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Ismael Cerna si tengo en mi conciencia la del cielo?

EN LA CARCEL ¿Qué importa que entre muros y


(A JUSTO RUFINO BARRIOS) cerrojos
la luz del sol, la libertad me vedes,
si ven celeste claridad mis ojos,
¿Y qué? Ya ves que ni moverme puedo si hay algo en mí que encadenar no
y aún puedo desafiar tu orgullo vano. puedes?
¡A mí no logras infundirme miedo
con tus iras imbéciles, tirano! Sí, hay algo en mí más fuerte que tu
yugo,
Soy joven, fuerte soy, soy inocente algo que sabe despreciar tus iras
y ni el suplicio ni la lucha esquivo; y que no puedes sujetar, verdugo,
me ha dado Dios un alma al terror que a los débiles inspiras.
independiente,
pecho viril y pensamiento altivo. ¡Hiere…! Bajo tu látigo implacable,
débil acaso ante el dolor impío,
Que tiemblen ante ti los que han nacido podrá flaquear el cuerpo miserable,
para vivir de infamia y servidumbre, pero jamás el pensamiento mío.
los que nunca en su espíritu han
sentido Más fuerte se alzará, más arrogante
ningún rayo de luz que los alumbre; mostrará al golpe del dolor sus galas:
Los que al infame yugo acostumbrados el pensamiento es águila triunfante
cobardemente tu piedad imploran; cuando sacude el huracán sus alas.
los que no temen verse deshonrados
porque hasta el nombre del honor Nada me importas tú, furia impotente,
ignoran. víctima del placer, señor de un día;
Yo llevo entre mi espíritu encendida si todos ante ti doblan la frente
la hermosa luz del entusiasmo ardiente; yo siento orgullo en levantar la mía.
amo la libertad más que la vida
y no nací para doblar la frente. Y te apellidas liberal, ¡bandido!
tú que a las fieras en crueldad igualas,
Por eso estoy aquí do altivo y fuerte tú que a la juventud has corrompido
tu fallo espero con serena calma; con tu aliento de víbora que exhalas.
porque si puedes decretar mi muerte, Tú que llevas veneno en las entrañas,
nunca podrás envilecerme el alma. que en medio de tus báquicos placeres,
cobarde, ruin y criminal te ensañas
¡Hiere! Yo tengo en la prisión impía en indefensos niños y mujeres.
la honradez de mi nombre por Tú que el crimen ensalzas y
consuelo. encarneces
¿Qué me importa no ver la luz del día
al hombre del hogar, al hombre irá a manchar la frente de tus hijos.
honrado; Aquí tienes también la sangre mía,
tú, asesino, ladrón, tú que mil veces Sangre de un corazón joven y bravo,
has merecido la horca por malvado. No quiero tu perdón me infamaría…
Tú ¡Liberal…! Mañana que a tu oído Mártir prefiero ser, a ser esclavo.
con imponente furia acusadora ¡Hiéreme a mí que te aborrezco, impío!
llegue la voz del pueblo escarnecido a ti que con crueldades inhumanas
tronando en tu conciencia pecadora… mandaste a asesinar al padre mío
sin respetar sus años, ni sus canas.
Mañana que la patria se presente
a reclamar sus muertas libertades Quiero que veas que tu furia arrostro
y que la fama pregonera cuente y sin temblar que agonizar me veas,
al asombrado mundo tus maldades; para lanzarte una escupida al rostro
al tiempo que maldiga tu memoria y decirte al morir: maldito seas.
el mismo pueblo que hoy tus plantas
lame,
el dedo inexorable de la historia
te marcará como a Nerón, ¡infame!

Entonces de esos antros tenebrosos


donde el honor y la inocencia gimen; EL PERDON
donde velan siniestros y espantosos (ANTE LA TUMBA DE BARRIOS)
los inicuos esbirros de tu crimen;
de esos antros sin luz y estremecidos No vengo a tu sepulcro a escarnecerte,
por tantos ayes de amargura y duelo; no llega mi palabra vengadora
donde se oye entre llantos y gemidos ni a la viuda, ni al huérfano que llora,
el trueno de la cólera del cielo, ni a los fríos despojos de la muerte.
con aterrante voz, con prolongada Ya no puedes herir ni defenderte,
voz, que estremezca tu infernal ya tu saña pasó, pasó tu hora;
caverna solamente la historia tiene ahora
se alzará cada víctima inmolada derecho a condenarte o absolverte.
para lanzarte maldición eterna. Yo que de tu implacable tiranía
una víctima fui, yo que en mi encono
En tanto, hiere déspota, arrebata quisiera maldecirte todavía.
la honra, la fe, la libertad, la vida; No olvido que en un instante en tu
tu misión es matar: ¡sáciate, mata abandono
mata y báñate en sangre fratricida! quisiste engrandecer la Patria mía.
mata, Caín, la sangre que derrames Y en nombre de esa Patria te perdono.
entre gemidos de dolor prolijos
¡oh! Infame, el mayor de los infames,
A GUATEMALA de espacio y libertad el pensamiento
pueda ensayar el vuelo soberano;
Ni gritos de dolor, ni acentos de ira sólo desde las cumbres de los Andes
hallo en mi corazón. Al contemplarte se atreve a desplegar sus alas grandes
desfallece mi voz, mi canto expira. el altivo cóndor americano.
¿Dónde el numen hallar para cantarte
la ardiente inspiración que al No es aquí donde el alma soñadora
despertarte puede saciar la sed que la devora
haga estallar las cuerdas de mi lira? de santa libertad y de poesía;
no es aquí donde en estro levantado
El estro audaz, la inspiración bendita, puede hablar el poeta acostumbrado
ambiente y luz y espacio necesita a pensar y sentir con osadía.
en su noble y febril desasosiego;
necesita en la gran naturaleza No es aquí, ¡vive Dios! el noble anhelo
ejemplos de virtud y de grandeza de levantarse y escalar el cielo
que arrebatar en su órbita de fuego. en pro de un astro que esplendente
asoma,
Aquí donde se extiende asoladora, el ansia de la gloria sacrosanta
como incendio voraz, la tiranía del corazón de un pueblo que se
implacable, feroz, aterradora; levanta,
donde cubre a la ardiente fantasía, y no del fango en que se hundió
cual fúnebre sudario, ¡patria mía!, Sodoma.
atmósfera letal y abrumadora.
¡Ah! ¿y es esto verdad, patria querida?
Aquí donde cobarde y sin aliento ¿Es verdad que a los pies de quien te
se oye no más el mísero lamento abate
que alza un pueblo infeliz y envilecido; te arrastrarás por siempre envilecida?
donde, en vez del estruendo de la ¿Ya ese tu joven corazón no late,
lucha, que dejas ¡ay! sin ira y sin combate
solamente se escucha "que te arranquen los déspotas la
del infame látigo el crujido. vida"?

No es posible cantar: la mente inquieta ¿Es verdad ¡oh mi patria! que en tu


de sacudir aquí no encuentra modo suelo,
la oprobiosa estrechez que la sujeta; americano edén, pensil de flores,
aquí, encerrado en círculo de lodo, se haya extinguido todo noble anhelo;
en vez de inspiración siente el poeta que estás agonizando de dolores,
vergüenza de los hombres, y de todo. y no bajan mil rayos de tu cielo
a confundir a siervos y opresores?
No, no es aquí donde de luz sediento
Morirás, morirás sin que en tu oído porque enfrente del yugo bochornoso,
suene nunca un acento enardecido veo en tus hijos llanto vergonzoso
en patriótico ardor, una voz fuerte y los veo temblar, temblar de miedo.
que altiva y poderosa se levante,
tus cadenas quebrante ¡Oh! malditos los déspotas que hirieron
y a la vida del siglo te despierte. tu hermosa juventud, los impostores
que al carro de los déspotas te
Esclava morirás. ¡Ah, si pudiera uncieron;
convertir mi cerebro en una hoguera, malditos los soeces rimadores
y arder de inspiración como ardo en que corona de burlas te pusieron
saña, poniendo en el pavés a los traidores.
si hallar pudiera en esta tierra esclava,
la tempestuosa voz con que atronaba Malditos los que ven las hondas penas
el sublime Dantón en la montaña! en que tu hermosa juventud expira,
y no osan arrancarte las cadenas.
¡Si yo tuviera sangre de espartanos Maldito también yo, que ardiendo en ira
para dártela toda, toda, y luego no he roto contra el déspota mi lira
para herir en la frente a tus tiranos para darte la sangre de mis venas.
y en rayos convertir este ardor ciego,
esta lira que estalla entre mis manos,
y estas férvidas lágrimas de fuego!

Yo quisiera tener la soberana


furia del huracán, o de los mares
la voz, aquella voz del gran Quintana,
para gritar las iras populares,
como azota las selvas seculares
la horrorosa tormenta americana.

Yo quisiera, no sé, siento en el pecho


dolor, mucho dolor; siento una inmensa
agitación, un numen muy estrecho
para cantar lo que mi mente piensa.
¡Siento que lloro de ira y de despecho,
y siento que este llanto me avergüenza!

Siento ¡oh patria! que te amo, y que no


puedo
infundirte el aliento poderoso
del alma libertad, darte denuedo;

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