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Textos históricos de la unidad 03.

“Entre otras, se ha propuesto a vuestra alteza la de limitar y arreglar por tasación la renta de las
tierras en favor de los colonos, pero esta ley, reclamada con alguna apariencia de equidad, como otras de
su' especie, sería igualmente injusta. Se pretende que la subida de las tierras no tiene otro origen que la
codicia de los propietarios; pero, ¿no la tendrán también en la de los colonos? Si la concurrencia de éstos,
si sus pujas y competencia no animasen a aquellos a levantar el precio de los arriendos, ¿es dudable que
los arriendos serían más estables y equitativos? Jamás sube de precio una tierra sin que se combinen estos
dos intereses, así como nunca baja sin esta misma combinación; porque si la competencia de los primeros
anima a los propietarios a subir las rentas, su ausencia o desvío los obligan a bajarlas, no teniendo otro
origen el establecimiento de los precios en los comercios y contratos.
Es verdad que esta subida en algunas partes ha sido grande, y si se quiere, excesiva; pero, sea lo que
fuere, siempre estará justificada en su principio y causas. Ningún precio se puede decir injusto siempre
que se fije con una avenencia libre de las partes y se establezca sobre aquellos elementos naturales que le
regulan en el comercio. Es natural que donde superabunda la población rústica, y hay más arrendadores
que tierras arrendables, el propietario dé la ley al colono, así como lo es que la reciba donde superabunden
las tierras arrendables y haya pocos labradores para muchas tierras. En el primer caso, el propietario,
aspirando a sacar de su fondo la mayor renta posible sube cuanto puede subir, y entonces el colono tiene
que contentarse con la menor ganancia posible; pero en el segundo, aspirando el colono a la suma
ganancia el propietario tendrá que contentarse con la mínima renta. Si, pues, en este caso fuere injusta una
ley que subiese la renta en favor del propietario, ¿por qué no lo será en el contrario la que la baje y
reduzca en favor del colono?”. G. M. De Jovellanos: Informe sobre la Ley Agraria, 1793.

“Señor, mi hermano: V.M. sabrá sin duda con pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas, y no verá
con indiferencia a un rey que, forzado a renunciar a la corona, acude a ponerse en los brazos de un gran
monarca, aliado suyo, subordinándose totalmente a la disposición del único que puede darle su felicidad,
la de toda su familia y la de sus fieles vasallos.
Yo no he renunciado a favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias, cuando el estruendo
de las armas y los clamores de una guardia sublevada me hacían conocer bastante la necesidad de escoger
la vida o la muerte, pues ésta última seguido después de la de la reina.
Yo fui forzado a renunciar; pero asegurado ahora con plena confianza en la magnanimidad y el genio
del gran hombre que siempre ha mostrado ser amigo mío, yo he tomado la resolución de conformarme con
todo lo que este mismo grande hombre quiera disponer de nosotros y de mi suerte, la de la Reina y la del
Príncipe de la Paz.
Dirijo a V.M.I. una protesta contra los sucesos de Aranjuez y contra mi abdicación. Me entrego y
enteramente confío en el corazón y amistad de V.M. con lo cual ruego a Dios que os conserve en su santa
y digna guardia.
De V.M.I. su rey afecto hermano y amigo. Carlos”. Carta de Carlos IV a Napoleón en relación
con los sucesos de Aranjuez

"...Españoles: después de una larga agonía vuestra nación iba a perecer. He visto vuestros males y
voy a remediarlos... Vuestros príncipes me han cedido todos sus derechos a la corona de las Españas; yo
no quiero reinar en vuestras provincias... y os haré gozar de los beneficios de una reforma sin que
experimentéis quebrantos, desordenes y convulsiones. Españoles: he hecho convocar una asamblea
general de las diputaciones, de las provincias y de las ciudades. Yo mismo quiero saber vuestros deseos y
vuestras necesidades...asegurándoos al mismo tiempo una Constitución que concilie la santa y saludable
autoridad del Soberano con las libertades y privilegios del pueblo. Españoles: acordaos de lo que han sido
vuestros padres, y mirad a lo que habéis llegado. No es vuestra la culpa, si no del mal gobierno que os
regía. Yo quiero que mi memoria llegue hasta vuestros últimos nietos y que exclamen: es el regenerador
de nuestra patria. Bayona, 25 de mayo de 1808." Proclama de Napoleón a los españoles, 1808.

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“Art. 1º. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.
Art. 2º. La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna
familia ni persona.
Art. 3º. La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta
exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.
Art. 4º. La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la
propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen [...]
Art. 12º. La religión de la Nación española es y será perpetuamente la Católica, Apostólica, romana,
única verdadera. La Nación la protege por leyes sabías y justas y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra.
Art. 14º. El Gobierno de la Nación española es una Monarquía moderada hereditaria.
Art. 15º. La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey.
Art. 16º. La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey.
Art. 17º. La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales reside en los tribunales
establecidos por la ley [...]
Art. 27º. Las Cortes son la reunión de todos los diputados que representan la Nación, nombrados por
los ciudadanos en la forma que se dirá [...].
Art. 168º. La persona del Rey es sagrada e inviolable y no está sujeta a responsabilidad.
Art. 172º. Las restricciones a la autoridad del Rey son las siguientes:
Primera. No puede el Rey impedir bajo ningún pretexto la celebración de las Cortes en las épocas y
casos señalados por la Constitución, ni suspenderlas, ni disolverlas.
Segunda. No puede el Rey ausentarse del Reino sin consentimiento de las Cortes.
Tercera. No puede el Rey enajenar, ceder, renunciar o en cualquiera manera traspasar a otro la
autoridad real ni alguna de sus prerrogativas [...]
Quinta. No puede el Rey hacer alianza ofensiva, ni tratado especial de comercio con ninguna
potencia extranjera, sin el consentimiento de las Cortes.
Séptima. No puede el Rey ceder ni enajenar los bienes nacionales sin el con sentimiento de las
Cortes.
Octava. No puede el Rey imponer por sí, directa ni indirectamente, contribuciones.
Undécima. No puede el Rey privar a ningún individuo de su libertad ni imponerte por sí pena alguna
[...]
Duodécima. El Rey, antes de contraer matrimonio, dará parte a las Cortes para obtener su
consentimiento, y sí no lo hiciere entiéndase que abdica la Corona”. Constitución española de 1812.

“Fernando VII el 1º de octubre en el Puerto de Santa María.


Bien públicos y notorios fueron a todos mis vasallos los escandalosos sucesos que precedieron,
acompañaron y siguieron al establecimiento de la democrática Constitución de Cádiz en el mes de marzo
de 1820: la más criminal situación, la más vergonzosa cobardía, el desacato más horrendo a mi Real
Persona, y la violencia más inevitable, fueron los elementos empleados para variar esencialmente el
gobierno paternal de mis reinos en un código democrático, origen fecundo de desastres y de desgracias.
Mis vasallos acostumbrados a vivir bajo leyes sabias, moderadas y adaptadas a sus usos y costumbres, y
que por tantos siglos habían hecho felices a sus antepasados, dieron bien pronto pruebas públicas y
universales del desprecio, desafecto y desaprobación del nuevo régimen constitucional. Todas las clases
del Estado se resistieron a la par de unas instituciones, que preveían y señalaban su miseria y desventura. [
... ].
La Europa entera, conociendo profundamente mi cautiverio y el de toda mi familia, la mísera
situación de mis vasallos fieles y leales agentes españoles, por todas partes determinaron poner fin a un
estado de cosas que era el escándalo universal, que caminaba a trastornar todos los tronos y todas las
instituciones antiguas, cambiándolas en la irreligión y en la inmoralidad [...] he venido a decretar lo
siguiente:

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1º Son nulos y de ningún valor los actos del llamado gobierno constitucional (de cualquier clase y
condición que sean) que ha dominado a mis pueblos desde el día 7 de marzo de 1820 hasta hoy 1º de
octubre de 1823 [...]
2º Apruebo todo cuanto se ha decretado y ordenado por la junta provisional de gobierno, y por la
regencia del reino creadas, aquéllas en Oyarzun el día 9 de abril, y ésta en Madrid el 26 de mayo del
presente año.
Puerto de Santa María, 19 de octubre de 1823”. Decreto de abolición de la legislación del Trienio
Liberal.

“En el nombre de Dios todopoderoso. Nosotros, los representantes de las provincias unidas de
Caracas, Cumaná, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación americana de
Venezuela en el continente meridional, y considerando la plena y absoluta posesión de nuestros derechos,
que recobramos justo y legítimamente desde el 19 de abril de 1 810 en consecuencia de la jornada de
Bayona, y la ocupación del trono español por la conquista y sucesión de otra nueva dinastía constituida sin
nuestro consentimiento: queremos, antes de usar de los derechos de que nos tuvo privados la fuerza por
más de tres siglos, y nos ha restituido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al
Universo las razones, que han emanado de estos acontecimientos, y autorizar el libre uso que vamos a
hacer de nuestra soberanía". Declaración de independencia de Venezuela.

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