Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Romanos 3:19-26
La culpa es una experiencia universal. Todos alguna vez han tenido la mala sensación
de no hacer lo que debieron haber hecho. Hasta los que niegan que exista tal cosa
como el bien y el mal, quedan atrapados por la ley de Dios escrita en sus corazones. A
dejar de hacer lo que debimos haber hecho, lo llamamos: culpa. Y a los malos
sentimientos que a menudo le acompañan, les llamamos: sentimientos de culpa o
remordimientos de conciencia.
Vías intelectuales
Por ejemplo, entre las vías intelectuales existe la enseñanza de que la culpa se debe a
expectativas no reales que ponemos sobre nosotros mismos. Por supuesto, fallamos y
hacemos lo malo, pero somos solo seres humanos y es irrazonable esperar demasiado
de nosotros. Así disminuyen las expectativas puestas en su propia virtud y tendrá
menos culpa. Otro método es decir que nuestros principios morales son anticuados y
restrictivos. Son producto del accionar gastado de la ética protestante, o son residuos
de la mojigatez puritanita de las costumbres victorianas. Usted resolvería sus
problemas de culpa si saliera de esa época y dejara de vivir en las oscuras épocas de la
ética. Una de las más asombrosas estrategias para manejar la culpa en los últimos diez
años ha sido la enseñanza de que algunas de las cosas que todos pensamos que eran
vicios son, en realidad, virtudes, ¡y no tenerlas es malo! Como: la codicia, y la
intimidación, y la auto exaltación.
Vias Fisicas
Para los que no tienen suficiente cerebro para pensar en una forma de salir de los
sentimientos de culpa, siempre se puede recurrir el alcohol, y más recientemente,
otras drogas. Pienso que la mala conciencia es la raíz principal del alcoholismo. Se
puede decir que fue el estrés lo que le llevó a beber, o que fue el dolor y la soledad lo
que le llevó a beber. Pero ¿no es que sintieron que en lo profundo debieron ser
capaces de poder con el estrés, y el dolor, y la soledad; y que lo que querían ahogar
era la creciente culpa de su fracaso? Por supuesto, el alcohol y las drogas no son las
únicas vías para escapar de la culpa. Algunas personas hablan, hablan incesantemente,
y nunca escuchan en silencio, no sea que escuchen algo que no quieren oír. Algunas
personas se dedican día y noche a los juegos, y a los pasatiempos, y a los deportes.
Algunas mantienen la televisión encendida todo el día para crear una lluvia constante
de sonido e imágenes en sus mentes que los proteja de lo que Simón y Garfunkel
llamaron “Los inquietantes sonidos del silencio.”
Vias Religiosas
Entonces ahora quiero poder presentarle la solucion que este texto nos presenta,
solucion que me ha funcionado a mi, y a todo el que la tomado por igual y
confirmaciones sobran en la historia. Con Cristo podemos sufrir gozando, llorar
riendo, caminar volando, peder ganando , tener paz en la tribulacion. Cristo es la
solucion.
Primera Nuestra primera observación, por tanto, es que todos, sin tener en cuenta la
raza, están personalmente bajo el juicio de Dios. El problema universal de la culpa no
se debe al hecho de que le hayamos fallado a nuestros compañeros, sino a que hemos
fallado a Dios.
Segundo: El versículo 20 es dado como la base o fundamento del versículo 19: “ya que
por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él [Dios]; porque
por medio de la ley es el conocimiento del pecado”. Ser justificado significa ser
absuelto por Dios, ser declarado libre e inocente, ser corregidos en relación a Dios de
modo que su indignación sea retirada y nuestra rebelión ya no sea tomada en cuenta.
La idea de este versículo es que la absolución nunca será lograda por medio de las
obras de la ley. Esto quiere decir que, si una persona no confía en la gratuita y
justificadora misericordia de Dios, y pretende todavía estar a bien con Dios mediante
las obras de la ley, siempre fracasará. ¿Por Que? Respuesta: Romanos 5:20; 7:7,8;
Galatas 3:19).
La conexión entre los versículos 19 y 20 parece ser más o menos así: Cuando las
personas no confían en la misericordia de Dios, pero tratan de utilizar la ley para estar
a bien con él, la ley trae a la luz su pecado y los condena por su incredulidad.
Así que las primeras dos observaciones son que todos son pecadores y están
personalmente bajo el juicio de Dios, y que esta relación de culpa no puede repararse
mediante las obras de la ley.
Olvidando las promesas acerca de la misericordia de Dios que habían en la ley del
Antiguo Testamento, y los llamados al arrepentimiento y a la fe, el verdadero efecto de
la ley en general, era exponer y condenar el pecado (Gálatas 3:21-22). Por tanto,
cuando Dios se encargó de manifestar su justicia para nuestra justificación, lo hizo
“aparte de la ley”. Es decir: no dirigió nuestra atención de vuelta a la ley con sus
sacrificios de animales, sino que dirigió nuestra atención hacia su Hijo, al que envió a
morir por nuestro pecado. Romanos 8:3 lo expone así: “Porque lo que era imposible
para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de
carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”.
Lo que quiero subrayar bajo esta tercera observación es que Dios no nos ha
abandonado para que lidiemos con nuestra culpa solos, sino que ha tomado la
iniciativa mientras todavía éramos pecadores (Romanos 5:8) de buscar nuestra
absolución y dárnosla gratuitamente.
Oh, cuan importante es ésta oración! Todos los esfuerzos seculares para lidiar con la
miseria humana de la culpa son impotentes porque ignoran este hecho: La santidad de
Dios y su justa gloria han sido desacreditadas, difamadas, y blasfemadas por nuestro
pecado. ¡Es con un Dios Santo con quien tenemos que encarar nuestra culpa! Y no
puede haber justificación, reconciliación, o limpieza de conciencia, a menos que la
santidad de Dios sea honrada y la difamación de su justicia sea reparada. La urgencia
de nuestro problema con la culpa no es que nos sintamos miserables, sino que el
nombre de Dios ha sido blasfemado. Vivimos en una época con una opinión del
potencial humano tan horrendamente inflada, y con una opinión de la santidad de Dios
tan minúscula que apenas podemos entender cuál es el verdadero problema que
tenemos con la culpa. El verdadero problema no es: ¿Cómo puede ser Dios amoroso, y
sin embargo condenar a personas con pecados tan pequeños? El verdadero problema
es: ¿Cómo puede ser Dios justo, si absuelve a personas tan miserables como nosotros?
No puede existir un remedio duradero para la culpa que no trate con la justa
indignación de Dios contra el pecado.
Es por eso que tiene que haber un sacrificio. Y no cualquier sacrificio, ¡Sino el sacrificio
del Hijo de Dios! Nadie más, ni ningún otro acto, podría reparar la difamación hecha a
la gloria de Dios por nuestros pecados. Pero cuando Jesús murió por la gloria del
Padre, se hizo la satisfacción. La gloria fue restaurada. La justicia fue demostrada. De
allí en adelante está claro que cuando Dios, por gracia, justifica gratuitamente a los
impíos (Romanos 4:5), no está siendo indiferente a las demandas de la justicia. Todo
está basado en la gran transacción entre el Padre y el Hijo en la mañana del Viernes
Santo en el Calvario.
La quinta: y última observación es que ahora a este regalo gratuito de la justificación
comprada por Jesús en la cruz, solo llegan a aquellos que confían en él. Después que
Pablo dijo en el versículo 21 que Dios había manifestado su justicia aparte de la ley,
define esa justicia en el versículo 22 como “a justicia de Dios por medio de la fe en
Jesucristo, para todos los que creen en él”. (cf. Filipenses 3:9), luego, en el versículo 25
dice que Cristo es una expiación (o propiciación) “por medio de la fe”o “que se recibe
por la fe.” Finalmente dice en el versículo 26 que Dios “justifica al que es de la fe de
Jesús”. De modo que la enseñanza de la Palabra de Dios está clara y éste es el
evangelio: Cualquiera que confíe en Jesús para justificación la tendrá gratuitamente.
Esto es a la vez lo más difícil y lo más fácil de hacer para un humano. Es difícil porque
significa reconocer en su corazón que es culpable ante Dios y que no hay nada que
pueda hacer para resolver el problema. A los seres humanos no les gusta pensar así de
sí mismos.
Pero, por otro lado, ¿qué podría ser más fácil que la fe? No requiere una fuerza
extraordinaria, o una belleza extraordinaria, ni una inteligencia extraordinaria. Nadie
tendrá como excusa en el día del juicio que el camino para la salvación era muy difícil.
Dios simplemente dirá: ‘Teníais que volveros y haceros como niños (Mateo 18:3), y
confiar en mí para que te cuidara. ¿Era tan difícil? ¿Era tan difícil inclinarse hacia mí,
descansar en mis promesas, y tener en cuenta la obra que Jesús realizó? ¿Era tan difícil
aceptar un regalo gratis? ¿Apreciar la perla del perdón? ¿Amar al salvador que murió
por ti?’ ¡Es gratis! ¡Es gratis! ¡Es gratis! ¡Confiesa tu necesidad y descansa en él!