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El día laboral transcurrió como uno más. Salvo por la hermosa ratita
marroncita que me acompañó en el box. Me divertía ver cómo mordía
simpáticamente ese pedazo de choclo desdentado. No sé si era por el
tufo que me embriagó pero les juraría que me habló un par de veces.
Pero todo el mundo actuaba con total normalidad... ¡La basura era
parte de nuestras vidas!.
¿Habríamos evolucionado hacia una nueva forma de vida mientras yo
hibernaba?
El regreso al hogar fue como la ida al trabajo: un verdadero y
hediondo caos. A pesar de que a esa hora la gente ya estaba en sus
casas, las alimañas merodeaban entre la pestilente basura que había
por doquier, y las moscas verdes insistían en meterse en todo agujero
disponible de mi anatomía.
Ingresar a mi domicilio fue todo un logro: tuve que derribar una
verdadera muralla de papeles humedecidos, botellas y restos de
comida... bah, si a eso se le podía llamar comida...
¡Gracias a Dios!
¿Quién quiere vivir en un mundo así...?
Tan lleno de basura... basura que nosotros mismos generamos y en la
que nosotros mismos nos transformamos?.
El agua se tornó inservible, la tierra está sucia, saturada de basura y
reseca.
El aire puro y limpio es un recuerdo de tiempos remotos
Las plantas no crecen, los bosques desaparecen.
Desapareció el olor a tierra mojada, a mar, a lluvia... no hay olor a
flores... porque ya no crecen... las frutas que quedan van perdiendo
su sabor, y la humanidad se está yendo por el inodoro...
¿Cómo no pensamos que despues de años de descuidar el mundo,
ibamos a terminar así...?
Qué triste todo...
¿En qué nos hemos convertido?!