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Sr.

Intendente

No es de mi agrado informarle las peripecias que han tenido que pasar los habitantes de

la ciudad A. Creemos junto con nuestra organización que la ciudad está mal ubicada, no

hay carreteras que la conecten verdaderamente1, de hecho el ultimo turista que llegó a

nuestro lugar vagaba perdido y nos abrazaba a mi y al comisionado pues creía haber

llegado a un pueblo boliviano, cuando le dijimos que estaba en A se retiró indignado,

sin ni siquiera recibir nuestra ayuda. Una situación que creo explica bastante como nos

sentimos de diezmados e ignorados.

Esto que contamos no es para la chacota.

A mi lado se encuentra el Señor Justo Merino, me pide que le escriba sobre las avenidas

cochinas, peludas y malolientes que tiene que cruzar cuando se dirige al centro 2. Es muy

1
Un día se atrevió a contarle la historia de las callejuelas, esas que se desmiembran y parten apareciendo en otros barrios. Unos

barrios tan extraños que seria mejor destruirlos y refundarlos para poder describirlos. Y bueno, se atrevió, luego de terminar creyó

estar viviendo en la misma ciudad que todas las estrellas de Hollywood, sólo que ésta se encontraba abofeteada por la desesperante

tranquilidad de los sucesos vacíos, rurales, caminos que dividen la tierra en una suerte de pabellón quirúrgico de las

distancias(escribió sobre eso también en el correo electrónico). “Todo puede ser mucho más simple si se destrozan los caminos” dijo

en aparente silencio. “Todo esto, la ciudad, esos barrios perdidos, secos y pútridos, el mundo entero, se encuentran, parecen llegar a

algo, algo esperado. Mejor es llegar a nada” se cruzó de piernas y siguió atentamente el recorrido que la mosca realizaba por el

lugar. Respiró como si estuviera fumando y luego apago el computador sin enviar nada.

2
Días después correteó entre los edificios del centro un perro callejero, éste le miraba asustado y cada cuatro o cinco zancadas que

daba miraba para atrás, el humano allí, siguiéndolo. Luego otra vez.

El perro pensaba lo mismo que él sobre la ciudad y los espacios, aunque el can seguramente construiría otra ciudad para luego

habitarla. Caminó por el centro dejando pelos y rastros que sentía se desprendían de manera exorbitante. Los olores de generaciones

de canes cubrían todo el pavimento y él se embrutecía imaginando que era parte de una jauría inmensa a través del tiempo. Una

liazón que solo era comprensible en un mundo interreno de perros zombis, perros que siguen recorriendo la ciudad, husmeando las

únicas posas que se ven al horizonte, pozas de orines, pozas ficticias que activan centros emocionales en los peludos haciéndolos

ladrar, haciéndolos brincar, morder y follar. Las ciudades para el perro son olores, olores que cruzan por sobre las calles, edificios y
extraño esto ahora que lo pienso, los perros se creen dueños de este lugar y ya han

mordido a 30 habitantes en lo que va del año. Esperamos a que nos envíe más gatos

para equilibrar.

Respecto a la calidad de los habitantes que tenemos deja bastante que desear, ni

nosotros nos sentimos muy decorosos y eso que somos los que nos quejamos. Lo que le

pedimos es que intervenga en las putas3 y bandidos4 (pirómanos de la patria, arpías del

vagabundaje y asesinos de lo correcto) que envía a nuestra ciudad en camiones.

humanos.

3
Rasputin le llamaban, pero ella era mujer, en todo caso nunca supo que el verdadero Rasputin era un hombre, menos que era ruso.

Le bastaba con conservarlo, tenerle cariño pues sus primeros clientes le pusieron así, se debía a que era puta y era nueva. Le sonó

extraño y bello, secreto. Un día dejo el oficio de pasear por las calles comenzó a anunciarse como “RAS-PUTIN cumple tus deseos

más secretos…”, y pudo habitar un edificio en comunidad con otra puta del sector. El barrio no era malo, bastante central y tenia

una ventana que daba a la calle como para no olvidar la erótica brutal que se disemina entre los recodos de “este tierral infernal”

como solía llamar la ciudad que habitaba. Por las mañanas solía lavarse con paciencia los vellos quitando todo rastro de semen

nortino que la penetraba, y aun húmeda miraba a través del ventanal. Rasputin pensaba en todos los polvos que se había pegado a lo

largo de las callejuelas, en la ruta de la calentura, su calle principal y jardines aledaños, idóneos para un follon de ¾ de madrugada.

La ciudad estaba hecha de la tierra de sus grietas, ella misma creía girar en torno a la desidia sexual, “de tanto polvo que me he

pegado podría crear otro desierto… fácilmente” anunciaba a su reflejo desnudo en ese ventanal. Otra llamada la raptó de sus

pensamientos y se acercó lentamente al teléfono. El aviso terminaba de ésta manera “… linda colita morena, sector céntrico de la

sequedad”

4
A cuantas putas había golpeado, 10, 12, quien sabe, fácilmente 10 en todo caso. Las golpeaba brutalmente con todo lo que pillara:

botellas trizadas, mangos desvencijados, revolcaba sus cabezas contra los vertederos de los arenales en las afueras de la ciudad. A la

ultima que pudo hacerle algo, le corto la mano, la chica llegó corriendo al reten de pacos que primero pudo pillar, sangrando

envuelta en paños mientras él se revolcaba masturbándose con la mano aun sangrante de la chica. La ciudad para él era la industria

del terror ligada a la industria del placer, el sujeto forma parte de un tropel de pútridos amantes que envuelven la calle como si esta

fuera una cama de sucios ángeles dispuestos a destripar la peligrosidad y el éxtasis de las putas locales. Estas, a su vez respondían

con innovaciones de oficios, se promocionaban por el diario, publicaban sus teléfonos, discriminaban clientes, creaban un club de

socios sexuales que las recomendaban, pero aún así terminaban golpeadas, las putas en el norte caían como moscas en un plato

vacío.
Queremos que también posibilite la manera de nivelar la barrera poblacional. “Así

pues, el abanico de posibilidades es cuantioso tanto por las escalas de población, como

por las variables geodemográficas a utilizar y las interrelaciones a efectuar, así como

por la necesaria renovación de los estudios a resultas de los frecuentes cambios que se

operan en las tendencias demográficas y las subsiguientes consecuencias sobre las

políticas o el territorio”5. (Esto ultimo lo encontré en la Web y lo puse porque esta muy

bueno)

Bueno lo ultimo que le queremos reiterar es que esto no es nada para la chacota, nos

sentimos muy mal, como vagabundos errantes quizás, sin romanticismo… eso, sí, ni

partes bonitas, nuestro rendimiento sexual ha bajado. No tenemos carne ni frutas, solo

olivas que se pudren como se pudren los años marcados en el calendario.

Sin más que decir se despide Atentamente

Estanislao Berner

Secretario de la Juntas vecinales de A y escritor a puro esfuerzo.

5
El niño era como un verbo geográfico que alborotaba los códigos de la ciudad demostrando toda la terquedad escondida de los

insulsos planificadores urbanos.

El niño soltaba las manos de sus padres para luego tomarla, y luego soltarla nuevamente. Odiaba a cada instante tanto como amaba a

cada instante, era un torbellino del sentir, era el extremo iniciatico que hacia vivir la ciudad. Ninguno de los habitantes lo sabia y lo

ignoraba tratando en lo posible de no golpearlo con sus mocasines y zapatillas nuevas.

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