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Twitter, o el infierno de la posmodernidad

Alberto Garzón Espinosa – Consejo Científico de ATTAC España


Disponible en: http://www.attac.es/twitter-o-el-infierno-de-la-posmodernidad/
(Fecha de consulta: 16 Febrero 2011).

No sé si los lectores tenéis twitter, una herramienta que pretende poner en


contacto a todos los usuarios de la red mediante comunicaciones breves de no
más de 140 caracteres. Una especie de servicio gratuito (aceptemos esto con
reservas) para el envío instantáneo de telegramas virtuales. La tesis que hoy
traigo aquí es, sencillamente, que Twitter -y no sólo Twitter- nos idiotiza.

Para aquellos que confunden el botijo con el agua anticiparé que no estoy
llamando tontos a los usuarios de twitter. De hecho, el que esto escribe tiene
allí cuatro cuentas y, de aceptar tan atrevida e insolente insinuación,
tendríamos que concluir que queriéndolo o no sería cuatro veces tonto. Y está
en el dominio de la lógica que no estoy por la labor de aceptar tal hipótesis.

Twitter entra dentro de ese concepto de web llamado mágicamente 2.0. Y que
tiene detrás a un montón de teóricos y activistas que, entre charlas y
conferencias de divagación filosófico-primaria, ganan un montón de pasta. La
idea de web 2.0 en principio no nos aclara nada. Pero si Twitter pertenece a
algo es sin duda al mundo posmodernista. La cuestión entonces empieza a
parecer un juego de muñecas rusas, pues nadie tiene claro tampoco qué es el
posmodernismo. Ni siquiera los que lo defienden.

La mejor definición que encontré de posmodernismo la leí de un arquitecto. Él


estableció las diferencias entre el modernismo y el posmodernismo de la
siguiente forma: “el modernismo es una línea, y el posmodernismo una curva”.
Y aunque a primera vista parece una elucubración provista de retórica y de
nada más, una vez indagas descubres que es la mejor forma de analizar el
cambio social que tuvo lugar en los años ochenta. Permítanme que me
explique pues reconozco que ya hay encima de la mesa demasiadas variables.
Vayamos despejándolas.

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En los años ochenta el mundo cambia. Las estructuras económicas de la
economía mundial cambian, y con ellas cambia también la forma en la que se
relacionan las personas entre sí. Las nuevas tecnologías son aprovechadas
entonces para exprimir las posibilidades de una nueva configuración
económica. El mundo parece transformarse por entero y no sólo por la
emergencia de las llamadas TICS (tecnologías de la información y la
comunicación) que permiten un contacto entre dos puntos que es más
inmediato de lo nunca se hubiera imaginado, sino porque incluso las formas de
vida/trabajo se transforman.

En efecto, los trabajos estables dan paso a los trabajados flexibles, temporales
y precarios. El trabajador moderno era un aburrido con un trabajo para toda la
vida, con una actividad rutinaria (normalmente asociada a las cadenas de
montaje de algún tipo). El trabajador posmoderno es un sujeto ágil, flexible,
adaptativo, capaz de enfrentar cualquier problema y sujeto a los designios del
mercado. Este segundo trabajador ya no trabaja en un mismo sitio toda la vida
sino que tiene que desplazarse de un sitio para otro, para formarse y para
ascender. Siempre está formándose y siempre está ascendiendo. Es un
trabajador de la sociedad del conocimiento.

Todo cambia, lenta pero progresivamente, y ese virus del cambio se inocula en
todas las partes del tejido social. Incluso los arquitectos huyen de la
modernidad. En efecto, ya no molan los edificios al estilo soviético, tan
homogéneo y serio. Ahora se llevan las formas curvas, la diferencia, la
identidad de cada creativo. Porque ahora ser normal es una estupidez; ahora
hay que ser guay. Por eso rechazamos lo normal, lo moderno. No podemos
consentir la estandarización.

Por extensión el virus se inserta en nuestra mente y nos carcome hasta


destruirnos por dentro. Ya no toleramos el compromiso ni ningún tipo de
estabilidad. Eso es típico de la pandilla de vagos que nunca quieren aprender,
esos modernos. Nosotros, los posmodernos, somos flexibles, nos adaptamos.
Somos personas viajadas, conocemos mundo, tenemos idiomas, habilidades
adaptativas y siempre damos la bienvenida al cambio. El cambio es nuestra
razón de ser.

Por esa razón lo sustantivo no tiene nada que hacer frente a lo adaptativo. Para
qué aprender filosofía, historia y literatura si eso no sirve de nada. En el mundo
posmoderno lo que importa es lo adaptativo, es decir y traducido al cristiano, lo
que se adapta a la máquina de dar beneficios a alguien. Por eso en el
manifiesto original del Plan Bolonia había una llamada explícita a fomentar una
sociedad del conocimiento, una sociedad posmoderna. Y una sociedad
posmoderna se construye formando posmodernos, es decir, formando
analfabetos funcionales.

Y así llegamos a las relaciones sociales. Recuerden: el compromiso es basura,


como la guerra es la paz en el 1984 de George Orwell. Entonces el amor, de
pareja o de amigos, ya no puede ser moderno. Tiene que ser necesariamente
posmoderno. No puede ser de compromiso, tiene que ser flexible. Ya no puede
ser estable, tiene que ser temporal. Ya no puede ser profundo, tiene que ser

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superficial. Esas parejas, ahora abuelitos, que tuvieron un amor en toda la
vida… ¡menudo coñazo! Ahora llevamos el amor en contacto. ¿Amor en
profundidad? ¿Y tener que contarnos y compartir nuestras emociones más
hondas? No, por dios. Aquí se lleva ahora el amor superficial. El amor líquido
de Z. Bauman. El amor en contacto, el amor en conexión.

Las parejas tienen miedo al compromiso, y no me estoy refiriendo aquí al


sagrado ritual católico sino al simple y llano sentimiento de pertenencia en
comunidad. Comunidad es compartir y compartir… es malo. Los posmodernos
son, también, individualistas. Para adaptarse hace falta no establecer vínculos
de origen. Son los marineros del siglo XXI, con un falso compromiso en cada
puerto.

La red social real, el tejido social que caracteriza cualquier comunidad de seres
humanos, comienza a difuminarse y los lazos que antes eran firmes ahora son
volátiles y pasajeros. La primera víctima es, como en Platoon, la inocencia,
pero también la solidaridad. La solidaridad, que es compartir, se sustituye por la
caridad, que es dar. Aquí, ya lo vemos, la doctrina católica sí ha ganado la
partida. La red social real, el corazón de cualquier sociedad, va mutando y
duplicándose en la red virtual. Una red que ya es plenamente posmoderna.
Una red de contactos superfluos, de intercambio no de conocimiento o
sabiduría sino de información cocinada, breve y simple. Una red virtual de
evasión, de construcción alternativa de la realidad y de la identidad propia.

La red virtual se convierte en el espejo en el que todo el mundo quiere mirarse.


Y al final uno se confunde e identifica realidad con virtualidad. En internet no
hay ricos ni pobres. Ocurre como en los centros comerciales, en los que sólo
se diferencia cada uno por su capacidad de comprar. Pero no hay clases
sociales ni racismo. En internet todos somos iguales y todos podemos hacer lo
mismo. O eso creemos. El único objetivo es formar nuestra identidad.
Distinguirnos de los demás. No identificarnos. La identificación lleva a la
fraternidad y no está el horno para bollos después de 1789. La distinción, por el
contrario, lleva a la competencia. Y eso sí que es posmoderno. Distingámonos
pues.

Hoy todo el mundo quiere ser especial, y ese es su fin en sí mismo. La


paradoja es que todo el mundo quiere un iPhone pero todo el mundo lo quiere
personalizado. La identidad virtual es lo primero, pero antes están los
beneficios. Ya sabemos: quizás no somos nadie, pero tenemos que parecer
que sí lo somos. Escribimos en tuenti para parecer sociables, y tenemos 1.000
amigos en facebook de los cuales 200 no saben quién somos, 200 nos quieren
matar y el resto no daría un duro por ti –ni tú por él-. Pero eso sí, ¡te felicita tu
cumpleaños! Menudo cabrón más amable.

Los situacionistas de mayo del 68 nos lo advirtieron: ¡os importa más el parecer
que el ser! Ellos llamaban sociedad del consumo y de la imagen a lo que venía
a ser una simple reversión del capitalismo para sobrevivir. El capitalismo
necesitaba mayor consumo y la gente no estaba dispuesta a comprar más de
lo mismo. El capitalismo se las ingenió entonces para modificar nuestras
preferencias y para inculcarnos el amor a la diversificación. Ingeniosa palabra.

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¡Hasta a mí me suena bien! Y lo consiguió gracias a la propaganda, ahora
llamada publicidad para evitar que nos diéramos cuenta de que nos estaban
timando.

Twitter, como Facebook, Tuenti y la infinidad de herramientas 2.0, es un


sistema sincero. Es el mundo posmoderno, donde no reina la sabiduría o el
conocimiento sino la transmisión inmediata de un mensaje. Los discursos
quedan restringidos y la calidad deteriorada. Se prima la sencillez, la re-
adaptación a un mundo de analfabetos funcionales que se cansan al leer cinco
párrafos seguidos.

“No tengo tiempo” se ha convertido en una especie de eslogan social. Aquí


nadie tiene tiempo para leer, para escribir, para estar en silencio consigo
mismo o para mirar a sus conciudadanos. Pero a todo el mundo le sobra el
tiempo para intentar ser uno más en el mundo posmoderno.

Hay mucha gente que cree que esta crisis actual no es sólo económica sino
también ecológica, política, social y de valores. Yo soy de ellos también. Por
eso es necesario volver a reconfigurar nuestros valores de acuerdo a la
sociedad que queremos, y viceversa.

Pero que nadie se confunda si ha visto en este escrito una crítica a internet. Si
ha sido así que vuelva a empezar a leerlo pero con más tranquilidad y dejando
los prejuicios a un lado. Lo que yo critico aquí es el concepto de sociedad del
conocimiento o sociedad posmoderna, donde los analfabetos tradicionales se
han sustituido por analfabetos funcionales y donde el ser humano está
reprogramado como mero apéndice, desechable y de corta vida útil, del
sistema económico capitalista.

Un chico de 23 años que sabe leer y hacer derivadas de cualquier orden no es


una persona culta. Ese chico puede ser perfectamente un analfabeto funcional
porque es incapaz de comprender un texto, como este, en el que hay
conceptos e ideas que se le escapan a su formación. Un problema que no es
responsabilidad suya sino del propio sistema que no le necesita a él en tanto
que persona sino en tanto que medio para un único fin: los beneficios.

Por eso encontramos solución a la paradoja que quizás a algún lector le habrá
parecido encontrar. En efecto, este texto está en internet y fue publicado en un
blog. Pero es sustancialmente diferente al resto de contenidos que hay en
internet. Es, a fin de cuentas, un intento de recuperar internet y otras
herramientas como medios para la construcción de una sociedad diferente.
Más humana. Porque algunos replicantes son más humanos que algunos
amigos que tenemos.

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Manuel Castells

"El poder está en las mentes"


Texto de Álex Rodríguez
Fotos de Àlex Garcia

Disponible en:
http://www.magazinedigital.com/cultura/entrevistas/reportaje/pageID/2/cnt_id/41
21 (Fecha de consulta 17/01/2010)

El sociólogo Manuel Castells, catedrático emérito en Berkeley (California) y


director del Internet Interdisciplinary Institute en la UOC (Barcelona), ha
dedicado la mayor parte de su obra al estudio de la sociedad de la información,
analizando los cambios económicos, sociales y culturales que están
transformando el mundo a gran velocidad.

El profesor Manuel Castells, en su despacho de Barcelona

“Internet tiene un efecto profiláctico, nos impide mentirnos a nosotros mismos


como sociedad, y por eso mucha gente tiene miedo a internet, porque se tiene
miedo a sí misma”. Siempre se ha dicho que la prensa, a la que hoy casi todos
ven con un futuro incierto, es el cuarto poder. ¿Lo es? El sociólogo Manuel
Castells (Hellín, Albacete, 1942), que aborda esta cuestión en su último libro,
titulado Comunicación y poder (Alianza Editorial), analiza durante dos horas
esta y otras muchas cuestiones en una conversación mantenida con Magazine.

¿Qué es comunicación y qué es poder?

Comunicación es compartir significado a través del intercambio de información,


y poder es la capacidad de algunas personas, organizaciones o instituciones de

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hacer que otros actúen de forma que favorezca los intereses y los valores de
los que tienen el poder.

¿El poder quiere apropiarse de la comunicación?

El poder se ejerce a través de la comunicación. El poder es una relación, no es


una cosa, no es un ente. No hay el poder desencarnado, hay gentes,
instituciones que establecen una relación de poder, no es que el poder controle
la comunicación o los medios de comunicación. Pero se ejerce a través del
espacio de la comunicación.

¿Cómo?
El poder, fundamentalmente, tiene dos formas que se suelen combinar. Una, la
coacción, el obligar legal o ilegalmente por la posibilidad de ejercer violencia o
intimidación. La otra es influir las mentes, influir en lo que pensamos porque
determina lo que hacemos. Esto es, el poder está en las mentes. En nuestras
sociedades es esta segunda forma de poder la que es decisiva. Todo depende
de cómo pensamos, de las señales que recibimos en nuestro cerebro y cómo
las procesamos. Y esas señales nos llegan del entorno de comunicación. Los
medios de comunicación son el instrumento para organizar ese entorno de
comunicación. Quien sea capaz de diseñar y hacer funcionar en un sentido u
otro el proceso de comunicación socializado –la comunicación que pueda llegar
a todo el mundo¬ tiene una de las claves del poder.

El control de las mentes… puede llegar a ser inquietante. ¿Es algo de lo


que pudo ocurrir durante la guerra de Iraq, donde toda una nación
respondía en función de un doble mensaje: el miedo al terror y el
patriotismo?
Exacto.

Es muy inquietante que alguien pueda controlar los resortes de la mente


de un país entero y que pueda conducir a actuar como quiere.
Absolutamente. Pero, claro, se pudo actuar así porque el miedo está ya en
nuestras mentes. No es sólo que nos inciten el miedo. Es que si tú has sufrido
un atentado terrorista, te han volado el centro de tu ciudad más importante y
han muerto 3.000 personas, tienes miedo. Y si luego te dicen que te van a
exterminar, envenenar…, pues tienes miedo. Luego hay una manipulación
política, claramente documentada ahora, que afecta en parte a los medios de
comunicación que reciben y publican historias que no son verdaderas. Esto
activa los mecanismos de miedo en la mente de las personas y la posibilidad
de ser manipuladas. Pero lo interesante de las sociedades es que los procesos
son abiertos; también se pueden activar otros mecanismos: el espíritu crítico, la
esperanza, la solidaridad, etcétera. Y como los procesos son abiertos, además
del caso de la guerra de Iraq, también podemos señalar otros casos; por
ejemplo, que un régimen aparentemente controlado e indestructible como el de
los ayatolás en Irán es puesto en cuestión y se tambalea por la movilización
espontánea de redes de comunicación a través de internet. Es un movimiento
que, obviamente, no derriba un régimen represivo, pero lo pone en cuestión.
Por tanto, yo diría que la capacidad de intervenir en las mentes de las personas

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es extraordinaria en el mundo de la comunicación digital, multimodal y
omnipresente.

Dos ejemplos radicalmente diferentes. ¿Qué vale más, el bien por


conseguir o el mal que se pueda generar?

Independientemente de la evaluación que podamos hacer, ese es nuestro


mundo. Vivimos en ese mundo de comunicación y de redes de poder que se
organizan a través de los sistemas de comunicación. Una cuestión es qué
podemos pensar y cómo nos podemos situar en ese fenómeno y otra cosa es
reconocer el fenómeno, porque hoy por hoy la gente piensa que recibe toda la
información y luego decide. Esto es irreal. La neurociencia ha demostrado que
trabajamos a partir de emociones y sentimientos. Por ejemplo, hay cinco veces
más probabilidad de registrar una información que coincide con lo que ya
pensamos que una información que contradice lo que ya pensamos.

El poder vigila a la gente, pero ahora también se le puede vigilar a él.


Sí, pero no el poder, los poderosos: son personas, son organizaciones, no es
algo abstracto llamado el poder.

¿Quién tiene el poder? ¿Tiene nombre y apellidos o es algo abstracto?


No, todo es muy concreto, son los que tienen mayor capacidad de intervención
en el espacio de la comunicación y a veces son amplias redes espontáneas por
móviles o por internet. Por ejemplo, en el caso del 11-M del 2004, en realidad
del 12 y 13 de marzo del 2004, quienes cambiaron las relaciones de poder
fueron las personas que construyeron y organizaron manifestaciones y
protestas espontáneas denunciando lo que ellos percibían como mentira…
Tenían más poder que toda la televisión pública, porque cambiaron el sentido
del voto. Es un buen ejemplo para mostrar que no es siempre el poder vertical.

¿Es internet una herramienta de apertura y democratización?


De incremento de la libertad, porque no hay que mitificar internet. Internet es
una plataforma de comunicación libre y muy difícil de controlar. Pero los usos
de la libertad no dependen de internet. Se puede utilizar la libertad para
subvertir la libertad. Por ejemplo, la idea de que las empresas mediáticas
controlan internet porque poseen YouTube, MySpace, Facebook… en realidad
no es tan así, porque las plataformas son de comunicación libre, y si las
empresas cortan esa comunicación libre, la gente se va al lado a otra
plataforma de comunicación o crean otra nueva. MySpace y YouTube tienen
que permitir una gran libertad en el espacio de comunicación porque, si no,
pierden usuarios. Se trata de una comercialización de la libertad. Vender
posibilidad de comunicación libre. El que la gente sea libre al comunicar no
garantiza lo que la gente va a hacer con esa libertad. Uno de los temas más
interesantes de internet es que nos obliga a descubrir quiénes somos
realmente porque lo que hacemos en internet es lo que realmente la sociedad
es. Es nuestro espejo en la historia.

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¿Quiénes somos?

En internet hay de todo: gente heroica dispuesta a luchar y morir por la libertad
y la solidaridad con los demás y gente dispuesta a organizar una banda racista
o una yihad islámica. Somos ángeles y demonios. Y en qué proporción,
depende de los momentos. Nadie está libre en un momento dado de ser
xenófobo. Nadie es racista, pero cuando te preguntan si te da igual que tu hija
se case con un árabe, entonces mucha gente responde que no. En ese
sentido, internet tiene un efecto profiláctico porque nos impide mentirnos a
nosotros mismos como sociedad, y por eso mucha gente tiene miedo a
internet, porque se tiene miedo a sí misma.

Sostiene que el único riesgo de internet somos las personas porque se


vive en un mundo superdesarrollado tecnológicamente pero
subdesarrollado éticamente. Una tecnología sin ética es muy peligrosa.
Sí, pero lo que pasa es que el genio ha salido de la botella. La tecnología no la
vamos a parar ni la vamos a cambiar. Mejor nos reparamos a nosotros mismos.
Pero, efectivamente, ha habido un deterioro ético. Ha habido una
individualización total de los proyectos personales y una debilitación de las
instituciones tradicionales de control social sin que hayan surgido nuevas. No
es que yo vaya a defender la familia tradicional, la religión tradicional o el
Estado tradicional…, pero todo eso se ha debilitado. La globalización ha
debilitado en la práctica el poder de los estados nacionales, el proceso de
secularización en nuestro ámbito ha disminuido los controles de una moral
religiosa, la crisis del patriarcado en la familia ha hecho que haya una gran
inseguridad en las relaciones personales y una ruptura real de la disciplina
tranquila y sistemática de los niños y de los jóvenes dentro de la familia. Todas
las instituciones que aseguraban una cierta estabilidad han dejado paso a una
individualización: yo y el mundo. Yo con las redes que yo me construyo en el
mundo.

Hay una quiebra.

Se han roto en cierto modo los lazos comunitarios de las sociedades. En ese
sentido, lo que puede ser una ética individual ya no es ética, porque ética es la
referencia a unos principios comunes que se aceptan. Esto ha sido amplificado
enormemente por un modelo de crecimiento económico y de organización
económica que la gente llama capitalismo, pero que yo creo que es insuficiente
porque hay muchos tipos de capitalismos. La historia de que el capitalismo en
general pervierte los valores éticos es una historia totalmente ideológica, pero
lo que sí ocurre es que el tipo de modelo de organización económica que
hemos vivido en los últimos 15 o 20 años sí que maximiza la idea de que todo
me está permitido con tal de ganar dinero, independientemente de lo que le
pase a la empresa. Y a los clientes. La criminalización de una parte del
capitalismo también es fundamental. Se han constituido multinacionales del
crimen, en parte ligadas a la descomposición de sistemas como el soviético, en
parte ligadas a la reacción en muchos países pobres donde se considera que el
único negocio posible es el crimen, la prostitución o la trata de niños. A partir de

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ahí se genera un todo vale, y si a ese todo vale le enchufamos una tecnología
tan potente como es internet, la capacidad de conexión móvil en el mundo
entero, una red global de transporte aéreo, una red de comercio marítimo
informatizado que comunica todas las economías..., tenemos un problema muy
serio. Y esto no se soluciona controlando internet. Primero, porque no se puede
controlar, y segundo, porque sería perder el instrumento básico sobre el que
funcionan la sociedad de la información y la economía del conocimiento. Sería
como intentar controlar los desaguisados del capitalismo o del estatismo
soviético cortando la electricidad. El rearme moral tanto de la empresa como de
la política es más importante que nunca porque la capacidad tecnológica de
desarrollar proyectos potentes es tan enorme que sin un control estamos yendo
hacia la desintegración del tejido social.

¿Cuál sería su receta para evitarlo?

Para empezar, se ha hablado muy mal de los gobiernos y de la política, y algo


habrán hecho…

Dos tercios de los ciudadanos del mundo no se sienten representados


por sus electos.

Exactamente. Y afecta a electos o no electos. El gran problema es que


tenemos una gran crisis económica, global, estructural y no se va a solucionar
rápidamente diga lo que diga Zapatero, que ahí se equivoca totalmente. Una
crisis ecológica y medioambiental de proporciones históricas que sólo ahora
empezamos a percibir en realidad, una crisis ética de ruptura de valores de
solidaridad social y, en medio de todo esto, una crisis de legitimidad política y
de capacidad política de restablecer la confianza de los ciudadanos en sus
instituciones. Esta última crisis es la peor porque si no tienes el instrumento de
gestión, no puedes gestionar nada. Y el instrumento de gestión exige tener la
capacidad de tomar medidas drásticas e impopulares que en un mundo de
desconfianza de los ciudadanos pueden ser rechazadas y encontrarse con
constantes crisis políticas: en los países no democráticos, con explosiones
sociales; en los países democráticos, con elecciones constantes, rupturas de
alianzas, gobiernos débiles y, como consecuencia, un desmadre en la gestión
de los asuntos públicos. La crisis propiamente política es la más grave de todas
porque nos deja sin instrumentos de gestión. Internet puede ser una excelente
herramienta de participación ciudadana activa, basada en la información. No
que la gente gobierne por internet, eso es demagogia, pero que
constantemente se informe a los ciudadanos, que los ciudadanos tengan
acceso a información a la que legalmente tienen derecho. Hay excelentes
programas de participación ciudadana que no se utilizan porque no hay
voluntad de abrir las avenidas de la política a la transparencia. En este sentido,
las sociedades escandinavas nos están dando una lección al resto del mundo.
Hay transparencia y hay confianza en los políticos. Por lo tanto, son capaces
de tomar medidas. Suecia nacionaliza la banca por tres años y luego la
devuelve al sector privado tranquilamente, y no pasa nada porque la gente
confía en que están haciendo algo positivo. La capacidad que tenemos para

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crear una democracia informada interactiva no la estamos aprovechando
porque la clase política todavía no se ha convencido de que se ha acabado el
sistema en el que estaban y de que si ellos mismos no lo reforman y lo
reorganizan, se lo reformaran o se lo destruirán sin reforma.

¿Qué posibilidades prevé?

Preveo tres niveles. Uno es la posibilidad de una individualización extrema, del


sálvese quien pueda, pero a lo salvaje, con un aumento del crimen, la violencia
o, en nuestro contexto, de la xenofobia o el racismo en términos totalmente
destructivos. Después puede haber un nivel de explosión social colectiva o de
crítica social al sistema que se manifieste votando a alternativas demagógicas
que caoticen la forma de organización, y, por último, existe la posibilidad de
una reforma de las instituciones políticas aumentando la participación,
generando nuevas formas de articulación por internet y sintiéndose
responsables de las demandas de los ciudadanos. Si esta forma noble no se
produce –y aquí la clase política actual tiene que reformarse a sí misma–,
entonces la ruptura social o la violencia individual pueden generalizarse. Y todo
depende de cómo evolucione la crisis económica, en la que la familia está
actuando como elemento amortiguador y de contención.

La familia…

Sí, con la crisis los jóvenes están volviendo a casa y a la universidad. Se


refuerzan los lazos familiares, que son los únicos con los que se puede contar.
Y vuelven a casa, pero como no pueden trabajar, estudian, con lo cual vamos a
tener un repunte de los niveles de educación y formación de nuestra sociedad.
Mayor educación y mayores lazos familiares como respuesta personal e
individual a la crisis: el catastrofismo atemperado por el sentido común de la
gente.

Sentido común en épocas de crisis.

Tú no puedes mantener la sociedad funcionando a partir de decisiones


únicamente individuales. Si no hay una recomposición del vínculo básico de
confianza, prevalecerá la emoción del miedo, que es la destructiva, sobre la de
la confianza, que es la positiva y con ella se establecen los vínculos sociales.
Hoy tenemos miedo y nos falta confianza. En estas condiciones, internet
aumenta las tendencias destructivas. Pero si hay un intento de reforma, se le
puede dar la vuelta a la situación. Obama ha dado un vuelco a la situación en
Estados Unidos, que hoy estaría mucho peor si no hubiera dado esperanza. La
gente necesita algo a lo que agarrarse.

Y ha creado una comunidad en la red.

La comunidad red en torno a Obama continúa muy potente y se ha movilizado


a su favor en la reforma sanitaria.

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¿Y con respecto a la guerra de Afganistán, qué han hecho?
No le han criticado. Se han callado. Puede ser que si las cosas empeoran, se
movilicen en contra. Lo interesante es que la red existe y que puede ser un
elemento crítico hacia las políticas de Obama, un líder que ha creado un
movimiento que va más allá de sus propios intereses y de lo que él mismo
pueda ser. Eso es un líder. La democratización y la transparencia pasa por que
tú ayudes a que la gente se organice, se aglutine, se movilice y si no estás de
acuerdo con ellos –como ha dicho siempre Obama–, pues discutimos,
debatimos y criticamos. Y si es necesario, no le votan, pero no por ello
desmontará lo que ayudó a crear.

Participación, movilización.

Internet, como instrumento de las personas, puede acoger campañas de


protesta para que la democracia sea más democrática. La gente no está contra
la democracia, está por más democracia, más transparencia, y no se fía de los
políticos que están en las instituciones democráticas. A través de internet están
surgiendo partidos, candidatos, opciones políticas que no están previstos
dentro del sistema político. Es un instrumento tanto para el incremento de las
fuerzas de extrema derecha como para el auge de los partidos verdes, las
opciones más radicales y democratizantes o, en el caso de España, para
opciones soberanistas, por ejemplo. Todo lo que en las instituciones no está
suficientemente representado con respecto a lo que es la sociedad, por internet
gana espacio. En gran parte es porque no hay una voluntad política real de las
instituciones y los partidos de reformarse a sí mismos. Por tanto, en lugar de
utilizar internet para la necesaria reforma política y de los vínculos con los
ciudadanos, confunden internet con un tablón de anuncios o con un sistema
publicitario de televisión y dejan la red a las fuerzas que están en los márgenes
o fuera del sistema político.

¿Por qué?

Internet les incomoda porque tienen que responder mucho más directamente al
control ciudadano.

¿Cuál es el Estado red?

El Estado red es el Estado de la globalización. La mayor parte de los elementos


claves del Estado nación: las finanzas, la moneda, la economía, la capacidad
militar, la política. La ecología del planeta depende de procesos que son
globales, que no se pueden controlar desde el Estado nación. El Estado nación
no controla muchas de las cosas que le pide la gente. Los estados nación
concretos no sólo no van a desaparecer sino que se refuerzan, pero son
simplemente nodos de una red de estados y agentes políticos –UE, OTAN,
ONU, OMC, FMI…–, que son los que hacen una gobernanza mundial
compartida. Los estados nación están integrados con un peso diferente en
esas redes. Sin esas redes, ningún Estado puede funcionar, ni siquiera
Estados Unidos. Ahora, los estados nación están condenados a vivir en red, a
negociar constantemente. La primera expresión de ese cambio es el G-20, que

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es ahora donde se toman las decisiones, porque el G-8 sin el G-20 ya no hace
nada.

La nanotecnología, la difuminación de las fronteras entre la vida humana


y la artificial, la superación de las barreras entre el tiempo y el espacio…
¿Es el ser humano cada vez más Dios?

Se cree cada vez más Dios. El ser humano siente que ha roto definitivamente
la dependencia de la naturaleza y de lo sobrenatural. Tenemos dos límites: la
naturaleza y la muerte. Primero, a través de la tecnología, nuestra idea es que
ya podemos hacer un mundo enteramente artificial, sin el límite de la
naturaleza, cuando, en realidad, el mundo es natural y humano, no solamente
humano. Y por otro lado, la muerte conlleva la necesidad de buscarse formas
de existir después, de conectarse con lo que existió, de tener alguna esperanza
de algún tipo cuando se te muere un ser querido; esto se llama religión,
también ahora se llama espiritualidad, y es lo que yo llamo la trascendencia del
ser biológico. El extraordinario desarrollo tecnológico y del conocimiento sí que
ha llevado a que las élites dominantes, en general, fundamentalmente piensen
que hemos dominado la naturaleza, que no tenemos que tener miedo a nadie
porque podemos dominar con la ciencia y la racionalidad lo que ocurre en
nuestro entorno y que se puede prescindir de Dios. Pero no es evidente que
como sociedad podamos prescindir de la naturaleza y podamos prescindir de
Dios.

¿En cualquiera de sus formas, qué pasa si lo hacemos?

Venganza, venganza. Por un lado, la naturaleza dice que como planeta puede
estar perfectamente sin el ser humano, pero este, como siga así, desaparecerá
como especie. Es la venganza de la naturaleza. La trascendencia está
altamente vinculada a las normas de conducta que no están estrictamente
ligadas a la ley de la ganancia inmediata y a la satisfacción sin límites de los
instintos básicos. Tú limitas tus instintos básicos sólo en la medida en que
piensas que hay un sistema de recompensas basadas en la serenidad, en la
espiritualidad que no pasa por seguir alimentándote de alcohol y de orgías de
distinto tipo. En la medida en que sales de la idea del puro consumo, sólo lo
haces en función de algún tipo de trascendencia que va asociado a un sistema
de valores éticos, el que sea. Esto también lo hemos olvidado. Hemos hecho la
transgresión final. Este proceso puede trasladarse al mundo de la finanzas, de
la destrucción nuclear, de la violencia terrorista sin límite, incluso puedes
utilizar la trascendencia para organizar el suicidio colectivo como forma de
lucha. Por tanto, al romper las normas básicas de convivencia ligadas a alguna
forma de reconocimiento conjunto de la trascendencia, hemos entrado en un
mundo de violencia generalizada posible, de terrorismo en cualquier lugar, de
criminalidad global y de crisis económica, porque ninguna economía puede
funcionar sin reglas.

La economía, como todas las actividades, necesita reglas que implícitamente


llevan a un código ético. Si destruyes las bases trascendentales de esos

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códigos éticos, entonces desorganizas las instituciones de la sociedad y por
tanto la pones en riesgo. Por tanto, desaparecemos como especie y
desaparecemos como sociedad por habernos creído que no necesitábamos ni
la naturaleza ni alguna forma de trascendencia.

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