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UNA DICHOSA NAVIDAD

Había una vez un niño que se llamaba Juan, que vivía con su papa, su mama y
dos hermanas, todos ellos vivían en una granja muy grande en las afueras de
la ciudad.

Juan construyo en la parte de atrás de la casa un pequeño corral, lo hizo para


un pony, ya que le gustaban mucho, le pedía a su papa que le comprara uno,
sus hermanas le recordaron que ya venía navidad que porque no pedía uno
como regalo. Unas noches antes de la navidad, sus padres le preguntaron:

-¿Qué quieres para navidad?

-Deseo un pony.

-¿No quieres otra cosa?

-Ninguna otra cosa, solo un pony.

El niño se informaba con frecuencia en las subastas, y ya tenía algunos ponies


escogidos, su padre le prometía probarlos, probo tantos que pronto aprendió a
montar.

Pero a medida que se acercaba la navidad iba perdiendo las esperanzas de


que se lo regalaran, colgó un calcetín en la chimenea junto con los de sus
hermanas para ver que les dejaban, cuando llego la noche los niños se
acostaron, su mama les dijo que se durmieran pronto y no se despertaran
hasta la mañana siguiente, pues de lo contrario no encontrarían en la chimenea
los regalos que esperaban. Obedientes durmieron toda la noches, cuando se
despertaron a la mañana siguiente todos echaron a correr, hacia la chimenea
que se hallaba en el salón de la planta baja. Y allí estaban los regalos, pero el
calcetín de Juan estaba vacío, sus hermanas se arrodillaron junto a sus
juguetes; el separar los ojos de ellos, vieron a su hermanito de pie y llorando
porque no había recibido nada, dejaron sus obsequios y se acercaron a el, pero
el niño salió corriendo al patio. Salió su mama y se quedo de pie, a su lado. Se
hallaba echado en el suelo, junto a un pesebre vacio, y trato en vano de
consolarlo. Salió su papa, que iba a despedirse de ella. Regreso a la hora del
desayuno. Pero Juan no estaba dispuesto a probar ningún bocado. Salió por la
puerta delantera de la casa, se sentó en la orilla de la banqueta y se puso a
llorar.

Después de un tiempo trascurrido, vio a un hombre que bajaba por la calle con
un pony, el animalito traía una silla de montar muy bonita, el niño se quedo
observando al pony.
El hombre avanzaba despacio leyendo los números de la casa.
Miro el número de su casa cuando el señor paso por enfrente del niño, le
pregunto:
-¿De casualidad no conoces a un niño llamado Juan Gómez?
Levantando la cabeza rápidamente dijo:
-Soy yo, soy yo
-Si tú eres Juan Gómez entonces:
-Aquí tienes este caballo, vengo en busca de ti y de tu casa desde muy lejos.
El niño lloro de alegría, no lo podía creer, decía:
-¿De verdad que es para mi señor?
El señor respondió:
-Claro que sí llévalo a tu casa.
Obedeció y luego se coloco sobre la silla. No podía esperar un minuto más. Se
ajusto los estribos y finalmente cabalgo.
Cuando llego a su casa, donde se encontraba toda su familia reunida, les
enseño con mucha alegría el pony.
Estaba tan contento que no encontró palabras para decirles lo feliz que estaba.
Después llevaron al pony al corral y entre todos desensillaron, lo ataron y le
dieron de comer. Empezó a llover; de modo que dedicaron el resto de aquel día
memorable a rizar y peinar al caballito.
Lo encerraron y se fueron a comer, ya que su mama les había preparado un
pavo relleno, pasteles, frutas, y galletas.
Cuando terminaron, Juan vio los juguetes de sus hermanas, con los que se
distrajo hasta que tuvo que salir del comedor para atender al pony, que era en
verdad la promesa que había hecho al recibir al pony.
Al llegar la noche se acostaron a dormir.
Así fue como termino la dichosa navidad en la casa de la familia Gómez.

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