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I.

 INTRODUCCIÓN

Por mucho tiempo se nos han asignado una serie de expectativas, valores, actitudes y creencias
que determinan nuestra manera de ser, pensar y sentir; de esta manera nuestra sociedad y
nuestra cultura han impuesto modelos que definen cómo debemos ser los hombres y las mujeres,
y que excluyen cualquier forma de ser y vivir que no se apegue a ellos, condicionando la
construcción de nuestros estilos de vida.

Los estilos de vida así establecidos reproducen un orden social fundado en relaciones de poder y
subordinación que colocan a hombres y mujeres en situaciones de inequidad, exclusión y
discriminación.

El patriarcado y el poder

El sistema patriarcal es un mecanismo de poder que opera a través del sexismo, mediante el cual
se ha promovido que lo masculino tenga control y dominio sobre lo femenino en todos los
ámbitos, tanto en lo físico como en lo político, económico, social y cultural.

El sexismo

El sexismo se refiere más a una forma de pensar o de actuar dentro del patriarcado, que se
expresa cotidianamente en formas como el machismo, la misoginia y la homofobia.

El feminismo como movimiento cultural

A partir  del siglo XVIII, el movimiento feminista emprende una lucha que parte de la necesidad de
construir una sociedad equitativa, donde se reconozca a todas y todos como diferentes, en un
marco de respeto y ejercicio de los derechos humanos que asegure un desarrollo humano pleno,
en un ambiente de libertad y autonomía.

El feminismo, como movimiento cultural, se contrapone a la postura biologicista que le asigna a


los hombres y a las mujeres, en razón de su distinta constitución biológica, determinados
comportamientos, espacios, actitudes, habilidades y deseos supuestamente “propios” de cada
sexo.

III. ¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?

Un desarrollo equitativo y democrático de toda la sociedad requiere la eliminación de los tratos


discriminatorios contra cualquier grupo social. En el caso específico de las mujeres, la perspectiva
de género ha sacado a la luz las condicionantes sociales que favorecen la discriminación femenina,
pero también en el caso de los hombres ha permitido cuestionar la supuesta posición favorable
que gozan, descubriendo las limitaciones y desventajas que implica vivir de acuerdo al modelo
masculino tradicional. Es importante recalcar que estas situaciones de discriminación y desventaja
que afectan de una u otra manera a mujeres y hombres no son causadas por la biología, es decir,
por el sexo que determina si se es hombre o mujer, sino por las ideas y prejuicios sociales que
determinan cómo “debe ser” el hombre o la mujer en una sociedad y en un momento histórico
determinado. (Lamas, 1995 y 1996).

¿Sexo y género son lo mismo?

No, el sexo está determinado por el cuerpo físico; hombres y mujeres tenemos características
diferentes derivadas de la biología (cuestiones anatómicas, fisiológicas, hormonales, sexuales y
reproductivas), con las que nacemos. De esta manera, el sexo se refiere a las diferencias biológicas
entre mujer y hombre: las visibles en los órganos genitales y las relativas a la procreación.

El concepto de género nos ayuda a comprender cómo es que cada sociedad y cultura le han dado
un significado y una valoración distinta a las diferencias sexuales, creando ideas, prejuicios y
prácticas acerca de lo que “debe ser” un hombre o una mujer. Es decir, que al hecho de nacer con
un determinado cuerpo se le han asignado cierto tipo de actitudes, actividades, comportamientos,
valores y  normas, que se supone “deben” cumplir hombres y mujeres en razón de su  sexo, y que
colocan a unos y otras en posiciones desiguales dentro de la estructura social. A este conjunto de
asignaciones diferenciadas para mujeres y hombres, que no tienen nada que ver con el sexo de la
persona sino que son resultado de las valoraciones y creencias de la sociedad, se les llama género.

Características de la construcción de género

El género, como una construcción sociocultural, reúne las siguientes características:  

*  Es un fenómeno histórico.


*  Jerárquico.
*  Se reproduce en lo cotidiano.
*  Variable.
*  Relacional.
*  Modificable.

Asignación o atribución de género


Esta se realiza desde el momento de nacer. Se refiere a la “etiqueta” que médicos y familiares le
ponen al recién nacido, a partir de la apariencia de los genitales. Es aquí donde las asignaciones
sociales dan inicio a la construcción y reproducción de los modelos femenino y masculino, según
los cuales debemos ser:

Modelo Femenino               Modelo Masculino


                  
Débiles                                         Duros
                  
Emotivas                                      Agresivos
                  
Tiernas                                         Realistas
                  
Dulces                                          Protectores
                  
Soñadoras                                    Seguros
                   
Cuidadoras                                   Insensibles
                  
Inseguras                                      Libres
                  
Expresivas                                    Infieles
                  
Sumisas                                        Proveedores
      
 Fieles                                           Racionales
                  
Madres                                          Fuertes
                  

VI. HACIA UNA CULTURA DE EQUIDAD

Vivimos en un mundo de profunda tensión entre modelos tradicionales que no han desaparecido
del todo y nuevos modelos que no terminan de establecerse con claridad. Esta tensión ha llevado
al ser humano a buscar nuevas formas de relacionarse con sus semejantes y a cuestionar los viejos
modelos y, por supuesto, las condiciones de exclusión, marginación y discriminación que los
acompañan.

¿Y se puede hacer algo?

Sin lugar a dudas, una de las principales causas que impiden nuestro desarrollo integral es que,
como sociedad, aún no hemos reflexionado acerca del daño que causa a hombres y mujeres el
condicionamiento que se nos impone desde la construcción de género, que reproduce y refuerza
esa estructura de relaciones de poder.

Por esta razón, es necesario que analicemos las ideas, actitudes y prácticas que transmiten,
refuerzan o transforman los modelos tradicionales establecidos en la sociedad, y valoremos en
qué medida hemos contribuido a reproducir la inequidad, así como el costo personal que significa
asumir las prácticas, creencias y valores implícitos en esos modelos.
Cuestión de equidad

De acuerdo con Marta Lamas “Equidad es la cualidad por la que ninguna de las partes es
favorecida de manera injusta en perjuicio de otra.” La esencia de la lucha por la equidad es lograr
un trato justo y equitativo para todas las personas, y dirigir las acciones sociales a asegurar la
equidad, tanto en las oportunidades de desarrollo como en el acceso a los recursos materiales y
simbólicos, para todos los hombres y mujeres de diferentes edades y condiciones sociales.

En resumen, la equidad parte del reconocimiento de las características y diferencias que existen
entre las personas, y de que la diferencia y la pluralidad constituyen rasgos no solamente
necesarios sino deseables para el enriquecimiento de la vida colectiva. Equidad es aceptar la
diferencia, pero no la desigualdad.

¿Y la equidad de género?

La equidad de género significa alcanzar el reconocimiento de la diferencia entre mujeres y


hombres, y eliminar las valoraciones desiguales e inequitativas.

En suma, la equidad de género permite construir un espacio donde todas y todos  reconozcamos
la diversidad y practiquemos el respeto de la otra y el otro, donde se distingan las especificidades y
las diferencias de hombres y mujeres, abriendo así otras posibilidades de hacer, pensar, sentir y
actuar.

¿Cómo se logra la equidad de género?

Para alcanzar la equidad de género necesitamos pensar en un cambio a nivel cultural y social, así
como en cambios personales basados en el respeto, la cooperación, la igualdad de oportunidades
y  la distribución equitativa de los recursos, para que hombres y mujeres nos desarrollemos y
reconozcamos como diferentes. Aun cuando por mucho tiempo se nos ha impuesto una forma de
ser que tiende a uniformarnos, cada persona vive, piensa, siente y se expresa de forma distinta;
cada una y uno de nosotros somos capaces de inventar, construir, proponer y transformar; somos
diferentes.

No se trata de que las mujeres se parezcan o lleguen a ser como los hombres, sino que ambos
construyan una nueva personalidad, donde mujeres y hombres no vivan en  mundos separados y
diferenciados en los que se les limite.

La meta, entonces, es construir la equidad, la igualdad y la justicia en las relaciones entre mujeres,
entre hombres, y entre mujeres y hombres. Es decir, se propone llevar a cabo cambios sociales
(destinados a transformarse en cambios en las leyes y reglamentos jurídicos) que no tienen como
fin exclusivo mejorar la condición de las mujeres sino de todos los miembros de la sociedad,
mediante una profunda transformación de las concepciones, las relaciones, las ideas, las prácticas
y las costumbres excluyentes y discriminatorias que aun prevalecen en nuestra sociedad.
Cambio de actitudes y de prácticas

La mayor dificultad que se nos presenta para poder comprender los problemas de género que se
viven cotidianamente es, curiosamente, identificarlos, ya que se han convertido en algo  “normal”,
en algo que se supone es parte de la vida misma.

Desmitificación de lo masculino y lo femenino

Cuando reconocemos que hombres y mujeres realizamos actividades y tenemos necesidades e


intereses que no encajan en los modelos femenino y masculino tradicionales, y que ni todas las
mujeres son ingenuas, bondadosas y débiles, ni todos los hombres son fuertes, valientes y
decididos, estamos ya en el camino de ver de otro modo la realidad social y de buscar el acceso a
nuevas formas de vivir que signifiquen un no retorno a los papeles de género tradicionales.

Al adquirir esta nueva mirada descubrimos sobre todo que existe en el mundo una diversidad
increíble de personas y un sin fin de feminidades y masculinidades, es decir, de capacidades para
vivir de manera diferente lo femenino y lo masculino, y que esto significa un enriquecimiento de la
vida personal y social.

Democratizar los espacios públicos y privados

Democratizar los espacios significa promover que tanto hombres como mujeres confluyan en
espacios comunes y dejen de mantener mundos separados y diferenciados, compartiendo la
responsabilidad de las actividades en los espacios públicos y privados. Ésta es una de las
principales acciones que podemos emprender para lograr que la construcción de la equidad de
género sea asunto y responsabilidad de mujeres y hombres por igual.

Democratización de los papeles de género

La democratización de los papeles de género implica la necesidad de aceptar y practicar opciones


de vida más flexibles, no arraigadas en las rígidas normas sociales que nos han llevado a
situaciones de vida injustas e inequitativas. Supone modificar las ideas, concepciones, tareas y
comportamientos que hemos vivido desde los papeles tradicionales, y rescatar e impulsar aquello
que puede mejorar nuestras condiciones de vida y permitirnos alcanzar la igualdad de
oportunidades entre mujeres y hombres.
No es una tarea fácil dejar de actuar según los esquemas masculino y femenino que se nos han
impuesto. Pero hacerlo nos dará la oportunidad de desplegar libremente nuestras capacidades y
habilidades, definir sin imposiciones lo que podemos y queremos hacer, y responsabilizarnos por
nuestros actos.  

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