Está en la página 1de 16

LA OVEJA PÉRDIDA

En cierta oportunidad decía Jesús la siguiente parábola


a su gente:

Había un pastor que tenia 100 ovejas las cuales contaba


y cuidaba todos los días. Pero en cierta oportunidad las
llevo a comer pasto verde y de regreso al contarlas se
dio cuenta que le faltaba una, se puso muy triste la
busco por varias partes y no la encontraba, hasta que
después de tanto buscarla decidió regresar a la montaña
y allí la encontró y estaba la pobre ovejita temblando de
frio y herida, vino entonces el buen pastor y la tomo
entre sus brazos y se la llevo junto con las demás al
rebaño, para curarla y cuidarla, Abisai el amaba mucho a
sus ovejitas.

Luego de esto dicho por Jesús comprendieron los


presentes que ellos eran esas ovejas perdidas y que dios
los amaba.
LA ARAÑA Y EL ABEJORRO
Una araña se acerco a un lugar frecuentado por las
moscas y empezó a tender ahí su red. Eligio dos ramas
corno punto de apoyo y fue recorriendo el camino entre
una y otra, trenzando su hilo de plata para hacer una
tupida telaraña. Terminando el trabajo se escondió tras
una hoja.

La espera no seria larga; una mosca curiosa quedo


inmediatamente atrapada en la red. La araña se acerco y
pronto daba cuenta de ella.

Cuando mas satisfecha estaba de su poder, en plena


digestión, un abejorro que había visto todo lo ocurrido
desde la corola de una flor, se lanzo contra la araña y la
atravesó con un aguijón.

MORALEJA:
Nadie debe afanarse de su fuerza porque como la araña,
siempre hay alguien que posee más.
EL BURRO Y LA FLAUTA

Tirada en el campo hacía mucho tiempo una flauta que


ya nadie tocaba hasta que un día un burro que pasaba
por ahí toco fuerte sobre ella haciéndole producir un
sonido más dulce de su vida, es decir la vida del burro y
la flauta.

Incapaces de comprender lo que había pasado pues la


realidad no era su fuerte y ambos creían en la
racionalidad se separaron precursores organizados de lo
mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste
existencia.

MORALEJA:
No hay que abandonar las cosas sino que debemos
cuidarlas.
LAS DOS RANAS

Tenia dos ranas sus pastos vecinos una a un estanque


otra a un camino. Cierto día a, está a aquella le dijo: “Es
increíble, amiga, de todo entre los peligros, donde te
amenaza, al paso preciso, los pies y las ruedas riego
infinitos. Deja tal vivienda, muda de destino, sigue mi
dictamen y vente conmigo”.

En tono, de fama, haciendo mil mimos respondió a su


confidente: ¡Excelente aviso el que me da mi amiga!; A
mi con estas novedades! Vaya que delirio! eso si que
fuera a darme el diablo ruido!...

--Yo dejare la casa que fue domicilio de mis padres


abuelos y todos los míos, sin que haya memoria de haber
sucedido la menor desgracia desde siglos! -- Terminó
diciendo la rana aludida.
--Bueno allí tu te compongas y resuelvas tus líos mas ten
entendidos visto.
--Dijo la otra rana al entender. Llego una carreta a este
tiempo mismo, y a la triste rana, tortilla la hizo.

MORALEJA:
Por hombre del seso restringido mucho han fenecido, que
ha buenas razones cierran los oídos.
EL PASTOR BROMISTA

Un pastor que apacentaba su rebaño bastante lejos de la


aldea, se entregaba a menudo a la siguiente broma:
gritando que los lobos atacaban su rebaño, llamaba en
su socorro a los habitantes de la aldea.

Dos o tres veces los candidatos vecinos, asustados,


salieron precipitadamente en su ayuda, regresando
defraudados. Pero al fin, un día los desgañitaba
inútilmente llamando a los de la aldea en su ayuda pero
estos creyendo que se trataba de una nueva broma no le
hacían caso alguno. Y así perdió el, pastor todos sus
carneros.

MORALEJA:
Los mentirosos solo consiguen una cosa que nadie les
crea ni aunque digan la verdad.
EL SIERVO Y EL CONEJO

El siervo se burlaba del conejo, que cuernos, no tenía y


con mofa decía: --Tu cabeza esta desprovista de toda
hermosura mientras en la mía salta a la vista.

El conejo ante tal grave ofensa salió a su defensa.

--Es cierto, carezco de cuernos pero si los tuviera, en los


inviernos no podría entrar en mi cueva donde el hielo me
neva.

Pasado algún tiempo ambos quedaron atrapados en una


red puesta por los cazadores los vecinos poblados. El
sirvo, sus en la malla enredo, mientras el conejo por
abajo se deslizo. Ya en libertad al siervo dijo:

--Hoy yo soy quien de ti se burla; tu cornamenta resulta


absurda te conduce hacia la muerte y yo sin ellas corro
mejor suerte.

MORALEJA:
De nada se debe tener orgullo por que Dios le ha dado a
cada quien lo suyo y muchas veces resulta mas lista
quien de quien de hermosura esta desprovisto.
LA FLOR DE LA LUNA

Es en tiempos muy remotos, en la llanura que se


extiende junto a los grandes bosque Nicaragüenses, vivía
una tribu fuerte y poderosa. Era su jefe un astuto cazador
y habita guerrero que todos respetaban y obedecían.

Una noche, cuando dormía, le despertó un ruido cerca de


la choza y salió a investigar que sucedía. Encontró una
pequeña hambrienta que lo miraba con asombro.

Movido a piedad, el guerrero recogió la niña y, como


nunca supo de qué lugar había venido, permaneced al
abrigo de la familia hasta convertirse en una hermosa
joven.

El casi tenía siete hijos varones. Y cuando estos


alcanzaron la mayoría de edad, todos expresaron su
deseo de tomar a la joven por esposa. Al saberlo el
Cacique los reunió y les dijo:
--Puesto que todos sois mis hijos y uno solo puede ser
complacido dejaremos que sea ella la que decida.

Los muchachos estuvieron conformes pero la joven,


aunque se sintió muy alagada no savia como resolver
aquella situación.

--Todos me han tratado muy bien. Me han demostrado


tanto cariño que no podía decidirme por uno y angustiar
a los otros. Necesito tiempo para pensarlo.

Paso el tiempo y como la muchacha nada decidió, los


jóvenes acordaron que se casaría con ella el que
demostrara ser más valiente y habita cazador.

Enterado el cacique, comprendiendo que siendo todos


fuertes y valientes la decisión iba a resultar muy difícil.
Y, terminado que llegara el momento en que pelearan
entre si, pidió consejo al hechicero de la tribu.
Solo hay un medio de evitarlo dijo el hechicero. Es
doloroso para ti, pero no puedes hacer otra cosa la
muchacha debe desaparecer.

El cacique se sintió muy contrariado. Quería tanto a la


joven como a sus propios hijos; pero, después de
pensarlo mucho y muy a pesar, encargo a dos de sus
hombres de confianza que la hicieran dormir y la dejaran
abandonar en el lugar más intrincado del bosque.

Cuando los hijos del cacique regresaron después de un


día de cacería, nadie pudo informarles sobre el paradero
de la joven, solo el hechicero con su acostumbrada
impasibilidad les explico:

--Se fue como llego misteriosamente. Regreso al país d


donde vino y ya no la veremos mas.

Las palabras del hechicero no podían oponerse en duda.

Los dimes de la tribu hablaban por su boca y siendo así,


los jóvenes aceptaron con resignación la desgracia.

Mientras tanto la muchacha abandonada a su suerte en


el bosque despertó y, muy sorprendida por la situación
en que se encontraba comenzó a caminar sin rumbo.
Bajo la fronda de los arboles la oscuridad era total, pero
advirtió a lo lejos un claro del bosque por donde se
filtraba la claridad de la luna corrió hasta ahí y se dejo
caer en el suelo a llorar su infortunio. De la tierra
humedecida con sus lágrimas brota una planta, que se
cubrió de flores blancas. Al mismo tiempo la indiecita
oyo una voz que le decía:

--Ven a mi yo te protegeré.

Entonces advirtió que la planta habría cada vez mas


flores y que eran ellas las que le ofrecían sus pétalos
como refugio sintió que iba empequeñendose
prodigiosamente, y se hizo tan pequeña que pudo
esconderse dentro del cáliz de una flor. Se quedo
profundamente dormida y se fusión tanto con la planta
que esta adquirió las propiedades de la muchacha.

Las pupilas que el terror habla dilataron dieron a la


planta la propiedad de su jugo dilate sus pupilas de quien
lo toma la infusión preparada con sus hojas calma los
dolores y adormece. Así nació la belladona.
LA FLOR DEL MAGA

Caonabi la indita de Borinquén amaba con pasión al


suelo donde había nacido, el bosque, la selva, los
pájaros, las flores y el rio que se deslizaba rumoroso bajo
los arboles.

Un día la tierra de Caonabi fue invitada por gente


extraña, armada de cañas que lanzaban los rayos y
producían un ruido más fuerte que el trueno. Los indios
el Cacique Aymaco se defendieron luchando brevemente
en defensa de sus hogares y su libertad, pero la indiecita
cayo en poder del enemigo. Tanta rebeldía manifestó,
que sus captores la ataron a un poste para evitar que
huyera. Caonabi era hábil y valiente: Espero la noche,
rompió sus ataduras, puso fuera de combate al centinela
y se interno en el bosque. Conocía mejor que nadie los
senderos del mismo y estaría a salvo si lograba alcanzar
la cordillera.

Amanecía cuando, cansada por la larga carrera, Caonabi


busco refugio entre las ramas de un frondoso árbol pero
fue descubierta por los perros de sus perseguidores y
pronto estuvo rodeada por el enemigo había dado muerte
a un soldado y debía pagar con su propia vida, de modo
que no fue necesario pedirle que se entregara para
juzgarla. Varios disparos de ballesta hicieron blanco en
el frágil cuerpo de la india que asombrosamente
sostenido por las ramas no se desplomo. en lo alto
comenzó a desangrarse y los soldados enemigos vieron
desconcertados como el árbol que cubría las flores rojas
como la sangre de Caonabi así nació la flor del maga.
LA MARIPOSA DE ORO
Sucedió por Candelaria: La casa de mi abuelita es muy
grande y muy vieja. El patio esta sembrado de arboles y
hay una gran pila en medio de esas hermosas que solo
hay en las casas viejas; al fondo hay un arco de
Buganvilias sobre una pequeña puerta donde mi abuela
tiene el cuarto de los trebejos.

Una noche mi prima y yo estábamos sentadas cerca de


la pela cuando se apareció del fondo una mujer que paso
de allí al corredor de enfrente; parecía que iba en el aire,
y va a ver que no se guía por la vereda sino pasaba por
los rosales; iba vestida de blanco; su cara a luz de la
luna, me acuerdo que era muy pálida ¡Palidísima! y su
pelo negro le cara por la espalda; un gran frio nos entro a
las dos y al preguntarle después a mi abuelita, nos
contesto que desde que se había muerto el abuelito esa
mujer molestaba todas las noches.

Pero las cosas no acaban aquí, fíjese que a este mi prima


carolina le paso lo peor con este espanto. Me acuerdo
que un siete de diciembre estamos quemando el diablo, y
habíamos hecho un gran fogaron, cuando a carolina se le
ocurrió ir a hacer no se que adentro de la casa; y se
entró, en eso oímos un gran grito; entonces yo entré
corriendo y vi a la pobre muchacha tirada en la grama y
cabal vi como su mariposa dorada, se elevaba después
que cuando ella trataba de saltar un charco, una mujer
vestida de blanco le había dado la mano, fue cuando ella
se asusto y grito, y se encomendó a Jesús de Candelaria;
entonces dice que la mujer se convirtió en mariposa con
estos ojos que se los van a comer los gusanos.

Carolina tubo que pagar caro la gracia del espanto; fíjese


que la mano que le toco le quedo para siempre delgada.
(Lastima por que era tan chula)
LA LLORONA
Vestida de negro, a veces de blanco, recorre las
polvorientas calles, llevando siempre su largo manto
para envolver sus quejumbrosos ayes.

La lluvia, la intensa lluvia, y la oscuridad fueron la causa


de aquel desdichado suceso.

Doña Güicha y sus dos hijos Vivian en una aldea distante


cuatro kilómetros del pueblo. Ellas asistían a la escuela
pública de ocho a dieciséis horas; en ese tiempo la
jornada de clases era doble: Mañana y tarde.

Ella se dedicaba a lavar ropa de casa en casa, de


estanque en estanque.

Cuando el sol lanzaba sus primeros rallos, ellos ya


estaban listos para iniciar le jornada de todos los días.
Regresaban juntas, cuando el crepúsculo invadía las
calles del lugar. Para ella fue siempre motivo de
preocupación atravesar el ancho cause del rio, mas en
los días de invierno.

Había quedado viuda dos años atrás. Cuentan que el


marido hablaba todos los días con los malos espíritus. Un
viernes ya no regreso.

Doña Güicha estaba por cumplir los treinta años. A pesar


del trabajo duro y constante, su rustro irradiaba bondad y
belleza.

Sus dos hijas Juliana y Andrea eran niñas normales como


los de su edad. De regreso a casa jugaban, traveseaban,
se escondían en los recodos del camino y se
adelantaban para llegar antes que doña Güicha.

Aquel día viernes trece doña Güicha y sus hijas


compraron provisiones en la tienda de don Goyo y
emprendieron el regreso como de costumbre. La
amenaza de lluvia y el manto de la noche que ya cubría
el perímetro del pueblo, la hizo pensar en buscar el
camino viejo: mas largo y escambroso pero mas seguro;:
y lo mas importante no cruzarían el cementerio ni el rio.
En esas cavilaciones estaba, cuando se dio cuenta que
sus hijas se habían adelantado. Al poco tiempo la intensa
lluvia y la oscuridad invadieron el camino. Sin dejar de
caminar, pensaba que un aguacero tan intenso no se
había dado desde que tenía memoria. Al llegar a la orilla
del rio, vio que las piedras y los palos que sus hijos
acostumbraban a cruzar jugando de salto en salto, ya no
estaban. Intenta pasar una y otra vez pero la corriente
era tan fuerte que desistía de su propósito. Con señales
de intenso dolor en sus ojos y en su corazón, empezaba a
gritar desesperadamente cada segundo, cada minuto,
toda la eternidad…

Lo que fue de doña Güicha y sus hijas nadie en la aldea


ni en el pueblo lo sabe. Todos los primeros viernes, en la
madrugada, una mujer recorre las calles del pueblo con
lamentos profundos y ayes lastimeros, buscando y
llamado a sus hijos: ¡Ay…! ¡mis…! ¡hijos…!

La mayoría de la gente la ha escuchado, y otros dicen


que la han visto.

A la una de la madrugada se escucha que va gritando


todos la consideran un Ada, pobre mujer que sigue
llorando.

También podría gustarte