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DEFINICIÓN
El Catecismo Romano (Ad parochos, De bapt., 2, 2, 5) define el bautismo así : El bautismo
es el sacramento de regeneración por medio de agua en la palabra (per aquam in
verbo). Santo Tomás de Aquino (III:66:1) da esta definición: "El bautismo es la ablución
externa del cuerpo, llevado a cabo con la forma prescrita de palabras." Teólogos posteriores
generalmente distinguen formalmente entre la definición física y la metafísica de este
sacramento. Por la primera entienden la fórmula expresando la acción de ablución y
pronunciación de la invocación de la Trinidad; por la última, la definición: "Sacramento de
regeneración" o aquella institución de Cristo por la cual renacemos a la vida espiritual. El
término "regeneración" distingue al bautismo de cualquier otro sacramento, pues aunque la
penitencia revive a los hombres espiritualmente, ésta es más bien una resucitación, un traer
de entre los muertos, no un renacimiento. La penitencia no nos hace cristianos; por el
contrario, presupone que ya hemos nacido del agua y del Espíritu Santo a la vida de la
gracia, mientras que por el otro lado, fue instituido para conferir a los hombres los
comienzos mismos de la Vida espiritual, para transferirles del estado de enemigos de Dios
al estado de adopción, como hijos de Dios. La definición del Catecismo Romano suma las
definiciones física y metafísica del bautismo. "El sacramento de regeneración" es la esencia
metafísica del sacramento, mientras que la esencia física se expresa en la segunda parte de
la definición, esto es, el lavado con agua (materia), acompañado por la invocación de la
Santísima Trinidad (forma). El bautismo es, por lo tanto, el sacramento por el cual nacemos
de nuevo del agua y del Espíritu Santo, esto es, por el cual recibimos una vida nueva y
espiritual, la dignidad de adopción como hijos de Dios y herederos del reino de Dios.
INSTITUCIÓN
El Génesis nos habla del agua como fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada
Escritura dice que el Espíritu de Dios "se cernía" sobre ella. ( Gn. 1,2 ).
El arca de Noé es otra de las prefiguraciones que la Iglesia nos menciona. Por el
arca, "unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvadas a través del agua." ( 1 P. 3,
20 ). Si el agua de manantial significa la vida, el agua en el mar es un símbolo de la muerte.
Por lo cual, pudo ser símbolo del misterio de la cruz. Por este simbolismo el bautismo
significa "la comunión con la muerte de Cristo." (Catec. n. 1220).
Sobre todo el paso del Mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavitud de Egipto,
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es donde se anuncia la liberación obrada por el bautismo, se entra como esclavos en el agua
y salen liberados. También el paso por el Jordán, donde el pueblo de Israel recibe la tierra
prometida, es una prefiguración de este sacramento. (Cfr. Catec. 1217-1222).
Con su Pascua, Cristo hizo posible el bautismo para todos los hombres. Ya había hablado
de su pasión, "bautismo" con que debía de ser bautizado (Mc. 10,38) (Lc. 12,50). La sangre
y el agua que brotaron del costado traspasado por la lanza del soldado de Jesús crucificado
(Jn. 19,34), son figuras del"bautismo" y de la "eucaristía", ambos sacramentos de la nueva
vida ( 1 Jn. 5, 6-8); desde entonces es posible "nacer del agua y del Espíritu" para entrar en
el Reino de Dios. ( Jn. 3,5 ).
METERIA Y FORMA
La materia remota del sacramento del bautismo es el agua verdadera y natural. Simboliza la
regeneración a la vida espiritual porque es el principio de la vida natural. Indica
purificación y vida nueva. El agua usada en la celebración del sacramento ha de estar
bendita o bendecirse durante el rito. La materia próxima con tres modalidades que son
consideradas válidas: la inmersión, el derramamiento y la aspersión.
En Occidente la forma es «Yo te bautizo en el nombre...». En Oriente en cambio y
queriendo subrayar la eficacia del sacramento independiente del ministro se usa: «El siervo
de Dios, es bautizado...». También se discutió si era necesaria la mención a la Trinidad o
bastaba bautizar en nombre del Señor Jesús. El Concilio de Florencia de 1439 declaró la
necesidad de la fórmula trinitaria, teniendo en cuenta las palabras de Jesús: «... Y
bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».
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EFECTOS DEL BAUTISMO
Es muy posible que no conozcamos todos los efectos del bautismo y esto, quizás, nos lleve
a menospreciarlo. Los efectos del bautismo son cuatro:
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NECESIDAD DEL BAUTISMO
El Señor mismo afirma que "el bautismo" es necesario para la salvación (Jn. 3,5). Por ello
mandó a sus discípulos a anunciar el Evangelio y bautizar a todas las naciones ( Mt. 28,19-
20). Por lo tanto, el bautismo es absolutamente necesario para la salvación en aquellos a los
que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este Sacramento
(Mc. 16,16).
Al ser Cristo el único camino para la vida eterna, nadie puede salvarse, sin haberse
incorporado a Él mediante el bautismo. Hay casos en que este medio de salvación puede ser
suplido – en casos extraordinarios – cuando sin culpa alguna no se puede recibir el
bautismo de agua. Estos son:
El Bautismo de sangre, quedan salvados todos aquellos que mueren por medio del
martirio por haber confesado la fe cristiana o por haber practicado la virtud cristiana.
En cuanto a los niños muertos sin el bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la
misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran
misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tm. 2, 4) y la ternura
de Jesús con los niños, que le hizo decir:"Dejar que los niños se acerquen a mí, no se los
impidáis" (Mc. 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los
niños que mueren sin bautismo. Por eso es más apremiante aún la llamada de la Iglesia, a
no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo. (Catec.
n. 1261).
BAUTISMO CONDICIONAL
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enseñada uniformemente y puesta en práctica entre ellos, habría poca dificultad en cuanto
al estatus de los convertidos de las sectas. Pero no hay tal unidad de enseñanza y práctica
entre ellos, y consecuentemente el caso particular de cada converso debe examinarse
cuando se trata de la cuestión de su aceptación en la Iglesia. Pues no sólo hay
denominaciones religiosas en las cuales el bautismo con toda probabilidad no es
válidamente administrada, sino que también existen aquellos que tienen sin duda ritual
suficiente para validez, pero que en la práctica la probabilidad de que sus miembros hayan
recibido bautismo válidamente es más que dudosa. Como consecuencia debe tratarse a los
conversos en forma diferente. Si hay la certeza de que un converso fue válidamente
bautizado en la herejía, no se repite el sacramento, pero deben llevarse a cabo las
ceremonias que han sido omitidas en dicho bautismo, a menos que el obispo, por razones
suficientes, juzgue que pueden ser dispensadas. (Para los Estados Unidos, vea Conc. Prov.
Balt., I). Si es incierto que el bautismo del converso fue válido o no, entonces deberá ser
bautizado condicionalmente. En dichos casos el ritual es: "Si no estáis aún bautizado,
entonces yo os bautizo en el nombre", etc. El Primer Sínodo de Westminster, Inglaterra,
concluye que los conversos adultos deben ser bautizados no pública sino privadamente con
agua bendita (es decir, no el agua bautismal consagrada) y sin las ceremonias usuales
(Decr. xvi). En la práctica, los conversos en los Estados Unidos son casi siempre
invariablemente bautizados ya sea absolutamente o condicionalmente, no sólo porque el
bautismo administrado por los heréticos se considere inválido sino porque es generalmente
imposible descubrir si han sido adecuadamente bautizados. Aún en los casos en los que una
ceremonia ha sido ciertamente llevada a cabo, generalmente continúa la duda razonable
acerca de la validez sobre ya sea la intención del administrador o el modo de la
administración. Aún cada caso debe ser examinado (S. C. Inquis., 20 Nov., 1878) a fin de
que el sacramento no sea repetido sacrílegamente.
El ministro ordinario del bautismo solemne es primero el obispo y después el sacerdote. Por
delegación, un diácono puede conferir el sacramento solemnemente como ministro
extraordinario. Se dice que los obispos son los ministros ordinarios porque son los
sucesores de los Apóstoles, quienes recibieron directamente el mandato divino: "Vayan y
enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo". Los sacerdotes también son ministros ordinarios debido a que por su oficio y
órdenes sagradas son pastores de almas y administradores de los sacramentos, y por lo tanto
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el decreto florentino declara: "El ministro de este Sacramento es el sacerdote, a quien
pertenece administrar el bautismo por razón de su oficio". Sin embargo, como los obispos
son superiores a los sacerdotes por ley Divina, la administración solemne de este
sacramento fue en un tiempo reservada a los obispos, y un sacerdote nunca administraba
este sacramento en presencia de un obispo a menos que se le ordenara hacerlo. Lo antiguo
de esta disciplina puede verse en Tertuliano (De Bapt. Xvii): "El derecho a conferir el
bautismo le pertenece al sacerdote en jefe, que es el obispo, luego a los sacerdotes y
diáconos, pero no sin la autorización del obispo". Ignacio (Ep. ad Smyr., viii): "No es legal
bautizar o celebrar el ágape sin el obispo". San Jeremías (Contra Lucif. Ix) testifica la
misma usanza en sus días: "Sin crisma y la orden del obispo, ni el sacerdote ni el diácono
tienen el derecho de conferir el bautismo". Los diáconos son sólo ministros extraordinarios
de bautismo solemne, pues por su oficio son asistentes de la orden sacerdotal. San Isidoro
de Sevilla (De Eccl. Off. ii. 25) dice: "Es claro que el bautismo debe ser conferido sólo por
sacerdotes, y no es legal ni para los diáconos administrarlo sin permiso del obispo o del
sacerdote". No obstante, el que los diáconos fuesen ministros de este sacramento por
delegación es evidente por lo citado. In el servicio de ordenación de un diácono, el obispo
dice al candidato: "Le concierne al diácono ser ministro en el altar, bautizar y predicar".
Felipe el diácono es mencionado en la Biblia (Hechos, viii) confiriendo el bautismo,
presumiblemente por delegación de los Apóstoles. Debe notarse que aunque todo sacerdote,
en virtud de su ordenación, son ministros ordinarios del bautismo, aunque por decretos
eclesiásticos no puede emplear este poder lícitamente a menos que tenga jurisdicción. Por
esto el Ritual Romano declara: El ministro legítimo del bautismo es el sacerdote de la
parroquia, u otro sacerdote delegado por el sacerdote de la parroquia o el obispo del lugar".
El Segundo Concilio Plenario de Baltimore agrega: "Los sacerdotes son merecedores de
reprensión grave si imprudentemente bautizan infantes de otra parroquia o de otra
diócesis". San Alfonso (n. 114) dice que los padres que traigan a sus hijos para ser
bautizados sin necesidad a un sacerdote diferente a su propio pastor, son culpables de pecar
porque violan los derechos del sacerdote parroquial. Sin embargo, agrega que otros
sacerdotes pueden bautizar a dichos niños, si tienen el permiso, ya sea expreso o tácito o
aún razonablemente supuesto, del pastor mismo. Aquellos que no se han establecido en
algún lugar pueden ser bautizados por el pastor de cualquier iglesia que elijan.
Este derecho de que cualquier persona bautice en caso de necesidad está de acuerdo con la
tradición y práctica constante de la Iglesia. Tertuliano (De Bapt. Vii) dice, al hablar de los
laicos que tienen la oportunidad de administrar el bautismo: "Será culpable por la pérdida
de un alma, si se niega a conferir lo que puede hacer libremente", San Jeremías (Adv.
Lucif., ix): "En caso de necesidad, sabemos que también es permitido a un laico [bautizar]:
pues como una persona recibe, así puede dar". El Concilio Cuarto de Letrán (cap. Firmiter)
decreta: "El Sacramento del Bautismo....sin importar por quién es conferido es provechoso
para la salvación", San Isidoro de Sevilla (can. Romanus de cons., iv) declara: "El Espíritu
de Dios administra la gracia del bautismo, aunque sea un pagano quien lleve a cabo el
bautismo", el Papa Nicolás I enseña a los búlgaros (Resp, 104) que el bautismo por un judío
o un pagano es válido. Debido al hecho de que se les impide a las mujeres cualquier tipo de
jurisdicción eclesiástica, surgió necesariamente la cuestión respecto a su capacidad para
conferir bautismo válido, Tertuliano (De Bapt., xvii) se opone fuertemente a que las
mujeres administren este sacramento, pero no declara que sea inválido. De la misma forma,
San Epifanio (Hær., Ixxix) dice acerca de las mujeres: "Ni aún el poder de bautizar les ha
sido otorgado", pero él habla de bautismo solemne, el cual es una función del sacerdocio.
Pueden encontrarse expresiones similares en los escritos de otros Padres, pero sólo cuando
se oponen a la doctrina grotesca de algunos herejes, como los marcionitas, pepucianos y
catafrigianos, quienes deseaban que las mujeres fuesen sacerdotisas cristianas. La decisión
autoritativa de la Iglesia, no obstante, es clara. El Papa Urbano II (c. Super quibus, xxx, 4)
escribe "Es bautismo verdadero si una mujer en caso de necesidad bautiza a un niño en el
nombre de la Trinidad". El decreto Florentino para los armenios dice explícitamente: "En
caso de necesidad, no sólo un sacerdote o un diácono, sino aún un laico o una mujer, aún un
pagano o herético, pueden conferir el bautismo". La razón principal para esta extensión de
poder en cuanto a la administración del bautismo es por supuesto que la Iglesia ha
comprendido desde el principio que éste era el deseo de Cristo. Santo Tomás (III:62:3) dice
que debido a la absoluta necesidad del bautismo para la salvación de las almas, está de
acuerdo con la misericordia de Dios, quien desea que todos sean salvados, que los medios
para obtener este sacramento deben ser puestos, en la medida de lo posible, al alcance de
todos; y es por esa razón que la materia del sacramento fue agua común, el cual puede
obtenerse fácilmente, asimismo era adecuado que todo hombre fuera su ministro. Por
último, debe notarse que, por ley de la Iglesia, la persona que administra el bautismo, aún
en casos de necesidad, contrae una relación espiritual con el niño y con sus padres. Esta
relación constituye un impedimento que haría que el matrimonio subsecuente con
cualquiera de ellos fuera nulo e inválido a menos que se hubiese obtenido antes una
dispensa.
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SUJETO
Todo ser humano que no haya recibido el bautismo puede acceder a él. En caso de que sea
un adulto, éste ha de manifestar su deseo de recibir el bautismo y haber recibido la
necesaria instrucción acerca de la fe y de las obligaciones que contrae, mediante un período
de catecumenado.
El bautismo de niños es una práctica muy antigua en la Iglesia católica y está confirmada
textualmente en escritos del siglo II. Quienes lo cuestionan también suelen cuestionar la
teología del pecado original. Ahora bien, no se suele permitir el bautismo de niños que son
hijos de no cristianos a menos que estos lo soliciten o que el niño se encuentre en peligro de
muerte. El código de derecho canónico de 1983 (canon 868) indica además las siguientes
condiciones para el bautizo de niños:
(1) Baptisterio
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(2) Agua Bautismal
Al hablar de la material del bautismo, establecimos que todo lo que se requiere para su
validez es agua verdadera y natural. Al administrar el bautismo solemne, sin embargo, la
Iglesia prescribe que el agua utilizada debe haber sido consagrada el sábado de Gloria o en
la víspera de Pentecostés. Por lo tanto, para la licitud (no validez) del sacramento, el
sacerdote está obligado a utilizar agua consagrada. Esta costumbre es tan antigua que no
podemos descubrir su origen. Se encuentra en la mayoría de las liturgias antiguas de las
Iglesias Latina y Griegas y se menciona en las Constituciones Apostólicas (VII, 43). La
ceremonia de su consagración es clara y simbólica. Después de signar el agua con la cruz,
el sacerdote la divide con su mano y la lanza a las cuatro esquinas de la tierra. Esto
significa el bautizo de todas las naciones. Después respira sobre el agua y sumerge el cirio
pascual en él.
Entonces vacía en el agua, primero el óleo de los catecúmenos y luego el crisma sagrado, y
por último ambos óleos santos juntos, pronunciando rezos adecuados. Pero ¿qué sucede si
durante el año la provisión de agua consagrada es insuficiente? En ese caso, el Ritual
declara que el sacerdote puede agregar agua común a lo que resta, pero sólo en menor
cantidad. Si el agua consagrada parece pútrida, el sacerdote debe examinar si realmente es
así, pues la apariencia puede ser causada sólo por la añadidura de los santos óleos. Si
realmente se ha tornado pútrida, la pila debe ser renovada y debe bendecirse agua fresca por
medio de una forma señalada en el Ritual. En los Estados Unidos, el Magisterio Pontificio
ha autorizado una fórmula breve para la consagración de agua bautismal (Conc. Plen. Balt.,
II).
(4) Padrinos
Cuando los infantes son solemnemente bautizados, las personas asisten a la ceremonia a
hacer la profesión de fe a nombre del niño. Esta práctica viene de la antigüedad y es
atestiguada por Tertuliano, San Basilio, San Agustín y otros. Dichas personas son
designadas sponsores, offerentes, susceptores, fidejussores, y patrini. El término en español
es padrino y madrina. Éstos, a falta de los padres, están obligados a instruir en lo referente a
la fe y la moralidad. Es suficiente un padrino y no se permite más de dos. En el caso de que
sean dos, uno debe ser hombre y el otro mujer. El fin de estas restricciones es el hecho de
que el padrino contrae una relación espiritual con el niño y sus padres, lo que sería un
impedimento de matrimonio. Los padrinos mismos deben ser personas bautizadas que
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tengan uso de razón y deben haber sido designados como padrinos por el sacerdote o los
padres. Durante el bautismo deben tocar físicamente al niño ya sea personalmente o por
algún otro medio. Lo que es más, se requiere que tengan realmente la intención de asumir
las obligaciones como padrinos. Es deseable que hayan sido confirmados, pero esto no es
absolutamente necesario. A ciertas personas se les prohibe actuar como padrinos. Ellos son:
miembros de órdenes religiosas, personas de matrimonios distintos, o los padres de los que
van a ser bautizados, y en general aquellos objetables por razón de infidelidad, herejía,
excomunión o que son miembros de sociedades secretas condenadas, o pecadores públicos
(Sabetti, no. 663). Los padrinos también son empleados en el bautismo solemne de adultos.
Nunca son necesarios en el bautismo privado.
Desde los primeros tiempos se daban nombres en el bautismo. Al sacerdote se le indica que
nombres obscenos, fabulosos y ridículos, o aquellos de dioses paganos o de hombres
infieles no sean impuestos. Al contrario, el sacerdote ha de recomendar nombres de santos.
Esta rúbrica no es precepto riguroso, pero es indicado que el sacerdote haga lo que pueda
en cuanto a este asunto. Si los padres son razonablemente obstinados, el sacerdote puede
agregar el nombre de un santo a aquel en el cual se insiste.
En la Iglesia primitiva, el recientemente bautizado vestía una túnica blanca por un cierto
tiempo después de la ceremonia (San Ambrosio, De Myst., c. vii). Como los bautismos
solemnes se llevaban a cabo en vísperas de Pascua o Pentecostés, las vestiduras blancas se
asociaron con aquellas festividades. Por ello, el Sabbatum in Albis y Dominica in
Albis recibieron sus nombres de la costumbre de dejar de usar en ese tiempo la túnica
bautismal que había sido vestida desde la vigilia anterior de Pascua. Se cree que el nombre
en inglés para Pentecostés -'Whitsunday' o 'Whitsuntide', también se derivó de las
vestiduras blancas de los recientemente bautizados*. En nuestro ritual hoy en día, se coloca
un velo blanco por un momento en la cabeza del catecúmeno como un substituto de la
túnica bautismal.
RITO Y CELEBRACIÓN
El bautismo, tiene muchos signos, además del signo esencial, constituido por la materia y la
forma y éstos nos llevan a seguir un rito:
Cada uno de los signos posee un sentido muy determinado, así por ejemplo:
La celebración comienza con la señal de la cruz, que nos indica la marca de Cristo sobre el
que le va a pertenecer y significa la gracia adquirida por la Cruz de Cristo.
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El anuncio de la Palabra de Dios, es decir, las lecturas, que da luces sobre la verdad
revelada a los "candidatos" y a la asamblea; y suscita en todos la respuesta de la fe. En
efecto, el bautismo es "el Sacramento de la fe" por ser la entrada sacramental en la vida de
la fe. El anuncio de la Palabra de Dios, nos invita a vivir este "Sacramento de la fe".
Puesto que por el bautismo somos "liberados del pecado y del que nos tienta, el Diablo", se
pronuncian uno o varios exorcismos sobre el “candidato".Este es ungido con el óleo de los
catecúmenos, o bien el celebrante le "impone las manos", y el "candidato" renuncia
explícitamente a Satanás. Así preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual
será “confiado" por el bautismo. (Rm. 6,17).
El agua bautismal es entonces consagrada mediante una oración en el mismo momento o
utilizar la de la noche pascual. La Iglesia pide a Dios que, por medio de su Hijo, el poder
del Espíritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que los que sean bautizados con
ella "nazcan del agua y del Espíritu”. (Jn. 3,5)
Pero como todo sacramento posee un rito esencial, el signo más importante. Y este rito
esencial del sacramento: el bautismo propiamente dicho. El bautismo es realizado de la
manera más significativa mediante la triple inmersión en el agua bautismal, o derramando
tres veces agua sobre la cabeza del candidato. Al mismo tiempo que se pronuncia la forma.
Las palabras que pronuncia el ministro son: " Fulano....... yo te bautizo en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don
del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, "ungido" por
el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido Sacerdote, profeta y rey.
Literalmente ungido significa “persona consagrada" y en este caso es a Dios.
El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios. Por lo tanto, ya puede decir la oración de los
hijos de Dios: "el Padrenuestro". Sólo los bautizados podemos llamar "Padre" a Dios.
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