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Valera 1909
Valera 1909
SANTA BIBLIA
ANTIGUO Y NUEVO
TESTAMENTO
ANTIGUA VERSIÓN DE CASIODORO DE REINA (1569)
REVISADA POR CIPRIANO DE VALERA (1602)
Y COTEJADA
POSTERIORMENTE CON DIVERSAS TRADUCCIONES,
Y CON LOS TEXTOS HEBREO Y GRIEGO
Reina-Valera 1909
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Libros del Antiguo Testamento
Página Página
EL GÉNESIS . . . . . . . 1 Proverbios . . . . . . . . . 899
Éxodo . . . . . . . . . . . 81 Eclesiastés . . . . . . . . . 933
Levítico . . . . . . . . . . 148 Cantar de los Cantares . . 945
Números . . . . . . . . . . 198 Isaías . . . . . . . . . . . 951
Deuteronomio . . . . . . . 266 Jeremías . . . . . . . . . . 1027
Josué . . . . . . . . . . . 323 Lamentaciones . . . . . . 1116
Jueces . . . . . . . . . . . 364 Ezequiel . . . . . . . . . . 1124
Ruth . . . . . . . . . . . . 404 Daniel . . . . . . . . . . . 1204
I Samuel . . . . . . . . . . 410 Oseas . . . . . . . . . . . 1229
II Samuel . . . . . . . . . 463 Joel . . . . . . . . . . . . 1240
I Reyes . . . . . . . . . . 506 Amós . . . . . . . . . . . 1245
II Reyes . . . . . . . . . . 558 Abdías . . . . . . . . . . . 1254
I Crónicas . . . . . . . . . 607 Jonás . . . . . . . . . . . 1256
II Crónicas . . . . . . . . 652 Miqueas . . . . . . . . . . 1259
Esdras . . . . . . . . . . . 708 Nahum . . . . . . . . . . 1266
Nehemías . . . . . . . . . 725 Habacuc . . . . . . . . . . 1269
Esther . . . . . . . . . . . 748 Sofonías . . . . . . . . . . 1273
Job . . . . . . . . . . . . . 761 Haggeo . . . . . . . . . . 1277
Salmos . . . . . . . . . . . 801 Zacarías . . . . . . . . . . 1280
Malaquías . . . . . . . . . 1294
3
Y LLAMÓ Jehová á Moisés, y habló con él desde el
tabernáculo del testimonio, diciendo: Habla á los
hijos de Israel, y diles: Cuando alguno de entre vos-
otros ofreciere ofrenda á Jehová, de ganado vacuno
ú ovejuno haréis vuestra ofrenda. Si su ofrenda fuere holo-
causto de vacas, macho sin tacha lo ofrecerá: de su voluntad
lo ofrecerá á la puerta del tabernáculo del testimonio delante
4 de Jehová. Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto;
5 y él lo aceptará para expiarle. Entonces degollará el becerro
en la presencia de Jehová; y los sacerdotes, hijos de Aarón,
ofrecerán la sangre, y la rociarán alrededor sobre el altar, el
6 cual está á la puerta del tabernáculo del testimonio. Y deso-
7 llará el holocausto, y lo dividirá en sus piezas. Y los hijos de
Aarón sacerdote pondrán fuego sobre el altar, y compondrán
8 la leña sobre el fuego. Luego los sacerdotes, hijos de Aarón,
acomodarán las piezas, la cabeza y el redaño, sobre la leña
9 que está sobre el fuego, que habrá encima del altar: Y lava-
rá con agua sus intestinos y sus piernas: y el sacerdote hará
arder todo sobre el altar: holocausto es, ofrenda encendida de
10 olor suave á Jehová. Y si su ofrenda para holocausto fuere
de ovejas, de los corderos, ó de las cabras, macho sin defecto
11 lo ofrecerá. Y ha de degollarlo al lado septentrional del altar
delante de Jehová: y los sacerdotes, hijos de Aarón, rociarán
12 su sangre sobre el altar alrededor. Y lo dividirá en sus piezas,
con su cabeza y su redaño; y el sacerdote las acomodará sobre
la leña que está sobre el fuego, que habrá encima del altar;
13 Y lavará sus entrañas y sus piernas con agua; y el sacerdote
lo ofrecerá todo, y harálo arder sobre el altar; holocausto es,
14 ofrenda encendida de olor suave á Jehová. Y si el holocausto
se hubiere de ofrecer á Jehová de aves, presentará su ofrenda
149 Levítico 1. 15–2. 14
de tórtolas, ó de palominos. Y el sacerdote la ofrecerá sobre 15
el altar, y ha de quitarle la cabeza, y hará que arda en el altar;
y su sangre será exprimida sobre la pared del altar. Y le ha 16
de quitar el buche y las plumas, lo cual echará junto al altar,
hacia el oriente, en el lugar de las cenizas. Y la henderá por 17
sus alas, mas no la dividirá en dos: y el sacerdote la hará arder
sobre el altar, sobre la leña que estará en el fuego; holocausto
es, ofrenda encendida de olor suave á Jehová.
Y CUANDO alguna persona ofreciere oblación de presente 2
á Jehová, su ofrenda será flor de harina, sobre la cual echará
aceite, y pondrá sobre ella incienso: Y la traerá á los sacerdo- 2
tes, hijos de Aarón; y de ello tomará el sacerdote su puño lleno
de su flor de harina y de su aceite, con todo su incienso, y lo
hará arder sobre el altar: ofrenda encendida para recuerdo, de
olor suave á Jehová. Y la sobra del presente será de Aarón y 3
de sus hijos: es cosa santísima de las ofrendas que se queman
á Jehová. Y cuando ofrecieres ofrenda de presente cocida en 4
horno, será de tortas de flor de harina sin levadura, amasadas
con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite. Mas 5
si tu presente fuere ofrenda de sartén, será de flor de harina
sin levadura, amasada con aceite, La cual partirás en piezas, 6
y echarás sobre ella aceite: es presente. Y si tu presente fuere 7
ofrenda cocida en cazuela, haráse de flor de harina con aceite.
Y traerás á Jehová la ofrenda que se hará de estas cosas, y la 8
presentarás al sacerdote, el cual la llegará al altar. Y tomará 9
el sacerdote de aquel presente, en memoria del mismo, y ha-
rálo arder sobre el altar; ofrenda encendida, de suave olor á
Jehová. Y lo restante del presente será de Aarón y de sus hi- 10
jos; es cosa santísima de las ofrendas que se queman á Jehová.
Ningún presente que ofreciereis á Jehová, será con levadura: 11
porque de ninguna cosa leuda, ni de ninguna miel, se ha de
quemar ofrenda á Jehová. En la ofrenda de las primicias las 12
ofreceréis á Jehová: mas no subirán sobre el altar en olor de
suavidad. Y sazonarás toda ofrenda de tu presente con sal; 13
y no harás que falte jamás de tu presente la sal de la alianza
de tu Dios: en toda ofrenda tuya ofrecerás sal. Y si ofrecieres 14
á Jehová presente de primicias, tostarás al fuego las espigas
verdes, y el grano desmenuzado ofrecerás por ofrenda de tus
2. 15–3. 16 Levítico 150
15 primicias. Y pondrás sobre ella aceite, y pondrás sobre ella
16 incienso: es presente. Y el sacerdote hará arder, en memoria
del don, parte de su grano desmenuzado, y de su aceite con
todo su incienso; es ofrenda encendida á Jehová.
3 Y SI su ofrenda fuere sacrificio de paces, si hubiere de ofre-
cerlo de ganado vacuno, sea macho ó hembra, sin defecto lo
2 ofrecerá delante de Jehová: Y pondrá su mano sobre la ca-
beza de su ofrenda, y la degollará á la puerta del tabernáculo
del testimonio; y los sacerdotes, hijos de Aarón, rociarán su
3 sangre sobre el altar en derredor. Luego ofrecerá del sacrifi-
cio de las paces, por ofrenda encendida á Jehová, el sebo que
cubre los intestinos, y todo el sebo que está sobre las entra-
4 ñas, Y los dos riñones, y el sebo que está sobre ellos, y sobre
los ijares, y con los riñones quitará el redaño que está sobre
5 el hígado. Y los hijos de Aarón harán arder esto en el altar,
sobre el holocausto que estará sobre la leña que habrá enci-
6 ma del fuego; es ofrenda de olor suave á Jehová. Mas si de
ovejas fuere su ofrenda para sacrificio de paces á Jehová, sea
7 macho ó hembra, ofrecerála sin tacha. Si ofreciere cordero por
8 su ofrenda, ha de ofrecerlo delante de Jehová: Y pondrá su
mano sobre la cabeza de su ofrenda, y después la degollará
delante del tabernáculo del testimonio; y los hijos de Aarón
9 rociarán su sangre sobre el altar en derredor. Y del sacrificio
de las paces ofrecerá por ofrenda encendida á Jehová, su se-
bo, y la cola entera, la cual quitará á raíz del espinazo, y el
sebo que cubre los intestinos, y todo el sebo que está sobre las
10 entrañas: Asimismo los dos riñones, y el sebo que está sobre
ellos, y el que está sobre los ijares, y con los riñones quitará
11 el redaño de sobre el hígado. Y el sacerdote hará arder esto
12 sobre el altar; vianda de ofrenda encendida á Jehová. Y si
13 fuere cabra su ofrenda ofrecerála delante de Jehová: Y pon-
drá su mano sobre la cabeza de ella, y la degollará delante del
tabernáculo del testimonio; y los hijos de Aarón rociarán su
14 sangre sobre el altar en derredor. Después ofrecerá de ella su
ofrenda encendida á Jehová; el sebo que cubre los intestinos,
15 y todo el sebo que está sobre las entrañas, Y los dos riñones,
y el sebo que está sobre ellos, y el que está sobre los ijares,
16 y con los riñones quitará el redaño de sobre el hígado. Y el
151 Levítico 3. 17–4. 14
sacerdote hará arder esto sobre el altar; es vianda de ofrenda
que se quema en olor de suavidad á Jehová: el sebo todo es
de Jehová. Estatuto perpetuo por vuestras edades; en todas 17
vuestras moradas, ningún sebo ni ninguna sangre comeréis.
Y HABLÓ Jehová á Moisés, diciendo: Habla á los hijos de 4, 2
Israel, diciendo: Cuando alguna persona pecare por yerro en
alguno de los mandamientos de Jehová sobre cosas que no se
han de hacer, y obrare contra alguno de ellos; Si sacerdote 3
ungido pecare según el pecado del pueblo, ofrecerá á Jehová,
por su pecado que habrá cometido, un becerro sin tacha pa-
ra expiación. Y traerá el becerro á la puerta del tabernáculo 4
del testimonio delante de Jehová, y pondrá su mano sobre la
cabeza del becerro, y lo degollará delante de Jehová. Y el sa- 5
cerdote ungido tomará de la sangre del becerro, y la traerá al
tabernáculo del testimonio; Y mojará el sacerdote su dedo en 6
la sangre, y rociará de aquella sangre siete veces delante de
Jehová, hacia el velo del santuario. Y pondrá el sacerdote de 7
la sangre sobre los cuernos del altar del perfume aromático,
que está en el tabernáculo del testimonio delante de Jehová:
y echará toda la sangre del becerro al pie del altar del holo-
causto, que está á la puerta del tabernáculo del testimonio. Y 8
tomará del becerro para la expiación todo su sebo, el sebo que
cubre los intestinos, y todo el sebo que está sobre las entrañas,
Y los dos riñones, y el sebo que está sobre ellos, y el que está 9
sobre los ijares, y con los riñones quitará el redaño de sobre
el hígado, De la manera que se quita del buey del sacrificio 10
de las paces: y el sacerdote lo hará arder sobre el altar del
holocausto. Y el cuero del becerro, y toda su carne, con su 11
cabeza, y sus piernas, y sus intestinos, y su estiércol, En fin, 12
todo el becerro sacará fuera del campo, á un lugar limpio, don-
de se echan las cenizas, y lo quemará al fuego sobre la leña: en
donde se echan las cenizas será quemado. Y si toda la congre- 13
gación de Israel hubiere errado, y el negocio estuviere oculto
á los ojos del pueblo, y hubieren hecho algo contra alguno de
los mandamientos de Jehová en cosas que no se han de hacer,
y fueren culpables; Luego que fuere entendido el pecado so- 14
bre que delinquieron, la congregación ofrecerá un becerro por
expiación, y lo traerán delante del tabernáculo del testimonio.
4. 15–31 Levítico 152
15 Y los ancianos de la congregación pondrán sus manos sobre la
cabeza del becerro delante de Jehová; y en presencia de Jehová
16 degollarán aquel becerro. Y el sacerdote ungido meterá de la
17 sangre del becerro en el tabernáculo del testimonio. Y mojará
el sacerdote su dedo en la misma sangre, y rociará siete veces
18 delante de Jehová hacia el velo. Y de aquella sangre pondrá
sobre los cuernos del altar que está delante de Jehová en el
tabernáculo del testimonio, y derramará toda la sangre al pie
del altar del holocausto, que está á la puerta del tabernáculo
19 del testimonio. Y le quitará todo el sebo, y harálo arder sobre
20 el altar. Y hará de aquel becerro como hizo con el becerro de
la expiación; lo mismo hará de él: así hará el sacerdote expia-
21 ción por ellos, y obtendrán perdón. Y sacará el becerro fuera
del campamento, y lo quemará como quemó el primer becerro;
22 expiación de la congregación. Y cuando pecare el príncipe, é
hiciere por yerro algo contra alguno de todos los mandamien-
tos de Jehová su Dios, sobre cosas que no se han de hacer,
23 y pecare; Luego que le fuere conocido su pecado en que ha
delinquido, presentará por su ofrenda un macho cabrío sin de-
24 fecto. Y pondrá su mano sobre la cabeza del macho cabrío, y
lo degollará en el lugar donde se degüella el holocausto delante
25 de Jehová; es expiación. Y tomará el sacerdote con su dedo
de la sangre de la expiación, y pondrá sobre los cuernos del
altar del holocausto, y derramará la sangre al pie del altar del
26 holocausto: Y quemará todo su sebo sobre el altar, como el
sebo del sacrificio de las paces: así hará el sacerdote por él la
27 expiación de su pecado, y tendrá perdón. Y si alguna persona
del común del pueblo pecare por yerro, haciendo algo contra
alguno de los mandamientos de Jehová en cosas que no se han
28 de hacer, y delinquiere; Luego que le fuere conocido su pecado
que cometió, traerá por su ofrenda una hembra de las cabras,
29 una cabra sin defecto, por su pecado que habrá cometido: Y
pondrá su mano sobre la cabeza de la expiación, y la degollará
30 en el lugar del holocausto. Luego tomará el sacerdote en su
dedo de su sangre, y pondrá sobre los cuernos del altar del
31 holocausto, y derramará toda su sangre al pie del altar. Y le
quitará todo su sebo, de la manera que fué quitado el sebo del
sacrificio de las paces; y el sacerdote lo hará arder sobre el altar
153 Levítico 4. 32–5. 10
en olor de suavidad á Jehová: así hará el sacerdote expiación
por él, y será perdonado. Y si trajere cordero para su ofrenda 32
por el pecado, hembra sin defecto traerá. Y pondrá su mano 33
sobre la cabeza de la expiación, y la degollará por expiación
en el lugar donde se degüella el holocausto. Después tomará 34
el sacerdote con su dedo de la sangre de la expiación, y pondrá
sobre los cuernos del altar del holocausto; y derramará toda
la sangre al pie del altar. Y le quitará todo su sebo, como fué 35
quitado el sebo del sacrificio de las paces, y harálo el sacerdo-
te arder en el altar sobre la ofrenda encendida á Jehová: y le
hará el sacerdote expiación de su pecado que habrá cometido,
y será perdonado.
Y CUANDO alguna persona pecare, que hubiere oído la 5
voz del que juró, y él fuere testigo que vió, ó supo, si no lo
denunciare, él llevará su pecado. Asimismo la persona que 2
hubiere tocado en cualquiera cosa inmunda, sea cuerpo muer-
to de bestia inmunda, ó cuerpo muerto de animal inmundo,
ó cuerpo muerto de reptil inmundo, bien que no lo supiere,
será inmunda y habrá delinquido: Ó si tocare á hombre in- 3
mundo en cualquiera inmundicia suya de que es inmundo, y
no lo echare de ver; si después llega á saberlo, será culpable.
También la persona que jurare, pronunciando con sus labios 4
hacer mal ó bien, en cualesquiera cosas que el hombre profiere
con juramento, y él no lo conociere; si después lo entiende,
será culpado en una de estas cosas. Y será que cuando pe- 5
care en alguna de estas cosas, confesará aquello en que pecó:
Y para su expiación traerá á Jehová por su pecado que ha 6
cometido, una hembra de los rebaños, una cordera ó una ca-
bra como ofrenda de expiación; y el sacerdote hará expiación
por él de su pecado. Y si no le alcanzare para un cordero, 7
traerá en expiación por su pecado que cometió, dos tórtolas ó
dos palominos á Jehová; el uno para expiación, y el otro pa-
ra holocausto. Y ha de traerlos al sacerdote, el cual ofrecerá 8
primero el que es para expiación, y desunirá su cabeza de su
cuello, mas no la apartará del todo: Y rociará de la sangre 9
de la expiación sobre la pared del altar; y lo que sobrare de la
sangre lo exprimirá al pie del altar; es expiación. Y del otro 10
hará holocausto conforme al rito; y hará por él el sacerdote ex-
5. 11–6. 6 Levítico 154
11 piación de su pecado que cometió, y será perdonado. Mas si
su posibilidad no alcanzare para dos tórtolas, ó dos palominos,
el que pecó traerá por su ofrenda la décima parte de un epha
de flor de harina por expiación. No pondrá sobre ella aceite,
12 ni sobre ella pondrá incienso, porque es expiación. Traerála,
pues, al sacerdote, y el sacerdote tomará de ella su puño lleno,
en memoria suya, y la hará arder en el altar sobre las ofren-
13 das encendidas á Jehová: es expiación. Y hará el sacerdote
expiación por él de su pecado que cometió en alguna de estas
cosas, y será perdonado; y el sobrante será del sacerdote, como
14 el presente de vianda. Habló más Jehová á Moisés, diciendo:
15 Cuando alguna persona cometiere falta, y pecare por yerro en
las cosas santificadas á Jehová, traerá su expiación á Jehová,
un carnero sin tacha de los rebaños, conforme á tu estimación,
en siclos de plata del siclo del santuario, en ofrenda por el
16 pecado: Y pagará aquello de las cosas santas en que hubiere
pecado, y añadirá á ello el quinto, y lo dará al sacerdote: y
el sacerdote hará expiación por él con el carnero del sacrificio
17 por el pecado, y será perdonado. Finalmente, si una perso-
na pecare, ó hiciere alguna de todas aquellas cosas que por
mandamiento de Jehová no se han de hacer, aun sin hacerlo
18 á sabiendas, es culpable, y llevará su pecado. Traerá, pues,
al sacerdote por expiación, según tú lo estimes, un carnero sin
tacha de los rebaños: y el sacerdote hará expiación por él de
19 su yerro que cometió por ignorancia, y será perdonado. Es
infracción, y ciertamente delinquió contra Jehová.
6, 2 Y HABLÓ Jehová á Moisés, diciendo: Cuando una perso-
na pecare, é hiciere prevaricación contra Jehová, y negare á su
prójimo lo encomendado ó dejado en su mano, ó bien robare, ó
3 calumniare á su prójimo; Ó sea que hallando lo perdido, des-
pués lo negare, y jurare en falso, en alguna de todas aquellas
4 cosas en que suele pecar el hombre: Entonces será que, puesto
habrá pecado y ofendido, restituirá aquello que robó, ó por el
daño de la calumnia, ó el depósito que se le encomendó, ó lo
5 perdido que halló, Ó todo aquello sobre que hubiere jurado
falsamente; lo restituirá, pues, por entero, y añadirá á ello la
quinta parte, que ha de pagar á aquel á quien pertenece en el
6 día de su expiación. Y por su expiación traerá á Jehová un
155 Levítico 6. 7–22
carnero sin tacha de los rebaños, conforme á tu estimación,
al sacerdote para la expiación. Y el sacerdote hará expiación 7
por él delante de Jehová, y obtendrá perdón de cualquiera de
todas las cosas en que suele ofender. Habló aún Jehová á Moi- 8
3
Y HABLÓ Jehová á Moisés en el desierto de Sinaí, en
el tabernáculo del testimonio, en el primero del mes
segundo, en el segundo año de su salida de la tierra
de Egipto, diciendo: Tomad el encabezamiento de
toda la congregación de los hijos de Israel por sus familias, por
las casas de sus padres, con la cuenta de los nombres, todos
los varones por sus cabezas: De veinte años arriba, todos los
que pueden salir á la guerra en Israel, los contaréis tú y Aarón
4 por sus cuadrillas. Y estará con vosotros un varón de cada
5 tribu, cada uno cabeza de la casa de sus padres. Y éstos son
los nombres de los varones que estarán con vosotros: De la
6 tribu de Rubén, Elisur hijo de Sedeur. De Simeón, Selumiel
7, 8 hijo de Zurisaddai. De Judá, Naasón hijo de Aminadab. De
9 Issachâr, Nathanael hijo de Suar. De Zabulón, Eliab hijo de
10 Helón. De los hijos de José: de Ephraim, Elisama hijo de Am-
11 miud; de Manasés, Gamaliel hijo de Pedasur. De Benjamín,
12 Abidán hijo de Gedeón. De Dan, Ahiezer hijo de Ammisad-
13, 14 dai. De Aser, Phegiel hijo de Ocrán. De Gad, Eliasaph hijo
15, 16 de Dehuel. De Nephtalí, Ahira hijo de Enán. Éstos eran los
nombrados de la congregación, príncipes de las tribus de sus
17 padres, capitanes de los millares de Israel. Tomó pues Moisés
y Aarón á estos varones que fueron declarados por sus nom-
18 bres: Y juntaron toda la congregación en el primero del mes
segundo, y fueron reunidos sus linajes, por las casas de sus
padres, según la cuenta de los nombres, de veinte años arriba,
19 por sus cabezas, Como Jehová lo había mandado á Moisés; y
20 contólos en el desierto de Sinaí. Y los hijos de Rubén, primo-
génito de Israel, por sus generaciones, por sus familias, por las
casas de sus padres, conforme á la cuenta de los nombres por
sus cabezas, todos los varones de veinte años arriba, todos los
199 Números 1. 21–37
que podían salir á la guerra; Los contados de ellos, de la tri- 21
bu de Rubén, fueron cuarenta y seis mil y quinientos. De los 22
hijos de Simeón, por sus generaciones, por sus familias, por las
casas de sus padres, los contados de ellos conforme á la cuenta
de los nombres por sus cabezas, todos los varones de veinte
años arriba, todos los que podían salir á la guerra; Los con- 23
tados de ellos, de la tribu de Simeón, cincuenta y nueve mil y
trescientos. De los hijos de Gad, por sus generaciones, por sus 24
familias, por las casas de sus padres, conforme á la cuenta de
los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían salir á
la guerra; Los contados de ellos, de la tribu de Gad, cuarenta 25
y cinco mil seiscientos y cincuenta. De los hijos de Judá, por 26
sus generaciones, por sus familias, por las casas de sus padres,
conforme á la cuenta de los nombres, de veinte años arriba,
todos los que podían salir á la guerra; Los contados de ellos, 27
de la tribu de Judá, setenta y cuatro mil y seiscientos. De los 28
hijos de Issachâr, por sus generaciones, por sus familias, por las
casas de sus padres, conforme á la cuenta de los nombres, de
veinte años arriba, todos los que podían salir á la guerra; Los 29
contados de ellos, de la tribu de Issachâr, cincuenta y cuatro
mil y cuatrocientos. De los hijos de Zabulón, por sus genera- 30
ciones, por sus familias, por las casas de sus padres, conforme
á la cuenta de sus nombres, de veinte años arriba, todos los
que podían salir á la guerra; Los contados de ellos, de la tribu 31
de Zabulón, cincuenta y siete mil y cuatrocientos. De los hi- 32
jos de José: de los hijos de Ephraim, por sus generaciones, por
sus familias, por las casas de sus padres, conforme á la cuenta
de los nombres, de veinte años arriba, todos los que podían
salir á la guerra; Los contados de ellos, de la tribu de Eph- 33
raim, cuarenta mil y quinientos. De los hijos de Manasés, por 34
sus generaciones, por sus familias, por las casas de sus padres,
conforme á la cuenta de los nombres, de veinte años arriba,
todos los que podían salir á la guerra; Los contados de ellos, 35
de la tribu de Manasés, treinta y dos mil y doscientos. De los 36
hijos de Benjamín, por sus generaciones, por sus familias, por
las casas de sus padres, conforme á la cuenta de los nombres,
de veinte años arriba, todos los que podían salir á la guerra;
Los contados de ellos, de la tribu de Benjamín, treinta y cinco 37
1. 38–2. 2 Números 200
38 mil y cuatrocientos. De los hijos de Dan, por sus generacio-
nes, por sus familias, por las casas de sus padres, conforme á
la cuenta de los nombres, de veinte años arriba, todos los que
39 podían salir á la guerra; Los contados de ellos, de la tribu de
40 Dan, sesenta y dos mil y setecientos. De los hijos de Aser, por
sus generaciones, por sus familias, por las casas de sus padres,
conforme á la cuenta de los nombres, de veinte años arriba,
41 todos los que podían salir á la guerra. Los contados de ellos,
42 de la tribu de Aser, cuarenta y un mil y quinientos. De los
hijos de Nephtalí, por sus generaciones, por sus familias, por
las casas de sus padres, conforme á la cuenta de los nombres,
de veinte años arriba, todos los que podían salir á la guerra;
43 Los contados de ellos, de la tribu de Nephtalí, cincuenta y
44 tres mil y cuatrocientos. Éstos fueron los contados, los cuales
contaron Moisés y Aarón, con los príncipes de Israel, que eran
45 doce, uno por cada casa de sus padres. Y fueron todos los
contados de los hijos de Israel por las casas de sus padres, de
veinte años arriba, todos los que podían salir á la guerra en Is-
46 rael; Fueron todos los contados seiscientos tres mil quinientos
47 y cincuenta. Pero los Levitas no fueron contados entre ellos
48 según la tribu de sus padres. Porque habló Jehová á Moisés,
49 diciendo: Solamente no contarás la tribu de Leví, ni tomarás
50 la cuenta de ellos entre los hijos de Israel: Mas tú pondrás
á los Levitas en el tabernáculo del testimonio, y sobre todos
sus vasos, y sobre todas las cosas que le pertenecen: ellos lle-
varán el tabernáculo y todos sus vasos, y ellos servirán en él,
51 y asentarán sus tiendas alrededor del tabernáculo. Y cuando
el tabernáculo partiere, los Levitas lo desarmarán; y cuando el
tabernáculo parare, los Levitas lo armarán: y el extraño que
52 se llegare, morirá. Y los hijos de Israel asentarán sus tiendas
cada uno en su escuadrón, y cada uno junto á su bandera, por
53 sus cuadrillas; Mas los Levitas asentarán las suyas alrededor
del tabernáculo del testimonio, y no habrá ira sobre la congre-
gación de los hijos de Israel: y los Levitas tendrán la guarda
54 del tabernáculo del testimonio. É hicieron los hijos de Israel
conforme á todas las cosas que mandó Jehová á Moisés; así lo
hicieron.
2, 2 Y HABLÓ Jehová á Moisés y á Aarón, diciendo: Los hijos
201 Números 2. 3–25
de Israel acamparán cada uno junto á su bandera, según las
enseñas de las casas de sus padres; alrededor del tabernácu-
lo del testimonio acamparán. Éstos acamparán al levante, al 3
oriente: la bandera del ejército de Judá, por sus escuadrones;
y el jefe de los hijos de Judá, Naasón hijo de Aminadab: Su 4
hueste, con los contados de ellos, setenta y cuatro mil y seis-
cientos. Junto á él acamparán los de la tribu de Issachâr: y 5
el jefe de los hijos de Issachâr, Nathanael hijo de Suar; Y su 6
hueste, con sus contados, cincuenta y cuatro mil y cuatrocien-
tos: Y la tribu de Zabulón: y el jefe de los hijos de Zabulón, 7
Eliab hijo de Helón; Y su hueste, con sus contados, cincuenta 8
y siete mil y cuatrocientos. Todos los contados en el ejército 9
de Judá, ciento ochenta y seis mil y cuatrocientos, por sus es-
cuadrones, irán delante. La bandera del ejército de Rubén al 10
mediodía, por sus escuadrones: y el jefe de los hijos de Rubén,
Elisur hijo de Sedeur; Y su hueste, sus contados, cuarenta y 11
seis mil y quinientos. Y acamparán junto á él los de la tribu 12
de Simeón: y el jefe de los hijos de Simeón, Selumiel hijo de
Zurisaddai; Y su hueste, con los contados de ellos, cincuenta 13
y nueve mil y trescientos: Y la tribu de Gad: y el jefe de los 14
hijos de Gad, Eliasaph hijo de Rehuel; Y su hueste, con los 15
contados de ellos, cuarenta y cinco mil seiscientos y cincuenta.
Todos los contados en el ejército de Rubén, ciento cincuenta 16
y un mil cuatrocientos y cincuenta, por sus escuadrones, irán
los segundos. Luego irá el tabernáculo del testimonio, el cam- 17
po de los Levitas en medio de los ejércitos: de la manera que
asientan el campo, así caminarán, cada uno en su lugar, junto
á sus banderas. La bandera del ejército de Ephraim por sus 18
escuadrones, al occidente: y el jefe de los hijos de Ephraim,
Elisama hijo de Ammiud; Y su hueste, con los contados de 19
ellos, cuarenta mil y quinientos. Junto á él estará la tribu 20
de Manasés; y el jefe de los hijos de Manasés, Gamaliel hijo
de Pedasur; Y su hueste, con los contados de ellos, treinta 21
y dos mil y doscientos: Y la tribu de Benjamín: y el jefe de 22
los hijos de Benjamín, Abidán hijo de Gedeón; Y su hueste, 23
con los contados de ellos, treinta y cinco mil y cuatrocientos.
Todos los contados en el ejército de Ephraim, ciento ocho mil 24
y ciento, por sus escuadrones, irán los terceros. La bandera 25
2. 26–3. 12 Números 202
del ejército de Dan estará al aquilón, por sus escuadrones: y
26 el jefe de los hijos de Dan, Ahiezer hijo de Amisaddai; Y su
hueste, con los contados de ellos, sesenta y dos mil y setecien-
27 tos. Junto á él acamparán los de la tribu de Aser: y el jefe
28 de los hijos de Aser, Phegiel hijo de Ocrán; Y su hueste, con
29 los contados de ellos, cuarenta y un mil y quinientos: Y la
tribu de Nephtalí: y el jefe de los hijos de Nephtalí, Ahira hijo
30 de Enán; Y su hueste, con los contados de ellos, cincuenta y
31 tres mil y cuatrocientos. Todos los contados en el ejército de
Dan, ciento cincuenta y siete mil y seiscientos: irán los pos-
32 treros tras sus banderas. Éstos son los contados de los hijos
de Israel, por las casas de sus padres: todos los contados por
ejércitos, por sus escuadrones, seiscientos tres mil quinientos y
33 cincuenta. Mas los Levitas no fueron contados entre los hijos
dos mil y setecientos. Éstos son los hijos de Ephraim por sus 35
familias: de Suthala, la familia de los Suthalaítas; de Bechêr,
la familia de los Bechêritas; de Tahán, la familia de los Taha-
nitas. Y éstos son los hijos de Suthala: de Herán, la familia de 36
los Heranitas. Estas son las familias de los hijos de Ephraim, 37
por sus contados, treinta y dos mil y quinientos. Éstos son los
hijos de José por sus familias. Los hijos de Benjamín por sus 38
familias: de Bela, la familia de los Belaítas; de Asbel, la familia
de los Asbelitas; de Achîram, la familia de los Achîramitas; De 39
Supham, la familia de los Suphamitas; de Hupham, la familia
de los Huphamitas. Y los hijos de Bela fueron Ard y Naamán: 40
de Ard, la familia de los Arditas; de Naamán, la familia de los
Naamanitas. Éstos son los hijos de Benjamín por sus fami- 41
29 dael hijo de Ammiud. Éstos son á los que mandó Jehová que
hiciesen la partición de la herencia á los hijos de Israel en la
tierra de Canaán.
35 Y HABLÓ Jehová á Moisés en los campos de Moab, junto
2 al Jordán de Jericó, diciendo: Manda á los hijos de Israel, que
den á los Levitas de la posesión de su heredad ciudades en que
habiten: También daréis á los Levitas ejidos de esas ciudades
3 alrededor de ellas. Y tendrán ellos las ciudades para habitar,
y los ejidos de ellas serán para sus animales, y para sus gana-
4 dos, y para todas sus bestias. Y los ejidos de las ciudades que
daréis á los Levitas, serán mil codos alrededor, desde el muro
5 de la ciudad para afuera. Luego mediréis fuera de la ciudad á
263 Números 35. 6–24
la parte del oriente dos mil codos, y á la parte del mediodía dos
mil codos, y á la parte del occidente dos mil codos, y á la parte
del norte dos mil codos, y la ciudad en medio: esto tendrán por
los ejidos de las ciudades. Y de las ciudades que daréis á los 6
Levitas, seis ciudades serán de acogimiento, las cuales daréis
para que el homicida se acoja allá: y además de éstas daréis
cuarenta y dos ciudades. Todas las ciudades que daréis á los 7
Levitas serán cuarenta y ocho ciudades; ellas con sus ejidos.
Y las ciudades que diereis de la heredad de los hijos de Israel, 8
del que mucho tomaréis mucho, y del que poco tomaréis poco:
cada uno dará de sus ciudades á los Levitas según la posesión
que heredará. Y habló Jehová á Moisés, diciendo: Habla á 9, 10
los hijos de Israel, y diles: Cuando hubiereis pasado el Jor-
dán á la tierra de Canaán, Os señalaréis ciudades, ciudades 11
de acogimiento tendréis, donde huya el homicida que hiriere
á alguno de muerte por yerro. Y os serán aquellas ciudades 12
por acogimiento del pariente, y no morirá el homicida hasta
que esté á juicio delante de la congregación. De las ciudades, 13
pues, que daréis, tendréis seis ciudades de acogimiento. Tres 14
ciudades daréis de esta parte del Jordán, y tres ciudades daréis
en la tierra de Canaán; las cuales serán ciudades de acogimien-
to. Estas seis ciudades serán para acogimiento á los hijos de 15
Israel, y al peregrino, y al que morare entre ellos, para que hu-
ya allá cualquiera que hiriere de muerte á otro por yerro. Y 16
si con instrumento de hierro lo hiriere y muriere, homicida es;
el homicida morirá: Y si con piedra de mano, de que pueda 17
morir, lo hiriere, y muriere, homicida es; el homicida morirá.
Y si con instrumento de palo de mano, de que pueda morir, lo 18
hiriere, y muriere, homicida es; el homicida morirá. El parien- 19
te del muerto, él matará al homicida: cuando lo encontrare, él
le matará. Y si por odio lo empujó, ó echó sobre él alguna 20
3
É STAS son las palabras que habló Moisés á todo Israel
de esta parte del Jordán en el desierto, en el llano
delante del mar Bermejo, entre Parán, y Thopel, y
Labán, y Haseroth, y Dizahab. Once jornadas hay
desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-barnea.
Y fué, que á los cuarenta años, en el mes undécimo, al primero
del mes, Moisés habló á los hijos de Israel conforme á todas las
4 cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos; Después
que hirió á Sehón rey de los Amorrheos, que habitaba en Hes-
bón, y á Og rey de Basán, que habitaba en Astarot en Edrei:
5 De esta parte del Jordán, en tierra de Moab, resolvió Moisés
6 declarar esta ley, diciendo: Jehová nuestro Dios nos habló en
7 Horeb, diciendo: Harto habéis estado en este monte; Volveos,
partíos é id al monte del Amorrheo, y á todas sus comarcas,
en el llano, en el monte, y en los valles, y al mediodía, y á la
costa de la mar, á la tierra del Cananeo, y el Líbano, hasta
8 el gran río, el río Éufrates. Mirad, yo he dado la tierra en
vuestra presencia; entrad y poseed la tierra que Jehová juró
á vuestros padres Abraham, Isaac, y Jacob, que les daría á
9 ellos y á su simiente después de ellos. Y yo os hablé entonces,
10 diciendo: Yo no puedo llevaros solo: Jehová vuestro Dios os
ha multiplicado, y he aquí sois hoy vosotros como las estrellas
11 del cielo en multitud. ¡Jehová Dios de vuestros padres añada
sobre vosotros como sois mil veces, y os bendiga, como os ha
12 prometido! ¿Cómo llevaré yo solo vuestras molestias, vues-
13 tras cargas, y vuestros pleitos? Dadme de entre vosotros, de
vuestras tribus, varones sabios y entendidos y expertos, para
14 que yo los ponga por vuestros jefes. Y me respondisteis, y
15 dijisteis: Bueno es hacer lo que has dicho. Y tomé los princi-
pales de vuestras tribus, varones sabios y expertos, y púselos
267 Deuteronomio 1. 16–31
por jefes sobre vosotros, jefes de millares, y jefes de cientos, y
jefes de cincuenta, y cabos de diez, y gobernadores á vuestras
tribus. Y entonces mandé á vuestros jueces, diciendo: Oíd en- 16
tre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre
y su hermano, y el que le es extranjero. No tengáis respeto 17
de personas en el juicio: así al pequeño como al grande oiréis:
no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios: y
la causa que os fuere difícil, la traeréis á mí, y yo la oiré. Os 18
mandé, pues, en aquel tiempo todo lo que habíais de hacer.
Y partidos de Horeb, anduvimos todo aquel grande y terrible 19
desierto que habéis visto, por el camino del monte del Amorr-
heo, como Jehová nuestro Dios nos lo mandó; y llegamos hasta
Cades-barnea. Entonces os dije: Llegado habéis al monte del 20
Amorrheo, el cual Jehová nuestro Dios nos da. Mira, Jehová 21
tu Dios ha dado delante de ti la tierra: sube y poséela, como
Jehová el Dios de tus padres te ha dicho; no temas ni desmayes.
Y llegasteis á mí todos vosotros, y dijisteis: Enviemos varones 22
delante de nosotros, que nos reconozcan la tierra y nos traigan
de vuelta razón del camino por donde hemos de subir, y de
las ciudades adonde hemos de llegar. Y el dicho me pareció 23
bien: y tomé doce varones de vosotros, un varón por tribu:
Y se encaminaron, y subieron al monte, y llegaron hasta la 24
arroyada de Escol, y reconocieron la tierra. Y tomaron en sus 25
manos del fruto del país, y nos lo trajeron, y diéronnos cuenta,
y dijeron: Es buena la tierra que Jehová nuestro Dios nos da.
Empero no quisisteis subir, antes fuisteis rebeldes al dicho de 26
Jehová vuestro Dios; Y murmurasteis en vuestras tiendas, di- 27
ciendo: Porque Jehová nos aborrecía, nos ha sacado de tierra
de Egipto, para entregarnos en mano del Amorrheo para des-
truirnos. ¿Á dónde subimos? Nuestros hermanos han hecho 28
desfallecer nuestro corazón, diciendo: Este pueblo es mayor y
más alto que nosotros, las ciudades grandes y muradas has-
ta el cielo; y también vimos allí hijos de gigantes. Entonces 29
os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro 30
Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros,
conforme á todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto de-
lante de vuestros ojos; Y en el desierto has visto que Jehová 31
tu Dios te ha traído, como trae el hombre á su hijo, por todo
1. 32–2. 4 Deuteronomio 268
el camino que habéis andado, hasta que habéis venido á este
32, 33 lugar. Y aun con esto no creísteis en Jehová vuestro Dios, El
cual iba delante de vosotros por el camino, para reconoceros el
lugar donde habíais de asentar el campo, con fuego de noche
para mostraros el camino por donde anduvieseis, y con nube
34 de día. Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras, y enojóse,
35 y juró diciendo: No verá hombre alguno de estos de esta mala
generación, la buena tierra que juré había de dar á vuestros
36 padres, Excepto Caleb hijo de Jephone: él la verá, y á él le
daré la tierra que pisó, y á sus hijos; porque cumplió en pos
37 de Jehová. Y también contra mí se airó Jehová por vosotros,
38 diciendo: Tampoco tú entrarás allá: Josué hijo de Nun, que
está delante de ti, él entrará allá: anímale; porque él la hará
39 heredar á Israel. Y vuestros chiquitos, de los cuales dijisteis
serán por presa, y vuestros hijos que no saben hoy bueno ni
malo, ellos entrarán allá, y á ellos la daré, y ellos la hereda-
40 rán. Y vosotros volveos, y partíos al desierto camino del mar
41 Bermejo. Entonces respondisteis y me dijisteis: Pecado hemos
contra Jehová; nosotros subiremos y pelearemos, conforme á
todo lo que Jehová nuestro Dios nos ha mandado. Y os ar-
masteis cada uno de sus armas de guerra, y os apercibisteis
42 para subir al monte. Y Jehová me dijo: Diles: No subáis, ni
peleéis, pues no estoy entre vosotros; porque no seáis heridos
43 delante de vuestros enemigos. Y os hablé, y no disteis oído;
antes fuisteis rebeldes al dicho de Jehová, y persistiendo con
44 altivez, subisteis al monte. Y salió el Amorrheo, que habitaba
en aquel monte, á vuestro encuentro, y os persiguieron, como
hacen las avispas, y os derrotaron en Seir, persiguiéndoos has-
45 ta Horma. Y volvisteis, y llorasteis delante de Jehová; pero
46 Jehová no escuchó vuestra voz, ni os prestó oído. Y estuvis-
teis en Cades por muchos días, como en los días que habéis
estado.
2 Y VOLVIMOS, y partímonos al desierto camino del mar
Bermejo, como Jehová me había dicho; y rodeamos el monte
2, 3 de Seir por muchos días. Y Jehová me habló, diciendo: Harto
4 habéis rodeado este monte; volveos al aquilón. Y manda al
pueblo, diciendo: Pasando vosotros por el término de vuestros
hermanos los hijos de Esaú, que habitan en Seir, ellos ten-
269 Deuteronomio 2. 5–21
drán miedo de vosotros; mas vosotros guardaos mucho: No os 5
metáis con ellos; que no os daré de su tierra ni aun la holla-
dura de la planta de un pie; porque yo he dado por heredad
á Esaú el monte de Seir. Compraréis de ellos por dinero las 6
viandas, y comeréis; y también compraréis de ellos el agua, y
beberéis: Pues Jehová tu Dios te ha bendecido en toda obra 7
de tus manos: él sabe que andas por este gran desierto: es-
tos cuarenta años Jehová tu Dios fué contigo; y ninguna cosa
te ha faltado. Y pasamos de nuestros hermanos los hijos de 8
Esaú, que habitaban en Seir, por el camino de la llanura de
Elath y de Ezión-geber. Y volvimos, y pasamos camino del
desierto de Moab. Y Jehová me dijo: No molestes á Moab, 9
ni te empeñes con ellos en guerra, que no te daré posesión de
su tierra; porque yo he dado á Ar por heredad á los hijos de
Lot. (Los Emimeos habitaron en ella antes, pueblo grande, y 10
numeroso, y alto como gigantes: Por gigantes eran ellos tam- 11
bién contados, como los Anaceos; y los Moabitas los llaman
Emimeos. Y en Seir habitaron antes los Horeos, á los cuales 12
echaron los hijos de Esaú; y los destruyeron de delante de sí,
y moraron en lugar de ellos; como hizo Israel en la tierra de
su posesión que les dió Jehová.) Levantaos ahora, y pasad el 13
arroyo de Zered. Y pasamos el arroyo de Zered. Y los días que 14
anduvimos de Cades-barnea hasta que pasamos el arroyo de
Zered, fueron treinta y ocho años; hasta que se acabó toda la
generación de los hombres de guerra de en medio del campo,
como Jehová les había jurado. Y también la mano de Jehová 15
fué sobre ellos para destruirlos de en medio del campo, hasta
acabarlos. Y aconteció que cuando se hubieron acabado de 16
morir todos los hombres de guerra de entre el pueblo, Jehová 17
me habló, diciendo: Tú pasarás hoy el término de Moab, á Ar, 18
Y te acercarás delante de los hijos de Ammón: no los molestes, 19
ni te metas con ellos; porque no te tengo de dar posesión de
la tierra de los hijos de Ammón; que á los hijos de Lot la he
dado por heredad. (Por tierra de gigantes fué también ella 20
tenida: habitaron en ella gigantes en otro tiempo, á los cua-
les los Ammonitas llamaban Zomzommeos; Pueblo grande, y 21
numeroso, y alto, como los Anaceos; á los cuales Jehová des-
truyó de delante de los Ammonitas, quienes les sucedieron, y
2. 22–37 Deuteronomio 270
22 habitaron en su lugar: Como hizo con los hijos de Esaú, que
habitaban en Seir, de delante de los cuales destruyó á los Ho-
reos; y ellos les sucedieron, y habitaron en su lugar hasta hoy.
23 Y á los Heveos que habitaban en Haserin hasta Gaza, los Caf-
toreos que salieron de Caftor los destruyeron, y habitaron en
24 su lugar.) Levantaos, partid, y pasad el arroyo de Arnón: he
aquí he dado en tu mano á Sehón rey de Hesbón, Amorrheo, y
á su tierra: comienza á tomar posesión, y empéñate con él en
25 guerra. Hoy comenzaré á poner tu miedo y tu espanto sobre
los pueblos debajo de todo el cielo, los cuales oirán tu fama, y
26 temblarán, y angustiarse han delante de ti. Y envié mensaje-
ros desde el desierto de Cademoth á Sehón rey de Hesbón, con
27 palabras de paz, diciendo: Pasaré por tu tierra por el camino:
28 por el camino iré, sin apartarme á diestra ni á siniestra: La
comida me venderás por dinero y comeré: el agua también me
29 darás por dinero, y beberé: solamente pasaré á pie; Como lo
hicieron conmigo los hijos de Esaú que habitaban en Seir, y
los Moabitas que habitaban en Ar; hasta que pase el Jordán
30 á la tierra que nos da Jehová nuestro Dios. Mas Sehón rey
de Hesbón no quiso que pasásemos por el territorio suyo; por-
que Jehová tu Dios había endurecido su espíritu, y obstinado
31 su corazón para entregarlo en tu mano, como hoy. Y díjome
Jehová: He aquí yo he comenzado á dar delante de ti á Sehón
y á su tierra; comienza á tomar posesión, para que heredes su
32 tierra. Y saliónos Sehón al encuentro, él y todo su pueblo, pa-
33 ra pelear en Jaas. Mas Jehová nuestro Dios lo entregó delante
34 de nosotros; y herimos á él y á sus hijos, y á todo su pueblo. Y
tomamos entonces todas sus ciudades, y destruimos todas las
ciudades, hombres, y mujeres, y niños; no dejamos ninguno:
35 Solamente tomamos para nosotros las bestias, y los despojos
36 de las ciudades que habíamos tomado. Desde Aroer, que está
junto á la ribera del arroyo de Arnón, y la ciudad que está
en el arroyo, hasta Galaad, no hubo ciudad que escapase de
nosotros: todas las entregó Jehová nuestro Dios en nuestro po-
37 der. Solamente á la tierra de los hijos de Ammón no llegaste,
ni á todo lo que está á la orilla del arroyo de Jaboc ni á las
ciudades del monte, ni á lugar alguno que Jehová nuestro Dios
había prohibido.
271 Deuteronomio 3. 1–17
Y VOLVIMOS, y subimos camino de Basán, y saliónos al 3
encuentro Og rey de Basán para pelear, él y todo su pueblo,
en Edrei. Y díjome Jehová: No tengas temor de él, porque en 2
tu mano he entregado á él y á todo su pueblo, y su tierra: y
harás con él como hiciste con Sehón rey Amorrheo, que habi-
taba en Hesbón. Y Jehová nuestro Dios entregó también en 3
nuestra mano á Og rey de Basán, y á todo su pueblo, al cual
herimos hasta no quedar de él ninguno. Y tomamos entonces 4
todas sus ciudades; no quedó ciudad que no les tomásemos:
sesenta ciudades, toda la tierra de Argob, del reino de Og en
Basán. Todas éstas eran ciudades fortalecidas con alto mu- 5
ro, con puertas y barras; sin otras muy muchas ciudades sin
muro. Y destruímoslas, como hicimos á Sehón rey de Hes- 6
bón, destruyendo en toda ciudad hombres, mujeres, y niños.
Y tomamos para nosotros todas las bestias, y los despojos de 7
las ciudades. También tomamos en aquel tiempo de mano de 8
dos reyes Amorrheos que estaban de esta parte del Jordán, la
tierra desde el arroyo de Arnón hasta el monte de Hermón:
(Los Sidonios llaman á Hermón Sirión; y los Amorrheos, Se- 9
nir:) Todas las ciudades de la llanura, y todo Galaad, y todo 10
Basán hasta Salchâ y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán.
Porque sólo Og rey de Basán había quedado de los gigantes 11
que quedaron. He aquí su cama, una cama de hierro, ¿no es-
tá en Rabbath de los hijos de Ammón?; la longitud de ella de
nueve codos, y su anchura de cuatro codos, al codo de un hom-
bre. Y esta tierra que heredamos entonces desde Aroer, que 12
está al arroyo de Arnón, y la mitad del monte de Galaad con
sus ciudades, dí á los Rubenitas y á los Gaditas: Y el resto de 13
Galaad, y todo Basán, del reino de Og, dílo á la media tribu de
Manasés; toda la tierra de Argob, todo Basán, que se llamaba
la tierra de los gigantes. Jair hijo de Manasés tomó toda la 14
tierra de Argob hasta el término de Gessuri y Machâti; y lla-
móla de su nombre Basán-havoth-jair, hasta hoy. Y á Machîr 15
dí á Galaad. Y á los Rubenitas y Gaditas dí de Galaad hasta 16
el arroyo de Arnón, el medio del arroyo por término; hasta el
arroyo de Jaboc, término de los hijos de Ammón: Asimismo 17
la campiña, y el Jordán, y el término, desde Cinereth hasta
la mar del llano, el mar Salado, las vertientes abajo del Pis-
3. 18–4. 5 Deuteronomio 272
18 ga al oriente. Y os mandé entonces, diciendo: Jehová vuestro
Dios os ha dado esta tierra para que la poseáis: pasaréis ar-
mados delante de vuestros hermanos los hijos de Israel todos
19 los valientes. Solamente vuestras mujeres, vuestros niños, y
vuestros ganados, (yo sé que tenéis mucho ganado,) quedarán
20 en vuestras ciudades que os he dado, Hasta que Jehová dé
reposo á vuestros hermanos, así como á vosotros, y hereden
también ellos la tierra que Jehová vuestro Dios les da á la otra
parte del Jordán: entonces os volveréis cada uno á su heredad
21 que yo os he dado. Mandé también á Josué entonces, dicien-
do: Tus ojos vieron todo lo que Jehová vuestro Dios ha hecho
á aquellos dos reyes: así hará Jehová á todos los reinos á los
22 cuales pasarás tú. No los temáis; que Jehová vuestro Dios, él
23 es el que pelea por vosotros. Y oré á Jehová en aquel tiem-
24 po, diciendo: Señor Jehová, tú has comenzado á mostrar á tu
siervo tu grandeza, y tu mano fuerte: porque ¿qué dios hay en
el cielo ni en la tierra que haga según tus obras, y según tus
25 valentías? Pase yo, ruégote, y vea aquella tierra buena, que
está á la parte allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano.
26 Mas Jehová se había enojado contra mí por causa de vosotros,
por lo cual no me oyó: y díjome Jehová: Bástate, no me hables
27 más de este negocio. Sube á la cumbre del Pisga, y alza tus
ojos al occidente, y al aquilón, y al mediodía, y al oriente, y
28 ve por tus ojos: porque no pasarás este Jordán. Y manda á
Josué, y anímalo, y confórtalo; porque él ha de pasar delante
29 de este pueblo, y él les hará heredar la tierra que verás. Y
paramos en el valle delante de Beth-peor.
4 AHORA pues, oh Israel, oye los estatutos y derechos que
yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis, y entréis, y po-
2 seáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres te da. No
añadiréis á la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella,
para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios
3 que yo os ordeno. Vuestros ojos vieron lo que hizo Jehová con
motivo de Baal-peor; que á todo hombre que fué en pos de
4 Baal-peor destruyó Jehová tu Dios de en medio de ti. Mas
vosotros que os allegasteis á Jehová vuestro Dios, todos estáis
5 vivos hoy. Mirad, yo os he enseñado estatutos y derechos, co-
mo Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de
273 Deuteronomio 4. 6–20
la tierra en la cual entráis para poseerla. Guardadlos, pues, y 6
ponedlos por obra: porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra
inteligencia en ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos
estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, gen-
te grande es ésta. Porque ¿qué gente grande hay que tenga 7
los dioses cercanos á sí, como lo está Jehová nuestro Dios en
todo cuanto le pedimos? Y ¿qué gente grande hay que tenga 8
estatutos y derechos justos, como es toda esta ley que yo pon-
go hoy delante de vosotros? Por tanto, guárdate, y guarda 9
tu alma con diligencia, que no te olvides de las cosas que tus
ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu
vida: y enseñarlas has á tus hijos, y á los hijos de tus hijos; El 10
día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando
Jehová me dijo: Júntame el pueblo, para que yo les haga oír
mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los
días que vivieren sobre la tierra: y las enseñarán á sus hijos;
Y os llegasteis, y os pusisteis al pie del monte; y el monte ar- 11
día en fuego hasta en medio de los cielos con tinieblas, nube,
y oscuridad. Y habló Jehová con vosotros de en medio del 12
fuego: oísteis la voz de sus palabras, mas á excepción de oír la
voz, ninguna figura visteis: Y él os anunció su pacto, el cual 13
os mandó poner por obra, las diez palabras; y escribiólas en
dos tablas de piedra. Á mí también me mandó Jehová enton- 14
ces enseñaros los estatutos y derechos, para que los pusieseis
por obra en la tierra á la cual pasáis para poseerla. Guardad 15
pues mucho vuestras almas: pues ninguna figura visteis el día
que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego: Porque 16
no os corrompáis, y hagáis para vosotros escultura, imagen de
figura alguna, efigie de varón ó hembra, Figura de algún ani- 17
mal que sea en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele
por el aire, Figura de ningún animal que vaya arrastrando 18
por la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo
de la tierra: Y porque alzando tus ojos al cielo, y viendo el 19
sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, no seas
incitado, y te inclines á ellos, y les sirvas; que Jehová tu Dios
los ha concedido á todos los pueblos debajo de todos los cielos.
Empero á vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno 20
de hierro, de Egipto, para que le seáis por pueblo de heredad
4. 21–36 Deuteronomio 274
21 como en este día. Y Jehová se enojó contra mí sobre vuestros
negocios, y juró que yo no pasaría el Jordán, ni entraría en la
22 buena tierra, que Jehová tu Dios te da por heredad. Así que
yo voy á morir en esta tierra; y no paso el Jordán: mas voso-
23 tros pasaréis, y poseeréis aquella buena tierra. Guardaos no
os olvidéis del pacto de Jehová vuestro Dios, que él estableció
con vosotros, y os hagáis escultura ó imagen de cualquier co-
24 sa, que Jehová tu Dios te ha vedado. Porque Jehová tu Dios
25 es fuego que consume, Dios celoso. Cuando hubiereis engen-
drado hijos y nietos, y hubiereis envejecido en la tierra, y os
corrompiereis, é hiciereis escultura ó imagen de cualquier cosa,
é hiciereis mal en ojos de Jehová vuestro Dios, para enojarlo;
26 Yo pongo hoy por testigos al cielo y á la tierra, que presto
pereceréis totalmente de la tierra hacia la cual pasáis el Jor-
dán para poseerla: no estaréis en ella largos días sin que seáis
27 destruídos. Y Jehová os esparcirá entre los pueblos, y queda-
réis pocos en número entre las gentes á las cuales os llevará
28 Jehová: Y serviréis allí á dioses hechos de manos de hombres,
á madera y á piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni hue-
29 len. Mas si desde allí buscares á Jehová tu Dios, lo hallarás,
30 si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma. Cuando
estuviereis en angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, si
en los postreros días te volvieres á Jehová tu Dios, y oyeres
31 su voz; Porque Dios misericordioso es Jehová tu Dios; no te
dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto de tus padres
32 que les juró. Porque pregunta ahora de los tiempos pasados,
que han sido antes de ti, desde el día que crió Dios al hombre
sobre la tierra, y desde el un cabo del cielo al otro, si se ha
hecho cosa semejante á esta gran cosa, ó se haya oído otra
33 como ella. ¿Ha oído pueblo la voz de Dios, que hablase de en
34 medio del fuego, como tú la has oído, y vivido? ¿Ó ha Dios
probado á venir á tomar para sí gente de en medio de otra
gente, con pruebas, con señales, con milagros, y con guerra,
y mano fuerte, y brazo extendido, y grandes espantos, según
todas las cosas que hizo con vosotros Jehová vuestro Dios en
35 Egipto ante tus ojos? Á ti te fué mostrado, para que supieses
36 que Jehová él es Dios; no hay más fuera de él. De los cielos
te hizo oír su voz, para enseñarte: y sobre la tierra te mostró
275 Deuteronomio 4. 37–5. 5
su gran fuego: y has oído sus palabras de en medio del fuego.
Y por cuanto él amó á tus padres, escogió su simiente después 37
de ellos, y sacóte delante de sí de Egipto con su gran poder;
Para echar de delante de ti gentes grandes y más fuertes que 38
tú, y para introducirte, y darte su tierra por heredad, como
hoy. Aprende pues hoy, y reduce á tu corazón que Jehová él 39
es el Dios arriba en el cielo, y abajo sobre la tierra; no hay
otro. Y guarda sus estatutos y sus mandamientos, que yo te 40
mando hoy, para que te vaya bien á ti y á tus hijos después
de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios
te da para siempre. Entonces apartó Moisés tres ciudades de 41
esta parte del Jordán al nacimiento del sol, Para que huyese 42
allí el homicida que matase á su prójimo por yerro, sin haber
tenido enemistad con él desde ayer ni antes de ayer; y que
huyendo á una de estas ciudades salvara la vida: Á Beser en 43
el desierto, en tierra de la llanura, de los Rubenitas; y á Ra-
moth en Galaad, de los Gaditas; y á Golán en Basán, de los
de Manasés. Esta, pues, es la ley que Moisés propuso delante 44
de los hijos de Israel. Éstos son los testimonios, y los esta- 45
tutos, y los derechos, que Moisés notificó á los hijos de Israel,
cuando hubieron salido de Egipto; De esta parte del Jordán, 46
en el valle delante de Beth-peor, en la tierra de Sehón rey de
los Amorrheos, que habitaba en Hesbón, al cual hirió Moisés
con los hijos de Israel, cuando hubieron salido de Egipto: Y 47
poseyeron su tierra, y la tierra de Og rey de Basán; dos reyes
de los Amorrheos que estaban de esta parte del Jordán, al na-
cimiento del sol: Desde Aroer, que está junto á la ribera del 48
arroyo de Arnón, hasta el monte de Sión, que es Hermón; Y 49
toda la llanura de esta parte del Jordán, al oriente, hasta la
mar del llano, las vertientes de las aguas abajo del Pisga.
Y LLAMÓ Moisés á todo Israel, y díjoles: Oye, Israel, los 5
estatutos y derechos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos:
y aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra. Jeho- 2
vá nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. No con 3
nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros to-
dos los que estamos aquí hoy vivos. Cara á cara habló Jehová 4
con vosotros en el monte de en medio del fuego, (Yo estaba 5
entonces entre Jehová y vosotros, para denunciaros la pala-
5. 6–24 Deuteronomio 276
bra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y
6 no subisteis al monte;) diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que
7 te saqué de tierra de Egipto, de casa de siervos. No tendrás
8 dioses extraños delante de mí. No harás para ti escultura, ni
imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ó abajo en
9 la tierra, ó en las aguas debajo de la tierra: No te inclinarás
á ellas ni les servirás: porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte,
celoso, que visito la iniquidad de los padres sobre los hijos, y
sobre los terceros, y sobre los cuartos, á los que me aborre-
10 cen, Y que hago misericordia á millares á los que me aman, y
11 guardan mis mandamientos. No tomarás en vano el nombre
de Jehová tu Dios; porque Jehová no dará por inocente al que
12 tomare en vano su nombre. Guardarás el día del reposo para
13 santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. Seis días
14 trabajarás y harás toda tu obra: Mas el séptimo es reposo á
Jehová tu Dios: ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni
tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal
tuyo, ni tu peregrino que está dentro de tus puertas: porque
15 descanse tu siervo y tu sierva como tú. Y acuérdate que fuis-
te siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de
allá con mano fuerte y brazo extendido: por lo cual Jehová tu
16 Dios te ha mandado que guardes el día del reposo. Honra á
tu padre y á tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado,
para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien
17, 18 sobre la tierra que Jehová tu Dios te da. No matarás. No
19, 20 adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio contra
21 tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás
la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva,
ni su buey, ni su asno, ni ninguna cosa que sea de tu prójimo.
22 Estas palabras habló Jehová á toda vuestra congregación en
el monte, de en medio del fuego, de la nube y de la oscuridad,
á gran voz: y no añadió más. Y escribiólas en dos tablas de
23 piedra, las cuales me dió á mí. Y aconteció, que como vos-
otros oísteis la voz de en medio de las tinieblas, y visteis al
monte que ardía en fuego, llegasteis á mí todos los príncipes de
24 vuestras tribus, y vuestros ancianos; Y dijisteis: He aquí, Je-
hová nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y
hemos oído su voz de en medio del fuego: hoy hemos visto que
277 Deuteronomio 5. 25–6. 8
Jehová habla al hombre, y éste vive. Ahora pues, ¿por qué 25
moriremos? que este gran fuego nos consumirá: si tornáremos
á oír la voz de Jehová nuestro Dios, moriremos. Porque, ¿qué 26
es toda carne, para que oiga la voz del Dios viviente que habla
de en medio del fuego, como nosotros la oímos, y viva? Llega 27
tú, y oye todas las cosas que dijere Jehová nuestro Dios; y tú
nos dirás todo lo que Jehová nuestro Dios te dijere, y nosotros
oiremos y haremos. Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras, 28
cuando me hablabais; y díjome Jehová: He oído la voz de las
palabras de este pueblo, que ellos te han hablado: bien está
todo lo que han dicho. ¡Quién diera que tuviesen tal corazón, 29
que me temiesen, y guardasen todos los días todos mis man-
damientos, para que á ellos y á sus hijos les fuese bien para
siempre! Ve, diles: Volveos á vuestras tiendas. Y tú estáte 30, 31
aquí conmigo, y te diré todos los mandamientos, y estatutos,
y derechos que les has de enseñar, á fin que los pongan ahora
por obra en la tierra que yo les doy para poseerla. Mirad, 32
pues, que hagáis como Jehová vuestro Dios os ha mandado:
no os apartéis á diestra ni á siniestra; Andad en todo camino 33
que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que viváis, y
os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de
poseer.
ÉSTOS pues son los mandamientos, estatutos, y derechos 6
que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los
pongáis por obra en la tierra á la cual pasáis vosotros para
poseerla: Para que temas á Jehová tu Dios, guardando todos 2
sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, y tu
hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, y que tus
días sean prolongados. Oye pues, oh Israel, y cuida de po- 3
nerlos por obra, para que te vaya bien, y seáis multiplicados,
como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres, en la tierra que
destila leche y miel. Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová 4
uno es: Y Amarás á Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de 5
toda tu alma, y con todo tu poder. Y estas palabras que yo 6
te mando hoy, estarán sobre tu corazón: Y las repetirás á tus 7
hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el
camino, y al acostarte, y cuando te levantes: Y has de atarlas 8
por señal en tu mano, y estarán por frontales entre tus ojos:
6. 9–7. 2 Deuteronomio 278
9, 10 Y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus portadas. Y
será, cuando Jehová tu Dios te hubiere introducido en la tierra
que juró á tus padres Abraham, Isaac, y Jacob, que te daría;
11 en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, Y casas
llenas de todo bien, que tú no henchiste, y cisternas cavadas,
que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste: luego que
12 comieres y te hartares, Guárdate que no te olvides de Jehová,
con sus ejidos, y á Debir con sus ejidos, Á Aín con sus ejidos, 16
á Jutta con sus ejidos, y á Beth-semes con sus ejidos; nueve
villas de estas dos tribus: Y de la tribu de Benjamín, á Gibeón 17
con sus ejidos, á Geba con sus ejidos, Á Anathoth con sus 18
ejidos, á Almón con sus ejidos: cuatro villas. Todas las villas 19
de los sacerdotes, hijos de Aarón, son trece con sus ejidos. Mas 20
las familias de los hijos de Coath, Levitas, los que quedaban
de los hijos de Coath, recibieron por suerte villas de la tribu
de Ephraim. Y diéronles á Sichêm, villa de refugio para los 21
homicidas, con sus ejidos, en el monte de Ephraim; y á Geser
con sus ejidos. Y á Kibsaim con sus ejidos, y á Beth-oron con 22
sus ejidos: cuatro villas: Y de la tribu de Dan á Eltheco con 23
21. 24–44 Josué 356
24 sus ejidos, á Gibethón con sus ejidos, Á Ayalón con sus ejidos,
25 á Gath-rimmón con sus ejidos: cuatro villas: Y de la media
tribu de Manasés, á Taanach con sus ejidos, y á Gath-rimmón
26 con sus ejidos: dos villas. Todas las villas para el resto de las
27 familias de los hijos de Coath fueron diez con sus ejidos. Á los
hijos de Gersón de las familias de los Levitas, dieron la villa
de refugio para los homicidas, de la media tribu de Manasés:
á Gaulón en Basán con sus ejidos, y á Bosra con sus ejidos:
28 dos villas. Y de la tribu de Issachâr, á Cesión con sus ejidos,
29 á Dabereth con sus ejidos, Á Jarmuth con sus ejidos, y á En-
30 gannim con sus ejidos: cuatro villas: Y de la tribu de Aser,
31 á Miseal con sus ejidos, á Abdón con sus ejidos, Á Helchâth
32 con sus ejidos, y á Rehob con sus ejidos: cuatro villas: Y de
la tribu de Nephtalí, la villa de refugio para los homicidas, á
Cedes en Galilea con sus ejidos, á Hammoth-dor con sus ejidos,
33 y á Cartán con sus ejidos: tres villas: Todas las villas de los
Gersonitas por sus familias fueron trece villas con sus ejidos.
34 Y á las familias de los hijos de Merari, Levitas que quedaban,
dióseles de la tribu de Zabulón, á Jocneam con sus ejidos,
35 Cartha con sus ejidos, Dimna con sus ejidos, Naalal con sus
36 ejidos: cuatro villas: Y de la tribu de Rubén, á Beser con sus
37 ejidos, á Jasa con sus ejidos, Á Keddemoth con sus ejidos, y
38 Mephaath con sus ejidos: cuatro villas: De la tribu de Gad,
la villa de refugio para los homicidas, Ramoth en Galaad con
39 sus ejidos, y Mahanaim con sus ejidos, Hesbón con sus ejidos,
40 y Jacer con sus ejidos: cuatro villas. Todas las villas de los
hijos de Merari por sus familias, que restaban de las familias
41 de los Levitas, fueron por sus suertes doce villas. Y todas la
villas de los Levitas en medio de la posesión de los hijos de
42 Israel, fueron cuarenta y ocho villas con sus ejidos. Y estas
ciudades estaban apartadas la una de la otra cada cual con sus
ejidos alrededor de ellas: lo cual fué en todas estas ciudades.
43 Así dió Jehová á Israel toda la tierra que había jurado dar á
44 sus padres; y poseyéronla, y habitaron en ella. Y Jehová les
dió reposo alrededor, conforme á todo lo que había jurado á
sus padres: y ninguno de todos los enemigos les paró delante,
sino que Jehová entregó en sus manos á todos sus enemigos.
357 Josué 21. 45–22. 12
No faltó palabra de todas la buenas que habló Jehová á la casa 45
de Israel; todo se cumplió.
ENTONCES Josué llamó á los Rubenitas y á los Gaditas, y 22
á la media tribu de Manasés, Y díjoles: Vosotros habéis guar- 2
dado todo lo que Moisés siervo de Jehová os mandó, y habéis
obedecido á mi voz en todo lo que os he mandado. No habéis 3
dejado á vuestros hermanos en estos muchos días hasta hoy,
antes habéis guardado la observancia de los mandamientos de
Jehová vuestro Dios. Ahora pues que Jehová vuestro Dios ha 4
dado reposo á vuestros hermanos, como se lo había prometi-
do, volved, y tornad á vuestras tiendas, á la tierra de vuestras
posesiones, que Moisés siervo de Jehová os dió de la otra parte
del Jordán. Solamente que con diligencia cuidéis de poner por 5
obra el mandamiento y la ley, que Moisés siervo de Jehová os
intimó: que améis á Jehová vuestro Dios, y andéis en todos sus
caminos; que guardéis sus mandamientos, y os alleguéis á él,
y le sirváis de todo vuestro corazón y de toda vuestra alma.
Y bendiciéndolos Josué, los envió: y fuéronse á sus tiendas. 6
También á la media tribu de Manasés había dado Moisés po- 7
sesión en Basán; mas á la otra media dió Josué heredad entre
sus hermanos de estotra parte del Jordán al occidente: y tam-
bién á éstos envió Josué á sus tiendas, después de haberlos
bendecido. Y hablóles, diciendo: Volveos á vuestras tiendas 8
con grandes riquezas, y con grande copia de ganado, con plata,
y con oro, y metal, y muchos vestidos: partid con vuestros her-
manos el despojo de vuestros enemigos. Y los hijos de Rubén 9
y los hijos de Gad, y la media tribu de Manasés, se tornaron, y
partiéronse de los hijos de Israel, de Silo, que está en la tierra
de Canaán, para ir á la tierra de Galaad, á la tierra de sus po-
sesiones, de la cual eran poseedores, según palabra de Jehová
por mano de Moisés. Y llegando á los términos del Jordán, 10
que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén y los hijos
de Gad, y la media tribu de Manasés, edificaron allí un altar
junto al Jordán, un altar de grande apariencia. Y los hijos de 11
Israel oyeron decir como los hijos de Rubén y los hijos de Gad,
y la media tribu de Manasés, habían edificado un altar delante
de la tierra de Canaán, en los términos del Jordán, al paso de
los hijos de Israel: Lo cual como los hijos de Israel oyeron, 12
22. 13–25 Josué 358
juntóse toda la congregación de los hijos de Israel en Silo, pa-
13 ra subir á pelear contra ellos. Y enviaron los hijos de Israel
á los hijos de Rubén y á los hijos de Gad y á la media tribu
de Manasés en la tierra de Galaad, á Phinees hijo de Eleazar
14 sacerdote, Y á diez príncipes con él; un príncipe de cada casa
paterna de todas las tribus de Israel, cada uno de los cuales
era cabeza de familia de sus padres en la multitud de Israel.
15 Los cuales vinieron á los hijos de Rubén y á los hijos de Gad,
y á la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad; y ha-
16 bláronles, diciendo: Toda la congregación de Jehová dice así:
¿Qué transgresión es ésta con que prevaricáis contra el Dios de
Israel, volviéndoos hoy de seguir á Jehová, edificándoos altar
17 para ser hoy rebeldes contra Jehová? ¿Nos ha sido poco la
maldad de Peor, de la que no estamos aún limpios hasta este
día, por la cual fué la mortandad en la congregación de Jeho-
18 vá? Y vosotros os volvéis hoy de seguir á Jehová; mas será que
vosotros os rebelaréis hoy contra Jehová, y mañana se airará él
19 contra toda la congregación de Israel. Que si os parece que la
tierra de vuestra posesión es inmunda, pasaos á la tierra de la
posesión de Jehová, en la cual está el tabernáculo de Jehová, y
tomad posesión entre nosotros; pero no os rebeléis contra Je-
hová, ni os rebeléis contra nosotros, edificándoos altar á más
20 del altar de Jehová nuestro Dios. ¿No cometió Achân, hijo
de Zera, prevaricación en el anatema, y vino ira sobre toda la
congregación de Israel? y aquel hombre no pereció solo en su
21 iniquidad. Entonces los hijos de Rubén y los hijos de Gad, y
la media tribu de Manasés, respondieron y dijeron á los prin-
22 cipales de la multitud de Israel: El Dios de los dioses, Jehová,
el Dios de los dioses, Jehová, él sabe, y sabrá Israel: si por re-
belión ó por prevaricación contra Jehová (no nos salves hoy,)
23 Nos hemos edificado altar para tornarnos de en pos de Jehová,
ó para sacrificar holocausto ó presente, ó para hacer sobre él
24 sacrificios pacíficos, el mismo Jehová nos lo demande. Asi-
mismo, si no lo hicimos por temor de esto, diciendo: Mañana
vuestros hijos dirán á nuestros hijos: ¿Qué tenéis vosotros con
25 Jehová el Dios de Israel?; Jehová ha puesto por término el
Jordán entre nosotros y vosotros, oh hijos de Rubén é hijos de
Gad; no tenéis vosotros parte en Jehová: y así vuestros hijos
359 Josué 22. 26–23. 2
harán que nuestros hijos no teman á Jehová. Por esto dijimos: 26
Hagamos ahora por edificarnos un altar, no para holocausto ni
para sacrificio, Sino para que sea un testimonio entre nosotros 27
y vosotros, y entre los que vendrán después de nosotros, de que
podemos hacer el servicio de Jehová delante de él con nuestros
holocaustos, con nuestros sacrificios, y con nuestros pacíficos;
y no digan mañana vuestros hijos á los nuestros: Vosotros no
tenéis parte en Jehová. Nosotros, pues, dijimos: Si acontecie- 28
re que tal digan á nosotros, ó á nuestras generaciones en lo
por venir, entonces responderemos: Mirad el símil del altar de
Jehová, el cual hicieron nuestros padres, no para holocaustos
ó sacrificios, sino para que fuese testimonio entre nosotros y
vosotros. Nunca tal acontezca que nos rebelemos contra Je- 29
hová, ó que nos apartemos hoy de seguir á Jehová, edificando
altar para holocaustos, para presente, ó para sacrificio, á más
del altar de Jehová nuestro Dios que está delante de su taber-
náculo. Y oyendo Phinees el sacerdote y los príncipes de la 30
congregación, y las cabezas de la multitud de Israel que con
él estaban, las palabras que hablaron los hijos de Rubén y los
hijos de Gad y los hijos de Manasés, fueron contentos de ello.
Y dijo Phinees hijo del sacerdote Eleazar, á los hijos de Ru- 31
bén, á los hijos de Gad, y á los hijos de Manasés: Hoy hemos
entendido que Jehová está entre nosotros, pues que no habéis
intentado esta traición contra Jehová. Ahora habéis librado á
los hijos de Israel de la mano de Jehová. Y Phinees hijo del 32
sacerdote Eleazar, y los príncipes, volviéronse de con los hijos
de Rubén, y de con los hijos de Gad, de la tierra de Galaad
á la tierra de Canaán, á los hijos de Israel: á los cuales dieron
la respuesta. Y el negocio plugo á los hijos de Israel, y ben- 33
dijeron á Dios los hijos de Israel; y no hablaron más de subir
contra ellos en guerra, para destruir la tierra en que habitaban
los hijos de Rubén y los hijos de Gad. Y los hijos de Rubén 34
y los hijos de Gad pusieron por nombre al altar Ed; porque es
testimonio entre nosotros que Jehová es Dios.
Y ACONTECIÓ, pasados muchos días después que Jeho- 23
vá dió reposo á Israel de todos sus enemigos al contorno, que
Josué, siendo viejo, y entrado en días, Llamó á todo Israel, 2
á sus ancianos, á sus príncipes, á sus jueces y á sus oficiales,
23. 3–16 Josué 360
3 y díjoles: Yo soy ya viejo y entrado en días: Y vosotros ha-
béis visto todo lo que Jehová vuestro Dios ha hecho con todas
estas gentes en vuestra presencia; porque Jehová vuestro Dios
4 ha peleado por vosotros. He aquí os he repartido por suerte,
en herencia para vuestras tribus, estas gentes, así las destruí-
das como las que quedan, desde el Jordán hasta la gran mar
5 hacia donde el sol se pone. Y Jehová vuestro Dios las echará
de delante de vosotros, y las lanzará de vuestra presencia: y
vosotros poseeréis sus tierras, como Jehová vuestro Dios os ha
6 dicho. Esforzaos pues mucho á guardar y hacer todo lo que
está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello
7 ni á la diestra ni á la siniestra; Que cuando entrareis á estas
gentes que han quedado con vosotros, no hagáis mención ni
juréis por el nombre de sus dioses, ni los sirváis, ni os inclinéis
8 á ellos: Mas á Jehová vuestro Dios os allegaréis, como habéis
9 hecho hasta hoy; Pues ha echado Jehová delante de vosotros
grandes y fuertes naciones, y hasta hoy nadie ha podido parar
10 delante de vuestro rostro. Un varón de vosotros perseguirá á
mil: porque Jehová vuestro Dios pelea por vosotros, como él os
11 dijo. Por tanto, cuidad mucho por vuestras almas, que améis
12 á Jehová vuestro Dios. Porque si os apartareis, y os allegareis
á lo que resta de aquestas gentes que han quedado con voso-
tros, y si concertareis con ellas matrimonios, y entrareis á ellas,
13 y ellas á vosotros; Sabed que Jehová vuestro Dios no echará
más estas gentes delante de vosotros; antes os serán por lazo,
y por tropiezo, y por azote para vuestros costados, y por espi-
nas para vuestros ojos, hasta tanto que perezcáis de aquesta
14 buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado. Y he aquí
que yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra:
reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra
alma, que no se ha perdido una palabra de todas la buenas pa-
labras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros: todas
15 os han venido, no se ha perdido de ellas ni una. Mas será, que
como ha venido sobre vosotros toda palabra buena que Jehová
vuestro Dios os había dicho, así también traerá Jehová sobre
vosotros toda palabra mala, hasta destruiros de sobre la buena
16 tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado; Cuando traspa-
sareis el pacto de Jehová vuestro Dios que él os ha mandado,
361 Josué 24. 1–14
yendo y honrando dioses ajenos, é inclinándoos á ellos. Y el fu-
ror de Jehová se inflamará contra vosotros, y luego pereceréis
de aquesta buena tierra que él os ha dado.
Y JUNTANDO Josué todas las tribus de Israel en Sichêm, 24
llamó á los ancianos de Israel, y á sus príncipes, á sus jue-
ces, y á sus oficiales; y presentáronse delante de Dios. Y dijo 2
Josué á todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vues-
tros padres habitaron antiguamente de esotra parte del río, es
á saber, Tharé, padre de Abraham y de Nachôr; y servían á
dioses extraños. Y yo tomé á vuestro padre Abraham de la 3
otra parte del río, y trájelo por toda la tierra de Canaán, y
aumenté su generación, y díle á Isaac. Y á Isaac dí á Jacob 4
y á Esaú: y á Esaú dí el monte de Seir, que lo poseyese: mas
Jacob y sus hijos descendieron á Egipto. Y yo envié á Moisés 5
y á Aarón, y herí á Egipto, al modo que lo hice en medio de
él, y después os saqué. Y saqué á vuestros padres de Egipto: 6
y como llegaron á la mar, los Egipcios siguieron á vuestros
padres hasta el mar Bermejo con carros y caballería. Y como 7
ellos clamasen á Jehová, él puso oscuridad entre vosotros y los
Egipcios, é hizo venir sobre ellos la mar, la cual los cubrió: y
vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después estuvis-
teis muchos días en el desierto. Y os introduje en la tierra 8
de los Amorrheos, que habitaban de la otra parte del Jordán,
los cuales pelearon contra vosotros; mas yo los entregué en
vuestras manos, y poseísteis su tierra, y los destruí de delante
de vosotros. Y levantóse después Balac hijo de Sephor, rey 9
de los Moabitas, y peleó contra Israel; y envió á llamar á Ba-
laam hijo de Beor, para que os maldijese. Mas yo no quise 10
escuchar á Balaam, antes os bendijo repetidamente, y os libré
de sus manos. Y pasado el Jordán, vinisteis á Jericó; y los 11
moradores de Jericó pelearon contra vosotros: los Amorrheos,
Pherezeos, Cananeos, Hetheos, Gergeseos, Heveos, y Jebuseos:
y yo los entregué en vuestras manos. Y envié tábanos delante 12
de vosotros, los cuales los echaron de delante de vosotros, á
saber, á los dos reyes de los Amorrheos; no con tu espada, ni
con tu arco. Y os dí la tierra por la cual nada trabajasteis, y 13
las ciudades que no edificasteis, en las cuales moráis; y de las
viñas y olivares que no plantasteis, coméis. Ahora pues, te- 14
24. 15–29 Josué 362
med á Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad
de en medio los dioses á los cuales sirvieron vuestros padres
15 de esotra parte del río, y en Egipto; y servid á Jehová. Y si
mal os parece servir á Jehová, escogeos hoy á quién sirváis; si
á los dioses á quienes sirvieron vuestros padres, cuando estu-
vieron de esotra parte del río, ó á los dioses de los Amorrheos
en cuya tierra habitáis: que yo y mi casa serviremos á Jeho-
16 vá. Entonces el pueblo respondió, y dijo: Nunca tal acontezca,
17 que dejemos á Jehová por servir á otros dioses: Porque Jehová
nuestro Dios es el que nos sacó á nosotros y á nuestros padres
de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el cual de-
lante de nuestros ojos ha hecho estas grandes señales, y nos
ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y
18 en todos los pueblos por entre los cuales pasamos. Y Jehová
echó de delante de nosotros á todos los pueblos, y al Amorrheo
que habitaba en la tierra: nosotros, pues, también serviremos
19 á Jehová, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo al
pueblo: No podréis servir á Jehová, porque él es Dios santo, y
Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados.
20 Si dejareis á Jehová y sirviereis á dioses ajenos, se volverá, y os
21 maltratará, y os consumirá, después que os ha hecho bien. El
pueblo entonces dijo á Josué: No, antes á Jehová serviremos.
22 Y Josué respondió al pueblo: Vosotros sois testigos contra vo-
sotros mismos, de que os habéis elegido á Jehová para servirle.
23 Y ellos respondieron: Testigos somos. Quitad, pues, ahora los
dioses ajenos que están entre vosotros, é inclinad vuestro co-
24 razón á Jehová Dios de Israel. Y el pueblo respondió á Josué:
Á Jehová nuestro Dios serviremos, y á su voz obedeceremos.
25 Entonces Josué hizo alianza con el pueblo el mismo día, y
26 púsole ordenanzas y leyes en Sichêm. Y escribió Josué estas
palabras en el libro de la ley de Dios; y tomando una gran-
de piedra, levantóla allí debajo de un alcornoque que estaba
27 junto al santuario de Jehová. Y dijo Josué á todo el pueblo:
He aquí esta piedra será entre nosotros por testigo, la cual ha
oído todas las palabras de Jehová que él ha hablado con no-
sotros: será, pues, testigo contra vosotros, porque no mintáis
28 contra vuestro Dios. Y envió Josué al pueblo, cada uno á su
29 heredad. Y después de estas cosas murió Josué, hijo de Nun,
363 Josué 24. 30–33
siervo de Jehová siendo de ciento y diez años. Y enterráron- 30
lo en el término de su posesión en Timnath-sera, que está en
el monte de Ephraim, al norte del monte de Gaas. Y sirvió 31
Israel á Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de
los ancianos que vivieron después de Josué, y que sabían todas
las obras de Jehová, que había hecho por Israel. Y enterraron 32
en Sichêm los huesos de José que los hijos de Israel habían
traído de Egipto, en la parte del campo que Jacob compró de
los hijos de Hemor padre de Sichêm, por cien corderas; y fué
en posesión á los hijos de José. También murió Eleazar, hijo 33
de Aarón; al cual enterraron en el collado de Phinees su hijo,
que le fué dado en el monte de Ephraim.
el libro de los jueces.
1
2
3
Y ACONTECIÓ después de la muerte de Josué, que
los hijos de Israel consultaron á Jehová, diciendo:
¿Quién subirá por nosotros el primero á pelear con-
tra los Cananeos? Y Jehová respondió: Judá subirá;
he aquí que yo he entregado la tierra en sus manos. Y Judá
dijo á Simeón su hermano: Sube conmigo á mi suerte, y pelee-
mos contra el Cananeo, y yo también iré contigo á tu suerte.
4 Y Simeón fué con él. Y subió Judá, y Jehová entregó en sus
manos al Cananeo y al Pherezeo; y de ellos hirieron en Be-
5 zec diez mil hombres. Y hallaron á Adoni-bezec en Bezec, y
6 pelearon contra él: é hirieron al Cananeo y al Pherezeo. Mas
Adoni-bezec huyó; y siguiéronle, y prendiéronle, y cortáronle
7 los pulgares de las manos y de los pies. Entonces dijo Adoni-
bezec: Setenta reyes, cortados los pulgares de sus manos y de
sus pies, cogían las migajas debajo de mi mesa: como yo hi-
ce, así me ha pagado Dios. Y metiéronle en Jerusalem, donde
8 murió. Y habían combatido los hijos de Judá á Jerusalem,
y la habían tomado, y metido á cuchillo, y puesto á fuego la
9 ciudad. Después los hijos de Judá descendieron para pelear
contra el Cananeo que habitaba en las montañas, y al medio-
10 día, y en los llanos. Y partió Judá contra el Cananeo que
habitaba en Hebrón, la cual se llamaba antes Chîriath-arba; é
11 hirieron á Sesai, y á Ahiman, y á Talmai. Y de allí fué á los
que habitaban en Debir, que antes se llamaba Chîriath-sepher.
12 Y dijo Caleb: El que hiriere á Chîriath-sepher, y la tomare, yo
13 le daré á Axa mi hija por mujer. Y tomóla Othoniel hijo de
Cenez, hermano menor de Caleb: y él le dió á Axa su hija
14 por mujer. Y cuando la llevaban, persuadióle que pidiese á
su padre un campo. Y ella se apeó del asno, y Caleb le dijo:
15 ¿Qué tienes? Ella entonces le respondió: Dame una bendi-
ción: que pues me has dado tierra de secadal, me des también
fuentes de aguas. Entonces Caleb le dió las fuentes de arriba y
16 las fuentes de abajo. Y los hijos de Cineo, suegro de Moisés,
subieron de la ciudad de las palmas con los hijos de Judá al
365 Jueces 1. 17–33
desierto de Judá, que está al mediodía de Arad: y fueron y
habitaron con el pueblo. Y fué Judá á su hermano Simeón, 17
é hirieron al Cananeo que habitaba en Sephath, y asoláronla:
y pusieron por nombre á la ciudad, Horma. Tomó también 18
Judá á Gaza con su término, y á Ascalón con su término, y
á Ecrón con su término. Y fué Jehová con Judá, y echó á 19
los de las montañas; mas no pudo echar á los que habitaban
en los llanos, los cuales tenían carros herrados. Y dieron He- 20
brón á Caleb, como Moisés había dicho: y él echó de allí tres
hijos de Anac. Mas al Jebuseo que habitaba en Jerusalem, 21
no echaron los hijos de Benjamín, y así el Jebuseo habitó con
los hijos de Benjamín en Jerusalem hasta hoy. También los 22
de la casa de José subieron á Beth-el; y fué Jehová con ellos.
Y los de la casa de José pusieron espías en Beth-el, la cual 23
ciudad antes se llamaba Luz. Y los que espiaban vieron un 24
hombre que salía de la ciudad, y dijéronle: Muéstranos ahora
la entrada de la ciudad, y haremos contigo misericordia. Y él 25
les mostró la entrada á la ciudad, é hiriéronla á filo de espada;
mas dejaron á aquel hombre con toda su familia. Y fuese el 26
hombre á la tierra de los Hetheos, y edificó una ciudad, á la
cual llamó Luz: y éste es su nombre hasta hoy. Tampoco Ma- 27
nasés echó á los de Beth-seán, ni á los de sus aldeas, ni á los
de Taanach y sus aldeas, ni á los de Dor y sus aldeas, ni á los
habitantes de Ibleam y sus aldeas, ni á los que habitaban en
Megiddo y en sus aldeas: mas el Cananeo quiso habitar en esta
tierra. Empero cuando Israel tomó fuerzas hizo al Cananeo 28
tributario, mas no lo echó. Tampoco Ephraim echó al Cana- 29
neo que habitaba en Gezer; antes habitó el Cananeo en medio
de ellos en Gezer. Tampoco Zabulón echó á los que habitaban 30
en Chîtron y á los que habitaban en Naalol; mas el Cananeo
habitó en medio de él, y le fueron tributarios. Tampoco Aser 31
echó á los que habitaban en Achô, y á los que habitaban en
Sidón, y en Ahlab, y en Achzib, y en Helba, y en Aphec, y en
Rehod: Antes moró Aser entre los Cananeos que habitaban 32
en la tierra; pues no los echó. Tampoco Nephtalí echó á los 33
que habitaban en Beth-semes, y á los que habitaban en Beth-
anath, sino que moró entre los Cananeos que habitaban en la
tierra; mas fuéronle tributarios los moradores de Beth-semes,
1. 34–2. 14 Jueces 366
34 y los moradores de Beth-anath. Los Amorrheos apretaron á
los hijos de Dan hasta el monte; que no los dejaron descender
35 á la campiña. Y quiso el Amorrheo habitar en el monte de
Heres, en Ajalón y en Saalbín; mas como la mano de la casa
36 de José tomó fuerzas, hiciéronlos tributarios. Y el término del
Amorrheo fué desde la subida de Acrabim, desde la piedra, y
arriba.
2 Y El ángel de Jehová subió de Gilgal á Bochîm, y dijo: Yo
os saqué de Egipto, y os introduje en la tierra de la cual había
jurado á vuestros padres; y dije: No invalidaré jamás mi pacto
2 con vosotros; Con tal que vosotros no hagáis alianza con los
moradores de aquesta tierra, cuyos altares habéis de derribar:
mas vosotros no habéis atendido á mi voz: ¿por qué habéis
3 hecho esto? Por tanto yo también dije: No los echaré de de-
lante de vosotros, sino que os serán por azote para vuestros
4 costados, y sus dioses por tropiezo. Y como el ángel de Jeho-
vá habló estas palabras á todos los hijos de Israel, el pueblo
5 lloró en alta voz. Y llamaron por nombre aquel lugar Bochîm:
6 y sacrificaron allí á Jehová. Porque ya Josué había despedido
al pueblo, y los hijos de Israel se habían ido cada uno á su
7 heredad para poseerla. Y el pueblo había servido á Jehová
todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que
vivieron largos días después de Josué, los cuales habían visto
todas las grandes obras de Jehová, que el había hecho por Is-
8 rael. Y murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de
9 ciento y diez años. Y enterráronlo en el término de su heredad
en Timnath-sera, en el monte de Ephraim, el norte del monte
10 de Gaas. Y toda aquella generación fué también recogida con
sus padres. Y levantóse después de ellos otra generación, que
no conocían á Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel.
11 Y los hijos de Israel hicieron lo malo en ojos de Jehová, y sir-
12 vieron á los Baales: Y dejaron á Jehová el Dios de sus padres,
que los había sacado de la tierra de Egipto, y fuéronse tras
otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alre-
13 dedores, á los cuales adoraron; y provocaron á ira á Jehová. Y
14 dejaron á Jehová, y adoraron á Baal y á Astaroth. Y el furor
de Jehová se encendió contra Israel, el cual los entregó en ma-
nos de robadores que los despojaron, y los vendió en manos de
367 Jueces 2. 15–3. 7
sus enemigos de alrededor: y no pudieron parar más delante de
sus enemigos. Por donde quiera que salían, la mano de Jehová 15
era contra ellos para mal, como Jehová había dicho, y como
Jehová se lo había jurado; así los afligió en gran manera. Mas 16
Jehová suscitó jueces que los librasen de mano de los que los
despojaban. Y tampoco oyeron á sus jueces, sino que fornica- 17
ron tras dioses ajenos, á los cuales adoraron: apartáronse bien
presto del camino en que anduvieron sus padres obedeciendo
á los mandamientos de Jehová; mas ellos no hicieron así. Y 18
cuando Jehová les suscitaba jueces, Jehová era con el juez, y
librábalos de mano de los enemigos todo el tiempo de aquel
juez: porque Jehová se arrepentía por sus gemidos á causa de
los que los oprimían y afligían. Mas en muriendo el juez, ellos 19
se tornaban, y se corrompían más que sus padres, siguiendo
dioses ajenos para servirles, é inclinándose delante de ellos; y
nada disminuían de sus obras, ni de su duro camino. Y la ira 20
de Jehová se encendió contra Israel, y dijo: Pues que esta gente
traspasa mi pacto que ordené á sus padres, y no obedecen mi
voz, Tampoco yo echaré más de delante de ellos á ninguna 21
de aquestas gentes que dejó Josué cuando murió; Para que 22
por ellas probara yo á Israel, si guardarían ellos el camino de
Jehová andando por él, como sus padres lo guardaron, ó no.
Por esto dejó Jehová aquellas gentes, y no las desarraigó luego, 23
ni las entregó en mano de Josué.
ÉSTAS, pues, son las gentes que dejó Jehová para probar 3
con ellas á Israel, á todos aquellos que no habían conocido to-
das las guerras de Canaán; Para que al menos el linaje de los 2
hijos de Israel conociese, para enseñarlos en la guerra, siquiera
fuese á los que antes no la habían conocido: Cinco príncipes 3
de los Filisteos, y todos los Cananeos, y los Sidonios, y los
Heveos que habitaban en el monte Líbano: desde el monte de
Baal-hermón hasta llegar á Hamath. Éstos pues fueron pa- 4
ra probar por ellos á Israel, para saber si obedecerían á los
mandamientos de Jehová, que él había prescrito á sus padres
por mano de Moisés. Así los hijos de Israel habitaban entre 5
los Cananeos, Hetheos, Amorrheos, Pherezeos, Heveos, y Je-
buseos: Y tomaron de sus hijas por mujeres, y dieron sus hijas 6
á los hijos de ellos, y sirvieron á sus dioses. Hicieron, pues, los 7
3. 8–24 Jueces 368
hijos de Israel lo malo en ojos de Jehová: y olvidados de Jehová
su Dios, sirvieron á los Baales, y á los ídolos de los bosques.
8 Y la saña de Jehová se encendió contra Israel, y vendiólos en
manos de Chusan-risathaim rey de Mesopotamia; y sirvieron
9 los hijos de Israel á Chusan-risathaim ocho años. Y clamaron
los hijos de Israel á Jehová; y Jehová suscitó salvador á los
hijos de Israel y librólos; es á saber, á Othoniel hijo de Cenez,
10 hermano menor de Caleb. Y el espíritu de Jehová fué sobre
él, y juzgó á Israel, y salió á batalla, y Jehová entregó en su
mano á Chusan-risathaim, rey de Siria, y prevaleció su mano
11 contra Chusan-risathaim. Y reposó la tierra cuarenta años; y
12 murió Othoniel, hijo de Cenez. Y tornaron los hijos de Israel
á hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová esforzó á
Eglón rey de Moab contra Israel, por cuanto habían hecho lo
13 malo ante los ojos de Jehová. Y Juntó consigo á los hijos de
Ammón y de Amalec, y fué, é hirió á Israel, y tomó la ciudad
14 de las palmas. Y sirvieron los hijos de Israel á Eglón rey de
15 los Moabitas diez y ocho años. Y clamaron los hijos de Israel
á Jehová; y Jehová les suscitó salvador, á Aod, hijo de Gera,
Benjamita, el cual tenía cerrada la mano derecha. Y los hijos
de Israel enviaron con él un presente á Eglón rey de Moab.
16 Y Aod se había hecho un puñal de dos filos, de un codo de
17 largo; y ciñósele debajo de sus vestidos á su lado derecho. Y
presentó el presente á Eglón rey de Moab; y era Eglón hombre
18 muy grueso. Y luego que hubo presentado el don, despidió á
19 la gente que lo había traído. Mas él se volvió desde los ídolos
que están en Gilgal, y dijo: Rey, una palabra secreta tengo que
decirte. Él entonces dijo: Calla. Y saliéronse de con él todos los
20 que delante de él estaban. Y llegóse Aod á él, el cual estaba
sentado solo en una sala de verano. Y Aod dijo: Tengo palabra
21 de Dios para ti. Él entonces se levantó de la silla. Mas Aod
metió su mano izquierda, y tomó el puñal de su lado derecho,
22 y metióselo por el vientre; De tal manera que la empuñadura
entró también tras la hoja, y la grosura encerró la hoja, que él
23 no sacó el puñal de su vientre: y salió el estiércol. Y saliendo
24 Aod al patio, cerró tras sí las puertas de la sala. Y salido él,
vinieron sus siervos, los cuales viendo las puertas de la sala
cerradas, dijeron: Sin duda él cubre sus pies en la sala de ve-
369 Jueces 3. 25–4. 9
rano. Y habiendo esperado hasta estar confusos, pues que él 25
no abría las puertas de la sala, tomaron la llave y abrieron:
y he aquí su señor caído en tierra muerto. Mas entre tanto 26
que ellos se detuvieron, Aod se escapó, y pasando los ídolos,
salvóse en Seirath. Y como hubo entrado, tocó el cuerno en 27
el monte de Ephraim, y los hijos de Israel descendieron con
él del monte, y él iba delante de ellos. Entonces él les dijo: 28
Seguidme, porque Jehová ha entregado vuestros enemigos los
Moabitas en vuestras manos. Y descendieron en pos de él, y
tomaron los vados del Jordán á Moab, y no dejaron pasar á
ninguno. Y en aquel tiempo hirieron de los Moabitas como 29
diez mil hombres, todos valientes y todos hombres de guerra;
no escapó hombre. Así quedó Moab sojuzgado aquel día bajo 30
la mano de Israel: y reposó la tierra ochenta años. Después de 31
éste fué Samgar hijo de Anat, el cual hirió seiscientos hombres
de los Filisteos con una aguijada de bueyes; y él también salvó
á Israel.
MAS los hijos de Israel tornaron á hacer lo malo en ojos de 4
Jehová, después de la muerte de Aod. Y Jehová los vendió en 2
mano de Jabín rey de Canaán, el cual reinó en Asor: y el capi-
tán de su ejército se llamaba Sísara, y él habitaba en Haroseth
de las Gentes. Y los hijos de Israel clamaron á Jehová, porque 3
aquél tenía nuevecientos carros herrados: y había afligido en
gran manera á los hijos de Israel por veinte años. Y gober- 4
naba en aquel tiempo á Israel una mujer, Débora, profetisa,
mujer de Lapidoth: La cual Débora habitaba debajo de una 5
palma entre Ramá y Beth-el, en el monte de Ephraim: y los
hijos de Israel subían á ella á juicio. Y ella envió á llamar á 6
Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Nephtalí, y díjole: ¿No te
ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, y haz gente
en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de los
hijos de Nephtalí, y de los hijos de Zabulón: Y yo atraeré á 7
ti al arroyo de Cisón á Sísara, capitán del ejército de Jabín,
con sus carros y su ejército, y entregarélo en tus manos? Y 8
Barac le respondió: Si tú fueres conmigo, yo iré: pero si no
fueres conmigo, no iré. Y ella dijo: Iré contigo; mas no será tu 9
honra en el camino que vas; porque en mano de mujer venderá
Jehová á Sísara. Y levantándose Débora fué con Barac á Ce-
4. 10–5. 1 Jueces 370
10 des. Y juntó Barac á Zabulón y á Nephtalí en Cedes, y subió
11 con diez mil hombres á su mando, y Débora subió con él. Y
Heber Cineo, de los hijos de Hobab suegro de Moisés, se había
apartado de los Cineos, y puesto su tienda hasta el valle de
12 Zaananim, que está junto á Cedes. Vinieron pues las nuevas
á Sísara como Barac hijo de Abinoam había subido al mon-
13 te de Tabor. Y reunió Sísara todos sus carros, nuevecientos
carros herrados, con todo el pueblo que con él estaba, desde
14 Haroseth de las Gentes hasta el arroyo de Cisón. Entonces
Débora dijo á Barac: Levántate; porque éste es el día en que
Jehová ha entregado á Sísara en tus manos: ¿No ha salido Je-
hová delante de ti? Y Barac descendió del monte de Tabor,
15 y diez mil hombres en pos de él. Y Jehová desbarató á Sísa-
ra, y á todos sus carros y á todo su ejército, á filo de espada
delante de Barac: y Sísara descendió del carro, y huyó á pie.
16 Mas Barac siguió los carros y el ejército hasta Haroseth de las
Gentes, y todo el ejército de Sísara cayó á filo de espada hasta
17 no quedar ni uno. Y Sísara se acogió á pie á la tienda de Jael
mujer de Heber Cineo; porque había paz entre Jabín rey de
18 Asor y la casa de Heber Cineo. Y saliendo Jael á recibir á
Sísara, díjole: Ven, señor mío, ven á mi, no tengas temor. Y él
19 vino á ella á la tienda, y ella le cubrió con una manta. Y él
le dijo: Ruégote me des á beber una poca de agua, que tengo
sed. Y ella abrió un odre de leche y dióle de beber, y tornóle
20 á cubrir. Y él le dijo: Estáte á la puerta de la tienda, y si
alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno?
21 Tú responderás que no. Y Jael, mujer de Heber, tomó una
estaca de la tienda, y poniendo un mazo en su mano, vino á
él calladamente, y metióle la estaca por las sienes, y enclavólo
en la tierra, pues él estaba cargado de sueño y cansado; y así
22 murió. Y siguiendo Barac á Sísara, Jael salió á recibirlo, y
díjole: Ven, y te mostraré al varón que tú buscas. Y él entró
donde ella estaba, y he aquí Sísara yacía muerto con la estaca
23 por la sien. Así abatió Dios aquel día á Jabín, rey de Canaán,
24 delante de los hijos de Israel. Y la mano de los hijos de Israel
comenzó á crecer y á fortificarse contra Jabín rey de Canaán,
hasta que lo destruyeron.
5 Y AQUEL día cantó Débora, con Barac, hijo de Abinoam,
371 Jueces 5. 2–19
diciendo: Porque ha vengado las injurias de Israel, Porque el 2
pueblo se ha ofrecido de su voluntad, Load á Jehová. Oíd, 3
reyes; estad, oh príncipes, atentos: Yo cantaré á Jehová, Can-
taré salmos á Jehová Dios de Israel. Cuando saliste de Seir, 4
oh Jehová, Cuando te apartaste del campo de Edom, La tierra
tembló, y los cielos destilaron, Y las nubes gotearon aguas.
Los montes se derritieron delante de Jehová, Aqueste Sinaí, 5
delante de Jehová Dios de Israel. En los días de Samgar hi- 6
jo de Anath, En los días de Jael, cesaron los caminos, Y los
que andaban por las sendas apartábanse por torcidos sende-
ros. Las aldeas habían cesado en Israel, habían decaído; Hasta 7
que yo Débora me levanté, Me levanté madre en Israel. En 8
escogiendo nuevos dioses, La guerra estaba á las puertas: ¿Se
veía escudo ó lanza Entre cuarenta mil en Israel? Mi corazón 9
está por los príncipes de Israel, Los que con buena voluntad
se ofrecieron entre el pueblo: Load á Jehová. Vosotros los que 10
cabalgáis en asnas blancas, Los que presidís en juicio, Y vos-
otros los que viajáis, hablad. Lejos del ruido de los archeros, 11
en los abrevaderos, Allí repetirán las justicias de Jehová, Las
justicias de sus villas en Israel; Entonces bajará el pueblo de
Jehová á las puertas. Despierta, despierta, Débora; Despier- 12
ta, despierta, profiere un cántico. Levántate, Barac, y lleva
tus cautivos, hijo de Abinoam. Entonces ha hecho que el que 13
quedó del pueblo, señoree á los magníficos: Jehová me hizo
enseñorear sobre los fuertes. De Ephraim salió su raíz con- 14
tra Amalec, Tras ti, Benjamín, contra tus pueblos; De Machîr
descendieron príncipes, Y de Zabulón los que solían manejar
punzón de escribiente. Príncipes también de Issachâr fueron 15
con Débora; Y como Issachâr, también Barac Se puso á pie
en el valle. De las divisiones de Rubén Hubo grandes impre-
siones del corazón. ¿Por qué te quedaste entre las majadas, 16
Para oír los balidos de los rebaños? De las divisiones de Ru-
bén Grandes fueron las disquisiciones del corazón. Galaad se 17
quedó de la otra parte del Jordán: Y Dan ¿por qué se estuvo
junto á los navíos? Mantúvose Aser á la ribera de la mar, Y
quedóse en sus puertos. El pueblo de Zabulón expuso su vida 18
á la muerte, Y Nephtalí en las alturas del campo. Vinieron 19
reyes y pelearon: Entonces pelearon los reyes de Canaán En
5. 20–6. 5 Jueces 372
Taanach, junto á las aguas de Megiddo, Mas no llevaron ga-
20 nancia alguna de dinero. De los cielos pelearon: Las estrellas
21 desde sus órbitas pelearon contra Sísara. Barriólos el torrente
de Cisón, El antiguo torrente, el torrente de Cisón. Hollaste,
22 oh alma mía, con fortaleza. Despalmáronse entonces las uñas
de los caballos Por las arremetidas, por los brincos de sus va-
23 lientes. Maldecid á Meroz, dijo el ángel de Jehová: Maldecid
severamente á sus moradores, Porque no vinieron en socorro á
24 Jehová, En socorro á Jehová contra los fuertes. Bendita sea
entre las mujeres Jael, Mujer de Heber Cineo; Sobre las muje-
25 res bendita sea en la tienda. Él pidió agua, y dióle ella leche;
26 En tazón de nobles le presentó manteca. Su mano tendió á la
estaca, Y su diestra al mazo de trabajadores; Y majó á Sísara,
27 hirió su cabeza, Llagó y atravesó sus sienes. Cayó encorvado
entre sus pies, quedó tendido: Entre sus pies cayó encorvado;
28 Donde se encorvó, allí cayó muerto. La madre de Sísara se
asoma á la ventana, Y por entre las celosías á voces dice: ¿Por
qué se detiene su carro, que no viene? ¿Por qué las ruedas
29 de sus carros se tardan? Las más avisadas de sus damas le
30 respondían; Y aun ella se respondía á sí misma. ¿No han ha-
3
H UBO un varón de Ramathaim de Sophim, del monte
de Ephraim, que se llamaba Elcana, hijo de Jeroham,
hijo de Eliú, hijo de Thohu, hijo de Suph, Ephrateo.
Y tenía él dos mujeres; el nombre de la una era Anna,
y el nombre de la otra Peninna. Y Peninna tenía hijos, mas
Anna no los tenía. Y subía aquel varón todos los años de su
ciudad, á adorar y sacrificar á Jehová de los ejércitos en Silo,
donde estaban dos hijos de Elí, Ophni y Phinees, sacerdotes de
4 Jehová. Y cuando venía el día, Elcana sacrificaba, y daba á
Peninna su mujer, y á todos sus hijos y á todas sus hijas, á cada
5 uno su parte. Mas á Anna daba una parte escogida; porque
6 amaba á Anna, aunque Jehová había cerrado su matriz. Y su
competidora la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque
7 Jehová había cerrado su matriz. Y así hacía cada año: cuando
subía á la casa de Jehová, enojaba así á la otra; por lo cual
8 ella lloraba, y no comía. Y Elcana su marido le dijo: Anna,
¿por qué lloras? ¿y por qué no comes? ¿y por qué está afligido
9 tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? Y levantóse
Anna después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el
sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto á un pilar del
10 templo de Jehová, Ella con amargura de alma oró á Jehová,
11 y lloró abundantemente. É hizo voto, diciendo: Jehová de los
ejércitos, si te dignares mirar la aflicción de tu sierva, y te
acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, mas dieres
á tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré á Jehová todos los
12 días de su vida, y no subirá navaja sobre su cabeza. Y fué
que como ella orase largamente delante de Jehová, Elí estaba
13 observando la boca de ella. Mas Anna hablaba en su corazón,
y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y túvola
14 Elí por borracha. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás
15 borracha?; digiere tu vino. Y Anna le respondió, diciendo: No,
señor mío: mas yo soy una mujer trabajada de espíritu: no he
411 I Samuel 1. 16–2. 5
bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante
de Jehová. No tengas á tu sierva por una mujer impía: porque 16
por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado
hasta ahora. Y Elí respondió, y dijo: Ve en paz, y el Dios 17
de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: 18
Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y fuése la mujer su
camino, y comió, y no estuvo más triste. Y levantándose de 19
mañana, adoraron delante de Jehová, y volviéronse, y vinieron
á su casa en Ramatha. Y Elcana conoció á Anna su mujer, y
Jehová se acordó de ella. Y fué que corrido el tiempo, después 20
de haber concebido Anna, parió un hijo, y púsole por nombre
Samuel, diciendo: Por cuanto lo demandé á Jehová. Después 21
subió el varón Elcana, con toda su familia, á sacrificar á Jehová
el sacrificio acostumbrado, y su voto. Mas Anna no subió, sino 22
dijo á su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado;
para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede
allá para siempre. Y Elcana su marido le respondió: Haz lo 23
que bien te pareciere; quédate hasta que lo destetes; solamente
Jehová cumpla su palabra. Y quedóse la mujer, y crió su hijo
hasta que lo destetó. Y después que lo hubo destetado, llevólo 24
consigo, con tres becerros, y un epha de harina, y una vasija
de vino, y trájolo á la casa de Jehová en Silo: y el niño era
pequeño. Y matando el becerro, trajeron el niño á Elí. Y ella 25, 26
dijo: ¡Oh, señor mío! vive tu alma, señor mío, yo soy aquella
mujer que estuvo aquí junto á ti orando á Jehová. Por este 27
niño oraba, y Jehová me dió lo que le pedí. Yo pues le vuelvo 28
también á Jehová: todos los días que viviere, será de Jehová.
Y adoró allí á Jehová.
Y ANNA oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, Mi 2
cuerno es ensalzado en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis
enemigos, Por cuanto me alegré en tu salud. No hay san- 2
to como Jehová: Porque no hay ninguno fuera de ti; Y no
hay refugio como el Dios nuestro. No multipliquéis hablando 3
grandezas, altanerías; Cesen las palabras arrogantes de vues-
tra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová, Y á él toca el
pesar las acciones. Los arcos de los fuertes fueron quebrados, 4
Y los flacos se ciñeron de fortaleza. Los hartos se alquilaron 5
por pan: Y cesaron los hambrientos: Hasta parir siete la esté-
2. 6–22 I Samuel 412
6 ril, Y la que tenía muchos hijos enfermó. Jehová mata, y él
7 da vida: Él hace descender al sepulcro, y hace subir. Jehová
8 empobrece, y él enriquece: Abate, y ensalza. Él levanta del
polvo al pobre, Y al menesteroso ensalza del estiércol, Para
asentarlo con los príncipes; Y hace que tengan por heredad
asiento de honra: Porque de Jehová son las columnas de la
9 tierra, Y él asentó sobre ellas el mundo. Él guarda los pies de
sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie
10 será fuerte por su fuerza. Delante de Jehová serán quebran-
tados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos:
Jehová juzgará los términos de la tierra, Y dará fortaleza á su
11 Rey, Y ensalzará el cuerno de su Mesías. Y Elcana se volvió
á su casa en Ramatha; y el niño ministraba á Jehová delante
12 del sacerdote Elí. Mas los hijos de Elí eran hombres impíos,
13 y no tenían conocimiento de Jehová. Y la costumbre de los
sacerdotes con el pueblo era que, cuando alguno ofrecía sa-
crificio, venía el criado del sacerdote mientras la carne estaba
14 á cocer, trayendo en su mano un garfio de tres ganchos; Y
hería con él en la caldera, ó en la olla, ó en el caldero, ó en
el pote; y todo lo que sacaba el garfio, el sacerdote lo tomaba
para si. De esta manera hacían á todo Israelita que venía á
15 Silo. Asimismo, antes de quemar el sebo, venía el criado del
sacerdote, y decía al que sacrificaba: Da carne que ase para el
16 sacerdote; porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda. Y
si le respondía el varón, Quemen luego el sebo hoy, y después
toma tanta como quisieres; él respondía: No, sino ahora la has
17 de dar: de otra manera yo la tomaré por fuerza. Era pues
el pecado de los mozos muy grande delante de Jehová; porque
18 los hombres menospreciaban los sacrificios de Jehová. Y el jo-
ven Samuel ministraba delante de Jehová, vestido de un ephod
19 de lino. Y hacíale su madre una túnica pequeña, y traíasela
cada año, cuando subía con su marido á ofrecer el sacrificio
20 acostumbrado. Y Elí bendijo á Elcana y á su mujer, diciendo:
Jehová te dé simiente de esta mujer en lugar de esta petición
21 que hizo á Jehová. Y volviéronse á su casa. Y visitó Jehová
á Anna, y concibió, y parió tres hijos, y dos hijas. Y el joven
22 Samuel crecía delante de Jehová. Elí empero era muy viejo,
413 I Samuel 2. 23–36
y oyó todo lo que sus hijos hacían á todo Israel, y como dor-
mían con las mujeres que velaban á la puerta del tabernáculo
del testimonio. Y díjoles: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? 23
Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes.
No, hijos míos; porque no es buena fama la que yo oigo: que 24
hacéis pecar al pueblo de Jehová. Si pecare el hombre contra 25
el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra
Jehová, ¿quién rogará por él? Mas ellos no oyeron la voz de
su padre, porque Jehová los quería matar. Y el joven Samuel 26
iba creciendo, y adelantando delante de Dios y delante de los
hombres. Y vino un varón de Dios á Elí, y díjole: Así ha dicho 27
Jehová: ¿No me manifesté yo claramente á la casa de tu padre,
cuando estaban en Egipto en casa de Faraón? Y yo le esco- 28
gí por mi sacerdote entre todas las tribus de Israel, para que
ofreciese sobre mi altar, y quemase perfume, y trajese ephod
delante de mí; y dí á la casa de tu padre todas las ofrendas de
los hijos de Israel. ¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y 29
mis presentes, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y has
honrado á tus hijos más que á mí, engordándoos de lo prin-
cipal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? Por tanto, 30
Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la
casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas
ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré
á los que me honran, y los que me tuvieren en poco, serán
viles. He aquí vienen días, en que cortaré tu brazo, y el brazo 31
de la casa de tu padre, que no haya viejo en tu casa. Y verás 32
competidor en el tabernáculo, en todas las cosas en que hiciere
bien á Israel; y en ningún tiempo habrá viejo en tu casa. Y no 33
te cortaré del todo varón de mi altar, para hacerte marchitar
tus ojos, y henchir tu ánimo de dolor; mas toda la cría de tu
casa morirá en la edad varonil. Y te será por señal esto que 34
acontecerá á tus dos hijos, Ophni y Phinees: ambos morirán
en un día. Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga con- 35
forme á mi corazón y á mi alma; y yo le edificaré casa firme,
y andará delante de mi ungido todo los días. Y será que el 36
que hubiere quedado en tu casa, vendrá á postrársele por un
dinero de plata y un bocado de pan, diciéndole: Ruégote que
me constituyas en algún ministerio, para que coma un bocado
3. 1–18 I Samuel 414
de pan.
3 Y EL joven Samuel ministraba á Jehová delante de Elí: y
la palabra de Jehová era de estima en aquellos días; no había
2 visión manifiesta. Y aconteció un día, que estando Elí acosta-
do en su aposento, cuando sus ojos comenzaban á oscurecerse,
3 que no podía ver, Samuel estaba durmiendo en el templo de
Jehová, donde el arca de Dios estaba: y antes que la lámpara
4 de Dios fuese apagada, Jehová llamó á Samuel; y él respondió:
5 Heme aquí. Y corriendo luego á Elí, dijo: Heme aquí; ¿para
qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuélvete á
6 acostar. Y él se volvió, y acostóse. Y Jehová volvió á llamar
otra vez á Samuel. Y levantándose Samuel vino á Elí, y dijo:
Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío,
7 yo no he llamado; vuelve, y acuéstate. Y Samuel no había
conocido aún á Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido
8 revelada. Jehová pues llamó la tercera vez á Samuel. Y él le-
vantándose vino á Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has
llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven.
9 Y dijo Elí á Samuel: Ve, y acuéstate: y si te llamare, dirás: Ha-
bla, Jehová, que tu siervo oye. Así se fué Samuel, y acostóse
10 en su lugar. Y vino Jehová, y paróse, y llamó como las otras
veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, que tu
11 siervo oye. Y Jehová dijo á Samuel: He aquí haré yo una cosa
12 en Israel, que á quien la oyere, le retiñirán ambos oídos. Aquel
día yo despertaré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre
13 su casa. En comenzando, acabaré también. Y mostraréle que
yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe;
porque sus hijos se han envilecido, y él no los ha estorbado.
14 Y por tanto yo he jurado á la casa de Elí, que la iniquidad
de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni
15 con presentes. Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y
abrió las puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía descu-
16 brir la visión á Elí. Llamando pues Elí á Samuel, díjole: Hijo
17 mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: ¿Qué es la
palabra que te habló Jehová?; ruégote que no me la encubras:
así te haga Dios y así te añada, si me encubrieres palabra de
18 todo lo que habló contigo. Y Samuel se lo manifestó todo, sin
encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien
415 I Samuel 3. 19–4. 13
le pareciere. Y Samuel creció, y Jehová fué con él, y no dejó 19
caer á tierra ninguna de sus palabras. Y conoció todo Israel 20
desde Dan hasta Beer-sebah, que Samuel era fiel profeta de
Jehová. Así tornó Jehová á aparecer en Silo: porque Jehová 21
se manifestó á Samuel en Silo con palabra de Jehová.
Y SAMUEL habló á todo Israel. Por aquel tiempo salió 4
Israel á encontrar en batalla á los Filisteos, y asentó campo
junto á Eben-ezer, y los Filisteos asentaron el suyo en Aphec.
Y los Filisteos presentaron la batalla á Israel; y trabándose el 2
combate, Israel fué vencido delante de los Filisteos, los cuales
hirieron en la batalla por el campo como cuatro mil hombres.
Y vuelto que hubo el pueblo al campamento, los ancianos de 3
Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de
los Filisteos? Traigamos á nosotros de Silo el arca del pacto de
Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano
de nuestros enemigos. Y envió el pueblo á Silo, y trajeron de 4
allá el arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que estaba
asentado entre los querubines; y los dos hijos de Elí, Ophni y
Phinees, estaban allí con el arca del pacto de Dios. Y aconte- 5
ció que, como el arca del pacto de Jehová vino al campo, todo
Israel dió grita con tan grande júbilo, que la tierra tembló. Y 6
cuando los Filisteos oyeron la voz de júbilo, dijeron: ¿Qué voz
de gran júbilo es ésta en el campo de los Hebreos? Y supieron
que el arca de Jehová había venido al campo. Y los Filisteos 7
tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al campo. Y
dijeron: ¡Ay de nosotros! pues antes de ahora no fué así. ¡Ay 8
de nosotros! ¿Quién nos librará de las manos de estos dioses
fuertes? Éstos son los dioses que hirieron á Egipto con toda
plaga en el desierto. Esforzaos, oh Filisteos, y sed hombres, 9
porque no sirváis á los Hebreos, como ellos os han servido á
vosotros: sed hombres, y pelead. Pelearon pues los Filisteos, 10
é Israel fué vencido, y huyeron cada cual á sus tiendas; y fué
hecha muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta
mil hombres de á pie. Y el arca de Dios fué tomada, y muer- 11
tos los dos hijos de Elí, Ophni y Phinees. Y corriendo de la 12
batalla un hombre de Benjamín, vino aquel día á Silo, rotos
sus vestidos y tierra sobre su cabeza: Y cuando llegó, he aquí 13
Elí que estaba sentado en una silla atalayando junto al cami-
4. 14–5. 5 I Samuel 416
no; porque su corazón estaba temblando por causa del arca
de Dios. Llegado pues aquel hombre á la ciudad, y dadas las
14 nuevas, toda la ciudad gritó. Y como Elí oyó el estruendo de
la gritería, dijo: ¿Qué estruendo de alboroto es éste? Y aquel
15 hombre vino apriesa, y dió las nuevas á Elí. Era ya Elí de edad
de noventa y ocho años, y sus ojos se habían entenebrecido,
16 de modo que no podía ver. Dijo pues aquel hombre á Elí: Yo
vengo de la batalla, yo he escapado hoy del combate. Y él dijo:
17 ¿Qué ha acontecido, hijo mío? Y el mensajero respondió, y
dijo: Israel huyó delante de los Filisteos, y también fué hecha
gran mortandad en el pueblo; y también tus dos hijos, Ophni y
18 Phinees, son muertos, y el arca de Dios fué tomada. Y aconte-
ció que como él hizo mención del arca de Dios, Elí cayó hacia
atrás de la silla al lado de la puerta, y quebrósele la cerviz,
y murió: porque era hombre viejo y pesado. Y había juzga-
19 do á Israel cuarenta años. Y su nuera, la mujer de Phinees,
que estaba preñada, cercana al parto, oyendo el rumor que el
arca de Dios era tomada, y muertos su suegro y su marido,
encorvóse y parió; porque sus dolores se habían ya derramado
20 por ella. Y al tiempo que se moría, decíanle las que estaban
junto á ella: No tengas temor, porque has parido un hijo. Mas
21 ella no respondió, ni paró mientes. Y llamó al niño Ichâbod,
diciendo: ¡Traspasada es la gloria de Israel! por el arca de Dios
que fué tomada, y porque era muerto su suegro, y su marido.
22 Dijo pues: Traspasada es la gloria de Israel: porque el arca de
Dios fué tomada.
5 Y LOS Filisteos, tomada el arca de Dios, trajéronla desde
2 Eben-ezer á Asdod. Y tomaron los Filisteos el arca de Dios,
y metiéronla en la casa de Dagón, y pusiéronla junto á Dagón.
3 Y el siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, y he
aquí Dagón postrado en tierra delante del arca de Jehová: y
4 tomaron á Dagón, y volviéronlo á su lugar. Y tornándose á
levantar de mañana el siguiente día, he aquí que Dagón había
caído postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la cabe-
za de Dagón, y las dos palmas de sus manos estaban cortadas
sobre el umbral, habiéndole quedado á Dagón el tronco sola-
5 mente. Por esta causa los sacerdotes de Dagón, y todos los
que en el templo de Dagón entran, no pisan el umbral de Da-
417 I Samuel 5. 6–6. 6
gón en Asdod, hasta hoy. Empero agravóse la mano de Jehová 6
sobre los de Asdod, y destruyólos, é hiriólos con hemorroides
en Asdod y en todos sus términos. Y viendo esto los de As- 7
dod, dijeron: No quede con nosotros el arca del Dios de Israel,
porque su mano es dura sobre nosotros, y sobre nuestro dios
Dagón. Enviaron pues á juntar á sí todos los príncipes de 8
los Filisteos, y dijeron: ¿Qué haremos del arca del Dios de Is-
rael? Y ellos respondieron: Pásese el arca del Dios de Israel á
Gath. Y pasaron allá el arca del Dios de Israel. Y aconteció 9
que como la hubieron pasado, la mano de Jehová fué contra
la ciudad con grande quebrantamiento; é hirió los hombres de
aquella ciudad desde el chico hasta el grande, que se llenaron
de hemorroides. Entonces enviaron el arca de Dios á Ecrón. 10
Y como el arca de Dios vino á Ecrón, los Ecronitas dieron vo-
ces diciendo: Han pasado á mí el arca del Dios de Israel por
matarme á mí y á mi pueblo. Y enviaron á juntar todos los 11
príncipes de los Filisteos, diciendo: Despachad el arca del Dios
de Israel, y tórnese á su lugar, y no mate á mí ni á mi pueblo:
porque había quebrantamiento de muerte en toda la ciudad, y
la mano de Dios se había allí agravado. Y los que no morían, 12
eran heridos de hemorroides; y el clamor de la ciudad subía al
cielo.
Y ESTUVO el arca de Jehová en la tierra de los Filisteos 6
siete meses. Entonces los Filisteos, llamando los sacerdotes 2
y adivinos, preguntaron: ¿Qué haremos del arca de Jehová?
Declaradnos cómo la hemos de tornar á enviar á su lugar. Y 3
ellos dijeron: Si enviáis el arca del Dios de Israel, no la enviéis
vacía; mas le pagaréis la expiación: y entonces seréis sanos, y
conoceréis por qué no se apartó de vosotros su mano. Y ellos 4
dijeron: ¿Y qué será la expiación que le pagaremos? Y ellos
respondieron: Conforme al número de los príncipes de los Fi-
listeos, cinco hemorroides de oro, y cinco ratones de oro, por-
que la misma plaga que todos tienen, tienen también vuestros
príncipes. Haréis pues las formas de vuestras hemorroides, y 5
las formas de vuestros ratones que destruyen la tierra, y da-
réis gloria al Dios de Israel: quizá aliviará su mano de sobre
vosotros, y de sobre vuestros dioses, y de sobre vuestra tierra.
Mas ¿por qué endurecéis vuestro corazón, como los Egipcios 6
6. 7–19 I Samuel 418
y Faraón endurecieron su corazón? Después que los hubo así
7 tratado, ¿no los dejaron que se fuesen, y se fueron? Haced
pues ahora un carro nuevo, y tomad luego dos vacas que críen,
á las cuales no haya sido puesto yugo, y uncid las vacas al
carro, y haced tornar de detrás de ellas sus becerros á casa.
8 Tomaréis luego el arca de Jehová, y la pondréis sobre el carro;
y poned en una caja al lado de ella las alhajas de oro que le pa-
9 gáis en expiación: y la dejaréis que se vaya. Y mirad: si sube
por el camino de su término á Beth-semes, él nos ha hecho este
mal tan grande; y si no, seremos ciertos que su mano no nos
10 hirió, nos ha sido accidente. Y aquellos hombres lo hicieron
así; pues tomando dos vacas que criaban, unciéronlas al carro,
11 y encerraron en casa sus becerros. Luego pusieron el arca de
Jehová sobre el carro, y la caja con los ratones de oro y con las
12 formas de sus hemorroides. Y las vacas se encaminaron por
el camino de Beth-semes, é iban por un mismo camino andan-
do y bramando, sin apartarse ni á diestra ni á siniestra: y los
príncipes de los Filisteos fueron tras ellas hasta el término de
13 Beth-semes. Y los de Beth-semes segaban el trigo en el valle;
y alzando sus ojos vieron el arca, y holgáronse cuando la vie-
14 ron. Y el carro vino al campo de Josué Beth-semita, y paró
allí porque allí había una gran piedra; y ellos cortaron la ma-
dera del carro, y ofrecieron las vacas en holocausto á Jehová.
15 Y los Levitas bajaron el arca de Jehová, y la caja que estaba
junto á ella, en la cual estaban las alhajas de oro, y pusiéronlas
sobre aquella gran piedra; y los hombre de Beth-semes sacrifi-
caron holocaustos y mataron víctimas á Jehová en aquel día.
16 Lo cual viendo los cinco príncipes de los Filisteos, volviéron-
17 se á Ecrón el mismo día. Estas pues son las hemorroides de
oro que pagaron los Filisteos á Jehová en expiación: por As-
dod una, por Gaza una, por Ascalón una, por Gath una, por
18 Ecrón una; Y ratones de oro conforme al número de todas las
ciudades de los Filisteos pertenecientes á los cinco príncipes,
desde las ciudades fuertes hasta las aldeas sin muro; y hasta
la gran piedra sobre la cual pusieron el arca de Jehová, piedra
19 que está en el campo de Josué Beth-semita hasta hoy. Enton-
ces hirió Dios á los de Beth-semes, porque habían mirado en
el arca de Jehová; hirió en el pueblo cincuenta mil y setenta
419 I Samuel 6. 20–7. 13
hombres. Y el pueblo puso luto, porque Jehová le había herido
de tan gran plaga. Y dijeron los de Beth-semes: ¿Quién podrá 20
estar delante de Jehová el Dios santo? ¿y á quién subirá desde
nosotros? Y enviaron mensajeros á los de Chîriath-jearim, di- 21
ciendo: Los Filisteos han vuelto el arca de Jehová: descended
pues, y llevadla á vosotros.
Y VINIERON los de Chîriath-jearim, y llevaron el arca de 7
Jehová, y metiéronla en casa de Abinadab, situada en el co-
llado; y santificaron á Eleazar su hijo, para que guardase el
arca de Jehová. Y aconteció que desde el día que llegó el arca 2
á Chîriath-jearim pasaron mucho días, veinte años; y toda la
casa de Israel lamentaba en pos de Jehová. Y habló Samuel 3
á toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón
os volvéis á Jehová, quitad los dioses ajenos y á Astaroth de
entre vosotros, y preparad vuestro corazón á Jehová, y á sólo
él servid, y os librará de mano de los Filisteos. Entonces los 4
hijos de Israel quitaron á los Baales y á Astaroth, y sirvieron
á solo Jehová. Y Samuel dijo: Juntad á todo Israel en Mizpa, 5
y yo oraré por vosotros á Jehová. Y juntándose en Mizpa, 6
sacaron agua, y derramáronla delante de Jehová, y ayunaron
aquel día, y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado. Y juzgó
Samuel á los hijos de Israel en Mizpa. Y oyendo los Filisteos 7
que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron
los príncipes de los Filisteos contra Israel: lo cual como hubie-
ron oído los hijos de Israel, tuvieron temor de los Filisteos. Y 8
dijeron los hijos de Israel á Samuel: No ceses de clamar por
nosotros á Jehová nuestro Dios, que nos guarde de mano de
los filisteos. Y Samuel tomó un cordero de leche, y sacrificólo 9
entero á Jehová en holocausto: y clamó Samuel á Jehová por
Israel, y Jehová le oyó. Y aconteció que estando Samuel sa- 10
crificando el holocausto, los Filisteos llegaron para pelear con
los hijos de Israel. Mas Jehová tronó aquel día con grande es-
truendo sobre los Filisteos, y desbaratólos, y fueron vencidos
delante de Israel. Y saliendo los hijos de Israel de Mizpa, si- 11
guieron á los Filisteos, hiriéndolos hasta abajo de Beth-car.
Tomó luego Samuel una piedra, y púsola entre Mizpa y Sen, y 12
púsole por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó
Jehová. Fueron pues los Filisteos humillados, que no vinieron 13
7. 14–8. 14 I Samuel 420
más al término de Israel; y la mano de Jehová fué contra los
14 Filisteos todo el tiempo de Samuel. Y fueron restituídas á los
hijos de Israel las ciudades que los Filisteos habían tomado á
los Israelitas, desde Ecrón hasta Gath, con sus términos: é Is-
rael las libró de mano de los Filisteos. Y hubo paz entre Israel
15 y el Amorrheo. Y juzgó Samuel á Israel todo el tiempo que
16 vivió. Y todos los años iba y daba vuelta á Beth-el, y á Gilgal,
17 y á Mizpa, y juzgaba á Israel en todos estos lugares. Volvíase
después á Ramá, porque allí estaba su casa, y allí juzgaba á
Israel; y edificó allí altar á Jehová.
8 Y ACONTECIÓ que habiendo Samuel envejecido, puso sus
2 hijos por jueces sobre Israel. Y el nombre de su hijo primogé-
nito fué Joel, y el nombre del segundo, Abía: fueron jueces en
3 Beer-sebah. Mas no anduvieron los hijos por los caminos de
su padre, antes se ladearon tras la avaricia, recibiendo cohe-
4 cho y pervirtiendo el derecho. Entonces todos los ancianos de
5 Israel se juntaron, y vinieron á Samuel en Ramá, Y dijéronle:
He aquí tú has envejecido, y tus hijos no van por tus caminos:
por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como
6 todas las gentes. Y descontentó á Samuel esta palabra que
7 dijeron: Danos rey que nos juzgue. Y Samuel oró á Jehová. Y
dijo Jehová á Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que
te dijeren: porque no te han desechado á ti, sino á mí me han
8 desechado, para que no reine sobre ellos. Conforme á todas
las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto
hasta hoy, que me han dejado y han servido á dioses ajenos,
9 así hacen también contigo. Ahora pues, oye su voz: mas pro-
testa contra ellos declarándoles el derecho del rey que ha de
10 reinar sobre ellos. Y dijo Samuel todas las palabras de Jeho-
alta voz al rey: Paz. É inclinóse á tierra delante del rey, y dijo:
Bendito sea Jehová Dios tuyo, que ha entregado á los hombres
que habían levantado sus manos contra mi señor el rey. Y el 29
rey dijo: ¿El mozo Absalom tiene paz? Y Ahimaas respondió:
Vi yo un grande alboroto cuando envió Joab al siervo del rey y
á mí tu siervo; mas no sé qué era. Y el rey dijo: Pasa, y ponte 30
allí. Y él pasó, y paróse. Y luego vino Cusi, y dijo: Reciba 31
nueva mi señor el rey, que hoy Jehová ha defendido tu causa
de la mano de todos los que se habían levantado contra ti. El 32
rey entonces dijo á Cusi: ¿El mozo Absalom tiene paz? Y Cusi
respondió: Como aquel mozo sean los enemigos de mi señor el
rey, y todos los que se levantan contra ti para mal. Entonces 33
19. 1–12 II Samuel 494
el rey se turbó, y subióse á la sala de la puerta, y lloró; y yen-
do, decía así: ¡Hijo mío Absalom, hijo mío, hijo mío Absalom!
¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalom, hijo
mío, hijo mío!
19 Y DIERON aviso á Joab: He aquí el rey llora, y hace duelo
2 por Absalom. Y volvióse aquel día la victoria en luto para
todo el pueblo; porque oyó decir el pueblo aquel día que el rey
3 tenía dolor por su hijo. Entróse el pueblo aquel día en la ciu-
dad escondidamente, como suele entrar á escondidas el pueblo
4 avergonzado que ha huído de la batalla. Mas el rey, cubierto
el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalom, Absalom,
5 hijo mío, hijo mío! Y entrando Joab en casa al rey, díjole: Hoy
has avergonzado el rostro de todos tus siervos, que han hoy li-
brado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida de
6 tus mujeres, y la vida de tus concubinas, Amando á los que
te aborrecen, y aborreciendo á los que te aman: porque hoy
has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos;
pues hoy echo de ver que si Absalom viviera, bien que noso-
tros todos estuviéramos hoy muertos, entonces te contentaras.
7 Levántate pues ahora, y sal fuera, y halaga á tus siervos: por-
que juro por Jehová, que si no sales, ni aun uno quede contigo
esta noche; y de esto te pesará más que de todos los males que
8 te han sobrevenido desde tu mocedad hasta ahora. Entonces
se levantó el rey, y sentóse á la puerta; y fué declarado á todo
el pueblo, diciendo: He aquí el rey está sentado á la puerta.
Y vino todo el pueblo delante del rey; mas Israel había huí-
9 do, cada uno á sus estancias. Y todo el pueblo porfiaba en
todas las tribus de Israel, diciendo: El rey nos ha librado de
mano de nuestros enemigos, y él nos ha salvado de mano de los
Filisteos; y ahora había huído, de la tierra por miedo de Absa-
10 lom. Y Absalom, á quien habíamos ungido sobre nosotros, es
muerto en la batalla. ¿Por qué pues os estáis ahora quedos en
11 orden á hacer volver al rey? Y el rey David envió á Sadoc y á
Abiathar sacerdotes, diciendo: Hablad á los ancianos de Judá
y decidles: ¿Por qué seréis vosotros los postreros en volver el
rey á su casa, ya que la palabra de todo Israel ha venido al rey
12 de volverle á su casa? Vosotros sois mis hermanos; mis huesos
y mi carne sois: ¿por qué pues seréis vosotros los postreros en
495 II Samuel 19. 13–28
volver al rey? Asimismo diréis á Amasa: ¿No eres tú también 13
hueso mío y carne mía? Así me haga Dios, y así me añada, si
no fueres general del ejército delante de mí para siempre, en
lugar de Joab. Así inclinó el corazón de todos los varones de 14
Judá, como el de un solo hombre, para que enviasen á decir al
rey: Vuelve tú, y todos tus siervos. Volvió pues el rey, y vino 15
hasta el Jordán. Y Judá vino á Gilgal, á recibir al rey y pasarlo
el Jordán. Y Semei hijo de Gera, hijo de Benjamín, que era 16
de Bahurim, dióse priesa á venir con los hombres de Judá á re-
cibir al rey David; Y con él venían mil hombres de Benjamín; 17
asimismo Siba criado de la casa de Saúl, con sus quince hijos y
sus veinte siervos, los cuales pasaron el Jordán delante del rey.
Atravesó después la barca para pasar la familia del rey, y para 18
hacer lo que le pluguiera. Entonces Semei hijo de Gera se pos-
tró delante del rey cuando él había pasado el Jordán. Y dijo 19
al rey: No me impute mi señor iniquidad, ni tengas memoria
de los males que tu siervo hizo el día que mi señor el rey salió
de Jerusalem, para guardarlos el rey en su corazón; Porque 20
yo tu siervo conozco haber pecado, y he venido hoy el primero
de toda la casa de José, para descender á recibir á mi señor el
rey. Y Abisai hijo de Sarvia respondió y dijo: ¿No ha de morir 21
por esto Semei, que maldijo al ungido de Jehová? David en- 22
tonces dijo: ¿Qué tenéis vosotros conmigo, hijos de Sarvia, que
me habéis de ser hoy adversarios? ¿ha de morir hoy alguno en
Israel? ¿no conozco yo que hoy soy rey sobre Israel? Y dijo el 23
rey á Semei: No morirás. Y el rey se lo juró. También Mephi- 24
boseth hijo de Saúl descendió á recibir al rey: no había lavado
sus pies, ni había cortado su barba, ni tampoco había lavado
sus vestidos, desde el día que el rey salió hasta el día que vino
en paz. Y luego que vino él á Jerusalem á recibir al rey, el rey 25
le dijo: Mephi-boseth, ¿Por qué no fuiste conmigo? Y él dijo: 26
Rey señor mío, mi siervo me ha engañado; pues había tu siervo
dicho: Enalbardaré un asno, y subiré en él, é iré al rey; porque
tu siervo es cojo. Empero él revolvió á tu siervo delante de mi 27
señor el rey; mas mi señor el rey es como un ángel de Dios: haz
pues lo que bien te pareciere. Porque toda la casa de mi padre 28
era digna de muerte delante de mi señor el rey, y tú pusiste á
tu siervo entre los convidados de tu mesa. ¿Qué derecho pues
19. 29–43 II Samuel 496
29 tengo aún para quejarme más contra el rey? Y el rey le dijo:
¿Para qué hablas más palabras? Yo he determinado que tú y
30 Siba partáis las tierras. Y Mephi-boseth dijo al rey: Y aun
tómelas él todas, pues que mi señor el rey ha vuelto en paz á
31 su casa. También Barzillai Galaadita descendió de Rogelim,
y pasó el Jordán con el rey, para acompañarle de la otra par-
32 te del Jordán. Y era Barzillai muy viejo, de ochenta años, el
cual había dado provisión al rey cuando estaba en Mahanaim,
33 porque era hombre muy rico. Y el rey dijo á Barzillai: Pasa
34 conmigo, y yo te daré de comer conmigo en Jerusalem. Mas
Barzillai dijo al rey: ¿Cuántos son los días del tiempo de mi
35 vida, para que yo suba con el rey á Jerusalem? Yo soy hoy
día de edad de ochenta años, que ya no haré diferencia entre
lo bueno y lo malo: ¿tomará gusto ahora tu siervo en lo que
comiere ó bebiere? ¿oiré más la voz de los cantores y de las
cantoras? ¿para qué, pues, sería aún tu siervo molesto á mi
36 señor el rey? Pasará tu siervo un poco el Jordán con el rey:
37 ¿por qué me ha de dar el rey tan grande recompensa? Yo te
ruego que dejes volver á tu siervo, y que muera en mi ciudad,
junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. He aquí tu siervo
Chimham; que pase él con mi señor el rey, y hazle lo que bien
38 te pareciere. Y el rey dijo: Pues pase conmigo Chimham, y yo
haré con él como bien te parezca: y todo lo que tú pidieres de
39 mí, yo lo haré. Y todo el pueblo pasó el Jordán: y luego que el
rey hubo también pasado, el rey besó á Barzillai, y bendíjolo;
40 y él se volvió á su casa. El rey entonces pasó á Gilgal, y con
él pasó Chimham; y todo el pueblo de Judá, con la mitad del
41 pueblo de Israel, pasaron al rey. Y he aquí todos los varones
de Israel vinieron al rey, y le dijeron: ¿Por qué los hombres de
Judá, nuestros hermanos, te han llevado, y han hecho pasar el
Jordán al rey y á su familia, y á todos los varones de David
42 con él? Y todos los varones de Judá respondieron á todos los
de Israel: Porque el rey es nuestro pariente. Mas ¿por qué os
enojáis vosotros de eso? ¿hemos nosotros comido algo del rey?
43 ¿hemos recibido de él algún don? Entonces respondieron los
varones de Israel, y dijeron á los de Judá: Nosotros tenemos
en el rey diez partes, y en el mismo David más que vosotros:
¿por qué pues nos habéis tenido en poco? ¿no hablamos noso-
497 II Samuel 20. 1–12
tros primero en volver á nuestro rey? Y el razonamiento de los
varones de Judá fué más fuerte que el de los varones de Israel.
Y ACAECIÓ estar allí un hombre perverso que se llamaba 20
Seba, hijo de Bichri, hombre de Benjamín, el cual tocó la cor-
neta, y dijo: No tenemos nosotros parte en David, ni heredad
en el hijo de Isaí: Israel, ¡cada uno á sus estancias! Así se fue- 2
ron de en pos de David todos los hombres de Israel, y seguían á
Seba hijo de Bichri: mas los de Judá fueron adheridos á su rey,
desde el Jordán hasta Jerusalem. Y luego que llegó David á su 3
casa en Jerusalem, tomó el rey las diez mujeres concubinas que
había dejado para guardar la casa, y púsolas en una casa en
guarda, y dióles de comer: pero nunca más entró á ellas, sino
que quedaron encerradas hasta que murieron en viudez de por
vida. Después dijo el rey á Amasa: Júntame los varones de 4
Judá para dentro de tres días, y hállate tú aquí presente. Fué 5
pues Amasa á juntar á Judá; pero detúvose más del tiempo
que le había sido señalado. Y dijo David á Abisai: Seba hijo 6
de Bichri nos hará ahora más mal que Absalom: toma pues tú
los siervos de tu señor, y ve tras él, no sea que halle las ciuda-
des fortificadas, y se nos vaya de delante. Entonces salieron 7
en pos de él los hombres de Joab, y los Ceretheos y Peletheos,
y todos los valientes: salieron de Jerusalem para ir tras Seba
hijo de Bichri. Y estando ellos cerca de la grande peña que 8
está en Gabaón, salióles Amasa al encuentro. Ahora bien, la
vestidura que Joab tenía sobrepuésta estábale ceñida, y sobre
ella el cinto de una daga pegada á sus lomos en su vaina, de la
que así como él avanzó, cayóse aquélla. Entonces Joab dijo á 9
Amasa: ¿Tienes paz, hermano mío? Y tomó Joab con la diestra
la barba de Amasa, para besarlo. Y como Amasa no se cuidó 10
de la daga que Joab en la mano tenía, hirióle éste con ella en
la quinta costilla, y derramó sus entrañas por tierra, y cayó
muerto sin darle segundo golpe. Después Joab y su hermano
Abisai fueron en seguimiento de Seba hijo de Bichri. Y uno 11
de los criados de Joab se paró junto á él, diciendo: Cualquiera
que amare á Joab y á David vaya en pos de Joab. Y Amasa 12
se había revolcado en la sangre en mitad del camino: y viendo
aquel hombre que todo el pueblo se paraba, apartó á Amasa
del camino al campo, y echó sobre él una vestidura, porque veía
20. 13–21. 2 II Samuel 498
13 que todos los que venían se paraban junto á él. Luego, pues,
que fué apartado del camino, pasaron todos los que seguían á
14 Joab, para ir tras Seba hijo de Bichri. Y él pasó por todas
las tribus de Israel hasta Abel y Beth-maachâ y todo Barim: y
15 juntáronse, y siguiéronlo también. Y vinieron y cercáronlo en
Abel de Beth-maachâ, y pusieron baluarte contra la ciudad; y
puesto que fué al muro, todo el pueblo que estaba con Joab
16 trabajaba por derribar la muralla. Entonces una mujer sabia
dió voces en la ciudad, diciendo: Oíd, oíd; ruégoos que digáis
17 á Joab se llegue á acá, para que yo hable con él. Y como él se
acercó á ella, dijo la mujer: ¿Eres tú Joab? Y él respondió: Yo
soy. Y ella le dijo: Oye las palabras de tu sierva. Y él respondió:
18 Oigo. Entonces tornó ella á hablar, diciendo: Antiguamente
solían hablar, diciendo: Quien preguntare, pregunte en Abel:
19 y así concluían. Yo soy de las pacíficas y fieles de Israel: y tú
procuras destruir una ciudad que es madre de Israel: ¿por qué
20 destruyes la heredad de Jehová? Y Joab respondió, diciendo:
Nunca tal, nunca tal me acontezca, que yo destruya ni desha-
21 ga. La cosa no es así: mas un hombre del monte de Ephraim,
que se llama Seba hijo de Bichri, ha levantado su mano contra
el rey David: entregad á ése solamente, y me iré de la ciudad.
Y la mujer dijo á Joab: He aquí su cabeza te será echada desde
22 el muro. La mujer fué luego á todo el pueblo con su sabiduría;
y ellos cortaron la cabeza á Seba hijo de Bichri, y echáronla á
Joab. Y él tocó la corneta, y esparciéronse de la ciudad, cada
23 uno á su estancia. Y Joab se volvió al rey á Jerusalem. Así
quedó Joab sobre todo el ejército de Israel; y Benaía hijo de
24 Joiada sobre los Ceretheos y Peletheos; Y Adoram sobre los
25 tributos; y Josaphat hijo de Ahilud, el canciller; Y Seba, es-
26 criba; y Sadoc y Abiathar, sacerdotes; é Ira Jaireo fué un jefe
principal cerca de David.
21 Y EN los días de David hubo hambre por tres años consecu-
tivos. Y David consultó á Jehová, y Jehová le dijo: Es por Saúl,
y por aquella casa de sangre; porque mató á los Gabaonitas.
2 Entonces el rey llamó á los Gabaonitas, y hablóles. (Los Ga-
baonitas no eran de los hijos de Israel, sino del residuo de los
Amorrheos, á los cuales los hijos de Israel habían hecho jura-
mento: mas Saúl había procurado matarlos con motivo de celo
499 II Samuel 21. 3–16
por los hijos de Israel y de Judá.) Dijo pues David á los Ga- 3
baonitas: ¿Qué os haré, y con qué expiaré para que bendigáis á
la heredad de Jehová? Y los Gabaonitas le respondieron: No 4
tenemos nosotros querella sobre plata ni sobre oro con Saúl,
y con su casa: ni queremos que muera hombre de Israel. Y él
les dijo: Lo que vosotros dijereis os haré. Y ellos respondie- 5
ron al rey: De aquel hombre que nos destruyó, y que maquinó
contra nosotros, para extirparnos sin dejar nada de nosotros
en todo el término de Israel; Dénsenos siete varones de sus 6
hijos, para que los ahorquemos á Jehová en Gabaa de Saúl,
el escogido de Jehová. Y el rey dijo: Yo los daré. Y perdonó 7
el rey á Mephi-boseth, hijo de Jonathán, hijo de Saúl, por el
juramento de Jehová que hubo entre ellos, entre David y Jo-
nathán hijo de Saúl. Mas tomó el rey dos hijos de Rispa hija 8
de Aja, los cuales ella había parido á Saúl, á saber, á Armoni y
á Mephi-boseth; y cinco hijos de Michâl hija de Saúl, los cuales
ella había parido á Adriel, hijo de Barzillai Molathita; Y en- 9
trególos en manos de los Gabaonitas, y ellos los ahorcaron en
el monte delante de Jehová: y murieron juntos aquellos siete,
lo cuales fueron muertos en el tiempo de la siega, en los prime-
ros días, en el principio de la siega de las cebadas. Tomando 10
luego Rispa hija de Aja un saco, tendióselo sobre un peñasco,
desde el principio de la siega hasta que llovió sobre ellos agua
del cielo; y no dejó á ninguna ave del cielo asentarse sobre ellos
de día, ni bestias del campo de noche. Y fué dicho á David 11
lo que hacía Rispa hija de Aja, concubina de Saúl. Entonces 12
David fué, y tomó los huesos de Saúl y los huesos de Jonathán
su hijo, de los hombres de Jabes de Galaad, que los habían
hurtado de la plaza de Beth-san, donde los habían colgado los
Filisteos, cuando deshicieron los Filisteos á Saúl en Gilboa: É 13
hizo llevar de allí los huesos de Saúl y los huesos de Jonat-
hán su hijo; y juntaron también los huesos de los ahorcados.
Y sepultaron los huesos de Saúl y los de su hijo Jonathán en 14
tierra de Benjamín, en Sela, en el sepulcro de Cis su padre; é
hicieron todo lo que el rey había mandado. Después se apla-
có Dios con la tierra. Y como los Filisteos tornaron á hacer 15
guerra á Israel, descendió David y sus siervos con él, y pelea-
ron con los Filisteos: y David se cansó. En esto Isbi-benob, 16
21. 17–22. 14 II Samuel 500
el cual era de los hijos del gigante, y el peso de cuya lanza
era de trescientos siclos de metal, y tenía él ceñida una nueva
17 espada, trató de herir á David: Mas Abisai hijo de Sarvia le
socorrió, é hirió al Filisteo, y matólo. Entonces los hombres
de David le juraron, diciendo: Nunca más de aquí adelante
saldrás con nosotros á batalla, porque no apagues la lámpara
18 de Israel. Otra segunda guerra hubo después en Gob contra
los Filisteos: entonces Sibbechâi Husathita hirió á Saph, que
19 era de los hijos del gigante. Otra guerra hubo en Gob con-
tra los Filisteos, en la cual Elhanán, hijo de Jaare-oregim de
Beth-lehem, hirió á Goliath Getheo, el asta de cuya lanza era
20 como un enjullo de telar. Después hubo otra guerra en Gath,
donde hubo un hombre de grande altura, el cual tenía doce
dedos en las manos, y otros doce en los pies, veinticuatro en
21 todos: y también era de lo hijos del gigante. Éste desafió á
Israel, y matólo Jonathán, hijo de Sima hermano de David.
22 Estos cuatro le habían nacido al gigante en Gath, los cuales
cayeron por la mano de David, y por la mano de sus siervos.
22 Y HABLÓ David á Jehová las palabras de este cántico, el
día que Jehová le había librado de la mano de todos sus ene-
2 migos, y de la mano de Saúl. Y dijo: Jehová es mi roca, y
3 mi fortaleza, y mi libertador; Dios de mi roca, en él confiaré:
Mi escudo, y el cuerno de mi salud, mi fortaleza, y mi refugio;
4 Mi salvador, que me librarás de violencia. Invocaré á Jehová,
5 digno de ser loado. Y seré salvo de mis enemigos. Cuando me
cercaron ondas de muerte, Y arroyos de iniquidad me asom-
6 braron, Me rodearon los dolores del infierno, Y me tomaron
7 descuidado lazos de muerte. Tuve angustia, invoqué á Jeho-
vá, Y clamé á mi Dios: Y él oyó mi voz desde su templo; Llegó
8 mi clamor á sus oídos. La tierra se removió, y tembló; Los
fundamentos de los cielos fueron movidos, Y se estremecieron,
9 porque él se airó. Subió humo de sus narices, Y de su bo-
10 ca fuego consumidor, Por el cual se encendieron carbones. Y
abajo los cielos, y descendió: Una oscuridad debajo de sus pies.
11 Subió sobre el querubín, y voló: Aparecióse sobre las alas del
12 viento. Puso tinieblas alrededor de sí á modo de pabellones;
13 Aguas negras y espesas nubes. Del resplandor de su presen-
14 cia Se encendieron ascuas ardientes. Jehová tronó desde los
501 II Samuel 22. 15–42
cielos, Y el Altísimo dió su voz; Arrojó saetas, y desbarató- 15
los; Relampagueó, y consumiólos. Entonces aparecieron los 16
manantiales de la mar, Y los fundamentos del mundo fueron
descubiertos, Á la reprensión de Jehová, Al resoplido del alien-
to de su nariz. Extendió su mano de lo alto, y arrebatóme, 17
Y sacóme de copiosas aguas. Libróme de fuertes enemigos, 18
De aquellos que me aborrecían, los cuales eran más fuertes
que yo. Asaltáronme en el día de mi calamidad; Mas Jeho- 19
vá fué mi sostén. Sacóme á anchura; Libróme, porque puso 20
su voluntad en mí. Remuneróme Jehová conforme á mi justi- 21
cia: Y conforme á la limpieza de mis manos, me dió la paga.
Porque yo guardé los caminos de Jehová; Y no me aparté im- 22
píamente de mi Dios. Porque delante de mí tengo todas sus 23
ordenanzas; Y atento á sus fueros, no me retiraré de ellos. Y 24
fuí íntegro para con él, Y guárdeme de mi iniquidad. Remu- 25
neróme por tanto Jehová conforme á mi justicia, Y conforme
á mi limpieza delante de sus ojos. Con el bueno eres benig- 26
no, Y con el íntegro te muestras íntegro; Limpio eres para 27
con el limpio, Mas con el perverso eres rígido. Y tú salvas al 28
pueblo humilde; Mas tus ojos sobre los altivos, para abatirlos.
Porque tú eres mi lámpara, oh Jehová: Jehová da luz á mis ti- 29
nieblas. Porque en ti romperé ejércitos, Y con mi Dios saltaré 30
las murallas. Dios, perfecto su camino: La palabra de Jehová 31
purificada, Escudo es de todos los que en él esperan. Porque 32
4
C OMO el rey David era viejo, y entrado en días, cu-
bríanle de vestidos, mas no se calentaba. Dijéronle
por tanto sus siervos: Busquen á mi señor el rey una
moza virgen, para que esté delante del rey, y lo abri-
gue, y duerma á su lado, y calentará á mi señor el rey. Y
buscaron una moza hermosa por todo el término de Israel, y
hallaron á Abisag Sunamita, y trajéronla al rey. Y la moza
era hermosa, la cual calentaba al rey, y le servía: mas el rey
5 nunca la conoció. Entonces Adonía hijo de Haggith se levantó,
diciendo: Yo reinaré. É hízose de carros y gente de á caballo,
6 y cincuenta hombres que corriesen delante de él. Y su padre
nunca lo entristeció en todos sus días con decirle: ¿Por qué
haces así? Y también éste era de hermoso parecer; y habíalo
7 engendrado después de Absalom. Y tenía tratos con Joab hi-
jo de Sarvia, y con Abiathar sacerdote, los cuales ayudaban á
8 Adonía. Mas Sadoc sacerdote, y Benaía hijo de Joiada, y Nat-
hán profeta, y Semei, y Reihi, y todos los grandes de David,
9 no seguían á Adonía. Y matando Adonía ovejas y vacas y ani-
males engordados junto á la peña de Zoheleth, que está cerca
de la fuente de Rogel, convidó á todos sus hermanos los hijos
10 del rey, y á todos los varones de Judá, siervos del rey: Mas
no convidó á Nathán profeta, ni á Benaía, ni á los grandes, ni
11 á Salomón su hermano. Y habló Nathán á Bath-sheba madre
de Salomón, diciendo: ¿No has oído que reina Adonía hijo de
12 Haggith, sin saberlo David nuestro señor? Ven pues ahora, y
toma mi consejo, para que guardes tu vida, y la vida de tu hijo
13 Salomón. Ve, y entra al rey David, y dile: Rey señor mío, ¿no
has tú jurado á tu sierva, diciendo: Salomón tu hijo reinará
después de mí, y él se sentará en mi trono? ¿por qué pues rei-
14 na Adonía? Y estando tú aún hablando con el rey, yo entraré
15 tras ti, y acabaré tus razones. Entonces Bath-sheba entró al
rey á la cámara: y el rey era muy viejo; y Abisag Sunamita
507 I Reyes 1. 16–33
servía al rey. Y Bath-sheba se inclinó, é hizo reverencia al rey. 16
Y el rey dijo: ¿Qué tienes? Y ella le respondió: Señor mío, tú 17
juraste á tu sierva por Jehová tu Dios, diciendo: Salomón tu
hijo reinará después de mí, y él se sentará en mi trono; Y he 18
aquí ahora Adonía reina: y tú, mi señor rey, ahora no lo supiste.
Ha matado bueyes, y animales engordados, y muchas ovejas, y 19
ha convidado á todos los hijos del rey, y á Abiathar sacerdote,
y á Joab general del ejército; mas á Salomón tu siervo no ha
convidado. Entre tanto, rey señor mío, los ojos de todo Israel 20
están sobre ti, para que les declares quién se ha de sentar en el
trono de mi señor el rey después de él. De otra suerte aconte- 21
cerá, cuando mi señor el rey durmiere con sus padres, que yo
y mi hijo Salomón seremos tenidos por culpables. Y estando 22
aún hablando ella con el rey, he aquí Nathán profeta, que vi-
no. Y dieron aviso al rey, diciendo: He aquí Nathán profeta: el 23
cual como entró al rey, postróse delante del rey inclinando su
rostro á tierra. Y dijo Nathán: Rey señor mío, ¿has tú dicho: 24
Adonía reinará después de mí, y él se sentará en mi trono?
Porque hoy ha descendido, y ha matado bueyes, y animales 25
engordados, y muchas ovejas, y ha convidado á todos los hijos
del rey, y á los capitanes del ejército, y también á Abiathar
sacerdote; y he aquí, están comiendo y bebiendo delante de él,
y han dicho: ¡Viva el rey Adonía! Mas ni á mí tu siervo, ni 26
á Sadoc sacerdote, ni á Benaía hijo de Joiada, ni á Salomón
tu siervo, ha convidado. ¿Es este negocio ordenado por mi 27
señor el rey, sin haber declarado á tu siervo quién se había de
sentar en el trono de mi señor el rey después de él? Enton- 28
ces el rey David respondió, y dijo: Llamadme á Bath-sheba. Y
ella entró á la presencia del rey, y púsose delante del rey. Y 29
el rey juró, diciendo: Vive Jehová, que ha redimido mi alma
de toda angustia, Que como yo te he jurado por Jehová Dios 30
de Israel, diciendo: Tu hijo Salomón reinará después de mí, y
él se sentará en mi trono en lugar mío; que así lo haré hoy.
Entonces Bath-sheba se inclinó al rey, su rostro á tierra, y ha- 31
ciendo reverencia al rey, dijo: Viva mi señor el rey David para
siempre. Y el rey David dijo: Llamadme á Sadoc sacerdote, y 32
á Nathán profeta, y á Benaía hijo de Joiada. Y ellos entraron á
la presencia del rey. Y el rey les dijo: Tomad con vosotros los 33
1. 34–48 I Reyes 508
siervos de vuestro señor, y haced subir á Salomón mi hijo en
34 mi mula, y llevadlo á Gihón: Y allí lo ungirán Sadoc sacerdo-
te y Nathán profeta por rey sobre Israel; y tocaréis trompeta,
35 diciendo: ¡Viva el rey Salomón! Después iréis vosotros detrás
de él, y vendrá y se sentará en mi trono, y él reinará por mí;
porque á él he ordenado para que sea príncipe sobre Israel y
36 sobre Judá. Entonces Benaía hijo de Joiada respondió al rey,
37 y dijo: Amén. Así lo diga Jehová, Dios de mi señor el rey. De
la manera que Jehová ha sido con mi señor el rey, así sea con
Salomón; y él haga mayor su trono que el trono de mi señor el
38 rey David. Y descendió Sadoc sacerdote, y Nathán profeta,
y Benaía hijo de Joiada, y los Ceretheos y los Peletheos, é hi-
cieron subir á Salomón en la mula del rey David, y lleváronlo
39 á Gihón. Y tomando Sadoc sacerdote el cuerno del aceite del
tabernáculo, ungió á Salomón: y tocaron trompeta, y dijo todo
40 el pueblo: ¡Viva el rey Salomón! Después subió todo el pueblo
en pos de él, y cantaba la gente con flautas, y hacían grandes
alegrías, que parecía que la tierra se hundía con el clamor de
41 ellos. Y oyólo Adonía, y todos los convidados que con él es-
taban, cuando ya habían acabado de comer. Y oyendo Joab
el sonido de la trompeta, dijo: ¿Por qué se alborota la ciudad
42 con estruendo? Estando aún él hablando, he aquí Jonathán
hijo de Abiathar sacerdote vino, al cual dijo Adonía: Entra,
porque tú eres hombre de esfuerzo, y traerás buenas nuevas.
43 Y Jonathán respondió, y dijo á Adonía: Ciertamente nuestro
44 señor el rey David ha hecho rey á Salomón: Y el rey ha en-
viado con él á Sadoc sacerdote y á Nathán profeta, y á Benaía
hijo de Joiada, y también á los Ceretheos y á los Peletheos, los
45 cuales le hicieron subir en la mula del rey; Y Sadoc sacerdote
y Nathán profeta lo han ungido en Gihón por rey: y de allá
han subido con alegrías, y la ciudad está llena de estruendo.
46 Éste es el alboroto que habéis oído. Y también Salomón se
47 ha sentado en el trono del reino. Y aun los siervos del rey
han venido á bendecir á nuestro señor el rey David, diciendo:
Dios haga bueno el nombre de Salomón más que tu nombre,
y haga mayor su trono que el tuyo. Y el rey adoró en la ca-
48 ma. Y también el rey habló así: Bendito sea Jehová Dios de
Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, viéndo-
509 I Reyes 1. 49–2. 9
lo mis ojos. Ellos entonces se estremecieron, y levantáronse 49
todos los convidados que estaban con Adonía, y fuése cada
uno por su camino. Mas Adonía, temiendo de la presencia 50
de Salomón, levantóse y fuése, y cogió los cornijales del altar.
Y fué hecho saber á Salomón, diciendo: He aquí que Adonía 51
tiene miedo del rey Salomón: pues ha cogido los cornijales del
altar, diciendo: Júreme hoy el rey Salomón que no matará á
cuchillo á su siervo. Y Salomón dijo: Si él fuere virtuoso, ni 52
uno de sus cabellos caerá en tierra: mas si se hallare mal en
él, morirá. Y envió el rey Salomón, y trajéronlo del altar; y 53
él vino, é inclinóse al rey Salomón. Y Salomón le dijo: Vete á
tu casa.
Y LLEGÁRONSE los días de David para morir, y man- 2
dó á Salomón su hijo, diciendo: Yo voy el camino de toda la 2
tierra: esfuérzate, y sé varón. Guarda la ordenanza de Jehová 3
tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y
mandamientos, y sus derechos y sus testimonios, de la manera
que está escrito en la ley de Moisés, para que seas dichoso en
todo lo que hicieres, y en todo aquello á que te tornares; Para 4
que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus
hijos guardaren su camino, andando delante de mí con verdad,
de todo su corazón, y de toda su alma, jamás, dice, faltará á
ti varón del trono de Israel. Y ya sabes tú lo que me ha hecho 5
Joab hijo de Sarvia, lo que hizo á dos generales del ejército de
Israel, á Abner hijo de Ner, y á Amasa hijo de Jether, los cuales
él mató, derramando en paz la sangre de guerra, y poniendo la
sangre de guerra en su talabarte que tenía sobre sus lomos, y
en sus zapatos que tenía en sus pies. Tú pues harás conforme 6
á tu sabiduría; no dejarás descender sus canas á la huesa en
paz. Mas á los hijos de Barzillai Galaadita harás misericordia, 7
que sean de los convidados á tu mesa; porque ellos vinieron así
á mí, cuando iba huyendo de Absalom tu hermano. También 8
tienes contigo á Semei hijo de Gera, hijo de Benjamín, de Ba-
hurim, el cual me maldijo con una maldición fuerte el día que
yo iba á Mahanaim. Mas él mismo descendió á recibirme al
Jordán, y yo le juré por Jehová, diciendo: Yo no te mataré á
cuchillo. Empero ahora no lo absolverás: que hombre sabio 9
eres, y sabes cómo te has de haber con él: y harás descender
2. 10–26 I Reyes 510
10 sus canas con sangre á la sepultura. Y David durmió con sus
11 padres, y fué sepultado en la ciudad de David. Los días que
reinó David sobre Israel fueron cuarenta años: siete años rei-
12 nó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalem. Y se
sentó Salomón en el trono de David su padre, y fué su reino
13 firme en gran manera. Entonces Adonía hijo de Haggith vino
á Bath-sheba madre de Salomón; y ella dijo: ¿Es tu venida de
14 paz? Y él respondió: Sí, de paz. En seguida dijo: Una palabra
15 tengo que decirte. Y ella dijo: Di. Y él dijo: Tú sabes que el
reino era mío, y que todo Israel había puesto en mí su rostro,
para que yo reinara: mas el reino fué traspasado, y vino á mi
16 hermano; porque por Jehová era suyo. Y ahora yo te hago
una petición: no me hagas volver mi rostro. Y ella le dijo: Ha-
17 bla. Él entonces dijo: Yo te ruego que hables al rey Salomón,
(porque él no te hará volver tu rostro,) para que me dé á Abi-
18 sag Sunamita por mujer. Y Bath-sheba dijo: Bien; yo hablaré
19 por ti al rey. Y vino Bath-sheba al rey Salomón para hablarle
por Adonía. Y el rey se levantó á recibirla, é inclinóse á ella, y
volvió á sentarse en su trono, é hizo poner una silla á la madre
20 del rey, la cual se sentó á su diestra. Y ella dijo: Una pequeña
petición pretendo de ti; no me hagas volver mi rostro. Y el rey
le dijo: Pide, madre mía, que yo no te haré volver el rostro.
21 Y ella dijo: Dése Abisag Sunamita por mujer á tu hermano
22 Adonía. Y el rey Salomón respondió, y dijo á su madre: ¿Por
qué pides á Abisag Sunamita para Adonía? Demanda también
para él el reino, porque él es mi hermano mayor; y tiene tam-
23 bién á Abiathar sacerdote, y á Joab hijo de Sarvia. Y el rey
Salomón juró por Jehová, diciendo: Así me haga Dios y así
me añada, que contra su vida ha hablado Adonía esta pala-
24 bra. Ahora pues, vive Jehová, que me ha confirmado y me ha
puesto sobre el trono de David mi padre, y que me ha hecho
25 casa, como me había dicho, que Adonía morirá hoy. Entonces
el rey Salomón envió por mano de Benaía hijo de Joiada, el
26 cual dió sobre él, y murió. Y á Abiathar sacerdote dijo el rey:
Vete á Anathoth á tus heredades, que tú eres digno de muer-
te; mas no te mataré hoy, por cuanto has llevado el arca del
Señor Jehová delante de David mi padre, y además has sido
trabajado en todas las cosas en que fué trabajado mi padre.
511 I Reyes 2. 27–40
Así echó Salomón á Abiathar del sacerdocio de Jehová, para 27
que se cumpliese la palabra de Jehová que había dicho sobre
la casa de Elí en Silo. Y vino la noticia hasta Joab: porque 28
también Joab se había adherido á Adonía, si bien no se había
adherido á Absalom. Y huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y
asióse á los cornijales del altar. Y fué hecho saber á Salomón 29
que Joab había huído al tabernáculo de Jehová, y que estaba
junto al altar. Entonces envió Salomón á Benaía hijo de Joia-
da, diciendo: Ve, y da sobre él. Y entró Benaía al tabernáculo 30
de Jehová, y díjole: El rey ha dicho que salgas. Y él dijo: No,
sino aquí moriré. Y Benaía volvió con esta respuesta al rey,
diciendo: Así habló Joab, y así me respondió. Y el rey le dijo: 31
Haz como él ha dicho; mátale y entiérralo, y quita de mí y de
la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injusta-
mente. Y Jehová hará tornar su sangre sobre su cabeza: que 32
él ha muerto dos varones más justos y mejores que él, á los
cuales mató á cuchillo sin que mi padre David supiese nada:
á Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y á Amasa
hijo de Jether, general de ejército de Judá. La sangre pues de 33
ellos recaerá sobre la cabeza de Joab, y sobre la cabeza de su
simiente para siempre: mas sobre David y sobre su simiente,
y sobre su casa y sobre su trono, habrá perpetuamente paz de
parte de Jehová. Entonces Benaía hijo de Joiada subió, y dió 34
sobre él, y matólo; y fué sepultado en su casa en el desierto.
Y el rey puso en su lugar á Benaía hijo de Joiada sobre el ejér- 35
cito: y á Sadoc puso el rey por sacerdote en lugar de Abiathar.
Después envió el rey, é hizo venir á Semei, y díjole: Edifícate 36
una casa en Jerusalem, y mora ahí, y no salgas de allá á una
parte ni á otra; Porque sabe de cierto que el día que salie- 37
res, y pasares el torrente de Cedrón, sin duda morirás, y tu
sangre será sobre tu cabeza. Y Semei dijo al rey: La palabra 38
es buena; como el rey mi señor ha dicho, así lo hará tu sier-
vo. Y habitó Semei en Jerusalem muchos días. Pero pasados 39
tres años, aconteció que se le huyeron á Semei dos siervos á
Achîs, hijo de Maachâ, rey de Gath. Y dieron aviso á Semei,
diciendo: He aquí que tus siervos están en Gath. Levantóse 40
entonces Semei, y enalbardó su asno, y fué á Gath, á Achîs, á
procurar sus siervos. Fué pues Semei, y volvió sus siervos de
2. 41–3. 10 I Reyes 512
41 Gath. Díjose luego á Salomón como Semei había ido de Jeru-
42 salem hasta Gath, y que había vuelto. Entonces el rey envió,
é hizo venir á Semei, y díjole: ¿No te conjuré yo por Jehová, y
te protesté, diciendo: El día que salieres, y fueres acá ó acullá,
sabe de cierto que has de morir? Y tú me dijiste: La palabra
43 es buena, yo la obedezco. ¿Por qué pues no guardaste el jura-
44 mento de Jehová, y el mandamiento que yo te impuse? Dijo
además el rey á Semei: Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón
bien sabe, que cometiste contra mi padre David; Jehová pues,
45 ha tornado el mal sobre tu cabeza. Y el rey Salomón será
bendito, y el trono de David será firme perpetuamente delan-
46 te de Jehová. Entonces el rey mandó á Benaía hijo de Joiada,
el cual salió é hirióle; y murió. Y el reino fué confirmado en la
mano de Salomón.
3 Y SALOMÓN hizo parentesco con Faraón rey de Egipto,
porque tomó la hija de Faraón, y trájola á la ciudad de David,
entre tanto que acababa de edificar su casa, y la casa de Je-
2 hová, y los muros de Jerusalem alrededor. Hasta entonces el
pueblo sacrificaba en los altos; porque no había casa edifica-
3 da al nombre de Jehová hasta aquellos tiempos. Mas Salomón
amó á Jehová, andando en los estatutos de su padre David: so-
4 lamente sacrificaba y quemaba perfumes en los altos. É iba el
rey á Gabaón, porque aquél era el alto principal, y sacrificaba
5 allí, mil holocaustos sacrificaba Salomón sobre aquel altar. Y
aparecióse Jehová á Salomón en Gabaón una noche en sueños,
6 y díjole Dios: Pide lo que quisieres que yo te dé. Y Salomón
dijo: Tú hiciste gran misericordia á tu siervo David mi padre,
según que él anduvo delante de ti en verdad, en justicia, y con
rectitud de corazón para contigo: y tú le has guardado esta
tu grande misericordia, que le diste hijo que se sentase en su
7 trono, como sucede en este día. Ahora pues, Jehová Dios mío,
tú has puesto á mí tu siervo por rey en lugar de David mi pa-
dre: y yo soy mozo pequeño, que no sé cómo entrar ni salir.
8 Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste;
un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su
9 multitud. Da pues á tu siervo corazón dócil para juzgar á tu
pueblo, para discernir entre lo bueno y lo malo: porque ¿quién
10 podrá gobernar este tu pueblo tan grande? Y agradó delante
513 I Reyes 3. 11–26
de Adonai que Salomón pidiese esto. Y díjole Dios: Porque 11
has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pe-
diste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, mas
demandaste para ti inteligencia para oír juicio; He aquí lo he 12
hecho conforme á tus palabras: he aquí que te he dado corazón
sabio y entendido, tanto que no haya habido antes de ti otro
como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y aun 13
también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria:
tal, que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus
días. Y si anduvieres en mis caminos, guardando mis esta- 14
tutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo
alargaré tus días. Y como Salomón despertó, vió que era sue- 15
ño: y vino á Jerusalem, y presentóse delante del arca del pacto
de Jehová, y sacrificó holocaustos, é hizo pacíficos; hizo tam-
bién banquete á todos sus siervos. En aquella sazón vinieron 16
dos mujeres rameras al rey, y presentáronse delante de él. Y 17
dijo la una mujer: ¡Ah, señor mío! yo y esta mujer morábamos
en una misma casa, y yo parí estando con ella en la casa. Y 18
aconteció al tercer día después que yo parí, que ésta parió tam-
bién, y morábamos nosotras juntas; ninguno de fuera estaba
en casa, sino nosotras dos en la casa. Y una noche el hijo de 19
esta mujer murió, porque ella se acostó sobre él. Y levantóse 20
á media noche, y tomó á mi hijo de junto á mí, estando yo tu
sierva durmiendo, y púsolo á su lado, y púsome á mi lado su
hijo muerto. Y como yo me levanté por la mañana para dar 21
el pecho á mi hijo, he aquí que estaba muerto: mas observéle
por la mañana, y vi que no era mi hijo, que yo había parido.
Entonces la otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive, y tu 22
hijo es el muerto. Y la otra volvió á decir: No; tu hijo es el
muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey.
El rey entonces dijo: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo 23
es el muerto: y la otra dice: No, mas el tuyo es el muerto, y
mi hijo es el que vive. Y dijo el rey: Traedme un cuchillo. Y 24
trajeron al rey un cuchillo. En seguida el rey dijo: Partid por 25
medio el niño vivo, y dad la mitad á la una, y la otra mitad á
la otra. Entonces la mujer cuyo era el hijo vivo, habló al rey 26
(porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo:
¡Ah, señor mío! dad á ésta el niño vivo, y no lo matéis. Mas la
3. 27–4. 21 I Reyes 514
27 otra dijo: Ni á mí ni á ti; partidlo. Entonces el rey respondió,
y dijo: Dad á aquélla el hijo vivo, y no lo matéis: ella es su
28 madre. Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey:
y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de
Dios para juzgar.
4, 2 FUÉ pues el rey Salomón rey sobre todo Israel. Y éstos
fueron los príncipes que tuvo: Azarías hijo de Sadoc, sacer-
3 dote; Elioreph y Ahía, hijos de Sisa, escribas; Josaphat hijo
4 de Ahilud, canciller; Benaía hijo de Joiada era sobre el ejér-
5 cito; y Sadoc y Abiathar eran los sacerdotes; Azaría hijo de
Nathán era sobre los gobernadores; Zabud hijo de Nathán era
6 principal oficial, amigo del rey; Y Ahisar era mayordomo; y
7 Adoniram hijo de Abda era sobre el tributo. Y tenía Salomón
doce gobernadores sobre todo Israel, los cuales mantenían al
rey y á su casa. Cada uno de ellos estaba obligado á abastecer
8 por un mes en el año. Y éstos son los nombres de ellos: el hijo
9 de Hur en el monte de Ephraim; El hijo de Decar, en Maccas,
y en Saalbim, y en Beth-semes, y en Elón, y en Beth-hanan;
10 El hijo de Hesed, en Aruboth; éste tenía también á Sochô y
11 toda la tierra de Ephet. El hijo de Abinadab, en todos los
términos de Dor: éste tenía por mujer á Thaphat hija de Sa-
12 lomón; Baana hijo de Ahilud, en Taanach y Megiddo, y en
toda Beth-san, que es cerca de Zaretán, por bajo de Jezreel,
desde Beth-san hasta Abel-mehola, y hasta la otra parte de
13 Jocmeam; El hijo de Geber, en Ramoth de Galaad; éste te-
nía también las ciudades de Jair hijo de Manasés, las cuales
estaban en Galaad; tenía también la provincia de Argob, que
era en Basán, sesenta grandes ciudades con muro y cerraduras
14, 15 de bronce; Ahinadab hijo de Iddo, en Mahanaim; Ahimaas
en Nephtalí; éste tomó también por mujer á Basemath hija de
16, 17 Salomón. Baana hijo de Husai, en Aser y en Aloth; Josaphat
18 hijo de Pharúa, en Issachâr; Semei hijo de Ela, en Benjamín;
19 Geber hijo de Uri, en la tierra de Galaad, la tierra de Sehón
rey de los Amorrheos, y de Og rey de Basán; éste era el úni-
20 co gobernador en aquella tierra. Judá é Israel eran muchos,
como la arena que está junto á la mar en multitud, comiendo
21 y bebiendo y alegrándose. Y Salomón señoreaba sobre todos
los reinos, desde el río de la tierra de los Filisteos hasta el
515 I Reyes 4. 22–5. 4
término de Egipto: y traían presentes, y sirvieron á Salomón
todos los días que vivió. Y la despensa de Salomón era cada 22
día treinta coros de flor de harina, y sesenta coros de harina.
Diez bueyes engordados, y veinte bueyes de pasto, y cien ove- 23
jas; sin los ciervos, cabras, búfalos, y aves engordadas. Porque 24
él señoreaba en toda la región que estaba de la otra parte del
río, desde Tiphsa hasta Gaza, sobre todos los reyes de la otra
parte del río; y tuvo paz por todos lados en derredor suyo.
Y Judá é Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra 25
y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beer-seba, todos los
días de Salomón. Tenía además de esto Salomón cuarenta mil 26
caballos en sus caballerizas para sus carros, y doce mil jinetes.
Y estos gobernadores mantenían al rey Salomón, y á todos los 27
que á la mesa del rey Salomón venían, cada uno un mes; y
hacían que nada faltase. Hacían también traer cebada y paja 28
para los caballos y para las bestias de carga, al lugar donde
él estaba, cada uno conforme al cargo que tenía. Y dió Dios 29
á Salomón sabiduría, y prudencia muy grande, y anchura de
corazón como la arena que está á la orilla del mar. Que fué 30
mayor la sabiduría de Salomón que la de todos los orientales,
y que toda la sabiduría de los Egipcios. Y aun fué más sabio 31
que todos los hombres; más que Ethán Ezrahíta, y que Emán
y Calchôl y Darda, hijos de Mahol: y fué nombrado entre to-
das las naciones de alrededor. Y propuso tres mil parábolas; 32
y sus versos fueron mil y cinco. También disertó de los ár- 33
boles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en
la pared. Asimismo disertó de los animales, de las aves, de los
reptiles, y de los peces. Y venían de todos los pueblos á oír la 34
sabiduría de Salomón, y de todos los reyes de la tierra, donde
había llegado la fama de su sabiduría.
HIRAM rey de Tiro envió también sus siervos á Salomón, 5
luego que oyó que lo habían ungido por rey en lugar de su
padre: porque Hiram había siempre amado á David. Entonces 2
Salomón envió á decir á Hiram: Tú sabes como mi padre 3
David no pudo edificar casa al nombre de Jehová su Dios,
por las guerras que le cercaron, hasta que Jehová puso sus
enemigos bajo las plantas de sus pies. Ahora Jehová mi Dios 4
me ha dado reposo por todas partes; que ni hay adversarios, ni
5. 5–6. 1 I Reyes 516
5 mal encuentro. Yo por tanto he determinado ahora edificar
casa al nombre de Jehová mi Dios, como Jehová lo habló á
David mi padre, diciendo: Tu hijo, que yo pondré en lugar tuyo
6 en tu trono, él edificará casa á mi nombre. Manda pues ahora
que me corten cedros del Líbano; y mis siervos estarán con los
tuyos, y yo te daré por tus siervos el salario que tú dijeres:
porque tú sabes bien que ninguno hay entre nosotros que sepa
7 labrar la madera como los Sidonios. Y como Hiram oyó las
palabras de Salomón, holgóse en gran manera, y dijo: Bendito
sea hoy Jehová, que dió hijo sabio á David sobre este pueblo
8 tan grande. Y envió Hiram á decir á Salomón: He oído lo que
me mandaste á decir : yo haré todo lo que te pluguiere acerca
9 de la madera de cedro, y la madera de haya. Mis siervos la
llevarán desde el Líbano á la mar; y yo la pondré en balsas por
la mar hasta el lugar que tú me señalares, y allí se desatará,
y tú la tomarás: y tú harás mi voluntad en dar de comer á mi
10 familia. Dió pues Hiram á Salomón madera de cedro y madera
11 de haya todo lo que quiso. Y Salomón daba á Hiram veinte
mil coros de trigo para el sustento de su familia, y veinte coros
12 de aceite limpio: esto daba Salomón á Hiram cada un año. Dió
pues Jehová á Salomón sabiduría como le había dicho: y hubo
paz entre Hiram y Salomón, é hicieron alianza entre ambos.
13 Y el rey Salomón impuso tributo á todo Israel, y el tributo fué
14 de treinta mil hombres: Los cuales enviaba al Líbano de diez
mil en diez mil, cada mes por su turno, viniendo así á estar
un mes en el Líbano, y dos meses en sus casas: y Adoniram
15 estaba sobre aquel tributo. Tenía también Salomón setenta
mil que llevaban las cargas, y ochenta mil cortadores en el
16 monte; Sin los principales oficiales de Salomón que estaban
sobre la obra, tres mil y trescientos, los cuales tenían cargo
17 del pueblo que hacía la obra. Y mandó el rey que trajesen
grandes piedras, piedras de precio, para los cimientos de la
18 casa, y piedras labradas. Y los albañiles de Salomón y los de
Hiram, y los aparejadores, cortaron y aparejaron la madera y
la cantería para labrar la casa.
6 Y FUÉ en el año cuatrocientos ochenta después que los hi-
jos de Israel salieron de Egipto, en el cuarto año del principio
del reino de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziph, que es el
517 I Reyes 6. 2–18
mes segundo, que él comenzó á edificar la casa de Jehová. La 2
casa que el rey Salomón edificó á Jehová, tuvo sesenta codos de
largo y veinte de ancho, y treinta codos de alto. Y el pórtico 3
delante del templo de la casa, de veinte codos de largo, según
la anchura de la casa, y su ancho era de diez codos delante
de la casa. É hizo á la casa ventanas anchas por de dentro, 4
y estrechas por de fuera. Edificó también junto al muro de 5
la casa aposentos alrededor, contra las paredes de la casa en
derredor del templo y del oráculo: é hizo cámaras alrededor.
El aposento de abajo era de cinco codos de ancho, y el de en 6
medio de seis codos de ancho, y el tercero de siete codos de an-
cho: porque por de fuera había hecho disminuciones á la casa
en derredor, para no trabar las vigas de las paredes de la casa.
Y la casa cuando se edificó, fabricáronla de piedras que traían 7
ya acabadas; de tal manera que cuando la edificaban, ni marti-
llos ni hachas se oyeron en la casa, ni ningún otro instrumento
de hierro. La puerta del aposento de en medio estaba al lado 8
derecho de la casa: y subíase por un caracol al de en medio,
y del aposento de en medio al tercero. Labró pues la casa, y 9
acabóla; y cubrió la casa con artesonados de cedro. Y edificó 10
asimismo el aposento en derredor de toda la casa, de altura de
cinco codos, el cual se apoyaba en la casa con maderas de ce-
dro. Y fué palabra de Jehová á Salomón, diciendo: Esta casa 11, 12
que tú edificas, si anduvieres en mis estatutos, é hicieres mis
derechos, y guardares todos mis mandamientos andando en
ellos, yo tendré firme contigo mi palabra que hablé á David tu
padre; Y habitaré en medio de los hijos de Israel, y no dejaré 13
á mi pueblo Israel. Así que, Salomón labró la casa, y acabóla. 14
Y aparejó las paredes de la casa por de dentro con tablas de 15
cedro, vistiéndola de madera por dentro, desde el solado de
la casa hasta las paredes de la techumbre: cubrió también el
pavimento con madera de haya. Asimismo hizo al cabo de la 16
casa un edificio de veinte codos de tablas de cedro, desde el
solado hasta lo más alto; y fabricóse en la casa un oráculo, que
es el lugar santísimo. Y la casa, á saber, el templo de den- 17
tro, tenía cuarenta codos. Y la casa estaba cubierta de cedro 18
por de dentro, y tenía entalladuras de calabazas silvestres y
de botones de flores. Todo era cedro; ninguna piedra se veía.
6. 19–38 I Reyes 518
19 Y adornó el oráculo por de dentro en medio de la casa, para
20 poner allí el arca del pacto de Jehová. Y el oráculo estaba
en la parte de adentro, el cual tenía veinte codos de largo, y
otros veinte de ancho, y otros veinte de altura; y vistiólo de
21 oro purísimo: asimismo cubrió el altar de cedro. De suerte
que vistió Salomón de oro puro la casa por de dentro, y cerró
la entrada del oráculo con cadenas de oro, y vistiólo de oro.
22 Cubrió pues de oro toda la casa hasta el cabo; y asimismo vis-
23 tió de oro todo el altar que estaba delante del oráculo. Hizo
también en el oráculo dos querubines de madera de oliva, cada
24 uno de altura de diez codos. La una ala del querubín tenía
cinco codos, y la otra ala del querubín otros cinco codos: así
que había diez codos desde la punta de la una ala hasta la
25 punta de la otra. Asimismo el otro querubín tenía diez codos;
porque ambos querubines eran de un tamaño y de una hechu-
26 ra. La altura del uno era de diez codos, y asimismo el otro.
27 Y puso estos querubines dentro de la casa de adentro: los cua-
les querubines extendían sus alas, de modo que el ala del uno
tocaba á la pared, y el ala del otro querubín tocaba á la otra
pared, y las otras dos alas se tocaban la una á la otra en la
28, 29 mitad de la casa. Y vistió de oro los querubines. Y esculpió
todas las paredes de la casa alrededor de diversas figuras, de
querubines, de palmas, y de botones de flores, por de dentro y
30 por de fuera. Y cubrió de oro el piso de la casa, de dentro y de
31 fuera. Y á la entrada del oráculo hizo puertas de madera de
32 oliva; y el umbral y los postes eran de cinco esquinas. Las dos
puertas eran de madera de oliva; y entalló en ellas figuras de
querubines y de palmas y de botones de flores, y cubriólas de
33 oro: cubrió también de oro los querubines y las palmas. Igual-
mente hizo á la puerta del templo postes de madera de oliva
34 cuadrados. Pero las dos puertas eran de madera de haya; y
los dos lados de la una puerta eran redondos, y los otros dos
35 lados de la otra puerta también redondos. Y entalló en ellas
querubines y palmas y botones de flores, y cubriólas de oro
36 ajustado á las entalladuras. Y edificó el atrio interior de tres
órdenes de piedras labradas, y de un orden de vigas de cedro.
37 En el cuarto año, en el mes de Ziph, se echaron los cimientos
38 de la casa de Jehová: Y en el undécimo año, en el mes de
519 I Reyes 7. 1–15
Bul, que es el mes octavo, fué acabada la casa con todas sus
pertenencias, y con todo lo necesario. Edificóla pues, en siete
años.
DESPUÉS edificó Salomón su propia casa en trece años, y 7
acabóla toda. Asimismo edificó la casa del bosque del Líba- 2
no, la cual tenía cinco codos de longitud, y cincuenta codos
de anchura, y treinta codos de altura, sobre cuatro órdenes
de columnas de cedro, con vigas de cedro sobre las columnas.
Y estaba cubierta de tablas de cedro arriba sobre las vigas, 3
que se apoyaban en cuarenta y cinco columnas: cada hilera te-
nía quince columnas. Y había tres órdenes de ventanas, una 4
ventana contra la otra en tres órdenes. Y todas la puertas y 5
postes eran cuadrados: y las unas ventanas estaban frente á las
otras en tres órdenes. También hizo un pórtico de columnas, 6
que tenía de largo cincuenta codos, y treinta codos de ancho;
y aqueste pórtico estaba delante de aquellas otras, con sus co-
lumnas y maderos correspondientes. Hizo asimismo el pórtico 7
del trono en que había de juzgar, el pórtico del juicio, y vistió-
lo de cedro de suelo á suelo. Y en la casa en que él moraba, 8
había otro atrio dentro del pórtico, de obra semejante á ésta.
Edificó también Salomón una casa para la hija de Faraón, que
había tomado por mujer, de la misma obra de aquel pórtico.
Todas aquellas obras fueron de piedras de precio, cortadas y 9
aserradas con sierras según las medidas, así por de dentro como
por de fuera, desde el cimiento hasta los remates, y asimismo
por de fuera hasta el gran atrio. El cimiento era de piedras 10
de precio, de piedras grandes, de piedras de diez codos, y de
piedras de ocho codos. De allí arriba eran también piedras de 11
precio, labradas conforme á sus medidas, y obra de cedro. Y 12
en el gran atrio alrededor había tres órdenes de piedras labra-
das, y un orden de vigas de cedro: y así el atrio interior de la
casa de Jehová, y el atrio de la casa. Y envió el rey Salomón, 13
é hizo venir de Tiro á Hiram, Hijo de una viuda de la tribu de 14
Nephtalí, y su padre había sido de Tiro: trabajaba él en bron-
ce, lleno de sabiduría y de inteligencia y saber en toda obra
de metal. Éste pues vino al rey Salomón, é hizo toda su obra.
Y vació dos columnas de bronce, la altura de cada cual era de 15
diez y ocho codos: y rodeaba á una y á otra columna un hilo de
7. 16–29 I Reyes 520
16 doce codos. Hizo también dos capiteles de fundición de bron-
ce, para que fuesen puestos sobre las cabezas de las columnas:
la altura de un capitel era de cinco codos, y la del otro capitel
17 de cinco codos. Había trenzas á manera de red, y unas cintas
á manera de cadenas, para los capiteles que se habían de poner
18 sobre las cabezas de las columnas: siete para cada capitel. Y
cuando hubo hecho las columnas, hizo también dos órdenes de
granadas alrededor en el un enredado, para cubrir los capiteles
que estaban en las cabezas de las columnas con las granadas:
19 y de la misma forma hizo en el otro capitel. Los capiteles que
estaban sobre las columnas en el pórtico, tenían labor de flores
20 por cuatro codos. Tenían también los capiteles de sobre las
dos columnas, doscientas granadas en dos órdenes alrededor
en cada capitel, encima del vientre del capitel, el cual vientre
21 estaba delante del enredado. Estas columnas erigió en el pór-
tico del templo: y cuando hubo alzado la columna de la mano
derecha, púsole por nombre Jachîn: y alzando la columna de la
22 mano izquierda, llamó su nombre Boaz. Y puso en las cabezas
de las columnas labor en forma de azucenas; y así se acabó
23 la obra de las columnas. Hizo asimismo un mar de fundición,
de diez codos del un lado al otro, perfectamente redondo: su
altura era de cinco codos, y ceñíalo alrededor un cordón de
24 treinta codos. Y cercaban aquel mar por debajo de su labio
en derredor unas bolas como calabazas, diez en cada codo, que
ceñían el mar alrededor en dos órdenes, las cuales habían sido
25 fundidas cuando él fué fundido. Y estaba asentado sobre do-
ce bueyes: tres miraban al norte, y tres miraban al poniente,
y tres miraban al mediodía, y tres miraban al oriente; sobre
éstos se apoyaba el mar, y las traseras de ellos estaban hacia
26 la parte de adentro. El grueso del mar era de un palmo, y
su labio era labrado como el labio de un cáliz, ó de flor de
27 lis: y cabían en él dos mil batos. Hizo también diez basas de
bronce, siendo la longitud de cada basa de cuatro codos, y la
28 anchura de cuatro codos, y de tres codos la altura. La obra
de las basas era ésta: tenían unas cintas, las cuales estaban
29 entre molduras: Y sobre aquellas cintas que estaban entre las
molduras, figuras de leones, y de bueyes, y de querubines; y
sobre las molduras de la basa, así encima como debajo de los
521 I Reyes 7. 30–45
leones y de los bueyes, había unas añadiduras de bajo relieve.
Cada basa tenía cuatro ruedas de bronce con mesas de bron- 30
ce; y en sus cuatro esquinas había unos hombrillos, los cuales
nacían de fundición á cada un lado de aquellas añadiduras,
para estar debajo de la fuente. Y la boca del pie de la fuente 31
entraba un codo en el remate que salía para arriba de la basa;
y era su boca redonda, de la hechura del mismo remate, y éste
de codo y medio. Había también sobre la boca entalladuras
con sus cintas, las cuales eran cuadradas, no redondas. Las 32
cuatro ruedas estaban debajo de las cintas, y los ejes de las
ruedas nacían en la misma basa. La altura de cada rueda era
de un codo y medio. Y la hechura de las ruedas era como la 33
hechura de las ruedas de un carro: sus ejes, sus rayos, y sus cu-
bos, y sus cinchos, todo era de fundición. Asimismo los cuatro 34
hombrillos á las cuatro esquinas de cada basa: y los hombrillos
eran de la misma basa. Y en lo alto de la basa había medio 35
codo de altura redondo por todas partes: y encima de la basa
sus molduras y cintas, las cuales eran de ella misma. É hizo 36
en las tablas de las molduras, y en las cintas, entalladuras de
querubines, y de leones, y de palmas, con proporción en el es-
pacio de cada una, y alrededor otros adornos. De esta forma 37
hizo diez basas fundidas de una misma manera, de una mis-
ma medida, y de una misma entalladura. Hizo también diez 38
fuentes de bronce: cada fuente contenía cuarenta batos, y cada
una era de cuatro codos; y asentó una fuente sobre cada una
de las diez basas. Y puso las cinco basas á la mano derecha 39
de la casa, y las otras cinco á la mano izquierda: y asentó el
mar al lado derecho de la casa, al oriente, hacia el mediodía.
Asimismo hizo Hiram fuentes, y tenazas, y cuencos. Así acabó 40
toda la obra que hizo á Salomón para la casa de Jehová: Es 41
á saber, dos columnas, y los vasos redondos de los capiteles
que estaban en lo alto de las dos columnas; y dos redes que
cubrían los dos vasos redondos de los capiteles que estaban
sobre la cabeza de las columnas; Y cuatrocientas granadas 42
para las dos redes, dos órdenes de granadas en cada red, para
cubrir los dos vasos redondos que estaban sobre las cabezas
de las columnas; Y las diez basas, y las diez fuentes sobre las 43
basas; Y un mar, y doce bueyes debajo del mar; Y calderos, 44, 45
7. 46–8. 8 I Reyes 522
y paletas, y cuencos; y todos los vasos que Hiram hizo al rey
46 Salomón, para la casa de Jehová de metal acicalado. Todo lo
hizo fundir el rey en la llanura del Jordán, en tierra arcillo-
47 sa, entre Succoth y Sarthán. Y dejó Salomón sin inquirir el
peso del metal de todos los vasos, por la grande multitud de
48 ellos. Entonces hizo Salomón todos los vasos que pertenecían
á la casa de Jehová: un altar de oro, y una mesa sobre la cual
49 estaban los panes de la proposición, también de oro; Y cinco
candeleros de oro purísimo á la mano derecha, y otros cinco á
la izquierda, delante del oráculo; con las flores, y las lámparas,
50 y despabiladeras de oro; Asimismo los cántaros, vasos, tazas,
cucharillas, é incensarios, de oro purísimo; también de oro los
quiciales de las puertas de la casa de adentro, del lugar san-
51 tísimo, y los de las puertas del templo. Así se acabó toda la
obra que dispuso hacer el rey Salomón para la casa de Jehová.
Y metió Salomón lo que David su padre había dedicado, es
á saber, plata, y oro, y vasos, y púsolo todo en guarda en las
tesorerías de la casa de Jehová.
8 ENTONCES juntó Salomón los ancianos de Israel, y á to-
das las cabezas de las tribus, y á los príncipes de las familias
de los hijos de Israel, al rey Salomón en Jerusalem para traer
el arca del pacto de Jehová de la ciudad de David, que es Sión.
2 Y se juntaron al rey Salomón todos los varones de Israel en
el mes de Ethanim, que es el mes séptimo, en el día solemne.
3 Y vinieron todos los ancianos de Israel, y los sacerdotes to-
4 maron el arca. Y llevaron el arca de Jehová, y el tabernáculo
del testimonio, y todos los vasos sagrados que estaban en el
5 tabernáculo; los cuales llevaban los sacerdotes y Levitas. Y el
rey Salomón, y toda la congregación de Israel que á él se había
juntado, estaban con él delante del arca, sacrificando ovejas y
bueyes, que por la multitud no se podían contar ni numerar.
6 Y los sacerdotes metieron el arca del pacto de Jehová en su
lugar, en el oráculo de la casa, en el lugar santísimo, debajo
7 de las alas de los querubines. Porque los querubines tenían
extendidas las alas sobre el lugar del arca, y así cubrían los
8 querubines el arca y sus varas por encima. É hicieron salir
las varas; que las cabezas de las varas se dejaban ver desde el
santuario delante del oráculo, mas no se veían desde afuera:
523 I Reyes 8. 9–25
y así se quedaron hasta hoy. En el arca ninguna cosa había 9
más de las dos tablas de piedra que había allí puesto Moisés
en Horeb, donde Jehová hizo la alianza con los hijos de Israel,
cuando salieron de la tierra de Egipto. Y como los sacerdotes 10
salieron del santuario, la nube hinchió la casa de Jehová. Y 11
los sacerdotes no pudieron estar para ministrar por causa de
la nube; porque la gloria de Jehová había henchido la casa de
Jehová. Entonces dijo Salomón: Jehová ha dicho que él habi- 12
taría en la oscuridad. Yo he edificado casa por morada para 13
ti, asiento en que tú habites para siempre. Y volviendo el rey 14
su rostro, bendijo á toda la congregación de Israel; y toda la
congregación de Israel estaba en pie. Y dijo: Bendito sea Je- 15
hová Dios de Israel, que habló de su boca á David mi padre, y
con su mano lo ha cumplido, diciendo: Desde el día que saqué 16
mi pueblo Israel de Egipto, no he escogido ciudad de todas las
tribus de Israel para edificar casa en la cual estuviese mi nom-
bre, aunque escogí á David para que presidiese en mi pueblo
Israel. Y David mi padre tuvo en el corazón edificar casa al 17
nombre de Jehová Dios de Israel. Mas Jehová dijo á David mi 18
padre: Cuanto á haber tú tenido en el corazón edificar casa á
mi nombre, bien has hecho en tener tal voluntad; Empero tú 19
no edificarás la casa, sino tu hijo que saldrá de tus lomos, él
edificará casa á mi nombre. Y Jehová ha verificado su palabra 20
que había dicho; que me he levantado yo en lugar de David mi
padre, y heme sentado en el trono de Israel, como Jehová ha-
bía dicho, y he edificado la casa al nombre de Jehová Dios de
Israel. Y he puesto en ella lugar para el arca, en la cual está 21
el pacto de Jehová, que él hizo con nuestros padres cuando los
sacó de la tierra de Egipto. Púsose luego Salomón delante del 22
altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel,
y extendiendo sus manos al cielo, Dijo: Jehová Dios de Israel, 23
no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la
tierra, que guardas el pacto y la misericordia á tus siervos, los
que andan delante de ti de todo su corazón; Que has guarda- 24
do á tu siervo David mi padre lo que le dijiste: dijístelo con tu
boca, y con tu mano lo has cumplido, como aparece este día.
Ahora pues, Jehová Dios de Israel, cumple á tu siervo David 25
mi padre lo que le prometiste, diciendo: No faltará varón de ti
8. 26–39 I Reyes 524
delante de mí, que se siente en el trono de Israel, con tal que
tus hijos guarden su camino, que anden delante de mí como
26 tú has delante de mí andado. Ahora pues, oh Dios de Israel,
verifíquese tu palabra que dijiste á tu siervo David mi padre.
27 Empero ¿es verdad que Dios haya de morar sobre la tierra?
He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden
28 contener: ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado? Con
todo, tú atenderás á la oración de tu siervo, y á su plegaria,
oh Jehová Dios mío, oyendo propicio el clamor y oración que
29 tu siervo hace hoy delante de ti: Que estén tus ojos abiertos
de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual
has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración que tu
30 siervo hará en este lugar. Oye pues la oración de tu siervo,
y de tu pueblo Israel; cuando oraren en este lugar, también
tú lo oirás en el lugar de tu habitación, desde los cielos: que
31 oigas y perdones. Cuando alguno hubiere pecado contra su
prójimo, y le tomaren juramento haciéndole jurar, y viniere
32 el juramento delante de tu altar en esta casa; Tú oirás des-
de el cielo, y obrarás, y juzgarás á tus siervos, condenando al
impío, tornando su proceder sobre su cabeza, y justificando
33 al justo para darle conforme á su justicia. Cuando tu pueblo
Israel hubiere caído delante de sus enemigos, por haber peca-
do contra ti, y á ti se volvieren, y confesaren tu nombre, y
34 oraren, y te rogaren y suplicaren en esta casa; Óyelos tú en
los cielos, y perdona el pecado de tu pueblo Israel, y vuélvelos
35 á la tierra que diste á sus padres. Cuando el cielo se cerrare,
y no lloviere, por haber ellos pecado contra ti, y te rogaren
en este lugar, y confesaren tu nombre, y se volvieren del pe-
36 cado, cuando los hubieres afligido; Tú oirás en los cielos, y
perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, en-
señándoles el buen camino en que anden; y darás lluvias sobre
37 tu tierra, la cual diste á tu pueblo por heredad. Cuando en
la tierra hubiere hambre, ó pestilencia, ó tizoncillo, ó niebla, ó
langosta, ó pulgón: si sus enemigos los tuvieren cercados en la
tierra de su domicilio; cualquiera plaga ó enfermedad que sea;
38 Toda oración y toda súplica que hiciere cualquier hombre, ó
todo tu pueblo Israel, cuando cualquiera sintiere la plaga de su
39 corazón, y extendiere sus manos á esta casa; Tú oirás en los
525 I Reyes 8. 40–53
cielos, en la habitación de tu morada, y perdonarás, y obra-
rás, y darás á cada uno conforme á sus caminos, cuyo corazón
tú conoces; (porque sólo tú conoces el corazón de todos los
hijos de los hombres;) Para que te teman todos los días que 40
vivieren sobre la haz de la tierra que tú diste á nuestros pa-
dres. Asimismo el extranjero, que no es de tu pueblo Israel, 41
que hubiere venido de lejanas tierras á causa de tu nombre,
(Porque oirán de tu grande nombre, y de tu mano fuerte, y 42
de tu brazo extendido,) y viniere á orar á esta casa; Tú oirás 43
en los cielos, en la habitación de tu morada, y harás conforme
á todo aquello por lo cual el extranjero hubiere á ti clamado:
para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, y
te teman, como tu pueblo Israel, y entiendan que tu nombre
es invocado sobre esta casa que yo edifiqué. Si tu pueblo sa- 44
liere en batalla contra sus enemigos por el camino que tú los
enviares, y oraren á Jehová hacia la ciudad que tú elegiste, y
hacia la casa que yo edifiqué á tu nombre, Tú oirás en los 45
cielos su oración y su súplica, y les harás derecho. Si hubie- 46
ren pecado contra ti, (porque no hay hombre que no peque) y
tú estuvieres airado contra ellos, y los entregares delante del
enemigo, para que los cautiven y lleven á tierra enemiga, sea
lejos ó cerca, Y ellos volvieren en sí en la tierra donde fueren 47
cautivos; si se convirtieren, y oraren á ti en la tierra de los
que los cautivaron, y dijeren: Pecamos, hemos hecho lo malo,
hemos cometido impiedad; Y si se convirtieren á ti de todo 48
su corazón y de toda su alma, en la tierra de sus enemigos
que los hubieren llevado cautivos, y oraren á ti hacia su tierra,
que tú diste á sus padres, hacia la ciudad que tú elegiste y la
casa que yo he edificado á tu nombre; Tú oirás en los cielos, 49
en la habitación de tu morada, su oración y su súplica, y les
harás derecho; Y perdonarás á tu pueblo que había pecado 50
contra ti, y todas sus infracciones con que se habrán contra
ti rebelado; y harás que hayan de ellos misericordia los que
los hubieren llevado cautivos: Porque ellos son tu pueblo y tu 51
heredad, que tú sacaste de Egipto, de en medio del horno de
hierro. Que tus ojos estén abiertos á la oración de tu siervo, 52
y á la plegaria de tu pueblo Israel, para oírlos en todo aquello
por lo que te invocaren: Pues que tú los apartaste para ti por 53
8. 54–66 I Reyes 526
tu heredad de todos los pueblos de la tierra, como lo dijiste por
mano de Moisés tu siervo, cuando sacaste á nuestros padres de
54 Egipto, oh Señor Jehová. Y fué, que como acabó Salomón de
hacer á Jehová toda esta oración y súplica, levantóse de estar
de rodillas delante del altar de Jehová con sus manos extendi-
55 das al cielo; Y puesto en pie, bendijo á toda la congregación
56 de Israel, diciendo en voz alta: Bendito sea Jehová, que ha da-
do reposo á su pueblo Israel, conforme á todo lo que él había
dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que expresó por
57 Moisés su siervo, ha faltado. Sea con nosotros Jehová nuestro
Dios, como fué con nuestros padres; y no nos desampare, ni
58 nos deje; Incline nuestro corazón hacia sí, para que andemos
en todos sus caminos, y guardemos sus mandamientos y sus
estatutos y sus derechos, los cuales mandó á nuestros padres.
59 Y que estas mis palabras con que he orado delante de Jehová
estén cerca de Jehová nuestro Dios de día y de noche, para
que él proteja la causa de su siervo, y de su pueblo Israel, cada
60 cosa en su tiempo; Á fin de que todos los pueblos de la tierra
61 sepan que Jehová es Dios, y que no hay otro. Sea pues per-
fecto vuestro corazón para con Jehová nuestro Dios, andando
en sus estatutos, y guardando sus mandamientos, como el día
62 de hoy. Entonces el rey, y todo Israel con él, sacrificaron víc-
63 timas delante de Jehová. Y sacrificó Salomón por sacrificios
pacíficos, los cuales ofreció á Jehová veinte y dos mil bueyes, y
ciento veinte mil ovejas. Así dedicaron el rey y todos los hijos
64 de Israel la casa de Jehová. Aquel mismo día santificó el rey el
medio del atrio que estaba delante de la casa de Jehová: porque
ofreció allí los holocaustos, y los presentes, y los sebos de los
pacíficos; por cuanto el altar de bronce que estaba delante de
Jehová era pequeño, y no cupieran en él los holocaustos, y los
65 presentes, y los sebos de los pacíficos. En aquel tiempo Salo-
món hizo fiesta, y con él todo Israel, una grande congregación,
desde como entran en Hamath hasta el río de Egipto, delante
de Jehová nuestro Dios, por siete días y otros siete días, esto
66 es, por catorce días. Y el octavo día despidió al pueblo: y ellos
bendiciendo al rey, se fueron á sus estancias alegres y gozosos
de corazón por todos los beneficios que Jehová había hecho á
David su siervo, y á su pueblo Israel.
527 I Reyes 9. 1–16
Y COMO Salomón hubo acabado la obra de la casa de 9
Jehová, y la casa real, y todo lo que Salomón quiso hacer,
Jehová apareció á Salomón la segunda vez, como le había apa- 2
recido en Gabaón. Y díjole Jehová: Yo he oído tu oración y 3
tu ruego, que has hecho en mi presencia. Yo he santificado
esta casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella
para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los
días. Y si tú anduvieres delante de mí, como anduvo David tu 4
padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo todas
las cosas que yo te he mandado, y guardando mis estatutos
y mis derechos, Yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel 5
para siempre, como hablé á David tu padre, diciendo: No fal-
tará de ti varón en el trono de Israel. Mas si obstinadamente 6
os apartareis de mí vosotros y vuestros hijos, y no guardareis
mis mandamientos y mis estatutos que yo he puesto delante
de vosotros, sino que fuereis y sirviereis á dioses ajenos, y los
adorareis; Yo cortaré á Israel de sobre la haz de la tierra que 7
les he entregado; y esta casa que he santificado á mi nombre,
yo la echaré de delante de mí, é Israel será por proverbio y
fábula á todos los pueblos; Y esta casa que estaba en estima, 8
cualquiera que pasare por ella se pasmará, y silbará, y dirá:
¿Por qué ha hecho así Jehová á esta tierra, y á esta casa? Y 9
dirán: Por cuanto dejaron á Jehová su Dios, que había sacado
á sus padres de tierra de Egipto, y echaron mano á dioses aje-
nos, y los adoraron, y los sirvieron: por eso ha traído Jehová
sobre ellos todo aqueste mal. Y aconteció al cabo de veinte 10
años, en que Salomón había edificado las dos casas, la casa
de Jehová y la casa real, (Para las cuales Hiram rey de Tiro, 11
había traído á Salomón madera de cedro y de haya, y cuanto
oro él quiso), que el rey Salomón dió á Hiram veinte ciuda-
des en tierra de Galilea. Y salió Hiram de Tiro para ver las 12
ciudades que Salomón le había dado, y no le contentaron. Y 13
dijo: ¿Qué ciudades son estas que me has dado, hermano? Y
púsoles por nombre, la tierra de Cabul, hasta hoy. Y había 14
Hiram enviado al rey ciento y veinte talentos de oro. Y ésta 15
es la razón del tributo que el rey Salomón impuso para edificar
la casa de Jehová, y su casa, y á Millo, y el muro de Jerusa-
lem, y á Hasor, y Megiddo, y Gezer. Faraón el rey de Egipto 16
9. 17–10. 4 I Reyes 528
había subido y tomado á Gezer, y quemádola, y había muerto
los Cananeos que habitaban la ciudad, y dádola en don á su
17 hija la mujer de Salomón. Restauró pues Salomón á Gezer, y
18 á la baja Beth-oron, Y á Baalath, y á Tadmor en tierra del
19 desierto; Asimismo todas las ciudades donde Salomón tenía
municiones, y las ciudades de los carros, y las ciudades de la
gente de á caballo, y todo lo que Salomón deseó edificar en
20 Jerusalem, en el Líbano, y en toda la tierra de su señorío. Á
todos los pueblos que quedaron de los Amorrheos, Hetheos,
Pherezeos, Heveos, Jebuseos, que no fueron de los hijos de Is-
21 rael; Á sus hijos que quedaron en la tierra después de ellos,
que los hijos de Israel no pudieron acabar, hizo Salomón que
22 sirviesen con tributo hasta hoy. Mas á ninguno de los hijos
de Israel impuso Salomón servicio, sino que eran hombres de
guerra, ó sus criados, ó sus príncipes, ó sus capitanes, ó co-
23 mandantes de sus carros, ó su gente de á caballo. Y los que
Salomón había hecho jefes y prepósitos sobre las obras, eran
quinientos y cincuenta, los cuales estaban sobre el pueblo que
24 trabajaba en aquella obra. Y subió la hija de Faraón de la
ciudad de David á su casa que Salomón le había edificado:
25 entonces edificó él á Millo. Y ofrecía Salomón tres veces cada
un año holocaustos y pacíficos sobre el altar que él edificó á
Jehová, y quemaba perfumes sobre el que estaba delante de
26 Jehová, después que la casa fué acabada. Hizo también el rey
Salomón navíos en Ezión-geber, que es junto á Elath en la ri-
27 bera del mar Bermejo, en la tierra de Edom. Y envió Hiram
en ellos á sus siervos, marineros y diestros en la mar, con los
28 siervos de Salomón: Los cuales fueron á Ophir, y tomaron
de allí oro, cuatrocientos y veinte talentos, y trajéronlo al rey
Salomón.
10 Y OYENDO la reina de Seba la fama de Salomón en el
2 nombre de Jehová, vino á probarle con preguntas. Y vino á
Jerusalem con muy grande comitiva, con camellos cargados de
especias, y oro en grande abundancia, y piedras preciosas: y
como vino á Salomón, propúsole todo lo que en su corazón
3 tenía. Y Salomón le declaró todas sus palabras: ninguna cosa
4 se le escondió al rey, que no le declarase. Y cuando la rei-
na de Seba vió toda la sabiduría de Salomón, y la casa que
529 I Reyes 10. 5–20
había edificado, Asimismo la comida de su mesa, el asiento 5
de sus siervos, el estado y vestidos de los que le servían, sus
maestresalas, y sus holocaustos que sacrificaba en la casa de
Jehová, quedóse enajenada. Y dijo al rey: Verdad es lo que 6
oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; Mas yo no lo 7
creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto, que ni aun
la mitad fué lo que se me dijo: es mayor tu sabiduría y bien
que la fama que yo había oído. Bienaventurados tus varones, 8
dichosos estos tus siervos, que están continuamente delante de
ti, y oyen tu sabiduría. Jehová tu Dios sea bendito, que se 9
agradó de ti para ponerte en el trono de Israel; porque Jeho-
vá ha amado siempre á Israel, y te ha puesto por rey, para
que hagas derecho y justicia. Y dió ella al rey ciento y veinte 10
talentos de oro, y muy mucha especiería, y piedras preciosas:
nunca vino tan grande copia de especias, como la reina de Se-
ba dió al rey Salomón. La flota de Hiram que había traído el 11
oro de Ophir, traía también de Ophir muy mucha madera de
brasil, y piedras preciosas. Y de la madera de brasil hizo el 12
rey balaustres para la casa de Jehová, y para las casas reales,
arpas también y salterios para los cantores: nunca vino tanta
madera de brasil, ni se ha visto hasta hoy. Y el rey Salomón 13
dió á la reina de Seba todo lo que quiso, y todo lo que pidió,
además de lo que Salomón le dió como de mano del rey Sa-
lomón. Y ella se volvió, y se fué á su tierra con sus criados.
El peso del oro que Salomón tenía de renta cada un año, era 14
seiscientos sesenta y seis talentos de oro; Sin lo de los mer- 15
caderes, y de la contratación de especias, y de todos los reyes
de Arabia, y de los principales de la tierra. Hizo también el 16
rey Salomón doscientos paveses de oro extendido: seiscientos
siclos de oro gastó en cada pavés. Asimismo trescientos es- 17
cudos de oro extendido, en cada uno de los cuales gastó tres
libras de oro: y púsolos el rey en la casa del bosque del Líbano.
Hizo también el rey un gran trono de marfil, el cual cubrió de 18
oro purísimo. Seis gradas tenía el trono, y lo alto de él era 19
redondo por el respaldo: y de la una parte y de la otra tenía
apoyos cerca del asiento, junto á los cuales estaban colocados
dos leones. Estaban también doce leones puestos allí sobre las 20
seis gradas, de la una parte y de la otra: en ningún otro reino
10. 21–11. 7 I Reyes 530
21 se había hecho trono semejante. Y todos los vasos de beber
del rey Salomón eran de oro, y asimismo toda la vajilla de la
casa del bosque del Líbano era de oro fino: no había plata; en
22 tiempo de Salomón no era de estima. Porque el rey tenía la
flota que salía á la mar, á Tharsis, con la flota de Hiram: una
vez en cada tres años venía la flota de Tharsis, y traía oro,
23 plata, marfil, simios y pavos. Así excedía el rey Salomón á to-
24 dos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría. Toda la
tierra procuraba ver la cara de Salomón, para oír su sabiduría,
25 la cual Dios había puesto en su corazón. Y todos le llevaban
cada año sus presentes: vasos de oro, vasos de plata, vestidos,
26 armas, aromas, caballos y acémilas. Y juntó Salomón carros
y gente de á caballo; y tenía mil cuatrocientos carros, y do-
ce mil jinetes, los cuales puso en las ciudades de los carros,
27 y con el rey en Jerusalem. Y puso el rey en Jerusalem plata
como piedras, y cedros como los cabrahigos que están por los
28 campos en abundancia. Y sacaban caballos y lienzos á Salo-
món de Egipto: porque la compañía de los mercaderes del rey
29 compraban caballos y lienzos. Y venía y salía de Egipto, el
carro por seiscientas piezas de plata, y el caballo por ciento y
cincuenta; y así los sacaban por mano de ellos, todos los reyes
de los Hetheos, y de Siria.
11 EMPERO el rey Salomón amó, á más de la hija de Faraón,
muchas mujeres extranjeras: á las de Moab, á las de Ammón,
2 á las de Idumea, á las de Sidón, y á las Hetheas; Gentes de las
cuales Jehová había dicho á los hijos de Israel: No entraréis á
ellas, ni ellas entrarán á vosotros; porque ciertamente harán in-
clinar vuestros corazones tras sus dioses. Á éstas pues se juntó
3 Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas, y tres-
4 cientas concubinas; y sus mujeres torcieron su corazón. Y ya
que Salomón era viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras
dioses ajenos; y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios,
5 como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió á
Astaroth, diosa de los Sidonios, y á Milcom, abominación de
6 los Ammonitas. É hizo Salomón lo malo en los ojos de Jeho-
vá, y no fué cumplidamente tras Jehová como David su padre.
7 Entonces edificó Salomón un alto á Chêmos, abominación de
Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalem; y á Moloch,
531 I Reyes 11. 8–24
abominación de los hijos de Ammón. Y así hizo para todas 8
sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban perfumes, y sa-
crificaban á sus dioses. Y enojóse Jehová contra Salomón, por 9
cuanto estaba su corazón desviado de Jehová Dios de Israel,
que le había aparecido dos veces, Y le había mandado acerca 10
de esto, que no siguiese dioses ajenos: mas él no guardó lo que
le mandó Jehová. Y dijo Jehová á Salomón: Por cuanto ha 11
habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos
que yo te mandé, romperé el reino de ti, y lo entregaré á tu
siervo. Empero no lo haré en tus días, por amor de David tu 12
padre: romperélo de la mano de tu hijo. Sin embargo no rom- 13
peré todo el reino, sino que daré una tribu á tu hijo, por amor
de David mi siervo, y por amor de Jerusalem que yo he elegido.
Y Jehová suscitó un adversario á Salomón, á Adad, Idumeo, de 14
la sangre real, el cual estaba en Edom. Porque cuando David 15
estaba en Edom, y subió Joab el general del ejército á enterrar
los muertos, y mató á todos los varones de Edom, (Porque seis 16
meses habitó allí Joab, y todo Israel, hasta que hubo acaba-
do á todo el sexo masculino en Edom;) Entonces huyó Adad, 17
y con él algunos varones Idumeos de los siervos de su padre,
y fuése á Egipto; era entonces Adad muchacho pequeño. Y 18
levantáronse de Madián, y vinieron á Parán; y tomando con-
sigo hombres de Parán, viniéronse á Egipto, á Faraón rey de
Egipto, el cual le dió casa, y le señaló alimentos, y aun le dió
tierra. Y halló Adad grande gracia delante de Faraón, el cual 19
le dió por mujer á la hermana de su esposa, á la hermana de
la reina Thaphnes. Y la hermana de Thaphnes le parió á su 20
hijo Genubath, al cual destetó Thaphnes dentro de la casa de
Faraón; y estaba Genubath en casa de Faraón entre los hijos
de Faraón. Y oyendo Adad en Egipto que David había dormi- 21
do con sus padres, y que era muerto Joab general del ejército,
Adad dijo á Faraón: Déjame ir á mi tierra. Y respondióle Fa- 22
raón: ¿Por qué? ¿qué te falta conmigo, que procuras irte á tu
tierra? Y él respondió: Nada; con todo, ruégote que me dejes
ir. Despertóle también Dios por adversario á Rezón, hijo de 23
Eliada, el cual había huído de su amo Adad-ezer, rey de Soba.
Y había juntado gente contra él, y habíase hecho capitán de 24
una compañía, cuando David deshizo á los de Soba. Después
11. 25–38 I Reyes 532
se fueron á Damasco, y habitaron allí é hiciéronle rey en Da-
25 masco. Y fué adversario á Israel todos los días de Salomón; y
fué otro mal con el de Adad, porque aborreció á Israel, y reinó
26 sobre la Siria. Asimismo Jeroboam hijo de Nabat, Ephrateo
de Sereda, siervo de Salomón, (su madre se llamaba Serva,
27 mujer viuda) alzó su mano contra el rey. Y la causa por qué
éste alzó mano contra el rey, fué ésta: Salomón edificando á
28 Millo, cerró el portillo de la ciudad de David su padre. Y el
varón Jeroboam era valiente y esforzado; y viendo Salomón
al mancebo que era hombre activo, encomendóle todo el car-
29 go de la casa de José. Aconteció pues en aquel tiempo, que
saliendo Jeroboam de Jerusalem, topóle en el camino el pro-
feta Ahías Silonita; y él estaba cubierto con una capa nueva;
30 y estaban ellos dos solos en el campo. Y trabando Ahías de
la capa nueva que tenía sobre sí, rompióla en doce pedazos,
31 Y dijo á Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así
dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de
32 la mano de Salomón, y á ti daré diez tribus; (Y él tendrá una
tribu, por amor de David mi siervo, y por amor de Jerusalem,
33 ciudad que yo he elegido de todas las tribus de Israel:) Por
cuanto me han dejado, y han adorado á Astharoth diosa de
los Sidonios, y á Chêmos dios de Moab, y á Moloch dios de
los hijos de Ammón; y no han andado en mis caminos, para
hacer lo recto delante de mis ojos, y mis estatutos, y mis dere-
34 chos, como hizo David su padre. Empero no quitaré nada de
su reino de sus manos, sino que lo retendré por caudillo todos
los días de su vida, por amor de David mi siervo, al cual yo
35 elegí, y él guardó mis mandamientos y mis estatutos: Mas yo
quitaré el reino de la mano de su hijo, y darélo á ti, las diez
36 tribus. Y á su hijo daré una tribu, para que mi siervo David
tenga lámpara todos los días delante de mí en Jerusalem, ciu-
37 dad que yo me elegí para poner en ella mi nombre. Yo pues
te tomaré á ti, y tú reinarás en todas las cosas que deseare tu
38 alma, y serás rey sobre Israel. Y será que, si prestares oído á
todas las cosas que te mandare, y anduvieres en mis caminos,
é hicieres lo recto delante de mis ojos, guardando mis estatu-
tos y mis mandamientos, como hizo David mi siervo, yo seré
contigo, y te edificaré casa firme, como la edifiqué á David, y
533 I Reyes 11. 39–12. 12
yo te entregaré á Israel. Y yo afligiré la simiente de David á 39
causa de esto, mas no para siempre. Procuró por tanto Salo- 40
món de matar á Jeroboam, pero levantándose Jeroboam, huyó
á Egipto, á Sisac rey de Egipto, y estuvo en Egipto hasta la
muerte de Salomóm. Lo demás de los hechos de Salomón, y 41
todas las cosas que hizo, y su sabiduría, ¿no están escritas en
el libro de los hechos de Salomón? Y los días que Salomón 42
reinó en Jerusalem sobre todo Israel, fueron cuarenta años. Y 43
durmió Salomón con sus padres, y fué sepultado en la ciudad
de su padre David: y reinó en su lugar Roboam su hijo.
Y FUÉ Roboam á Sichêm; porque todo Israel había venido 12
á Sichêm para hacerlo rey. Y aconteció, que como lo oyó Jero- 2
boam hijo de Nabat, que estaba en Egipto, porque había huído
de delante del rey Salomón, y habitaba en Egipto; Enviaron 3
y llamáronle. Vino pues Jeroboam y toda la congregación de
Israel, y hablaron á Roboam, diciendo: Tu padre agravó nues- 4
tro yugo, mas ahora tú disminuye algo de la dura servidumbre
de tu padre, y del yugo pesado que puso sobre nosotros, y te
serviremos. Y él les dijo: Idos, y de aquí á tres días volved á 5
mí. Y el pueblo se fué. Entonces el rey Roboam tomó con- 6
sejo con los ancianos que habían estado delante de Salomón
su padre cuando vivía, y dijo: ¿Cómo aconsejáis vosotros que
responda á este pueblo? Y ellos le hablaron, diciendo: Si tú 7
fueres hoy siervo de este pueblo, y lo sirvieres, y respondiéndo-
le buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre.
Mas él, dejado el consejo de los viejos que ellos le habían dado, 8
tomó consejo con los mancebos que se habían criado con él, y
estaban delante de él. Y díjoles: ¿Cómo aconsejáis vosotros 9
que respondamos á este pueblo, que me ha hablado, diciendo:
Disminuye algo del yugo que tu padre puso sobre nosotros?
Entonces los mancebos que se habían criado con él, le respon- 10
dieron, diciendo: Así hablarás á este pueblo que te ha dicho
estas palabras: Tu padre agravó nuestro yugo; mas tú dismi-
núyenos algo: así les hablarás: El menor dedo de los míos es
más grueso que los lomos de mi padre. Ahora pues, mi padre 11
os cargó de pesado yugo, mas yo añadiré á vuestro yugo; mi
padre os hirió con azotes, mas yo os heriré con escorpiones.
Y al tercer día vino Jeroboam con todo el pueblo á Roboam; 12
12. 13–27 I Reyes 534
según el rey lo había mandado, diciendo: Volved á mí al ter-
13 cer día. Y el rey respondió al pueblo duramente, dejado el
14 consejo de los ancianos que ellos le habían dado; Y hablóles
conforme al consejo de los mancebos, diciendo: Mi padre agra-
vó vuestro yugo, pero yo añadiré á vuestro yugo; mi padre os
15 hirió con azotes, mas yo os heriré con escorpiones. Y no oyó
el rey al pueblo; porque era ordenación de Jehová, para confir-
mar su palabra, que Jehová había hablado por medio de Ahías
16 Silonita á Jeroboam hijo de Nabat. Y cuando todo el pueblo
vió que el rey no les había oído, respondióle estas palabras,
diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tene-
mos heredad en el hijo de Isaí. ¡Israel, á tus estancias! ¡Provee
ahora en tu casa, David! Entonces Israel se fué á sus estancias.
17 Mas reinó Roboam sobre los hijos de Israel que moraban en
18 las ciudades de Judá. Y el rey Roboam envió á Adoram, que
estaba sobre los tributos; pero apedreóle todo Israel, y murió.
Entonces el rey Roboam se esforzó á subir en un carro, y huir
19 á Jerusalem. Así se apartó Israel de la casa de David hasta
20 hoy. Y aconteció, que oyendo todo Israel que Jeroboam había
vuelto, enviaron y llamáronle á la congregación, é hiciéronle
rey sobre todo Israel, sin quedar tribu alguna que siguiese la
21 casa de David, sino sólo la tribu de Judá. Y como Roboam
vino á Jerusalem, juntó toda la casa de Judá y la tribu de
Benjamín, ciento y ochenta mil hombres escogidos de guerra,
para hacer guerra á la casa de Israel, y reducir el reino á Ro-
22 boam hijo de Salomón. Mas fué palabra de Jehová á Semeías
23 varón de Dios, diciendo: Habla á Roboam hijo de Salomón,
rey de Judá, y á toda la casa de Judá y de Benjamín, y á los
24 demás del pueblo, diciendo: Así ha dicho Jehová: No vayáis,
ni peleéis contra vuestros hermanos los hijos de Israel; volveos
cada uno á su casa; porque este negocio yo lo he hecho. Y ellos
oyeron la palabra de Dios, y volviéronse, y fuéronse, conforme
25 á la palabra de Jehová. Y reedificó Jeroboam á Sichêm en el
monte de Ephraim, y habitó en ella; y saliendo de allí, reedificó
26 á Penuel. Y dijo Jeroboam en su corazón: Ahora se volverá
27 el reino á la casa de David, Si este pueblo subiere á sacrificar
á la casa de Jehová en Jerusalem: porque el corazón de este
pueblo se convertirá á su señor Roboam rey de Judá, y me
535 I Reyes 12. 28–13. 8
matarán á mí, y se tornarán á Roboam rey de Judá. Y ha- 28
bido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo:
Harto habéis subido á Jerusalem: he aquí tus dioses, oh Israel,
que te hicieron subir de la tierra de Egipto. Y puso el uno en 29
Beth-el, y el otro puso en Dan. Y esto fué ocasión de peca- 30
do; porque el pueblo iba á adorar delante del uno, hasta Dan.
Hizo también casa de altos, é hizo sacerdotes de la clase del 31
pueblo, que no eran de los hijos de Leví. Entonces instituyó 32
Jeroboam solemnidad en el mes octavo, á los quince del mes,
conforme á la solemnidad que se celebraba en Judá; y sacrifi-
có sobre altar. Así hizo en Beth-el, sacrificando á los becerros
que había hecho. Ordenó también en Beth-el sacerdotes de los
altos que él había fabricado. Sacrificó pues sobre el altar que 33
él había hecho en Beth-el, á los quince del mes octavo, el mes
que él había inventado de su corazón; é hizo fiesta á los hijos
de Israel, y subió al altar para quemar perfumes.
Y HE aquí que un varón de Dios por palabra de Jehová vino 13
de Judá á Beth-el; y estando Jeroboam al altar para quemar
perfumes, Él clamó contra el altar por palabra de Jehová, y 2
dijo: Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que á la casa de
David nacerá un hijo, llamado Josías, el cual sacrificará sobre
ti á los sacerdotes de los altos que queman sobre ti perfumes; y
sobre ti quemarán huesos de hombres. Y aquel mismo día dió 3
una señal, diciendo: Ésta es la señal de que Jehová ha hablado:
he aquí que el altar se quebrará, y la ceniza que sobre él está
se derramará. Y como el rey Jeroboam oyó la palabra del 4
varón de Dios, que había clamado contra el altar de Beth-el,
extendiendo su mano desde el altar, dijo: ¡Prendedle! Mas la
mano que había extendido contra él, se le secó, que no la pudo
tornar á sí. Y el altar se rompió, y derramóse la ceniza del 5
altar, conforme á la señal que el varón de Dios había dado
por palabra de Jehová. Entonces respondiendo el rey, dijo al 6
varón de Dios: Te pido que ruegues á la faz de Jehová tu Dios,
y ora por mí, que mi mano me sea restituída. Y el varón de
Dios oró á la faz de Jehová, y la mano del rey se le recuperó
y tornóse como antes. Y el rey dijo al varón de Dios: Ven 7
conmigo á casa, y comerás, y yo te daré un presente. Mas el 8
varón de Dios dijo al rey: Si me dieses la mitad de tu casa,
13. 9–25 I Reyes 536
no iría contigo, ni comería pan ni bebería agua en este lugar;
9 Porque así me está mandado por palabra de Jehová, diciendo:
No comas pan, ni bebas agua, ni vuelvas por el camino que
10 fueres. Fuése pues por otro camino, y no volvió por el camino
11 por donde había venido á Beth-el. Moraba á la sazón en Beth-
el un viejo profeta, al cual vino su hijo, y contóle todo lo que
el varón de Dios había hecho aquel día en Beth-el: contáronle
12 también á su padre las palabras que había hablado al rey. Y
su padre les dijo: ¿Por qué camino fué? Y sus hijos le mostraron
el camino por donde se había tornado el varón de Dios, que
13 había venido de Judá. Y él dijo á sus hijos: Enalbardadme el
14 asno. Y ellos le enalbardaron el asno, y subió en él. Y yendo
tras el varón de Dios, hallóle que estaba sentado debajo de un
alcornoque: y díjole: ¿Eres tú el varón de Dios que viniste de
15 Judá? Y él dijo: Yo soy. Díjole entonces: Ven conmigo á casa,
16 y come del pan. Mas él respondió: No podré volver contigo,
ni iré contigo; ni tampoco comeré pan ni beberé agua contigo
17 en este lugar; Porque por palabra de Dios me ha sido dicho:
No comas pan ni bebas agua allí, ni vuelvas por el camino que
18 fueres. Y el otro le dijo: Yo también soy profeta como tú, y un
ángel me ha hablado por palabra de Jehová, diciendo: Vuélvele
contigo á tu casa, para que coma pan y beba agua. Empero
19 mintióle. Entonces volvió con él, y comió del pan en su casa,
20 y bebió del agua. Y aconteció que, estando ellos á la mesa,
21 fué palabra de Jehová al profeta que le había hecho volver; Y
clamó al varón de Dios que había venido de Judá, diciendo: Así
dijo Jehová: Por cuanto has sido rebelde al dicho de Jehová,
y no guardaste el mandamiento que Jehová tu Dios te había
22 prescrito, Sino que volviste, y comiste del pan y bebiste del
agua en el lugar donde Jehová te había dicho no comieses pan
ni bebieses agua, no entrará tu cuerpo en el sepulcro de tus
23 padres. Y como hubo comido del pan y bebido, el profeta que
24 le había hecho volver le enalbardó un asno; Y yéndose, topóle
un león en el camino, y matóle; y su cuerpo estaba echado
en el camino, y el asno estaba junto á él, y el león también
25 estaba junto al cuerpo. Y he aquí unos que pasaban, y vieron
el cuerpo que estaba echado en el camino, y el león que estaba
junto al cuerpo: y vinieron, y dijéronlo en la ciudad donde el
537 I Reyes 13. 26–14. 6
viejo profeta habitaba. Y oyéndolo el profeta que le había 26
vuelto del camino, dijo: El varón de Dios es, que fué rebelde al
dicho de Jehová: por tanto Jehová le ha entregado al león, que
le ha quebrantado y muerto, conforme á la palabra de Jehová
que él le dijo. Y habló á sus hijos, y díjoles: Enalbardadme un 27
asno. Y ellos se lo enalbardaron. Y él fué, y halló su cuerpo 28
tendido en el camino, y el asno y el león estaban junto al
cuerpo: el león no había comido el cuerpo, ni dañado al asno.
Y tomando el profeta el cuerpo del varón de Dios, púsolo sobre 29
el asno, y llevóselo. Y el profeta viejo vino á la ciudad, para
endecharle y enterrarle. Y puso su cuerpo en su sepulcro; y 30
endecháronle, diciendo: ¡Ay, hermano mío! Y después que le 31
hubieron enterrado, habló á sus hijos, diciendo: Cuando yo
muriere, enterradme en el sepulcro en que está sepultado el
varón de Dios; poned mis huesos junto á los suyos. Porque 32
sin duda vendrá lo que él dijo á voces por palabra de Jehová
contra el altar que está en Beth-el, y contra todas las casas
de los altos que están en las ciudades de Samaria. Después 33
de esto no se tornó Jeroboam de su mal camino: antes volvió
á hacer sacerdotes de los altos de la clase del pueblo, y quien
quería se consagraba, y era de los sacerdotes de los altos. Y 34
esto fué causa de pecado á la casa de Jeroboam; por lo cual
fué cortada y raída de sobre la haz de la tierra.
EN aquel tiempo Abías hijo de Jeroboam cayó enfermo, Y 14, 2
dijo Jeroboam á su mujer: Levántate ahora, disfrázate, porque
no te conozcan que eres la mujer de Jeroboam, y ve á Silo; que
allá está Ahías profeta, el que me dijo que yo había de ser rey
sobre este pueblo. Y toma en tu mano diez panes, y turrones, 3
y una botija de miel, y ve á él; que te declare lo que ha de ser
de este mozo. Y la mujer de Jeroboam hízolo así; y levantóse, 4
y fué á Silo, y vino á casa de Ahías. Y no podía ya ver Ahías,
que sus ojos se habían oscurecido á causa de su vejez. Mas 5
Jehová había dicho á Ahías: He aquí que la mujer de Jeroboam
vendrá á consultarte por su hijo, que está enfermo: así y así
le has de responder; pues será que cuando ella viniere, vendrá
disimulada. Y como Ahías oyó el sonido de sus pies cuando 6
entraba por la puerta, dijo: Entra, mujer de Jeroboam; ¿por
qué te finges otra? empero yo soy enviado á ti con revelación
14. 7–21 I Reyes 538
7 dura. Ve, y di á Jeroboam: Así dijo Jehová Dios de Israel: Por
cuanto yo te levanté de en medio del pueblo, y te hice príncipe
8 sobre mi pueblo Israel, Y rompí el reino de la casa de David, y
te lo entregué á ti; y tú no has sido como David mi siervo, que
guardó mis mandamientos y anduvo en pos de mí con todo su
corazón, haciendo solamente lo derecho delante de mis ojos;
9 Antes hiciste lo malo sobre todos los que han sido antes de
ti: que fuiste y te hiciste dioses ajenos y de fundición para
10 enojarme, y á mí me echaste tras tus espaldas: Por tanto,
he aquí que yo traigo mal sobre la casa de Jeroboam, y yo
talaré de Jeroboam todo meante á la pared, así el guardado
como el desamparado en Israel; y barreré la posteridad de la
casa de Jeroboam, como es barrido el estiércol, hasta que sea
11 acabada. El que muriere de los de Jeroboam en la ciudad, le
comerán los perros; y el que muriere en el campo, comerlo han
12 las aves del cielo; porque Jehová lo ha dicho. Y tú levántate,
y vete á tu casa; que en entrando tu pie en la ciudad, morirá
13 el mozo. Y todo Israel lo endechará, y le enterrarán; porque
sólo él de los de Jeroboam entrará en sepultura; por cuanto se
ha hallado en él alguna cosa buena de Jehová Dios de Israel,
14 en la casa de Jeroboam. Y Jehová se levantará un rey sobre
Israel, el cual talará la casa de Jeroboam en este día; ¿y qué,
15 si ahora? Y Jehová sacudirá á Israel, al modo que la caña
se agita en las aguas: y él arrancará á Israel de esta buena
tierra que había dado á sus padres, y esparcirálos de la otra
parte del río, por cuanto han hecho sus bosques, enojando á
16 Jehová. Y él entregará á Israel por los pecados de Jeroboam,
17 el cual pecó, y ha hecho pecar á Israel. Entonces la mujer de
Jeroboam se levantó, y se fué, y vino á Thirsa: y entrando ella
18 por el umbral de la casa, el mozo murió. Y enterráronlo, y
endechólo todo Israel, conforme á la palabra de Jehová, que
19 él había hablado por mano de su siervo Ahías profeta. Los
otros hechos de Jeroboam, qué guerras hizo, y cómo reinó,
todo está escrito en el libro de las historias de los reyes de
20 Israel. El tiempo que reinó Jeroboam fueron veintidós años;
y habiendo dormido con sus padres, reinó en su lugar Nadab su
21 hijo. Y Roboam hijo de Salomón reinó en Judá. De cuarenta
y un años era Roboam cuando comenzó á reinar, y diecisiete
539 I Reyes 14. 22–15. 7
años reinó en Jerusalem, ciudad que Jehová eligió de todas las
tribus de Israel para poner allí su nombre. El nombre de su
madre fué Naama, Ammonita. Y Judá hizo lo malo en los ojos 22
de Jehová, y enojáronle más que todo lo que sus padres habían
hecho en sus pecados que cometieron. Porque ellos también 23
se edificaron altos, estatuas, y bosques, en todo collado alto, y
debajo de todo árbol frondoso: Y hubo también sodomitas en 24
la tierra, é hicieron conforme á todas las abominaciones de las
gentes que Jehová había echado delante de los hijos de Israel.
Al quinto año del rey Roboam subió Sisac rey de Egipto contra 25
Jerusalem. Y tomó los tesoros de la casa de Jehová, y los 26
tesoros de la casa real, y saqueólo todo: llevóse también todos
los escudos de oro que Salomón había hecho. Y en lugar de 27
ellos hizo el rey Roboam escudos de metal, y diólos en manos
de los capitanes de los de la guardia, quienes custodiaban la
puerta de la casa real. Y cuando el rey entraba en la casa de 28
Jehová, los de la guardia los llevaban; y poníanlos después en
la cámara de los de la guardia. Lo demás de los hechos de 29
Roboam, y todas las cosas que hizo, ¿no están escritas en las
crónicas de los reyes de Judá? Y hubo guerra entre Roboam y 30
Jeroboam todos los días. Y durmió Roboam con sus padres, y 31
fué sepultado con sus padres en la ciudad de David. El nombre
de su madre fué Naama, Ammonita. Y reinó en su lugar Abiam
su hijo.
EN el año dieciocho del rey Jeroboam hijo de Nabat, Abiam 15
comenzó á reinar sobre Judá. Reinó tres años en Jerusalem. 2
El nombre de su madre fué Maachâ, hija de Abisalom. Y an- 3
duvo en todos los pecados de su padre, que había éste hecho
antes de él; y no fué su corazón perfecto con Jehová su Dios,
como el corazón de David su padre. Mas por amor de David, 4
dióle Jehová su Dios lámpara en Jerusalem, levantándole á su
hijo después de él, y sosteniendo á Jerusalem: Por cuanto Da- 5
vid había hecho lo recto ante los ojos de Jehová, y de ninguna
cosa que le mandase se había apartado en todos los días de
su vida, excepto el negocio de Uría Hetheo. Y hubo guerra 6
entre Roboam y Jeroboam todos los días de su vida. Lo de- 7
más de los hechos de Abiam, y todas las cosas que hizo, ¿no
están escritas en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
15. 8–24 I Reyes 540
8 Y hubo guerra entre Abiam y Jeroboam. Y durmió Abiam
con sus padres, y sepultáronlo en la ciudad de David: y reinó
9 Asa su hijo en su lugar. En el año veinte de Jeroboam rey
10 de Israel, Asa comenzó á reinar sobre Judá. Y reinó cuarenta
y un años en Jerusalem; el nombre de su madre fué Maachâ,
11 hija de Abisalom. Y Asa hizo lo recto ante los ojos de Je-
12 hová, como David su padre. Porque quitó los sodomitas de
la tierra, y quitó todas las suciedades que sus padres habían
13 hecho. Y también privó á su madre Maachâ de ser princesa,
porque había hecho un ídolo en un bosque. Además deshizo
Asa el ídolo de su madre, y quemólo junto al torrente de Ce-
14 drón. Empero los altos no se quitaron: con todo, el corazón
15 de Asa fué perfecto para con Jehová toda su vida. También
metió en la casa de Jehová lo que su padre había dedicado, y lo
16 que él dedicó: oro, y plata, y vasos. Y hubo guerra entre Asa y
17 Baasa rey de Israel, todo el tiempo de ambos. Y subió Baasa
rey de Israel contra Judá, y edificó á Ramá, para no dejar salir
18 ni entrar á ninguno de Asa, rey de Judá. Entonces tomando
Asa toda la plata y oro que había quedado en los tesoros de la
casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, entrególos en las
manos de sus siervos, y enviólos el rey Asa á Ben-adad, hijo de
Tabrimón, hijo de Hezión, rey de Siria, el cual residía en Da-
19 masco, diciendo: Alianza hay entre mí y ti, y entre mi padre
y el tuyo: he aquí yo te envío un presente de plata y oro: ve,
y rompe tu alianza con Baasa rey de Israel, para que me deje.
20 Y Ben-adad consintió con el rey Asa, y envió los príncipes de
los ejércitos que tenía contra las ciudades de Israel, é hirió á
Ahión, y á Dan, y á Abel-beth-maachâ, y á toda Cinneroth,
21 con toda la tierra de Nephtalí. Y oyendo esto Baasa, dejó de
22 edificar á Ramá, y estúvose en Thirsa. Entonces el rey Asa
convocó á todo Judá, sin exceptuar ninguno; y quitaron de
Ramá la piedra y la madera con que Baasa edificaba, y edificó
23 el rey Asa con ello á Gabaa de Benjamín, y á Mizpa. Lo de-
más de todos los hechos de Asa, y toda su fortaleza, y todas
las cosas que hizo, y las ciudades que edificó, ¿no está todo
escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Mas
24 en el tiempo de su vejez enfermó de sus pies. Y durmió Asa
con sus padres, y fué sepultado con sus padres en la ciudad
541 I Reyes 15. 25–16. 7
de David su padre: y reinó en su lugar Josaphat su hijo. Y 25
Nadab, hijo de Jeroboam, comenzó á reinar sobre Israel en el
segundo año de Asa rey de Judá; y reinó sobre Israel dos años.
É hizo lo malo ante los ojos de Jehová, andando en el camino 26
de su padre, y en sus pecados con que hizo pecar á Israel. Y 27
Baasa hijo de Ahía, el cual era de la casa de Issachâr, hizo
conspiración contra él: é hiriólo Baasa en Gibbethón, que era
de los Filisteos: porque Nadab y todo Israel tenían cercado á
Gibbethón. Matólo pues Baasa en el tercer año de Asa rey 28
de Judá, y reinó en lugar suyo. Y como él vino al reino, hirió 29
toda la casa de Jeroboam, sin dejar alma viviente de los de
Jeroboam, hasta raerlo, conforme á la palabra de Jehová que
él habló por su siervo Ahías Silonita; Por los pecados de Je- 30
roboam que él había cometido, y con los cuales hizo pecar á
Israel; y por su provocación con que provocó á enojo á Jehová
Dios de Israel. Lo demás de los hechos de Nadab, y todas las 31
cosas que hizo, ¿no está todo escrito en el libro de las crónicas
de los reyes de Israel? Y hubo guerra entre Asa y Baasa rey 32
de Israel, todo el tiempo de ambos. En el tercer año de Asa 33
rey de Judá, comenzó á reinar Baasa hijo de Ahía sobre todo
Israel en Thirsa; y reinó veinticuatro años. É hizo lo malo á 34
los ojos de Jehová, y anduvo en el camino de Jeroboam, y en
su pecado con que hizo pecar á Israel.
Y FUÉ palabra de Jehová á Jehú hijo de Hanani contra 16
Baasa, diciendo: Pues que yo te levanté del polvo, y te pu- 2
se por príncipe sobre mi pueblo Israel, y tú has andado en el
camino de Jeroboam, y has hecho pecar á mi pueblo Israel,
provocándome á ira con sus pecados; He aquí yo barreré la 3
posteridad de Baasa, y la posteridad de su casa: y pondré tu
casa como la casa de Jeroboam hijo de Nabat. El que de Baa- 4
sa fuere muerto en la ciudad, le comerán los perros; y el que
de él fuere muerto en el campo, comerlo han las aves del cielo.
Lo demás de los hechos de Baasa, y las cosas que hizo, y su 5
fortaleza, ¿no está todo escrito en el libro de las crónicas de
los reyes de Israel? Y durmió Baasa con sus padres, y fué se- 6
pultado en Thirsa; y reinó en su lugar Ela su hijo. Empero la 7
palabra de Jehová por mano de Jehú profeta, hijo de Hanani,
había sido contra Baasa y también contra su casa, con motivo
16. 8–23 I Reyes 542
de todo lo malo que hizo á los ojos de Jehová, provocándole
á ira con las obras de sus manos, para que fuese hecha como
8 la casa de Jeroboam; y porque lo había herido. En el año
veintiséis de Asa rey de Judá, comenzó á reinar Ela hijo de
9 Baasa sobre Israel en Thirsa; y reinó dos años. É hizo con-
juración contra él su siervo Zimri, comandante de la mitad de
los carros. Y estando él en Thirsa, bebiendo y embriagado en
10 casa de Arsa su mayordomo en Thirsa, Vino Zimri, y lo hirió
y mató, en el año veintisiete de Asa rey de Judá; y reinó en
11 lugar suyo. Y luego que llegó á reinar y estuvo sentado en su
trono, hirió toda la casa de Baasa, sin dejar en ella meante
12 á la pared, ni sus parientes ni amigos. Así rayó Zimri toda
la casa de Baasa, conforme á la palabra de Jehová, que había
13 proferido contra Baasa por medio del profeta Jehú; Por todos
los pecados de Baasa, y los pecados de Ela su hijo, con que
ellos pecaron é hicieron pecar á Israel, provocando á enojo á
14 Jehová Dios de Israel con sus vanidades. Los demás hechos de
Ela, y todas las cosas que hizo, ¿no está todo escrito en el libro
15 de las crónicas de los reyes de Israel? En el año veintisiete de
Asa rey de Judá, comenzó á reinar Zimri, y reinó siete días en
Thirsa; y el pueblo había asentado campo sobre Gibbethón,
16 ciudad de los Filisteos. Y el pueblo que estaba en el campo
oyó decir: Zimri ha hecho conjuración, y ha muerto al rey. En-
tonces todo Israel levantó el mismo día por rey sobre Israel á
17 Omri, general del ejército, en el campo. Y subió Omri de Gib-
18 bethón, y con él todo Israel, y cercaron á Thirsa. Mas viendo
Zimri tomada la ciudad, metióse en el palacio de la casa real,
19 y pegó fuego á la casa consigo: así murió. Por sus pecados
que él había cometido, haciendo lo malo á los ojos de Jehová,
y andando en los caminos de Jeroboam, y en su pecado que
20 cometió, haciendo pecar á Israel. Los demás hechos de Zimri,
y su conspiración que formó, ¿no está todo escrito en el libro
21 de las crónicas de los reyes de Israel? Entonces el pueblo de
Israel fué dividido en dos partes: la mitad del pueblo seguía á
Thibni hijo de Gineth, para hacerlo rey: y la otra mitad seguía
22 á Omri. Mas el pueblo que seguía á Omri, pudo más que el
que seguía á Thibni hijo de Gineth; y Thibni murió, y Omri
23 fué rey. En el año treinta y uno de Asa rey de Judá, comenzó
543 I Reyes 16. 24–17. 7
á reinar Omri sobre Israel, y reinó doce años: en Thirsa reinó
seis años. Y compró él de Semer el monte de Samaria por 24
dos talentos de plata, y edificó en el monte: y llamó el nombre
de la ciudad que edificó, Samaria, del nombre de Semer, señor
que fué de aquel monte. Y Omri hizo lo malo á los ojos de 25
Jehová, é hizo peor que todos los que habían sido antes de él:
Pues anduvo en todos los caminos de Jeroboam hijo de Nabat, 26
y en su pecado con que hizo pecar á Israel, provocando á ira á
Jehová Dios de Israel con sus ídolos. Lo demás de los hechos 27
de Omri, y todas las cosas que hizo, y sus valentías que ejecu-
tó, ¿no está todo escrito en el libro de las crónicas de los reyes
de Israel? Y Omri durmió con sus padres, y fué sepultado en 28
Samaria; y reinó en lugar suyo Achâb, su hijo. Y comenzó á 29
reinar Achâb hijo de Omri sobre Israel el año treinta y ocho
de Asa rey de Judá. Y reinó Achâb hijo de Omri sobre Israel 30
en Samaria veintidós años. Y Achâb hijo de Omri hizo lo malo
á los ojos de Jehová sobre todos los que fueron antes de él;
Porque le fué ligera cosa andar en los pecados de Jeroboam 31
hijo de Nabat, y tomó por mujer á Jezabel hija de Ethbaal rey
de los Sidonios, y fué y sirvió á Baal, y lo adoró. É hizo altar 32
á Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo 33
también Achâb un bosque; y añadió Achâb haciendo provocar
á ira á Jehová Dios de Israel, más que todos los reyes de Israel
que antes de él habían sido. En su tiempo Hiel de Beth-el 34
reedificó á Jericó. En Abiram su primogénito echó el cimiento,
y en Segub su hijo postrero puso sus puertas; conforme á la
palabra de Jehová que había hablado por Josué hijo de Nun.
ENTONCES Elías Thisbita, que era de los moradores de 17
Galaad, dijo á Achâb: Vive Jehová Dios de Israel, delante del
cual estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por
mi palabra. Y fué á él palabra de Jehová, diciendo: Apártate 2, 3
de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de
Cherith, que está delante del Jordán; Y beberás del arroyo; 4
y yo he mandado á los cuervos que te den allí de comer. Y 5
él fué, é hizo conforme á la palabra de Jehová; pues se fué y
asentó junto al arroyo de Cherith, que está antes del Jordán.
Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan 6
y carne á la tarde; y bebía del arroyo. Pasados algunos días, 7
17. 8–24 I Reyes 544
8 secóse el arroyo; porque no había llovido sobre la tierra. Y fué
9 á él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete á Sarepta
de Sidón, y allí morarás: he aquí yo he mandado allí á una
10 mujer viuda que te sustente. Entonces él se levantó, y se fué
á Sarepta. Y como llegó á la puerta de la ciudad, he aquí una
mujer viuda que estaba allí cogiendo serojas; y él la llamó, y
díjole: Ruégote que me traigas una poca de agua en un vaso,
11 para que beba. Y yendo ella para traérsela, él la volvió á
llamar, y díjole: Ruégote que me traigas también un bocado
12 de pan en tu mano. Y ella respondió: Vive Jehová Dios tuyo,
que no tengo pan cocido; que solamente un puñado de harina
tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una botija: y ahora
cogía dos serojas, para entrarme y aderezarlo para mí y para
13 mi hijo, y que lo comamos, y nos muramos. Y Elías le dijo:
No hayas temor; ve, haz como has dicho: empero hazme á mí
primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza,
14 y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque
Jehová Dios de Israel ha dicho así: La tinaja de la harina no
escaseará, ni se disminuirá la botija del aceite, hasta aquel día
15 que Jehová dará lluvia sobre la haz de la tierra. Entonces ella
fué, é hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella y su casa,
16 muchos días. Y la tinaja de la harina no escaseó, ni menguó
la botija del aceite, conforme á la palabra de Jehová que había
17 dicho por Elías. Después de estas cosas aconteció que cayó
enfermo el hijo del ama de la casa, y la enfermedad fué tan
18 grave, que no quedó en él resuello. Y ella dijo á Elías: ¿Qué
tengo yo contigo, varón de Dios? ¿has venido á mí para traer
19 en memoria mis iniquidades, y para hacerme morir mi hijo? Y
él le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su regazo,
y llevólo á la cámara donde él estaba, y púsole sobre su cama;
20 Y clamando á Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun á la viuda
en cuya casa yo estoy hospedado has afligido, matándole su
21 hijo? Y midióse sobre el niño tres veces, y clamó á Jehová, y
dijo: Jehová Dios mío, ruégote que vuelva el alma de este niño
22 á sus entrañas. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del
23 niño volvió á sus entrañas, y revivió. Tomando luego Elías
al niño, trájolo de la cámara á la casa, y diólo á su madre, y
24 díjole Elías: Mira, tu hijo vive. Entonces la mujer dijo á Elías:
545 I Reyes 18. 1–17
Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de
Jehová es verdad en tu boca.
PASADOS muchos días, fué palabra de Jehová á Elías en el 18
tercer año, diciendo: Ve, muéstrate á Achâb, y yo daré lluvia
sobre la haz de la tierra. Fué pues Elías á mostrarse á Achâb. 2
Había á la sazón grande hambre en Samaria. Y Achâb llamó 3
á Abdías su mayordomo, el cual Abdías era en grande ma-
nera temeroso de Jehová; Porque cuando Jezabel destruía á 4
los profetas de Jehová, Abdías tomó cien profetas, los cuales
escondió de cincuenta en cincuenta por cuevas, y sustentólos
á pan y agua. Y dijo Achâb á Abdías: Ve por el país á todas 5
las fuentes de aguas, y á todos los arroyos; que acaso hallare-
mos grama con que conservemos la vida á los caballos y á las
acémilas, para que no nos quedemos sin bestias. Y partieron 6
entre sí el país para recorrerlo: Achâb fué de por sí por un ca-
mino, y Abdías fué separadamente por otro. Y yendo Abdías 7
por el camino, topóse con Elías; y como le conoció, postróse
sobre su rostro, y dijo: ¿No eres tú mi señor Elías? Y él res- 8
pondió: Yo soy; ve, di á tu amo: He aquí Elías. Pero él dijo: 9
¿En qué he pecado, para que tú entregues tu siervo en mano
de Achâb para que me mate? Vive Jehová tu Dios, que no 10
ha habido nación ni reino donde mi señor no haya enviado á
buscarte; y respondiendo ellos: No está aquí, él ha conjurado á
reinos y naciones si no te han hallado. ¿Y ahora tú dices: Ve, 11
di á tu amo: Aquí está Elías? Y acontecerá que, luego que yo 12
me haya partido de ti, el espíritu de Jehová te llevará donde
yo no sepa; y viniendo yo, y dando las nuevas á Achâb, y no
hallándote él, me matará; y tu siervo teme á Jehová desde su
mocedad. ¿No ha sido dicho á mi señor lo que hice, cuando 13
Jezabel mataba á los profetas de Jehová que escondí cien: va-
rones de los profetas de Jehová: que escondí cien varones de
los profetas de Jehová de cincuenta en cincuenta en cuevas,
y los mantuve á pan y agua? ¿Y ahora dices tú: Ve, di á tu 14
amo: Aquí está Elías: para que él me mate? Y díjole Elías: 15
Vive Jehová de los ejércitos, delante del cual estoy, que hoy me
mostraré á él. Entonces Abdías fué á encontrarse con Achâb, 16
y dióle el aviso; y Achâb vino á encontrarse con Elías. Y como 17
Achâb vió á Elías, díjole Achâb: ¿Eres tú el que alborotas á
18. 18–31 I Reyes 546
18 Israel? Y él respondió: Yo no he alborotado á Israel, sino tú
y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová,
19 y siguiendo á los Baales. Envía pues ahora y júntame á todo
Israel en el monte de Carmelo, y los cuatrocientos y cincuenta
profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de los bosques,
20 que comen de la mesa de Jezabel. Entonces Achâb envió á
todos los hijos de Israel, y juntó los profetas en el monte de
21 Carmelo. Y acercándose Elías á todo el pueblo, dijo: ¿Hasta
cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jeho-
vá es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo
22 no respondió palabra. Y Elías tornó á decir al pueblo: Sólo
yo he quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal
23 hay cuatrocientos y cincuenta hombres. Dénsenos pues dos
bueyes, y escójanse ellos el uno, y córtenlo en pedazos, y pón-
ganlo sobre leña, mas no pongan fuego debajo; y yo aprestaré
el otro buey, y pondrélo sobre leña, y ningún fuego pondré de-
24 bajo. Invocad luego vosotros en el nombre de vuestros dioses,
y yo invocaré en el nombre de Jehová: y el Dios que respondiere
por fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo:
25 Bien dicho. Entonces Elías dijo á los profetas de Baal: Esco-
geos el un buey, y haced primero, pues que vosotros sois los
más: é invocad en el nombre de vuestros dioses, mas no pon-
26 gáis fuego debajo. Y ellos tomaron el buey que les fué dado,
y aprestáronlo, é invocaron en el nombre de Baal desde la ma-
ñana hasta el medio día, diciendo: ¡Baal, respóndenos! Mas no
había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban sal-
27 tando cerca del altar que habían hecho. Y aconteció al medio
día, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz,
que dios es: quizá está conversando, ó tiene algún empeño, ó
28 va de camino; acaso duerme, y despertará. Y ellos clamaban
á grandes voces, y sajábanse con cuchillos y con lancetas con-
29 forme á su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. Y
como pasó el medio día, y ellos profetizaran hasta el tiempo
del sacrificio del presente, y no había voz, ni quien respondiese
30 ni escuchase; Elías dijo entonces á todo el pueblo: Acercaos
á mí. Y todo el pueblo se llegó á él: y él reparó el altar de
31 Jehová que estaba arruinado. Y tomando Elías doce piedras,
conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual
547 I Reyes 18. 32–19. 1
había sido palabra de Jehová, diciendo: Israel será tu nom-
bre; Edificó con las piedras un altar en el nombre de Jehová: 32
después hizo una reguera alrededor del altar, cuanto cupieran
dos satos de simiente. Compuso luego la leña, y cortó el buey 33
en pedazos, y púsolo sobre la leña. Y dijo: Henchid cuatro 34
cántaros de agua, y derramadla sobre el holocausto y sobre la
leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y otra vez lo hicieron. Dijo aún:
Hacedlo la tercera vez; é hiciéronlo la tercera vez. De manera 35
que las aguas corrían alrededor del altar; y había también hen-
chido de agua la reguera. Y como llegó la hora de ofrecerse 36
el holocausto, llegóse el profeta Elías, y dijo: Jehová Dios de
Abraham, de Isaac, y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres
Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo
he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respónde- 37
me; para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el
Dios, y que tú volviste atrás el corazón de ellos. Entonces ca- 38
yó fuego de Jehová, el cual consumió el holocausto, y la leña,
y las piedras, y el polvo, y aun lamió las aguas que estaban
en la reguera. Y viéndolo todo el pueblo, cayeron sobre sus 39
rostros, y dijeron: ¡Jehová es el Dios! ¡Jehová es el Dios! Y 40
díjoles Elías: Prended á los profetas de Baal, que no escape
ninguno. Y ellos los prendieron; y llevólos Elías al arroyo de
Cisón, y allí los degolló. Y entonces Elías dijo á Achâb: Sube, 41
come y bebe; porque una grande lluvia suena. Y Achâb subió 42
á comer y á beber. Y Elías subió á la cumbre del Carmelo;
y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. Y 43
dijo á su criado: Sube ahora, y mira hacia la mar. Y él subió,
y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió á decir: Vuelve
siete veces. Y á la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nu- 44
be como la palma de la mano de un hombre, que sube de la
mar. Y él dijo: Ve, y di á Achâb: Unce y desciende, porque la
lluvia no te ataje. Y aconteció, estando en esto, que los cielos 45
se oscurecieron con nubes y viento; y hubo una gran lluvia.
Y subiendo Achâb, vino á Jezreel. Y la mano de Jehová fué 46
sobre Elías, el cual ciñó sus lomos, y vino corriendo delante de
Achâb hasta llegar á Jezreel.
Y Achâb dió la nueva á Jezabel de todo lo que Elías había 19
hecho, de como había muerto á cuchillo á todos los profetas.
19. 2–16 I Reyes 548
2 Entonces envió Jezabel á Elías un mensajero, diciendo: Así me
hagan los dioses, y así me añadan, si mañana á estas horas yo
3 no haya puesto tu persona como la de uno de ellos. Viendo
pues el peligro, levantóse y fuése por salvar su vida, y vino á
4 Beer-seba, que es en Judá, y dejó allí su criado. Y él se fué
por el desierto un día de camino, y vino y sentóse debajo de un
enebro; y deseando morirse, dijo: Baste ya, oh Jehová, quita
5 mi alma; que no soy yo mejor que mis padres. Y echándose
debajo del enebro, quedóse dormido: y he aquí luego un ángel
6 que le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he
aquí á su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y un vaso
7 de agua: y comió y bebió y volvióse á dormir. Y volviendo
el ángel de Jehová la segunda vez, tocóle, diciendo: Levántate,
8 come: porque gran camino te resta. Levantóse pues, y comió
y bebió; y caminó con la fortaleza de aquella comida cuaren-
9 ta días y cuarenta noches, hasta el monte de Dios, Horeb. Y
allí se metió en una cueva, donde tuvo la noche. Y fué á él
10 palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? Y
él respondió: Sentido he un vivo celo por Jehová Dios de los
ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu alianza, han
derribado tus altares, y han muerto á cuchillo tus profetas: y
11 yo solo he quedado, y me buscan para quitarme la vida. Y
él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová.
Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento
que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Je-
hová: mas Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un
12 terremoto: mas Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el
terremoto un fuego: mas Jehová no estaba en el fuego. Y tras
13 el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías,
cubrió su rostro con su manto, y salió, y paróse á la puerta de
la cueva. Y he aquí llegó una voz á él, diciendo: ¿Qué haces
14 aquí, Elías? Y él respondió: Sentido he un vivo celo por Jeho-
vá Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado
tu alianza, han derribado tus altares, y han muerto á cuchillo
tus profetas: y yo solo he quedado, y me buscan para quitarme
15 la vida. Y díjole Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el
desierto de Damasco: y llegarás, y ungirás á Hazael por rey de
16 Siria; Y á Jehú hijo de Nimsi, ungirás por rey sobre Israel; y
549 I Reyes 19. 17–20. 10
á Eliseo hijo de Saphat, de Abel-mehola, ungirás para que sea
profeta en lugar de ti. Y será, que el que escapare del cuchillo, 17
de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare del cuchillo de
Jehú, Eliseo lo matará. Y yo haré que queden en Israel siete 18
mil; todas rodillas que no se encorvaron á Baal, y bocas todas
que no lo besaron. Y partiéndose él de allí, halló á Eliseo hijo 19
de Saphat, que araba con doce yuntas delante de sí; y él era
uno de los doce gañanes. Y pasando Elías por delante de él,
echó sobre él su manto. Entonces dejando él los bueyes, vino 20
corriendo en pos de Elías, y dijo: Ruégote que me dejes besar
mi padre y mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuel-
ve: ¿qué te he hecho yo? Y volvióse de en pos de él, y tomó 21
un par de bueyes, y matólos, y con el arado de los bueyes coció
la carne de ellos, y dióla al pueblo que comiesen. Después se
levantó, y fué tras Elías, y servíale.
ENTONCES Ben-adad rey de Siria juntó á todo su ejérci- 20
to, y con él treinta y dos reyes, con caballos y carros: y subió,
y puso cerco á Samaria, y combatióla. Y envió mensajeros 2
á la ciudad á Achâb rey de Israel, diciendo: Así ha dicho 3
Ben-adad: Tu plata y tu oro es mío, y tus mujeres y tus hijos
hermosos son míos. Y el rey de Israel respondió, y dijo: Como 4
tú dices, rey señor mío, yo soy tuyo, y todo lo que tengo. Y 5
volviendo los mensajeros otra vez, dijeron: Así dijo Ben-adad:
Yo te envié á decir: Tu plata y tu oro, y tus mujeres y tus
hijos me darás. Además mañana á estas horas enviaré yo á 6
ti mis siervos, los cuales escudriñarán tu casa, y las casas de
tus siervos; y tomarán con sus manos, y llevarán todo lo pre-
cioso que tuvieres. Entonces el rey de Israel llamó á todos los 7
ancianos de la tierra, y díjoles: Entended, y ved ahora cómo
éste no busca sino mal: pues que ha enviado á mí por mis mu-
jeres y mis hijos, y por mi plata y por mi oro; y yo no se lo
he negado. Y todos los ancianos y todo el pueblo le respon- 8
dieron: No le obedezcas, ni hagas lo que te pide. Entonces 9
él respondió á los embajadores de Ben-adad: Decid al rey mi
señor: Haré todo lo que mandaste á tu siervo al principio; mas
esto no lo puedo hacer. Y los embajadores fueron, y diéron-
le la respuesta. Y Ben-adad tornó á enviarle á decir: Así me 10
hagan los dioses, y así me añadan, que el polvo de Samaria
20. 11–26 I Reyes 550
11 no bastará á los puños de todo el pueblo que me sigue. Y
el rey de Israel respondió, y dijo: Decidle, que no se alabe el
12 que se ciñe, como el que ya se desciñe. Y como él oyó esta
palabra, estando bebiendo con los reyes en las tiendas, dijo á
13 sus siervos: Poned. Y ellos pusieron contra la ciudad. Y he
aquí un profeta se llegó á Achâb rey de Israel; y le dijo: Así
ha dicho Jehová: ¿Has visto esta grande multitud? he aquí yo
te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy
14 Jehová. Y respondió Achâb: ¿Por mano de quién? Y él dijo:
Así ha dicho Jehová: Por mano de los criados de los príncipes
de las provincias. Y dijo Achâb: ¿Quién comenzará la batalla?
15 Y él respondió: Tú. Entonces él reconoció los criados de los
príncipes de las provincias, los cuales fueron doscientos trein-
ta y dos. Luego reconoció todo el pueblo, todos los hijos de
16 Israel, que fueron siete mil. Y salieron á medio día. Y esta-
ba Ben-adad bebiendo, borracho en las tiendas, él y los reyes,
17 los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda. Y los
criados de los príncipes de las provincias salieron los primeros.
Y había Ben-adad enviado quien le dió aviso, diciendo: Han
18 salido hombres de Samaria. Él entonces dijo: Si han salido
por paz, tomadlos vivos; y si han salido para pelear, tomadlos
19 vivos. Salieron pues de la ciudad los criados de los príncipes
20 de las provincias, y en pos de ellos el ejército. É hirió cada
uno al que venía contra sí: y huyeron los Siros, siguiéndolos los
de Israel. Y el rey de Siria, Ben-adad, se escapó en un caballo
21 con alguna gente de caballería. Y salió el rey de Israel, é hi-
rió la gente de á caballo, y los carros; y deshizo los Siros con
22 grande estrago. Llegándose luego el profeta al rey de Israel,
le dijo: Ve, fortalécete, y considera y mira lo que has de hacer;
23 porque pasado el año, el rey de Siria ha de venir contra ti. Y
los siervos del rey de Siria le dijeron: Sus dioses son dioses de
los montes, por eso nos han vencido; mas si peleáremos con
24 ellos en la llanura, se verá si no los vencemos. Haz pues así:
Saca á los reyes cada uno de su puesto, y pon capitanes en
25 lugar de ellos. Y tú, fórmate otro ejército como el ejército
que perdiste, caballos por caballos, y carros por carros; luego
pelearemos con ellos en campo raso, y veremos si no los vence-
26 mos. Y él les dió oído, é hízolo así. Pasado el año, Ben-adad
551 I Reyes 20. 27–39
reconoció los Siros, y vino á Aphec á pelear contra Israel. Y 27
los hijos de Israel fueron también inspeccionados, y tomando
provisiones fuéronles al encuentro; y asentaron campo lo hijos
de Israel delante de ellos, como dos rebañuelos de cabras; y los
Siros henchían la tierra. Llegándose entonces el varón de Dios 28
al rey de Israel, hablóle diciendo: Así dijo Jehová: Por cuanto
los Siros han dicho, Jehová es Dios de los montes, no Dios de
los valles, yo entregaré toda esta grande multitud en tu ma-
no, para que conozcáis que yo soy Jehová. Siete días tuvieron 29
asentado campo los unos delante de los otros, y al séptimo
día se dió la batalla: y mataron los hijos de Israel de los Siros
en un día cien mil hombres de á pie. Los demás huyeron á 30
Aphec, á la ciudad: y el muro cayó sobre veinte y siete mil
hombres que habían quedado. También Ben-adad vino huyen-
do á la ciudad, y escondíase de cámara en cámara. Entonces 31
sus siervos le dijeron: He aquí, hemos oído de los reyes de la
casa de Israel que son reyes clementes: pongamos pues ahora
sacos en nuestros lomos, y sogas en nuestras cabezas, y salga-
mos al rey de Israel: por ventura te salvará la vida. Ciñeron 32
pues sus lomos de sacos, y sogas á sus cabezas, y vinieron al
rey de Israel, y dijéronle: Tu siervo Ben-adad dice: Ruégote
que viva mi alma. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano
es. Esto tomaron aquellos hombres por buen agüero, y presto 33
tomaron esta palabra de su boca, y dijeron: ¡Tu hermano Ben-
adad! Y él dijo: Id, y traedle. Ben-adad entonces se presentó á
Achâb, y él le hizo subir en un carro. Y díjole Ben-adad : Las 34
ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz
plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria.
Y yo, dijo Achâb, te dejaré partir con esta alianza. Hizo pues
con él alianza, y dejóle ir. Entonces un varón de los hijos de 35
los profetas dijo á su compañero por palabra de Dios: Hiéreme
ahora. Mas el otro varón no quiso herirle. Y él le dijo: Por 36
cuanto no has obedecido á la palabra de Jehová, he aquí en
apartándote de mí, te herirá un león. Y como se apartó de él,
topóle un león, é hirióle. Encontróse luego con otro hombre, 37
y díjole: Hiéreme ahora. Y el hombre le dió un golpe, é hízole
una herida. Y el profeta se fué, y púsose delante del rey en 38
el camino, y disfrazóse con un velo sobre los ojos. Y como el 39
20. 40–21. 11 I Reyes 552
rey pasaba, él dió voces al rey, y dijo: Tu siervo salió entre la
tropa: y he aquí apartándose uno, trájome un hombre, dicien-
do: Guarda á este hombre, y si llegare á faltar, tu vida será
40 por la suya, ó pagarás un talento de plata. Y como tu siervo
estaba ocupado á una parte y á otra, él desapareció. Entonces
el rey de Israel le dijo: Ésa será tu sentencia: tú la has pronun-
41 ciado. Pero él se quitó presto el velo de sobre sus ojos, y el
42 rey de Israel conoció que era de los profetas. Y él le dijo: Así
ha dicho Jehová: Por cuanto soltaste de la mano el hombre de
mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo.
43 Y el rey de Israel se fué á su casa triste y enojado, y llegó á
Samaria.
21 PASADOS estos negocios, aconteció que Naboth de Jezreel
tenía en Jezreel una viña junto al palacio de Achâb rey de Sa-
2 maria. Y Achâb habló á Naboth, diciendo: Dame tu viña para
un huerto de legumbres, porque está cercana, junto á mi casa,
y yo te daré por ella otra viña mejor que ésta; ó si mejor te
3 pareciere, te pagaré su valor en dinero. Y Naboth respondió
á Achâb: Guárdeme Jehová de que yo te dé á ti la heredad de
4 mis padres. Y vínose Achâb á su casa triste y enojado, por la
palabra que Naboth de Jezreel le había respondido, diciendo:
No te daré la heredad de mis padres. Y acostóse en su cama, y
5 volvió su rostro, y no comió pan. Y vino á él su mujer Jezabel,
y díjole: ¿Por qué está tan triste tu espíritu, y no comes pan?
6 Y él respondió: Porque hablé con Naboth de Jezreel, y díjele
que me diera su viña por dinero, ó que, si más quería, le daría
7 otra viña por ella; y él respondió: Yo no te daré mi viña. Y su
mujer Jezabel le dijo: ¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Leván-
tate, y come pan, y alégrate: yo te daré la viña de Naboth de
8 Jezreel. Entonces ella escribió cartas en nombre de Achâb, y
sellólas con su anillo y enviólas á los ancianos y á los principa-
9 les que moraban en su ciudad con Naboth. Y las cartas que
escribió decían así: Proclamad ayuno, y poned á Naboth á la
10 cabecera del pueblo; Y poned dos hombres perversos delante
de él, que atestigüen contra él, y digan: Tú has blasfemado á
11 Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo, y muera. Y
los de su ciudad, los ancianos y los principales que moraban
en su ciudad, lo hicieron como Jezabel les mandó, conforme á
553 I Reyes 21. 12–27
lo escrito en las cartas que ella les había enviado. Y promul- 12
garon ayuno, y asentaron á Naboth á la cabecera del pueblo.
Vinieron entonces dos hombres perversos, y sentáronse delante 13
de él: y aquellos hombres de Belial atestiguaron contra Naboth
delante del pueblo, diciendo: Naboth ha blasfemado á Dios y
al rey. Y sacáronlo fuera de la ciudad, y apedreáronlo con pie-
dras, y murió. Después enviaron á decir á Jezabel: Naboth 14
ha sido apedreado y muerto. Y como Jezabel oyó que Naboth 15
había sido apedreado y muerto, dijo á Achâb: Levántate y po-
see la viña de Naboth de Jezreel, que no te la quiso dar por
dinero; porque Naboth no vive, sino que es muerto. Y oyen- 16
do Achâb que Naboth era muerto, levantóse para descender
á la viña de Naboth de Jezreel, para tomar posesión de ella.
Entonces fué palabra de Jehová á Elías Thisbita, diciendo: 17
Levántate, desciende á encontrarte con Achâb rey de Israel, 18
que está en Samaria: he aquí él está en la viña de Naboth, á
la cual ha descendido para tomar posesión de ella. Y hablarle 19
has, diciendo: Así ha dicho Jehová: ¿No mataste y también has
poseído? Y tornarás á hablarle, diciendo: Así ha dicho Jeho-
vá: En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de
Naboth, los perros lamerán también tu sangre, la tuya misma.
Y Achâb dijo á Elías: ¿Me has hallado, enemigo mío? Y él res- 20
pondió: Hete encontrado, porque te has vendido á mal hacer
delante de Jehová. He aquí yo traigo mal sobre ti, y barreré 21
tu posteridad, y talaré de Achâb todo meante á la pared, al
guardado y al desamparado en Israel: Y yo pondré tu casa 22
como la casa de Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de
Baasa hijo de Ahía; por la provocación con que me provocaste
á ira, y con que has hecho pecar á Israel. De Jezabel también 23
ha hablado Jehová, diciendo: Los perros comerán á Jezabel en
la barbacana de Jezreel. El que de Achâb fuere muerto en la 24
ciudad, perros le comerán: y el que fuere muerto en el campo,
comerlo han las aves del cielo. (Á la verdad ninguno fué como 25
Achâb, que se vendiese á hacer lo malo á los ojos de Jehová;
porque Jezabel su mujer lo incitaba. Él fué en grande manera 26
abominable, caminando en pos de los ídolos, conforme á todo
lo que hicieron los Amorrheos, á los cuales lanzó Jehová delan-
te de los hijos de Israel.) Y acaeció cuando Achâb oyó estas 27
21. 28–22. 14 I Reyes 554
palabras, que rasgó sus vestidos, y puso saco sobre su carne, y
28 ayunó, y durmió en saco, y anduvo humillado. Entonces fué
29 palabra de Jehová á Elías Thisbita, diciendo: ¿No has visto
como Achâb se ha humillado delante de mí? Pues por cuanto
se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días: en
los días de su hijo traeré el mal sobre su casa.
22, 2 TRES años pasaron sin guerra entre los Siros é Israel. Y
aconteció al tercer año, que Josaphat rey de Judá descendió al
3 rey de Israel. Y el rey de Israel dijo á sus siervos: ¿No sabéis
que es nuestra Ramoth de Galaad? y nosotros callamos en or-
4 den á tomarla de mano del rey de Siria. Y dijo á Josaphat:
¿Quieres venir conmigo á pelear contra Ramoth de Galaad? Y
Josaphat respondió al rey de Israel: Como yo, así tú; y como
5 mi pueblo, así tu pueblo; y como mis caballos, tus caballos. Y
dijo luego Josaphat al rey de Israel: Yo te ruego que consultes
6 hoy la palabra de Jehová. Entonces el rey de Israel juntó los
profetas, como cuatrocientos hombres, á los cuales dijo: ¿Iré á
la guerra contra Ramoth de Galaad, ó la dejaré? Y ellos dije-
7 ron: Sube; porque el Señor la entregará en mano del rey. Y
dijo Josaphat: ¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, por el
8 cual consultemos? Y el rey de Israel respondió á Josaphat:
Aun hay un varón por el cual podríamos consultar á Jehová,
Michêas, hijo de Imla: mas yo le aborrezco porque nunca me
profetiza bien, sino solamente mal. Y Josaphat dijo: No hable
9 el rey así. Entonces el rey de Israel llamó á un eunuco, y dí-
10 jole: trae presto á Michêas hijo de Imla. Y el rey de Israel y
Josaphat rey de Judá estaban sentados cada uno en su silla,
vestidos de sus ropas reales, en la plaza junto á la entrada de
la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban de-
11 lante de ellos. Y Sedechîas hijo de Chânaana se había hecho
unos cuernos de hierro, y dijo: Así ha dicho Jehová: Con éstos
12 acornearás á los Siros hasta acabarlos. Y todos los profetas
profetizaban de la misma manera, diciendo: Sube á Ramoth
de Galaad, y serás prosperado; que Jehová la dará en mano
13 del rey. Y el mensajero que había ido á llamar á Michêas, ha-
blóle, diciendo: He aquí las palabras de los profetas á una boca
anuncian al rey bien: sea ahora tu palabra conforme á la pala-
14 bra de alguno de ellos, y anuncia bien. Y Michêas respondió:
555 I Reyes 22. 15–31
Vive Jehová, que lo que Jehová me hablare, eso diré. Vino 15
pues al rey, y el rey le dijo: Michêas, ¿iremos á pelear contra
Ramoth de Galaad, ó la dejaremos? Y él respondió: Sube, que
serás prosperado, y Jehová la entregará en mano del rey. Y 16
el rey le dijo: ¿Hasta cuántas veces he de conjurarte que no
me digas sino la verdad en el nombre de Jehová? Entonces él 17
dijo: Yo vi á todo Israel esparcido por los montes, como ove-
jas que no tienen pastor: y Jehová dijo: Éstos no tienen señor:
vuélvase cada uno á su casa en paz. Y el rey de Israel dijo 18
á Josaphat: ¿No te lo había yo dicho? Ninguna cosa buena
profetizará él acerca de mí, sino solamente mal. Entonces él 19
dijo: Oye pues palabra de Jehová: Yo vi á Jehová sentado en
su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto á él, á
su diestra y á su siniestra. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá á 20
Achâb, para que suba y caiga en Ramoth de Galaad? Y uno
decía de una manera; y otro decía de otra. Y salió un espíritu, 21
y púsose delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová
le dijo: ¿De qué manera? Y él dijo: Yo saldré, y seré espíritu 22
de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: inducirlo
has, y aun saldrás con ello; sal pues, y hazlo así. Y ahora, 23
he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de
todos estos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca
de ti. Llegándose entonces Sedechîas hijo de Chânaana, hirió 24
á Michêas en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fué de mí el
espíritu de Jehová para hablarte á ti? Y Michêas respondió: 25
He aquí tú lo verás en aquel día, cuando te irás metiendo de
cámara en cámara por esconderte. Entonces el rey de Israel 26
dijo: Toma á Michêas, y vuélvelo á Amón gobernador de la
ciudad, y á Joás hijo del rey; Y dirás: Así ha dicho el rey: 27
Echad á éste en la cárcel, y mantenedle con pan de angustia
y con agua de aflicción, hasta que yo vuelva en paz. Y dijo 28
Michêas: Si llegares á volver en paz, Jehová no ha hablado por
mí. En seguida dijo: Oíd, pueblos todos. Subió pues el rey de 29
Israel con Josaphat rey de Judá á Ramoth de Galaad. Y el 30
rey de Israel dijo á Josaphat: Yo me disfrazaré, y entraré en la
batalla: y tú vístete tus vestidos. Y el rey de Israel se disfrazó,
y entró en la batalla. Mas el rey de Siria había mandado á 31
sus treinta y dos capitanes de los carros, diciendo: No peleéis
22. 32–50 I Reyes 556
vosotros ni con grande ni con chico, sino sólo contra el rey de
32 Israel. Y como los capitanes de los carros vieron á Josaphat,
dijeron: Ciertamente éste es el rey de Israel; y viniéronse á
33 él para pelear con él; mas el rey Josaphat dió voces. Vien-
do entonces los capitanes de los carros que no era el rey de
34 Israel, apartáronse de él. Y un hombre disparando su arco á
la ventura, hirió al rey de Israel por entre las junturas de la
armadura; por lo que dijo él á su carretero: Toma la vuelta,
35 y sácame del campo, que estoy herido. Mas la batalla había
arreciado aquel día, y el rey estuvo en su carro delante de los
Siros, y á la tarde murió: y la sangre de la herida corría por el
36 seno del carro. Y á puesta del sol salió un pregón por el cam-
37 po, diciendo: ¡Cada uno á su ciudad, y cada cual á su tierra! Y
murió pues el rey, y fué traído á Samaria; y sepultaron al rey
38 en Samaria. Y lavaron el carro en el estanque de Samaria;
lavaron también sus armas; y los perros lamieron su sangre,
39 conforme á la palabra de Jehová que había hablado. Lo de-
más de los hechos de Achâb, y todas las cosas que ejecutó, y la
casa de marfil que hizo, y todas las ciudades que edificó, ¿no
40 está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Y
durmió Achâb con sus padres, y reinó en su lugar Ochôzías su
41 hijo. Y Josaphat hijo de Asa comenzó á reinar sobre Judá en
42 el cuarto año de Achâb rey de Israel. Y era Josaphat de trein-
ta y cinco años cuando comenzó á reinar, y reinó veinticinco
años en Jerusalem. El nombre de su madre fué Azuba hija de
43 Silhi. Y anduvo en todo el camino de Asa su padre, sin decli-
44 nar de él, haciendo lo recto en los ojos de Jehová. Con todo
eso los altos no fueron quitados; que el pueblo sacrificaba aun,
45 y quemaba perfumes en los altos. Y Josaphat hizo paz con el
46 rey de Israel. Lo demás de los hechos de Josaphat, y sus ha-
zañas, y las guerras que hizo, ¿no está escrito en el libro de las
47 crónicas de los reyes de Judá? Barrió también de la tierra el
resto de los sodomitas que habían quedado en el tiempo de su
48 padre Asa. No había entonces rey en Edom; presidente había
49 en lugar de rey. Había Josaphat hecho navíos en Tharsis, los
cuales habían de ir á Ophir por oro; mas no fueron, porque se
50 rompieron en Ezión-geber. Entonces Ochôzías hijo de Achâb
dijo á Josaphat: Vayan mis siervos con los tuyos en los navíos.
557 I Reyes 22. 51–54
Mas Josaphat no quiso. Y durmió Josaphat con sus padres, y 51
fué sepultado con sus padres en la ciudad de David su padre;
y en su lugar reinó Joram su hijo. Y Ochôzías hijo de Achâb 52
comenzó á reinar sobre Israel en Samaria, el año diecisiete de
Josaphat rey de Judá; y reinó dos años sobre Israel. É hizo lo 53
malo en los ojos de Jehová, y anduvo en el camino de su pa-
dre, y en el camino de su madre, y en el camino de Jeroboam
hijo de Nabat, que hizo pecar á Israel: Porque sirvió á Baal, 54
y lo adoró, y provocó á ira á Jehová Dios de Israel, conforme
á todas las cosas que su padre había hecho.
libro segundo
de los reyes.
1
2
3
D ESPUÉS de la muerte de Achâb rebelóse Moab con-
tra Israel. Y Ochôzías cayó por las celosías de una
sala de la casa que tenía en Samaria; y estando en-
fermo envió mensajeros, y díjoles: Id, y consultad á
Baal-zebub dios de Ecrón, si tengo de sanar de esta mi enfer-
medad. Entonces el ángel de Jehová habló á Elías Thisbita,
diciendo: Levántate, y sube á encontrarte con los mensajeros
del rey de Samaria, y les dirás: ¿No hay Dios en Israel, que vo-
4 sotros vais á consultar á Baal-zebub dios de Ecrón? Por tanto
así ha dicho Jehová: Del lecho en que subiste no descenderás,
5 antes morirás ciertamente. Y Elías se fué. Y como los men-
sajeros se volvieron al rey, él les dijo: ¿Por qué pues os habéis
6 vuelto? Y ellos le respondieron: Encontramos un varón que
nos dijo: Id, y volveos al rey que os envió, y decidle: Así ha di-
cho Jehová: ¿No hay Dios en Israel, que tú envías á consultar á
Baal-zebub dios de Ecrón? Por tanto, del lecho en que subiste
7 no descenderás, antes morirás de cierto. Entonces él les dijo:
¿Qué hábito era el de aquel varón que encontrasteis, y os dijo
8 tales palabras? Y ellos le respondieron: Un varón velloso, y
ceñía sus lomos con un cinto de cuero. Entonces él dijo: Elías
9 Thisbita es. Y envió luego á él un capitán de cincuenta con
sus cincuenta, el cual subió á él; y he aquí que él estaba sentado
en la cumbre del monte. Y él le dijo: Varón de Dios, el rey ha
10 dicho que desciendas. Y Elías respondió, y dijo al capitán de
cincuenta: Si yo soy varón de Dios, descienda fuego del cielo,
y consúmate con tus cincuenta. Y descendió fuego del cielo,
11 que lo consumió á él y á sus cincuenta. Volvió el rey á enviar
á él otro capitán de cincuenta con sus cincuenta; y hablóle, y
12 dijo: Varón de Dios, el rey ha dicho así: Desciende presto. Y
respondióle Elías, y dijo: Si yo soy varón de Dios, descienda
fuego del cielo, y consúmate con tus cincuenta. Y descendió
13 fuego del cielo, que lo consumió á él y á sus cincuenta. Y vol-
559 II Reyes 1. 14–2. 8
vió á enviar el tercer capitán de cincuenta con sus cincuenta: y
subiendo aquel tercer capitán de cincuenta, hincóse de rodillas
delante de Elías, y rogóle, diciendo: Varón de Dios, ruégote
que sea de valor delante de tus ojos mi vida y la vida de estos
tus cincuenta siervos. He aquí ha descendido fuego del cielo, 14
y ha consumido los dos primeros capitanes de cincuenta, con
sus cincuenta; sea ahora mi vida de valor delante de tus ojos.
Entonces el ángel de Jehová dijo á Elías: Desciende con él; no 15
hayas de él miedo. Y él se levantó, y descendió con él al rey.
Y díjole: Así ha dicho Jehová: Pues que enviaste mensajeros á 16
consultar á Baal-zebub dios de Ecrón, ¿no hay Dios en Israel
para consultar en su palabra? No descenderás, por tanto, del
lecho en que subiste, antes morirás de cierto. Y murió confor- 17
me á la palabra de Jehová que había hablado Elías; y reinó en
su lugar Joram, en el segundo año de Joram, hijo de Josaphat
rey de Judá; porque Ochôzías no tenía hijo. Y lo demás de los 18
hechos de Ochôzías, ¿no está escrito en el libro de las crónicas
de los reyes de Israel?
Y ACONTECIÓ que, cuando quiso Jehová alzar á Elías en 2
un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. Y di- 2
jo Elías á Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha
enviado á Beth-el. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma,
que no te dejaré. Descendieron pues á Beth-el. Y saliendo á 3
Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Beth-el, dijéron-
le: ¿Sabes cómo Jehová quitará hoy á tu señor de tu cabeza?
Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le volvió á decir: Eliseo, 4
quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado á Jericó. Y
él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron
pues á Jericó. Y llegáronse á Eliseo los hijos de los profetas 5
que estaban en Jericó, y dijéronle: ¿Sabes cómo Jehová qui-
tará hoy á tu señor de tu cabeza? Y él respondió: Sí, yo lo
sé; callad. Y Elías le dijo: Ruégote que te quedes aquí, por- 6
que Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová,
y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron pues ambos á dos.
Y vinieron cincuenta varones de los hijos de los profetas, y 7
paráronse enfrente á lo lejos: y ellos dos se pararon junto al
Jordán. Tomando entonces Elías su manto, doblólo, é hirió 8
las aguas, las cuales se apartaron á uno y á otro lado, y pa-
2. 9–24 II Reyes 560
9 saron ambos en seco. Y como hubieron pasado, Elías dijo á
Eliseo: Pide lo que quieres que haga por ti, antes que sea qui-
tado de contigo. Y dijo Eliseo: Ruégote que las dos partes de
10 tu espíritu sean sobre mí. Y él le dijo: Cosa difícil has pedido.
Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será así hecho; mas
11 si no, no. Y aconteció que, yendo ellos hablando, he aquí, un
carro de fuego con caballos de fuego apartó á los dos: y Elías
12 subió al cielo en un torbellino. Y viéndolo Eliseo, clamaba:
¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de á caba-
llo! Y nunca más le vió, y trabando de sus vestidos, rompiólos
13 en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se le había
14 caído, y volvió, y paróse á la orilla del Jordán. Y tomando el
manto de Elías que se le había caído, hirió las aguas, y dijo:
¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo del mis-
mo modo herido las aguas, apartáronse á uno y á otro lado, y
15 pasó Eliseo. Y viéndole los hijos de los profetas que estaban
en Jericó de la otra parte, dijeron: El espíritu de Elías reposó
sobre Eliseo. Y viniéronle á recibir, é inclináronse á él hasta
16 la tierra. Y dijéronle: He aquí hay con tus siervos cincuenta
varones fuertes: vayan ahora y busquen á tu señor; quizá lo
ha levantado el espíritu de Jehová, y lo ha echado en algún
17 monte ó en algún valle. Y él les dijo: No enviéis. Mas ellos
le importunaron, hasta que avergonzándose, dijo: Enviad. En-
tonces ellos enviaron cincuenta hombres, los cuales lo buscaron
18 tres días, mas no lo hallaron. Y cuando volvieron á él, que
se había quedado en Jericó, él les dijo: ¿No os dije yo que no
19 fueseis? Y los hombres de la ciudad dijeron á Eliseo: He aquí
el asiento de esta ciudad es bueno, como mi señor ve; mas las
20 aguas son malas, y la tierra enferma. Entonces él dijo: Traed-
21 me una botija nueva, y poned en ella sal. Y trajéronsela. Y
saliendo él á los manaderos de las aguas, echó dentro la sal,
y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá
22 más en ellas muerte ni enfermedad. Y fueron sanas las aguas
23 hasta hoy, conforme á la palabra que habló Eliseo. Después
subió de allí á Beth-el; y subiendo por el camino, salieron los
muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo,
24 sube! ¡calvo, sube! Y mirando él atrás, viólos, y maldíjolos
en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y des-
561 II Reyes 2. 25–3. 16
pedazaron de ellos cuarenta y dos muchachos. De allí fué al 25
monte de Carmelo, y de allí volvió á Samaria.
Y JORAM hijo de Achâb comenzó á reinar en Samaria so- 3
bre Israel el año dieciocho de Josaphat rey de Judá; y reinó
doce años. É hizo lo malo en ojos de Jehová, aunque no como 2
su padre y su madre; porque quitó las estatuas de Baal que su
padre había hecho. Mas allegóse á los pecados de Jeroboam, 3
hijo de Nabat, que hizo pecar á Israel; y no se apartó de ellos.
Entonces Mesa rey de Moab era propietario de ganados, y pa- 4
gaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros con
sus vellones. Mas muerto Achâb, el rey de Moab se rebeló 5
contra el rey de Israel. Y salió entonces de Samaria el rey 6
Joram, é inspeccionó á todo Israel. Y fué y envió á decir á 7
Josaphat rey de Judá: El rey de Moab se ha rebelado contra
mí: ¿irás tú conmigo á la guerra contra Moab? Y él respondió:
Iré, porque como yo, así tú; como mi pueblo, así tu pueblo;
como mis caballos, así también tus caballos. Y dijo: ¿Por qué 8
camino iremos? Y él respondió: Por el camino del desierto de
Idumea. Partieron pues el rey de Israel, y el rey de Judá, y 9
el rey de Idumea; y como anduvieron rodeando por el desierto
siete días de camino, faltóles el agua para el ejército, y pa-
ra las bestias que los seguían. Entonces el rey de Israel dijo: 10
¡Ah! que ha llamado Jehová estos tres reyes para entregarlos
en manos de los Moabitas. Mas Josaphat dijo: ¿No hay aquí 11
profeta de Jehová, para que consultemos á Jehová por él? Y
uno de los siervos del rey de Israel respondió y dijo: Aquí es-
tá Eliseo hijo de Saphat, que daba agua á manos á Elías. Y 12
Josaphat dijo: Éste tendrá palabra de Jehová. Y descendieron
á él el rey de Israel, y Josaphat, y el rey de Idumea. Enton- 13
ces Eliseo dijo al rey de Israel: ¿Qué tengo yo contigo? Ve á
los profetas de tu padre, y á los profetas de tu madre. Y el
rey de Israel le respondió: No; porque ha juntado Jehová estos
tres reyes para entregarlos en manos de los Moabitas. Y Eli- 14
seo dijo: Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy,
que si no tuviese respeto al rostro de Josaphat rey de Judá,
no mirara á ti, ni te viera. Mas ahora traedme un tañedor. 15
Y mientras el tañedor tocaba, la mano de Jehová fué sobre
Eliseo. Y dijo: Así ha dicho Jehová: Haced en este valle mu- 16
3. 17–4. 4 II Reyes 562
17 chas acequias. Porque Jehová ha dicho así: No veréis viento,
ni veréis lluvia, y este valle será lleno de agua, y beberéis vos-
18 otros, y vuestras bestias, y vuestros ganados. Y esto es cosa
ligera en los ojos de Jehová; dará también á los Moabitas en
19 vuestras manos. Y vosotros heriréis á toda ciudad fortalecida
y á toda villa hermosa, y talaréis todo buen árbol, y cega-
réis todas las fuentes de aguas, y destruiréis con piedras toda
20 tierra fértil. Y aconteció que por la mañana, cuando se ofrece
el sacrificio, he aquí vinieron aguas por el camino de Idumea,
21 y la tierra fué llena de aguas. Y todos los de Moab, como
oyeron que los reyes subían á pelear contra ellos, juntáronse
desde todos los que ceñían talabarte arriba, y pusiéronse en
22 la frontera. Y como se levantaron por la mañana, y lució el
sol sobre las aguas, vieron los de Moab desde lejos las aguas
23 rojas como sangre; Y dijeron: ¡Sangre es ésta de espada! Los
reyes se han revuelto, y cada uno ha muerto á su compañero.
24 Ahora pues, ¡Moab, á la presa! Mas cuando llegaron al campo
de Israel, levantáronse los Israelitas é hirieron á los de Moab,
los cuales huyeron delante de ellos: siguieron empero hiriendo
25 todavía á los de Moab. Y asolaron las ciudades, y en todas
las heredades fértiles echó cada uno su piedra, y las llenaron;
cegaron también todas las fuentes de las aguas, y derribaron
todos los buenos árboles; hasta que en Kir-hareseth solamente
dejaron sus piedras; porque los honderos la cercaron, y la hi-
26 rieron. Y cuando el rey de Moab vió que la batalla lo vencía,
tomó consigo setecientos hombres que sacaban espada, para
27 romper contra el rey de Idumea: mas no pudieron. Entonces
arrebató á su primogénito que había de reinar en su lugar, y
sacrificóle en holocausto sobre el muro. Y hubo grande enojo
en Israel; y retiráronse de él, y volviéronse á su tierra.
4 UNA mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas,
clamó á Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido es muerto; y
tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová: y ha venido
2 el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Y Eliseo
le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y
ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una botija
3 de aceite. Y él le dijo: Ve, y pide para ti vasos prestados
4 de todos tus vecinos, vasos vacíos, no pocos. Entra luego,
563 II Reyes 4. 5–22
y cierra la puerta tras ti y tras tus hijos; y echa en todos
los vasos, y en estando uno lleno, ponlo aparte. Y partióse 5
la mujer de él, y cerró la puerta tras sí y tras sus hijos; y
ellos le llegaban los vasos, y ella echaba del aceite. Y como 6
los vasos fueron llenos, dijo á un hijo suyo: Tráeme aún otro
vaso. Y él dijo: No hay más vasos. Entonces cesó el aceite.
Vino ella luego, y contólo al varón de Dios, el cual dijo: Ve, y 7
vende el aceite, y paga á tus acreedores; y tú y tus hijos vivid
de lo que quedare. Y aconteció también que un día pasaba 8
Eliseo por Sunem; y había allí una mujer principal, la cual
le constriñó á que comiese del pan: y cuando por allí pasaba,
veníase á su casa á comer del pan. Y ella dijo á su marido: 9
He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por
nuestra casa, es varón de Dios santo. Yo te ruego que hagas 10
una pequeña cámara de paredes, y pongamos en ella cama, y
mesa, y silla, y candelero, para que cuando viniere á nosotros,
se recoja en ella. Y aconteció que un día vino él por allí, y 11
recogióse en aquella cámara, y durmió en ella. Entonces dijo 12
á Giezi su criado: Llama á esta Sunamita. Y como él la llamó,
pareció ella delante de él. Y dijo él á Giezi: Dile: He aquí tú 13
has estado solícita por nosotros con todo éste esmero: ¿qué
quieres que haga por ti? ¿has menester que hable por ti al
rey, ó al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en
medio de mi pueblo. Y él dijo: ¿Qué pues haremos por ella? 14
Y Giezi respondió: He aquí ella no tiene hijo, y su marido es
viejo. Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró á 15
4 las cosas que había hecho David su padre. Él quitó los altos,
y quebró las imágenes, y taló los bosques, é hizo pedazos la
serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta en-
tonces le quemaban perfumes los hijos de Israel; y llamóle por
5 nombre Nehustán. En Jehová Dios de Israel puso su esperan-
za: después ni antes de él no hubo otro como él en todos los
6 reyes de Judá. Porque se llegó á Jehová, y no se apartó de
él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió á
7 Moisés. Y Jehová fué con él; y en todas las cosas á que salía
murió sin hijos. É Isi fué hijo fué hijo de Aphaim; y Sesam, 31
hijo de Isi; é hijo de Sesam, Alai. Los hijos de Jada hermano 32
de Simmai: Jether y Jonathán. Y murió Jether sin hijos. Y 33
Dan, Azarael hijo de Jeroam. Éstos fueron los jefes de las tri-
bus de Israel. Y no tomó David el número de los que eran de 23
veinte años abajo, por cuanto Jehová había dicho que él había
de multiplicar á Israel como las estrellas del cielo. Joab hijo 24
de Sarvia había comenzado á contar, mas no acabó, pues por
esto vino la ira sobre Israel: y así el número no fué puesto en
el registro de las crónicas del rey David. Y Azmaveth hijo de 25
Adiel tenía cargo de los tesoros del rey; y de los tesoros de los
campos, y de las ciudades, y de las aldeas y castillos, Jonathán
hijo de Uzzías; Y de los que trabajaban en la labranza de las 26
tierras, Ezri hijo de Chêlud; Y de las viñas Simi Ramathita; 27
y del fruto de las viñas para las bodegas, Zabdías Siphmita;
Y de los olivares é higuerales que había en las campiñas, Baal- 28
hanán Gederita; y de los almacenes del aceite, Joás; De las 29
vacas que pastaban en Sarón, Sitrai Saronita; y de las vacas
que estaban en los valles, Saphat hijo de Adlai; Y de los ca- 30
mellos, Obil Ismaelita; y de las asnas, Jedías Meronothita; Y 31
de las ovejas, Jaziz Agareno. Todos éstos eran superintenden-
tes de la hacienda del rey David. Y Jonathán, tío de David, 32
era consejero, varón prudente y escriba; y Jehiel hijo de Hac-
moni estaba con los hijos del rey. Y también Achitophel era 33
consejero del rey; y Husai Arachîta amigo del rey. Después 34
28. 1–11 I Crónicas 648
de Achitophel era Joiada hijo de Benaías, y Abiathar. Y Joab
era el general del ejército del rey.
28 Y JUNTO David en Jerusalem á todos los principales de
Israel, los príncipes de las tribus, y los jefes de las divisiones
que servían al rey, los tribunos y centuriones, con los superin-
tendentes de toda la hacienda y posesión del rey, y sus hijos,
con los eunucos, los poderosos, y todos sus hombres valientes.
2 Y levantándose el rey David, puesto en pie dijo: Oídme, her-
manos míos, y pueblo mío. Yo tenía en propósito edificar una
casa, para que en ella reposara el arca del pacto de Jehová, y
para el estrado de los pies de nuestro Dios; y había ya apresta-
3 do todo para edificar. Mas Dios me dijo: Tú no edificarás casa
á mi nombre: porque eres hombre de guerra, y has derramado
4 mucha sangre. Empero Jehová el Dios de Israel me eligió de
toda la casa de mi padre, para que perpetuamente fuese rey
sobre Israel: porque á Judá escogió por caudillo, y de la casa
de Judá la familia de mi padre; y de entre los hijos de mi padre
5 agradóse de mí para ponerme por rey sobre todo Israel; Y de
todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos,) eli-
gió á mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino
6 de Jehová sobre Israel. Y me ha dicho: Salomón tu hijo, él
edificará mi casa y mis atrios: porque á éste me he escogido
7 por hijo, y yo le seré á él por padre. Asimismo yo confirmaré
su reino para siempre, si él se esforzare á poner por obra mis
8 mandamientos y mis juicios, como aqueste día. Ahora pues,
delante de lo ojos de todo Israel, congregación de Jehová, y
en oídos de nuestro Dios, guardad é inquirid todos los precep-
tos de Jehová vuestro Dios, para que poseáis la buena tierra,
y la dejéis por heredad á vuestros hijos después de vosotros
9 perpetuamente. Y tú, Salomón, hijo mío, conoce al Dios de
tu padre, y sírvele con corazón perfecto, y con ánimo volunta-
rio; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende
toda imaginación de los pensamientos. Si tú le buscares, lo ha-
10 llarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre. Mira,
pues, ahora que Jehová te ha elegido para que edifiques casa
11 para santuario: esfuérzate, y hazla. Y David dió á Salomón
su hijo la traza del pórtico, y de sus casas, y de sus oficinas,
y de sus salas, y de sus recámaras, y de la casa del propicia-
649 I Crónicas 28. 12–29. 2
torio. Asimismo la traza de todas las cosas que tenía en su 12
voluntad, para los atrios de la casa de Jehová, y para todas
las cámaras en derredor, para los tesoros de la casa de Dios,
y para los tesoros de las cosas santificadas: También para los 13
órdenes de los sacerdotes y de los Levitas, y para toda la obra
del ministerio de la casa de Jehová, y para todos los vasos del
ministerio de la casa de Jehová. Y dió oro por peso para lo 14
de oro, para todos los vasos de cada servicio: y plata por pe-
so para todos los vasos, para todos los vasos de cada servicio.
Oro por peso para los candeleros de oro, y para sus candilejas; 15
por peso el oro para cada candelero y sus candilejas: y para
los candeleros de plata, plata por peso para el candelero y sus
candilejas, conforme al servicio de cada candelero. Asimismo 16
dió oro por peso para las mesas de la proposición, para cada
mesa: del mismo modo plata para las mesas de plata: Tam- 17
bién oro puro para los garfios y para las palanganas, y para
los incensarios, y para los tazones de oro, para cada tazón por
peso; y para los tazones de plata, por peso para cada tazón:
Además, oro puro por peso para el altar del perfume, y para 18
el á manera de carro de los querubines de oro, que con las alas
extendidas cubrían el arca del pacto de Jehová. Todas estas 19
cosas, dijo David, se me han representado por la mano de Je-
hová que me hizo entender todas las obras del diseño. Dijo 20
más David á Salomón su hijo: Anímate y esfuérzate, y ponlo
por obra; no temas, ni desmayes, porque el Dios Jehová, mi
Dios, será contigo: él no te dejará, ni te desamparará, hasta
que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová.
He aquí los órdenes de los sacerdotes y de los Levitas, para 21
todo el ministerio de la casa de Dios, serán contigo en toda la
obra: asimismo todos los voluntarios é inteligentes para cual-
quiera especie de industria; y los príncipes, y todo el pueblo
para ejecutar todas tus órdenes.
DESPUÉS dijo el rey David á toda la asamblea: Á solo Sa- 29
lomón mi hijo ha elegido Dios; él es joven y tierno, y la obra
grande; porque la casa no es para hombre, sino para Jehová
Dios. Yo empero con todas mis fuerzas he preparado para la 2
casa de mi Dios, oro para las cosas de oro, y plata para las
cosas de plata, y metal para las de metal, y hierro para las de
29. 3–16 I Crónicas 650
hierro, y madera para las de madera, y piedras oniquinas, y
piedras preciosas, y piedras negras, y piedras de diversos colo-
res, y toda suerte de piedras preciosas, y piedras de mármol en
3 abundancia. Á más de esto, por cuanto tengo mi gusto en la
casa de mi Dios, yo guardo en mi tesoro particular oro y plata
que, además de todas las cosas que he aprestado para la casa
4 del santuario, he dado para la casa de mi Dios; Á saber, tres
mil talentos de oro, de oro de Ophir, y siete mil talentos de
5 plata afinada para cubrir las paredes de las casas: Oro pues
para las cosas de oro, y plata para las cosas de plata, y para
toda la obra de manos de los oficiales. ¿Y quién quiere hacer
6 hoy ofrenda á Jehová? Entonces los príncipes de las familias,
y los príncipes de las tribus de Israel, tribunos y centuriones,
con los superintendentes de la hacienda del rey, ofrecieron de
7 su voluntad; Y dieron para el servicio de la casa de Dios cinco
mil talentos de oro y diez mil sueldos, y diez mil talentos de
plata, y dieciocho mil talentos de metal, y cinco mil talentos
8 de hierro. Y todo el que se halló con piedras preciosas, diólas
para el tesoro de la casa de Jehová, en mano de Jehiel Gersoni-
9 ta. Y holgóse el pueblo de haber contribuído de su voluntad;
porque con entero corazón ofrecieron á Jehová voluntariamen-
10 te. Asimismo holgóse mucho el rey David, y bendijo á Jehová
delante de toda la congregación; y dijo David: Bendito seas tú,
oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre, de uno á otro siglo.
11 Tuya es, oh Jehová, la magnificencia, y el poder, y la gloria,
la victoria, y el honor; porque todas las cosas que están en los
cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y la
12 altura sobre todos los que están por cabeza. Las riquezas y la
gloria están delante de ti, y tú señoreas á todos: y en tu mano
está la potencia y la fortaleza, y en tu mano la grandeza y
13 fuerza de todas las cosas. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros
14 te confesamos, y loamos tu glorioso nombre. Porque ¿quién
soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer de
nuestra voluntad cosas semejantes? porque todo es tuyo, y lo
15 recibido de tu mano te damos. Porque nosotros, extranjeros y
advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres;
y nuestros días cual sombra sobre la tierra, y no dan espe-
16 ra. Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos
651 I Crónicas 29. 17–30
aprestado para edificar casa á tu santo nombre, de tu mano es,
y todo es tuyo. Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazo- 17
nes, y que la rectitud te agrada: por eso yo con rectitud de mi
corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto, y ahora he
visto con alegría que tu pueblo, que aquí se ha hallado ahora,
ha dado para ti espontáneamente. Jehová, Dios de Abraham, 18
de Isaac, y de Israel, nuestros padres, conserva perpetuamente
esta voluntad del corazón de tu pueblo, y encamina su corazón
á ti. Asimismo da á mi hijo Salomón corazón perfecto, para 19
que guarde tus mandamientos, y tus testimonios y tus estatu-
tos, y para que haga todas las cosas, y te edifique la casa para
la cual yo he hecho el apresto. Después dijo David á toda al 20
congregación: Bendecid ahora á Jehová vuestro Dios. Enton-
ces toda la congregación bendijo á Jehová Dios de sus padres,
é inclinándose adoraron delante de Jehová, y del rey. Y sacri- 21
ficaron víctimas á Jehová, y ofrecieron á Jehová holocaustos
el día siguiente, mil becerros, mil carneros, mil corderos con
sus libaciones, y muchos sacrificios por todo Israel. Y comie- 22
ron y bebieron delante de Jehová aquel día con gran gozo; y
dieron la segunda vez la investidura del reino á Salomón hijo
de David, y ungiéronlo á Jehová por príncipe, y á Sadoc por
sacerdote. Y sentóse Salomón por rey en el trono de Jehová 23
en lugar de David su padre, y fué prosperado; y obedecióle
todo Israel. Y todos los príncipes y poderosos, y todos los 24
hijos del rey David, prestaron homenaje al rey Salomón. Y 25
Jehová engrandeció en extremo á Salomón á los ojos de todo
Israel, y dióle gloria del reino, cual ningún rey la tuvo antes de
él en Israel. Así reinó David hijo de Isaí sobre todo Israel. Y 26, 27
el tiempo que reinó sobre Israel fué cuarenta años. Siete años
reinó en Hebrón, y treinta y tres reinó en Jerusalem. Y murió 28
en buena vejez, lleno de días, de riquezas, y de gloria: y reinó
en su lugar Salomón su hijo. Y los hechos del rey David, pri- 29
meros y postreros, están escritos en el libro de las crónicas de
Samuel vidente, y en las crónicas del profeta Nathán, y en las
crónicas de Gad vidente, Con todo lo relativo á su reinado, y 30
su poder, y los tiempos que pasaron sobre él, y sobre Israel, y
sobre todos los reinos de aquellas tierras.
libro segundo de las
crónicas.
1
3
Y SALOMÓN hijo de David fué afirmado en su reino;
y Jehová su Dios fué con él, y le engrandeció sobre-
manera. Y llamó Salomón á todo Israel, tribunos,
centuriones, y jueces, y á todos los príncipes de todo
Israel, cabezas de familias. Y fué Salomón, y con él toda esta
junta, al alto que había en Gabaón; porque allí estaba el ta-
bernáculo del testimonio de Dios, que Moisés siervo de Jehová
4 había hecho en el desierto. Mas David había traído el arca
de Dios de Chîriath-jearim al lugar que él le había preparado;
5 porque él le había tendido una tienda en Jerusalem. Asimis-
mo el altar de bronce que había hecho Bezaleel hijo de Uri hijo
de Hur, estaba allí delante del tabernáculo de Jehová, al cual
6 fué á consultar Salomón con aquella junta. Subió pues Salo-
món allá delante de Jehová, al altar de bronce que estaba en el
tabernáculo del testimonio, y ofreció sobre él mil holocaustos.
7 Y aquella noche apareció Dios á Salomón, y díjole: Demanda
8 lo que quisieres que yo te dé. Y Salomón dijo á Dios: Tú has
hecho con David mi padre grande misericordia, y á mí me has
9 puesto por rey en lugar suyo. Confírmese pues ahora, oh Je-
hová Dios, tu palabra dada á David mi padre; porque tú me
has puesto por rey sobre un pueblo en muchedumbre como el
10 polvo de la tierra. Dame ahora sabiduría y ciencia, para salir
y entrar delante de este pueblo: porque ¿quién podrá juzgar
11 este tu pueblo tan grande? Y dijo Dios á Salomón: Por cuan-
to esto fué en tu corazón, que no pediste riquezas, hacienda, ó
gloria, ni el alma de los que te quieren mal, ni pediste muchos
días, sino que has pedido para ti sabiduría y ciencia para juz-
12 gar mi pueblo, sobre el cual te he puesto por rey, Sabiduría
y ciencia te es dada; y también te daré riquezas, hacienda, y
gloria, cual nunca hubo en los reyes que han sido antes de ti,
13 ni después de ti habrá tal. Y volvió Salomón á Jerusalem del
alto que estaba en Gabaón, de ante el tabernáculo del testi-
653 II Crónicas 1. 14–2. 10
monio; y reinó sobre Israel. Y juntó Salomón carros y gente 14
de á caballo; y tuvo mil y cuatrocientos carros, y doce mil ji-
netes, los cuales puso en las ciudades de los carros, y con el
rey en Jerusalem. Y puso el rey plata y oro en Jerusalem co- 15
mo piedras, y cedro como cabrahigos que nacen en los campos
en abundancia. Y sacaban caballos y lienzos finos de Egipto 16
para Salomón; pues por contrato tomaban allí los mercaderes
del rey caballos y lienzos. Y subían, y sacaban de Egipto, un 17
carro por seiscientas piezas de plata, y un caballo por ciento y
cincuenta: y así se sacaban por medio de ellos para todos los
reyes de los Hetheos, y para los reyes de Siria.
DETERMINÓ pues Salomón edificar casa al nombre de Je- 2
hová, y otra casa para su reino. Y contó Salomón setenta mil 2
hombres que llevasen cargas, y ochenta mil hombres que cor-
tasen en el monte, y tres mil y seiscientos que los gobernasen.
Y envió á decir Salomón á Hiram rey de Tiro: Haz conmigo 3
como hiciste con David mi padre, enviándole cedros para que
edificara para sí casa en que morase. He aquí yo tengo que 4
edificar casa al nombre de Jehová mi Dios, para consagrárse-
la, para quemar perfumes aromáticos delante de él, y para la
colocación continua de los panes de la proposición, y para ho-
locaustos á mañana y tarde, y los sábados, y nuevas lunas, y
festividades de Jehová nuestro Dios; lo cual ha de ser perpetuo
en Israel. Y la casa que tengo que edificar, ha de ser grande: 5
porque el Dios nuestro es grande sobre todos los dioses. Mas 6
¿quién será tan poderoso que le edifique casa? Los cielos y los
cielos de los cielos no le pueden comprender; ¿quién pues soy
yo, que le edifique casa, sino para quemar perfumes delante de
él? Envíame pues ahora un hombre hábil, que sepa trabajar 7
en oro, y en plata, y en metal, y en hierro, en púrpura, y en
grana, y en cárdeno, y que sepa esculpir con los maestros que
están conmigo en Judá y en Jerusalem, los cuales previno mi
padre. Envíame también madera de cedro, de haya, de pino, 8
del Líbano: porque yo sé que tus siervos entienden de cortar
madera en el Líbano; y he aquí, mis siervos irán con los tuyos,
Para que me apresten mucha madera, porque la casa que tengo 9
de edificar ha de ser grande y portentosa. Y he aquí para los 10
operarios tus siervos, cortadores de la madera, he dado veinte
2. 11–3. 6 II Crónicas 654
mil coros de trigo en grano, y veinte mil coros de cebada, y
11 veinte mil batos de vino, y veinte mil batos de aceite. En-
tonces Hiram rey de Tiro respondió por letras, las que envió
á Salomón: Porque Jehová amó á su pueblo, te ha puesto por
12 rey sobre ellos. Y además decía Hiram: Bendito sea Jehová el
Dios de Israel, que hizo los cielos y la tierra, y que dió al rey
David hijo sabio, entendido, cuerdo y prudente, que edifique
13 casa á Jehová, y casa para su reino. Yo pues te he enviado un
14 hombre hábil y entendido, que fué de Hiram mi padre, Hijo
de una mujer de las hijas de Dan, mas su padre fué de Tiro; el
cual sabe trabajar en oro, y plata, y metal, y hierro, en piedra
y en madera, en púrpura, y en cárdeno, en lino y en carmesí;
asimismo para esculpir todas figuras, y sacar toda suerte de
diseño que se le propusiere, y estar con tus hombres peritos, y
15 con los de mi señor David tu padre. Ahora pues, enviará mi
señor á sus siervos el trigo y cebada, y aceite y vino, que ha
16 dicho; Y nosotros cortaremos en el Líbano la madera que hu-
bieres menester, y te la traeremos en balsas por la mar hasta
17 Joppe, y tú la harás llevar hasta Jerusalem. Y contó Salomón
todos los hombres extranjeros que estaban en la tierra de Is-
rael, después de haberlos ya contado David su padre, y fueron
18 hallados ciento cincuenta y tres mil seiscientos. Y señaló de
ellos setenta mil para llevar cargas, y ochenta mil que corta-
sen en el monte, y tres mil y seiscientos por sobrestantes para
hacer trabajar al pueblo.
3 Y COMENZÓ Salomón á edificar la casa en Jerusalem, en
el monte Moria que había sido mostrado á David su padre,
en el lugar que David había preparado en la era de Ornán
2 Jebuseo. Y comenzó á edificar en el mes segundo, á dos del
3 mes, en el cuarto año de su reinado. Estas son las medidas
de que Salomón fundó el edificio de la casa de Dios. La pri-
mera medida fué, la longitud de sesenta codos; y la anchura
4 de veinte codos. El pórtico que estaba en la delantera de la
longitud, era de veinte codos al frente del ancho de la casa, y
su altura de ciento y veinte: y cubriólo por dentro de oro puro.
5 Y techó la casa mayor con madera de haya, la cual cubrió de
6 buen oro, é hizo resaltar sobre ella palmas y cadenas. Cubrió
también la casa de piedras preciosas por excelencia: y el oro
655 II Crónicas 3. 7–4. 5
era oro de Parvaim. Así cubrió la casa, sus vigas, sus umbra- 7
les, sus paredes, y sus puertas, con oro; y esculpió querubines
por las paredes. Hizo asimismo la casa del lugar santísimo, 8
cuya longitud era de veinte codos según el ancho del frente de
la casa, y su anchura de veinte codos: y cubrióla de buen oro
que ascendía á seiscientos talentos. Y el peso de los clavos 9
tuvo cincuenta siclos de oro. Cubrió también de oro las salas.
Y dentro del lugar santísimo hizo dos querubines de forma de 10
niños, los cuales cubrieron de oro. El largo de las alas de los 11
querubines era de veinte codos: porque la una ala era de cinco
codos: la cual llegaba hasta la pared de la casa; y la otra ala
de cinco codos, la cual llegaba al ala del otro querubín. De 12
la misma manera la una ala del otro querubín era de cinco
codos: la cual llegaba hasta la pared de la casa; y la otra ala
era de cinco codos, que tocaba al ala del otro querubín. Así 13
las alas de estos querubines estaban extendidas por veinte co-
dos: y ellos estaban en pie con los rostros hacia la casa. Hizo 14
también el velo de cárdeno, púrpura, carmesí y lino, é hizo re-
saltar en él querubines. Delante de la casa hizo dos columnas 15
de treinta y cinco codos de longitud, con sus capiteles encima,
de cinco codos. Hizo asimismo cadenas en el oratorio, y pú- 16
solas sobre los capiteles de las columnas: é hizo cien granadas,
las cuales puso en las cadenas. Y asentó las columnas delante 17
del templo, la una á la mano derecha, y la otra á la izquierda;
y á la de la mano derecha llamó Jachîn, y á la de la izquierda,
Boaz.
HIZO además un altar de bronce de veinte codos de longi- 4
tud, y veinte codos de anchura, y diez codos de altura. Tam- 2
bién hizo un mar de fundición, el cual tenía diez codos del un
borde al otro, enteramente redondo: su altura era de cinco co-
dos, y una línea de treinta codos lo ceñía alrededor. Y debajo 3
de él había figuras de bueyes que lo circundaban, diez en ca-
da codo todo alrededor: eran dos órdenes de bueyes fundidos
juntamente con el mar. Y estaba asentado sobre doce bueyes, 4
tres de los cuales miraban al septentrión, y tres al occidente,
y tres al mediodía, y tres al oriente: y el mar asentaba sobre
ellos, y todas sus traseras estaban á la parte de adentro. Y 5
tenía de grueso un palmo, y el borde era de la hechura del
4. 6–5. 1 II Crónicas 656
6 borde de un cáliz, ó flor de lis. Y hacía tres mil batos. Hizo
también diez fuentes, y puso cinco á la derecha y cinco á la
izquierda, para lavar y limpiar en ellas la obra del holocausto;
7 mas el mar era para lavarse los sacerdotes en él. Hizo asimis-
mo diez candeleros de oro según su forma, los cuales puso en
8 el templo, cinco á la derecha, y cinco á la izquierda. Además
hizo diez mesas y púsolas en el templo, cinco á la derecha, y
9 cinco á la izquierda: igualmente hizo cien tazones de oro. Á
más de esto hizo el atrio de los sacerdotes, y el gran atrio, y
las portadas del atrio, y cubrió las puertas de ellas de bronce.
10 Y asentó el mar al lado derecho hacia el oriente, enfrente del
11 mediodía. Hizo también Hiram calderos, y palas, y tazones;
y acabó Hiram la obra que hacía al rey Salomón para la ca-
12 sa de Dios; Dos columnas, y los cordones, los capiteles sobre
las cabezas de las dos columnas, y dos redes para cubrir las
dos bolas de los capiteles que estaban encima de las columnas;
13 Cuatrocientas granadas en las dos redecillas, dos órdenes de
granadas en cada redecilla, para que cubriesen las dos bolas de
14 los capiteles que estaban encima de las columnas. Hizo tam-
15 bién las basas, sobre las cuales asentó las fuentes; Un mar,
16 y doce bueyes debajo de él: Y calderos, y palas, y garfios; y
todos sus enseres hizo Hiram su padre al rey Salomón para la
17 casa de Jehová, de metal purísimo. Y fundiólos el rey en los
llanos del Jordán, en tierra arcillosa, entre Suchôt y Seredat.
18 Y Salomón hizo todos estos vasos en grande abundancia, por-
19 que no pudo ser hallado el peso del metal. Así hizo Salomón
todos los vasos para la casa de Dios, y el altar de oro, y las
mesas sobre las cuales se ponían los panes de la proposición;
20 Asimismo los candeleros y sus candilejas, de oro puro, para que
las encendiesen delante del oratorio conforme á la costumbre.
21 Y las flores, y las lamparillas, y las despabiladeras se hicieron
22 de oro, de oro perfecto; También los platillos, y las jofainas,
y las cucharas, y los incensarios, de oro puro. Cuanto á la en-
trada de la casa, sus puertas interiores para el lugar santísimo,
y las puertas de la casa del templo, de oro.
5 Y ACABADA que fué toda la obra que hizo Salomón para
la casa de Jehová, metió Salomón en ella las cosas que David
su padre había dedicado; y puso la plata, y el oro, y todos
657 II Crónicas 5. 2–6. 1
los vasos, en los tesoros de la casa de Dios. Entonces Salomón 2
juntó en Jerusalem los ancianos de Israel, y todos los príncipes
de las tribus, los cabezas de las familias de los hijos de Israel,
para que trajesen el arca del pacto de Jehová de la ciudad de
David, que es Sión. Y juntáronse al rey todos los varones de 3
Israel, á la solemnidad del mes séptimo. Y vinieron todos los 4
ancianos de Israel, y tomaron los Levitas el arca: Y llevaron 5
el arca, y el tabernáculo del testimonio, y todos los vasos del
santuario que estaban en el tabernáculo: los sacerdotes y los
Levitas los llevaron. Y el rey Salomón, y toda la congregación 6
de Israel que se había á él reunido delante del arca, sacrificaron
ovejas y bueyes, que por la multitud no se pudieron contar ni
numerar. Y los sacerdotes metieron el arca del pacto de Jeho- 7
vá en su lugar, en el oratorio de la casa, en el lugar santísimo,
bajo las alas de los querubines: Pues los querubines extendían 8
las alas sobre el asiento del arca, y cubrían los querubines por
encima así el arca como sus barras. É hicieron salir fuera las 9
barras, de modo que se viesen las cabezas de las barras del
arca delante del oratorio, mas no se veían desde fuera: y allí
estuvieron hasta hoy. En el arca no había sino las dos tablas 10
que Moisés había puesto en Horeb, con las cuales Jehová había
hecho alianza con los hijos de Israel, después que salieron de
Egipto. Y como los sacerdotes salieron del santuario, (porque 11
todos los sacerdotes que se hallaron habían sido santificados, y
no guardaban sus veces; Y los Levitas cantores, todos los de 12
Asaph, los de Hemán, y los de Jeduthún, juntamente con sus
hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con cím-
balos y salterios y arpas al oriente del altar; y con ellos ciento
veinte sacerdotes que tocaban trompetas:) Sonaban pues las 13
trompetas, y cantaban con la voz todos á una, para alabar y
confesar á Jehová: y cuando alzaban la voz con trompetas y
címbalos é instrumentos de música, cuando alababan á Jeho-
vá, diciendo: Porque es bueno, porque su misericordia es para
siempre: la casa se llenó entonces de una nube, la casa de Je-
hová. Y no podían los sacerdotes estar para ministrar, por 14
causa de la nube; porque la gloria de Jehová había henchido
la casa de Dios.
ENTONCES dijo Salomón: Jehová ha dicho que él habitaría 6
6. 2–16 II Crónicas 658
2 en la oscuridad. Yo pues he edificado una casa de morada para
3 ti, y una habitación en que mores para siempre. Y volviendo el
rey su rostro, bendijo á toda la congregación de Israel: y toda
4 la congregación de Israel estaba en pie. Y él dijo: Bendito
sea Jehová Dios de Israel, el cual con su mano ha cumplido
5 lo que habló por su boca á David mi padre, diciendo: Desde
el día que saqué mi pueblo de la tierra de Egipto, ninguna
ciudad he elegido de todas las tribus de Israel para edificar
casa donde estuviese mi nombre, ni he escogido varón que fuese
6 príncipe sobre mi pueblo Israel. Mas á Jerusalem he elegido
para que en ella esté mi nombre, y á David he elegido para
7 que fuese sobre mi pueblo Israel. Y David mi padre tuvo en
el corazón edificar casa al nombre de Jehová Dios de Israel.
8 Mas Jehová dijo á David mi padre: Respecto á haber tenido
en tu corazón edificar casa á mi nombre, bien has hecho en
9 haber tenido esto en tu corazón. Empero tú no edificarás la
casa, sino tu hijo que saldrá de tus lomos, él edificará casa á mi
10 nombre. Y Jehová ha cumplido su palabra que había dicho,
pues levantéme yo en lugar de David mi padre, y heme sentado
en el trono de Israel, como Jehová había dicho, y he edificado
11 casa al nombre de Jehová Dios de Israel. Y en ella he puesto
el arca, en la cual está el pacto de Jehová que concertó con
12 los hijos de Israel. Púsose luego Salomón delante del altar
de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y
13 extendió sus manos. Porque Salomón había hecho un púlpito
de metal, de cinco codos de largo, y de cinco codos de ancho,
y de altura de tres codos, y lo había puesto en medio del
atrio: y púsose sobre él, é hincóse de rodillas delante de toda
la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo,
14 dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios semejante á ti en el
cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia á
15 tus siervos que caminan delante de ti de todo su corazón; Que
has guardado á tu siervo David mi padre lo que le dijiste: tú
lo dijiste de tu boca, mas con tu mano lo has cumplido, como
16 parece este día. Ahora pues, Jehová Dios de Israel, guarda á
tu siervo David mi padre lo que le has prometido, diciendo: No
faltará de ti varón delante de mí, que se siente en el trono de
Israel, á condición que tus hijos guarden su camino, andando
659 II Crónicas 6. 17–30
en mi ley, como tú delante de mí has andado. Ahora pues, 17
oh Jehová Dios de Israel, verifíquese tu palabra que dijiste á
tu siervo David. Mas ¿es verdad que Dios ha de habitar con 18
el hombre en la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los
cielos no pueden contenerte: ¿cuánto menos esta casa que he
edificado? Mas tú mirarás á la oración de tu siervo, y á su 19
ruego, oh Jehová Dios mío, para oír el clamor y la oración con
que tu siervo ora delante de ti. Que tus ojos estén abiertos 20
sobre esta casa de día y de noche, sobre el lugar del cual dijiste,
Mi nombre estará allí; que oigas la oración con que tu siervo
ora en este lugar. Asimismo que oigas el ruego de tu siervo, 21
y de tu pueblo Israel, cuando en este lugar hicieren oración,
que tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada: que
oigas y perdones. Si alguno pecare contra su prójimo, y él 22
le pidiere juramento haciéndole jurar, y el juramento viniere
delante de tu altar en esta casa, Tú oirás desde los cielos, 23
y obrarás, y juzgarás á tus siervos, dando la paga al impío,
tornándole su proceder sobre su cabeza, y justificando al justo
en darle conforme á su justicia. Si tu pueblo Israel cayere 24
delante de los enemigos, por haber prevaricado contra ti, y
se convirtieren, y confesaren tu nombre, y rogaren delante de
ti en esta casa, Tú oirás desde los cielos, y perdonarás el 25
pecado de tu pueblo Israel, y los volverás á la tierra que diste
á ellos y á sus padres. Si los cielos se cerraren, que no haya 26
lluvias por haber pecado contra ti, si oraren á ti en este lugar, y
confesaren tu nombre, y se convirtieren de sus pecados, cuando
los afligieres, Tú los oirás en los cielos, y perdonarás el pecado 27
de tus siervos y de tu pueblo Israel, y les enseñarás el buen
camino para que anden en él, y darás lluvia sobre tu tierra, la
cual diste por heredad á tu pueblo. Y si hubiere hambre en la 28
tierra, ó si hubiere pestilencia, si hubiere tizoncillo ó añublo,
langosta ó pulgón; ó si los cercaren sus enemigos en la tierra
de su domicilio; cualquiera plaga ó enfermedad que sea; Toda 29
oración y todo ruego que hiciere cualquier hombre, ó todo tu
pueblo Israel, cualquiera que conociere su llaga y su dolor en su
corazón, si extendiere sus manos á esta casa, Tú oirás desde 30
los cielos, desde el lugar de tu habitación, y perdonarás, y
darás á cada uno conforme á sus caminos, habiendo conocido
6. 31–7. 1 II Crónicas 660
su corazón; (porque solo tú conoces el corazón de los hijos de
31 los hombres;) Para que te teman y anden en tus caminos,
todos los días que vivieren sobre la haz de la tierra que tú
32 diste á nuestros padres. Y también al extranjero que no fuere
de tu pueblo Israel, que hubiere venido de lejanas tierras á
causa de tu grande nombre, y de tu mano fuerte, y de tu brazo
33 extendido, si vinieren, y oraren en esta casa, Tú oirás desde los
cielos, desde el lugar de tu morada, y harás conforme á todas
las cosas por las cuales hubiere clamado á ti el extranjero;
para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre,
y te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es
34 invocado sobre esta casa que he edificado yo. Si tu pueblo
saliere á la guerra contra sus enemigos por el camino que tú
los enviares, y oraren á ti hacia esta ciudad que tú elegiste,
35 hacia la casa que he edificado á tu nombre, Tú oirás desde
36 los cielos su oración y su ruego, y ampararás su derecho. Si
pecaren contra ti, (pues no hay hombre que no peque,) y te
airares contra ellos, y los entregares delante de sus enemigos,
para que los que los tomaren los lleven cautivos á tierra de
37 enemigos, lejos ó cerca, Y ellos volvieren en sí en la tierra
donde fueren llevados cautivos; si se convirtieren, y oraren á ti
en la tierra de su cautividad, y dijeren: Pecamos, hemos hecho
38 inicuamente, impíamente hemos obrado; Si se convirtieren
á ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de
su cautividad, donde los hubieren llevado cautivos, y oraren
hacia su tierra que tú diste á sus padres, hacia la ciudad que
39 tu elegiste, y hacia la casa que he edificado á tu nombre; Tú
oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración
y su ruego, y ampararás su causa, y perdonarás á tu pueblo
40 que pecó contra ti. Ahora pues, oh Dios mío, ruégote estén
abiertos tus ojos, y atentos tus oídos á la oración en este lugar.
41 Oh Jehová Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo,
tú y el arca de tu fortaleza; sean, oh Jehová Dios, vestidos
42 de salud tus sacerdotes, y gocen de bien tus santos. Jehová
Dios, no hagas volver el rostro de tu ungido: acuérdate de las
misericordias de David tu siervo.
7 Y COMO Salomón acabó de orar, el fuego descendió de los
cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de
661 II Crónicas 7. 2–15
Jehová hinchió la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en 2
la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había henchido
la casa de Jehová. Y como vieron todos los hijos de Israel 3
descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, cayeron
en tierra sobre sus rostros en el pavimento, y adoraron, confe-
sando á Jehová y diciendo: Que es bueno, que su misericordia
es para siempre. Entonces el rey y todo el pueblo sacrifica- 4
ron víctimas delante de Jehová. Y ofreció el rey Salomón en 5
sacrificio veinte y dos mil bueyes, y ciento y veinte mil ovejas;
y así dedicaron la casa de Dios el rey y todo el pueblo. Y 6
los sacerdotes asistían en su ministerio; y los Levitas con los
instrumentos de música de Jehová, los cuales había hecho el
rey David para confesar á Jehová, que su misericordia es para
siempre; cuando David alababa por mano de ellos. Asimismo
los sacerdotes tañían trompetas delante de ellos, y todo Israel
estaba en pie. También santificó Salomón el medio del atrio 7
que estaba delante de la casa de Jehová, por cuanto había
ofrecido allí los holocaustos, y los sebos de los pacíficos; por-
que en el altar de bronce que Salomón había hecho, no podían
caber los holocaustos, y el presente, y los sebos. Entonces hi- 8
zo Salomón fiesta siete días, y con él todo Israel, una grande
congregación, desde la entrada de Hamath hasta el arroyo de
Egipto. Al octavo día hicieron convocación, porque habían 9
hecho la dedicación del altar en siete días, y habían celebra-
do la solemnidad por siete días. Y á los veintitrés del mes 10
séptimo envió al pueblo á sus estancias, alegres y gozosos de
corazón por los beneficios que Jehová había hecho á David,
y á Salomón, y á su pueblo Israel. Acabó pues Salomón la 11
casa de Jehová, y la casa del rey: y todo lo que Salomón tuvo
en voluntad de hacer en la casa de Jehová y en su casa, fué
prosperado. Y apareció Jehová á Salomón de noche, y díjole: 12
Yo he oído tu oración, y he elegido para mí este lugar por casa
de sacrificio. Si yo cerrare los cielos, que no haya lluvia, y 13
si mandare á la langosta que consuma la tierra, ó si enviare
pestilencia á mi pueblo; Si se humillare mi pueblo, sobre los 14
cuales ni nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro,
y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde
los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora 15
7. 16–8. 9 II Crónicas 662
estarán abiertos mis ojos, y atentos mis oídos, á la oración en
16 este lugar: Pues que ahora he elegido y santificado esta casa,
para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi
17 corazón estarán ahí para siempre. Y tú, si anduvieres delante
de mí, como anduvo David tu padre, é hicieres todas las cosas
que yo te he mandado, y guardares mis estatutos y mis dere-
18 chos, Yo confirmaré el trono de tu reino, como concerté con
David tu padre, diciendo: No faltará varón de ti que domine en
19 Israel. Mas si vosotros os volviereis, y dejareis mis estatutos
y mis preceptos que os he propuesto, y fuereis y sirviereis á
20 dioses ajenos, y los adorareis, Yo los arrancaré de mi tierra
que les he dado; y esta casa que he santificado á mi nombre, yo
la echaré de delante de mí, y pondréla por proverbio y fábula
21 en todos los pueblos. Y esta casa que habrá sido ilustre, será
espanto á todo el que pasare, y dirá: ¿Por qué ha hecho así Je-
22 hová á esta tierra y á esta casa? Y se responderá: Por cuanto
dejaron á Jehová Dios de sus padres, el cual los sacó de la
tierra de Egipto, y han abrazado dioses ajenos, y los adoraron
y sirvieron: por eso él ha traído todo este mal sobre ellos.
8 Y ACONTECIÓ que al cabo de veinte años que Salomón
2 había edificado la casa de Jehová y su casa, Reedificó Salomón
las ciudades que Hiram le había dado, y estableció en ellas á
3 los hijos de Israel. Después vino Salomón á Amath de Soba, y
4 la tomó. Y edificó á Tadmor en el desierto, y todas las ciuda-
5 des de municiones que edificó en Hamath. Asimismo reedificó
á Beth-oron la de arriba, y á Beth-oron la de abajo, ciudades
6 fortificadas, de muros, puertas, y barras; Y á Baalath, y á
todas las villas de munición que Salomón tenía; también todas
las ciudades de los carros y las de la gente de á caballo; y todo
lo que Salomón quiso edificar en Jerusalem, y en el Líbano, y
7 en toda la tierra de su señorío. Y á todo el pueblo que ha-
bía quedado de los Hetheos, Amorrheos, Pherezeos, Heveos, y
8 Jebuseos, que no eran de Israel, Los hijos de los que habían
quedado en la tierra después de ellos, á los cuales los hijos de
Israel no destruyeron del todo, hizo Salomón tributarios hasta
9 hoy. Y de los hijos de Israel no puso Salomón siervos en su
obra; porque eran hombres de guerra, y sus príncipes y sus
capitanes, y comandantes de sus carros, y su gente de á caba-
663 II Crónicas 8. 10–9. 4
llo. Y tenía Salomón doscientos y cincuenta principales de los 10
gobernadores, los cuales mandaban en aquella gente. Y pasó 11
Salomón á la hija de Faraón, de la ciudad de David á la casa
que él le había edificado; porque dijo: Mi mujer no morará en
la casa de David rey de Israel, porque aquellas habitaciones
donde ha entrado el arca de Jehová, son sagradas. Entonces 12
ofreció Salomón holocaustos á Jehová sobre el altar de Jehová,
que había él edificado delante del pórtico, Para que ofreciesen 13
cada cosa en su día, conforme al mandamiento de Moisés, en
los sábados, en las nuevas lunas, y en las solemnidades, tres
veces en el año, á saber, en la fiesta de los panes ázimos, en la
fiesta de las semanas, y en la fiesta de las cabañas. Y constitu- 14
yó los repartimientos de los sacerdotes en sus oficios, conforme
á la ordenación de David su padre; y los Levitas por sus órde-
nes, para que alabasen y ministrasen delante de los sacerdotes,
casa cosa en su día; asimismo los porteros por su orden á cada
puerta: porque así lo había mandado David, varón de Dios. Y 15
no salieron del mandamiento del rey, cuanto á los sacerdotes
y Levitas, y los tesoros, y todo negocio: Porque toda la obra 16
de Salomón estaba preparada desde el día en que la casa de
Jehová fué fundada hasta que se acabó, hasta que la casa de
Jehová fué acabada del todo. Entonces Salomón fué á Ezión- 17
geber, y á Eloth, á la costa de la mar en la tierra de Edom.
Porque Hiram le había enviado navíos por mano de sus sier- 18
vos, y marineros diestros en la mar, los cuales fueron con los
siervos de Salomón á Ophir, y tomaron de allá cuatrocientos
y cincuenta talentos de oro, y los trajeron al rey Salomón.
Y OYENDO la reina de Seba la fama de Salomón, vino 9
á Jerusalem con un muy grande séquito, con camellos carga-
dos de aroma, y oro en abundancia, y piedras preciosas, para
tentar á Salomón con preguntas difíciles. Y luego que vino á
Salomón, habló con él todo lo que en su corazón tenía. Pe- 2
ro Salomón le declaró todas sus palabras: ninguna cosa quedó
que Salomón no le declarase. Y viendo la reina de Seba la 3
sabiduría de Salomón, y la casa que había edificado, Y las 4
viandas de su mesa, y el asiento de sus siervos, y el estado
de sus criados, y los vestidos de ellos, sus maestresalas y sus
vestidos, y su subida por donde subía á la casa de Jehová, no
9. 5–20 II Crónicas 664
5 quedó más espíritu en ella. Y dijo al rey: Verdad es lo que
6 había oído en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; Mas
yo no creía las palabras de ellos, hasta que he venido, y mis
ojos han visto: y he aquí que ni aun la mitad de la grande-
za de tu sabiduría me había sido dicha; porque tú sobrepujas
7 la fama que yo había oído. Bienaventurados tus hombres, y
dichosos estos tus siervos, que están siempre delante de ti, y
8 oyen tu sabiduría. Jehová tu Dios sea bendito, el cual se ha
agradado en ti para ponerte sobre su trono por rey de Jehová
tu Dios: por cuanto tu Dios amó á Israel para afirmarlo per-
petuamente, por eso te ha puesto por rey sobre ellos, para que
9 hagas juicio y justicia. Y dió al rey ciento y veinte talentos de
oro, y gran copia de aromas, y piedras preciosas: nunca hubo
tales aromas como los que dió la reina de Seba al rey Salomón.
10 También los siervos de Hiram y los siervos de Salomón, que
habían traído el oro de Ophir, trajeron madera de Algummim,
11 y piedras preciosas. É hizo el rey de la madera de Algummim
gradas en la casa de Jehová, y en las casas reales, y arpas y
salterios para los cantores: nunca en tierra de Judá se había
12 visto madera semejante. Y el rey Salomón dió á la reina de
Seba todo lo que ella quiso y le pidió, más de lo que había
traído al rey. Después se volvió y fuése á su tierra con sus sier-
13 vos. Y el peso de oro que venía á Salomón cada un año, era
14 seiscientos sesenta y seis talentos de oro, Sin lo que traían los
mercaderes y negociantes; y también todos los reyes de Arabia
15 y los príncipes de la tierra traían oro y plata á Salomón. Hizo
también el rey Salomón doscientos paveses de oro de martillo,
cada uno de los cuales tenía seiscientos siclos de oro labrado:
16 Asimismo trescientos escudos de oro batido, teniendo cada es-
cudo trescientos siclos de oro: y púsolos el rey en la casa del
17 bosque del Líbano. Hizo además el rey un gran trono de mar-
18 fil, y cubriólo de oro puro. Y había seis gradas al trono, con
un estrado de oro al mismo, y brazos de la una parte y de la
otra al lugar del asiento, y dos leones que estaban junto á los
19 brazos. Había también allí doce leones sobre las seis gradas
de la una parte y de la otra. Jamás fué hecho otro semejante
20 en reino alguno. Toda la vajilla del rey Salomón era de oro, y
toda la vajilla de la casa del bosque del Líbano, de oro puro.
665 II Crónicas 9. 21–10. 7
En los días de Salomón la plata no era de estima. Porque la 21
flota del rey iba á Tharsis con los siervos de Hiram, y cada
tres años solían venir las naves de Tharsis, y traían oro, plata,
marfil, simios, y pavos. Y excedió el rey Salomón á todos los 22
reyes de la tierra en riqueza y en sabiduría. Y todos los reyes 23
de la tierra procuraban ver el rostro de Salomón, por oír su
sabiduría, que Dios había puesto en su corazón: Y de éstos, 24
cada uno traía su presente, vasos de plata, vasos de oro, vesti-
dos, armas, aromas, caballos y acémilas, todos los años. Tuvo 25
también Salomón cuatro mil caballerizas para los caballos y
carros, y doce mil jinetes, los cuales puso en las ciudades de
los carros, y con el rey en Jerusalem. Y tuvo señorío sobre 26
todos los reyes desde el río hasta la tierra de los Filisteos, y
hasta el término de Egipto. Y puso el rey plata en Jerusalem 27
como piedras, y cedros como los cabrahigos que nacen por las
campiñas en abundancia. Sacaban también caballos para Sa- 28
lomón, de Egipto y de todas las provincias. Lo demás de los 29
hechos de Salomón, primeros y postreros, ¿no está todo escrito
en los libros de Nathán profeta, y en la profecía de Ahías Silo-
nita, y en las profecías del vidente Iddo contra Jeroboam hijo
de Nabat? Y reinó Salomón en Jerusalem sobre todo Israel 30
cuarenta años. Y durmió Salomón con sus padres, y sepul- 31
táronlo en la ciudad de David su padre: y reinó en su lugar
Roboam su hijo.
Y ROBOAM fué á Sichêm porque en Sichêm se había junta- 10
do todo Israel para hacerlo rey. Y como lo oyó Jeroboam hijo 2
de Nabat, el cual estaba en Egipto, donde había huído á causa
del rey Salomón, volvió de Egipto. Y enviaron y llamáronle. 3
Vino pues Jeroboam, y todo Israel, y hablaron á Roboam, di-
ciendo: Tu padre agravó nuestro yugo: afloja tú, pues, ahora 4
algo de la dura servidumbre, y del grave yugo con que tu padre
nos apremió, y te serviremos. Y él les dijo: Volved á mí de aquí 5
á tres días. Y el pueblo se fué. Entonces el rey Roboam tomó 6
consejo con los viejos, que habían estado delante de Salomón
su padre cuando vivía, y díjoles: ¿Cómo aconsejáis vosotros
que responda á este pueblo? Y ellos le hablaron, diciendo: Si 7
te condujeres humanamente con este pueblo, y los agradares,
y les hablares buenas palabras, ellos te servirán perpetuamen-
10. 8–11. 4 II Crónicas 666
8 te. Mas él, dejando el consejo que le dieron los viejos, tomó
consejo con los mancebos que se habían criado con él, y que
9 delante de él asistían; Y díjoles: ¿Qué aconsejáis vosotros que
respondamos á este pueblo, que me ha hablado, diciendo: Ali-
10 via algo del yugo que tu padre puso sobre nosotros? Entonces
los mancebos que se habían criado con él, le hablaron, dicien-
do: Así dirás al pueblo que te ha hablado diciendo, Tu padre
agravó nuestro yugo, mas tú descárganos: así les dirás: Lo más
11 menudo mío es más grueso que los lomos de mi padre. Así
que, mi padre os cargó de grave yugo, y yo añadiré á vuestro
yugo: mi padre os castigó con azotes, y yo con escorpiones.
12 Vino pues Jeroboam con todo el pueblo á Roboam al tercer
día: según el rey les había mandado diciendo: Volved á mí de
13 aquí á tres días. Y respondióles el rey ásperamente; pues dejó
14 el rey Roboam el consejo de los viejos, Y hablóles conforme
al consejo de los mancebos, diciendo: Mi padre agravó vuestro
yugo, y yo añadiré á vuestro yugo: mi padre os castigó con
15 azotes, y yo con escorpiones. Y no escuchó el rey al pueblo;
porque la causa era de Dios, para cumplir Jehová su palabra
que había hablado, por Ahías Silonita, á Jeroboam hijo de
16 Nabat. Y viendo todo Israel que el rey no les había oído, res-
pondió el pueblo al rey, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros
con David, ni herencia en el hijo de Isaí? ¡Israel, cada uno á
sus estancias! ¡David, mira ahora por tu casa! Así se fué todo
17 Israel á sus estancias. Mas reinó Roboam sobre los hijos de
18 Israel que habitaban en las ciudades de Judá. Envió luego el
rey Roboam á Adoram, que tenía cargo de los tributos; pero
le apedrearon los hijos de Israel, y murió. Entonces se esforzó
19 el rey Roboam, y subiendo en un carro huyó á Jerusalem. Así
se apartó Israel de la casa de David hasta hoy.
11 Y COMO vino Roboam á Jerusalem, juntó la casa de Ju-
dá y de Benjamín, ciento y ochenta mil hombres escogidos de
guerra, para pelear contra Israel y volver el reino á Roboam.
2 Mas fué palabra de Jehová á Semeías varón de Dios, diciendo:
3 Habla á Roboam hijo de Salomón, rey de Judá, y á todos los
4 Israelitas en Judá y Benjamín, diciéndoles: Así ha dicho Je-
hová: No subáis ni peleéis contra vuestros hermanos; vuélvase
casa uno á su casa, porque yo he hecho este negocio. Y ellos
667 II Crónicas 11. 5–12. 3
oyeron la palabra de Jehová, y tornáronse, y no fueron contra
Jeroboam. Y habitó Roboam en Jerusalem, y edificó ciudades 5
para fortificar á Judá. Y edificó á Beth-lehem, y á Etham, y 6
á Tecoa, Y á Beth-sur, y á Sochô, y á Adullam, Y á Gath, y 7, 8
á Maresa, y á Ziph, Y á Adoraim, y á Lachîs, y á Acechâ, Y 9, 10
á Sora, y á Ajalón, y á Hebrón, que eran en Judá y en Benja-
mín, ciudades fuertes. Fortificó también las fortalezas, y puso 11
en ellas capitanes, y vituallas, y vino, y aceite; Y en todas 12
las ciudades, escudos y lanzas. Fortificólas pues en gran ma-
nera, y Judá y Benjamín le estaban sujetos. Y los sacerdotes 13
y Levitas que estaban en todo Israel, se juntaron á él de to-
dos sus términos. Porque los Levitas dejaban sus ejidos y sus 14
posesiones, y se venían á Judá y á Jerusalem: pues Jeroboam
y sus hijos los echaban del ministerio de Jehová. Y él se hizo 15
sacerdotes para los altos, y para los demonios, y para los be-
cerros que él había hecho. Tras aquéllos acudieron también de 16
todas las tribus de Israel los que habían puesto su corazón en
buscar á Jehová Dios de Israel; y viniéronse á Jerusalem para
sacrificar á Jehová, el Dios de sus padres. Así fortificaron el 17
reino de Judá, y confirmaron á Roboam hijo de Salomón, por
tres años; porque tres años anduvieron en el camino de David
y de Salomón. Y tomóse Roboam por mujer á Mahalath, hija 18
de Jerimoth hijo de David, y á Abihail, hija de Eliab hijo de
Esaí. La cual le parió hijos: á Jeús, y á Samaria, y á Zaham. 19
Después de ella tomó á Maachâ hija de Absalom, la cual le 20
parió á Abías, á Athai, Ziza, y Selomith. Mas Roboam amó 21
á Maachâ hija de Absalom sobre todas sus mujeres y concubi-
nas; porque tomó diez y ocho mujeres y sesenta concubinas, y
engendró veintiocho hijos y sesenta hijas. Y puso Roboam á 22
Abías hijo de Maachâ por cabeza y príncipe de sus hermanos,
porque quería hacerle rey. É hízole instruir, y esparció todos 23
sus hijos por todas las tierras de Judá y de Benjamín, y por
todas las ciudades fuertes, y dióles vituallas en abundancia, y
pidió muchas mujeres.
Y COMO Roboam hubo confirmado el reino, dejó la ley de 12
Jehová, y con él todo Israel. Y en el quinto año del rey Ro- 2
boam subió Sisac rey de Egipto contra Jerusalem, (por cuan-
to se habían rebelado contra Jehová,) Con mil y doscientos 3
12. 4–13. 3 II Crónicas 668
carros, y con sesenta mil hombres de á caballo: mas el pue-
blo que venía con él de Egipto, no tenía número; á saber, de
4 Libios, Sukienos, y Etíopes. Y tomó las ciudades fuertes de
5 Judá, y llegó hasta Jerusalem. Entonces vino Semeías profeta
á Roboam y á los príncipes de Judá, que estaban reunidos en
Jerusalem por causa de Sisac, y díjoles: Así ha dicho Jehová:
Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado en ma-
6 nos de Sisac. Y los príncipes de Israel y el rey se humillaron,
7 y dijeron: Justo es Jehová. Y como vió Jehová que se habían
humillado, fué palabra de Jehová á Semeías, diciendo: Hanse
humillado; no los destruiré; antes los salvare en breve, y no se
8 derramará mi ira contra Jerusalem por mano de Sisac. Em-
pero serán sus siervos; para que sepan qué es servirme á mí,
9 y servir á los reinos de las naciones. Subió pues Sisac rey de
Egipto á Jerusalem, y tomó los tesoros de la casa de Jehová, y
los tesoros de la casa del rey; todo lo llevó: y tomó los paveses
10 de oro que Salomón había hecho. Y en lugar de ellos hizo el
rey Roboam paveses de metal, y entrególos en manos de los
jefes de la guardia, los cuales custodiaban la entrada de la casa
11 del rey. Y cuando el rey iba á la casa de Jehová, venían los de
la guardia, y traíanlos, y después los volvían á la cámara de
12 la guardia. Y como él se humilló, la ira de Jehová se apartó
de él, para no destruirlo del todo: y también en Judá las cosas
13 fueron bien. Fortificado pues Roboam, reinó en Jerusalem: y
era Roboam de cuarenta y un años cuando comenzó á reinar, y
diecisiete años reinó en Jerusalem, ciudad que escogió Jehová
de todas las tribus de Israel, para poner en ella su nombre. Y
14 el nombre de su madre fué Naama Ammonita. É hizo lo malo,
15 porque no apercibió su corazón para buscar á Jehová. Y las
cosas de Roboam, primeras y postreras, ¿no están escritas en
los libros de Semeías profeta y de Iddo vidente, en la cuenta
de los linajes? Y entre Roboam y Jeroboam hubo perpetua
16 guerra. Y durmió Roboam con sus padres, y fué sepultado en
la ciudad de David: y reinó en su lugar Abías su hijo.
13 Á LOS dieciocho años del rey Jeroboam, reinó Abías so-
2 bre Judá. Y reinó tres años en Jerusalem. El nombre de su
madre fué Michâía hija de Uriel de Gabaa. Y hubo guerra en-
3 tre Abías y Jeroboam. Entonces ordenó Abías batalla con un
669 II Crónicas 13. 4–16
ejército de cuatrocientos mil hombres de guerra valerosos y
escogidos: y Jeroboam ordenó batalla contra él con ochocien-
tos mil hombres escogidos, fuertes y valerosos. Y levantóse 4
Abías sobre el monte de Semaraim, que es en los montes de
Ephraim, y dijo: Oídme, Jeroboam y todo Israel. ¿No sabéis 5
vosotros, que Jehová Dios de Israel dió el reino á David sobre
Israel para siempre, á él y á sus hijos en alianza de sal? Pero 6
Jeroboam hijo de Nabat, siervo de Salomón hijo de David, se
levantó y rebeló contra su señor. Y se allegaron á el hom- 7
bres vanos, hijos de iniquidad, y pudieron más que Roboam
hijo de Salomón, porque Roboam era mozo y tierno de cora-
zón, y no se defendió de ellos. Y ahora vosotros tratáis de 8
fortificaros contra el reino de Jehová en mano de los hijos de
David, porque sois muchos, y tenéis con vosotros los becerros
de oro que Jeroboam os hizo por dioses. ¿No echasteis voso- 9
tros á los sacerdotes de Jehová, á los hijos de Aarón, y á los
Levitas, y os habéis hecho sacerdotes á la manera de los pue-
blos de otras tierras, para que cualquiera venga á consagrarse
con un becerro y siete carneros, y así sea sacerdote de los que
no son dioses? Mas en cuanto á nosotros, Jehová es nuestro 10
Dios, y no le hemos dejado: y los sacerdotes que ministran á
Jehová son los hijos de Aarón, y los Levitas en la obra; Los 11
cuales queman á Jehová los holocaustos cada mañana y cada
tarde, y los perfumes aromáticos; y ponen los panes sobre la
mesa limpia, y el candelero de oro con sus candilejas para que
ardan cada tarde: porque nosotros guardamos la ordenanza
de Jehová nuestro Dios; mas vosotros le habéis dejado. Y he 12
aquí Dios está con nosotros por cabeza, y sus sacerdotes con
las trompetas del júbilo para que suenen contra vosotros. Oh
hijos de Israel, no peleéis contra Jehová el Dios de vuestros pa-
dres, porque no os sucederá bien. Pero Jeroboam hizo girar 13
una emboscada para venir á ellos por la espalda: y estando así
delante de ellos, la emboscada estaba á espaldas de Judá. Y 14
como miró Judá, he aquí que tenía batalla delante y á las es-
paldas; por lo que clamaron á Jehová, y los sacerdotes tocaron
las trompetas. Entonces los de Judá alzaron grita; y así que 15
ellos alzaron grita, Dios desbarató á Jeroboam y á todo Israel
delante de Abías y de Judá: Y huyeron los hijos de Israel de- 16
13. 17–14. 11 II Crónicas 670
17 lante de Judá, y Dios los entregó en sus manos. Y Abías y su
gente hacían en ellos gran mortandad; y cayeron heridos de Is-
18 rael quinientos mil hombres escogidos. Así fueron humillados
los hijos de Israel en aquel tiempo: mas los hijos de Judá se
fortificaron, porque se apoyaban en Jehová el Dios de sus pa-
19 dres. Y siguió Abías á Jeroboam, y tomóle algunas ciudades,
á Beth-el con sus aldeas, á Jesana con sus aldeas, y á Ephraim
20 con sus aldeas. Y nunca más tuvo Jeroboam poderío en los
21 días de Abías: é hirióle Jehová, y murió. Empero se fortificó
Abías; y tomó catorce mujeres, y engendró veintidós hijos, y
22 dieciséis hijas. Lo demás de los hechos de Abías, sus caminos
y sus negocios, está escrito en la historia de Iddo profeta.
14 Y DURMIÓ Abías con sus padres, y fué sepultado en la
ciudad de David. Y reinó en su lugar su hijo Asa, en cuyos
2 días tuvo sosiego el país por diez años. É hizo Asa lo bueno
3 y lo recto en los ojos de Jehová su Dios. Porque quitó los
altares del culto ajeno, y los altos; quebró las imágenes, y taló
4 los bosques; Y mandó á Judá que buscasen á Jehová el Dios
de sus padres, y pusiesen por obra la ley y sus mandamien-
5 tos. Quitó asimismo de todas las ciudades de Judá los altos y
6 las imágenes, y estuvo el reino quieto delante de él. Y edificó
ciudades fuertes en Judá, por cuanto había paz en la tierra, y
no había guerra contra él en aquellos tiempos; porque Jeho-
7 vá le había dado reposo. Dijo por tanto á Judá: Edifiquemos
estas ciudades, y cerquémoslas de muros con torres, puertas,
y barras, ya que la tierra es nuestra: porque hemos buscado
á Jehová nuestro Dios, hémosle buscado, y él nos ha dado re-
poso de todas partes. Edificaron pues, y fueron prosperados.
8 Tuvo también Asa ejército que traía escudos y lanzas: de Judá
trescientos mil, y de Benjamín doscientos y ochenta mil que
9 traían escudos y flechaban arcos; todos hombres diestros. Y
salió contra ellos Zera Etíope con un ejército de mil millares,
10 y trescientos carros; y vino hasta Maresa. Entonces salió Asa
contra él, y ordenaron la batalla en el valle de Sephata junto á
11 Maresa. Y clamó Asa á Jehová su Dios, y dijo: Jehová, no tie-
nes tú más con el grande que con el que ninguna fuerza tiene,
para dar ayuda. Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en
ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejérci-
671 II Crónicas 14. 12–15. 13
to. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios: no prevalezca contra ti el
hombre. Y Jehová deshizo los Etíopes delante de Asa y de- 12
lante de Judá; y huyeron los Etíopes. Y Asa, y el pueblo que 13
con él estaba, lo siguió hasta Gerar: y cayeron los Etíopes has-
ta no quedar en ellos aliento; porque fueron deshechos delante
de Jehová y de su ejército. Y les tomaron muy grande despo-
jo. Batieron también todas las ciudades alrededor de Gerar, 14
porque el terror de Jehová fué sobre ellos: y saquearon todas
las ciudades, porque había en ellas gran despojo. Asimismo 15
dieron sobre las cabañas de los ganados, y trajeron muchas
ovejas y camellos, y volviéronse á Jerusalem.
Y FUÉ el espíritu de Dios sobre Azarías hijo de Obed; Y 15, 2
salió al encuentro á Asa, y díjole: Oídme, Asa, y todo Judá y
Benjamín: Jehová es con vosotros, si vosotros fueres con él: y
si le buscareis, será hallado de vosotros; mas si le dejareis, él
también os dejará. Muchos días ha estado Israel sin verdadero 3
Dios y sin sacerdote, y sin enseñador y sin ley: Mas cuando 4
en su tribulación se convirtieron á Jehová Dios de Israel, y le
buscaron, él fué hallado de ellos. En aquellos tiempos no hubo 5
paz, ni para el que entraba, ni para el que salía, sino muchas
aflicciones sobre todos los habitadores de las tierras. Y la una 6
gente destruía á la otra, y una ciudad á otra ciudad: porque
Dios los conturbó con todas calamidades. Esforzaos empero 7
vosotros, y no desfallezcan vuestras manos; que salario hay
para vuestra obra. Y como oyó Asa las palabras y profecía 8
de Obed profeta, fué confortado, y quitó las abominaciones de
toda la tierra de Judá y de Benjamín, y de las ciudades que
él había tomado en el monte de Ephraim; y reparó el altar
de Jehová que estaba delante del pórtico de Jehová. Después 9
hizo juntar á todo Judá y Benjamín, y con ellos los extranje-
ros de Ephraim, y de Manasés, y de Simeón: porque muchos
de Israel se habían pasado á él, viendo que Jehová su Dios
era con él. Juntáronse pues en Jerusalem en el mes tercero 10
del año décimoquinto del reinado de Asa. Y en aquel mismo 11
día sacrificaron á Jehová, de los despojos que habían traído,
setecientos bueyes y siete mil ovejas. Y entraron en concierto 12
de que buscarían á Jehová el Dios de sus padres, de todo su
corazón y de toda su alma; Y que cualquiera que no buscase 13
15. 14–16. 9 II Crónicas 672
á Jehová el Dios de Israel, muriese, grande ó pequeño, hombre
14 ó mujer. Y juraron á Jehová con gran voz y júbilo, á son de
15 trompetas y de bocinas: Del cual juramento todos los de Judá
se alegraron; porque de todo su corazón lo juraban, y de toda
su voluntad lo buscaban: y fué hallado de ellos; y dióles Je-
16 hová reposo de todas partes. Y aun á Maachâ madre del rey
Asa, él mismo la depuso de su dignidad, porque había hecho
un ídolo en el bosque: y Asa deshizo su ídolo, y lo desmenu-
17 zó, y quemó en el torrente de Cedrón. Mas con todo eso los
altos no eran quitados de Israel, aunque el corazón de Asa fué
18 perfecto mientras vivió. Y metió en la casa de Dios lo que su
padre había dedicado, y lo que él había consagrado, plata y
19 oro y vasos. Y no hubo guerra hasta los treinta y cinco años
del reinado de Asa.
16 EN el año treinta y seis del reinado de Asa, subió Baasa
rey de Israel contra Judá, y edificó á Ramá, para no dejar
2 salir ni entrar á ninguno al rey Asa, rey de Judá. Entonces
sacó Asa la plata y el oro de los tesoros de la casa de Jehová
y de la casa real, y envió á Ben-adad rey de Siria, que estaba
3 en Damasco, diciendo: Haya alianza entre mí y ti, como la
hubo entre mi padre y tu padre; he aquí yo te he enviado plata
y oro, para que vengas y deshagas la alianza que tienes con
4 Baasa rey de Israel, á fin de que se retire de mí. Y consintió
Ben-adad con el rey Asa, y envió los capitanes de sus ejércitos
á la ciudades de Israel: y batieron á Ion, Dan, y Abel-maim, y
5 las ciudades fuertes de Nephtalí. Y oyendo esto Baasa, cesó
6 de edificar á Ramá, y dejó su obra. Entonces el rey Asa tomó
á todo Judá, y lleváronse de Ramá la piedra y madera con que
7 Baasa edificaba, y con ella edificó á Gibaa y Mizpa. En aquel
tiempo vino Hanani vidente á Asa rey de Judá, y díjole: Por
cuanto te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en
Jehová tu Dios, por eso el ejército del rey de Siria ha escapado
8 de tus manos. Los Etíopes y los Libios, ¿no eran un ejército
numerosísimo, con carros y muy mucha gente de á caballo?
con todo, porque te apoyaste en Jehová, él los entregó en tus
9 manos. Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra,
para corroborar á los que tienen corazón perfecto para con él.
Locamente has hecho en esto; porque de aquí adelante habrá
673 II Crónicas 16. 10–17. 14
guerra contra ti. Y enojado Asa contra el vidente, echólo en la 10
casa de la cárcel, porque fué en extremo conmovido á causa de
esto. Y oprimió Asa en aquel tiempo algunos del pueblo. Mas 11
he aquí, los hechos de Asa, primeros y postreros, están escritos
en el libro de los reyes de Judá y de Israel. Y el año treinta 12
y nueve de su reinado enfermó Asa de los pies para arriba, y
en su enfermedad no buscó á Jehová, sino á los médicos. Y 13
durmió Asa con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno
de su reinado. Y sepultáronlo en sus sepulcros que él había 14
hecho para sí en la ciudad de David;
Y REINÓ en su lugar Josaphat su hijo, el cual prevaleció 17
contra Israel. Y puso ejército en todas las ciudades fuertes 2
de Judá, y colocó gente de guarnición, en tierra de Judá, y
asimismo en las ciudades de Ephraim que su padre Asa había
tomado. Y fué Jehová con Josaphat, porque anduvo en los 3
primeros caminos de David su padre, y no buscó á los Baales;
Sino que buscó al Dios de su padre, y anduvo en sus man- 4
damientos, y no según las obras de Israel. Jehová por tanto 5
confirmó el reino en su mano, y todo Judá dió á Josaphat pre-
sentes; y tuvo riquezas y gloria en abundancia. Y animóse 6
su corazón en los caminos de Jehová, y quitó los altos y los
bosques de Judá. Al tercer año de su reinado envió sus prín- 7
cipes Ben-hail, Obdías, Zachârías, Nathaniel y Michêas, para
que enseñasen en las ciudades de Judá; Y con ellos á los Le- 8
vitas, Semeías, Nethanías, Zebadías, y Asael, y Semiramoth, y
Jonathán, y Adonías, y Tobías, y Tobadonías, Levitas; y con
ellos á Elisama y á Joram, sacerdotes. Y enseñaron en Judá, 9
teniendo consigo el libro de la ley de Jehová, y rodearon por
todas las ciudades de Judá enseñando al pueblo. Y cayó el pa- 10
vor de Jehová sobre todos los reinos de las tierras que estaban
alrededor de Judá; que no osaron hacer guerra contra Josap-
hat. Y traían de los Filisteos presentes á Josaphat, y tributos 11
de plata. Los Árabes también le trajeron ganados, siete mil y
setecientos carneros y siete mil y setecientos machos de cabrío.
Iba pues Josaphat creciendo altamente: y edificó en Judá for- 12
talezas y ciudades de depósitos. Tuvo además muchas obras 13
en las ciudades de Judá, y hombres de guerra muy valientes
en Jerusalem. Y éste es el número de ellos según las casas de 14
17. 15–18. 11 II Crónicas 674
sus padres: en Judá, jefes de los millares: el general Adna, y
15 con él trescientos mil hombres muy esforzados; Después de
16 él, el jefe Johanán, y con él doscientos y ochenta mil; Tras
éste, Amasías hijo de Zichri, el cual se había ofrecido volunta-
riamente á Jehová, y con él doscientos mil hombres valientes;
17 De Benjamín, Eliada, hombre muy valeroso, y con él doscien-
18 tos mil armados de arco y escudo; Tras éste, Jozabad, y con
3
Y ACONTECIÓ en los días de Assuero, (el Assuero
que reinó desde la India hasta la Etiopía sobre cien-
to veinte y siete provincias,) Que en aquellos días,
asentado que fué el rey Assuero en la silla de su rei-
no, la cual estaba en Susán capital del reino, En el tercer año
de su reinado hizo banquete á todos sus príncipes y siervos,
teniendo delante de él la fuerza de Persia y de Media, goberna-
4 dores y príncipes de provincias, Para mostrar él las riquezas
de la gloria de su reino, y el lustre de la magnificencia de su
5 poder, por muchos días, ciento y ochenta días. Y cumplidos
estos días, hizo el rey banquete por siete días en el patio del
huerto del palacio real á todo el pueblo, desde el mayor hasta
6 el menor que se halló en Susán capital del reino. El pabellón
era de blanco, verde, y cárdeno, tendido sobre cuerdas de li-
no y púrpura en sortijas de plata y columnas de mármol: los
reclinatorios de oro y de plata, sobre losado de pórfido y de
7 mármol, y de alabastro y de jacinto. Y daban á beber en
vasos de oro, y vasos diferentes unos de otros, y mucho vino
8 real, conforme á la facultad del rey. Y la bebida fué según
esta ley: Que nadie constriñese; porque así lo había mandado
el rey á todos los mayordomos de su casa; que se hiciese según
9 la voluntad de cada uno. Asimismo la reina Vasthi hizo ban-
10 quete de mujeres, en la casa real del rey Assuero. El séptimo
día, estando el corazón del rey alegre del vino, mandó á Me-
humán, y á Biztha, y á Harbona, y á Bighta, y á Abagtha, y
á Zetar, y á Carcas, siete eunucos que servían delante del rey
11 Assuero, Que trajesen á la reina Vasthi delante del rey con la
corona regia, para mostrar á los pueblos y á los príncipes su
12 hermosura; porque era linda de aspecto. Mas la reina Vasthi
no quiso comparecer á la orden del rey, enviada por mano de
los eunucos; y enojóse el rey muy mucho, y encendióse en él
13 su ira. Preguntó entonces el rey á los sabios que sabían los
tiempos, (porque así era la costumbre del rey para con todos
14 los que sabían la ley y el derecho; Y estaban junto á él, Car-
749 Esther 1. 15–2. 5
sena, y Sethar, y Admatha, y Tharsis, y Meres, y Marsena,
y Memucán, siete príncipes de Persia y de Media que veían
la cara del rey, y se sentaban los primeros del reino:) Qué se 15
había de hacer según la ley con la reina Vasthi, por cuanto
no había cumplido la orden del rey Assuero, enviada por ma-
no de los eunucos. Y dijo Memucán delante del rey y de los 16
príncipes: No solamente contra el rey ha pecado la reina Vast-
hi, sino contra todos los príncipes, y contra todos los pueblos
que hay en todas las provincias del rey Assuero. Porque este 17
hecho de la reina pasará á noticia de todas las mujeres, para
hacerles tener en poca estima á sus maridos, diciendo: El rey
Assuero mandó traer delante de sí á la reina Vasthi, y ella no
vino. Y entonces dirán esto las señoras de Persia y de Media 18
que oyeren el hecho de la reina, á todos los príncipes del rey: y
habrá mucho menosprecio y enojo. Si parece bien al rey, salga 19
mandamiento real delante de él, y escríbase entre las leyes de
Persia y de Media, y no sea traspasado: Que no venga más
Vasthi delante del rey Assuero: y dé el rey su reino á su com-
pañera que sea mejor que ella. Y el mandamiento que hará el 20
rey será oído en todo su reino, aunque es grande, y todas las
mujeres darán honra á sus maridos, desde el mayor hasta el
menor. Y plugo esta palabra en ojos del rey y de los prínci- 21
pes, é hizo el rey conforme al dicho de Memucán; Pues envió 22
letras á todas la provincias del rey, á cada provincia conforme
á su escribir, y á cada pueblo conforme á su lenguaje, diciendo
que todo hombre fuese señor en su casa; y háblese esto según
la lengua de su pueblo.
PASADAS estas cosas, sosegada ya la ira del rey Assuero, 2
acordóse de Vasthi, y de lo que hizo, y de lo que fué senten-
ciado contra ella. Y dijeron los criados del rey, sus oficiales: 2
Busquen al rey mozas vírgenes de buen parecer; Y ponga el 3
rey personas en todas las provincias de su reino, que junte to-
das las mozas vírgenes de buen parecer en Susán residencia
regia, en la casa de las mujeres, al cuidado de Hegai, eunuco
del rey, guarda de las mujeres, dándoles sus atavíos; Y la mo- 4
za que agradare á los ojos del rey, reine en lugar de Vasthi.
Y la cosa plugo en ojos del rey, é hízolo así. Había un varón 5
Judío en Susán residencia regia, cuyo nombre era Mardochêo,
2. 6–17 Esther 750
hijo de Jair, hijo de Simi, hijo de Cis, del linaje de Benjamín;
6 El cual había sido trasportado de Jerusalem con los cautivos
que fueron llevados con Jechônías rey de Judá, á quien hizo
7 trasportar Nabucodonosor rey de Babilonia. Y había criado
á Hadassa, que es Esther, hija de su tío, porque no tenía padre
ni madre; y era moza de hermosa forma y de buen parecer;
y como su padre y su madre murieron, Mardochêo la había
8 tomado por hija suya. Sucedió pues, que como se divulgó el
mandamiento del rey y su acuerdo, y siendo reunidas muchas
mozas en Susán residencia regia, á cargo de Hegai, fué tomada
también Esther para casa del rey, al cuidado de Hegai, guarda
9 de las mujeres. Y la moza agradó en sus ojos, y halló gracia
delante de él; por lo que hizo darle prestamente sus atavíos y
sus raciones, dándole también siete convenientes doncellas de
la casa del rey; y pasóla con sus doncellas á lo mejor de la casa
10 de las mujeres. Esther no declaró su pueblo ni su nacimiento;
11 porque Mardochêo le había mandado que no lo declarase. Y
cada día Mardochêo se paseaba delante del patio de la casa de
las mujeres, por saber cómo iba á Esther, y qué se hacía de
12 ella. Y como llegaba el tiempo de cada una de las mozas para
venir al rey Assuero, al cabo de haber estado ya doce meses
conforme á la ley acerca de las mujeres (porque así se cum-
plía el tiempo de sus atavíos, esto es, seis meses con óleo de
mirra, y seis meses con cosas aromáticas y afeites de mujeres),
13 Entonces la moza venía así al rey: todo lo que ella decía se le
daba, para venir con ello de la casa de las mujeres hasta la
14 casa del rey. Ella venía á la tarde, y á la mañana se volvía á
la casa segunda de las mujeres, al cargo de Saasgaz eunuco del
rey, guarda de las concubinas: no venía más al rey, salvo si el
15 rey la quería, y era llamada por nombre. Y llegado que fué el
tiempo de Esther, hija de Abihail tío de Mardochêo, que él se
había tomado por hija, para venir al rey, ninguna cosa procuró
sino lo que dijo Hegai eunuco del rey, guarda de las mujeres:
16 y ganaba Esther la gracia de todos los que la veían. Fué pues
Esther llevada al rey Assuero á su casa real en el mes décimo,
17 que es el mes de Tebeth, en el año séptimo de su reinado. Y
el rey amó á Esther sobre todas las mujeres, y halló gracia y
benevolencia delante de él más que todas las vírgenes; y puso
751 Esther 2. 18–3. 8
la corona real en su cabeza, é hízola reina en lugar de Vasthi.
Hizo luego el rey gran banquete á todos sus príncipes y sier- 18
vos, el banquete de Esther; y alivió á las provincias, é hizo y
dió mercedes conforme á la facultad real. Y cuando se junta- 19
ban las vírgenes la segunda vez, Mardochêo estaba puesto á la
puerta el rey. Y Esther, según le tenía mandado Mardochêo, 20
no había declarado su nación ni su pueblo; porque Esther hacía
lo que decía Mardochêo, como cuando con él se educaba. En 21
aquellos días, estando Mardochêo sentado á la puerta del rey,
enojáronse Bigthán y Teres, dos eunucos del rey, de la guar-
dia de la puerta, y procuraban poner mano en el rey Assuero.
Mas entendido que fué esto por Mardochêo, él lo denunció á la 22
reina Esther, y Esther lo dijo al rey en nombre de Mardochêo.
Hízose entonces indagación de la cosa, y fué hallada cierta; por 23
tanto, entrambos fueron colgados en una horca. Y escribióse
el caso en el libro de las cosas de los tiempos delante del rey.
DESPUÉS de estas cosas, el rey Assuero engrandeció á 3
Amán hijo de Amadatha Agageo, y ensalzólo, y puso su si-
lla sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos los 2
siervos del rey que estaban á la puerta del rey, se arrodilla-
ban é inclinaban á Amán, porque así se lo había mandado el
rey; pero Mardochêo, ni se arrodillaba ni se humillaba. Y los 3
siervos del rey que estaban á la puerta, dijeron á Mardochêo:
¿Por qué traspasas el mandamiento del rey? Y aconteció que, 4
hablándole cada día de esta manera, y no escuchándolos él, de-
nunciáronlo á Amán, por ver si las palabras de Mardochêo se
mantendrían; porque ya él les había declarado que era Judío.
Y vió Amán que Mardochêo ni se arrodillaba ni se humillaba 5
delante de él; y llenóse de ira. Mas tuvo en poco meter ma- 6
no en solo Mardochêo; que ya le había declarado el pueblo de
Mardochêo: y procuró Amán destruir á todos los Judíos que
había en el reino de Assuero, al pueblo de Mardochêo. En 7
el mes primero, que es el mes de Nisán, en el año duodécimo
del rey Assuero, fué echada Pur, esto es, la suerte, delante de
Amán, de día en día y de mes en mes; y salió el mes duodé-
cimo, que es el mes de Adar. Y dijo Amán al rey Assuero: 8
Hay un pueblo esparcido y dividido entre los pueblos en todas
las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de
3. 9–4. 5 Esther 752
todo pueblo, y no observan las leyes del rey; y al rey no viene
9 provecho de dejarlos. Si place al rey, escríbase que sean des-
truídos; y yo pesaré diez mil talentos de plata en manos de los
que manejan la hacienda, para que sean traídos á los tesoros
10 del rey. Entonces el rey quitó su anillo de su mano, y diólo
11 á Amán hijo de Amadatha Agageo, enemigo de los Judíos, Y
díjole: La plata propuesta sea para ti, y asimismo el pueblo,
12 para que hagas de él lo que bien te pareciere. Entonces fueron
llamados los escribanos del rey en el mes primero, á trece del
mismo, y fué escrito conforme á todo lo que mandó Amán, á
los príncipes del rey, y á los capitanes que estaban sobre cada
provincia, y á los príncipes de cada pueblo, á cada provincia
según su escritura, y á cada pueblo según su lengua: en nombre
13 del rey Assuero fué escrito, y signado con el anillo del rey. Y
fueron enviadas letras por mano de los correos á todas las pro-
vincias del rey, para destruir, y matar, y exterminar á todos los
Judíos, desde el niño hasta el viejo, niños y mujeres en un día,
en el trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar, y para
14 apoderarse de su despojo. La copia del escrito que se diese
por mandamiento en cada provincia, fué publicada á todos los
15 pueblos, á fin de que estuviesen apercibidos para aquel día. Y
salieron los correos de priesa por mandato del rey, y el edicto
fué dado en Susán capital del reino. Y el rey y Amán estaban
sentados á beber, y la ciudad de Susán estaba conmovida.
4 LUEGO que supo Mardochêo todo lo que se había hecho,
rasgó sus vestidos, y vistióse de saco y de ceniza, y fuése por
medio de la ciudad clamando con grande y amargo clamor.
2 Y vino hasta delante de la puerta del rey: porque no era lí-
cito pasar adentro de la puerta del rey con vestido de saco.
3 Y en cada provincia y lugar donde el mandamiento del rey y
su decreto llegaba, tenían los Judíos grande luto, y ayuno, y
4 lloro, y lamentación: saco y ceniza era la cama de muchos. Y
vinieron las doncellas de Esther y sus eunucos, y dijéronselo:
y la reina tuvo gran dolor, y envió vestidos para hacer vestir á
Mardochêo, y hacerle quitar el saco de sobre él; mas él no los
5 recibió. Entonces Esther llamó á Atach, uno de los eunucos
del rey, que él había hecho estar delante de ella, y mandólo
á Mardochêo, con orden de saber qué era aquello, y por qué.
753 Esther 4. 6–5. 4
Salió pues Atach á Mardochêo, á la plaza de la ciudad que 6
estaba delante de la puerta del rey. Y Mardochêo le decla- 7
ró todo lo que le había acontecido, y dióle noticia de la plata
que Amán había dicho que pesaría para los tesoros del rey por
razón de los Judíos, para destruirlos. Dióle también la copia 8
de la escritura del decreto que había sido dado en Susán para
que fuesen destruídos, á fin de que la mostrara á Esther y se lo
declarase, y le encargara que fuese al rey á suplicarle, y á pedir
delante de él por su pueblo. Y vino Atach, y contó á Esther 9
las palabra de Mardochêo. Entonces Esther dijo á Atach, y 10
mandóle decir á Mardochêo: Todos los siervos del rey, y el 11
pueblo de las provincias del rey saben, que cualquier hombre ó
mujer que entra al rey al patio de adentro sin ser llamado, por
una sola ley ha de morir: salvo aquel á quien el rey extendiere
el cetro de oro, el cual vivirá: y yo no he sido llamada para
entrar al rey estos treinta días. Y dijeron á Mardochêo las pa- 12
labras de Esther. Entonces dijo Mardochêo que respondiesen 13
á Esther: No pienses en tu alma, que escaparás en la casa del
rey más que todos los Judíos: Porque si absolutamente calla- 14
res en este tiempo, respiro y libertación tendrán los Judíos de
otra parte; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién
sabe si para esta hora te han hecho llegar al reino? Y Esther 15
dijo que respondiesen á Mardochêo: Ve, y junta á todos los 16
Judíos que se hallan en Susán, y ayunad por mí, y no comáis
ni bebáis en tres días, noche ni día: yo también con mis don-
cellas ayunaré igualmente, y así entraré al rey, aunque no sea
conforme á la ley; y si perezco, que perezca. Entonces se fué 17
Mardochêo, é hizo conforme á todo lo que le mandó Esther.
Y ACONTECIÓ que al tercer día se vistió Esther su vestido 5
real, y púsose en el patio de adentro de la casa del rey, enfrente
del aposento del rey: y estaba el rey sentado en su solio regio
en el aposento real, enfrente de la puerta del aposento. Y fué 2
que, como vió á la reina Esther que estaba en el patio, ella
obtuvo gracia en sus ojos; y el rey extendió á Esther el cetro
de oro que tenía en la mano. Entonces se llegó Esther, y tocó
la punta del cetro. Y dijo el rey: ¿Qué tienes, reina Esther? 3
¿y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino, se te dará.
Y Esther dijo: Si al rey place, venga hoy el rey con Amán al 4
5. 5–6. 5 Esther 754
5 banquete que le he hecho. Y respondió el rey: Daos priesa,
llamad á Amán, para hacer lo que Esther ha dicho. Vino pues
6 el rey con Amán al banquete que Esther dispuso. Y dijo el
rey á Esther en el banquete del vino: ¿Cuál es tu petición, y te
será otorgada? ¿Cuál es tu demanda? Aunque sea la mitad del
7 reino, te será concedida. Entonces respondió Esther, y dijo: Mi
8 petición y mi demanda es: Si he hallado gracia en los ojos del
rey, y si place al rey otorgar mi petición y hacer mi demanda,
que venga el rey con Amán al banquete que les dispondré; y
9 mañana haré conforme á lo que el rey ha mandado. Y salió
Amán aquel día contento y alegre de corazón; pero como vió á
Mardochêo á la puerta del rey, que no se levantaba ni se movía
10 de su lugar, llenóse contra Mardochêo de ira. Mas refrenóse
Amán, y vino á su casa, y envió, é hizo venir sus amigos, y á
11 Zeres su mujer. Y refirióles Amán la gloria de sus riquezas,
y la multitud de sus hijos, y todas las cosas con que el rey
le había engrandecido y con que le había ensalzado sobre los
12 príncipes y siervos del rey. Y añadió Amán: También la reina
Esther á ninguno hizo venir con el rey al banquete que ella
dispuso, sino á mí: y aun para mañana soy convidado de ella
13 con el rey. Mas todo esto nada me sirve cada vez que veo al
14 judío Mardochêo sentado á la puerta del rey. Y díjole Zeres su
mujer, y todos sus amigos: Hagan una horca alta de cincuenta
codos, y mañana di al rey que cuelguen á Mardochêo en ella;
y entra con el rey al banquete alegre. Y plugo la cosa en los
ojos de Amán, é hizo preparar la horca.
6 AQUELLA noche se le fué el sueño al rey, y dijo que le
trajesen el libro de las memorias de las cosas de los tiempos:
2 y leyéronlas delante del rey. Y hallóse escrito que Mardochêo
había denunciado de Bigthán y de Teres, dos eunucos del rey,
de la guarda de la puerta, que habían procurado meter mano
3 en el rey Assuero. Y dijo el rey: ¿Qué honra ó que distinción
se hizo á Mardochêo por esto? Y respondieron los servidores
4 del rey, sus oficiales: Nada se ha hecho con él. Entonces dijo el
rey: ¿Quién está en el patio? Y Amán había venido al patio de
afuera de la casa del rey, para decir al rey que hiciese colgar
5 á Mardochêo en la horca que él le tenía preparada. Y los
servidores del rey le respondieron: He aquí Amán está en el
755 Esther 6. 6–7. 5
patio. Y el rey dijo: Entre. Entró pues Amán, y el rey le 6
dijo: ¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Y dijo
Amán en su corazón: ¿Á quién deseará el rey hacer honra más
que á mí? Y respondió Amán al rey: Al varón cuya honra 7
desea el rey, Traigan el vestido real de que el rey se viste, 8
y el caballo en que el rey cabalga, y la corona real que está
puesta en su cabeza; Y den el vestido y el caballo en mano 9
de alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan á aquel
varón cuya honra desea el rey, y llévenlo en el caballo por la
plaza de la ciudad, y pregonen delante de él: Así se hará al
varón cuya honra desea el rey. Entonces el rey dijo á Amán: 10
Date priesa, toma el vestido y el caballo, como tú has dicho,
y hazlo así con el judío Mardochêo, que se sienta á la puerta
del rey; no omitas nada de todo lo que has dicho. Y Amán 11
tomó el vestido y el caballo, y vistió á Mardochêo, y llevólo
á caballo por la plaza de la ciudad, é hizo pregonar delante
de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey. Después 12
de esto Mardochêo se volvió á la puerta del rey, y Amán se
fué corriendo á su casa, apesadumbrado y cubierta su cabeza.
Contó luego Amán á Zeres su mujer, y á todos sus amigos, todo 13
lo que le había acontecido: y dijéronle sus sabios, y Zeres su
mujer: Si de la simiente de los Judíos es el Mardochêo, delante
de quien has comenzado á caer, no lo vencerás; antes caerás
por cierto delante de él. Aun estaban ellos hablando con él, 14
cuando los eunucos del rey llegaron apresurados, para hacer
venir á Amán al banquete que Esther había dispuesto.
VINO pues el rey con Amán á beber con la reina Esther. 7
Y también el segundo día dijo el rey á Esther en el convite 2
del vino: ¿Cuál es tu petición, reina Esther, y se te concederá?
¿Cuál es pues tu demanda? Aunque sea la mitad del reino,
pondráse por obra. Entonces la reina Esther respondió y di- 3
jo: Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos, y si al rey place,
séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por mi de-
manda. Porque vendidos estamos yo y mi pueblo, para ser 4
destruídos, para ser muertos y exterminados. Y si para siervos
y siervas fuéramos vendidos, callárame, bien que el enemigo
no compensara el daño del rey. Y respondió el rey Assuero, y 5
dijo á la reina Esther: ¿Quién es, y dónde está, aquél á quien
7. 6–8. 8 Esther 756
6 ha henchido su corazón para obrar así? Y Esther dijo: El ene-
migo y adversario es este malvado Amán. Entonces se turbó
7 Amán delante del rey y de la reina. Levantóse luego el rey del
banquete del vino en su furor, y se fué al huerto del palacio: y
quedóse Amán para procurar de la reina Esther por su vida;
porque vió que estaba resuelto para él el mal de parte del rey.
8 Volvió después el rey del huerto del palacio al aposento del
banquete del vino, y Amán había caído sobre el lecho en que
estaba Esther. Entonces dijo el rey: ¿También para forzar la
reina, estando conmigo en casa? Como esta palabra salió de la
9 boca del rey, el rostro de Amán fué cubierto. Y dijo Harbona,
uno de los eunucos de delante del rey: He aquí también la horca
de cincuenta codos de altura que hizo Amán para Mardochêo,
el cual había hablado bien por el rey, está en casa de Amán.
10 Entonces el rey dijo: Colgadlo en ella. Así colgaron á Amán
en la horca que él había hecho aparejar para Mardochêo; y
apaciguóse la ira del rey.
8 EL MISMO día dió el rey Assuero á la reina Esther la casa
de Amán enemigo de los Judíos; y Mardochêo vino delante del
2 rey, porque Esther le declaró lo que era respecto de ella. Y
quitóse el rey su anillo que había vuelto á tomar de Aman, y
diólo á Mardochêo. Y Esther puso á Mardochêo sobre la ca-
3 sa de Amán. Volvió luego Esther á hablar delante del rey,
y echóse á sus pies, llorando y rogándole que hiciese nula la
maldad de Amán Agageo, y su designio que había formado
4 contra los Judíos. Entonces extendió el rey á Esther el cetro
de oro, y Esther se levantó, y púsose en pie delante del rey.
5 Y dijo: Si place al rey, y si he hallado gracia delante de el, y
si la cosa es recta delante del rey, y agradable yo en sus ojos,
sea escrito para revocar las letras del designio de Amán hijo
de Amadatha Agageo, que escribió para destruir á los Judíos
6 que están en todas las provincias del rey. Porque ¿cómo po-
dré yo ver el mal que alcanzará á mi pueblo? ¿cómo podré yo
7 ver la destrucción de mi nación? Y respondió el rey Assuero
á la reina Esther, y á Mardochêo Judío: He aquí yo he dado á
Esther la casa de Amán, y á él han colgado en la horca, por
8 cuanto extendió su mano contra los Judíos. Escribid pues vo-
sotros á los Judíos como bien os pareciere en el nombre del
757 Esther 8. 9–9. 2
rey, y selladlo con el anillo del rey; porque la escritura que
se sella con el anillo del rey, no es para revocarla. Entonces 9
fueron llamados los escribanos del rey en el mes tercero, que es
Siván, á veintitrés del mismo; y escribióse conforme á todo lo
que mandó Mardochêo, á los Judíos, y á los sátrapas, y á los
capitanes, y á los príncipes de las provincias que había desde
la India hasta la Ethiopía, ciento veintisiete provincias; á ca-
da provincia según su escribir, y á cada pueblo conforme á su
lengua, á los Judíos también conforme á su escritura y lengua.
Y escribió en nombre del rey Assuero, y selló con el anillo del 10
rey, y envió letras por correos de á caballo, montados en dro-
medarios, y en mulos hijos de yeguas; Con intimación de que 11
el rey concedía á los Judíos que estaban en todas la ciudades,
que se juntasen y estuviesen á la defensa de su vida, prontos
á destruir, y matar, y acabar con todo ejército de pueblo ó
provincia que viniese contra ellos, aun niños y mujeres, y su
despojo para presa, En un mismo día en todas las provincias 12
del rey Assuero, en el trece del mes duodécimo, que es el mes
de Adar. La copia de la escritura que había de darse por or- 13
denanza en cada provincia, para que fuese manifiesta á todos
los pueblos, decía que los Judíos estuviesen apercibidos para
aquel día, para vengarse de sus enemigos. Los correos pues, 14
cabalgando en dromedarios y en mulos, salieron apresurados
y constreñidos por el mandamiento del rey: y la ley fué dada
en Susán capital del reino. Y salió Mardochêo de delante del 15
rey con vestido real de cárdeno y blanco, y una gran corona
de oro, y un manto de lino y púrpura: y la ciudad de Susán se
alegró y regocijó. Los Judíos tuvieron luz y alegría, y gozo y 16
honra. Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el 17
mandamiento del rey, los Judíos tuvieron alegría y gozo, ban-
quete y día de placer. Y muchos de los pueblos de la tierra se
hacían Judíos, porque el temor de los Judíos había caído sobre
ellos.
Y EN el mes duodécimo y que es el mes de Adar, á trece 9
del mismo, en el que tocaba se ejecutase el mandamiento del
rey y su ley, el mismo día en que esperaban los enemigos de
los Judíos enseñorearse de ellos, fué lo contrario; porque los
Judíos se enseñorearon de los que los aborrecían. Los Judíos 2
9. 3–18 Esther 758
se juntaron en sus ciudades en todas las provincias del rey
Assuero, para meter mano sobre los que habían procurado su
mal: y nadie se puso delante de ellos, porque el temor de ellos
3 había caído sobre todos los pueblos. Y todos los príncipes de
las provincias, y los virreyes, y capitanes, y oficiales del rey,
ensalzaban á los Judíos; porque el temor de Mardochêo había
4 caído sobre ellos. Porque Mardochêo era grande en la casa
del rey, y su fama iba por todas las provincias; pues el va-
5 rón Mardochêo iba engrandeciéndose. É hirieron los Judíos
á todos sus enemigos con plaga de espada, y de mortandad,
6 y de perdición; é hicieron en sus enemigos á su voluntad. Y
en Susán capital del reino, mataron y destruyeron los Judíos
7 á quinientos hombres. Mataron entonces á Phorsandatha, y
8 á Dalphón, y á Asphatha, Y á Phoratha y á Ahalía, y á Ari-
9 datha, Y á Pharmastha, y á Arisai, y á Aridai, y á Vaizatha,
10 Diez hijos de Amán hijo de Amadatha, enemigo de los Judíos:
11 mas en la presa no metieron su mano. El mismo día vino la
cuenta de los muertos en Susán residencia regia, delante del
12 rey. Y dijo el rey á la reina Esther: En Susán, capital del rei-
no, han muerto los Judíos y destruído quinientos hombres, y
á diez hijos de Amán; ¿qué habrán hecho en las otras provin-
cias del rey? ¿Cuál pues es tu petición, y te será concedida?
13 ¿ó qué más es tu demanda, y será hecho? Y respondió Est-
her: Si place al rey, concédase también mañana á los Judíos
en Susán, que hagan conforme á la ley de hoy; y que cuelguen
14 en la horca á los diez hijos de Amán. Y mandó el rey que
se hiciese así: y dióse la orden en Susán, y colgaron á los diez
15 hijos de Amán. Y los Judíos que estaban en Susán, se junta-
ron también el catorce del mes de Adar, y mataron en Susán
trescientos hombres: mas en la presa no metieron su mano.
16 En cuanto á los otros Judíos que estaban en las provincias del
rey, también se juntaron y pusiéronse en defensa de su vida, y
tuvieron reposo de sus enemigos, y mataron de sus contrarios
17 setenta y cinco mil; mas en la presa no metieron su mano. En
el día trece del mes de Adar fué esto; y reposaron en el día
catorce del mismo, é hiciéronlo día de banquete y de alegría.
18 Mas los Judíos que estaban en Susán se juntaron en el trece y
en el catorce del mismo mes; y al quince del mismo reposaron,
759 Esther 9. 19–32
é hicieron aquel día día de banquete y de regocijo. Por tanto 19
los Judíos aldeanos que habitan en las villas sin muro, hacen
á los catorce del mes de Adar el día de alegría y de banquete,
y buen día, y de enviar porciones cada uno á su vecino. Y es- 20
cribió Mardochêo estas cosas, y envió letras á todos los Judíos
que estaban en todas las provincias del rey Assuero, cercanos
y distantes, Ordenándoles que celebrasen el día décimocuarto 21
del mes de Adar, y el décimoquinto del mismo, cada un año.
Como días en que los Judíos tuvieron reposo de sus enemi- 22
gos, y el mes que se les tornó de tristeza en alegría, y de luto
en día bueno; que los hiciesen días de banquete y de gozo, y
de enviar porciones cada uno á su vecino, y dádivas á los po-
bres. Y los Judíos aceptaron hacer, según habían comenzado, 23
lo que les escribió Mardochêo. Porque Amán hijo de Amadat- 24
ha, Agageo, enemigo de todos los Judíos, había ideado contra
los Judíos para destruirlos, y echó Pur, que quiere decir suerte,
para consumirlos y acabar con ellos. Mas como Esther vino á 25
la presencia del rey, él intimó por carta: El perverso designio
que aquél trazó contra los Judíos, recaiga sobre su cabeza; y
cuélguenlo á él y á sus hijos en la horca. Por esto llamaron á 26
estos días Purim, del nombre Pur. Por todas las palabras pues
de esta carta, y por lo que ellos vieron sobre esto, y lo que
llegó á su noticia, Establecieron y tomaron los Judíos sobre 27
sí, y sobre su simiente, y sobre todos los allegados á ellos, y no
será traspasado, el celebrar estos dos días según está escrito
en orden á ellos, y conforme á su tiempo cada un año; Y que 28
estos dos días serían en memoria, y celebrados en todas las
naciones, y familias, y provincias, y ciudades. Estos días de
Purim no pasarán de entre los Judíos, y la memoria de ellos
no cesará de su simiente. Y la reina Esther hija de Abihail, 29
y Mardochêo Judío, escribieron con toda eficacia, para confir-
mar esta segunda carta de Purim. Y envió Mardochêo letras 30
á todos los Judíos, á las ciento veintisiete provincias del rey
Assuero, con palabras de paz y de verdad, Para confirmar 31
estos días de Purim en sus tiempos señalados, según les había
constituído Mardochêo Judío y la reina Esther, y como habían
ellos tomado sobre sí y sobre su simiente, para conmemorar el
fin de los ayunos y de su clamor. Y el mandamiento de Esther 32
10. 1–3 Esther 760
confirmó estas palabras dadas acerca de Purim, y escribióse en
el libro.
10 Y EL rey Assuero impuso tributo sobre la tierra y las islas
2 de la mar. Y toda la obra de su fortaleza, y de su valor, y
la declaración de la grandeza de Mardochêo, con que el rey
le engrandeció, ¿no está escrito en el libro de los anales de
3 los reyes de Media y de Persia? Porque Mardochêo Judío fué
segundo después del rey Assuero, y grande entre los Judíos, y
acepto á la multitud de sus hermanos, procurando el bien de
su pueblo, y hablando paz para toda su simiente.
libro de job.
lluvia padre? ¿Ó quién engendró las gotas del rocío? ¿De qué 29
vientre salió el hielo? Y la escarcha del cielo, ¿quién la engen-
dró? Las aguas se endurecen á manera de piedra, Y congélase 30
la haz del abismo. ¿Podrás tú impedir las delicias de las Plé- 31
las puertas de los cielos, É hizo llover sobre ellos maná pa- 24
ra comer, Y dióles trigo de los cielos. Pan de nobles comió el 25
hombre: Envióles comida á hartura. Movió el solano en el cie- 26
2
3
Y FUÉ que á los treinta años, en el mes cuarto, á cin-
co del mes, estando yo en medio de los trasportados
junto al río de Chebar, los cielos se abrieron, y vi
visiones de Dios. Á los cinco del mes, que fué en el
quinto año de la transmigración del rey Joachîn, Fué palabra
de Jehová á Ezequiel sacerdote, hijo de Buzi, en la tierra de
los Caldeos, junto al río de Chebar; fué allí sobre él la mano
4 de Jehová. Y miré, y he aquí un viento tempestuoso venía del
aquilón, una gran nube, con un fuego envolvente, y en derre-
dor suyo un resplandor, y en medio del fuego una cosa que
5 parecía como de ámbar, Y en medio de ella, figura de cuatro
animales. Y éste era su parecer; había en ellos semejanza de
6, 7 hombre. Y cada uno tenía cuatro rostros, y cuatro alas. Y
los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como la
planta de pie de becerro; y centelleaban á manera de bronce
8 muy bruñido. Y debajo de sus alas, á sus cuatro lados, tenían
manos de hombre; y sus rostros y sus alas por los cuatro lados.
9 Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando
10 andaban; cada uno caminaba en derecho de su rostro. Y la
figura de sus rostros era rostro de hombre; y rostro de león á la
parte derecha en los cuatro; y á la izquierda rostro de buey en
11 los cuatro; asimismo había en los cuatro rostro de águila. Ta-
les eran sus rostros; y tenían sus alas extendidas por encima,
cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían
12 sus cuerpos. Y cada uno caminaba en derecho de su rostro:
hacia donde el espíritu era que anduviesen, andaban; cuando
13 andaban, no se volvían. Cuanto á la semejanza de los ani-
males, su parecer era como de carbones de fuego encendidos,
como parecer de hachones encendidos: discurría entre los ani-
males; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos.
14 Y los animales corrían y tornaban á semejanza de relámpagos.
15 Y estando yo mirando los animales, he aquí una rueda en la
1125 Ezequiel 1. 16–2. 2
tierra junto á los animales, á sus cuatro caras. Y el parecer 16
de las ruedas y su obra semejábase al color del topacio. Y las
cuatro tenían una misma semejanza: su apariencia y su obra
como rueda en medio de rueda. Cuando andaban, se movían 17
sobre sus cuatro costados: no se volvían cuando andaban. Y 18
sus cercos eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor
en las cuatro. Y cuando los animales andaban, las ruedas an- 19
daban junto á ellos: y cuando los animales se levantaban de la
tierra, las ruedas se levantaban. Hacia donde el espíritu era 20
que anduviesen, andaban; hacia donde era el espíritu que an-
duviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque
el espíritu de los animales estaba en las ruedas. Cuando ellos 21
andaban, andaban ellas; y cuando ellos se paraban, se paraban
ellas; asimismo cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se
levantaban tras ellos; porque el espíritu de los animales estaba
en las ruedas. Y sobre las cabezas de cada animal aparecía 22
expansión á manera de cristal maravilloso, extendido encima
sobre sus cabezas. Y debajo de la expansión estaban las alas 23
de ellos derechas la una á la otra; á cada uno dos, y otras dos
con que se cubrían sus cuerpos. Y oí el sonido de sus alas 24
cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz
del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como la voz de
un ejército. Cuando se paraban, aflojaban sus alas. Y cuan- 25
do se paraban y aflojaban sus alas, oíase voz de arriba de la
expansión que había sobre sus cabezas. Y sobre la expansión 26
que había sobre sus cabezas, veíase la figura de un trono y que
parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había
una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi 27
apariencia como de ámbar, como apariencia de fuego dentro
de ella en contorno, por el aspecto de sus lomos para arriba;
y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y
que tenía resplandor alrededor. Cual parece el arco del cielo 28
que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del
resplandor alrededor. Esta fué la visión de la semejanza de la
gloria de Jehová. Y luego que yo la hube visto, caí sobre mi
rostro, y oí voz de uno que hablaba.
Y DÍJOME: Hijo del hombre, está sobre tus pies, y hablaré 2
contigo. Y entró espíritu en mí luego que me habló, y afirmó- 2
2. 3–3. 11 Ezequiel 1126
3 me sobre mis pies, y oía al que me hablaba. Y díjome: Hijo
del hombre, yo te envío á los hijos de Israel, á gentes rebeldes
que se rebelaron contra mí: ellos y sus padres se han rebelado
4 contra mí hasta este mismo día. Yo pues te envío á hijos de
duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha di-
5 cho el Señor Jehová. Acaso ellos escuchen; y si no escucharen,
(porque son una rebelde familia,) siempre conocerán que hubo
6 profeta entre ellos. Y tú, hijo del hombre, no temas de ellos,
ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas
y espinas, y tú moras con escorpiones: no tengas miedo de sus
palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde.
7 Les hablarás pues mis palabras, escuchen ó dejen de escuchar;
8 porque son muy rebeldes. Mas tú, hijo del hombre, oye lo que
yo te hablo; no seas tú rebelde como la casa rebelde: abre tu
9 boca, y come lo que yo te doy. Y miré, y he aquí una mano
10 me fué enviada, y en ella había un rollo de libro. Y exten-
diólo delante de mí, y estaba escrito delante y detrás: y había
escritas en él endechas, y lamentación, y ayes.
3 Y DÍJOME: Hijo del hombre, come lo que hallares; come
2 este rollo, y ve y habla á la casa de Israel. Y abrí mi boca, é
3 hízome comer aquel rollo. Y díjome: Hijo del hombre, haz á
tu vientre que coma, é hinche tus entrañas de este rollo que yo
4 te doy. Y comílo, y fué en mi boca dulce como miel. Díjome
luego: Hijo del hombre, ve y entra á la casa de Israel, y habla
5 á ellos con mis palabras. Porque no eres enviado á pueblo de
habla profunda ni de lengua difícil, sino á la casa de Israel.
6 No á muchos pueblos de profunda habla ni de lengua difícil,
cuyas palabras no entiendas; y si á ellos te enviara, ellos te
7 oyeran. Mas la casa de Israel no te querrán oír, porque no
me quieren oír á mí: porque toda la casa de Israel son tiesos
8 de frente, y duros de corazón. He aquí he hecho yo tu rostro
fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra su
9 frente. Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu
frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque es
10 casa rebelde. Y díjome: Hijo del hombre, toma en tu corazón
11 todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos. Y
ve, y entra á los trasportados, á los hijos de tu pueblo, y les
hablarás y les dirás: Así ha dicho el Señor Jehová; escuchen, ó
1127 Ezequiel 3. 12–27
dejen de escuchar. Y levantóme el espíritu, y oí detrás de mí 12
una voz de grande estruendo, que decía: Bendita sea la gloria
de Jehová desde su lugar. Oí también el sonido de las alas de 13
los animales que se juntaban la una con la otra, y el sonido
de las ruedas delante de ellos, y sonido de grande estruendo.
Levantóme pues el espíritu, y me tomó; y fuí en amargura, en 14
la indignación de mi espíritu: mas la mano de Jehová era fuerte
sobre mí. Y vine á los trasportados en Telabib, que moraban 15
junto al río de Chebar, y asenté donde ellos estaban asentados,
y allí permanecí siete días atónito entre ellos. Y aconteció que 16
al cabo de los siete días fué á mí palabra de Jehová, diciendo:
Hijo del hombre, yo te he puesto por atalaya á la casa de 17
Israel: oirás pues tú la palabra de mi boca, y amonestarlos has
de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás: 18
y tú no le amonestares, ni le hablares, para que el impío sea
apercibido de su mal camino, á fin de que viva, el impío morirá
por su maldad, mas su sangre demandaré de tu mano. Y si tú 19
amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad, y
de su mal camino, él morirá por su maldad, y tú habrás librado
tu alma. Y cuando el justo se apartare de su justicia, é hiciere 20
maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque
tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que
había hecho no vendrán en memoria; mas su sangre demandaré
de tu mano. Y si al justo amonestares para que el justo no 21
peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fué amonestado; y
tú habrás librado tu alma. Y fué allí la mano de Jehová sobre 22
mí, y díjome: Levántate, y sal al campo, y allí hablaré contigo.
Y levantéme, y salí al campo: y he aquí que allí estaba la 23
gloria de Jehová, como la gloria que había visto junto al río
de Chebar: y caí sobre mi rostro. Entonces entró espíritu en 24
mí, y afirmóme sobre mis pies, y hablóme, y díjome: Entra,
y enciérrate dentro de tu casa. Y tú, oh hijo del hombre, he 25
aquí que pondrán sobre ti cuerdas, y con ellas te ligarán, y no
saldrás entre ellos. Y haré se pegue tu lengua á tu paladar, 26
y estarás mudo, y no serás á ellos varón que reprende: porque
son casa rebelde. Mas cuando yo te hubiere hablado, abriré 27
tu boca, y les dirás: Así ha dicho el Señor Jehová: El que oye,
oiga; y el que cesa, cese: porque casa rebelde son.
4. 1–17 Ezequiel 1128
4 Y TÚ, hijo del hombre, tómate un adobe, y ponlo delante de
2 ti, y diseña sobre él la ciudad de Jerusalem: Y pondrás contra
ella cerco, y edificarás contra ella fortaleza, y sacarás contra
ella baluarte, y asentarás delante de ella campo, y pondrás
3 contra ella arietes alrededor. Tómate también una plancha
de hierro, y ponla en lugar de muro de hierro entre ti y la
ciudad: afirmarás luego tu rostro contra ella, y será en lugar
4 de cerco, y la sitiarás. Es señal á la casa de Israel. Y tú dor-
mirás sobre tu lado izquierdo, y pondrás sobre él la maldad de
la casa de Israel: el número de los días que dormirás sobre él,
5 llevarás sobre ti la maldad de ellos. Yo te he dado los años
de su maldad por el número de los días, trescientos y noventa
6 días: y llevarás la maldad de la casa de Israel. Y cumplidos
éstos, dormirás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás
la maldad de la casa de Judá cuarenta días: día por año, día
7 por año te lo he dado. Y al cerco de Jerusalem afirmarás tu
8 rostro, y descubierto tu brazo, profetizarás contra ella. Y he
aquí he puesto sobre ti cuerdas, y no te tornarás del un tu lado
al otro lado, hasta que hayas cumplido los días de tu cerco.
9 Y tú toma para ti trigo, y cebada, y habas, y lentejas, y mijo,
y avena, y ponlo en una vasija, y hazte pan de ello el número
de los días que durmieres sobre tu lado: trescientos y noventa
10 días comerás de él. Y la comida que has de comer será por
peso de veinte siclos al día: de tiempo á tiempo lo comerás.
11 Y beberás el agua por medida, la sexta parte de un hin: de
12 tiempo á tiempo beberás. Y comerás pan de cebada cocido
debajo de la ceniza; y lo cocerás á vista de ellos con los estiér-
13 coles que salen del hombre. Y dijo Jehová: Así comerán los
hijos de Israel su pan inmundo, entre las gentes á donde los
14 lanzaré yo. Y dije: ¡Ah Señor Jehová! he aquí que mi alma no
es inmunda, ni nunca desde mi mocedad hasta este tiempo co-
mí cosa mortecina ni despedazada, ni nunca en mi boca entró
15 carne inmunda. Y respondióme: He aquí te doy estiércoles de
bueyes en lugar de los estiércoles de hombre, y dispondrás tu
16 pan con ellos. Díjome luego: Hijo del hombre, he aquí que-
brantaré el sostén del pan en Jerusalem, y comerán el pan por
peso, y con angustia; y beberán el agua por medida, y con
17 espanto. Porque les faltará el pan y el agua, y se espantarán
1129 Ezequiel 5. 1–14
los unos con los otros, y se consumirán por su maldad.
Y TÚ, hijo del hombre, tómate un cuchillo agudo, una na- 5
vaja de barbero toma, y hazla pasar sobre tu cabeza y tu bar-
ba: tómate después un peso de balanza, y reparte los pelos.
Una tercera parte quemarás con fuego en medio de la ciudad, 2
cuando se cumplieren los días del cerco, y tomarás una tercera
parte, y herirás con cuchillo alrededor de ella; y una tercera
parte esparcirás al viento, y yo desenvainaré espada en pos de
ellos. Tomarás también de allí unos pocos por cuenta, y los 3
atarás en el canto de tu ropa. Y tomarás otra vez de ellos, 4
y los echarás en mitad del fuego, y en el fuego los quemarás:
de allí saldrá el fuego en toda la casa de Israel. Así ha di- 5
cho el Señor Jehová: Ésta es Jerusalem: púsela en medio de
las gentes y de las tierras alrededor de ella. Y ella mudó mis 6
juicios y mis ordenanzas en impiedad más que las gentes, y
más que las tierras que están alrededor de ella; porque dese-
charon mis juicios y mis mandamientos, y no anduvieron en
ellos. Por tanto, así ha dicho Jehová: ¿Por haberos multipli- 7
cado más que á las gentes que están alrededor de vosotros, no
habéis andado en mis mandamientos, ni habéis guardado mis
leyes? Ni aun según las leyes de las gentes que están alrededor
de vosotros habéis hecho. Así pues ha dicho el Señor Jehová: 8
He aquí yo contra ti; si, yo, y haré juicios en medio de ti á
los ojos de las naciones. Y haré en ti lo que nunca hice, ni 9
jamás haré cosa semejante, á causa de todas tus abominacio-
nes. Por eso los padres comerán á los hijos en medio de ti, y 10
los hijos comerán á sus padres; y haré en ti juicios, y esparciré
á todos vientos todo tu residuo. Por tanto, vivo yo, dice el 11
Señor Jehová, ciertamente por haber violado mi santuario con
todas tus abominaciones, te quebrantaré yo también: mi ojo
no perdonará, ni tampoco tendré yo misericordia. Una tercera 12
parte de ti morirá de pestilencia, y de hambre será consumida
en medio de ti; y una tercera parte caerá á cuchillo alrededor
de ti; y una tercera parte esparciré á todos los vientos, y tras
ellos desenvainaré espada. Y cumpliráse mi furor, y haré que 13
repose en ellos mi enojo, y tomaré satisfacción: y sabrán que
yo Jehová he hablado en mi celo, cuando habré cumplido en
ellos mi enojo. Y te tornaré en desierto y en oprobio entre las 14
5. 15–6. 11 Ezequiel 1130
gentes que están alrededor de ti, á los ojos de todo transeun-
15 te. Y serás oprobio, y escarnio, y escarmiento, y espanto á las
gentes que están alrededor de ti, cuando yo hiciere en ti juicios
en furor é indignación, y en reprensiones de ira. Yo Jehová he
16 hablado. Cuando arrojare yo sobre ellos las perniciosas sae-
tas del hambre, que serán para destrucción, las cuales enviaré
para destruiros, entonces aumentaré el hambre sobre vosotros,
17 y quebrantaré entre vosotros el arrimo del pan. Enviaré pues
sobre vosotros hambre, y malas bestias que te destruyan; y
pestilencia y sangre pasarán por ti; y meteré sobre ti cuchillo.
Yo Jehová he hablado.
6, 2 Y FUÉ á mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo del hom-
bre, pon tu rostro hacia los montes de Israel, y profetiza contra
3 ellos. Y dirás: Montes de Israel, oíd palabra del Señor Jeho-
vá: Así ha dicho el Señor Jehová á los montes y dicho el Señor
Jehová á los montes y á los collados, á los arroyos y á los
valles: He aquí que yo, yo haré venir sobre vosotros cuchillo,
4 y destruiré vuestros altos. Y vuestros altares serán asolados,
y vuestras imágenes del sol serán quebradas: y haré que cai-
5 gan vuestros muertos delante de vuestros ídolos. Y pondré los
cuerpos muertos de los hijos de Israel delante de sus ídolos; y
6 vuestros huesos esparciré en derredor de vuestros altares. En
todas vuestras habitaciones las ciudades serán desiertas, y los
altos serán asolados, para que sean asolados y se hagan de-
siertos vuestros altares; y quebrados serán vuestros ídolos, y
cesarán; y vuestras imágenes del sol serán destruídas, y vues-
7 tras obras serán desechas. Y los muertos caerán en medio
8 de vosotros; y sabréis que soy Jehová. Mas dejaré que haya
de vosotros quien escape del cuchillo entre las gentes, cuando
9 fuereis esparcidos por las tierras. Y los que de vosotros es-
caparen, se acordarán de mí entre las gentes entre las cuales
serán cautivos: porque yo me quebranté á causa de su cora-
zón fornicario, que se apartó de mí, y á causa de sus ojos, que
fornicaron tras sus ídolos: y se avergonzarán de sí mismos, á
causa de los males que hicieron en todas sus abominaciones.
10 Y sabrán que yo soy Jehová: no en vano dije que les había de
11 hacer este mal. Así ha dicho el Señor Jehová: Hiere con tu
mano, y huella con tu pie, y di: ¡Ay de los males de la casa
1131 Ezequiel 6. 12–7. 13
de Israel por todas las abominaciones! porque con cuchillo, y
con hambre, y con pestilencia caerán. El que estuviere lejos, 12
morirá de pestilencia; y el que estuviere cerca caerá á cuchillo;
y el que quedare, y fuere cercado, morirá de hambre: así cum-
pliré en ellos mi enojo. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando 13
sus muertos estarán en medio de sus ídolos, en derredor de
sus altares, en todo collado alto, y en todas las cumbres de
los montes, y debajo de todo árbol sombrío, y debajo de to-
da encina espesa, lugares donde dieron olor suave á todos sus
ídolos. Y extenderé mi mano sobre ellos, y tornaré la tierra 14
asolada y desierta, más que el desierto hacia Diblath, en todas
sus habitaciones: y conocerán que yo soy Jehová.
Y FUÉ á mí palabra de Jehová, diciendo: Y tú, hijo del 7, 2
hombre, así ha dicho el Señor Jehová á la tierra de Israel: El
fin, el fin viene sobre los cuatro cantones de la tierra. Ahora 3
será el fin sobre ti, y enviaré sobre ti mi furor, y te juzgaré
según tus caminos; y pondré sobre ti todas tus abominacio-
nes. Y mi ojo no te perdonará, ni tendré misericordia; antes 4
pondré sobre ti tus caminos, y en medio de ti estarán tus abo-
minaciones; y sabréis que yo soy Jehová. Así ha dicho el Señor 5
Jehová: Un mal, he aquí que viene un mal. Viene el fin, el fin 6
viene: hase despertado contra ti; he aquí que viene. La ma- 7
ñana viene para ti, oh morador de la tierra; el tiempo viene,
cercano está el día; día de alboroto, y no de alegría sobre los
montes. Ahora presto derramaré mi ira sobre ti, y cumpliré 8
en ti mi furor, y te juzgaré según tus caminos; y pondré sobre
ti tus abominaciones. Y mi ojo no perdonará, ni tendré mi- 9
sericordia: según tus caminos pondré sobre ti, y en medio de
ti serán tus abominaciones; y sabréis que yo Jehová soy el que
hiero. He aquí el día, he aquí que viene: ha salido la mañana; 10
florecido ha la vara, ha reverdecido la soberbia. La violencia 11
se ha levantado en vara de impiedad; ninguno quedará de ellos,
ni de su multitud, ni uno de los suyos; ni habrá quien de ellos
se lamente. El tiempo es venido, acercóse el día: el que com- 12
pra, no se huelgue, y el que vende, no llore: porque la ira está
sobre toda su multitud. Porque el que vende no tornará á lo 13
vendido, aunque queden vivos: porque la visión sobre toda su
multitud no será cancelada; y ninguno podrá, á causa de su
7. 14–8. 2 Ezequiel 1132
14 iniquidad, amparar su vida. Tocarán trompeta, y aparejarán
todas las cosas, y no habrá quien vaya á la batalla: porque mi
15 ira está sobre toda su multitud. De fuera cuchillo, de dentro
pestilencia y hambre: el que estuviere en el campo morirá á
cuchillo; y al que estuviere en la ciudad, consumirálo hambre
16 y pestilencia. Y los que escaparen de ellos, huirán y estarán
sobre los montes como palomas de los valles, gimiendo todos
17 cada uno por su iniquidad. Todas manos serán descoyuntadas,
18 y declinarán como aguas todas rodillas. Ceñirse han también
de sacos, y cubrirálos temblor; y en todo rostro habrá con-
19 fusión, y en todas sus cabezas peladura. Arrojarán su plata
por las calles, y su oro será desechado; su plata ni su oro, no
podrá librarlos en el día del furor de Jehová; no saciarán su
alma, ni henchirán sus entrañas: porque ha sido tropiezo para
20 su maldad. Por cuanto la gloria de su ornamento pusieron en
soberbia, é hicieron en ella imágenes de sus abominaciones, de
21 sus estatuas: por eso se la torné á ellos en alejamiento; Y en
mano de extraños la entregué para ser saqueada, y en despojo
22 á los impíos de la tierra, y la contaminarán. Y apartaré de
ellos mi rostro, y violarán mi lugar secreto; pues entrarán en
23 él destruidores, y le profanarán. Haz una cadena: porque la
tierra está llena de juicios de sangres, y la ciudad está llena de
24 violencia. Traeré por tanto los más malos de las naciones, los
cuales poseerán sus casas; y haré cesar la soberbia de los pode-
25 rosos, y sus santuarios serán profanados. Destrucción viene;
26 y buscarán la paz, y no la habrá. Quebrantamiento vendrá
sobre quebrantamiento, y rumor será sobre rumor; y busca-
rán respuesta del profeta, mas la ley perecerá del sacerdote,
27 y el consejo de los ancianos. El rey se enlutará, y el príncipe
se vestirá de asolamiento, y las manos del pueblo de la tierra
serán conturbadas: según su camino haré con ellos, y con los
juicios de ellos los juzgaré; y sabrán que yo soy Jehová.
8 Y ACONTECIÓ en el sexto año, en el mes sexto, á los cinco
del mes, que estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de
Judá estaban sentados delante de mí, y allí cayó sobre mí la
2 mano del Señor Jehová. Y miré, y he aquí una semejanza que
parecía de fuego: desde donde parecían sus lomos para abajo,
fuego; y desde sus lomos arriba parecía como resplandor, como
1133 Ezequiel 8. 3–17
la vista de ámbar. Y aquella semejanza extendió la mano, y 3
tomóme por las guedejas de mi cabeza; y el espíritu me alzó
entre el cielo y la tierra, y llevóme en visiones de Dios á Je-
rusalem, á la entrada de la puerta de adentro que mira hacia
el aquilón, donde estaba la habitación de la imagen del celo,
la que hacía celar. Y he aquí allí estaba la gloria del Dios 4
de Israel, como la visión que yo había visto en el campo. Y 5
díjome: Hijo del hombre, alza ahora tus ojos hacia el lado del
aquilón. Y alcé mis ojos hacia el lado del aquilón, y he aquí
al aquilón, junto á la puerta del altar, la imagen del celo en
la entrada. Díjome entonces: Hijo del hombre, ¿no ves lo que 6
éstos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel
hace aquí, para alejarme de mi santuario? Mas vuélvete aún,
y verás abominaciones mayores. Y llevóme á la entrada del 7
atrio, y miré, y he aquí en la pared un agujero. Y díjome: 8
Hijo del hombre, cava ahora en la pared. Y cavé en la pared,
y he aquí una puerta. Díjome luego: Entra, y ve las malvadas 9
abominaciones que éstos hacen allí. Entré pues, y miré, y he 10
aquí imágenes de todas serpientes, y animales de abominación,
y todos los ídolos de la casa de Israel, que estaban pintados en
la pared alrededor. Y delante de ellos estaban setenta varones 11
de los ancianos de la casa de Israel, y Jaazanías hijo de Saphán
estaba en medio de ellos, cada uno con su incensario en su ma-
no; y del sahumerio subía espesura de niebla. Y me dijo: Hijo 12
del hombre, ¿has visto las cosas que los ancianos de la casa
de Israel hacen en tinieblas, cada uno en sus cámaras pinta-
das? porque dicen ellos: No nos ve Jehová; Jehová ha dejado
la tierra. Díjome después: Vuélvete aún, verás abominaciones 13
mayores que hacen éstos. Y llevóme á la entrada de la puerta 14
de la casa de Jehová, que está al aquilón; y he aquí mujeres
que estaban allí sentadas endechando á Tammuz. Luego me 15
dijo: ¿No ves, hijo del hombre? Vuélvete aún, verás abomina-
ciones mayores que éstas. Y metióme en el atrio de adentro 16
de la casa de Jehová: y he aquí junto á la entrada del templo
de Jehová, entre la entrada y el altar, como veinticinco varo-
nes, sus espaldas vueltas al templo de Jehová y sus rostros al
oriente, y encorvábanse al nacimiento del sol. Y díjome: ¿No 17
has visto, hijo del hombre? ¿Es cosa liviana para la casa de
8. 18–9. 11 Ezequiel 1134
Judá hacer las abominaciones que hacen aquí? Después que
han llenado la tierra de maldad, y se tornaron á irritarme, he
18 aquí que ponen hedor á mis narices. Pues también yo haré
en mi furor; no perdonará mi ojo, ni tendré misericordia, y
gritarán á mis oídos con gran voz, y no los oiré.
9 Y CLAMO en mis oídos con gran voz, diciendo: Los visita-
dores de la ciudad han llegado, y cada uno trae en su mano su
2 instrumento para destruir. Y he aquí que seis varones venían
del camino de la puerta de arriba que está vuelta al aquilón,
y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Y
entre ellos había un varón vestido de lienzos, el cual traía á
su cintura una escribanía de escribano; y entrados, paráronse
3 junto al altar de bronce. Y la gloria del Dios de Israel se alzó
de sobre el querubín sobre el cual había estado, al umbral de
la casa: y llamó Jehová al varón vestido de lienzos, que tenía
4 á su cintura la escribanía de escribano. Y díjole Jehová: Pasa
por medio de la ciudad, por medio de Jerusalem, y pon una
señal en la frente á los hombres que gimen y que claman á
causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de
5 ella. Y á los otros dijo á mis oídos: Pasad por la ciudad en
pos de él, y herid; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericor-
6 dia. Matad viejos, mozos y vírgenes, niños y mujeres, hasta
que no quede ninguno: mas á todo aquel sobre el cual hubiere
señal, no llegaréis; y habéis de comenzar desde mi santuario.
Comenzaron pues desde los varones ancianos que estaban de-
7 lante del templo. Y díjoles: Contaminad la casa, y henchid los
8 atrios de muertos: salid. Y salieron, é hirieron en la ciudad. Y
aconteció que, habiéndolos herido, yo quedé y postréme sobre
mi rostro, y clamé, y dije: ¡Ah, Señor Jehová! ¿has de destruir
todo el resto de Israel derramando tu furor sobre Jerusalem?
9 Y díjome: La maldad de la casa de Israel y de Judá es grande
sobremanera, pues la tierra está llena de sangres, y la ciudad
está llena de perversidad: porque han dicho: Dejado ha Jehová
10 la tierra, y Jehová no ve. Así pues, yo, mi ojo no perdonará,
ni tendré misericordia: el camino de ellos tornaré sobre su ca-
11 beza. Y he aquí que el varón vestido de lienzos, que tenía la
escribanía á su cintura, respondió una palabra diciendo: Hecho
he conforme á todo lo que me mandaste.
1135 Ezequiel 10. 1–17
Y MIRÉ, y he aquí en la expansión que había sobre la ca- 10
beza de los querubines como una piedra de zafiro, que parecía
como semejanza de un trono que se mostró sobre ellos. Y ha- 2
bló al varón vestido de lienzos, y díjole: Entra en medio de la
ruedas debajo de los querubines, é hinche tus manos carbones
encendidos de entre los querubines, y derrama sobre la ciudad.
Y entró á vista mía. Y los querubines estaban á la mano de- 3
recha de la casa cuando este varón entró; y la nube henchía
el atrio de adentro. Y la gloria de Jehová se levantó del que- 4
rubín al umbral de la puerta; y la casa fué llena de la nube,
y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehová. Y el 5
estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio de
afuera, como la voz del Dios Omnipotente cuando habla. Y 6
aconteció que, como mandó al varón vestido de lienzos, dicien-
do: Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines,
él entró, y paróse entre las ruedas. Y un querubín extendió 7
su mano de entre los querubines al fuego que estaba entre los
querubines, y tomó, y puso en las palmas del que estaba ves-
tido de lienzos, el cual lo tomó y salióse. Y apareció en los 8
querubines la figura de una mano humana debajo de sus alas.
Y miré, y he aquí cuatro ruedas junto á los querubines, jun- 9
to á cada querubín una rueda; y el aspecto de las ruedas era
como el de piedra de Tarsis. Cuanto al parecer de ellas, las 10
cuatro eran de una forma, como si estuviera una en medio de
otra. Cuando andaban, sobre sus cuatro costados andaban: 11
no se tornaban cuando andaban, sino que al lugar adonde se
volvía el primero, en pos de él iban; ni se tornaban cuando
andaban. Y toda su carne, y sus costillas, y sus manos, y sus 12
alas, y las ruedas, lleno estaba de ojos alrededor en sus cuatro
ruedas. Á las ruedas, oyéndolo yo, se les gritaba: ¡Rueda! Y 13, 14
cada uno tenía cuatro rostros. El primer rostro era de queru-
bín; el segundo rostro, de hombre; el tercer rostro, de león; el
cuarto rostro, de águila. Y levantáronse los querubines; éste 15
es el animal que vi en el río de Chebar. Y cuando andaban 16
los querubines, andaban las ruedas junto con ellos; y cuando
los querubines alzaban sus alas para levantarse de la tierra,
las ruedas también no se volvían de junto á ellos. Cuando se 17
paraban ellos, parábanse ellas, y cuando ellos se alzaban, al-
10. 18–11. 12 Ezequiel 1136
zábanse con ellos: porque el espíritu de los animales estaba en
18 ellas. Y la gloria de Jehová se salió de sobre el umbral de la
19 casa, y paró sobre los querubines. Y alzando los querubines
sus alas, levantáronse de la tierra delante de mis ojos: cuando
ellos salieron, también las ruedas al lado de ellos: y paráronse
á la entrada de la puerta oriental de la casa de Jehová, y la
20 gloria del Dios de Israel estaba arriba sobre ellos. Éste era el
animal que vi debajo del Dios de Israel en el río de Chebar; y
21 conocí que eran querubines. Cada uno tenía cuatro rostros, y
cada uno cuatro alas, y figuras de manos humanas debajo de
22 sus alas. Y la figura de sus rostros era la de los rostros que vi
junto al río de Chebar, su mismo parecer y su ser; cada uno
caminaba en derecho de su rostro.
11 Y EL espíritu me elevó, y metióme por la puerta oriental de
la casa de Jehová, la cual mira hacia el oriente: y he aquí á la
entrada de la puerta veinticinco varones, entre los cuales vi á
Jaazanías hijo de Azur, y á Pelatías hijo de Benaías, príncipes
2 del pueblo. Y díjome: Hijo del hombre, éstos son los hombres
que maquinan perversidad, y dan en esta ciudad mal consejo;
3 Los cuales dicen: No será tan presto: edifiquemos casas: ésta
4 será la caldera, y nosotros la carne. Por tanto profetiza contra
5 ellos, profetiza, hijo del hombre. Y cayó sobre mí el espíritu de
Jehová, y díjome: Di: Así ha dicho Jehová: Así habéis hablado,
oh casa de Israel, y las cosas que suben á vuestro espíritu, yo las
6 he entendido. Habéis multiplicado vuestros muertos en esta
7 ciudad, y habéis henchido de muertos sus calles. Por tanto,
así ha dicho el Señor Jehová: Vuestros muertos que habéis
puesto en medio de ella, ellos son la carne, y ella es la caldera;
8 mas yo os sacaré á vosotros de en medio de ella. Cuchillo
habéis temido, y cuchillo traeré sobre vosotros, dice el Señor
9 Jehová. Y os sacaré de en medio de ella, y os entregaré en
3
E N el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá,
vino Nabucodonosor rey de Babilonia á Jerusalem, y
cercóla. Y el Señor entregó en sus manos á Joacim
rey de Judá, y parte de los vasos de la casa de Dios,
y trájolos á tierra de Shinar, á la casa de su dios: y metió los
vasos en la casa del tesoro de su dios. Y dijo el rey á Aspenaz,
príncipe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del
4 linaje real de los príncipes, Muchachos en quienes no hubiese
tacha alguna, y de buen parecer, y enseñados en toda sabidu-
ría, y sabios en ciencia, y de buen entendimiento, é idóneos
para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y
5 la lengua de los Caldeos. Y señalóles el rey ración para cada
día de la ración de la comida del rey, y del vino de su beber:
que los criase tres años, para que al fin de ellos estuviesen
6 delante del rey. Y fueron entre ellos, de los hijos de Judá, Da-
7 niel, Ananías, Misael y Azarías: Á los cuales el príncipe de los
eunucos puso nombres: y puso á Daniel, Beltsasar; y á Ana-
8 nías, Sadrach; y á Misael, Mesach; y á Azarías, Abed-nego. Y
Daniel propuso en su corazón de no contaminarse en la ración
de la comida del rey, ni en el vino de su beber: pidió por tanto
9 al príncipe de los eunucos de no contaminarse. (Y puso Dios
á Daniel en gracia y en buena voluntad con el príncipe de los
10 eunucos.) Y dijo el príncipe de los eunucos á Daniel: Tengo
temor de mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vues-
tra bebida; pues luego que él habrá visto vuestros rostros más
tristes que los de los muchachos que son semejantes á vosotros,
11 condenaréis para con el rey mi cabeza. Entonces dijo Daniel
á Melsar, que estaba puesto por el príncipe de los eunucos so-
12 bre Daniel, Ananías, Misael, y Azarías: Prueba, te ruego, tus
siervos diez días, y dennos legumbres á comer, y agua á beber.
13 Parezcan luego delante de ti nuestros rostros, y los rostros de
los muchachos que comen de la ración de la comida del rey;
14 y según que vieres, harás con tus siervos. Consintió pues con
15 ellos en esto, y probó con ellos diez días. Y al cabo de los diez
1205 Daniel 1. 16–2. 10
días pareció el rostro de ellos mejor y más nutrido de carne,
que los otros muchachos que comían de la ración de comida
del rey. Así fué que Melsar tomaba la ración de la comida de 16
ellos, y el vino de su beber, y dábales legumbres. Y á estos 17
cuatro muchachos dióles Dios conocimiento é inteligencia en
todas letras y ciencia: mas Daniel tuvo entendimiento en to-
da visión y sueños. Pasados pues los días al fin de los cuales 18
había dicho el rey que los trajesen, el príncipe de los eunucos
los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, 19
y no fué hallado entre todos ellos otro como Daniel, Ananías,
Misael, y Azarías: y así estuvieron delante del rey. Y en todo 20
negocio de sabiduría é inteligencia que el rey les demandó, ha-
llólos diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que
había en todo su reino. Y fué Daniel hasta el año primero del 21
rey Ciro.
Y EN el segundo año del reinado de Nabucodonosor, soñó 2
Nabucodonosor sueños, y perturbóse su espíritu, y su sueño se
huyó de él. Y mandó el rey llamar magos, astrólogos, y en- 2
cantadores, y Caldeos, para que mostrasen al rey sus sueños.
Vinieron pues, y se presentaron delante del rey. Y el rey les 3
dijo: He soñado un sueño, y mi espíritu se ha perturbado por
saber del sueño. Entonces hablaron los Caldeos al rey en len- 4
gua aramea: Rey, para siempre vive: di el sueño á tus siervos,
y mostraremos la declaración. Respondió el rey y dijo á los 5
Caldeos: El negocio se me fué: si no me mostráis el sueño y
su declaración, seréis hechos cuartos, y vuestras casas serán
puestas por muladares. Y si mostrareis el sueño y su decla- 6
ración, recibiréis de mí dones y mercedes y grande honra: por
tanto, mostradme el sueño y su declaración. Respondieron la 7
segunda vez, y dijeron: Diga el rey el sueño á sus siervos, y
mostraremos su declaración. El rey respondió, y dijo: Yo co- 8
nozco ciertamente que vosotros ponéis dilaciones, porque veis
que el negocio se me ha ido. Si no me mostráis el sueño, una 9
sola sentencia será de vosotros. Ciertamente preparáis respues-
ta mentirosa y perversa que decir delante de mí, entre tanto
que se muda el tiempo: por tanto, decidme el sueño, para que
yo entienda que me podéis mostrar su declaración. Los Cal- 10
deos respondieron delante del rey, y dijeron: No hay hombre
2. 11–27 Daniel 1206
sobre la tierra que pueda declarar el negocio del rey: demás de
esto, ningún rey, príncipe, ni señor, preguntó cosa semejante á
11 ningún mago, ni astrólogo, ni Caldeo. Finalmente, el negocio
que el rey demanda, es singular, ni hay quien lo pueda declarar
delante del rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne.
12 Por esto el rey con ira y con grande enojo, mandó que matasen
13 á todos los sabios de Babilonia. Y publicóse el mandamiento,
y los sabios eran llevados á la muerte; y buscaron á Daniel y
14 á sus compañeros para matarlos. Entonces Daniel habló avi-
sada y prudentemente á Arioch, capitán de los de la guarda
del rey, que había salido para matar los sabios de Babilonia.
15 Habló y dijo á Arioch capitán del rey: ¿Qué es la causa que
este mandamiento se publica de parte del rey tan apresurada-
16 mente? Entonces Arioch declaró el negocio á Daniel. Y Daniel
entró, y pidió al rey que le diese tiempo, y que él mostraría al
17 rey la declaración. Fuése luego Daniel á su casa, y declaró el
18 negocio á Ananías, Misael, y Azarías, sus compañeros, Para
demandar misericordias del Dios del cielo sobre este misterio,
y que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sa-
19 bios de Babilonia. Entonces el arcano fué revelado á Daniel
en visión de noche; por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.
20 Y Daniel habló, y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglo
21 hasta siglo: porque suya es la sabiduría y la fortaleza: Y él
es el que muda los tiempos y las oportunidades: quita reyes,
y pone reyes: da la sabiduría á los sabios, y la ciencia á los
22 entendidos: Él revela lo profundo y lo escondido: conoce lo
23 que está en tinieblas, y la luz mora con él. Á ti, oh Dios de
mis padres, confieso y te alabo, que me diste sabiduría y for-
taleza, y ahora me enseñaste lo que te pedimos; pues nos has
24 enseñado el negocio del rey. Después de esto Daniel entró á
Arioch, al cual el rey había puesto para matar á los sabios de
Babilonia; fué, y díjole así: No mates á los sabios de Babilonia:
llévame delante del rey, que yo mostraré al rey la declaración.
25 Entonces Arioch llevó prestamente á Daniel delante del rey, y
díjole así: Un varón de los trasportados de Judá he hallado,
26 el cual declarará al rey la interpretación. Respondió el rey, y
dijo á Daniel, al cual llamaban Beltsasar: ¿Podrás tú hacerme
27 entender el sueño que vi, y su declaración? Daniel respondió
1207 Daniel 2. 28–41
delante del rey, y dijo: El misterio que el rey demanda, ni sa-
bios, ni astrólogos, ni magos, ni adivinos lo pueden enseñar al
rey. Mas hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, 28
y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de aconte-
cer á cabo de días. Tu sueño, y las visiones de tu cabeza sobre
tu cama, es esto: Tú, oh rey, en tu cama subieron tus pensa- 29
mientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que
revela los misterios te mostró lo que ha de ser. Y á mí ha sido 30
revelado este misterio, no por sabiduría que en mí haya, más
que en todos los vivientes, sino para que yo notifique al rey la
declaración, y que entendieses los pensamientos de tu corazón.
Tú, oh rey, veías, y he aquí una grande imagen. Esta imagen, 31
que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba
en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de 32
esta imagen era de fino oro; sus pechos y sus brazos, de plata;
su vientre y sus muslos, de metal; Sus piernas de hierro; sus 33
pies, en parte de hierro, y en parte de barro cocido. Estabas 34
mirando, hasta que una piedra fué cortada, no con mano, la
cual hirió á la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y
los desmenuzó. Entonces fué también desmenuzado el hierro, 35
el barro cocido, el metal, la plata y el oro, y se tornaron como
tamo de las eras del verano: y levantólos el viento, y nunca
más se les halló lugar. Mas la piedra que hirió á la imagen, fué
hecha un gran monte, que hinchió toda la tierra. Éste es el 36
sueño: la declaración de él diremos también en presencia del
rey. Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te 37
ha dado reino, potencia, y fortaleza, y majestad. Y todo lo 38
que habitan hijos de hombres, bestias del campo, y aves del
cielo, él ha entregado en tu mano, y te ha hecho enseñorear
sobre todo: tú eres aquella cabeza de oro. Y después de ti se 39
levantará otro reino menor que tú; y otro tercer reino de me-
tal, el cual se enseñoreará de toda la tierra. Y el reino cuarto 40
será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y doma
todas las cosas, y como el hierro que quebranta todas estas
cosas, desmenuzará y quebrantará. Y lo que viste de los pies 41
y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero, y en parte de
hierro, el reino será dividido; mas habrá en él algo de fortaleza
de hierro, según que viste el hierro mezclado con el tiesto de
2. 42–3. 4 Daniel 1208
42 barro. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro, y en
parte de barro cocido, en parte será el reino fuerte, y en parte
43 será frágil. Cuanto á aquello que viste, el hierro mezclado con
tiesto de barro, mezclaránse con simiente humana, mas no se
pegarán el uno con el otro, como el hierro no se mistura con el
44 tiesto. Y en los días de estos reyes, levantará el Dios del cielo
un reino que nunca jamás se corromperá: y no será dejado á
otro pueblo este reino; el cual desmenuzará y consumirá todos
45 estos reinos, y él permanecerá para siempre. De la manera que
viste que del monte fué cortada una piedra, no con manos, la
cual desmenuzó al hierro, al metal, al tiesto, á la plata, y al
oro; el gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en
46 lo por venir: y el sueño es verdadero, y fiel su declaración. En-
tonces el rey Nabucodonosor cayó sobre su rostro, y humillóse
á Daniel, y mandó que le sacrificasen presentes y perfumes.
47 El rey habló á Daniel, y dijo: Ciertamente que el Dios vuestro
es Dios de dioses, y el Señor de los reyes, y el descubridor de
48 los misterios, pues pudiste revelar este arcano. Entonces el
rey engrandeció á Daniel, y le dió muchos y grandes dones,
y púsolo por gobernador de toda la provincia de Babilonia, y
por príncipe de los gobernadores sobre todos los sabios de Ba-
49 bilonia. Y Daniel solicitó del rey, y él puso sobre los negocios
de la provincia de Babilonia á Sadrach, Mesach, y Abed-nego:
y Daniel estaba á la puerta del rey.
3 EL rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, la altura
de la cual era de sesenta codos, su anchura de seis codos: le-
vantóla en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia.
2 Y envió el rey Nabucodonosor á juntar los grandes, los asis-
tentes y capitanes, oidores, receptores, los del consejo, presi-
dentes, y á todos los gobernadores de las provincias, para que
viniesen á la dedicación de la estatua que el rey Nabucodo-
3 nosor había levantado. Fueron pues reunidos los grandes, los
asistentes y capitanes, los oidores, receptores, los del consejo,
los presidentes, y todos los gobernadores de las provincias, á
la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había
levantado: y estaban en pie delante de la estatua que había
4 levantado el rey Nabucodonosor. Y el pregonero pregonaba
en alta voz: Mándase á vosotros, oh pueblos, naciones, y len-
1209 Daniel 3. 5–18
guas, En oyendo el son de la bocina, del pífano, del tamboril, 5
del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento
músico, os postraréis y adoraréis la estatua de oro que el rey
Nabucodonosor ha levantado: Y cualquiera que no se postra- 6
re y adorare, en la misma hora será echado dentro de un horno
de fuego ardiendo. Por lo cual, en oyendo todos los pueblos 7
el son de la bocina, del pífano, del tamboril, del arpa, del sal-
terio, de la zampoña, y de todo instrumento músico, todos los
pueblos, naciones, y lenguas, se postraron, y adoraron la es-
tatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado. Por 8
esto en el mismo tiempo algunos varones Caldeos se llegaron,
y denunciaron de los Judíos. Hablando y diciendo al rey Na- 9
bucodonosor: Rey, para siempre vive. Tú, oh rey, pusiste ley 10
que todo hombre en oyendo el son de la bocina, del pífano,
del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de to-
do instrumento músico, se postrase y adorase la estatua de
oro: Y el que no se postrase y adorase, fuese echado dentro 11
de un horno de fuego ardiendo. Hay unos varones Judíos, los 12
cuales pusiste tú sobre los negocios de la provincia de Babi-
lonia; Sadrach, Mesach, y Abed-nego: estos varones, oh rey,
no han hecho cuenta de ti; no adoran tus dioses, no adoran
la estatua de oro que tú levantaste. Entonces Nabucodono- 13
sor dijo con ira y con enojo que trajesen á Sadrach, Mesach,
y Abed-nego. Al punto fueron traídos estos varones delante
del rey. Habló Nabucodonosor, y díjoles: ¿Es verdad Sadra- 14
ch, Mesach, y Abed-nego, que vosotros no honráis á mi dios,
ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora pues, 15
¿estáis prestos para que en oyendo el son de la bocina, del pí-
fano, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de
todo instrumento músico, os postréis, y adoréis la estatua que
he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis
echados en medio de un horno de fuego ardiendo: ¿y qué dios
será aquel que os libre de mis manos? Sadrach, Mesach, y 16
Abed-nego respondieron y dijeron al rey Nabucodonosor: no
cuidamos de responderte sobre este negocio. He aquí nuestro 17
Dios á quien honramos, puede librarnos del horno de fuego
ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, 18
oh rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco honraremos
3. 19–30 Daniel 1210
19 la estatua que has levantado. Entonces Nabucodonosor fué
lleno de ira, y demudóse la figura de su rostro sobre Sadrach,
Mesach, y Abed-nego: así habló, y ordenó que el horno se en-
20 cendiese siete veces tanto de lo que cada vez solía. Y mandó
á hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen
á Sadrach, Mesach, y Abed-nego, para echarlos en el horno de
21 fuego ardiendo. Entonces estos varones fueron atados con sus
mantos, y sus calzas, y sus turbantes, y sus vestidos, y fueron
22 echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y porque la pa-
labra del rey daba priesa, y había procurado que se encendiese
mucho, la llama del fuego mató á aquellos que habían alzado á
23 Sadrach, Mesach, y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadra-
ch, Mesach, y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de
24 fuego ardiendo. Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y
levantóse apriesa, y habló, y dijo á los de su consejo: ¿No echa-
ron tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron
25 y dijeron al rey: Es verdad, oh rey. Respondió él y dijo: He
aquí que yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio
del fuego, y ningún daño hay en ellos: y el parecer del cuarto
26 es semejante á hijo de los dioses. Entonces Nabucodonosor se
acercó á la puerta del horno de fuego ardiendo, y habló y dijo:
Sadrach, Mesach, y Abed-nego, siervos del alto Dios, salid y
venid. Entonces Sadrach, Mesach, y Abed-nego, salieron de en
27 medio del fuego. Y juntáronse los grandes, los gobernadores,
los capitanes, y los del consejo del rey, para mirar estos varo-
nes, como el fuego no se enseñoreó de sus cuerpos, ni cabello
de sus cabezas fué quemado, ni sus ropas se mudaron, ni olor
28 de fuego había pasado por ellos. Nabucodonosor habló y dijo:
Bendito el Dios de ellos, de Sadrach, Mesach, y Abed-nego,
que envió su ángel, y libró sus siervos que esperaron en él, y el
mandamiento del rey mudaron, y entregaron sus cuerpos antes
29 que sirviesen ni adorasen otro dios que su Dios. Por mí pues
se pone decreto, que todo pueblo, nación, ó lengua, que dijere
blasfemia contra el Dios de Sadrach, Mesach, y Abed-nego, sea
descuartizado, y su casa sea puesta por muladar; por cuanto
30 no hay dios que pueda librar como éste. Entonces el rey en-
grandeció á Sadrach, Mesach, y Abed-nego en la provincia de
Babilonia.
1211 Daniel 4. 1–17
NABUCODONOSOR rey, á todos los pueblos, naciones, y 4
lenguas, que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplica-
da: Las señales y milagros que el alto Dios ha hecho conmigo, 2
conviene que yo las publique. ¡Cuán grandes son sus señales, 3
y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno,
y su señorío hasta generación y generación. Yo Nabucodo- 4
nosor estaba quieto en mi casa, y floreciente en mi palacio.
Vi un sueño que me espantó, y las imaginaciones y visiones 5
de mi cabeza me turbaron en mi cama. Por lo cual yo puse 6
mandamiento para hacer venir delante de mí todos los sabios
de Babilonia, que me mostrasen la declaración del sueño. Y 7
vinieron magos, astrólogos, Caldeos, y adivinos: y dije el sue-
ño delante de ellos, mas nunca me mostraron su declaración;
Hasta tanto que entró delante de mí Daniel, cuyo nombre es 8
Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en el cual hay espíritu
de los dioses santos, y dije el sueño delante de él, diciendo:
Beltsasar, príncipe de los magos, ya que he entendido que hay 9
en ti espíritu de los dioses santos, y que ningún misterio se
te esconde, exprésame las visiones de mi sueño que he visto,
y su declaración. Aquestas las visiones de mi cabeza en mi 10
cama: Parecíame que veía un árbol en medio de la tierra, cuya
altura era grande. Crecía este árbol, y hacíase fuerte, y su 11
altura llegaba hasta el cielo, y su vista hasta el cabo de toda
la tierra. Su copa era hermosa, y su fruto en abundancia, y 12
para todos había en él mantenimiento. Debajo de él se ponían
á la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían mo-
rada las aves del cielo, y manteníase de él toda carne. Veía 13
en las visiones de mi cabeza en mi cama, y he aquí que un
vigilante y santo descendía del cielo. Y clamaba fuertemente 14
y decía así: Cortad el árbol, y desmochad sus ramas, derribad
su copa, y derramad su fruto: váyanse las bestias que están
debajo de él, y las aves de sus ramas. Mas la cepa de sus 15
raíces dejaréis en la tierra, y con atadura de hierro y de me-
tal entre la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del
cielo, y su parte con las bestias en la hierba de la tierra. Su 16
corazón sea mudado de corazón de hombre, y séale dado co-
razón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. La sentencia 17
es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la
4. 18–29 Daniel 1212
demanda: para que conozcan los vivientes que el Altísimo se
enseñorea del reino de los hombres, y que á quien él quiere lo
18 da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres. Yo el rey
Nabucodonosor he visto este sueño. Tú pues, Beltsasar, dirás
la declaración de él, porque todos los sabios de mi reino nunca
pudieron mostrarme su interpretación: mas tú puedes, porque
19 hay en ti espíritu de los dioses santos. Entonces Daniel, cu-
yo nombre era Beltsasar, estuvo callando casi una hora, y sus
pensamientos lo espantaban: El rey habló, y dijo: Beltsasar, el
sueño ni su declaración no te espante. Respondió Beltsasar, y
dijo: Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su decla-
20 ración para los que mal te quieren. El árbol que viste, que
crecía y se hacía fuerte, y que su altura llegaba hasta el cielo,
21 y su vista por toda la tierra; Y cuya copa era hermosa, y su
fruto en abundancia, y que para todos había mantenimiento
en él; debajo del cual moraban las bestias del campo, y en sus
22 ramas habitaban las aves del cielo, Tú mismo eres, oh rey,
que creciste, y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza, y ha
llegado hasta el cielo, y tu señorío hasta el cabo de la tierra.
23 Y cuanto á lo que vió el rey, un vigilante y santo que descendía
del cielo, y decía: Cortad el árbol y destruidlo: mas la cepa de
sus raíces dejaréis en la tierra, y con atadura de hierro y de
metal en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del
cielo, y su parte sea con las bestias del campo, hasta que pasen
24 sobre él siete tiempos: Ésta es la declaración, oh rey, y la sen-
25 tencia del Altísimo, que ha venido sobre el rey mi señor: Que
te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo
será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como
á los bueyes, y con rocío del cielo serás bañado; y siete tiem-
pos pasarán sobre ti, hasta que entiendas que el Altísimo se
enseñorea en el reino de los hombres, y que á quien él quisiere
26 lo dará. Y lo que dijeron, que dejasen en la tierra la cepa de
las raíces del mismo árbol, significa que tu reino se te quedará
27 firme, luego que entiendas que el señorío es en los cielos. Por
tanto, oh rey, aprueba mi consejo, y redime tus pecados con
justicia, y tus iniquidades con misericordias para con los po-
bres; que tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad.
28, 29 Todo aquesto vino sobre el rey Nabucodonosor. Á cabo de
1213 Daniel 4. 30–5. 4
doce meses, andándose paseando sobre el palacio del reino de
Babilonia, Habló el rey, y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia, 30
que yo edifiqué para casa del reino, con la fuerza de mi po-
der, y para gloria de mi grandeza? Aun estaba la palabra en 31
la boca del rey, cuando cae una voz del cielo: Á ti dicen, rey
Nabucodonosor; el reino es traspasado de ti: Y de entre los 32
hombres te echan, y con las bestias del campo será tu morada,
y como á los bueyes te apacentarán: y siete tiempos pasarán
sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo se enseñorea en
el reino de los hombres, y á quien él quisiere lo da. En la 33
misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fué
echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes,
y su cuerpo se bañaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo
creció como de águila, y sus uñas como de aves. Mas al fin del 34
tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi sentido
me fué vuelto; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que
vive para siempre; porque su señorío es sempiterno, y su reino
por todas las edades. Y todos los moradores de la tierra por 35
nada son contados: y en el ejército del cielo, y en los habitantes
de la tierra, hace según su voluntad: ni hay quien estorbe su
mano, y le diga: ¿Qué haces? En el mismo tiempo mi sentido 36
me fué vuelto, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi
grandeza volvieron á mí, y mis gobernadores y mis grandes
me buscaron; y fuí restituído á mi reino, y mayor grandeza me
fué añadida. Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y 37
glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdad,
y sus caminos juicio; y humillar puede á los que andan con
soberbia.
EL rey Belsasar hizo un gran banquete á mil de sus prín- 5
cipes, y en presencia de los mil bebía vino. Belsasar, con el 2
gusto del vino, mandó que trajesen los vasos de oro y de plata
que Nabucodonosor su padre había traído del templo de Jeru-
salem; para que bebiesen con ellos el rey y sus príncipes, sus
mujeres y sus concubinas. Entonces fueron traídos los vasos 3
de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que es-
taba en Jerusalem, y bebieron con ellos el rey y sus príncipes,
sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron á los 4
dioses de oro y de plata, de metal, de hierro, de madera, y de
5. 5–17 Daniel 1214
5 piedra. En aquella misma hora salieron unos dedos de mano
de hombre, y escribían delante del candelero sobre lo encalado
de la pared del palacio real, y el rey veía la palma de la mano
6 que escribía. Entonces el rey se demudó de su color, y sus
pensamientos lo turbaron, y desatáronse las ceñiduras de sus
7 lomos, y sus rodillas se batían la una con la otra. El rey cla-
mó en alta voz que hiciesen venir magos, Caldeos, y adivinos.
Habló el rey, y dijo á los sabios de Babilonia: Cualquiera que
leyere ésta escritura, y me mostrare su declaración, será vesti-
do de púrpura, y tendrá collar de oro á su cuello; y en el reino
8 se enseñoreará el tercero. Entonces fueron introducidos todos
los sabios del rey, y no pudieron leer la escritura, ni mostrar
9 al rey su declaración. Entonces el rey Belsasar fué muy tur-
bado, y se le mudaron sus colores y alteráronse sus príncipes.
10 La reina, por las palabras del rey y de sus príncipes, entró á la
sala del banquete. Y habló la reina, y dijo: Rey, para siempre
vive, no te asombren tus pensamientos, ni tus colores se de-
11 muden: En tu reino hay un varón, en el cual mora el espíritu
de los dioses santos; y en los días de tu padre se halló en él luz
é inteligencia y sabiduría, como ciencia de los dioses: al cual
el rey Nabucodonosor, tu padre, el rey tu padre constituyó
príncipe sobre todos los magos, astrólogos, Caldeos, y adivi-
12 nos: Por cuanto fué hallado en él mayor espíritu, y ciencia, y
entendimiento, interpretando sueños, y declarando preguntas,
y deshaciendo dudas, es á saber, en Daniel; al cual el rey puso
por nombre Beltsasar. Llámese pues ahora á Daniel, y él mos-
13 trará la declaración. Entonces Daniel fué traído delante del
rey. Y habló el rey, y dijo á Daniel: ¿Eres tú aquel Daniel de los
hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judea?
14 Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está en ti,
y que en ti se halló luz, y entendimiento y mayor sabiduría.
15 Y ahora fueron traídos delante de mí, sabios, astrólogos, que
leyesen ésta escritura, y me mostrasen su interpretación: pero
16 no han podido mostrar la declaración del negocio. Yo pues
he oído de ti que puedes declarar las dudas, y desatar dificul-
tades. Si ahora pudieres leer ésta escritura, y mostrarme su
interpretación, serás vestido de púrpura, y collar de oro ten-
17 drás en tu cuello, y en el reino serás el tercer señor. Entonces
1215 Daniel 5. 18–6. 2
Daniel respondió, y dijo delante del rey: Tus dones sean para
ti, y tus presentes dalos á otro. La escritura yo la leeré al rey,
y le mostraré la declaración. El altísimo Dios, oh rey, dió á 18
Nabucodonosor tu padre el reino, y la grandeza, y la gloria,
y la honra: Y por la grandeza que le dió, todos los pueblos, 19
naciones, y lenguas, temblaban y temían delante de él. Los que
él quería mataba, y daba vida á los que quería: engrandecía
á los que quería, y á los que quería humillaba. Mas cuando 20
su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en alti-
vez, fué depuesto del trono de su reino, y traspasaron de él la
gloria: Y fué echado de entre los hijos de los hombres; y su 21
corazón fué puesto con las bestias, y con los asnos monteses
fué su morada. Hierba le hicieron comer, como á buey, y su
cuerpo fué bañado con el rocío del cielo, hasta que conoció
que el altísimo Dios se enseñorea del reino de los hombres, y
que pondrá sobre él al que quisiere. Y tú, su hijo Belsasar, no 22
has humillado tu corazón, sabiendo todo esto: Antes contra 23
el Señor del cielo te has ensoberbecido, é hiciste traer delante
de ti los vasos de su casa, y tú y tus príncipes, tus mujeres y
tus concubinas, bebisteis vino en ellos: demás de esto, á dioses
de plata y de oro, de metal, de hierro, de madera, y de piedra,
que ni ven, ni oyen, ni saben, diste alabanza: y al Dios en cu-
ya mano está tu vida, y cuyos son todos tus caminos, nunca
honraste. Entonces de su presencia fué enviada la palma de 24
la mano que esculpió ésta escritura. Y la escritura que escul- 25
pió es: MENE, MENE, TEKEL, UPHARSIN. La declaración 26
del negocio es: MENE: Contó Dios tu reino, y halo rematado.
TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. 27
PERES: Tu reino fué rompido, y es dado á Medos y Persas. 28
Entonces, mandándolo Belsasar, vistieron á Daniel de púrpu- 29
ra, y en su cuello fué puesto un collar de oro, y pregonaron de
él que fuese el tercer señor en el reino. La misma noche fué 30
muerto Belsasar, rey de los Caldeos. Y Darío de Media tomó 31
el reino, siendo de sesenta y dos años.
PARECIÓ bien á Darío constituir sobre el reino ciento vein- 6
te gobernadores, que estuviesen en todo el reino. Y sobre ellos 2
tres presidentes, de los cuales Daniel era el uno, á quienes estos
gobernadores diesen cuenta, porque el rey no recibiese daño.
6. 3–15 Daniel 1216
3 Pero el mismo Daniel era superior á estos gobernadores y pre-
sidentes, porque había en él más abundancia de espíritu: y el
4 rey pensaba de ponerlo sobre todo el reino. Entonces los pre-
sidentes y gobernadores buscaban ocasiones contra Daniel por
parte del reino; mas no podían hallar alguna ocasión ó falta,
porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fué en él hallado.
5 Entonces dijeron aquellos hombres: No hallaremos contra este
Daniel ocasión alguna, si no la hallamos contra él en la ley de
6 su Dios. Entonces estos gobernadores y presidentes se junta-
ron delante del rey, y le dijeron así: Rey Darío, para siempre
7 vive: Todos los presidentes del reino, magistrados, gobernado-
res, grandes y capitanes, han acordado por consejo promulgar
un real edicto, y confirmarlo, que cualquiera que demandare
petición de cualquier dios ú hombre en el espacio de treinta
días, sino de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones.
8 Ahora, oh rey, confirma el edicto, y firma la escritura, para
que no se pueda mudar, conforme á la ley de Media y de Per-
9 sia, la cual no se revoca. Firmó pues el rey Darío la escritura
10 y el edicto. Y Daniel, cuando supo que la escritura estaba fir-
mada, entróse en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara
que estaban hacia Jerusalem, hincábase de rodillas tres veces
al día, y oraba, y confesaba delante de su Dios, como lo solía
11 hacer antes. Entonces se juntaron aquellos hombres, y halla-
12 ron á Daniel orando y rogando delante de su Dios. Llegáronse
luego, y hablaron delante del rey acerca del edicto real: ¿No
has confirmado edicto que cualquiera que pidiere á cualquier
dios ú hombre en el espacio de treinta días, excepto á ti, oh rey,
fuese echado en el foso de los leones? Respondió el rey y dijo:
Verdad es, conforme á la ley de Media y de Persia, la cual no
13 se abroga. Entonces respondieron y dijeron delante del rey:
Daniel que es de los hijos de la cautividad de los Judíos, no ha
hecho cuenta de ti, oh rey, ni del edicto que confirmaste; antes
14 tres veces al día hace su petición. El rey entonces, oyendo el
negocio, pesóle en gran manera, y sobre Daniel puso cuida-
do para librarlo; y hasta puestas del sol trabajó para librarle.
15 Empero aquellos hombres se reunieron cerca del rey, y dijeron
al rey: Sepas, oh rey, que es ley de Media y de Persia, que nin-
gún decreto ú ordenanza que el rey confirmare pueda mudarse.
1217 Daniel 6. 16–7. 2
Entonces el rey mandó, y trajeron á Daniel, y echáronle en el 16
foso de los leones. Y hablando el rey dijo á Daniel: El Dios tu-
yo, á quien tú continuamente sirves, él te libre. Y fué traída 17
una piedra, y puesta sobre la puerta del foso, la cual selló el
rey con su anillo, y con el anillo de sus príncipes, porque el
acuerdo acerca de Daniel no se mudase. Fuése luego el rey á 18
su palacio, y acostóse ayuno; ni instrumentos de música fueron
traídos delante de él, y se le fué el sueño. El rey, por tanto, 19
se levantó muy de mañana, y fué apriesa al foso de los leo-
nes: Y llegándose cerca del foso llamó á voces á Daniel con 20
voz triste: y hablando el rey dijo á Daniel: Daniel, siervo del
Dios viviente, el Dios tuyo, á quien tú continuamente sirves
¿te ha podido librar de los leones? Entonces habló Daniel con 21
el rey: oh rey, para siempre vive. El Dios mío envió su ángel, 22
el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen
mal: porque delante de él se halló en mí justicia: y aun delante
de ti, oh rey, yo no he hecho lo que no debiese. Entonces se 23
alegró el rey en gran manera á causa de él, y mandó sacar á
Daniel del foso: y fué Daniel sacado del foso, y ninguna lesión
se halló en él, porque creyó en su Dios. Y mandándolo el rey 24
fueron traídos aquellos hombres que habían acusado á Daniel,
y fueron echados en el foso de los leones, ellos, sus hijos, y
sus mujeres; y aun no habían llegado al suelo del foso, cuando
los leones se apoderaron de ellos, y quebrantaron todos sus
huesos. Entonces el rey Darío escribió á todos los pueblos, 25
naciones, y lenguas, que habitan en toda la tierra: Paz os sea
multiplicada: De parte mía es puesta ordenanza, que en todo 26
el señorío de mi reino todos teman y tiemblen de la presencia
del Dios de Daniel: porque él es el Dios viviente y permanente
por todos los siglos, y su reino tal que no será desecho, y su
señorío hasta el fin. Que salva y libra, y hace señales y mara- 27
villas en el cielo y en la tierra; el cual libró á Daniel del poder
de los leones. Y este Daniel fué prosperado durante el reinado 28
de Darío, y durante el reinado de Ciro, Persa.
EN el primer año de Belsasar rey de Babilonia, vió Daniel 7
un sueño y visiones de su cabeza en su cama: luego escribió el
sueño, y notó la suma de los negocios. Habló Daniel y dijo: 2
Veía yo en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos
7. 3–15 Daniel 1218
3 del cielo combatían en la gran mar. Y cuatro bestias grandes,
4 diferentes la una de la otra, subían de la mar. La primera
era como león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando has-
ta tanto que sus alas fueron arrancadas, y fué quitada de la
tierra; y púsose enhiesta sobre los pies á manera de hombre, y
5 fuéle dado corazón de hombre. Y he aquí otra segunda bes-
tia, semejante á un oso, la cual se puso al un lado, y tenía en
su boca tres costillas entre sus dientes; y fuéle dicho así: Le-
6 vántate, traga carne mucha. Después de esto yo miraba, y he
aquí otra, semejante á un tigre, y tenía cuatro alas de ave en
sus espaldas: tenía también esta bestia cuatro cabezas; y fuéle
7 dada potestad. Después de esto miraba yo en las visiones de
la noche, y he aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible, y en
grande manera fuerte; la cual tenía unos dientes grandes de
hierro: devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus
pies: y era muy diferente de todas las bestias que habían sido
8 antes de ella, y tenía diez cuernos. Estando yo contemplando
los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño subía entre ellos,
y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros;
y he aquí, en este cuerno había ojos como ojos de hombre, y
9 una boca que hablaba grandezas. Estuve mirando hasta que
fueron puestas sillas: y un Anciano de grande edad se sentó,
cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabe-
za como lana limpia; su silla llama de fuego, sus ruedas fuego
10 ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él:
millares de millares le servían, y millones de millones asistían
11 delante de él: el Juez se sentó, y los libros se abrieron. Yo
entonces miraba á causa de la voz de las grandes palabras que
hablaba el cuerno; miraba hasta tanto que mataron la bestia,
y su cuerpo fué deshecho, y entregado para ser quemado en el
12 fuego. Habían también quitado á las otras bestias su señorío,
y les había sido dada prolongación de vida hasta cierto tiem-
13 po. Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí en las nubes
del cielo como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta el
14 Anciano de grande edad, é hiciéronle llegar delante de él. Y
fuéle dado señorío, y gloria, y reino; y todos los pueblos, na-
ciones y lenguas le sirvieron; su señorío, señorío eterno, que
15 no será transitorio, y su reino que no se corromperá. Mi es-
1219 Daniel 7. 16–8. 2
píritu fué turbado, yo Daniel, en medio de mi cuerpo, y las
visiones de mi cabeza me asombraron. Lleguéme á uno de 16
los que asistían, y preguntéle la verdad acerca de todo esto.
Y hablóme, y declaróme la interpretación de las cosas. Estas 17
grandes bestias, las cuales son cuatro, cuatro reyes son, que se
levantarán en la tierra. Después tomarán el reino los santos 18
del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, y hasta el siglo
de los siglos. Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca 19
de la cuarta bestia, que tan diferente era de todas las otras,
espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro, y sus
uñas de metal, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras ho-
llaba con sus pies: Asimismo acerca de los diez cuernos que 20
tenía en su cabeza, y del otro que había subido, de delante
del cual habían caído tres: y este mismo cuerno tenía ojos, y
boca que hablaba grandezas, y su parecer mayor que el de sus
compañeros. Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra 21
los santos, y los vencía, Hasta tanto que vino el Anciano de 22
grande edad, y se dió el juicio á los santos del Altísimo; y vino
el tiempo, y los santos poseyeron el reino. Dijo así: La cuarta 23
bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será más gran-
de que todos los otros reinos, y á toda la tierra devorará, y la
hollará, y la despedazará. Y los diez cuernos significan que de 24
aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará
otro, el cual será mayor que los primeros, y á tres reyes derri-
bará. Y hablará palabras contra el Altísimo, y á los santos 25
del Altísimo quebrantará, y pensará en mudar los tiempos y la
ley: y entregados serán en su mano hasta tiempo, y tiempos,
y el medio de un tiempo. Empero se sentará el juez, y qui- 26
taránle su señorío, para que sea destruído y arruinado hasta
el extremo; Y que el reino, y el señorío, y la majestad de los 27
reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos
del Altísimo; cuyo reino es reino eterno, y todos los señoríos le
servirán y obedecerán. Hasta aquí fué el fin de la plática. Yo 28
Daniel, mucho me turbaron mis pensamientos, y mi rostro se
me mudó: mas guardé en mi corazón el negocio.
EN el año tercero del reinado del rey Belsasar, me apare- 8
ció una visión á mí, Daniel, después de aquella que me había
aparecido antes. Vi en visión, (y aconteció cuando vi, que yo 2
8. 3–16 Daniel 1220
estaba en Susán, que es cabecera del reino en la provincia de
3 Persia;) vi pues en visión, estando junto al río Ulai, Y alcé
mis ojos, y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del
río, el cual tenía dos cuernos: y aunque eran altos, el uno era
4 más alto que el otro; y el más alto subió á la postre. Vi que el
carnero hería con los cuernos al poniente, al norte, y al medio-
día, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había
quien escapase de su mano: y hacía conforme á su voluntad, y
5 engrandecíase. Y estando yo considerando, he aquí un macho
de cabrío venía de la parte del poniente sobre la haz de toda la
tierra, el cual no tocaba la tierra: y tenía aquel macho de cabrío
6 un cuerno notable entre sus ojos: Y vino hasta el carnero que
tenía los dos cuernos, al cual había yo visto que estaba delante
7 del río, y corrió contra él con la ira de su fortaleza. Y vilo que
llegó junto al carnero, y levantóse contra él, é hiriólo, y quebró
sus dos cuernos, porque en el carnero no había fuerzas para
parar delante de él: derribólo por tanto en tierra, y hollólo; ni
8 hubo quien librase al carnero de su mano. Y engrandecióse
en gran manera el macho de cabrío; y estando en su mayor
fuerza, aquel gran cuerno fué quebrado, y en su lugar subieron
9 otros cuatro maravillosos hacia los cuatro vientos del cielo. Y
del uno de ellos salió un cuerno pequeño, el cual creció mu-
10 cho al mediodía, y al oriente, y hacia la tierra deseable. Y
engrandecióse hasta el ejército del cielo; y parte del ejército
11 y de las estrellas echó por tierra, y las holló. Aun contra el
príncipe de la fortaleza se engrandeció, y por él fué quitado el
continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fué echado por
12 tierra. Y el ejército fué le entregado á causa de la prevarica-
ción sobre el continuo sacrificio: y echó por tierra la verdad, é
13 hizo cuanto quiso, y sucedióle prósperamente. Y oí un santo
que hablaba; y otro de los santos dijo á aquél que hablaba:
¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la
prevaricación asoladora que pone el santuario y el ejército pa-
14 ra ser hollados? Y él me dijo: Hasta dos mil y trescientos días
15 de tarde y mañana; y el santuario será purificado. Y acaeció
que estando yo Daniel considerando la visión, y buscando su
inteligencia, he aquí, como una semejanza de hombre se puso
16 delante de mí. Y oí una voz de hombre entre las riberas de
1221 Daniel 8. 17–9. 5
Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña la visión á éste. Vino 17
luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré,
y caí sobre mi rostro. Empero él me dijo: Entiende, hijo del
hombre, porque al tiempo se cumplirá la visión. Y estando 18
él hablando conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro:
y él me tocó, é hízome estar en pie. Y dijo: He aquí yo te 19
enseñaré lo ha de venir en el fin de la ira: porque al tiempo
se cumplirá: Aquel carnero que viste, que tenía cuernos, son 20
los reyes de Media y de Persia. Y el macho cabrío es el rey 21
de Javán: y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey
primero. Y que fué quebrado y sucedieron cuatro en su lugar, 22
significa que cuatro reinos sucederán de la nación, mas no en
la fortaleza de él. Y al cabo del imperio de éstos, cuando se 23
cumplirán los prevaricadores, levantaráse un rey altivo de ros-
tro, y entendido en dudas. Y su poder se fortalecerá, mas no 24
con fuerza suya, y destruirá maravillosamente, y prosperará;
y hará arbitrariamente, y destruirá fuertes y al pueblo de los
santos. Y con su sagacidad hará prosperar el engaño en su 25
mano; y en su corazón se engrandecerá, y con paz destruirá
á muchos: y contra el príncipe de los príncipes se levantará;
mas sin mano será quebrantado. Y la visión de la tarde y la 26
mañana que está dicha, es verdadera: y tú guarda la visión,
porque es para muchos días. Y yo Daniel fuí quebrantado, y 27
estuve enfermo algunos días: y cuando convalecí, hice el ne-
gocio del rey; mas estaba espantado acerca de la visión, y no
había quien la entendiese.
EN el año primero de Darío hijo de Assuero, de la nación 9
de los Medos, el cual fué puesto por rey sobre el reino de los
Caldeos; En el año primero de su reinado, yo Daniel miré 2
atentamente en los libros el número de los años, del cual habló
Jehová al profeta Jeremías, que había de concluir la asolación
de Jerusalem en setenta años. Y volví mi rostro al Señor Dios, 3
buscándole en oración y ruego, en ayuno, y cilicio, y ceniza.
Y oré á Jehová mi Dios, y confesé, y dije: Ahora Señor, Dios 4
grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la mi-
sericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos;
Hemos pecado, hemos hecho iniquidad, hemos obrado impía- 5
mente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus
9. 6–18 Daniel 1222
6 mandamientos y de tus juicios. No hemos obedecido á tus
siervos los profetas, que en tu nombre hablaron á nuestros
reyes, y á nuestros príncipes, á nuestros padres, y á todo el
7 pueblo de la tierra. Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la
confusión de rostro, como en el día de hoy á todo hombre de
Judá, y á los moradores de Jerusalem, y á todo Israel, á los
de cerca y á los de lejos, en todas las tierras á donde los has
echado á causa de su rebelión con que contra ti se rebelaron.
8 Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes,
de nuestros príncipes, y de nuestros padres; porque contra ti
9 pecamos. De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia, y
10 el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado; Y no obe-
decimos á la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus
leyes, las cuales puso él delante de nosotros por mano de sus
11 siervos los profetas. Y todo Israel traspasó tu ley apartándo-
se para no oír tu voz: por lo cual ha fluído sobre nosotros la
maldición, y el juramento que está escrito en la ley de Moisés,
12 siervo de Dios; porque contra él pecamos. Y él ha verificado
su palabra que habló sobre nosotros, y sobre nuestros jueces
que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal;
que nunca fué hecho debajo del cielo como el que fué hecho
13 en Jerusalem. Según está escrito en la ley de Moisés, todo
aqueste mal vino sobre nosotros: y no hemos rogado á la faz
de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras mal-
14 dades, y entender tu verdad. Veló por tanto Jehová sobre el
mal, y trájolo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro
Dios en todas sus obras que hizo, porque no obedecimos á su
15 voz. Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo
de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste nom-
bre cual en este día; hemos pecado, impíamente hemos hecho.
16 Oh Señor, según todas tus justicias, apártese ahora tu ira y tu
furor de sobre tu ciudad Jerusalem, tu santo monte: porque
á causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros pa-
dres, Jerusalem y tu pueblo dados son en oprobio á todos en
17 derredor nuestro. Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de
tu siervo, y sus ruegos, y haz que tu rostro resplandezca sobre
18 tu santuario asolado, por amor del Señor. Inclina, oh Dios
mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestros asolamien-
1223 Daniel 9. 19–10. 3
tos, y la ciudad sobre la cual es llamado tu nombre: porque
no derramamos nuestros ruegos ante tu acatamiento confiados
en nuestras justicias, sino en tus muchas miseraciones. Oye, 19
Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y haz; no pongas
dilación, por amor de ti mismo, Dios mío: porque tu nombre
es llamado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo. Aun estaba 20
hablando, y orando, y confesando mi pecado y el pecado de
mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi
Dios por el monte santo de mi Dios; Aun estaba hablando en 21
oración, y aquel varón Gabriel, al cual había visto en visión al
principio, volando con presteza, me tocó como á la hora del
sacrificio de la tarde. É hízome entender, y habló conmigo, y 22
dijo: Daniel, ahora he salido para hacerte entender la decla-
ración. Al principio de tus ruegos salió la palabra, y yo he 23
venido para enseñártela, porque tú eres varón de deseos. En-
tiende pues la palabra, y entiende la visión. Setenta semanas 24
están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad,
para acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y expiar
la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos, y sellar la
visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sepas pues 25
y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y
edificar á Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá siete se-
manas, y sesenta y dos semanas; tornaráse á edificar la plaza
y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta 26
y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no por sí: y el
pueblo de un príncipe que ha de venir, destruirá á la ciudad y
el santuario; con inundación será el fin de ella, y hasta el fin
de la guerra será talada con asolamientos. Y en otra semana 27
confirmará el pacto á muchos, y á la mitad de la semana hará
cesar el sacrificio y la ofrenda: después con la muchedumbre
de las abominaciones será el desolar, y esto hasta una entera
consumación; y derramaráse la ya determinada sobre el pueblo
asolado.
EN el tercer año de Ciro rey de Persia, fué revelada palabra 10
á Daniel, cuyo nombre era Beltsasar; y la palabra era verda-
dera, mas el tiempo fijado era largo: él empero comprendió la
palabra, y tuvo inteligencia en la visión. En aquellos días yo 2
Daniel me contristé por espacio de tres semanas. No comí pan 3
10. 4–19 Daniel 1224
delicado, ni entró carne ni vino en mi boca, ni me unté con
4 ungüento, hasta que se cumplieron tres semanas de días. Y á
los veinte y cuatro días del mes primero estaba yo á la orilla
5 del gran río Hiddekel; Y alzando mis ojos miré, y he aquí un
varón vestido de lienzos, y ceñidos sus lomos de oro de Uphaz:
6 Y su cuerpo era como piedra de Tarsis, y su rostro parecía un
relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y
sus pies como de color de metal resplandeciente, y la voz de sus
7 palabras como la voz de ejército. Y sólo yo, Daniel, vi aquella
visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo; sino
que cayó sobre ellos un gran temor, y huyeron, y escondiéron-
8 se. Quedé pues yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó en
mí esfuerzo; antes mi fuerza se me trocó en desmayo, sin rete-
9 ner vigor alguno. Empero oí la voz de sus palabras: y oyendo
la voz de sus palabras, estaba yo adormecido sobre mi rostro,
10 y mi rostro en tierra. Y, he aquí, una mano me tocó, é hizo
que me moviese sobre mis rodillas, y sobre las palmas de mis
11 manos. Y díjome: Daniel, varón de deseos, está atento á las
palabras que te hablaré, y levántate sobre tus pies; porque á ti
he sido enviado ahora. Y estando hablando conmigo esto, yo
12 estaba temblando. Y díjome: Daniel, no temas: porque desde
el primer día que diste tu corazón á entender, y á afligirte en
la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y á causa de
13 tus palabras yo soy venido. Mas el príncipe del reino de Per-
sia se puso contra mí veintiún días: y he aquí, Miguel, uno de
los principales príncipes, vino para ayudarme, y yo quedé allí
14 con los reyes de Persia. Soy pues venido para hacerte saber
lo que ha de venir á tu pueblo en los postreros días; porque la
15 visión es aún para días; Y estando hablando conmigo seme-
16 jantes palabras, puse mis ojos en tierra, y enmudecí. Mas he
aquí, como una semejanza de hijo de hombre tocó mis labios.
Entonces abrí mi boca, y hablé, y dije á aquel que estaba de-
lante de mí: Señor mío, con la visión se revolvieron mis dolores
17 sobre mí, y no me quedó fuerza. ¿Cómo pues podrá el siervo
de mi señor hablar con este mi señor? porque al instante me
18 faltó la fuerza, y no me ha quedado aliento. Y aquella como
19 semejanza de hombre me tocó otra vez, y me confortó; Y dí-
jome: Varón de deseos, no temas: paz á ti; ten buen ánimo, y
1225 Daniel 10. 20–11. 12
aliéntate. Y hablando él conmigo cobré yo vigor, y dije: Hable
mi señor, porque me has fortalecido. Y dijo: ¿Sabes por qué 20
he venido á ti? Porque luego tengo de volver para pelear con el
príncipe de los Persas; y en saliendo yo, luego viene el príncipe
de Grecia. Empero yo te declararé lo que está escrito en la 21
escritura de verdad: y ninguno hay que se esfuerce conmigo en
estas cosas, sino Miguel vuestro príncipe.
Y EN el año primero de Darío el de Media, yo estuve para 11
animarlo y fortalecerlo. Y ahora yo te mostraré la verdad. He 2
aquí que aun habrá tres reyes en Persia, y el cuarto se hará de
grandes riquezas más que todos; y fortificándose con sus rique-
zas, despertará á todos contra el reino de Javán. Levantaráse 3
luego un rey valiente, el cual se enseñoreará sobre gran do-
minio, y hará su voluntad. Pero cuando estará enseñoreado, 4
será quebrantado su reino, y repartido por los cuatro vientos
del cielo; y no á sus descendientes, ni según el señorío con que
él se enseñoreó: porque su reino será arrancado, y para otros
fuera de aquellos. Y haráse fuerte el rey del mediodía: mas 5
uno de los príncipes de aquél le sobrepujará, y se hará pode-
roso; su señorío será grande señorío. Y al cabo de años se 6
concertarán, y la hija del rey del mediodía vendrá al rey del
norte para hacer los conciertos. Empero ella no podrá retener
la fuerza del brazo: ni permanecerá él, ni su brazo; porque será
entregada ella, y los que la habían traído, asimismo su hijo,
y los que estaban de parte de ella en aquel tiempo. Mas del 7
renuevo de sus raíces se levantará uno sobre su silla, y ven-
drá con ejército, y entrará en la fortaleza del rey del norte, y
hará en ellos á su arbitrio, y predominará. Y aun los dioses 8
de ellos, con sus príncipes, con sus vasos preciosos de plata y
de oro, llevará cautivos á Egipto: y por años se mantendrá él
contra el rey del norte. Así entrará en el reino el rey del me- 9
diodía, y volverá á su tierra. Mas los hijos de aquél se airarán 10
y reunirán multitud de grandes ejércitos: y vendrá á gran prie-
sa, é inundará, y pasará, y tornará, y llegará con ira hasta su
fortaleza. Por lo cual se enfurecerá el rey del mediodía, y sal- 11
drá, y peleará con el mismo rey del norte; y pondrá en campo
gran multitud, y toda aquella multitud será entregada en su
mano. Y la multitud se ensoberbecerá, elevaráse su corazón, 12
11. 13–28 Daniel 1226
13 y derribará muchos millares; mas no prevalecerá. Y el rey del
norte volverá á poner en campo mayor multitud que primero,
y á cabo del tiempo de años vendrá á gran priesa con gran-
14 de ejército y con muchas riquezas. Y en aquellos tiempos se
levantarán muchos contra el rey del mediodía; é hijos de disi-
padores de tu pueblo se levantarán para confirmar la profecía,
15 y caerán. Vendrá pues el rey del norte, y fundará baluartes,
y tomará la ciudad fuerte; y los brazos del mediodía no po-
drán permanecer, ni su pueblo escogido, ni habrá fortaleza que
16 pueda resistir. Y el que vendrá contra él, hará á su voluntad,
ni habrá quien se le pueda parar delante; y estará en la tierra
17 deseable, la cual será consumida en su poder. Pondrá luego
su rostro para venir con el poder de todo su reino; y hará con
aquél cosas rectas, y darále una hija de mujeres para trastor-
18 narla: mas no estará ni será por él. Volverá después su rostro
á las islas, y tomará muchas; mas un príncipe le hará parar su
19 afrenta, y aun tornará sobre él su oprobio. Luego volverá su
rostro á las fortalezas de su tierra: mas tropezará y caerá, y
20 no parecerá más. Entonces sucederá en su silla uno que hará
pasar exactor por la gloria del reino; mas en pocos días será
21 quebrantado, no en enojo, ni en batalla. Y sucederá en su lu-
gar un vil, al cual no darán la honra del reino: vendrá empero
22 con paz, y tomará el reino con halagos. Y con los brazos de
inundación serán inundados delante de él, y serán quebranta-
23 dos; y aun también el príncipe del pacto. Y después de los
conciertos con él, él hará engaño, y subirá, y saldrá vencedor
24 con poca gente. Estando la provincia en paz y en abundan-
cia, entrará y hará lo que no hicieron sus padres, ni los padres
de sus padres; presa, y despojos, y riquezas repartirá á sus
soldados; y contra las fortalezas formará sus designios: y esto
25 por tiempo. Y despertará sus fuerzas y su corazón contra el
rey del mediodía con grande ejército: y el rey del mediodía se
moverá á la guerra con grande y muy fuerte ejército; mas no
26 prevalecerá, porque le harán traición. Aun los que comerán
su pan, le quebrantarán; y su ejército será destruído, y caerán
27 muchos muertos. Y el corazón de estos dos reyes será para ha-
cer mal, y en una misma mesa tratarán mentira: mas no servirá
28 de nada, porque el plazo aun no es llegado. Y volveráse á su
1227 Daniel 11. 29–44
tierra con grande riqueza, y su corazón será contra el pacto
santo: hará pues, y volveráse á su tierra. Al tiempo señalado 29
tornará al mediodía; mas no será la postrera venida como la
primera. Porque vendrán contra él naves de Chîttim, y él se 30
contristará, y se volverá, y enojaráse contra el pacto santo, y
hará: volveráse pues, y pensará en los que habrán desampa-
rado el santo pacto. Y serán puestos brazos de su parte; y 31
contaminarán el santuario de fortaleza, y quitarán el continuo
sacrificio, y pondrán la abominación espantosa. Y con lison- 32
jas hará pecar á los violadores del pacto: mas el pueblo que
conoce á su Dios, se esforzará, y hará. Y los sabios del pueblo 33
darán sabiduría á muchos: y caerán á cuchillo y á fuego, en
cautividad y despojo, por días. Y en su caer serán ayudados 34
de pequeño socorro: y muchos se juntarán á ellos con lisonjas.
Y algunos de los sabios caerán para ser purgados, y limpia- 35
dos, y emblanquecidos, hasta el tiempo determinado: porque
aun para esto hay plazo. Y el rey hará á su voluntad; y se 36
ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios: y contra el
Dios de los dioses hablará maravillas, y será prosperado, hasta
que sea consumada la ira: porque hecha está determinación.
Y del Dios de sus padres no se cuidará, ni del amor de las 37
mujeres: ni se cuidará de dios alguno, porque sobre todo se
engrandecerá. Mas honrará en su lugar al dios Mauzim, dios 38
que sus padres no conocieron: honrarálo con oro, y plata, y
piedras preciosas, y con cosas de gran precio. Y con el dios 39
ajeno que conocerá, hará á los baluartes de Mauzim crecer en
gloria: y harálos enseñorear sobre muchos, y por interés repar-
tirá la tierra. Empero al cabo del tiempo el rey del mediodía 40
se acorneará con él; y el rey del norte levantará contra él como
tempestad, con carros y gente de á caballo, y muchos navíos;
y entrará por las tierras, é inundará, y pasará. Y vendrá á la 41
tierra deseable, y muchas provincias caerán; mas éstas escapa-
rán de su mano: Edom, y Moab, y lo primero de los hijos de
Ammón. Asimismo extenderá su mano á las otras tierras, y 42
no escapará el país de Egipto. Y se apoderará de los tesoros 43
de oro y plata, y de todas las cosas preciosas de Egipto, de
Libia, y Etiopía por donde pasará. Mas nuevas de oriente y 44
del norte lo espantarán; y saldrá con grande ira para destruir
11. 45–12. 13 Daniel 1228
45 y matar muchos. Y plantará la tiendas de su palacio entre los
mares, en el monte deseable del santuario; y vendrá hasta su
fin, y no tendrá quien le ayude.
12 Y EN aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe
que está por los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia,
cual nunca fué después que hubo gente hasta entonces: mas en
aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se halla-
2 ren escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el
polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y
3 otros para vergüenza y confusión perpetua. Y los entendidos
resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que
enseñan á justicia la multitud, como las estrellas á perpetua
4 eternidad. Tú empero Daniel, cierra las palabras y sella el
libro hasta el tiempo del fin: pasarán muchos, y multiplica-
5 ráse la ciencia. Y yo, Daniel, miré, y he aquí otros dos que
estaban, el uno de esta parte á la orilla del río, y el otro de
6 la otra parte á la orilla del río. Y dijo uno al varón vestido
de lienzos, que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el
7 fin de estas maravillas? Y oía al varón vestido de lienzos, que
estaba sobre las aguas del río, el cual alzó su diestra y su si-
niestra al cielo, y juró por el Viviente en los siglos, que será por
tiempo, tiempos, y la mitad. Y cuando se acabare el esparci-
miento del escuadrón del pueblo santo, todas estas cosas serán
8 cumplidas. Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿qué
9 será el cumplimiento de estas cosas? Y dijo: Anda, Daniel,
que estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo
10 del cumplimiento. Muchos serán limpios, y emblanquecidos,
y purificados; mas los impíos obrarán impíamente, y ninguno
11 de los impíos entenderá, pero entenderán los entendidos. Y
desde el tiempo que fuere quitado el continuo sacrificio has-
ta la abominación espantosa, habrá mil doscientos y noventa
12 días. Bienaventurado el que esperare, y llegare hasta mil tres-
13 cientos treinta y cinco días. Y tú irás al fin, y reposarás, y te
levantarás en tu suerte al fin de los días.
libro de oseas.
4
P ALABRA de Jehová que fué á Joel hijo de Pethuel.
Oíd esto, viejos, y escuchad, todos los moradores de
la tierra. ¿Ha acontecido esto en vuestros días, ó
en los días de vuestros padres? De esto contaréis
á vuestros hijos, y vuestros hijos á sus hijos, y su hijos á la
otra generación. Lo que quedó de la oruga comió la langosta,
y lo que quedó de la langosta comió el pulgón; y el revoltón
5 comió lo que del pulgón había quedado. Despertad, borra-
chos, y llorad; aullad todos los que bebéis vino, á causa del
6 mosto, porque os es quitado de vuestra boca. Porque gente
subió á mi tierra, fuerte y sin número; sus dientes, dientes de
7 león, y sus muelas, de león. Asoló mi vid, y descortezó mi
higuera: del todo la desnudó y derribó: sus ramas quedaron
8 blancas. Llora tú como moza vestida de saco por el marido
9 de su juventud. Pereció el presente y la libación de la casa
de Jehová: los sacerdotes ministros de Jehová hicieron luto.
10 El campo fué destruído, enlutóse la tierra; porque el trigo fué
11 destruído, se secó el mosto, perdióse el aceite. Confundíos,
labradores, aullad, viñeros, por el trigo y la cebada; porque
12 se perdió la mies del campo. Secóse la vid, y pereció la hi-
guera, el granado también, la palma, y el manzano; secáronse
todos los árboles del campo; por lo cual se secó el gozo de los
13 hijos de los hombres. Ceñíos y lamentad, sacerdotes; aullad,
ministros del altar; venid, dormid en sacos, ministros de mi
Dios: porque quitado es de la casa de vuestro Dios el presente
14 y la libación. Pregonad ayuno, llamad á congregación; con-
gregad los ancianos y todos los moradores de la tierra en la
15 casa de Jehová vuestro Dios, y clamad á Jehová. ¡Ay del día!
porque cercano está el día de Jehová, y vendrá como destruc-
16 ción por el Todopoderoso. ¿No es quitado el mantenimiento
de delante de nuestros ojos, la alegría y el placer de la casa
17 de nuestro Dios? El grano se pudrió debajo de sus terrones,
los bastimentos fueron asolados, los alfolíes destruídos; porque
18 se secó el trigo. ¡Cuánto gimieron las bestias! ¡cuán turbados
1241 Joel 1. 19–2. 14
anduvieron los hatos de los bueyes, porque no tuvieron pastos!
también fueron asolados los rebaños de las ovejas. Á ti, oh Je- 19
hová, clamaré: porque fuego consumió los pastos del desierto,
y llama abrasó todos los árboles del campo. Las bestias del 20
campo bramarán también á ti; porque se secaron los arroyos
de las aguas, y fuego consumió las praderías del desierto.
TOCAD trompeta en Sión, y pregonad en mi santo monte: 2
tiemblen todos los moradores de la tierra; porque viene el día
de Jehová, porque está cercano. Día de tinieblas y de oscuri- 2
dad, día de nube y de sombra, que sobre los montes se derrama
como el alba: un pueblo grande y fuerte: nunca desde el siglo
fué semejante, ni después de él será jamás en años de gene-
ración en generación. Delante de él consumirá fuego, tras de 3
él abrasará llama; como el huerto de Edén será la tierra de-
lante de él, y detrás de él como desierto asolado; ni tampoco
habrá quien de él escape. Su parecer, como parecer de ca- 4
ballos; y como gente de á caballo correrán. Como estruendo 5
de carros saltarán sobre las cumbres de los montes; como so-
nido de llama de fuego que consume hojarascas, como fuerte
pueblo aparejado para la batalla. Delante de él temerán los 6
pueblos, pondránse mustios todos los semblantes. Como va- 7
lientes correrán, como hombres de guerra subirán la muralla;
y cada cual irá en sus caminos, y no torcerán sus sendas. Nin- 8
guno apretará á su compañero, cada uno irá por su carrera; y
aun cayendo sobre la espada no se herirán. Irán por la ciu- 9
dad, correrán por el muro, subirán por las casas, entrarán por
las ventanas á manera de ladrones. Delante de él temblará la 10
tierra, se estremecerán los cielos: el sol y la luna se oscurecerán,
y las estrellas retraerán su resplandor. Y Jehová dará su voz 11
delante de su ejército: porque muchos son sus reales y fuertes,
que ponen en efecto su palabra: porque grande es el día de Je-
hová, y muy terrible; ¿y quién lo podrá sufrir? Por eso pues 12
ahora, dice Jehová, convertíos á mí con todo vuestro corazón,
con ayuno y lloro y llanto. Y lacerad vuestro corazón, y no 13
vuestros vestidos; y convertíos á Jehová vuestro Dios; porque
misericordioso es y clemente, tardo para la ira, y grande en
misericordia, y que se arrepiente del castigo. ¿Quién sabe si 14
volverá, y se apiadará, y dejará bendición tras de él, presente y
2. 15–31 Joel 1242
15 libación para Jehová Dios vuestro? Tocad trompeta en Sión,
16 pregonad ayuno, llamad á congregación. Reunid el pueblo,
santificad la reunión, juntad los viejos, congregad los niños y
los que maman: salga de su cámara el novio, y de su tálamo
17 la novia. Entre la entrada y el altar, lloren los sacerdotes,
ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, á tu pue-
blo, y no pongas en oprobio tu heredad, para que las gentes
se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos:
18 Dónde está su Dios? Y Jehová celará su tierra, y perdonará
19 su pueblo. Y responderá Jehová, y dirá á su pueblo: He aquí
yo os envío pan, y mosto, y aceite, y seréis saciados de ellos:
20 y nunca más os pondré en oprobio entre las gentes. Y haré
alejar de vosotros al del aquilón, y echarélo en la tierra seca
y desierta: su faz será hacia el mar oriental, y su fin al mar
occidental, y exhalará su hedor; y subirá su pudrición, porque
21 hizo grandes cosas. Tierra, no temas; alégrate y gózate: por-
22 que Jehová ha de hacer grandes cosas. Animales del campo,
no temáis; porque los pastos del desierto reverdecerán, por-
que los árboles llevarán su fruto, la higuera y la vid darán sus
23 frutos. Vosotros también, hijos de Sión, alegraos y gozaos en
Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia arre-
gladamente, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana
24 y tardía como al principio. Y las eras se henchirán de trigo, y
25 los lagares rebosarán de vino y aceite. Y os restituiré los años
que comió la oruga, la langosta, el pulgón, y el revoltón; mi
26 grande ejército que envié contra vosotros. Y comeréis hasta
saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual
hizo maravillas con vosotros: y nunca jamás será mi pueblo
27 avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo,
y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro: y mi pueblo
28 nunca jamás será avergonzado. Y será que después de esto,
derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vues-
tros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y
29 vuestros mancebos verán visiones. Y aun también sobre los
siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos
30 días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y
31 fuego, y columnas de humo. El sol se tornará en tinieblas, y
la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso
1243 Joel 2. 32–3. 17
de Jehová. Y será que cualquiera que invocare el nombre de 32
Jehová, será salvo: porque en el monte de Sión y en Jerusalem
habrá salvación, como Jehová ha dicho, y en los que quedaren,
á los cuales Jehová habrá llamado.
PORQUE he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo 3
en que haré tornar la cautividad de Judá y de Jerusalem, Jun- 2
taré todas las gentes, y harélas descender al valle de Josaphat,
y allí entraré en juicio con ellos á causa de mi pueblo, y de
Israel mi heredad, á los cuales esparcieron entre las naciones,
y partieron mi tierra: Y echaron suertes sobre mi pueblo, y 3
á los niños dieron por una ramera, y vendieron las niñas por
vino para beber. Y también, ¿qué tengo yo con vosotras, Tiro 4
y Sidón, y todos los términos de Palestina? ¿Queréis venga-
ros de mí? Y si de mí os vengáis, bien pronto haré yo recaer
la paga sobre vuestra cabeza. Porque habéis llevado mi pla- 5
ta y mi oro, y mis cosas preciosas y hermosas metisteis en
vuestros templos: Y vendisteis los hijos de Judá y los hijos 6
de Jerusalem á los hijos de los Griegos, por alejarlos de sus
términos. He aquí los levantaré yo del lugar donde los vendis- 7
teis, y volveré vuestra paga sobre vuestra cabeza. Y venderé 8
vuestros hijos y vuestras hijas en la mano de los hijos de Ju-
dá, y ellos los venderán á los Sabeos, nación apartada; porque
Jehová ha hablado. Pregonad esto entre las gentes, procla- 9
mad guerra, despertad á los valientes, lléguense, vengan todos
los hombres de guerra. Haced espadas de vuestros azadones, 10
lanzas de vuestras hoces; diga el flaco: Fuerte soy. Juntaos y 11
venid, gentes todas de alrededor, y congregaos: haz venir allí,
oh Jehová, tus fuertes. Las gentes se despierten, y suban al 12
valle de Josaphat: porque allí me sentaré para juzgar todas
las gentes de alrededor. Echad la hoz, porque la mies está ya 13
madura. Venid, descended; porque el lagar está lleno, rebosan
las lagaretas: porque mucha es la maldad de ellos. Muchos 14
pueblos en el valle de la decisión: porque cercano está el día
de Jehová en el valle de la decisión. El sol y la luna se os- 15
curecerán, y las estrellas retraerán su resplandor. Y Jehová 16
bramará desde Sión, y dará su voz desde Jerusalem, y tembla-
rán los cielos y la tierra: mas Jehová será la esperanza de su
pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel. Y conoceréis que 17
3. 18–21 Joel 1244
yo soy Jehová vuestro Dios, que habito en Sión, monte de mi
santidad: y será Jerusalem santa, y extraños no pasarán más
18 por ella. Y será en aquel tiempo, que los montes destilarán
mosto, y los collados fluirán leche, y por todos los arroyos de
Judá correrán aguas: y saldrá una fuente de la casa de Jehová,
19 y regará el valle de Sittim. Egipto será destruído, y Edom
será vuelto en asolado desierto, por la injuria hecha á los hijos
de Judá: porque derramaron en su tierra la sangre inocente.
20 Mas Judá para siempre será habitada, y Jerusalem en genera-
21 ción y generación. Y limpiaré la sangre de los que no limpié;
y Jehová morará en Sión.
amós
2
3
V ISIÓN de Abdías. El Señor Jehová ha dicho así cuan-
to á Edom: Oído hemos el pregón de Jehová, y men-
sajero es enviado á las gentes. Levantaos, y levanté-
monos contra ella en batalla. He aquí, pequeño te
he hecho entre las gentes; abatido eres tú en gran manera. La
soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las
hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en
4 tu corazón: ¿Quién me derribará á tierra? Si te encaramares
como águila, y si entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te
5 derribaré, dice Jehová. Si ladrones vinieran á ti, ó robadores
de noche (¡cómo has sido destruído!) ¿no hurtaran lo que les
bastase? Pues si entraran á ti vendimiadores, aun dejaran al-
6 gún rebusco. ¡Cómo fueron escudriñadas las cosas de Esaú!
7 sus cosas escondidas fueron buscadas. Hasta el término te hi-
cieron llegar todos tus aliados; te han engañado tus pacíficos,
prevalecieron contra ti; los que comían tu pan, pusieron el la-
8 zo debajo de ti: no hay en él entendimiento. ¿No haré que
perezcan en aquel día, dice Jehová, los sabios de Edom, y la
9 prudencia del monte de Esaú? Y tus valientes, oh Temán, se-
rán quebrantados; porque todo hombre será talado del monte
10 de Esaú por el estrago. Por la injuria de tu hermano Jacob
11 te cubrirá vergüenza, y serás talado para siempre. El día que
estando tú delante, llevaban extraños cautivo su ejército, y los
extraños entraban por sus puertas, y echaban suertes sobre Je-
12 rusalem, tú también eras como uno de ellos. Pues no debiste
tú estar mirando en el día de tu hermano, el día en que fué
extrañado: no te habías de haber alegrado de los hijos de Judá
en el día que se perdieron, ni habías de ensanchar tu boca en el
13 día de la angustia: No habías de haber entrado por la puerta
de mi pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no habías
tú de haber mirado su mal el día de su quebranto, ni haber
14 echado mano á sus bienes el día de su calamidad. Tampoco
habías de haberte parado en las encrucijadas, para matar los
que de ellos escapasen; ni habías tú de haber entregado los
1255 Abdías 1. 15–21
que quedaban en el día de angustia. Porque cercano está el 15
día de Jehová sobre todas las gentes: como tú hiciste se hará
contigo: tu galardón volverá sobre tu cabeza. De la manera 16
que vosotros bebisteis en mi santo monte, beberán, todas las
gentes de continuo: beberán, y engullirán, y serán como si no
hubieran sido. Mas en el monte de Sión habrá salvamento, y 17
será santidad, y la casa de Jacob, poseerá sus posesiones. Y 18
la casa de Jacob será fuego, y la casa de José será llama, y la
casa de Esaú estopa, y los quemarán, y los consumirán; ni aun
reliquia quedará en la casa de Esaú, porque Jehová lo habló.
Y los del mediodía poseerán el monte de Esaú, y los llanos de 19
los Palestinos; poseerán también los campos de Ephraim, y los
campos de Samaria; y Benjamín á Galaad. Y los cautivos de 20
aqueste ejército de los hijos de Israel poseerán lo de los Ca-
naneos hasta Sarepta; y los cautivos de Jerusalem, que están
en Sepharad, poseerán las ciudades del mediodía. Y vendrán 21
salvadores al monte de Sión para juzgar al monte de Esaú; y
el reino será de Jehová.
libro de jonás.
1
2
4
Y FUÉ palabra de Jehová á Jonás, hijo de Amittai,
diciendo: Levántate, y ve á Nínive, ciudad grande,
y pregona contra ella; porque su maldad ha subido
delante de mí. Y Jonás se levantó para huir de la
presencia de Jehová á Tarsis, y descendió á Joppe; y halló un
navío que partía para Tarsis; y pagando su pasaje entró en él,
para irse con ellos á Tarsis de delante de Jehová. Mas Jehová
hizo levantar un gran viento en la mar, é hízose una tan gran
5 tempestad en la mar, que pensóse se rompería la nave. Y los
marineros tuvieron miedo, y cada uno llamaba á su dios: y
echaron á la mar los enseres que había en la nave, para des-
cargarla de ellos. Jonás empero se había bajado á los lados
6 del buque, y se había echado á dormir. Y el maestre de la
nave se llegó á él, y le dijo: ¿Qué tienes, dormilón? Levántate,
y clama á tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y
7 no pereceremos. Y dijeron cada uno á su compañero: Venid,
y echemos suertes, para saber por quién nos ha venido este
8 mal. Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Enton-
ces le dijeron ellos: Decláranos ahora por qué nos ha venido
este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿cuál es tu
9 tierra, y de qué pueblo eres? Y él les respondió: Hebreo soy, y
temo á Jehová, Dios de los cielos, que hizo la mar y la tierra.
10 Y aquellos hombres temieron sobremanera, y dijéronle: ¿Por
qué has hecho esto? Porque ellos entendieron que huía de de-
11 lante de Jehová, porque se lo había declarado. Y dijéronle:
¿Qué te haremos, para que la mar se nos quiete? porque la
12 mar iba á más, y se embravecía. Él les respondió: Tomadme,
y echadme á la mar, y la mar se os quietará: porque yo sé que
13 por mí ha venido esta grande tempestad sobre vosotros. Y
aquellos hombres trabajaron por tornar la nave á tierra; mas
no pudieron, porque la mar iba á más, y se embravecía sobre
14 ellos. Entonces clamaron á Jehová, y dijeron: Rogámoste aho-
ra, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de aqueste
hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente: porque
1257 Jonás 1. 15–3. 8
tú, Jehová, has hecho como has querido. Y tomaron á Jonás, 15
y echáronlo á la mar; y la mar se quietó de su furia. Y temie- 16
ron aquellos hombres á Jehová con gran temor; y ofrecieron
sacrificio á Jehová, y prometieron votos. MAS Jehová había 17
prevenido un gran pez que tragase á Jonás: y estuvo Jonás en
el vientre del pez tres días y tres noches.
Y oró Jonás desde el vientre del pez á Jehová su Dios. Y di- 2, 2
jo: Clamé de mi tribulación á Jehová, Y él me oyó; Del vientre
del sepulcro clamé, Y mi voz oíste. Echásteme en el profun- 3
do, en medio de los mares, Y rodeóme la corriente; Todas tus
ondas y tus olas pasaron sobre mí. Y yo dije: Echado soy 4
de delante de tus ojos: Mas aun veré tu santo templo. Las 5
aguas me rodearon hasta el alma, Rodeóme el abismo; La ova
se enredó á mi cabeza. Descendí á las raíces de los montes; 6
La tierra echó sus cerraduras sobre mí para siempre: Mas tú
sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. Cuando 7
mi alma desfallecía en mí, acordéme de Jehová; Y mi oración
entró hasta ti en tu santo templo. Los que guardan las vani- 8
dades ilusorias, Su misericordia abandonan. Yo empero con 9
voz de alabanza te sacrificaré; Pagaré lo que prometí. La sal-
vación pertenece á Jehová. Y mandó Jehová al pez, y vomitó 10
á Jonás en tierra.
Y FUÉ palabra de Jehová segunda vez á Jonás, diciendo: 3
Levántate, y ve á Nínive, aquella gran ciudad, y publica en ella 2
el pregón que yo te diré. Y levantóse Jonás, y fué á Nínive, 3
conforme á la palabra de Jehová. Y era Nínive ciudad sobre-
manera grande, de tres días de camino. Y comenzó Jonás á 4
entrar por la ciudad, camino de un día, y pregonaba diciendo:
De aquí á cuarenta días Nínive será destruída. Y los hombres 5
de Nínive creyeron á Dios, y pregonaron ayuno, y vistiéronse
de sacos desde el mayor de ellos hasta el menor de ellos. Y 6
llegó el negocio hasta el rey de Nínive, y levantóse de su silla,
y echó de sí su vestido, y cubrióse de saco, y se sentó sobre ce-
niza. É hizo pregonar y anunciar en Nínive, por mandado del 7
rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y
ovejas, no gusten cosa alguna, no se les dé alimento, ni beban
agua: Y que se cubran de saco los hombres y los animales, y 8
clamen á Dios fuertemente: y conviértase cada uno de su mal
3. 9–4. 11 Jonás 1258
9 camino, de la rapiña que está en sus manos. ¿Quién sabe si se
volverá y arrepentirá Dios, y se apartará del furor de su ira, y
10 no pereceremos? Y vió Dios lo que hicieron, que se convirtie-
ron de su mal camino: y arrepintióse del mal que había dicho
les había de hacer, y no lo hizo.
4, 2 PERO Jonás se apesadumbró en extremo, y enojóse. Y oró
á Jehová, y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía
estando aún en mi tierra? Por eso me precaví huyendo á Tarsis;
porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo á
enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del
3 mal. Ahora pues, oh Jehová, ruégote que me mates; porque
4 mejor me es la muerte que la vida. Y Jehová le dijo: ¿Haces tú
5 bien en enojarte tanto? Y salióse Jonás de la ciudad, y asentó
hacia el oriente de la ciudad, é hízose allí una choza, y se sentó
6 debajo de ella á la sombra, hasta ver qué sería de la ciudad. Y
preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás
para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le defendiese de su
7 mal: y Jonás se alegró grandemente por la calabacera. Mas
Dios preparó un gusano al venir la mañana del día siguiente,
8 el cual hirió á la calabacera, y secóse. Y acaeció que al salir
el sol, preparó Dios un recio viento solano; y el sol hirió á
Jonás en la cabeza, y desmayábase, y se deseaba la muerte,
9 diciendo: Mejor sería para mí la muerte que mi vida. Entonces
dijo Dios á Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él
10 respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte. Y dijo Jehová:
Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste,
ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y
11 en espacio de otra noche pereció: ¿Y no tendré yo piedad
de Nínive, aquella grande ciudad donde hay más de ciento y
veinte mil personas que no conocen su mano derecha ni su
mano izquierda, y muchos animales?
libro de miqueas.
2
3
4
E N el mes octavo, en el año segundo de Darío, fué
palabra de Jehová á Zachârías profeta, hijo de Be-
rechîas, hijo de Iddo, diciendo: Enojóse Jehová con
ira contra vuestros padres. Les dirás pues: Así ha
dicho Jehová de los ejércitos: Volveos á mí, dice Jehová de los
ejércitos, y yo me volveré á vosotros, ha dicho Jehová de los
ejércitos. No seáis como vuestros padres, á los cuales dieron
voces los primeros profetas, diciendo: Así ha dicho Jehová de
los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos, y de
vuestras malas obras: y no atendieron, ni me escucharon, dice
5 Jehová. Vuestros padres, ¿dónde están? y los profetas ¿han de
6 vivir para siempre? Empero mis palabras y mis ordenanzas
que mandé á mis siervos los profetas, ¿no alcanzaron á vues-
tros padres? Por eso se volvieron ellos y dijeron: Como Jehová
de los ejércitos pensó tratarnos conforme á nuestros caminos,
7 y conforme á nuestras obras, así lo hizo con nosotros. Á los
veinticuatro del mes undécimo, que es el mes de Sebath, en el
año segundo de Darío, fué palabra de Jehová á Zachârías pro-
8 feta, hijo de Berechîas, hijo de Iddo, diciendo: Vi de noche, y
he aquí un varón que cabalgaba sobre un caballo bermejo, el
cual estaba entre los mirtos que había en la hondura; y detrás
9 de él había caballos bermejos, overos, y blancos. Entonces di-
je: ¿Qué son éstos, señor mío? Y díjome el ángel que hablaba
10 conmigo: Yo te enseñaré qué son éstos. Y aquel varón que
estaba entre los mirtos respondió, y dijo: Éstos son los que Je-
11 hová ha enviado á recorrer la tierra. Y ellos hablaron á aquel
ángel de Jehová que estaba entre los mirtos, y dijeron: Hemos
recorrido la tierra, y he aquí toda la tierra está reposada y
12 quieta. Y respondió el ángel de Jehová, y dijo: Oh Jehová de
los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás piedad de Jerusalem, y
de las ciudades de Judá, con las cuales has estado airado por
13 espacio de setenta años? Y Jehová respondió buenas palabras,
14 palabras consolatorias á aquel ángel que hablaba conmigo. Y
díjome el ángel que hablaba conmigo: Clama diciendo: Así ha
1281 Zacarías 1. 15–2. 11
dicho Jehová de los ejércitos: Celé á Jerusalem y á Sión con
gran celo: Y con grande enojo estoy airado contra las gen- 15
tes que están reposadas; porque yo estaba enojado un poco, y
ellos ayudaron para el mal. Por tanto, así ha dicho Jehová: 16
Yo me he tornado á Jerusalem con miseraciones; en ella será
edificada mi casa, dice Jehová de los ejércitos, y la plomada
será tendida sobre Jerusalem. Clama aún, diciendo: Así dice 17
Jehová de los ejércitos: Aun serán ensanchadas mis ciudades
por la abundancia del bien; y aun consolará Jehová á Sión, y
escogerá todavía á Jerusalem. Después alcé mis ojos, y miré, 18
y he aquí cuatro cuernos. Y dije al ángel que hablaba con- 19
migo: ¿Qué son éstos? Y respondióme: Éstos son los cuernos
que aventaron á Judá, á Israel, y á Jerusalem. Mostróme lue- 20
go Jehová cuatro carpinteros. Y yo dije: ¿Qué vienen éstos 21
á hacer? Y respondióme, diciendo: Éstos son los cuernos que
aventaron á Judá, tanto que ninguno alzó su cabeza; mas éstos
han venido para hacerlos temblar, para derribar los cuernos de
las gentes, que alzaron el cuerno sobre la tierra de Judá para
aventarla.
ALCÉ después mis ojos, y miré y he aquí un varón que 2
tenía en su mano un cordel de medir. Y díjele: ¿Á dónde 2
vas? Y él me respondió: Á medir á Jerusalem, para ver cuánta
es su anchura, y cuánta su longitud. Y he aquí, salía aquel 3
ángel que hablaba conmigo, y otro ángel le salió al encuentro,
Y díjole: Corre, habla á este mozo, diciendo: Sin muros será 4
habitada Jerusalem á causa de la multitud de los hombres, y
de las bestias en medio de ella. Yo seré para ella, dice Jehová, 5
muro de fuego en derredor, y seré por gloria en medio de ella.
Eh, eh, huid de la tierra del aquilón, dice Jehová, pues por los 6
cuatro vientos de los cielos os esparcí, dice Jehová. Oh Sión, 7
la que moras con la hija de Babilonia, escápate. Porque así ha 8
dicho Jehová de los ejércitos: Después de la gloria me enviará
él á las gentes que os despojaron: porque el que os toca, toca
á la niña de su ojo. Porque he aquí yo alzo mi mano sobre 9
ellos, y serán despojo á sus siervos, y sabréis que Jehová de
los ejércitos me envió. Canta y alégrate, hija de Sión: porque 10
he aquí vengo, y moraré en medio de ti, ha dicho Jehová. Y 11
2. 12–4. 4 Zacarías 1282
uniránse muchas gentes á Jehová en aquel día, y me serán
por pueblo, y moraré en medio de ti; y entonces conocerás que
12 Jehová de los ejércitos me ha enviado á ti. Y Jehová poseerá á
Judá su heredad en la tierra santa, y escogerá aún á Jerusalem.
13 Calle toda carne delante de Jehová, porque él se ha despertado
de su santa morada.
3 Y MOSTRÓME á Josué, el gran sacerdote, el cual estaba
delante del ángel de Jehová; y Satán estaba á su mano dere-
2 cha para serle adversario. Y dijo Jehová á Satán: Jehová te
reprenda, oh Satán; Jehová, que ha escogido á Jerusalem, te
3 reprenda. ¿No es éste tizón arrebatado del incendio? Y Jo-
sué estaba vestido de vestimentas viles, y estaba delante del
4 ángel. Y habló el ángel, é intimó á los que estaban delante
de sí, diciendo: Quitadle esas vestimentas viles. Y á él dijo:
Mira que he hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir
5 de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su
cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y vis-
6 tiéronle de ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie. Y el
7 ángel de Jehová protestó al mismo Josué, diciendo: Así di-
ce Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y
si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa,
también tú guardarás mis atrios, y entre estos que aquí están
8 te daré plaza. Escucha pues ahora, Josué gran sacerdote, tú,
y tus amigos que se sientan delante de ti; porque son varones
9 simbólicos: He aquí, yo traigo á mi siervo, el Pimpollo. Porque
he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta
única piedra hay siete ojos: he aquí, yo grabaré su escultura,
dice Jehová de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en
10 un día. En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno
de vosotros llamará á su compañero debajo de la vid, y debajo
de la higuera.
4 Y VOLVIÓ el ángel que hablaba conmigo, y despertóme
2 como un hombre que es despertado de su sueño. Y díjome:
¿Qué ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelero to-
do de oro, con su vaso sobre su cabeza, y sus siete lámparas
encima del candelero; y siete canales para las lámparas que
3 están encima de él; Y sobre él dos olivas, la una á la derecha
4 del vaso, y la otra á su izquierda. Proseguí, y hablé á aquel
1283 Zacarías 4. 5–5. 8
ángel que hablaba conmigo, diciendo: ¿Qué es esto, señor mío?
Y el ángel que hablaba conmigo respondió, y díjome: ¿No sa- 5
bes qué es esto? Y dije: No, señor mío. Entonces respondió 6
y hablóme, diciendo: Ésta es palabra de Jehová á Zorobabel,
en que se dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi es-
píritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh 7
gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido á llanura: él
sacará la primera piedra con aclamaciones de Gracia, gracia
á ella. Y fué palabra de Jehová á mí, diciendo: Las manos 8, 9
de Zorobabel echarán el fundamento á esta casa, y sus manos
la acabarán; y conocerás que Jehová de los ejércitos me en-
vió á vosotros. Porque los que menospreciaron el día de las 10
pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de
Zorobabel. Aquellas siete son los ojos de Jehová que recorren
por toda la tierra. Hablé más, y díjele: ¿Qué significan estas 11
dos olivas á la derecha del candelero, y á su izquierda? Hablé 12
aún de nuevo, y díjele: ¿Qué significan las dos ramas de olivas
que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como
oro? Y respondióme, diciendo: ¿No sabes qué es esto? Y dije: 13
Señor mío, no. Y él dijo: Estos dos hijos de aceite son los que 14
están delante del Señor de toda la tierra.
Y TORNÉME, y alcé mis ojos, y miré, y he aquí un rollo 5
que volaba. Y díjome: ¿Qué ves? Y respondí: Veo un rollo que 2
vuela, de veinte codos de largo, y diez codos de ancho. Díjome 3
entonces: Ésta es la maldición que sale sobre la haz de toda
la tierra; porque todo aquel que hurta, (como está de la una
parte del rollo) será destruído; y todo aquel que jura, (como
está de la otra parte del rollo) será destruído. Yo la saqué, 4
dice Jehová de los ejércitos, y vendrá á la casa del ladrón, y á
la casa del que jura falsamente en mi nombre; y permanecerá
en medio de su casa, y consumirála, con sus enmaderamientos
y sus piedras. Y salió aquel ángel que hablaba conmigo, y 5
díjome: Alza ahora tus ojos, y mira qué es esto que sale. Y 6
dije: ¿Qué es? Y él dijo: Éste es un epha que sale. Además
dijo: Éste es el ojo de ellos en toda la tierra. Y he aquí, traían 7
un talento de plomo, y una mujer estaba asentada en medio
de aquel epha. Y él dijo: Ésta es la Maldad; y echóla dentro 8
5. 9–6. 15 Zacarías 1284
9 del epha, y echó la masa de plomo en su boca. Alcé luego
mis ojos, y miré, y he aquí dos mujeres que salían, y traían
viento en sus alas, y tenían alas como de cigüeña, y alzaron el
10 epha entre la tierra y los cielos. Y dije al ángel que hablaba
Éstos son los cuatro vientos de los cielos, que salen de donde
6 están delante del Señor de toda la tierra. En el que estaban
los caballos negros, salieron hacia la tierra del aquilón; y los
blancos salieron tras ellos; y lo overos salieron hacia la tierra
7 del mediodía. Y los rucios salieron, y se afanaron por ir á
recorrer la tierra. Y dijo: Id, recorred la tierra. Y recorrieron
8 la tierra. Luego me llamó, y hablóme diciendo: Mira, los que
salieron hacia la tierra del aquilón hicieron reposar mi espí-
9 ritu en la tierra del aquilón. Y fué á mí palabra de Jehová,
10 diciendo: Toma de los del cautiverio, de Heldai, y de Tobías,
y de Jedaía, los cuales volvieron de Babilonia; y vendrás tú en
11 aquel día, y entrarás en casa de Josías hijo de Sefanías; To-
marás pues plata y oro, y harás coronas, y las pondrás en la
12 cabeza del gran sacerdote Josué, hijo de Josadac; Y le habla-
rás, diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo:
He aquí el varón cuyo nombre es Pimpollo, el cual germinará
13 de su lugar, y edificará el templo de Jehová: Él edificará el
templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y domina-
rá en su trono, y será sacerdote en su solio; y consejo de paz
14 será entre ambos á dos. Y Helem, y Tobías, y Jedaía, y Hen,
hijo de Sefanías, tendrán coronas por memorial en el templo
15 de Jehová. Y los que están lejos vendrán y edificarán en el
templo de Jehová, y conoceréis que Jehová de los ejércitos me
1285 Zacarías 7. 1–8. 3
ha enviado á vosotros. Y será esto, si oyereis obedientes la voz
de Jehová vuestro Dios.
Y ACONTECIÓ en el año cuarto del rey Darío, que fué 7
palabra de Jehová á Zachârías á los cuatro del mes noveno,
que es Chisleu; Cuando fué enviado á la casa de Dios, Sara- 2
ser, con Regem-melech y sus hombres, á implorar el favor de
Jehová, Y á hablar á los sacerdotes que estaban en la casa 3
de Jehová de los ejércitos, y á los profetas, diciendo: ¿Llora-
remos en el mes quinto? ¿haremos abstinencia como hemos
hecho ya algunos años? Fué pues á mí palabra de Jehová de 4
los ejércitos, diciendo: Habla á todo el pueblo del país, y á 5
los sacerdotes, diciendo: Cuando ayunasteis y llorasteis en el
quinto y en el séptimo mes estos setenta años, ¿habéis ayunado
para mí? Y cuando coméis y bebéis, ¿no coméis y bebéis para 6
vosotros? ¿No son éstas las palabras que publicó Jehová por 7
mano de los profetas primeros, cuando Jerusalem estaba habi-
tada y quieta, y sus ciudades en sus alrededores, y el mediodía
y la campiña se habitaban? Y fué palabra de Jehová á Za- 8
chârías, diciendo: Así habló Jehová de los ejércitos, diciendo: 9
Juzgad juicio verdadero, y haced misericordia y piedad cada
cual con su hermano: No agraviéis á la viuda, ni al huérfano, 10
ni al extranjero, ni al pobre; ni ninguno piense mal en su cora-
zón contra su hermano. Empero no quisieron escuchar, antes 11
dieron hombro rebelado, y agravaron sus oídos para no oír: Y 12
pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las
palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su espíritu,
por mano de los profetas primeros: fué, por tanto, hecho gran-
de castigo por Jehová de los ejércitos. Y aconteció que como 13
él clamó, y no escucharon, así ellos clamaron, y yo no escuché,
dice Jehová de los ejércitos; Antes los esparcí con torbelli- 14
no por todas las gentes que ellos no conocían, y la tierra fué
desolada tras de ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues
tornaron en asolamiento el país deseable.
Y FUÉ á mí palabra de Jehová de los ejércitos, diciendo: 8
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo he celado á Sión con 2
grande celo, y con grande ira la celé. Así dice Jehová: Yo he 3
restituído á Sión, y moraré en medio de Jerusalem: y Jerusa-
lem se llamará Ciudad de Verdad, y el monte de Jehová de
8. 4–19 Zacarías 1286
4 los ejércitos, Monte de Santidad. Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Aun han de morar viejos y viejas en las plazas de Je-
rusalem, y cada cual con bordón en su mano por la multitud
5 de los días. Y las calles de la ciudad serán llenas de mucha-
6 chos y muchachas, que jugarán en las calles. Así dice Jehová
de los ejércitos: Si esto parecerá dificultoso á los ojos del resto
de este pueblo en aquellos días, ¿también será dificultoso de-
7 lante de mis ojos? dice Jehová de los ejércitos. Así ha dicho
Jehová de los ejércitos: He aquí, yo salvo mi pueblo de la tierra
8 del oriente, y de la tierra donde se pone el sol; Y traerélos,
y habitarán en medio de Jerusalem; y me serán por pueblo,
9 y yo seré á ellos por Dios con verdad y con justicia. Así ha
dicho Jehová de los ejércitos: Esfuércense vuestras manos, de
vosotros los que oís en estos días estas palabras de la boca de
los profetas, desde el día que se echó el cimiento á la casa de
10 Jehová de los ejércitos, para edificar el templo. Porque antes
de estos días no ha habido paga de hombre, ni paga de bes-
tia, ni hubo paz alguna para entrante ni para saliente, á causa
del enemigo: y yo dejé todos los hombres, cada cual contra su
11 compañero. Mas ahora no lo haré con el resto de este pueblo
como en aquellos días pasados, dice Jehová de los ejércitos.
12 Porque habrá simiente de paz; la vid dará su fruto, y dará su
producto la tierra, y los cielos darán su rocío; y haré que el
13 resto de este pueblo posea todo esto. Y será que como fuisteis
maldición entre las gentes, oh casa de Judá y casa de Israel,
así os salvaré, y seréis bendición. No temáis, mas esfuércense
14 vuestras manos. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Como pensé haceros mal cuando vuestros padres me provoca-
15 ron á ira, dice Jehová de los ejércitos, y no me arrepentí; Así
tornando he pensado de hacer bien á Jerusalem y á la casa de
16 Judá en estos días: no temáis. Estas son las cosas que habéis
de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad en
17 vuestras puertas verdad y juicio de paz: Y ninguno de vo-
sotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis
juramento falso: porque todas estas son cosas que aborrezco,
18 dice Jehová Y fué á mí palabra de Jehová de los ejércitos,
19 diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: El ayuno del
cuarto mes, y el ayuno del quinto, y el ayuno del séptimo, y
1287 Zacarías 8. 20–9. 12
el ayuno del décimo, se tornarán á la casa de Judá en gozo y
alegría, y en festivas solemnidades. Amad pues verdad y paz.
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Aun vendrán pueblos, y 20
moradores de muchas ciudades; Y vendrán los moradores de 21
la una á la otra, y dirán: Vamos á implorar el favor de Jehová,
y á buscar á Jehová de los ejércitos. Yo también iré. Y ven- 22
drán muchos pueblos y fuertes naciones á buscar á Jehová de
los ejércitos en Jerusalem, y á implorar el favor de Jehová. Así 23
ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos días acontecerá
que diez hombres de todas las lenguas de las gentes, trabarán
de la falda de un Judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque
hemos oído que Dios está con vosotros.
CARGA de la palabra de Jehová contra tierra de Hadra- 9
ch, y de Damasco su reposo: porque á Jehová están vueltos
los ojos de los hombres, y de todas las tribus de Israel. Y 2
también Hamath tendrá término en ella; Tiro y Sidón, aunque
muy sabia sea. Bien que Tiro se edificó fortaleza, y amontonó 3
plata como polvo, y oro como lodo de las calles, He aquí, el 4
Señor la empobrecerá, y herirá en la mar su fortaleza, y ella
será consumida de fuego. Ascalón verá, y temerá; Gaza tam- 5
bién, y se dolerá en gran manera: asimismo Ecrón, porque su
esperanza será confundida; y de Gaza perecerá el rey, y Asca-
lón no será habitada. Y habitará en Asdod un extranjero, y 6
yo talaré la soberbia de los Palestinos: Y quitaré sus sangres 7
de su boca, y sus abominaciones de sus dientes, y quedarán
ellos también para nuestro Dios, y serán como capitanes en
Judá, y Ecrón como el Jebuseo. Y seré real de ejército á mi 8
casa, á causa del que va y del que viene: y no pasará más sobre
ellos angustiador; porque ahora miré con mis ojos. Alégrate 9
mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalem: he
aquí, tu rey vendrá á ti, justo y salvador, humilde, y cabal-
gando sobre un asno, así sobre un pollino hijo de asna. Y de 10
Ephraim destruiré los carros, y los caballo de Jerusalem; y los
arcos de guerra serán quebrados: y hablará paz á las gentes;
y su señorío será de mar á mar, y desde el río hasta los fines
de la tierra. Y tú también por la sangre de tu pacto serás 11
salva; yo he sacado tus presos del aljibe en que no hay agua.
Tornaos á la fortaleza, oh presos de esperanza: hoy también 12
9. 13–10. 11 Zacarías 1288
13 os anuncio que os daré doblado. Porque entesado he para mí
á Judá como arco, henchí á Ephraim; y despertaré tus hijos,
oh Sión, contra tus hijos, oh Grecia, y te pondré como espa-
14 da de valiente. Y Jehová será visto sobre ellos, y su dardo
saldrá como relámpago: y el Señor Jehová tocará trompeta,
15 é irá como torbellinos del austro. Jehová de los ejércitos los
amparará, y ellos devorarán, y sujetarán á las piedras de la
honda, y beberán y harán estrépito como tomados del vino;
16 y se llenarán como cuenco, ó como los lados del altar. Y los
salvará en aquel día Jehová su Dios como á rebaño de su pue-
blo: porque serán engrandecidos en su tierra como piedras de
17 corona. Porque ¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura!
El trigo alegrará á los mancebos, y el vino á las doncellas.
10 PEDID á Jehová lluvia en la sazón tardía: Jehová hará re-
lámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba en el campo
2 á cada uno. Porque las imágenes han hablado vanidad, y los
adivinos han visto mentira, y han hablado sueños vanos, en
vano consuelan: por lo cual se fueron ellos como ovejas, fueron
3 humillados porque no tuvieron pastor. Contra los pastores se
ha encendido mi enojo, y castigaré los machos de cabrío: mas
Jehová de los ejércitos visitará su rebaño, la casa de Judá, y
4 tornarálos como su caballo de honor en la guerra. De él sal-
drá el ángulo, de él la clavija, de él el arco de la guerra, de él
5 también todo apremiador. Y serán como valientes, que en la
batalla pisan al enemigo en el lodo de las calles; y pelearán,
porque Jehová será con ellos; y los que cabalgan en caballos
6 serán avergonzados. Porque yo fortificaré la casa de Judá, y
guardaré la casa de José; y harélos volver, porque de ellos ten-
dré piedad; y serán como si no los hubiera desechado; porque
7 yo soy Jehová su Dios, que los oiré. Y será Ephraim como va-
liente, y alegraráse su corazón como de vino: sus hijos también
8 verán y se alegrarán; su corazón se gozará en Jehová. Yo les
silbaré y los juntaré, porque los he redimido; y serán multipli-
9 cados como fueron multiplicados. Bien que los sembraré entre
los pueblos, aun en lejanos países se acordarán de mí; y vivirán
10 con sus hijos, y tornarán. Porque yo los tornaré de la tierra
de Egipto, y los recogeré de la Asiria; y traerélos á la tierra de
11 Galaad y del Líbano, y no les bastará. Y la tribulación pasará
1289 Zacarías 10. 12–11. 16
por la mar, y en la mar herirá las ondas, y se secarán todas
las honduras del río: y la soberbia de Assur será derribada, y
se perderá el cetro de Egipto. Y yo los fortificaré en Jehová, 12
y caminarán en su nombre, dice Jehová.
OH Líbano, abre tus puertas, y queme fuego tus cedros. 11
Aulla, oh haya, porque el cedro cayó, porque los magníficos 2
son talados. Aullad, alcornoques de Basán, porque el fuerte
monte es derribado. Voz de aullido de pastores, porque su 3
magnificencia es asolada; estruendo de bramidos de cachorros
de leones, porque la soberbia del Jordán es destruída. Así 4
ha dicho Jehová mi Dios: Apacienta las ovejas de la matanza;
Á las cuales mataban sus compradores, y no se tenían por 5
culpables; y el que las vendía, decía: Bendito sea Jehová, que
he enriquecido; ni sus pastores tenían piedad de ellas. Por 6
tanto, no más tendré piedad de los moradores de la tierra, dice
Jehová: porque he aquí, yo entregaré los hombres, cada cual en
mano de su compañero, y en mano de su rey; y quebrantarán la
tierra, y yo no libraré de sus manos. Apacenté pues las ovejas 7
de la matanza, es á saber, los pobres del rebaño. Y me tomé dos
cayados; al uno puse por nombre Suavidad, y al otro Ataduras;
y apacenté las ovejas. É hice matar tres pastores en un mes, 8
y mi alma se angustió por ellos, y también el alma de ellos
me aborreció á mí. Y dije: No os apacentaré; la que muriere, 9
muera; y la que se perdiere, se pierda; y las que quedaren,
que cada una coma la carne de su compañera. Tomé luego 10
mi cayado Suavidad, y quebrélo, para deshacer mi pacto que
concerté con todos los pueblos. Y fué deshecho en ese día, 11
y así conocieron los pobres del rebaño que miran á mí, que
era palabra de Jehová. Y díjeles: Si os parece bien, dadme 12
mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron para mi salario treinta
piezas de plata. Y díjome Jehová: Échalo al tesorero, hermoso 13
precio con que me han apreciado. Y tomé las treinta piezas
de plata, y echélas en la casa de Jehová al tesorero. Quebré 14
luego el otro mi cayado Ataduras, para romper la hermandad
entre Judá é Israel. Y díjome Jehová: Toma aún el hato de 15
un pastor insensato; porque he aquí, yo levanto pastor en la 16
tierra, que no visitará las perdidas, no buscará la pequeña, no
curará la perniquebrada, ni llevará la cansada á cuestas; sino
11. 17–12. 13 Zacarías 1290
17 que se comerá la carne de la gruesa, y romperá sus uñas. Mal
haya el pastor de nada, que deja el ganado. Espada sobre su
brazo, y sobre su ojo derecho: del todo se secará su brazo, y
enteramente será su ojo derecho oscurecido.
12 CARGA de la palabra de Jehová acerca de Israel. Jehová,
que extiende los cielos, y funda la tierra, y forma el espíritu
2 del hombre dentro de él, ha dicho: He aquí, yo pongo á Je-
rusalem por vaso de temblor á todos los pueblos de alrededor
3 cuando estén en el sitio contra Judá y contra Jerusalem. Y se-
rá en aquel día, que yo pondré á Jerusalem por piedra pesada
á todos los pueblos: todos los que se la cargaren, serán des-
pedazados, bien que todas las gentes de la tierra se juntarán
4 contra ella. En aquel día, dice Jehová, heriré con aturdimien-
to á todo caballo, y con locura al que en él sube; mas sobre
la casa de Judá abriré mis ojos, y á todo caballo de los pue-
5 blos heriré con ceguera. Y los capitanes de Judá dirán en su
corazón: Mi fuerza son los moradores de Jerusalem en Jehová
6 de los ejércitos su Dios. En aquel día pondré los capitanes de
Judá como un brasero de fuego en leña, y como una hacha de
fuego en gavillas; y consumirán á diestra y á siniestra todos
los pueblos alrededor: y Jerusalem será otra vez habitada en
7 su lugar, en Jerusalem. Y librará Jehová las tiendas de Judá
primero, porque la gloria de la casa de David y del morador de
8 Jerusalem no se engrandezca sobre Judá. En aquel día Jehová
defenderá al morador de Jerusalem: y el que entre ellos fuere
flaco, en aquel tiempo será como David; y la casa de David
9 como ángeles, como el ángel de Jehová delante de ellos. Y se-
rá que en aquel día yo procuraré quebrantar todas las gentes
10 que vinieren contra Jerusalem. Y derramaré sobre la casa de
David, y sobre los moradores de Jerusalem, espíritu de gracia
y de oración; y mirarán á mí, á quien traspasaron, y harán
llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre
11 él como quien se aflige sobre primogénito. En aquel día habrá
gran llanto en Jerusalem, como el llanto de Adadrimón en el
12 valle de Megiddo. Y la tierra lamentará, cada linaje de por
sí; el linaje de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; el
13 linaje de la casa de Nathán por sí, y sus mujeres por sí; El
linaje de la casa de Leví por sí, y sus mujeres por sí; el linaje
1291 Zacarías 12. 14–14. 5
de Simei por sí, y sus mujeres por sí; Todos los otros linajes, 14
los linajes por sí, y sus mujeres por sí.
EN aquel tiempo habrá manantial abierto para la casa de 13
David y para los moradores de Jerusalem, para el pecado y la
inmundicia. Y será en aquel día, dice Jehová de los ejércitos, 2
que talaré de la tierra los nombres de las imágenes, y nunca
más vendrán en memoria: y también haré talar de la tierra los
profetas, y espíritu de inmundicia. Y será que cuando alguno 3
más profetizare, diránle su padre y su madre que lo engendra-
ron: No vivirás, porque has hablado mentira en el nombre de
Jehová: y su padre y su madre que lo engendraron, le alancea-
rán cuando profetizare. Y será en aquel tiempo, que todos los 4
profetas se avergonzarán de su visión cuando profetizaren; ni
nunca más se vestirán de manto velloso para mentir Y dirá: 5
No soy profeta; labrador soy de la tierra: porque esto aprendí
del hombre desde mi juventud. Y le preguntarán: ¿Qué he- 6
ridas son éstas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fuí
herido en casa de mis amigos. Levántate, oh espada, sobre 7
el pastor, y sobre el hombre compañero mío, dice Jehová de
los ejércitos. Hiere al pastor, y se derramarán las ovejas: mas
tornaré mi mano sobre los chiquitos. Y acontecerá en toda la 8
tierra, dice Jehová, que las dos partes serán taladas en ella, y
se perderán; mas la tercera quedará en ella. Y meteré en el 9
fuego la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y
probarélos como se prueba el oro. Él invocará mi nombre, y
yo le oiré, y diré: Pueblo mío: y él dirá: Jehová es mi Dios.
HE aquí, el día de Jehová viene, y tus despojos serán repar- 14
tidos en medio de ti. Porque yo reuniré todas las gentes en 2
batalla contra Jerusalem; y la ciudad será tomada, y saquea-
das serán las casas, y forzadas las mujeres: y la mitad de la
ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será talado
de la ciudad. Después saldrá Jehová, y peleará con aquellas 3
gentes, como peleó el día de la batalla. Y afirmaránse sus pies 4
en aquel día sobre el monte de las Olivas, que está en frente
de Jerusalem á la parte de oriente: y el monte de las Olivas,
se partirá por medio de sí hacia el oriente y hacia el occidente
haciendo un muy grande valle; y la mitad del monte se aparta-
rá hacia el norte, y la otra mitad hacia el mediodía. Y huiréis 5
14. 6–19 Zacarías 1292
al valle de los montes; porque el valle de los montes llegará
hasta Hasal; y huiréis de la manera que huisteis por causa del
terremoto en los días de Uzzías, rey de Judá: y vendrá Jehová
6 mi Dios, y con él todos los santos. Y acontecerá que en ese
7 día no habrá luz clara, ni oscura. Y será un día, el cual es
conocido de Jehová, que ni será día ni noche; mas acontece-
8 rá que al tiempo de la tarde habrá luz. Acontecerá también
en aquel día, que saldrán de Jerusalem aguas vivas; la mitad
de ellas hacia la mar oriental, y la otra mitad hacia la mar
9 occidental, en verano y en invierno. Y Jehová será rey sobre
toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre.
10 Y toda la tierra se tornará como llanura desde Gabaa hasta
Rimmón al mediodía de Jerusalem: y ésta será enaltecida, y
habitarse ha en su lugar desde la puerta de Benjamín hasta el
lugar de la puerta primera, hasta la puerta de los rincones; y
11 desde la torre de Hananeel hasta los lagares del rey. Y mora-
rán en ella, y nunca más será anatema: sino que será Jerusalem
12 habitada confiadamente. Y ésta será la plaga con que herirá
Jehová á todos los pueblos que pelearon contra Jerusalem: la
carne de ellos se disolverá estando ellos sobre sus pies, y se
consumirán sus ojos en sus cuencas, y su lengua se les desha-
13 rá en su boca. Y acontecerá en aquel día que habrá en ellos
gran quebrantamiento de Jehová; porque trabará cada uno de
la mano de su compañero, y su mano echará contra la mano
14 de su compañero. Y Judá también peleará en Jerusalem. Y
serán reunidas las riquezas de todas las gentes de alrededor:
15 oro, y plata, y ropas de vestir, en grande abundancia. Y tal
como esto será la plaga de los caballos, de los mulos, de los
camellos, de los asnos, y de todas las bestias que estuvieren
16 en aquellos campamentos. Y todos los que quedaren de las
gentes que vinieron contra Jerusalem subirán de año en año á
adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, y á celebrar la fiesta de
17 las Cabañas. Y acontecerá, que los de las familias de la tierra
que no subieren á Jerusalem á adorar al Rey, Jehová de los
18 ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia. Y si la familia de Egip-
to no subiere, y no viniere, sobre ellos no habrá lluvia; vendrá
la plaga con que Jehová herirá las gentes que no subieren á ce-
19 lebrar la fiesta de las Cabañas. Ésta será la pena del pecado
1293 Zacarías 14. 20–21
de Egipto, y del pecado de todas las gentes que no subieran á
celebrar la fiesta de las Cabañas. En aquel tiempo estará so- 20
4
C ARGA de la palabra de Jehová contra Israel, por
mano de Malaquías. Yo os he amado, dice Jehová:
y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú her-
mano de Jacob, dice Jehová, y amé á Jacob, Y á
Esaú aborrecí, y torné sus montes en asolamiento, y su po-
sesión para los chacales del desierto? Cuando Edom dijere:
Nos hemos empobrecido, mas tornemos á edificar lo arruina-
do; así ha dicho Jehová de los ejércitos: Ellos edificarán, y
yo destruiré: y les llamarán Provincia de impiedad, y, Pueblo
5 contra quien Jehová se airó para siempre. Y vuestros ojos lo
verán, y diréis: Sea Jehová engrandecido sobre la provincia de
6 Israel. El hijo honra al padre, y el siervo á su señor: si pues
soy yo padre, ¿qué es de mi honra? y si soy señor, ¿qué es de
mi temor?, dice Jehová de los ejércitos á vosotros, oh sacer-
dotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos
7 menospreciado tu nombre? Que ofrecéis sobre mi altar pan
inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos amancillado? En que
8 decís: La mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis
el animal ciego para sacrificar, ¿no es malo? asimismo cuando
ofrecéis el cojo ó el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo pues á
tu príncipe: ¿acaso se agradará de ti, ó le serás acepto? dice
9 Jehová de los ejércitos. Ahora pues, orad á la faz de Dios que
tenga piedad de nosotros: esto de vuestra mano vino: ¿le se-
10 réis agradables? dice Jehová de los ejércitos. ¿Quién también
hay de vosotros que cierre las puertas ó alumbre mi altar de
balde? Yo no recibo contentamiento en vosotros, dice Jehová
de los ejércitos, ni de vuestra mano me será agradable el pre-
11 sente. Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es
grande mi nombre entre las gentes; y en todo lugar se ofrece
á mi nombre perfume, y presente limpio: porque grande es mi
12 nombre entre las gentes, dice Jehová de los ejércitos. Y vos-
otros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa
de Jehová; y cuando hablan que su alimento es despreciable.
13 Habéis además dicho: ¡Oh qué trabajo! y lo desechasteis, dice
1295 Malaquías 1. 14–2. 14
Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, ó cojo, ó en-
fermo, y presentasteis ofrenda. ¿Seráme acepto eso de vuestra
mano? dice Jehová. Maldito el engañoso, que tiene macho en 14
su rebaño, y promete, y sacrifica lo dañado á Jehová: porque
yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es
formidable entre las gentes.
AHORA pues, oh sacerdotes, á vosotros es este mandamien- 2
to. Si no oyereis, y si no acordareis dar gloria á mi nombre, 2
ha dicho Jehová de los ejércitos, enviaré maldición sobre voso-
tros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido,
porque no lo ponéis en vuestro corazón. He aquí, yo os daño 3
la sementera, y esparciré el estiércol sobre vuestros rostros, el
estiércol de vuestras solemnidades, y con él seréis removidos.
Y sabréis que yo os envié este mandamiento, para que fuese 4
mi pacto con Leví, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mi pac- 5
to fué con él de vida y de paz, las cuales cosas yo le dí por
el temor; porque me temió, y delante de mi nombre estuvo
humillado. La Ley de verdad estuvo en su boca, é iniquidad 6
no fué hallada en sus labios: en paz y en justicia anduvo con-
migo, y á muchos hizo apartar de la iniquidad. Porque los 7
labios de los sacerdotes han de guardar la sabiduría, y de su
boca buscarán la ley; porque mensajero es de Jehová de los
ejércitos. Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis 8
hecho tropezar á muchos en la ley; habéis corrompido el pacto
de Leví, dice Jehová de los ejércitos. Por tanto, yo también 9
os torné viles y bajos á todo el pueblo, según que vosotros
no habéis guardado mis caminos, y en la ley tenéis acepción
de personas. ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos 10
ha criado un mismo Dios? ¿Por qué menospreciaremos cada
uno á su hermano, quebrantando el pacto de nuestros padres?
Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalem ha sido cometida 11
abominación; porque Judá ha profanado la santidad de Jehová
que amó, y casádose con hija de dios extraño. Jehová talará 12
de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto, al que vela,
y al que responde, y al que ofrece presente á Jehová de los
ejércitos. Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de 13
lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más á pre-
sente, para aceptarlo con gusto de vuestra mano. Mas diréis: 14
2. 15–3. 10 Malaquías 1296
¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de
tu mocedad, contra la cual tú has sido desleal, siendo ella tu
15 compañera, y la mujer de tu pacto. Pues qué ¿no hizo él uno
solo aunque tenía la abundancia del espíritu? ¿Y por qué uno?
Para que procurara una simiente de Dios. Guardaos pues en
vuestros espíritus, y contra la mujer de vuestra mocedad no
16 seáis desleales. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él
aborrece que sea repudiada; y cubra la iniquidad con su ves-
tido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos pues en vuestros
17 espíritus, y no seáis desleales. Habéis hecho cansar á Jehová
con vuestras palabras. Y diréis: ¿En qué le hemos cansado?
Cuando decís: Cualquiera que mal hace agrada á Jehová, y en
los tales toma contentamiento: de otra manera, ¿dónde está el
Dios de juicio?
3 HE aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el cami-
no delante de mí: y luego vendrá á su templo el Señor á quien
vosotros buscáis, y el ángel del pacto, á quien deseáis vosotros.
2 He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Y quién po-
drá sufrir el tiempo de su venida? ó ¿quién podrá estar cuando
él se mostrará? Porque él es como fuego purificador, y como
3 jabón de lavadores. Y sentarse ha para afinar y limpiar la
plata: porque limpiará los hijos de Leví, los afinará como á oro
4 y como á plata; y ofrecerán á Jehová ofrenda con justicia. Y
será suave á Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalem, como
5 en los días pasados, y como en los años antiguos. Y llegarme
he á vosotros á juicio; y seré pronto testigo contra los hechi-
ceros y adúlteros; y contra los que juran mentira, y los que
detienen el salario del jornalero, de la viuda, y del huérfano,
y los que hacen agravio al extranjero, no teniendo temor de
6 mí, dice Jehová de los ejércitos. Porque yo Jehová, no me mu-
do; y así vosotros, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.
7 Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis
leyes, y no las guardasteis. Tornaos á mí, y yo me tornaré á
vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En
8 qué hemos de tornar? ¿Robará el hombre á Dios? Pues voso-
tros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado?
9 Los diezmos y las primicias. Malditos sois con maldición, por-
10 que vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos
1297 Malaquías 3. 11–4. 6
los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probad-
me ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré
las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde. Increparé también por vosotros al de- 11
vorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra
vid en el campo abortará, dice Jehová de los ejércitos. Y to- 12
das las gentes os dirán bienaventurados; porque seréis tierra
deseable, dice Jehová de los ejércitos. Vuestras palabras han 13
prevalecido contra mí, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos
hablado contra ti? Habéis dicho: Por demás es servir á Dios; 14
¿y qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos tristes
delante de Jehová de los ejércitos? Decimos pues ahora, que 15
bienaventurados los soberbios, y también que los que hacen
impiedad son los prosperados: bien que tentaron á Dios, esca-
paron. Entonces los que temen á Jehová hablaron cada uno 16
á su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fué escrito libro de
memoria delante de él para los que temen á Jehová, y para los
que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, 17
ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día que yo tengo de ha-
cer: y perdonarélos como el hombre que perdona á su hijo que
le sirve. Entonces os tornaréis, y echaréis de ver la diferencia 18
entre el justo y el malo, entre el que sirve á Dios y el que no
le sirve.
PORQUE he aquí, viene el día ardiente como un horno; 4
y todos los soberbios, y todos los que hacen maldad, serán
estopa; y aquel día que vendrá, los abrasará, ha dicho Jehová
de los ejércitos, el cual no les dejará ni raíz ni rama. Mas á 2
vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y
en sus alas traerá salud: y saldréis, y saltaréis como becerros
de la manada. Y hollaréis á los malos, los cuales serán ceniza 3
bajo las plantas de vuestros pies, en el día que yo hago, ha
dicho Jehová de los ejércitos. Acordaos de la ley de Moisés mi 4
siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo
Israel. He aquí, yo os envío á Elías el profeta, antes que venga 5
el día de Jehová grande y terrible. Él convertirá el corazón de 6
los padres á los hijos, y el corazón de los hijos á los padres: no
sea que yo venga, y con destrucción hiera la tierra.
FIN DEL ANTIGUO TESTAMENTO.
EL
NUEVO TESTAMENTO
DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
QUE CONTIENE
LOS ESCRITOS EVANGÉLICOS Y
APOSTÓLICOS
ANTIGUA VERSIÓN DE
CIPRIANO DE VALERA
REVISADA
CON ARREGLO AL ORIGINAL GRIEGO
el santo evangelio
según
san mateo.
eres Hijo de Dios, échate abajo; que escrito está: Á sus ángeles
mandará por ti, Y te alzarán en las manos, Para que nunca
7 tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está ade-
8 más: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le pasa el diablo
á un monte muy alto, y le muestra todos los reinos del mun-
9 do, y su gloria, Y dícele: Todo esto te daré, si postrado me
10 adorares. Entonces Jesús le dice: Vete, Satanás, que escrito
1303 Mateo 4. 11–5. 9
está: Al Señor tu Dios adorarás y á él solo servirás. El diablo 11
entonces le dejó: y he aquí los ángeles llegaron y le servían.
Mas oyendo Jesús que Juan era preso, se volvió á Galilea; Y 12, 13
dejando á Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad ma-
rítima, en los confines de Zabulón y de Nephtalim: Para que 14
se cumpliese lo que fué dicho por el profeta Isaías, que dijo:
La tierra de Zabulón, y la tierra de Nephtalim, Camino de la 15
mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los Gentiles; El 16
pueblo asentado en tinieblas, Vió gran luz; Y á los sentados
en región y sombra de muerte, Luz les esclareció. Desde en- 17
tonces comenzó Jesús á predicar, y á decir: Arrepentíos, que
el reino de los cielos se ha acercado. Y andando Jesús junto á 18
la mar de Galilea, vió á dos hermanos, Simón, que es llamado
Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en la mar;
porque eran pescadores. Y díceles: Venid en pos de mí, y os 19
haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando luego las 20
redes, le siguieron. Y pasando de allí vió otros dos hermanos, 21
Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en el barco con
Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y 22
ellos, dejando luego el barco y á su padre, le siguieron. Y ro- 23
deó Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad
y toda dolencia en el pueblo. Y corría su fama por toda la 24
Siria; y le trajeron todos los que tenían mal: los tomados de
diversas enfermedades y tormentos, y los endemoniados, y lu-
náticos, y paralíticos, y los sanó. Y le siguieron muchas gentes 25
de Galilea y de Decápolis y de Jerusalem y de Judea y de la
otra parte del Jordán.
Y VIENDO las gentes, subió al monte; y sentándose, se lle- 5
garon á él sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba, 2
diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de 3
ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que llo- 4
ran: porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los 5
mansos: porque ellos recibirán la tierra por heredad. Biena- 6
venturados los que tienen hambre y sed de justicia: porque
ellos serán hartos. Bienaventurados los misericordiosos: por- 7
que ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de lim- 8
pio corazón: porque ellos verán á Dios. Bienaventurados los 9
5. 10–25 Mateo 1304
10 pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bi-
enaventurados los que padecen persecución por causa de la
11 justicia: porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventu-
rados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren
12 de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo. Gozaos y ale-
graos; porque vuestra merced es grande en los cielos: que así
13 persiguieron á los profetas que fueron antes de vosotros. Vo-
sotros sois la sal de la tierra: y si la sal se desvaneciere ¿con
qué será salada? no vale más para nada, sino para ser echa-
14 da fuera y hollada de los hombres. Vosotros sois la luz del
mundo: una ciudad asentada sobre un monte no se puede es-
15 conder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un
almud, mas sobre el candelero, y alumbra á todos los que es-
16 tán en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen á vuestro
17 Padre que está en los cielos. No penséis que he venido para
abrogar la ley ó los profetas: no he venido para abrogar, sino
18 á cumplir. Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el
cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta
19 que todas las cosas sean hechas. De manera que cualquiera
que infringiere uno de estos mandamientos muy pequeños, y
así enseñare á los hombres, muy pequeño será llamado en el
reino de los cielos: mas cualquiera que hiciere y enseñare, éste
20 será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo,
que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y
21 de los Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Oísteis
que fué dicho á los antiguos: No matarás; mas cualquiera que
22 matare, será culpado del juicio. Mas yo os digo, que cualquie-
ra que se enojare locamente con su hermano, será culpado del
juicio; y cualquiera que dijere á su hermano, Raca, será cul-
pado del concejo; y cualquiera que dijere, Fatuo, será culpado
23 del infierno del fuego. Por tanto, si trajeres tu presente al
altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra
24 ti, Deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve pri-
mero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu
25 presente. Concíliate con tu adversario presto, entre tanto que
estás con él en el camino; porque no acontezca que el adversa-
rio te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas
1305 Mateo 5. 26–48
echado en prisión. De cierto te digo, que no saldrás de allí, 26
hasta que pagues el último cuadrante. Oísteis que fué dicho: 27
No adulterarás: Mas yo os digo, que cualquiera que mira á 28
una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo, y 29
échalo de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miem-
bros, que no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si 30
tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala, y échala de
ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que
no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. También fué 31
dicho: Cualquiera que repudiare á su mujer, déle carta de di-
vorcio: Mas yo os digo, que el que repudiare á su mujer, fuera 32
de causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se ca-
sare con la repudiada, comete adulterio. Además habéis oído 33
que fué dicho á los antiguos: No te perjurarás; mas pagarás al
Señor tus juramentos. Mas yo os digo: No juréis en ninguna 34
manera: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; Ni por 35
la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalem,
porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, 36
porque no puedes hacer un cabello blanco ó negro. Mas sea 37
vuestro hablar: Sí, sí; No, no; porque lo que es más de esto,
de mal procede. Oísteis que fué dicho á los antiguos: Ojo por 38
ojo, y diente por diente. Mas yo os digo: No resistáis al mal; 39
antes á cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele
también la otra; Y al que quisiere ponerte á pleito y tomarte 40
tu ropa, déjale también la capa; Y á cualquiera que te cargare 41
por una milla, ve con él dos. Al que te pidiere, dale; y al que 42
quisiere tomar de ti prestado, no se lo rehuses. Oísteis que 43
fué dicho: Amarás á tu prójimo, y aborrecerás á tu enemigo.
Mas yo os digo: Amad á vuestros enemigos, bendecid á los 44
que os maldicen, haced bien á los que os aborrecen, y orad
por los que os ultrajan y os persiguen; Para que seáis hijos de 45
vuestro Padre que está en los cielos: que hace que su sol salga
sobre malos y buenos, y llueve sobre justos é injustos. Por- 46
que si amareis á los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?
¿no hacen también lo mismo los publicanos? Y si abrazareis á 47
vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿no hacen
también así los Gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como 48
6. 1–20 Mateo 1306
vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
6 MIRAD que no hagáis vuestra justicia delante de los hom-
bres, para ser vistos de ellos: de otra manera no tendréis mer-
2 ced de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando pues haces
limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los
hipócritas en las sinagogas y en las plazas, para ser estimados
de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su recompensa.
3 Mas cuando tú haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace
4 tu derecha; Para que sea tu limosna en secreto: y tu Padre que
5 ve en secreto, él te recompensará en público. Y cuando oras,
no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las
sinagogas, y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos
6 de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su pago. Mas
tú, cuando oras, éntrate en tu cámara, y cerrada tu puerta,
ora á tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secre-
7 to, te recompensará en público. Y orando, no seáis prolijos,
como los Gentiles; que piensan que por su parlería serán oídos.
8 No os hagáis, pues, semejantes á ellos; porque vuestro Padre
sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pi-
9 dáis. Vosotros pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los
10 cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Sea hecha
11 tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Danos
12 hoy nuestro pan cotidiano. Y perdónanos nuestras deudas,
13 como también nosotros perdonamos á nuestros deudores. Y
no nos metas en tentación, mas líbranos del mal: porque tuyo
es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
14 Porque si perdonareis á los hombres sus ofensas, os perdonará
15 también á vosotros vuestro Padre celestial. Mas si no perdo-
nareis á los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os
16 perdonará vuestras ofensas. Y cuando ayunáis, no seáis como
los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros para
parecer á los hombres que ayunan: de cierto os digo, que ya
17 tienen su pago. Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava
18 tu rostro; Para no parecer á los hombres que ayunas, sino á
tu Padre que está en secreto: y tu Padre que ve en secreto, te
19 recompensará en público. No os hagáis tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladronas minan
20 y hurtan; Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni
1307 Mateo 6. 21–7. 7
orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: Porque 21
donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. La 22
lámpara del cuerpo es el ojo: así que, si tu ojo fuere sincero,
todo tu cuerpo será luminoso: Mas si tu ojo fuere malo, todo 23
tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la lumbre que en ti hay
son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas? Ninguno 24
puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y amará
al otro, ó se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis
servir á Dios y á Mammón. Por tanto os digo: No os congojéis 25
por vuestra vida, qué habéis de comer, ó que habéis de beber;
ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir: ¿no es la vida más
que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad las aves 26
del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes; y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho
mejores que ellas?. Mas ¿quién de vosotros podrá, congoján- 27
dose, añadir á su estatura un codo? Y por el vestido ¿por qué 28
os congojáis? Reparad los lirios del campo, cómo crecen; no
trabajan ni hilan; Mas os digo, que ni aun Salomón con toda 29
su gloria fué vestido así como uno de ellos. Y si la hierba del 30
campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la
viste así, ¿no hará mucho más á vosotros, hombres de poca fe?
No os congojéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos, ó qué bebe- 31
remos, ó con qué nos cubriremos? Porque los Gentiles buscan 32
todas estas cosas: que vuestro Padre celestial sabe que de to-
das estas cosas habéis menester. Mas buscad primeramente 33
el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán aña-
didas. Así que, no os congojéis por el día de mañana; que el 34
día de mañana traerá su fatiga: basta al día su afán.
NO juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el 7, 2
juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida con
que medís, os volverán á medir. Y ¿por qué miras la mota 3
que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que
está en tu ojo? Ó ¿cómo dirás á tu hermano: Espera, echaré 4
de tu ojo la mota, y he aquí la viga en tu ojo? ¡Hipócrita! echa 5
primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota
del ojo de tu hermano. No deis lo santo á los perros, ni echéis 6
vuestras perlas delante de los puercos; porque no las rehuellen
con sus pies, y vuelvan y os despedacen. Pedid, y se os dará; 7
7. 8–29 Mateo 1308
8 buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque cualquiera
que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá.
9 ¿Qué hombre hay de vosotros, á quien si su hijo pidiere pan, le
10 dará una piedra? ¿Y si le pidiere un pez, le dará una serpien-
11 te? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas
á vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los
12 cielos, dará buenas cosas á los que le piden? Así que, todas
las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros,
así también haced vosotros con ellos; porque ésta es la ley y los
13 profetas. Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la
puerta, y espacioso el camino que lleva á perdición, y muchos
14 son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta, y
angosto el camino que lleva á la vida, y pocos son los que la ha-
15 llan. Y guardaos de los falsos profetas, que vienen á vosotros
16 con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces. Por
sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, ó higos
17 de los abrojos? Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas
18 el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol
llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos.
19 Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase y échase en el fue-
20, 21 go. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me
dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que
22 hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos
me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre
23 hicimos mucho milagros? Y entonces les protestaré: Nunca
24 os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad. Cualquiera,
pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé á un
25 hombre prudente, que edificó su casa sobre la peña; Y descen-
dió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron
aquella casa; y no cayó: porque estaba fundada sobre la pe-
26 ña. Y cualquiera que me oye estas palabras, y no las hace, le
compararé á un hombre insensato, que edificó su casa sobre la
27 arena; Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos,
é hicieron ímpetu en aquella casa; y cayó, y fué grande su rui-
28 na. Y fué que, como Jesús acabó estas palabras, las gentes se
29 admiraban de su doctrina; Porque les enseñaba como quien
tiene autoridad, y no como los escribas.
1309 Mateo 8. 1–24
Y COMO descendió del monte, le seguían muchas gentes. 8
Y he aquí un leproso vino, y le adoraba, diciendo: Señor, si 2
quisieres, puedes limpiarme. Y extendiendo Jesús su mano, 3
le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y luego su lepra fué lim-
piada. Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas á nadie; mas 4
ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece el presente que mandó Moi-
sés, para testimonio á ellos. Y entrando Jesús en Capernaum, 5
vino á él un centurión, rogándole, Y diciendo: Señor, mi mo- 6
zo yace en casa paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús 7
le dijo: Yo iré y le sanaré. Y respondió el centurión, y dijo: 8
Señor, no soy digno de que entres debajo de mi techado; mas
solamente di la palabra, y mi mozo sanará. Porque también 9
yo soy hombre bajo de potestad, y tengo bajo de mí soldados:
y digo á éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y á mi siervo:
Haz esto, y lo hace. Y oyendo Jesús, se maravilló, y dijo á los 10
que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he halla-
do fe tanta. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del 11
occidente, y se sentarán con Abraham, é Isaac, y Jacob, en el
reino de los cielos: Mas los hijos del reino serán echados á las 12
tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes. En- 13
tonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste te sea hecho.
Y su mozo fué sano en el mismo momento. Y vino Jesús á ca- 14
sa de Pedro, y vió á su suegra echada en cama, y con fiebre. Y 15
tocó su mano, y la fiebre la dejó: y ella se levantó, y les servía.
Y como fué ya tarde, trajeron á él muchos endemoniados: y 16
echó los demonios con la palabra, y sanó á todos los enfermos;
Para que se cumpliese lo que fué dicho por el profeta Isaías, 17
que dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nues-
tras dolencias. Y viendo Jesús muchas gentes alrededor de sí, 18
mandó pasar á la otra parte del lago. Y llegándose un escriba, 19
le dijo: Maestro, te seguiré á donde quiera que fueres. Y Jesús 20
le dijo: Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo nidos;
mas el Hijo del hombre no tiene donde recueste su cabeza. Y 21
otro de sus discípulos le dijo: Señor, dame licencia para que
vaya primero, y entierre á mi padre. Y Jesús le dijo: Sígueme; 22
deja que los muertos entierren á sus muertos. Y entrando él 23
en el barco, sus discípulos le siguieron. Y he aquí, fué hecho 24
en la mar un gran movimiento, que el barco se cubría de las
8. 25–9. 10 Mateo 1310
25 ondas; mas él dormía. Y llegándose sus discípulos, le desper-
26 taron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos. Y él les dice:
¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose,
27 reprendió á los vientos y á la mar; y fué grande bonanza. Y
los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste,
28 que aun los vientos y la mar le obedecen? Y como él hubo lle-
gado en la otra ribera al país de los Gergesenos, le vinieron al
encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, fieros
29 en gran manera, que nadie podía pasar por aquel camino. Y
he aquí clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos contigo, Jesús, Hijo
30 de Dios? ¿has venido acá á molestarnos antes de tiempo? Y
31 estaba lejos de ellos un hato de muchos puercos paciendo. Y
los demonios le rogaron, diciendo: Si nos echas, permítenos ir
32 á aquel hato de puercos. Y les dijo: Id. Y ellos salieron, y se
fueron á aquel hato de puercos: y he aquí, todo el hato de los
puercos se precipitó de un despeñadero en la mar, y murieron
33 en las aguas. Y los porqueros huyeron, y viniendo á la ciudad,
contaron todas las cosas, y lo que había pasado con los ende-
34 moniados. Y he aquí, toda la ciudad salió á encontrar á Jesús:
Y cuando le vieron, le rogaban que saliese de sus términos.
9 ENTONCES entrando en el barco, pasó á la otra parte, y vi-
2 no á su ciudad. Y he aquí le trajeron un paralítico, echado en
una cama: y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Con-
3 fía, hijo; tus pecados te son perdonados. Y he aquí, algunos
4
5
P RINCIPIO del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo
envío á mi mensajero delante de tu faz, Que apareje
tu camino delante de ti. Voz del que clama en el
desierto: Aparejad el camino del Señor; Enderezad sus vere-
das. Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo
del arrepentimiento para remisión de pecados. Y salía á él
toda la provincia de Judea, y los de Jerusalem; y eran todos,
bautizados por él en el río de Jordán, confesando sus pecados.
6 Y Juan andaba vestido de pelos de camello, y con un cinto
de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel sil-
7 vestre. Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más
poderoso que yo, al cual no soy digno de desatar encorvado
8 la correa de sus zapatos. Yo á la verdad os he bautizado con
9 agua; mas él os bautizará con Espíritu Santo. Y aconteció en
aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fué bau-
10 tizado por Juan en el Jordán. Y luego, subiendo del agua, vió
abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma, que descendía
11 sobre él. Y hubo una voz de los cielos que decía: Tú eres mi
12 Hijo amado; en ti tomo contentamiento. Y luego el Espíritu le
13 impele al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días,
y era tentado de Satanás; y estaba con las fieras; y los ánge-
14 les le servían. Mas después que Juan fué encarcelado, Jesús
15 vino á Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, Y
diciendo: El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca:
16 arrepentíos, y creed al evangelio. Y pasando junto á la mar
de Galilea, vió á Simón, y á Andrés su hermano, que echaban
17 la red en la mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús:
Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
18, 19 Y luego, dejadas sus redes, le siguieron. Y pasando de allí un
1351 Marcos 1. 20–44
poco más adelante, vió á Jacobo, hijo de Zebedeo, y á Juan
su hermano, también ellos en el navío, que aderezaban las re-
des. Y luego los llamó: y dejando á su padre Zebedeo en el 20
barco con los jornaleros, fueron en pos de él. Y entraron en 21
Capernaum; y luego los sábados, entrando en la sinagoga, en-
señaba. Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba 22
como quien tiene potestad, y no como los escribas. Y había 23
en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el
cual dió voces, Diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús 24
Nazareno? ¿Has venido á destruirnos? Sé quién eres, el Santo
de Dios. Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él. Y 25, 26
el espíritu inmundo, haciéndole pedazos, y clamando á gran
voz, salió de él. Y todos se maravillaron, de tal manera que 27
inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina
es ésta, que con potestad aun á los espíritus inmundos manda,
y le obedecen? Y vino luego su fama por toda la provincia 28
alrededor de Galilea. Y luego saliendo de la sinagoga, vinie- 29
ron á casa de Simón y de Andrés, con Jacobo y Juan. Y la 30
suegra de Simón estaba acostada con calentura; y le hablaron
luego de ella. Entonces llegando él, la tomó de su mano y la 31
levantó; y luego la dejó la calentura, y les servía. Y cuando 32
fué la tarde, luego que el sol se puso, traían á él todos los que
tenían mal, y endemoniados; Y toda la ciudad se juntó á la 33
puerta. Y sanó á muchos que estaban enfermos de diversas 34
enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba de-
cir á los demonios que le conocían. Y levantándose muy de 35
mañana, aun muy de noche, salió y se fué á un lugar desierto,
y allí oraba. Y le siguió Simón, y los que estaban con él; Y 36, 37
hallándole, le dicen: Todos te buscan. Y les dice: Vamos á los 38
lugares vecinos, para que predique también allí; porque para
esto he venido. Y predicaba en las sinagogas de ellos en to- 39
da Galilea, y echaba fuera los demonios. Y un leproso vino á 40
él, rogándole; é hincada la rodilla, le dice: Si quieres, puedes
limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió su 41
mano, y le tocó, y le dice: Quiero, sé limpio. Y así que hubo él 42
hablado, la lepra se fué luego de aquél, y fué limpio. Entonces 43
le apercibió, y despidióle luego, Y le dice: Mira, no digas á 44
nadie nada; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu
1. 45–2. 17 Marcos 1352
45 limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio á ellos. Mas
él salido, comenzó á publicarlo mucho, y á divulgar el hecho,
de manera que ya Jesús no podía entrar manifiestamente en la
ciudad, sino que estaba fuera en los lugares desiertos; y venían
á él de todas partes.
2 Y ENTRÓ otra vez en Capernaum después de algunos días,
2 y se oyó que estaba en casa. Y luego se juntaron á él muchos,
que ya no cabían ni aun á la puerta; y les predicaba la pala-
3 bra. Entonces vinieron á él unos trayendo un paralítico, que
4 era traído por cuatro. Y como no podían llegar á él á causa
del gentío, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo
5 abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Y viendo
Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son
6 perdonados. Y estaban allí sentados algunos de los escribas,
7 los cuales pensando en sus corazones, Decían: ¿Por qué ha-
bla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados,
8 sino solo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que
pensaban así dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis
9 estas cosas en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al
paralítico: Tus pecados te son perdonados, ó decirle: Leván-
10 tate, y toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el
Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar los
11 pecados, (dice al paralítico): Á ti te digo: Levántate, y toma
12 tu lecho, y vete á tu casa. Entonces él se levantó luego, y
tomando su lecho, se salió delante de todos, de manera que to-
dos se asombraron, y glorificaron á Dios, diciendo: Nunca tal
13 hemos visto. Y volvió á salir á la mar, y toda la gente venía
14 á él, y los enseñaba. Y pasando, vió á Leví, hijo de Alfeo,
sentado al banco de los públicos tributos, y le dice: Sígueme.
15 Y levantándose le siguió. Y aconteció que estando Jesús á la
mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban
también á la mesa juntamente con Jesús y con sus discípulos:
16 porque había muchos, y le habían seguido. Y los escribas y
los Fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pe-
cadores, dijeron á sus discípulos: ¿Qué es esto, que él come
17 y bebe con los publicanos y con los pecadores? Y oyéndolo
Jesús, les dice: Los sanos no tienen necesidad de médico, mas
los que tienen mal. No he venido á llamar á los justos, sino
1353 Marcos 2. 18–3. 9
á los pecadores. Y los discípulos de Juan, y de los Fariseos 18
ayunaban; y vienen, y le dicen: ¿Por qué los discípulos de Juan
y los de los Fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan? Y 19
Jesús les dice: ¿Pueden ayunar los que están de bodas, cuando
el esposo está con ellos? Entre tanto que tienen consigo al es-
poso no pueden ayunar. Mas vendrán días, cuando el esposo 20
les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán. Nadie 21
echa remiendo de paño recio en vestido viejo; de otra manera el
mismo remiendo nuevo tira del viejo, y la rotura se hace peor.
Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el 22
vino nuevo rompe los odres, y se derrama el vino, y los odres
se pierden; mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
Y aconteció que pasando él por los sembrados en sábado, sus 23
discípulos andando comenzaron á arrancar espigas. Entonces 24
los Fariseos le dijeron: He aquí, ¿por qué hacen en sábado lo
que no es lícito? Y él les dijo: ¿Nunca leísteis qué hizo David 25
cuando tuvo necesidad, y tuvo hambre, él y los que con él es-
taban: Cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiathar sumo 26
pontífice, y comió los panes de la proposición, de los cuales no
es lícito comer sino á los sacerdotes, y aun dió á los que con él
estaban? También les dijo: El sábado por causa del hombre 27
es hecho; no el hombre por causa del sábado. Así que el Hijo 28
del hombre es Señor aun del sábado.
Y OTRA vez entró en la sinagoga; y había allí un hombre 3
que tenía una mano seca. Y le acechaban si en sábado le sana- 2
ría, para acusarle. Entonces dijo al hombre que tenía la mano 3
seca: Levántate en medio. Y les dice: ¿Es lícito hacer bien 4
en sábado, ó hacer mal? ¿salvar la vida, ó quitarla? Mas ellos
callaban. Y mirándolos alrededor con enojo, condoleciéndo- 5
se de la ceguedad de su corazón, dice al hombre: Extiende tu
mano. Y la extendió, y su mano fué restituída sana. Enton- 6
ces saliendo los Fariseos, tomaron consejo con los Herodianos
contra él, para matarle. Mas Jesús se apartó á la mar con sus 7
discípulos: y le siguió gran multitud de Galilea, y de Judea.
Y de Jerusalem, y de Idumea, y de la otra parte del Jordán. Y 8
los de alrededor de Tiro y de Sidón, grande multitud, oyendo
cuán grandes cosas hacía, vinieron á él. Y dijo á sus discípulos 9
que le estuviese siempre apercibida la barquilla, por causa del
3. 10–35 Marcos 1354
10 gentío, para que no le oprimiesen. Porque había sanado á mu-
chos; de manera que caían sobre él cuantos tenían plagas, por
11 tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delan-
12 te de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Mas
13 él les reñía mucho que no le manifestasen. Y subió al monte,
14 y llamó á sí á los que él quiso; y vinieron á él. Y estableció
doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos á predicar.
15 Y que tuviesen potestad de sanar enfermedades, y de echar
16, 17 fuera demonios: Á Simón, al cual puso por nombre Pedro; Y
á Jacobo, hijo de Zebedeo, y á Juan hermano de Jacobo; y les
18 apellidó Boanerges, que es, Hijos del trueno; Y á Andrés, y
á Felipe, y á Bartolomé, y á Mateo, y á Tomas, y á Jacobo
19 hijo de Alfeo, y á Tadeo, y á Simón el Cananita, Y á Judas
20 Iscariote, el que le entregó. Y vinieron á casa. Y agolpóse de
nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan.
21 Y como lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle: porque
22 decían: Está fuera de sí. Y los escribas que habían venido de
Jerusalem, decían que tenía á Beelzebub, y que por el prínci-
23 pe de los demonios echaba fuera los demonios. Y habiéndolos
llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar
24 fuera á Satanás? Y si algún reino contra sí mismo fuere divi-
25 dido, no puede permanecer el tal reino. Y si alguna casa fuere
26 dividida contra sí misma, no puede permanecer la tal casa. Y
si Satanás se levantare contra sí mismo, y fuere dividido, no
27 puede permanecer; antes tiene fin. Nadie puede saquear las
alhajas del valiente entrando en su casa, si antes no atare al
28 valiente y entonces saqueará su casa. De cierto os digo que
todos los pecados serán perdonados á los hijos de los hom-
29 bres, y las blasfemias cualesquiera con que blasfemaren; Mas
cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene
30 jamás perdón, mas está expuesto á eterno juicio. Porque de-
31 cían: Tiene espíritu inmundo. Vienen después sus hermanos
32 y su madre, y estando fuera, enviaron á él llamándole. Y la
gente estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: He aquí, tu
33 madre y tus hermanos te buscan fuera. Y él les respondió,
34 diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando
á los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi
35 madre y hermanos. Porque cualquiera que hiciere la voluntad
1355 Marcos 4. 1–21
de Dios, éste es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.
Y OTRA vez comenzó á enseñar junto á la mar, y se jun- 4
tó á él mucha gente; tanto, que entrándose él en un barco, se
sentó en la mar: y toda la gente estaba en tierra junto á la
mar. Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía 2
en su doctrina: Oíd: He aquí, el sembrador salió á sembrar. 3
Y aconteció sembrando, que una parte cayó junto al camino; 4
y vinieron las aves del cielo, y la tragaron. Y otra parte ca- 5
yó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió,
porque no tenía la tierra profunda: Mas salido el sol, se que- 6
mó; y por cuanto no tenía raíz, se secó. Y otra parte cayó en 7
espinas; y subieron las espinas, y la ahogaron, y no dió fruto.
Y otra parte cayó en buena tierra, y dió fruto, que subió y 8
creció: y llevó uno á treinta, y otro á sesenta, y otro á ciento.
Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga. Y cuando 9, 10
estuvo solo, le preguntaron los que estaban cerca de él con los
doce, sobre la parábola. Y les dijo: Á vosotros es dado saber 11
el misterio del reino de Dios; mas á los que están fuera, por
parábolas todas las cosas; Para que viendo, vean y no echen 12
de ver; y oyendo, oigan y no entiendan: porque no se convier-
tan, y les sean perdonados los pecados. Y les dijo: ¿No sabéis 13
esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
El que siembra es el que siembra la palabra. Y éstos son los 14, 15
de junto al camino: en los que la palabra es sembrada: mas
después que la oyeron, luego viene Satanás, y quita la palabra
que fué sembrada en sus corazones. Y asimismo éstos son los 16
que son sembrados en pedregales: los que cuando han oído la
palabra, luego la toman con gozo; Mas no tienen raíz en sí, 17
antes son temporales, que en levantándose la tribulación ó la
persecución por causa de la palabra, luego se escandalizan. Y 18
éstos son los que son sembrados entre espinas: los que oyen la
palabra; Mas los cuidados de este siglo, y el engaño de las 19
riquezas, y las codicias que hay en las otras cosas, entrando,
ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Y éstos son los que 20
fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra, y
la reciben, y hacen fruto, uno á treinta, otro á sesenta, y otro
á ciento. También les dijo: ¿Tráese la antorcha para ser pues- 21
ta debajo del almud, ó debajo de la cama? ¿No es para ser
4. 22–5. 4 Marcos 1356
22 puesta en el candelero? Porque no hay nada oculto que no
haya de ser manifestado, ni secreto que no haya de descubrir-
23, 24 se. Si alguno tiene oídos para oír, oiga. Les dijo también:
Mirad lo que oís: con la medida que medís, os medirán otros,
25 y será añadido á vosotros los que oís. Porque al que tiene, le
será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
26 Decía más: Así es el reino de Dios, como si un hombre echa si-
27 miente en la tierra; Y duerme, y se levanta de noche y de día,
28 y la simiente brota y crece como él no sabe. Porque de suyo
fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano
29 lleno en la espiga; Y cuando el fruto fuere producido, luego
4
H ABIENDO muchos tentado á poner en orden la his-
toria de las cosas que entre nosotros han sido cier-
tísimas, Como nos lo enseñaron los que desde el
principio lo vieron por sus ojos, y fueron ministros
de la palabra; Me ha parecido también á mí, después de haber
entendido todas las cosas desde el principio con diligencia, es-
cribírtelas por orden, oh muy buen Teófilo, Para que conozcas
5 la verdad de las cosas en las cuales has sido enseñado. HU-
BO en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado
Zachârías, de la suerte de Abías; y su mujer, de las hijas de Aa-
6 rón, llamada Elisabeth. Y eran ambos justos delante de Dios,
andando sin reprensión en todos los mandamientos y estatu-
7 tos del Señor. Y no tenían hijo, porque Elisabeth era estéril,
8 y ambos eran avanzados en días. Y aconteció que ejerciendo
Zachârías el sacerdocio delante de Dios por el orden de su vez,
9 Conforme á la costumbre del sacerdocio, salió en suerte á po-
10 ner el incienso, entrando en el templo del Señor. Y toda la
multitud del pueblo estaba fuera orando á la hora del incienso.
11 Y se le apareció el ángel del Señor puesto en pie á la derecha
12 del altar del incienso. Y se turbó Zachârías viéndole, y cayó
13 temor sobre él. Mas el ángel le dijo: Zachârías, no temas; por-
que tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabeth te parirá un
14 hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría,
15 y muchos se gozarán de su nacimiento. Porque será grande
delante de Dios, y no beberá vino ni sidra; y será lleno del
16 Espíritu Santo, aun desde el seno de su madre. Y á muchos
17 de los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos. Por-
que él irá delante de él con el espíritu y virtud de Elías, para
convertir los corazones de los padres á los hijos, y los rebeldes
á la prudencia de los justos, para aparejar al Señor un pueblo
1383 Lucas 1. 18–40
apercibido. Y dijo Zachârías al ángel: ¿En qué conoceré esto? 18
porque yo soy viejo, y mi mujer avanzada en días. Y respon- 19
diendo el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de
Dios; y soy enviado á hablarte, y á darte estas buenas nuevas.
Y he aquí estarás mudo y no podrás hablar, hasta el día que 20
esto sea hecho, por cuanto no creíste á mis palabras, las cuales
se cumplirán á su tiempo. Y el pueblo estaba esperando á Za- 21
chârías, y se maravillaban de que él se detuviese en el templo.
Y saliendo, no les podía hablar: y entendieron que había visto 22
visión en el templo: y él les hablaba por señas, y quedó mudo.
Y fué, que cumplidos los días de su oficio, se vino á su casa. 23
Y después de aquellos días concibió su mujer Elisabeth, y se 24
encubrió por cinco meses, diciendo: Porque el Señor me ha 25
hecho así en los días en que miró para quitar mi afrenta entre
los hombres. Y al sexto mes, el ángel Gabriel fué enviado de 26
7
E N el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y
el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada
de lo que es hecho, fué hecho. En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres. Y la luz en las tinieblas
resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron. Fué un
hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Éste vino
por testimonio, para que diese testimonio de la luz, para que
8 todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese
9 testimonio de la luz. Aquel era la luz verdadera, que alumbra
10 á todo hombre que viene á este mundo. En el mundo estaba,
11 y el mundo fué hecho por él; y el mundo no le conoció. Á
12 lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas á todos los
que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios,
13 á los que creen en su nombre: Los cuales no son engendrados
de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón,
14 mas de Dios. Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre
nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Pa-
15 dre), lleno de gracia y de verdad. Juan dió testimonio de él,
y clamó diciendo: Éste es del que yo decía: El que viene tras
16 mí, es antes de mí: porque es primero que yo. Porque de su
17 plenitud tomamos todos, y gracia por gracia. Porque la ley
por Moisés fué dada: mas la gracia y la verdad por Jesucristo
18 fué hecha. Á Dios nadie le vió jamás: el unigénito Hijo, que
19 está en el seno del Padre, él le declaró. Y éste es el testimonio
de Juan, cuando los Judíos enviaron de Jerusalem sacerdotes
20 y Levitas, que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? Y confesó, y
21 no negó; mas declaró: No soy yo el Cristo. Y le preguntaron:
¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta?
22 Y respondió: No. Dijéronle: ¿Pues quién eres? para que de-
1437 Juan 1. 23–45
mos respuesta á los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Dijo: Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el 23
camino del Señor, como dijo Isaías profeta. Y los que habían 24
sido enviados eran de los Fariseos. Y preguntáronle, y dijé- 25
ronle: ¿Por qué pues bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías,
ni el profeta? Y Juan les respondió, diciendo: Yo bautizo con 26
agua; mas en medio de vosotros ha estado á quien vosotros no
conocéis. Éste es el que ha de venir tras mí, el cual es antes 27
de mí: del cual yo no soy digno de desatar la correa del za-
pato. Estas cosas acontecieron en Betábara, de la otra parte 28
del Jordán, donde Juan bautizaba. El siguiente día ve Juan 29
á Jesús que venía á él, y dice: He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo. Éste es del que dije: Tras mí viene 30
un varón, el cual es antes de mí: porque era primero que yo.
Y yo no le conocía; más para que fuese manifestado á Israel, 31
por eso vine yo bautizando con agua. Y Juan dió testimonio, 32
diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma,
y reposó sobre él. Y yo no le conocía; mas el que me envió á 33
bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien vieres descender
el Espíritu, y que reposa sobre él, éste es el que bautiza con
Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio que éste es 34
el Hijo de Dios. El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos 35
de sus discípulos. Y mirando á Jesús que andaba por allí, di- 36
jo: He aquí el Cordero de Dios. Y oyéronle los dos discípulos 37
hablar, y siguieron á Jesús. Y volviéndose Jesús, y viéndolos 38
seguir le, díceles: ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabbí (que
declarado quiere decir Maestro) ¿dónde moras? Díceles: Ve- 39
nid y ved. Vinieron, y vieron donde moraba, y quedáronse con
él aquel día: porque era como la hora de las diez. Era Andrés, 40
hermano de Simón Pedro, uno de los dos que habían oído de
Juan, y le habían seguido. Éste halló primero á su hermano 41
Simón, y díjole: Hemos hallado al Mesías (que declarado es, el
Cristo). Y le trajo á Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres 42
Simón, hijo de Jonás: tú serás llamado Cephas (que quiere de-
cir, Piedra). El siguiente día quiso Jesús ir á Galilea, y halla 43
á Felipe, al cual dijo: Sígueme. Y era Felipe de Bethsaida, la 44
ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe halló á Nathanael, y dí- 45
cele: Hemos hallado á aquel de quien escribió Moisés en la ley,
1. 46–2. 16 Juan 1438
46 y los profetas: á Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Y díjole
Nathanael: ¿De Nazaret puede haber algo de bueno? Dícele
47 Felipe: Ven y ve. Jesús vió venir á sí á Nathanael, y dijo de
él: He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay engaño.
48 Dícele Nathanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y
díjole: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de
49 la higuera te vi. Respondió Nathanael, y díjole: Rabbí, tú eres
50 el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y
díjole: ¿Porque te dije, te vi debajo de la higuera, crees? cosas
51 mayores que éstas verás. Y dícele: De cierto, de cierto os digo:
De aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios
que suben y descienden sobre el Hijo del hombre.
2 Y AL tercer día hiciéronse unas bodas en Caná de Galilea;
2 y estaba allí la madre de Jesús. Y fué también llamado Jesús
3 y sus discípulos á las bodas. Y faltando el vino, la madre de
4 Jesús le dijo: Vino no tienen. Y dícele Jesús: ¿Qué tengo yo
5 contigo, mujer? aun no ha venido mi hora. Su madre dice á los
6 que servían: Haced todo lo que os dijere. Y estaban allí seis
tinajuelas de piedra para agua, conforme á la purificación de
7 los Judíos, que cabían en cada una dos ó tres cántaros. Díceles
tos. Éste es el pan que desciende del cielo, para que el que de 50
él comiere, no muera. Yo soy el pan vivo que he descendido 51
del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida
del mundo. Entonces los Judíos contendían entre sí, dicien- 52
do: ¿Cómo puede éste darnos su carne á comer? Y Jesús les 53
dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del
Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida 54
eterna: y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne 55
es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que 56
come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en
él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, 57
y les da; y asimismo del pez. Ésta era ya la tercera vez que 14
Jesús se manifestó á sus discípulos, habiendo resucitado de los
muertos. Y cuando hubieron comido, Jesús dijo á Simón Pe- 15
dro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Dícele;
Sí Señor: tú sabes que te amo. Dícele: Apacienta mis corde-
ros. Vuélvele á decir la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, 16
¿me amas? Respóndele: Sí, Señor: tú sabes que te amo. Díce-
le: Apacienta mis ovejas. Dícele la tercera vez: Simón, hijo de 17
Jonás, ¿me amas? Entristecióse Pedro de que le dijese la ter-
cera vez: ¿Me amas? y dícele: Señor, tú sabes todas las cosas;
tú sabes que te amo. Dícele Jesús: Apacienta mis ovejas. De 18
cierto, de cierto te digo: Cuando eras más mozo, te ceñías, é
ibas donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus
manos, y te ceñirá otro, y te llevará á donde no quieras. Y 19
esto dijo, dando á entender con qué muerte había de glorificar
á Dios. Y dicho esto, dícele: Sígueme. Volviéndose Pedro, ve 20
á aquel discípulo al cual amaba Jesús, que seguía, el que tam-
bién se había recostado á su pecho en la cena, y le había dicho:
Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Así que Pedro vió á 21
éste, dice á Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Dícele Jesús: Si quiero 22
que él quede hasta que yo venga, ¿qué á ti? Sígueme tú. Salió 23
entonces este dicho entre los hermanos, que aquel discípulo no
había de morir. Mas Jesús no le dijo, No morirá; sino: Si quiero
que él quede hasta que yo venga ¿qué á ti? Éste es aquel dis- 24
cípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas:
y sabemos que su testimonio es verdadero. Y hay también 25
otras muchas cosas que hizo Jesús, que si se escribiesen cada
una por sí, ni aun en el mundo pienso que cabrían los libros
Juan 1476
que se habrían de escribir. Amén.
los hechos
de los apóstoles.
2
3
4
P ABLO, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios,
y Timoteo el hermano, á la iglesia de Dios que está en
Corinto, juntamente con todos los santos que están
por toda la Acaya: Gracia y paz á vosotros de Dios
nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y
Padre del Señor Jesucristo, el Padre de misericordias, y el Dios
de toda consolación, El cual nos consuela en todas nuestras
tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar á
los que están en cualquiera angustia, con la consolación con
5 que nosotros somos consolados de Dios. Porque de la manera
que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda
6 también por el mismo Cristo nuestra consolación. Mas si so-
mos atribulados, es por vuestra consolación y salud; la cual es
obrada en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también
padecemos: ó si somos consolados, es por vuestra consolación
7 y salud; Y nuestra esperanza de vosotros es firme; estando
ciertos que como sois compañeros de las aflicciones, así tam-
8 bién lo sois de la consolación. Porque hermanos, no queremos
que ignoréis de nuestra tribulación que nos fué hecha en Asia;
que sobremanera fuimos cargados sobre nuestras fuerzas de tal
9 manera que estuviésemos en duda de la vida. Mas nosotros
tuvimos en nosotros mismos respuesta de muerte, para que no
confiemos en nosotros mismos, sino en Dios que levanta los
10 muertos: El cual nos libró y libra de tanta muerte; en el cual
11 esperamos que aun nos librará; Ayudándonos también voso-
tros con oración por nosotros, para que por la merced hecha
á nos por respeto de muchos, por muchos sean hechas gracias
12 por nosotros. Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de
nuestra conciencia, que con simplicidad y sinceridad de Dios,
no con sabiduría carnal, mas con la gracia de Dios, hemos con-
1575 II Corintios 1. 13–2. 10
versado en el mundo, y muy más con vosotros. Porque no os 13
escribimos otras cosas de las que leéis, ó también conocéis: y
espero que aun hasta el fin las conoceréis: Como también en 14
parte habéis conocido que somos vuestra gloria, así como tam-
bién vosotros la nuestra, para el día del Señor Jesús. Y con 15
esta confianza quise primero ir á vosotros, para que tuvieseis
una segunda gracia; Y por vosotros pasar á Macedonia, y de 16
Macedonia venir otra vez á vosotros, y ser vuelto de vosotros
á Judea. Así que, pretendiendo esto, ¿usé quizá de liviandad? 17
ó lo que pienso hacer, ¿piénsolo según la carne, para que haya
en mí Sí y No? Antes, Dios fiel sabe que nuestra palabra para 18
con vosotros no es Sí y No. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, 19
que por nosotros ha sido entre vosotros predicado, por mí y
Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él.
Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, 20
por nosotros á gloria de Dios. Y el que nos confirma con vos- 21
otros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios; El cual también 22
nos ha sellado, y dado la prenda del Espíritu en nuestros cora-
zones. Mas yo llamo á Dios por testigo sobre mi alma, que por 23
ser indulgente con vosotros no he pasado todavía á Corinto.
No que nos enseñoreemos de vuestra fe, mas somos ayudadores 24
de vuestro gozo: porque por la fe estáis firmes.
ESTO pues determiné para conmigo, no venir otra vez á 2
vosotros con tristeza. Porque si yo os contristo, ¿quién será 2
luego el que me alegrará, sino aquel á quien yo contristare?
Y esto mismo os escribí, porque cuando llegare no tenga tris- 3
teza sobre tristeza de los que me debiera gozar; confiando en
vosotros todos que mi gozo es el de todos vosotros. Porque 4
por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con
muchas lágrimas; no para que fueseis contristados, mas para
que supieseis cuánto más amor tengo para con vosotros. Que 5
si alguno me contristó, no me contristó á mí, sino en parte, por
no cargaros, á todos vosotros. Bástale al tal esta reprensión 6
hecha de muchos; Así que, al contrario, vosotros más bien lo 7
perdonéis y consoléis, porque no sea el tal consumido de de-
masiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor 8
para con él. Porque también por este fin os escribí, para te- 9
ner experiencia de vosotros si sois obedientes en todo. Y al 10
2. 11–3. 12 II Corintios 1576
que vosotros perdonareis, yo también: porque también yo lo
que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he
11 hecho en persona de Cristo; Porque no seamos engañados de
12 Satanás: pues no ignoramos sus maquinaciones. Cuando vine
á Troas para el evangelio de Cristo, aunque me fué abierta
13 puerta en el Señor, No tuve reposo en mi espíritu, por no
haber hallado á Tito mi hermano: así, despidiéndome de ellos,
14 partí para Macedonia. Mas á Dios gracias, el cual hace que
siempre triunfemos en Cristo Jesús, y manifiesta el olor de su
15 conocimiento por nosotros en todo lugar. Porque para Dios
somos buen olor de Cristo en los que se salvan, y en los que
16 se pierden: Á éstos ciertamente olor de muerte para muerte;
y á aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas ¿quién
17 es suficiente? Porque no somos como muchos, mercaderes fal-
sos de la palabra de Dios: antes con sinceridad, como de Dios,
delante de Dios, hablamos en Cristo.
3 ¿COMENZAMOS otra vez á alabarnos á nosotros mismos?
¿ó tenemos necesidad, como algunos, de letras de recomenda-
2 ción para vosotros, ó de recomendación de vosotros? Nuestras
letras sois vosotros, escritas en nuestros corazones, sabidas y
3 leídas de todos los hombres; Siendo manifiesto que sois letra
de Cristo administrada de nosotros, escrita no con tinta, mas
con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en ta-
4 blas de carne del corazón. Y tal confianza tenemos por Cristo
5 para con Dios: No que seamos suficientes de nosotros mismos
para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra
6 suficiencia es de Dios; El cual asimismo nos hizo ministros
suficientes de un nuevo pacto: no de la letra, mas del espíritu;
7 porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. Y si el minis-
terio de muerte en la letra grabado en piedras, fué con gloria,
tanto que los hijos de Israel no pudiesen poner los ojos en la
faz de Moisés á causa de la gloria de su rostro, la cual había
8 de perecer, ¿Cómo no será más bien con gloria el ministerio
9 del espíritu? Porque si el ministerio de condenación fué con
gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justicia.
10 Porque aun lo que fué glorioso, no es glorioso en esta parte, en
11 comparación de la excelente gloria. Porque si lo que perece
12 tuvo gloria, mucho más será en gloria lo que permanece. Así
1577 II Corintios 3. 13–4. 12
que, teniendo tal esperanza, hablamos con mucha confianza;
Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su faz, para que 13
los hijos de Israel no pusiesen los ojos en el fin de lo que había
de ser abolido. Empero los sentidos de ellos se embotaron; 14
porque hasta el día de hoy les queda el mismo velo no descu-
bierto en la lección del antiguo testamento, el cual por Cristo
es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando Moisés es leído, 15
el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Mas cuando se 16
convirtieren al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el 17
Espíritu; y donde hay el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
Por tanto, nosotros todos, mirando á cara descubierta como 18
en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de glo-
ria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del
Señor.
POR lo cual teniendo nosotros esta administración según 4
la misericordia que hemos alcanzado, no desmayamos; Antes 2
quitamos los escondrijos de vergüenza, no andando con astu-
cia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por manifestación
de la verdad encomendándonos á nosotros mismos á toda con-
ciencia humana delante de Dios. Que si nuestro evangelio está 3
aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto: En 4
los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los
incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evange-
lio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque 5
no nos predicamos á nosotros mismos, sino á Jesucristo, el
Señor; y nosotros vuestros siervos por Jesús. Porque Dios, 6
que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que
resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del cono-
cimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Tenemos 7
empero este tesoro en vasos de barro, para que la alteza del
poder sea de Dios, y no de nosotros: Estando atribulados en 8
todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperamos;
Perseguidos, mas no desamparados; abatidos, mas no perece- 9
mos; Llevando siempre por todas partes la muerte de Jesús en 10
el cuerpo, para que también la vida de Jesús sea manifestada
en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre 11
estamos entregados á muerte por Jesús, para que también la
vida de Jesús sea manifestada en nuestra carne mortal. De 12
4. 13–5. 12 II Corintios 1578
manera que la muerte obra en nosotros, y en vosotros la vida.
13 Empero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme á lo que
está escrito: Creí, por lo cual también hablé: nosotros también
14 creemos, por lo cual también hablamos; Estando ciertos que
el que levantó al Señor Jesús, á nosotros también nos levanta-
15 rá por Jesús, y nos pondrá con vosotros. Porque todas estas
cosas padecemos por vosotros, para que abundando la gracia
por muchos, en el hacimiento de gracias sobreabunde á gloria
16 de Dios. Por tanto, no desmayamos: antes aunque este nues-
tro hombre exterior se va desgastando, el interior empero se
17 renueva de día en día. Porque lo que al presente es momen-
táneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera
18 alto y eterno peso de gloria; No mirando nosotros á las cosas
que se ven, sino á las que no se ven: porque las cosas que se
ven son temporales, mas las que no se ven son eternas.
5 PORQUE sabemos, que si la casa terrestre de nuestra ha-
bitación se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa
2 no hecha de manos, eterna en los cielos. Y por esto también
gemimos, deseando ser sobrevestidos de aquella nuestra habi-
3 tación celestial; Puesto que en verdad habremos sido hallados
4 vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en
este tabernáculo, gemimos agravados; porque no quisiéramos
ser desnudados; sino sobrevestidos, para que lo mortal sea ab-
5 sorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo,
6 es Dios; el cual nos ha dado la prenda del Espíritu. Así que
vivimos confiados siempre, y sabiendo, que entre tanto que
7 estamos en el cuerpo, peregrinamos ausentes del Señor; (Por-
8 que por fe andamos, no por vista;) Mas confiamos, y más
9 quisiéramos partir del cuerpo, y estar presentes al Señor. Por
tanto procuramos también, ó ausentes, ó presentes, serle agra-
10 dables: Porque es menester que todos nosotros parezcamos
ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo
que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno ó ma-
11 lo. Estando pues poseídos del temor del Señor, persuadimos
á los hombres, mas á Dios somos manifiestos; y espero que
12 también en vuestras conciencias somos manifiestos. No nos
encomendamos pues otra vez á vosotros, sino os damos oca-
sión de gloriaros por nosotros, para que tengáis qué responder
1579 II Corintios 5. 13–6. 12
contra los que se glorían en las apariencias, y no en el corazón.
Porque si loqueamos, es para Dios; y si estamos en seso, es pa- 13
ra vosotros. Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando 14
esto: Que si uno murió por todos, luego todos son muertos; Y 15
por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí,
mas para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que 16
nosotros de aquí adelante á nadie conocemos según la carne: y
aun si á Cristo conocimos según la carne, empero ahora ya no
le conocemos. De modo que si alguno está en Cristo, nueva 17
criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas. Y todo esto es de Dios, el cual nos reconcilió á sí por 18
Cristo; y nos dió el ministerio de la reconciliación. Porque 19
ciertamente Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo á sí,
no imputándole sus pecados, y puso en nosotros la palabra de
la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de 20
Cristo, como si Dios rogase por medio nuestro; os rogamos en
nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció 21
pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él.
Y ASÍ nosotros, como ayudadores juntamente con él, os ex- 6
hortamos también á que no recibáis en vano la gracia de Dios,
En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salud te he so- 2
corrido: he aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el
día de salud:) No dando á nadie ningún escándalo, porque 3
el ministerio nuestro no sea vituperado: Antes habiéndonos 4
en todas cosas como ministros de Dios, en mucha paciencia,
en tribulaciones, en necesidades, en angustias; En azotes, en 5
cárceles, en alborotos, en trabajos, en vigilias, en ayunos; En 6
castidad, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en Espíritu
Santo, en amor no fingido; En palabra de verdad, en poten- 7
cia de Dios, en armas de justicia á diestro y á siniestro; Por 8
honra y por deshonra, por infamia y por buena fama; como
engañadores, mas hombres de verdad; Como ignorados, mas 9
conocidos; como muriendo, mas he aquí vivimos; como castiga-
dos, mas no muertos; Como doloridos, mas siempre gozosos; 10
como pobres, mas enriqueciendo á muchos; como no teniendo
nada, mas poseyéndolo todo. Nuestra boca está abierta á vos- 11
otros, oh Corintios: nuestro corazón es ensanchado. No estáis 12
6. 13–7. 11 II Corintios 1580
estrechos en nosotros, mas estáis estrechos en vuestras propias
13 entrañas. Pues, para corresponder al propio modo (como á
14 hijos hablo), ensanchaos también vosotros. No os juntéis en
yugo con los infieles: porque ¿qué compañía tienes la justicia
con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas?
15 ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿ó qué parte el fiel con el
16 infiel? ¿Y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? por-
que vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:
Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán
17 mi pueblo. Por lo cual Salid de en medio de ellos, y apartaos,
18 dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y
seré á vosotros Padre, Y vosotros me seréis á mí hijos é hijas,
dice el Señor Todopoderoso.
7 ASÍ que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémo-
nos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando
2 la santificación en temor de Dios. Admitidnos: á nadie hemos
injuriado, á nadie hemos corrompido, á nadie hemos engaña-
3 do. No para condenar os lo digo; que ya he dicho antes que
estáis en nuestros corazones, para morir y para vivir junta-
4 mente. Mucha confianza tengo de vosotros, tengo de vosotros
mucha gloria; lleno estoy de consolación, sobreabundo de gozo
5 en todas nuestras tribulaciones. Porque aun cuando vinimos á
Macedonia, ningún reposo tuvo nuestra carne; antes, en todo
fuimos atribulados: de fuera, cuestiones; de dentro, temores.
6 Mas Dios, que consuela á los humildes, nos consoló con la ve-
7 nida de Tito: Y no sólo con su venida, sino también con la
consolación con que él fué consolado acerca de vosotros, ha-
ciéndonos saber vuestro deseo grande, vuestro lloro, vuestro
8 celo por mí, para que así me gozase más. Porque aunque os
contristé por la carta, no me arrepiento, bien que me arrepen-
tí; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo os
9 contristó, Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados,
sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque
habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida
10 padecieseis por nuestra parte. Porque el dolor que es según
Dios, obra arrepentimiento saludable, de que no hay que arre-
11 pentirse; mas el dolor del siglo obra muerte. Porque he aquí,
esto mismo que según Dios fuisteis contristados, cuánta soli-
1581 II Corintios 7. 12–8. 11
citud ha obrado en vosotros, y aun defensa, y aun enojo, y
aun temor, y aun gran deseo, y aun celo, y aun vindicación.
En todo os habéis mostrado limpios en el negocio. Así que, 12
aunque os escribí, no fué por causa del que hizo la injuria, ni
por causa del que la padeció, mas para que os fuese manifiesta
nuestra solicitud que tenemos por vosotros delante de Dios.
Por tanto, tomamos consolación de vuestra consolación: em- 13
pero mucho más nos gozamos por el gozo de Tito, que haya
sido recreado su espíritu de todos vosotros. Pues si algo me 14
he gloriado para con él de vosotros, no he sido avergonzado;
antes, como todo lo que habíamos dicho de vosotros era con
verdad, así también nuestra gloria delante de Tito fué hallada
verdadera. Y sus entrañas son más abundantes para con vo- 15
sotros, cuando se acuerda de la obediencia de todos vosotros,
de cómo lo recibisteis con temor y temblor. Me gozo de que 16
en todo estoy confiado de vosotros.
ASIMISMO, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios 8
que ha sido dada á las iglesias de Macedonia: Que en grande 2
prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda
pobreza abundaron en riquezas de su bondad. Pues de su gra- 3
do han dado conforme á sus fuerzas, yo testifico, y aun sobre
sus fuerzas; Pidiéndonos con muchos ruegos, que aceptásemos 4
la gracia y la comunicación del servicio para los santos. Y no 5
como lo esperábamos, mas aun á sí mismos se dieron prime-
ramente al Señor, y á nosotros por la voluntad de Dios. De 6
manera que exhortamos á Tito, que como comenzó antes, así
también acabe esta gracia entre vosotros también. Por tanto, 7
como en todo abundáis, en fe, y en palabra, y en ciencia, y en
toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, que tam-
bién abundéis en esta gracia. No hablo como quien manda, 8
sino para poner á prueba, por la eficacia de otros, la sinceri-
dad también de la caridad vuestra. Porque ya sabéis la gracia 9
de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo
pobre, siendo rico; para que vosotros con su pobreza fueseis
enriquecidos. Y en esto doy mi consejo; porque esto os con- 10
viene á vosotros, que comenzasteis antes, no sólo á hacerlo,
mas aun á quererlo desde el año pasado. Ahora pues, llevad 11
también á cabo el hecho, para que como estuvisteis prontos
8. 12–9. 5 II Corintios 1582
á querer, así también lo estéis en cumplir conforme á lo que
12 tenéis. Porque si primero hay la voluntad pronta, será acepta
13 por lo que tiene, no por lo que no tiene. Porque no digo esto
para que haya para otros desahogo, y para vosotros apretura;
14 Sino para que en este tiempo, con igualdad, vuestra abundan-
cia supla la falta de ellos, para que también la abundancia de
15 ellos supla vuestra falta, porque haya igualdad; Como está
escrito: El que recogió mucho, no tuvo más; y el que poco, no
16 tuvo menos. Empero gracias á Dios que dió la misma soli-
17 citud por vosotros en el corazón de Tito. Pues á la verdad
recibió la exhortación; mas estando también muy solícito, de
18 su voluntad partió para vosotros. Y enviamos juntamente con
él al hermano cuya alabanza en el evangelio es por todas las
19 iglesias; Y no sólo esto, mas también fué ordenado por las
iglesias el compañero de nuestra peregrinación para llevar esta
gracia, que es administrada de nosotros para gloria del mis-
20 mo Señor, y para demostrar vuestro pronto ánimo: Evitando
que nadie nos vitupere en esta abundancia que ministramos;
21 Procurando las cosas honestas, no sólo delante del Señor, mas
22 aun delante de los hombres. Enviamos también con ellos á
nuestro hermano, al cual muchas veces hemos experimentado
diligente, mas ahora mucho más con la mucha confianza que
23 tiene en vosotros. Ora en orden á Tito, es mi compañero y
coadjutor para con vosotros; ó acerca de nuestros hermanos,
24 los mensajeros son de las iglesias, y la gloria de Cristo. Mos-
trad pues, para con ellos á la faz de las iglesias la prueba de
vuestro amor, y de nuestra gloria acerca de vosotros.
9 PORQUE cuanto á la suministración para los santos, por
2 demás me es escribiros; Pues conozco vuestro pronto ánimo,
del cual me glorío yo entre los de Macedonia, que Acaya está
apercibida desde el año pasado; y vuestro ejemplo ha estimu-
3 lado á muchos. Mas he enviado los hermanos, porque nuestra
gloria de vosotros no sea vana en esta parte; para que, como lo
4 he dicho, estéis apercibidos; No sea que, si vinieren conmigo
Macedonios, y os hallaren desapercibidos, nos avergoncemos
5 nosotros, por no decir vosotros, de este firme gloriarnos. Por
tanto, tuve por cosa necesaria exhortar á los hermanos que fue-
sen primero á vosotros, y apresten primero vuestra bendición
1583 II Corintios 9. 6–10. 8
antes prometida para que esté aparejada como de bendición,
y no como de mezquindad. Esto empero digo: El que siembra 6
escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en
bendiciones, en bendiciones también segará. Cada uno dé co- 7
mo propuso en su corazón: no con tristeza, ó por necesidad;
porque Dios ama el dador alegre. Y poderoso es Dios para ha- 8
cer que abunde en vosotros toda gracia; á fin de que, teniendo
siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para to-
da buena obra: Como está escrito: Derramó, dió á los pobres; 9
Su justicia permanece para siempre. Y el que da simiente 10
al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará
vuestra sementera, y aumentará los crecimientos de los frutos
de vuestra justicia; Para que estéis enriquecidos en todo para 11
toda bondad, la cual obra por nosotros hacimiento de gracias á
Dios. Porque la suministración de este servicio, no solamente 12
suple lo que á los santos falta, sino también abunda en muchos
hacimientos de gracias á Dios: Que por la experiencia de esta 13
suministración glorifican á Dios por la obediencia que profe-
sáis al evangelio de Cristo, y por la bondad de contribuir para
ellos y para todos; Asimismo por la oración de ellos á favor 14
vuestro, los cuales os quieren á causa de la eminente gracia de
Dios en vosotros. Gracias á Dios por su don inefable. 15
EMPERO yo Pablo, os ruego por la mansedumbre y modes- 10
tia de Cristo, yo que presente ciertamente soy bajo entre vo-
sotros, mas ausente soy confiado entre vosotros: Ruego pues, 2
que cuando estuviere presente, no tenga que ser atrevido con
la confianza con que estoy en ánimo de ser resuelto para con
algunos, que nos tienen como si anduviésemos según la car-
ne. Pues aunque andamos en la carne, no militamos según 3
la carne. (Porque las armas de nuestra milicia no son carna- 4
les, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas;)
Destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la 5
ciencia de Dios, y cautivando todo intento á la obediencia, de
Cristo; Y estando prestos para castigar toda desobediencia, 6
cuando vuestra obediencia fuere cumplida. Miráis las cosas 7
según la apariencia. Si alguno está confiado en sí mismo que
es de Cristo, esto también piense por sí mismo, que como él
es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo. Porque 8
10. 9–11. 8 II Corintios 1584
aunque me glorié aun un poco de nuestra potestad (la cual el
Señor nos dió para edificación y no para vuestra destrucción),
9 no me avergonzaré; Porque no parezca como que os quiero
10 espantar por cartas. Porque á la verdad, dicen, las cartas son
graves y fuertes; mas la presencia corporal flaca, y la palabra
11 menospreciable. Esto piense el tal, que cuales somos en la pa-
labra por cartas estando ausentes, tales seremos también en
12 hechos, estando presentes. Porque no osamos entremeternos
ó compararnos con algunos que se alaban á sí mismos: mas
ellos, midiéndose á sí mismos por sí mismos, y comparándose
13 consigo mismos no son juiciosos. Nosotros empero, no nos glo-
riaremos fuera de nuestra medida, sino conforme á la medida
de la regla, de la medida que Dios nos repartió, para llegar aun
14 hasta vosotros. Porque no nos extendemos sobre nuestra me-
dida, como si no llegásemos hasta vosotros: porque también
15 hasta vosotros hemos llegado en el evangelio de Cristo: No
gloriándonos fuera de nuestra medida en trabajos ajenos; mas
teniendo esperanza del crecimiento de vuestra fe, que seremos
muy engrandecidos entre vosotros, conforme á nuestra regla.
16 Y que anunciaremos el evangelio en los lugares más allá de vos-
otros, sin entrar en la medida de otro para gloriarnos en lo que
17 ya estaba aparejado. Mas el que se gloría, gloríese en el Señor.
18 Porque no el que se alaba á sí mismo, el tal es aprobado; mas
aquel á quien Dios alaba.
11 OJALÁ toleraseis un poco mi locura; empero toleradme.
2 Pues que os celo con celo de Dios; porque os he desposado á
un marido, para presentaros como una virgen pura á Cristo.
3 Mas temo que como la serpiente engaño á Eva con su astu-
cia, sean corrompidos así vuestros sentidos en alguna manera,
4 de la simplicidad que es en Cristo. Porque si el que viene,
predicare otro Jesús que el que hemos predicado, ó recibiereis
otro espíritu del que habéis recibido, ú otro evangelio del que
5 habéis aceptado, lo sufrierais bien. Cierto pienso que en nada
6 he sido inferior á aquellos grandes apóstoles. Porque aunque
soy basto en la palabra, empero no en la ciencia: mas en todo
7 somos ya del todo manifiestos á vosotros. ¿Pequé yo humi-
llándome á mí mismo, para que vosotros fueseis ensalzados,
8 porque os he predicado el evangelio de Dios de balde? He
1585 II Corintios 11. 9–28
despojado las otras iglesias, recibiendo salario para ministra-
ros á vosotros. Y estando con vosotros y teniendo necesidad, 9
á ninguno fuí carga; porque lo que me faltaba, suplieron los
hermanos que vinieron de Macedonia: y en todo me guardé
de seros gravoso, y me guardaré. Es la verdad de Cristo en 10
mí, que esta gloria no me será cerrada en las partes de Acaya.
¿Por qué? ¿porque no os amo? Dios lo sabe. Mas lo que ha- 11, 12
go, haré aún, para cortar la ocasión de aquellos que la desean,
á fin de que en aquello que se glorían, sean hallados seme-
jantes á nosotros. Porque éstos son falsos apóstoles, obreros 13
fraudulentos, trasfigurándose en apóstoles de Cristo. Y no es 14
maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de
luz. Así que, no es mucho si también sus ministros se transfi- 15
guran como ministros de justicia; cuyo fin será conforme á sus
obras. Otra vez digo: Que nadie me estime ser loco; de otra 16
manera, recibidme como á loco, para que aun me gloríe yo un
poquito. Lo que hablo, no lo hablo según el Señor, sino co- 17
mo en locura, con esta confianza de gloria. Pues que muchos 18
se glorían según la carne, también yo me gloriaré. Porque de 19
buena gana toleráis los necios, siendo vosotros sabios: Porque 20
toleráis si alguno os pone en servidumbre, si alguno os devora,
si alguno toma, si alguno se ensalza, si alguno os hiere en la
cara. Dígolo cuanto á la afrenta, como si nosotros hubiésemos 21
sido flacos. Empero en lo que otro tuviere osadía (hablo con
locura), también yo tengo osadía. ¿Son Hebreos? yo también. 22
¿Son Israelitas? yo también. ¿Son simiente de Abraham? tam-
bién yo. ¿Son ministros de Cristo? (como poco sabio hablo) 23
yo más: en trabajos más abundante; en azotes sin medida; en
cárceles más; en muertes, muchas veces. De los judíos cinco 24
veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he 25
sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he pa-
decido naufragio; una noche y un día he estado en lo profundo
de la mar; En caminos muchas veces, peligros de ríos, peligros 26
de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los Gen-
tiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en
la mar, peligros entre falsos hermanos; En trabajo y fatiga, 27
en muchas vigilias, en hambre y sed, en muchos ayunos, en
frío y en desnudez; Sin otras cosas además, lo que sobre mí 28
11. 29–12. 14 II Corintios 1586
29 se agolpa cada día, la solicitud de todas las iglesias. ¿Quién
enferma, y yo no enfermo? ¿Quién se escandaliza, y yo no me
30 quemo? Si es menester gloriarse, me gloriaré yo de lo que es
31 de mi flaqueza. El Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo,
32 que es bendito por siglos, sabe que no miento. En Damasco,
el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciu-
33 dad de los Damascenos para prenderme; Y fuí descolgado del
muro en un serón por una ventana, y escapé de sus manos.
12 CIERTO no me es conveniente gloriarme; mas vendré á las
2 visiones y á las revelaciones del Señor. Conozco á un hombre
en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si
fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe) fué arrebatado hasta el
3 tercer cielo. Y conozco tal hombre, (si en el cuerpo, ó fuera del
4 cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe,) Que fué arrebatado al paraíso,
5 donde oyó palabras secretas que el hombre no puede decir. De
este tal me gloriaré, mas de mí mismo nada me gloriaré, sino
6 en mis flaquezas. Por lo cual si quisiere gloriarme, no seré
insensato: porque diré verdad: empero lo dejo, porque nadie
7 piense de mí más de lo que en mí ve, ú oye de mí. Y porque la
grandeza de las revelaciones no me levante descomedidamente,
me es dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás
8 que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera. Por
9 lo cual tres veces he rogado al Señor, que se quite de mí. Y
me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la fla-
queza se perfecciona. Por tanto, de buena gana me gloriaré
más bien en mis flaquezas, porque habite en mí la potencia de
10 Cristo. Por lo cual me gozo en las flaquezas, en afrentas, en
necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo; porque
11 cuando soy flaco, entonces soy poderoso. Heme hecho un ne-
cio en gloriarme: vosotros me constreñisteis; pues yo había de
ser alabado de vosotros: porque en nada he sido menos que los
12 sumos apóstoles, aunque soy nada. Con todo esto, las señales
de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia,
13 en señales, y en prodigios, y en maravillas. Porque ¿qué hay
en que habéis sido menos que las otras iglesias, sino en que
14 yo mismo no os he sido carga? Perdonadme esta injuria. He
aquí estoy aparejado para ir á vosotros la tercera vez, y no os
seré gravoso; porque no busco vuestras cosas, sino á vosotros:
1587 II Corintios 12. 15–13. 10
porque no han de atesorar los hijos para los padres sino los pa-
dres para los hijos. Empero yo de muy buena gana despenderé 15
y seré despendido por vuestras almas, aunque amándoos más,
sea amado menos. Mas sea así, yo no os he agravado: sino que, 16
como soy astuto, os he tomado por engaño. ¿Acaso os he en- 17
gañado por alguno de los que he enviado á vosotros? Rogué 18
á Tito, y envié con él al hermano. ¿Os engañó quizá Tito? ¿no
hemos procedido con el mismo espíritu y por las mismas pisa-
das? ¿Pensáis aún que nos excusamos con vosotros? Delante 19
de Dios en Cristo hablamos: mas todo, muy amados, por vues-
tra edificación. Porque temo que cuando llegare, no os halle 20
tales como quiero, y yo sea hallado de vosotros cual no queréis;
que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, disensiones,
detracciones, murmuraciones, elaciones, bandos: Que cuando 21
volviere, me humille Dios entre vosotros, y haya de llorar por
muchos de los que antes habrán pecado, y no se han arrepen-
tido de la inmundicia y fornicación y deshonestidad que han
cometido.
ESTA tercera vez voy á vosotros. En la boca de dos ó de 13
tres testigos consistirá todo negocio. He dicho antes, y ahora 2
digo otra vez como presente, y ahora ausente lo escribo á los
que antes pecaron, y á todos los demás, que si voy otra vez, no
perdonaré; Pues buscáis una prueba de Cristo que habla en 3
mí, el cual no es flaco para con vosotros, antes es poderoso en
vosotros. Porque aunque fué crucificado por flaqueza, empero 4
vive por potencia de Dios. Pues también nosotros somos flacos
con él, mas viviremos con él por la potencia de Dios para con
vosotros. Examinaos á vosotros mismos si estáis en fe; pro- 5
baos á vosotros mismos. ¿No os conocéis á vosotros mismos,
que Jesucristo está en vosotros? si ya no sois reprobados. Mas 6
espero que conoceréis que nosotros no somos reprobados. Y 7
oramos á Dios que ninguna cosa mala hagáis; no para que noso-
tros seamos hallados aprobados, mas para que vosotros hagáis
lo que es bueno, aunque nosotros seamos como reprobados.
Porque ninguna cosas podemos contra la verdad, sino por la 8
verdad. Por lo cual nos gozamos que seamos nosotros flacos, 9
y que vosotros estéis fuertes; y aun deseamos vuestra perfec-
ción. Por tanto os escribo esto ausente, por no tratar presente 10
13. 11–14 II Corintios 1588
con dureza, conforme á la potestad que el Señor me ha dado
11 para edificación, y no para destrucción. Resta, hermanos, que
tengáis gozo, seáis perfectos, tengáis consolación, sintáis una
misma cosa, tengáis paz; y el Dios de paz y de caridad será
12 con vosotros. Saludaos los unos á los otros con ósculo santo.
13, 14 Todos los santos os saludan. La gracia del Señor Jesucristo, y
el amor de Dios, y la participación del Espíritu Santo sea con
vosotros todos. Amén.
la epístola del apóstol san pablo
á los gálatas.
4
P ABLO, apóstol de Jesucristo por la ordenación de
Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo, nues-
tra esperanza; Á Timoteo, verdadero hijo en la fe:
Gracia, misericordia y paz de Dios nuestro Padre, y
de Cristo Jesús nuestro Señor. Como te rogué que te quedases
en Éfeso, cuando partí para Macedonia, para que requirieses á
algunos que no enseñen diversa doctrina, Ni presten atención
á fábulas y genealogías sin término, que antes engendran cues-
tiones que la edificación de Dios que es por fe; así te encargo
5 ahora. Pues el fin del mandamiento es la caridad nacida de
6 corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida: De
lo cual distrayéndose algunos, se apartaron á vanas pláticas;
7 Queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que ha-
8 blan, ni lo que afirman. Sabemos empero que la ley es buena,
9 si alguno usa de ella legítimamente; Conociendo esto, que la
ley no es puesta para el justo, sino para los injustos y para los
desobedientes, para los impíos y pecadores, para los malos y
profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas,
10 Para los fornicarios, para los sodomitas, para los ladrones de
hombres, para los mentirosos y perjuros, y si hay alguna otra
11 cosa contraria á la sana doctrina; Según el evangelio de la
12 gloria del Dios bendito, el cual á mí me ha sido encargado. Y
doy gracias al que me fortificó, á Cristo Jesús nuestro Señor,
13 de que me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio: Ha-
biendo sido antes blasfemo y perseguidor é injuriador: mas fuí
recibido á misericordia, porque lo hice con ignorancia en incre-
14 dulidad. Mas la gracia de nuestro Señor fué más abundante
15 con la fe y amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y dig-
na de ser recibida de todos: que Cristo Jesús vino al mundo
para salvar á los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
1625 I Timoteo 1. 16–3. 3
Mas por esto fuí recibido á misericordia, para que Jesucristo 16
mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de
los que habían de creer en él para vida eterna. Por tanto, al 17
Rey de siglos, inmortal, invisible, al solo sabio Dios sea honor
y gloria por los siglos de los siglos. Amén. Este mandamiento, 18
hijo Timoteo, te encargo, para que, conforme á las profecías
pasadas de ti, milites por ellas buena milicia; Manteniendo la 19
fe y buena conciencia, la cual echando de sí algunos, hicieron
naufragio en la fe: De los cuales son Himeneo y Alejandro, los 20
cuales entregué á Satanás, para que aprendan á no blasfemar.
AMONESTO pues, ante todas cosas, que se hagan rogati- 2
vas, oraciones, peticiones, hacimientos de gracias, por todos los
hombres; Por los reyes y por todos los que están en eminencia, 2
para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y ho-
nestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios 3
nuestro Salvador; El cual quiere que todos los hombres sean 4
salvos, y que vengan al conocimiento de la verdad. Porque 5
hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre; El cual se dió á sí mismo en precio del res- 6
cate por todos, para testimonio en sus tiempos: De lo que yo 7
soy puesto por predicador y apóstol, (digo verdad en Cristo, no
miento) doctor de los Gentiles en fidelidad y verdad. Quiero, 8
pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos
limpias, sin ira ni contienda. Asimismo también las mujeres, 9
ataviándose en hábito honesto, con vergüenza y modestia; no
con cabellos encrespados, ú oro, ó perlas, ó vestidos costosos.
Sino de buenas obras, como conviene á mujeres que profesan 10
piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Por- 11, 12
que no permito á la mujer enseñar, ni tomar autoridad sobre
el hombre, sino estar en silencio. Porque Adam fué formado 13
el primero, después Eva; Y Adam no fué engañado, sino la 14
mujer, siendo seducida, vino á ser envuelta en transgresión:
Empero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en la fe 15
y caridad y santidad, con modestia.
PALABRA fiel: Si alguno apetece obispado, buena obra de- 3
sea. Conviene, pues, que el obispo sea irreprensible, marido 2
de una mujer, solícito, templado, compuesto, hospedador, ap-
to para enseñar; No amador del vino, no heridor, no codicio- 3
3. 4–4. 8 I Timoteo 1626
so de torpes ganancias, sino moderado, no litigioso, ajeno de
4 avaricia; Que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en su-
5 jeción con toda honestidad; (Porque el que no sabe gobernar
6 su casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?) No un neófito,
7 porque inflándose no caiga en juicio del diablo. También con-
viene que tenga buen testimonio de los extraños, porque no
8 caiga en afrenta y en lazo del diablo. Los diáconos asimismo,
deben ser honestos, no bilingües, no dados á mucho vino, no
9 amadores de torpes ganancias; Que tengan el misterio de la fe
10 con limpia conciencia. Y éstos también sean antes probados;
11 y así ministren, si fueren sin crimen. Las mujeres asimismo,
12 honestas, no detractoras, templadas, fieles en todo. Los diá-
conos sean maridos de una mujer, que gobiernen bien sus hijos
13 y sus casas. Porque los que bien ministraren, ganan para sí
buen grado, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.
14, 15 Esto te escribo con esperanza que iré presto á ti: Y si no fuere
tan presto, para que sepas cómo te conviene conversar en la
casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y apoyo
16 de la verdad. Y sin contradicción, grande es el misterio de la
piedad: Dios ha sido manifestado en carne; ha sido justificado
con el Espíritu; ha sido visto de los ángeles; ha sido predicado
á los Gentiles; ha sido creído en el mundo; ha sido recibido en
gloria.
4 EMPERO el Espíritu dice manifiestamente, que en los ve-
nideros tiempos alguno apostatarán de la fe escuchando á espí-
2 ritus de error y á doctrinas de demonios; Que con hipocresía
3 hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia. Que
prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de las viandas que
Dios crió para que con hacimiento de gracias participasen de
4 ellas los fieles, y los que han conocido la verdad. Porque todo
lo que Dios crió es bueno, y nada hay que desechar, tomándose
5 con hacimiento de gracias: Porque por la palabra de Dios y
6 por la oración es santificado. Si esto propusieres á los herma-
nos, serás buen ministro de Jesucristo, criado en las palabras
7 de la fe y de la buena doctrina, la cual has alcanzado. Mas
las fábulas profanas y de viejas desecha, y ejercítate para la
8 piedad. Porque el ejercicio corporal para poco es provecho-
so; mas la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa
1627 I Timoteo 4. 9–5. 14
de esta vida presente, y de la venidera. Palabra fiel es ésta, 9
y digna de ser recibida de todos. Que por esto aun trabaja- 10
mos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente,
el cual es Salvador de todos los hombres, mayormente de los
que creen. Esto manda y enseña. Ninguno tenga en poco tu 11, 12
juventud; pero sé ejemplo de los fieles en palabra, en conver-
sación, en caridad, en espíritu, en fe, en limpieza. Entre tanto 13
que voy, ocúpate en leer, en exhortar, en enseñar. No descui- 14
des el don que está en ti, que te es dado por profecía con la
imposición de las manos del presbiterio. Medita estas cosas; 15
ocúpate en ellas; para que tu aprovechamiento sea manifiesto
á todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste 16
en ello; pues haciendo esto, á ti mismo salvarás y á los que te
oyeren.
NO reprendas al anciano, sino exhórtale como á padre: á 5
los más jóvenes, como á hermanos; Á las ancianas, como á 2
madres; á las jovencitas, como á hermanas, con toda pureza.
Honra á las viudas que en verdad son viudas. Pero si alguna 3, 4
viuda tuviere hijos, ó nietos, aprendan primero á gobernar su
casa piadosamente, y á recompensar á sus padres: porque esto
es lo honesto y agradable delante de Dios. Ahora, la que en 5
verdad es viuda y solitaria, espera en Dios, y es diligente en
suplicaciones y oraciones noche y día. Pero la que vive en de- 6
licias, viviendo está muerta. Denuncia pues estas cosas, para 7
que sean sin reprensión. Y si alguno no tiene cuidado de los 8
suyos, y mayormente de los de su casa, la fe negó, y es peor
que un infiel. La viuda sea puesta en clase especial, no menos 9
que de sesenta años, que haya sido esposa de un solo mari-
do. Que tenga testimonio en buenas obras; si crió hijos; si ha 10
ejercitado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos;
si ha socorrido á los afligidos; si ha seguido toda buena obra.
Pero viudas más jóvenes no admitas: porque después de hacer- 11
se licenciosas contra Cristo, quieren casarse. Condenadas ya, 12
por haber falseado la primera fe. Y aun también se acostum- 13
bran á ser ociosas, á andar de casa en casa; y no solamente
ociosas, sino también parleras y curiosas, hablando lo que no
conviene. Quiero pues, que las que son jóvenes se casen, críen 14
hijos, gobiernen la casa; que ninguna ocasión den al adversario
5. 15–6. 9 I Timoteo 1628
15 para maldecir. Porque ya algunas han vuelto atrás en pos de
16 Satanás. Si algún fiel ó alguna fiel tiene viudas, manténgalas,
y no sea gravada la iglesia; á fin de que haya lo suficiente pa-
17 ra las que de verdad son viudas. Los ancianos que gobiernan
bien, sean tenidos por dignos de doblada honra; mayormente
18 los que trabajan en predicar y enseñar. Porque la Escritura
dice: No embozarás al buey que trilla; y: Digno es el obrero
19 de su jornal. Contra el anciano no recibas acusación sino con
2
3
4
P ABLO, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios,
según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús,
Á Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia, y paz
de Dios el Padre y de Jesucristo nuestro Señor. Doy
gracias á Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia con-
ciencia, de que sin cesar tengo memoria de ti en mis oraciones
noche y día; Deseando verte, acordándome de tus lágrimas,
5 para ser lleno de gozo; Trayendo á la memoria la fe no fingida
que hay en ti, la cual residió primero en tu abuela Loida, y
6 en tu madre Eunice; y estoy cierto que en ti también. Por lo
cual te aconsejo que despiertes el don de Dios, que está en ti
7 por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios
el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de tem-
8 planza. Por tanto no te avergüences del testimonio de nuestro
Señor, ni de mí, preso suyo; antes sé participante de los tra-
9 bajos del evangelio según la virtud de Dios, Que nos salvó y
llamó con vocación santa, no conforme á nuestras obras, mas
según el intento suyo y gracia, la cual nos es dada en Cristo
10 Jesús antes de los tiempos de los siglos, Mas ahora es mani-
festada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual
quitó la muerte, y sacó á la luz la vida y la inmortalidad por
11 el evangelio; Del cual yo soy puesto predicador, y apóstol, y
12 maestro de los Gentiles. Por lo cual asimismo padezco esto:
mas no me avergüenzo; porque yo sé á quien he creído, y estoy
cierto que es poderoso para guardar mi depósito para aquel
13 día. Retén la forma de las sanas palabras que de mi oíste, en
14 la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depó-
15 sito por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Ya sabes
esto, que me han sido contrarios todos los que son en Asia, de
16 los cuales son Figello y Hermógenes. Dé el Señor misericor-
1631 II Timoteo 1. 17–2. 20
dia á la casa de Onesíforo; que muchas veces me refrigeró, y
no se avergonzó de mi cadena: Antes, estando él en Roma, 17
me buscó solícitamente, y me halló. Déle el Señor que halle 18
misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó
en Éfeso, tú lo sabes mejor.
PUES tú, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo 2
Jesús. Y lo que has oído de mí entre muchos testigos, esto 2
encarga á los hombres fieles que serán idóneos para enseñar
también á otros. Tú pues, sufre trabajos como fiel soldado de 3
Jesucristo. Ninguno que milita se embaraza en los negocios 4
de la vida; á fin de agradar á aquel que lo tomó por soldado.
Y aun también el que lidia, no es coronado si no lidiare legí- 5
timamente. El labrador, para recibir los frutos, es menester 6
que trabaje primero. Considera lo que digo; y el Señor te dé 7
entendimiento en todo. Acuérdate que Jesucristo, el cual fué 8
de la simiente de David, resucitó de los muertos conforme á mi
evangelio; En el que sufro trabajo, hasta las prisiones á mo- 9
do de malhechor; mas la palabra de Dios no está presa. Por 10
tanto, todo lo sufro por amor de los escogidos, para que ellos
también consigan la salud que es en Cristo Jesús con gloria
eterna. Es palabra fiel: Que si somos muertos con él, tam- 11
bién viviremos con él: Si sufrimos, también reinaremos con 12
él: si negáremos, él también nos negará: Si fuéremos infieles, 13
él permanece fiel: no se puede negar á sí mismo. Recuérda- 14
les esto, protestando delante del Señor que no contiendan en
palabras, lo cual para nada aprovecha, antes trastorna á los
oyentes. Procura con diligencia presentarte á Dios aprobado, 15
como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien
la palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas parlerías; 16
porque muy adelante irán en la impiedad. Y la palabra de 17
ellos carcomerá como gangrena: de los cuales es Himeneo y
Fileto; Que se han descaminado de la verdad, diciendo que la 18
resurrección es ya hecha, y trastornan la fe de algunos. Pero 19
el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce
el Señor á los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo
aquel que invoca el nombre de Cristo. Mas en una casa gran- 20
de, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de
madera y de barro: y asimismo unos para honra, y otros para
2. 21–3. 15 II Timoteo 1632
21 deshonra. Así que, si alguno se limpiare de estas cosas, será
vaso para honra, santificado, y útil para los usos del Señor,
22 y aparejado para todo buena obra. Huye también los deseos
juveniles; y sigue la justicia, la fe, la caridad, la paz, con los
23 que invocan al Señor de puro corazón. Empero las cuestiones
necias y sin sabiduría desecha, sabiendo que engendran con-
24 tiendas. Que el siervo del Señor no debe ser litigioso, sino
25 manso para con todos, apto para enseñar, sufrido; Que con
mansedumbre corrija á los que se oponen: si quizá Dios les dé
26 que se arrepientan para conocer la verdad, Y se zafen del lazo
del diablo, en que están cautivos á voluntad de él.
3 ESTO también sepas, que en los postreros días vendrán
2 tiempos peligrosos: Que habrá hombres amadores de sí mis-
mos, avaros, vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedien-
3 tes á los padres, ingratos, sin santidad, Sin afecto, desleales,
calumniadores, destemplados, crueles, aborrecedores de lo bue-
4 no, Traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los delei-
5 tes más que de Dios; Teniendo apariencia de piedad, mas
6 habiendo negado la eficacia de ella: y á éstos evita. Porque de
éstos son los que se entran por las casas, y llevan cautivas las
mujercillas cargadas de pecados, llevadas de diversas concu-
7 piscencias; Que siempre aprenden, y nunca pueden acabar de
8 llegar al conocimiento de la verdad. Y de la manera que Jan-
nes y Jambres resistieron á Moisés, así también éstos resisten á
la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos acer-
9 ca de la fe. Mas no prevalecerán; porque su insensatez será
10 manifiesta á todos, como también lo fué la de aquéllos. Pero
tú has comprendido mi doctrina, instrucción, intento, fe, lar-
11 gura de ánimo, caridad, paciencia, Persecuciones, aflicciones,
cuales me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra,
cuales persecuciones he sufrido; y de todas me ha librado el
12 Señor. Y también todos los que quieren vivir píamente en
13 Cristo Jesús, padecerán persecución. Mas los malos hombres
y los engañadores, irán de mal en peor, engañando y siendo
14 engañados. Empero persiste tú en lo que has aprendido y te
15 persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; Y que desde
la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pue-
den hacer sabio para la salud por la fe que es en Cristo Jesús.
1633 II Timoteo 3. 16–4. 21
Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, 16
para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, Pa- 17
ra que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruído
para toda buena obra.
REQUIERO yo pues delante de Dios, y del Señor Jesucris- 4
to, que ha de juzgar á los vivos y los muertos en su mani-
festación y en su reino. Que prediques la palabra; que ins- 2
tes á tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende; exhorta
con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuan- 3
do ni sufrirán la sana doctrina; antes, teniendo comezón de
oír, se amontonarán maestros conforme á sus concupiscencias,
Y apartarán de la verdad el oído y se volverán á las fábulas. 4
Pero tú vela en todo, soporta las aflicciones, haz la obra de 5
evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para 6
ser ofrecido, y el tiempo de mi partida está cercano. He pe- 7
leado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la
fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la 8
cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo á mí,
sino también á todos los que aman su venida. Procura venir 9
presto á mí: Porque Demas me ha desamparado, amando es- 10
te siglo, y se ha ido á Tesalónica; Crescente á Galacia, Tito á
Dalmacia. Lucas solo está conmigo. Toma á Marcos, y tráele 11
contigo; porque me es útil para el ministerio. Á Tychîco envié 12
á Éfeso. Trae, cuando vinieres, el capote que dejé en Troas 13
en casa de Carpo: y los libros, mayormente los pergaminos.
Alejandro el calderero me ha causado muchos males: el Señor 14
le pague conforme á sus hechos. Guárdate tú también de él; 15
que en grande manera ha resistido á nuestras palabras. En 16
mi primera defensa ninguno me ayudó, antes me desampara-
ron todos: no les sea imputado. Mas el Señor me ayudó, y 17
me esforzó para que por mí fuese cumplida la predicación, y
todos los Gentiles oyesen; y fuí librado de la boca del león. Y 18
el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para
su reino celestial: al cual sea gloria por los siglos de los siglos.
Amén. Saluda á Prisca y á Aquila, y á la casa de Onesífo- 19
ro. Erasto se quedó en Corinto; y á Trófimo dejé en Mileto 20
enfermo. Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, 21
4. 22 II Timoteo 1634
22 y Pudente, y Lino, y Claudia, y todos los hermanos. El Se-
ñor Jesucristo sea con tu espíritu. La gracia sea con vosotros.
Amén.
la epístola del apóstol san pablo
á tito.
4
5
P ABLO, prisionero de Jesucristo, y el hermano Timo-
teo, á Filemón amado, y coadjutor nuestro; Y á la
amada Apphia, y á Archîpo, compañero de nuestra
milicia, y á la iglesia que está en tu casa: Gracia á
vosotros y paz de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Doy gracias á mi Dios, haciendo siempre memoria de ti en mis
oraciones. Oyendo tu caridad, y la fe que tienes en el Señor
6 Jesús, y para con todos los santos; Para que la comunicación
de tu fe sea eficaz, en el conocimiento de todo el bien que es-
7 tá en vosotros, por Cristo Jesús. Porque tenemos gran gozo
y consolación de tu caridad, de que por ti, oh hermano, han
8 sido recreadas las entrañas de los santos. Por lo cual, aunque
tengo mucha resolución en Cristo para mandarte lo que con-
9 viene, Ruégote más bien por amor, siendo tal cual soy, Pablo
10 viejo, y aun ahora prisionero de Jesucristo: Ruégote por mi
11 hijo Onésimo, que he engendrado en mis prisiones, El cual en
12 otro tiempo te fué inútil, mas ahora á ti y á mí es útil; El
cual te vuelvo á enviar; tu pues, recíbele como á mis entrañas.
13 Yo quisiera detenerle conmigo, para que en lugar de ti me sir-
14 viese en las prisiones del evangelio; Mas nada quise hacer sin
tu consejo, porque tu beneficio no fuese como de necesidad,
15 sino voluntario. Porque acaso por esto se ha apartado de ti
16 por algún tiempo, para que le recibieses para siempre; No ya
como siervo, antes más que siervo, como hermano amado, ma-
yormente de mí, pero cuánto más de ti, en la carne y en el
17 Señor. Así que, si me tienes por compañero, recíbele como á
18, 19 mi. Y si en algo te dañó, ó te debe, ponlo á mi cuenta. Yo
Pablo lo escribí de mi mano, yo lo pagaré: por no decirte que
20 aun á ti mismo te me debes demás. Sí, hermano, góceme yo
21 de ti en el Señor; recrea mis entrañas en el Señor. Te he es-
crito confiando en tu obediencia, sabiendo que aun harás más
22 de lo que digo. Y asimismo prepárame también alojamiento;
1639 Filemón 1. 23–25
porque espero que por vuestras oraciones os tengo de ser con-
cedido. Te saludan Epafras, mi compañero en la prisión por 23
Cristo Jesús, Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis coope- 24
radores. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro 25
espíritu. Amén.
la epístola del apóstol san pablo
á los hebreos.
1
2
D IOS, habiendo hablado muchas veces y en muchas
maneras en otro tiempo á los padres por los profe-
tas, En estos postreros días nos ha hablado por el
Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual
3 asimismo hizo el universo: El cual siendo el resplandor de su
gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas
las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la pur-
gación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó á la diestra
4 de la Majestad en las alturas, Hecho tanto más excelente que
los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre
5 que ellos. Porque ¿á cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi
hijo eres tú, Hoy yo te he engendrado? Y otra vez: Yo seré á él
6 Padre, Y él me será á mí hijo? Y otra vez, cuando introduce
al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles
7 de Dios. Y ciertamente de los ángeles dice: El que hace á sus
8 ángeles espíritus, Y á sus ministros llama de fuego. Mas al
hijo: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Vara de equi-
9 dad la vara de tu reino; Has amado la justicia, y aborrecido
la maldad; Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo
10 de alegría más que á tus compañeros. Y: Tú, oh Señor, en el
principio fundaste la tierra; Y los cielos son obras de tus ma-
11 nos: Ellos perecerán, mas tú eres permanente; Y todos ellos
12 se envejecerán como una vestidura; Y como un vestido los
envolverás, y serán mudados; Empero tú eres el mismo, Y tus
13 años no acabarán. Pues, ¿á cuál de los ángeles dijo jamás:
Siéntate á mi diestra, Hasta que ponga á tus enemigos por
14 estrado de tus pies? ¿No son todos espíritus administradores,
enviados para servicio á favor de los que serán herederos de
salud?
2 POR tanto, es menester que con más diligencia atendamos
á las cosas que hemos oído, porque acaso no nos escurramos.
2 Porque si la palabra dicha por los ángeles fué firme, y to-
1641 Hebreos 2. 3–3. 1
da rebelión y desobediencia recibió justa paga de retribución,
¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una sa- 3
lud tan grande? La cual, habiendo comenzado á ser publicada
por el Señor, ha sido confirmada hasta nosotros por los que
oyeron; Testificando juntamente con ellos Dios, con señales 4
y milagros, y diversas maravillas, y repartimientos del Espíri-
tu Santo según su voluntad. Porque no sujetó á los ángeles 5
el mundo venidero, del cual hablamos. Testificó empero uno 6
en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, que te acuerdas
de él? ¿Ó el hijo del hombre, que le visitas? Tú le hiciste un 7
poco menor que los ángeles, Coronástele de gloria y de hon-
ra, Y pusístete sobre las obras de tus manos; Todas las cosas 8
sujetaste debajo de sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas
las cosas, nada dejó que no sea sujeto á él; mas aun no vemos
que todas las cosas le sean sujetas. Empero vemos coronado 9
de gloria y de honra, por el padecimiento de muerte, á aquel
Jesús que es hecho un poco menor que los ángeles, para que
por gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque con- 10
venía que aquel por cuya causa son todas las cosas, y por el
cual todas las cosas subsisten, habiendo de llevar á la gloria
á muchos hijos, hiciese consumado por aflicciones al autor de
la salud de ellos. Porque el que santifica y los que son san- 11
tificados, de uno son todos: por lo cual no se avergüenza de
llamarlos hermanos, Diciendo: Anunciaré á mis hermanos tu 12
nombre, En medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: 13
Yo confiaré en él. Y otra vez: He aquí, yo y los hijos que me
dió Dios. Así que, por cuanto los hijos participaron de carne 14
y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por
la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es á saber, al
diablo, Y librar á los que por el temor de la muerte estaban 15
por toda la vida sujetos á servidumbre. Porque ciertamente 16
no tomó á los ángeles, sino á la simiente de Abraham tomó.
Por lo cual, debía ser en todo semejante á los hermanos, para 17
venir á ser misericordioso y fiel Pontífice en lo que es para con
Dios, para expiar los pecados del pueblo. Porque en cuanto 18
él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer á
los que son tentados.
POR tanto, hermanos santos, participantes de la vocación 3
3. 2–4. 3 Hebreos 1642
celestial, considerad al Apóstol y Pontífice de nuestra profe-
2 sión, Cristo Jesús; El cual es fiel al que le constituyó, como
3 también lo fué Moisés sobre toda su casa. Porque de tanto
mayor gloria que Moisés éste es estimado digno, cuanto tiene
4 mayor dignidad que la casa el que la fabricó. Porque toda casa
es edificada de alguno: mas el que crió todas las cosas es Dios.
5 Y Moisés á la verdad fué fiel sobre toda su casa, como siervo,
6 para testificar lo que se había de decir; Mas Cristo como hijo,
sobre su casa; la cual casa somos nosotros, si hasta el cabo re-
7 tuviéremos firme la confianza y la gloria de la esperanza. Por
8 lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No
endurezcáis vuestros corazones Como en la provocación, en el
9 día de la tentación en el desierto, Donde me tentaron vues-
tros padres; me probaron, Y vieron mis obras cuarenta años.
10 Á causa de lo cual me enemisté con esta generación, Y dije:
Siempre divagan ellos de corazón, Y no han conocido mis cami-
11, 12 nos. Juré, pues, en mi ira: No entrarán en mi reposo. Mirad,
hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de
13 incredulidad para apartarse del Dios vivo: Antes exhortaos
los unos á los otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; por-
que ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado:
14 Porque participantes de Cristo somos hechos, con tal que con-
servemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza;
15 Entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis
16 vuestros corazones, como en la provocación. Porque algunos
de los que habían salido de Egipto con Moisés, habiendo oído,
17 provocaron, aunque no todos. Mas ¿con cuáles estuvo enoja-
do cuarenta años? ¿No fué con los que pecaron, cuyos cuerpos
18 cayeron en el desierto? ¿Y á quiénes juró que no entrarían en
19 su reposo, sino á aquellos que no obedecieron? Y vemos que
no pudieron entrar á causa de incredulidad.
4 TEMAMOS, pues, que quedando aún la promesa de entrar
en su reposo, parezca alguno de vosotros haberse apartado.
2 Porque también á nosotros se nos ha evangelizado como á ellos;
mas no les aprovechó el oír la palabra á los que la oyeron sin
3 mezclar fe. Empero entramos en el reposo los que hemos creí-
do, de la manera que dijo: Como juré en mi ira, No entrarán
en mi reposo: aun acabadas las obras desde el principio del
1643 Hebreos 4. 4–5. 7
mundo. Porque en un cierto lugar dijo así del séptimo día: Y 4
reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. Y otra vez 5
aquí: No entrarán en mi reposo. Así que, pues que resta que 6
algunos han de entrar en él, y aquellos á quienes primero fué
anunciado no entraron por causa de desobediencia, Determi- 7
na otra vez un cierto día, diciendo por David: Hoy, después de
tanto tiempo; como está dicho: Si oyereis su voz hoy, No endu-
rezcáis vuestros corazones. Porque si Josué les hubiera dado 8
el reposo, no hablaría después de otro día. Por tanto, queda 9
un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado 10
en su reposo, también él ha reposado de sus obras, como Dios
de las suyas. Procuremos pues de entrar en aquel reposo; que 11
ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. Porque 12
la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda
espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun
el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensa-
mientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa criada 13
que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas
están desnudas y abiertas á los ojos de aquel á quien tenemos
que dar cuenta. Por tanto, teniendo un gran Pontífice, que 14
penetró los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra
profesión. Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda 15
compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado. Lleguémonos pues con- 16
fiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y
hallar gracia para el oportuno socorro.
PORQUE todo pontífice, tomado de entre los hombres, es 5
constituído á favor de los hombres en lo que á Dios toca, pa-
ra que ofrezca presentes y sacrificios por los pecados: Que se 2
pueda compadecer de los ignorantes y extraviados, pues que él
también está rodeado de flaqueza; Y por causa de ella debe, 3
como por sí mismo, así también por el pueblo, ofrecer por los
pecados. Ni nadie toma para sí la honra, sino el que es llama- 4
do de Dios, como Aarón. Así también Cristo no se glorificó á 5
sí mismo haciéndose Pontífice, mas el que le dijo: Tú eres mi
Hijo, Yo te he engendrado hoy; Como también dice en otro 6
lugar: Tú eres sacerdote eternamente, Según el orden de Mel-
chîsedech. El cual en los días de su carne, ofreciendo ruegos y 7
5. 8–6. 12 Hebreos 1644
súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la
8 muerte, fué oído por su reverencial miedo. Y aunque era Hijo,
9 por lo que padeció aprendió la obediencia; Y consumado, vino
10 á ser causa de eterna salud á todos los que le obedecen; Nom-
11 brado de Dios pontífice según el orden de Melchîsedech. Del
cual tenemos mucho que decir, y dificultoso de declarar, por
12 cuanto sois flacos para oír. Porque debiendo ser ya maestros
á causa del tiempo, tenéis necesidad de volver á ser enseñados
cuáles sean los primeros rudimentos de las palabras de Dios;
y habéis llegado á ser tales que tengáis necesidad de leche, y
13 no de manjar sólido. Que cualquiera que participa de la le-
che, es inhábil para la palabra de la justicia, porque es niño;
14 Mas la vianda firme es para los perfectos, para los que por la
costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento
del bien y del mal.
6 POR tanto, dejando la palabra del comienzo en la doctrina
de Cristo, vamos adelante á la perfección; no echando otra vez
el fundamento; del arrepentimiento de obras muertas, y de la
2 fe en Dios, De la doctrina de bautismos, y de la imposición de
manos, y de la resurrección de los muertos, y del juicio eterno.
3, 4 Y esto haremos á la verdad, si Dios lo permitiere. Porque es
imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron
el don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo.
5 Y asimismo gustaron la buena palabra de Dios, y las virtudes
6 del siglo venidero, Y recayeron, sean otra vez renovados para
arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hi-
7 jo de Dios, y exponiéndole á vituperio. Porque la tierra que
embebe el agua que muchas veces vino sobre ella, y produce
hierba provechosa á aquellos de los cuales es labrada, recibe
8 bendición de Dios: Mas la que produce espinas y abrojos, es
reprobada, y cercana de maldición; cuyo fin será el ser abrasa-
9 da. Pero de vosotros, oh amados, esperamos mejores cosas, y
10 más cercanas á salud, aunque hablamos así. Porque Dios no
es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que
habéis mostrado á su nombre, habiendo asistido y asistiendo
11 aún á los santos. Mas deseamos que cada uno de vosotros
muestre la misma solicitud hasta el cabo, para cumplimiento
12 de la esperanza: Que no os hagáis perezosos, mas imitadores
1645 Hebreos 6. 13–7. 11
de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
Porque prometiendo Dios á Abraham, no pudiendo jurar por 13
otro mayor, juró por sí mismo, Diciendo: De cierto te ben- 14
deciré bendiciendo, y multiplicando te multiplicaré. Y así, 15
esperando con largura de ánimo, alcanzó la promesa. Porque 16
los hombres ciertamente por el mayor que ellos juran: y el fin
de todas sus controversias es el juramento para confirmación.
Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente á 17
los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, in-
terpuso juramento; Para que por dos cosas inmutables, en las 18
cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo
consuelo, los que nos acogemos á trabarnos de la esperanza
propuesta: La cual tenemos como segura y firme ancla del 19
alma, y que entra hasta dentro del velo; Donde entró por 20
nosotros como precursor Jesús, hecho Pontífice eternalmente
según el orden de Melchîsedech.
PORQUE este Melchîsedech, rey de Salem, sacerdote del 7
Dios Altísimo, el cual salió á recibir á Abraham que volvía
de la derrota de los reyes, y le bendijo, Al cual asimismo dió 2
Abraham los diezmos de todo, primeramente él se interpreta
Rey de justicia; y luego también Rey de Salem, que es, Rey de
paz; Sin padre, sin madre, sin linaje; que ni tiene principio 3
de días, ni fin de vida, mas hecho semejante al Hijo de Dios,
permanece sacerdote para siempre. Mirad pues cuán grande 4
fué éste, al cual aun Abraham el patriarca dió diezmos de los
despojos. Y ciertamente los que de los hijos de Leví toman el 5
sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diez-
mos según la ley, es á saber, de sus hermanos aunque también
hayan salido de los lomos de Abraham. Mas aquél cuya ge- 6
nealogía no es contada de ellos, tomó de Abraham los diezmos,
y bendijo al que tenía las promesas. Y sin contradicción al- 7
guna, lo que es menos es bendecido de lo que es más. Y aquí 8
ciertamente los hombres mortales toman los diezmos: mas allí,
aquel del cual está dado testimonio que vive. Y, por decirlo 9
así, en Abraham fué diezmado también Leví, que recibe los
diezmos; Porque aun estaba en los lomos de su padre cuando 10
Melchîsedech le salió al encuentro. Si pues la perfección era 11
por el sacerdocio Levítico (porque debajo de él recibió el pue-
7. 12–8. 3 Hebreos 1646
blo la ley) ¿qué necesidad había aún de que se levantase otro
sacerdote según el orden de Melchîsedech, y que no fuese lla-
12 mado según el orden de Aarón? Pues mudado el sacerdocio,
13 necesario es que se haga también mudanza de la ley. Porque
aquel del cual esto se dice, de otra tribu es, de la cual nadie
14 asistió al altar. Porque notorio es que el Señor nuestro nació
de la tribu de Judá, sobre cuya tribu nada habló Moisés to-
15 cante al sacerdocio. Y aun más manifiesto es, si á semejanza
16 de Melchîsedech se levanta otro sacerdote, El cual no es he-
cho conforme á la ley del mandamiento carnal, sino según la
17 virtud de vida indisoluble; Pues se da testimonio de él: Tú
eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melchîsedech.
18 El mandamiento precedente, cierto se abroga por su flaqueza
19 é inutilidad; Porque nada perfeccionó la ley; mas hízolo la
introducción de mejor esperanza, por la cual nos acercamos á
20, 21 Dios. Y por cuanto no fué sin juramento, (Porque los otros
cierto sin juramento fueron hechos sacerdotes; mas éste, con
juramento por el que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote eternamente Según el orden de Melchîsede-
22, 23 ch:) Tanto de mejor testamento es hecho fiador Jesús. Y los
otros cierto fueron muchos sacerdotes, en cuanto por la muer-
24 te no podían permanecer. Mas éste, por cuanto permanece
25 para siempre, tiene un sacerdocio inmutable: Por lo cual pue-
de también salvar eternamente á los que por él se allegan á
26 Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal
pontífice nos convenía: santo, inocente, limpio, apartado de
27 los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; Que no
tiene necesidad cada día, como los otros sacerdotes, de ofrecer
primero sacrificios por sus pecados, y luego por los del pue-
blo: porque esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose á sí mismo.
28 Porque la ley constituye sacerdotes á hombres flacos; mas la
palabra del juramento, después de la ley, constituye al Hijo,
hecho perfecto para siempre.
8 ASÍ que, la suma acerca de lo dicho es: Tenemos tal pontí-
fice que se asentó á la diestra del trono de la Majestad en los
2 cielos; Ministro del santuario, y de aquel verdadero taberná-
3 culo que el Señor asentó, y no hombre. Porque todo pontífice
es puesto para ofrecer presentes y sacrificios; por lo cual es
1647 Hebreos 8. 4–9. 6
necesario que también éste tuviese algo que ofrecer. Así que, 4
si estuviese sobre la tierra, ni aun sería sacerdote, habiendo
aún los sacerdotes que ofrecen los presentes según la ley; Los 5
cuales sirven de bosquejo y sombre de las cosas celestiales,
como fué respondido á Moisés cuando había de acabar el ta-
bernáculo: Mira, dice, haz todas las cosas conforme al dechado
que te ha sido mostrado en el monte. Mas ahora tanto mejor 6
ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto,
el cual ha sido formado sobre mejores promesas. Porque si 7
aquel primero fuera sin falta, cierto no se hubiera procurado
lugar de segundo. Porque reprendiéndolos dice: He aquí vie- 8
nen días, dice el Señor, Y consumaré para con la casa de Israel
y para con la casa de Judá un nuevo pacto; No como el pacto 9
que hice con sus padres El día que los tomé por la mano para
sacarlos de la tierra de Egipto: Porque ellos no permanecieron
en mi pacto, Y yo los menosprecié, dice el Señor. Por lo cual, 10
éste es el pacto que ordenaré á la casa de Israel Después de
aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en el alma de ellos,
Y sobre el corazón de ellos las escribiré; Y seré á ellos por
Dios, Y ellos me serán á mí por pueblo: Y ninguno enseñará 11
á su prójimo, Ni ninguno á su hermano, diciendo: Conoce al
Señor: Porque todos me conocerán, Desde el menor de ellos
hasta el mayor. Porque seré propicio á sus injusticias, Y de 12
sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más. Dicien- 13
do, Nuevo pacto, dió por viejo al primero; y lo que es dado por
viejo y se envejece, cerca está de desvanecerse.
TENÍA empero también el primer pacto reglamentos del 9
culto, y santuario mundano. Porque el tabernáculo fué he- 2
cho: el primero, en que estaban las lámparas, y la mesa, y los
panes de la proposición; lo que llaman el Santuario. Tras el 3
segundo velo estaba el tabernáculo, que llaman el Lugar San-
tísimo; El cual tenía un incensario de oro, y el arca del pacto 4
cubierta de todas partes alrededor de oro; en la que estaba
una urna de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que
reverdeció, y las tablas del pacto; Y sobre ella los querubines 5
de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se
puede ahora hablar en particular. Y estas cosas así ordenadas, 6
en el primer tabernáculo siempre entraban los sacerdotes para
9. 7–23 Hebreos 1648
7 hacer los oficios del culto; Mas en el segundo, sólo el pontífice
una vez en el año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo,
8 y por los pecados de ignorancia del pueblo: Dando en esto
á entender el Espíritu Santo, que aun no estaba descubierto
el camino para el santuario, entre tanto que el primer taber-
9 náculo estuviese en pie. Lo cual era figura de aquel tiempo
presente, en el cual se ofrecían presentes y sacrificios que no
podían hacer perfecto, cuanto á la conciencia, al que servía con
10 ellos; Consistiendo sólo en viandas y en bebidas, y en diversos
lavamientos, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta
11 el tiempo de la corrección. Mas estando ya presente Cristo,
pontífice de los bienes que habían de venir, por el más amplio
y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es á saber,
12 no de esta creación; Y no por sangre de machos cabríos ni
de becerros, mas por su propia sangre, entró una sola vez en
13 el santuario, habiendo obtenido eterna redención. Porque si
la sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de
la becerra, rociada á los inmundos, santifica para la purifica-
14 ción de la carne, ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual
por el Espíritu eterno se ofreció á sí mismo sin mancha á Dios,
limpiará vuestras conciencias de las obras de muerte para que
15 sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es mediador del nuevo
testamento, para que interviniendo muerte para la remisión de
las rebeliones que había bajo del primer testamento, los que
16 son llamados reciban la promesa de la herencia eterna. Porque
donde hay testamento, necesario es que intervenga muerte del
17 testador. Porque el testamento con la muerte es confirmado;
de otra manera no es válido entre tanto que el testador vive.
18 De donde vino que ni aun el primero fué consagrado sin san-
19 gre. Porque habiendo leído Moisés todos los mandamientos
de la ley á todo el pueblo, tomando la sangre de los becerros
y de los machos cabríos, con agua, y lana de grana, é hisopo,
20 roció al mismo libro, y también á todo el pueblo, Diciendo:
21 Ésta es la sangre del testamento que Dios os ha mandado. Y
además de esto roció también con la sangre el tabernáculo y
22 todos los vasos del ministerio. Y casi todo es purificado según
la ley con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace
23 remisión. Fué, pues, necesario que las figuras de las cosas ce-
1649 Hebreos 9. 24–10. 13
lestiales fuesen purificadas con estas cosas; empero las mismas
cosas celestiales con mejores sacrificios que éstos. Porque no 24
entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdade-
ro, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros
en la presencia de Dios. Y no para ofrecerse muchas veces á 25
sí mismo, como entra el pontífice en el santuario cada año con
sangre ajena; De otra manera fuera necesario que hubiera pa- 26
decido muchas veces desde el principio del mundo: mas ahora
una vez en la consumación de los siglos, para deshacimiento
del pecado se presentó por el sacrificio de sí mismo. Y de la 27
manera que está establecido á los hombres que mueran una
vez, y después el juicio; Así también Cristo fué ofrecido una 28
vez para agotar los pecados de muchos; y la segunda vez, sin
pecado, será visto de los que le esperan para salud.
PORQUE la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, 10
no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos
sacrificios que ofrecen continuamente cada año, hacer perfec-
tos á los que se allegan. De otra manera cesarían de ofrecerse; 2
porque los que tributan este culto, limpios de una vez, no ten-
drían más conciencia de pecado. Empero en estos sacrificios 3
cada año se hace conmemoración de los pecados. Porque la 4
sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los
pecados. Por lo cual, entrando en el mundo, dice: sacrificio y 5
presente no quisiste; Mas me apropiaste cuerpo: Holocaustos 6
y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: 7
Heme aquí (En la cabecera del libro está escrito de mí) Para
que haga, oh Dios, tu voluntad. Diciendo arriba: Sacrificio y 8
presente, y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisis-
te, ni te agradaron, (las cuales cosas se ofrecen según la ley,)
Entonces dijo: Heme aquí para que haga, oh Dios, tu volun- 9
tad. Quita lo primero, para establecer lo postrero. En la cual 10
voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesu-
cristo hecha una sola vez. Así que, todo sacerdote se presenta 11
cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos
sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados: Pero éste, 12
habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siem-
pre, está sentado á la diestra de Dios, Esperando lo que resta, 13
hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.
10. 14–35 Hebreos 1650
14 Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre á los
15 santificados. Y atestíguanos lo mismo el Espíritu Santo; que
16 después que dijo: Y éste es el pacto que haré con ellos Después
de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en sus corazones,
17 Y en sus almas las escribiré: Añade: Y nunca más me acor-
18 daré de sus pecados é iniquidades. Pues donde hay remisión
19 de éstos, no hay más ofrenda por pecado. Así que, hermanos,
teniendo libertad para entrar en el santuario por la sangre de
20 Jesucristo, Por el camino que él nos consagró nuevo y vivo,
21 por el velo, esto es, por su carne; Y teniendo un gran sacerdo-
22 te sobre la casa de Dios, Lleguémonos con corazón verdadero,
en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala
23 conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia. Manten-
gamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar; que fiel es
24 el que prometió: Y considerémonos los unos á los otros para
25 provocarnos al amor y á las buenas obras; No dejando nuestra
congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhor-
tándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
26 Porque si pecáremos voluntariamente después de haber reci-
bido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por
27 el pecado, Sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor
28 de fuego que ha de devorar á los adversarios. El que menos-
preciare la ley de Moisés, por el testimonio de dos ó de tres
29 testigos muere sin ninguna misericordia: ¿Cuánto pensáis que
será más digno de mayor castigo, el que hollare al Hijo de Dios,
y tuviere por inmunda la sangre del testamento, en la cual fué
30 santificado, é hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Sabemos
quién es el que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice
31 el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará su pueblo. Horrenda
32 cosa es caer en las manos del Dios vivo. Empero traed á la
memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido
33 iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones: Por una
parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis he-
chos espectáculo; y por otra parte hechos compañeros de los
34 que estaban en tal estado. Porque de mis prisiones también os
resentisteis conmigo, y el robo de vuestros bienes padecisteis
con gozo, conociendo que tenéis en vosotros una mejor sustan-
35 cia en los cielos, y que permanece. No perdáis pues vuestra
1651 Hebreos 10. 36–11. 14
confianza, que tiene grande remuneración de galardón: Por- 36
que la paciencia os es necesaria; para que, habiendo hecho la
voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aun un po- 37
quito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Ahora el 38
justo vivirá por fe; Mas si se retirare, no agradará á mi alma.
Pero nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición, 39
sino fieles para ganancia del alma.
ES pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la 11
demostración de las cosas que no se ven. Porque por ella al- 2
canzaron testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber 3
sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo he-
cho lo que se ve, de lo que no se veía. Por la fe Abel ofreció á 4
Dios mayor sacrificio que Caín, por la cual alcanzó testimonio
de que era justo, dando Dios testimonio á sus presentes; y di-
funto, aun habla por ella. Por la fe Enoc fué traspuesto para 5
no ver muerte, y no fué hallado, porque lo traspuso Dios. Y
antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado
á Dios. Empero sin fe es imposible agradar á Dios; porque es 6
menester que el que á Dios se allega, crea que le hay, y que es
galardonador de los que le buscan. Por la fe Noé, habiendo 7
recibido respuesta de cosas que aun no se veían, con temor
aparejó el arca en que su casa se salvase: por la cual fe conde-
nó al mundo, y fué hecho heredero de la justicia que es por la
fe. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al 8
lugar que había de recibir por heredad; y salió sin saber dónde
iba. Por fe habitó en la tierra prometida como en tierra ajena, 9
morando en cabañas con Isaac y Jacob, herederos juntamente
de la misma promesa: Porque esperaba ciudad con fundamen- 10
tos, el artífice y hacedor de la cual es Dios. Por la fe también 11
la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir si-
miente; y parió aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó
ser fiel el que lo había prometido. Por lo cual también, de 12
uno, y ése ya amortecido, salieron como las estrellas del cielo
en multitud, y como la arena innumerable que está á la orilla
de la mar. Conforme á la fe murieron todos éstos sin haber 13
recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas,
y saludándolas, y confesando que eran peregrinos y advene-
dizos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente 14
11. 15–36 Hebreos 1652
15 dan á entender que buscan una patria. Que si se acordaran
de aquella de donde salieron, cierto tenían tiempo para volver-
16 se: Empero deseaban la mejor, es á saber, la celestial; por lo
cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos: porque
17 les había aparejado ciudad. Por fe ofreció Abraham á Isaac
cuando fué probado, y ofrecía al unigénito el que había reci-
18 bido las promesas, Habiéndole sido dicho: En Isaac te será
19 llamada simiente: Pensando que aun de los muertos es Dios
poderoso para levantar; de donde también le volvió á recibir
20 por figura. Por fe bendijo Isaac á Jacob y á Esaú respecto á
21 cosas que habían de ser. Por fe Jacob, muriéndose, bendijo
á cada uno de los hijos de José, y adoró estribando sobre la
22 punta de su bordón. Por fe José, muriéndose, se acordó de
la partida de los hijos de Israel; y dió mandamiento acerca de
23 sus huesos. Por fe Moisés, nacido, fué escondido de sus padres
por tres meses, porque le vieron hermoso niño; y no temieron
24 el mandamiento del rey. Por fe Moisés, hecho ya grande, re-
25 husó ser llamado hijo de la hija de Faraón; Escogiendo antes
ser afligido con el pueblo de Dios, que gozar de comodidades
26 temporales de pecado. Teniendo por mayores riquezas el vitu-
perio de Cristo que los tesoros de los Egipcios; porque miraba
27 á la remuneración. Por fe dejó á Egipto, no temiendo la ira
28 del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. Por fe
celebró la pascua y el derramamiento de la sangre, para que
29 el que mataba los primogénitos no los tocase. Por fe pasa-
ron el mar Bermejo como por tierra seca: lo cual probando
30 los Egipcios, fueron sumergidos. Por fe cayeron los muros de
31 Jericó con rodearlos siete días. Por fe Rahab la ramera no
pereció juntamente con los incrédulos, habiendo recibido á los
32 espías con paz. ¿Y qué más digo? porque el tiempo me fal-
tará contando de Gedeón, de Barac, de Samsón, de Jephté,
33 de David, de Samuel, y de los profetas: Que por fe ganaron
reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas, taparon las bo-
34 cas de leones, Apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de
cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes
35 en batallas, trastornaron campos de extraños. Las mujeres re-
cibieron sus muertos por resurrección; unos fueron estirados,
36 no aceptando el rescate, para ganar mejor resurrección; Otros
1653 Hebreos 11. 37–12. 14
experimentaron vituperios y azotes; y á más de esto prisiones
y cárceles; Fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos 37
á cuchillo; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de
ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; De los 38
cuales el mundo no era digno; perdidos por los desiertos, por
los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y 39
todos éstos, aprobados por testimonio de la fe, no recibieron la
promesa; Proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, 40
para que no fuesen perfeccionados sin nosotros.
POR tanto nosotros también, teniendo en derredor nuestro 12
una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pe-
cado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos
es propuesta, Puestos los ojos en al autor y consumador de la 2
fe, en Jesús; el cual, habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la
cruz, menospreciando la vergüenza, y sentóse á la diestra del
trono de Dios. Reducid pues á vuestro pensamiento á aquel 3
que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, por-
que no os fatiguéis en vuestros ánimos desmayando. Que aun 4
no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pe-
cado: Y estáis ya olvidados de la exhortación que como con 5
hijos habla con vosotros, diciendo: Hijo mío, no menosprecies
el castigo del Señor, Ni desmayes cuando eres de él reprendido.
Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que 6
recibe por hijo. Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como 7
á hijos; porque ¿qué hijo es aquel á quien el padre no castiga?
Mas si estáis fuera del castigo, del cual todos han sido hechos 8
participantes, luego sois bastardos, y no hijos. Por otra par- 9
te, tuvimos por castigadores á los padres de nuestra carne, y
los reverenciábamos, ¿por qué no obedeceremos mucho mejor
al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, á la ver- 10
dad, por pocos días nos castigaban como á ellos les parecía,
mas éste para lo que nos es provechoso, para que recibamos
su santificación. Es verdad que ningún castigo al presente pa- 11
rece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto
apacible de justicia á los que en él son ejercitados. Por lo 12
cual alzad las manos caídas y las rodillas paralizadas; Y ha- 13
ced derechos pasos á vuestros pies, porque lo que es cojo no
salga fuera de camino, antes sea sanado. Seguid la paz con 14
12. 15–13. 5 Hebreos 1654
15 todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor: Mirando
bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios, que ninguna
raíz de amargura brotando os impida, y por ella muchos sean
16 contaminados; Que ninguno sea fornicario, ó profano, como
17 Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura. Porque
ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fué
reprobado (que no halló lugar de arrepentimiento), aunque la
18 procuró con lágrimas. Porque no os habéis llegado al monte
que se podía tocar, y al fuego encendido, y al turbión, y á la
19 oscuridad, y á la tempestad, Y al sonido de la trompeta, y á la
voz de las palabras, la cual los que la oyeron rogaron que no se
20 les hablase más; Porque no podían tolerar lo que se mandaba:
Si bestia tocare al monte, será apedreada, ó pasada con dardo.
21 Y tan terrible cosa era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy
22 asombrado y temblando. Mas os habéis llegado al monte de
Sión, y á la ciudad del Dios vivo, Jerusalem la celestial, y á la
23 compañía de muchos millares de ángeles, Y á la congregación
de los primogénitos que están alistados en los cielos, y á Dios el
Juez de todos, y á los espíritus de los justos hechos perfectos,
24 Y á Jesús el Mediador del nuevo testamento, y á la sangre
25 del esparcimiento que habla mejor que la de Abel. Mirad que
no desechéis al que habla. Porque si aquellos no escaparon que
desecharon al que hablaba en la tierra, mucho menos nosotros,
26 si desecháramos al que habla de los cielos. La voz del cual en-
tonces conmovió la tierra; mas ahora ha denunciado, diciendo:
Aun una vez, y yo conmoveré no solamente la tierra, mas aun
27 el cielo. Y esta palabra, Aun una vez, declara la mudanza de
28 las cosas movibles, como de cosas que son firmes. Así que, to-
mando el reino inmóvil, vamos á Dios agradándole con temor
29 y reverencia; Porque nuestro Dios es fuego consumidor.
13, 2 PERMANEZCA el amor fraternal. No olvidéis la hospi-
talidad, porque por ésta algunos, sin saberlo, hospedaron án-
3 geles. Acordaos de los presos, como presos juntamente con
ellos; y de los afligidos, como que también vosotros mismos
4 sois del cuerpo. Honroso es en todos el matrimonio, y el lecho
sin mancilla; mas á los fornicarios y á los adúlteros juzgará
5 Dios. Sean las costumbres vuestras sin avaricia; contentos de
lo presente; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré.
1655 Hebreos 13. 6–25
De tal manera que digamos confiadamente: El Señor es mi 6
ayudador; no temeré Lo que me hará el hombre. Acordaos de 7
vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; la fe de
los cuales imitad, considerando cuál haya sido el éxito de su
conducta. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. 8
No seáis llevados de acá para allá por doctrinas diversas y ex- 9
trañas; porque buena cosa es afirmar el corazón en la gracia, no
en viandas, que nunca aprovecharon á los que anduvieron en
ellas. Tenemos un altar, del cual no tienen facultad de comer 10
los que sirven al tabernáculo. Porque los cuerpos de aquellos 11
animales, la sangre de los cuales es metida por el pecado en el
santuario por el pontífice, son quemados fuera del real. Por lo 12
cual también Jesús, para santificar al pueblo por su propia san-
gre, padeció fuera de la puerta. Salgamos pues á él fuera del 13
real, llevando su vituperio. Porque no tenemos aquí ciudad 14
permanente, mas buscamos la por venir. Así que, ofrezcamos 15
por medio de él á Dios siempre sacrificio de alabanza, es á
saber, fruto de labios que confiesen á su nombre. Y de hacer 16
bien y de la comunicación no os olvidéis: porque de tales sacri-
ficios se agrada Dios. Obedeced á vuestros pastores, y sujetaos 17
á ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como aquellos
que han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no gi-
miendo; porque esto no os es útil. Orad por nosotros: porque 18
confiamos que tenemos buena conciencia, deseando conversar
bien en todo. Y más os ruego que lo hagáis así, para que yo 19
os sea más presto restituído. Y el Dios de paz que sacó de 20
los muertos á nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las
ovejas, por la sangre del testamento eterno, Os haga aptos 21
en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él
en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo:
al cual sea gloria por los siglos de los siglos. Amén. Empero 22
os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación;
porque os he escrito en breve. Sabed que nuestro hermano 23
Timoteo está suelto; con el cual, si viniere más presto, os iré á
ver. Saludad á todos vuestros pastores, y á todos los santos. 24
Los de Italia os saludan. La gracia sea con todos vosotros. 25
Amén.
la epístola universal de
santiago.
1
2
3
4
5
J ACOBO, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, á las
doce tribus que están esparcidas, salud. Hermanos
míos, tened por sumo gozo cuando cayereis en diver-
sas tentaciones; Sabiendo que la prueba de vuestra
fe obra paciencia. Mas tenga la paciencia perfecta su obra,
para que seáis perfectos y cabales, sin faltar en alguna cosa.
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela
á Dios, el cual da á todos abundantemente, y no zahiere; y
6 le será dada. Pero pida en fe, no dudando nada: porque el
que duda es semejante á la onda de la mar, que es movida
7 del viento, y echada de una parte á otra. No piense pues el
8 tal hombre que recibirá ninguna cosa del Señor. El hombre
9 de doblado ánimo es inconstante en todos sus caminos. El
10 hermano que es de baja suerte, gloríese en su alteza: Mas el
que es rico, en su bajeza; porque él se pasará como la flor de
11 la hierba. Porque salido el sol con ardor, la hierba se secó, y
su flor se cayó, y pereció su hermosa apariencia: así también
12 se marchitará el rico en todos sus caminos. Bienaventurado
el varón que sufre la tentación; porque cuando fuere probado,
recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido á los que
13 le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tenta-
do de Dios: porque Dios no puede ser tentado de los malos,
14 ni él tienta á alguno: Sino que cada uno es tentado, cuando
15 de su propia concupiscencia es atraído, y cebado. Y la con-
cupiscencia, después que ha concebido, pare el pecado: y el
16 pecado, siendo cumplido, engendra muerte. Amados herma-
17 nos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto
es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual
18 no hay mudanza, ni sombra de variación. Él, de su voluntad
nos ha engendrado por la palabra de verdad, para que seamos
19 primicias de sus criaturas. Por esto, mis amados hermanos,
todo hombre sea pronto para oír, tardío para hablar, tardío
1657 Santiago 1. 20–2. 11
para airarse: Porque la ira del hombre no obra la justicia de 20
Dios. Por lo cual, dejando toda inmundicia y superfluidad de 21
malicia, recibid con mansedumbre la palabra ingerida, la cual
puede hacer salvas vuestras almas. Mas sed hacedores de la 22
palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos á vosotros
mismos. Porque si alguno oye la palabra, y no la pone por 23
obra, este tal es semejante al hombre que considera en un es-
pejo su rostro natural. Porque él se consideró á sí mismo, y se 24
fué, y luego se olvidó qué tal era. Mas el que hubiere mirado 25
atentamente en la perfecta ley, que es la de la libertad, y per-
severado en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de
la obra, este tal será bienaventurado en su hecho. Si alguno 26
piensa ser religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino
engañando su corazón, la religión del tal es vana. La religión 27
pura y sin mácula delante de Dios y Padre es ésta: Visitar los
huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin
mancha de este mundo.
HERMANOS míos, no tengáis la fe de nuestro Señor Jesu- 2
cristo glorioso en acepción de personas. Porque si en vuestra 2
congregación entra un hombre con anillo de oro, y de preciosa
ropa, y también entra un pobre con vestidura vil, Y tuviereis 3
respeto al que trae la vestidura preciosa, y le dijereis: Siéntate
tú aquí en buen lugar: y dijereis al pobre: Estáte tú allí en pie;
ó siéntate aquí debajo de mi estrado: ¿No juzgáis en vosotros 4
mismos, y venís á ser jueces de pensamientos malos? Herma- 5
nos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios los pobres de este
mundo, ricos en fe, y herederos del reino que ha prometido
á los que le aman? Mas vosotros habéis afrentado al pobre. 6
¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os
arrastran á los juzgados? ¿No blasfeman ellos el buen nom- 7
bre que fué invocado sobre vosotros? Si en verdad cumplís 8
vosotros la ley real, conforme á la Escritura: Amarás á tu pró-
jimo como á ti mismo, bien hacéis: Mas si hacéis acepción de 9
personas, cometéis pecado, y sois reconvenidos de la ley como
transgresores. Porque cualquiera que hubiere guardado toda 10
la ley, y ofendiere en un punto, es hecho culpado de todos.
Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: 11
No matarás. Ahora bien, si no hubieres matado, ya eres hecho
2. 12–3. 6 Santiago 1658
12 transgresor de la ley. Así hablad, y así obrad, como los que
13 habéis de ser juzgados por la ley de libertad. Porque juicio sin
misericordia será hecho con aquel que no hiciere misericordia:
14 y la misericordia se gloría contra el juicio. Hermanos míos,
¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?
15 ¿Podrá la fe salvarle? Y si el hermano ó la hermana están
desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
16 Y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y hartaos;
pero no les diereis las cosas que son necesarias para el cuer-
17 po: ¿qué aprovechará? Así también la fe, si no tuviere obras,
18 es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo
tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré
19 mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces:
20 también los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber,
21 hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fué justifi-
cado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció á
22 su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe obró con sus
23 obras, y que la fe fué perfecta por las obras? Y fué cumplida
la Escritura que dice: Abraham creyó á Dios, y le fué imputado
24 á justicia, y fué llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues,
que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por
25 la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fué justificada
por obras, cuando recibió los mensajeros, y los echó fuera por
26 otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto,
así también la fe sin obras es muerta.
3 HERMANOS míos, no os hagáis muchos maestros, sabiendo
2 que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos
en muchas cosas. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón
perfecto, que también puede con freno gobernar todo el cuerpo.
3 He aquí nosotros ponemos frenos en las bocas de los caballos
4 para que nos obedezcan, y gobernamos todo su cuerpo. Mirad
también las naves: aunque tan grandes, y llevadas de impetuo-
sos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por
5 donde quisiere el que las gobierna. Así también, la lengua es
un miembro pequeño, y se gloría de grandes cosas. He aquí,
6 un pequeño fuego ¡cuán grande bosque enciende! Y la lengua
es un fuego, un mundo de maldad. Así la lengua está puesta
entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, é
1659 Santiago 3. 7–4. 9
inflama la rueda de la creación, y es inflamada del infierno.
Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, 7
y de seres de la mar, se doma y es domada de la naturaleza
humana: Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es 8
un mal que no puede ser refrenado; llena de veneno mortal.
Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos 9
á los hombres, los cuales son hechos á la semejanza de Dios.
De una misma boca proceden bendición y maldición. Herma- 10
nos míos, no conviene que estas cosas sean así hechas. ¿Echa 11
alguna fuente por una misma abertura agua dulce y amarga?
Hermanos míos, ¿puede la higuera producir aceitunas, ó la vid 12
higos? Así ninguna fuente puede hacer agua salada y dulce.
¿Quién es sabio y avisado entre vosotros? muestre por buena 13
conversación sus obras en mansedumbre de sabiduría. Pero si 14
tenéis envidia amarga y contención en vuestros corazones, no
os gloriéis, ni seáis mentirosos contra la verdad: Que esta sa- 15
biduría no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal,
diabólica. Porque donde hay envidia y contención, allí hay 16
perturbación y toda obra perversa. Mas la sabiduría que es 17
de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta,
benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgado-
ra, no fingida. Y el fruto de justicia se siembra en paz para 18
aquellos que hacen paz.
¿DE dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? 4
¿No son de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en
vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis 2
de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis, y no
tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, 3
porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. Adúlteros 4
y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad
con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo,
se constituye enemigo de Dios. ¿Pensáis que la Escritura dice 5
sin causa: Es espíritu que mora en nosotros codicia para envi-
dia? Mas él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste á los 6
soberbios, y da gracia á los humildes. Someteos pues á Dios; 7
resistid al diablo, y de vosotros huirá. Allegaos á Dios, y él se 8
allegará á vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros
de doblado ánimo, purificad los corazones. Afligíos, y lamen- 9
4. 10–5. 11 Santiago 1660
tad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo
10 en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará.
11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmu-
ra del hermano, y juzga á su hermano, este tal murmura de la
ley, y juzga á la ley; pero si tú juzgas á la ley, no eres guardador
12 de la ley, sino juez. Uno es el dador de la ley, que puede salvar
13 y perder: ¿quién eres tú que juzgas á otro? Ea ahora, los que
decís: Hoy y mañana iremos á tal ciudad, y estaremos allá un
14 año, y compraremos mercadería, y ganaremos: Y no sabéis lo
que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente
es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego
15 se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor
16 quisiere, y si viviéremos, haremos esto ó aquello. Mas ahora
os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es
17 mala. El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno,
y no lo hace.
5 EA ya ahora, oh ricos, llorad aullando por vuestras mise-
2 rias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas: vues-
3 tras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están
corrompidos de orín; y su orín os será testimonio, y comerá
del todo vuestras carnes como fuego. Os habéis allegado teso-
4 ro para en los postreros días. He aquí, el jornal de los obreros
que han segado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha
sido pagado de vosotros, clama; y los clamores de los que ha-
bían segado, han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; ha-
béis cebado vuestros corazones como en el día de sacrificios.
6, 7 Habéis condenado y muerto al justo; y él no os resiste. Pues,
hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad
cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguar-
dando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y
8 tardía. Tened también vosotros paciencia; confirmad vuestros
9 corazones: porque la venida del Señor se acerca. Hermanos,
no os quejéis unos contra otros, porque no seáis condenados;
10 he aquí, el juez está delante de la puerta. Hermanos míos, to-
mad por ejemplo de aflicción y de paciencia, á los profetas que
11 hablaron en nombre del Señor. He aquí, tenemos por biena-
venturados á los que sufren. Habéis oído la paciencia de Job, y
1661 Santiago 5. 12–20
habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso
y piadoso. Mas sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por 12
el cielo, ni por la tierra, ni por otro cualquier juramento; sino
vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no; porque no caigáis en con-
denación. ¿Está alguno entre vosotros afligido? haga oración. 13
¿Está alguno alegre? cante salmos. ¿Está alguno enfermo en- 14
tre vosotros? llame á los ancianos de la iglesia, y oren por él,
ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de 15
fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si estuviere en
pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras faltas unos 16
á otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos; la
oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho. Elías 17
era hombre sujeto á semejantes pasiones que nosotros, y rogó
con oración que no lloviese, y no llovió sobre la tierra en tres
años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dió lluvia, y la 18
tierra produjo su fruto. Hermanos, si alguno de entre vosotros 19
ha errado de la verdad, y alguno le convirtiere, Sepa que el 20
que hubiere hecho convertir al pecador del error de su camino,
salvará un alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados.
la primera epístola universal de
san pedro apóstol.
1
3
P EDRO, apóstol de Jesucristo, á los extranjeros espar-
cidos en Ponto, en Galacia, en Capadocia, en Asia,
y en Bithinia, Elegidos según la presciencia de Dios
Padre en santificación del Espíritu, para obedecer
y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os
sea multiplicada. Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que según su grande misericordia nos ha regene-
rado en esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de
4 los muertos, Para una herencia incorruptible, y que no pue-
5 de contaminarse, ni marchitarse, reservada en los cielos Para
nosotros que somos guardados en la virtud de Dios por fe,
para alcanzar la salud que está aparejada para ser manifesta-
6 da en el postrimero tiempo. En lo cual vosotros os alegráis,
estando al presente un poco de tiempo afligidos en diversas
7 tentaciones, si es necesario, Para que la prueba de vuestra fe,
mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea
probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra,
8 cuando Jesucristo fuera manifestado: Al cual, no habiendo
visto, le amáis; en el cual creyendo, aunque al presente no lo
9 veáis, os alegráis con gozo inefable y glorificado; Obteniendo
10 el fin de vuestra fe, que es la salud de vuestras almas. De la
cual salud los profetas que profetizaron de la gracia que había
de venir á vosotros, han inquirido y diligentemente buscado,
11 Escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el
Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual prenunciaba las
aflicciones que habían de venir á Cristo, y las glorias después
12 de ellas. Á los cuales fué revelado, que no para sí mismos, sino
para nosotros administraban las cosas que ahora os son anun-
ciadas de los que os han predicado el evangelio por el Espíritu
Santo enviado del cielo; en las cuales desean mirar los ángeles.
13 Por lo cual, teniendo los lomos de vuestro entendimiento ce-
ñidos, con templanza, esperad perfectamente en la gracia que
1663 I Pedro 1. 14–2. 7
os es presentada cuando Jesucristo os es manifestado: Como 14
hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes
teníais estando en vuestra ignorancia; Sino como aquel que 15
os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda
conversación: Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy 16
santo. Y si invocáis por Padre á aquel que sin acepción de 17
personas juzga según la obra de cada uno, conversad en te-
mor todo el tiempo de vuestra peregrinación: Sabiendo que 18
habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual
recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, co-
mo oro ó plata; Sino con la sangre preciosa de Cristo, como 19
de un cordero sin mancha y sin contaminación: Ya ordenado 20
de antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los
postrimeros tiempos por amor de vosotros, Que por él creéis 21
á Dios, el cual le resucitó de los muertos, y le ha dado glo-
ria, para que vuestra fe y esperanza sea en Dios. Habiendo 22
purificado vuestra almas en la obediencia de la verdad, por el
Espíritu, en caridad hermanable sin fingimiento, amaos unos á
otros entrañablemente de corazón puro: Siendo renacidos, no 23
de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra
de Dios, que vive y permanece para siempre. Porque Toda 24
carne es como la hierba, Y toda la gloria del hombre como
la flor de la hierba: Secóse la hierba, y la flor se cayó; Mas 25
la palabra del Señor permanece perpetuamente. Y ésta es la
palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
DEJANDO pues toda malicia, y todo engaño, y fingimien- 2
tos, y envidias, y todas las detracciones, Desead, como niños 2
recién nacidos, la leche espiritual, sin engaño, para que por
ella crezcáis en salud: Si empero habéis gustado que el Se- 3
ñor es benigno; Al cual allegándoos, piedra viva, reprobada 4
cierto de los hombres, empero elegida de Dios, preciosa, Vo- 5
sotros también, como piedras vivas, sed edificados una casa
espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espi-
rituales, agradables á Dios por Jesucristo. Por lo cual también 6
contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sión la principal pie-
dra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en ella,
no será confundido. Ella es pues honor á vosotros que creéis: 7
mas para los desobedientes, La piedra que los edificadores re-
2. 8–25 I Pedro 1664
8 probaron, Esta fué hecha la cabeza del ángulo; Y Piedra de
tropiezo, y roca de escándalo á aquellos que tropiezan en la
palabra, siendo desobedientes; para lo cual fueron también or-
9 denados. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,
gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes
de aquel que os ha llamado de las tinieblas á su luz admirable.
10 Vosotros, que en el tiempo pasado no erais pueblo, mas ahora
sois pueblo de Dios; que en el tiempo pasado no habíais alcan-
11 zado misericordia. Amados, yo os ruego como á extranjeros
y peregrinos, os abstengáis de los deseos carnales que batallan
12 contra el alma, Teniendo vuestra conversación honesta entre
los Gentiles; para que, en lo que ellos murmuran de vosotros
como de malhechores, glorifiquen á Dios en el día de la visi-
13 tación, estimándoos por las buenas obras. Sed pues sujetos
á toda ordenación humana por respeto á Dios: ya sea al rey,
14 como á superior, Ya á los gobernadores, como de él enviados
para venganza de los malhechores, y para loor de los que ha-
15 cen bien. Porque ésta es la voluntad de Dios; que haciendo
16 bien, hagáis callara la ignorancia de los hombres vanos: Co-
mo libres, y no como teniendo la libertad por cobertura de
17 malicia, sino como siervos de Dios. Honrad á todos. Amad la
18 fraternidad. Temed á Dios. Honrad al rey. Siervos, sed sujetos
con todo temor á vuestros amos; no solamente á los buenos y
19 humanos, sino también á los rigurosos. Porque esto es agra-
dable, si alguno á causa de la conciencia delante de Dios, sufre
20 molestias padeciendo injustamente. Porque ¿qué gloria es, si
pecando vosotros sois abofeteados, y lo sufrís? mas si hacien-
do bien sois afligidos, y lo sufrís, esto ciertamente es agradable
21 delante de Dios. Porque para esto sois llamados; pues que
también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, pa-
22 ra que vosotros sigáis sus pisadas: El cual no hizo pecado; ni
23 fué hallado engaño en su boca: Quien cuando le maldecían
no retornaba maldición: cuando padecía, no amenazaba, sino
24 remitía la causa al que juzga justamente: El cual mismo llevó
nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nos-
otros siendo muertos á los pecados, vivamos á la justicia: por
25 la herida del cual habéis sido sanados. Porque vosotros erais
como ovejas descarriadas; mas ahora habéis vuelto al Padre y
1665 I Pedro 3. 1–17
Obispo de vuestras almas.
ASIMISMO vosotras, mujeres, sed sujetas á vuestros ma- 3
ridos; para que también los que no creen á la palabra, sean
ganados sin palabra por la conversación de sus mujeres, Con- 2
siderando vuestra casta conversación, que es en temor. El 3
adorno de las cuales no sea exterior con encrespamiento del
cabello, y atavío de oro, ni en compostura de ropas; Sino el 4
hombre del corazón que está encubierto, en incorruptible orna-
to de espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima
delante de Dios. Porque así también se ataviaban en el tiempo 5
antiguo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, siendo
sujetas á sus maridos: Como Sara obedecía á Abraham, lla- 6
mándole señor; de la cual vosotras sois hechas hijas, haciendo
bien, y no sois espantadas de ningún pavor. Vosotros mari- 7
dos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia, dando
honor á la mujer como á vaso más frágil, y como á herederas
juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones
no sean impedidas. Y finalmente, sed todos de un mismo co- 8
razón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos,
amigables; No volviendo mal por mal, ni maldición por mal- 9
dición, sino antes por el contrario, bendiciendo; sabiendo que
vosotros sois llamados para que poseáis bendición en herencia.
Porque El que quiere amar la vida, Y ver días buenos, Refrene 10
su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; Apártese 11
del mal, y haga bien; Busque la paz, y sígala. Porque los ojos 12
del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos á sus ora-
ciones: Pero el rostro del Señor está sobre aquellos que hacen
mal. ¿Y quién es aquel que os podrá dañar, si vosotros se- 13
guís el bien? Mas también si alguna cosa padecéis por hacer 14
bien, sois bienaventurados. Por tanto, no temáis por el temor
de ellos, ni seáis turbados; Sino santificad al Señor Dios en 15
vuestros corazones, y estad siempre aparejados para respon-
der con mansedumbre y reverencia á cada uno que os demande
razón de la esperanza que hay en vosotros: Teniendo buena 16
conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como
de malhechores, sean confundidos los que blasfeman vuestra
buena conversación en Cristo. Porque mejor es que padezcáis 17
haciendo bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que ha-
3. 18–4. 12 I Pedro 1666
18 ciendo mal. Porque también Cristo padeció una vez por los
injustos, para llevarnos á Dios, siendo á la verdad muerto en
19 la carne, pero vivificado en espíritu; En el cual también fué y
20 predicó á los espíritus encarcelados; Los cuales en otro tiempo
fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de
Dios en los días de Noé, cuando se aparejaba el arca; en la cual
21 pocas, es á saber, ocho personas fueron salvas por agua. Á la
figura de la cual el bautismo que ahora corresponde nos salva
(no quitando las inmundicias de la carne, sino como demanda
de una buena conciencia delante de Dios,) por la resurrección
22 de Jesucristo: El cual está á la diestra de Dios, habiendo su-
bido al cielo; estando á él sujetos los ángeles, y las potestades,
y virtudes.
4 PUES que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vo-
sotros también estad armados del mismo pensamiento: que el
2 que ha padecido en la carne, cesó de pecado; Para que ya
el tiempo que queda en carne, viva, no á las concupiscencias
3 de los hombres, sino á la voluntad de Dios. Porque nos debe
bastar que el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecho
la voluntad de los Gentiles, cuando conversábamos en lasci-
vias, en concupiscencias, en embriagueces, abominables ido-
4 latrías. En lo cual les parece cosa extraña que vosotros no
corráis con ellos en el mismo desenfrenamiento de disolución,
5 ultrajándoos: Los cuales darán cuenta al que está aparejado
6 para juzgar los vivos y los muertos. Porque por esto también
ha sido predicado el evangelio á los muertos; para que sean
juzgados en carne según los hombres, y vivan en espíritu se-
7 gún Dios. Mas el fin de todas las cosas se acerca: sed pues
8 templados, y velad en oración. Y sobre todo, tened entre vo-
sotros ferviente caridad; porque la caridad cubrirá multitud
9 de pecados. Hospedaos los unos á los otros sin murmuracio-
10 nes. Cada uno según el don que ha recibido, adminístrelo á
los otros, como buenos dispensadores de las diferentes gracias
11 de Dios. Si alguno habla, hable conforme á las palabras de
Dios; si alguno ministra, ministre conforme á la virtud que
Dios suministra: para que en todas cosas sea Dios glorificado
por Jesucristo, al cual es gloria é imperio para siempre jamás.
12 Amén. Carísimos, no os maravilléis cuando sois examinados
1667 I Pedro 4. 13–5. 10
por fuego, lo cual se hace para vuestra prueba, como si alguna
cosa peregrina os aconteciese; Antes bien gozaos en que sois 13
participantes de las aflicciones de Cristo; para que también en
la revelación de su gloria os gocéis en triunfo. Si sois vitu- 14
perados en el nombre de Cristo, sois bienaventurados; porque
la gloria y el Espíritu de Dios reposan sobre vosotros. Cierto,
según ellos, él es blasfemado, mas según vosotros es glorifica-
do. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, ó 15
ladrón, ó malhechor, ó por meterse en negocios ajenos. Pero 16
si alguno padece como Cristiano, no se avergüence; antes glo-
rifique á Dios en esta parte. Porque es tiempo de que el juicio 17
comience de la casa de Dios: y si primero comienza por noso-
tros, ¿qué será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio
de Dios? Y si el justo con dificultad se salva; ¿á dónde apa- 18
recerá el infiel y el pecador? Y por eso los que son afligidos 19
según la voluntad de Dios, encomiéndenle sus almas, como á
fiel Criador, haciendo bien.
RUEGO á los ancianos que están entre vosotros, yo ancia- 5
no también con ellos, y testigo de las aflicciones de Cristo, que
soy también participante de la gloria que ha de ser revelada:
Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo 2
cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por
ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto; Y no como 3
teniendo señorío sobre las heredades del Señor, sino siendo
dechados de la grey. Y cuando apareciere el Príncipe de los 4
pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
Igualmente, mancebos, sed sujetos á los ancianos; y todos su- 5
misos unos á otros, revestíos de humildad; porque Dios resiste
á los soberbios, y da gracia á los humildes. Humillaos pues 6
bajo la poderosa mano de Dios, para que él os ensalce cuando
fuere tiempo; Echando toda vuestra solicitud en él, porque 7
él tiene cuidado de vosotros. Sed templados, y velad; porque 8
vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrede-
dor buscando á quien devore: Al cual resistid firmes en la fe, 9
sabiendo que las mismas aflicciones han de ser cumplidas en la
compañía de vuestros hermanos que están en el mundo. Mas 10
el Dios de toda gracia, que nos ha llamado á su gloria eter-
na por Jesucristo, después que hubiereis un poco de tiempo
5. 11–14 I Pedro 1668
padecido, él mismo os perfeccione, confirme, corrobore y esta-
11, 12 blezca. Á él sea gloria é imperio para siempre. Amén. Por
Silvano, el hermano fiel, según yo pienso, os he escrito breve-
mente, amonestándoos, y testificando que ésta es la verdadera
13 gracia de Dios, en la cual estáis. La iglesia que está en Ba-
bilonia, juntamente elegida con vosotros, os saluda, y Marcos
14 mi hijo. Saludaos unos á otros con ósculo de caridad. Paz sea
con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.
la segunda epístola universal de
san pedro apóstol.
2
3
4
E L anciano á la señora elegida y á sus hijos, á los cuales
yo amo en verdad y no yo solo, sino también todos los
que han conocido la verdad, Por la verdad que está
en nosotros, y será perpetuamente con nosotros: Sea
con vosotros gracia, misericordia, y paz de Dios Padre, y del
Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor. Mucho
me he gozado, porque he hallado de tus hijos, que andan en
verdad, como nosotros hemos recibido el mandamiento del Pa-
5 dre. Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo
mandamiento, sino aquel que nosotros hemos tenido desde el
6 principio, que nos amemos unos á otros. Y éste es amor, que
andemos según sus mandamientos. Éste es el mandamiento:
Que andéis en él, como vosotros habéis oído desde el princi-
7 pio. Porque muchos engañadores son entrados en el mundo,
los cuales no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este
8 tal el engañador es, y el anticristo. Mirad por vosotros mis-
mos, porque no perdamos las cosas que hemos obrado, sino
9 que recibamos galardón cumplido. Cualquiera que se rebela,
y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene á Dios: el que
persevera en la doctrina de Cristo, el tal tiene al Padre y al
10 Hijo. Si alguno viene á vosotros, y no trae esta doctrina, no
11 lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡bienvenido! Porque el que le
12 dice bienvenido, comunica con sus malas obras. Aunque tengo
muchas cosas que escribiros, no he querido comunicarlas por
medio de papel y tinta; mas espero ir á vosotros, y hablar boca
13 á boca, para que nuestro gozo sea cumplido. Los hijos de tu
hermana elegida te saludan. Amén.
la tercera epístola de
san juan apóstol.
2
3
4
J UDAS, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo,
á los llamados, santificados en Dios Padre, y conser-
vados en Jesucristo: Misericordia, y paz, y amor os
sean multiplicados. Amados, por la gran solicitud
que tenía de escribiros de la común salud, me ha sido necesa-
rio escribiros amonestándoos que contendáis eficazmente por
la fe que ha sido una vez dada á los santos. Porque algunos
hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antes
habían estado ordenados para esta condenación, hombres im-
píos, convirtiendo la gracia de nuestro Dios en disolución, y
negando á Dios que solo es el que tiene dominio, y á nuestro
5 Señor Jesucristo. Os quiero pues amonestar, ya que alguna
vez habéis sabido esto, que el Señor habiendo salvado al pue-
6 blo de Egipto, después destruyó á los que no creían: Y á los
ángeles que no guardaron su dignidad, mas dejaron su habita-
ción, los ha reservado debajo de oscuridad en prisiones eternas
7 hasta el juicio del gran día: Como Sodoma y Gomorra, y las
ciudades comarcanas, las cuales de la misma manera que ellos
habían fornicado, y habían seguido la carne extraña, fueron
8 puestas por ejemplo: sufriendo el juicio del fuego eterno. De
la misma manera también estos soñadores amancillan la car-
ne, y menosprecian la potestad, y vituperan las potestades
9 superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el
diablo, disputando sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió á
usar de juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te
10 reprenda. Pero éstos maldicen las cosas que no conocen; y las
cosas que naturalmente conocen, se corrompen en ellas, como
11 bestias brutas. ¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de
Caín, y se lanzaron en el error de Balaam por recompensa, y
12 perecieron en la contradicción de Coré. Éstos son manchas
en vuestros convites, que banquetean juntamente, apacentán-
dose á sí mismos sin temor alguno: nubes sin agua, las cuales
1683 Judas 1. 13–25
son llevadas de acá para allá de los vientos: árboles marchitos
como en otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;
Fieras ondas de la mar, que espuman sus mismas abominacio- 13
nes; estrellas erráticas, á las cuales es reservada eternalmente
la oscuridad de las tinieblas. De los cuales también profetizó 14
Enoc, séptimo desde Adam, diciendo: He aquí, el Señor es ve-
nido con sus santos millares, Á hacer juicio contra todos, y á 15
convencer á todos los impíos de entre ellos tocante á todas sus
obras de impiedad que han hecho impíamente, y á todas las
cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él.
Éstos son murmuradores, querellosos, andando según sus de- 16
seos; y su boca habla cosas soberbias, teniendo en admiración
las personas por causa del provecho. Mas vosotros, amados, 17
tened memoria de las palabras que antes han sido dichas por
los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; Como os decían: 18
Que en el postrer tiempo habría burladores, que andarían se-
gún sus malvados deseos. Éstos son los que hacen divisiones, 19
sensuales, no teniendo el Espíritu. Mas vosotros, oh amados, 20
edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando por el Espíritu
Santo. Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericor- 21
dia de nuestro Señor Jesucristo, para vida eterna. Y recibid 22
á los unos en piedad, discerniendo: Mas haced salvos á los 23
otros por temor, arrebatándolos del fuego; aborreciendo aun
la ropa que es contaminada de la carne. Á aquel, pues, que 24
es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante
de su gloria irreprensibles, con grande alegría, Al Dios solo 25
sabio, nuestro Salvador, sea gloria y magnificencia, imperio y
potencia, ahora y en todos los siglos. Amén.
el apocalipsis
ó revelación
de san juan, el teólogo.
3
L A revelación de Jesucristo, que Dios le dió, para ma-
nifestar á sus siervos las cosas que deben suceder
presto; y la declaró, enviándola por su ángel á Juan
su siervo, El cual ha dado testimonio de la palabra
de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas
que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las
palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas:
4 porque el tiempo está cerca. Juan á las siete iglesias que están
en Asia: Gracia sea con vosotros, y paz del que es y que era y
que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de
5 su trono; Y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los
muertos, y príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó,
6 y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, Y nos ha
hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre; á él sea glo-
7 ria é imperio para siempre jamás. Amén. He aquí que viene
con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y
todos los linajes de la tierra se lamentarán sobre él. Así sea.
8 Amén. Yo soy el Alpha y la Omega, principio y fin, dice el
Señor, que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
9 Yo Juan, vuestro hermano, y participante en la tribulación y
en el reino, y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla
que es llamada Patmos, por la palabra de Dios y el testimonio
10 de Jesucristo. Yo fuí en el Espíritu en el día del Señor, y oí
11 detrás de mí una gran voz como de trompeta, Que decía: Yo
soy el Alpha y Omega, el primero y el último. Escribe en un
libro lo que ves, y envía lo á las siete iglesias que están en Asia;
á Éfeso, y á Smirna, y á Pérgamo, y á Tiatira, y á Sardis, y á
12 Filadelfia, y á Laodicea. Y me volví á ver la voz que hablaba
13 conmigo: y vuelto, vi siete candeleros de oro; Y en medio de
los siete candeleros, uno semejante al Hijo del hombre, vestido
de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por los pechos
1685 El Apocalipsis 1. 14–2. 10
con una cinta de oro. Y su cabeza y sus cabellos eran blancos 14
como la lana blanca, como la nieve; y sus ojos como llama de
fuego; Y sus pies semejantes al latón fino, ardientes como en 15
un horno; y su voz como ruido de muchas aguas. Y tenía en 16
su diestra siete estrellas: y de su boca salía una espada aguda
de dos filos. Y su rostro era como el sol cuando resplandece
en su fuerza. Y cuando yo le vi, caí como muerto á sus pies. 17
Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas: yo soy
el primero y el último; Y el que vivo, y he sido muerto; y he 18
aquí que vivo por siglos de siglos, Amén. Y tengo las llaves
del infierno y de la muerte. Escribe las cosas que has visto, 19
y las que son, y las que han de ser después de éstas: El mis- 20
terio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y los
siete candeleros de oro. Las siete estrellas son los ángeles de
las siete iglesias; y los siete candeleros que has visto, son las
siete iglesias.
ESCRIBE al ángel de la iglesia en ÉFESO: El que tiene 2
las siete estrellas en su diestra, el cual anda en medio de los
siete candeleros de oro, dice estas cosas: Yo sé tus obras, y 2
tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y
has probado á los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los
has hallado mentirosos; Y has sufrido, y has tenido paciencia, 3
y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido. Pero 4
tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por 5
tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras
obras; pues si no, vendré presto á ti, y quitaré tu candelero de
su lugar, si no te hubieres arrepentido. Mas tienes esto, que 6
aborreces los hechos de los Nicolaítas; los cuales yo también
aborrezco. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las 7
iglesias. Al que venciere, daré á comer del árbol de la vida, el
cual está en medio del paraíso de Dios. Y escribe al ángel de 8
la iglesia en SMIRNA: El primero y postrero, que fué muerto,
y vivió, dice estas cosas: Yo sé tus obras, y tu tribulación, 9
y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se
dicen ser Judíos, y no lo son, mas son sinagoga de Satanás.
No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He 10
aquí, el diablo ha de enviar algunos de vosotros á la cárcel,
para que seáis probados, y tendréis tribulación de diez días.
2. 11–26 El Apocalipsis 1686
Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias.
12 El que venciere, no recibirá daño de la muerte segunda. Y
escribe al ángel de la iglesia en PÉRGAMO: El que tiene la
13 espada aguda de dos filos, dice estas cosas: Yo sé tus obras,
y dónde moras, donde está la silla de Satanás; y retienes mi
nombre, y no has negado mi fe, aun en los días en que fué
Antipas mi testigo fiel, el cual ha sido muerto entre vosotros,
14 donde Satanás mora. Pero tengo unas pocas cosas contra ti:
porque tú tienes ahí los que tienen la doctrina de Balaam, el
cual enseñaba á Balac á poner escándalo delante de los hijos de
Israel, á comer de cosas sacrificadas á los ídolos, y á cometer
15 fornicación. Así también tú tienes á los que tienen la doctrina
16 de los Nicolaítas, lo cual yo aborrezco. Arrepiéntete, porque
de otra manera vendré á ti presto, y pelearé contra ellos con la
17 espada de mi boca. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu
dice á las iglesias. Al que venciere, daré á comer del maná
escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita
un nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel
18 que lo recibe. Y escribe al ángel de la iglesia en TIATIRA: El
Hijo de Dios, que tiene sus ojos como llama de fuego, y sus pies
19 semejantes al latón fino, dice estas cosas: Yo he conocido tus
obras, y caridad, y servicio, y fe, y tu paciencia, y que tus obras
20 postreras son más que las primeras. Mas tengo unas pocas
cosas contra ti: porque permites aquella mujer Jezabel (que se
dice profetisa) enseñar, y engañar á mis siervos, á fornicar, y á
21 comer cosas ofrecidas á los ídolos. Y le he dado tiempo para
22 que se arrepienta de la fornicación; y no se ha arrepentido. He
aquí, yo la echo en cama, y á los que adulteran con ella, en
23 muy grande tribulación, si no se arrepintieren de sus obras: Y
mataré á sus hijos con muerte; y todas las iglesias sabrán que
yo soy el que escudriño los riñones y los corazones: y daré á
24 cada uno de vosotros según sus obras. Pero yo digo á vosotros,
y á los demás que estáis en Tiatira, cualesquiera que no tienen
esta doctrina, y que no han conocido las profundidades de
Satanás, como dicen: Yo no enviaré sobre vosotros otra carga.
25, 26 Empero la que tenéis, tenedla hasta que yo venga. Y al que
hubiere vencido, y hubiere guardado mis obras hasta el fin,
1687 El Apocalipsis 2. 27–3. 14
yo le daré potestad sobre las gentes; Y las regirá con vara 27
de hierro, y serán quebrantados como vaso de alfarero, como
también yo he recibido de mi Padre: Y le daré la estrella de 28
la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á 29
las iglesias.
Y ESCRIBE al ángel de la iglesia en SARDIS: El que tie- 3
ne los siete Espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice estas
cosas: Yo conozco tus obras que tienes nombre que vives, y es-
tás muerto. Sé vigilante y confirma las otras cosas que están 2
para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante
de Dios. Acuérdate pues de lo que has recibido y has oído, 3
y guárdalo, y arrepiéntete. Y si no velares, vendré á ti co-
mo ladrón, y no sabrás en qué hora vendré á ti. Mas tienes 4
unas pocas personas en Sardis que no han ensuciado sus ves-
tiduras: y andarán conmigo en vestiduras blancas; porque son
dignos. El que venciere, será vestido de vestiduras blancas; 5
y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su
nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que 6
tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias. Y es- 7
cribe al ángel de la iglesia en FILADELFIA: Estas cosas dice
el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que
abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco 8
tus obras: he aquí, he dado una puerta abierta delante de ti, la
cual ninguno puede cerrar; porque tienes un poco de potencia,
y has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He 9
aquí, yo doy de la sinagoga de Satanás, los que se dicen ser
Judíos, y no lo son, mas mienten; he aquí, yo los constreñiré
á que vengan y adoren delante de tus pies, y sepan que yo te
he amado. Porque has guardado la palabra de mi paciencia, 10
yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de
venir en todo el mundo, para probar á los que moran en la
tierra. He aquí, yo vengo presto; retén lo que tienes, para que 11
ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna 12
en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré
sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de
mi Dios, la nueva Jerusalem, la cual desciende del cielo de con
mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que 13
el Espíritu dice á las iglesias. Y escribe al ángel de la iglesia 14
3. 15–4. 8 El Apocalipsis 1688
en LAODICEA: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y ver-
15 dadero, el principio de la creación de Dios: Yo conozco tus
obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, ó calien-
16 te! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré
17 de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido,
y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú
18 eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; Yo te
amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que
seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que
no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos
19 con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo á todos los
20 que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy á
la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta,
21 entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere,
yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he
22 vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que
tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice á las iglesias.
4 DESPUÉS de estas cosas miré, y he aquí una puerta abier-
ta en el cielo: y la primera voz que oí, era como de trompeta
que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las
2 cosas que han de ser después de éstas. Y luego yo fuí en Espí-
ritu: y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre
3 el trono estaba uno sentado. Y el que estaba sentado, era al
parecer semejante á una piedra de jaspe y de sardio: y un arco
celeste había alrededor del trono, semejante en el aspecto á la
4 esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro sillas: y
vi sobre las sillas veinticuatro ancianos sentados, vestidos de
5 ropas blancas; y tenían sobre sus cabezas coronas de oro. Y
del trono salían relámpagos y truenos y voces: y siete lámpa-
ras de fuego estaban ardiendo delante del trono, las cuales son
6 los siete Espíritus de Dios. Y delante del trono había como
un mar de vidrio semejante al cristal; y en medio del trono,
y alrededor del trono, cuatro animales llenos de ojos delante
7 y detrás. Y el primer animal era semejante á un león; y el
segundo animal, semejante á un becerro; y el tercer animal
tenía la cara como de hombre; y el cuarto animal, semejante
8 á un águila volando. Y los cuatro animales tenían cada uno
por sí seis alas alrededor, y de dentro estaban llenos de ojos; y
1689 El Apocalipsis 4. 9–5. 13
no tenían reposo día ni noche, diciendo: Santo, santo, santo el
Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir.
Y cuando aquellos animales daban gloria y honra y alabanza 9
al que estaba sentado en el trono, al que vive para siempre ja-
más, Los veinticuatro ancianos se postraban delante del que 10
estaba sentado en el trono, y adoraban al que vive para siem-
pre jamás, y echaban sus coronas delante del trono, diciendo:
Señor, digno eres de recibir gloria y honra y virtud: porque tú 11
criaste todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron
criadas.
Y VI en la mano derecha del que estaba sentado sobre el 5
trono un libro escrito de dentro y de fuera, sellado con siete
sellos. Y vi un fuerte ángel predicando en alta voz: ¿Quién 2
es digno de abrir el libro, y de desatar sus sellos? Y ninguno 3
podía, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir
el libro, ni mirarlo. Y yo lloraba mucho, porque no había sido 4
hallado ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mi-
rarlo. Y uno de los ancianos me dice: No llores: he aquí el león 5
de la tribu de Judá, la raíz de David, que ha vencido para abrir
el libro, y desatar sus siete sellos. Y miré; y he aquí en medio 6
del trono y de los cuatro animales, y en medio de los ancianos,
estaba un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y
siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados en toda
la tierra. Y él vino, y tomó el libro de la mano derecha de 7
aquel que estaba sentado en el trono. Y cuando hubo tomado 8
el libro, los cuatro animales y los veinticuatro ancianos se pos-
traron delante del Cordero, teniendo cada uno arpas, y copas
de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos:
Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar 9
el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos
has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua
y pueblo y nación; Y nos has hecho para nuestro Dios reyes 10
y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Y miré, y oí voz 11
de muchos ángeles alrededor del trono, y de los animales, y de
los ancianos; y la multitud de ellos era millones de millones,
Que decían en alta voz: El Cordero que fué inmolado es digno 12
de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra
y gloria y alabanza. Y oí á toda criatura que está en el cielo, 13
5. 14–6. 13 El Apocalipsis 1690
y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y que está en el mar, y
todas las cosas que en ellos están, diciendo: Al que está senta-
do en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la honra, y la
14 gloria, y el poder, para siempre jamás. Y los cuatro animales
decían: Amén. Y los veinticuatro ancianos cayeron sobre sus
rostros, y adoraron al que vive para siempre jamás.
6 Y MIRÉ cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí á
uno los cuatro animales diciendo como con una voz de trueno:
2 Ven y ve. Y miré, y he aquí un caballo blanco: y el que estaba
sentado encima de él, tenía un arco; y le fué dada una corona, y
3 salió victorioso, para que también venciese. Y cuando él abrió
4 el segundo sello, oí al segundo animal, que decía: Ven y ve. Y
salió otro caballo bermejo: y al que estaba sentado sobre él, fué
dado poder de quitar la paz de la tierra, y que se maten unos
5 á otros: y fuéle dada una grande espada. Y cuando él abrió el
tercer sello, oí al tercer animal, que decía: Ven y ve. Y miré, y
he aquí un caballo negro: y el que estaba sentado encima de él,
6 tenía un peso en su mano. Y oí una voz en medio de los cuatro
animales, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis
libras de cebada por un denario: y no hagas daño al vino ni al
7 aceite. Y cuando él abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto
8 animal, que decía: Ven y ve. Y miré, y he aquí un caballo
amarillo: y el que estaba sentado sobre él tenía por nombre
Muerte; y el infierno le seguía: y le fué dada potestad sobre la
cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre,
9 con mortandad, y con las bestias de la tierra. Y cuando él
abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que
habían sido muertos por la palabra de Dios y por el testimonio
10 que ellos tenían. Y clamaban en alta voz diciendo: ¿Hasta
cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra
11 sangre de los que moran en la tierra? Y les fueron dadas
sendas ropas blancas, y fuéles dicho que reposasen todavía un
poco de tiempo, hasta que se completaran sus consiervos y sus
12 hermanos, que también habían de ser muertos como ellos. Y
miré cuando él abrió el sexto sello, y he aquí fué hecho un
gran terremoto; y el sol se puso negro como un saco de cilicio,
13 y la luna se puso toda como sangre; Y las estrellas del cielo
cayeron sobre la tierra, como la higuera echa sus higos cuando
1691 El Apocalipsis 6. 14–7. 12
es movida de gran viento. Y el cielo se apartó como un libro 14
que es envuelto; y todo monte y las islas fueron movidas de
sus lugares. Y los reyes de la tierra, y los príncipes, y los 15
ricos, y los capitanes, y los fuertes, y todo siervo y todo libre,
se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
Y decían á los montes y á las peñas: Caed sobre nosotros, 16
y escondednos de la cara de aquél que está sentado sobre el
trono, y de la ira del Cordero: Porque el gran día de su ira es 17
venido; ¿y quién podrá estar firme?
Y DESPUÉS de estas cosas vi cuatro ángeles que estaban 7
sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro
vientos de la tierra, para que no soplase viento sobre la tierra,
ni sobre la mar, ni sobre ningún árbol. Y vi otro ángel que 2
subía del nacimiento del sol, teniendo el sello del Dios vivo: y
clamó con gran voz á los cuatro ángeles, á los cuales era dado
hacer daño á la tierra y á la mar, Diciendo: No hagáis daño 3
á la tierra, ni al mar, ni á los árboles, hasta que señalemos
á los siervos de nuestro Dios en sus frentes. Y oí el número 4
de los señalados: ciento cuarenta y cuatro mil señalados de
todas las tribus de los hijos de Israel. De la tribu de Judá, 5
doce mil señalados. De la tribu de Rubén, doce mil señalados.
De la tribu de Gad, doce mil señalados. De la tribu de Aser, 6
doce mil señalados. De la tribu de Neftalí, doce mil señala-
dos. De la tribu de Manasés, doce mil señalados. De la tribu 7
de Simeón, doce mil señalados. De la tribu de Leví, doce mil
señalados. De la tribu de Issachâr, doce mil señalados. De la 8
tribu de Zabulón, doce mil señalados. De la tribu de José, doce
mil señalados. De la tribu de Benjamín, doce mil señalados.
Después de estas cosas miré, y he aquí una gran compañía, la 9
cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos
y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del
Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; Y 10
clamaban en alta voz, diciendo: Salvación á nuestro Dios que
está sentado sobre el trono, y al Cordero. Y todos los ánge- 11
les estaban alrededor del trono, y de los ancianos y los cuatro
animales; y postráronse sobre sus rostros delante del trono, y
adoraron á Dios, Diciendo: Amén: La bendición y la gloria y 12
la sabiduría, y la acción de gracias y la honra y la potencia y
7. 13–8. 12 El Apocalipsis 1692
la fortaleza, sean á nuestro Dios para siempre jamás. Amén.
13 Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Estos que están
vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han veni-
14 do? Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Éstos son
los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ro-
15 pas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por esto
están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su
templo: y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón
16 sobre ellos. No tendrán más hambre, ni sed, y el sol no caerá
17 más sobre ellos, ni otro ningún calor. Porque el Cordero que
está en medio del trono los pastoreará, y los guiará á fuentes
vivas de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de
ellos.
8 Y CUANDO él abrió el séptimo sello, fué hecho silencio
2 en el cielo casi por media hora. Y vi los siete ángeles que
estaban delante de Dios; y les fueron dadas siete trompetas.
3 Y otro ángel vino, y se paró delante del altar, teniendo un
incensario de oro; y le fué dado mucho incienso para que lo
añadiese á las oraciones de todos los santos sobre el altar de
4 oro que estaba delante del trono. Y el humo del incienso subió
de la mano del ángel delante de Dios, con las oraciones de los
5 santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del
altar, y echólo en la tierra; y fueron hechos truenos y voces y
6 relámpagos y terremotos. Y los siete ángeles que tenían las
7 siete trompetas, se aparejaron para tocar. Y el primer ángel
tocó la trompeta, y fué hecho granizo y fuego, mezclado con
sangre, y fueron arrojados á la tierra; y la tercera parte de
8 los árboles fué quemada, y quemóse toda la hierba verde. Y
el segundo ángel tocó la trompeta, y como un grande monte
ardiendo con fuego fué lanzado en la mar; y la tercera parte
9 de la mar se tornó en sangre. Y murió la tercera parte de las
criaturas que estaban en la mar, las cuales tenían vida; y la
10 tercera parte de los navíos pereció. Y el tercer ángel tocó la
trompeta, y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como
una antorcha, y cayó en la tercera parte de los ríos, y en las
11 fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella se dice Ajenjo.
Y la tercera parte de las aguas fué vuelta en ajenjo: y muchos
12 murieron por las aguas, porque fueron hechas amargas. Y el
1693 El Apocalipsis 8. 13–9. 15
cuarto ángel tocó la trompeta, y fué herida la tercera parte
del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de
las estrellas; de tal manera que se oscureció la tercera parte
de ellos, y no alumbraba la tercera parte del día, y lo mismo
de la noche. Y miré, y oí un ángel volar por medio del cielo, 13
diciendo en alta voz: ¡Ay! ¡ay! ¡ay! de los que moran en la tierra,
por razón de las otras voces de trompeta de los tres ángeles
que han de tocar!
Y EL quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que 9
cayó del cielo en la tierra; y le fué dada la llave del pozo del
abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo 2
como el humo de un gran horno; y oscurecióse el sol y el aire
por el humo del pozo. Y del humo salieron langostas sobre la 3
tierra; y fuéles dada potestad, como tienen potestad los escor-
piones de la tierra. Y les fué mandado que no hiciesen daño 4
á la hierba de la tierra, ni á ninguna cosa verde, ni á ningún
árbol, sino solamente á los hombres que no tienen la señal de
Dios en sus frentes. Y le fué dado que no los matasen, sino 5
que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como tor-
mento de escorpión, cuando hiere al hombre. Y en aquellos 6
días buscarán los hombres la muerte, y no la hallarán; y de-
searán morir, y la muerte huirá de ellos. Y el parecer de las 7
langostas era semejante á caballos aparejados para la guerra:
y sobre sus cabezas tenían como coronas semejantes al oro;
y sus caras como caras de hombres. Y tenían cabellos como 8
cabellos de mujeres: y sus dientes eran como dientes de leones.
Y tenían corazas como corazas de hierro; y el estruendo de sus 9
alas, como el ruido de carros que con muchos caballos corren
á la batalla. Y tenían colas semejantes á las de los escorpio- 10
nes, y tenían en sus colas aguijones; y su poder era de hacer
daño á los hombres cinco meses. Y tienen sobre sí por rey al 11
ángel del abismo, cuyo nombre en hebraico es Abaddon, y en
griego, Apollyon. El primer ¡Ay! es pasado: he aquí, vienen 12
aún dos ayes después de estas cosas. Y el sexto ángel tocó la 13
trompeta; y oí una voz de los cuatro cuernos del altar de oro
que estaba delante de Dios, Diciendo al sexto ángel que tenía 14
la trompeta: Desata los cuatro ángeles que están atados en el
gran río Éufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles que 15
9. 16–10. 9 El Apocalipsis 1694
estaban aparejados para la hora y día y mes y año, para ma-
16 tar la tercera parte de los hombres. Y el número del ejército
de los de á caballo era doscientos millones. Y oí el número de
17 ellos. Y así vi los caballos en visión, y los que sobre ellos esta-
ban sentados, los cuales tenían corazas de fuego, de jacinto, y
de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de
18 leones; y de la boca de ellos salía fuego y humo y azufre. De
estas tres plagas fué muerta la tercera parte de los hombres:
del fuego, y del humo, y del azufre, que salían de la boca de
19 ellos. Porque su poder está en su boca y en sus colas: por-
que sus colas eran semejantes á serpientes, y tenían cabezas, y
20 con ellas dañan. Y los otros hombres que no fueron muertos
con estas plagas, aun no se arrepintieron de las obras de sus
manos, para que no adorasen á los demonios, y á las imágenes
de oro, y de plata, y de metal, y de piedra, y de madera; las
21 cuales no pueden ver, ni oír, ni andar: Y no se arrepintieron
de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación,
ni de sus hurtos.
10 Y VI otro ángel fuerte descender del cielo, cercado de una
nube, y el arco celeste sobre su cabeza; y su rostro era como el
2 sol, y sus pies como columnas de fuego. Y tenía en su mano un
librito abierto: y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquier-
3 do sobre la tierra; Y clamó con grande voz, como cuando un
león ruge: y cuando hubo clamado, siete truenos hablaron sus
4 voces. Y cuando los siete truenos hubieron hablado sus voces,
yo iba á escribir, y oí una voz del cielo que me decía: Sella las
5 cosas que los siete truenos han hablado, y no las escribas. Y
el ángel que vi estar sobre el mar y sobre la tierra, levantó su
6 mano al cielo, Y juró por el que vive para siempre jamás, que
ha criado el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las
cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que
7 el tiempo no será más. Pero en los días de la voz del séptimo
ángel, cuando él comenzare á tocar la trompeta, el misterio
de Dios será consumado, como él lo anunció á sus siervos los
8 profetas. Y la voz que oí del cielo hablaba otra vez conmigo,
y decía: Ve, y toma el librito abierto de la mano del ángel que
9 está sobre el mar y sobre la tierra. Y fuí al ángel, diciéndole
que me diese el librito, y él me dijo: Toma, y trágalo; y él te
1695 El Apocalipsis 10. 10–11. 14
hará amargar tu vientre, pero en tu boca será dulce como la
miel. Y tomé el librito de la mano del ángel, y lo devoré; y 10
era dulce en mi boca como la miel; y cuando lo hube devorado,
fué amargo mi vientre. Y él me dice: Necesario es que otra 11
vez profetices á muchos pueblos y gentes y lenguas y reyes.
Y ME fué dada una caña semejante á una vara, y se me di- 11
jo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y á los que
adoran en él. Y echa fuera el patio que está fuera del templo, 2
y no lo midas, porque es dado á los Gentiles; y hollarán la
ciudad santa cuarenta y dos meses. Y daré á mis dos testigos, 3
y ellos profetizarán por mil doscientos y sesenta días, vestidos
de sacos. Estas son las dos olivas, y los dos candeleros que 4
están delante del Dios de la tierra. Y si alguno les quisiere 5
dañar, sale fuego de la boca de ellos, y devora á sus enemigos:
y si alguno les quisiere hacer daño, es necesario que él sea así
muerto. Éstos tienen potestad de cerrar el cielo, que no llueva 6
en los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para
convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga
cuantas veces quisieren. Y cuando ellos hubieren acabado su 7
testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra
ellos, y los vencerá, y los matará. Y sus cuerpos serán echa- 8
dos en las plazas de la grande ciudad, que espiritualmente es
llamada Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fué
crucificado. Y los de los linajes, y de los pueblos, y de las 9
lenguas, y de los Gentiles verán los cuerpos de ellos por tres
días y medio, y no permitirán que sus cuerpos sean puestos en
sepulcros. Y los moradores de la tierra se gozarán sobre ellos, 10
y se alegrarán, y se enviarán dones los unos á los otros; porque
estos dos profetas han atormentado á los que moran sobre la
tierra. Y después de tres días y medio el espíritu de vida en- 11
viado de Dios, entró en ellos, y se alzaron sobre sus pies, y vino
gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una grande voz 12
del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una
nube, y sus enemigos los vieron. Y en aquella hora fué hecho 13
gran temblor de tierra, y la décima parte de la ciudad cayó,
y fueron muertos en el temblor de tierra en número de siete
mil hombres: y los demás fueron espantados, y dieron gloria al
Dios del cielo. El segundo ¡Ay! es pasado: he aquí, el tercer 14
11. 15–12. 10 El Apocalipsis 1696
15 ¡Ay! vendrá presto. Y el séptimo ángel tocó la trompeta, y
fueron hechas grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos
del mundo han venido á ser los reinos de nuestro Señor, y de
16 su Cristo: y reinará para siempre jamás. Y los veinticuatro
ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus sillas, se
17 postraron sobre sus rostros, y adoraron á Dios, Diciendo: Te
damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras
y que has de venir, porque has tomado tu grande potencia, y
18 has reinado. Y se han airado las naciones, y tu ira es venida,
y el tiempo de los muertos, para que sean juzgados, y para que
des el galardón á tus siervos los profetas, y á los santos, y á los
que temen tu nombre, á los pequeñitos y á los grandes, y para
19 que destruyas los que destruyen la tierra. Y el templo de Dios
fué abierto en el cielo, y el arca de su testamento fué vista en
su templo. Y fueron hechos relámpagos y voces y truenos y
terremotos y grande granizo.
12 Y UNA grande señal apareció en el cielo: una mujer vestida
del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una
2 corona de doce estrellas. Y estando preñada, clamaba con
3 dolores de parto, y sufría tormento por parir. Y fué vista otra
señal en el cielo: y he aquí un grande dragón bermejo, que tenía
siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas.
4 Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y
las echó en tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que
estaba para parir, á fin de devorar á su hijo cuando hubiese
5 parido. Y ella parió un hijo varón, el cual había de regir todas
las gentes con vara de hierro: y su hijo fué arrebatado para Dios
6 y á su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar
aparejado de Dios, para que allí la mantengan mil doscientos
7 y sesenta días. Y fué hecha una grande batalla en el cielo:
Miguel y sus ángeles lidiaban contra el dragón; y lidiaba el
8 dragón y sus ángeles. Y no prevalecieron, ni su lugar fué más
9 hallado en el cielo. Y fué lanzado fuera aquel gran dragón,
la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual
engaña á todo el mundo; fué arrojado en tierra, y sus ángeles
10 fueron arrojados con él. Y oí una grande voz en el cielo que
decía: Ahora ha venido la salvación, y la virtud, y el reino de
nuestro Dios, y el poder de su Cristo; porque el acusador de
1697 El Apocalipsis 12. 11–13. 8
nuestros hermanos ha sido arrojado, el cual los acusaba delante
de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por la 11
sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio; y no han
amado sus vidas hasta la muerte. Por lo cual alegraos, cielos, 12
y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y
del mar! porque el diablo ha descendido á vosotros, teniendo
grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo. Y cuando vió el 13
dragón que él había sido arrojado á la tierra, persiguió á la
mujer que había parido al hijo varón. Y fueron dadas á la 14
mujer dos alas de grande águila, para que de la presencia de
la serpiente volase al desierto, á su lugar, donde es mantenida
por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Y la 15
serpiente echó de su boca tras la mujer agua como un río, á
fin de hacer que fuese arrebatada del río. Y la tierra ayudó 16
á la mujer, y la tierra abrió su boca, y sorbió el río que había
echado el dragón de su boca. Entonces el dragón fué airado 17
contra la mujer; y se fué á hacer guerra contra los otros de la
simiente de ella, los cuales guardan los mandamientos de Dios,
y tienen el testimonio de Jesucristo.
Y YO me paré sobre la arena del mar, y vi una bestia subir 13
del mar, que tenía siete cabezas y diez cuernos; y sobre sus
cuernos diez diademas; y sobre las cabezas de ella nombre de
blasfemia. Y la bestia que vi, era semejante á un leopardo, 2
y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el
dragón le dió su poder, y su trono, y grande potestad. Y vi 3
una de sus cabezas como herida de muerte, y la llaga de su
muerte fué curada: y se maravilló toda la tierra en pos de la
bestia. Y adoraron al dragón que había dado la potestad á la 4
bestia, y adoraron á la bestia, diciendo: ¿Quién es semejante
á la bestia, y quién podrá lidiar con ella? Y le fué dada boca 5
que hablaba grandes cosas y blasfemias: y le fué dada potencia
de obrar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias 6
contra Dios, para blasfemar su nombre, y su tabernáculo, y á
los que moran en el cielo. Y le fué dado hacer guerra contra 7
los santos, y vencerlos. También le fué dada potencia sobre
toda tribu y pueblo y lengua y gente. Y todos los que moran 8
en la tierra le adoraron, cuyos nombres no están escritos en
el libro de la vida del Cordero, el cual fué muerto desde el
13. 9–14. 5 El Apocalipsis 1698
9, 10 principio del mundo. Si alguno tiene oído, oiga. El que lleva
en cautividad, va en cautividad: el que á cuchillo matare, es
necesario que á cuchillo sea muerto. Aquí está la paciencia y la
11 fe de los santos. Después vi otra bestia que subía de la tierra; y
tenía dos cuernos semejantes á los de un cordero, mas hablaba
12 como un dragón. Y ejerce todo el poder de la primera bestia
en presencia de ella; y hace á la tierra y á los moradores de
ella adorar la primera bestia, cuya llaga de muerte fué curada.
13 Y hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender
14 fuego del cielo á la tierra delante de los hombres. Y engaña á
los moradores de la tierra por las señales que le ha sido dado
hacer en presencia de la bestia, mandando á los moradores de
la tierra que hagan la imagen de la bestia que tiene la herida de
15 cuchillo, y vivió. Y le fué dado que diese espíritu á la imagen
de la bestia, para que la imagen de la bestia hable; y hará
que cualesquiera que no adoraren la imagen de la bestia sean
16 muertos. Y hacía que á todos, á los pequeños y grandes, ricos
y pobres, libres y siervos, se pusiese una marca en su mano
17 derecha, ó en sus frentes: Y que ninguno pudiese comprar ó
vender, sino el que tuviera la señal, ó el nombre de la bestia,
18 ó el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene
entendimiento, cuente el número de la bestia; porque es el
número de hombre: y el número de ella, seiscientos sesenta y
seis.
14 Y MIRÉ, y he aquí, el Cordero estaba sobre el monte de
Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nom-
2 bre de su Padre escrito en sus frentes. Y oí una voz del cielo
como ruido de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno:
y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas:
3 Y cantaban como un cántico nuevo delante del trono, y delan-
te de los cuatro animales, y de los ancianos: y ninguno podía
aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil,
4 los cuales fueron comprados de entre los de la tierra. Éstos
son los que con mujeres no fueron contaminados; porque son
vírgenes. Éstos, los que siguen al Cordero por donde quiera
que fuere. Éstos fueron comprados de entre los hombres por
5 primicias para Dios y para el Cordero. Y en sus bocas no ha
sido hallado engaño; porque ellos son sin mácula delante del
1699 El Apocalipsis 14. 6–20
trono de Dios. Y vi otro ángel volar por en medio del cielo, 6
que tenía el evangelio eterno para predicarlo á los que moran
en la tierra, y á toda nación y tribu y lengua y pueblo, Di- 7
ciendo en alta voz: Temed á Dios, y dadle honra; porque la
hora de su juicio es venida; y adorad á aquel que ha hecho el
cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas. Y otro 8
ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, aquella
grande ciudad, porque ella ha dado á beber á todas las nacio-
nes del vino del furor de su fornicación. Y el tercer ángel los 9
siguió, diciendo en alta voz: Si alguno adora á la bestia y á
su imagen, y toma la señal en su frente, ó en su mano, Éste 10
también beberá del vino de la ira de Dios, el cual está echa-
do puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y
azufre delante de los santos ángeles, y delante del Cordero: Y 11
el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. Y los
que adoran á la bestia y á su imagen, no tienen reposo día ni
noche, ni cualquiera que tomare la señal de su nombre. Aquí 12
está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los
mandamientos de Dios, y la fe de Jesús. Y oí una voz del 13
cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que
de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que
descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen.
Y miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno senta- 14
do semejante al Hijo del hombre, que tenía en su cabeza una
corona de oro, y en su mano una hoz aguda. Y otro ángel 15
salió del templo, clamando en alta voz al que estaba sentado
sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar te
es venida, porque la mies de la tierra está madura. Y el que 16
estaba sentado sobre la nube echó su hoz sobre la tierra, y la
tierra fué segada. Y salió otro ángel del templo que está en 17
el cielo, teniendo también una hoz aguda. Y otro ángel salió 18
del altar, el cual tenía poder sobre el fuego, y clamó con gran
voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda,
y vendimia los racimos de la tierra; porque están maduras sus
uvas. Y el ángel echó su hoz aguda en la tierra, y vendimió la 19
viña de la tierra, y echó la uva en el grande lagar de la ira de
Dios. Y el lagar fué hollado fuera de la ciudad, y del lagar sa- 20
lió sangre hasta los frenos de los caballos por mil y seiscientos
15. 1–16. 8 El Apocalipsis 1700
estadios.
15 Y VI otra señal en el cielo, grande y admirable, que era siete
ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas
2 es consumada la ira de Dios. Y vi así como un mar de vidrio
mezclado con fuego; y los que habían alcanzado la victoria
de la bestia, y de su imagen, y de su señal, y del número de
su nombre, estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas
3 de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el
cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus
obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus
4 caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y
engrandecerá tu nombre? porque tú sólo eres santo; por lo cual
todas las naciones vendrán, y adorarán delante de ti, porque
5 tus juicios son manifestados. Y después de estas cosas miré, y
he aquí el templo del tabernáculo del testimonio fué abierto en
6 el cielo; Y salieron del templo siete ángeles, que tenían siete
plagas, vestidos de un lino limpio y blanco, y ceñidos alrededor
7 de los pechos con bandas de oro. Y uno de los cuatro animales
dió á los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de
8 Dios, que vive para siempre jamás. Y fué el templo lleno de
humo por la majestad de Dios, y por su potencia; y ninguno
podía entrar en el templo, hasta que fuesen consumadas las
siete plagas de los siete ángeles.
16 Y OÍ una gran voz del templo, que decía á los siete ángeles:
Id, y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra.
2 Y fué el primero, y derramó su copa sobre la tierra; y vino una
plaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la señal de
3 la bestia, y sobre los que adoraban su imagen. Y el segundo
ángel derramó su copa sobre el mar, y se convirtió en sangre
como de un muerto; y toda alma viviente fué muerta en el mar.
4 Y el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las
5 fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí al ángel
de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, que eres y que
6 eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas: Porque ellos
derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también
7 tú les has dado á beber sangre; pues lo merecen. Y oí á otro
del altar, que decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso,
8 tus juicios son verdaderos y justos. Y el cuarto ángel derra-
1701 El Apocalipsis 16. 9–17. 4
mó su copa sobre el sol; y le fué dado quemar á los hombres
con fuego. Y los hombres se quemaron con el grande calor, y 9
blasfemaron el nombre de Dios, que tiene potestad sobre estas
plagas, y no se arrepintieron para darle gloria. Y el quinto 10
ángel derramó su copa sobre la silla de la bestia; y su reino se
hizo tenebroso, y se mordían sus lenguas de dolor; Y blasfe- 11
maron del Dios del cielo por sus dolores, y por sus plagas, y no
se arrepintieron de sus obras. Y el sexto ángel derramó su co- 12
pa sobre el gran río Éufrates; y el agua de él se secó, para que
fuese preparado el camino de los reyes del Oriente. Y vi salir 13
de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca
del falso profeta, tres espíritus inmundos á manera de ranas:
Porque son espíritus de demonios, que hacen señales, para ir 14
á los reyes de la tierra y de todo el mundo, para congregar-
los para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y 15
guarda sus vestiduras, para que no ande desnudo, y vean su
vergüenza. Y los congregó en el lugar que en hebreo se llama 16
Armagedón. Y el séptimo ángel derramó su copa por el aire; 17
y salió una grande voz del templo del cielo, del trono, dicien-
do: Hecho es. Entonces fueron hechos relámpagos y voces y 18
truenos; y hubo un gran temblor de tierra, un terremoto tan
grande, cual no fué jamás desde que los hombres han estado
sobre la tierra. Y la ciudad grande fué partida en tres partes, 19
y las ciudades de las naciones cayeron; y la grande Babilonia
vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino
del furor de su ira. Y toda isla huyó, y los montes no fueron 20
hallados. Y cayó del cielo sobre los hombres un grande grani- 21
zo como del peso de un talento: y los hombres blasfemaron de
Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fué muy grande.
Y VINO uno de los siete ángeles que tenían las siete co- 17
pas, y habló conmigo, diciéndome: Ven acá, y te mostraré la
condenación de la grande ramera, la cual está sentada sobre
muchas aguas: Con la cual han fornicado los reyes de la tierra, 2
y los que moran en la tierra se han embriagado con el vino de
su fornicación. Y me llevó en Espíritu al desierto; y vi una 3
mujer sentada sobre una bestia bermeja llena de nombres de
blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer 4
17. 5–18. 1 El Apocalipsis 1702
estaba vestida de púrpura y de escarlata, y dorada con oro, y
adornada de piedras preciosas y de perlas, teniendo un cáliz
de oro en su mano lleno de abominaciones y de la suciedad
5 de su fornicación; Y en su frente un nombre escrito: MIS-
TERIO, BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS
FORNICACIONES Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA
6 TIERRA. Y vi la mujer embriagada de la sangre de los san-
tos, y de la sangre de los mártires de Jesús: y cuando la vi,
7 quedé maravillado de grande admiración. Y el ángel me dijo:
¿Por qué te maravillas? Yo te diré el misterio de la mujer, y
de la bestia que la trae, la cual tiene siete cabezas y diez cuer-
8 nos. La bestia que has visto, fué, y no es; y ha de subir del
abismo, y ha de ir á perdición: y los moradores de la tierra,
cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde
la fundación del mundo, se maravillarán viendo la bestia que
9 era y no es, aunque es. Y aquí hay mente que tiene sabiduría.
Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se asienta
10 la mujer. Y son siete reyes. Los cinco son caídos; el uno es,
el otro aun no es venido; y cuando viniere, es necesario que
11 dure breve tiempo. Y la bestia que era, y no es, es también el
12 octavo, y es de los siete, y va á perdición. Y los diez cuernos
que has visto, son diez reyes, que aun no han recibido reino;
mas tomarán potencia por una hora como reyes con la bestia.
13 Éstos tienen un consejo, y darán su potencia y autoridad á la
14 bestia. Ellos pelearán contra el Cordero, y el Cordero los ven-
cerá, porque es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes:
15 y los que están con él son llamados, y elegidos, y fieles. Y él
me dice: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta,
16 son pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas. Y los diez
cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán á la rame-
ra, y la harán desolada y desnuda: y comerán sus carnes, y la
17 quemarán con fuego: Porque Dios ha puesto en sus corazones
ejecutar lo que le plugo, y el ponerse de acuerdo, y dar su rei-
no á la bestia, hasta que sean cumplidas las palabras de Dios.
18 Y la mujer que has visto, es la grande ciudad que tiene reino
sobre los reyes de la tierra.
18 Y DESPUÉS de estas cosas vi otro ángel descender del cie-
lo teniendo grande potencia; y la tierra fué alumbrada de su
1703 El Apocalipsis 18. 2–16
gloria. Y clamó con fortaleza en alta voz, diciendo: Caída es, 2
caída es la grande Babilonia, y es hecha habitación de demo-
nios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de todas
aves sucias y aborrecibles. Porque todas las gentes han bebido 3
del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han
fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enrique-
cido de la potencia de sus deleites. Y oí otra voz del cielo, que 4
decía: Salid de ella, pueblo mío, porque no seáis participantes
de sus pecados, y que no recibáis de sus plagas; Porque sus 5
pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de
sus maldades. Tornadle á dar como ella os ha dado, y pagadle 6
al doble según sus obras; en el cáliz que ella os dió á beber,
dadle á beber doblado. Cuanto ella se ha glorificado, y ha 7
estado en deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque
dice en su corazón: Yo estoy sentada reina, y no soy viuda,
y no veré llanto. Por lo cual en un día vendrán sus plagas, 8
muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque el
Señor Dios es fuerte, que la juzgará. Y llorarán y se lamen- 9
tarán sobre ella los reyes de la tierra, los cuales han fornicado
con ella y han vivido en deleites, cuando ellos vieren el humo
de su incendio, Estando lejos por el temor de su tormento, 10
diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad de Babilonia, aque-
lla fuerte ciudad; porque en una hora vino tu juicio! Y los 11
mercaderes de la tierra lloran y se lamentan sobre ella, porque
ninguno compra más sus mercaderías: Mercadería de oro, y 12
de plata, y de piedras preciosas, y de margaritas, y de lino
fino, y de escarlata, y de seda, y de grana, y de toda madera
olorosa, y de todo vaso de marfil, y de todo vaso de madera
preciosa, y de cobre, y de hierro, y de mármol; Y canela, y 13
olores, y ungüentos, y de incienso, y de vino, y de aceite; y flor
de harina y trigo, y de bestias, y de ovejas; y de caballos, y de
carros, y de siervos, y de almas de hombres. Y los frutos del 14
deseo de tu alma se apartaron de ti; y todas las cosas gruesas y
excelentes te han faltado, y nunca más las hallarás. Los mer- 15
caderes de estas cosas, que se han enriquecido, se pondrán lejos
de ella por el temor de su tormento, llorando y lamentando,
Y diciendo: ¡Ay, ay, aquella gran ciudad, que estaba vestida 16
de lino fino, y de escarlata, y de grana, y estaba dorada con
18. 17–19. 6 El Apocalipsis 1704
17 oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas! Porque en
una hora han sido desoladas tantas riquezas. Y todo patrón,
y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que
18 trabajan en el mar, se estuvieron lejos; Y viendo el humo de
su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejan-
19 te á esta gran ciudad? Y echaron polvo sobre sus cabezas;
y dieron voces, llorando y lamentando, diciendo: ¡Ay, ay, de
aquella gran ciudad, en la cual todos los que tenían navíos
en la mar se habían enriquecido de sus riquezas; que en una
20 hora ha sido desolada! Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros,
santos, apóstoles, y profetas; porque Dios ha vengado vuestra
21 causa en ella. Y un ángel fuerte tomó una piedra como una
grande piedra de molino, y la echó en la mar, diciendo: Con
tanto ímpetu será derribada Babilonia, aquella grande ciudad,
22 y nunca jamás será hallada. Y voz de tañedores de arpas, y
de músicos, y de tañedores de flautas y de trompetas, no será
más oída en ti; y todo artífice de cualquier oficio, no será más
23 hallado en ti; y el sonido de muela no será más en ti oído: Y
luz de antorcha no alumbrará más en ti; y voz de esposo ni
de esposa no será más en ti oída; porque tus mercaderes eran
los magnates de la tierra; porque en tus hechicerías todas las
24 gentes han errado. Y en ella fué hallada la sangre de los pro-
fetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en
la tierra.
19 DESPUÉS de estas cosas oí una gran voz de gran compa-
ñía en el cielo, que decía: Aleluya: Salvación y honra y gloria
2 y potencia al Señor Dios nuestro Porque sus juicios son ver-
daderos y justos; porque él ha juzgado á la grande ramera,
que ha corrompido la tierra con su fornicación, y ha vengado
3 la sangre de sus siervos de la mano de ella. Y otra vez di-
4 jeron: Aleluya. Y su humo subió para siempre jamás. Y los
veinticuatro ancianos y los cuatro animales se postraron en
tierra, y adoraron á Dios que estaba sentado sobre el trono,
5 diciendo: Amén: Aleluya. Y salió una voz del trono, que de-
cía: Load á nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis,
6 así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una grande
compañía, y como el ruido de muchas aguas, y como la voz
de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó el Señor
1705 El Apocalipsis 19. 7–21
nuestro Dios Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos y dé- 7
mosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su
esposa se ha aparejado. Y le fué dado que se vista de lino fino, 8
limpio y brillante: porque el lino fino son las justificaciones de
los santos. Y él me dice: Escribe: Bienaventurados los que son 9
llamados á la cena del Cordero. Y me dijo: Estas palabras de
Dios son verdaderas. Y yo me eché á sus pies para adorarle. 10
Y él me dijo: Mira que no lo hagas: yo soy siervo contigo, y
con tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús: adora á
Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profe-
cía. Y vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el 11
que estaba sentado sobre él, era llamado Fiel y Verdadero, el
cual con justicia juzga y pelea. Y sus ojos eran como llama 12
de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un
nombre escrito que ninguno entendía sino él mismo. Y estaba 13
vestido de una ropa teñida en sangre: y su nombre es llamado
EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos que están en el cielo le 14
seguían en caballos blancos, vestidos de lino finísimo, blanco
y limpio. Y de su boca sale una espada aguda, para herir con 15
ella las gentes: y él los regirá con vara de hierro; y él pisa el
lagar del vino del furor, y de la ira del Dios Todopoderoso. Y 16
en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY
DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. Y vi un ángel que 17
estaba en el sol, y clamó con gran voz, diciendo á todas las
aves que volaban por medio del cielo: Venid, y congregaos á
la cena del gran Dios, Para que comáis carnes de reyes, y de 18
capitanes, y carnes de fuertes, y carnes de caballos, y de los
que están sentados sobre ellos; y carnes de todos, libres y sier-
vos, de pequeños y de grandes Y vi la bestia, y los reyes de 19
la tierra y sus ejércitos, congregados para hacer guerra contra
el que estaba sentado sobre el caballo, y contra su ejército. Y 20
la bestia fué presa, y con ella el falso profeta que había he-
cho las señales delante de ella, con las cuales había engañado
á los que tomaron la señal de la bestia, y habían adorado su
imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de
fuego ardiendo en azufre. Y los otros fueron muertos con la 21
espada que salía de la boca del que estaba sentado sobre el
caballo, y todas las aves fueron hartas de las carnes de ellos.
20. 1–15 El Apocalipsis 1706
20 Y VI un ángel descender del cielo, que tenía la llave del
2 abismo, y una grande cadena en su mano. Y prendió al dra-
gón, aquella serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y
3 le ató por mil años; Y arrojólo al abismo, y le encerró, y selló
sobre él, porque no engañe más á las naciones, hasta que mil
años sean cumplidos: y después de esto es necesario que sea
4 desatado un poco de tiempo. Y vi tronos, y se sentaron sobre
ellos, y les fué dado juicio; y vi las almas de los degollados
por el testimonio de Jesús, y por la palabra de Dios, y que no
habían adorado la bestia, ni á su imagen, y que no recibieron
la señal en sus frentes, ni en sus manos, y vivieron y reina-
5 ron con Cristo mil años. Mas los otros muertos no tornaron
FIN.