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Si sales una noche sin nubes a la calle o -mejor- a tu terraza verás un silencioso
espectáculo sin moverte de casa. Es una función que no cobra entrada y que -salvo
los astrónomos- han olvidado los residentes de este planeta en crisis.
Pues sí, lo has adivinado, me estoy refiriendo a las estrellas. A las estrellas vivas y a
las estrellas muertas que nos siguen regalando su luz después de haberse ido al
"limbo" del otro universo. Qué curioso que nos manden un mensaje póstumo, acaso
no hay mayor prueba de entrega que sigan ofreciendo su halo misterioso aunque no
estén con nosotros.
¡ Joder, es misterioso el cielo ! Esas bombillitas allá en lo alto, brillando sin parar.
Con sus nombres griegos de oriones, adrómedas, perséidas y otros términos
helenos. Denominaciones que nos evocan un pasado mitológico y una imagen de
cuerda tensada por un arco o platillos de una balanza invisible que pesa agujeros
negros o gusanos.
Y los carros, los carros perdidos de Manolo Escobar que llevan materia inerte y
conducen a pastores y exploradores por el camino compostelano. Nos decían de
pequeños en los libros del instituto que "la polar es lo que importa", todo se mueve
alrededor de ella, compás que hace girar el tiovivo del firmamento, arrastrando en
su paseo a todas las estrellas. La polar es lo que nos queda cuando todo se ha
perdido.
Yo quiero encontrar “La Estrella de Oriente" que me oriente y me lleve con su cola
al belén de los mejores sueños, si es que existen y se pueden palpar algún día. Por
eso quiero "tener estrella" y no "caer estrellado". Que el cielo me ilumine, que las
bombillitas me regalen buenos presagios, igual que a todos vosotros...........¡ Viva tu
estrella !
Antonio R. Daza