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En Mesopotamia, unos cuatro mil años antes de Cristo, se establece la civilización sumeria,

de la que se conservan documentos médicos en tablillas grabadas mediante escritura


cuneiforme. Se trata de una cultura mágico-animista que posee una concepción sobrenatural
de la enfermedad: ésta se considera un castigo divino impuesto por diferentes demonios tras
la ruptura de algún tabú. De este modo, lo primero que debe hacer el médico es identificar
cuál de los aproximadamente 6,000 demonios es el posible causante del problema. A la
enfermedad se la denomina shêrtu, pero esta palabra asiria significa también pecado,
impureza moral, ira divina y castigo. los sacerdotes de Assipu se ocupan de las
enfermedades internas, especialmente de las enfermedades mentales, anticipando la
especialidad psiquiátrica, aunque bajo una óptica más religiosa que científica.

En el Antiguo Egipto se desarrolla un sistema médico público notable, que ya establece la


importancia de ambientes estimulantes o de actividades recreativas como la pintura o el
baile para el tratamiento de determinados trastornos del comportamiento. En el papiro
Edwin Smith se afirma que el cerebro es el asiento de la mente (contrariamente a la
creencia griega que la sitúa en el corazón). En el papiro Ebers se mencionan algunas
enfermedades mentales, entre las que se incluye la epilepsia, que será considerada durante
muchos siglos una forma de locura.

Han llegado hasta nuestros días evidencias de que entre los aztecas existía un modelo
médico de la locura: Tlazoltéotl es la madre tierra, diosa de la fecundidad, pero también la
diosa de la enfermedad y de los trastornos mentales. Según algún grabado, la diosa se
adueña del alma del hombre, provocándole convulsiones o la locura.

La gran revolución médica desarrollada por la civilización griega a través de varios


personajes de gran importancia para la salud, como Hipócrates, el Padre de la Medicina,
alcanzará también a las enfermedades mentales. Platón ya había subrayado la importancia
de la entrevista clínica como herramienta diagnóstica, y en muchos casos terapéutica, pero
será la teoría de los cuatro humores del inmortal médico de Cos la que apuntale la evidencia
del complejo sistema de relaciones entre el comportamiento de una persona y su situación
orgánica. En sus obras pueden encontrarse descripciones de cuadros como la epilepsia, la
manía, la paranoia, el delirio tóxico, las fobias o la histeria.

La tragedia griega explora los mecanismos del psicodrama, la sugestión y el simbolismo


para conseguir una experiencia de "catarsis" liberadora, que alivia culpas y limpia
impurezas. A través de la representación se subliman las "bajas pasiones" del público y se
consigue un estado de comunidad solidaria colectiva con el héroe.

Por otra parte, el desarrollo del teatro (la tragedia griega) y su función de catarsis ponen el
primer jalón de un método de tratamiento psicológico fundado en el simbolismo. La escuela
sofista llegó a diseñar un método de tratamiento de la melancolía basado en el relato de las
vivencias del paciente a un terapeuta. La nomenclatura psicopatológica moderna ha
acuñado muchos términos cuyos orígenes se remontan a las obras dramáticas griegas: el
complejo de Edipo, el complejo de Electra, el síndrome de Ulises y muchos otros han sido
bautizados en honor a la reflexión que los dramaturgos griegos hicieron sobre determinados
conflictos psicológicos arquetípicos.

Los médicos romanos son los herederos de esta nueva cosmovisión de la enfermedad como
proceso natural, alejado del paradigma mágico o teológico. Aulo Cornelio Celso propone,
al modo de los egipcios, actividades lúdicas (música, pintura) para el tratamiento de
determinados desórdenes mentales ("insania") y desarrolla una clasificación de las
enfermedades en tópicas o locales y sistémicas o generales. Dentro de las generales
distingue un subgrupo de enfermedades mentales, que pueden ser febriles (delirios) y no
febriles (locura). Galeno, por su parte, localizó la razón en el cerebro, y sus estudios de las
lesiones cerebrales le llevaron a postular que el daño provocado en un lado del encéfalo se
correspondía con alteraciones en las extremidades del lado opuesto. Según Galeno, las
causas de la locura podían estar en el organismo (daño cerebral, alcoholismo,...) o en la
mente (fobia, desengaño, melancolía...).

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