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Para aquellos que confunden el botijo con el agua anticiparé que no estoy
llamando tontos a los usuarios de twitter. De hecho, el que esto escribe tiene
allí cuatro cuentas y, de aceptar tan atrevida e insolente insinuación,
tendríamos que concluir que queriéndolo o no sería cuatro veces tonto. Y está
en el dominio de la lógica que no estoy por la labor de aceptar tal hipótesis.
Twitter entra dentro de ese concepto de web llamado mágicamente 2.0. Y que
tiene detrás a un montón de teóricos y activistas que, entre charlas y
conferencias de divagación filosófico-primaria, ganan un montón de pasta. La
idea de web 2.0 en principio no nos aclara nada. Pero si Twitter pertenece a
algo es sin duda al mundo posmodernista. La cuestión entonces empieza a
parecer un juego de muñecas rusas, pues nadie tiene claro tampoco qué es el
posmodernismo. Ni siquiera los que lo defienden.
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En los años ochenta el mundo cambia. Las estructuras económicas de la
economía mundial cambian, y con ellas cambia también la forma en la que se
relacionan las personas entre sí. Las nuevas tecnologías son aprovechadas
entonces para exprimir las posibilidades de una nueva configuración
económica. El mundo parece transformarse por entero y no sólo por la
emergencia de las llamadas TICS (tecnologías de la información y la
comunicación) que permiten un contacto entre dos puntos que es más
inmediato de lo nunca se hubiera imaginado, sino porque incluso las formas de
vida/trabajo se transforman.
En efecto, los trabajos estables dan paso a los trabajados flexibles, temporales
y precarios. El trabajador moderno era un aburrido con un trabajo para toda la
vida, con una actividad rutinaria (normalmente asociada a las cadenas de
montaje de algún tipo). El trabajador posmoderno es un sujeto ágil, flexible,
adaptativo, capaz de enfrentar cualquier problema y sujeto a los designios del
mercado. Este segundo trabajador ya no trabaja en un mismo sitio toda la vida
sino que tiene que desplazarse de un sitio para otro, para formarse y para
ascender. Siempre está formándose y siempre está ascendiendo. Es un
trabajador de la sociedad del conocimiento.
Todo cambia, lenta pero progresivamente, y ese virus del cambio se inocula en
todas las partes del tejido social. Incluso los arquitectos huyen de la
modernidad. En efecto, ya no molan los edificios al estilo soviético, tan
homogéneo y serio. Ahora se llevan las formas curvas, la diferencia, la
identidad de cada creativo. Porque ahora ser normal es una estupidez; ahora
hay que ser guay. Por eso rechazamos lo normal, lo moderno. No podemos
consentir la estandarización.
Por esa razón lo sustantivo no tiene nada que hacer frente a lo adaptativo. Para
qué aprender filosofía, historia y literatura si eso no sirve de nada. En el mundo
posmoderno lo que importa es lo adaptativo, es decir y traducido al cristiano, lo
que se adapta a la máquina de dar beneficios a alguien. Por eso en el
manifiesto original del Plan Bolonia había una llamada explícita a fomentar una
sociedad del conocimiento, una sociedad posmoderna. Y una sociedad
posmoderna se construye formando posmodernos, es decir, formando
analfabetos funcionales.
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superficial. Esas parejas, ahora abuelitos, que tuvieron un amor en toda la
vida… ¡menudo coñazo! Ahora llevamos el amor en contacto. ¿Amor en
profundidad? ¿Y tener que contarnos y compartir nuestras emociones más
hondas? No, por dios. Aquí se lleva ahora el amor superficial. El amor líquido
de Z. Bauman. El amor en contacto, el amor en conexión.
La red social real, el tejido social que caracteriza cualquier comunidad de seres
humanos, comienza a difuminarse y los lazos que antes eran firmes ahora son
volátiles y pasajeros. La primera víctima es, como en Platoon, la inocencia,
pero también la solidaridad. La solidaridad, que es compartir, se sustituye por la
caridad, que es dar. Aquí, ya lo vemos, la doctrina católica sí ha ganado la
partida. La red social real, el corazón de cualquier sociedad, va mutando y
duplicándose en la red virtual. Una red que ya es plenamente posmoderna.
Una red de contactos superfluos, de intercambio no de conocimiento o
sabiduría sino de información cocinada, breve y simple. Una red virtual de
evasión, de construcción alternativa de la realidad y de la identidad propia.
Los situacionistas de mayo del 68 nos lo advirtieron: ¡os importa más el parecer
que el ser! Ellos llamaban sociedad del consumo y de la imagen a lo que venía
a ser una simple reversión del capitalismo para sobrevivir. El capitalismo
necesitaba mayor consumo y la gente no estaba dispuesta a comprar más de
lo mismo. El capitalismo se las ingenió entonces para modificar nuestras
preferencias y para inculcarnos el amor a la diversificación. Ingeniosa palabra.
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¡Hasta a mí me suena bien! Y lo consiguió gracias a la propaganda, ahora
llamada publicidad para evitar que nos diéramos cuenta de que nos estaban
timando.
Hay mucha gente que cree que esta crisis actual no es sólo económica sino
también ecológica, política, social y de valores. Yo soy de ellos también. Por
eso es necesario volver a reconfigurar nuestros valores de acuerdo a la
sociedad que queremos, y viceversa.
Pero que nadie se confunda si ha visto en este escrito una crítica a internet. Si
ha sido así que vuelva a empezar a leerlo pero con más tranquilidad y dejando
los prejuicios a un lado. Lo que yo critico aquí es el concepto de sociedad del
conocimiento o sociedad posmoderna, donde los analfabetos tradicionales se
han sustituido por analfabetos funcionales y donde el ser humano está
reprogramado como mero apéndice, desechable y de corta vida útil, del
sistema económico capitalista.
Por eso encontramos solución a la paradoja que quizás a algún lector le habrá
parecido encontrar. En efecto, este texto está en internet y fue publicado en un
blog. Pero es sustancialmente diferente al resto de contenidos que hay en
internet. Es, a fin de cuentas, un intento de recuperar internet y otras
herramientas como medios para la construcción de una sociedad diferente.
Más humana. Porque algunos replicantes son más humanos que algunos
amigos que tenemos.
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Manuel Castells
Disponible en:
http://www.magazinedigital.com/cultura/entrevistas/reportaje/pageID/2/cnt_id/41
21 (Fecha de consulta 17/01/2010)
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hacer que otros actúen de forma que favorezca los intereses y los valores de
los que tienen el poder.
¿Cómo?
El poder, fundamentalmente, tiene dos formas que se suelen combinar. Una, la
coacción, el obligar legal o ilegalmente por la posibilidad de ejercer violencia o
intimidación. La otra es influir las mentes, influir en lo que pensamos porque
determina lo que hacemos. Esto es, el poder está en las mentes. En nuestras
sociedades es esta segunda forma de poder la que es decisiva. Todo depende
de cómo pensamos, de las señales que recibimos en nuestro cerebro y cómo
las procesamos. Y esas señales nos llegan del entorno de comunicación. Los
medios de comunicación son el instrumento para organizar ese entorno de
comunicación. Quien sea capaz de diseñar y hacer funcionar en un sentido u
otro el proceso de comunicación socializado –la comunicación que pueda llegar
a todo el mundo¬ tiene una de las claves del poder.
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es extraordinaria en el mundo de la comunicación digital, multimodal y
omnipresente.
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¿Quiénes somos?
En internet hay de todo: gente heroica dispuesta a luchar y morir por la libertad
y la solidaridad con los demás y gente dispuesta a organizar una banda racista
o una yihad islámica. Somos ángeles y demonios. Y en qué proporción,
depende de los momentos. Nadie está libre en un momento dado de ser
xenófobo. Nadie es racista, pero cuando te preguntan si te da igual que tu hija
se case con un árabe, entonces mucha gente responde que no. En ese
sentido, internet tiene un efecto profiláctico porque nos impide mentirnos a
nosotros mismos como sociedad, y por eso mucha gente tiene miedo a
internet, porque se tiene miedo a sí misma.
Se han roto en cierto modo los lazos comunitarios de las sociedades. En ese
sentido, lo que puede ser una ética individual ya no es ética, porque ética es la
referencia a unos principios comunes que se aceptan. Esto ha sido amplificado
enormemente por un modelo de crecimiento económico y de organización
económica que la gente llama capitalismo, pero que yo creo que es insuficiente
porque hay muchos tipos de capitalismos. La historia de que el capitalismo en
general pervierte los valores éticos es una historia totalmente ideológica, pero
lo que sí ocurre es que el tipo de modelo de organización económica que
hemos vivido en los últimos 15 o 20 años sí que maximiza la idea de que todo
me está permitido con tal de ganar dinero, independientemente de lo que le
pase a la empresa. Y a los clientes. La criminalización de una parte del
capitalismo también es fundamental. Se han constituido multinacionales del
crimen, en parte ligadas a la descomposición de sistemas como el soviético, en
parte ligadas a la reacción en muchos países pobres donde se considera que el
único negocio posible es el crimen, la prostitución o la trata de niños. A partir de
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ahí se genera un todo vale, y si a ese todo vale le enchufamos una tecnología
tan potente como es internet, la capacidad de conexión móvil en el mundo
entero, una red global de transporte aéreo, una red de comercio marítimo
informatizado que comunica todas las economías..., tenemos un problema muy
serio. Y esto no se soluciona controlando internet. Primero, porque no se puede
controlar, y segundo, porque sería perder el instrumento básico sobre el que
funcionan la sociedad de la información y la economía del conocimiento. Sería
como intentar controlar los desaguisados del capitalismo o del estatismo
soviético cortando la electricidad. El rearme moral tanto de la empresa como de
la política es más importante que nunca porque la capacidad tecnológica de
desarrollar proyectos potentes es tan enorme que sin un control estamos yendo
hacia la desintegración del tejido social.
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crear una democracia informada interactiva no la estamos aprovechando
porque la clase política todavía no se ha convencido de que se ha acabado el
sistema en el que estaban y de que si ellos mismos no lo reforman y lo
reorganizan, se lo reformaran o se lo destruirán sin reforma.
La familia…
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¿Y con respecto a la guerra de Afganistán, qué han hecho?
No le han criticado. Se han callado. Puede ser que si las cosas empeoran, se
movilicen en contra. Lo interesante es que la red existe y que puede ser un
elemento crítico hacia las políticas de Obama, un líder que ha creado un
movimiento que va más allá de sus propios intereses y de lo que él mismo
pueda ser. Eso es un líder. La democratización y la transparencia pasa por que
tú ayudes a que la gente se organice, se aglutine, se movilice y si no estás de
acuerdo con ellos –como ha dicho siempre Obama–, pues discutimos,
debatimos y criticamos. Y si es necesario, no le votan, pero no por ello
desmontará lo que ayudó a crear.
Participación, movilización.
¿Por qué?
Internet les incomoda porque tienen que responder mucho más directamente al
control ciudadano.
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es ahora donde se toman las decisiones, porque el G-8 sin el G-20 ya no hace
nada.
Se cree cada vez más Dios. El ser humano siente que ha roto definitivamente
la dependencia de la naturaleza y de lo sobrenatural. Tenemos dos límites: la
naturaleza y la muerte. Primero, a través de la tecnología, nuestra idea es que
ya podemos hacer un mundo enteramente artificial, sin el límite de la
naturaleza, cuando, en realidad, el mundo es natural y humano, no solamente
humano. Y por otro lado, la muerte conlleva la necesidad de buscarse formas
de existir después, de conectarse con lo que existió, de tener alguna esperanza
de algún tipo cuando se te muere un ser querido; esto se llama religión,
también ahora se llama espiritualidad, y es lo que yo llamo la trascendencia del
ser biológico. El extraordinario desarrollo tecnológico y del conocimiento sí que
ha llevado a que las élites dominantes, en general, fundamentalmente piensen
que hemos dominado la naturaleza, que no tenemos que tener miedo a nadie
porque podemos dominar con la ciencia y la racionalidad lo que ocurre en
nuestro entorno y que se puede prescindir de Dios. Pero no es evidente que
como sociedad podamos prescindir de la naturaleza y podamos prescindir de
Dios.
Venganza, venganza. Por un lado, la naturaleza dice que como planeta puede
estar perfectamente sin el ser humano, pero este, como siga así, desaparecerá
como especie. Es la venganza de la naturaleza. La trascendencia está
altamente vinculada a las normas de conducta que no están estrictamente
ligadas a la ley de la ganancia inmediata y a la satisfacción sin límites de los
instintos básicos. Tú limitas tus instintos básicos sólo en la medida en que
piensas que hay un sistema de recompensas basadas en la serenidad, en la
espiritualidad que no pasa por seguir alimentándote de alcohol y de orgías de
distinto tipo. En la medida en que sales de la idea del puro consumo, sólo lo
haces en función de algún tipo de trascendencia que va asociado a un sistema
de valores éticos, el que sea. Esto también lo hemos olvidado. Hemos hecho la
transgresión final. Este proceso puede trasladarse al mundo de la finanzas, de
la destrucción nuclear, de la violencia terrorista sin límite, incluso puedes
utilizar la trascendencia para organizar el suicidio colectivo como forma de
lucha. Por tanto, al romper las normas básicas de convivencia ligadas a alguna
forma de reconocimiento conjunto de la trascendencia, hemos entrado en un
mundo de violencia generalizada posible, de terrorismo en cualquier lugar, de
criminalidad global y de crisis económica, porque ninguna economía puede
funcionar sin reglas.
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códigos éticos, entonces desorganizas las instituciones de la sociedad y por
tanto la pones en riesgo. Por tanto, desaparecemos como especie y
desaparecemos como sociedad por habernos creído que no necesitábamos ni
la naturaleza ni alguna forma de trascendencia.
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