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Princesas en

Peligro de
Extincion
Me gustan las mujeres que aun quieren ser princesas y se niegan a convertirse en
sapos, porque mientras existan mujeres que todavía guarden modales de doncella,
existiremos hombres que aun veremos importante el comportarnos como caballeros.
Amo a la mujer que no compite con los hombres, porque sabe que el
hombre jamás será su rival sino un complemento de ella misma.
Respeto a las mujeres que luchan por ser cada día más mujeres y en ningún
sentido buscan parecerse a los hombres, pues muchas mujeres en su búsqueda
de la llamada “liberación femenina”, han cometido el error de imitar al varón, pero
en los aspectos más deprimentes de éste.
Es quizá por esta equivocada conquista que se fajaron pantalones, se dieron el
gusto o permiso de vivir aventuras sexuales de una noche, comenzaron a
llevarse el cigarrillo a los labios, empezaron a maldecir en público,
se desinhibieron en bares y ahora las vemos dando penoso espectáculo,
devolviendo el estómago en los baños o embrutecidas y semidesnudas
sobre las mesas. 
Cometieron el error de querer ser como nosotros los hombres y ahora se dicen “weyes”
de manera amistosa y permiten que sus amigos varones las llamen “wey” sin darse
cuenta que en lugar de mostrarles confianza o camaradería con esa palabra, lo que
verdaderamente hacen es rebajarles a nivel de bestias; pero muchas ríen, pues ni
siquiera se dan cuenta.  
Las generaciones de madres abnegadas, reprimidas y violentadas, enseñaron a
sus hijas que la mejor manera de acabar con el yugo masculino era convertirse
en el enemigo y así crecieron confundiendo su identidad de mujeres, con la
intención de seguir nuestros pasos, muchos de los cuales nos han convertido en
seres torcidos y han llevado a nuestro mundo a la debacle moral de la que hoy
somos víctimas. 
Las niñas de la nueva generación decidieron que el sueño de ser princesas era
muy aburrido y esclavizante, así que cambiaron la corona por un pasamontañas
y son ahora también delincuentes de alto impacto, servidores públicos podridos,
conductoras irresponsables, reinas de belleza involucradas con el narco y hasta
líderes sindicales vendidas con algún partido.  
Me encantan las mujeres que no quieren convertirse en hombres y llegan
a la universidad con la firme intención de terminar con honores su carrera.
Me encantan las mujeres que en lugar de demostrarnos que son capaces de beber
media botella de tequila, nos demuestran que pueden dirigir un laboratorio o centro
de investigación.
Me encantan las mujeres que no buscan un buen partido para casarse sino
que buscan ser un buen partido para que un buen hombre las merezca…
Amo a las mujeres que saben decir no, cuando “NO” es la única respuesta
digna de una dama, aunque todo el mundo las tache de anticuadas.
Las que se ríen de los chistes machistas y entienden que en lugar de
ofenderse, deben sentir pena por el hombre que se atreve a contarlos y
mucho más si piensa que esas bromas son un verdadero compendio de
sabiduría popular. 
Pues si Dios es supremo, perfecto e infinito amor, entonces el Dios en el que
creo, ¡mujer tiene que ser! Porque ama como una madre; su ternura con nada
es comparable; su belleza no tiene igual; su buen gusto es sin duda magistral;
sus encantos naturales son el extremo ideal. Y para mí, todas estas
cualidades sólo con la mujer se identifican. Por eso afirmo que:
¡Que Dios creo un ser excepcional! Al crear a la MUJER…
Cuidemos a Nuestras
Princesas…

FIN
PERIODICO FRONTERA El autor del texto es graduado de la Licenciatura en Derecho de la UABC, escritor y conductor de radio en Tijuana.

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