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Ana muy interesada la miró por todos lados hasta que quizo
tomarla en sus manos.
Limón tuvo que abrir la puerta entera para salir con la jirafa,
Ana iba como una reina mirando todo desde muy arriba.
Afuera Limón sopló la bicicleta quedaron cenizas muy
chiquititas de ella. Volvieron al mar por una calle que no
dejaba de sorprender a Ana, habían conejitos en jaulitas,
papagayos, y muchísimos otros pajaritos extraños, perritos,
muchas flores también, y gente bailando, algunos payasos, y
mucha pero mucha gente caminando, parecía que estaban en
un circo ambulante. Ana al final de esta calle se sentía
bastante cansada, Limón al verla así le dijo a la jirafa el
camino más corto hasta donde vivía Ana.
Cuando llegaron Limón le preguntó a Ana si se había
divertido, Ana estaba tan cansada que apenas pudo darle las
gracias a Limón. Limón se posó sobre la nariz de Ana dándole
un besito y después revoloteó encima de la cabeza de la jirafa
para que fuera entrando al mar con Ana, a medida que entraba
iba desapareciendo y al final, cuando los pies de Ana tocaron
el mar, se volvió otra vez caballito de mar.