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eso debemos apegarnos siempre a la Palabra al predicar el evangelio. Allí está contenido todo el poder
de Dios.
El Testimonio de Jehová es fiel. Es decir, fiable, confiable, seguro, duradero, fundamento sólido de
nuestra fe. ¿Qué hace? Hace sabio al sencillo. Debemos acercarnos a la Palabra con sencillez y no con
pensamientos preconcebidos. La Palabra nos hace sabios, sobre todo “para la salvación que es en Cristo
Jesús”. 2ª Timoteo 3:15
Los mandamientos de Jehová son rectos. Están exactamente de acuerdo con las normas y principios
divinos. No hay nada en ellos torcido. ¿Qué hacen? Alegran el corazón. El cumplimento de ellos traen
alegría y gozo al corazón. Aquí está el gozo de la obediencia.
El precepto de Jehová es puro. Un precepto es una prescripción o regla divina para casos particulares.
En la Biblia hay tanto principios como preceptos que norman y regulan la vida del creyente. ¿Qué hace
este precepto? Alumbra los ojos. La palabra de Dios nos ilumina, nos aclara el entendimiento para
guiarnos a hacer lo correcto ante Dios.
El temor de Jehová es limpio. La Biblia nos enseña el temor de Jehová que es el respeto reverente hacia
él y que es el principio de la sabiduría (Job 28:28, Salmo 111:10, Proverbios 1:7 y Proverbios 9:10) La
falta de él, entonces, es insensatez y la causa de la impiedad y el desenfreno. (Salmo 36:1, Romanos
3:10). Refiriéndose a la Palabra de Dios dice que permanece para siempre. (Isaías 40:8, 1ª Pedro 1:23-
24). El cielo y la tierra pasarán, pero… mis palabras no pasarán, dijo el Señor. (Lucas 21:33)
Los juicios de Jehová son verdad. Los decretos o sentencias de Dios están basados todos en la verdad.
(Deuteronomio 32:4-5). El es el Dios de verdad. Además, se dice que dichos juicios son todos justos.
Dios actúa siempre con verdad y en justicia. No hay injusticia en Dios. Al, actuar ajustado y en base a la
verdad, no puede otra cosa que actuar con justicia.
El valor y la apreciación de la Palabra de Dios. Esto se expresa en verso 10. Su valor se le compara con
mucho oro, pero no con cualquier oro, sino que con mucho oro afinado. Su dulzura se compara con la
miel, pero la que destila del panal, hablando de su dulzura sin aditivos, sin agregados humanos. (Salmo
119:103). ¡Cuánto apreciaba y valoraba David la Palabra de Dios! ¿Cuánto la apreciamos y valoramos
nosotros?. Lo podemos saber por el tiempo que le dedicamos a su lectura y meditación. Podemos decir y
cantar: “Tengo un grande tesoro, mas vale que plata y oro, es de mi vida el todo la Palabra de Dios”, y sin
embargo, no dedicar tiempo suficiente en su lectura y meditación. Apreciemos de verdad esta Palabra y
meditemos constantemente en ella.
3.- La utilidad de la Palabra de Dios. David dice que es amonestado por medio de la Palabra de Dios. Es
eso uno de los beneficios de la Palabra de Dios aplicada al corazón. Dios la ocupa para amonestarnos,
para corregirnos. Pero agrega que en guardarlos hay grande galardón. Dios recompensa la obediencia a
su Palabra. Notemos que dice “en guardarlos”, no dice en conocerlos, ni en discutirlos ni siquiera en
analizarlos, sino que la recompensa y el galardón vienen por obedecer la Palabra de Dios.
Según entiendo el verso 12, otro beneficio de la Palabra de Dios es poder entender los propios errores,
es decir Dios a través de su Palabra nos ilumina para darnos a conocer nuestros errores y pecados, aún
de los que nos son ocultos. Ocultos a nuestros propios ojos y los ojos de los demás, pero no a los ojos
de Dios. (Salmo 139:4 y Hebreos 4:13)
También la Palabra de Dios nos preserva de las soberbias (David parece que formula una oración en el
verso 13). Cuanto aborrece Dios la soberbia. Fue el pecado de Satanás. David tiene temor que las
soberbias se enseñoreen de él, es decir, que lo controlen y lo dominen. Dios resiste a los soberbios, y da
gracia a los humildes. (Santiago 4:6) Leamos Números capítulo 15 verso 30 y 31 para darnos cuenta de
cuan terrible es la soberbia a los ojos de Dios. Actuar con soberbia, según este pasaje, es menospreciar y
tener en poco la Palabra de Dios. Tengamos cuidado porque Dios paga abundantemente al que procede
con soberbia, así lo leemos en el Salmo 31:23. Amonestado, entendiendo sus propios errores, aún los
ocultos y preservado de soberbias, David dice que entonces estará en condiciones de que Dios acepte
los dichos de su boca y la meditación de sus corazón.