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El caballito de mar

Splashhhh splashhhh splashhhhhhhhh..... cuchicheaban las


olas del mar haciéndole cosquillitas a la arena mientras le
robaban algunos caracoles de todos colores ...

Más lejos de la orilla, donde las olas mamás y papás charlaban


de sus cosas, jugaban un caballito de mar y un pulpito bebé.

El pulpito iba montado a caballo de Ana y cabalgaban por la


panza del gran mar, Ana travieza daba vueltas y vueltas hacia
arriba, de modo tal que al pulpito se le enredaban sus
tentáculos y al no poderse sujetar, caía hasta que Ana
cabalgaba rápido hacia él y lo dejaba sentarse encima otra vez,
los dos reían muy divertidos. Al rato de tanto jugar llegó la
mamá pulpo para llevarse a su hijito porque tenían que ir a
una fiesta; así que Ana se quedó jugando a las escondidas
entre algas y rocas con un amiguito invisible.

Estaba tan divertida con su juego, que sin darse cuenta se


encontró junto a las olitas de la orilla y ahora se puso a saltar
con ellas. Una de las veces que saltó muuuuuy alto, descubrió
un animalito muy gracioso que no paraba de mover sus alas de
color limón, la curiosidad de Ana la llevó hasta la arena, se
sentó allí quietita, el animalito se acercó a Ana y poco a poco
paró de mover sus alas.

 ¿Quién eres?, le pregunto Ana.


 Soy Limón, una mariposa especial, contestó la
mariposa.

Ana muy interesada la miró por todos lados hasta que quizo
tomarla en sus manos.

 ¡No me toques!, le dijo la mariposa asustada, porque si


lo haces moriré... solamente yo puedo tocarte a ti, y si
quieres podemos jugar un juego la maaaaar de
divertido, terminó diciendo Limón.
 ¿Un juego? ¿La mar de divertido? ¿Puedes nadar tú?,
preguntó Ana asombrada.
 Nooooo, le contesto la mariposa, es una forma de decir,
te va a divertir mucho, pero solo puedo jugar un día
contigo, dijo a Ana.

Ana tenía muchas ganas de jugar, así que afirmaba con su


cabecita y la mariposa le explicó cómo era el juego:

 Yo te puedo dar un besito en tu nariz y después tu vas a


cambiar en una niña que puedes hacer muchas cosas,
pero..., dijo muy misteriosamente Limón, tienes que
volver pronto para que con otro beso puedas volver a
ser un caballito de mar, ¿entiendes?, preguntó mirando
a los ojitos grandes de Ana.

Ana ya estaba lista para empezar. Limón le dijo que mirara al


cielo y pensara en una niñita, Ana lo hizo y Limón voló hasta
la nariz de Ana, dándole un besito. Ana se había convertido
ahora en una chiquita con pelo largo y todo. La mariposa le
preguntó si quería ir a ver la Gran Ciudad con ella, Ana quería
ver el mundo entero en realidad, pero empezar por la Gran
Ciudad ya estaba bien. Limón miraba a su alrededor a ver si
encontraba algo que estaba necesitando...

 A ver, a ver..., dijo pensativa la mariposa.

Detrás de un bote viejo y abandonado, encontró un remo


medio roto, y un neumático de bicicleta picoteado por las
gaviotas, voló haciendo cículos y rociando esas cosas con un
polvo brillante. Al caer fue apareciendo una bicicleta muy
despacito.

 ¡Uuyyyyyy! ¡Qué lindo!, exclamó Ana.


 Con esta bici vamos a ir las dos, yo voy en tu hombro.

Así partieron las dos hasta la Gran Ciudad.

Ana miraba todo, qué cantidad de gente, pensó justo cuando a


su derecha vio una enoooorme casa con picos muy altos que
quizás hacían cosquillas a las nubes. Limón, que era una
experta en la Gran Ciudad, le dijo al oido a Ana que esa casa
era una iglesia, bueno en realidad era una catedral, y le
preguntó a Ana si quería verla por dentro. Pero Ana ya había
bajado de la bici y caminaba hacia la puerta gigantesca de la
catedral.

Ana caminaba muy despacito mirando todo lo de adentro con


mucha curiosidad, de repente, se plantó delante de un señor
muuuuuy serio que hablaba de cosas que ella no entendía
nada, con una voz fuerte que, extrañamente, se oía en todos
lados y lo miró mucho rato... hasta que este señor levantó algo
que parecía un caracolito chato y muy blanco.

 ¿Qué es eso? ¿Qué está diciendo ese señor?, le


preguntó Ana a Limón.
 Este señor es un sacerdote, está oficiando misa y éso es
una hostia, le respondio Limón pacientemente.

Ana decía que sí con la cabeza aunque seguía sin entender


mucho, otra cosa que le parecía rara era que nadie le hablaba
ni tocaba, era como si nadie pudiera verla. Se lo preguntó a
Limón.

 ¡Claro... me había olvidado de decírtelo! exclamó


Limón meneando su cabecita, nadie puede vernos,
porque si nos vieran quizá no podemos volver más al
mar.

Ana ya quería irse, pero algo llamó su atención. Por una


ventana entraba un rayo de luz de muchos colores y habían
pequeñísimas partículas bailando para arriba y para abajo,
soltándose y juntándose, haciendo formas locas... Caminó
hasta allí parándose justo en medio de eso, cerró los ojos y
sintió cómo le hacían cosquillitas en sus mejillas. Limón la
miraba divertida y le preguntó:

 Ana ¿sabes lo que es una jirafa?


 MMmmmmmmmm.... a decir verdad, no, no sé, dijo
Ana.

Limón le dijo que se apartara de la columna de luz y pensara


en la palabra JIRAFA. Voló nuevamente, roció esta vez
polvitos amarillos, blancos y marrones sobre las partículas
bailarinas. Desde muy abajo empezó a subir ¡una jirafa! Justo
cuando empezaban unos niños del coro a cantar, parecía un
milagro.

 ¡¡¡Ohhhhhhhhh!!!, dijo Ana tan alegre como


sorprendida.

Se acercó para acariciarla, cuando lo hizo, la jirafa se arrodilló


y le dijo:

 Sube que te llevo a tu casa.

Ana estaba contentisíma y miró a Limón pidiéndole permiso,


Limón movía la cabeza permitiéndole subir.

Limón tuvo que abrir la puerta entera para salir con la jirafa,
Ana iba como una reina mirando todo desde muy arriba.
Afuera Limón sopló la bicicleta quedaron cenizas muy
chiquititas de ella. Volvieron al mar por una calle que no
dejaba de sorprender a Ana, habían conejitos en jaulitas,
papagayos, y muchísimos otros pajaritos extraños, perritos,
muchas flores también, y gente bailando, algunos payasos, y
mucha pero mucha gente caminando, parecía que estaban en
un circo ambulante. Ana al final de esta calle se sentía
bastante cansada, Limón al verla así le dijo a la jirafa el
camino más corto hasta donde vivía Ana.
Cuando llegaron Limón le preguntó a Ana si se había
divertido, Ana estaba tan cansada que apenas pudo darle las
gracias a Limón. Limón se posó sobre la nariz de Ana dándole
un besito y después revoloteó encima de la cabeza de la jirafa
para que fuera entrando al mar con Ana, a medida que entraba
iba desapareciendo y al final, cuando los pies de Ana tocaron
el mar, se volvió otra vez caballito de mar.

Fresca y alegre Ana saludó con la mano a Limón para


despedirse.

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