El 99% de la població n humana ha recibido en algú n momento
maltrato infantil, físico, emocional y psicoló gico. Es por eso que, la sociedad invierte en una educació n cada vez má s competitiva, mecá nica y anti natural. Suprimiendo así la espiritualidad que llevamos dentro. Hemos sido testigos de las aberraciones y las calcinantes mentiras de nuestros ancestros y de lo que hasta ahora aprendemos a desmentir. Las experiencias educativas en las sociedades occidentales no son má s que una maquinaria. Somos los productos de venta en un mercado competitivo, internacional y global. Cualquiera que no se ajusta a estas características perecerá objeto de burla e ignorancia. La educació n que nos vende la sociedad, es la estirpe de nuestro olvido divino. Es la telarañ a que conecta toda la avaricia y la corrupció n de la que somos objeto hoy. Es la formula escrita por la ciencia y la religió n, dos caras de una misma mentira. Tan inteligentes han sido estas instituciones de poder, que nos han hecho creer que los responsables son solo los políticos y gobernantes de las naciones, cuando ellos en su mayoría son los títeres de un denominado ejército titiritero. Mientras los verdaderos responsables, han quedado al margen, intocables, siendo los protagonistas intelectuales de todos los holocaustos y tragedias humanas. Las herramientas educativas que nos provee la sociedad son la má s castrantes de nuestra esencia de humanidad. El arte se convierte en un lujo, cuando en verdad es una necesidad espiritual, la palabra se hace ambigua y con distintos significados, cuando en verdad es el aliento que da forma a nuestra presencia material. La matemá tica se hace racional, cuando en verdad es parte de nuestra naturaleza esencial. Y así vamos alterando los significados y las formas, para poder perforar los umbrales del miedo y del dolor. Sumergidos en la impotencia de muestra marginalidad, construimos el mundo de su degenerada mente material. Nuestros niñ os cada vez má s son bombardeados con la presencia manipuladora, para someterlos a la desafiante frialdad de los juicios categó ricos, definidos por los organismos de poder. Pero gracias a las divinidades celestiales, estos niñ os está n má s allá de toda crítica y juicio malintencionado. Tienen su propia estrella interior y nadie les someterá ni lastimara, porque no existe consentimiento divino para ello. Por eso debo recordarles a los padres y o tutores de todos los niñ os y niñ as que habitan en nuestro universo, su má s amoroso respeto y consideració n para con todos ellos, porque su luz nos iluminara a todos con su celestial sonrisa. Solo nos queda estar alerta y despiertos para poder contemplar el rostro de Dios en sus miradas, palabras y movimientos. Solo nos queda cerrar nuestros oídos a toda la basura que nos bombardean continuamente los medios de comunicació n, continuar nuestro camino mirando sus resplandecientes rostros. Solo nos queda, escuchar nuestro corazó n y sentir su infinita melodía. Y si no fuéramos lo suficientemente fuertes para ver nuestro tesoro, entonces miremos a nuestros niñ os, y no nos quedara ninguna duda. Despertemos de una ves de tanta vanidad, de tanto miedo y falsedad y empecemos ahora a construir un lenguaje sincero, una educació n espiritual, y una verdad que podamos leer desde lo má s profundo de nuestro corazó n. Cuando escuchemos las noticias y demá s parloteo político o religioso, simplemente coloquémoslo en nuestro corazó n, es allí la balanza de la creació n. Si fuimos testigos de tanta maldad, es solo porque hemos ignorado la verdad. Ahora que la conocemos, no cerremos nuestros ojos, ni tapemos nuestros oídos, porque la verdad de nuestros niñ os de todas formas resplandecerá .
Tenemos que crear confianza en nosotros
mismos, en las cosas que sentimos, en la verdad que yace oculta en nuestro corazón. En los mensajes claros de nuestros sueños y las señales de nuestro alrededor. No seamos los pioneros en destruir la creatividad, el amor y la fe que flota en los corazones de los hijos del de todo el universo. Ellos son los hijos del sol, y son la luz resplandeciente de un nuevo amanecer.