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¡No me ligues!

(o como el español y el portugués son distintos)

No sé qué me pasa, pero aquí no tengo demasiada suerte con las mujeres, no ligo
nada de nada, no me como un rosco, en serio. Hace varios fines de semana conocí a una
chica estupenda, una compañera de trabajo de Manu, que llevaba un par de semanas
estudiando español y ya lo chapurreaba un poquito. Me dio su teléfono con una sonrisita
un poco pícara y, con un guiño de ojo me dijo: “Liga-me amanhã!”- propuesta que me
parecía muy clara y evidente. Por fin una portuguesa que iba al grano.

Así que el día siguiente al mediodía, me decidí, busqué el papelito con el


número de teléfono, y la invité a cenar esa misma noche, en un restaurante chachi que
hay cerca de mi casa. Mi compañero de piso estaba pasando el fin de semana fuera por
lo que consideré que la dolorosa iba a valer la pena.

“¡Hola, chata! ¡Qué pantalones más chulos!”, le dije en cuanto la vi, porque
quería decir algo halagador, pero claro yo no me esperaba semejante metedura de pata: -
“O quê? Chata? Ainda mal me conheces e já estás a chamar-me chata?”- me replicó,
echa una fiera, echando chispas por los ojos. “No.no tranquila, quiero decir que estás
muy mona, que estás monísima”. Me miró con un gesto de infinito desdén, como
perdonándome la vida y se metió en el coche ignorándome; la noche no había empezado
muy bien que dijéramos, pero enseguida me di cuenta de que seguramente había habido
un problema de comunicación y le dije: “No, si lo que yo quería decir es que me
encantan tus pantalones, que te quedan genial. Bueno, ¿qué? ¿Vamos a cenar? Porque
con la tromba de agua que está cayendo estoy calado y me apetece un sitio acogedor”.
A lo que ella me miró y me dijo: “Devias estar mas é calado mesmo, que não dizes
coisa com coisa, seu… Estás é encharcado, não estás?, y volvió a mirar por la ventanilla
como si la cosa no fuese con ella; yo me quedé pensando qué querría decir con aquello
de encharcado, a lo mejor es que tenía todos los bajos de los pantalones manchados de
barro, no sé, yo me los miré por el rabillo del ojo y no veía nada; el caso es que ella, ni
me miraba, no hacía ni caso: la verdad es que para una chica que quería ligar tan
declaradamente no me parecía muy lanzada. Pero, como de todo hay en el viña del
Señor, y como a la cama no te irás sin aprender una cosa más, me dije a mí mismo que
tenía que mantener la confianza y sobreponerme a los prejuicios y a los tópicos, y a no
dejarme enredar en las trampas de la lengua…

En el restaurante la tía estaba en su salsa, parecía la reina del lugar, desenvuelta


y a sus anchas. No tenía dudas acerca de cuál era el mejor vino, ni tampoco me dio la
oportunidad de elegir. “Este es muy bueno, cosecha del 95, tens de experimentar…”, y
yo me quedé pensando a qué tipo de experimentos me estaría invitando. “Tú sabrás”, le
dije yo, con una sonrisita picarona, pero ella, inmutable, empezó a elegir los platos, y no
sólo para ella, sino también para mí. Para empezar berenjenas rebozadas, “uma coisa
fora do normal”, sin que yo me atreviera a decirle que las berenjenas no eran
exactamente santo de mí devoción y prefería pimientos rellenos de jamón serrano o una
ración de gambas al ajillo.“¿A ti no te gustan los embutidos, nena, o la chacina como se
dice en mi tierra?”, a ver si la tía captaba la indirecta y pedía por lo menos una tapita de
jamón, como habían hecho los comensales de la mesa al lado, hacia la que no podía
evitar que se me fueran los ojos. “Embutidos?”,dijo ella, “Não, que horror! Por acaso
gosto mais de móveis de design ou de chacina? Que ideias! Como é que te lembraste de
uma coisa assim? ¿Por qué me lo preguntas?”-“No, nada, déjalo, era una broma, ya veo
que ésta no es mi noche; oye, por cierto, ¿no tendrás por ahí un diccionario portugués-
español, de esos de bolsillo?, porque voy a ir al baño y así le doy un repasillo al
vocabulario.”

Pero ella no mi hizo ni caso, y exclamó: “¡Mira, por ahí vienen nuestras
berenjenas”, así que empezamos a comer, y yo para halagarla por su gusto y crear buen
rollo, y como vi que ella se las comía a dos carrillos, le dije: “¡Hum, están exquisitas,
una pasada!”-le dije mientras casi me atragantaba con las puñeteras berenjenas.
“Exquisito? Não me digas que não gostas?”-me contestó la petarda, con un sonrisa
forzada. “No, no, si están muy ricas, justo como las solía hacer mi novia, que tenía una
maña para esto de la cocina que…”

Pero no me dejó acabar la frase, con los ojos encendidos me soltó: “¿Cómo que
te vas a casar?, ¡Habráse visto semejante caradura!”- Yo me quedé flipado, no sólo por
lo bien que parecía hablar español tan de repente, sino por hablarme de boda tan pronto,
pues sí que era lanzada, sí…había que pararle el carro enseguida, ya me veía yo camino
del altar. “¿Puedes repetir, por favor?”, le dije yo más flipado que otra cosa.

“Estás a dizer-me que tens noiva, não é? Se calhar estás mas é casado…”

“¿Cómo?, ¿casado yo?, pero, ¿tu qué estás diciendo, tía?”, le dije yo. “¿Te has vuelto
loca o qué?”

“Calma, tem calma, rapaz, não te chateies, é que eu também estoy un poco nerviosa, vá
lá, porque não tiras mais beringelas? Estão uma delícia.”

“Las tiraba pero por la ventana, ahora mismo, las puñeteras berenjenas esas”, le
dije entre dientes, pero luego me arrepentí y pensé: “bueno, tengamos la fiesta en paz”,
añadí forzándome a sonreír: “Ya, ya espera un ratito que están muy calientes…”. “Ai,
isso tem muita piada essa do “ratito”! Nós aquí dizemos um bocadinho. Sabes dizer “um
bocadinho”?” “¿Un bocadillo?” “No, no um bocadinho, um bocadinho… “Sí, sí, claro,
un bocadillo de jamón, ¿no?”

Seguimos hablando de los temas al uso entre pueblos llamados hermanos,


aunque no conocen ni a su padre ni a su madre: las vacaciones, la carrera, Lisboa y
Barcelona, Luís Figo, el fado y el flamenco, los caramelos, Manu Chao, Javier Bardem,
las Expos de Sevilla y Lisboa, Almodóvar, y esto y aquello y lo de más allá…, pero no
sé que metedura de pata cometí, que palabreja equivocada y traicionera utilicé que de
repente la tía se echó a llorar como una Magdalena, o a lo mejor era del vino, que
aunque fuera de cosecha a mí me parecía un poco peleón, pero el caso es que empezó a
hablar de su novio y de que le echaba un montón de menos (“saudade” esa era la
palabra portuguesa). “ Ai, ele era tão fofo e tão porreiro… tão querido…”, y yo pensaba
si estaba tan fofo y se pasaba el día fumando porros, ¿Cómo es que lo quería tanto?
¡Qué tía más rara! Pero ella seguía: “Embora no fundo fosse um sacana, um
manipulador de sentimentos, só me dava música” Yo estaba empezando a temer que me
iba a la cama sin comerme una rosca, pero así es la vida. Y le dije, y no sé por qué lo
hice porque se la montó Dios es Cristo: “Chica, no seas tan pesada, ya vale, sal por ahí,
libérate…”. Y ella: “Pesada? Pesada como? Estás a chamar-me gorda?” “ ¡No, iqué va!
Tú no eres gorda, soy yo, que está visto no doy una… Oye, chata, ¿por qué no nos
olvidamos de todo?, y sobre todo del novio fofo y porreiro ese tuyo.

“No, no, eu percebi muito bem o que querias dizer, chamaste-me gorta e chata!
No te admito, meu gilitonto!!!!” “¿¡Cómo, me estás llamando a mí gilitonto, a mí, al
ligón de Triana!?” “Sí, desde luego eres un gilitonto, como todos los tíos además. Todos
los hombres son capullos, ique no os enteráis de nada! (¡Jolín!, cómo hablaba la
portuguesa español, que parecía recién salida de la Puerta del Sol). “ E, sabes que mais?
No me ligues mais! Não me ligues nunca mais! Adeus! ¡Adios!”

Y fue así como yo, el Ligón de Triana, aprendí que un número de teléfono en
Portugal no significa necesariamente el pasaporte al paraíso. Ahora cuando alguien me
dice “liga-me”, me quedo tranquilito en casa, jugando solitarios en el ordenador o
chateando con mis amigos. Y claro, sólo contesto por correo electrónico. Nada de
móvil, ni teléfono, ni citas con amigas de amigos, por lo menos hasta que aprenda bien
portugués…

Recolhido por: Márcia, n.º 18, 10.ºC

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