un atributo creativo a la mirada de todos

aquellos que hasta ese momento sólo habían podido ser simples espectadores, con lo

cual hizo mucho más que proclamar neciamente que ya todos somos artistas.

El propósito, la intención no siempre debe ser un complejo tejido o una maraña ideal o

conceptual; puede ser un atavismo, un salto atrás, un “ya visto”( déjà vu ), y hasta un

capricho. El juego puede ser una batalla de ajedrez entre Bolívar y Napoleón o rebotar

una pelota en la pared. Hay obras de arte que se parecen a un partido de futbol entre el

Real Madrid y el Barcelona, a la pelea entre Mohamed Ali y George Foreman, a un

partido Nadal – Federer o a una partida magistral entre duros del póquer o el billar. Hay

otras que son como una partida de parqués, una lotería de maquinitas o un vulgar y

rápido cara y sello.

Hay obras que son como un baldado de agua fría que nos lanzaran al mediodía en

Cartagena, después de un picadito (futbol); y hay otras que son como si nos lo vaciaran

a media noche, en la cama…y en Tunja.

Están las obras que nos conmueven, las que nos hacen pensar y las que nos conmueven

y a la vez nos hacen pensar. También están las que solo nos provocan una sensación

agradable o desagradable y las que ni siquiera eso.

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Un grave defecto de muchos artistas conceptuales es que proponen más discursos que

imágenes, más teorías que juegos, más dogmas de subjetividad que asociaciones y

relaciones.

Imaginemos que son los músicos los que recurren a esas actas de intenciones, a la

retórica y la dislalia, para convencer a un auditorio aburrido, perplejo y hasta

disgustado, de que sus propósitos son altos, novedosos, estéticamente atractivos e

interesantes y conceptualmente profundos; entonces antes de empezar a tocar deben

explicarle al público sus objetivos y sus misteriosos designios, Ya don Quijote había

señalado ante su fiel compañero a un tal Orbaneja, “un pintor que estaba en Ubeda, que

cuando le preguntaban qué pintaba, respondía : “lo que saliere”, y si por ventura pintaba

un gallo, debajo ponía “este es gallo”, porque no pensasen que era zorra”

Cuando veo en el History chanel esos interminables surcos de cascos, esas oleadas de

brazos y banderas en la Alemania de la segunda guerra mundial; cuando recuerdo la

impresión de ver en el cine, en los setenta, esos supermercados atiborrados de líneas de

botellas de champú, de vino, de rollos de papel higiénico, y de gentes desfilando ante la

registradora y ahora que puedo ver esas paradas militares-comerciales en el unicentro de

San Juan de Pasto, creo que puedo empezar a comprender, de dónde les viene a tanto

“instalacionista” contemporáneo, el gusto por los montones, las filas, los cúmulos, los

rimeros de ladrillos , prendas de vestir, de muñequitos comprados en la cachacheria

Cali, de cajitas de hamburguesas o perros calientes conteniendo sus restos recogidos con

la pretensión de una novísima concepción étnico-antropológica-urbana.

Y es que se llegan a unos extremos de cursi-truculencia como eso de empeñarse en que

a la gente le guste una obra que no le llama nada la atención con el cuento de la carga

simbólica y energético-ancestral. Cada vez que utilizan un material diferente creen que

han creado una nueva técnica. No entienden que la técnica del dibujo puede valerse de

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materiales y procedimientos tan diferentes como pueden serlo un lápiz sobre un papel,

una varita sobre la arena, un dedo sobre el vaho que cubre un vidrio, un pincel sobre un

lienzo, sobre una pared o el gesto de una mano en el aire.

La originalidad, que no viene de novedad sino de origen, raíz y principio, no está ni en

la técnica, ni en los temas, ni en los materiales, así como el calor no está en las sábanas.

Lo insulso, lo fastidioso, es que se proclame a los cuatro vientos una vanguardia, una

revolución, una desacralización, una novedad siendo que lo que se ha hecho es volver a

contar el cuento de los pollitos, pero cambiándolos por perritos, gaticos o maripositas.

El que no puede con el o los lenguajes se escuda en la confusíon de ellos. Pero con

fusión o sin fusión, es ridículo el sentimental y mañoso arbitrio de dotar de vida

artificial a una obra en coma solo porque está hecha con pintura cósmico-ancestral de

sangre de gato sacrificado en el solsticio de invierno o en halloween, sobre soporte de

pulpa de papel reciclado de recibo de recibos del agua y la luz aportados por los vecinos

de la comuna siete y pétalos de las flores del ramo de novia de la señorita Arauca1998 y

que el artista recogió en el lugar de la boda.

El spanglish artístico no es un nuevo idioma. En el noventa por ciento de los casos, es

mas bien, el empobrecimiento de dos o más idiomas.

Sobre ciertos profesores, críticos y curadores, repito lo que decía Voltaire a través de su

Cándido cuando en compañía de Martín visitó al señor PocoCurante (¡qué ironía el

nombrecito!);”Si yo fuera el Rey de Francia exigiría que el ministro de guerra (el

profesor, el curador o el crítico) fuera un oficial; que fuera por lo menos teniente

general, ¿por qué?, pues porque no es posible conocer los pormenores del servicio sin

haber servido y porque los oficiales ( los alumnos, los artistas) tienen, cien veces, más

gusto en seguir a un guerrero que ha dado, como ellos, pruebas de valor, que a un

hombre de gabinete”.
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Hay mucho crítico que pretende establecer su autoridad como si fuera la de un árbitro

de futbol. Críticos, sacerdotes, profesores y políticos decretan las recetas, sus

ingredientes, sus condiciones, sus variantes, sin haber entrado en la cocina.

Barquerito, el crítico taurino del español “Diario 16” se refería, alguna vez, a la crítica:

“Siempre arrogante, siempre poderosa, no siempre honorable, generalmente despótica y

caprichosa, obsesiva, maniática…negando, a veces, todo. Todo menos su pretendida

posesión exclusiva de la verdad”

Yo sólo sé , gracias al poeta antioqueño José Manuel Arango, que no hay camino ; que

si lo hubiera, nadie podría encontrarlo y que si por ventura alguien lo encontrara…no

podría enseñárselo a otro.

Nadie.

GaD

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