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The blood of my heart.

Si la vida era injusta, conmigo lo era aun más. Cuando a veces crees amar a
alguien, piensas que lo amas por todo lo que es.

Amar no significa felicidad, como tampoco significa tristeza.

Cada quien lo tomará distinto, así como lo hemos tomado nosotros.

AoixUruha
Matarme…

Muerte…

Mi sangre…

¿Para qué?

Tú me lo dijiste, “piérdete” “despierta”… nunca te escuche.

Me levante de aquel taburete color vino y salí de la habitació n de aquel motel. Matar… ¿Por
qué no? Mi vida ya estaba mal, ¿Qué má s podría salir mal? Nada. Nada me podía salir bien,
nada. Y espero que nadie encuentre ese cadá ver. Esa chica confió en mí… ¿Por qué lo hizo?
¿Por qué me siguió de aquel bar? Ella solo deseaba sexo, y lo tuvo, como cualquiera que se
lleva mi cuerpo.

Nadie sospecha de mí.

Soy un cualquiera ante sus ojos, su dinero se cae al piso junto con sus cuerpos muertos…
¿Se lo esperaban? No lo creo.

En el mundo que Dios creo, esos humanos que trajo, presas de el placer… solo buscan en
mi, diversió n… la obtienen, a nadie, absolutamente a nadie le privo de mi cuerpo. Muchos
han muerto a mi merced, mismos que han tomado y pagado mi cuerpo.

¿De qué me sirve el dinero?

De nada le servirá a un humano.

Subí a mi auto y lo puse en marcha. Mi trabajo me dejo ese hermoso Mercedes color negro.
El cadá ver quedo debajo de la cama, no sufrió mucho; solo abrí su pecho y extraje su
corazó n mientras dormía; di “el pago que requería”, corte mi muñ eca y deje que mi sangre
corriera ¿Qué importaba?

Mi teléfono negro comenzó a sonar. Era él, la persona que comencé a amar hace no mucho,
pero de la que siempre me había privado… ¿Quién podría amarme?

-¿Hola? – contesté. Me estacioné justo a la salida de aquel sucio lugar.

-¿Shima? ¿Dó nde está s? ¡Es víspera de navidad! ¡Te dije que lo pasaríamos juntos! - ¿El dijo
eso? ¿En qué momento lo hizo? ¿Por qué no lo recuerdo? ¿Enserio haremos eso?

-Yo… no sé…

-¿No sabes donde estas?

¿Qué? No… no lo sé.

-No…

-Descríbeme lo que hay cerca de ti.


-Un… motel… carretera… y un restaurante…

-Ya sé dó nde está s… ¿Có mo te perdiste, si siempre vas allá ? Bah, iré por ti. Así no te me
podrá s escapar. Adió s. – me colgó .

Ah es cierto, me acosté con aquella chica… ¿Por qué lo olvidé? ¡Puedo regresar yo solo!
No… quiero esperarlo a él. Así pasaré má s tiempo con él, sí, sí, eso está bien. Mire mi brazo
y vi como la venda que había colocado se hacía cada vez má s roja.

É l me trata con respeto desde que lo conocí en ese bar… ¿Có mo fue que me hablo? ¡Qué
divertido! No sé ni có mo me hablo, la gente solo va a mi por sexo… él no… ¡Que dulce y
tierno! El me quiere diferente… o quizá solo me tenga lastima. Mis lá grimas comenzaron a
fluir. Me dolía la herida. Pero dolía má s mi corazó n. Nadie nunca me ha correspondido…
nadie. Quizá porque ya tengo fama de la puta que abre las piernas a cualquiera, o
simplemente se la mete a quien sea… un puto. Mi existencia es tan… insignificante.
Matando gente por ahí, para satisfacer lo que no puedo hacer con mi propio cuerpo… que
débil y cobarde. No soy capaz de suicidarme ¿eso me convierte en alguien patético? Me
arranque la venda. Ardía, quemaba. Apreté la herida, eran alrededor de diez centímetros
de forma vertical a mis venas… la abrí e introduje mis dedos, la hacía má s profunda… ya
no lograba sentir mis manos, mucho menos mi cuerpo, flotaba y el liquido caía
frá gilmente sobre mis pantalones. Cerré mis ojos y apoyé mi cabeza contra el volante del
Mercedes.

-Tú no vas a morir así, ya sabes… - dijo Yuu sacá ndome del auto como a una doncella.

-¿Qué haces aquí? – pregunte entreabriendo mis ojos.

-Odio tus lagunas en la memoria Shima… pero bueno, te llamé para decirte vendría por ti, y
me encuentro con esto… ¿Qué vez es? ¿La quinta? ¡Estoy molesto Takashima! – giré mi
rostro y cerró la puerta de mi auto. La nieve había comenzado a caer, era fina, de esas que
daban frio hasta doler. La navidad era algo deprimente para mí, siempre la pasaba yo solo.
Aunque quisiera morir… ahora veo que pasar la velada con él, sería… nuevo. Caminó hacia
su auto convertible, -ahora completamente cerrado por el frio- abrió la puerta, y me metió
en el asiento del copiloto. – Pareces un muñ eco de trapo… no te mueves, ni nada, me
deprime verte así… má s desde que supe porque te ponías así… - cerró la puerta, y caminó
hasta el asiento del conductor.

-¿Lo sabes? – pregunté cuando había subido y cerrado la puerta. Mientras miraba la
ventanilla podía sentir mi sangre escurrir por mi brazo… ¿Por qué no podía desmayarme
ahora?

-Claro que lo sé. Te he seguido como un vil acosador, solo para saber que eres un asesino.

-Me odias ¿No es así?

-No, claro que no, solo que no sé porque te haces dañ o, no es propio de un asesino.

-No lo sé. No merezco la vida, soy un imbécil que se la quita a los demá s, debería sufrir
¿No?
-Pero no es lo correcto. Si asesinas, asesina, pero no te hagas tú lo mismo.

-No lo merezco, debería morir.

-No deberías, me dejarías, y no quiero que te vayas. Dejemos de hablar y curemos eso.

Y ya no hablamos. Todo el viaje mire por la ventanilla, la nieve caía plá cidamente sobre el
pavimento, era algo muy peculiar de ver, era hermoso; cuando yo era un niñ o, siempre
nevaba en aquel olvidado orfanato… ¿Qué habrá sido de ese lugar? Quién sabe. Mi cuerpo
entero hormigueaba. Me sentía pesado, cerré mis ojos, e intente morir…

Pero no lo logré.

Desperté sobre una cama, la cama de Yuu. Era su casa, estaba muy tibio. ¿Cuá nto tiempo
me desvanecí? Miré mi muñ eca dó nde antes había intentado quitarme la vida… estaba
vendada y curada… ¿Cuá n amable podía llegar a ser Yuu? Era un amor. Me levanté y me
tambaleé un poco, fue cuando me di cuenta que traía pantalones flojos, bó xers,
calentadores, camisa holgada: la ropa de él. Me sentí feliz.

-Despertaste. – dijo una voz detrá s de mí.

-…- me limité a girarme y encararlo. Pero no lo conseguí. La habitació n estaba obscura,


seguramente, seguía siendo de madrugada.

-¿Sabes? Me gustaría saber que eres solo mío Shima. – su voz sonaba dolida. No entendía
que venía todo eso.

-¿Tuyo?

-Ya te lo dije ¿no? Te quiero, te amo.

-Ah. - ¿Qué má s podía decirle yo?

-¿Tu no me amas? Shima, sé que no es el momento má s oportuno, pero, si no lo digo ahora


se irá todo por la mierda – oí unos pasos – Te amo, te lo he querido decir pero siempre
estabas con má s personas, no sé ni que soy para ti, pero cuando te propuse pasar la
navidad juntos quería decírtelo de una manera romá ntica, pero no ha podido ser así por el
incidente hace rato.

-Lo lamento.

-No Shima, no te lamentes, creo que el verte dormir esta hora, me ha hecho reflexionar
má s sobre mis sentimientos, sobre ti, y estoy completamente seguro que te quiero con
todo lo que eres y lo que has hecho.

-¿Seguro? – no me lo podía creer.

-Dame una oportunidad, te he cuidado, cambiado, bañ ado, de verdad te quiero. Te respeto,
por favor… - se veía suplicante, esto era un sueñ o.
-¿Por qué me lo dices ahora? Pudiste decírmelo en cualquier momento. – mi brazo me
punzaba. Y el sonido de mi corazó n tintineaba.

-Porque tenía miedo, - rió – eso suena tan patético, como cualquier enamorado que no se
quiso confesar antes. –pausó – Yo tenía miedo… no mucho de tener tu cuerpo y que luego
me mataras, si no de tu rechazo, y veo que eso es cierto.

-¿Qué es lo que es cierto?

-Que me rechazarías.

-…- no lo estaba rechazando. Pero me sentía bobo de ir a decirle “te amo, todo lo que he
hecho es por ti, te amo”

-Ya veo. Pero aun así – bajó su cabeza - ¿Te quedará s conmigo, no?

No respondí.

-Tomaré tu silencio como un sí.

-No lo tomes como nada, no te creo. Aquella vez, en ese bar, ¿Te acuerdas? – Mi voz en vez
de salir firme –como había esperado- sonaba ridículamente titubeante.

-¿Cuá ndo nos conocimos?

Me mantenía parado en un lugar inexistente para mi vista, el seguía siendo solo una voz
para mí. No podía ser cierto eso, no podía él amarme. No se puede.

-Sí, esa noche.

-La recuerdo.

-Me sacaste a rastras del bar, evitando que me golpearan por besar a la pareja de un chico.
Me trajiste por primera vez aquí, me diste un analgésico para todo el alcohol que había
consumido, y dijiste que serías mi amigo.

-¿Qué pasa con eso?

-Tuviste lá stima.

-¿De qué?

-De mí. Sabes lo que hago, por Dios ¡Yuu! Me acuesto con el primero que me lo pida y lo
que me hace peor, es que los asesino, ¿Te parece poco para no amarme?

-No te tengo lastima. – su voz flaqueó . – Yo siempre te miré. Cada vez que bajaba del auto
para saber que hacías en el motel, siempre veía tu rostro sumergido en el placer. Y luego
tu mirada destellante de odio y sadismo, y a pesar de eso no me alejé.

-¿Desde cuá ndo lo descubriste? – mis lá grimas bajaban emocionadas por mis mejillas. Pero
no sentía mi voz querer ceder y ya no solo titubear, si no quebrarse por completo. Mi
corazó n parecía haberse detenido, mis manos ni siquiera se movían. ¿Vivía, o ya no?
-Desde hace meses. – tosió un poco, y luego el sonido de la cama crujir me indicó que se
había sentado. – Ya sabes, no me alejé. Por el simple hecho de que me enamoré, a
sabiendas de tú actuar.

-No puedo creerte, es algo imposible. – mis ojos lagrimeaban como cuando lloraba solo en
mi habitació n. – Vamos, sabes que es imposible. Conoces lo desagradable que soy y a pesar
de ello aseguras amarme, eso es imposible, los demá s sienten miedo.

-¡Pero es verdad! – exclamó , como cuando solía perder la paciencia.

-Yo…

Hubo un pequeñ o silencio. El vago latido de mi corazó n ya no sonaba tan energético como
cuando él me hablaba, ya no parecía como si se excitara con su voz… era má s bien, un
vaivén lento, aburrido. Sentí como si un taladro perforara mi corazó n, o que había un
hueco ese lugar donde se suponía que iba ese ó rgano; me sentía engañ ado, Yuu no podía
amarme, era prácticamente imposible aquella frase.

-Entonces, - continuó . – Si no me crees, te lo demostraré a tú manera… no es la forma que


yo pretendía, pero no puedo hacer nada para que me creas. – su manera de hablar parecía
forzada.

-¿Qué hará s?

-Algo que supongo que te gustará .

-Yuu… deja de mentirte, sabes que no quieres a alguien como yo.

-Debo admitir, - otra vez el crujido de la cama. – que me sorprendí cuando te vi asesinar a
tus víctimas, pero lo superé y te amé aun má s, claro, si eso es posible.

-Deja de jugar.

-No lo hago… - susurró contra mi cuello.

-¿Qué… qué haces Yuu? – me estremecí al sentir su lengua pasar por mi cuello, él
simplemente soltó una risita coqueta. Con la fuerza que yo sabía que era poseedor, me
lanzó hacia la cama.

-Shima-chan… - ronroneó . – Me temo que vas a hacer lo que yo quiera esta noche, has sido
malo por rechazar mis sentimientos… y ahora lo sufrirá s…

-Yo no he… - había cerrado los ojos para evitar desesperarme al no ver nada. Corté la frase
al sentir los labios de mi amado Shiroyama.

Era tan puro mi sentimiento; magnifico quedaría corto para describir que tan bien se
sentían los acolchonados labios de Yuu. Cada vez, él se adhería con mayor precisió n a mi
cuerpo, dejando su pierna derecha entre las dos mías. No podía reaccionar ante la acció n,
solo miré hacia arriba sintiendo la presió n de su cuerpo contra el mío. El corazó n que
antes se acobardó como un perro echado de casa, ahora latía má s rá pido que en otras
ocasiones. Pero había algo mal, muy malo.
-Yuu… para, déjame hablar…

-No, no lo voy a hacer. – me desprendió de la playera que él mismo me había colocado.


Siniestramente, sus manos se movían de un lado para otro, y sus labios me llenaban de
besos. Exquisitos besos, pero algo seguía mal. Algo ya no me estaba gustado.

-¡Yuu!

-¡¿Qué quieres?! – gritó . Abrí mis ojos, los cuales habían permanecido cerrados. Un caballo
pisoteo mi corazón al ver llorar a Yuu. Su expresió n de dolor me quemó , y sus lagrimas salir
con tanta fluidez me hacía sufrir de tal manera que me sentía solo, vacío. - ¡Si es la ú nica
forma de llenar mi corazó n por minutos, lo haré! ¡No me importa ser un maldito violador!
– gimió y tocó el espacio destinado para su corazó n. - ¿Sabes que se siente, Shima? Me
rechazaste, y ni siquiera te mueves para evitar lo que te hago. – rió . – pero creo que ya no
va a importar… lo arruinaré esta noche… en realidad, ya lo arruiné.

-Yuu…

-Te dije que no hablaras…

La gélida voz, me hizo callar. Sus manos continuaron en lo suyo. Acariciar los costados de
mi torso, haciendo que mi piel reaccionara y se erizara. Besaba mis pezones y luego
pasaba su hú meda lengua sobre ellos. Mi espalda se levantaba formando un arco cada vez
que el lamía mi piel. Mantuvo su tarea así, durante minutos, hasta que se dio cuenta de que
estaba erecto. Sonrió con malicia tan poco usual en él, y con una mano mantuvo mis dos
brazos sobre mi nuca, mientras que con su mano libre bajaba los pantalones junto con
bó xers y calentadores que llevaba; mi piel desnuda sufrió espasmos por la corriente de
aire frío que se colaba por la ventana.

-Ahh… - suspiré al sentir sus manos por mis nalgas.

Yuu se obligaba a hacer esto, sino, ¿Por qué estaría llorando? ¿Quién era yo, para impedirle
tomar posesió n de algo que es suyo? No le detendría… pero el hecho de que yo no le
hubiera dicho que sus sentimientos –si es que eran como él decía que eran- eran
correspondidos, me hacía sentir mal, má s ahora que lo había orillado a llorar y a actuar de
esa manera. Le había roto el corazón, ese mismo que me entregó, ese rompí con silencio.

Me volteó con fuerza, quedando yo con la cara de lleno en la almohada; al estar las sabanas
abiertas, el solo nos cubrió con ellas. Y, entonces, así lo hizo. Besó mi cuello, mi espalda, y
me penetró .

¡Qué hermoso era hacer el amor con alguien al que amas!

Pero seguía el sentimiento de culpabilidad.

Embestía ferozmente a mi cuerpo que solo gemía, como cada noche. Las estocadas que me
propiciaba movían mi cuerpo, pero ya no mi corazó n. ¿Por qué? ¿Por qué si yo lo amo?
¿Era tan cruel mi corazó n que no latiría frenéticamente por tal placer? La neblina de
pensamientos negativos inundó mi cabeza. Cada vez que entraba y salía sentía cierto
ardor, pero en mi mente no cabía má s que la frase “Yo no le dije te amo, yo no he liberado
mi corazón, como él ya lo hizo”.

Ya no podía llorar, pero él sí. Toda la noche, toda, lo escuché gemir como si apuñ alaran su
estomago. Pero no hice nada. De un momento a otro, había sentido mi cuerpo doler, y mis
heridas abrirse, no podía moverme porque me sentía pesado. Pero por desgracia, pude
escuchar a mi corazó n lamentarse por lo que me había hecho… todo se iba a la misma
mierda si él estaba así.

Hubo un punto de aquella mañ ana, en el que me decidí. Si Yuu quería odiarme, estaría
bien, pero por lo menos remendaría un poquito su corazó n, luego me marcharía y lo
dejaría ser feliz.

-¿Yuu? – dije bajito.

-¿Ma-mande? – contestó gimoteando aú n.

-Cierra la ventana, mi cuerpo se entumió .

-Lo siento.

-Só lo ciérrala. - Se levantó de la cama, y le miré caminar hacia la ventana y cerrarla. Me


giré para quedar boca arriba. Todo dolía. É l me miró , y su mirada sombría se volvió . – Creo
que nos hemos excedido anoche, ¿Eh? – bromeé.

-Yo lo hice, de verdad, lo siento. – comenzó a llorar, otra vez.

-No llores.

-¡¿Por qué no me has matado?! – gritó de pronto.

-¿Esperabas que te matara?

-¡Por supuesto que sí! ¡Siempre haces eso después de hacer “eso”!

-¿El qué?

-¡Sexo! ¡Te violé! – la voz le fallaba tanto, que me era difícil entender.

-Hicimos el amor, ¿No somos amigos?

¿Qué estaba diciendo? ¡Ayúdame Yuu!

-¿Amigos? Te amo Shima. ¡Dañ é a la persona que má s amo! ¡Te violé maldita sea! – se tiró
al piso llevá ndose las manos a la cabeza. Ataque de nervios.

-Yo también lastimé a la persona que má s amo.

-¿Eh? – me miró con los ojos acuosos.

-Lloras sin cesar, ¿Crees que eso no me lastima? Rompí tú corazó n y el mío junto con el
tuyo. – sonreí. – soy un maldito bastardo. Pero ya sabes, así soy. Y ahora me odio por
hacerte dañ o, cuando tú me quieres mucho, claro, no sobrepasas mi amor.
-¿Por qué no dijiste nada anoche?

-¿Có mo decirlo?

-¡Explícate!

-Carezco de personalidad, no te convengo. Hay una larga lista… por lo que no sería bueno
estar juntos. Ademá s he dañ ado a tú corazó n, lo justo es que me marche ahora.

-Tú no te vas a ningú n lado. – habló serio. – Nos lastimamos mutuamente, que estú pidos
somos, pero ya no. Déjame cuidarte, que te deje mal. ¿Crees poder perdonarme?

-Yo lo ocasioné.

-Pero yo no debí. Perdó name.

Se levantó del piso y caminó a la cama. Sus ojos rojos estaban, más culpabilidad.

Shiroyama Yuu parecía un poco loco. Se veía mal por la culpa, animado porque me pude
sentar a la mesa, y feliz porque preparaba el desayuno navideñ o.

Me mimó en todo esa tarde.

Me confesó su amor má s calmadamente y se convirtió en mi amante.

Me besó con la febrilidad que esperaba, y esta vez, mi corazó n dio un vuelco de felicidad,
pero un toque de nostalgia.

Mi corazó n y él suyo sangraron, pero ambos correrá n en la misma carrera ahora.

¿Qué me esperaría con todo lo sucedido?

Solo aquellos que adivinan, lo sabrían; el romance de un joven y un asesino daba por
comienzo, en aquella nevada tarde.

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