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“pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido
bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo
ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois y herederos según la promesa.
Galatas 3-26-29
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un edificio no es un solo elemento, sino muchos (piedras, arena, ladrillos, etc.); así
también la iglesia.
así como un cuerpo no es un solo miembro, sino, está formado por muchos, así también la
iglesia.
En fin, siempre la palabra de Dios nos muestra a la iglesia como un equipo: “Un grupo de
personas unidas entre sí tras un mismo objetivo”. Y eso es precisamente lo que somos: un
equipo reunido por Dios con el propósito que moremos con Él para siempre; pero mientras
ese momento no llega, tenemos la función de proclamar su reino.
Bien lo dice esa famosa obra argentina Martín Fierro: “Si se pelean los de adentro,
los devoran los de afuera”; y muchas veces así está la iglesia: peleando por
pequeñeces, permitiendo que insignificancias crezcan, no perdonando, no buscando
la reconciliación, unos miembros queriendo que otros sean de igual carácter que
ellos, otros envaneciéndose por su posición económica, otros menospreciando a
otros por creerse más capaces que los demás. Y nos olvidamos que el enemigo es
otro, no el mismo pueblo.
• Por eso El Señor cuando oró al Padre intercediendo por nosotros Él pidió: “Padre, que
sean uno, como Tú y Yo somos uno”.
Y el texto a consideración nos recuerda: que la iglesia no debe estar dividida por
cuestiones de raza, condición social, sexo (hombre y mujer, una persona que abraza
el homosexualismo no es parte de la iglesia, pues nunca ha conocido al Señor).
Tenemos una misma fe, se nos ha dado un mismo espíritu, “de Cristo estáis
revestidos” dice el apóstol.
a) El individualismo.
Sin embargo esos son valores del mundo pues en el Señor, todo lo que hacemos
debe estar destinado a darle la gloria a Dios; y debemos entender que Él ha
repartido dones al resto del equipo para que puedan también servirle.
b) La indiferencia.
Imagínese usted un equipo donde nadie quisiera involucrarse en el juego, donde todos
fueran “la banca voluntaria”, indudablemente el equipo perdería automáticamente.
Así que creo que no hay mejor manera de expresar nuestro amor al Señor, que sirviéndole
en su obra.
• c) El irrespeto.
Este aspecto daña seriamente todo equipo cuando sus miembros dejan de verse de
manera especial, y empiezan a atacarse, criticarse, dañarse entre sí.
Esto se da en la iglesia, pero por qué por un momento no paramos y miramos a nuestro
hermano, el que despreciamos, y pensamos que Cristo lo ha valorizado tanto que pagó con
su sangre por él; quizá dirán muchos: ¡a saber si realmente Cristo pagó por él!, pero yo le
digo: ¿quién nos ha dado facultad para actuar como jueces, si sólo hay uno que conoce la
intimidad y es eterno?
Hermano, el Señor asentó una verdad: “todo reino dividido entre sí no prevalece” y Él nos
manda en su Palabra: "en cuanto a honra, prefiriéndoos uno a otros” (Romanos 12:10). O
sea que debemos ver a nuestro hermano con respeto, como hijo del Rey, lavado con la
sangre del cordero.
• Qué le cae mal (como tropezón en ayunas decimos por acá)? Si no somos capaces
de amar a nuestro hermano que le vemos, cómo podremos amar a Dios que no le
vemos dice su Palabra.
¡Es que me ofendió! … Somos hijos porque hubo uno que nos perdonó, y nos enseñó
con eso esa hermosa doctrina del perdón.