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Asesinato de Juan Pablo I

PAPA JUAN PABLO I

Albino Luciani fue asesinado a causa de una conspiración del cónclave de


obispos por motivos exclusivamente religiosos. Ésta es la única razón por
la que el Vaticano impide toda investigación. Consideran que es
preferible el ocultamiento antes que verse en la alternativa de confesar
que la propia Iglesia asesinó a su Papa…

CARDENAL JEAN-MARIE VILLOT

Fue el autor intelectual del asesinato, pero se cubrió arteramente de ser


acusado afirmando que había sido un trágico accidente: “El Papa
inadvertidamente se había tomado una sobredosis de su medicina. Si se
hubiese hecho una autopsia, obviamente hubiese indicado esta fatal
sobredosis. Nadie hubiese creído que Su Santidad lo había hecho
accidentalmente. Algunos alegarían suicidio, otros, asesinato. Se acordó
que no habría una autopsia". Así, la coartada del Cardenal Villot fue que
el Papa Pablo I se tomó una sobredosis de su propio medicamento para
la presión arterial baja (Effortil). Esta coartada intencionalmente dio
lugar para la especulación de suicidio, quitando la atención de la
verdadera causa de la muerte de Juan Pablo I: haber sido envenenado.
ALBINO LUCIANI Y KAROL WOJTYLA

FUNERAL DEL PAPA JUAN PABLO I

Cuando Kart Wojtyla fue nombrado Papa se encontró ante la alternativa


de ordenar la investigación de la muerte de su antecesor, que él no
ignoraba que había sido un asesinato –¿cómo iba a ignorarlo?–, o
directamente dejar las cosas como estaban. Optó por lo segundo. Más
información en “Papa Juan Pablo II” y "Muerte del Papa Juan Pablo II".
ASESINATO DEL PAPA JUAN PABLO I

¿Conspiración religiosa o política?

CAPÍTULO I

LA HISTORIA CONOCIDA

Cuando murió Pablo VI, el 6 de agosto de 1978 a las 9:40 de la noche,


bastaron unos minutos para que el mundo tuviera la noticia, pero cuando
murió Juan Pablo I recién casi tres horas después del hallazgo del
cadáver el Vaticano dio el comunicado, que decía textualmente:

"Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, hacia las cinco y media,


el secretario particular del Papa, no habiendo encontrado al Santo Padre
en la capilla, como de costumbre, le ha buscado en su habitación y le ha
encontrado muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera.

El médico, Dr. Renato Buzzonetti, que acudió inmediatamente, ha


constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23 horas del día
anterior a causa de un infarto agudo de miocardio".

La noticia causó sorpresa y estupor. Después se añadió el nombre


de Magee, anteriormente secretario de Pablo VI. Realmente, hoy pocas
cosas quedan en pie de las afirmadas en dicho comunicado. El propio
John Magee, actualmente obispo de Cloyne (Irlanda), ha dicho
recientemente que no fue él, sino una religiosa quien encontró muerto a
Juan Pablo I:

"Aproximadamente a las 5 de la mañana una monja muy agitada


fue a despertarme. 'El Papa ha muerto', me dijo. Preocupada porque el
Pontífice no había tomado el café, que las monjas le dejaban todos los
días a las 4:30 delante de la puerta de su habitación, había entrado y
visto el cuerpo inmóvil. Después había corrido hasta mi habitación para
avisarme" .

Magee bajó inmediatamente a la habitación del Papa y constató


que, efectivamente, había muerto. Dijo a las religiosas que no tocaran
nada y fue a llamar por teléfono al cardenal Villot [1]. Según Magee, eran
las 5:40. A continuación llamó al doctor Buzzonetti. Ambos, el cardenal y
el doctor, "entraron juntos en la habitación del Papa y constataron con
sus propios ojos que el Papa estaba muerto".

Cuando murió Pablo VI, se publicó un detallado informe médico.


Ahora no. Se supone que basta un examen externo del cadáver y un
lacónico comunicado oficial para dar respuesta a estos interrogantes:
¿cuándo murió Juan Pablo I? Y sobre todo ¿de qué murió?

Por lo que se refiere al momento de la muerte, la estimación oficial


no coincide con la de los embalsamadores, hermanos Signoracci, según
lo que dijeron a Yallop: "Al examinar el cadáver antes de que lo
trasladaran a la sala Clementina, los hermanos Signoracci habían llegado
a la conclusión, por la ausencia del rigor mortis y por la temperatura del
cuerpo, que la muerte se había producido, no a las once de la noche del
28 de septiembre, sino entre las cuatro y las cinco de la madrugada del
29. Sus conclusiones se vieron confirmadas por monseñor Noé, que les
dijo que el Papa había muerto poco antes de las cinco de la madrugada".

Tanto la religiosa que descubrió el cadáver, sor Vincenza, como el


secretario Diego Lorenzi confirmaron el detalle de la temperatura del
cuerpo, que encontraron todavía tibio.

Sin duda, la cuestión clave es la determinación de la causa de la


muerte. Es decir: ¿de qué murió Juan Pablo I?

El obispo de Cuernavaca (Méjico), Méndez Arceo, pidió


públicamente que se realizara la autopsia: "Tanto al cardenal Miranda
como a mí nos parece que podría ser de mucha utilidad". Y Franco Antico,
de la organización tradicionalista Civiltà Cristiana, solicitó una
investigación formal.

De forma tajante, el cardenal Oddi, que con el cardenal Samor, fue


asistente de Villot durante el período de sede vacante, afirmó que no
habría investigación alguna: "He sabido con certeza que el Sagrado
Colegio cardenalicio no tomar mínimamente en examen la eventualidad
de una investigación y no aceptar el menor control por parte de nadie y,
es más, ni siquiera se tratará la cuestión en el colegio de cardenales".

Sin embargo, según el diario "La Stampa" de Turín, del 8 de


octubre, los cardenales reunidos en congregación general solicitaron
conocer las circunstancias precisas de la muerte del Papa Juan Pablo I. El
diario señala que "los cardenales, ante los interrogantes que se plantea
la 'opinión pública' provocados por el hecho de que únicamente fue
publicado un breve comunicado anunciando la muerte del Papa, la
ausencia de un boletín médico y la negativa del Vaticano a proceder a
una autopsia, han solicitado que los medios oficiales de información de la
Santa Sede anuncien las circunstancias exactas de la muerte del
Pontífice". Al menos, algún cardenal habría pedido puntualizaciones al
respecto. El Vaticano ni confirma ni desmiente esta información;
simplemente, no responde.

Pero ¿por qué no se hizo la autopsia? ¿Tenía la Iglesia algo que


perder? Responde monseñor Nicolini, autor de una biografía sobre Juan
Pablo I y, durante varios años, vicedirector de la sala de prensa del
Vaticano (actualmente obispo de Alba, en la provincia italiana de Cuneo):
"El Sacro Colegio no ordenó la autopsia porque la consideró superflua, no
habiendo duda alguna sobre las causas naturales de la muerte del Papa
Luciani. La autopsia no podía sino confirmar cuanto ya se sabía".
Sin embargo, la pregunta obvia es: ¿cómo se sabía? Más aún: ¿cómo
se podía saber a partir solamente de un examen externo del cadáver?
Como diversos especialistas indicaron, es clínicamente imposible explicar
la causa de la muerte por infarto de miocardio agudo (y, además,
instantáneo) sin la realización de la autopsia.

Además, como veremos después, la forma en que se encuentra el


cadáver no responde al cuadro típico del infarto: no ha habido lucha con
la muerte. Tampoco existe otra sintomatología que lo delate. Ni la baja
tensión de Luciani ni su estilo de vida avalan semejante dictamen. Por
tanto, no sólo esto, sino todo lo que se dijo después (peso del papado,
soledad institucional, etc.) queda justamente en el aire, como hipótesis
carente de fundamento, mantenida precisamente por quienes tenían en
sus manos la realización de la prueba definitiva y concluyente de la
autopsia. Sin duda, el comunicado oficial salió tarde y mal. Se imponía,
desde entonces, una fiel reconstrucción de los hechos.

Al doctor Buzzonetti, que con el doctor Fontana firmó el certificado


de defunción, le pregunta Cornwell cuándo vio al Papa por última vez.
Ésta es la respuesta:

"Yo puedo ser muy preciso sobre esto. Ni yo ni el profesor Fontana


−que era jefe del Servicio Médico Vaticano y que murió en 1979− fuimos
llamados nunca a prestar nuestros servicios profesionales al Papa Juan
Pablo I. Yo le vi al final del cónclave. Yo era suplente de Fontana.
Posteriormente yo creo que le vi en alguna función. Después le vi
muerto. Eso es todo".

El doctor dice no saber nada de las medicinas que tomaba el Papa.


Tampoco sabe si estaba sobrecargado de trabajo o deprimido.

Contra lo que afirma Magee, Buzzonetti niega haberse encontrado


con el doctor Da Ros, médico personal de Luciani, el domingo 24 de
septiembre: "ese encuentro nunca se dió". Dice también:

"Todos los aspectos clínicos de éste asunto de Juan Pablo I están


cubiertos por dos secretos: el primero es el secreto profesional, del que
nadie me puede liberar; después está el secreto de mi cargo como
vicedirector del Servicio Médico de éste Estado del Vaticano. Pero, de
cualquier modo, yo no sé nada".

Según Lorenzi, Buzzonetti llegó muy pronto, pero no preguntó nada:


"siendo un buen doctor, no es por criticarle, debería haber dicho, 'Vamos
a ver, señores, ¿han percibido algo la noche anterior?'. Él debería haber
estado abierto a todas las posibilidades. Él no es un cualquiera. Usted
puede pensar que un doctor del Vaticano debería haber hecho una cierta
indagación. ¿Por qué no lo hizo? Bien, no lo hizo, y como resultado yo me
estoy volviendo...loco! ".
CAPÍTULO II

LA HISTORIA CONOCIDA II

LA EXTRAÑA MUERTE DE UN PAPA[2]

"Juan Pablo I fue asesinado por la ingestión de una dosis fortísima de un


vasodilatador". "Pensaba hacer cambios importantes en la curia del
vaticano". "Los apuntes que tenía en la mano, al ser encontrado muerto,
contenían los nombres de los nuevos cargos".

El sacerdote Jesús López Sáez ha escrito un polémico libro cuando, el 29


de septiembre (2003), se cumplieron 25 años de la muerte de quien sólo
estuvo 31 días al frente de la Iglesia Católica.

"Hay que purificar el templo y echar de él a los mercaderes". Ésta


es la clave teológica que ha llevado a Jesús López Sáez, sacerdote
abulense, prestigioso catequista y fundador de la Comunidad de Ayala, a
bucear en la escabrosa historia de la muerte de Juan Pablo I.

Tras 25 años de investigación profunda, sus conclusiones son


estremecedoras y echan por tierra la tesis oficial.

La Curia romana, con Juan Pablo II a la cabeza, siempre sostuvo


que la muerte del Papa Luciani fue la de un enfermo, incapaz de asumir
el tremendo peso de la tiara.

López Sáez sostiene, en cambio, que la muerte del Papa meteorito


(sólo estuvo 31 días en el solio pontificio) fue un asesinato orquestado
por algunos miembros de la Curia, de la mafia y de la masonería; el
asesinato de un Papa en plena forma y tan capaz de regir la Iglesia que
estaba pensando en darle un vuelco de 180 grados al Vaticano, a sus
dineros y a la Curia romana.

Con la explicación oficial, Roma dio por cerrado el caso. Pero, aún
hoy, en toda la cristiandad sigue flotando un aire de misterio y sospecha.
La herida se cerró en falso.

De hecho, tras su muerte numerosos obispos y hasta algún cardenal


pidieron a Roma una investigación en profundidad.

Jesús López pertenece a este sector minoritario que quiere «lavar»


la imagen manchada de un pontificado que pudo ser revolucionario en la
Iglesia. Hacer justicia al Papa de la sonrisa y, de pasada, purificar el
templo de la Curia y ayudar a que la Iglesia recobre el esplendor
evangélico.
Con buenos contactos tanto en España como en el extranjero, con la
ayuda de obispos y cardenales amigos, Jesús López plasmó sus primeros
hallazgos en el libro Se pedirá cuenta (Editorial Orígenes), publicado 12
años después del misterioso final de Juan Pablo I.

Ya entonces el padre López Sáez intentaba bucear en la turbia


historia de la muerte del Papa Luciani, porque «a cada generación se le
pedirá cuenta de la sangre de sus profetas».

Pero la consigna en la Iglesia era clara y tajante: "Ningún


eclesiástico puede remover las cenizas del Papa Luciani y, ante las
múltiples preguntas de los fieles en todo el mundo, los clérigos deben
responder con la verdad oficial".

Pero don Jesús no se dio por vencido y, desde entonces, siguió


visitando archivos, consultando fuentes y con protagonistas directos de
aquellos acontecimientos que, con la edad y el tiempo, comenzaron a
hablar.

"EL DIA DE LA CUENTA"

Fruto de este trabajo de años es un nuevo libro, El día de la cuenta,


en el que plasma sus conclusiones definitivas. Pero a la Iglesia no le
gusta que uno de sus más prestigiosos sacerdotes asegure que un Papa
fue asesinado y denuncie los tejemanejes de una Curia, "auténtica cueva
de ladrones", dice.

Y le llovieron las presiones de todo tipo. Sentimentales, con cartas


de sus amigos. Como la del actual nuncio en Croacia, el español Francisco
Javier Lozano, suplicándole que no publique un libro que "tanto mal
puede acarrear a la Iglesia de Cristo".

Le advierte que él no es quien para sentar en el banquillo de los


acusados a la Santa Sede.

Y con chantajes afectivos: "Hubiera dado cualquier cosa para que


vieras la cara de dolor de la 'autoridad de la Iglesia' (Juan Pablo II),
cuando hace meses le presenté un breve resumen de tu manuscrito. Esa
autoridad está acostumbrada a sufrir por calumnias, por infidelidades,
incluso por disparos a bocajarro un 13 de mayo".

A las presiones afectivas sucedieron las canónicas. El entonces


obispo de Avila, Adolfo González Montes, le amenaza por escrito con
retirarle las licencias ministeriales (prohibición de celebrar los
sacramentos).

Pero don Jesús no cede. Y recuerda lo que Santa Catalina de Siena


decía: "Los ministros de Dios que no denuncian los males de la Iglesia
son malos pastores. No tienen perro, el perro de la conciencia, o no les
ladra".

Y él tiene perro y no deja de ladrarle. Y eso que por seguir en sus


trece le echaron de la Conferencia Episcopal, donde trabajaba en la
comisión de catequesis. Y quizás perdiese la oportunidad de conseguir
una mitra y el reconocimiento solemne de la Comunidad de Ayala, por él
fundada.

Ahora ha tenido que editar su libro en "edición no venal, para uso


privado". Aun así, de boca en boca y de mano en mano, lleva vendidos
más de 2.000 ejemplares.

Y junto a la cascada de reproches, algunas felicitaciones. Como la


del obispo Casaldáliga: "Todo tu material es importante para la Historia y
para la purificación de la Iglesia". O la enigmática carta de Eduardo
Luciani, hermano del Papa difunto. Aunque sin pronunciarse al respecto,
deja planear la sombra de la duda sobre el desenlace de su hermano.

EDICIÓN PÚBLICA

Como buen sacerdote que es, Jesús López siente el corazón


dividido ante las conclusiones de su investigación. "Pero en conciencia
no puedo callar y, aunque no vivo en estado de miedo, sé que me pueden
hacer mucho daño. Pero... Como dice el libro de los Hechos, 'hemos de
obedecer a Dios antes que a los hombres'".

Incluso, López Sáez está pensando en hacer una edición pública de


su libro y lanzarlo a las librerías "para que la gente sepa y los
mercaderes salgan del templo".

"Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, hacia las cinco y media,


el secretario particular del Papa, no habiendo encontrado al Santo Padre
en la capilla, como de costumbre, le ha buscado en su habitación y le ha
encontrado muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera.
El médico, Dr. Renato Buzzonetti, que acudió inmediatamente, ha
constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23 horas del día
anterior a causa de un infarto agudo de miocardio".

Así rezaba el comunicado oficial del Vaticano. Una versión llena de


falsedades, según López Sáez. Entre otras: "un diagnóstico sin
fundamento (infarto de miocardio agudo y, además, instantáneo), dado
por un médico que no conocía a Luciani como paciente, sin realización
(oficial) de la autopsia, y una información manipulada sobre el hallazgo
del cadáver y sobre las circunstancias de la muerte".
¿QUIÉN MATÓ AL PAPA?

Hoy está comprobado que Juan Pablo I estaba bien de salud. Lo


confirma su médico personal, el doctor Da Ros: "El Papa no ha pasado
nunca 24 horas en cama, ni una mañana o una tarde en cama, no ha
tenido nunca un dolor de cabeza o una fiebre que le obligase a guardar
cama. Gozaba de una buena salud; ningún problema de dieta, comía todo
cuanto le ponían delante, no conocía problemas de diabetes o de
colesterol; tenía sólo la tensión un poco baja".

Tener la tensión un poco baja es, para muchos médicos, "un seguro
de vida".

También se sabe que Juan Pablo I no murió de infarto, porque "no


hubo lucha con la muerte". Con el tiempo el propio Vaticano ha
reconocido que el primero en encontrarlo no fue monseñor Magee, su
secretario, sino sor Vincenza, la monja que lo cuidaba.

Según el relato de esta hermana, "el Papa estaba sentado en la


cama, con las gafas puestas y unas hojas de papel en las manos. Tenía la
cabeza ladeada hacia la derecha y una pierna estirada sobre la cama.
Iniciaba una leve sonrisa".

¿Qué tenía en las manos? "Evidentemente no tenía el Kempis, como


dijo el Vaticano, un libro demasiado grueso para ser sostenido entre los
dedos. Los apuntes que tenía eran unas notas sobre la conversación de
dos horas que el Papa había tenido con el secretario de Estado, cardenal
Villot, la tarde anterior", dice López Sáez.

En ella, el Papa le había adelantado a su número dos los


importantes cambios que pensaba hacer en la Curia. Y ése fue el
detonante de su muerte.

¿Cuál fue el arma del crimen? "A pesar de que el Vaticano lo niega,
a Juan Pablo I se le hizo la autopsia y por ella se supo que había muerto
por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador. Se trata de
una medicina absolutamente contraindicada para quien tiene la tensión
baja, como tenía el Papa. Eso encaja con la forma en la que se encontró
el cadáver: No hubo lucha con la muerte, como corresponde a una
provocada por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño",
explica don Jesús.

La medicación, que no le fue recetada por su médico personal, como


él mismo reconoce, se le obligó a tomar o se le inyectó. La mística Erika,
en un libro del famoso teólogo y después cardenal Urs von Balthasar,
asegura haber tenido una revelación en la que vio a alguien que le
inyectaba la medicina al Papa. Y Juan Pablo II le concede la birreta a Von
Balthasar sabiendo que, además, la propia Erika dice en el libro que "el
Santo Padre lo sabe y lo cree" [que su antecesor fue asesinado].
Por su parte, el ex embajador francés, Roger Peyrefitte, autor de La
sotana roja, asegura que al Papa le puso la inyección letal el mafioso
Brucciato −después murió en un atentado contra Roberto Rossone,
vicepresidente del Banco Ambrosiano− acompañado de dos monseñores
de la Curia.

Según López Sáez, "nadie sabe exactamente quién mató al Papa.


Todo apunta a la Logia masónica P2. No se puede responsabilizar a una
persona en concreto, aunque hay quien señala al entonces presidente del
IOR (Banco del Vaticano), monseñor Marcinckus, y al entonces
Secretario de Estado, el francés cardenal Villot".

En cualquier caso se trata, según López, "de una muerte provocada


en el momento oportuno". ¿Por qué? Los folios que tiene en la mano el
Papa muerto contenían el nuevo organigrama de la Curia y de la Iglesia
italiana: dimisión de Villot y del arzobispo de Milán, monseñor Colombo;
traslado a Milán de Casaroli; Benelli, nuevo Secretario de Estado; Poletti,
vicario de Roma, a Florencia, y Felici, nuevo vicario de Roma".

Juan Pablo I, horas antes había presentado el organigrama a Villot


y éste le dijo: "Usted es libre para decidir y yo obedeceré. Pero sepa que
estos cambios supondrían una traición a la herencia recibida de Pablo
VI".Y Juan Pablo I le replicó: "Ningún Papa gobierna a perpetuidad".

Está comprobado que el Luciani era un Papa que "estaba en el


camino de la profecía". Es decir, "un Papa que no quiere ser jefe de
Estado, que no quiere escoltas ni soldados, que quiere una renovación
profunda de la Iglesia y, además, gobernar con los obispos. Un Papa de
los pobres que quiere promover en el Vaticano un gran instituto de
caridad, para hospedar a los sin techo de Roma", cuenta el padre López
Sáez.

En definitiva, al Papa le matan porque quiere revisar la estructura


de la Curia, publicar varias encíclicas (sobre la colegialidad o la mujer en
la Iglesia), destituir al presidente del IOR, reformar el banco vaticano y
enfrentarse abiertamente con la masonería y con la mafia que campean
por sus fueros en la Curia romana.

Según López Sáez, "lo determinante fue el asunto del IOR, porque
la Curia intenta evitar la quiebra del Ambrosiano y la decisión del Papa la
iba a precipitar. Ellos querían un Papa que evitase esa quiebra".

Pero, aunque quitaron de en medio a Juan Pablo I, su sucesor, Juan


Pablo II, no pudo evitar la quiebra del Ambrosiano y, además, destituyó
a su presidente, monseñor Marcinckus.

"La diferencia es que Juan Pablo I quiere echar a los mercaderes del
templo, mientras Juan Pablo II expulsa a unos (masonería) para echarse
en brazos del Opus Dei. La Obra fue la institución que salió ganadora y a
la que el pontificado del Papa Wojtyla le resultó más rentable: una
prelatura personal, un santo y el control del poder en Roma".

En cualquier caso, el Papa Luciani sabe que va a enfrentarse con


poderosos enemigos. En varias ocasiones asegura, según el padre Sáez,
que su pontificado será corto y que ya sabe el nombre de su sucesor.

Unas veces, le llama "el extranjero" y otras, "el que estaba sentado
frente a mí en el cónclave", es decir, Wojtyla.

¿Por qué sabía Juan Pablo I ya antes de morir y antes de celebrarse


el cónclave el nombre de su sucesor? "Porque Juan Pablo II era el
candidato del cardenal Villot y de la Curia, deseosa de volver a controlar
el poder. No en vano los curiales decían: 'Hemos perdido tres cónclaves
(el de Juan XXIII, el de Pablo VI y el de Juan Pablo I), pero no el cuarto'
".

El padre López Sáez cree, al igual que la mística Erika, que "el Papa
sabe". Más aún, cree que su última obra poética, Tríptico romano, es una
respuesta velada a su libro, que envió al Papa con acuse de la Secretaría
de Estado.

Por eso, en tres simples folios, Juan Pablo II habla de la Capilla


Sixtina y del próximo cónclave. "Es una forma de responderme a mí y a
los cardenales que van a estar en el próximo cónclave. Viene a decir 'algo
hay'...Y si responde es para que los cardenales electores lo tengan en
cuenta, elijan en consonancia y reparen la injusticia histórica que se ha
cometido con el Papa Luciani".

Eso es una de las cosas que más le duele al fundador de la


Comunidad de Ayala. "Juan Pablo I no era un papa débil e indeciso como
lo pintan desde el Vaticano. Está en juego no sólo la causa y las
circunstancias de su muerte, sino también su figura y su testimonio".

De hecho, en este momento hay dos procesos abiertos en torno al


Papa Luciani. El primero es civil, reabierto en Roma por el fiscal Pietro
Saviotti. "Le he mandado el fiscal todos mis datos y documentos. Espero
que se esclarezca la verdad y se haga justicia", dice López.

El segundo proceso es la beatificación de Juan Pablo I. El padre


López no quiere oír hablar de este tipo de proceso: "El Papa Luciani no
necesita milagros para ser santo. A Juan Pablo I hay que beatificarle
como mártir, tras una profunda investigación sobre su muerte y
recuperar su imagen distorsionada".

"El día de la cuenta", de Jesús López Sáez, no puede adquirirse en


venta pública. Para contactar con el autor: www.comayala.es.
EL CURA QUE PIDE CUENTAS A WOJTYLA

Jesús López Sáez es uno de los mejores especialistas españoles en


catecumenado de adultos. Nacido en Aldeaseca (Avila), el 12 de abril de
1944, está licenciado en Filosofía y Letras, Teología y Psicología.

Tras estudiar en Salamanca, Roma y Madrid, entró a formar parte


de los fontaneros de Añastro, sede de la Conferencia Episcopal, y
nombrado responsable de catequesis de adultos del Secretariado
Nacional.

Y además es fundador. Porque fundó en 1973, en la parroquia del


Cristo de la Salud (calle Ayala, 12), la comunidad que lleva el nombre de
la calle.

Allí, junto a un grupo de cristianos «insatisfechos del cristianismo


convencional», busca «en la experiencia de las primeras comunidades
cristianas vivir hoy la renovación de una Iglesia que, siendo vieja y
estéril, podía volver a ser fecunda».

De nueve fundadores, el grupo se ha convertido en un movimiento


que aglutina a unas 2.000 personas cuyo objetivo es «promover la
escucha de la Palabra de Dios en el fondo de los acontecimientos
personales, sociales y eclesiales, al tiempo que se van creando grupos de
inspiración catecumenal y comunitaria».

Todos son una piña en torno al fundador. «Nunca estará solo ni en


esto ni en nada. La comunidad le responde por completo», dice tajante el
vicepresidente de la asociación, Jesús Martín.

Con la investigación de lo sucedido hace 25 años se pretende, en


opinión de Martín, «recuperar la figura de un Juan Pablo I mártir».

De hecho, en el salón en que se reúnen hay un retrato pintado de


aquel papa. Y dos mapas grandes. Uno de España y otro del mundo.

En ambos, señalados con chinchetas rojas y azules, los cien equipos


de la comunidad de Ayala. En Madrid, Segovia o Canarias, pero también
en Cuba, EEUU, México, Colombia, Argentina, Japón, Irán o Taiwan.

Están alejados de los movimientos neoconservadores que copan el


poder en la Iglesia. Son la comunidad de don Jesús, el cura que «pide
cuentas a Juan Pablo II».
CAPÍTULO III

LA HISTORIA CONOCIDA III

El grupo neoliberal que impuso a Juan Pablo II

pudo estar envuelto en asesinato de Albino Luciani[3]

El "Papa de la sonrisa", como se le conoció, no alcanzó a visitar ni


un solo país, ni a publicar ninguna encíclica ni a canonizar a nadie.

Su muerte, el lunes hizo 25 años, dejó sin embargo un sordo rumor


que el Vaticano ha descalificado una y otra vez, a pesar de los ríos de
tinta que han corrido sobre extraños hechos y especulaciones.

Algunos periodistas y sacerdotes que han tratado el tema, aseguran


que Luciani, inmediato antecesor de Juan Pablo II, fue asesinado.

El parte oficial indica que murió de un ataque al corazón. Pero David


Yallop, autor del libro En nombre de Dios, insiste desde 1984 en la
hipótesis de que Juan Pablo I fue envenenado. Los principales
sospechosos fueron tres altos jerarcas de la Iglesia Católica y tres
mafiosos vinculados con el mundo de las finanzas y las hermandades
secretas masónicas.

Según Yallop, el Papa habría descubierto que en la venta del Banco


Católico del Veneto -en 51 por ciento propiedad del Banco Vaticano- hubo
irregularidades que involucraban al director del Banco Vaticano, el
obispo Paul Marcinkus, y a Roberto Calvi, director del Banco Ambrosiano.

El Pontífice también se habría enterado de los lazos de Calvi con


Michel Sandona y Lucio Galli, miembros de una poderosa logia llamada
'Propaganda 2' que, después se supo, promovió atentados terroristas. El
catolicismo dice que el creyente que ingrese a una logia debe ser
excomulgado.

El Papa, según Yallop, tuvo en su poder una lista con nombres de


varios obispos y religiosos pertenecientes a la logia. Uno de ellos era el
secretario de Estado del Vaticano, cardenal Jean Villot.

La noche del 28 de septiembre, afirma Yallop, el Papa le mostró a


Villot la lista de los altos prelados que serían cambiados, cesados o
trasladados, entre ellos Marcinkus, también parte de la logia.

En la lista incluía a John Cody, arzobispo de Chicago, una de las


arquidiócesis más ricas del mundo, que había sido objeto de protestas de
fieles y religiosos por apropiación indebida de millones de dólares,
despotismo con los feligreses y supuesta "conducta privada impropia".

Pablo VI, según Yallop, quiso repetidamente destituirlo, pero nunca


se atrevió. Al parecer, Juan Pablo I estaba decidido a hacerlo.

Yallop añade a la tesis del complot otro ingrediente. Cuando era


sacerdote, Luciani -dice el autor- participó en una consulta interna sobre
el control natal, cuyo resultado sería presentado a Pablo VI. Su postura
era que el Vaticano debía aprobar la píldora antiovulante del doctor
Gregory Pincus, que sería la "píldora católica". Su concepto fue
rechazado, pero ya como Papa podría imponerlo, lo cual habría alarmado
a Villot.

Marcinkus posteriormente fue designado arzobispo por Juan Pablo


II, y siguió al mando del Banco Vaticano. Cuando sobrevino el escándalo
por la quiebra del Banco Ambrosiano, el Papa le pidió la renuncia.

Y, según, Clarín de Buenos Aires, vive retirado en Arizona. Villot


falleció poco después de Juan Pablo I. Cody murió en Chicago. Sandona
fue encarcelado y condenado en Estados Unidos. Calvi apareció colgado
de uno de los puentes del río Támesis (Londres), y Gelli estuvo
encarcelado algún tiempo, y luego se fue a vivir a Uruguay, donde estaba
en 1984.

A pesar de que el Vaticano ha calificado de irresponsable el libro, el


que no se hubiera hecho una autopsia del Papa -pues hacerlo es inusual-,
y su apresurado embalsamamiento, no hicieron más que llenar de
motivos a los seguidores de la tesis del asesinato. Según ellos, una sola
gota de sangre habría servido para descubrir su envenenamiento.

En 1991, Camilo Bassotto, amigo personal del Papa muerto, reveló


que éste tenía preparadas cuatro encíclicas con reformas espectaculares
que, según él, habrían cambiado el rostro del Vaticano.
CAPÍTULO IV

LA HISTORIA VERDADERA

EL PESCADO SE PUDRE POR LA CABEZA

La verdad sobre el Asesinato del Papa Juan Pablo I.

Estimado profesor Velmont: Profeso la religión católica y estoy muy


confusa respecto de la muerte del Papa Juan Pablo VI. ¿Podría pedirles a
los Maestros de Luz que aclaren definitivamente si fue o no un asesinato?
Desde ya agradecida.

Élida H.

RESPUESTA

Apreciada Élida: La muerte de Albino Luciani, que era un ser de Luz


del 5º plano espiritual, fue lisa y llanamente un asesinato religioso, y los
conspiradores fueron el cónclave de obispos, que estaban en contra de
las ideas renovadoras de Juan Pablo I, que en realidad eran muy
revolucionarias.

Seguidamente te transcribo los diálogos de la sesión con uno de los


Guías espirituales del Grupo Elron que te aclararán definitivamente todas
las dudas.

Interlocutor: Entendí perfectamente. Quiero pasar a otro tema


porque tengo muchas preguntas agendadas. ¿Cómo está Jorge para
seguir?

Ron Hubbard: Está un poco agotado porque en estos momentos hay


dieciocho espíritus de Luz asesorándome y es una energía tremenda.

Interlocutor: Comprendo. Ahora quiero referirme al supuesto


asesinato del Papa Juan Pablo I, es decir, de Albino Luciani.

Ron Hubbard: No es un "supuesto" asesinato.

Interlocutor: ¿Fue un asesinato de verdad?

Ron Hubbard: Así es.

Interlocutor: ¿Por qué lo asesinaron?


Ron Hubbard: Porque quería cambiar las reglas de juego. Era un ser
tan excepcional que tenía conceptos muy similares a lo que es en verdad
el camino espiritual. Quería, no abolir, porque no puede llegar alguien y
decir bueno, a partir de ahora esto y aquello queda eliminado. Pero
quería ir de alguna manera modificando conceptos y no se lo permitieron
y por eso lo asesinaron.

Interlocutor: ¿Pero quien lo asesinó?

Ron Hubbard: Un cónclave de obispos.

Interlocutor: Hay un libro escrito por David Yallop, titulado "En el


nombre de Dios" (In God's Name), editado en 1984, sobre el caso.

Ron Hubbard: Es un libro equivocado porque pone conceptos


políticos como motivos del crimen que no tienen nada que ver, ya que el
asesinato solamente tiene relación con dogmas y doctrinas que iban a
ser cambiadas.

Interlocutor: ¿Entonces el motivo del crimen fueron exclusivamente


cuestiones religiosas y para nada políticas?

Ron Hubbard: Así es, lo asesinaron única y exclusivamente por


motivos religiosos.

Interlocutor: ¿Directamente lo envenenaron?

Ron Hubbard: Sí, fue envenenado con una sustancia que deja pocas
huellas y que hace aparecer a la muerte como un problema directamente
físico.

Interlocutor: La verdad es que quedo anonadado. ¿Algo más para


agregar sobre esto?

Ron Hubbard: Sí, simplemente que es una pena que lo hayan


asesinado porque el que continuó ha hecho infinidad de tropelías.

Interlocutor: No tengo presente en este momento quien fue el


continuador.

Ron Hubbard: El continuador fue el actual Papa.

Interlocutor: ¿A qué tropelías se refiere? ¿Estuvo acaso involucrado


en el crimen?

Ron Hubbard: No, no estuvo involucrado en el crimen, sino en


aberraciones posteriores, como por ejemplo segregar a aquel que es
divorciado.

Fíjate también lo que le sucedió a aquel periodista del diario italiano


"Corriere de la Sera", que dijo que si el hombre es finito solamente
puede cometer errores finitos y por lo tanto no puede haber un castigo
infinito, agregando que el infierno, como lo pintaba la Iglesia, nunca
podría existir.

Interlocutor: No recuerdo en este momento lo que le ocurrió.

Ron Hubbard: A las cuarenta y ocho horas, por decreto papal, fue
expulsado del Vaticano. Esto significa que la Iglesia cambió de forma
pero no de fondo. La Iglesia sigue siendo la misma oscurantista.

Interlocutor: ¿El Papa actual sabe que Albino Luciani fue asesinado?

Ron Hubbard: No, lo ignora. El Papa actual es un espíritu del Error


completamente egoico.

Interlocutor: ¿En qué plano está en estos momentos el espíritu de


Albino Luciani?

Ron Hubbard: Es un ser de Luz. Está en el 5º plano.

Hasta aquí llegan los diálogos. Quizás debiéramos hacer otra sesión
para profundizar en esta cuestión. Veremos. Pero por ahora por lo menos
tenemos la certeza de que Juan Pablo VI fue asesinado.

Bienvenida al Club. Un fuerte abrazo.

Horacio Velmont.

[1] Según Yallop, Villot, ya fallecido, es uno de los principales sospechosos del
asesinato.

[2] Extractado de El Mundo – Suplemento Crónica 413 (14/9/2003)- José Manuel


Vidal.

[3] Publicado por El Tiempo (9/10/03).


Mensaje de la sesión del 10/12/06 del médium Misael Godoy

Maestro Saint Germain: Es lógico, es lógico querido hermano Suler, es


lógico que los espíritus del error, los demonios, las energías lúdicas, a
veces como que tienden a ganar partidos, tienden a ganar en todos los
aspectos porque directamente arrasan e implantan. No así nosotros los
espíritus de luz que no podemos arrasar, no podemos implantar e ir en
contra del libre albedrío. Entonces aquí muchas veces gana un asunto de
mayoría como le pasó a ese ser encarnado quien era Juan Pablo I, que
por un asunto de mayoría no pudo, no pudo nadar contra la corriente,
porque los que venían a favor de la corriente que eran espíritus del error,
eran muchos más. Y como dicen ustedes en una expresión de este plano
físico, la llevaban, y todavía la llevan. Tú te preguntarás ¿y donde
estábamos nosotros? Estábamos, siempre hemos estado, pero como
respetamos el libre albedrío, como tenemos una ética impregnada en
nuestros conceptos, vibramos con esa ética en respeto, en valorar al
otro, no podemos arrasar contra esos espíritus del error, sea
individualmente o en bandadas, tratando de detener lo que esos espíritus
pueden ocasionar como daños a otros espíritus de luz, incluso a otros
espíritus del error. Entonces a veces estamos en este aspecto como
truncados, y los espíritus del error entre comillas como que nos "fueran a
ganar" o nos ganan en ciertos momentos. Pero como no hay nada que en
este mundo, en este plano físico no caiga por su propio peso, al fin y al
cabo la luz siempre va a imperar. Puede que demore, pero puede
imperar.
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