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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Martín Fierro
José Hernández
© Pehuén Editores, 2001 )1(
JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

MARTÍN FIERRO

EL GAUCHO MARTÍN FIERRO I


Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.

Pido a los santos del cielo


que ayuden mi pensamiento:
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi entendimiento.

Vengan santos milagrosos,


vengan todos en mi ayuda,
que la lengua se me añuda
y se me turba la vista;
pido a mi Dios que me asista
en una ocasión tan ruda.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Yo he visto muchos cantores, Yo no soy cantor letrao,


con famas bien otenidas, mas si me pongo a cantar
y que después de alquiridas no tengo cuándo acabar
no las quieren sustentar: y me envejezco cantando:
parece que sin largar las coplas me van brotando
se cansaron en partidas. como agua de manantial.

Mas ande otro criollo pasa Con la guitarra en la mano


Martín Fierro ha de pasar; ni las moscas se me arriman;
nada lo hace recular naides me pone el pie encima,
ni las fantasmas lo espantan, y cuando el pecho se entona
y dende que todos cantan hago gemir a la prima
yo también quiero cantar. y llorar a la bordona.

Cantando me he de morir, Yo soy toro en mi rodeo


cantando me han de enterrar, y torazo en rodeo ajeno;
y cantando he de llegar siempre me tuve por güeno
al pie del Eterno Padre; y si me quieren probar
dende el vientre de mi madre salgan otros a cantar
vine a este mundo a cantar. y veremos quién es menos.

Que no se trabe mi lengua No me hago al lao de la güeya


ni me falte la palabra; aunque vengan degollando;
el cantar mi gloria labra con los blandos yo soy blando
y poniéndome a cantar, y soy duro con los duros,
cantando me han de encontrar y ninguno en un apuro
aunque la tierra se abra. me ha visto andar tutubiando.

Me siento en el plan de un bajo En el peligro ¡qué Cristosl


a cantar un argumento; el corazón se me enancha
como si soplara el viento pues toda la tierra es cancha,
hago tiritar los pastos. y de esto naides se asombre:
Con oros, copas y bastos el que se tiene por hombre
juega allí mi pensamiento. donde quiera hace pata ancha.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Soy gaucho, y entiéndanlo Y atiendan la relación


como mi lengua lo esplica: que hace un gaucho perseguido,
para mí la tierra es chica que padre y marido ha sido
y pudiera ser mayor; empeñoso y diligente,
ni la víbora me pica y sin embargo la gente
ni quema mi frente el sol. lo tiene por un bandido.

Nací como nace el peje II


en el fondo de la mar; Ninguno me hable de penas,
naides me puede quitar porque yo penando vivo,
aquello que Dios me dio: y nadies se muestre altivo
lo que al mundo truje aunque en el estribo esté,
yo del mundo lo he de llevar. que suele quedarse a pie
el gaucho más alvertido.
Mi gloria es vivir tan libre
como el pájaro del cielo; Junta esperencia en la vida
no hago nido en este suelo hasta pa dar y prestar
ande hay tanto que sufrir, quien la tiene que pasar
y naides me ha de seguir entre sufrimiento y llanto;
cuando yo remuento el vuelo. porque nada enseña tanto
como el sufrir y el llorar.
Yo no tengo en el amor
Viene el hombre ciego al mundo,
quien me venga con querellas,
cuartiándoló la esperanza,
como esas aves tan bellas
y a poco andar ya lo alcanzan
que saltan de rama en rama; las desgracias a empujones;
yo hago en el trébol mi cama
¡la pucha, que trae liciones
y me cubren las estrellas.
el tiempo con sus mudanzas!
Y sepan cuantos escuchan Yo he conocido esta tierra
de mis penas el relato en que el paisano vivía
que nunca peleo ni mato y su ranchito tenía
sino por necesidá y sus hijos y mujer...
y que a tanta alversidá Era una delicia el ver
sólo me arrojó el mal trato. cómo pasaba sus días.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Entonces... cuando el lucero Y allí el gaucho inteligente


brillaba en el cielo santo, en cuanto el potro enriendó,
y los gallos con su canto los cueros le acomodó,
nos decían que el día llegaba, y se le sentó en seguida,
a la cocina rumbiaba que el hombre muestra en la vida
el gaucho... que era un encanto. la astucia que Dios le dio.

Y sentao junto al jogón Y en las playas corcoviando


a esperar que venga el día, pedazos se hacía el sotreta
al cimarrón le prendía mientras él por las paletas
hasta ponerse rechoncho, le jugaba las lloronas
mientras su china dormía, y al ruido de las caronas
tapadita con su poncho. salía haciéndose gambetas.

Y apenas la madrugada ¡Ah tiempos!... ¡Si era un orgullo


empezaba a coloriar, ver jinetiar un paisano!
los pájaros a cantar Cuando era gaucho baquiano,
y las gallinas a apiarse, aunque el potro se boliase,
era cosa de largarse no había uno que no parase
cada cual a trabajar. con el cabresto en la mano.

Éste se ata las espuelas, Y mientras domaban unos,


se sale el otro cantando, otros al campo salían,
uno busca un pellón blando, y la hacienda recogían,
éste un lazo, otro un rebenque, las manadas repuntaban,
y los pingos relinchando y ansí sin sentir pasaban
los llaman dende el palenque. entretenidos el día.

El que era pion domador Y verlos al cáir la noche


enderezaba al corral, en la cocina riunidos,
ande estaba el animal con el juego bien prendido
bufidos que se las pela... y mil cosas que contar,
y más malo que su agüela platicar muy divertidos
se hacía astillas el bagual. hasta después de cenar.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y con el buche bien lleno Pues siempre la mamajuana


era cosa superior vivía bajo la carreta,
irse en brazos del amor y aquel que no era chancleta
a dormir como la gente, en cuanto el goyete vía
pa empezar al día siguiente sin miedo se le prendía
las fáinas del día anterior. como güérfano a la teta.

Ricuerdo ¡qué maravilla! ¡Y qué jugadas se armaban


cómo andaba la gauchada cuando estábamos riunidos!
siempre alegre y bien montada Siempre íbamos prevenidos,
y dispuesta pa el trabajo; pues en tales ocasiones
pero hoy en el día... ¡barajo! a ayudarles a los piones
no se le ve de aporriada. caiban muchos comedidos.

El gaucho más infeliz Eran los días del apuro


tenía tropilla de un pelo; y alboroto pa el hembraje.
no le faltaba un consuelo pa preparar los potajes
y andaba la gente lista... y osequiar bien a la gente,
Tendiendo al campo la vista, y ansí, pues, muy grandemente
sólo vía hacienda y cielo. pasaba siempre el gauchaje.

Cuando llegaban las yerras, Venía la carne con cuero,


¡cosa que daba calor! la sabrosa carbonada,
¡tanto gaucho pialador mazamorra bien pisada,
y tironiador sin yel! los pasteles y el güen vino...
¡Ah tiempos... pero si en él pero ha querido el destino
se ha visto tanto primor! que todo aquello acabara.

Aquello no era trabajo, Estaba el gaucho en su pago


más bien era una junción, con toda siguridá,
y después de un güen tirón pero aura... ¡barbaridá!
en que uno se daba maña, la cosa anda tan fruncida,
pa darle un trago de caña que gasta el pobre la vida
solía llamarlo el patrón. en juir de la autoridá.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Pues si usté pisa en su rancho III


y si el alcalde lo sabe Tuve en mi pago en un tiempo
lo caza lo mesmo que ave hijos, hacienda y mujer,
aunque su mujer aborte... pero empecé a padecer,
¡No hay tiempo que no se acabe me echaron a la frontera
ni tiento que no se corte! ¡y qué iba a hallar al volver!
tan sólo hallé la tapera.
Y al punto dése por muerto
si el alcalde lo bolea, Sosegao vivía en mi rancho
pues áhi no más se le apea como el pájaro en su nido;
con una felpa de palos. allí mis hijos queridos
Y después dicen que es malo iban creciendo a mi lao...
el gaucho si los pelea. Sólo queda al desgraciao
lamentar el bien perdido.
Y el lomo le hinchan a golpes,
y le rompen la cabeza, Mi gala en las pulperías
luego con ligereza, era, cuando había más gente,
ansí lastimao y todo, ponerme medio caliente,
lo amarran codo con codo pues cuando puntiao me encuentro
y pa el cepo lo enderiezan. me salen coplas de adentro
como agua de la virtiente.
Áhi comienzan sus desgracias, Cantando estaba una vez
áhi principia el pericón; en una gran diversión:
porque ya no hay salvación, y aprovechó la ocasión
y que usté quiera o no quiera, como quiso el juez de paz.
lo mandan a la frontera Se presentó, y áhi no más
o lo echan a un batallón. hizo una arriada en montón.
Ansí empezaron mis males Juyeron los más matreros
lo mismo que los de tantos; y lograron escapar.
si gustan... en otros cantos Yo no quise disparar,
les diré lo que he sufrido. soy manso y no había por qué;
Después que uno está perdido muy tranquilo me quedé
no lo salvan ni los santos. y ansí me dejé agarrar.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Allí un gringo con un órgano Y ansi sufrí ese castigo


y una mona que bailaba tal vez por culpas ajenas;
haciéndonos rair estaba que sean malas o sean güenas
cuando le tocó el arreo. las listas, siempre me escondo:
¡Tan grande el gringo y tan feo! yo soy un gaucho redondo
¡Lo viera cómo lloraba! y esas cosas no me enllenan.

Hasta un inglés sanjiador Al mandarnos nos hicieron


que decía en la última guerra más promesas que a un altar.
que él era de Inca–la–perra El Juez nos jué a proclamar
y que no quería servir, y nos dijo muchas veces:
tuvo también que juír «Muchachos, a los seis meses
a guarecerse en la sierra. los van a ir a revelar.»

Ni los mirones salvaron Yo llevé un moro de número.


de esa arriada de mi flor, ¡Sobresaliente el matucho!
fue acoyarao el cantor Con él gané en Ayacucho
con el gringo de la mona; más plata que agua bendita:
a uno solo, por favor, siempre el gaucho necesita
logró salvar la patrona. un pingo pa fiarle un pucho.

Formaron un contingente Y cargué sin dar más güeltas


con los que en el baile arriaron; con las prendas que tenía:
con otros nos mesturaron jergas, poncho, cuanto había
que habían agarrao también; en casa, tuito lo alcé;
las cosas que aquí se ven a mi china la dejé
ni los diablos las pensaron. medio desnuda ese día.

A mí el Juez me tomó entre ojos No me faltaba una guasca,


en la última votación: esa ocasión eché el resto;
me le había hecho el remolón bozal, maniador, cabresto,
y no me arrimé ese día, lazo, bolas y manea...
y él dijo que yo servía ¡El que hoy tan pobre me vea
a los de la esposición. tal vez no crerá todo esto!

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Ansí en mi moro, escarciando, Porque todo era jugarle


enderecé a la frontera. por los lomos con la espada,
¡Aparcero, si usté viera y aunque usté no hiciera nada,
lo que se llama cantón...! lo mesmito que en Palermo
Ni envidia tengo al ratón le daban cada cepiada
en aquella ratonera. que lo dejaban enfermo.

De los pobres que allí había ¡Y qué indios, ni qué servicio,


a ninguno lo largaron; si allí no había ni cuartel!
los más viejos rezongaron, Nos mandaba el coronel
pero a uno que se quejó a trabajar en sus chacras,
en seguida lo estaquiaron y dejábamos las vacas
y la cosa se acabó. que las llevara el infiel.

En la lista de la tarde Yo primero sembré trigo


el jefe nos cantó el punto, y después hice un corral,
diciendo: Quinientos juntos corté adobe pa un tapial,
llevará el que se resierte; hice un quincho, corté paja...
lo haremos pitar del juerte; ¡La pucha, que se trabaja
más bien dése por dijunto. sin que le larguen ni un rial!

A naides le dieron armas, Y es lo pior de aquel enriedo


pues toditas las que había que si uno anda hinchando el lomo
el coronel las tenía, se le apean como un plomo...
según dijo esa ocasión, ¡Quién aguanta aquel infierno!
pa repartirlas el día Y eso es servir al gobierno,
en que hubiera una invasión. a mí no me gusta el cómo.

Al principio nos dejaron Más de un año nos tuvieron


de haraganes criando sebo en esos trabajos duros,
pero después... no me atrevo y los indios, le asiguro,
a decir lo que pasaba. dentraban cuando querían:
¡Barajo!... si nos trataban como no los perseguían
como se trata a malevos. siempre andaban sin apuro.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

A veces decía al volver Y cuando se iban los indios


del campo la descubierta con lo que habían manotiao,
que estuviéramos alerta, salíamos muy apuraos
que andaba adentro la indiada; a perseguirlos de atrás;
porque había una rastrillada si no se llevaban más
o estaba una yegua muerta. es porque no habían hallao.

Recién entonces salía Allí si se ven desgracias


la orden de hacer la riunión y lágrimas y aflicciones,
y cáibamos al cantón naides le pida perdones al indio,
en pelos y hasta enancaos, pues donde dentra roba
sin armas, cuatro pelaos y mata cuanto encuentra
que íbamos a hacer jabón y quema las poblaciones.

Áhi empezaba el afán, No salvan de su juror


se entiende, de puro vicio, ni los pobres angelitos:
de enseñarle el ejercicio viejos, mozos y chiquitos
a tanto gaucho recluta, los mata del mesmo modo;
con un estructor ¡qué... bruta! que el indio lo arregla todo
que nunca sabía su oficio. con la lanza y con los gritos.

Daban entonces las armas Tiemblan las carnes al verlo


pa defender los cantones, volando al viento la cerda,
que eran lansas y latones la rienda en la mano izquierda
con ataduras de tiento... y la lanza en la derecha;
Las de juego no las cuento, ande enderiesa abre brecha
porque no había municiones. pues no hay lanzaso que pierda.

Y chamuscao un sargento Hace trotiadas tremendas


me contó que las tenían, dende el fondo del desierto;
pero que ellos las vendían ansí llega medio muerto de hambre,
para cazar avestruces; de sé y de fatiga;
y ansí andaban noche y día pero el indio es una hormiga
déle bala a los ñánduces. que día y noche está dispierto.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Sabe manejar las bolas Una vez entre otras muchas,


como naides las maneja; tanto salir al botón,
cuanto el contrario se aleja nos pegaron un malón
manda una bola perdida los indios, y una lánciada,
y si lo alcanza, sin vida que la gente acobardada
es siguro que lo deja. quedó dende esa ocasión.

Y el indio es como tortuga Habían estao escondidos


de duro para espichar, aguaitando atrás de un cerro.
si lo llega a destripar ¡Lo viera a su amigo Fierro
ni siquiera se le encoge: aflojar como un blandito!
luego sus tripas recoge Salieron como maíz frito
y se agacha a disparar. en cuanto sonó un cencerro.

Hacían el robo a su gusto Al punto nos dispusimos


y después se iban de arriba, aunque ellos eran bastantes;
se llevaban las cautivas la formamos al instante
y nos contaban que a veces nuestra gente, que era poca;
les descarnaban los pieses y golpiándosé en la boca
a las pobrecitas, vivas. hicieron fila adelante.

¡Ah, si partía el corazón Se vinieron en tropel


ver tantos males, canejo! haciendo temblar la tierra.
Los perseguíamos de lejos No soy manco pa la guerra
sin poder ni galopiar. pero tuve mi jabón,
¡Y qué habíamos de alcanzar pues iba en un redomón
en unos bichocos viejos! que había boliao en la sierra.

Nos volvíamos al cantón ¡Qué vocerío, qué barullo,


a las dos o tres jornadas qué apurar esa carreras
sembrando las caballadas; La indiada todita entera
y pa que alguno la venda, dando alaridos cargó.
rejuntábamos la hacienda ¡Jué pucha!... y ya nos sacó
que habían dejao resagada. como yeguada matrera.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

¡Qué fletes traiban los bárbaros, Si me atribulo o me encojo,


como una luz de ligeros! siguro que no me escapo;
Hicieron el entrevero siempre he sido medio guapo
y en aquella mescolanza, pero en aquella ocasión
éste quiero, éste no quiero, me hacía huya el corazón
nos escogían con la lanza. como la garganta al sapo.

Al que le dan un chuzaso Dios le perdone al salvaje


dificultoso es que sane; las ganas que me tenía...
en fin, para no echar panes, Desaté las tres marías
salimos por esas lomas y lo engatusé a cabriolas.
lo mesmo que las palomas ¡Pucha!... si no traigo bolas
al juir de los gavilanes. me achura el indio ese día.

Es de almirar la destreza Era el hijo de un cacique


con que la lanza manejan. sigún yo lo avirigüé;
De perseguir nunca dejan la verdá del caso jué
y nos traiban apretaos. que me tuvo apuradazo,
¡Si queríamos, de apuraos, hasta que, al fin, de un bolazo
salirnos por las orejas! del caballo lo bajé.

Y pa mejor de la fiesta Áhi no más me tiré al suelo


en esta aflición tan suma, y lo pisé en las paletas;
vino un indio echando espuma empezó a hacer morisquetas
y con la lanza en la mano y a mezquinar la garganta...
gritando: «Acabau, cristiano, pero yo hice la obra santa
metan el lanza hasta el pluma.» de hacerlo estirar la jeta.

Tendido en el costillar, Allí quedó de mojón y


cimbrando por sobre el brazo en su caballo salté;
una lanza como un lazo, de la indiada disparé,
me atropeyó dando gritos: pues si me alcanza me mata,
si me descuido... el maldito y, al fin, me les escapé
me levanta de un lanzaso. con el hilo en una pata.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

IV Sólo una manta peluda


Seguiré esta relación era cuanto me quedaba;
aunque pa chorizo es largo: la había agenciao a la taba
el que pueda hágase cargo y ella me tapaba el bulto;
cómo andaría de matrero, yaguané que allí ganaba
después de salvar el cuero no salía... ni con indulto.
de aquel trance tan amargo.
Y pa mejor hasta el moro
Del sueldo nada les cuento, se me jué de entre las manos:
porque andaba disparando; no soy lerdo... pero, hermano,
nosotros, de cuando en cuando, vino el comandante un día
soñamos ladrar de pobres: diciendo que lo quería
nunca llegaban los cobres «pa enseñarle a comer grano».
que se estaban aguardando.
Afigúresé cualquiera
Y andábamos de mugrientos la suerte de este su amigo,
que al mirarnos daba horror, a pie y mostrando el umbligo,
le juro que era un dolor estropiao, pobre y desnudo.
ver esos hombres ¡por Cristo! Ni por castigo se pudo
En mi perra vida he visto hacerse más mal conmigo.
una miseria mayor.

Yo no tenía ni camisa Ansí pasaron los meses,


ni cosa que se parezca; y vino el año siguiente,
mis trapos sólo pa yesca y las cosas igualmente
me podían servir al fin... siguieron del mesmo modo:
No hay plaga como un fortín adrede parece todo
para que el hombre padezca. para aburrir a la gente.

Poncho, jergas, el apero, No teníamos más permiso,


las prenditas, los botones, ni otro alivio la gauchada,
todo, amigo, en los cantones que salir de madrugada,
jué quedando poco a poco; cuando no había indio ninguno,
ya nos tenían medio loco campo ajuera, a hacer boliadas,
la pobreza y los ratones. desecando los reyunos.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y cáibamos al cantón Nos tenía apuntaos a todos


con los fletes aplastaos, con más cuentas que un rosario,
pero a veces medio aviaos cuando se anunció un salario
con plumas y algunos cueros que iban a dar, o un socorro;
que ahí no más con el pulpero pero sabe Dios qué zorro
los teníamos negociaos. se lo comió al comisario.

Era un amigo del jefe Pues nunca lo vi llegar


que con un boliche estaba; y, al cabo de muchos días,
yerba y tabaco nos daba en la mesma pulpería
por la pluma de avestruz, dieron una buena cuenta
y hasta le hacía ver la luz que la gente muy contenta
al que un cuero le llevaba. de tan pobre recebía.

Solo tenía cuatro frascos Sacaron unos sus prendas


y unas barricas vacías, que las tenían empeñadas,
y a la gente le vendía por sus diudas atrasadas
todo cuanto precisaba; dieron otros el dinero;
a veces creiba que estaba al fin de fiesta el pulpero
allí la proveduría. se quedó con la mascada.

¡Ah pulpero habilidoso! Yo me arrecosté a un horcón


Nada le solia faltar, dando tiempo a que pagaran,
¡aijuna! y para tragar y poniendo güena cara
tenía un buche de ñandú. estuve haciéndome el poyo,
La gente le dio en llamar. a esperar que me llamaran
«el boliche de virtú». para recebir mi boyo.

Aunque es justo que quien vende Pero áhi me pude quedar


algún poquitito muerda, pegao pa siempre al horcón;
tiraba tanto la cuerda ya era casi la oración
que con sus cuatro limetas y ninguno me llamaba;
él cargaba las carretas la cosa se me ñublaba
de plumas, cueros y cerda. y me dentró comezón.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Pa sacarme el entripao Supo todo el comendante


vi al mayor, y lo fí a hablar. y me llamó al otro día,
Yo me lo empecé a atracar diciéndome que quería
y, como con poca gana, aviriguar bien las cosas...
le dije: «Tal vez mañana que no era el tiempo de Rosas,
acabarán de pagar.» que áura a naides se debía.

«–Qué mañana ni otro día», Llamó al cabo y al sargento


al punto me contestó, y empezó la indagación.
«la paga ya se acabó, si había venido al cantón
siempre has de ser animal.» en tal tiempo o en tal otro...
Me rái y le dije: «Yo... Y si había venido en potro,
no he recebido ni un ríal». en reyuno o redomón.

Se le pusieron los ojos Y todo era alborotar


que se le querían salir, al ñudo y hacer papel;
y áhi no más volvió a decir conocí que era pastel
comiéndome con la vista: pa engordar con mi guayaca;
–«¿Y qué querés recebir mas si voy al coronel
si no has dentrao en la lista?» me hacen bramar en la estaca.

«–Este sí que es amolar», ¡Ah hijos de una!... ¡La codicia


dije yo pa mis adentros, ojalá les ruempa el saco!
«van dos años que me encuentro Ni un pedazo de tabaco
y hasta áura he visto ni un grullo; le dan al pobre soldao,
dentro en todos los barullos y lo tienen, de delgao,
pero en las listas no dentro». más ligero que un guanaco.

Vide el plaito mal parao Pero qué iba a hacerles yo,


y no quise aguardar más... charabón en el desierto;
Es güeno vivir en paz más bien me daba por muerto
con quien nos ha de mandar, pa no verme más fundido
y reculando pa trás y me les hacía el dormido
me lo empecé a retirar. aunque soy medio dispierto.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

V Ansina, pues, conociendo


Yo andaba desesperao que aquel mal no tiene cura,
aguardando una ocasión que tal vez mi sepultura
que los indios un malón si me quedo iba a encontrar,
nos dieran, y entre el estrago pensé en mardarme mudar
hacérmelés cimarrón como cosa más sigura.
y volverme pa mi pago.
Y pa mejor, una noche
Aquello no era servicio ¡qué estaquiada me pegaron!
ni defender la frontera: Casi me descoyuntaron
aquello era ratonera por motivo de una gresca.
en que sólo gana el juerte: ¡Aijuna, si me estiraron
era jugar a la suerte lo mesmo que guasca fresca!
con una taba culera.
Jamás me puedo olvidar
Allí tuito va al revés: lo que esa vez me pasó:
los milicios se hacen piones, dentrando una noche yo
y andan por las poblaciones al fortín, un enganchao,
emprestaos pa trabajar; que estaba medio mamao,
los rejuntan pa peliar allí me desconoció.
cuando entran indios ladrones.

Yo he visto en esa milonga Era un gringo tan bozal,


muchos jefes con estancia, que nada se le entendía.
y piones en abundancia, ¡Quién sabe de ánde sería!
y majadas y rodeos; Tal vez no juera cristiano,
he visto negocios feos pues lo único que decía
a pesar de mi inorancia. es que era pa–po–litano.

Y colijo que no quieren Estaba de centinela


la barunda componer: y, por causa del peludo,
para esto no ha de tener el jefe, verme más claro no pudo
aunque esté de estable, y esa jué la culpa toda.
más que su poncho y su sable, El bruto se asustó al ñudo
su caballo y su deber. y fí el pavo de la boda.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Cuanto me vido acercar: Yo no sé por qué el gobierno


«¿Quen vívore?», preguntó; nos manda aquí a la frontera
«Qué víboras», dije yo; gringada que ni siquiera
«¡Hagarto!», me pegó el grito. se sabe atracar a un pingo.
Y yo dije despacito: ¡Si crerá al mandar un gringo
«Más lagarto serás vos.» que nos manda alguna fiera!

Áhi no más ¡Cristo me valga! No hacen más que dar trabajo


rastrillar el jusil siento; pues no saben ni ensillar,
me agaché, y en el momento no sirven ni pa carniar,
el bruto me largó un chumbo; y yo he visto muchas veces
mamao, me tiró sin rumbo, que ni voltiadas las reses
que si no, no cuento el cuento. se les querían arrimar.

Por de contao, con el tiro Y lo pasan sus mercedes


se alborotó el avispero; lengüetiando pico a pico
los oficiales salieron hasta que viene un milico
y se empezó la junción: a servirles el asao...
quedó en su puesto el nación Y eso sí, en lo delicaos
y yo fi al estaquiadero. parecen hijos e rico.

Entre cuatro bayonetas Si hay calor, ya no son gente,


me tendieron en el suelo. si yela, todos tiritan;
Vino el mayor medio en pedo si usté no les da, no pitan
y allí se puso a gritar: por no gastar en tabaco,
«Pícaro, te he de enseñar y cuando pescan un naco
a andar declamando sueldos.» unos a otros se lo quitan.

De las manos a las patas Cuanto llueve se acoquinan


me ataron cuatro chinchonas. como el perro que oye truenos.
Les aguanté los tirones sin ¡Qué diablos! sólo son güenos
que ni un ¡ay! se me oyera pa vivir entre maricas,
y al gringo la noche entera y nunca se andan con chicas
lo harté con mis maldiciones. para alzar ponchos ajenos.

© Pehuén Editores, 2001 ) 17 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Pa vichar son como ciegos Que en esta despedición


ni hay ejemplo de que entiendan; tuviéramos la esperanza,
no hay uno solo que aprienda, que iba a venir sin tardanza,
al ver un bulto que cruza, sigún el jefe contó,
a saber si es avestruza, un menistro o qué sé yo...
o si es jinete, o hacienda. que lo llamaban Don Ganza.
Si salen a perseguir Que iba a riunir el ejército
después de mucho aparato, y tuitos los batallones
tuitos se pelan al rato y que traiba unos cañones
y va quedando el tendal: con más rayas que un cotín.
esto es como en un nidal ¡Pucha!... las conversaciones
echarle güebos a un gato. por allá no tenían fin.

VI Pero estas trampas no enriedan


Vamos dentrando recién a los zorros de mi laya;
a la parte más sentida, que el menistro venga o vaya,
aunque es todita mi vida poco le importa a un matrero
de males una cadena: Yo también dejé las rayas...
a cada alma dolorida en los libros del pulpero.
le gusta cantar sus penas.
Nunca juí gaucho dormido,
Se empezó en aquel entonces siempre pronto, siempre listo,
a rejuntar caballada yo soy un hombre ¡qué Cristo!
y riunir la milicada que nada me ha acobardao,
teniéndola en el cantón, y siempre salí parao
para una despedición en los trances que me he visto.
a sorprender a la indiada.
Nos anunciaban que iríamos Dende chiquito gané
sin carretas ni bagajes la vida con mi trabajo,
a golpiar a los salvajes y aunque siempre estuve abajo
en sus mesmas tolderías; y no sé lo que es subir,
que a la güelta pagarían también el mucho sufrir
licenciándolo al gauchaje. suele cansarnos ¡barajo!

© Pehuén Editores, 2001 ) 18 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

En medio de mi inorancia No hallé ni rastro del rancho;


conozco que nada valgo; ¡sólo estaba la tapera!
soy la liebre o soy el galgo ¡Por Cristo, si aquello era
asigún los tiempos andan; pa enlutar el corazón:
pero también los que mandan yo juré en esa ocasión
debieran cuidarnos algo. ser más malo que una fiera!

Una noche que riunidos ¡Quién no sentirá lo mesmo


estaban en la carpeta cuando ansí padece tanto!
empinando una limeta Puedo asigurar que el llanto
el jefe y el juez de paz, como una mujer largué.
yo no quise aguardar más ¡Ay mi Dios, si me quedé
y me hice humo en un sotreta. más triste que Jueves Santo!

Para mí el campo son flores Sólo se oiban los aullidos


dende que libre me veo; de un gato que se salvo;
donde me lleva el deseo el pobre se guareció
allí mis pasos dirijo cerca, en una vizcachera;
y hasta en las sombras, de fijo venía como si supiera
que a dondequiera rumbeo. que estaba de güelta yo.

Entro y salgo del peligro Al dirme dejé la hacienda


sin que me espante el estrago; que era todito mi haber,
no aflojo al primer amago pronto debíamos volver,
ni jamás fí gaucho lerdo: según el juez prometía,
soy pa rumbiar como el cerdo y hasta entonces cuidaría
y pronto cái a mi pago. de los bienes la mujer.

Volvía al cabo de tres años Después me contó un vecino


de tanto sufrir al ñudo, que el campo se lo pidieron,
resertor, pobre y desnudo, la hacienda se la vendieron
a procurar suerte nueva, pa pagar arrendamientos
y lo mesmo que el peludo y qué sé yo cuántos cuentos;
enderecé pa mi cueva. pero todo lo fundieron.

© Pehuén Editores, 2001 ) 19 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Los pobrecitos muchachos Como hijitos de la cuna


entre tantas aficiones andarán por áhi sin madre.
se conchabaron de piones; Ya se quedaron sin padre
¡Mas qué iban a trabajar, y ansi la suerte los deja,
si eran como los pichones sin naides que los proteja
sin acabar de emplumar! y sin perro que los ladre.

Por áhi andarán sufriendo Los pobrecitos tal vez


de nuestra suerte el rigor: no tengan ande abrigarse,
me han contado que el mayor ni ramada ande ganarse,
nunca dejaba a su hermano; ni un rincón ande meterse,
puede ser que algún cristiano ni camisa que ponerse,
los recoja por favor. ni poncho con que taparse.

Y la pobre mi mujer Tal vez los verán sufrir


Dios sabe cuánto sufrió. sin tenerles compasión;
Me dicen que se voló, puede que alguna ocasión
con no sé qué gavilán, aunque los vean tiritando
sin duda a buscar el pan los echen de algún jogón
que no podía darle yo. pa que no estén estorbando.

No es raro que a uno le falte Y al verse ansina espantaos


lo que a algún otro le sobre; como se espanta a los perros,
si no le quedó ni un cobre irán los hijos de Fierro
sinó de hijos un enjambre con la cola entre las piernas
¿qué más iba a hacer la pobre a buscar almas más tiernas
para no morirse de hambre? o esconderse en algún cerro.

Tal vez no te vuelva a ver, Mas también en este juego


prenda de mi corazón; voy a pedir mi bolada;
Dios te dé su proteción a naides le debo nada
ya que no me la dio a mí, ni pido cuartel ni doy,
y a mis hijos dende aquí y ninguno dende hoy
les hecho mi bendición. ha de llevarme en la armada.

© Pehuén Editores, 2001 ) 20 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Yo he sido manso, primero, Nunca se achican los males,


y seré gaucho matrero van poco a poco creciendo,
en mi triste circunstancia, y ansina me vide pronto
aunque es mi mal tan projundo; obligao a andar juyendo.
naci y me he criado en estancia,
pero ya conozco el mundo. No tenía mujer ni rancho,
y a más, era re sertor,
Ya le conozco sus mañas, no tenía una prenda güena
le conozco sus cucañas, ni un peso en el tirador.
sé cómo hacen la partida,
la enriedan y la manejan: A mis hijos infelices
deshaceré la madeja pensé volverlos a hallar
aunque me cueste la vida. y andaba de un lado al otro
sin tener ni qué pitar.
Y aguante el que no se anime
a meterse en tanto engorro, Supe una vez por desgracia
o si no aprétesé el gorro que había un baile por allí,
o para otra tierra emigre; y medio desesperao
pero yo ando como el tigre a ver la milonga fuí.
que le roban los cachorros.
Riunidos al pericón
Aunque muchos cren que el gaucho tantos amigos hallé,
tiene un alma de reyuno, que alegre de verme entre ellos
no se encontrará ninguno esa noche me apedé.
que no lo dueblen las penas;
mas no debe aflojar uno Como nunca, en la ocasión
mientras hay sangre en las venas. por peliar me dio la tranca,
y la emprendí con un negro
que trujo una negra en ancas.
VII
De carta de más me via Al ver llegar la morena
sin saber adónde dirme; que no hacía caso de naides
más dijieron que era vago le dije con la mamúa:
y entraron a perseguirme. «Va... ca... yendo gente al baile».

© Pehuén Editores, 2001 ) 21 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

La negra entendió la cosa Y ya se me vino al humo


y no tardó en contestarme como a buscarme la hebra,
mirándome como a perro: y un golpe le acomodé
«más vaca será su madre». con el porrón de giñebra.

Y dentró al baile muy tiesa Áhi no más pegó el de hollín


con más cola que una zorra más gruñidos que un chanchito,
haciendo blanquiar los dientes Y pelando el envenao
lo mesmo que mazamorra. me atropelló dando gritos.

–«Negra linda»... dije yo, Pegué un brinco y abrí cancha


«me gusta... pa la carona»; diciéndoles: –«Caballeros,
y me puse a talariar dejen venir ese toro;
esta coplita fregona: solo nací... sólo muero.»

«A los blancos hizo Dios, El negro después del golpe


a los mulatos San Pedro, se había el poncho refalao
a los negros hizo el diablo y dijo: –«Vas a saber
para tizón del inferno.» si es solo o acompañao.»

Había estao juntando rabia Y mientras se arremangó


el moreno dende ajuera; yo me saqué las espuelas,
en lo escuro le brillaban pues malicié que aquel tío
los ojos como linterna. no era de arriar con las riendas.

Lo conocí retobao, No hay cosa como el peligro


me acerqué y le dije presto: pa refrescar un mamao;
«Por... rudo.. que un hombre sea hasta la vista se aclara
nunca se enoja por esto.» por mucho que haiga chupao.

Corcovió el de los tamangos El negro me atropelló


y creyéndose muy fljo: como a quererme comer;
«Más porrudo serás vos. me hizo dos tiros seguidos
gaucho rotoso», me dijo. y los dos le abarajé.

© Pehuén Editores, 2001 ) 22 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Yo tenía con facón con S En esto la negra vino,


que era de lima de acero; con los ojos como ají,
le hice un tiro, lo quitó y empesó la pobre allí
y vino ciego el moreno. a bramar como una loba.
Yo quise darle una soba
Y en el medio de las aspas a ver si la hacía callar;
un planaso le asenté mas pude reflesionar
que le largué culebriando que era malo en aquel punto,
lo mesmo que buscapié. y por respeto al dijunto
no la quise castigar.
Le coloriaron las motas
con la sangre de la herida, Limpié el facón en los pastos,
y volvió a venir furioso desaté mi redomón.
como una tigra parida. monté despacio y salí
al tranco pa el cañadón.
Y ya me hizo relumbrar
por los ojos el cuchillo, Después supe que al finao
alcansando con la punta ni siquieran lo velaron
a cortarme en un carrillo. y retobao en un cuero
sin resarle lo enterraron.
Me hirvió la sangre en las venas
y me le afirmé al moreno, Y dicen que dende entonces
dándolé de punta y hacha cuando es la noche serena
pa dejar un diablo menos. suele verse una luz mala
como de alma que anda en pena.
Por fin en una topada
en el cuchillo lo alcé Yo tengo intención a veces,
y como un saco de güesos para que no pene tanto,
contra el cerco lo largué. de sacar de allí los güesos
y echarlos al camposanto.
Tiró unas cuantas patadas
y ya cantó pa el carnero
Nunca me puedo olvidar
de la agonía de aquel negro.

© Pehuén Editores, 2001 ) 23 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

VIII «¡Ah, gaucho!», me respondió.


Otra vez en un boliche «¿De qué pago será criollo?
estaba haciendo la tarde; Lo andará buscando el hoyo,
cayó un gaucho que hacía alarde deberá tener güen cuero;
de guapo y de peliador, pero ande bala este toro
a la llegada metió no bala ningún ternero.»
el pingo hasta la ramada,
y yo sin decirle nada Y ya salimos transaos,
me quedé en el mostrador. porque el hombre no era lerdo;
mas como el tino no pierdo
Era un terne de aquel pago y soy medio ligerón,
que naides lo reprendía, lo dejé mostrando el sebo
que sus enriedos tenía de un revés con el facón.
con el señor comandante;
y como era protegido, Y como con la justicia
andaba muy entonao no andaba bien por allí,
y a cualquiera desgraciao cuanto pataliar lo vi,
lo llevaba por delante. y el pulpero pegó el grito,
ya pa el palanque salí
¡Ah pobre, si él mismo creiba como haciéndome el chiquito.
que la vida le sobraba!
Ninguno diría que andaba Monté y me encomendé a Dios,
aguaitándoló la muerte; rumbiando para otro pago;
pero ansí pasa en el mundo, que el gaucho que llaman vago
es ansí la triste vida: no puede tener querencia,
pa todos está escondida y ansí de estrago en estrago
la güena o la mala suerte. vive yorando la ausencia.

Se tiró al suelo; al dentrar Él anda siempre juyendo,


le dió un empeyón a un vasco siempre pobre y perseguido;
y me alargó un medio frasco no tiene cueva ni nido,
diciendo: «Beba, cuñao.» como si juera maldito;
«Por su hermana», contesté, porque el ser gaucho... ¡barajo!
«que por la mía no hay cuidao.» el ser gaucho es un delito.

© Pehuén Editores, 2001 ) 24 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Es como el patrio de posta: Su casa es el pajonal,


lo larga éste, aquél lo toma, su guarida es el desierto;
nunca se acaba la broma; y si de hambre medio muerto
dende chico se parece le echa el lazo a algún mamón,
al arbolito que crece lo persiguen como a plaito,
desamparao en la loma. porque es un «gaucho ladrón».

Le echan la agua del bautismo Y si de un golpe por áhi


aquel que nació en la selva, lo dan güelta panza arriba,
«buscá madre que te envuelva», no hay una alma compasiva
se dice el flaire y lo larga, que le rese una oración:
y dentra a crusar el mundo tal vez como cimarrón
como burro con la carga. en una cueva lo tiran.

Y se cría viviendo al viento Él nada gana en la paz


como oveja sin trasquila y es el primero en la guerra;
mientras su padre en las filas no le perdonan si yerra,
anda sirviendo al gobierno; que no saben perdonar,
aunque tirite en invierno, porque el gaucho en esta tierra
naides lo ampara ni asila. sólo sirve pa votar.

Le llaman «gaucho mamao» Para él son los calabozos,


si lo pillan divertido, para él las duras prisiones;
y que es mal entretenido en su boca no hay razones
si en un baile lo sorprienden; aunque la razón le sobre;
hace mal si se defiende que son campanas de palo
y si no, se ve... fundido. las razones de los pobres.

No tiene hijos, ni mujer, Si uno aguanta, es gaucho bruto;


ni amigos, ni protetores, si no aguanta, es gaucho malo.
pues todos son sus señores ¡Déle azote, déle palo,
sin que ninguno lo ampare; porque es lo que él necesita!
tiene la suerte del güey De todo el que nació gaucho
¿y dónde irá el güey que no are? esta es la suerta maldita.

© Pehuén Editores, 2001 ) 25 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Vamos, suerte, vamos juntos Ansí es que al venir la noche


dende que juntos nacimos, iba a buscar mi guardia,
y ya que juntos vivimos pues ande el tigre se anida
sin podernos dividir, también el hombre lo pasa,
yo abriré con mi cuchillo y no quería que en las casas
el camino pa seguir. me rodiara la partida.

IX Pues aun cuando vengan ellos


Matreriando lo pasaba cumpliendo con sus deberes
y a las casas no venía; yo tengo otros pareceres,
solía arrimarme de día y en esa conduta vivo:
mas, lo mesmo que el carancho, que no debe un gaucho
siempre estaba sobre el rancho altivo peliar entre las mujeres.
espiando a la polecía.
Y al campo me iba solito,
Viva el gaucho que ande mal más matrero que el venao,
como zorro perseguido, como perro abandonao,
hasta que al menor descuido a buscar una tapera,
se lo atarasquen los perros, o en alguna biscachera
pues nunca le falta un yerro pasar la noche tirao.
al hombre más alvertido.
Sin punto ni rumbo fijo
Y en esa hora de la tarde
en aquella inmensidá,
en que tuito se adormese,
entre tanta escuridá
que el mundo dentrar parece
anda el gaucho como duende;
a vivir en pura calma,
allí jamás lo sorprende
con las tristezas de su alma
dormido la autoridá.
al pajonal enderiese.
Bala el tierno corderito Su esperanza es el coraje,
al lao de la blanca oveja su guardia es la precaución,
y a la vaca que se aleja su pingo es la salvasión,
llama el ternero amarrao; y pasa uno en su desvelo
pero el gaucho desgraciao sin más amparo que el cielo
no tiene a quién dar su queja. ni otro amigo que el facón.

© Pehuén Editores, 2001 ) 26 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Ansí me hallaba una noche Como lumbriz me pegué


contemplando las estrellas, al suelo para escuchar;
que le parecen más bellas pronto sentí retumbar
cuanto uno es más desgraciao las pisadas de los fletes,
y que Dios las haiga criao y que eran muchos
para consolarse en ellas. jinetes conocí sin vacilar.

Les tiene el hombre cariño Cuando el hombre está en peligro


y siempre con alegría no debe tener confianza;
ve salir las Tres Marías, ansí, tendido de panza,
que si llueve, cuanto escampa, puse toda mi atención
las estrellas son la guía y ya escuché sin tardanza
que el gaucho tiene en la pampa. como el ruido de un latón.

Aquí no valen dotores: Se venía tan calladitos


sólo vale la esperencia; que yo me puse en cuidao;
aquí verían su inocencia tal vez me hubieran bombiao
esos que todo lo saben, y me venían a buscar,
porque esto tiene otra llave mas no quise disparar,
y el gaucho tiene su cencia. que eso es de gaucho morao.

Es triste en medio del campo Al punto me santigüé


pasarse noches enteras y eché de giñebra un taco,
contemplando en sus carreras lo mesmito que el mataco
las estrellas que Dios cría, me arroyé con el porrón:
sin tener más compañía «Se han de darme pa tabaco,
que su soledá y las fieras. dije, esta es güena ocasión».

Me encontraba, como digo, Me refalé las espuelas,


en aquella soledá, para no peliar con grillos;
entre tanta escuridá, me arremangué el calzoncillo
echando al viento mis quejas y me ajusté bien la faja
cuando el grito del chajá y en una mata de paja
me hizo parar las orejas. probé el filo del cuchillo.

© Pehuén Editores, 2001 ) 27 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Para tenerlo a la mano Pero no aguardaron más


el flete en el pasto até, y se apiaron en montón;
la cincha le acomodé, como a perro cimarrón
y en un trance como aquel, me rodiaron entre tantos;
haciendo espaldas en él yo me encomendé a los santos
quietito los aguardé. y eché mano a mi facón.
Cuanto cerca los sentí, Y ya vide el fogonazo
y que áhi no más se pararon, de un tiro de garabina,
los pelos se me erizaron, mas quiso la suerte indina
y aunque nada vían mis ojos, de aquel maula que me errase
«No se han de morir de antojo» y ahí no más lo levantase
les dije, cuanto llegaron. lo mesmo que una sardina.
Yo quise hacerles saber
que allí se hallaba un varón: A otro que estaba apurao
les conocí la intención acomodando una bola
y solamente por eso le hice una dentrada sola
es que les gané el tirón, y le hice sentir el fierro,
sin aguardar voz de preso. y ya salió como el perro
cuando le pisan la cola.
–«Vos sos un gaucho matrero»,
dijo uno, haciéndose el güeno, Era tanta la aflición
«Vos matastes un moreno y la angurria que tenían,
y otro en una pulpería, que tuitos se me venían
y aquí está la polecía donde yo los esperaba:
que viene ajustar tus cuentas; uno al otro se estorbaba
te va a alzar por las cuarenta y con las ganas no vían.
si te resistís hoy día».
Dos de ellos, que traiban sables,
–«No me vengan, contesté,
más garifos y resueltos,
con relación de dijuntos:
en las hilachas envueltos
esos son otros asuntos;
enfrente se me pararon,
vean si me pueden llevar,
y a un tiempo me atropellaron
que yo no me he de entregar
lo mesmo que perros sueltos.
aunque vengan todos juntos».
© Pehuén Editores, 2001 ) 28 (
JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Me fui reculando en falso El más engolosinao


y el poncho adelante eché, se me apió con un hachazo;
y en cuanto le puso el pie se lo quité con el brazo,
uno medio chapetón, de no, me mata los piojos;
de pronto le di el tirón y antes de que diera un paso
y de espaldas lo largué. le eché tierra en los dos ojos.

Al verse sin compañero Y mientras se sacudía


el otro se sofrenó; refregándosé la vista,
entonces le dentré yo, yo me le fui como lista
sin dejarlo resollar, y áhi no más me le afirmé
pero ya empezó a aflojar diciéndole: «Dios te asista»
y a la pun...ta disparó. y de un revés lo voltié.

Uno que en una tacuara Pero en ese punto mesmo


había atao una tijera, sentí que por las costillas
se vino como si fuera un sable me hacía cosquillas
palenque de atar temeros, y la sangre se me heló.
pero en dos tiros certeros Desde ese momento
salió aullando campo ajuera. yo me salí de mis casillas.

Por suerte en aquel momento Di para atrás unos pasos


venía coloriando el alba hasta que pude hacer pie,
y yo dije: «Si me salva por delante me lo eché
la Virgen en este apuro, de punta y tajos a un criollo;
en adelante le juro metió la pata en un oyo
ser más güeno que una malba». y yo al oyo lo mandé.

Pegué un brinco y entre todos Tal vez en el corazón


sin miedo me entreveré; lo tocó un santo bendito
hecho ovillo me quedé a un gaucho, que pegó el grito
y ya me cargó una yunta, y dijo: «¡Cruz no consiente
y por el suelo la punta que se cometa el delito
de mi facón les jugué. de matar ansí un valiente!»

© Pehuén Editores, 2001 ) 29 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y ahí no más se me aparió, Lo agarramos mano a mano


dentrándole a la partida; entre los dos al porrón;
yo les hice otra embestida en semejante ocasión
pues entre dos era robo; un trago a cualquiera encanta,
y el Cruz era como lobo y Cruz no era remolón
que defiende su guarida. ni pijotiaba garganta.

Uno despachó al infierno Calentamos los gargueros


de dos que lo atropellaron, y nos largamos muy tiesos,
los demás remoliniaron, siguiendo siempre los besos
pues íbamos a la fija, al pichel y, por más señas,
y a poco andar dispararon íbamos corno cigüeñas
lo mesmo que sabandija. estirando los pescuesos.

Áhi quedaban largo a largo –«Yo me voy, –le dije–, amigo,


los que estiraron la jeta, donde la suerte me lleve,
otro iba como maleta, y si es que alguno se atreve
y Cruz de atrás, les decía: a ponerse en mi camino,
«Que venga otra polecía yo seguiré mi destino,
a llevarlos en carreta». que el hombre hace lo que debe.

Yo junté las osamentas, «Soy un gaucho desgraciado,


me hinqué y les recé un bendito, no tengo dónde ampararme,
hice una cruz de un palito ni un palo donde rascarme,
y pedí a mi Dios clemente ni un árbol que me cubije;
me perdonara el delito pero ni aun esto me aflige,
de haber muerto tanta gente. porque yo sé manejarme.

Dejamos amontonaos «Antes de cáir al servicio,


a los pobres que murieron; tenía familia Y hacienda,
no sé si los recogieron, cuando volví,–ni la prenda
porque nos fimos a un rancho, me la habían dejao ya:
o si tal vez los caranchos Dios sabe en lo que vendrá
áhi no más se los comieron. a parar esta contienda».

© Pehuén Editores, 2001 ) 30 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

X y la escarcha en el invierno.
Si este mundo es un infierno
¿Por qué afligirse el cristiano?
CRUZ
Amigazo, pa sufrir Hagámosle cara fiera
han nacido los varones; a los males, compañero,
estas son las ocasiones porque el zorro más matrero
de mostrarse un hombre juerte, suele cáir como un chorlito:
hasta que venga la muerte viene por un corderito
y lo agarre a coscorrones. y en la estaca deja el cuero.

El andar tan despilchao Hoy tenemos que sufrir


ningún mérito me quita. males que no tienen nombre,
Sin ser una alma bendita pero esto a naides lo asombre
me duelo del mal ajeno: Porque ansina es el pastel,
soy un pastel con relleno y tiene que dar el hombre
que parece torta frita. más vueltas que un carretel.

Tampoco me faltan males Yo nunca me he de entregar


Y desgracias, le prevengo; a los brazos de la muerte;
tambien mis desdichas tengo, arrastro mi triste suerte
aunque esto poco me aflige: paso a paso y como pueda,
Yo sé hacerme el chancho rengo que dónde el débil se queda
cuando la cosa lo esige. se suele escapar el juerte.

Y con algunos ardiles Y recuerde cada cual


voy viviendo, aunque rotoso; que cada cual sufrió,
a veces me hago el sarnoso que lo que es, amigo, yo,
y no tengo ni un granito, hago ansí la cuenta mía:
pero al chifle voy ganoso Ya lo pasado pasó,
como panzón al máiz frito. mañana será otro día.

A mí no me matan penas Yo también tuve una pilcha


mientras tenga el cuero sano, que me enllenó el corazón,
venga el sol en el verano y si en aquella ocasión

© Pehuén Editores, 2001 ) 31 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

alguien me hubiera buscao, cuando va rayando el sol,


siguro que me había hallao era la flor deliciosa
más prendido que un botón. que entre el trebolar creció.

En la güella del querer Pero, amigo, el comandante


no hay animal que se pierda; que mandaba la milicia,
las mujeres no son lerdas como que no desperdicia
y todo gaucho es dotor se fue refalando a casa:
si pa cantarle al amor yo le conocí en la traza
tiene que templar las cuerdas. que el hombre traiba malicia.

¡Quién es de una alma tan dura Él me daba voz de amigo,


que no quiera una mujer! pero no le tenía fe.
Lo alivia en su padecer: Era el jefe y, ya se ve,
si no sale calavera no podía competir yo;
es la mejor compañera en mi rancho se pegó
que el hombre puede tener. lo mesmo que saguaipé.

Si es güena, no lo abandona A poco andar conocí


cuando lo ve desgraciao, que ya me había desbancao,
lo asiste con su cuidao y él siempre muy entonao,
y con afán cariñoso, aunque sin darme ni un cobre,
y usté tal vez ni un rebozo me tenía de lao a lao
ni una pollera le ha dao. como encomienda de pobre.

Grandemente lo pasaba A cada rato, de chasque


con aquella prenda mía me hacia dir a gran distancia;
viviendo con alegría como ya me mandaba a una estancia,
la mosca en la miel. ya al pueblo, ya a la frontera;
¡Amigo, qué tiempo aquél! pero él en la comendancia
¡La pucha que la quería! no ponía los pies siquiera.

Era la águila que a un árbol Es triste a no poder más


dende las nubes bajó, el hombre en su padecer,
era más linda que el alba si no tiene una mujer

© Pehuén Editores, 2001 ) 32 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

que lo ampare y lo consuele: se encontraba allí presente


mas pa que otro se la pele vino apretando los dientes
lo mejor es no tener. como perrito mamón.

No me gusta que otro gallo Me hizo un tiró de revuélver


le cacaree a mi gallina. que el hombre creyó siguro,
Yo andaba ya con la espina, era confiao y le juro
hasta que en una ocasión que cerquita se arrimaba,
lo pillé junto al jogón pero siempre en un apuro
abrazándome a la china. se desentumen mis tabas.

Tenía el viejito una cara Él me siguió menudiando


de ternero mal lamido, mas sin poderme acertar,
y al verlo tan atrevido y yo, déle culebriar,
le dije: «Que le aproveche: hasta que al fin le dentré
que había sido pa el amor y áhi no más lo despaché
como guacho pa la leche». sin dejarlo resollar.

Peló la espada y se vino Dentré a campiar en seguida


como a quererme ensartar. al viejito enamorao.
pero yo sin tutubiar El pobre se había ganao
le volví al punto a decir en un noque de lejía.
–«Cuidao no te vas a pér...tigo ¡Quién sabe cómo estaría
poné cuarta pa salir». del susto que había llevao!

Un puntaso me largó ¡Es sonso el cristiano macho


pero el cuerpo le saqué cuando el amor lo domina!
y en cuanto se lo quité, Él la miraba a la indina
para no matar un viejo. y una cosa tan jedionda
con cuidao, medio de lejo, sentí yo que ni en la fonda
un planaso le asenté. he visto tal jedentina.

Y como nunca al que manda Y le dije: –«Pa su agüela


le falta algún adulón, han de ser esas perdices».
uno que en esa ocasión Yo me tapé las narices

© Pehuén Editores, 2001 ) 33 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

y me salí estornudando, Que en puertiando la primera,


y el viejo quedó olfatiando ya la siguen las demás,
como chico con lumbrices. y en montones las de atrás
contra los palos se estrellan,
Cuando la mula recula y saltan y se atropellan,
señal que quiere cosiar, sin que se corten jamás.
ansí se suele portar
aunque ella lo disimula: Y aunque yo por mi inorancia
recula como la mula con gran trabajo me esplico,
la mujer para olvidar. cuando llego a abrir el pico
ténganlo por cosa cierta:
Alcé mi poncho y mis prendas sale un verso y en la puerta
y me largue a padecer ya asoma el otro el hocico.
por culpa de una mujer
que quiso engañar a dos. Y empréstemé su atención,
Al rancho le dije adiós, me oirá relatar las penas
para nunca más volver. de que traigo la alma llena,
porque en toda circunstancia
Las mujeres dende entonces paga al gaucho su inorancia
conocí a todas en una. con la sangre de las venas.
Ya no he de probar fortuna
con carta tan conocida: Después de aquella desgracia
mujer y perra parida me refugié en los pajales,
no se me acerca ninguna. anduve entre los cardales
como bicho sin guarida;
pero, amigo, es esa vida
XI como vida de animales.
A otros les brotan las coplas
como agua de manantial; Y son tantas las miserias
pues a mí me pasa igual, en que me he sabido ver,
aunque las mías nada valen: que con tanto padecer
de la boca se me salen y sufrir tanta aflición
como ovejas del corral. malicio que he de tener
un callo en el corazón.

© Pehuén Editores, 2001 ) 34 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Ansí andaba como guacho A bailar un pericón


cuando pasa el temporal. con una moza salí,
Supe una vez, pa mi mal, y cuanto me vido allí
de una milonga que había, sin duda me conoció
y ya pa la pulpería y estas coplitas cantó
enderecé mi bagual. como por ráirse de mí:

Era la casa del baile «Las mujeres son todas


un rancho de mala muerte como las mulas;
y se enllenó de tal suerte yo no digo que todas,
que andábamos a empujones: pero hay algunas
nunca faltan encontrones que a las aves que vuelan
cuando el pobre se divierte. les sacan plumas».

Yo tenía unas medias botas «Hay gauchos que presumen


con tamaños verdugones; de tener damas;
me pusieron los talones no digo que presumen,
con crestas como los gallos; pero se alaban,
¡si viera mis afliciones y a lo mejor los dejan
pensando yo que eran callos! tocando tablas».

Con gato y con fandanguillo Se secretiaron las hembras


había empezao el changango y yo ya me encocoré;
y para ver el fandango volié la anca y le grité:
me colé haciéndome bola; «dejá de cantar... chicharra»
mas metió el diablo la cola Y de un tajo a la guitarra
y todo se volvió pango. tuitas las cuerdas corté.

Había sido el guitarrero Al punte salió de adentro


un gaucho duro de boca, un gringo con un jusil;
Yo tengo paciencia poca pero nunca he sido vil,
pa aguantar cuando no debo: poco el peligro me espanta:
a ninguno me le atrevo ya me refalé la manta
pero me halla el que me toca. y la eché sobre el candil.

© Pehuén Editores, 2001 ) 35 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Gané en seguida la puerta No hay fuerza contra el destino


gritando: «Naides me ataje»; que le ha señalao el cielo
y alborotao el hembraje y aunque no tenga consuelo
lo que todo quedó oscuro, aguante el que está en trabajo:
empezó a verse en apuro –naides se rasca pa abajo
mesturao con el gauchaje. ni se lonjea contra el pelo!

El primero que salió Con el gaucho desgraciao


fue el cantor y se me vino, no hay uno que no se entone;
pero yo no pierdo el tino la menor falta lo espone
aunque haiga tomao un trago, a andar con los avestruces:
y hay algunos por mi pago faltan otros con más luces
que me tienen por ladino. y siempre hay quien los perdone.

No ha de haber achocao otro; XII


le salió cara la broma; Yo no sé qué tantos meses
a su amigo cuando toma esta vida me duró;
se le despeja el sentido, a veces nos obligó
y el pobrecito había sido la miseria a comer potro:
como carne de paloma. me había acompañao con otros
tan desgraciaos como yo.
Para prestar sus socorros Mas ¿para qué platicar
las mujeres no son lerdas: sobre esos males, canejo?
antes que la sangre pierda Nace el gaucho y se hace viejo
lo arrimaron a unas pipas. sin que mejore su suerte,
Áhi lo dejé con las tripas hasta que por ahí la muerte
como pa que hiciera cuerdas. sale a cobrarle el pellejo.
Monté y me largué a los campos Pero como no hay desgracia
más libre que el pensamiento, que no acabe alguna vez,
como las nubes al viento, me aconteció que después
a vivir sin parádero; de sufrir tanto rigor
que no tiene el que es matrero un amigo por favor
nido, ni rancho, ni asiento. me compuso con el juez.

© Pehuén Editores, 2001 ) 36 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Le alvertiré que en mi pago Andaremos de matreros


ya no va quedando un criollo: si es preciso pa salvar;
se los ha tragao el hoyo nunca nos ha de faltar
o juido o muerto en la guerra, ni un güen pingo para juir,
porque, amigo, en esta tierra ni un paja ande dormir,
nunca se acaba el embrollo. ni un matambre que ensartar.

Colijo que jué para eso Y cuando sin trapo alguno


que me llamó el juez un día nos haiga el tiempo dejao
y me dijo que quería Yo le pediré emprestao
hacerme a su lao venir, el cuero a cualquiera lobo
pa que dentrase a servir y hago un poncho, si lo sobo,
de soldao de polecía. mejor que poncho engomao.

Y me largó una ploclama Para mí la cola es pecho


tratándome de valiente, y el espinaso es cadera;
que yo era un hombre decente, hago mi nido andequiera
y que dende aquel momento y de lo que encuentre como;
me nombraba de sargento me echo tierra sobre el lomo
pa que mandara la gente. y me apeo en cualquier tranquera.

Ansí estuve en la partida Y dejo rodar la bola


pero ¡qué había de mandar! que algún día ha de parar;
Anoche al irlo a tomar tiene el gaucho que aguantar
vide güena coyontura, hasta que lo trague el hoyo
y a mí no me gusta andar o hasta que venga algún criollo
con la lata a la cintura. en esta tierra a mandar.

Ya conoces, pues, quién soy; Lo miran al pobre gaucho


tenga confianza conmigo; como carne de cogote:
Cruz le dio mano de amigo lo tratan al estricote
y no lo ha de abandonar. y si ansí las cosas andan
Juntos podemos buscar porque quieren los que mandan,
pa los dos un mesmo abrigo. aguantemos los azotes.

© Pehuén Editores, 2001 ) 37 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

¡Pucha, si usté los oyera De los males que sufrimos


como yo en una ocasión hablan mucho los puebleros,
tuita la conversación pero hacen como los teros
que con otro tuvo el juez! para esconder sus niditos:
Le asiguro que esa vez en un lao pegan los gritos
se me achicó el corazón. y en otro tienen los güevos.

Hablaban de hacerse ricos Y se hacen los que no aciertan


con campos en la frontera; a dar con la coyontura;
de sacarla más ajuera mientras al gaucho lo apura
donde había campos baldidos con rigor la autoridá
y llevar de los partidos ellos a la enfermedá
gente que la defendiera. le están errando la cura.

Todo se güelven proyectos XIII


de colonias y carriles
y tirar la plata a miles MARTÍN FIERRO
en los gringos enganchaos, Ya veo que somos los dos
mientras al pobre soldao astilla del mesmo palo:
le pelan la chaucha ¡ah viles! yo paso por gaucho malo
y usté anda del mesmo modo,
Pero si siguen las cosas y yo, pa acabarlo todo,
como van hasta el presente a los indios me refalo.
puede ser que redepente
véamos el campo disierto, Pido perdón a mi Dios,
y blanquiando solamente que tantos bienes me hizo:
los güesos de los que han muerto. pero dende que es preciso
que viva entre los infieles,
Hace mucho que sufrimos yo seré cruel con los crueles:
la suerte reculativa: ansí mi suerte lo quiso.
trabaja el gaucho y no arriba,
pues a lo mejor del caso Dios formó lindas las flores,
lo levantan de un sogaso delicadas como son,
sin dejarle ni saliva. les dió toda perfeción

© Pehuén Editores, 2001 ) 38 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

y cuanto él era capaz, y sé manejar la lanza


pero al hombre le dio más y hasta los indios no alcanza
cuando le dio el corazón. la facultá del gobierno.

Le dio claridá a la luz, Yo sé que allá los caciques


juerza en su carrera al viento, amparan a los cristianos
le dio vida y movimiento y que los tratan de «hermanos»
dende la águila al gusano, cuando se van por su gusto.
pero más le dio al cristiano ¿A qué andar pasando sustos?
al darle el entendimiento. Alcemos el poncho y vamos.

Y aunque a las aves les dió, En la cruzada hay peligros


con otras cosas que inoro, pero ni aun esto me aterra;
esos piquitos como oro yo ruedo sobre la tierra
y un plumaje como tabla, arrastrao por mi destino
le dio al hombre más tesoro y si erramos el camino...
al darle una lengua que habla. no es el primero que lo erra.

Y dende que dió a las fieras Si hemos de salvar o no


esa juria tan inmensa. de esto naides nos responde.
que no hay poder, que las vensa Derecho ante el sol se esconde
ni nada que las asombre tierra adentro hay que tirar;
¿qué menos le daría al hombre algún día hemos de llegar...
que el valor pa su defensa? después sabremos adónde.

Pero tantos bienes juntos No hemos de perder el rumbo,


al darle, malicio yo los dos somos güena yunta;
que en sus adentros pensó el que es gaucho va ande apunta,
que el hombre los precisaba, aunque inore ande se encuentra;
pues los bienes igualaba pa al lao en que el sol se dentra
con las penas que le dió. dueblan los pastos la punta.

Y yo empujao por las mías De hambre no pereceremos,


quiero salir de este infierno; pues según otros me han dicho
ya no soy pichón muy tierno en los campos se hallan bichos

© Pehuén Editores, 2001 ) 39 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

de lo que uno necesita... y si de él sale con vida


gamas, matacos, mulitas, lo pasa echao panza arriba
avestruces y quirquinchos. mirando dar güelta el sol.

Cuando se anda en el desierto Y ya que a juerza de golpes


se come uno hasta las colas; la suerte nos dejó aflús,
lo han cruzao mujeres solas puede que allá véamos luz
llegando al fin con salú, y se acaben nuestras penas.
y ha de ser gaucho el ñandú Todas las tierras son güenas:
que se escape de mis bolas. vámosnós, amigo Cruz.

Tampoco a la sé le temo, El que maneja las bolas,


yo la aguanto muy contento, el que sabe echar un pial,
busco agua olfatiando al viento, y sentársele a un bagual
y dende que no soy manco sin miedo de que lo baje,
ande hay duraznillo blanco entre los mesmos salvajes
cabo, y la saco al momento. no puede pasarlo mal.

Allá habrá siguridá El amor como la guerra


ya que aquí no la tenemos, lo hacen el criollo con canciones;
menos males pasaremos a mas de eso, en los malones
y ha de haber grande alegría podemos aviarnos de algo;
el día que nos descolguemos en fin, amigo, yo salgo
en alguna toldería. de estas peregrinaciones.

Fabricaremos un toldo, En este punto el cantor


como lo hacen tantos otros, buscó un porrón pa consuelo,
con unos cueros de potro, echó un trago como un cielo,
que sea sala y sea cocina. dando fin a su argumento,
¡Tal vez no falte una china y de un golpe al istrumento
que se apiade de nosotros! lo hizo astillas contra el suelo.

Allá no hay que trabajar, «Ruempo –dijo– la guitarra,


vive uno como un señor, pa no volverme a tentar
de cuando en cuando un malón, ninguno la ha de tocar,

© Pehuén Editores, 2001 ) 40 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

por siguro ténganló; todas las desgracias dichas:


pues naides ha de cantar es un telar de desdichas
cuando este gaucho cantó». cada gaucho que usté ve.

Y daré fin a mis coplas Pero ponga su esperanza


con aire de relación; en el Dios que lo formó;
nunca falta un preguntón que ha relatao a mi modo
mas curioso que mujer, MALES QUE CONOCEN TODOS
y tal vez quiera saber PERO QUE NAIDES CONTÓ.
cómo fue la conclusión.

Cruz y Fierro, de una estancia


una tropilla se arriaron;
por delante se la echaron
como criollos entendidos
y pronto, sin ser sentidos,
por la frontera cruzaron.

Y cuando la habían pasao,


una madrugada clara
le dijo Cruz que mirara
las últimas poblaciones;
y a Fierro dos lagrimones
le rodearon por la cara.

Y siguiendo el fiel del rumbo


se entraron en el desierto.
No sé si los habrán muerto
en alguna correría,
pero espero que algún día
sabré de ellos algo cierto.

Y ya con estas noticias


mi relación acabé;
por ser ciertas las conté,

© Pehuén Editores, 2001 ) 41 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

MARTÍN FIERRO

LA VUELTA DE MARTÍN FIERRO I


Atención pido al silencio
y silencio a la atención,
que voy en esta ocasión,
si me ayuda la memoria,
a mostrarles que a mi historia
le faltaba lo mejor.

Viene uno como dormido


cuando vuelve del desierto;
veré si a esplicarme acierto
entre gente tan bizarra,
y si al sentir la guitarra
de mi sueño me despierto

Siento que mi pecho tiembla,


que se turba mi razón,
y de la vigüela al son
imploro a la alma de un sabio
que venga a mover mi labio
y alentar mi corazón.

© Pehuén Editores, 2001 ) 42 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Si no llego a treinta y una, Canta el pueblero... y es pueta;


de fijo en treinta me planto, canta el gaucho... y ¡ay Jesús!
y esta confianza adelanto lo miran como avestruz,
porque recebí en mí mismo su inorancia los asombra;
con el agua del bautismo mas siempre sirven las sombras
la facultá para el canto. para distinguir la luz.

Tanto el pobre como el rico El campo es del inorante;


la razón me la han de dar; el pueblo del hombre estruido;
y si llegan a escuchar yo que en el campo he nacido,
lo que explicaré a mi modo digo que mis cantos
digo que no han de reír todos, son para los unos... sonidos,
algunos han de llorar. y para otros... intención.

Mucho tiene que contar Yo he conocido cantores


el que tuvo que sufrir, que era un gusto el escuchar,
y empezaré por pedir mas no quieren opinar
no duden de cuanto digo, y se divierten cantando;
pues debe crerse al testigo pero yo canto opinando,
si no pagan por mentir. que es mi modo de cantar.

Gracias le doy a la Virgen, El que va por esta senda


gracias le doy al Señor, cuanto sabe desembucha,
porque entre tanto rigor, y aunque mi cencia no es mucha,
y habiendo perdido tanto. esto en mi favor previene;
no perdí ni amor al canto yo sé el corazón que tiene
ni mi voz como cantor. el que con gusto me escucha.

Que cante todo viviente Lo que pinta este pincel


otorgó el Eterno Padre; ni el tiempo lo ha de borrar;
cante todo el que le cuadre ninguno se ha de animar
como lo hacemos los dos, a corregirme la plana;
pues sólo no tiene voz no pinta quien tiene gana
el ser que no tiene sangre. sino quien sabe pintar.

© Pehuén Editores, 2001 ) 43 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y no piensen los oyentes Ya verán si me dispierto


que del saber hago alarde; cómo se compone el baile;
he conocido, aunque tarde, y no se sorprenda naides
sin haberme arrepentido, si mayor fuego me anima
que es pecado cometido Porque quiero alzar la prima
el decir ciertas verdades. como pa tocar al aire.

Pero voy en mi camino Y con la cuerda tirante,


y nada me ladiará, dende que ese tono elija,
he de decir la verdá, Yo no he de aflojar manija
de naides soy adulón; mientras que la voz no pierda,
aquí no hay imitación, si no se corta la cuerda
ésta es pura realidá. o no cede la clavija.

Y el que me quiera enmendar Aunque rompí el estrumento


mucho tiene que saber; por no volverme a tentar,
tiene mucho que aprender tengo tanto que contar,
el que me sepa escuchar, Y cosas de tal calibre,
tiene mucho que rumiar que Dios quiera que se libre
el que me quiera entender. el que me enseñó a templar.

Más que yo y cuantos me oigan, De naides sigo el ejemplo,


mas que las colas que tratan naide a dirigirme viene,
más que lo que ellos relatan, yo digo cuanto conviene
mis cantos han de durar y el que en tal güeya se planta,
mucho ha habido que mascar debe cantar, cuando canta,
Para echar esta bravata. con toda la voz que tiene.

Brotan quejas de mi pecho. He visto rodar la bola


brota un lamento sentido; y no se quiere parar;
y es tanto lo que he sufrido al fin de tanto rodar
y males de tal tamaño, me he decidido a venir
que reto a todos los años a ver si puedo vivir
a que traigan el olvido. y me dejan trabajar.

© Pehuén Editores, 2001 ) 44 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Sé dirigir la mansera Es triste dejar sus pagos


y también echar un pial; y largarse a tierra ajena
sé correr en un rodeo, llevándose la alma llena
trabajar en un corral; de tormentos y dolores,
me sé sentar en un pértigo mas nos llevan los rigores
lo mesmo que en un bagual. como el pampero a la arena.

Y empriéstenmé su atención ¡Irse a cruzar el desierto


si ansí me quieren honrar, lo mesmo que un forajido,
de no, tendré que callar, dejando aquí en el olvido,
pues el pájaro cantor como dejarnos nosotros,
jamás se para a cantar su mujer en brazos de otro
en árbol que no da flor. Y sus hijitos perdidos!
Hay trapitos que golpiar,
y de aquí no me levanto. ¡Cuántas veces al cruzar
Escúchenmé cuando canto en esa inmensa llanura,
si quieren que desembuche: al verse en tal desventura
tengo que decirles tanto y tan lejos de los suyos,
que les mando que me escuchen. se tira uno entre los yuyos
a llorar con amargura!
Déjenmé tomar un trago,
estas son otras cuarenta: En la orilla de un arroyo
mi garganta está sedienta, solitario lo pasaba;
y de esto no me abochorno, en mil cosas cavilaba y,
pues el viejo, como el horno, a una güelta repentina,
por la boca se calienta. se me hacía ver a mi china
o escuchar que me llamaba.
II
Triste suena mi guitarra Y las aguas serenitas
y el asunto lo requiere; bebe el pingo, trago a trago,
ninguno alegrías espere mientras sin ningún halago
sino sentidos lamentos pasa uno hasta sin comer
de aquel que en duros tormentos no pensar en su mujer,
nace, crece, vive y muere. en sus hijos y en su pago.

© Pehuén Editores, 2001 ) 45 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Recordarán que con Cruz Allá no hay misericordia


para el desierto tiramos; ni esperanza que tener;
en la pampa nos entramos, el indio es de parecer
cayendo por fin del viaje que siempre matar se debe,
a unos toldos de salvajes, pues la sangre que no bebe
los primeros que encontrarnos. le gusta verla correr.

La desgracia nos seguía, Cruz se dispuso a morir


llegamos en mal momento: peliando y me convidó;
estaban en parlamento aguantemos, dije yo,
tratando de una invasión, el fuego hasta que nos queme:
y el indio en tal ocasión menos los peligros teme
recela hasta de su aliento. quien más veces los venció.

Se armó un tremendo alboroto Se debe ser más prudente


cuando nos vieron llegar, cuanto el peligro es mayor;
no podíamos aplacar siempre se salva mejor
tan peligroso hervidero; andando con advertencia,
nos tomaron por bomberos porque no está la prudencia
y nos quisieron lanciar. reñida con el valor.

Nos quitaron los caballos Vino al fin el lenguaraz


a los muy pocos minutos; como a tráirnos el perdón;
estaban irresolutos, nos dijo: «La salvación
quién sabe qué pretendían; »se la deben a un cacique,
por los ojos nos metían »me manda que les esplique
las lanzas aquellos brutos. »que se trata de un malón.

Y déle en su lengüeteo »Les ha dicho a los demás


hacer gestos y cabriolas; »que ustedes queden cautivos
uno desató las bolas »por si cain algunos vivos
y se nos vino en seguida: »en poder de los cristianos,
ya no créiamos con vida »rescatar a sus hermanos
salvar ni por carambola. »con estos dos fugitivos».

© Pehuén Editores, 2001 ) 46 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Volvieron al parlamento Parece un baile de fieras,


tratar de sus alianzas sigún yo me lo imagino:
o tal vez de las matanzas; era inmenso el remolino,
Y conforme les detallo, las voces aterradoras,
hicieron cerco a caballo hasta que al fin de dos horas
recostándose en las lanzas. se aplacó aquel torbellino.

Dentra al centro un indio viejo De noche formaban cerco


y allí a lengüetiar se larga; y en el centro nos ponían;
quién sabe qué les encarga; para mostrar que querían
pero toda la riunión quitarnos toda esperanza,
lo escuchó con atención ocho o diez filas de lanzas
lo menos tres horas largas. al rededor nos hacían.

Pegó al fin tres alaridos, Allí estaban vigilantes


y ya principia otra danza; cuidándonos a porfía;
para mostrar su pujanza cuando roncar Parecían
y dar pruebas de jinete «Huincá» gritaba cualquiera,
dió riendas rayando el flete y toda la fila entera
y revoliando la lanza. «Huincá» «Huincá» repetía.

Recorre luego la fila, Pero el indio es dormilón


frente a cada indio se para, Y tiene un sueño projundo;
lo amenaza cara a cara, es roncador sin segundo
y en su juria aquel maldito y en tal confianza es su vida,
acompaña con su grito que ronca a pata tendida
el cimbrar de la tacuara. aunque se dé güelta el mundo.

Se vuelve aquello un incendio Nos aviriguaban todo,


más feo que la mesma guerra; como aquel que se previene,
entre una nube de tierra porque siempre les conviene
se hizo allí una mescolanza, saber las juerzas que andan,
de potros, indios y lanzas, dónde están, quiénes las mandan,
con alaridos que aterran. qué caballos y armas tienen.

© Pehuén Editores, 2001 ) 47 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

A cada respuesta nuestra Mas todo varón prudente


uno hace una esclamación, sufre tranquilo sus males;
y luego, en continuación yo siempre los hallo iguales
aquellos indios feroces, en cualquier senda que elijo:
cientos y cientos de voces la desgracia tiene hijos
repiten al mesmo son. aunque ella no tiene madre.
Y aquella voz de uno solo, Y al que le toca la herencia,
que empieza por un gruñido, dondequiera halla su ruina,
llega hasta ser alarido lo que la suerte destina
de toda la muchedumbre, no puede el hombre evitar:
y ansí alquieren la costumbre porque el cardo ha de pinchar
de pegar esos bramidos. es que nace con espina.
III Es el destino del pobre
De ese modo nos hallamos un continuo safarrancho,
empeñaos en la partida: y pasa como el carancho,
no hay que darla por perdida porque el mal nunca se sacia,
por dura que sea la suerte, si el viento de la desgracia
ni que pensar en la muerte vuela las pajas del rancho.
sino en soportar la vida.

Se endurece el corazón, Mas quien manda los pesares


no teme peligro alguno; manda también el consuelo;
por encontrarlo oportuno la luz que baja del cielo
allí juramos los dos alumbra al más encumbrao,
respetar tan sólo a Dios; y hasta el pelo más delgao
de Dios abajo, a ninguno. hace su sombra en el suelo.

El mal es árbol que crece Pero por más que uno sufra
y que cortao retoña; un rigor que lo atormente,
la gente esperta o bisoña no debe bajar la frente nunca,
sufre de infinitos modos: por ningún motivo: el álamo
la tierra es madre de todos, es más altivo
pero también da ponzoña. y gime constantemente.

© Pehuén Editores, 2001 ) 48 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

El indio pasa la vida Nos retiramos con Cruz


robando o echao de panza; a la orilla de un pajal:
la única ley es la lanza por no pasarlo tan mal
a que se ha de someter; en el desierto infinito,
lo que le falta en saber hicimos como un bendito
lo suple con desconfianza. con dos cueros de bagual.

Fuera cosa de engarzarlo Fuimos a esconder allí


a un indio caritativo; nuestra pobre situación,
es duro con el cautivo, aliviando con la unión
le dan un trato horroroso, aquel duro cautiverio;
es astuto y receloso, tristes como un cementerio
es audaz y vengativo. al toque de la oración.

No hay que pedirle favor Debe el hombre ser valiente


ni que guardar tolerancia; si a rodar se determina,
movidos por su inorancia primero, cuando camina;
y de puro desconfiaos, segundo, cuando descansa,
nos pusieron separaos pues en aquellas andanzas
bajo sutil vigilancia. perece el que se acoquina.

No pude tener con Cruz Cuando es manso el ternerito


ninguna conversación; en cualquier vaca se priende;
no nos daban ocasión, el que es gaucho esto lo entiende
nos trataban como ajenos: y ha de entender si le digo
como dos años lo menos que andábamos con mi amigo
duró esta separación. como pan que no se vende.

Relatar nuestras penurias Guarecidos en el toldo


fuera alargar el asunto; charlábamos mano a mano;
les diré sobre este punto éramos dos veteranos mansos
que a los dos años recién pa las sabandijas, arrumbaos
nos hizo el cacique el bien como cubijas cuando
de dejamos vivir juntos. calienta el verano.

© Pehuén Editores, 2001 ) 49 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

El alimento no abunda Y aves y vichos y pejes


por más empeño que se haga; se mantienen de mil modos;
lo pasa uno como plaga, pero el hombre en su acomodo,
ejercitando la industria es curioso de oservar:
Y siempre, como la nutria, es el que sabe llorar
viviendo a orillas del agua. y es el que los come a todos.

En semejante ejercicio IV
se hace diestro el cazador; Antes de aclarar el día
cai el piche engordador, empieza el indio a aturdir
cai el pájaro que trina: la pampa con su rugir,
todo bicho que camina y en alguna madrugada
va a parar al asador. sin que sintiéramos nada
se largaban a invadir.
Pues allí a los cuatro vientos
la persecución se lleva; Primero entierran las prendas
naide escapa de la leva, en cuevas, como peludos;
y dende que la alba asoma y aquellos indios cerdudos,
ya recorre uno la loma, siempre llenos de recelos,
el bajo, el nido y la cueva. en los caballos en pelos
se vienen medio desnudos.
El que vive de la caza Para pegar el malón
a cualquier bicho se atreve el mejor flete procuran;
que pluma o cáscara lleve, y como es su arma segura,
Pues cuando la hambre se siente vienen con la lanza sola,
el hombre le clava el diente y varios pares de bolas
a todo lo que se mueve. atados a la cintura.

En las sagradas alturas De este modo anda liviano,


está el maestro principal, no fatiga el mancarrón;
que enseña a cada animal es su espuela en el malón,
a procurarse el sustento después de bien afilao,
y le brinda el alimento un cuernito de venao
a todo ser racional. que se amarra en el garrón.

© Pehuén Editores, 2001 ) 50 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

El indio que tiene un pingo Su señal es un humito


que se llega a distinguir, que se eleva muy arriba,
lo cuida hasta pa dormir, y no hay quien no lo aperciba
de ese cuidado es esclavo; con esa vista que tienen;
se lo alquila a otro indio bravo de todas partes se vienen
cuando vienen a invadir. a engrosar la comitiva.

Por vigilarlo no come Ansina se van juntando,


y ni aun el sueño concilia; hasta hacer esas riuniones
sólo en eso no hay desidia; que cain en las invasiones
de noche, les asiguro, en número tan crecido;
para tenerlo seguro para formarla han salido
le hace cerco la familia. de los últimos rincones.

Por eso habrán visto ustedes, Es guerra cruel la del indio


si en el caso se han hallao, porque viene como fiera;
y si no lo han oservao atropella donde quiera
ténganlo dende hoy presente, y de asolar no se cansa;
que todo pampa valiente de su pingo y de su lanza
anda siempre bien montao. toda salvación espera.

Marcha el indio a trote largo, Debe atarse bien la faja


paso que rinde y que dura; quien aguardarlo se atreva;
viene en dirección sigura siempre mala intención lleva,
y jamás a su capricho: y como tiene alma grande,
no se les escapa vicho no hay plegaria que lo ablande
en la noche más escura. ni dolor que lo conmueva.

Caminan entre tinieblas Odia de muerte al cristiano,


con un cerco bien formao; hace guerra sin cuartel;
lo estrechan con gran cuidao para matar es sin yel,
y agarran, al aclarar, es fiero de condición;
ñanduces, gamas, venaos, no gólpea la compasión
cuanto ha podido dentrar. en el pecho del infiel.

© Pehuén Editores, 2001 ) 51 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Tiene la vista del águila, El que envenenen sus armas


del león la temeridá; les mandan sus hechiceras;
en el desierto no habrá y como ni a Dios veneran,
animal que él no lo entienda, nada a los pampas contiene;
ni fiera de que no aprienda hasta los nombres que tienen
un istinto de crueldá. son de animales y fieras.

Es tenaz en su barbarie, Y son ¡por Cristo bendito!


no esperen verlo cambiar; los más desasiaos del mundo;
el deseo de mejorar esos indios vagabundos,
en su rudeza no cabe: con repunancia me acuerdo,
el bárbaro sólo sabe viven lo mesmo que el cerdo
emborracharse y peliar. en esos toldos inmundos.
Naides puede imaginar
El indio nunca se ríe, una miseria mayor;
y el pretenderlo es en vano, su pobreza causa horror;
ni cuando festeja ufano no sabe aquel indio bruto
el triunfo en sus correrías; que la tierra no da fruto
la risa en sus alegrías si no la riega el sudor.
le pertenece al cristiano.
V
Se cruzan por el desierto Aquel desierto se agita
como un animal feroz; cuando la invasión regresa;
dan cada alarido atroz llevan miles de cabezas
que hace erizar los cabellos; de vacuno y yeguarizo:
parece que a todos ellos pa no afligirse es preciso
los ha maldecido Dios. tener bastante firmeza.
Todo el peso del trabajo Aquello es un hervidero
lo dejan a las mujeres: de pampas, un celemín;
el indio es indio y no quiere cuando riunen el botín
apiar de su condición; juntando toda la hacienda,
ha nacido indio ladrón es cantidá tan tremenda
y como indio ladrón muere. que no alcanza a verse el fin.

© Pehuén Editores, 2001 ) 52 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Vuelven las chinas cargadas Y satisfecho el salvaje


con las prendas en montón; de que su oficio ha cumplido,
aflige esa destrución; lo pasa por áhi tendido
acomodaos en cargueros volviendo a su haraganiar,
llevan negocios enteros y entra la china a cueriar
que han saquiado en la invasión con un afán desmedido.

Su pretensión es robar, A veces a tierra adentro


no quedar en el pantano; algunas puntas se llevan;
viene a tierra de cristianos pero hay pocos que se atrevan
como furia del infierno; a hacer esas incursiones,
no se llevan al gobierno porque otros indios ladrones
porque no lo hallan a mano. les suelen pelar la breva.

Vuelven locos, de contentos, Pero pienso que los pampas


cuando han venido a la fija; deben de ser los más rudos;
antes que ninguno elija aunque andan medio desnudos,
empiezan con todo empeño, ni su convenencia entienden;
como dijo un santiagueño, por una vaca que venden
a hacerse la repartija. quinientas matan al ñudo.

Se reparten el botín Estas cosas y otras piores


con igualdá, sin malicia; las he visto muchos años;
no muestra el indio codicia, Pero, si yo no me engaño,
ninguna falta comete: concluyó ese bandalaje,
sólo en esto se somete y esos bárbaros salvajes
a una regla de justicia. no podrán hacer más daño.

Y cada cual con lo suyo Las tribus están deshechas;


a sus toldos enderiesa; los caciques más altivos
luego la matanza empieza están muertos o cautivos,
tan sin razón ni motivo, privaos de toda esperanza,
que no queda animal vivo y de la chusma y de lanza,
de esos miles de cabezas. ya muy pocos quedan vivos.

© Pehuén Editores, 2001 ) 53 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Son salvajes por completo Es piadosa y diligente


hasta pa su diversión, y sufrida en los trabajos:
pues hacen una junción tal vez su valer rebajo
que naides se la imagina; aunque la estimo bastante;
recién le toca a la china mas los indios inorantes
el hacer su papelón. la tratan al estropajo.

Cuanto el hombre es más salvaje Echan la alma trabajando


trata pior a la mujer, bajo el más duro rigor;
yo no sé que pueda haber el marido es su señor;
sin ella dicha ni goce: como tirano la manda
¡feliz el que la conoce porque el indio no se ablanda
y logra hacerse querer! ni siquiera en el amor.

Todo el que entiende la vida No tiene cariño a naides


busca a su lao los placeres; ni sabe lo que es amar,
justo es que las considere ¡ni qué se puede esperar
el hombre de corazón; de aquellos pechos de bronce!
sólo los cobardes son Yo los conocí al llegar
valientes con sus mujeres. y los calé dende entonces.

Pa servir a un desgraciao Mientras tiene que comer


pronta la mujer está; permanece sosegao;
cuando en su camino va yo que en sus toldos he estao
no hay peligro que la asuste; y sus costumbres oservo
ni hay una a quien no le guste digo que es como aquel cuervo
una obra de caridá. que no volvió del mandao.

No se hallará una mujer Es para él como juguete


a la que esto no le cuadre; escupir un crucifijo.
yo alabo al Eterno Padre, pienso que Dios los maldijo
no porque las hizo bellas, Y ansina el ñudo desato;
sinó porque a todas ellas el indio, el cerdo y el gato
les dio corazón de madre. redaman sangre del hijo.

© Pehuén Editores, 2001 ) 54 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Mas ya con cuentos de pampas Al trote dentro del cerco,


no ocuparé su atención; sudando, hambrientas, juriosas,
debo pedirles perdón, desgreñadas y rotosas,
pues sin querer me distraje, de sol a sol se lo llevan:
por hablar de los salvajes bailan, aunque truene o llueva,
me olvidé de la junción. cantando la mesma cosa.
............................................. VI
Hacen un cerco de lanzas, El tiempo sigue en su giro
los indios quedan ajuera; y nosotros solitarios;
dentra la china ligera de los indios sanguinarios
como yeguada en la trilla, no teníamos qué esperar;
y empieza allí la cuadrilla el que nos salvó al llegar
a dar güeltas en la era. era el más hospitalario.

A un lao están los caciques, Mostró noble corazón,


capitanejos y el trompa cristiano anelaba ser;
tocando con toda pompa la justicia es un deber,
como un toque de fajina; y sus méritos no callo;
adentro muere la china, nos regaló unos caballos
sin que aquel círculo rompa. y a veces nos vino a ver.

Muchas veces se les oyen A la voluntá de Dios


a las pobres los quejidos, ni con la intención resisto
mas son lamentos perdidos; él nos salvó... pero ¡ah Cristo!
al rededor del cercao, muchas veces he deseado
en el suelo están mamaos no nos hubiera salvado
los indios, dando alaridos. ni jamás haberío visto.

Su canto es una palabra Quien recibe beneficios


y de áhi no salen jamás; jamás los debe olvidar;
llevan todas el compás, y al que tiene que rodar
ioká–ioká repitiendo; en su vida trabajosa,
me parece estarlas viendo le pasan a veces cosas
más fieras que Satanás. que son duras de pelar.

© Pehuén Editores, 2001 ) 55 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Voy dentrando poco a poco Y puesto allí boca arriba,


en lo triste del pasaje; al rededor le hacen fuego;
cuando es amargo el brebaje una china viene luego
el corazón no se alegra; y al óido le da de gritos;
dentró una virgüela negra hay algunos tan malditos
que los diezmó a los salvajes. que sanan con este juego.

Al sentir tal mortandá A otros les cuecen la boca


los indios desesperaos, aunque de dolores cruja;
gritaban alborotaos: lo agarran y allí lo estrujan,
«Cristiano echando gualicho»; labios le queman y dientes
no quedó en los toldos vicho con un güevo bien caliente
que no salió redotao. de alguna gallina bruja.

Sus remedios son secretos; Conoce el indio el peligro


los tienen las adivinas; y pierde toda esperanza;
no los conocen las chinas si a escapárselés alcanza
sinó alguna ya muy vieja, dispara como una liebre;
y es la que los aconseja, le da delirios la fiebre
con mil embustes, la indina. y ya le cain con la lanza.

Allí soporta el paciente Esas fiebres son terribles,


las terribles curaciones, y aunque de esto no disputo
pues a golpes y estrujones ni de saber me reputo,
son los remedios aquellos; será, decíamos nosotros,
lo agarran de los cabellos de tanta carne de potro
y le arrancan los mechones. como comen estos brutos.

Les hacen mil herejías Había un gringuito cautivo


que el presenciarlas da horror; que siempre hablaba del barco
brama el indio de dolor y lo augaron en un charco.
por los tormentos que pasa, por causante de la peste;
y untándolo todo en grasa tenía los ojos celestes
lo ponen a hervir al sol. como potrillito zarco.

© Pehuén Editores, 2001 ) 56 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Que le dieran esa muerte Iba creciendo la plaga


dispuso una china vieja; y la mortandá seguía;
y aunque se aflige y se queja, a su lado nos tenía
es inútil que resista; cuidándolo con pacencia,
Ponía el infeliz la vista pero acabó su asistencia
como la pone la oveja. al fin de unos pocos días.

Nosotros nos alejamos El recuerdo me atormenta,


para no ver tanto estrago; se renueva mi pesar;
Cruz sentía los amagos me dan ganas de llorar,
de la peste que reinaba, nada a mis penas igualo;
y la idea nos acosaba Cruz también cayó muy malo
de volver a nuestros pagos. ya para no levantar.

Pero contra el plan mejor Todos pueden figurarse


el destino se rebela: cuánto tuve que sufrir;
¡la sangre se me congela! yo no hacía sinó gemir,
el que nos había salvado y aumentaba mi aflición
cayó también atacado no saber una oración
de la fiebre y la virgüela. pa ayudarlo a bien morir.

No podíamos dudar Se le pasmó la virgüela,


al verlo en tal padecer y el pobre estaba en un grito;
el fin que había de tener me recomendó un hijito
y Cruz, que era tan humano, que en su pago había dejado
«vamos».–me dijo–, «paisano, «Ha quedado abandonado,
a cumplir con un deber.» »me dijo, aquel pobrecito.

Fuimos a estar a su lado »Si vuelve, búsquemelo,


para ayudarlo a curar; »me repetía a media voz,
lo vinieron a buscar »en el mundo éramos dos,
y hacerle como a los otros; »pues él ya no tiene madre:
lo defendimos nosotros, »que sepa el fin de su padre
no lo dejamos lanciar. »y encomiende mi alma a Dios.»

© Pehuén Editores, 2001 ) 57 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Lo apretaba contra el pecho Andaba de toldo en toldo


dominao por el dolor; y todo me fastidiaba;
era su pena mayor el pesar me dominaba,
el morir allá entre infieles; y entregao al sentimiento,
sufriendo dolores crueles se me hacía cada momento
entregó su alma al Criador. óir a Cruz que me llamaba.

De rodillas a su lado Cual más, cual menos, los criollos


yo lo encomendé a Jesús; saben lo que es amargura;
faltó a mis ojos la luz, en mi triste desventura
tube un terrible desmayo; no encontraba otro consuelo
cái como herido del rayo que ir a tirarine en el suelo
cuando lo vi muerto a Cruz. al lao de su sepoltura.
VII Allí pasaba las horas
Aquel bravo compañero sin haber naides conmigo,
en mis brazos espiró; teniendo a Dios por testigo,
hombre que tanto sirvió, y mis pensamientos fijos
varón que fue tan prudente, en mi mujer y mis hijos,
por humano y por valiente en mi pago y en mi amigo.
en el desierto murió.

Y yo, con mis propias manos, Privado de tantos bienes


yo mesmo lo sepulté; y perdido en tierra ajena
a Dios por su alma rogué, parece que se encadena
de dolor el pecho lleno, el tiempo y que no pasara,
y humedeció aquel terreno como si el sol se parara
el llanto que redamé. a contemplar tanta pena.

Cumplí con mi obligación; Sin saber qué hacer de mí


no hay falta de que me acuse, y entregado a mi aflición,
ni deber de que me escuse, estando allí una ocasión
aunque de dolor sucumba: del lado que venía el viento
allá señala su tumba oí unos tristes lamentos
una cruz que yo le puse. que llamaron mi atención.

© Pehuén Editores, 2001 ) 58 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

No son raros los quejidos Cauteloso me acerqué


en los toldos del salvaje, a un indio que estaba al lao,
pues aquel es vandalaje porque el pampa es desconfiao
donde no se arregla nada siempre de todo cristiano,
sinó a lanza y puñalada, y vi que tenía en la mano
a bolazos y a coraje. el rebenque ensangrentao.

No preciso juramento, VIII


deben creerle a Martín Fierro: Más tarde supe por ella,
ha visto en ese destierro de manera positiva,
a un salvaje que se irrita que dentro una comitiva
degollar una chinita de pampas a su partido,
y tirársela a los perros. mataron a su marido
y la llevaron cautiva.
He presenciado martirios,
he visto muchas crueldades, En tan dura servidumbre
crímenes y atrocidades hacían dos años que estaba;
que el cristiano no imagina; un hijito que llevaba
pues ni el indio ni la china a su lado lo tenía;
sabe lo que son piedades. la china la aborrecía
tratándola como esclava.
Quise curiosiar los llantos
Deseaba para escaparse
que llegaban hasta mí;
hacer una tentativa,
al punto me dirigí
pues a la infeliz cautiva
al lugar de ande venían. naides la va a redimir,
¡Me horrorisa todavía
y allí tiene que sufrir
el cuadro que descubrí!
el tormento mientras viva.
Era una infeliz mujer Aquella china perversa,
que estaba de sangre llena, dende el punto que llegó,
y como una Madalena crueldá y orgullo mostró
lloraba con toda gana; porque el indio era valiente;
conocí que era cristiana usaba un collar de dientes
y esto me dio mayor pena. de cristianos que él mató.

© Pehuén Editores, 2001 ) 59 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

La mandaba trabajar, Aunque esto parezca estraño,


poniendo cerca a su hijito, ninguno lo ponga en duda:
tiritando y dando gritos entre aquella gente ruda,
por la mañana temprano, en su bárbara torpeza,
atado de pies y manos es gala que la cabeza
lo mesmo que un corderito. se les forme puntiaguda.

Ansí le imponía tarea Aquella china malvada


de juntar leña y sembrar que tanto la aborrecía
viendo a su hijito llorar; empezó a decir un día,
y hasta que no terminaba, porque falleció una hermana,
la china no la dejaba que sin duda la cristiana
que le diera de mamar. le había echado brujería.

Cuando no tenían trabajo El indio la sacó al campo


la emprestaban a otra china. y la empezó a amenazar:
«Naides, decía, se imagina que le había de confesar,
ni es capaz de presumir si la brujería era cierta;
cuánto tiene que sufrir o que la iba a castigar
la infeliz que está cautiva.» hasta que quedara muerta.

Si ven crecido a su hijito, Llora la pobre afligida,


como de piedá no entienden, pero el indio, en su rigor,
y a súplicas nunca atienden, le arrebató con furor
cuando no es éste es el otro, al hijo de entre sus brazos,
sese lo quitan y lo venden y del primer rebencazo
o lo cambian por un potro. la hizo crugir de dolor.

En la crianza de los suyos Que aquel salvaje tan cruel


son bárbaros por demás; azotándolá seguía;
no lo había visto jamás: más y más se enfurecía
en una tabla los atan, cuanto más la castigaba,
los crían ansí, y les achatan y la infeliz se atajaba
la cabeza por detrás. los golpes como podía.

© Pehuén Editores, 2001 ) 60 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Que le gritó muy furioso: Alzó los ojos al cielo,


«Confechando no querés»; en sus lágrimas bañada;
la dió vuelta de un revés, tenía las manos atadas;
y por colmar su amargura, su tormento estaba claro;
a su tierna criatura y me clavó una mirada
se la degolló a los pies. como pidiéndome amparo.

«Es increíble, me decía, Yo no sé lo que pasó


que tanta fiereza esista; en mi pecho en ese istante;
no habrá madre que resista; estaba el indio arrogante
aquel salvaje inclemente con una cara feroz:
cometió tranquilamente para entendernos los dos
aquel crimen a mi vista.» la mirada fue bastante.
Esos horrores tremendos
no los inventa el cristiano: Pegó un brinco como un gato
«ese bárbaro inhumano, y me ganó la distancia;
sollozando me lo dijo, aprovechó esa ganancia
me amarró luego las manos como fiera cazadora,
con las tripitas de mi hijo.» desató las boliadoras
y aguardó con vigilancia.
IX
De ella fueron los lamentos Aunque yo iba de curioso
que en mi soledá escuché; y no por buscar contienda,
en cuanto al punto llegué al pingo le até la rienda,
quedé enterado de todo; eché mano, dende luego,
al mirarla de aquel modo a éste que no yerra fuego,
ni un istante tutubié. y ya se armó la tremenda.

Toda cubierta de sangre El peligro en que me hallaba


aquella infeliz cautiva, al momento conocí;
tenía dende abajo arriba nos mantuvimos ansí,
la marca de los lazazos; me miraba y lo miraba;
sus trapos hechos pedazos yo al indio le desconfiaba
mostraban la carne viva. y él me desconfiaba a mí.

© Pehuén Editores, 2001 ) 61 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Se debe ser precabido Y como el tiempo pasaba


cuando el indio se agasape: y aquel asunto me urgía,
en esa postura el tape viendo que él no se movía,
vale por cuatro o por cinco: me fui medio de soslayo
como el tigre es para el brinco como a agarrarle el caballo
y fácil que a uno lo atrape. a ver si se me venía.

Peligro era atropellar Ansi fue, no aguardó más,


y era peligro el juir y me atropelló el salvaje;
y más peligro seguir es preciso que se ataje
esperando de este modo, quien con el indio pelee;
pues otros podían venir el miedo de verse a pie
y carniarme allí entre todos. aumentaba su coraje.

A juerza de precaucion En la dentrada no más


muchas veces he salvado, me largó un par de bolazos:
pues en un trance apurado uno me tocó en un brazo;
es mortal cualquier descuido; si me da bien me lo quiebra,
si Cruz hubiera vivido pues las bolas son de piedra
no habría tenido cuidado. y vienen como balazo.

Un hombre junto con otro A la primer puñalada


en valor y en juerza crece; el pampa se hizo un ovillo:
el temor desaparece, era el salvaje más pillo
escapa de cualquier trampa: que he visto en mis correrías,
entre dos, no digo a un pampa, y, a más de las picardías,
a la tribu si se ofrece. arisco para el cuchillo.

En tamaña incertidumbre, Las bolas las manejaba


en trance tan apurado, aquel bruto con destreza,
no podía, por de contado, las recogía con presteza
escaparme de otra suerte, y me las volvía a largar,
sinó dando al indio muerte haciéndomelás silbar
o quedando allí estirado. arriba de la cabeza.

© Pehuén Editores, 2001 ) 62 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Aquel indio, como todos, ¡Bendito Dios poderoso!


era cauteloso... ¡aijuna! Quién te puede comprender
Ahí me valió la fortuna cuando a una débil mujer
de que peliando se apotra: le diste en esa ocasión
me amenazaba con una la juerza que en un varón
y me largaba con otra. tal vez no pudiera haber.

Me sucedió una desgracia Esa infeliz tan llorosa


en aquel percance amargo; viendo el peligro se anima;
en momentos que lo cargo como una flecha se arrima
y que él reculando va, y, olvidando su aflición,
me enredé en el chiripa le pegó al indio un tirón
y caí tirao largo a largo. que me lo sacó de encima.

Ni pa encomendarme a Dios Ausilio tan generoso


tiempo el salvaje me dio; me libertó del apuro;
cuanto en el suelo me vio si no es ella, de siguro
me saltó con ligereza: que el indio me sacrifica,
juntito de la cabeza y mi valor se duplica
el bolazo retumbó. con un ejemplo tan puro.

Ni por respeto al cuchillo En cuanto me enderecé


dejó el indio de apretarme; nos volvimos a topar;
allí pretende ultimarme no se podía descansar
sin dejarme levantar, y me chorriaba el sudor;
y no me daba lugar en un apuro mayor
ni siquiera a enderezarme. jamás me he vuelto a encontrar.

De balde quiero moverme; Tampoco yo le daba alce,


aquel indio no me suelta; como deben suponer;
como persona resuelta, se había aumentao mi quehacer
toda mi juerza ejecuto, para impedir que el brutazo
pero abajo de aquel bruto le pegara algún bolazo,
no podía ni darme güelta. de rabia, a aquella mujer.

© Pehuén Editores, 2001 ) 63 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

La bola en manos del indio En cuanto trastabilló,


es terrible y muy ligera; más de firme lo cargue,
hace de ella lo que quiera, y aunque de nuevo hizo pie
saltando como una cabra: lo perdió aquella pisada,
mudos, sin decir palabra, pues en esa atropellada
peliábamos como fieras. en dos partes lo corté.

Aquel duelo en el desierto Al sentirse lastimao


nunca jamás se me olvida; se puso medio afligido;
iba jugando la vida pero era indio decidido,
con tan terrible enemigo, su valor no se quebranta;
teniendo allí de testigo le salían de la garganta
a una mujer afligida. como uná especie de aullidos.

Cuanto él más se enfurecía, Lastimao en la cabeza,


yo más me empiezo a calmar; la sangre lo enceguecía;
mientras no logra matar de otra herida le salía
el indio no se desfoga; haciendo un charco ande estaba;
al fin le corté una soga con los pies la chapaliaba
y lo empecé a aventajar. sin aflojar todavía.

Me hizo sonar las costillas Tres figuras imponentes


de un bolazo aquel maldito; formábamos aquel terno:
y al tiempo que le di un grito ella en su dolor materno,
y le dentro como bala, yo con la lengua dejuera
pisa el indio y se refala y el salvaje, como fiera
en el cuerpo del chiquito. disparada del infierno.

Para esplicar el misterio Iba conociendo el indio


es muy escasa mi cencia: que tocaban a degüello;
lo castigó, en mi concencia, se le erizaba el cabello
su Divina Majestá: y los ojos revolvía;
donde no hay casualidá los labios se le perdían
suele estar la Providencia. cuando iba a tomar resuello.

© Pehuén Editores, 2001 ) 64 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

En una nueva dentrada X


le pegué un golpe sentido, Dende ese punto era juerza
y al verse ya mal herido, abandonar el desierto,
aquel indio furibundo
pues me hubieran descubierto,
lanzó un terrible alarido
y, aunque lo maté en pelea,
que retumbó como un ruido
de fijo que me lancean
si se sacudiera el mundo.
por vengar al indio muerto.
Al fin de tanto lidiar,
en el cuchillo lo alcé, A la afiigida cautiva
en peso lo levanté mi caballo le ofrecí:
aquel hijo del desierto, era un pingo que alquirí,
ensartado lo llevé, y dondequiera que estaba
y allá recién lo largué en cuanto yo lo silbaba
cuando ya lo sentí muerto. venía a refregarse en mí.

Me persiné dando gracias Yo me le senté al del pampa;


de haber salvado la vida; era un escuro tapao,
aquella pobre afligida, cuando me hallo bien montao
de rodillas en el suelo, de mis casillas me salgo;
alzó sus ojos al cielo y era un pingo como galgo,
sollozando dolorida. que sabía correr boliao.

Me hinqué también a su lado Para correr en el campo


a dar gracias a mi santo: no hallaba ningún tropiezo:
en su dolor y quebranto los ejercitan en eso
ella, a la madre de Dios, y los ponen como luz,
le pide, en su triste llanto, de dentrarle a un avestruz
que nos ampare a los dos. y boliar bajo el percuezo.
Se alzó con pausa de leona El pampa educa al caballo
cuando acabó de implorar, como para un entrevero;
y sin dejar de llorar como rayo es de ligero
envolvió en unos trapitos en cuanto el indio lo toca;
los pedazos de su hijito y, como trompo, en la boca
que yo le ayudé a juntar. de güeltas sobre de un cuero.

© Pehuén Editores, 2001 ) 65 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Lo varea en la madrugada; Ansí todo el que procure


jamás falta a este deber; tener un pingo modelo,
luego lo enseña a correr lo ha de cuidar con desvelo,
entre fangos y guadales; y debe impedir también
¡ansina esos animales el que de golpes le den
es cuanto se puede ver! o tironén en el suelo.

En el caballo de un pampa Muchos quieren dominarlo


no hay peligro de rodar con el rigor y el azote,
¡jué pucha! y pa disparar y si ven al chafalote
es pingo que no se cansa; que tiene trazas de malo,
con prolijidá lo amansa lo embraman en algún palo
sin dejarlo corcobiar. hasta que se descogote.

Pa quitarle las cosquillas Todos se vuelven pretestos


con cuidao lo manosea; y güeltas para ensillarlo:
horas enteras emplea, dicen que es por quebrantarlo,
y, por fin, sólo lo deja mas comprende cualquier bobo
cuando agacha las orejas que es de miedo del corcovo
y ya el potro ni cocea. y no quieren confesarlo.

Jamás le sacude un golpe El animal yeguarizo


Porque lo trata al bagual (perdónemné esta alvertencia)
con pacencia sin igual; es de mucha conocencia
al domarlo no le pega, y tiene mucho sentido;
hasta que al fin se le entrega es animal consentido:
ya dócil el animal. lo cautiva la pacencia.

Y aunque yo sobre los bastos Aventaja a los demás


me sé sacudir el polvo, el que estas cosas entienda;
a esa costumbre me amoldo; es bueno que el hombre aprienda,
con pacencia lo manejan pues hay pocos domadores,
y al día siguiente lo dejan muchos frangoyadores
rienda arriba junto al toldo. que andan de bozal y rienda.

© Pehuén Editores, 2001 ) 66 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Me vine, como les digo, Todo es cielo y horizonte


trayendo esa compañera, en inmenso campo verde!
marchamos la noche entera, ¡pobre de aquel que se pierde
haciendo nuestro camino o que su rumbo estravea!
sin más rumbo que el destino, Si alguien cruzarlo desea,
que nos llevara andequiera. este consejo recuerde.

Al muerto, en un pajonal Marque su rumbo de día


había tratao de enterrarlo, con toda fidelidá;
y, después de maniobrarlo, marche con puntualidá
lo tapé bien con las pajas, siguiéndolo con fijeza,
para llevar de ventaja y, si duerme, la cabeza
lo que emplearan en hallarlo. ponga para el lao que va.

En notando nuestra ausencia Oserve con todo esmero


nos habían de perseguir, adonde el sol aparece,
y, al decidirme a venir, si hay neblina y le entorpece
con todo mi corazón y no lo puede oservar,
hice la resolución guárdesé de caminar,
de peliar hasta morir. pues quien se pierde perece.

Es un peligro muy serio Dios les dio istintos sutiles


cruzar juyendo el desierto: a toditos los mortales;
muchísimos de hambre han muerto, el hombre es uno de tales,
pues en tal desasosiego y en las llanuras aquellas
no se puede ni hacer fuego lo guían el sol, las estrellas,
para no ser descubierto. el viento y los animales.

Sólo el albitrio del hombre Para ocultarnos de día


puede ayudarlo a salvar, a la vista del salvaje,
no hay auxilio que esperar, ganábamos un paraje
sólo de Dios hay amparo: en que algún abrigo hubiera,
en el desierto es muy raro a esperar que anocheciera
que uno se pueda escapar. para seguir nuestro viaje.

© Pehuén Editores, 2001 ) 67 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Penurias de toda clase Concluyo esta relación,


y miserias padecimos; ya no puedo continuar,
varias veces no comimos permitanmé descansar.
o comimos carne cruda; están mis hijos presentes,
en otras, no tengan duda, y yo ansioso por que cuenten
y con reices nos mantuvimos. lo que tengan que contar.

Después de mucho sufrir XI


tan peligrosa inquietú, Y mientras que tomo un trago
alcanzamos con salú pa refrescar el garguero
a divisar una sierra, y mientras tiempla el muchacho
y al fin pisamos la tierra y prepara su estrumento,
en donde crece el ombú. les contaré de qué modo
tuvo lugar el encuentro.
Nueva pena sintió el pecho Me acerqué a algunas estancias
por Cruz, en aquel paraje, por saber algo de cierto,
en humilde vasallaje creyendo que en tantos años
a la majestá infinita esto se hubiera compuesto;
besé esta tierra bendita pero cuanto saqué en limpio
que ya no pisa el salvaje. fue que estábamos lo mesmo.
Ansí me dejaba andar
Al fin la misericordia haciendomé el chancho rengo,
de Dios nos quiso amparar; porque no me convenía
es preciso soportar revolver el avispero;
los trabajos con costancia: pues no inorarán ustedes
alcanzamos a una estancia que en cuentas con el gobierno
después de tanto penar. tarde o temprano lo llaman
al pobre a hacer arreglo.
Áhi mesmo me despedí Pero al fin tuve la suerte
de mi infeliz compañera de hallar un amigo viejo,
«Me voy –le dije– andequiera que de todo me informó,
aunque el gobierno, y por él supe al momento
pues infierno por infierno que el Juez que me perseguía
prefiero el de la frontera» hacía tiempo que era muerto:

© Pehuén Editores, 2001 ) 68 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

por culpa suya he pasado fue suya toda la culpa,


diez años de sufrimiento porque ocasionó el suceso.
y no son poco diez años Que ya no hablaban tampoco,
para quien ya llega a viejo. me lo dijo muy de cierto,
Y los he pasado ansí, de cuando con la partida
si en mi cuenta no me yerro: llegué a tener el encuentro.
tres años en la frontera, Esa vez me defendí
dos como gaucho matrero, como estaba en mi derecho,
y cinco allá entre los indios porque fueron a prenderme
hacen los diez que yo cuento. de noche y en campo abierto.
Me dijo, a más, ese amigo Se me acercaron con armas,
que anduviera sin recelo, y sin darrne voz de preso,
que todo estaba tranquilo, me amenazaron a gritos,
que no perseguía el Gobierno, de un modo que daba miedo,
que ya naides se acordaba que iban arreglar mis cuentas,
de la muerte del moreno, tratándome de matrero,
aunque si yo lo maté y no era el jefe el que hablaba,
mucha culpa tuvo el negro. sinó un cualquiera de entre ellos.
Estuve un poco imprudente, Y ese, me parece a mí,
puede ser, yo lo confieso, no es modo de hacer arreglos,
pero él me precipitó ni con el que es inocente,
porque me cortó primero; ni con el culpable menos.
y a más me cortó en la cara, Con semejantes noticias
que es un asunto muy serio. yo me puse muy contento
Me asiguró el mesmo amigo y me presenté ande quiera
que ya no había ni el recuerdo como otros pueden hacerlo.
de aquel que en la pulpería De mis hijos he encontrado
lo dejé mostrando el sebo. sólo a dos hasta el momento;
Él de engréido me buscó y de ese encuentro feliz
yo ninguna culpa tengo; le doy las gracias al cielo.
el mesmo vino a peliarme, A todos cuantos hablaba
y tal vez me hubiera muerto les preguntaba por ellos,
si le tengo más confianza mas no me daba ninguno
o soy un poco más lerdo; razón de su paradero.

© Pehuén Editores, 2001 ) 69 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Casualmente el otro día fue a parar medio muriendo,


llegó a mi conocimiento, Y en ese abismo de males
de una carrera muy grande falleció al muy poco tiempo.
entre varios estancieros; Les juro, que de esa pérdida
y fui como uno de tantos, jamás he de hallar consuelo;
aunque no llevaba un medio. muchas lágrimas me cuesta
No faltaba, ya se entiende, dende que supe el suceso;
en aquel gauchaje imnenso mas dejemos cosas tristes,
muchos que ya conocían aunque alegrías no tengo;
la historia de Martín Fierro; me parece que el muchacho
y allí estaban los muchachos ha templao y está dispuesto,
cuidando unos parejeros. vamos a ver que tal lo hace,
Cuando me oyeron nombrar y juzgar su desempeño.
se vinieron al momento, Ustedes no los conocen,
diciéndome quiénes eran, yo tengo confianza en ellos
aunque no me conocieron, no porque lleven mi sangre
porque venía muy aindiao (eso fuera lo de menos)
y me encontraban muy viejo. sino porque dende chicos
La junción de los abrazos, han vivido padeciendo;
de los llantos y los besos los dos son aficionados,
se deja pa las mujeres, les gusta jugar con fuego,
como que entienden el juego; vamos a verlos correr.
pero el hombre que comprende son cojos... hijos de rengo.
que todos hacen lo mesmo,
en público canta y baila,
abraza y llora en secreto.
Lo único que me han contado
es que mi mujer ha muerto;
que en procuras de un muchacho
se fue la infeliz al pueblo,
donde infinitas miserias
habrá sufrido por cierto;
que, por fin, a un hospital

© Pehuén Editores, 2001 ) 70 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

No le merman el rigor
los mesmos que lo socorren;
tal vez porque no se borren
los decretos del destino,
de todas partes lo corren
como ternero dañino.

Y vive como los bichos


EL HIJO MAYOR DE MARTÍN FIERRO buscando alguna rendija;
el güérfano es sanbandija
que no encuentra compasión,
XII y el que anda sin direción
es guitarra sin clavija.
LA PENITENCIARÍA
Aunque el gajo se parece Sentiré que cuanto digo
al árbol de donde sale, a algún oyente le cuadre;
solía decirlo mi madre ni casa tenía, ni madre,
y en su razón estoy fijo: ni parentela, ni hermanos;
«jamás puede hablar el hijo y todos limpian sus manos
con la autoridá del padre.» en el que vive sin padre.

Recordarán que quedamos Lo cruza este de un lazazo,


sin tener donde abrigarnos; lo abomba aquel de un moquete,
ni ramada ande ganarnos, otro le busca el cachete,
ni rincón ande meternos, y entre tanto soportar,
ni camisa que ponernos, suele a veces no encontrar
ni poncho con que taparnos. ni quien le arroje un soquete.

Dichoso aquel que no sabe Si lo recogen lo tratan


lo que es vivir sin amparo; con la mayor rigidez;
yo con verdá les declaro, piensan que es mucho tal vez,
aunque es por demás sabido: cuando ya muestra el pellejo,
dende chiquito he vivido si le dan un trapo viejo
en el mayor desamparo. pa cubrir su desnudez.

© Pehuén Editores, 2001 ) 71 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Me crié, pues, como les digo, Declararon otros dos


desnudo a veces y hambriento; sobre el caso del dijunto;
me ganaba mi sustento, mas no se aclaró el asunto,
y ansi los años pasaban; y el juez, por darlas de listo,
al ser hombre me esperaban «amarrados, como un Cristo,
otra clase de tormentos. nos dijo, irán todos juntos».

Pido a todos que no olviden «A la justicia ordinaria


lo que les voy a decir, voy a mandar a los tres».
en la escuela del sufrir Tenía razón aquel juez,
he tomado mis leciones, y cuantos ansi amenacen:
y hecho muchas refleciones ordinaria... es como la hacen,
dende que empecé a vivir. lo he conocido después.

Si alguna falta cometo Nos remitió, como digo,


la motiva mi inorancia; a esa justicia ordinaria,
no vengo con arrogancia y fuimos con la sumaria
y les diré en conclusión a esa cárcel de malevos
que trabajando de pion que por un bautismo nuevo
me encontraba en una estancia. le llaman Penitenciaria.

El que manda siempre puede El por qué tiene ese nombre


hacerle al pobre un calvario; naides me lo dijo a mi,
a un vecino propietario mas yo me lo esplico ansí:
un boyero le mataron, le dirán Penitenciaria
y aunque a mí me lo achacaron por la penitencia diaria
salió cierto en el sumario. que se sufre estando allí.

Piensen los hombres honrados Criollo que caí en desgracia


en la vergüenza y la pena tiene que sufrir no poco;
de que tendría la alma llena naides lo ampara tampoco
al verme ya tan temprano si no cuenta con recursos;
igual a los que sus manos el gringo es de más discurso:
con el crimen envenenan. cuando mata se hace el loco.

© Pehuén Editores, 2001 ) 72 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

No sé el tiempo que corrió El más altivo varón


en aquella sepoltura; y de cormillo gastao
si de ajuera no lo apuran, allí se vería agobiao
el asunto va con pausa; y su corazón marchito,
tienen la presa sigura al encontrarse encerrao
y dejan dormir la causa. a solas con su delito.

Inora el preso a qué lado En esa cárcel no hay toros,


se inclinará la balanza; allí todos son corderos;
pero es tanto la tardanza no puede el más altanero,
que yo les digo por mí: al verse entre aquellas rejas,
el hombre que dentre allí sino amujar las orejas
deje afuera la esperanza. y sufrir callao su encierro.

Sin perfecionar las leyes Y digo a cuantos inoran


perfecionan el rigor; el rigor de aquellas penas,
sospecho que el inventor yo que sufrí las cadenas
habrá sido algún maldito: del destino y su inclemencia:
por grande que sea un delito que aprovechen la esperencia,
aquella pena es mayor. del mal en cabeza ajena.

Eso es para quebrantar ¡Ay madres, las que dirigen


el corazón más altivo. al hijo de sus entrañas!
Los llaveros son pasivos, no piensen que las engaña
pero más secos y duros ni que les habla un falsario;
tal vez que los mesmos muros lo que es el ser presidario
en que uno gime cautivo. no lo sabe la campaña.

No es en grillos ni en cadenas Hijas, esposas, hermanas,


en lo que usté penará cuantas quieren a un varón,
sinó en una soledá díganles que esa prisión
y un silencio tan profundo es un infierno temido,
que parece que en el mundo donde no se oye más ruido
es el único que está. que el latir del corazón.

© Pehuén Editores, 2001 ) 73 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Allá el día no tiene sol, En mi madre, en mis hermanos,


la noche no tiene estrellas; en todo pensaba yo;
sin que le valgan querellas al hombre que allí dentro
encerrao lo purifican; de memoria más ingrata,
y sus lágrimas salpican fielmente se le retrata
en las paredes aquellas. todo cuanto ajuera vio.

En soledá tan terrible Aquel que ha vivido libre


de su pecho oye el latido: de cruzar por donde quiera
lo sé, porque lo he sufrido se aflige y se desespera
y créamelo el aulitorio; de encontrarse allí cautivo;
tal vez en el purgatorio es un tormento muy vivo
las almas hagan más ruido. que abate la alma más fiera.

Cuenta esas horas eternas En esa estrecha prisión


para más atormentarse; sin poderme conformar,
su lágrima al redamarse no cesaba de esclamar:
calcula en sus aficiones, ¡Qué diera yo por tener
contando sus pulsaciones, un caballo en que montar
lo que dilata en secarse. y una pampa en que correr!

Allí se amansa el más bravo; En un lamento costante


allí se duebla el más juerte; se encuentra siempre embreteao;
el silencio es de tal suerte que, el castigo han inventao
cuando llegue a venir, de encerrarlo en las tinieblas,
hasta se le han de sentir y allí está como amarrao
las pisadas a la muerte. a un fierro que no se duebla.

Adentro mesmo del hombre No hay un pensamiento triste


se hace una revolución: que al preso no lo atormente;
metido en esa prisión, bajo un dolor permanente
de tanto no mirar nada, agacha al fin la cabeza,
le hace y queda grabada porque siempre es la tristeza
la idea de la perfeción. hermana de un mal presente.

© Pehuén Editores, 2001 ) 74 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Vierten lágrimas sus ojos Viene primero el furor,


pero su pena no alivia. después la melancolía;
En esa costante lidia en mi angustia no tenía
sin un momento de calma, otro alivio ni consuelo
contempla, con los del alma, sino regar aquel suelo
felicidades que envidia. con lágrimas noche y día.

Ningún consuelo penetra A visitar otros presos


detrás de aquellas murallas; sus familias solían ir;
el varón de más agallas, naides me visitó a mí
aunque más duro que un perno, mientras estuve encerrado;
metido en aquel infierno ¡quién iba a costiarse allí
sufre, gime, llora y calla. a ver un desamparado
¡Bendito sea el carcelero
Del furor el corazón que tiene buen corazón!
se le quiere reventar, Yo sé que esta bendición
pero no hay sinó aguantar pocos pueden alcanzarla,
aunque sosiego no alcance; pues si tienen compasión
¡dichoso en tan duro trance su deber es ocultarla.
aquel que sabe rezar!
jamás mi lengua podrá
Dirige a Dios su plegaria espresar cuánto he sufrido;
el que sabe una oración; en ese encierro metido,
en esa tribulación llaves, paredes, cerrojos,
gime olvidado del mundo, se graban tanto en los ojos
y el dolor es más projundo que uno los ve hasta dormido.
cuando no halla compasión.
........................ .............................
En tan crueles pesadumbres, El mate no se permite,
en tan duro padecer, no le permiten hablar,
empezaba a encanecer no le permiten cantar
después de muy pocos meses; para aliviar su dolor,
allí lamenté mil veces y hasta el terrible rigor
no haber aprendido a ler. de no dejarlo fumar.

© Pehuén Editores, 2001 ) 75 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

La justicia muy severa Y es muy severa la ley


suele rayar en crueldá; que por un crimen o un vicio
sufre el pobre que allí somete al hombre a un suplicio
está calenturas y delirios, el más tremendo y atroz,
pues no esiste pior martirio privado de un beneficio
que esa eterna soledá. que ha recebido de Dios.

Conversamos con las rejas La soledá causa espanto,


por sólo el gusto de hablar; el silencio causa horror,
pero nos mandan callar ese continuo terror
y es preciso conformarnos, es el tormento más duro,
pues no se debe irritar y en un presidio siguro
a quien puede castigarnos. está de más tal rigor.

Sin poder decir palabra Inora uno si de allí


sufre en silencio sus males, saldrá pa la sepoltura:
y uno en condiciones tales el que se halla en desventura
se convierte en animal, busca a su lado otro ser:
privao del don principal pues siempre es bueno
que Dios hizo a los mortales. tener compañeros de amargura.

Yo no alcanzo a comprender Otro más sabio podrá


por qué motivo será, encontrar razón mejor,
que el preso privado está yo no soy rebuscador,
de los dones más preciosos y ésta me sirve de luz:
que el justo Dios bondadoso se la dieron al Señor
otorgó a la humanidá. al clavarlo en una cruz.

Pues que de todos los bienes Y en las projundas tinieblas


(en mi inorancia lo infiero) en que mi razón esiste,
que le dió al hombre altanero mi corazón se resiste
su Divina Majestá, a ese tormento sin nombre,
la palabra es el primero, pues el hombre alegra al hombre,
el segundo es la amistá. y el hablar consuela al triste.

© Pehuén Editores, 2001 ) 76 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Grábenló como en la piedra


cuanto he dicho en este canto;
y aunque yo he sufrido tanto
debo confesarlo aquí:
el hombre que manda allí
es poco menos que un santo.

Y son buenos los demás,


a su ejemplo se manejan;
pero por eso no dejan
las cosas de ser tremendas; EL HIJO SEGUNDO DE MARTÍN FIERRO
piensen todos y compriendan
el sentido de mis quejas.
XIII
Y guarden en su memoria Lo que les voy a decir
con toda puntualidá ninguno lo ponga en duda,
lo que con tal ciaridá y aunque la cosa es peluda,
les acabo de decir; haré la resolución;
mucho tendrán que sufrir es ladino el corazón
si no cren en mi verdá. pero la lengua no ayuda.

Y si atienden mis palabras El rigor de las desdichas


no habrá calabozos llenos; hemos soportao diez años,
manéjensé como buenos; peregrinando entre estraños
no olviden esto jamás: sin tener donde vivir,
aquí no hay razón de más; y obligados a sufrir
mas bien las puse de menos, una máquina de daños.

Y con esto me despido; El que vive de ese modo


todos han de perdonar; de todos es tributario;
ninguno debe olvidar falta el cabeza primario,
la historia de un desgraciado: y los hijos que él sustenta
quien ha vivido encerrado se dispersan como cuentas
poco tiene que contar. cuando se corta el rosario.

© Pehuén Editores, 2001 ) 77 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Yo anduve ansi como todos, Tomó un recuento de todo


hasta que al fin de sus días porque entendía su papel,
supo mi suerte una tía y después que aquel pastel
y me recogió a su lado; lo tuvo bien amasao,
allí viví sosegado puse al frente un encargao
y de nada carecía. y a mí me llevó con él.

No tenía cuidado alguno Muy pronto estuvo mi poncho


ni que trabajar tampoco; lo mesmo que cernidor,
y como muchacho loco el chiripá estaba pior,
lo pasaba de holgazán; y aunque para el frío soy guapo,
con razón dice el refrán ya no me quedaba un trapo
que lo bueno dura poco. ni pa el frío, ni pa el calor.
En tan triste desabrigo,
En mí todo su cuidado tras de un mes iba otro mes;
y su cariño ponía; guardaba silencio el juez,
como a un hijo me quería la miseria me invadía;
con cariño verdadero me acordaba de mí tía,
y me nombró de heredero al verme en tal desnudés.
de los bienes que tenía.
No sé decir con fijeza
El juez vino sin tardanza el tiempo que pasé allí;
cuanto falleció la vieja. y después de andar ansí,
«De los bienes que te deja», como moro sin señor,
me dijo, «yo he de cuidar: pasé a poder del tutor
»es un rodeo regular que debía cuidar de mí.
»y dos majadas de ovejas».
XIV
Era hombre de mucha labia, Me llevó consigo un viejo
con más leyes que un dotor. que pronto mostró la hilacha:
Me dijo: «vos sos menor dejaba ver por la facha
»y por los años que tienes, que era medio cimarrón;
»no podés manejar bienes, muy renegao, muy ladrón,
»voy a nombrarte un tutor». y le llamaban Viscacha.

© Pehuén Editores, 2001 ) 78 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Lo que el juez iba buscando La echaba de comedido;


sospecho y no me equivoco; en las trasquilas, lo viera,
pero este punto no toco se ponía como una fiera
ni su secreto averiguo: si cortaban una oveja;
mi tutor era un antiguo pero de alzarse no deja
de los que ya quedan pocos. un vellón o unas tijeras.

Viejo lleno de camándulas, Una vez me dió una soba


con un empaque a lo toro; que me hizo pedir socorro,
andaba siempre en un moro, porque lastimé un cachorro
metido en no sé qué enriedos, en el rancho de unas vascas;
con las patas como loro, y al irse se alzó unas guascas;
de estribar entre los dedos. para eso era como zorro.

Andaba rodiao de perros, ¡Aijuna! dije entre mí;


que era todo su placer, me has dao esta pesadumbre:
jamás dejó de tener ya verás cuanto vislumbre
menos de media docena; una ocasión medio güena;
mataba vacas ajenas te he de quitar la costumbre
para darles de comer. de cerdiar yeguas ajenas.

Carniábamos noche a noche Porque maté una viscacha


alguna res en el pago; otra vez me reprendió;
y, dejando allí el resago, se lo vine a contar yo;
alzaba en ancas el cuero, y no bien se lo hube dicho,
que se lo vendía a un pulpero «ni me nuembres ese bicho»
por yerba, tabaco y trago. me dijo, y se me enojó.

¡Ah, viejo más comerciante Al verlo tan irritao


en mi vida lo he encontraos hallé prudente callar;
con ese cuero robao éste me va a castigar,
él arreglaba el pastel, dije entre mí, si se agravia:
y allí entre el pulpero y él ya vi que les tenía rabia
se estendía el certificao. y no las volví a nombrar.

© Pehuén Editores, 2001 ) 79 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Una tarde halló una punta Ese fue el hombre que estuvo
de yeguas medio bichocas; encargao de mi destino;
después que voltió unas pocas siempre anduvo en mal camino,
las cerdiaba con empeño; y todo aquel vecinario
yo vide venir al dueño decía que era un perdulario,
pero me callé la boca. insufrible de dañino.

Al verlo tan irritao Cuando el juez me lo nombró


hallé prudente cambiar; al dármeló de tutor,
éste me va a castigar, me dijo que era un señor
dije entre mi, si se agravia: el que me debía cuidar,
ya vi que les tenía rabia enseñarme a trabajar
y no las volví a nombrar. y darme la educación.

El hombre venía jurioso Pero qué había de aprender


y nos cayó como un rayo; al lao de ese viejo paco
se descolgó del caballo que vivía como el chucaco
revolcando el arriador, en los bañaos, como el tero;
y lo cruzó de un lazaso un haragán, un ratero,
áhi no más a mi tutor. y más chillón que un barraco.

No atinaba don Viscacha Tampoco tenía más bienes


a qué lado disparar, ni propiedá conocida
hasta que logró montar, que una carreta podrida
y de miedo del chicote, y las paredes sin techo
se lo apretó hasta el cogote, de un rancho medio deshecho,
sin pararse a contestar. que le servía de guarida.

Ustedes crerán tal vez Después de las trasnochadas


que el viejo se curaría: allí venía a descansar;
no, señores, lo que hacía yo desiaba aviriguar
con más cuidado, dende entonces, lo que tubiera escondido,
era maniarlas de día pero nunca había podido
para cerdiar a la noche. pues no me dejaba entrar.

© Pehuén Editores, 2001 ) 80 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Yo tenía unas jergas viejas Me parece que lo veo


que habían sido más peludas; con su poncho calamaco;
y con mis carnes desnudas, después de echar un buen taco
el viejo, que era una fiera, ansí principiaba a hablar:
me echaba a dormir ajuera «Jamás llegués a parar
con unas heladas crudas. a donde veás perros flacos».

Cuando mozo fue casao «El primer cuidao del hombre


aunque yo lo desconfío; es defender el pellejo;
y decía un amigo mío que, llévate de mi consejo,
de arrebatao y malo, fíjáte bien lo que hablo:
mató a su mujer de un palo el diablo sabe por diablo
porque le dio un mate frío. pero más sabe por viejo».
Y viudo por tal motivo
nunca se volvió a casar; «Hácete amigo del juez,
no era fácil encontrar no le des de qué quejarse;
ninguna que lo quisiera: y cuando quiera enojarse
todas temerían llevar vos te debés encojer
la suerte de la primera. pues siempre es güeno tener
palenque ande ir a rascarse».
Soñaba siempre con ella,
sin duda por su delito, «Nunca le llevés la contra
y decía el viejo maldito porque él manda la gavilla;
el tiempo que estuvo enfermo allí sentao en su silla
que ella dende el mesmo infierno ningún güey le sale bravo:
lo estaba llamando a gritos. a uno le da con el clavo
y a otro con la cantramilla».
XV
Siempre andaba retobao, «El hombre, hasta el más soberbio,
con ninguno solía hablar; con más espinas que un tala,
se divertía en escarbar aflueja andando en la mala
y hacer marcas con el dedo; y es blanco como manteca:
cuanto se ponía en pedo y hasta la hacienda baguala
me empezaba aconsejar. cai al jagüel en la seca».

© Pehuén Editores, 2001 ) 81 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

«No andés cambiando de cueva, «El que gana su comida,


hace las que hace el ratón: bueno es que en silencio coma;
consérvate en el rincón ansina, vos ni por broma
en que empesó tu esistencia: querrás llamar la atención:
vaca que cambia querencia nunca escapa el cimarrón
se atrasa en la parición». si dispara por la loma».

Y menudiando los tragos «Yo voy donde me conviene


aquel viejo como cerro, y jamás me descarrío;
«no olvidés, me decía, Fierro, llévate el ejemplo mío,
que el hombre no debe crer y llenarás la barriga;
en lágrimas de mujer aprendé de las hormigas:
ni en la renguera del perro». no van a un noque vacío».

«No te debés afligir « A naides tengás envidia


aunque el mundo se desplome: es muy triste el envidiar;
lo que más precisa el hombre cuando veás a otro ganar
tener, según yo discurro, a estorbarlo no te metas:
es la memoria del burro cada lechón en su teta
que nunca olvida ande come». es el modo de mamar».

«Dejá que caliente el horno «Ansí se alimentan muchos


el dueño del amasijo; mientras los pobres lo pagan;
lo que es yo, nunca me aflijo como el cordero hay quien lo haga
y a todito me hago el sordo: en la puntita, no niego;
el cerdo vive tan gordo pero otros, como el borrego,
y se come hasta los hijos». toda entera se la tragan».

«El zorro que ya es corrido, «Si buscas vivir tanquilo


dende lejos la olfatea; dedicáte a solteriar;
no se apure quien desea mas si te querés casar,
hacer lo que le aproveche: con esta alvertencia sea:
la vaca que más rumea que es muy difícil guardar
es la que da mejor leche». prenda que otros codicean.»

© Pehuén Editores, 2001 ) 82 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

«Es un bicho la mujer «Vos sos pollo, y te convienen


que yo aquí no lo destapo toditas estas razones;
siempre quiere al hombre guapo, mis consejos y leciones
mas fijáte en la eleción; no eches nunca en el olvido;
porque tiene el corazón en las riñas he aprendido
como barriga de sapo.» a no peliar sin puyones.»

Y gangoso con la tranca, Con estos consejos y otros,


me solía decir: «Potrillo, que yo en mi memoria encierro
recién te apunta el cormillo, y que aquí no desentierro,
mas te lo dice un toruno: educándome seguía,
no dejés que hombre ninguno hasta que al fin se dormía,
te gane el lao del cuchillo.» mesturao entre los perros.

«Las armas son necesarias XVI


pero naides sabe cuándo; Cuando el viejo cayó enfermo,
ansina, si andás pasiando, viendo yo que se empioraba,
y de noche sobre todo, y que esperanza no daba
debes llevarlo de modo de mejorarse siquiera,
que al salir, salga cortando.» le truje una culandrera
a ver si lo mejoraba.
«Los que no saben guardar
En cuanto lo vio me dijo:
son pobres aunque trabajen;
«Este no aguanta el sogazo;
nunca, por más que se atajen,
»muy poco le doy de plazo;
se librarán del cimbrón:
»nos va a dar un espetáculo,
al que nace barrigón
»porque debajo del brazo
es al ñudo que lo fajen.»
le ha salido un tabernáculo.»
«Donde los vientos me llevan Dice el refrán que en la tropa
allí estoy como en mi centro; nunca falta un güey corneta;
cuando una tristeza encuentro uno que estaba en la puerta
tomo un trago pa alegrarme: le pegó el grito ahí no más:
a mí me gusta mojarme «Tabernáculo... qué bruto;
por ajuera y por adentro.» «un tubérculo, dirás.»

© Pehuén Editores, 2001 ) 83 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Al verse ansí interrumpido Allá pasamos los dos


al punto dijo el cantor: noches terribles de invierno;
«No me parece ocasión él maldecía al Padre Eterno
»de meterse los de ajuera, como a los santos benditos,
»tabernáculo, señor, pidiéndole al diablo a gritos
»le decía la culandrera.» que lo llevara al infierno.

El de ajuera repitió Debe ser grande la culpa


dándolé otro chaguarazo; que a tal punto mortifica;
«Allá va un nuevo bolazo, cuando vía una reliquia
»copo y se lo gano en puerta: se ponía como azogado,
»a las mujeres que curan como si a un endemoniado
»se les llama curanderas.» le echaran agua bendita

No es bueno, dijo el cantor, Nunca me le puse a tiro,


muchas manos en un plato, pues era de mala entraña;
y diré al que ese barato y viendo herejía tamaña,
ha tomao de entremetido, si alguna cosa le daba,
que no créia haber venido de lejos se la alcanzaba
a hablar entre literatos. en la punta de una caña.

Y para seguir contando Será mejor, decía ya,


la historia de mi tutor que abandonado lo deje,
le pediré a ese dotor que blafeme y que se queje
que en mi inorancia me deje, y que siga de esta suerte,
pues siempre encuentra el que teje hasta que venga la muerte
otro mejor tejedor. y cargue con este hereje.

Seguía enfermo como digo, Cuando ya no pudo hablar


cada vez más emperrao; le até en la mano un cencerro,
yo estaba ya acobardao y al ver cercano su entierro,
y lo espiaba dende lejos: arañando las paredes
era la boca del viejo espiró allí, entre los perros
la boca de un condenao. y este servidor de ustedes.

© Pehuén Editores, 2001 ) 84 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

XVII «Dios lo ampare al pobresito,


Le cobré un miedo terrible dijo en seguida un tercero,
después que lo vi dijunto; siempre robaba carneros,
llamé al alcalde, y al punto, en eso tenía destreza:
acompañado se vino enterraba las cabezas
de tres o cuatro vecinos después vendía los cueros.»
a arreglar aquel asunto.
«Y qué costumbre tenía;
«Anima bendita», cuando en el jogón estaba,
dijo un viejo medio ladiao; con el mate se agarraba
que Dios lo haiga perdonao, estando los piones juntos,
»es todo cuanto deseo: yo tayo, decía, y apunto,
»le conocí un pastoreo y a ninguno convidaba.»
»de terneritos robaos.»
«Si ensartaba algún asao
«Ansina es, dijo el alcalde, ¡pobre! ¡como si lo viese!
con eso empezó a poblar; poco antes de que estuviese
yo nunca podré olvidar primero lo maldecía,
las travesuras que hizo; luego después lo escupía
hasta que al fin fue preciso para que naides comiese.»
que le privasen carniar.»
«Quien le quitó esa costumbre
«De mozo fue muy jinete,
de escupir al asador
no lo bajaba un bagual;
fué un mulato resertor
pa ensillar un animal
que andaba de amigo suyo,
sin necesitar de otro,
un diablo, muy peliador,
se encerraba en el corral
que le llamaban Barullo.»
y allí galopiaba el potro.»

«Se llevaba mal con todos; «Una noche que les hizo
era su costumbre vieja como estaba acostumbrao,
el mesturar las ovejas, se alzó el mulato enojao,
pues al hacer el aparte y le grito: «viejo indino,
sacaba la mejor parte »yo te he de enseñar, cochino,
y después venía con quejas.» »a echar saliva al asao.»

© Pehuén Editores, 2001 ) 85 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

«Lo saltó por sobre el juego Salieron lazos, cabrestos,


con el cuchillo en la mano; coyundas y maniadores,
¡la pucha, el pardo liviano! una punta de arriadores,
en la mesma atropellada cinchones, maneas, torzales,
le largó una puñalada una porción de bozales
que la quitó otro paisano.» y un montón de tiradores.

«Y ya caliente Barullo, Había riendas de domar,


quiso seguir la chacota: frenos y estribos quebraos;
se le había erizao la mota bolas, espuelas, recaos,
lo que empezó la reyerta: unas pavas, unas ollas,
el viejo ganó la puerta y un gran manojo de argollas
y apeló a las de gaviota.» de cinchas que había cortao.

«De esa costumbre maldita Salieron varios cencerros,


dende entonces se curó; alesnas, lonjas, cuchillos,
a las casas no volvió, unos cuantos cojinillos,
se metió en un cicutal, un alto de jergas viejas,
y allí escondido pasó muchas, botas desparejas
esa noche sin cenar.» y una infinidad de anillos.

Esto hablaban los presentes; Había tarros de sardinas,


y yo que estaba a su lao, unos cueros de venao,
al oír lo que he relatao, unos ponchos aujeriaos,
aunque él era un perdulario, y en tan tremendo entrevero
dije entre mí: «¡qué rosario apareció hasta un tintero,
le están resando al finao!» que se perdió en el juzgao.

Luego comenzó el alcalde Decía el alcalde muy serio:


a registrar cuanto había, «Es poco cuanto se diga;
sacando mil chucherías »había sido como hormiga,
y guascas y trapos viejos, »he de darle parte al juez,
temeridá de trebejos »y que me venga después
que para nada servían. »con que no se los persiga.»

© Pehuén Editores, 2001 ) 86 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Yo estaba medio azorao XVIII


de ver lo que sucedía; Se largaron como he dicho
entre ellos mesmos decían a disponer el entierro;
que unas prendas eran suyas, cuando me acuerdo, me aterro:
pero a mí me parecía me puse a llorar a gritos
que esas eran aleluyas. al verme allí tan solito
con el finao y los perros.
Y cuando ya no tubieron
rincón donde registrar, Me saqué el escapulario,
cansaos de tanto huroniar se lo colgué al pecador,
y de trabajar de balde, y como hay en el Señor
vámosnós, dijo el alcalde, misericordia infinita,
»luego lo haré sepultar.» rogué por la alma bendita
del que antes jué mi tutor.
Y aunque mi padre no era
el dueño de ese hormiguero, No se calmaba mi duelo
él allí muy cariñero, de verme tan solitario;
me dijo con muy buen modo: ahí le champurrié un rosario
«Vos serás el heredero como si juera mi padre,
»y te harás cargo de todo.» besando el escapulario
que me había puesto mi madre.
«Se ha de arreglar este asunto Madre mía, gritaba yo,
»como es preciso que sea; dónde andarás padeciendo;
»voy a nombrar albacea el llanto que estoy virtiendo
»uno de los circunstantes, lo redamarías por mí,
»las cosas no son, como antes, si vieras a tu hijo aquí
»tan enredadas y feas.» todo lo que está sufriendo.
¡Bendito Dios! pensé yo: Y mientras ansí clamaba
ando como un pordiosero, sin poderme consolar,
y me nuembran heredero los perros, para aumentar
de toditas estas guascas: Más mi miedo y mi tormento,
quisiera saber primero en aquel mesmo momento
lo que se han hecho mis vacas! se pusieron a llorar.

© Pehuén Editores, 2001 ) 87 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Libre Dios a los presentes Tal vez yo tuve la culpa


de que sufran otro tanto; porque de asustao me fuí;
con el muerto y esos llantos supe después que volví,
les juro que falta poco y asigurárselós puedo,
para que me vuelva loco que los vecinos, de miedo,
en medio de tanto espanto. no pasaban por allí.
Decían entonces las viejas, Hizo del rancho guarida
como que eran sabedoras, la sabandija más sucia;
que los perros cuando lloran el cuerpo se despeluza
es porque ven al demonio; y hasta la razón se altera:
yo créia en el testimonio pasaba la noche entera
como cre siempre el que inora. chillando allí una lechuza.
Áhi dejé que los ratones Por mucho tiempo no pude
comieran el guasquerío; saber lo que me pasaba;
y como anda a su albedrío los trapitos con que andaba
todo el que güérfano queda, eran puras hojarascas;
alzando lo que era mío todas las noches soñaba
abandoné aquella cueva. con viejos, perros y guascas.
..................................................... XIX
Supe después que esa tarde Anduve a mi voluntá
vino un pion y lo enterró, como moro sin señor;
ninguno lo acompañó ese fué el tiempo mejor
ni lo velaron siquiera; que yo he pasado tal vez:
y al otro día amaneció de miedo de otro tutor
con una mano dejuera. ni aporté por lo del juez.

Y me ha contado además «Yo cuidaré, me había dicho,


el gaucho que hizo el entierro »de lo de tu propiedá;
(al recordarlo me aterro, »todo se conservará,
me da pavor este asunto) »el vacuno y los rebaños
que la mano del dijunto »hasta que cumplás treinta años
se la había comido un perro. »en que seás mayor de edá.»

© Pehuén Editores, 2001 ) 88 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y aguardando que llegase Tuve recelos y miedos


el tiempo que la ley fija, pero al fin me disolví:
pobre como lagartija, hice coraje y me fuí
y sin respetar a naides, donde el adivino estaba,
anduve cruzando al aire y por ver si me curaba
como bola sin manija. cuanto llevaba le dí.

Me hice hombre de esa manera Me puse al contar mis penas


bajo el más duro rigor; más calorao que un tomate,
sufriendo tanto dolor y se me añudó el gaznate
muchas cosas aprendí; cuando dijo el ermitaño:
y, por fin, vítima fuí «Hermano, le han hecho daño
del más desdichado amor. »y se lo han hecho en un mate.»

De tantas alternativas «Por verse libre de usté


ésta es la parte peluda; »lo habrán querido embrujar.
infeliz y sin ayuda » Después me empezó a pasar
fue estremado mi delirio, una pluma de avestruz
y causaban mi martirio y me dijo: «de la Cruz
los desdenes de una viuda. »recibí el don de curar.»

Llora el hombre ingratitudes «Debes maldecir, me dijo,


sin tener un jundamento, »a todos tus conocidos,
acusa sin miramiento »ansina el que te ha ofendido
a la que el mal le ocasiona, »pronto estará descubierto,
y tal vez en su persona »y deben ser maldecidos
no hay ningún merecimiento. »tanto vivos como muertos.»

Cuando yo más padecía Y me recetó que hincao


la crueldá de mi destino, en un trapo de la viuda
rogando al poder divino frente a una planta de ruda
que del dolor me separe, hiciera mis oraciones,
me hablaron de un adivino diciendo: «no tengás duda,
que curaba esos pesares. »eso cura las pasiones.»

© Pehuén Editores, 2001 ) 89 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

A la viuda en cuanto pude «Y tené fe en el remedio,


un trapo le manotié; »pues la cencia no es chacota;
busqué la ruda y al pie, »de esto no entendés ni jota;
puesto en cruz, hice mi reso; »sin que ninguno sospeche
pero, amigos, ni por eso »cortále a un negro tres motas
de mis males me curé. »y hacélas hervir en leche.»
Yo andaba ya desconfiando
Me recetó otra ocasión
de la curación maldita,
que comiera abrojo chico:
y dije: «éste no me quita
el remedio no me esplico,
»la pasión que me domina;
mas, por desechar el mal,
»Pues que viva la gallina
al ñudo en un abrojal
»aunque sea con la pepita.»
fí a ensangrentarme el hocico.
Ansí me dejaba andar,
Y con tanta medecina hasta que en una ocasión,
me parecía que sanaba; el cura me echó un sermón,
por momentos se aliviaba para curarme, sin duda,
un poco mi padecer, diciendo que aquella viuda
mas si a la viuda encontraba era hija de confisión.
volvía la pasión a arder.
Y me dijo estas palabras
Otra vez que consulté que nunca las he olvidao:
su saber estrordinario, «Has de saber que el finao
»ordenó en su testamento
recibió bien su salario,
»que naides de casamiento
y me recetó aquel pillo
»le hablara, en lo sucesivo,
que me colgase tres grillos
»y ella prestó el juramento
ensartaos como rosario.
»mientras él estaba vivo.»
Por fin, la última ocasión, «Y es preciso que lo cumpla,
que por mi mal lo fí a ver, »porque ansí lo manda Dios.
me dijo: «No, mi saber »Es necesario que vos
»no ha perdido su virtú: »no la vuelvas a buscar,
»yo te daré la salú, »porque si llega a faltar
»no triunfará esa mujer.» »se condenarán los dos.»

© Pehuén Editores, 2001 ) 90 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Con semejante alvertencia había durado la ausencia,


se completo mi redota; y al hallarse nuevamente
le vi los pies a la sota, era su alegría completa.
y me le alejé a la viuda En ese mesmo momento,
más curao que con la ruda, uno que vino de afuera,
con los grillos y las motas. a tomar parte con ellos
suplicó que lo almitieran.
Después me contó un amigo Era un mozo forastero
que al juez le había dicho el cura; de muy regular presencia,
«Que yo era un cabeza dura y hacía poco que en el pago
»y que era un mozo perdido, andaba dando sus güeltas;
»que me echaran del partido, aseguraban algunos que
»que no tenía compostura.» venía de la frontera,
que había pelao a un pulpero
Tal vez por ese consejo, en las últimas carreras,
y sin que más causa hubiera, pero andaba despilchao,
ni que otro motivo diera, no traía una prenda buena;
me agarraron redepente un recadito cantor
y en el primer contingente daba fe de sus pobrezas.
me echaron a la frontera. Le pidió la bendición
al que causaba la fiesta,
De andar persiguiendo viudas y sin decirles su nombre
me he curado del deseo; les declaró con franqueza
en mil penurias me veo, que el nombre de Picardía es
mas pienso volver, tal vez, el único que lleva,
a ver si sabe aquel juez y para contar su historia
lo que se ha hecho mi rodeo. a todos pide licencia,
diciéndoles que en seguida
XX iban a saber quién era:
Martín Fierro y sus dos hijos, tomó al punto la guitarra,
entre tanta concurrencia, la gente se puso atenta,
siguieron con alegría y ansí cantó Picardía
celebrando aquella fiesta. en cuanto templó las cuerdas.
Diez años, los más terribles,

© Pehuén Editores, 2001 ) 91 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

XXI pero todo el día eran quejas


y guascazos a lo loco,
y no me daba tampoco
PICARDÍA siquiera unas jergas viejas.
Voy a contarles mi historia
perdónenme tanta charla, Dende la alba hasta la noche,
y les diré al principiarla, en el campo me tenía;
aunque es triste hacerlo así, cordero que se moría,
a mi madre la perdí mil veces me sucedió,
antes de saber llorarla. los caranchos lo comían
pero lo pagaba yo.
Me quedé en el desamparo, De trato tan riguroso
y al hombre que me dió el ser muy pronto me acobardé;
no lo pude conocer; el bonete me apreté
ansí, pues, dende chiquito buscando mejores fines,
volé como un pajarito y con unos volantines
en busca de qué comer. me fuí para Santa Fe.
O por causa del servicio El pruebista principal
que a tanta gente destierra, a enseñarme me tomó,
o por causa de la guerra, y ya iba aprendiendo yo
que es causa bastante seria, a bailar en la maroma;
los hijos de la miseria mas me hicieron una broma
son muchos en esta tierra. y aquello me indijustó.

Ansí, por ella empujado, Una vez que iba bailando,


no sé las cosas que haría, porque estaba el calzón roto,
y, aunque con vergüenza mía, armaron tanto alboroto
debo hacer esta alvertencia: que me hicieron perder pie:
siendo mi madre Inocencia, de la cuerda me largué
me llamaban Picardía. y casi me descogoto.

Me llevó a su lado un hombre Ansi me encontré de nuevo


para cuidar las ovejas, sin saber dónde meterme;

© Pehuén Editores, 2001 ) 92 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

y ya pensaba volverme, se hincaba cerca de mí


cuando, por fortuna mía, como el ángel de la guarda;
me salieron unas tías ¡pícara! y era la parda
que quisieron recogerme. la que me tentaba ansí.

Con aquella parentela, «Rezá, me dijo mi tía,


para mí desconocida, »Artílos de la Fe».
me acomodé ya en seguida; Quise hablar y me atoré;
y eran muy buenas señoras, la dificulta me aflige;
pero las más rezadoras miré a la parda, y ya dije
que he visto en toda mi vida. «Artículos de Santa Fe».

Con el toque de oración Me acomodó el coscorrón


ya principiaba el rosario; que estaba viendo venir;
noche a noche un calendario yo me quise corregir,
tenían ellas que decir, a la mulata miré,
y a rezar solían venir y otra vez volví a decir
muchas de aquel vecinario. «Artículos de Santa Fe».

Lo que allí me aconteció Sin dificultá ninguna


siempre lo he de recordar, rezaba todito el día,
pues me empiezo a equivocar y a la noche no podía
y a cada paso refalo, ni con un trabajo inmenso;
como si me entrara el Malo es por eso que yo pienso
cuanto me hincaba a rezar. que alguno me tentaría.

Era como tentación Una noche de tormenta,


lo que yo esperimenté; vi a la parda y me entró chucho;
y jamás olvidaré cuánto los ojos, me asusté mucho,
tuve que sufrir, eran como refocilo:
porque no podía decir al nombrar a San Camilo,
«Artículos de la Fe». le dije San Camilucho.

Tenía al lao una mulata Esta me da con el pie,


que era nativa de allí; aquella otra con el codo;

© Pehuén Editores, 2001 ) 93 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

¡ah viejas! por ese modo, XXII


aunque de corazón tierno, Anduve como pelota
yo las mandaba al infierno y más pobre que una rata;
con oraciones y todo. cuando empecé a ganar plata
se armó no sé qué barullo,
Otra vez, que como siempre y yo dije: a tu tierra, grullo,
la parda me perseguía, aunque sea con una pata.
cuando yo acordé, mis tías
me habían sacao un mechón Eran duros y bastantes
al pedir la estirpación los años que allá pasaron;
de todas las herejías. con lo que ellos me enseñaron
formaba mi capital;
Aquella parda maldita cuanto vine me enrolaron
me tenía miedo afligido, en la Guardia Nacional.
y ansí, me había sucedido,
que al decir estirpación Me había ejercitao al naipe,
le acomodé entripación, el juego era mi carrera;
y me cayeron sin ruido. hice alianza verdadera
y arreglé una trapisonda
El recuerdo y el dolor con el dueño de una fonda
me duraron muchos días; que entraba en la peladera.
soñé con las herejías Me ocupaba con esmero
que andaban por estirpar, en floriar una baraja:
y pedía siempre al rezar él la guardaba en la caja,
la estirpación de mis tías. en paquetes, como nueva;
y la media arroba lleva
Y dale siempre rosarios, quien conoce la ventaja.
noche a noche y sin cesar,
dale siempre barajar Comete un error inmenso
salves, trisagios y credos: quien de la suerte presuma,
me aburrí de esos enriedos otro más hábil lo fuma,
y al fin me mandé mudar. en un dos por tres lo pela;
y lo larga que no vuela
porque le falta una pluma.

© Pehuén Editores, 2001 ) 94 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Con un socio que lo entiende El contrario abre los suyos,


se arinan partidas muy buenas; pero nada ve el que es ciego;
queda allí la plata ajena, dándose soga, muy luego
quedan prendas y botones; se deja pescar el tonto:
siempre cain a esas riuniones todo chapetón cree pronto
sonzos con las manos llenas. que sabe mucho en el juego.

Hay muchas trampas legales, Hay hombres muy inocentes


recursos del jugador; y que a las carpetas van;
no cualquiera es sabedor cuando asariados están,
a lo que un naipe se presta: les pasa infinitas veces,
con una cincha bien puesta pierden en puertas y en treses,
se la pega uno al mejor. y dándolés, mamarán.

Deja a veces ver la boca El que no sabe, no gana


haciendo el que se descuida; aunque ruegue a Santa Rita;
juega el otro hasta la vida, en la carpeta a un mulita
y es siguro que se ensarta, se le conoce al sentarse;
porque uno muestra una carta y conmigo, era matarse,
y tiene otra prevenida. no podían ni a la manchita.

Al monte, las precauciones En el nueve y otros juegos


no han de olvidarse jamás; llevo ventaja no poca;
debe afirmarse además y siempre que dar me toca,
los dedos para el trabajo, el mal no tiene remedio
y buscar asiento bajo porque sé sacar del medio
que le dé la luz de atrás. y sentar la de la boca.

Pa tayar, tome la luz, En el truco, al más pintao


dé la sombra al alversario, solía ponerlo en apuro;
acomódesé al contrario cuando aventajar procuro,
en todo juego cartiao: sé tener, como fajadas,
tener ojo ejercitao tiro a tiro el as de espadas,
es siempre muy necesario. o flor, o envite seguro.

© Pehuén Editores, 2001 ) 95 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Yo sé defender mi plata Es un vicio de mal fin,


y lo hago como el primero; el de jugar, no lo niego;
el que ha de jugar dinero todo el que vive del juego
preciso es que no se atonte; anda a la pesca de un bobo,
si se armaba una de monte, y es sabido que es un robo
tomaba parte el fondero. ponerse a jugarle a un ciego.

Un pastel, como un paquete, Y esto digo claramente


sé llevarlo con limpieza, porque he dejao de jugar;
dende que a salir empiezan y les puedo asigurar,
no hay carta que no recuerde: como que fui del oficio:
sé cuál se gana o se pierde más cuesta aprender un vicio
en cuanto cain a la mesa. que aprender a trabajar.

También por estas jugadas XXIII


suele uno verse en aprietos; Un nápoles mercachifle
mas yo no me comprometo que andaba con un arpista,
porque sin hacerlo con arte, cayó también en la lista
y aunque les corra el descarte sin dificulta ninguna:
no se descubre el secreto. lo agarré a la treinta y una
y le daba bola vista.
Si me llamaban al dao,
Se vino haciendo el chiquito,
nunca me solía faltar
por sacarme esa ventaja;
un cargado que largar,
en el pantano se encaja,
un cruzao para el más vivo;
aunque robo se le hacía:
y hasta atracarles un chivo
lo cegó Santa Lucía
sin dejarlos maliciar.
y desocupó las cajas.
Cargaba bien una taba Lo hubieran visto afligido
porque la sé manejar; llorar por las chucherías;
no era manco en el billar, «ma gañao con picardía»
y, por fin de lo que esplico, decía el gringo y lagrimiaba,
digo que hasta con pichicos mientras yo en un poncho
era capaz de jugar. alzaba todita su merchería.

© Pehuén Editores, 2001 ) 96 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Quedó allí aliviao del peso En recorrer el partido


sollozando sin consuelo, continuamente se empleaba,
había caído en el anzuelo, ningún malevo agarraba,
tal vez porque era domingo, pero tráia en un carguero
y esa calidá de gringo gallinas, pavos, corderos
no tiene santo en el cielo. que por áhi recoletaba.

Pero poco aproveché No se debía permitir


de fatura tan lucida: el abuso a tal estremo:
el diablo no se descuida, mes a mes hacía lo mesmo,
y a mi me seguía la pista y ansí decía el vecindario:
un ñato muy enredista «este ñato perdulario
que era Oficial de partida. »ha resucitao el diezmo».

Se me presentó a esigir La echaba de guitarrero


la multa en que había incurrido, y hasta de concertador
que el juego esta a prohibido, sentao en el mostrador
que iba a llevarme al cuartel; lo hallé una noche cantando
tuve que partir con él y le dije: «co... mo... quiando
todo lo que había alquirido. con ganas de óir un cantor».

Empecé a tomarlo entre ojos Me echó el ñato una mirada


por esa albitrariedá; que me quiso devorar,
yo había ganao, es verdá, mas no dejó de cantar
con recursos, eso si; y se hizo el desentendido,
pero él me ganaba a mí Pero ya había conocido
fundao en su autoridá. que no lo podía pasar.

Decían que por un delito Una tarde que me hallaba


mucho tiempo anduvo mal; de visita... vino el ñato,
un amigo servicial y para darle un mal rato
lo compuso con el Juez, dije fuerte: «Ña... to... ribia
y poco tiempo después »no cebe con la agua tibia»
lo pusieron de Oficial. y me la entendió el mulato.

© Pehuén Editores, 2001 ) 97 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Era el todo en el Juzgao, Yo véia que aquel maldito


Y como que se achocó me miraba con rencor,
áhi no más me contestó: buscando el caso mejor
«cuanto el caso se presiente de podenne echar el pial;
»te he de hacer tomar caliente y no vive más el lial
»y has de saber quién soy yo.» que lo que quiere el traidor.

Por causa de una mujer No hay matrero que no caiga,


se enredó más la cuestión: ni arisco que no se amanse;
le tenía el ñato afición, ansí, yo, desde aquel lance
ella era mujer de ley, no salía de algún rincón,
moza con cuerpo de güey, tirao como el San Ramón
muy blanda de corazón. después que se pasa el trance.

La hallé una vez de amasijo, XXIV


estaba hecha un embeleso, Me le escapé con trabajo
y le dije: «Me intereso en diversas ocasiones;
»en aliviar sus quehaceres, era de los adulones,
»y ansí, señora, si quiere me puso mal con el Juez;
»yo le arrimaré los güesos.» hasta que, al fin, una vez
me agarró en las eleciones.
Estaba el ñato presente,
Ricuerdo que esa ocasión
sentado como de adorno;
andaban listas diversas;
por evitar un trastorno
las opiniones dispersas
ella, al ver que se dijusta,
no se podían arreglar
me contestó: «si usté gusta
decían que el Juez, por triunfar,
»arrímelós junto al horno.»
hacía cosas muy perversas.
Áhi se enredó la madeja Cuando se riunió la gente
y su enemistá conmigo; vino a proclamarla el ñato;
se declaró mi enemigo, diciendo, con aparato,
y por aquel cumplimiento «que todo andaría muy mal,
ya sólo buscó el momento »si pretendía cada cual
de hacerme dar un castigo. »votar por un candilato.»

© Pehuén Editores, 2001 ) 98 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y quiso al punto quitarme Injusticia tan notoria


la lista que yo llevé; no la soporté de flojo;
mas yo se la mesquiné una venda de mis ojos
y ya me gritó... «Anarquista vino el suceso a voltiar
»has de votar por la lista vi que teníamos que andar
»que ha mandao el Comiqué.» como perro con tramojo.
Me dio vergüenza de verme
tratado de esa manera; Dende aquellas eleciones
y como si uno se altera se siguió el batiburrillo;
ya no es fácil de que ablande, aquel se volvió un ovillo
le dije: «mande el que mande del que no había ni noticia:
»yo he de votar por quien quiera.» ¡Es señora la justicia...
y anda en ancas del más pillo.
«En las carpetas de juego
»y en la mesa eletoral
»a todo hombre soy igual; XXV
»respeto al que me respeta Después de muy pocos día,
»pero el naipe y la boleta tal vez por no dar espera
»naides me lo ha de tocar.» y que alguno no se fuera,
hicieron citar la gente
Áhi no más ya me cayó pa riunir un contingente
a sable la polecía; y mandar a la frontera.
aunque era una picardía
me decidí a soportar, Se puso arisco el gauchaje;
y no los quise peliar, la gente está acobardada;
por no perderrne, ese día salió la parda armada,
y trujo como perdices
Atravesao me agarró unos cuantos infelices
y se aprovechó aquel ñato, que entraron en la voltiada.
dende que sufrí ese trato
no dentro donde no quepo: Decía el ñato con soberbia:
fi a jinetiar en el cepo «esta es una indina;
por cuestión de candilatos. »yo los rodié a sordina,

© Pehuén Editores, 2001 ) 99 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

»no pudieron escapar, A OTROS


»y llevaba orden de arriar «¿Cuánto tiempo hace que vos
»todito lo que camina.» andás en este partido?
Cuántas veces has venido
Cuando vino el Comendante a la citación del Juez?
dijieron: «¡Dios nos asista!» No te he visto ni una vez,
Llegó y les clavó la vista, has de ser algún perdido.
yo estaba haciéndome el sonzo,
le echó a cada uno un responso
y ya lo plantó en la lista.
A OTROS
«Este es otro barullero
«Cuadráte, le dijo a un negro, que pasa en la pulpería
te estás haciendo el chiquito predicando noche y día
cuando sos el más maldito y anarquizando a la gente;
que se encuentra en todo el pago; irás en el contingente
un servicio es el que te hago por tamaña picardía.
y por eso te remito.
A OTROS
A OTROS «Dende la anterior remesa
«Vos no cuidás tu familia vos andás medio perdido;
ni le das los menesteres; la autoridá no ha podido
visitás otras mujeres jamás hacerte votar:
y es preciso, calavera, cuando te mandan llamar
que aprendás en la frontera te pasás a otro partido.
a cumplir con tus deberes.
A OTROS
A OTROS «Vos siempre andás de florcita,
«Vos también sos trabajoso; no tenés renta ni oficio;
cuando es preciso votar no has hecho ningún servicio,
hay que mandarte llamar no has votado ni una vez:
y siempre andás medio alzao, marchá... para que dejés
sos un desubordinao de andar haciendo perjuicio.
y yo te voy a filiar.

© Pehuén Editores, 2001 ) 100 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

A OTROS en el mayor desamparo;


«Dáme vos tu papeleta, hay que callarse, o es claro
te la voy a tener, que lo quiebran por el eje.
ésta queda en mi poder,
después la recogerás Dentran después a empeñarse
y ansí si te resertás con este o aquel vecino,
todos te pueden prender. y como en el masculino,
el que menos corre vuela,
deben andar con cautela
A OTROS las pobres, me lo imaginao.
«Vos porque sos ecetuao
ya te querés sulevar; Muchas al juez acudieron
no vinistes a votar por salvar de la jugada;
cuando hubieron elecciones: él les hizo una cuerpiada,
no te valdrán eseciones, y por mostrar su inocencia
Yo te voy a enderezar. les dijo: «Tengan paciencia
»pues yo no puedo hacer nada.»
Y a este por este motivo
Y a otro por otra razón, Ante aquella autoridá
toditos, en conclusión, permanecían suplicantes;
sin que escapara ninguno, y después de hablar bastante,
fueron pasando uno a uno «yo me lavo, dijo el juez,
a juntarse en un rincón. »como Pilatos, los pies:
»esto lo hace el Comendante.»
Y allí las pobres hermanas,
las madres y las esposas De ver tanto desamparo
redamaban cariñosas el corazón se partía;
sus lágrimas de dolor; había madre que salía
pero gemidos de amor con dos, tres hijos o más,
no remedian estas cosas. por delante y por detrás,
y las maletas vacías.
Nada importa que una madre
se desespere o se queje; ¿Dónde irán, pensaba yo,
que un hombre o su mujer deje a perecer de miseria?

© Pehuén Editores, 2001 ) 101 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Las pobres, si de esta feria Me empeñé en aviriguarlo;


hablan mal, tienen razón; promesas hice a Jesús;
pues hay bastante materia tuve, por fin, una luz,
para tan justa aflicción. y supe con alegría
que era el autor de mis días
XXVI el guapo sargento Cruz.
Cuando me llegó mi turno
dije entre mí: «¡ya me toca!» Yo conocía bien su historia
y aunque mi falta era poca, y la tenía muy presente;
no sé por qué me asustaba; sabía que Cruz bravamente,
les asiguro que estaba yendo con una partida,
con el Jesús en la boca. había jugado la vida
por defender a un valiente.
Me dijo que yo era un vago,
un jugador, un perdido; Y hoy ruego a mi Dios piadoso
que dende que fi al partido que lo mantenga en su gloria;
andaba de picaflor; se ha de conservar su historia
que había de ser un bandido en el corazón del hijo:
como mi antesucesor. él al morir me bendijo,
yo bendigo su memoria.
Puede que uno tenga un vicio,
y que de él no se reforme; Yo juré tener enmienda
mas naides está conforme y lo conseguí deveras;
con recibir ese trato: puedo decir andequiera
yo conocí que era el ñato que si faltas he tenido
quien le había dao los informes. de todas me he corregido
dende que supe quién era.
Me dentró curiosidá,
al ver que de esa manera El que sabe ser buen hijo
tan siguro me dijiera a los suyos se parece;
que fue mi padre un bandido; y aquel que a su lado crece
luego lo había conocido, y a su padre no hace honor,
y yo inoraba quién era. como castigo merece
de la desdicha el rigor.

© Pehuén Editores, 2001 ) 102 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Con un empeño costante y el mesmo nunca pagar.


mis faltas supe enmendar; Siempre cubiertos de harapos,
todo conseguí olvidar, siempre desnudos y pobres;
pero, por desgracia mía, nunca le pagan un cobre
el nombre de Picardía no ni le dan jamás un trapo.
me lo pude quitar. Sin sueldo y sin uniforme
lo pasa uno aunque sucumba;
Aquel que tiene buen nombre confórmese con la tumba
muchos dijustos ahorra; y si no... no se conforme.
y entre tanta mazamorra Pues si usté se ensoberbece
no olviden esta alvertencia: o no anda muy voluntario,
aprendí por esperencia le aplican un novenario de estacas...
que el mal nombre no se borra. que lo enloquecen.
Andan como pordioseros,
XXVII sin que un peso los alumbre,
He servido en la frontera, porque han tomao la costumbre
en un cuerpo de milicias; de deberle años enteros.
no por razón de justicia, Siempre hablan de lo que cuesta,
como sirve cualesquiera. que allá se gasta un platal;
La bolilla me tocó pues yo no he visto ni un rial
de ir a pasar malos ratos en lo que duró la fiesta.
por la facultá del ñato, Es servicio estrordinario
que tanto me persiguió. bajo el fusil y la vara,
Y sufrí en aquel infierno sin que sepamos qué cara
esa dura penitencia, le ha dao Dios al comisario.
por una malaquerencia Pues si va a hacer la revista,
de un oficial subalterno. se vuelve como una bala,
No repetiré las quejas es lo mesmo que luz mala
de lo que se sufre allá; para perderse de vista.
son cosas muy dichas ya Y de yapa cuando va,
y hasta olvidadas de viejas. todo parece estudiao:
Siempre el mesmo trabajar, va con meses atrasaos
siempre el mesmo sacrificio, de gente que ya no está.
es siempre el mesmo servicio, Pues ni adrede que lo hagan

© Pehuén Editores, 2001 ) 103 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

podrán hacerlo mejor: es un perejil sin hojas.


cuando cai, cai con la paga Ahora poco ha sucedido,
del contingente anterior. con un inviemo tan crudo,
Porque son como sentencia largarlos a pie y desnudos
para buscar al ausente, pa volver a su partido.
y el pobre que está presente, Y tan duro es lo que pasa,
que perezca en la endigencia. que en aquella situación,
Hasta que tanto aguantar les niegan un mancarrón
el rigor con que lo tratan, para volver a su casa.
o se resierta, o lo matan, ¡Lo tratan como a un infiel!
o lo largan sin pagar. Completan su sacrificio
De ese modo es el pastel, no dándolé ni un papel
porque el gaucho... ya es un hecho, que acredite su servicio.
no tiene ningún derecho, Y tiene que regresar
ni naides vuelve por él. más pobre de lo que jué,
¡La gente vive marchita! por supuesto a la mercé
Si viera, cuando echan tropa, del que lo quiere agarrar.
les vuela a todos la ropa, Y no averigüe después
que parecen banderitas. de los bienes que dejó:
De todos modos lo cargan de hambre, su mujer vendió
y al cabo de tanto andar, por dos lo que vale diez.
cuando lo largan, lo largan Y como están convenidos
como pa echarse a la mar. a jugarle manganeta,
Si alguna prenda le han dao, a reclamar no se meta
se la vuelven a quitar: porque ese es tiempo perdido.
poncho, caballo, recao, Y luego, si a alguna estancia
todo tiene que dejar. a pedir carne se arrima,
Y esos pobres infelices, al punto le cain encima
al volver a su destino, con la ley de la vagancia.
salen como unos Longinos Y ya es tiempo, pienso yo,
sin tener con qué cubrirse. de no dar más contingente;
A mí me daban congojas si el Gobierno quiere gente,
el mirarlos de ese modo, que la pague y se acabó.
pues el más aviao de todos Y saco ansí en conclusión,

© Pehuén Editores, 2001 ) 104 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

en medio de mi inorancia, este pobre penitente,


que aquí el nacer en estancia pero salí de asistente
es como una maldición. y mejoré en cierto modo.
Y digo, aunque no me cuadre Pues aunque esas privaciones
decir lo que naides dijo: causen desesperación,
la Provincia es una madre siempre es mejor el jogón
que no defiende a sus hijos. de aquel que carga galones.
Mueren en alguna loma De entonces en adelante
en defensa de la ley, algo logré mejorar,
o andan lo mesmo que el güey, pues supe hacerme lugar
arando pa que otros coman. al lado del Ayudante.
Y he de decir ansímismo, Él se daba muchos aires;
porque de adentro me brota, pasaba siempre leyendo;
que no tiene patriotismo decían que estaba aprendiendo
quien no cuida al compatriota. pa recebirse de fraile.
Aunque lo pifiaban tanto,
XXVIII jamás lo vi dijustao;
Se me va por donde quiera tenía los ojos paraos
esta lengua del demonio: como los ojos de un Santo.
voy a darles testimonio Muy delicao, dormía en cuja,
de lo que vi en la frontera. y no sé por qué sería;
Yo sé que el único modo, la gente lo aborrecía
a fin de pasarlo bien, y le llamaban LA BRUJA.
es decir a todo amén Jamás hizo otro servicio
y jugarle risa a todo. ni tuvo más comisiones
El que no tiene colchón que recebir las raciones
en cualquier parte se tiende; de víveres y de vicios.
el gato busca el jogón Yo me pasé a su jogón
y ese es mozo que lo entiende. al punto que me sacó,
De aquí comprenderse debe, y ya con él me llevó,
aunque yo hable de este modo, a cumplir su comisión.
que uno busca su acomodo siempre, Estos diablos de milicos
lo mejor que puede. de todo sacan partido:
Lo pasaba como todos cuando nos vían riunidos

© Pehuén Editores, 2001 ) 105 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

se limpiaban los hocicos. las recibe el comandante,


Y decían en los jogones el que de un modo abundante
como por chocarrería sacaba cuanto quería.
«con la Bruja Y Picardía Ansí la cosa liviana,
»van a andar bien las raciones.» va mermada por supuesto;
A mí no me jué tan mal luego se le entrega el resto
pues mi oficial se arreglaba; al oficial de semana.
les diré lo que pasaba ¿Araña, quién te arañó?
sobre este particular. Otra araña como yo.
Decian que estaba de acuerdo Éste le pasa al sargento
la Bruja y el provedor, aquello tan reducido,
y que recebía lo pior... y como hombre prevenido
puede ser, pues no era lerdo. saca siempre con aumento.
Que a más en la cantidá Esta relación no acabo
pegaba otro dentellón, si otra menudencia ensarto;
y que por cada ración el sargento llama al cabo
le entregaban la mitá. para encargarle el reparto.
Y que esto lo hacía del modo Él también saca primero
como lo hace un hombre vivo: y no se sabe turbar:
firmando luego el recibo naides le va a aviriguar
ya se sabe, por el todo. si ha sacado más o menos.
Pero esas murmuraciones Y sufren tanto bocao
no faltan en campamento; y hacen tantas estaciones,
déjenmé seguir mi cuento que ya casi no hay raciones
o historia de las raciones. cuando llegan al soldao.
La Bruja las recebía ¡Todo es como pan bendito!
como se ha dicho, a su modo: Y sucede, de ordinario,
las cargábamos y todo tener que juntarse varios
se entriega en la mayoría. para hacer un pucherito.
Sacan allí en abundancia Dicen que las cosas van
lo que les toca sacar, con arreglo a la ordenanza;
y es justo que han de dejar puede ser; pero no alcanzan
otro tanto de ganancia. ¡tan poquito es lo que dan!
Van luego a la compañía, Algunas veces, yo pienso,

© Pehuén Editores, 2001 ) 106 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

y es muy justo que lo diga, como la encuentra la deja.


sólo llegaban las migas Y se hallan hombres tan malos
que habían quedao en los lienzos. que dicen de buena gana:
Y esplican aquel infierno, «el gaucho es como la lana:
en que uno está medio loco, se limpia y compone a palos.»
diciendo que dan tan poco Y es forzoso el soportar
porque no paga el gobierno. aunque la copa se enllene:
Pero eso yo no lo entiendo, parece que el gaucho
ni a aviriguarlo me meto; tiene algún pecao que pagar.
soy inorante completo;
nada olvido y nada apriendo. XXIX
Tiene uno que soportar Esto contó Picardía
el tratamiento más vil: y después guardó silencio,
a palos en lo civil, mientras todos celebraban
a sable en lo militar. con placer aquel encuentro.
El vistuario es otro infierno; Mas una casualidá,
si lo dan, llega a sus manos como que nunca anda lejos,
en invierno el de verano entre tanta gente blanca
y en el verano el de invierno. llevó también a un moreno,
Y yo el motivo no encuentro, presumido de cantor
ni la razón que esto tiene; y que se tenía por bueno.
mas dicen que eso Y como quien no hace nada,
ya viene arreglao dende adentro. o se descuida de intento
Y es necesario aguantar (pues siempre es muy conocido
el rigor de su destino: todo aquel que busca pleito),
el gaucho no es argentino se sentó con toda calma,
sinó pa hacerlo matar. echó mano al estrumento
Ansí ha de ser, no lo dudo, y ya le pegó un rajido;
y por eso decía un tonto: era fantástico el negro,
«si los han de matar pronto, y para no dejar dudas
»Mejor es que estén desnudos.» medio se compuso el pecho.
Pues esa miseria vieja Todo el mundo conoció
no se remedia jamás; la intención de aquel moreno:
todo el que viene detrás era claro el desafío

© Pehuén Editores, 2001 ) 107 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

dirigido a Martín Fierro, El hombre debe mostrarse


hecho con toda arrogancia, cuando la ocasión le llegue;
de un modo muy altanero. hace mal el que se niegue
Tomó Fierro la guitarra, dende que lo sabe hacer,
pues siempre se halla dispuesto, y muchos suelen tener vanagloria
y ansí cantaron los dos en que los rueguen.
en medio de un gran silencio:
Cuando mozo fui cantor
–es una cosa muy dicha–,
XXX mas la suerte se encapricha
y me persigue costante:
MARTÍN FIERRO de ese tiempo en adelante
Mientras suene el encordao, canté mis propias desdichas.
mientras encuentre el compás, Y aquellos años dichosos
yo no he de quedarme atrás trataré de recordar;
sin defender la parada; veré si puedo olvidar
y he jurado que jamás tan desgraciada mudanza,
me la han de llevar robada. y quien se tenga confianza
tiemple y vamos a cantar.
Atiendan, pues, los oyentes
y cáyensén los mirones; Tiemple y cantaremos juntos,
a todos pido perdones, trasnochadas no acobardan;
pues a la vista resalta los concurrentes aguardan,
que no está libre de falta y por que el tiempo no pierdan,
quien no está de tentaciones. haremos gemir las cuerdas
hasta que las velas no ardan.
A un cantor le llaman bueno,
cuando es mejor que los piores; Y el cantor que se presiente,
y sin ser de los mejores, que tenga o no quien lo ampare,
encontrándose dos juntos, no espere que yo dispare aunque
es deber de los cantores su saber sea mucho;
el cantar de contrapunto. vamos en el mesmo pucho
a prenderle hasta que aclare.

© Pehuén Editores, 2001 ) 108 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y seguiremos si gusta hasta la Providencia divina:


que se vaya el día; en los güevos de gallina
era la costumbre mía el décimo es el más grande.
cantar las noches enteras:
había entonces dondequiera El negro es muy amoroso,
cantores de fantasía. aunque de esto no hace gala;
nada a su cariño iguala
Y si alguno no se atreve ni a su tierna voluntá;
a seguir la caravana, es lo mesmo que el macá:
o si cantando no gana, cría los hijos bajo el ala.
se lo digo sin lisonja: Pero yo he vivido libre
haga sonar una esponja y sin depender de naides;
o ponga cuerdas de lana. siempre he cruzado a los aires
como el pájaro sin nido;
cuanto sé lo he aprendido
EL MORENO porque me lo enseñó un flaire.
Yo no soy, señores míos,
sino un pobre guitarrero; Y sé como cualquier otro
pero doy gracias al cielo el por qué retumba el trueno,
porque puedo, en la ocasión, porqué son las estaciones
toparme con un cantor del verano y del invierno;
que esperimente a este negro. sé también de dónde salen
las aguas que cain del cielo.
Yo también tengo algo blanco,
Yo sé lo que hay en la tierra
pues tengo blancos los dientes;
en llegando al mesmo centro;
sé vivir entre las gentes
en dónde se encuentra el oro,
sin que me tengan en menos:
en dónde se encuentra el fierro,
quien anda en pagos ajenos
y en dónde viven bramando
debe ser manso y prudente.
los volcanes que echan juego.
Mi madre tuvo diez hijos,
Yo sé del fondo del mar
los nueve muy regulares;
donde los pejes nacieron;
tal vez por eso me ampare
yo sé por qué crece el árbol,

© Pehuén Editores, 2001 ) 109 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

por qué silban los vientos; si gusta que le responda,


cosas que inoran los blancos aunque con lenguaje tosco:
las sabe este pobre negro. en leturas no conozco
la jota por ser redonda.
Yo tiro cuando me tiran,
cuando me aflojan, aflojo; MARTÍN FIERRO
no se ha de morir de antojo ¡Ah negro! Si sos tan sabio
quien me convide a cantar: no tengas ningún recelo:
para conocer a un cojo pero has tragao el anzuelo
lo mejor es verlo andar. y, al compás del estrumento,
has de decirme al momento
Y si una falta cometo cuál es el canto del cielo.
en venir a esta riunión
echándolá de cantor, EL MORENO
pido perdón en voz alta, Cuentan que de mi color
pues nunca se halla una falta Dios hizo al hombre primero;
que no esista otra mayor. mas los blancos altaneros,
los mesmos que lo convidan,
De lo que un cantor esplica hasta de nombrarlo olvidan
no falta que aprovechar, y sólo le llaman negro.
y se le debe escuchar
aunque sea negro el que cante: Pinta el blanco negro al diablo,
apriende el que es inorante, y el negro, blanco lo pinta;
y el que es sabio apriende más. blanca la cara o retinta,
no habla en contra ni en favor:
Bajo la frente más negra de los hombres el Criador
hay pensamiento y hay vida; no hizo dos clases distintas.
la gente escuche tranquila,
no me haga ningún reproche: Y después de esta alvertencia,
también es negra la noche que al presente viene a pelo,
y tiene estrellas que brillan. veré, señores, si puedo,
sigún mi escaso saber,
Estoy, pues, a su mandao, con claridá responder
empiece a echarme la sonda cuál es el canto del cielo.

© Pehuén Editores, 2001 ) 110 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Los cielos lloran y cantan mi inorancia no me arredra:


hasta en el mayor silencio; también da chispas la piedra
lloran al cáir el rocío, si la golpea el eslabón.
cantan al silbar los vientos,
lloran cuando cain las aguas, Y le daré una respuesta
cantan cuando brama el trueno. sigun mis pocos alcances:
forman un canto en la tierra
MARTÍN FIERRO el dolor de tanta madre,
Dios hizo al blanco y al negro el gemir de los que mueren
sin declarar los mejores; y el llorar de los que nacen.
les mandó iguales dolores
bajo de una mesma cruz; MARTÍN FIERRO
mas también hizo la luz Moreno, alvierto que trais
pa distinguir los colores. bien dispuesta la garganta:
sos varon, y no me espanta
Ansí ninguno se agravie; verte hacer esos primores:
no se trata de ofender; en los pájaros cantores
a todo se ha de poner sólo el macho es el que canta.
el nombre con que se llama,
y a naides le quita fama Y ya que al mundo vinistes
lo que recibió al nacer. con el sino de cantar,
no te vayás a turbar
Y ansí me gusta un cantor no te agrandes ni te achiques:
que no se turba ni yerra; es preciso que me espliques
y si en tu saber se encierra cuál es el canto del mar.
el de los sabios projundos,
decíme cuál en el mundo EL MORENO
es el canto de la tierra. A los pájaros cantores
ninguno imitar pretiende;
EL MORENO de un don que de otro depende
Es pobre mi pensamiento, naides se debe alabar,
es escasa mi razón; pues la urraca apriende a hablar
mas pa dar contestación pero sólo la hembra apriende.

© Pehuén Editores, 2001 ) 111 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y ayúdamé, ingenio mío, a la voz del que da un grito,


para ganar esta apuesta; como un lamento infinito
mucho el contestar me cuesta que viene no sé de dónde.
pero debo contestar:
voy a decirle en respuesta A las sombras sólo el sol
cuál es el canto del mar. las penetra y las impone;
en distintas direciones
Cuando la tormenta brama, se oyen rumores inciertos:
el mar que todo lo encierra son almas de los que han muerto,
canta de un modo que aterra, que nos piden oraciones.
como si el mundo temblara;
parece que se quejara MARTÍN FIERRO
de que lo estreche la tierra. Moreno, por tus respuestas
ya te aplico el cartabón,
MARTÍN FIERRO pues tenés desposición
Toda tu sabiduría y sos estruido de yapa,
has de mostrar esta vez; ni las sombras se te escapan
ganarás sólo que estés para dar esplicación.
en vaca con algún santo:
la noche tiene su canto, Pero cumple su deber
y me has de decir cuál es. el leal diciendo lo cierto,
y por lo tanto te alvierto
EL MORENO que hemos de cantar los dos,
No galope, que hay aujeros, dejando en la paz de Dios
le dijo a un guapo un prudente; las almas de los que han muerto.
le contesto humildemente:
la noche por cantos tiene Y el consejo del prudente
esos ruidos que uno siente no hace falta en la partida;
sin saber de dónde vienen. siempre ha de ser comedida
la palabra de un cantor:
Son los secretos misterios y aura quiero que me digas
que las tinieblas esconden; de dónde nace el amor.
son los ecos que responden

© Pehuén Editores, 2001 ) 112 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

EL MORENO aunque al principio me réi,


A pregunta tan escura y te quiero preguntar
trataré de responder, lo que entendés por la ley.
aunque es mucho pretender
de un pobre negro de estancia; EL MORENO
mas conocer su inorancia Hay muchas dotorerías
es principio del saber. que yo no puedo alcanzar,
dende que aprendí a inorar
Ama el pájaro en los aires de ningún saber me asombro;
que cruza por donde quiera, mas no ha de llevarme al hombro
y si al fin de su carrera quien me convide a cantar.
se asienta en alguna rama,
con su alegre canto llama Yo no soy cantor ladino
a su amante compañera. y mi habilidá es muy poca;
mas cuando cantar me toca
La fiera ama en su guarida, me defiendo en el combate,
de la que es rey y señor; porque soy como los mates:
allí lanza con furor sirvo si me abren la boca.
esos bramidos que espantan,
porque las fieras no cantan: Dende que elige a su gusto,
las fieras braman de amor. lo más espinoso elige;
pero esto poco me aflige,
Ama en el fondo del mar y te contesto a mi modo:
el pez de lindo color; la ley se hace para todos,
ama el hombre con ardor, mas sólo al pobre le rige.
ama todo cuanto vive;
de Dios vida se recibe, La ley es tela de araña,
y donde hay vida, hay amor. en mi inorancia lo esplico:
no la tema el hombre rico,
MARTÍN FIERRO nunca la tema el que mande,
Me gusta, negro ladino, pues la ruempe el bicho grande
lo que acabás de esplicar; y sólo enrieda a los chicos.
ya te empiezo a respetar,

© Pehuén Editores, 2001 ) 113 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Es la ley como la lluvia: que sos por juera tinieblas


nunca puede ser pareja; y por dentro claridá.
el que la auguanta se queja,
pero el asunto es sencillo, No ha de decirse jamás
la ley es como el cuchillo: que abusé de tu pacencia;
no ofiende a quien lo maneja. y en justa correspondencia,
si algo querés preguntar,
Le suelen llamar espada, podés al punto empezar,
y el nombre le viene bien; pues ya tenés mi licencia.
los que la gobiernan ven
adónde han de dar el tajo: EL MORENO
le cai al que se halla abajo No te trabes, lengua mía,
y corta sin ver a quién. no te vayas a turbar;
nadie acierta antes de errar
Hay muchos que son dotores, y, aunque la fama se juega,
y de su cencia no dudo; el que por gusto navega
mas yo soy un negro rudo, no debe temerle al mar.
y, aunque de esto poco entiendo, Voy a hacerle mis preguntas,
estoy diariamente viendo
ya que a tanto me convida;
que aplican la del embudo.
y vencerá en la partida
si una esplicación me da
MARTÍN FIERRO sobre el tiempo y la medida,
Moreno, vuelvo a decirte: el peso y la cantidá.
ya conozco tu medida;
has aprovechao la vida Suya será la vitoria
y me alegro de este encuentro; si es que sabe contestar;
ya veo que tenés adentro se lo debo declarar
capital pa esta partida. con claridá, no se asombre,
pues hasta aura ningún hombre
Y aura te voy a decir, me lo ha sabido esplicar.
porque en mi deber está,
Quiero saber y lo inoro,
y hace honor a la verdá
pues en mis libros no está,
quien a la verdá se duebla,
y su respuesta vendrá

© Pehuén Editores, 2001 ) 114 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

a servirne de gobierno: el hombre para bien suyo.


para qué fin el Eterno y la razón no te asombre,
ha criado la cantidá. pues es fácil presumir.
Dios no tenía que medir
MARTÍN FIERRO sinó la vida del hombre.
Moreno, te dejás cáir
como carancho en su nido; EL MORENO
ya veo que sos prevenido, Si no falla su saber
Mas también estoy dispuesto; por vencedor lo confieso;
veremos si te contesto debe aprender todo eso
y si te das por vencido. quien a cantar se dedique;
y aura quiero que me esplique
Uno es el sol, uno el mundo, lo que sinifica el peso.
sola y única es la luna;
ansí, han de saber que Dios MARTÍN FIERRO
no crió cantidá ninguna Dios guarda entre sus secretos
El ser de todos los seres secreto que eso encierra,
sólo formó la unida; Y mandó que todo peso
lo demás lo ha criado el hombre cayera siempre a la tierra;
después que aprendió a contar. y sigún compriendo yo,
dende que hay bienes y males,
EL MORENO fue el peso para pesar
Veremos si a otra pregunta las culpas de los mortales.
da una respuesta cumplida:
el ser que ha criado la vida EL MORENO
lo ha de tener en su archivo, Si responde a esta pregunta
mas yo inoro qué motivo téngasé por vencedor;
tuvo al formar la medida. doy la derecha al mejor;
y respóndamé al momento:
MARTÍN FIERRO cuándo formó Dios el tiemplo
Escucha con atención y por qué lo dividió.
lo que en mi inorancia arguyo:
la medida la inventó

© Pehuén Editores, 2001 ) 115 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

MARTÍN FIERRO EL MORENO


Moreno, voy a decir De la inorancia de naides
sigún mi saber alcanza: ninguno debe abusar;
el tiempo sólo es tardanza y aunque me puede doblar
de lo que está por venir; todo el que tenga más arte,
no tuvo nunca principio no voy a ninguna parte
ni jamás acabará, a dejarrne machetiar.
porque el tiempo es una rueda,
y rueda es eternida; He reclarao que en leturas
y si el hombre lo divide soy redondo como jota;
sólo lo hace, en mi sentir, no avergüence mi redota,
por saber lo que ha vivido pues con claridá le digo:
o le resta que vivir. no me gusta que conmigo
naides juege a la pelota.
Yo te he dado mis respuestas,
mas no gana quien despunta: Es buena ley que el más lerdo
si tenés otra pregunta debe perder la carrera;
o de algo te has olvidao, ansí le pasa a cualquiera,
y a tu mandao siempre esto cuando en competencia se halla
para sacarte de dudas. un cantor de media talla
con otro de talla entera
No procedo por soberbia
ni tampoco por jatancia, ¿No han visto en medio del campo
mas no ha de faltar costancia al hombre que anda perdido,
cuando es preciso luchar; dando güeltas afligido
y te convido a cantar sin saber dónde rumbiar?
sobre cosas de la Estancia. Ansí le suele pasar
a un pobre cantor vencido.
Ansí prepara, Moreno, También los árboles crujen
cuanto tu saber encierre; si el ventarrón los azota;
y sin que tu lengua yerre, y si aquí mi queja brota
me has de decir lo que emprende con amargura, consiste
el que del tiempo depende. en que es muy larga y muy triste
en los meses que train erre. la noche de la redota.

© Pehuén Editores, 2001 ) 116 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y dende hoy en adelante, Los nueve hermanos restantes


pongo de testigo al cielo como güérfanos quedamos;
para decir sin recelo dende entonces lo lloramos
que, si mi pecho se inflama, sin consuelo, créanmenló,
no cantaré por la fama y al hombre que lo mató
sinó por buscar consuelo. nunca jamás lo encontramos.

Vive ya desesperado Y queden en paz los güesos


quien no tiene qué esperar; de aquel hermano querido;
a lo que no ha de durar a moverlos no he venido
ningún cariño se cobre: mas, si el caso se presienta,
alegrías en un pobre espero en Dios que esta cuenta
son anuncios de un pesar. se arregle como es debido.

Y este triste desengaño Y si otra ocasión payamos


me durará mientras viva; para que esto se complete,
aunque un consuelo reciba por mucho que lo respete
jamás he de alzar el vuelo: cantaremos, si le gusta,
quien no nace para el cielo sobre las muertes injustas
de balde es que mire arriba. que algunos hombres cometen.

Y suplico a cuantos me oigan Y aquí, pues, señores míos,


que me permitan decir diré, como en despedida,
que al decidirme a venir que todavía andan con vida
no sólo jué por cantar los hermanos del dijunto,
sinó porque tengo a más que recuerdan este asunto
otro deber que cumplir. y aquella muerte no olvidan.

Ya saben que de mi madre Y es misterio tan projundo


fueron diez los que nacieron; lo que está por suceder,
mas ya no esiste el primero que no me debo meter
y más querido de todos: a echarla aquí de adivino:
murió, por injustos modos, lo que decida el destino
a manos de un pendenciero. después lo habrán de saber.

© Pehuén Editores, 2001 ) 117 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

MARTÍN FIERRO la mulita para nones,


Al fin cerrastes el pico todos de la mesma clase.
después de tanto charlar;
ya empesaba a maliciar A hombre de humilde color
al verte tan entonao, nunca sé facilitar;
que tráias un embuchao cuando se llega a enojar
y no lo querías largar. suele ser de mala entraña;
se vuelve como la araña,
Y ya que nos conocemos, siempre dispuesta a picar.
basta de conversación;
para encontrar la ocasión Yo he conocido a toditos
no tienen que darse priesa: los negros más peliadores;
ya conozco yo que empiesa había algunos superiores
otra clase de junción. de cuerpo y de vista... ¡ai juna!
si vivo, les daré una...
Yo no sé lo que vendrá, historia de los mejores.
tampoco soy adivino;
pero firme en mi camino Mas cada uno ha de tirar
hasta el fin he de seguir: en el yugo en que se vea;
todos tienen que cumplir yo ya no busco peleas,
con la ley de su destino. las contiendas no me gustan;
pero ni sombras me asustan
Primero fue la frontera ni bultos que se menean.
por persecución de un juez,
los indios fueron después, La créia ya desollada,
y, para nuevos estrenos, mas todavía falta el rabo,
áhora son estos morenos y por lo visto no acabo
pa alivio de mi vejez. de salir de esta jarana;
pues esto es lo que se llama
La madre echó diez al mundo, reinarchárselé a uno el clavo.
lo que cualquiera no hace;
y tal vez de los diez pase
con iguales condiciones:

© Pehuén Editores, 2001 ) 118 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

XXXI freno y rebenque a la mano,


Y después de estas palabras, y, teniendo el pingo cerca,
que ya la intención revelan, que pa asigurarlo bien
procurando los presentes la argolla del lazo entierra
que no se armara pendencia, (aunque el atar con el lazo
se pusieron de por medio da del hombre mala idea),
y la cosa quedó quieta. se duerme ansí muy tranquilo
Martín Fierro y los muchachos, todita la noche entera;
evitando la contienda, y si es lejos del camino
montaron y paso a paso como manda la prudencia,
como el que miedo no lleva, más siguro que en su rancho
a la costa de un arroyo uno ronca a pierna suelta,
llegaron a echar pie a tierra. pues en el suelo no hay chinches,
Desensillaron los pingos y es una cuja camera que no ocasiona
y se sentaron en rueda, disputas y que naides se la niega.
refiriéndose entre sí Además de eso, una noche
infinitas menudencias, la pasa uno como quiera,
porque tiene muchos cuentos y las va pasando todas
y muchos hijos la ausencia. haciendo la mesma cuenta.
Allí pasaron la noche Y luego los pajaritos,
a la luz de las estrellas, al aclarar, lo dispiertan,
porque ese es un cortinao porque el sueño no lo agarra
que lo halla uno dondequiera, a quien sin cenar se acuesta.
y el gaucho sabe arreglarse Ansi, pues, aquella noche
como ninguno se arregla. jué para ellos una fiesta,
El colchón son las caronas, pues todo parece alegre
el lornillo es cabecera, cuando el corazón se alegra.
el cominillo es blancura, No pudiendo vivir juntos
y con el poncho o la jerga, por su estado de pobreza,
para salvar del rocío resolvieron separarse,
se cubre hasta la cabeza. y que cada cual se juera
Tiene su cuchillo al lado, a procurarse un refugio
pues la precaución es buena; que aliviara su miseria.

© Pehuén Editores, 2001 ) 119 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Y antes de desparramarse el primer conocimiento


para empezar vida nueva, es conocer cuándo enfada.
en aquella soledá
Martín Fierro con prudencia Su esperanza no la cifren
a sus hijos y al de Cruz nunca en corazón alguno;
les habló de esta manera: en el mayor infortunio
pongan su confianza en Dios;
XXXII de los hombres, sólo en uno,
Un padre que da consejos con gran precaución, en dos.
más que padre es un amigo;
ansí, como tal les digo Las faltas no tienen límites
que vivan con precaución: como tienen los terrenos,
naides sabe en qué rincón se encuentran en los más buenos,
S e oculta el que es su enemigo. y es justo que les prevenga:
aquel que defetos tenga
Yo nunca tuve otra escuela disimule los ajenos.
que una vida desgraciada;
no estrañen si en la jugada Al que es amigo, jamás
alguna vez me equivoco, lo dejen en la estacada;
pues debe saber muy poco pero no le pidan nada
aquel que no aprendió nada. ni lo aguarden todo de él:
siempre el amigo más fiel
Hay hombres que de su cencia es una conduta honrada.
tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas Ni el miedo ni la codicia
mas digo, sin ser muy ducho: es bueno que a uno lo asalten,
es mejor que aprender mucho ansí, no se sobresalten
el aprender cosas buenas. por los bienes que perezcan;
al rico nunca le ofrezcan
No aprovechan los trabajos y al pobre jamás le falten.
si no han de enseñarnos nada;
el hombre, de una mirada Bien lo pasa hasta entre pampas
todo ha de verlo al momento: el que respeta a la gente;

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

el hombre ha de ser prudente Nace el hombre con la astucia


para librarse de enojos; que ha de servirle de guía;
cauteloso entre los flojos sin ella sucumbiría, pero,
moderado entre valientes. sigún mi esperencia,
se vuelve en unos prudencia
El trabajar es la ley, y en los otros picardía.
porque es preciso alquirir;
no se espongan a sufrir Aprovecha la ocasión
una triste situación: el hombre que es diligente;
sangra mucho el corazón y ténganlo bien presente
del que tiene que pedir. si al compararla no yerro:
la ocasión es como el fierro,
Debe trabajar el hombre se ha de machacar caliente.
para ganarse su pan;
pues la miseria, en su afán Muchas cosas pierde el hombre
de perseguir de mil modos, que a veces las vuelve a hallar;
llama en la puerta de todos pero les debo enseñar,
y entra en la del haragán. es bueno que lo recuerden:
si la vergüenza se pierde
A ningún hombre amenacen jamás se vuelve a encontrar.
porque naides se acobarda;
poco en conocerlo tarda quien Los hermanos sean unidos,
amenaza imprudente, porque esa es la ley primera;
que hay un peligro presente tengan unión verdadera
y otro peligro se aguarda. en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean
Para vencer un peligro, los devoran los de ajuera.
salvar de cualquier abismo,
por esperencia lo afirmo: Respeten a los ancianos,
más que el sable y que la lanza el burlarlos no es hazaña;
suele servir la confianza si andan entre gente estraña
que el hombre tiene en sí mismo. deben ser muy precavidos,
pues por igual es tenido
quien con malos se acompaña.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

La cigüeña, cuando es vieja El hombre no mate al hombre


pierde la vista, y procuran ni pelee por fantasía;
cuidarla en su edá madura tiene en la desgracia mía
todas sus hijas pequeñas: un espejo en qué mirarse:
apriendan de las cigüeñas saber el hombre guardarse
este ejemplo de ternura. es la gran sabiduría.

Si les hacen una ofensa, La sangre que se redama


aunque la echen en olvido, no se olvida hasta la muerte;
vivan siempre prevenidos; la impresión es de tal suerte,
pues ciertamente sucede que a mi pesar, no lo niego,
que hablará muy mal de ustedes caí como gotas de fuego
aquel que los ha ofendido. en la alma del que la vierte.

El que obedeciendo vive Es siempre, en toda ocasión,


nunca tiene suerte blanda; el trago el pior enemigo;
mas con su soberbia agranda con cariño se los digo,
el rigor en que padece: recuérdenló con cuidado:
obedezca el que obedece aquel que ofiende embriagado
y será bueno el que manda. merece doble castigo.

Procuren de no perder Si se arma algún revolutis


ni el tiempo ni la vergüenza; siempre han de ser los primeros;
como todo hombre que piensa no se muestren altaneros
procedan siempre con juicio, aunque la razón les sobre:
y sepan que ningún vicio en la barba de los pobres
acaba donde comienza. aprienden pa ser barberos.

Ave de pico encorvado Si entregan su corazón a


le tiene al robo afición; alguna mujer querida,
pero el hombre de razón no le hagan una partida
no roba jamás un cobre, que la ofienda a la mujer:
pues no es vergüenza ser pobre siempre los ha de perder
y es vergüenza ser ladrón. una mujer ofendida,

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Procuren, si son cantores, convinieron entre todos


el cantar con sentimiento, en mudar allí de nombre.
no tiemplen el estrumento
por solo el gusto de hablar, Sin ninguna intención mala
y acostúmbrense a cantar lo hicieron, no tengo duda;
en cosas de jundamento. pero es la verdá desnuda,
siempre suele suceder:
Y les doy estos consejos, aquel que su nombre muda
que me ha costado alquirirlos, tiene culpas que esconder.
porque deseo dirigirlos;
pero no alcanza mi cencia Y ya dejo el estrumento
hasta darles la prudencia con que he divertido a ustedes;
que precisan pa seguirlos. todos conocerlo pueden
que tuve costancia suma:
Estas cosas y otras muchas, este es un botón de pluma
medité en mis soledades; que no hay quien lo desenriede.
sepan que no hay falsedades
ni error en estos consejos: Con mi deber he cumplido
es de la boca del viejo y ya he salido del paso;
de ande salen las verdades. pero diré, por si acaso,
pa que me entiendan los criollos:
XXXIII todavía me quedan rollos
Después, a los cuatro vientos por si se ofrece dar lazo.
los cuatro se dirigieron;
una promesa se hicieron Y con esto me despido
que todos debían cumplir; sin espresar hasta cuándo;
mas no la puedo decir, siempre corta por lo blando
pues secreto prometieron. el que busca lo siguro;
mas yo corto por lo duro,
Les alvierto solamente, y ansí he de seguir cortando.
y esto a ninguno le asombre,
pues muchas veces el hombre Vive el águila en su nido,
tiene que hacer de ese modo: el tigre vive en la selva,

© Pehuén Editores, 2001 ) 123 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

el zorro en la cueva ajena, Al pobre al menor descuido


y, en su destino incostante, lo levantan de un sogazo;
sólo el gaucho vive errante pero yo compriendo el caso
donde la suerte lo lleva. y esta consecuencia saco:
el gaucho es el cuero flaco,
Es el pobre en su orfandá de los tientos para el lazo.
de la fortuna el desecho,
porque naides toma a pechos Y en lo que esplica mi lengua
el defender a su raza; todos deben tener fe;
debe el gaucho tener casa, así, pues, entiéndanme,
escuela, iglesia y derechos. con codicias no me mancho:
no se ha de llover el rancho
Y han de concluir algún día en donde este libro esté.
estos enriedos malditos; Permítanmé descansar
la obra no la facilito ¡pues he trabajado tanto!
porque aumentan el fandango En este punto me planto
los que están, como el chimango, y a continuar me resisto;
sobre el cuero y dando gritos. estos son treinta y tres cantos,
que es la mesma edá de Cristo.
Mas Dios ha de permitir
que esto llegue a mejorar, Y guarden estas palabras
pero se ha de recordar que les digo al terminar:
para hacer bien el trabajo, en mi obra he de continuar
que el fuego, pa calentar, hasta dárselas concluída,
debe ir siempre por abajo. si el ingenio o si la vida
no me llegan a faltar.
En su ley está el de arriba
si hace lo que le aproveche; Y si la vida me falta,
de sus favores sospeche ténganlo todos por cierto
hasta el mesmo que lo nombra: que el gaucho, hasta en el desierto,
siempre es dañosa la sombra sentirá en tal ocasión
del árbol que tiene leche. tristeza en el corazón
al saber que yo estoy muerto.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

Pues son mis dichas desdichas,


las de todos mis hermanos;
ellos guardarán ufanos
en su corazón mi historia;
me tendrán en su memoria
para siempre mis paisanos.

En la memoria un gran don,


calidá muy meritoria;
y aquellos que en esta historia COMENTARIO
sospechen que les doy palo,
sepan que olvidar lo malo El poema de Hernández sirve característicamente para denun-
también es tener memoria. ciar la injusticia que sufre el gaucho a manos de la colonización
organizada desde Buenos Aires. La vida del gaucho, amenazada
Mas naides se crea ofendido, por los intereses urbanos, o la persecución directa, aspira a una
pue a ninguno incomodo; libertad auténtica. Su nostalgia de lo primitivo frente a la agre-
y si canto de este modo sión civilizadora constituye un tema fundamental en el origen
por encontrarlo oportuno, de la literatura americana. Martín Fierro es un poema épico–
NO ES PARA MAL DE NINGUNO lírico en verso octosílabo, por lo regular en estrofas formadas
SINO PARA BIEN DE TODOS. por una quintilla precedida de un verso suelto. Responde, de
hecho, al modelo clásico de epopeya nacional, con un protago-
nista que reacciona heroicamente ante todo tipo de adversida-
des. Y sin embargo, lo que le diferencia de esta épica que tuvo su
auge durante la Edad Media, es el carácter llano, deliberada-
mente populista del personaje central. José Hernández profetiza
lo que luego será el gran resorte de la poesía latinoamericana: su
revivificación de un lenguaje que en Europa se petrifica por ex-
ceso de carga secular; un lenguaje que olvida la carga de respon-
sabilidad cultural de cada palabra para preferir la intensidad de
lo que se dice, y asentándose precisamente en la fuente colo-
quial del habla, en lo íntimo, lo directo y lo humilde. Martín
Fierro tiene muy poco que ver con la poesía latinoamericana de
su tiempo. Sólo después de Martí y, sobre todo, de Rubén Darío

© Pehuén Editores, 2001 ) 125 (


JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

y sus sucesores, se podrá comprender todo el valor de este poe-


ma, y su función, solitaria y extraña que mezcla ecos pasados,
permanencias populares y presagios de nuevas fantasías
creativas.

JOSÉ HERNÁNDEZ
(1834–1886)

José Hernández nació en Chacra Pueyrredón, San Martín (Ar-


gentina) en 1834. Hijo de un estanciero, cursó estudios irregula-
res y todavía alcanzó a ver el final de la «época heroica» de la
colonización gaucha, a lanzadas con los indios, sin que apenas
existieran todavía organizaciones representativas de la autori-
dad nacional. No tardó en asumir posiciones políticas, declarán-
dose partidario de los federales que se enfrentaban al unitarismo
de los presidentes Mitre y Sarmiento. Durante el periodo com-
prendido entre 1853 y 1872, llevó una vida militar, primero como
soldado de tropa y luego como sargento. Esta actividad no le
impidió desarrollar a la vez tareas de periodismo en las campa-
ñas de La Reforma Pacífica (1859), El Argentino (1863) y El río de
la Plata (1869), tareas insertas en la pugna existente entre fede-
rales y unitarios (ganaderos de provincias y agricultores bonae-
renses) que caracteriza la vida argentina en los años posteriores
a la caída de Rosas (1852). En 1878, José Hernández, ya famoso
como escritor, fundó la Librería del Plata y en 1879 llegó al Con-
greso de Diputados con un acta por Buenos Aires. Allí actuó en
defensa de la federalización de la capital, con una moderación
que contrasta, aunque no se contradice, con sus bríos juveniles.
Desde 1881 hasta su muerte, fue miembro del Senado. Falleció
en Quinta Belgrano en 1886.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

GLOSARIO GAUCHESCO

OBRA

El gaucho Martín Fierro (1872), que agotó once ediciones hasta A


1879, año en que apareció su continuación La vuelta de Martín ACHURAR: Cortar la carne; hacer achuras.
Fierro, establecen la fama del autor de forma casi exclusiva. Poco AJÍ: Pimiento; «En estola negra vino con los ojos como ají» (ar-
más destaca en la obra literaria de José Hernández: aparte de sus dientes como un pimiento picante).
discursos, artículos y escasos versos, sólo se conservan de él APIARSE: Reunirse, juntarse.
otros dos textos en prosa: La vida del Chaco (1863), defensa del ARRIADA: Arreo de ganado; leva de hombres para el ejército.
general Peñaloza, recién asesinado, y La instrucción del estanciero
(1882), pequeño manual de agricultura. B
BAGUAL: Caballo no domado aún.
BAÑAO: Charco; tierra anegada.
BAQUIANO: Conocedor, práctico, entendido en un menester.
¡BARAJO!: ¡Carajo!
BARUNDA: Lio; tumulto.
BENDITO: Toldo de dos vertientes; carpa, tienda de carnpaña.
BICHAR: Observar; vigilar; espiar.
BICHOCO: Caballo inútil para correr.
BOLAS: Boleadoras.
BOLAZO: Mentira.
BOLICHE: Tienda pequeña; despacho de bebidas.
BOYERO: El que cuida del ganado vacuno.
BUEY CORNETA: Buey que ha perdido un cuerno; por exten-
sión, persona distinta de las demás.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

C D
¡CANEJO!: Exclamación: ¡Caramba! ¡Carajo! DESBANCAO: Sustituido.
CANTO PA EL CARNERO: Murió. DESPILCHAO: Rotoso; haraposo.
CARANCHO: Buitre.
CARNIAR: Sacrificar reses; hacer carne. E
CARONA: Trozo de cuero o suela que se coloca como reparo EMBRETAO: Encerrado.
para evitar el roce de una pieza con otra, especialmente en ENCOCORAR: Enfurecer, enojar.
los aperos de montar. ERA ROBO: Era cosa fácil.
CIMARRÓN: Mate amargo; también se llama así a un animal ESTAQUIADERO: Donde se dan estacazos; lugar de castigo.
sin dueño. Ejem.: Hacienda cimarrona, perro cimarrón. ESTANCIA: Cortijo; heredad campesina.
COBIJA: Manta.
COJINILLO: Pellón de lana. F
COMO BARRIGA DE SAPO: Frío. FACÓN: Faca; puñal.
CORCOVIAR: Corcovo, movimientos nerviosos del caballo; FLETE: Caballo de montar.
caracolear. FLORIAR LA BARAJA: Marcar los naipes.
COSIAR: Cocear.
CUARTEAR: (Cuarteándolo) tirar de algo para ayudarle a salir G
de un atasco. GAMBETAS: Tretas de jugador; esguinces.
CUERIAR– Quitar el cuero a las reses. GAUCHO: Mestizo; jinete que se dedica a la ganadería o a la
CUJA: Cama. vida errante: campesino.
GRINGO: Extranjero; comunmente italiano.
CH GUACHO: Animal sin madre.
CHAFALOTE: Caballo grande y torpón. GUADALES: Campos arenosos.
CHAMPURRIÉ: Recé a mi modo. GUALICHO: Brujería.
CHANCLETA: Zapatilla; torpe; mujer. GUAPO: Fuerte, resistente.
CHANGANGO: Fiesta; baile. GUASCA: Tira de cuero sin pulir.
CHAPETÓN: Inexperto, torpión. GUASCAZO: Vergajo.
CHARABON: Avestruz joven. GUAYACA: Especie de bolsillo para guardar el dinero.
CHICOTE: Látigo. GUEYA: Huella.
CHINA: Mujer del campo.
CHIRIPÁ: Prenda de paño que usan los gauchos a modo de cal- H
zón ancho; se sujeta en la cintura. HACIENDA: Ganado.
CHUNCACO: Sanguijuela.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

I N
INFIEL. Alude al indio indómito. NACO: Rollo de tabaco.
NATO: Chato.
J
JAGÜEL: Pozo o cisterna para juntar el agua de lluvia. Ñ
JOGÓN: Fogón. ÑANDUCES: Avestruces de la pampa.
¡JUÉ PUCHA!: Exclamación: ¡Hijo de puta!
JUIR: Huir. P
PAGO: Lugar de residencia; pueblo; caserío.
L PAJONAL: Terreno cubierto de hierbas y matorrales secos.
LENGUARAZ: Intérprete. PALENQUE: Corral; poste donde se ata el caballo.
PAMPA: Llanura; indio araucano de la pampa.
M PEJE: Pez.
MACA: Ave que al nadar lleva sobre sí a su polluelo. PELAOS: Sin recursos; menesterosos.
MACHETIAR: Maltratar. PELUDO: Borrachera.
MALEVOS: Delincuentes; malhechores. PERICÓN: Baile gauchesco.
MALÓN: Ataque en cuadrilla de los salvajes contra poblacio- PIALADOR: Hablador, charlatán.
nes blancas. PINGO: Caballo.
MAMAO: Borracho. PITAR: Fumar.
MAMAJUANA: Damajuana, garrafa. PUCHO: Colilla.
MANCARRON: Caballo de poco mérito. PULPERÍA: Despacho de hebidas; comercio campesino de co-
MANIADOR: Correa de cuero, con una argolla, utilizado para sas menudas.
atar al caballo. ¡PUCHA!: Puta; exclamación.
MANOTIAO: Robado. PUNTA: Muchos (una punta de gente, una punta de ganado).
MATRERO: Gaucho que huye de la autoridad; sujeto indómi- PUNTIAO: Medio borracho.
to, errante.
MATUCHO: Caballo inservible. Q
MAZAMORRA: Maíz cocido. QUINCHO: Cobertizo; pared de paja y barro; techumbre de paja.
MECHERÍA: Mercancía.
MISTO: Cerilla; fósforo. R
MILICO: Soldado. RAJIDO: Rasguido.
MORO: Caballo de capa oscura. REBENQUE: Látigo de montar.
RECAO: Montura del gaucho.

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JOSÉ HERNÁNDEZ MARTÍN FIERRO

REDOMÓN: Caballo arisco, difícil de montar. Y


REFALAR: Resbalar. YAPA: Popina.
REFOCILO: Relámpago. YEL: Hiel,
RETOBAO: Irritado; que se vuelve contra uno; sublevado. YUYOS: Hierba silvestre; matorrales.
REYUNO: Caballo sin dueño.
RUMBIABA: Se dirigía.
RUMBIAR: Tomar rumbo; dirigirse a alguna parte.

S
SECA: Sequía.
SONSO: Tonto.
SOTRETA: Caballo inútil por viejo. Por extensión, persona in-
servible, tonta.

T
TACUARA: Vara; lanza.
TAPERA: Rancho; casa abandonada, derruida.
TERNE: Matón; provocador.
TIENTO: Rienda; brida, tira de cuero generalmente sin curtir.
TIRADOR: Cinto de cuero, adomado con monedas, con el cual
el gaucho sujeta su chiripá a la cintura.
TOLDO: Vivienda de los indios, formada por cueros de anima-
les; toldos, toldería.
TORZALES: Sogas hechas con tiras de cuero retorcidas.
TRAMOJOS: Palo que se ata horizontalmente al cuello de los
animales para impedirles meterse por cercos o alambrados.
TRANCA: Borrachera.
TUMBA: Carne cocida de vacuno de mala calidad.

V
VIGÜELA: Guitarra
VIRGÜELA: Viruela.

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