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Mockus y Saramago, ¿ateos?

¿Qué hay de común entre ellos? ¿Sí son tan ateos como se dice? Creer en Dios o ser ateo, a
la hora de la verdad, ¿será cuestión de decirlo o de negarlo de palabra? ¿No habrá algo más
de fondo? La fe en Dios ¿no estará implicando un compromiso a fondo de la vida propia con el
Humanismo y con la Verdad? Ser ateo ¿será asunto de que los voceros del Vaticano lo
clasifiquen a uno como tal? Si Mockus y Saramago dialogan con Mgr. Carlos Martini, teólogo
jesuita, abierto y comprensivo, que se mueve entre Dios y el Hombre, resultan buscadores de
la Verdad, creyentes en Dios; pero si dialogan con un fundamentalista del Vaticano, van a
parar a los predios de los ateos. Creer en Dios ¿no será más bien asunto de tomar en serio al
Hombre, de vivir la vida en profundidad?
Dios es más que un nombre, más que un refugio piadoso de almas débiles. Creer en Dios es
algo más, mucho más que decir de labios para afuera: "Creo en Dios", y vivir luego a sus
anchas. Se acerca más a la verdad decirlo con la vida que decirlo con los labios. Y por aquí
transitan este par de grandes.
Tanto Mockus como Saramago convencen. Mockus convenció, así no saliera electo -es
asunto de política que él no maneja bien-, convenció de que Colombia necesita honestidad,
transparencia, ética. Los millones de votantes que lo siguieron estaban clamando por un
cambio radical en el manejo de la Cosa Pública, estaban suspirando por un país sin
corrupción, sin mentira, sin homicidios ni masacres. Mockus es todo un símbolo de que la fe
no consiste en palabras sino en obras, de que Dios no es una palabra vacía, ni un vestido de
gala para los días de fiesta.
Saramago convenció. Muchos, con fe de sacristía, se escandalizaron con sus confesiones de
ateo, y con su obra El Evangelio según Jesucristo. Se quedaron en las palabras, no fueron al
fondo, no 'leyeron' los signos de los tiempos, según la divisa del genial Juan XXIII. No
entendieron quién se revela a través de este Dios-Hombre de Nazaret.
Un teólogo, que sabe conjugar la fe en Dios con la vida diaria, me comentó: "Este libro no lo
escribe un ateo. Es un mosaico literario de arte cristiano, es la creación original de un hombre
que buscó a Dios, de un simpatizante con Jesús de Nazaret, que se encontró con la presencia
de Dios en la vida humano-divina de Jesús".
Mockus y Saramago, dos creyentes en Dios, desde sus vidas atormentadas y luchadoras,
vidas inquietas, de búsqueda honesta de la Verdad, en medio de un mundo desorientado, que
viene perdiendo el sentido de la trascendencia, la hondura de Dios.
"La ciencia no piensa", observó agudamente Heidegger. Y tanto Mockus como Saramago
pensaron y hacen pensar. No se quedaron en la superficie de lo transitorio y banal. Van al
hondón de la vida cuando contemplan el rostro de un niño; van a la hondura del misterio
cuando disfrutan de un amanecer; estallan en asombro cuando se sienten ante el amor y el
dolor. Es una forma más convincente y profunda de decir: "Creo en Dios".
"Cuando veo cómo pensadores que se confiesan ateos optan heroicamente por esa 'acción
humanitaria', me pregunto si ellos no son más exigentes con la divinidad que algunos
creyentes religiosos; tal vez en muchos casos su ateísmo no es más que un rechazo de una
divinidad insensible a las injusticias y al sufrimiento humanos". (J. Espeja).
"Desde el momento mismo -comenta otro teólogo- en que el hombre comenzó a pensar
explícitamente sobre sí mismo ha tratado siempre de hablar acerca de la 'hondura' y del
'misterio' que hay en su existencia, al cual da expresión cuando pronuncia la palabra 'Dios'. Lo
que estos genios dijeron permitió también a otros 'ver' la hondura y el misterio en la propia
existencia. Es esta visión lo que les hace exclamar: 'Dios'. En el lenguaje corriente, a este 'ver'
se lo llama 'creer en Dios' " (Luypen).
cenalbe@javeriana.edu.co

Alfonso Llano Escobar

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