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Cuando le cuente a los muchachos

Caía la tarde sobre Juan b Justo, el gordo preparó los papeles que había llenado,
agarro un libro que estaba leyendo, bah, leyendo, sabia que no lo iba a leer, pero se
sentía mejor creyendo que estaba llevando al consultorio un libro. Bajo las escaleras,
eran las 4 y tenia turno 4 y media, dentro de los cálculos de cualquier racional, se
sabe que las seis cuadras y media que separan el edificio del gordo de el consultorio
son caminables en escasos minutos, pero no le gustaba hacer nada a las apuradas,
el tipo tranquilo, camino, cruzo mirando para los dos lados, subió las escaleras hasta
la sala de espera del segundo piso, era “neumonologia” el gordo cada vez que se
armaba el picado acusaba que no le podía correr por problemas pulmonares, decía
que el viejo ya tenia eso y fue hereditario, un poco por orden de los muchachos, un
poco porque estaba aburrido un sábado que no había fútbol, y un poco porque no
aguantaba mas a la mujer se fue al medico. Abrió la puerta, la proporción de sillas
con respecto a la de personas era amplia, se podía observar una pareja de ancianos,
atentos a todo lo que pasaba en el consultorio, por unas sillas mas cerca del gordo,
un hombre pelilargo, de unos cincuenta, cincuenta y cinco para arriba, leyendo un
ancho tomo. Por otro lado, en el otro extremo del salón se encontraba una madre,
no más de veinticinco años, con un niño de 4 a su lado, llorando como un desaforado
y gritando constantemente. Los cálculos mentales del gordo lo hicieron ubicarse lo
más lejos posible del pibe, pero en el fondo el sabia que desde todos lados se lo
escuchaba igual. Opto por sentarse al lado de una mesa que contenía diarios viejos,
revistas de chimentos, un libro de autos, y un par de revistas, preparadas para que
nadie las lea. El gordo se agarro una que en la tapa aparecía la modelo del
momento, bastante buena estaba, y el pensó que ya que no estaba la mujer, iba a
mirar tranquilo minas.
En plena lectura, una mujer salio de la única puerta además de las constantemente
abiertas que daban a entender la presencia de un baño, y grito con euforia
-Ortiz, Sebastián Norberto- invito a pasar al pelilargo, y el gordo no pudo evitar
quedárselo mirando, ya que la cara, y el nombre le sonaba extremadamente
conocido, recordaba haberlo nombrado semejante cantidad de veces.
-Ortiz, Sebastián Ortiz- se decía a si mismo – que boludo que soy, como no me voy a
acordar quien era- seguía con su monologo interior, hasta que el descubrimiento no
pudo controlarse, y grito para afuera – el murciélago Ortiz! La excitación de
haberselo encontrado, junto con la no certeza de saber quien es duraron largos 10
minutos, hasta que se abrio la puerta, y el gordo confirmo su teoria, no podía dejar
pasar la oportunidad.
Se paro adelante del hombre en cuestion, y le dijo:
-Disculpeme, pero usted es Sebastián el murciélago Ortiz?- casi temblando en sus
palabras
-Efectivamente, ese soy yo- contesto el hombre, con un cierto nivel de soberbia
-no lo puedo creer, estoy hablando con el murciélago, cuando le cuente a los
muchachos que estuve con el murciélago…! Impresionante, me acuerdo, el quiebre
de cintura que tenias, no te podía parar nadie, que jugador que eras, impresionante.
Que es de tu vida?
-Y, aca ando, alejado del futbol
-Pero por que? Tendrias que estar dando catedra, en las inferiores de velez, que
hace rato que no sacamos un crack como fuiste vos.
-Y, pero es asi, el futbol es complicado, te dan ganas de dejarlo, y largar todo a la
mierda a veces.
-Claro, no lo puedo creer, cuando le cuente a los muchachos, los enganches que
tirabas, que golazos que metias, yo me acuerdo en la popular, antes de los partidos,
en la reserva, que llegabamos temprano solo para mirarte a vos. Y me acuerdo
cuando subiste a primera, la promesa que eras…
De repente, dentro de su exitacion que fue advertida por todos, el gordo vio a un
pibe sentado, que habia entrado durante su duda sobre la identidad de Ortiz, cosa
que le habia impedido advertir la entrada del joven, el gordo lo miro y le dijo,
esperando obtener una respuesta geográficamente obvia:
-Pibe, vos de que cuadro sos?
-de velez- contesto timidamente, casi por instinto.
-Y tu viejo no te contó del murciélago Ortiz?- preguntó, se escuchaba en todo el
barrio la voz del gordo
-No, ni idea- respondio, empezando a tomar confianza
-Y claro- el gordo miro devuelta a su referente- los padres ya ni le cuentan de futbol
a los pibes. No lo puedo creer, estoy con el murciélago, me acuerdo, del 76, el
campeonato que hiciste, lastima que no lo ganamos…
-Fue un momento duro en mi carrera no haber conseguido ese campeonato.
-Y claro me acuerdo, no nos olvidamos mas, faltaban dos fechas nomás, faltando dos
fechas para terminar el torneo, y estando punteros te fuiste a river, y nos hiciste el
gol en la ultima que nos sacaste el campeonato? Te acordas?
-Si…- contesto Ortiz, casi con miedo
-Y al otro año, que volviste y erraste el penal en Japon contra el Madrid, no me voy a
olvidar nunca.
-Que recuerdos que me trae la V azulada, momentos inolvidables.
-Que jugador, el murciélago, después ganaste cuatro libertadores en boca, no?
-Si, ahí tuve la suerte de triunfar.
-Me acuerdo, que volviste después, y la pifiaste, en el mano a mano con el arquero,
contra Chicago en el clásico.
-Claro, si.
-Cuando le cuente a los muchachos, no lo van a poder creer.
-Bueno loco, nos vemos che
-Dale, aguante Vélez
Y la mujer le pidió al gordo que agarre los papeles y entre al consultorio, y él entró,
pensando como lo iban a bajar a puteadas, cuando le cuente a los muchachos.

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