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Jamie Conley quería saber quienes eran sus verdaderos padres. Por eso
comenzó a hacer preguntas que su madre adoptiva, Lexi, no podía responder.
Preguntas que su hermana no le permitía responder. El niño se distrajo
temporalmente cuando Lexi “raptó” a su ídolo, el campeón de rodeos Jake
Thorn. Ella necesitaba a Jake para dirigir el rancho, pero sólo hasta que su
padre se recuperara de su operación. Jamie, por supuesto, esperaba que se
quedara para siempre.
Lo que Lexi no podía explicarse es que Jake era el último hombre que
queria tener cerca ... y el único hombre al que habia amado ...
Capítulo 1
A LEXANDRA Conley abrió la puerta y salió a la sombra del porche. Miró hacia
la polvorienta carretera, para ver si llegaba su padre. Pero no vio nada. Lexi suspiró
impaciente.
Debería haber ido con él en vez de haberse quedado en el rancho, soportando
interminables horas de espera y de preocupación. Pero él no lo permitiría. Le había
dicho que sería mejor que se quedara en casa, mejor que estuviera ahí para hacer la
cena cuando llegara Jamie del colegio.
Pero la verdadera razón había sido que su padre no quería que oyera el
diagnóstico del médico. No quería que se preocupara ni que tampoco le obligara a
hacer lo que los médicos le mandaran.
Lexi pensó que a lo mejor esa vez era diferente. A lo mejor esa vez le hacían
quedarse. Incluso en ese momento su padre podría estar tumbado en una cama del
hospital esperando a que le operaran por la mañana. Ojalá fuera así.
Mirando una vez más al horizonte, se volvió y entró en la casa.
-¡Jamie, la cena está lista! -gritó desde el vestíbulo-. No tiene sentido
esperar al abuelo. Podremos empezar sin él. ¿Jamie?
Lexi esperó oír el sonido de pasos en el piso de arriba, pero no fue así.
Recorrió el pasillo y se detuvo al llegar a la puerta cerrada de lo que había sido una
vez un despacho, y se había convertido en el dormitorio de su padre enfermo. Frank
Conley siempre había sido la roca de su vida, sólido y eterno. Y en ese momento
estaba demasiado débil para subir las escaleras a su antiguo dormitorio.
Antes de que el corazón empezara a fallarle, ella nunca se había detenido a
pensar que algún día algo le pasaría. Pero últimamente, Lexi no pensaba en otra cosa.
En menos de un año, los hombros anchos que una vez habían podido soportar el peso
del mundo, se habían encorvado. La voz fuerte capaz de ordenar y consolar con igual
facilidad, se volvía jadeante al más mínimo esfuerzo.
Su padre estaba debilitándose poco a poco, y su propia cabezonería era lo que
más rápidamente le estaba matando. El dolor se volvió resentimiento, luego furia, y
Lexi dio una patada al marco de la puerta.
-Maldito Frank Conley -susurró con un nudo en la garganta . ¿Qué hay de
nosotros? ¿Qué haremos sin ti? ¿Has pensado en eso?
Casi inmediatamente, la furia desapareció.
Miró las marcas que había hecho en el marco de la puerta con la bota y suspiró.
-¿Por qué no puedo decirte esto cuando estás aquí? -dijo en voz alta,
marchándose despacio hacia los pies de la escalera.
Con la mano en la barandilla, miró hacia arriba.
¡Jamie, la cena está lista!
El débil chirrido de muelles de cama oxidados llamó su atención.
-Estoy aquí abajo, mamá.
Lexi cerró los ojos. Entonces, girándose, se puso delante de otra puerta
cerrada. La habitación de los invitados, o la habitación de Jake como casi todos la
llamaban, se había convertido con los años en una especie de cuarto trastero.
Jake... Incluso con el paso de los años, Lexi no podía entrar en la habitación sin
sentir un vuelco en el estómago. Enderezándose, giró el pomo y entró. Dentro, su
hijo de diez años estaba echado boca abajo en la vieja cama doble, con las botas
camperas agitándose en el aire mientras pasaba las páginas viejas y muy manoseadas
de un álbum de recortes.
-Hola, hijo. ¿Qué haces? -preguntó suavemente.
Jamie la miró con sus ojos color avellana. Su espeso pelo castaño estaba
cortado a capas excepto por un mechón que le llegaba desde el centro de la nuca
hasta los hombros. Un ceño pensativo arrugaba su frente mientras giraba el álbum
para que ella pudiera verlo.
-Jake era realmente extraordinario, ¿verdad? -la mano de Jamie acarició el
artículo amarillento del periódico con reverencia.
-Sí -dijo ella con el orgullo antiguo y familiar-. Cuando Jake estaba en la flor
de la vida, era uno de los mejores.
El álbum era de ella, creado con la efusividad del culto a un héroe cuando no
había sido mayor que Jamie.
-¿Crees que volverá alguna vez, mamá? -preguntó Jamie sentándose-. Estoy
seguro de que me encantaría conocerlo. ¿Crees que le gustan los niños?
El entusiasmo en el rostro de su hijo provocó una sonrisa automática en el
rostro de Lexi mientras se sentaba en una silla.
-Le gustabas tú cuando eras pequeña, ¿verdad? -insistió Jamie.
Ella y Jamie tenían conversaciones similares muy a menudo, y Jamie siempre
encontraba formas nuevas de hacerle las mismas preguntas, nuevos modos de
obtener más información.
Sí, creo que si. Yo debía tener unos dos años cuando el padre de Jake vino a
trabajar a nuestra granja y su madre trabajaba como nuestra cocinera.
-Como hace Twyla ahora -comentó Jamie,disfrutando de la historia, aunque
prácticamente se la sabía de memoria.
Lexi asintió y sonrió de nuevo, preguntándose qué pensaría Jake si supiera
alguna vez que se había convertido en una leyenda en esa casa.
-Eso es. Jake debía tener casi trece años cuando llegaron. Solía cuidarme
algunas veces después del colegio... Cuando yo estaba en primero, fue Jake quien me
enseñó a montar en bicicleta sin ruedecitas laterales. Yo estaba loca por él
-suspiró-. Luego mamá y papá se divorciaron y yo pasé un año en Miami con mamá.
Cuando -volví aquí a vivir con papá, Jake se dedicaba a los rodeos y no lo veíamos
durante temporadas muy largas.
-¿Cuánto pasó antes de que Jake ganara su primer campeonato? ¿Qué años
tenías tú?
-Yo era un poco mayor que tú, pero poco después de su triunfo, se hirió y volvió
para recuperarse.
-Y ahí fue cuando se casó con la tía Dolores, ¿cierto?
A Lexi se le puso un nudo en el estómago.
-No, eso fue después de que comprara la vieja casa de los Johnson aquí al lado,
esperando que sus padres se retiraran y vivieran allí. El año siguiente, Jake estaba a
punto de obtener el cuarto título cuando...
De pronto se calló, sin querer revivir el horrible accidente que estuvo a punto
de costarle la vida.
-¿Cuando ese toro le embistió? -continuó Jamie con entusiasmo infantil por lo
macabro. Lexi lo miró con dureza.
-Jamie...
-Eso fue lo que pasó, ¿verdad?
-Sí -dijo ella aguantándose la risa--. Pero no deberías estar tan contento.
-No estoy contento -se defendió el niño-.
Pero eso fue lo que pasó. ¿Y fue entonces cuando Jake se casó con la tía
Dolores?
Lexi asintió y continuó.
-Cuando salió del hospital, Jake vino aquí a recuperarse. Entonces Dolores
viajó desde California para mi dieciséis cumpleaños, y tres meses más tarde ella y
Jake estaban casados. Supongo que ella debía haber crecido mucho desde la última
vez que él la había visto.
Al darse cuenta de su tono amargo, Lexi suspiró.
-Y un mes más o menos después de la boda, el padre de Jake se retiró y se fue
con su mujer a Florida
-¿Cuando ese toro le embistió? -continuó Jamie con entusiasmo infantil por lo
macabro. Lexi lo miró con dureza.
-Jamie...
-Eso fue lo que pasó, ¿verdad?
-Sí-dijo ella aguantándose la risa--. Pero no deberías estar tan contento.
-No estoy contento -se defendió el niño-.
Pero eso fue lo que pasó. ¿Y fue entonces cuando Jake se casó con la tía
Dolores?
Lexi asintió y continuó.
-Cuando salió del hospital, Jake vino aquí a recuperarse. Entonces Dolores
viajó desde California para mi dieciséis cumpleaños, y tres meses más tarde ella y
Jake estaban casados. Supongo que ella debía haber crecido mucho desde la última
vez que él la había visto.
Al darse cuenta de su tono amargo, Lexi suspiró.
-Y un mes más o menos después de la boda, el padre de Jake se retiró y se fue
con su mujer a Florida
-¿Porque no podían soportar a la tía Dolores?
-Bueno, básicamente sí --admitió sintiéndose culpable al momento . Pero creo
que a lo mejor los padres de Jake sólo querían darle a él y a su mujer una
oportunidad de estar solos –corrigió intentando ser generosa-. Todos los recién
casa dos necesitan un tiempo para ajustarse. Tú tía Dolores se esforzó mucho al
principio. Pero nunca había aprendido a cocinar, y nunca había tenido que ocuparse
de una casa, y pasado un tiempo, empezó a echar de menos la emoción de hacer
películas en California.
-A mí me gusta esto.
El ceño del niño provocó otra sonrisa en su madre.
-Lo sé, corazón, y a mí también. Y a tu tía Dolores cuando era más joven, pero
cuando creció, prefirió la gran ciudad. Por eso la vemos tan poco.
Intentando no mostrar las emociones que estaban retorciéndole el corazón,
Lexi continuó.
-Eso no significa que no nos quiera. Sé que le importamos mucho. Pero
normalmente está muy ocupada.
El se encogió de hombros.
-No me importa. No la necesitamos. Y no nunca iré a la gran ciudad -dijo Jamie
con énfasis . Voy a ser un vaquero de rodeos, igual que Jake.
Normalmente, Lexi hubiera salido en defensa de su hermana, pero estaba
demasiado sorprendida por la última frase de Jamie. Aparte de su breve ambición
de ser bombero, sólo había hablado de convertirse en granjero, como su abuelo. Ella
no sabía por qué su última preferencia debía molestarla, excepto que le parecía de
algún modo una traición a su abuelo en un momento en que era muy vulnerable.
-¿Quieres ser un vaquero de rodeos? -preguntó con deliberada suavidad-.
¿Cuándo lo has decidido?
Jamie bajó la mirada al suelo. -No lo sé.
-¿Hoy ¿Ayer?
Jamie se encogió de hombros. -A lo mejor.
Dándose cuenta de que su reacción era exagerada, Lexi respiró profundamente
y se forzó a calmarse.
-Ya sabes que Jake trabajó en su propio rancho desde que era un adolescente.
Y cuando su padre se retiró, se hizo capataz aquí y dirigía a la vez este rancho y el
suyo. Él y tu abuelo trabajaron hombro con hombro durante los tres años que Jake y
Dolores estuvieron casados.
Jamie asintió, levantó la barbilla y la miró.
-¿Y qué?
Lexi no sabía que decir. No estaba acostumbrada a ese desafío en los ojos de
su hijo. Y no quería que el niño cambiara su lealtad de su abuelo a Jake... no en ese
momento.
Entonces, con una profunda intuición femenina recordó su propio dolor,
frustración y la traición que había sentido cuando había pensado en que su padre
estaba muriendo y dejándola sola con un rancho y con un niño. Y pensó en las largas
horas que Jamie había pasado últimamente en la habitación de Jake, mirando los
álbumes con una nueva intensidad.
-¿Tienes miedo? -preguntó con infinita dulzura.
-¿De qué? -preguntó Jamie sobresaltándose.
-Por tu abuelo.
Jamie se encogió de hombros y volvió a mirar hacia el suelo.
-No lo sé. A lo mejor.
Echándose hacia delante, Lexi siguió hablando en un susurro.
Ojalá pudiera decirte que no hay nada que temer. Ojalá pudiera prometerte
que él se pondrá bien. Pero no puedo, porque no lo sé.
-¿Qué tiene mal? -preguntó el niño preocupado.
-Es su corazón. No sé mucho más. A lo mejor sabremos más cuando vuelva del
hospital... Ojalá no fuera tan cabezota. No quiere ingresar en el hospital, y no hay
mucho que puedan hacer los médicos si no lo hace
-¿Va a morir?
Lexi vio el terror en los ojos de su hijo.
-Espero que no. Pero no está haciendo lo que le dicen los médicos, y tendrá que
hacerlo si quiere ponerse bien.
-Si Jake volviera y fuera de nuevo el capataz, el abuelo podría entrar en el
hospital y ponerse bien.
-Jamie, ¿de dónde has sacado esa idea? Ya tenemos un capataz.
-Pero el abuelo dijo...
Jamie se calló de repente.
-¿El abuelo dijo qué? -exigió Lexi, sin obtener contestación . Respóndeme,
hombrecito -dijo muy seria-. ¿Qué dijo tu abuelo?
-Le oí hablar por teléfono con alguien. Estaba preguntando si podían ayudarle a
encontrar a Jake. Dijo que le necesitaba desesperadamente.
-¿Fue eso todo lo que dijo?
-No lo sé --murmuró Jamie bajando la cabeza- . Tú me llamaste y tuve que
dejar de escuchar.
-Debería darte vergüenza, James Franklin Conley. Te he dicho que no se deben
escuchar las conversaciones de otras personas. Ahora tienes la idea equivocada de
que Jake Thorn va a venir a salvar la situación, y eso no va a pasar.
Jamie levantó la cabeza, y la esperanza brilló en sus ojos.
-A lo mejor sí. Si el abuelo lo encuentra, Jake vendrá.
-Oh, Jamie, cariño, no cuentes con eso. Este rancho es el último lugar de la
tierra donde Jake querría estar. Se marchó de aquí hace once años, y no ha vuelto
desde entonces. No tengo idea de dónde está, y tampoco tu abuelo, y es muy difícil
encontrar a un hombre que no quiere ser encontrado.
¿Por la tía Dolores?
-Supongo que tu tía Dolores fue parte de ello -admitió Lexi-. Pero el mundo de
Jake se hizo añicos. Hay demasiados recuerdos aquí.
-Pues a mí me gustaría conocerlo.
-No cuentes con ello, ¿de acuerdo? -dijo Lexi poniéndose de pie-. La cena se
está enfriando. ¿Por qué no guardas esas cosas y vienes a la cocina?
-Sí, mamá.
Levantándose, Jamie empezó a recoger los álbumes. Con la cabeza inclinada,
era la pura imagen de la decepción.
A Lexi se le partió el corazón, sabiendo que ella había causado su dolor. Se
ablandó y habló con algo de ánimo.
-Por supuesto, Jake aún es el dueño de la granja vecina. A lo mejor viene algún
día, aunque sólo sea de visita.
La ansiedad asomó a los ojos del niño. -¿Lo crees en serio? -Podría ser. Nunca
se sabe.
-Apuesto a que si alguien puede encontrarlo, ése es el abuelo.
Por mucho que odiara pensar en ello, Lexi tuvo que estar de acuerdo.
-Sí, puedes tener razón en eso.
Sonriendo, Jamie empezó a ordenar el cuarto y Lexi se fue a la cocina a
recalentar la cena. Sólo esperó que no se hubiera equivocado permitiendo que Jamie
tuviera alguna esperanza.
Y en cuanto a ella, no sabía cómo se sentiría si Jake regresara. Era algo en lo
que no se había permitido pensar durante mucho tiempo. De niña, lo había adorado.
De mujer, lo había amado. Y el día después de que él hubiera hecho realidad sus
sueños, Jake se había marchado sin una palabra.
Lexi había pasado años tratando de superarlo, años aceptando que nunca
volvería a verlo, y cuando su corazón finalmente había cicatrizado, había guardado
sus recuerdos y había cerrado la puerta. Estuviera donde estuviera Jake, ella le de-
seaba lo mejor, pero él estaba fuera de su vida, y así seguirían las cosas.
Lexi recogió la mesa de la cocina y envió a Jamie a hacer sus deberes. Estaba
fregando los platos cuando oyó abrirse la puerta. Salió corriendo de la cocina a
tiempo de ver entrar a su padre y al trabajador del rancho que le había llevado.
-Hola -saludó Lexi-¿Has comido?
-Sí -gruñó su padre.
Apoyándose pesadamente en el brazo de Manuel Ortega, Frank Conley se
dirigió al cómodo sillón del salón que había junto a la ventana y donde últimamente
pasada la mayor parte de las horas.
-El señor Frank tenía hambre- le explicó Manuel sonriendo a modo de disculpa-,
así que paramos antes de salir de la ciudad.
-Puedes prepararme una bebida si quieres-dijo el abuelo con la voz jadeante
que señalaba su cansancio.
Lexi lo ignoró. El doctor le había prohibido estrictamente el whisky y los puros
que eran el ritual nocturno de su abuelo. Y Frank sólo se lo pedía en ese momento
para molestarla.
-¿Te parece bien que mientras Manuel esté aquí te llevemos a la cama? -sugirió
Lexi.
-No -Frank se sentó, apoyó la cabeza en el respaldo y suspiró, mirando con
dureza a su hija-. Tenemos que hablar -se dirigió a Manuel-. Gracias, Manuel. Ya
puedes irte.
-Si, señor Frank. ¿Me llamará si me necesita?
-Sí, Manuel. Y gracias.
A pesar de sus modales gruñones, los hombres que trabajaban para él le eran
tremendamente leales, y Lexi se sentía agradecida de saber que su lealtad también
se extendía a ella.
-Será mejor que te sientes -dijo Frank, cuando se quedó a solas con su hija.
Ella sintió que le temblaban las piernas mientras se sentaba en la silla frente a
él. Sintió ganas de llorar. Quería que su padre estuviera sano y fuera poderoso como
había sido antes, y sabía que los médicos no le habían dicho nada bueno. Lo había
sabido en cuanto había visto a su padre con los hombros hundidos y la mandíbula
apretada.
-Suéltalo -dijo ella con el tono valiente que sabía que él estaba esperando.
-No te va a gustar.
-Papá, no alargues esto.
-No me estoy muriendo. Al menos, aún no.
Lexi soltó la respiración que había estado aguantando y cerró los ojos un
momento para dar las gracias en silencio. Su padre iba a vivir.
-Entonces. ¿cuál es el problema?
-Bueno, tengo dos opciones. Puedo quedarme aquí sentado como un inválido y
seguir viviendo hasta que finalmente me desplome y me muera de aburrimiento.
-¿Te pondrás mejor si haces eso? -preguntó Lexi esperanzada.
-No. De hecho posiblemente me ponga peor, hasta que un día, mi corazón se
rinda.
Bueno, eso no es la solución.
-Mi otra opción es operarme. Con la cirugía posiblemente quede como nuevo. La
mayoría de las personas sobreviven. Y las oportunidades de que yo también lo haga
son muy grandes. Aunque por supuesto, a lo mejor no. No me lo pueden garantizar. El
doctor dice que la decisión es mía.
Lexi tragó saliva. No sabía por qué su padre estaba vacilando. El Frank Conley
que ella siempre había conocido no hubiera vivido un minuto más como inválido si
hubiera otra alternativa, incluso aunque significara arriesgarse. El hecho de que su
padre no estuviera en ese momento en el hospital esperando a ser operado
significaba que había algo más que ella no sabía.
-El problema es -continuó Frank despacio-, ¿quién va a ocuparse del rancho
mientras yo esté en el hospital? Estaré allí un par de semanas antes de que me
permitan volver a casa. Y después, aún pasarán semanas antes de que pueda hacer
algo.
-Bueno, papá, eso no es problema. Tienes un capataz que lleva aquí tres años. Y
sabes que yo puedo ocuparme de la contabilidad y los papeleos dijo Lexi.
-¿Durante cuánto tiempo, hija?
-¿Durante un mes? -preguntó encogiéndose de hombros- -. ¿Seis semanas?
¿Cuánto tiempo puede hacer falta?
-Ése es la cuestión -dijo Frank despacio.
La suave tristeza en sus ojos y la paciencia de su voz empezaron a preocuparla.
-Lexi, hay una posibilidad de que surjan complicaciones en la operación. Es
difícil, pero existen, e incluso puede que no lo consiga. Incluso si sobrevivo, mi
recuperación será lenta. Tenemos que entrar en esto preparados para cualquier
eventualidad, y yo tengo que asegurarme de que este rancho va a estar bien. Por tu
futuro y por el de Jamie. Tengo que estar seguro, Lexi. ¿Lo entiendes?
Lexi empezó a asentir con la cabeza y entonces se dio cuenta de que en verdad
no tenía idea de que estaba diciendo su padre. Parecía que quería operarse y luego
estaba diciendo todas las razones por las que no podía.
-Lo siento, papá. Pero no lo entiendo. No entiendo cuál es el problema. Yo puedo
ocuparme del rancho.
-Lexi, no pongo en duda tu habilidad.
-¿Entonces cuál es el problema? Porque para decirte la verdad, estoy
confundida. Puedes operarte y yo me ocuparé del rancho. Cuando estés mejor,
volverás a encargarte tú. A mí no me parece tan complicado.
-Lexi, voy a traer a Jake.
¿Qué? -exclamó ella sin poder creer lo que estaba oyendo.
Jake va a volver a ocuparse del rancho mientras yo esté en el hospital.
Lo que su padre decía no tenía sentido. Jake no volvería. En once años no había
enviado ni una postal.
-¿Por qué? ¿Por qué has pensado en eso? -Tengo mis razones.
-Bueno, pues yo quiero saberlas.
Soy un viejo enfermo. Dame ese capricho. -Oh, papá... ¿Has hablado con Jake?
¿Está él de acuerdo?
-No. Pero sé donde está. Al menos sé dónde estará mañana por la noche.
-¿Pero de qué sirve eso? Tú no puedes ir.
El miró directamente a sus ojos marrones como si quisiera llegar a su alma.
-Pero tú sí -dijo suavemente.
-¡No! -Lexi se puso de pie, golpeando la pared con la silla en el proceso-.
¡Definitivamente no!
-Tienes que hacerlo -insistió su padre.
-No, no tengo que hacerlo.
Volviéndose, Lexi empezó a marcharse. Pero dio sólo dos pasos antes de ver a
Jamie junto a la puerta, escuchando.
-¿Por qué no, mamá? - preguntó el niño con ansiedad en su mirada mientras
corría hacia ella-. Vendría. Si pudiera ayudar al abuelo, sabes que Jake vendría.
-Es posible - dijo Frank a sus espaldas.
Sintiéndose atrapada, Lexi se volvió para mirarlo. Tenía las manos cerradas en
puños.
-No, no vendría.
Miró suplicante a su padre. Jamie sólo era un niño. No sabía lo que estaba
pidiendo. Pero Frank Conley sí.
El padre movió la cabeza despacio y la miró con decisión.
-Vendría. Jake ha querido venir desde hace mucho tiempo. Pero no lo sabe.
-Papá -le rogó Lexi-. Sabía lo que estaba haciendo cuando se marchó. Si
hubiera querido volver, habría encontrado una excusa mucho antes.
No me operaré a menos que Jake esté aquí para ocuparse del rancho,
Alexandra. Me quedaré sentado en esta silla y me moriré esperando si he de
hacerlo. Así que puedes ir a pedirle que se ocupe del rancho ahora o puedes invitarle
a mi funeral más adelante. Tú eliges.
-Lo dices en serio, ¿verdad? -preguntó Lexi desesperada.
Nunca te he mentido.
-¿Puedo ir contigo, mamá? -preguntó Jamie saltando de alegría-. Por favor.
-No -dijo Lexi abrazando a su hijo-. No, Jamie. Esto es algo que tengo que
hacer sola.
Capítulo 2
E L sudor de los hombres y las bestias llenaba el aire de la tarde, mezclándose
con el polvo levantado por sus inquietos cascos. El balido impaciente del ganado
competía con los relinchos de los caballos. En la atmósfera familiar, Lexi sabía que
debería sentirse como en casa, pero no era así. Se sentía como una intrusa.
-Relájate -murmuró-. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Todo lo que puede
hacer es decir que no.
Se frotó las palmas sudorosas contra su falda vaquera. El corazón le latía con
fuerza, y dejó de pretender que lo que temía era una negativa. Ver a Jake de nuevo
era lo que le daba miedo.
Vio un grupo de vaqueros y se dirigió hacia ellos. Estaba allí para encontrar a
Jake Thorn, y tenía que empezar por algún sitio.
Al llegar al grupo de hombres, respiró profundamente para armarse de coraje
y le dio un golpe en el hombro al que estaba más cerca.
-Perdone.
Todos los hombres se volvieron hacia ella, reflejando en sus rostros placentera
sorpresa por la inesperada interrupción, y Lexi empezó a relajarse. Incluso consiguió
sonreír.
El vaquero cuyo hombro había golpeado, un joven con una cicatriz en la mejilla,
se quitó el sombrero y le devolvió la sonrisa con entusiasmo.
-¿Puedo ayudarla en algo, señorita?
-Sí, al menos eso espero. Estoy buscando a Jake Thorn. Me han dicho que
estaría aquí esta noche.
La sonrisa del joven se desvaneció ligeramente, y ella sintió que sus
compañeros se tensaron.
-Bueno, sí --respondió el vaquero despacio, eligiendo las palabras con cuidado-.
Creo que está aquí, en alguna parte. De hecho me pareció verlo hace un rato. ¿Y
vosotros? -preguntó volviéndose a los demás-. ¿Alguien ha visto hacia dónde iba
Jake?
Los hombres se encogieron de hombros, negaron con la cabeza y bajaron la
mirada, y Lexi supo que no debía insistir. Jake era uno de los suyos, y ella una
extraña haciendo preguntas. Supieran lo que supieran esos hombres, no iban a
decírselo sin tener antes la aprobación de Jake.
-Podría mirar al otro lado del ruedo -le dijo uno de los hombres más mayores.
Con los hombros hundidos, Lexi se alejó del grupo de hombres.
El último lugar de la tierra donde querría estar
era allí, y la última cosa que querría hacer era buscar a Jake Thorn, pero lo
encontraría, con o sin ayuda. Entonces, se forzó a enderezar los hombros y levantar
la barbilla, y empezó a caminar en la dirección que los hombres le habían dicho. Aun-
que creyera que Jake no estaría allí, no pasaría nada por mirar.
- Eh, señorita, ¿si vemos a Jake quiere que le digamos quién le está buscando?
-le gritó uno de los hombres.
Sabiendo que si Jake sabía que ella estaba allí, nunca conseguiría acercarse a
él, Lexi se volvió y forzó una sonrisa.
- No será necesario. Pero gracias de todos modos. Daré una vuelta hasta que le
encuentre.
Se giró y continuó su camino. Y mientras buscaba entre todos los vaqueros que
pasaban, al otro lado del ruedo vio a una bonita muchacha rubia que parecía muy
joven para recordar los días de gloria de Jake Thorn. Pero a lo mejor había oído
hablar de él.
Sonriendo, Lexi se detuvo y la rubia le sonrió también.
-Tienes un caballo precioso -dijo Lexi con sinceridad-. ¿Es un pura raza?
-Gracias. Sí, lo es -dijo la joven acariciando la nariz del animal con orgullo- . Lo
tengo desde el año pasado.
El genuino interés de Lexi por los caballos le hizo olvidar su búsqueda, aunque
fuera por un momento.
¿Qué tal es?
-Oh, Jackpot es fabuloso. Tenemos muchas posibilidades de ganar esta noche.
El caballo relinchó y levantó la cabeza, como si supiera que estaban hablando
de él. Lexi no pudo evitar reírse.
-Bueno, te deseo buena suerte. ¿Cómo te llamas? Esta noche intentaré verte.
-Susie Picket. No te he visto antes por aquí, ¿verdad?
No ---dijo Lexi recordando de pronto lo que debía hacer-. Estoy aquí buscando
a un viejo amigo. A lo mejor lo conoces. Se llama Jake Thorn.
-¿Jake? Oh, claro.
-¿Lo has visto por aquí esta noche?
-Sí, está por aquí. Podrías intentar buscarle en las caravanas -dijo la chica
callándose de repente y enrojeciendo-. ¿Conoces... mucho a Jake?
A Lexi le faltó muy poco para decir una palabrota. El rubor de la joven y su
repentino silencio, le dijo claramente lo que el grupo de hombres también le había
indicado. Estuviera donde estuviera Jake, estaba con una mujer. ¡Oh, no! Eso ya era
bastante terrible sin tener que sacar a Jake de la cama de alguna mujer sólo para
hablar con él.
-No te preocupes --dijo cansada, sintiendo unos celos repentinos que no tenía
ningún dere
cho a sentir-. No soy una antigua novia suya, ni una nueva novia ni nada
parecido. Soy una amiga, punto.
-Oh, bien -la joven suspiró aliviada-. Bueno, en ese caso, a lo mejor está en la
caravana de Louanne Byers. Últimamente se han hecho muy... amigos... ya sabes a lo
que me refiero. No puedes confundirte. Lleva el nombre pintado en el costado con
grandes letras moradas.
-Muchas gracias. Has sido de mucha ayuda -dijo Lexi retrocediendo y con más
información de la que habría deseado.
Con el estómago revuelto se dirigió hacia las caravanas, pasando junto a los
vaqueros y sus caballos que se entrenaban.
Cuando escapó del polvo y la tensión del ruedo, el aire de la tarde era suave,
fresco y relajante. Lexi suspiró y se frotó las manos húmedas contra la falda. Su
padre le había enviado a buscar a Jake, no a sacarle de los brazos de otra mujer.
Entonces se detuvo, cambiando repentinamente de idea. Giró a ciegas, empezó
a caminar en dirección contraria y al momento chocó con el cuerpo duro de un
vaquero alto.
Lexi se tambaleó como una muñeca de trapo, y él la cogió de los hombros para
sujetarla.
-Eh, ¿estás bien?
Ella asintió, y con los ojos entrecerrados vio un rostro que le era vagamente
familiar.
-¿No te he visto antes en alguna parte? -preguntó el vaquero.
Lexi asintió de nuevo y se soltó de sus manos. Aaron. Ése era su nombre, y él
había ido al rancho un fin de semana con Jake.
Lexi extendió la mano para saludarle.
-Soy Lexi. la hija de Frank Conley. Tú viniste a nuestro rancho para cenar un
domingo con Jake Thorn.
-Y me quedé hasta el martes -dijo Aaron riéndose al recordar-. Me acuerdo.
Pero tú eras una niña.
-Tenía catorce años -dijo Lexi algo ofendida.
A los catorce años, había estado locamente enamorada de Jake. Ese mismo
año, había cometido el error de confesárselo. El vergonzoso intento de Jake de
defraudarla fácilmente era un recuerdo que aún le dolía.
-Bueno, ya eres toda una mujer -dijo Aaron - . ¿Has venido con tu padre?
-No, no ha venido, pero me pidió que buscara a Jake por él.
-Oh... ¿Has visto ya a... um... a Jake?
-Iba a buscarlo cuando choqué contigo --dijo ella decidida a continuar y
terminar de una vez- . Me han dicho que podría encontrarle en la caravana de
Louanne Byers. No sabrás por casualidad dónde está aparcada, ¿verdad?
La sonrisa amable de Aaron se volvió pícara, y se frotó las manos.
-El viejo Jake va a estar muy sorprendido al verte. Ven conmigo, damisela -dijo
cogiéndola del brazo y girando--. Yo te llevaré.
Aaron la llevó entre los coches y los vehículos y caravanas.
- ¿Cuánto hace que no ves a Jake?
-Once años.
-Ah, desde el divorcio.
-Sí -Lexi se preguntó cuánto le habría contado Jake.
-Era tu hermana mayor, ¿verdad? ¿Cómo se llamaba?... ¿Dolores?
Eso es.
-He oído que ahora es actriz. ¿Usa el nombre Conley o Thorn?
-Ninguno. Usa el nombre de su padre, Davies.
-Entonces ¿no tenéis el mismo padre? -Aaron pareció sorprendido.
-No, nuestra madre estuvo casada antes.
-Dolores Davies repitió Aaron pensativo-. Sí, creo que he oído hablar de ella.
Es rubia, ¿verdad? ¿Hizo un papel en una serie de televisión hace unos años? Salía
casi siempre en bikini.
-Sí, ésa es Dolores -dijo Lexi más relajada.
-Entonces ella es la ex de Jake, ¿eh? El mundo es pequeño, ¿verdad? ¿A quién
le está amargando la vida ahora Dolores?
-De momento está casada con un productor llamado Harvey Maxwell.
-¡Caray! -exclamó Aaron deteniéndose y soltándola del brazo-. Bueno, aquí es.
Levantando el puño, Aaron golpeó la puerta de la caravana blanca con las letras
moradas. Tras un momento, se abrió la puerta y apareció una mujer con un
complicado peinado en sus rizos castaños y camisa y mallas blancas muy ajustadas.
-Oh. hola, Aaron. ¿Estás buscando a Jake?
-Hola, Louanne. ¿Está por aquí?
Ella se giró hacia el interior.
-Jake, Aaron está aquí.
Lexi cerró los ojos y contó hasta diez mientras las rodillas empezaron a
temblarle y el corazón se le aceleró incontrolado.
-Entra, amigo -dijo una voz ronca y familiar.
-Bueno, no soy yo el que te busca --respondió Aaron poniendo un brazo en los
hombros de Lexi y haciéndola asomarse- . Es esta damita.
-¿Quién dia... ? -su voz se desvaneció y su rostro registró incredulidad-. ¡Lexi!
¿Jake?
Sus ojos se encontraron, y el corazón le dijo que era Jake, aunque el hombre al
que estaba mirando podría ser cualquiera.
Estaba vestido con la ropa ancha y andrajosa de un payaso de rodeo, su rostro
escondido tras la pintura blanca, y sólo sus ojos y su voz le dijeron que estaba
realmente en presencia de James Jackson Thorn.
-¿No será mejor que te vayas ya hacia el ruedo, Louanne? -sugirió Aaron con
total falta de tacto.
Plantando las manos en las caderas, Louanne no se movió.
-¿Quién es ella, Jake? -exigió con tono estridente.
-Todo va bien, Louanne -Jake hizo un gesto de despedida con la mano sin dejar
de mirar a Lexi-. Puedes irte.
-¿Quién es? -exigió Louanne de nuevo.
Me llamo Alexandra Conlcy -dijo Lexi subiendo los tres escalones hasta el
interior y extendiendo tranquilamente la mano-. Mi padre, Frank Conley es el dueño
del rancho vecino al de Jake.
Louanne estrechó la mano de Lexi con rapidez y debilidad.
¿Por qué estás aquí?
-Creo que eso es algo entre Lexi y yo -dijo Jake, levantándose del taburete
donde había estado sentado con tarros de maquillaje en la barra delante de él.
Pero, Jake...
-Vete -dijo Jake en tono amable que no admitía discusiones-. Vas a llegar
tarde, y esto no tiene nada que ver contigo. Cerraré la puerta cuando me marche.
Con una mirada final venenosa a Jake y a Lexi, Louanne se marchó.
-Espero que no te importe que le haya enseñado el camino a Lexi -dijo Aaron
desde fuera-. Alguien ya le había dicho dónde estabas. -Luego hablaremos, amigo.
Sonriendo, Aaron le guiñó el ojo a Lexi. --Espero que esta visita sea
importante. Sé lo
poco que le gustan a Jake las sorpresas.
-Adiós, Aaron -dijo Jake sin tan buen humor mirando a la puerta hasta que se
cerró, y entonces, se volvió a Lexi-. ¿Te importa si termino de prepararme? Tengo
que trabajar dentro de un rato.
-No, nada.
Lexi se sentó en un sillón.
-¿Estabas por casualidad en esta zona? -preguntó Jake, echándose pintura
negra en cada ceja. -No.
-¿Entonces no has venido a recordar el pasado?
- No.
Bueno, realmente me gustaría tener tiempo para hablar contigo -dijo abriendo
otro tarro-. Pero por desgracia no lo tengo. Me has pillado en una noche de mucho
trabajo.
Pero Lexi no tenía la intención de ser despedida tan pronto.
-Oh, no es problema, me quedaré un rato.
Espero no haber creado... problemas apareciendo así.
-¿Te refieres a Louanne? Es sólo una amiga.
-¿Se lo has dicho a ella?
Jake continuó con su tarea.
-Nunca me pareció necesario. Cuando trabajamos en el mismo rodeo, estamos
juntos -se encogió de hombros y empezó a ordenar los tarros y las brochas-. Nunca
la he visto comportarse así antes -dijo girando en el taburete y mirando a Lexi-.
Bueno, ¿qué te parece?
Jake extendió los brazos para indicar su aspecto. Silenciando las miles de
preguntas que tenía, Lexi le miró maravillada.
-Eso sí que es una vestimenta.
-Seguro que nunca me habrías reconocido -dijo él sonriendo.
-No lo sé. Algunas cosas no cambian --Lexi se fijó en sus ojos, los mismos tonos
verdes y chispeantes.
-Tú sí. Eres toda una mujer -observó él con suavidad.
A Lexi le dio un vuelco el corazón por el inesperado calor y la tono sensual. Se
había preparado para enfrentarse a la ira que sabría provocaría su visita. Pero no se
había preparado para la posibilidad de que surgieran otras emociones.
Y de pronto, Jake se puso de pie.
-Bueno, tengo que salir ya.
-Te esperaré fuera.
Lexi se levantó de la silla y se marchó.
Una vez fuera, respiró profundamente el aire fresco y trató de calmar los
latidos de su corazón.
Ningún hombre tenía derecho a estar tan sexy... especialmente con ese
disfraz.
Dentro, Jake se ató los cordones de las zapatillas de deporte que usaba para
trabajar. Se pasó una mano por el pelo mientras se con la otra se daba un masaje en
el nudo que se le estaba formando en el estómago. No podía creer que ella estuviera
ahí.
Lexi Conley... Había tenido diecinueve años tiernos y temblorosos la última vez
que él la había visto, tan dulce y tentadoramente maravillosa que casi le rompía el
corazón mirarla. Con su cuerpo de niña y pecosa inocencia, había ofrecido salvación a
su alma hambrienta, y él había huido de ella.
Cogió su caja de maquillaje y la metió en su bolsa, cerró la cremallera y se la
colgó al hombro. Apagó la luz y se quedó a oscuras en el interior, mirándola, de pie
fuera bajo la suave luz del anochecer. El cuerpo de niña había desaparecido,
reemplazado por suaves y voluptuosas curvas, pero quedaba algo de la pecosa
inocencia.
Su pelo negro, liso y largo, brillaba radiante. Sus ojos, un marrón exótico y
cálido. miraban a la distancia, como si estuviera perdida en sus pensamientos. Y su
labio inferior... No, no podía pensar en sus labios. Habían sido su perdición la última
vez.
Saliendo y cerrando la puerta de la caravana, Jake se bajó el sombrero sobre
los ojos.
-Bueno, espero que disfrutes del rodeo -dijo pasando al lado de Lexi-. ¿Crees
que puedes volver sola a las gradas?
-Bueno, sí, pero...
-Lo siento, pero soy un trabajador y llego tarde.
Lexi le siguió obstinada.
-Te esperaré hasta que acabes.
Él negó la cabeza y caminó más deprisa.
-Salgo para la siguiente ciudad en cuanto termine.
-Te seguiré si tengo que hacerlo -dijo ella con decisión.
Dándose cuenta de que no iba a rendirse, Jake se detuvo.
-¿Qué es tan importante, Lexi?
-Es papá. Está enfermo.
La frase fue como un puñetazo para Jake. Frank Conley era un hombre muy
duro. No el tipo de persona que reconociera fácilmente una enfermedad. Pero Jake
no quería mostrar lo mucho que le había impactado la noticia.
-Bueno, siento oír eso, Lexi. Dile a Frank que le tendré presente en mis
oraciones.
Cuando Jake siguió caminando, Lexi le cogió del brazo y tiró de él con
sorprendente determinación.
-Él quiere algo más que eso, Jake.
En sus ojos color canela, él vio miedo.
-Lo siento, Lexi -repitió Jake suavemente-.Lo siento de verdad, pero no puedo
ofrecerle nada más.
-No me rindo tan fácilmente -le advirtió. -Estás perdiendo el tiempo. Lo sabes.
Lo sabías incluso antes de venir.
Maldito seas, Jake Thorn -dijo Lexi cerrando el puño sobre su camisa y
bloqueándole el camino-. Mi padre no va a morir por tu culpa.
La furia feroz de su voz era sorprendente, pero fue la lágrima que escapó por
el rabillo del ojo lo que casi fue la perdición de Jake.
- Ah, Lexi -murmuró suspirando y quitándole la lágrima con un dedo-. No me
hagas esto. Ya sabes lo que quiero a ese hombre.
-Entonces, ayúdale -le suplicó-. Todo lo que te pide es que te ocupes de su
rancho durante unos meses mientras a él le operan.
-Él no me necesita. Hay otros hombres que pueden hacerlo.
-Claro que sí, pero ya conoces a mi padre -insistió Lexi con desesperación-. No
quiere a nadie más. Te quiere a ti, Jake.
-Juré que nunca volvería.
-¿Quieres decir que dejarás a papá morir antes de volver por un estúpido
juramento del que no se preocupa nadie mas que tú? -preguntó furiosa.
-Es más que eso, y tú lo sabes. Frank se operará y se pondrá bien -se sintió
debilitar, y se apartó de ella, arrancándose un botón de la camisa en el proceso--. Y
yo no estaré allí -dijo por encima del hombro mientras se marchaba antes de que
cambiara de opinión.
-No te terminado contigo, Jake Thorn.
Él se giró para mirarla.
-Bien -gritó-. Pero por ahora súbete a las gradas. Por aquí va a pasar ahora
todo el ganado, y te quedarás atrapada si no te apartas.
Con eso, Jake giró y se marchó.
Una hora después, Lexi seguía furiosa, consigo misma y con él. No había
esperado que Jake fuera más receptivo de lo que lo había sido. pero no tenía que ser
tan cabezota. Si hubiera sido algo más sensato, ella nunca habría perdido la calma y
se hubiera puesto a gritar.
Mortificada por el recuerdo, se cubrió la cara con las manos y deseó poder
retroceder en el tiempo. Nunca debió haber ido a esa caravana. Ahí fue cuando todo
fue mal. Debería haber esperado hasta que Jake hubiera estado solo y haber
apelado a...
¿Haber apelado a qué? ¿A su bondad? Debería estar agradecida de que no
quisiera volver con ella al rancho. Excepto por un viejo testarudo, nadie quería a
Jake en el rancho.
Lexi se puso de pie al ver a dos payasos detrás de las barreras junto a las
rampas. Esperando que uno fuera Jake. empezó a bajar de las gradas para hacer una
súplica más.
Al descender, estudió al grupo de hombre detrás de las barreras, dos de ellos
vestidos de payasos y el resto con vaqueros y botas. Como los atletas antes de
cualquier competición, empezaron a estirarse, a calentar y Lexi pensó en lo extraño
de que Jake, un jinete que había cosechado mucho trofeos, se hubiera convertido en
payaso de rodeo.
Dejando a un lado esos pensamientos, deseó
haberle prestado más atención al haberle visto antes, ya que los dos hombres
tenían el mismo maquillaje y ropa, y ella no podía saber cuál era Jake.
Deteniéndose en la base de las escaleras, Lexi miró a los hombres más
detenidamente. Las piernas largas de Jake, sus movimientos fluidos y sus anchos
hombros, eran inconfundibles.
Con los años, su cuerpo alto y delgado se había vuelto musculoso, pero el
tiempo no le había hecho perder sus movimientos felinos, igual que el tiempo
tampoco parecía haber apaciguado el nerviosismo que ella sentía al verlo. Pero no.
Era imposible que siguiera queriéndolo.
Pasaron minutos mientras luchaba por controlar sus recuerdos. Respirando
profundamente, se acercó un poco más, sintiendo las rodillas de goma.
A unos metros, levantó la vista y vio a Jake mirándola. No parecía feliz con la
idea de una segunda discusión, pero tampoco parecía que fuera a escapar. Lexi no
estaba segura de que fuera a salirle la voz cuando llegara, pero iba a decir lo que
había ido a decir, aunque tuviera que usar el lenguaje de las manos. Con decisión
llegó al borde de la barricada y Jake dejó los otros para acercarse a ella.
-¿Tienes unos minutos? -preguntó ella en voz tan baja que apenas se oyó-. Me
gustaría hablar contigo.
-Lexi...
-Lo siento -le interrumpió-. Estaba furiosa y he dicho algunas cosas que no
debí, y no dije nada de lo que quería decir.
Jake siguió sin mirarla.
-No, Lexi...
-Por favor... por favor --repitió Lexi, recordando que su padre era la única
razón de que ella estuviera allí.
-De acuerdo - dijo Jake-. ¿Qué?
Lexi miró detrás de él, y encontró a todos los vaqueros mirando de reojo.
-En privado -susurró.
-Tengo que estar listo dentro de unos minutos-¿Qué tal luego?
Ella tenía que seguir adelante mientras aún tuviera coraje. Jake no se lo iba a
hacer más fácil después.
-Sólo ven conmigo a alguna parte donde no esté mirando nadie -le rogó.
Jake frunció el ceño.
-Vamos.
Jake la cogió del brazo con más suavidad de la que ella había esperado y la
llevó hasta el aparcamiento. Entonces la soltó y la miró.
-¿Está bien aquí? -preguntó abruptamente.
-Si ella intentó no intimidarse por la dureza de su tono.
-Bueno, habla -le ordenó.
-Podrías ser un poco más simpático.
Jake suspiró y miró a los focos blancos parpadeando contra el cielo negro.
-Eso no nos haría esto más fácil para ninguno, Lexi.
-No sé por qué esto es tan duro -dijo ella frustrada . Una vez fuimos amigos.
-Fuimos mucho más que amigos una vez.
La repentina suavidad de su voz levantó un montón de emociones en Lexi. Todo
lo que había querido evitar se estaba apoderando de ella.
-Sólo una vez --dijo ella suavemente-. No estaba segura de que tú lo
recordaras.
-Oh, sí que lo recuerdo. A veces pienso en fragmentos de esa noche - al hablar
su dedo se enrolló en un mechón de su pelo--. De vez en cuando -el revés de su mano
rozó sus pechos y continuó bajando por su pelo que terminaba justo sobre su
cintura- . En los momentos y en los lugares más inoportunos... Como ahora -le levantó
la barbilla-. Es extraño los trucos que juega la mente.
Hechizada y con las rodillas como flanes, Lexi evitó caer entre sus brazos
con gran esfuerzo.
-Jake...
-Pero no es de eso de lo que has venido a hablar, ¿verdad?
-No.
Jake apartó la mano, rompiendo el hechizo.
- Bueno, ¿de qué has venido a hablar? Lexi respiró profundamente.
-De papá.
-Ya hemos hablado de él.
- No me has preguntado qué le pasa.
-De acuerdo, ¿qué le pasa?
Sintiendo como si estuviera golpeándose la cabeza con un muro, Lexi continuó.
-Necesita operarse del corazón.
-Siento mucho oír eso.
-¡Te necesita, Jake! -exclamó, incapaz de creer la frialdad que oía en su voz.
-¿Estás seguro de que es él quien me necesita. Lexi? - preguntó Jake.
-¿Qué... qué quieres decir? --balbuceó Lexi. -Lo siento. Pensé que estaba muy
claro. Lo que quiero decir es si es Frank quien me necesita tan desesperadamente,
¿por qué te envió? ¿Y realmente te envió él?
El tono insolente de Jake no hizo nada poi calmar la furia que crecía dentro de
Lexi.
Mira, si estás sugiriendo que vine por mí.. -Estoy sugiriendo que es posible dijo
cambiando su tono de enfado a seducción-. Igual que es posible que yo no sea el
único que piense en esa noche de vez en cuando. A lo mejor tú también piensas en
ella. A lo mejor...
Lexi apartó la mano que acarició su barbilla.
-Mira, Jake. Te pedí que vinieras para poder disculparme por haber perdido el
control antes. Pero si me tocas... -se apartó y levantó un dedo amenazador-, no voy a
disculparme por lo que haga después.
El tono ronco de la risa de Jake le sentó muy mal, como una bofetada.
--Eh, tranquila -dijo aún con tono divertido-. Sólo estaba especulando. Y
aparentemente me equivoqué.
Lexi estaba confundida, entre furiosa y decepcionada, y no sabía qué decir.
-Supongo que tu padre estaría demasiado enfermo para venir hasta aquí
-sugirió Jake gentil en lo que fue un intento de disculparse.
-Apenas puede valérselas solo - -dijo Lexi con tristeza-. Esta mañana intentó ir
caminando hasta el granero, y un par de ayudantes le encontraron sentado a un lado
de la carretera, a punto de desmayarse. Le llevaron de nuevo a la casa.
Aunque lo intentaba, Lexi no podía parar el temblor en su voz.
-Estoy muy asustada de que pueda morir, Jake. No sé que haría.
Ella no pretendió sonar débil. No había ido allí a pedir limosna, pero eso era lo
que parecía estar haciendo... una y otra vez.
Entonces, los brazos fuertes de Jake la rodearon y ella descansó la cabeza
contra su pecho.
-Dios, Lexi... Lo que pasa es que me traes recuerdos.
Sus dedos pasaron entre su pelo, acariciando, calmando. La mano en su espalda
sujetó con más fuerza de la que debiera. Y repentinamente, la soltó.
-Lo siento, Lexi. Haría cualquier cosa por Frank si pudiera, pero no puedo hacer
lo que me estás pidiendo. No puedo volver.
Sin dejarla tiempo para responder, Jake giró y se marchó hacia el ruedo con
grandes zancadas, más y más lejos de ella.
Lexi le vio marchar, con la tristeza apoderándose de ella, recordando que ella y
Jake habían sido una vez los mejores amigos y que ella había sido la que había
cambiado eso. Pero él se equivocaba en una cosa. Lexi no pensaba en aquella noche.
Había mantenido el recuerdo a raya durante muchos años, y él se lo había vuelto a
recordar con todo detalle.
Capítulo 3
Capítulo 4
C UIDADO con él -dijo Lexi a los tres hombres que llevaban el cuerpo de Jake
mientras entraban en la casa . Especialmente con sus costillas y hombros.
En la entrada estaba su padre. -¿A qué dormitorio?
-Aquí abajo -dijo Frank Conley de pie en la
que siempre había sido la habitación de Jake-. He abierto la cama.
Cuando llegaron a su lado, él soltó un silbido. -Dios mío, hija. ¿Tan difícil ha
sido convencerle?
-Papá -dijo Lexi con tono duro, mostrando que había tenido un día duro y largo
y no estaba de humor para bromas.
-En serio - insistió Frank ¿Se pondrá bien? ¿Qué le ha pasado?
Ocupándose de que los hombres dejaran con cuidado a Jake en la cama, Lexi se
frotó los ojos.
Oh, un vaquero se enredó en la cuerda del toro. Jake estuvo... fantástico -dijo
enrojeciendo.
Para ocultar su rubor, entró en la habitación y se dirigió a los ayudantes.
-Habrá que quitarle la ropa mientras siga inconsciente. ¿Podéis quitarle los
pantalones? Son anchos, así que no será muy difícil.
Mientras los hombres le bajaban los pantalones, Lexi le desató las zapatillas y
se las quitó.
-Mis llaves siguen en el contacto del coche, John. ¿Por favor, podrías sacar
también las cosas de Jake del maletero y dejarlas en el vestíbulo?
-Sí, señorita Lexi -murmuró John mientras le daba los enormes pantalones.
-Gracias.
Lexi estudió los pantalones, manchados de sangre, tierra y mil cosas más, antes
de doblarlos y ponerlos encima de los zapatos. Entonces, cuando sólo quedaba cerrar
la puerta y sacarse a Jake de la cabeza hasta la mañana siguiente, se unió a su padre
en la puerta.
-¿Qué tiene? -preguntó Frank-. ¿Costillas fracturadas?
Ella asintió.
-Y muchas cosas más.
Con la mano en el pomo, levantó la cabeza y encontró a Jamie mirando desde lo
alto de la escalera, con el rostro ansioso como el de un niño el día de navidad.
-¿Es él? -susurró.
-Sí -contestó Lexi llevándose un dedo a los labios--. Ssh. No le despiertes, por
favor. No estaría bien.
-¿Cuáles son las otras cosas? -le preguntó su padre.
-Oh, a ver -siguió mientras su hijo bajaba por las escaleras-. Esternón
magullado. Hombro salido... el del cabestrillo. Y muchas heridas y contusiones.
-¿Podrá hacer algo?
Jamie llegó.
-Déjame verlo.
-No -dijo Lexi respondiendo a su padre y ausentemente poniendo un brazo en
el hombro de su hijo-. Pero de todos modos no tiene que hacer nada aparte de
sentarse en una mesa, tomar decisiones y dar órdenes.
La desolación apareció en la voz de Jamie.
-¿Es ése Jake? ¿Qué es eso? -preguntó señalando a la pintura sucia y corrida
en el rostro del hombre dormido.
Lexi pasó los dedos por el pelo de su hijo, apartándoselo de la frente y los ojos
mientras su padre reprimía la risa.
-Es su maquillaje explicó en un susurro, esperando que Jamie no estuviera
decepcionado de su héroe-. Jake es un payaso ahora, corazón.
-¿Un payaso?
Oyó la tristeza en la voz de Jamie, pero simplemente asintió.
-Ya sabes, un payaso de rodeo. No hubo tiem
po de quitarse el maquillaje antes de que nos fuéramos anoche.
-¡Maldición! -exclamó Jamie de corazón.
¡Jamie!
Liberándose de la mano de su madre, giró furioso y entró en el dormitorio.
-Jake no puede ser un payaso. ¡Él era un campeón!
-Baja la voz --le ordenó Lexi siguiéndole y cogiéndole del brazo y girándole-.
Ahora escúchame, jovencito -susurró con firmeza-. Jake salvó la vida de un vaquero
anoche en el ruedo. Hizo algo muy valeroso, y podría haber muerto haciéndolo.
Por primera vez desde que le había acostado, ella se permitió mirarlo,
intentando ser objetiva, intentando ver con los ojos de un niño ansioso por ver una
leyenda hecha realidad. En el pecho de Jake y en los brazos empezaban a formarse
nuevos moratones.
-Tú has ido a rodeos suficientes veces para saber que los payasos trabajan tan
duro como cualquiera -dijo mientras volvía a su hijo para que mirara a Jake--. Ellos
arriesgan sus vidas no che tras noche sin pena ni gloria y por muy poco dinero. Jake
está orgulloso de lo que hace y tú también deberías estarlo.
-¿Qué le ha pasado a sus pantalones? -preguntó Jamie. con la curiosidad
reemplazando a la decepción al ver los calzoncillos rojos de Jake que le cubrían
desde la cintura hasta los tobillos.
-Se los hemos quitado para que esté más cómodo.
-¿Está muy mal de verdad?
-No va a poder moverse mucho durante una temporada -respondió Lexi.
-¿Puedo tocarlo? preguntó Jamie acercándose a la cama.
-Esta noche no. Mejor mañana. No queremos que se despierte antes de tiempo.
-Me parece que Jake no está muy contento de haber vuelto -observó Frank
mientras Lexi sacaba a Jamie de la habitación.
-No exactamente.
Agradecida por la interrupción, Lexi soltó a Jamie y corrió hacia la puerta
cuando los hombres entraron con su equipaje.
-Ahí mismo --dijo señalando un rincón.
-Oh, y Tonio... -dijo sacándose la receta del bolsillo-. ¿Puedes ir a la farmacia
en cuanto abran y que te den esto? Por el bien de todos creo que lo mejor es que
Jake empiece a tomarlo en cuanto despierte.
Sonriendo, Tonio se guardó la receta.
-Sí, señorita Alexandra. Y no se preocupe, recuerdo el genio de Jake como si
fuera ayer. ¿Necesita algo más?
Nada. Y gracias Lexi sonrió a los tres hombres . Muchas gracias. Siento mucho
haberos despertado en medio de la noche.
-No ha sido nada -dijo otro haciendo un gesto con la mano--. Será estupendo
tener a Jake de nuevo.
Y despidiéndose, el trío se marchó de puntillas.
-¿Alexandra? dijo Frank Conley con autoridad.
-¿Sí?
-Tenemos que hablar.
-¿Ahora? -Lexi miró hacia el pasillo-. ¿Dónde está Jamie?
- Le he mandado a la cama. Y sí, ahora.
-Oh, papá...
Lexi estaba demasiado agotada para pensar. Miró a los ojos de su padre y supo
que él estaba más cansado incluso que ella. Su rostro estaba pálido y tenía ojeras.
-Es muy tarde... ¿No podemos hablar por la mañana?
-¿Qué querías decir con «no exactamente»? -preguntó Frank como si no la
hubiera oído, cogiéndola del brazo y llevándola al salón.
-Oh, no sé... -dijo frotándose los ojos-. Estoy tan cansada que me duele la
cabeza. ¿Cuándo lo dije?
-Te pregunté si Jake estaba contento de haber vuelto, y tú dijiste que «no
exactamente». ¿Qué significa eso?
-Sólo significa que no estaba muy ilusionado por venir aquí.
Ese tema no quería discutirlo esa noche. Esa tarde sus acciones le habían
parecido lógicas, pero en ese momento, no tenía idea de cómo justificar lo que había
hecho.
Frank la soltó del brazo y se acercó a la chimenea antes de girar y mirarla.
-¿Por qué accedió a volver contigo?
Bueno, papá. Mírale... está herido. No puede trabajar y no tiene dónde ir -Lexi
se sentó en una silla antes de que sus piernas temblorosas se le doblaran. No se le
daba bien mentir.
-¿Crees que estará más contento cuando se haya instalado? -preguntó Frank
empezando a caminar de un lado a otro-. Quiero que esté feliz. Quiero que se quede.
Viendo a su padre caminar, Lexi se sintió más y más irritable.
-Bueno, no creo que puedas hacer nada al respecto, papá. Jake no es muy feliz
viniendo aquí, punto. Ni aquí ni en ninguna parte. Y no hay nada que podamos hace
para evitarlo.
-Pero al menos accedió a venir -con un suspiro, Frank se sentó-. La verdad es
que no estaba seguro de que pudieras conseguirlo.
-Oh, eso no fue tan difícil. El doctor le inyectó un calmante -dijo poniéndose
de pie incapaz de mirar a su padre-. Jake se desmayó, y yo hice que lo llevaran a mi
coche. Lo más difícil será hacer que se quede en cuanto despierte.
-Parece como si le hubieras raptado - bromeó Frank.
Lexi dejó de caminar.
-No me gusta llamarlo así.
La expresión de su padre pasó de esperanzada a sorprendida.
-¡Lexi!
Papá, no montes jaleo --dijo volviendo a la mecedora-. Estoy agotada, y Jake no
atendía a razones. No me dejó otra opción. De todos modos no puede volver a
trabajar en dos o tres meses. Eso es bastante tiempo para que tú te recuperes.
-¿Le has raptado? - preguntó Frank incrédulo.
-Me ayudaron. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que era por su bien.
-Desde luego cuando te propones algo, no lo dejas a medias.
-Soy tu hija, ¿recuerdas? Tú no eres exactamente un modelo de moderación.
Además. no lo hice a propósito. Sucedió.
Frank sonrió con un brillo juvenil y pícaro en sus ojos.
-Bueno, al menos está aquí -la sonrisa pasó a una risita-. Oh, Jake va a estar
furioso cuando se despierte por la mañana.
Demasiado cansada para encontrar humor en la idea, Lexi asintió.
-Eso espero. Tú déjame que yo me ocupe de él, ¿de acuerdo? Yo me metí en
esto y yo sola saldré.
- Lo que tú digas -Frank se levantó, le dio un beso en la mejilla y se marchó
hacia la puerta-. Supongo que por esta noche ya hemos hecho todo el daño que
podemos. Hasta mañana, hija.
-¿Papá?
Frank se detuvo y la miró.
-¿Por qué no me avisaste?
-¿Avisarte? ¿De qué?
-De Jake. Me dijiste dónde encontrarle, pero no te molestaste en decirme lo
que estaba haciendo.
-¿Y qué iba a decirte? ¿Que Jake no es el hombre que solía ser, pero que no
dejaras que tu pena asomara al verle? -Frank se encogió de
hombros . Algunas cosas es mejor no decirlas. Me figuré que tú lo averiguarías
pronto.
-Yo no siento pena por él.
-Pero habrías sentido. Si lo hubieras sabido, lo hubieras mostrado en tu cara,
preparada y esperando. No podrías haberlo ocultado, y Jake se merece más que eso.
-¿Sabes qué pasó? -insistió Lexi-. ¿Por qué dejó de montar y se hizo... torero?
-dijo eligiendo la otra alternativa.
Frank se encogió de hombros.
-Supongo que era demasiado viejo. Demasiadas heridas. Pero el rodeo es todo
lo que él conoce. Es todo lo que tiene.
-No, no lo es. Tiene un rancho aquí cerca. No necesitaría tanto dinero para
ocuparse de él de nuevo.
-No lo sé -Frank se acarició el puente de la nariz, un gesto de fatiga--. No me
preguntes a mí. Pregúntale a él... Él es quien tiene las respuestas. No yo.
Frank giró y se marchó. Lexi escuchó sus pasos hasta que llevó a su dormitorio
provisional y cerró la puerta.
-Buenas noches, papá -susurró Lexi, sintiéndose muy sola.
Normalmente, ella podía hablar libremente con su padre, pero en ese tema él
se mostraba reacio. Él veía la presencia de Jake en el rancho como una solución
simple y directa a un problema, mientras que ella veía la llegada de Jake como un
enorme dolor de cabeza. Pero de momento, su padre tendría lo que quisiera, sin
discusiones. Y hasta que regresara del hospital y se pusiera bien, así sería.
Frank Conley siempre había sido y siempre sería un terco, cabezota y
testarudo, pero también era generoso, amoroso y honorable, y Lexi no erala única
persona que haría cualquier cosa en el mundo por él. Jake Thorn había sentido lo
mismo años atrás.
Saliendo de sus pensamientos, Lexi empezó a dirigirse a su dormitorio. En la
puerta de Jake, se paró. No quería despertarle; no había nada más que ella pudiera
hacer por él. Pero aún así, puso la mano en el pomo, lo giró despacio y abrió la puerta.
Dentro, él estaba quieto, y sobre el vendaje de su costillas, su ancho pecho
subía y bajaba al ritmo de un sueño profundo. Un pie con calcetín salía por debajo de
la manta que ella no recordaba haber echado sobre él. Lexi entró y se acercó
despacio a la cama.
Sus dedos acariciaron el pelo de su brazo mientras su nombre resonaba en su
cabeza. James Jackson Thorn. Incluso con el rostro oculto, su cuerpo apaleado y su
espíritu herido, seguía siendo el hombre más magnífico que ella nunca había
conocido. Recuerdos tiernos de él pasaron ante ella. La primera noche que se
besaron. La noche que...
Sin aliento, cerró los ojos y se apartó del pensamiento y de él. Al tropezar con
la silla que había en la esquina, chocó con algo suave. Se giró, y un pie con bota le
golpeó la rodilla.
-Ow -se quejó Jamie.
Lexi se quedó mirando al niño en el enorme sillón. Con la mano, se frotó un ojo.
-¿Mamá? -balbuceó mirando con el otro ojo medio abierto.
-Ssh, corazón -susurró Lexi mientras le ayudaba a ponerse de pie.
Le llevó hacia la puerta, soportándole lo mejor que podía y recordando los días
en que le había cogido entre sus brazos y había subido las escaleras.
-Lo siento. ¿Te he hecho daño?
-Hmmm -gruñó dormido.
Cuando llegaron a lo alto de las escaleras, a Lexi le dolían los brazos de
mantenerle recto y la pierna de haberse chocado con las botas que Jamie llevaba
con su pijama. Agradecida de llegar a su cama, le quitó las botas y le metió bajo las
sábanas. Entonces, incapaz de dejarle, se estiró junto a su hijo y lo abrazó.
¿Qué había estado haciendo en la habitación de Jake? Lexi se acurrucó contra
la espalda de Jamie, preocupada de que su emoción se volviera decepción cuando un
Jake furioso se despertara por la mañana. Le abrazó más fuerte mientras respiraba
profundamente el olor a niño de su hijo, que durante diez años había sido su razón
principal de vivir.
Nada iba a hacerle daño. Nada y nadie. Él era su vida.
-¿Mamá? -¿Sí, hijo?
-Me estás aplastando. Lexi aflojó los brazos.
-Perdona.
-Te quiero, mamá -susurró con voz de sueño. -Y yo te quiero, Jamie.
Con cuidado de no abrazarlo con mucha fuerza, se acurrucó de nuevo a él y se
durmió.
-¡Lexi! -rugió Jake.
Sobresaltada mientras hacía la cama de su hijo, Lexi dio un bote y se golpeó la
cabeza con la litera de arriba.
-¡Ouch!
Apartándose de la cama con la manta aún en la mano, cruzó la habitación
frotándose la cabeza. -¡Lexi! -gritó Jake otra vez, el doble de alto que antes.
-¡Un momento! -Lexi vio la manta en su mano.
-¡Lexi, maldita mujer! ¿Dónde estás?
Lexi regresó a dejar la manta mientras el dolor en su cabeza disminuía.
-¡Lexi!
El sonido de cristal rompiéndose sobre la pared en el piso de abajo, la hizo
salir corriendo de la habitación con la cama a medio hacer.
-¡Jake! --gritó desde lo alto de la escalera-. ¡Deja ahora mismo de hacer eso!
Bajando de dos en dos los escalones, abrió la puerta de su dormitorio y le
encontró medio sentado en la cama y con medio cuerpo fuera. Un brazo estaba
apoyado detrás de él y un pie en el suelo. La otra pierna estaba enredada entre las
sábanas.
Los ojos de dolor de Jake se clavaron en ella acusadores.
-¿Dónde has estado?
- Arriba. ¿Qué es tan importante?
-Tengo que ir al cuarto de baño -dijo mirándola furioso.
Arrepentida al instante, Lexi le señaló la puerta a dos metros de su cama.
-¿Necesitas ayuda?
-¿Crees que podrías desenredar esta sábana?-le preguntó aún como si
escupiera cada palabra-. Yo no puedo.
-Claro.
Lexi se acercó a él con cuidado, como si fuera un tigre enjaulado. Se inclinó a
pocos centímetros de su pecho desnudo y empezó a apartar la sábana retorcida. Con
cada roce de sus dedos contra la tela suave de sus calzoncillos largos, sentía un sutil
estremecimiento de sus piernas. Y se sintió aliviada cuando al final liberó la sábana,
arrastrando un calcetín en el proceso.
Jake gruñó y sacó la pierna.
-Gracias, creo que ya podré valerme solo.
Con esfuerzo, se apoyó en los pies, gritó y cayó de espaldas sobre la cama.
Rígido de dolor, se quedó quieto, gimiendo suavemente.
Lexi se inclinó, sintiéndose igual de impotente que la noche anterior.
-El doctor dijo nada de movimientos repentinos -le recordó dulcemente.
-¿Puedes marcharte, por favor? -preguntó Jake con los dientes apretados
mirando al techo. -¿No vas a necesitarme?
-Si te necesito, lo sabrás.
Lexi dio un paso atrás, hacia la puerta. -Estaré aquí al lado.
-Vete. Te llamaré si te necesito. -¿Pero cómo vas a... ?
-Gatearé si tengo que hacerlo -dijo con sequedad-. Ahora vete.
-Bien. Lo que tú digas -Lexi se giró y se marchó hacia la puerta-. Pero no creo
que vayas a encontrar gatear más fácil que caminar, y aún tienes que bajarte de esa
cama antes de hacer una de las dos cosas.
Sin volver a mirarlo, cerró la puerta de golpe y subió las escaleras furiosa.
Acababa de terminar de hacer la cama de Jamie cuando sonó el teléfono. Corrió a su
dormitorio y lo cogió.
-¿Dígame?
-Lexi, querida. ¿Eres tú?
-Ma... mamá.
Lexi se sentó en la cama antes de que sus piernas la hicieran caer. Cordelia
Davies Conley Lorton Smith Ridley se rió, la risa estridente que utilizaba cuando
estaba frente a algo ligeramente incómodo.
-Bueno, no tienes que sorprenderte tanto.
Lo siento, pero normalmente tú llamas una o dos veces al año -dijo Lexi,
demasiado sorprendida para tener tacto-. Ésta es la segunda vez que has llamado
este mes. Y no estamos cerca de navidad.
-Lexi, querida, sabes que estoy preocupada por tu padre. ¿Cómo está?
Lexi se preguntó brevemente si su madre aún tendría un seguro de vida de su
ex-marido, pero al instante se avergonzó de sí misma.
-Las cosas no han cambiado mucho desde la última vez que hablamos. Necesita
operarse, y está dándole largas al asunto.
-Eso es propio de él. Es el hombre más cabezota que he conocido -suspiró
Cordelia--. ¿Qué aspecto tiene?
-Está más pálido que de costumbre. Y se cansa fácilmente.
Lexi eligió las palabras con cuidado, ya que Cordelia lo exageraba todo.
-¿Sigue siendo atractivo? La primera vez que lo vi, pensé que Frank Conley era
el hombre más atractivo que nunca había visto. Y aún lo pienso --dijo Cordelia con su
dramatismo que le había pasado a su hija mayor, Dolores-. No creo que nunca ame a
otro hombre como amé a tu padre.
En toda su vida, Lexi nunca había oído a su madre decir tantas cosas amables
sobre su ex-marido seguidas. Pero en vez de sentirse conmovida, Lexi se estaba
volviendo más y más suspicaz a cada segundo que pasaba.
-Bueno, si lo querías tanto -preguntó Lexi, finalmente dando voz a una pregunta
que la había obsesionado durante años-, ¿por qué le dejaste?
-Lexi, querida. Pensé que lo sabías dijo Cordelia sonando más sorprendida que
ofendida-. Frank no tenía dinero.
-Lo dices en serio, ¿verdad?
Lexi deseó no haber contestado al teléfono. Las conversaciones con su madre
siempre la dejaban deprimida y confusa. Simplemente no la entendía.
-Claro, querida. No tengo razón para mentirte en eso. Por cierto, Dolores os
manda recuerdos.
Lexi se puso tensa en cuanto oyó el nombre de su hermana.
-¿Sabe lo de papá?
-Claro que sí, querida -dijo Cordelia suavemente-. Y está muy preocupada. Pero
acaba de hacer las pruebas para un papel muy importante y ahora mismo no puede
abandonar la ciudad.
-¿Abandonar la ciudad? ¡Oh, no! -con Jake allí no quería ni que Dolores llamara
por teléfono, y mucho menos aparecer--. Quiero decir que entiendo que no pueda
venir --lo arregló.
-Bueno, iría si pudiera.
-Oh, no. Lo entiendo perfectamente.
-Pero me dijo que te dijera que va a llamar por teléfono a Jamie en cuanto
pueda. Sabe que tú tienes razón al querer que ella lo conozca mejor.
Lexi empezó a protestar de nuevo, pero entonces se dio cuenta de que no era
necesario. Hahía oído la misma promesa de su hermana docenas de veces, y no habían
significado nada.
Si a Dolores alguna vez le había importado alguien que no fuera ella misma, lo
había ocultado muy bien, pero lo mismo podía decirse de Cordelia. Cordelia y Dolores
eran muy parecidas; bellas, vanidosas, excitantes y desesperantes, y una vez entre
un millón, sólo lo suficiente para hacerlas totalmente impredecibles, podían ser muy
amables y generosas.
-Gracias por llamar, mamá -dijo Lexi deseando terminar-. Ha sido agradable
ver que te preocupas.
-No me des las gracias, Lexi -replicó su madre despacio-. Aún lo quiero. Cuídale
mucho, ¿oyes? Y llámame si algo cambia.
-Descuida.
Lexi colgó y fue a su cómoda a cepillarse, totalmente confundida. No le
extrañaba que el matrimonio de Jake con Dolores no hubiera durado. ¿Cómo podía
durar el matrimonio en una familia donde el amor no contaba nada? Posiblemente, lo
mejor que había hecho Cordelia por su hija menor había sido devolverle la custodia a
su padre un año después del divorcio. A lo mejor para Cordelia había sido un acto de
amor, pero en su momento no le había parecido eso a Lexi.
Entonces, y durante mucho tiempo después, Lexi se había sentido abandonada.
Pasaron años antes de que se diera cuenta de que ella había sido la afortunada, y no
Dolores, porque ella era la que tenía a Frank Conley de padre y madre. Él no era
siempre un hombre fácil, pero en su corazón era amable, decente y cariñoso, y nunca
la había mentido. Lexi deseaba ser igual de buena madre para Jamie.
Dejó el cepillo, estiró sus brazos cansados y se recogió el pelo con un pasador.
-¡Lexi! -gritó Jake.
Casi tentada a ignorarlo, Lexi echó una mirada irritada por encima de su
hombro hacia la puerta abierta.
-¡Lexi! -llamó de nuevo, sonando menos exigente y más desesperado.
Recordando el vaso que él había roto antes y aún tenía que recoger, empezó a
bajar las escaleras.
-¡Voy!
En las escaleras, miró hacia abajo y vio la maleta de Jake abierta en el
vestíbulo. Las ropas de su interior estaban revueltas y caían hasta el suelo.
Camisas, calcetines y calzoncillos estaban esparcidos desde el vestíbulo hasta
la puerta abierta de su dormitorio. En cl pie de las escaleras, Lexi recogió un par de
calzoncillos, se los colgó del dedo índice por el elástico y entró en la habitación de
Jake.
-¿Me llamabas? -preguntó dulcemente. -¿Dónde está Frank?
Jake estaba sentado en la cama. Sus manos sujetaban la sábana cubriéndole
desde la cintura hasta más abajo de las rodillas. Sus calzoncillos rojos largos
estaban en el suelo.
-Ha tenido que irse a la ciudad.
-¿Quién más hay aquí?
-Twyla la cocinera.
-¿Dónde están los trabajadores?
-Supongo que en el campo --le miró perpleja- . Excepto Tonio, que ha ido a la
farmacia a comprar tus medicinas. Y también está Mack que ha llevado esta mañana
a papá a la ciudad. ¿Por qué me haces tantas preguntas?
Jake no la miró.
-Necesito ayuda.
Lexi le mostró los calzoncillos.
-Espero que no con esto. ¿Es este tu modo imaginativo de deshacer las
maletas? --hizo un gesto hacia la ropa por el suelo del vestíbulo.
-Se me empezaron a caer, y cuando me agaché para recogerlas, recordé de
modo bastante desagradable que no puedo agacharme -dijo con brusquedad.
Ella se sintió avergonzada por su falta de tacto.
-Yo podría haber deshecho la maleta -le sugirió suavemente.
-No quiero deshacerlas... Sólo quiero vestirme y marcharme de aquí.
-Bien... Vestirte y marcharte. Pero no esperes mi ayuda.
-Yo no pedí venir aquí.
-¡Lo sé!
Sintiéndose culpable, furiosa y frustrada, Lexi le tiró la ropa interior, se volvió
y salió al vestíbulo, pisoteando la ropa del suelo en el proceso.
-De hecho -le gritó Jake--. Recuerdo específicamente haberme negado a venir.
Pero de algún modo, mientras estaba inconsciente...
Lexi, incapaz de no responderle, giró de nuevo, enganchándose la bota en una
camisa y entrando furiosa.
-... conseguiste traerme aquí -terminó Jake en tono más bajo.
Con la camisa colgando de su pie, Lexi le miró. -Bueno, ¿tienes una idea mejor?
Porque si la tienes, te sugiero que la escupas.
-¡Podrías haberme dejado donde estaba! -¡Nadie te quería allí! Louanne dijo que
podías irte al infierno, y Aaron fue el que te llevó a mi coche.
-¿Lo hizo?
-Sí.
-Lo mataré.
-No hasta que puedas vestirte solo --dijo mirándole con dureza.
-¿Por qué no te desatas la camisa de la bota y me la tiras? --preguntó de
repente sin furia. - -¿No prefieres una limpia?
Suavizándose tan rápidamente como él, Lexi se fijó de pronto en su cuerpo.
En todas partes donde miraba, la piel bronceada se vería tersa sobre músculos
fuertes que flexionaban al mínimo movimiento. Apartó la mirada y cogió la camisa.
-Ésa vale, gracias.
Lexi se la tiró, pero cayó en el suelo a un metro de la cama y del brazo
extendido de Jake. En silencio, los dos contemplaron la camisa como si fuera una
serpiente a punto de atacar.
-Maldición -murmuró Lexi.
-¿Crees que podrías acercarte un poco e intentarlo de nuevo? -preguntó Jake
irónico.
-¿Sabes? Para un hombre que no es capaz ni de vestirse, podrías ser un poco
más agradable -se acercó a la camisa y la recogió-. ¿Cómo vas a ponértela por el
hombro derecho?
Puedo hacerlo.
-¿Y qué hay de ese maquillaje? ¿Pretendes llevarlo hasta Halloween?
-A lo mejor. ¿Tienes una oferta mejor? ¿Quieres ayudarme a quitármelo?
-A lo mejor, si me lo pidieras bien.
-Bueno, ¿y qué hay de un baño con esponja, Lexi? También me vendría bien
--dijo con tono grave y peligroso-. ¿Me darías uno si te lo pidiera bien?
Su tono seductor dejó sin aliento a Lexi, aunque sabía que sólo estaba
atormentándola.
-A lo mejor.
- No lo harías -dijo Jake, retándola.
Bueno, vas a necesitar uno antes o después, y no puedes hacerlo solo. Apenas
te puedes mover. -Lexi, estaba bromeando.
-Bien, pues yo no. Ya empiezas a apestar, y sólo ha pasado un día.
-Tú no vas a bañarme.
-¿Prefieres que lo haga Twyla, o uno de los ayudantes?
- ¡No! -gritó indignado-. Soy perfectamente capaz de ducharme solo.
-No creo que debas mojarte aún esas vendas de las costillas. No hasta que
otro médico te los pueda poner o me enseñen cómo hacerlo a mí. La voz de Jake se
suavizó.
-Lexi, estás soñando. No voy a quedarme aquí. En cuanto esté vestido y haya
recogido mi ropa, me marcharé.
-¿Hoy?
-Sí, hoy. Esta mañana si puedo.
- Bien, eso es fantástico -dijo ella abriendo la mano y dejando caer la camisa al
suelo-. De acuerdo, hazlo a tu modo -se giró y se dirigió hacia la puerta-. Vístete. Y
después de que lo hayas hecho, será un placer llevarte a ti y a tus maletas al
aeropuerto de Albuquerque.
Jake la miró echando fuego por los ojos.
-¡Vuelve!
-¿Por qué? --preguntó ella con la mano en el pomo, sin moverse.
-No puedo coger la camisa.
-Oh -exclamó Lexi-, qué pena, ¿verdad? ¿Cómo te las arreglarás viviendo solo?
-No puedes obligarme a quedarme.
Puso sus pies desnudos sobre la camisa y la acercó a su brazo extendido, pero
no lo suficiente cerca para cogerla sin inclinarse.
-No, no puedo -continuó Lexi con el mismo tono dulce-. Pero entonces tampoco
tengo que ayudarte, ¿verdad? ¿Por qué no vienes a buscarme cuando estés listo para
marcharte? Estaré en la cocina, ayudando a Twyla.
Capítulo 5
C ON una sonrisa, Lexi se marchó, pasando cuidadosamente sobre su ropa
mientras subía las escaleras. Dentro, una vocecita le decía que le había abandonado
cuando estaba indefenso, pero Lexi la ignoró. Con un hombre tan testarudo y
enervante como Jake, estaba justificada. Después de todo, lo que ella hacía era por
su bien.
-¡Lexi! -rugió de nuevo Jake, amenazando con hacer temblar las paredes-.
¡Vuelve aquí y tráeme un par de pantalones!
Lexi volvió y miró la puerta abierta de la habitación de Jake.
-¿Te has puesto ya la camisa? -¡No!
Y tras su grito, Jake apareció en la puerta. Las venas de su cuello se marcaban
con la fuerza de su ira y su frustración. Llevaba únicamente el cabestrillo azul,
vendas alrededor de sus costillas y un par de calzoncillos azul marino.
Incapaz de apartar la mirada, Lexi se fijó en sus muslos largos y perfectos,
sus rodillas, una
perfecta. y la otra con una cicatriz...
-Jake, ¿te has operado la rodilla?
-Sí, y curiosamente, sobreviví sin tu ayuda -señaló la maleta al lado de Lexi- -.
¿Puedes darme unos vaqueros?
Ella le miró a la cara. Las venas en su cuello habían vuelto a la normalidad, pero
con la pintura corrida y sucia aún tapando sus facciones y la arena, el rostro de Jake
estaba convirtiéndose en una imitación de una cara de Picasso.
-Supongo que la palabra «por favor», no está en tu vocabulario.
-Por favor -dijo él con frialdad.
-Oh. eso está mucho mejor -murmuró Lexi inclinándose para coger unos
vaqueros--. Estamos progresando.
Enderezándose con los pantalones en la mano, lo miró.
¿Crees que podríamos hacer algo con tu cara? Hablar contigo así es como
hablar con alguien que lleve gafas de sol dentro de un sitio.
Jake señaló a su equipaje.
-Coge la bolsa azul.
Entonces giró y desapareció en su habitación. -Sí, señor -murmuró Lexi
cogiendo la bolsa de lona azul bajo un montón de ropa-. Tienes suerte de que sea una
persona paciente.
Con la bolsa en una mano y los vaqueros en la de la puerta cerrada del cuarto
de baño. Casi al instante, se oyó el sonido del agua del grifo.
-¿Dónde están las toallas? -preguntó Jake desde la puerta cerrada.
-En el armarito a la izquierda del lavabo. Jake salió del baño, fijándose en los
vaqueros en sus manos.
Bueno, supongo que no hay otro modo... Es imposible que yo me ponga esos
vaqueros. Tendrás que ayudarme.
-¿Ayudarte?
El calor encendió sus las mejillas de Lexi y empezó a discutir. Entonces se dio
cuenta de que él tenía razón. Nunca se podría poner solo esos pantalones. Gracias a
Dios seguía llevando ese estúpido maquillaje. Al menos no tendría que ver su cara
mientras le pusiera los vaqueros. Consolándose de que no sería tan malo si no
pensaba en ello, Lexi dejó la bolsa de lona y lo miró.
De acuerdo -dijo con fingida serenidad-. ¿Empezamos con los calcetines?
-Sólo quiero ponerme los vaqueros -respondió Jake inexpresivo.
Su estudiada compostura le dijo a Lexi que él no se encontraba con esa
situación más cómodo que ella. Saberlo le hizo sentirse un poco mejor.
-Es mejor que te sientes.
Mientras él bajaba hacia el borde de la cama, Lexi se arrodilló y le subió los
pantalones por las piernas. Al hacerlo vio la cicatriz que iba desde el muslo a la
pantorrilla por la cara interna de la rodilla. La marca era estrecha y blanca,
obviamente de varios años de antigüedad.
La mano de Jake bajó para coger un lado de los vaqueros. Sus dedos rozaron
los de Lexi, y ella apartó la mano a la vez que él se levantó y se subió los pantalones
por los muslos y por la cadera derecha. Lexi cogió la parte derecha y tiró hasta que
se encontró en una posición muy incómoda.
Reprimiendo un jadeo, soltó los pantalones y se apartó. El calor le subió a la
cara, mientras rápidamente se ponía de pie, sólo para encontrar a Jake mirándola
tan aturdido como ella debía parecer.
-Creo que ya puedo solo -dijo él con voz tensa.
-Claro -ella bajó la mirada.
-Puede que... -se aclaró la garganta-. ¿Podrías sacar la crema para la cara de mi
bolsa azul?
-Sí.
Girando, ella se fijó en la bolsa y se acercó a donde estaba, en los pies de la
cama. Abrió la cremallera y encontró un juego de afeitado.
-Eso no es -dijo Jake.
Parecía dolorido, y Lexi se giró automática mente. Estaba de pie con el brazo
izquierdo detrás de la espalda, tirando de los vaqueros, cuya cintura parecía estar
atascada en sus caderas.
Mientras lo miraba, Jake se retorció despacio, sujetando mejor la cintura con
la punta de los Y luego le dejaría a él preocuparse sobre lo que fuera a hacer a
continuación.
Acercándose para ponerse entre sus rodillas, se inclinó hacia delante, y cogió
los dos lados de la cintura y los juntó. Entonces, manteniéndola cerrada, cogió la
cremallera entre sus dedos, y haciendo caso omiso del abultamiento más abajo, subió
con firmeza.
-Oh, gracias dijo Jake intentando apoyarse en su codo.
-¿Quieres que te lo abroche?.
No, gracias -se sentó-. El resto puedo hacerlo solo. Gracias.
-Sinceramente lo dudo -cogió la cinta del pelo-. Prueba a ponerte esto con una
sola mano.
La voz de Jake pasó a un gruñido. Estás disfrutando con esto, ¿verdad?
Sólo intento ser realista, Jake. No eres un inválido, pero tus habilidades son
limitadas. Y posiblemente lo serán durante un par de semanas. Si dejarás de
intentar hacer las maletas y marcharte, yo... yo dejaría de restregártelo... ¿Tienes
dolores?
-Sí.
-¿Muchos?
-Si.
-Tengo las pastillas que el doctor te recetó. Lo siento, debía haberlo
recordado antes.
-No, puede que luego. Ahora mismo me tomaré un par de aspirinas -señaló su
bolsa y Lexi sacó la caja que había visto antes.
-¿Estás seguro? -preguntó sacando dos pastillas-. El médico no te lo habría
recetado si...
-No me gustan las pastillas. Una simple aspirina y linimento de caballo me curan
casi todo.
Ella le dio una y cogió un vaso del agua del cuarto de baño.
-Hablas como papá.
-Lo tomaré como un cumplido -Jake le devolvió el vaso y señaló la crema
facial-. Supongo que vas a insistir en ayudarme con eso.
-Bueno, podría dejarte solo y volver a la hora de la cena a ver si has terminado.
-Muy graciosa.
Sin esperar a tener su permiso, Lexi cogió la cinta y se la puso de modo que le
apartara el pelo de la cara. Entonces extendió crema por toda su cara. Levantándole
la cabeza, ignoró los ojos desafiantes y empezó a masajear la crema con la punta de
los dedos.
Cuando lo peor de la pintura y suciedad se había despegado, cogió un algodón y
empezó a retirarle la capa de crema y porquería. Negándose a mirar la cara que
acababa de descubrir, empezó a aplicar una segunda capa de crema.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó Jake apartando la cara de su mano.
-Creo que no te has visto la cara -le cogió la barbilla con una mano y le mantuvo
la cabeza quieta mientras echaba la capa de crema -. Ahora quédate quieto un
momento, porque aún no he terminado.
Ella cogió los algodones que había echado al suelo y los metió en la papelera del
cuarto de baño. Allí humedeció una toallita en agua caliente y volvió para ponérsela
sobre la cara.
-Mmm -suspiró Jake- . Muy agradable.
Lexi no respondió. En su lugar, apretó la toallita contra su piel, empezando por
su frente y bajando a la barbilla. Masajeando con los dedos a través del tejido,
pensó en los cambios que había provocado el paso del tiempo.
Lo que había sido un cuerpo duro y sin grasa cuando Jake era más joven, se
había vuelto más definido, más poderoso e incluso más masculino con la edad. Su
rostro había sido atractivo, saludable y juvenil, con buenos huesos y una mandíbula
fuerte. Lo que le habían hecho especial habían sido esos ojos verdes y sus labios
delgados, expresivos y sensuales.
Incluso bajo el maquillaje, Lexi había visto que sus ojos y sus labios no habían
cambiado, aunque su impacto parecía haber aumentado con la madurez. Y en cuanto
al resto, no quería ni pensar en ello. Cuando le quitó la toalla, se volvió sin mirar los
resultados.
En el cuarto de baño, dejó la toallita en el lavabo y se apoyó en él. Estaba
avergonzada de sí misma, pero si hubiera una salida, Lexi la habría
tomado. Toda la mañana, Jake había estado intentando marcharse mientras
ella le había puesto todos los obstáculos que se le ocurría para hacerle quedarse. Y
en ese momento ahí estaba, escondida en cl cuarto de baño, con miedo de salir y
mirar su rostro.
¿Sabes? -dijo Jake muy cerca de ella-. Es difícil creer que después de todo lo
que hemos pasado esta mañana, no puedas mirarme sin mi cara de payaso. Me parece
un poco extraño, Alexandra, pero si te gustaba más antes, puedo volver a
maquillarme
Lexi se giró para mirarlo, pero sus ojos se posaron en su pecho.
-No sé de qué hablas.
-Mírame, Lexi.
Ella subió los ojos hasta su cuello y los clavó donde podía ver el pulso latir.
Yo he estado mirándote desde anoche -dijo Jake muy despacio-. Ahora,
mírame.
Jake le miró fijamente.
-De acuerdo, estoy mirando.
-Bien -sus labios se separaron en suave invitación-. Tú no me quieres aquí más
de lo que yo quiero estar, ¿cierto?
Atrapada por el reto en sus ojos verdes, Lexi se agarró más fuerte al lavabo.
Cediendo al fin, apartó los ojos de los suyos y se encontró cautivada por su rostro.
-Puedo marcharme hoy mismo.
-No.
Si ella nunca hubiera visto su rostro antes, lo hubiera encontrado inolvidable.
Una vez había
sido simplemente atractivo, pero su rostro era
más fuerte, más marcado. Sus líneas duras y sensuales emanaban carácter.
Su boca se curvó en una sonrisa burlona.
-Hay gente que podría cuidarme, Lexi. Louanne no es la única mujer que
conozco.
Tensándose al pensarlo, Lexi se sintió repentinamente celosa.
-Pero eso no resolvería el problema de mi padre.
-¿Crees sinceramente que esto va a funcionar?
-No tiene que funcionar durante mucho tiempo. En cuanto papá esté seguro de
que te vas a quedar, se operará. Y una semana más o menos, podrás ponerte y
quitarte los pantalones sin ayuda de nadie.
Una sonrisa genuina, aunque pequeña, apareció en los labios de Jake.
Realmente has madurado, ¿verdad?
-Creo que sería mejor si no entráramos en nada personal.
-¿Vamos a fingir que no pasó nada entre nosotros?
-Fuimos amigos. Déjalo así.
Jake la miró con una sinceridad que le hizo estremecerse.
-Sería mucho más fácil si no fueras tan bonita.
-Quizá simplemente debieras pensar esas cosas y no decirlas en voz alta --
sugirió Lexi en tono frío que en ningún modo reflejaba el estado de su alma.
Cuanto más lo miraba, más quería que él la tocara. Pero nunca, nunca, le
permitiría saber los anhelos que estaba despertando en ella. Él ya la había amado y
la había dejado. Ella no creía poder soportar una segunda vez.
-Bueno --Lexi se puso delante de la puerta para salir- . ¿Hay algo más que
pueda hacer por ti antes de que vuelva a mi trabajo?
Jake se apartó y la dejó salir.
-Una camisa estaría bien. Y supongo que mejor será que eche un vistazo a lo
que he de hacer aquí.
-Papá llegará en cualquier momento.
Lexi cogió la camisa que había dejado caer al suelo y volvió delante de él.
Sus ojos estaban justo delante de su pecho. Le había mentido antes. El no olía
mal. Olía a hombre, caliente y fuerte y a lo mejor un poco salado. Y en ese momento
era un olor muy atractivo.
-¿Cómo vamos a hacer esto? -Lexi señaló el cabestrillo.
-Pues muy... suavemente.
Jake aguantó la respiración mientras sacaba el brazo del cabestrillo y lo
sujetaba con su mano izquierda. Soltó la respiración y pequeñas gotas de sudor se
formaron en sus hombros y en su pecho.
-Así -dijo Lexi suavemente-. Muy bien.
-Mete la manga por este brazo -jadeó Jake.
Y levantó cl brazo derecho mientras seguía sujetándolo con la mano izquierda.
Tan delicadamente como pudo, ella metió la manga por la mano y la subió por el
brazo. Subiendo la manga, miró el rostro tenso de Jake, deseando que hubiera otro
modo de hacer eso más fácil. Cuando finalmente terminó, Jake volvía a meter el
brazo en cl cabestrillo.
-¿Dónde has dicho que estaban esas pastillas? -preguntó Jake con voz débil.
- En el vestíbulo. En una mesa. -Me tomaré una.
Ella miró su rostro y deseó no haberlo hecho. Arrugas de dolor enmarcaban su
boca. Pero sus ojos la miraban con una intensidad que no tenía nada que ver con el
dolor, y a Lexi le dio un vuelco el estómago.
-Yo las traeré.
Se dirigió rápidamente hacia la puerta, pero no lo suficiente rápido. La mano
de Jake se cerró sobre su brazo, deteniéndola.
-Lexi.
«¡No, no, no!» gritaba su mente. Tener a Jake de vuelta era peor de lo que ella
había imaginado. Estaba volviéndole loca. Y no debería. Ella lo había superado.
-Las traeré yo -dijo él--. Si me ayudas con los botones...
- ¿Botones? -ella se apartó.
-Me temo que no soy un buen inválido. Es un poco humillante tener que pedir
ayuda de las cosas más pequeñas.
-Como botones.
Sí. Por favor.
Agradecida de que él no pudiera leer su mente, Lexi se acercó. El pelo de su
pecho acariciaba sus nudillos.
-Podré hacer esto solo en pocos días, una semana como mucho.
Finalizando, ella se apartó soltando un suspiro que fue más audible de lo que
pretendió.
-Estaré en la cocina si me necesitas -y se marchó hacia la puerta antes de que
él pudiera pensar en alguna otra tarea vergonzosa.
- La verdad es que tengo mucha hambre -él la siguió-. ¿Es demasiado tarde
para desayunar?
-Bueno, Twyla posiblemente tenga ya preparado la comida, pero tiene que
quedar algo de esta mañana. Yo voy para allá, si quieres venir.
-No -Jake se quedó en la puerta, como reacio a salir-. Estaré allí en seguida. Ve
tú delante.
Lexi vaciló, y entonces salió al vestíbulo hacia la otra parte de la casa. Si la
presencia de Jake la turbaba, sabía que volver allí habría sido para él el doble de
perturbador. No le culpaba por necesitar tiempo a solas. Nada de eso iba a ser fácil
para nadie.
Jake la vio marcharse. Con su mano izquierda, tocó la hilera de botones de su
camisa, recordando la sensación de sus manos al rozar su piel.
Capítulo 6
C UANDO Jake entró en la cocina, vio que Lexi no estaba allí. Entonces, una
mujer regordeta junto al mostrador apartó el puño del montón de masa que estaba
amasando y lo miró por encima del hombro.
Hola. ¿Tiene hambre?
Su rostro redondo le saludó con una sonrisa alegre que él no pudo evitar
devolverle.
Mucho.
-Bueno, entonces tendremos que darle de comer -puso un trapo sobre la masa-.
¿Por qué no se sienta mientras yo preparo algo? Me llamo Twyla. Twyla Donaldson.
-Encantado Jake se sentó en una silla frente a la mesa de pino-. Yo soy Jake
Thorn.
-Oh, ya lo sé -dijo ella sacando cosas del frigorífico-. Frank ha estado muy
nervioso durante meses esperando que llegara.
-¿Durante meses?
-¡Oh, sí! Pero ha tenido que esperar el momento apropiado para enviar a Lexi a
buscarle.
Mientras hablaba, Twyla puso a calentar un enorme trozo de carne junto con
una generosa ración de caldo. Lo metió todo en el horno que ya estaba caliente.
-Yo estaba empezando a asustarme un poco por miedo a que a Frank le pasara
algo antes de ir al hospital, pero ya está usted aquí y todo irá bien.
-Eso espero --dijo Jake oliendo la comida calentarse en el horno y con el
estómago rugiéndole de hambre-. Aunque aún no estoy seguro de que realmente me
necesiten.
-Claro que sí -los ojos redondos de Twyla le miraron con honestidad . Frank
Conley piensa maravillas de usted, y no confía en nadie para que se ocupe de este
rancho. No puedo decir el número de veces que se ha sentado ahí mismo --hizo un
gesto a la mesa-, y me ha dicho lo mucho que se arrepentía de haberte dejado
marchar hace años. No lo dude por un minuto, señor Thorn. Hace mucha falta aquí.
Un poco abrumado, Jake observó en silencio mientras ella le echaba la comida
en un plato. Twyla sonrió mientras le ponía el plato delante de él.
-Soy una vieja y puede que hable demasiado. -Oh, no, en absoluto. Yo... aprecio
todo lo que ha dicho.
-¿Qué bebe? Hay té helado si le apetece. -Estupendo.
Una docena de preguntas llenaban su cabeza mientras ella le servía la bebida.
No era una mujer tan mayor. No podía aún haber llegado a los sesenta.
- Usted y Frank parecen muy unidos -comentó Jake con cuidado mientras cogía
el vaso.
-Bueno, yo llevo viuda casi diez años, y he estado trabajando aquí casi todo ese
tiempo. Así que supongo que los dos hemos llegado a conocernos mucho.
No dijo más, y Jake no insistió, aunque se preguntaba cómo de unidos estarían
realmente.
Cogiendo un cuenco de judías verdes, Twyla se sentó enfrente de Jake y
empezó a partirlas.
-Bueno, señor Thorn, he oído que su padre fue el capataz aquí durante muchos
años.
Cogido con la boca llena, Jake masticó y tragó antes de responder.
-Sí, desde que yo tenía trece años. Y cuando se retiró, yo me quedé con el
trabajo durante otros tres años.
-¿Y su madre trabajo de cocinera?
Jake asintió.
-Durante unos seis años. Cuando yo empecé a ganar dinero con los rodeos,
convencí a mamá para que dejara el trabajo. Pero papá no quiso, ni siquiera cuando yo
compré la granja vecina. Vivía allí, pero seguía trabajando para Frank Conley, hasta
que su salud le obligó a retirarse.
Twyla movió la cabeza pensativa.
-Apuesto a que estuvo muy orgulloso de que usted tomara luego su puesto.
-Sí -Jake pinchó una patata-. Pero no se quedó mucho tiempo para verme.
Después de casarme, mis padres se mudaron a Florida.
-Siento mucho lo de su muerte.
-Gracias.
Era todo lo que él dijo, todo lo que se le ocurrió decir. Incluso después de
cinco años, la sensación de pérdida era abrumadora. Sus padres habían muerto con
seis meses de diferencia el uno del otro. Habían sido buenas personas y buenos ami-
gos, y Jake los echaba de menos.
-Me hubiera encantado conocer a su madre. Lexi habla de ella a menudo -Twyla
se puso de pie y cogió el cuenco--. Bueno, le dejaré terminar la comida en paz. Tengo
que salir a trabajar un poco en mi jardín mientras esa masa termina de crecer.
-Oh, hablando de Lexi. ¿Sabe dónde está? --Supongo que habrá ido al granero
a buscar a
su padre. Es la hora de su almuerzo.
-Debe ser más tarde de lo que pensé.
Jake buscó un reloj, pero no vio ninguno. El suyo estaba guardado en la maleta.
Twyla sonrió como si hubiera leído su mente.
-Es poco más de mediodía. Pensamos que mejor sería dejarle dormir esta
mañana -puso el cuenco en el mostrador-. Bueno, ha sido un placer conocerle
finalmente, señor Thorn.
Él se levantó.
-Llámeme Jake, por favor. Y el placer ha sido mío. Su comida es deliciosa. Creo
que mi madre y usted habrían sido muy buenas amigas.
-Pero como eso no puede ser, a lo mejor podemos ser amigos usted y yo.
Y con los ojos brillantes, Twyla cogió su cesta y sus tijeras de podar y salió al
jardín.
Jake se sentó de nuevo para terminar su comida. Estaba en casa en la cómoda
cocina donde una vez se había sentado en esa misma mesa viendo a su madre
preparar comida para un ejército. Había olvidado lo que era estar en casa.
Nunca se lo admitiría a Lexi, pero era estupendo haber vuelto, aunque sólo por
una temporada Era como volver a casa de nuevo.
-¡Hola, mamá! -grito .Jamie mientras la puerta se cerraba tras él.
Sentada en el escritorio del salón, Lexi dio un bote y su bolígrafo hizo un
rayajo en el cheque que estaba escribiendo. Respiró profundamente y se calmó antes
de sonreír a su hijo despeinado y salvaje.
-Hola, corazón. Hoy has llegado pronto.
Jamie entró y dejó su mochila en una silla.
-¿Dónde está todo el mundo?
-Tu abuelo está en la cocina con Jake, y Twyla se ha ido a preparar la cena a
los trabajadores -Lexi sonrió y movió las pestañas con gesto inocente-. Pero supongo
que estabas preguntando por Jake, ¿no?
-Sí. ¿Cuándo podré conocerlo?
-Creo que aún no me has dado mi abrazo de después del colegio.
-De acuerdo.
A regañadientes, Jamie se acercó. Dos años antes, había evitado los besos,
enrojeciendo y enfureciéndose si alguien le daba incluso un solo besito en la mejilla.
Pero últimamente, había empezado a mostrarse tímido también con los abrazos.
Temiendo forzar su suerte, y agradecida de que él hubiera dejado de insistir en que
le llamaran James, Lexi le dio un rápido apretón y le soltó.
Jamie se apartó y la miró fijamente. - ¿Cuándo podré conocerlo?
-Bueno, creo que ahora mismo están hablando de negocios - vaciló, preocupada
por la ansiedad de Jamie, ya que no quería que se decepcionara por los modales a
veces volubles de Jake-. ¿Te das cuenta de que Jake se va a sorprender cuando te
conozca?
-¿Por qué?
-Bueno, él no sabe que tengo un hijo.
Un ceño de indignación apareció en el rostro de Jamie.
-¿Quieres decir que no le has hablado de mí?
-No tienes idea de cómo ha sido hoy el día. Pasamos toda la mañana discutiendo
sobre si se iba a quedar o no.
Jamie seguía indignado.
-¿No le dijiste lo mucho que lo necesitamos ni lo mucho que lo queremos aquí?
-No, creo que no. A lo mejor debí haberte dejado que no fueras al colegio y te
hubieras ocupado tú de ese asunto.
-Sí, es posible -dijo con seriedad.
Ella quiso abrazarlo con fuerza. A veces era un pequeño hombrecito, dispuesto
a tomar el mando. Pero seguía siendo sólo un niño, un niño tierno y vulnerable.
Controlando sus instintos protectores, ella le dio un suave golpecito en la nariz
con la punta del dedo.
Mi hombrecito.
Él arrugó la cara disgustado.
-Mamá.
Lexi se rió.
-¿Quieres conocerlo?
-¡Sí! -exclamó Jamie casi gritando.
Ella se levantó de la silla. Le puso el brazo por los hombros y le llevó a la
cocina, donde Jake y su padre estaban sentados delante de la vieja mesa, hablando.
El murmullo bajo de sus voces cesó cuando ella y Jamie entraron.
Jamie, has vuelto pronto -el rostro de Frank
se animó al verlo y le hizo un gesto para que se acercara-. Ven y da a tu abuelo
un gran abrazo.
Un poco celosa, Lexi vio a su hijo acercarse a su abuelo sin vacilar. A lo mejor
los abrazos sólo eran vergonzosos cuando procedían de las madres. Seguía pensando
en ello cuando se fijó en Jake, que estaba mirándola a ella sorprendido.
De mala gana, Jake apartó los ojos de Lexi, consiguiendo borrar la sorpresa de
su rostro antes de mirar a Jamie. Apoyado entre los brazos de su abuelo, el niño
sonrió tímidamente.
-Hola -dijo Jamie simplemente.
El orgullo maternal brotó de Lexi.
-Jake, te presento a mi hijo, Jamie. Jamie, él es Jake Thorn.
-Jamie -dijo Jake suavemente, mirando al niño de arriba a abajo-. Encantado
de conocerte
hizo un gesto a su brazo derecho-. Siento no poder estrecharte la mano.
-Oh, no pasa nada -Jamie seguía apoyado en su abuelo-. Vas a estar aquí una
temporada, ¿verdad?
Lexi se acobardó, y su padre frunció el ceño.
Jake aún no se ha decidido -dijo Frank-. ¿Por qué no nos dejáis tú y tu madre
un rato más a solas para que terminemos de hablar?
-Claro -dijo Lexi extendiendo la mano hacia Jamie y evitando mirar a Jake-. Yo
sólo necesito la cocina a tiempo de preparar la cena.
-¿Por qué no tomamos esta noche pizza? -sugirió Frank-. Tú y Jamie podéis ir a
la ciudad a por una mientras Jake y yo terminamos de discutir esto.
-¡Sí! -gritó Jamie entusiasmado--. Es una estupenda idea. ¿Qué te parece,
mamá?
La idea de un viaje de diez kilómetros hasta Santa Fe sólo para comprar una
pizza no le parecía una maravilla a Lexi, pero sabía que su padre debía tener una
razón para habérselo pedido. A lo mejor quería estar una hora solo con Jake y sabía
que ése era un modo seguro de conseguirlo. O a lo mejor Frank sólo quería una última
pizza antes de ingresar en el hospital. De cualquier modo, Lexi no tenía mucha
opción.
-¿Y tú, Jake? -preguntó Frank- . ¿Te parece bien una pizza?
-Claro -Jake empezó a levantarse.-Voy a por mi cartera.
-Oh, por Dios, Jake, siéntate -exclamó Lexi-. Las comidas están incluidas en el
trabajo.
-Yo no he aceptado el trabajo -replicó Jake mientras volvía a sentarse.
-Aún así te daremos de comer. Es lo menos que podemos hacer.
-Muchas gracias -dijo con sequedad.
Lexi se marchó, tirando de Jamie.
Frank frunció el ceño a Jake.
-Me parece recordar que hace tiempo los dos os llevabais mejor.
-Déjalo, Frank -- dijo Jake cansado. No podía evitar sentirse irritable y brusco
cerca de Lexi-. ¿Qué me estabas diciendo antes de que entraran?
-Estaba diciendo que hay un problema. No puedo adivinarlo, pero sé que está
ahí. La economía está siendo dura últimamente para todos, y este rancho no es una
excepción. Pero es más que eso. El rancho ha perdido dinero durante los dos años
pasados, y no debería. Hay algo mal en alguna parte.
-Frank, si tú no lo sabes, ¿cómo puedo saberlo yo? Es tu rancho.
-No sé. A lo mejor estoy demasiado cerca para verlo con claridad. A lo mejor
tú puedes examinar cuidadosamente las cosas y ver algo que a mí se me haya pasado.
-¿Y Lexi? ¿Tiene alguna idea?
-¡No! -Frank prácticamente gritó-. No sabe nada de esto. Y yo no quiero que
sepa nada.
Estupefacto por la vehemencia del hombre, Jake lo miró con el ceño fruncido,
fijándose por primera vez en la palidez tan poco saludable de su viejo amigo.
-¿Por qué?
-Ella tiene bastantes preocupaciones con ocuparse de la casa y de Jamie y de
un viejo enfermo que no puede cuidarse solo. No necesita preocuparse por lo que
vaya a pasarles a ella y a Jamie si yo pierdo este rancho.
-Oh, vamos, Frank. Tú sabes lo que este lugar significa para ella. ¿No crees que
tiene derecho a saber si está en peligro?
-No. Con tu ayuda podremos solucionar esto insistió Frank testarudo--. Ella no
tiene que saberlo nunca.
-Bueno, que conste que pienso que te equivocas. Pero sé que intentar discutir
contigo es perder el tiempo. ¿Qué hay de tu capataz, McCauley? ¿Tiene él alguna
idea?
-Brad McCauley ha trabajado aquí durante más de tres años. Es un buen
capataz, y nunca he tenido ninguna razón para sospechar de él, pero...
Frank se detuvo, Jake le animó.
-¿Pero?
Con un suspiro, Frank continuó.
Pero tú eres la única persona con la que he hablado de esto, y hasta que
lleguemos al fondo, así quiero que continúe.
-¿Por eso estabas tan empeñado en traerme aquí?
-Confío en ti, Jake. Si fueras de mi propia sangre y carne no podría confiar
más en ti. Y sé que si algo me pasa, no dejarás que Lexi pierda este rancho.
-Dios es misericordioso, Frank. ¿No crees que me pides mucho, considerando el
modo en el que he arruinado mi vida?
-Tú no has arruinado tu vida, Jake. Nosotros lo hemos hecho. Dolores la ha
arruinado, y yo no te ayudé mucho en su momento. Y sospecho que Lcxi tampoco.
Jake no lo miró, y Frank continuó.
-No tengo derecho a pedirte' ayuda, pero de todos modos te la pido. No tengo
derecho a esperar que lo hagas, pero te estaría eternamente agradecido si lo
hicieras. Te necesito, Jake. Ayúdame, por favor.
Jake levantó la mano.
-De acuerdo. Para -dijo tanto para no emocionarse como para que dejara de
hablar-. Para, ¿vale?
Se puso de pie con un esfuerzo que le dejó dolorido. El día había sido largo y
cansado, y aunque estuviera molesto por su debilidad, era el momento de tomarse
otro calmante si quería aguantar hasta la cena.
En la puerta, se detuvo y giró hacia la mesa. -¿Cuándo ingresas en el hospital?
-Espero poder aplazarlo hasta la semana que viene.
Jake miró a Frank fijamente y notó que su palidez había aumentado desde que
habían empezado a hablar.
-Empezaremos por la mañana. Podrás mostrarme todo lo que tienes, y yo te
diré lo que necesito que me expliques.
-Gracias, Jake.
-No me des las gracias. No sería un hombre sino hiciera lo que pudiera. Sólo
espero poder ayudar.
Sé que puedes.
Ojalá merezca tu fe. Han pasado muchos años, Frank. Y la gente cambia.
Capítulo 8
A GOTADA, Lexi paró y apagó el motor. Casi marcada, descansó la cabeza
contra el volante y cerró los ojos. Desde la ventana abierta, oyó los sonidos
familiares de la noche, los mugidos del ganado, el suave relincho de un caballo, el
sonido seco del viento.
Se alegraba de estar en casa. Tras casi una semana de acampar en la sala de
espera de la unidad de cardiología del hospital, estaba deseando tomar comida
casera y descansar en su propia cama.
Estaba feliz sabiendo que su padre se estaba recuperando rápidamente de su
operación y sería trasladado a una habitación normal en cualquier momento. Un poco
más, y su vida volvería a la normalidad. Un poco más...
-¿Lexi? ¿Lexi, estás bien?
Una mano le movió el hombro, y Lexi luchó por salir de la neblina gris del
cansancio que la rodeaba.
-¿Qué? ¡Estoy aquí! ¿Ha ocurrido al...?
Entonces, pestañeando, se dio cuenta de que no estaba en el hospital. Estaba
sentada en el asiento de su coche en la oscuridad, agarrando el volante con dedos
entumecidos.
-¿Qué? --preguntó de nuevo.
Despacio, giró el cuello hacia la ventanilla abierta a su lado. Sus ojos cansados
se fijaron en la cintura elástica de unos pantalones de algodón.
Sobre la cintura estrecha y desnuda había un vendaje ancho y nuevo y un
inconfundible cabestrillo sujetando el brazo derecho.
-Jake, has estado en el médico.
Lexi se sintió culpable. Se suponía que ella debió haberle llevado, y se había
olvidado incluso de llamar.
-Me llevaron, no ha sido problema -le abrió la puerta-. ¿Estabas dormida?
-Eso creo -dijo saliendo con esfuerzo-. ¿Qué hora es?
-Poco más de las diez. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
-Una hora más o menos.
Cogió del coche su bolsa, pero Jake se la quitó y la giró hacia la casa.
-¿Llevas aquí dormida todo ese tiempo? -preguntó Jake cerrando la puerta del
coche y siguiéndola-. Debes estar agotada. Pensé que vendrías a casa ayer.
-Eso quería, pero decidí quedarme un día más, sólo para asegurarme de que
papá estaría bien solo. Le prometí que llevaría a Jamie a verlo una de estas noches.
-A Frank le gustará mucho, y sé que Jamie está muriéndose por ver por sí
mismo que su abuelo está bien. A lo mejor voy contigo, bueno, si no molesto.
-Oh, no. Está bien. Estoy segura de que papá querrá saber cómo van las cosas
-dijo llegando a la puerta-. Mientras no le excites ni le preocupes por nada. Pero ya
sabes que no debes hacerlo.
Jake dejó la bolsa y cogió la muñeca de Lexi. -Lexi, ¿podríamos hablar un
momento antes de entrar?
-Estoy muy cansada, Jake -dijo mirándolo suplicante.
-No tardaré mucho --no le soltó la muñeca-. Hoy ha pasado algo.
Como dándose pronto de cuenta de que la estaba cogiendo, Lexi apartó la
muñeca y dio un paso atrás.
-No es nada grave.
-¿Qué ha pasado? ¿Es Jamie? -preguntó alarmada y asustada.
Jake le cogió automáticamente de la mano y la acercó.
-No, no. No es nada de eso. Jamie está bien.
Twyla se ha quedado a dormir aquí estos días, y los trabajadores siempre han
estado cerca. Jamie está bien -repitió.
Jake apoyó la cabeza contra su pecho, aliviada.
Jake la rodeó con sus brazos y frotó su mejilla contra su pelo mientras
susurraba.
-Lo siento. No quería asustarte.
-No es culpa tuya. Soy yo. Estoy muy nerviosa. No he estado separada de
Jamie desde que nació, y ha sido muy duro estar apartada de él esta semana pasada.
Lexi levantó los ojos a los de Jake, buscando comprensión.
-Pero tenía que estar con mi padre. Por si acaso. Hasta que supiera que estaría
bien.
Jake la miró, compasivo y sin palabras. Y le ofreció la única respuesta que pudo
conseguir, un abrazo.
-Claro.
Una sonrisa apareció en sus labios. Había hecho a Lexi sentirse mejor, y eso
era lo que importaba.
-Gracias... Bueno, ¿qué querías decirme? -Dolores ha llamado hoy. Lexi dio un
paso atrás y lo miró.
-Yo cogí el teléfono -añadió Jake-. Preguntó primero por ti. Yo le dije que
estabas en el hospital. Así que preguntó por Jamie, y yo le llamé y me marché.
-¿Tú... ella...?-balbuceó Lexi mirándolo mientras su mente se llenaba de
preguntas que no conseguía hacer.
-Yo reconocí su voz, pero no dije nada. No sé si ella me reconoció o no.
Una leve esperanza cobró vida, y entonces Lexi recordó que ella había
reconocido al instante la voz de Jake en la caravana de Louanne.
-Te reconoció -dijo Lexi perdiendo la esperanza-. Tu voz es demasiado
peculiar. Y si tuviera alguna duda, le habría preguntado a Jamie y él le habría
contado todo lo que quisiera saber.
-Sí, eso habría hecho, ¿verdad?
Lexi lo miró suspicaz.
-¿Qué quieres decir?
Con inocencia, Jake se encogió de hombros.
-Sólo estoy de acuerdo contigo.
Ella sabía que había algo más, pero no iba a insistir. Entonces se dio cuenta de
que durante todo el tiempo que había estado fuera, Jamie había pasado cada
momento libre con Jake, haciéndole preguntas y a la vez respondiendo a las de Jake.
Sólo de pensarlo, Lexi se estremeció.
-¿Tienes frío? -preguntó Jake.
-Sí -se estremeció de nuevo, involuntariamente. Era tarde, estaba cansada y
había tenido bastantes emociones para un día-. ¿Supongo que Jamie no te dijo lo que
quería Dolores?
-No le pregunté, y por una vez, Jamie tampoco lo dijo.
-A lo mejor ella le dijo que no lo hiciera. -Lo dices con un tono extraño.
-¿Sí? -gruñó Lexi-. Sabía que tenía que haber vuelto antes.
Él le puso la mano en el hombro.
-Lo hecho está. No pierdas tiempo pensando en ello.
-Pera si yo hubiera estado aquí para coger el teléfono... -empezó Lexi.
¿Qué? A lo mejor yo debía haber hablado con ella. A lo mejor debía haberle
dicho: Hola, Dolores. Soy yo, Jake. ¿Sabes qué? He terminado contigo. No estoy
enfadado, no estoy dolido. Y no he pensado en ti desde hace años. Bueno, ¿qué tal te
va?
Pero no es cierto.
-Claro que sí. Cualquier amor que yo haya sentido alguna vez por Dolores
terminó mucho antes de que ella se marchara. Tardé más en superar la furia, porque
a ningún hombre le gusta ver su ego pisoteado así. Pero incluso eso terminó hace
mucho tiempo.
-Bueno, me tienes confundida. Si no seguías enfadado con Dolores, ¿por qué te
mostraste tan reacio a volver aquí?
Jake dio un paso hacia Lexi y le cogió la barbilla en la mano mientras la
acariciaba con su pulgar.
- Dolores fue lo más pequeño de lo que a mí me pasó aquí -dijo suavemente.
Lexi abrió la boca para preguntar de qué estaba hablando y entonces se
reprimió. La mirada en sus ojos le detuvo. Pero él no podía referirse a ella. Había una
docena de cosas a las que podía referirse. No podía hablar de lo que su estúpido
corazón acelerado quería que hablara.
Muy despacio, él le soltó la barbilla.
Mejor será que entre ya. ¿Te veré por la mañana?
Ella asintió. Estaba tan cansada que tenía ganas de llorar. Y en ese momento le
deseó tan desesperadamente que estaba en peligro de portarse como una tonta si se
movía un solo centímetro.
Pero era imposible que siguiera amándolo. Era simplemente imposible.
¡Maldición! Lexi tiró el vestido con percha y todo al suelo. Apretó las manos en
puños y se miró el reflejo en el espejo de cuerpo entero.
Una mujer simple le devolvió la mirada... una mujer respetable, vestida del
modo en que se había vestido casi todos los días de su vida. El largo pelo negro
estaba recogido en una cola de caballo que le caía más abajo de los hombros. La
camisa a cuadros le caía por encima de los vaqueros azules, que con los años se
habían aclarado y suavizado y se habían vuelto muy cómodos. Y las botas camperas
de cuero negro viejas y desgastadas, eran demasiado funcionales.
Miró el vestido, que parecía un montón de flores arrugadas en el suelo, como si
fuera una serpiente susurrándole palabras de tentación.
«Llévame. Vamos, Lexi, sabes que te queda muy bien. Muéstrale a Jake el buen
aspecto que puedes tener. Unos pocos rizos en el pelo, algo de maquillaje, tacones y
este vestido. Caerá rendido a tus pies».
Lexi cerró los ojos y apretó más los puños. No iba a perder su tiempo
intentando impresionar a Jake sólo porque tuviera una oportunidad para llevar algo
que no fueran vaqueros.
Abriendo los ojos, se miró otra vez al espejo y decidió que podría arreglarse
por su padre, al menos un poco. No había necesidad de ir al hospital con el aspecto
de acabar de terminar de hacer su trabajo y no haber tenido tiempo de cambiarse.
Satisfecha con la decisión, cogió el vestido y lo colgó de nuevo en el armario.
Entonces sacó una falda con vuelo de pana verde oscura, encontró un cinturón a
juego y botas de piel suave y eligió una sencilla camisa blanca con el puños de encaje.
Vistiéndose rápidamente, se quitó la coleta y se dejó el pelo suelto. Se echó un
mínimo de maquillaje. Dio un paso atrás y examinó los resultados. El aspecto era
sencillo, con clase y respetable. No quería exagerar y así no podía de ningún modo
ser considerada seductora.
Lexi cerró los ojos y respiró profundamente mientras intentaba calmar su
corazón. Tenía muy buen aspecto y lo sabia. Puede que no tan impresionante como
habría quedado con el vestido de flores, pero bien. Sonrió y salió de la habitación.
Bajó las escaleras. Jake y Jamie esperaban en la puerta de la calle. Jamie la
vio primero, y sus ojos se abrieron como platos.
-¡Oh, mamá! -gritó--. ¡Estás fabulosa!
La sonrisa de Lexi se hizo mayor, pero bajó los ojos, incapaz de mirar a Jake.
-Puede que haya pasado demasiado tiempo desde que me ponía una falda.
-Te queda muy bien -observó Jake. Atreviéndose a mirar en su dirección, Lexi
enrojeció levemente.
-Gracias.
Jake abrió la puerta y se quedó a un lado. -Su carroza espera.
Jamie hizo una mueca y puso los ojos en blanco.
De repente contenta de tener a su hijo de carabina, Lexi se rió y entonces
sonó el teléfono.
-Oh, esperadme en el coche. Ahora vuelvo. Se volvió y corrió al salón.
-¿Dígame?
-¿Cómo te atreves? -rugió una furiosa voz femenina.
Aliviada de que no fuera del hospital y segura de que había sido alguien que se
había confundido de número, Lexi habló con educación.
-¿A qué número llama?
-Te estoy llamando a ti, Alexandra. Y exijo saber qué crees estar haciendo.
A Lexi casi se le doblaron las rodillas al reconocer la voz sobreexcitada de su
hermana. Se sentó en una silla.
-¿Dolores?
-Supongo que te crees muy lista, ¿verdad?
-Estaba a punto de marcharme al hospital, Dolores. ¿Crees que esto puede
esperar hasta más tarde?
Lexi respiró profundamente y se forzó a controlar el pánico que estaba
dejando su cuerpo helado.
-No, no puede. Tuve que esperar todo el día a que Harvey se marchara y poder
hacer esta llamada. Y tú vas a quedarte ahí hasta que termine si sabes lo que te
conviene. Ahora, ¿te importaría explicarme que diablos está haciendo Jake Thorn
ahí?
-Papá le ha contratado. Jake sólo estará aquí unas pocas semanas hasta que
papá se recupere de su operación. Por cierto, está muy bien.
-Lo sé --escupió Dolores-. Llamé al hospital esta mañana. Aunque sólo sea mi
padrastro, me preocupo.
-Relájate, Dolores. Terminará pronto, y todo volverá a la normalidad. No hay
razón para que te disgustes.
-¡No! Tú lo prometiste. Fue parte de nuestro acuerdo que Jake nunca estuviera
cerca de Jamie -gritó Dolores-. No lo toleraré. ¿Me oyes? ¡No lo toleraré!
-No me digas lo que tolerarás o no –replicó Lexi-. Tú renunciaste a tus
derechos hace mucho tiempo. Por el amor de Dios, Dolores, prácticamente tengo que
suplicarte para llames a Jamie y hables con él. El sabe que es adoptado. Está em-
pezando a hacer preguntas. ¿Cómo crees que me siento?
-Dios mío. No se lo habrás dicho, ¿verdad? -No, no se lo he dicho. Pero me
gustaría. Algún día.
-No puedes.
-Sí, puedo. Y algún día lo haré. Pero no ahora, no cuando puedo hacerle mucho
daño. Cuando el averigüe quién es su madre natural, quiero que...
-Eh, mami -le llamó Jamie desde la puerta-. Te estamos esperando.
-Tengo que irme -susurró Lexi al teléfono. -Líbrate de Jake -insistió Dolores-.
No me importa cómo lo hagas, pero líbrate de él.
Lexi le dio la espalda a la puerta donde estaba Jamie y bajó la voz.
-¿Qué te molesta tanto? Me dijiste que Jake no tenía nada que ver con esto.
-No quiero que se forme ideas raras, eso es todo.
-¿Por qué iba a hacerlo? ¿Hay algo que no me hayas dicho?
-¡No!
Lexi quiso gritar de frustración. Intentar obtener una respuesta directa de
Dolores era casi imposible.
-No tengo tiempo ahora, pero no te terminado contigo. Y... Dolores...
-¿Sí?
-No vuelvas a amenazarme de nuevo. Jamie es mío, y yo decidiré lo que suceda
con su vida.
-No estés tan segura, hermanita. Puede que no sepas todo lo que crees saber.
Con esa última frase, Dolores colgó.
-¿Mamá? -insistió Jamie entrando en la casa-. ¿Nos vamos?
-Claro, corazón. Lo siento -dijo mirando su reloj.
Había perdido más tiempo del que había creído hablando, y estaría irritable y
distraída todo el camino. ¿Qué había esperado Dolores conseguir con esa llamada?
Tras cerrar la puerta, Lexi siguió a Jamie al coche, donde Jake esperaba. Con
las piernas cruzadas a la altura de los tobillos, estaba apoyado contra la puerta del
conductor, mirando hacia el horizonte.
A medio camino hacia el coche, Lexi se giró y siguió su mirada hasta el cielo
rosa y morado.
-Jake y yo hemos visto juntos las puestas de sol -dijo Jamie Él dice que
normalmente no las ve porque siempre está trabajando. Así que hemos estado viendo
juntos las puestas de sol desde que el abuelo fue al hospital. Esta noche ha sido muy
bonita. Yo he gritado, pero tú no me has oído.
Lexi dejó de mirar el horizonte y se fijó en su hijo. Estaba sorprendida por el
repentino resentimiento que sintió. Ella siempre le había animado para que pasara
tiempo con su abuelo y los trabajadores. Sin padre, necesitaba compañía masculina, y
Lexi nunca había envidiado el tiempo que pasaba con Manuel, Tonio o cualquier de los
otros. Así que no había razón para que estuviera celosa de la amistad entre Jamie y
Jake. Y tampoco había razón para que se sintiera amenazada por ello.
-Sólo recuerda, hijo -dijo suavemente-, que Jake sólo va a estar aquí una
temporada. -Lo sé.
Un ceño arrugó la suave piel de la frente de Jamie, y apartó la mano que ella le
puso en el hombro.
- No quiero que sufras cuando él se marche. -No sufriré.
Sabiendo que no debió haber dicho nada, Lexi le vio girar y caminar hacia el
coche. Sólo tenía diez años. No sabía proteger su corazón o evitar que se rompiera.
No entendía por qué había que hacerlo. La amistad de Jake era un regalo, y la alegría
de Jamie era pura y simple, como debía ser.
-Jamie.
Cuando él se volvió, ella le hizo un gesto para que se acercara. Él obedeció,
pero la expresión de su rostro fue una mezcla de aburrimiento y de
saprobación. Dijera lo que dijera Lexi tendría que estar muy bien para que él
escuchara.
-Supongo que piensas que soy una aguafiestas, ¿verdad?
Él pensó un rato y luego afirmó con la cabeza.
Lexi sonrió. Incluso cuando ella y Jamie estaban peleados, ella lo quería tanto
que no podía soportarlo. Uno de las dificultades más grandes de la maternidad había
sido evitar mimarle de forma irremediable.
-Las madres se preocupan -dijo Lexi encogiéndose de hombros-. Es ley de vida.
Jamie dejó de mirar al suelo.
-Ya no soy un niño, mamá. No voy a empezar a llorar cuando Jake se marche o
alguna estupidez así.
-Pero podrías. Y yo también. Esas cosas pasan a veces -le cogió la barbilla y la
giró hacia ella-. El asunto es que sé que hay veces que intento protegerte demasiado.
Y ésta ha sido una de esas veces en las que tú tenías razón y yo no. ¿De acuerdo?
-De acuerdo -se apartó de ella-. Pero no tenías que disculparte, mamá. Yo lo
habría superado.
Lexi se rió.
-Lo sé, pero no quería esperar tanto. ¿Amigos?
-Claro -Jamie le cogió de la mano y caminaron así hacia el coche.
-¿Nos vamos ya? -preguntó Jake.
Vestido con los mocasines que Lexi le había comprado y un par de pantalones
de chándal azul marino con una camiseta de tirantes a juego y una camisa vaquera
abierta, se le veía deliciosamente atractivo con un estilo desaliñado y relajado.
-Sí -dijo Lexi abriendo la puerta del conductor.
Jake se puso a su lado.
-Pensé que yo conduciría.
-Es mi coche, y tú tienes sólo un brazo bueno. -Puedo conducir con un brazo. -
¿Es esto machismo?
-No, es que prefiero conducir yo.
-Mira, Jake --Lexi se acercó consciente de que Jamie estaba cerca
escuchando cada palabra--. En la última media hora, me he peleado con todo el
mundo con quien he hablado. Estoy cansada. Estoy tensa. Y yo conduzco -dijo con
tranquilidad-. ¿Ahora puedes ir a tu lado y sentarte?
-¿No hay nada que pueda decir para hacerte cambiar de opinión?
-Ahora mismo no.
Jake levantó la mano buena en gesto de rendición.
-De acuerdo, tú ganas. Pero intenta no pasar por encima de muchos baches,
¿de acuerdo?
- Oh, por el amor de Dios, Jake. Si tú me enseñaste a conducir.
-Lo sé.
Las dos palabras se quedaron suspendidas en el aire mientras él daba la vuelta
hasta su lado. Lexi recordó las horas que había pasado a su lado en la cabina de la
vieja camioneta que él había usado para enseñarle a conducir. Horas pasadas condu-
ciendo por las carreteras del rancho. Horas durante las cuales ella había estado
demasiado pendiente de él para prestar mucha atención a la conducción.
Después de haber entrado y de que Jamie le hubiera cerrado la puerta a Jake,
Lexi giró en su asiento para ayudar a Jake con el cinturón. Su mano se cerró sobre la
de él y la guió.
Mirándole, ella se encontró cara a cara con él, casi lo bastante cerca para
besarse.
-He mejorado desde que tenía quince años -dijo, refiriéndose a su modo de
conducir.
El se fijó en sus labios.
-Lo he notado.
Lexi se colocó bien y arrancó con una mano temblorosa. Sin previo aviso, Jake
estiró el brazo izquierdo y cogió el cinturón que ella no había tocado. Su mano
rozaba sus pechos mientras se lo ponía.
Sus pezones se endurecieron con su roces. Sintió calor y lo miró.
-Olvidaste ponerte el cinturón -dijo mientras él esperaba que ella guiara su
mano de nuevo.
-Yo ya me lo he puesto -anunció Jamie desde el asiento trasero.
-Oh.
Saliendo del hechizo, Lexi puso la mano sobre la de Jake y se ajustó el
cinturón.
-Gracias -dijo, intentando fingir que todo era normal mientras el corazón le
latía con fuerza. -¿Puedo elegir yo la música? -preguntó Jamie. Lexi levantó la
cabeza.
-Os dejaré eso a los dos -dijo arrancando y entrando en la carretera que les
llevaría a la autopista. Tenía un largo viaje por delante y un viaje más largo aún a la
realidad.
Había visto el deseo en los ojos de Jake y había sentido su propia respuesta.
Estuviera lo que estuviera pasando entre ellos, tenía que parar. Sus historias
estaban demasiado enmarañadas y sus futuros eran demasiado inciertos para que se
desarrollara algo duradero. Además, ella tenía que pensar en Jamie. y Jake era un
culo de mal asiento que sólo quería ir a la deriva de un sitio a otro. No era el tipo de
hombre en el que una mujer pudiera apoyarse, al menos no durante mucho tiempo. Y
Lexi no era el tipo de mujer que pudiera distanciarse fácilmente.
A diferencia de su hijo, ella protegía con celo su corazón, porque cuando ella
amaba, amaba con todo su ser. Lexi sólo había amado así una vez, y cuando Jake se
marchó la primera vez, su mundo se desmoronó. No podía arriesgarse de nuevo. No
estaba segura de tener la fuerza para soportar perderle una segunda vez.
Capítulo 9
D I M E cuándo -dijo Lexi prestando atención a su padre y al botón que estaba
apretando para levantar la cabeza de la cama del hospital.
-¡Ahí! ¡Justo ahí! -Frank, sentado, hizo un gesto a los pies de la cama-. Ahora
tienes que levantar eso un poco porque si no me resbalaré.
Obediente, Lexi probó otro botón hasta que él estuvo satisfecho y dispuesto
para conversar. Después de dar un paseo desde su habitación hasta la sala de espera
y vuelta a su habitación con su nieto, su padre parecía más que deseando terminar la
visita desde la cama.
-Bueno -dijo relajándose contra la almohada--. Estás muy guapa esta noche.
-Pensé que sería un cambio agradable después de casi una semana durmiendo
en una silla en la sala de espera. Tenía un aspecto desastroso cuando me marché el
otro día.
-No debías estar tan mal -dijo su padre-. Ese médico pelirrojo que viene cada
tarde me preguntó si estabas casada.
-Anda, no digas mentiras -protestó Lexi enrojeciendo.
-Es cierto -insistió su padre-. Y pareció muy decepcionado de no verte ayer.
-No vas a prepararme una cita con él, ¿verdad?
-Sería mejor partido que Brad McCauley. -Oh, papá. He salido con Brad
exactamente tres veces.
-Bueno, está bien como capataz, pero no me gustaría como yerno.
-Yo nunca he considerado casarme.
-¿Con quién has considerado casarte? -intervino Jake entrando en la
habitación.
-Con nadie -dijo Lexi mirando fijamente a su padre.
-Con ese capataz -replicó su padre mirándola a ella también.
-¿Brad McCauley? ¿La serpiente?
Ella se volvió para mirar a Jake con las manos en las caderas.
-Ni siquiera lo conoces, y iró a su padre y habló en un susurro-, tú no debes
excitarte. Brad y yo sólo somos amigos, punto.
-Gracias a Dios -gruñó mientras Lexi se inclinaba para besarle en la frente.
Él apretó su mano y le guiñó el ojo mientras ella se enderezaba y le sonreía.
-Ahora pórtate bien y te veré mañana --dijo ella devolviéndole el guiño.
-Si tienes la oportunidad de hablar con ese agradable doctor pelirrojo,
pregúntale cuándo podré salir de aquí.
Poniendo los ojos en blanco, Lexi le dijo adiós. Jake la vio marcharse y
entonces se giró hacia Frank.
-¿Cómo estás?
-Bien. Aún me siento mejor tumbado que de pie.
Jake sonrió y acercó una silla.
-Yo también me siento algo así -dijo sentándose con cuidado-. ¿Estabas sólo
bromeando o realmente no te gusta Brad McCauley?
-Sea lo que sea, McCauley no es el hombre para Lexi. Eso lo sé con seguridad.
-¿Comprobaste sus referencias cuando le contrataste? ¿Cuánto sabías de su
pasado?
Frank lo miró fijamente.
-¿Por qué? ¿Estás sobre algo?
-Nada específico. Hay algunas cosas que no he encontrado, como recibos de
compras que se supone ha hecho él. Precios que parecen algo caros.
-¿Crees que me ha estado robando? ¿Crees que...?
Jake levantó la mano para interrumpirle.
- Aún no sé nada. Tengo mucho que haces antes de formarme una opinión.
-Pero estás viendo lo que yo he visto. Hay demasiado gastos y pocos ingresos.
-Podría ser simplemente una mala contabilidad. El tipo puede ser un buen
capataz, pero un desastre con los papeles.
-O podría ser un estafador.
Jake asintió.
-O podría ser un estafador. Volviendo a esas referencias sobre McCauley, ¿las
comprobaste bien?
-No. El capataz que tuve antes de él contrató a Brad como vaquero. Tenía
buena reputación con los caballos, y había trabajado de capataz algunas veces para
algunos ranchos del norte. Así que cuando el otro capataz se marchó sin previo aviso,
Brad se ocupó del puesto hasta que yo pudiera encontrar a alguien. Eso fue hace casi
cuatro años, y nunca llegué a contratar a nadie.
-Así que él podría haber hecho esto antes. Eso es si realmente había hecho
algo.
Durante un momento, Frank no dijo nada. Simplemente se quedó mirando a
Jake con solemnidad.
-Jake --dijo al fin-, aprecio lo que estás haciendo.
-Frank, no es nada.
-Sí, lo es --Frank se puso a mirar la pared-. Los dos sabemos que no podía
pedirle a nadie que hiciera esto.
-Aún no he hecho nada.
-Lo harás. Y cuando lo hagas, confío en que seas justo.
-¿No importa quién resulte ser?
-No es Manuel ni Tonio. Apostaría mi vida. Pero podría ser alguno de los nuevos
trabajadores que apenas conozco.
-Jamie los conoce a todos.
Frank sonrió.
-Sí, ¿verdad? Me ha dicho que te ha estado ayudando. Hablándote del rancho y
de quién hace cada cosa. Es un hombrecito muy listo, ¿verdad?
-Sin duda. Va directamente del colegio al campo cada día. Parece que ha
trabajado con todos los hombres de aquí, ayudando cuando puede y observando y
aprendiendo el resto del tiempo. Y creo que Jamie ve mucho más que alguno de los
trabajadores.
-Jamie está planeando dirigir el rancho uno de estos días - -dijo Frank---.
Puede ser sólo un niño, pero sabe que es su rancho. ¿Crees que él podría saber algo
que pudiera ayudarte?
-Sé que no le gusta Brad McCauley. Y hay un tipo llamado Pepper que Jamie
piensa que es algo furtivo.
-Pepper... Oh, sí. Había trabajado antes con McCauley. Él le contrató el año
pasado. Es bastante reservado.
-Supongo que eso no es malo -dijo levantándose y enderezando despacio su
cuerpo dolorido- . Bueno, me marcharé y te dejaré descansar.
-¿Me tendrás informado?
-Lexi me hizo jurar que no hablaría de trabajo contigo -dijo sonriendo-. Y no
he hecho otra cosa. ¿Por qué no me dejas que te cuente sólo si encuentro algo
definitivo? Mientras tanto podrás dedicarte a mejorar para volver a casa.
Agotado de la tarde, Frank asintió y Jake se marchó. En el pasillo, Lexi estaba
de pie hablando con un médico fuerte y pelirrojo con bata blanca. Se reía por algo
que el hombre había dicho, y Jake sintió de pronto ganas de dar al hombre un puñe-
tazo en su rostro pecoso.
Interrumpiendo su conversación, Jake miró al doctor y entonces se volvió
hacia Lexi. -¿Nos vamos ya?
-En seguida -dijo girándose sonriente a Jake-. El doctor Kiley estaba
diciéndome lo bien que se está recuperando mi padre. ¿No es maravilloso?
-Sí. es fantástico --dijo poniendo un brazo sobre los hombros de Lexi y
mirando al doctor-. Entonces, ¿Frank se pondrá bien?
El doctor Kiley asintió y adoptó un aire más profesional.
-El progreso del señor Conley sigue el curso correcto. Estamos muy
satisfechos.
-No puedo agradecerlo lo bastante, doctor -dijo Lexi-. Significa mucho saber
que mi padre está en buenas manos.
La sonrisa del doctor fue cálida y personal.
-Si tiene alguna duda o desea buscarme, sólo deje un mensaje a las enfermeras
-extendió la mano y Lexi la estrechó-. Hablaremos pronto, y
tendré una charla con su padre y con usted antes de que se marche a casa.
-Muchas gracias, doctor Kiley -dijo Lexi de nuevo, aún sujetando su mano.
-Mamá, ¿podemos irnos? --interrumpió Jamie apareciendo con una lata en una
mano y una bolsa de cacahuetes en la otra-. Creo que necesito una pizza o algo así.
Me está entrando hambre.
-Eso suena bien -dijo Jake-. Podríamos comprar una de camino a casa.
-Y podré jugar con los video juegos -dijo Jamie metiéndose un puñado de
cacahuetes en la boca-. ¿Qué piensas, mamá?
-No hables con la boca llena, Jamie -dijo Lexi mientras el doctor se marchaba.
Sintiéndose repentinamente generoso, Jake le sonrió. Después de todo,
parecía ser un buen doctor, y no se le podía culpar por encontrar atractiva a Lexi. Al
menos había tenido el tacto de apartarse cuando Jake había entrado en escena.
-Supongo que te sentirás muy orgulloso de ti mismo -dijo Lexi interrumpiendo
sus pensamientos.
Él la miró, aún sujetándola de los hombros. Sus enormes ojos canela brillaban
de modo inquietante.
-¿A qué te refieres?
Ella señaló el brazo que la tenía aplastada contra él.
-Me refiero a este gesto de hombre de las cavernas -girando los hombros se
libró de él-. Gracias a ti, ese agradable doctor posiblemente nunca coqueteará
conmigo de nuevo.
-Si realmente lo quieres, puedo ir a buscarlo.
-No será necesario. Papá estará aquí una o dos semanas.
Con Jamie delante, se dirigieron a los ascensores.
-¿Y entonces qué? Pensé que tu corazón pertenecía a Brad McCauley.
-Ya he oído todo lo que quiero sobre Brad esta noche. Dios mío, casi siento
haber salido con ese hombre.
-Pensé que ibas a ir al baile de la cosecha con él.
-¿Dónde has oído eso? -preguntó ella, mirándolo sorprendida.
-Yo se lo dije -dijo Jamie.
-¿Dónde lo has oído tú? -exigió Lexi.
Jamie se encogió de hombros y entró en el ascensor.
-Todos lo saben. Supongo que Brad se lo dijo. ¿A qué botón le doy, mami?
Ella entró detrás de él y señaló el de la planta baja. Jake entró y las puertas
se cerraron.
-Le dije que me lo pensaría -dijo Lexi irritada--, no que iría. Le dije que
dependería de papá.
Jake mantuvo la mirada al frente.
-Creo que ese hombre se toma demasiadas libertades.
-¿A qué te refieres?
-Actúa como si fuera el dueño -las puertas se abrieron y salieron.
Mientras Jamie corría delante de ellos hacia la salida, Jake continuó.
-Además, Lexi, no me gusta el modo en que te mira.
- Parece que no gusta el modo en que me mira
ningún hombre -observó ella mirándolo furiosa. Jamie se detuvo en las puertas
de salida, les hizo un gesto y entonces siguió hacia el aparcamiento. Lexi y Jake le
seguían, dejando la distancia justa para mantener su conversación en privado.
-Bueno, puede que yo sepa de hombres un poco más que tú -dijo Jake.
- Pareces mi padre -se detuvo y miró indignada a Jake-. No soy Caperucita
Roja, y no necesito ser salvada del lobo malo. Puedo cuidarme sola muy bien, gracias.
El la cogió del brazo.
-No intento ser tu padre, Lexi, ni siguiera tu hermano mayor. Así que si eso es
lo que piensas, sácatelo de la cabeza.
-Entonces, ¿qué intentas hacer?
-Puede que sólo intente mantenerte apartada de otros hombres, maldita sea.
¿Se te ha ocurrido eso? -preguntó muy despacio.
-Pero, ¿por qué?
¿Realmente tienes que preguntarlo?
A Lexi se lo pusieron las rodillas como flanes. -Quiero oírte decirlo -susurró.
-Te quiero para mí. ¿De acuerdo? Lo he dicho.
¿Y ahora qué?
-Eh, vosotros -gritó Jake desde el coche-. Tengo hambre. Vamos.
-Ahora supongo que tomaremos una pizza -dijo Lexi intentando calmar su
corazón.
Jake le cogió de la mano y empezaron a caminar.
-Gracias a Dios que está oscuro -murmuró Jake.
-¿Por qué?
-Porque tengo una erección enorme, y no puedo hacer mucho por ocultarla.
-¡Jake!
-Tú me has preguntado -dijo apretando su mano-. Y no me digas que no sientes
lo mismo.
-No creo que pudieras, bueno, ya sabes... con tus costillas y el hombro y todo
-balbuceó con las mejillas ardiendo-. Bueno, apenas puedes vestirte. ¿Cómo ibas a...?
-Posiblemente no podría -dijo Jake deteniéndose y frotando con la rodilla su
muslo al girarse para mirarla-. Pero eso no evita que quiera intentarlo.
-¡Oh, Jake! No sé.
Lexi movió la cabeza confundida. Su corazón latía fuertemente, su cuerpo
palpitaba, su cabeza daba vueltas, y en todo lo que podía pensar era en
aquella otra noche de años atrás en la que Jake le había enseñado el
significado de la palabra amor en su sentido más erótico. En todo lo que podía pensar
era en lo que daría por estar ahí de nuevo.
Poniéndole el brazo en la espalda, Jake la miró fijamente.
-Tenemos mucho de que hablar -dijo.
Lexi asintió. Sus labios estaban tan cerca que casi podían tocarse. Ella respiró
profundamente y sintió sus pechos aplastarse contra sus costillas.
-Je hago daño?
-No importa.
Con la mano libre, ella la metió por su camisa y acarició suavemente las vendas
bajo la camiseta.
-Insistes en vivir peligrosamente, ¿verdad?
-Supongo.
-Quiero que te pongas bien.
-Quiero hacerte el amor.
Lexi cerró los ojos, mareada.
-Ni siquiera podemos besarnos sin que tu te quedes doblado de dolor.
-Eso fue hace mucho. Ahora estoy mejor.
Ella sonrió y abrió los ojos.
-Fue hace dos semanas -corrigió suavemente.
-Me parece casi un año... Sé que tienes razón, pero eso no evita que te desee. Y
no poder hacer nada sólo me pone peor.
Ella apartó la mano de sus costillas a su mejilla.
-Necesitamos hablar.
-No me digas que nunca va a suceder.
-¡Eh! -gritó Jamie caminando hacia ellos.-. ¡Tengo hambre!
Sintiéndose culpables, Lexi y Jake se separaron, pero no antes de que Jamie
inclinara la cabeza con repentino interés.
¿Qué estáis haciendo?
Tu madre tropezó -dijo Jake . Yo la cogí antes de que cayera.
Jamie los miró, con los ojos de Jake a Lexi y de nuevo a Jake antes de que su
mirada se posara en su madre con claro escepticismo.
¿Vamos a comer? -preguntó finalmente, dejando el otro tema.
-Claro, corazón -Lexi caminó hacia el coche, tirando de Jake con ella-. Vamos,
Jake. Vamos a comprar una pizza.
El camino hacia la pizzería fue silencioso. Jake giró la cara hacia la ventanilla y
pareció dormirse casi en cuanto el coche arrancó. Jamie estaba en el asiento
trasero, dando claras muestras de estar enfurruñado, y Lexi condujo silenciosa llena
de dudas y remordimientos.
Su padre estaba todavía en el hospital recuperándose de una operación del
corazón. Su hijo estaba enfrentándose a muchos cambios en su mundo. Su hermana
estaba acosándola con cosas sobre las que Lexi no tenía control. Y los impulsos
libidinosos de Jake tenían que ser el resultado del aburrimiento y el aislamiento. Ella
no podía creer que hubiera algo más en ello.
Por suerte era algo discutible. A pesar de lo que los dos desearan, Jake no era
capaz de más aparte de formarse ilusiones. Y cuando pudiera, ya se habría
marchado. El pensamiento debía alegrarla, pero sintió una pena tan fuerte que ni
siquiera pudo intentar mentirse a sí misma.
Lo quería. El cielo la ayudara, incluso si fuera sólo por una noche, preferiría
pasar el resto de su vida reviviendo esa única noche que preguntándose cómo habría
sido si hubiera tenido el coraje de decir que sí.
-¡Eh, mamá, ahí está! -gritó Jamie de detrás de ella.
Un segundo más tarde su brazo apareció señalando junto a la cabeza de Lexi,
dándole un susto terrible.
-Oh, Jamie, no vuelvas a hacer eso -dijo asustada poniéndose la mano sobre el
corazón.
-¿Qué jaleo es éste? -preguntó Jake, girando la cabeza.
-¡Ibas a pasártela! -gritó Jamie prácticamente en su oreja.
-No... -Lexi empezó a negarlo, pero su conciencia no se lo permitía; había
estado sumida en sus pensamientos-. Bueno, es posible. Pero no tenías que gritar.
-¿Te he asustado?
Ella casi le pudo ver sonreír mientras apartaba
su brazo y volvía a su asiento.
-Sí -Lexi se acercó a la pizzería-. Y que sepas que no es prudente chillar a
sonámbulos ni a conductores soñadores.
-Ni a osos dormidos -añadió Jake gruñón.
Echó una mirada inquietante por encima de su hombro al asiento trasero, y
entonces volvió a mirar el edificio delante de ellos. Se desabrochó el cinturón y
abrió la puerta.
-¿Estás mejor de verdad? -preguntó Lexi pensando en futuras posibilidades.
-Estás costillas me molestarán hasta la próxima década -dijo empezando a
salir--. Pero no me duelen como antes.
Lexi esperó hasta que todos salieron para cerrar las puertas. Y todos
entraron.
Jake se dirigió a una mesa tranquila al final, donde las luces eran más suaves y
las velas menos brillantes sobre los manteles de cuadros rojos y blancos. Jamie se
encaminó hacia las máquinas de juegos junto a la entrada. Tras asegurarse de que se
quedaría donde ellos pudieran verlo, Lexi siguió a Jake.
Solos bajo la luna, en el cielo abierto, las cosas que ella había dicho no le
habían parecido tan atrevidas. Pero dentro de un restaurante, rodeados de gente,
estaba avergonzada al recordarlo. Necesitamos hablar. ¿Cómo podía haber dicho
algo así? ¿Cómo podría haber accedido él? Ellos no tenían nada que hablar aparte del
hecho que querían hacer el amor y no podían.
Y eso no era precisamente algo que ella quisiera hablar en público, ni siquiera
en privado, ya que había tenido la oportunidad de recuperar la razón.
-Tienes el ceño fruncido -dijo Jake mientras Lexi se sentaba a su lado.
-¿Sí? -se pasó una mano por la frente para suavizarla, pero sólo se profundizó
el ceño. -¿Qué ocurre?
-Nada. Supongo que estoy cansada.
-Yo podría conducir el resto del camino a casa -se ofreció Jake.
Lexi sonrió y su rostro se relajó.
-A lo mejor te dejo. -Bueno, ¿qué tomamos?
-A Jamie le gusta sólo de jamón.
-Y a ti de pimiento y cebolla. Lexi sonrió.
-Vaya memoria.
-Te sorprenderías de las cosas que recuerdo-dijo con voz ronca.
-¿Sí?-su puso colorada por los recuerdos eróticos que cruzaron su cabeza.
-¿Mitad y mitad?
Las palabras penetraron en sus sueños y sacaron a Lexi de ellos de un tirón.
-¿Qué?
-Mitad de jamón y mitad de pimiento y cebolla-dijo Jake mirándola con
curiosidad-. ¿Estábien?
-Oh, sí. ¿De qué tamaño?
El calor que subió a su cara en ese momento fue de pura vergüenza.
-Considerando que tenemos un muchacho en edad de crecer y un hombre
hambriento, yo diría una grande.
-De acuerdo.
Jake se levantó para pedir. Lexi, al quedarse sola, sintió que su imaginación
empezaba a desbordarse de nuevo. Cerró los ojos y respiró profundamente.
Tenía que acabar con eso. Había dejado de ser una adolescente, y Jake
definitivamente no era el héroe que ella se había formado en sus fantasías
virginales. Era un hombre de carne y hueso con fallos y debilidades, y era más que
capaz de romper su corazón y arruinar su vida. No lo haría a propósito, pero lo haría
de todos modos.
Ella era tierra y él fuego. Y sabía que no había modo de estar cerca de él sin
quemarse con su calor. Lexi aún tenía las cicatrices de la última vez.
Jake se sentó frente a ella y le cubrió la mano con la suya.
- Pareces pensativa.
Un poco.
Los dedos fuertes y ásperos de Jake acariciaron su mano.
-Los dos queremos decir cosas. ¿Quién empieza?
-No estoy segura de que éste sea el momento
y el lugar -Lexi empezó a separar la mano, pero los dedos de Jake se aferraron
a su muñeca.
-¿Por qué no?
-No creo que Jamie esté muy cómodo con la idea de nosotros... tú y yo, siendo
algo más que amigos.
-Jamie no está aquí ahora mismo -Jake apartó la mano y empezó a juguetear
con el tenedor-. Mira, Lexi, esto tampoco es fácil para mí. He estado confundido
contigo desde hace mucho tiempo.
-¿Cuánto?
-Desde la noche en que cumpliste dieciséis años, para ser exacto.
A ella comenzó a palpitarle el corazón con furia. Ella nunca olvidaría aquella
noche. Recordaba el cielo azul y el aroma de pino en el aire. Recordaba cada palabra
que Jake le había dicho y cada mirada que le había dicho más que las palabras. Se
había sentido aquella noche como una mujer, una mujer enamorada, y Jake le había
hecho sentirse así.
Jake apartó el tenedor y descansó la mano sobre la mesa.
-Si tú hubieras sido incluso sólo un año mayor, todo podría haber sido
diferente. Pero una chica de dieciséis años, no importa lo tentadora que sea, es
demasiado joven para que un hombre de veintisiete años piense en ella.
Pero tú pensabas en mí.
-Oh, sí, pensaba en ti. La noche de tu fiesta, era muy difícil ignorarte con el
pelo suelto y rizado, y agitando tus enormes ojos marrones a cada hombre.
-No lo hice.
-Sí -insistió Jake sonriendo-. Y llevabas ese vestido de fiesta rosa con el
escote tan bajo que tu padre te seguía con un jersey que no dejaba de intentar que
te pusieras.
Lexi se rió, recordando esa parte de la fiesta por primera vez desde hacía
años. Pobre papá.
-Pobre papá, sí. Su niña estaba creciendo justo delante de sus ojos. Delante de
los ojos de todos. Y todo el mundo se estaba dando cuenta -dijo Jake bajando la voz
a un susurro.
Un calor sensual, lento y delicioso se extendió por ella al sonido de su voz.
-A mí no importaba la gente. Sólo me importabas tú -dijo Lexi mirándolo
directamente a los ojos.
¿Es por eso que me seguiste fuera de la fiesta cuando me marché?
Sí.
Como si estuviera sucediendo de nuevo, ella podía verle girarse al sonido de su
voz, esperando hasta que ella llegó a su lado. Con nadie más a la vista, Lexi le había
pedido un beso de cumpleaños. Él había vacilado, y ella se había puesto de puntillas,
apenas rozando sus labios con los de él en una
caricia. Cuando ella se apartó, los brazos de Jake la habían rodeado,
apretándola contra él.
Eso había sido todo. Animada, ella había rozado sus labios una vez más. Pero
esa vez, él había reaccionado, al principio reacio, y luego con una intensidad que
había tenido en un completo contacto de sus cuerpos, con jadeos sin aliento.
Lo último que ella recordaba era la mirada horrorizada de Jake al mirar hacia
abajo, hacia ella y entonces girarse y desaparecer en la noche. Hasta ese momento,
el beso había sido todo lo que ella había soñado que sería.
-¿Por qué te marchaste así? -preguntó ella al recordar el dolor que había
sentido.
-Porque me asusté -tocó su mano y la acarició con la punta de los dedos-. Tú
eras demasiado joven para saber lo que estabas haciendo, y yo era un hombre adulto
considerando seriamente cosas que posiblemente eran incluso ilegales y pervertidas.
-La gente lo ha hecho antes.
-Créeme, Lexi, fue muy tentador durante el par de minutos en que perdí
completamente la cabeza. Entonces conseguí recordar que eras una niña. Y salí de
ahí mientras aún pude.
-Yo te quería mucho.
-El sentimiento era mutuo, créeme, pero tu padre me habría matado, Lexi. Y
habría tenido razón. Eso habría sido lo más estúpido que ninguno de los dos habría
hecho.
-¿Oh, en serio? ¿Más estúpido que casarte con Dolores tres meses después?
-Eso es otra historia.
-Me gustaría oírla --insistió Lexi.
-Puede que en otro momento. No es algo de lo que quiera hablar esta noche.
-¿Y de qué quieres hablar esta noche?
-De lo mucho que quiero hacerte el amor. De repente, débil por el efecto de
sus palabras, Lexi se llevó la mano a la frente para que dejara de darle vueltas la
cabeza.
-Jake...
-Lo sé. Acabamos de venir del hospital. Toda tu vida es un torbellino ahora
mismo y esto está algo fuera de lugar.
-No es eso.
-¿Entonces, qué? -preguntó suavemente. -La última vez... bueno, la única vez
que hicimos el amor, tú te marchaste sin decirme ni adiós.
Mi padre fue el que me dijo que no ibas a volver. -Estás enfadada.
-No lo sé... Sé que estoy asustada, asustada de que lo hagas de nuevo si te doy
la oportunidad.
-Nunca debía haberte hecho el amor aquella noche.
Furiosa de repente, Lexi intentó apartar la mano de él, pero Jake no la dejó.
-Escúchame - insistió Jake-. No debí, pero hubiera vuelto a hacerlo si hubiera
tenido la oportunidad. El único modo en que podía evitarlo era marchándome.
-¿Y qué había de mí? Yo fui quien te sedujo aquella noche.
El fantasma de una sonrisa cruzó el rostro de Jake.
-No recuerdo haberme resistido mucho -frunció el ceño-. A la mañana
siguiente puse los pies en la tierra, Lexi. No tenía dinero, ni trabajo, ni futuro.
Incluso había alquilado mi rancho por diez años sólo para cumplir el acuerdo de
divorcio con Dolores.
- Bueno, eso es muy noble, ¿pero qué ha cambiado ahora de hace diez años?
-Tú ya no tienes dieciséis años. Y yo soy demasiado viejo para ser noble. Ni
siquiera puedo dormir por las noches pensando en ti... en todas las oportunidades
perdidas -dijo con pasión entrelazando sus dedos con los de ella-, en lo bien que te
siento entre mis brazos.
La furia de Lexi había desaparecido. Sabía que él no le ofrecía un futuro, pero
estaba ofreciéndole mucho más de lo que ella había tenido nunca con otro hombre.
Estaba ofreciéndole otra oportunidad para disfrutar de la noche más maravillosa de
su vida.
-Yo también he pensado cosas parecida --admitió tragando saliva-. Y ahora,
¿qué?
Él se llevó su mano a sus labios.
-Sólo quería que supieras que voy a seducirte en cuanto pueda
-Bueno, gracias-dijo Lexi mareada al pensarlo-. Una dama tiene que estar
prevenida.
-El placer es mío, te lo aseguto.
Capítulo 10
L EXI estaba de pie junto a la ventana de la cocina que daba al jardín, donde
Jake y Jamie jugaban con un balón de béisbol bajo el aire otoñal, con su camaradería
en pleno auge de nuevo. La tensión que había aparecido después del viaje al hospital
una semana antes se había olvidado, en gran parte a los esfuerzos de Jake.
Mientras miraba, Jamie echó el balón a Jake, que dio dos pasos atrás, y lo
cogió con las dos manos antes de que chocara con su estómago. Girando a su
izquierda, lo lanzó hacia Jamie.
Jake aún llevaba el cabestrillo, y sus costillas seguían vendadas, pero tras tres
semanas de reposo se estaba curando. Al pensarlo, el corazón le dio un bote. Se
mordió el labio inferior para evitar sonreír, pero su boca esbozó una sonrisa de
todos modos. Pronto Jake tendría dos brazos para sujetarla y un pecho lo bastante
fuerte para soportar su peso.
¿Y luego qué? La pregunta resonó en su mente, alelando la alegría como humo
en el viento. ¿Serían una o dos noches suficientes para hacerla soportar el dolor de
corazón que seguiría? Porque hicieran o no el amor, él se marcharía en cuanto su
padre estuviera bien.
Jake le había dicho que la deseaba, pero no había dicho que la amaba. Había
dicho que soñaba con ella, pero no que se quedaría con ella. Él le haría el amor y
después se marcharía.
Lexi se agarró con fuerza a la pila y respiró profundamente. Cuando levantó la
mirada de nuevo, vio a Jake corriendo para coger el balón. Su rostro estaba relajado
y sonriente. Sus ojos verdes brillaban risueños mientras cogía el balón y se
enderezaba de nuevo. A los cuarenta y un años, era una versión más curtida, madura
y atractiva del muchacho a quien ella había adorado y el hombre al que había llegado
a amar.
La risa de Jamie sonó cuando Jake giró y le lanzó el balón. Lexi vio a su hijo
correr hacia atrás para recibirlo. Su rostro feliz y ojos risueños eran tan similares a
los que acababa de ver, que sus manos apretaron tanto la pila que sus nudillos se
pusieron blancos.
Inclinándose hacia la ventana, pestañeó, movió la cabeza para aclarar su visión
y miró de nuevo. Con los años, los parecidos que ella había visto los había achacado al
producto de su imaginación hiperactiva. Pero en ese momento, mientras miraba, la
vieja sospecha creció. No podía ser. No podía ser. ¿Pero y si lo era?
Dolores le había jurado que no se había acostado con Jake durante meses
antes de dejarle. Pero Dolores solía mentir. Si alguien lo sabía, sería su madre.
Después de todo, había sido idea de Cordelia esconder el embarazo de Dolores tras
la identidad de Lexi.
Incluso después de diez años, el recuerdo aún dolía. Nunca había sido un
secreto que Dolores había sido la favorita de su madre, pero Lexi nunca se había
dado cuenta de ello hasta el día en que había visto la partida de nacimiento de
Jamie. Su mundo se había derrumbado cuando había leído su nombre. Alexandra
Lorraine Conley, aparecía como la madre de James Franklin Conley, el nombre que
ella había planeado dar a su propio hijo cuando tuviera uno. Y donde debía estar el
nombre del padre, sólo ponía "desconocido".
Después de eso, las cosas habían ido de mal en peor.
Dejando el recuerdo atrás, Lexi corrió al teléfono del salón. Su mano temblaba
mientras marcaba el número de su madre. Al quinto ring, suspiró aliviada al oír a la
criada. Mientras iba a buscar a su madre, Lexi intentó calmar su corazón.
-¿Sí? -preguntó su madre dulcemente al teléfono.
-¿Madre? -dijo Lexi casi sin voz por el nerviosismo.
-¿Dolores? ¿Estás bien, querida?
-No, soy yo. Lexi -dijo sentándose.
-¿Lexi? ¿Qué ocurre? No pareces tú -se alarmó-. ¿Es tu padre? ¿Ha ocurrido
algo?
-No, no. Está bien. Le enviarán a casa dentro de una semana o algo así.
Cordelia suspiró aliviada.
-Me alegro. Dolores me dijo que había hablado contigo.
-Sí. Por eso llamo.
-Bueno, suéltalo, querida. Tengo invitados que vienen a cenar, y la florista
llegará en cualquier momento. Hay un millón de cosas que debo hacer.
-Parece una gran fiesta -dijo Lexi, ganando tiempo para armarse de valor.
-Oh, no es nada, pero a Lloyd le gusta así. Es muy especial. Bueno, ¿qué es,
Lexi? Tengo prisa.
-Bueno, madre... -respiró y soltó el aire despacio-. ¿Has notado algo en Jamie
que fuera... bueno, familiar?
-Lexi, ¿de qué hablas? Es mi nieto. Claro que es familiar.
-No -dijo Lexi impacientándose tanto como su madre-. No me refiero a eso.
¿Te recuerda a alguien? ¿En las fotos has notado que se parezca a alguien?
-Bueno, no se parece nada a Dolores.
-¿En sus visitas, te has fijado alguna vez en la
forma de moverse y en las cosas que hace? -Bueno, sí, y quería hablarte de
eso, Lexi. Sé que vive en un rancho y está acostumbrado a mucha libertad, pero ese
niño es demasiado revoltoso. Lloyd estaba pensando que a lo mejor una escuela
militar pudiera ser una buena idea.
-¡Oh, santo Dios! -exclamó Lexi-. Si Lloyd fuera más tieso le podrías disecar.
Para eso no te he llamado.
-Lloyd puede ser un poco rígido, pero es enormemente rico, querida, y espero
que seas agradable con él -replicó Cordelia-. Además, yo ya le he dicho que tú nunca
estarías de acuerdo. Oh, la florista está aquí, querida. En serio, tengo que irme.
-¡Madre, espera!
-¿Qué?
-Sé que Dolores lo niega, pero...
-Jake no es el padre de Jamie -dijo Cordelia como si pudiera leer la mente de
Lexi.
-Cuando les veo juntos, eso es muy difícil de creer.
-Soy tu madre, Alexandra. ¿Dudas de mi palabra?
Lexi pensó en todos los años de decepciones, engaños y rechazos. Suspiró
cansada.
-Madre, si he aprendido algo en toda mi vida, es que tú no te detendrás en
nada para proteger a Dolores. Yo he sido para ti un sacrificio a mano más de una vez.
- Me duele oírte decir eso, Lexi.
-Puedo preguntarle a Jake, madre. Si averiguo que Dolores se acostó con él
justo antes de marcharse, si me entero de que me mintió en eso, entonces sabré que
Jake pudo ser el padre y posiblemente lo sea.
-Y entonces, ¿qué harás? ¿Se lo dirás? ¿Arriesgarás que pueda quitarte a
Jamie? Porque sabes que podría. Ahora los padres tienen derechos. ¿Es eso lo que
quieres?
Era el tono de su madre más que sus palabras lo que dolía, pero era un dolor
que Lexi conocía bien. Ella había aceptado mucho tiempo antes que era una hijastra
para su propia madre. Y también había aprendido que al final, había sido la afor-
tunada.
-Si Jake es el padre -dijo Lexi despacio tiene derecho a saberlo.
-Eres una boba, Lexi. Para todo el mundo tú eres la madre de Jamie. Yo me
ocupé de eso. Yo, tu madre. Yo lo arreglé de modo que los médicos y el hospital
pensaran que Dolores era Alexandra Conley. Yo lo arreglé para que pudieras abando-
nar California con Jamie como tu propia hijo y nadie supiera nunca la verdad. ¡Y
ahora estás amenazando con estropearlo todo!
-Esa decisión habré de tomarla yo, madre. A lo mejor tú has basado tu vida en
el engaño, pero yo no planeo vivirla así. Jamie siempre ha sabido que era adoptado, y
cuando sea lo bastante mayor, pienso decirle quién es su madre natural.
-¡No te atreverás! -gritó Cordelia.
-Claro que sí --dijo Lexi tranquila -. Y cuando le hable a Jamie de su madre, ¿no
crees que hará preguntas sobre su padre? Jamie tiene diez años, madre. Ya está
empezando a hacer preguntas. ¿Cuánto tiempo más crees que puedo seguir dándole
excusas?
-¡No puedes decírselo! ¡Prometiste no hacerlo!
-Yo no tenía ni veinte años. Fue un golpe duro cuando averigüé lo que habías
hecho a mis espaldas. Yo fui a California para ayudar a mi hermana a superar un
divorcio traumático. Ni siquiera sabía que estaba embarazada hasta que la vi. Y
nunca soñé que la única razón por la que me querías allí era para tenderme una
trampa.
-Eso no supone ninguna diferencia. Tú aceptaste el bebé. Accediste a ello.
-Claro que accedí, después de que Dolores amenazara con darlo en adopción si
no lo hacía -Lexi apretaba el teléfono con tanta fuerza que los dedos le empezaban a
dar calambres-. Después de que yo llevara cuidándole semanas. Después de que me
hubiera enamorado del bebé.
Las lágrimas asomaron a su voz al recordarlo, y el corazón se le partió al
pensar en ese bebé diminuto y perfecto apartado por una madre que nunca le había
querido. Algunas personas nunca deberían ser madres. Dolores era una de ellas, y
Cordelia posiblemente otra.
Como la propia Lexi, Jamie tenía suerte de haber sido rechazado, suerte de
haber sido recogido por los brazos de su nueva madre y llevado al rancho en las
afueras de Santa Fe donde él, como ella, conocería lo que era crecer siendo real-
mente amado.
- No te pongas emocional, Alexandra --le ordenó su madre-. Sabes lo que me
disgustan las lágrimas.
Lexi respiró profundamente y se calmó. El pasado había quedado detrás. Jamie
era suyo, y no había nada que nadie pudiera hacer por cambiar eso. Cuando el
momento llegara, él le diría todo lo que él necesitara saber y no más. No había razón
para que tuviera que escuchar todos los detalles feos.
-No te preocupes, madre. No haré nada aún. Ha habido demasiado dolor. No
quiero que nadie sufra nunca más por nada de esto --fijo totalmente calmada-. Me
doy cuenta de que esto también ha de ser decisión de Dolores.
-Ella nunca accederá.
-Yo creo que sí, a su tiempo. Creo que llegará el día cuando ella querrá que lo
sepa. -Has perdido la cabeza.
-Ya veremos -como de costumbre, siempre que hablaba con su madre, Lexi
estaba deseando terminar con la conversación para poder recuperar su paz mental--.
¿No está esperando la florista?
-Sí, bueno, prométeme que lo pensarás, Alexandra. ('reo que si miras esto de
un modo realista, serás sensata.
-Que tengas una agradable velada, madre -dijo Lexi quitándose el auricular de
la oreja.
-Da recuerdos a tu padre, querida.
Las palabras de despedida de su madre, apenas oídas, hicieron sonreír a Lexi
mientras colgaba. La última vez que le había dado a su padre el mensaje, él había
dejado claro que no quería oír nada más de «esa maldita mujer». Para él, el pasado
era un libro cerrado.
Lexi se preguntó si no sería mejor que ella adoptara la misma actitud. A lo
mejor algo de lo que su madre había dicho era cierto. ¿Sería Jamie más feliz
conociendo la verdad? ¿O se sentiría como se sintió Lexi cuando su madre se quedó
con Dolores y a ella la envió con su padre?
Lexi había necesitado media vida para darse cuenta de que el fallo no había
estado en ella misma, sino en su madre. No quería que Jamie pasara por eso, pero no
sabía cómo podría evitarlo una vez le dijera la verdad.
Le dolía la cabeza de todas las preguntas sin respuestas mientras se ponía de
pie. Mejor trataría esos problemas como hacía siempre; dejándolos para el día
siguiente, y rezando para poder encontrar una respuesta.
Lexi aparcó delante de la casa justo antes de la puesta de sol. Ella y su padre
habían pasado la mañana hablando con los doctores, y estaba feliz al pensar que su
padre volvería a casa después del fin de semana. Aún necesitaría muchos cuidados.
pero con Twyla y Manuel para ayudar, había podido asegurar a los doctores que no
habría problema.
Una sonrisa encendió su rostro mientras salía del coche. Pero en lugar de
entrar en la casa, se sentó en el borde de la fuente de piedra. Desde lo alto, desde
donde una vez había caído el agua, había una cascada de plantas. Las delicadas flores
rosas y blancas sobre las hojas verdes formaban una bella alfombra a su alrededor.
Sus dedos acariciaron los pequeños pétalos de una rosa, y Lexi suspiró feliz. Su
padre viviría. Pronto estaría en casa. El grado de su alivio le indicó lo preocupada que
había estado. A lo mejor ya podría tranquilizarse y disfrutar un poco más de la vida.
Por las preguntas que su padre le había hecho, Lexi sabía que seguía teniendo
la esperanza de que Jake se quedara. Ella casi había empezado a esperar lo mismo.
Jamie iba directamente a casa desde el colegio esos días, y pasaba las tardes con
Jake en vez de con Manuel u otro de los trabajadores. Incluso Twyla parecía más
sonrosada que de costumbre cuando Jake estaba cerca, y las comidas en el rancho
nunca habían sabido mejor.
La puerta de la casa se abrió y se cerró de golpe. Lexi levantó la cabeza
esperando ver a Jake. Pero en su lugar vio a Brad McCauley caminando
enérgicamente y directamente hacia ella.
-Lexi -se detuvo delante de ella y se puso los puños en las caderas-. ¿Por favor,
puedes decirme qué está intentando hacer ese maniático?
Como Lexi no estaba interesada en la última pelea de Brad con Jake, se
encogió de hombros.
-Posiblemente no. Jake está ahora a cargo del rancho y yo he estado fuera
todo el día.
Bueno, tienes que detenerle. ¿Cómo voy a poder hacer mi trabajo si tengo que
estar subiendo aquí todo el día?
-¿A qué te refieres?
-Está revisando cada transacción que yo he hecho durante los dos últimos años.
Me está haciendo buscar recibos de venta de ganado y facturas de compras de
alimentos que han estado guardadas durante años y medio --explicó furioso-. Odiaría
tener que molestar a Frank en el hospital con esto, pero no voy a aguantar mucho
más.
-¡No!-alarmada, Lexi se puso de pie-. ¡No hagas eso! Yo me ocuparé. Sea cual
sea el problema, yo lo arreglaré. Pero no puedes llamar a mi padre bajo ninguna
circunstancia. No quiero que piense, oiga o sueñe con el trabajo durante al menos
otras seis semanas.
Por supuesto -dijo Brad calmándose visiblemente--. Yo... yo no haría eso, Lexi.
Ni siquiera he debido decirlo. Sólo estaba furioso.
Se quitó el sombrero con una mano y se pasó los dedos de la otra por el pelo.
Su expresión le recordó a Lexi la de un niño enfurruñado. -¿Qué pasa, Brad?
-Algo en ese hombre me irrita.
Se puso de nuevo el sombrero y se bajó el ala sobre los ojos.
-Eso es comprensible. Ahora mismo, Jake está haciendo un trabajo que a ti te
gustaría tener. Y tú tienes el trabajo que él solía hacer. Cierto antagonismo entre
los dos es natural.
-Es más que eso -dijo Brad mirándola-. Creo que él tiene celos de algo más que
del trabajo.
Lexi se puso nerviosa.
- ¿A qué te refieres? -preguntó, sabiéndolo de antemano.
Brad bajó la mirada.
-A nada -la miró de nuevo, más relajado-. ¿Te has decidido sobre el baile de
este fin de semana? Aún me gustaría llevarte si tú quieres ir.
Lexi se sorprendió.
-¿Es este fin de semana?
-Claro -sonrió-. Te haría bien salir y divertirte un poco. Debes estar agotada
después de todas las horas que has pasado en ese hospital.
-Lo estoy -se sentó de nuevo en la fuente -. Me has pillado desprevenida. No
sabía que fuera tan pronto.
-Sólo quedan dos noches -le cogió la mano . Te diré algo... piénsalo esta noche y
dame la respuesta mañana. ¿Te parece bien?
-Muy bien-Lexi sonrió mientras apartaba la mano-. Me parece bien.
Se frotó la mano contra la falda mientras le veía marcharse. No necesitaba una
noche para saber que no iría al baile con Brad. Necesitaba una noche para saber
cómo se lo diría.
Entonces se abrió la puerta de nuevo y una figura alta y oscura apareció en el
rectángulo amarillo de la puerta.
-¿Vas a entrar?
Ella no podía ver su rostro claramente por las sombras, pero su voz no sonaba
alegre.
-Pensé quedarme aquí un rato para disfrutar del aire fresco --respondió Lexi
suavemente.
Jake cerró la puerta y avanzó hasta el extremo del portal.
-He estado esperando a que volvieras a casa.
Lexi se alarmó.
-¿Ocurre algo? ¿Jamie...?
-No, Jamie está bien. Está arriba, haciendo los deberes.
-Oh, ¿entonces qué va mal?
Jake bajó los escalones y se apoyó contra uno de los pilares que soportaban el
techo del porche.
-¿He dicho que algo vaya mal?
-No, pero sonaba así tu voz.
-A lo mejor simplemente no me gusta que le des la mano a un ladrón como Brad
McCauley.
-¿De qué estás hablando? -preguntó de pronto enfadada--. ¿Y qué estabas
haciendo? ¿Mirando desde la ventana?
- La verdad es que sí -dijo Jake despacio-. No confío en McCauley, así que
estaba viéndole marcharse. ¿Y adivinas lo que vi en su lugar?
-Lo que viste fue que se quejó sobre ti. ¿Sabes que pensaba llamar a papá al
hospital?
Jake se acercó a ella.
-Eso no sería buena idea.
-Eso es lo que le he dicho. Así que le prometí que yo solucionaría todo. Bueno,
¿cuál es el problema?
-¿Por eso te estaba dando la mano? ¿Te estaba dando las gracias por salir en
su rescate?
- No es asunto tuyo, pero me estaba pidiendo que fuera al baile con él el
sábado.
Ese hijo de puta susurró Jake.
-¿Qué te pasa? -preguntó Lexi poniéndose de pie con las manos en las
caderas-. Sé que fuiste capataz aquí, Jake, pero enfréntate a los hechos. Dejaste el
trabajo, y Brad es ahora el capataz. Así que supéralo ya.
-¿Superarlo? ¿Superarlo? -casi gritó
-¿Es eso lo que has dicho?
-Sí, eso es lo que he dicho -Lexi levantó la barbilla.
-Estás haciendo el tonto con esta vendeta.
-Estoy haciendo el tonto -repitió suavemente con furia en la mirada -. ¿Yo soy
el tonto? A mí no me lo parece. Yo no soy el que permite a un ladrón que me hable
dulcemente y me lleve a la cama.
Lívida de furia, Lexi apretó las manos en puños.
-Tienes suerte de que no te abofetee por esto.
-¿Vas a ir con él? -preguntó Jake ignorando su amenaza.
-Aún no me he decidido.
-¿Qué quiere decir eso? Es una decisión simple. ¿Sí o no?
-No lo sé.
Lexi tenía la espalda contra la fuente. No podía retroceder más, pero Jake
siguió avanzando. Sus muslos rozaron los suyos. Sus dedos se metieron por su pelo
en la nuca.
-¿Sí o no? -preguntó de nuevo.
Su puño se cerró en su pelo y tiró suavemente, echándole la cabeza hacia
atrás.
-No -susurró al fin, y al ver el triunfo en los ojos de Jake. cambió
rápidamente-. Sí.
-¿Cuál de las dos? - gruñó Jake.
Su respiración acariciaba sus mejillas mientras sus labios bajaron tanto que
casi rozaron los suyos. A Lexi le latía muy deprisa el corazón, pero no podía rendirse
a él. No podía decirle que había ganado.
-Sí.
-Maldita seas.
Su boca cayó sobre la suya en un beso castigador y apasionado. Su muslo
empujó entre sus piernas, presionando íntimamente mientras su lengua penetraba
despacio en el suave interior de su boca.
Palpitando, Lexi se agarró a él, hundiéndose en el beso que había dejado de ser
furioso y se había vuelto profundo y salvaje. Sus pechos le hormiguearon, y deseaba
sentir el peso dulce de su cuerpo sobre el suyo.
Estaba llena de deseo. Jake levantó la cabeza y ella jadeó cuando la cogió de la
cadera y la sujetó mientras su muslo empezaba con unos empujones rítmicos entre
sus piernas.
Lexi gimió y apretó la cara a su cuello.
-No vas a ir con él, ¿verdad? - preguntó con voz ronca junto a su oreja.
Ella negó con la cabeza y gimió de nuevo, incapaz de hablar, incapaz incluso de
creer lo que le estaba pasando.
-Vas a ir conmigo -Jake bajó la cabeza y habló junto a sus labios-. ¿Verdad?
-Sí -murmuró Lexi.
Subió sus labios a los de él, y Lexi le ofreció su boca, su cuerpo y su alma. Era
suya. Siempre lo había sido. La boca de Jake se cerró sobre la suya, tomando lo que
le ofrecía y dando ternura y pasión a cambio.
-Te deseo tanto que no puedo soportarlo -susurró seductoramente Jake.
Ella podía sentir su excitación, un abultamiento duro y caliente latiendo contra
su estómago, y se sintió culpable por haber permitido que la lujuria la cegara y
dejarle así.
- No debí...
-Sshh -Jake la abrazó con más fuerza-. Sé que estamos en medio del patio,
pero está muy oscuro, y estamos solos. Y he estado medio loco de pensar en esto.
-¿Esto?
-Esto -Jake se apretó contra su estómago, sin dejar duda de su excitación-. Y
esto -su beso fue rápido y duro y su pierna se deslizó entre las suyas de nuevo--. Y
esto.
Las terminaciones nerviosas seguían doliendo y palpitando salvajes, enviando
explosiones por el cuerpo de Lexi.
-Oh, Jake, ahora no. Aquí no. Otra vez no -suplicó Lexi, luchando contra el
placentero dolor en su interior.
-Lo sé -Jake la soltó de mala gana y se apartó, mirándola a los ojos-. Pero
pronto. Y cuando ocurra, será una noche muy, muy larga.
Capítulo 1 1
Y A está! -exclamó Jake colgando el teléfono-. ¡Lo tengo!
Cuando iba a subir las escaleras, Lexi se detuvo al oírle y entró al salón. Vio a
Jake levantarse de la silla y levantar el puño triunfante.
-¿De qué hablas? -preguntó, contenta de tener una excusa para interrumpirle.
Desde su encuentro en la fuente la noche anterior, no habían tenido un
momento a solas.
-Lexi, iba a llamarte -hizo una señal al sofá frente a la chimenea-. ¿Por qué no
nos sentamos?
Perpleja, ella se sentó en el sofá, y él a su lado, cogiéndola con su brazo bueno.
Jake la miró detenidamente.
- Te he echado de menos.
Lexi sonrió.
-No sabía que hubieras pensado en mí. Estabas trabajando cada vez que he
pasado por aquí.
-Oh, sí que he pensado en ti -dijo jugueteando con su pelo y besándola
suavemente-. No he hecho mucho más -susurró.
-Yo tampoco.
Jake sonrió ya la besó una vez más.
-Me alegra oír eso, porque quiero hablar contigo y no quiero que te disgustes.
Lexi se apartó para mirarlo a los ojos.
-¿Disgustarme? ¿Por qué?
-Sobre unas cosas que he averiguado desde que estoy aquí. Cosas que tu padre
me pidió que hiciera mientras él estaba en el hospital.
-¿Cosas? ¿Qué cosas? ¿Y por qué no sé yo nada?
-Oh, ya conoces a tu padre. No quería preocuparte.
-Sí, lo conozco. Soy una mujer, así que no debo preocuparme por nada. Nunca
cambiará -se encogió de hombros-. ¿Bueno, qué es?
-Bien, alguien, con la ayuda de uno o dos socios, ha estado cuidadosamente
quedándose con los beneficios del rancho, desde hace ya varios años. Y a medida que
Frank se ha puesto peor, parece que lo han hecho más descaradamente.
-¿Cómo? -se alarmó, sin poder creer lo que estaba oyendo--. ¿Quién? ¿Lo sabía
papá?
-Lo sospechaba, pero no tenía nada concreto. Pensó que a lo mejor como yo era
de fuera, podría notar algo que a él se le hubiera pasado.
-¿Y fue así?
-Al final. A lo mejor no lo crees, pero Jamie ha sido de gran ayuda. Todas esas
horas que pasaba con los ayudantes después del colegio le hicieron enterarse de
muchas cosas. -¿Por eso ha estado ayudándote?
-Sí, Jamie me ha ayudado con las crías de las dos pasadas primaveras. Tiene
una buena cabeza para los números, y siendo un niño, realmente le gustan esas crías.
Recuerda exactamente cuántas sobrevivieron durante los dos años pasados. Y nos
números no encajan con los que Brad McCauley le dio a tu padre.
¿No?
En primer lugar, ella no veía por qué iba a mentir Brad, y en segundo, no veía
que algo así importara.
-No -dijo Jake con firmeza-. La cuenta que él le dio a Frank se quedaba corta
en diez crías el año pasado y quince este año.
-Mira. Jake, quiero a mi hijo, pero si vas a acusar a Brad de ladrón, tendrás
que tener más que eso.
-Oh, lo tengo, Lexi. Tengo mucho más. Tengo una caja llena de facturas de
comida, venta de ganado, facturas del veterinario, y no sé qué más cosas donde él
cambió un poco los números y se embolsó la diferencia. Es poco, cierto, pero todo
suma.
Lexi se volvió para mirar sobre su hombro el montón de cajas junto a la mesa.
Si quería evidencias, ahí había muchas.
-Es difícil de creer -dijo despacio-. ¿Lo sabe papá?
Más que aturdida, tenía miedo de cuál pudiera ser la reacción de su padre. A él
podía no gustarle mucho Brad McCauley, pero había confiado en él.
Hablamos esta mañana -dijo Jake-. Frank piensa que tenemos todo lo que
necesitamos. Puedo echar a MccCauley cuando quiera.
-Un momento -dijo recordando la imagen apasionada de la noche anterior-.
¿Sabías esto anoche?
-Bueno, no hablé con tu padre hasta esta mañana, pero yo sabía el resto.
-¿Ibas a dejarme ir al baile con ese, ese, ese...?-se detuvo-. ¿Ese ladrón?
-Hice lo posible por evitarlo -dijo Jake medio sonriendo.
-¡Podrías habérmelo dicho! -gritó nada divertida, poniéndose de pie y
caminando de un lado a otro.
Cada vez que lo intentaba empezabas a gritarle recordó Jake.
El hecho de que tuviera razón, sólo la irritó más.
-Bien, ahora me siento como una tonta. Yo salí con ese hombre y yo le defendí.
-No lo sabías. Ni siquiera Frank sabía que era Brad.
Ella dejó de caminar y lo miró.
-¿No?
Jake se levantó y se unió a ella.
-No, y si yo no hubiera sido tan celoso respecto a Brad, estoy seguro de que no
habría apuntado hacia él tan rápidamente.
Lexi suspiró y Jake le acarició la mandíbula. -Aún así me hubiera gustado que
me lo hubieras dicho. ¿Está implicado alguien más del rancho?
Él le levantó la barbilla.
-Un tipo llamado Pepper, estoy seguro. Y posiblemente uno nuevo, Carver.
Ella soltó el aire que había aguantado. Al menos no era nadie que ella apreciara.
En eso podía estar agradecida.
-McCauley tenía cuidado con quién metía en el asunto. Esta mañana he
averiguado que no es la primera vez que ha hecho algo así.
-¿Vas a echarle simplemente? -dijo ella sintiéndose enfurecer-. ¿No ha
quebrantado ninguna ley?
-Bueno, es posible, pero nosotros sólo queremos librarnos de él.
-¿Pero qué hay del siguiente rancho al que vaya? Si ha hecho esto dos veces, lo
hará de nuevo.
-Las noticias vuelan. No le será tan fácil la próxima vez, y dudo seriamente que
vuelva a trabajar de capataz de nuevo.
Sin previo aviso, la puerta se abrió y Brad McCauley entró como una tormenta.
-¿Qué diablos quieres ahora, Thorn? -gritó, y se detuvo al ver a Lexi medio
escondida detrás de Jake-. ¿Qué es esto, Lexi? ¿Hablaste con él como me dijiste?
-Me temo que no he tenido la oportunidad, Brad -respondió Lexi luchando por
contenerse-. Jake me habló antes a mí.
-Bueno, puede que entonces podamos sentarnos todos -Brad cerró la puerta
tras él y entró en el salón-. Ya es hora de que arreglemos algunas cosas aquí -se
sentó en la silla junto al sofá y esperó a que ellos se le unieran.
Jake rodeó a Lexi de la cintura.
-Quizá sea mejor que nos dejes solos unos minutos, Lexi. Creo que Brad
preferirá hacer esto en privado.
-No, en absoluto -dijo Brad con confianza-. Quiero que Lexi oiga todo lo que
tienes que decir.
-Ya lo ha hecho, Brad -Jake apretó la mano en su cintura--. Lexi y yo hablamos
anoche y de nuevo esta mañana. Y por cierto, no irá contigo al baile. Irá conmigo.
-¿Qué? -bufó indignado levantándose de la silla.
-Y otra cosa -añadió Jake-. Creo que me gustaría que me devolvieras mi casa.
¿Crees que podrías estar fuera mañana? Puedes usar el granero para guardar tus
cosas hasta que encuentres otro lugar.
De pie y escupiendo fuego, Brad gritó.
-Espera un momento. Esa casa es el aposento del capataz. Todo el mundo lo
sabe.
Jake negó despacio con la cabeza.
No, esa casa es mía. El alquiler de Frank ha terminado, y yo he decidido que
quiero mi casa. Si puedes estar fuera mañana al mediodía, enviaré a Twyla a limpiarla
mañana por la tarde.
- Bueno, ¿y qué diablos se supone que haré entonces?
-Ya llegamos a esa parte, Brad. ¿Aún quieres que se quede Lexi?
-Lexi -Brad la miró suplicante ¿No puedes
detenerle? ¿No puedes hacer algo? Sabes que esto no está bien.
Lexi levantó su mirada hacia Jake, preguntándose cuánto tiempo más alargaría
el asunto. Por el brillo frío en sus ojos, supo que no tenía prisa.
-La verdad es que Jake está en su derecho. Si quiere tener su casa, no hay
nada que podamos hacer -puso su mano sobre la que sujetaba la cintura-. Y en cuanto
al resto, Jake tiene mi total aprobación.
-¿Es resto? -Brad se tensó y dio un paso atrás -. ¿Qué resto?
Con un movimiento de la cabeza, Jake le indicó las cajas y los papeles que había
sobre la mesa. -Bueno, para empezar, ¿qué hay de esos recibos que has estado
buscando para mí estos días?
- No sé de qué hablas.
-Claro que sí, Brad. Puedes hacerte el inocente. Puedes hacerte el mudo.
Puedes hacerte el sordo y el ciego, pero sabes lo que hiciste. Y yo también.
-Me estás tendiendo una trampa. ¡Lexi, no le escuches!
Brad la miró desesperado. Si ella no estuviera convencida de su culpa, casi
hubiera sentido pena por él.
-Ríndete, Brad -dijo Lexi despacio-. Nadie te cree ya. Le robaste a mi padre, e
intentaste usarme. Tienes suerte de que todo lo que vayan a hacer sea echarte. Si
por mí fuera, irías a la cárcel.
-El señor Conley te ofrece generosamente dos semanas de indemnización si
desapareces rápida y silenciosamente. Puedes recoger el cheque mañana al mediodía.
Tus obligaciones como capataz han terminado.
Has estado deseando esto desde que llegaste aquí -dijo Brad con los dientes
apretados-. Apuesto a que te sientes muy bien ahora.
Si estuviera en tu lugar, me marcharía antes de que se dijeran más cosas -le
aconsejó Jake con voz fría como el hielo . Puede que yo no esté totalmente curado,
pero me enfrentaría a ti cuando quisieras intentarlo.
Brad se acercó un paso.
-¡Me encantaría!
-¡Estoy segura de ello! -Lexi se liberó del brazo de Jake y se puso entre los
dos hombres . ¡Tú!-señaló a Brad con un dedo al pecho . Tú serpiente rastrera, sal de
aquí y empieza a hacer las maletas. No quiero ver tu cara hasta que recojas tu
cheque mañana, y si oigo alguna amenaza más de cualquier tipo, simplemente llamaré
al sheriff para ver qué piensa él de este asunto. ¡Ahora, muévete!
Con una mirada final en la dirección de Jake, Brad salió de la casa.
-¿Qué diablos significaba eso? --preguntó Jake -. No necesito que tú libres
mis batallas.
-No estaba librando tu batalla, sino la mía. ¿Qué se supone que puedo hacer si
sales con él y te lesionas de nuevo? Después de todo, tú acabas de echar al único
otro hombre que me ha pedido que le acompañe al baile el sábado por la noche.
Despacio, el fuego salió de los ojos de Jake, y una suave sonrisa apareció en
sus labios.
-¿En qué estaría pensando yo?
-No lo sé, pero yo quería pararlo antes de que llegara más lejos.
Sonriendo, él la abrazó.
-Bueno, te doy las gracias más sinceras. -Un placer.
Él la estrechó.
-Estoy deseando que llegue mañana por la noche.
Lexi sonrió despacio, sorprendida de la sinceridad en su voz.
- Yo también.
Él la besó, y la soltó despacio.
-Será mejor que volvamos al trabajo ahora. Tengo que hablar con Manuel para
que reemplace a McCauley hasta la semana que viene.
-¿Qué pasará la semana que viene?
-Supongo que para entonces yo podré ocuparme de casi todas las obligaciones
de un capataz.
-Eso estaría bien. ¿Significa eso que te vas a mudar a tu casa?
-Eso estaba pensando. Por si acaso.
-¿Por si acaso qué?
Jake hizo una mueca.
-No iba a decir nada, pero tu padre mencionó que Dolores lo llamó ayer. Estaba
hablando de venir de visita cuando él saliera del hospital.
-Oh, no...
-Al menos yo tengo donde esconderme.
-Puede que no estemos siendo muy amables. Dolores realmente tiene mucho
cariño a mi padre. Después de todo, fue su padre durante seis años muy formativos,
y sé que él es su único padrastro al que ha llamado papá.
-Si tanto le preocupa, podría haber venido antes.
-Mi madre dijo que estaba esperando la respuesta de una prueba que había
hecho.
Pero la excusa sonó tan débil para Lexi en ese momento como había sonado
cuando su madre se la había dicho.
Lo que significa que ella o viene a recrearse o a curar sus heridas.
-Posiblemente. De todos modos, yo siempre he querido que pase más tiempo
con Jamie. Después de todo, es la única tía que tiene, y algunas veces me preocupa
que se sienta rechazado.
Jake soltó una risa.
-Con toda la atención que Jamie recibe en el rancho, no creo que se sienta
rechazado. Además, no es igual que si ella tuviera parentesco de sangre.
-No me gusta hacer esa distinción. La familia es la familia --dijo Lexi tajante.
-Perdóname. No quería ofenderte.
-No estoy ofendida dijo Lexi incapaz de ocultar su molestia, ya que él había
tocado una fibra sensible.
-Estás muy a la defensiva para no estar ofendida.
Lexi respiró profundamente y se forzó a calmarse. Ojalá no fuera un momento
tan malo para que su hermana apareciera.
Tienes razón -dijo al fin-. No sé qué me ha pasado.
-Creo que yo sí -Jake la cogió de la muñeca y la acercó a él-. No estuve casado
con Dolores ni un mes antes de darme cuenta el gran error que había cometido. Sólo
en caso de que te preocupes, no ocurrirá de nuevo. ¿De acuerdo?
Él se había confundido en lo que le pasaba a Lexi, pero ella estaba muy aliviada
de todos modos por la seriedad de sus palabras. Sonrió.
De acuerdo.
-Algún día no muy lejano, te contaré realmente todo lo que pasó -dijo Jake.
Ella se apoyó en él.
-Cuéntamelo ahora -susurró.
Jake sonrió suavemente.
Más tarde -la besó con suavidad antes de soltarla -. Será mejor que vuelva a
trabajar ahora. Puede que podamos hablar más en el baile, mañana.
Jake abrió la puerta de su rancho y esperó a que Lexi entrara. Justo al
traspasar la puerta, ella se detuvo, sintiéndose extrañamente como si estuviera
entrando en un sueño. La luz de una luna llena entraba por la ventana llenando de un
suave brillo la habitación vacía.
-Parece igual, ¿verdad? -preguntó Jake, cogiéndola de la mano.
Ella asintió, perdida en un ensueño tan real que casi podía tocarlo. Once años
parecían haberse derretido. Una vez más, vio la luna de aquella noche, brillando
grande en un cielo sin nubes, mezclándose con la luz de las velas en la habitación casi
vacía del rancho de Jake.
-Espero que no te haya importado dejar pronto el baile -Jake interrumpió sus
pensamientos, devolviéndola al presente.
-No. De todos modos me sentía un poco cohibida.
-¿Por mi?
-No -Lexi hizo un gesto a su vestido corto y muy femenino-. Por esto.
Acompañando sus palabras, ella se levantó un poco la falda de vuelo, que volvió
a caer un poco más arriba de sus rodillas. Debajo, sus esbeltas piernas estaban
cubiertas de medias negras, y en
sus pies había zapatos negros de tacón nada apropiados para un baile en un
granero.
Estás maravillosa.
-Gracias -Lexi bajó la mirada avergonzada, ya que había sucumbido a la
tentación y se había vestido sólo para él-. Ése es el efecto que buscaba.
Los dedos de Jake rozaron su barbilla, viajando de un lado a otro de la
mandíbula.
-Pues has triunfado. Tanto que he tenido que sacarte del baile para tenerte
para mí solo.
Jake bajó la mano y dio un paso atrás, aclarándose la garganta.
-Será mejor que encienda el fuego -señaló a la pared del salón-. Hay un radio
cassette en la esquina. ¿Por qué no pones una cinta que te guste?
Mientras él se ocupaba con el fuego, Lexi buscó entre el pequeño montón de
cintas hasta que encontró una romántica. La puso, y una vez más, recuerdos de
aquella noche llenaron su cabeza.
Las mismas emociones de aquella noche de once años antes, sentía en ese
momento. La única cosa que faltaba esa vez era la idea romántica de que esa noche
sería el comienzo de una nueva vida para los dos.
Jake se levantó y extendió la mano hacia ella. -¿Me concedes este baile? --Me
encantaría.
Sonriendo, ella caminó hacia sus brazos abiertos.
Mientras la música les rodeaba, él vaciló, entonces se apartó y se quitó el
cabestrillo del hombro.
-Creo que puedo prescindir de esto el resto de la noche.
-¿Crees que debes?
Me lo pondré más tarde - dijo volviendo a abrazar a Lexi-. De todos modos, el
médico me dijo que posiblemente me lo quitará esta semana que viene. Pero sólo
porque esté poniéndome mejor, no pienses que te vas a librar de mí. Tu padre aún
necesita tiempo para estar bien, y a mí me falta mucho para irme.
Lexi se rió. No podía recordar la última vez que había sido tan feliz. Entonces,
rodeada por los brazos de Jake, moviéndose al sonido de una canción de amor, con
sólo la luz pálida de la luna entrando por las ventanas, fue transportada a aquella
noche, la noche que había pasado entre los brazos de Jake...
La única luz procedía de las ascuas moribundas del fuego y la luna entrando por
las ventanas. Lexi no había visitado el pequeño rancho de Jake desde la marcha de
Dolores. No había muebles, ni lámparas ni cortinas, y ni siquiera un cuadro en una
pared.
¿Qué ha pasado, Jake? -preguntó Lexi por encima de una canción country que
sonaba desde la camioneta abierta aparcada delante de la casa.
Jake abrazó a Lexi sujetando en la mano una botella de whisky.
-¿Te refieres a los muebles? Dolores. Se ha llevado hasta las bombillas.
Sin soltarla, Jake levantó la cabeza para dar un trago de whisky. Con la débil
luz, ella no podía ver la furia que sabía había en sus ojos. Tampoco podía ver el dolor,
pero sabía que estaba ahí.
-Eso fue hace un mes, Jake -dijo ella suavemente - . ¿No has podido al menos
poner bombillas?
Él se giró y caminó hacia la chimenea, dejando la botella medio vacía en la
repisa con un golpe.
Lexi le vio quedarse quieto mirando las ascuas.
-¿Por eso te mudaste a la casa de los trabajadores después de que Dolores se
fuera? Pensé que era porque no podías estar aquí sin ella.
La risa de Jake fue un gruñido.
-No exactamente.
-Pero tú estás enfadado - insistió Lexi recordando la razón por la que ella
estaba allí, la razón por la que había seguido a Jake, primero cuando él había salido
del rancho y luego cuando se había marchado del bar donde había acudido a ahogar
sus penas.
Ella recordó los papeles del divorcio que habían llegado ese día, y en ese
momento estaban hechos un montón en el suelo de la camioneta.
-Sí, estoy enfadado -gruñó-. Esa bruja consentida está intentando quedarse
con todo lo que no pudo llevarse la primera vez. No está contenta con la mitad de lo
que queda. Lo quiere todo.
Desolada de verle sufrir tanto por su hermana, Lexi se acercó a él.
-Jake, lo siento.
-No lo sientas --la abrazó-. Al menos, me he librado de ella.
Feliz entre los brazos de Jake, Lexi se apretó a él. Durante tres años, se había
mantenido al margen, anhelándole mientras él pertenecía a otra mujer. Durante tres
años había visto indefensa cómo Dolores había denigrado a la persona que ella más
deseaba.
-Qué agradable es estar así -susurró Jake junto a su oído-. ¿Cómo pude
cometer semejante error? ¿Cómo pude haber aguantado tanto tiempo?
-Ya ha terminado. Eres libre. Los dos lo somos.
-Ah, Lexi -dijo él empezando a apartarse-. No me tientes. No sabes lo débil
que soy.
Ella apretó los labios a su cuello y sintió su pulso salvaje. Lo deseaba tanto
como él a ella. Ella lo sabía, aunque él tratara de negarlo.
-He estado esperándote, Jake.
-No. Eres sólo una niña. Soy demasiado mayor para ti.
-Tengo diecinueve años, Jake -subió las manos por sus hombros-. Ya no soy una
niña.
-No sabes lo que estás haciendo --dijo Jake haciendo un último y débil intento
por disuadirla.
-Sabes que eso no es cierto -Lexi frotó su mejilla contra su hombro-. Hazme el
amor, Jake -lo miró con pasión-. Por favor.
Él enterró los dedos en su pelo.
-Espero que no te arrepientas por la mañana.
-Tienes mi solemne palabra de que nunca me arrepentiré de esto mientras viva.
-Lexi.
Y con eso, él se rindió.
Lexi echó la cabeza hacia atrás y gimió en voz baja al recordar aquella noche.
Había muchas preguntas sin responder, muchas cosas que nunca había entendido.
Pero nada de eso importaba esa noche. Esa noche sólo quería revivir la magia que
había conocido sólo una vez en su vida.
Jake la abrazó más y la besó el cuello. Lexi gimió de nuevo.
-Lexi, te he echado de menos -besó el escote de su vestido.
Las palabras produjeron estremecimientos de placer por su espalda. Sus
pechos deseaban su tacto. Y su cuerpo gritaba ser tocado.
-Muéstramelo.
-No quiero apresurarme.
-Por favor -susurró ella en una agonía de deseo-. Si tienes algo de compasión,
date prisa.
-¿Estás segura?
-Completamente.
-Te cogería en brazos y te subiría a la cama si pudiera.
-¿Cama? -abrió mucho los ojos-. ¿Tienes una cama?
-Me la trajeron esta tarde. Vine después de que estuviera Twyla limpiando y la
hice -sonrió-. ¿Pensabas que iba a seducirte sobre el suelo del salón?
-Esperaba que tuvieras una alfombra de piel de oso en alguna parte.
Él sonrió más.
-Puede que la próxima vez.
Cogiéndola de la mano, la llevó a su dormitorio. Allí, la luna también entraba por
la ventana, iluminando una cama con dosel, completa con almohadas mullidas y
edredón.
Por primera vez, un brillo de verdadera esperanza nació en el corazón de Lexi.
Ésa no era la cama de un hombre errante. No era ni siquiera una cama que Jake
hubiera elegido para él. Él había hecho eso para ella, y sólo para ella.
Soltándola de la mano, Jake se desabrochó la camisa sin esfuerzo y la dejó
caer al suelo. Su pecho y hombros bronceados y musculosos eran incluso más
impresionantes bajo la luz de la luna, a pesar de la banda de vendas blancas que aún
protegían sus costillas.
Al ver su mirada, Jake se tocó suavemente las vendas.
-Ojalá pudiera quitármelas. Pero creo que no debo pasarme.
Con una sonrisa, Lexi repitió sus anteriores palabras.
- Puede que la próxima vez.
Él le rodeó la cintura con los brazos y la acercó
-Puede que no. La próxima vez será muy pronsi yo puedo elegir.
Una vez más, nació la esperanza. Y una vez is, Lexi la ahogó, casi con miedo de
creer en ello.
La mano de Jake subió por su espalda. Cuando egó a lo alto de su vestido, sus
dedos cogieron la remallcra v la haiaron.
Lexi aguantó la respiración mientras el aire frió acariciaba su piel desnuda.
-Es lo justo -susurró él-. Tú me ayudaste una vez a desnudarme. Ahora yo
puedo hacer lo mismo por ti.
Él se puso detrás de Lexi y puso las manos sobre los hombros del vestido
bajándolo y soltándolo para dejarlo caer hasta sus pies. Extendió la mano para
ayudarla a salir de la prenda.
Suspirando, Jake la miró despacio, de arriba a abajo. Entonces, tiernamente,
casi con reverencia, cogió sus pechos enfundados en seda en sus manos y acarició los
pezones que se endurecieron al momento.
Cuando fue a desabrochar el cierre, Lexi le cogió la mano.
-Tú primero y miró los vaqueros que aún le cubrían.
Jake sonrió mientras desabrochaba el botón metálico de su cintura y bajaba la
cremallera. Deteniéndose, se sentó en el borde de la cama y extendió su pie con
bota.
-Será mejor que antes me ayudes tú con esto.
Dándole la espalda, Lcxi tiró de la bota extendida y la dejó caer al suelo con un
golpe.
-Supongo que los mocasines no habrían valido para el baile -murmuró,
dirigiéndose a la segunda bota.
-No creo -dijo acariciando las caderas de Lexi.
Dejando caer la segunda bota, Lexi se volvió hacia él. Él la cogió de las caderas
mientras ella lo miraba de arriba a abajo. Lexi no ofreció resistencia cuando su mano
bajó a su pantorrilla y suavemente le subió la pierna enfundada en medias, hasta que
su pie descansó en su muslo. Sus respiraciones eran jadeantes, y él rozó con sus
nudillos la cara interna de su muslo.
Muy despacio, él le quitó las medias, hasta que ella se quedó solamente con
braguitas y sujetador.
Jake se puso de pie, tan cerca de ella que su pecho rozó sus pezones. La cogió
de las manos y las bajó por sus caderas, quitándole los vaqueros en el proceso. Al
liberarse su erección y frotarse contra su muslo, Lexi aguantó la respiración y se
echó hacia atrás. Acabada la paciencia, Jake se liberó rápidamente de los vaqueros.
Los echó a un lado de una patada, cogió a Lexi y la besó con voracidad, derritiendo
su cuerpo y su alma. Cuando al final apartó los labios, los dos se quedaron jadeantes.
-Ojalá hubiera podido esperar -murmuró Jake metiendo los dedos bajo el
encaje de sus braguitas y acariciando sus caderas-. Al menos hasta que mis costillas
estén bien. Pero creo que hubiera reventado de tanto descarte -le bajó la prenda
por las piernas . Sólo espero no decepcionarte.
-Ssh -susurró Lexi--. El único modo en que podrías decepcionarme es parando.
-No hay peligro de que eso ocurra.
Con un movimiento rápido de sus dedos, le desabrochó el sujetador y lo dejó
caer sobre las braguitas.
-No importa lo que ocurra -dijo Jake cogiéndola de la mano y llevándola hacia la
cama-. Prometo no gritar de dolor.
Lexi sonrió suavemente mientras él apartaba el edredón y ella se metía entre
las sábanas.
-Y no importa lo mucho que lo desee -murmuró ella--, no te abrazaré con
exageración.
Jake se arrodilló junto a ella mientras sus ojos recorrían su cuerpo
maravillados.
Me quitas la respiración.
Entonces se puso encima de ella, apretando sus pechos contra él y cubriendo
su glorioso cuerpo con el suyo mientras la besaba con pasión y ternura. Luego se
tumbó a su lado y bajó un dedo por sus pechos y por su estómago.
Mientras su dedo seguía bajando hacia el suave bosque de rizos sobre sus
muslos, su boca acariciaba sus pechos. Un millón de terminaciones nerviosas en el
cuerpo de Lexi pidieron más.
Ella se giró hacia él, y abrió las piernas invitando. Con un gruñido, Jake cerró la
boca sobre su pecho y lo chupó, mientras sus dedos separaban la abertura húmeda
entre sus muslos y se metían dentro.
Capítulo 12
C ON la cabeza descansando en su hombro bueno, Lexi apretó su cuerpo contra
el costado de Jake. Su pierna estaba sobre la de él y él le acariciaba la cadera.
-¿Cómo están tus costillas? -preguntó suavemente acurrucándose y sintiendo
su mejilla rozar el sudor caliente y húmedo de su axila.
Él se movió un poco, disfrutando de la deliciosa sensación de sus pechos y los
rizos sedosos contra su muslo.
-Mañana a lo mejor me duelen un poco, pero sobreviviré -dijo sonriendo.
En ese momento, él podría ofrecerle el mundo. Pero sabía que después de
hacer el amor era muy fácil hacer promesas que no podría cumplir. Jake seguía
siendo un vaquero sin futuro y nada para ofrecer a una mujer que se merecía mucho.
Pero la deseaba. Para esa noche, para el día siguiente, para el día después...
Mientras ella le aceptara y él pudiera soportar el dolor de saber que no duraría, la
deseaba.
Ella se apretó más a él, y Jake se sintió endurecer. Lexi rozó su muslo sobre
él, acariciando la piel suave y caliente contra su erección, que se levantó alta y dura
y exigiendo atención.
Lexi sonreía feliz. Era la luz del sol y la risa y el oscuro deseo. Esa juguetona y
dulce y apasionada. Era todo lo que él había soñado en una mujer. Y era suya.
Jake la tumbó de espaldas y se puso sobre ella mientras se metía entre sus
piernas y se levantaba y entraba en ella con un limpio empujón. Ella se cerró a su
alrededor como un puño, suave y caliente.
Estremeciendo con espasmo tras espasmo, Jake apretó su frente a ella y
susurró su nombre, rozando con sus labios los suyos.
-Lexi.
Ella se arqueó hacia él, con una fuerza más allá de la pasión, más allá del dolor.
-Jake, oh, Jake -su nombre era un sonido gutural al ritmo de sus empujones-.
Sí, sí, sí...
Jake sintió su cuerpo explosionar en mil pedazos. Con un grito. Lexi se arqueó
más y se puso tensa.
Entonces, despacio, ella empezó a moverse agarrándose a él mientras gemía y
jadeaba. Agarrándola hasta que cayó al fin, Jake se reprimió las palabras que
deseaba decir; «te amo».
El momento pasaría. Y aunque no fuera así, él no tenía derecho a decir esas
palabras. Además, ya las había dicho con su cuerpo, de todos los modos en los que
podía pensar, durante toda la noche. El sexo era una cosa, rápida, con un condón...
¡Oh, no!
Jake se apartó.
-¿Qué ocurre, Jake?
Incluso con las palpitaciones posteriores al orgasmo, Lexi sintió que algo iba
mal. Cuando él simplemente la miró horrorizado y en silencio, ella le puso la mano en
el brazo y le sacudió suavemente.
-Jake, ¿qué pasa?
-Lo siento. Me olvidé...
-¿De qué hablas?
-Yo no... -hizo un gesto al suelo.
Lexi miró donde él había tirado los condones
que había usado al principio de la noche.
-Yo nunca hago el amor sin protección –dijoJake solemnemente-. Nunca.
-Yo tampoco -le aseguró Lexi.
-Pues ahora creo que tenemos un pequeño problema.
-No tienes que preocuparte por eso. ¿Por qué?
-Bueno, porque... -buscó un modo de decirlo delicadamente-. No se lo dejo al
hombre.
-¿Quieres decir que tomas la píldora? Ella asintió con la cabeza.
-Nunca se me habría ocurrido que usaras una proteCCIOII tan constüntf
-No es asunto tuyo, pero te diré que recientemente acabo de empezar a
tomarla de nuevo -replicó, molesta de sentir la necesidad de darle explicaciones.
Los ojos de Jake brillaron. -¿Cómo de reciente?
-Recientemente. Eso es todo lo que necesitas saber.
Él se estiró a su lado y le giró la cara hacia él. --Has estado planeando
acostarte conmigo desde que llegué, ¿verdad?
-No -negó Lexi acaloradamente.
-Pero has estado pensando en ello. Y por si acaso, decidiste estar preparada.
-Eso no es diferente de un hombre llevando un condón en su bolsillo
continuamente.
-Eso es cierto -sonrió-. No hay ninguna diferencia.
- No tienes que parecer tan satisfecho.
Su sonrisa se suavizó y agachó la cabeza para rozarle la nariz con la suya.
-Eres maravillosa.
Lexi le agarró de la cintura y cerró los ojos. -Y tú -susurró.
-Quizá debamos dormir algo ahora. Pronto amanecerá, y mañana será un día
duro.
Ella no quería pensar en el mañana. No quería dormir. Sólo quería estar
despierta entre sus brazos y disfrutar de la magia de esa noche.
-¿Tenemos que irnos ya?.
-No -Jake la estrechó- . Twyla pasará la noche con Jamie. No creo que nos
espere.
-¿Por qué dices eso?
Con toda la comida que ella ha dejado en la cocina, podríamos quedarnos aquí
encerrados semanas. Además, ella me dijo que ella y Jamie estarían bien durante un
día o dos, y que piensa
que tú debes descansar algo antes de que Frank vuelva a casa del hospital.
Lexi se levantó apoyada en un codo y lo miró. -¿Uno o dos días? ¿Ella espera
realmente que me quede aquí contigo uno o dos días?
Jake sonrió.
-Sí. Es agradable, ¿verdad?
-No puedo hacerlo. Me encantaría, pero no puedo. ¿Qué pensaría Jamie? ¿Qué
pensaría mi padre?
-A lo mejor pensarían que eres una mujer adulta con necesidades de mujer
adulta.
-Los niños pequeños y los padres no piensan así. Jamie ya está mostrando
signos de molestarse por ti.
-Había esperado estar venciendo eso.
Oh, lo estás haciendo -le aseguró Lexi-. Pero aunque Jamie valore mucho su
amistad contigo, me ha tenido a mí para él solo durante mucho tiempo. Y no le gusta
la idea de compartirme, ni siquiera contigo.
Puede aprender. Con tiempo se acostumbra
-¿Con tiempo?
-Sí... He decidido quedarme aquí un poco más. Ha pasado mucho tiempo desde
que no he tenido un auténtico hogar. Y tu padre va a necesitar ayuda extra durante
una temporada, especialmente hasta que podamos arreglar el lío que ha montado
McCauley.
-¿Es ésa la única razón?
-No, ni siquiera es la razón principal -dijo besándole la cabeza-. Pero tú ya lo
sabes, ¿verdad?
Ella se apretó más a él.
-Lo había esperado.
-No puedo hacerte promesas, Lexi. Soy demasiado mayor para ti y no tengo
nada que darte. Lo mejor que podría hacer sería marcharme y no volver a verte.
-No hables así --le besó el hombro, deseando que hubiera un modo de
retenerle, pero sabiendo que no lo había.
-Es la verdad. Hubo un momento en el que podría haber sido diferente. Seguía
siendo demasiado mayor para ti, pero al menos tenía un rancho y dinero.
-Entonces no estabas interesado en mí -bromeó según sus propias palabras en
la pizzería-. Yo tenía dieciséis años y tú eras un hombre mayor que necesitaba una
verdadera mujer.
Ya te he explicado que no era exactamente así.
Lexi acarició los rizos de su pecho.
-Lo sé. Sólo me gusta oírtelo decir.
-De acuerdo, hay algo que no te he dicho.
Dejé temprano esa fiesta por una razón -le tocó la nariz con la punta del
dedo-. Tú. -¿Yo?
-Tú -repitió-. Después de ese baile lento que baile contigo, no pude más. En
cuanto separaste de mí tu cuerpo sexy se dieciséis años, me quedé pasmado al verme
totalmente duro, ya me entiendes.
-Creo que sí -sonrió Lexi recordando como había intentado excitarle y había
pensado que no lo había conseguido.
-No te rías -dijo Jake-. ¿Sabes lo depravado que me sentí?
-Ojalá lo hubiera sabido entonces -dijo ella con tono arrepentido-. Te deseé
tanto aquella noche. Creía morir a la mañana siguiente cuando Dolores vino
alardeando de haber pasado la noche contigo.
Jake hizo una mueca, obviamente oyendo eso por primera vez.
-No sabía que hizo eso. Lo siento.
-Ella sabía lo que yo sentía por ti. Ella siempre era buena encontrando el punto
débil en los demás. Durante un momento, yo había pensado que serías para mí.
-Durante unos segundos casi fue así. Por suerte yo recuperé el sentido, o
podría haberse vuelto mucho peor de lo que tú estabas buscando.
-No lo creo. Yo quería irme a casa contigo. Quería que me hicieras el amor. Lo
quería todo.
-Lexi, por el amor de Dios. Tenías dieciséis años. ¿Qué pensabas que sucedería
después de
eso?
-Tenía dieciséis años - repitió como si eso lo explicara todo-. Pensaba que
después viviríamos felices para siempre.
-La vida no funciona así.
-Lo sé. En cambio llegué a ser la madrina de novia de mi hermana tres meses
más tarde.
-Ella me dijo que estaba embarazada.
Él lo dijo tan bajo que Lexi no estuvo segura de haberle oído bien, y aunque así
fuera, no podía creerlo.
Se estiró hacia él.
-¿Qué?
-Yo sabía que había usado un condón, pero ella dijo que debía estar roto,
porque estaba embarazada. ¡Diablos, era la hija de Frank Conley! Era tu hermana. No
podía dejarla embarazada y abandonarla. Le ofrecí pagarle el aborto, pero ella no
quiso.
Lexi estaba boquiabierta, como si estuviera volviendo a revivir una pesadilla.
-¿Qué le pasó al bebé?
-No estaba realmente embarazada. Intentó de cirme que lo había perdido,
pero para entonces yo ya sabía que era una mentira. Nunca estuvo embarazada. Sólo
quería casarse -dijo con voz inexpresiva-. No sé la razón. Estuvimos juntos tres años
y nunca la entendí.
-¿La amabas?
-No. Lo intenté. Y algunas veces ella era tan dulce que yo casi pensaba que
podría funcionar. Entonces luego hubo otros hombres y las deudas que acumuló y las
facturas que me escondió.
Jake movió la cabeza, como si aún no pudiera creerlo.
-Después de que todo acabara, yo acabé con una deuda que he tardado diez
años en pagar. Si no hubiera sido por tu padre, habría tenido que vender el rancho
para cumplir al acuerdo financiero que ella me exigió. Y a pesar de ello, todo mereció
la pena sólo por librarse de ella.
¿Después de que ella se marchara, la noche que me hiciste el amor, fue como la
primera vez que te acostaste con ella? -preguntó Lexi sin poderlo evitar-. ¿Estabas
simplemente furioso y yo resulté estar a mano?
-Dios mío, Lexi -dijo Jake incrédulo-. ¿Por qué piensas algo así?
- No puedo entender el modo en que te marchaste a la mañana siguiente, Jake,
sin una palabra, como si yo te diera igual.
Él se quedó callado un rato antes de hablar. -Yo no tuve derecho a hacerte el
amor, Lexi.
Tú tenías diecinueve años, una virgen. Un hombre no toma el regalo que tú
estabas ofreciendo cuando no tiene nada que ofrecer a cambio. Lo que hice fue
imperdonable.
Reprimiendo su furia y su frustración, ella se tensó y empezó a girarse, pero él
la detuvo y la acurrucó contra su pecho.
-Esperé tres años para que fueras libre -dijo Lexi sólo medio calmada por su
abrazo-. Yo sabía lo que estaba haciendo, y no estaba pidiendo nada a cambio. Sólo
te quería a ti.
-Intenta entender. Cuando mi matrimonio terminó, yo no era mejor que un
animal herido. Estaba sufriendo y estaba furioso. Sé que te hice daño marchándome
de ese modo, pero te hubiera hecho mucho más si me hubiera quedado.
-¿Y qué hay de ahora? ¿Voy a despertarme una mañana para averiguar que me
has hecho otro favor y te has ido sin decir una palabra?
-No, no volveré a hacerlo. No puedo prometerte mucho ahora mismo, pero
puedo prometerte eso.
Lexi descansó la cabeza en su hombro y escuchó el silencio. Todo lo que él
realmente le había prometido era que se despediría antes de marcharse, pero
incluso eso le hacía sentirse mejor.
-Esta vez quiero más que una sola noche -dijo Lexi suavemente -. ¿Puedes
prometerme eso también?
Él enterró el pelo en su cara, apretándola con fuerza.
-Sí -susurró-. También puedo prometerte eso. Puedo prometerte mucho más
que una sola noche.
Hicieron el amor de nuevo, con una pasión que sólo parecía crecer más con cada
intento por aplacarla.
El sol estaba muy alto, y cuanto más se acercaba la camioneta al rancho, más
cohibida se sentía Lexi con su vestido corto de flores y sus tacones. No se había
peinado al levantarse y tenía toda la melena enmarañada. Su maquillaje había
desaparecido. Y le estaba costando mucho trabajo controlar la sonrisa que salía
continuamente a su rostro.
-Seguro que nadie adivinará lo que hemos estado haciendo -observó irónica
soltando una risita.
-Había planeado volver antes de que nadie se levantara -se disculpó-. Ahora
tendremos suerte si llegamos antes del almuerzo.
-Espero que Twyla no esté enfadada. El domingo es su día libre.
-No hay problema. Ella no nos esperaba hasta el lunes, ¿recuerdas? Además,
me dijo que quería preparar la casa para cuando volviera Frank.
-¿Sabe que Dolores vendrá cualquier día de esta semana?
-Sí. Parecía muy nerviosa. A ella le gustaba la serie de televisión que hizo
Dolores hace unos años.
-Bueno, pareces muy despreocupado por todo.
¿Despreocupado? ¿Por qué?
Por Dolores y también por lo de anoche. Aún no sé qué voy a decirle a Jamie
cuando me pregunte dónde hemos estado.
-¿Por qué no le dices la verdad?
Porque no creo que deba discutir mi vida sexual con mi hijo de diez años.
Jake se rió por su vehemencia.
No, no me refiero a eso. Sólo dile que fuimos a un baile y nos estábamos
divirtiendo tanto que no queríamos volver a casa.
-No lo sé. Los niños crecen muy deprisa actualmente. Por lo que yo sé, él ya se
habrá figurado por qué no hemos vuelto.
--Bueno, tú tienes mucha más experiencia con niños que yo. Estoy seguro de
que encontraras la respuesta apropiada cuando llegue el momento.
Jake aparcó junto al coche de Lexi. El Bronco de Twyla también estaba ahí, y
no se veían más vehículos.
-Todo parece tranquilo -dijo Jake ayudando a Lexi a bajar del camión y
dándole la mano hasta la puerta-. ¿Te arrepientes?
-Sólo de una cosa. Siento que tenga que terminar.
-Tenemos esta noche.
Lexi cerró los ojos y respiró profundamente.
-No me tientes. No sería justo pedirle a Twyla que se quedara otra noche.
-A lo mejor encontraremos otro modo.
-A lo mejor... ¿Tienes alguna idea?
-No, pero odio pensar en dormir separado de ti.
-Yo también -dijo ella poniéndose de puntillas y dándole un beso en los labios-.
Bueno, será mejor que entremos ya. Si alguien nos ha oído llegar, estará
preguntándose por qué no entramos.
De mala gana, él abrió la puerta y la dejó entrar primero. El aroma a comida les
llegó desde la cocina y llenó el vestíbulo.
-Hmm - Jake respiró profundamente-. Supongo que Jamie no ha podido
convencer a Twyla de ir a comprar una pizza.
Huele como si estuviera preparando un banquete.
-Bien, bien, bien -se oyó una voz suave desde el salón-. Estaba empezando a
preguntarme si apareceríais alguna vez.
Sobresaltada, Lexi giró y se encontró delante de una elegante Dolores. Con un
traje a medida, tacones de aguja y perlas, parecía como Grace Kelly. Las dos
manchas rojas en sus mejillas eran el único indicio de furia que asomaba a la su-
perficie.
-Dolores -Lexi sonó como débil gatito y se aclaró la garganta-. ¿Cuándo
llegaste?
- Anoche. Fue al baile a buscarte, pero alguien me dijo que ya te habías ido.
Imagina mi sorpresa cuando no llegaste a casa - -Dolores sonrió y las manchas rojas
se volvieron fucsia -. Jamie parecía bastante enfadado, y nada de lo que yo dije le
tranquilizó.
-Apuesto a que lo intentaste con empeño -gruñó Jake mirándola con dureza.
Dolores levantó la barbilla.
-De hecho, lo hice. Pero no puedo hacer milagros. Jamie sabía que su madre fue
al baile contigo, y cuando ella no volvió... bueno, ¿qué podía decir yo?
-Conociéndote pudiste decir cualquier cosa
Jake dio un paso hacia ella--. ¿Qué dijiste?
-Creo que tienes la conciencia culpable -dijo Dolores haciendo una mueca.
¡Basta! -bajando la voz, Lexi señaló con el dedo a su hermana, que la miró
asustada- . Ahora escúchame. Mi vida privada está fuera de los límites. Y cualquier
asunto sin terminar que tengas con Jake, puedes olvidarle ahora mismo. No habrá
tensión en esta casa. ¿Entiendes? Nada. Mañana papá vuelve a casa del hospital y no
habrá enfados, amarguras ni discusiones.
-¡Yo no empecé esto! --gritó Dolores-. Vine aquí a estar con mi familia y para
visitar al único hombre que ha sido como un verdadero padre para mí, ¿y qué me
encuentro? Te encuentro a ti, mi propia hermana, acostándote con mi ex-marido.
¿Cómo esperas que reaccione?
-Bueno, para empezar, espero que no mezcles a Jamie en esto susurró Lexi con
dureza, poniendo al mismo un brazo en el hombro de Jake para detener la furia que
sentía crecer dentro de él.
-No lo he hecho -discutió Dolores-. Tú sí, teniendo una aventura delante de sus
narices. Él es un niño inteligente y sensible. ¿Pensabas que no se daría cuenta?
-No lo aguanto más -gruñó Jake, apartando la mano de Lexi.
Se puso delante de Dolores.
Nadie está teniendo nada, idiota -gruñó furioso-. Anoche fue la primera vez
que incluso estuvimos a solas. Y lo que Lexi y yo hagamos o no, no es asunto tuyo. Tú
renunciaste a tu derecho de opinión hace once años.
-No puedo creer que me digas eso -el rostro de Dolores se desencajó por el
esfuerzo de aguantas las lágrimas.
-Oh, Dios mío -exclamó Jake-. Déjalo ya, Dolores. Estuve casado contigo
durante tres años. Lexi te ha conocido durante toda su vida. Deja esta actuación.
-¿Cómo sabes que no soy sincera?
-Dolores, el único momento en que eres sincera es cuando te estás admirando
en el espejo.
Ella levantó las cejas perpleja, pero una sonrisa apareció en sus labios.
-Oh, Jake, qué cosas dices.
-No te oigo negarlo.
-¿Para qué? -se encogió de hombros . Me conoces demasiado bien.
-Bueno -intervino Lexi-. ¿Crees que hay alguna posibilidad de que podamos
llevarnos bien durante los próximos días?
-Oh, ¿por qué no? -respondió Dolores-. Yo lo intentaré. Tú querías que viniera
de visita, ,verdad?
Jake se giró y miró a Lexi sorprendida. Ella lo miró y apartó la vista. Él nunca
lo entendería a menos que ella le contara todo, y aún no se encontraba preparada
para hacerlo.
-Sí, sí admitió mirando a su hermana-. Claro, eso fue hace varios meses, y las
cosas eran más simples entonces.
-¡Eh! -se oyó la voz de Jamie desde lo alto de la escalera seguida por el sonido
de su botas-. ¿Dónde habéis estado?
Apareció en la puerta del salón con las manos en las caderas.
-He estado muy preocupado -añadió el niño.
-Lo siento, corazón. No había teléfono para llamar. Pero no tenías que
preocuparte. Jake no habría dejado que me pasara nada.
Jamie puso gesto de disgusto y se acercó. Cuando llegó junto a Jake, lo miró
con los ojos entrecerrados.
-Pensé que eras mi amigo -dijo.
Con el rostro furioso, se marchó corriendo, desapareciendo hacia la cocina
antes de que nadie pudiera reaccionar.
-Oh, Dios mío -susurró Lexi desolada. -Te lo dije -dijo Dolores satisfecha. Lexi
y Jake se dirigieron a ella a la vez. -¡Cállate!
Con el grito aún resonando en el aire, Jake miró a Lexi.
-¿Debo ir detrás de él? Ni siquiera sé qué le molesta tanto.
-Yo tampoco -Lexi miró pensativa hacia la cocina-. Pero creo que será mejor
que hable yo con él. Como dijiste antes, tengo más experiencia con esto.
-¿Hay algo que yo pueda hacer? -preguntó Dolores mientras Lexi se marchaba.
-Sí -replicó Jake-. Ponte ropa decente. Me estás poniendo nervioso con ese
traje. Aquí no vas a cenar con la realeza.
El bufido de indignación de Dolores fue lo último que Lexi oyó antes de entrar
en la cocina y encontrarse con la mirada comprensiva de Twyla.
-La cena pronto estará lista -dijo la mujer-. Si es que alguien tiene apetito.
-Gracias -Lexi se detuvo en la puerta-. Y gracias por lo de anoche.
-Oh, no fue nada -Twyla dejó a un lado la cuchara de madera que estaba
usando para remover una olla y dirigió toda su atención a Lexi-. Se merece algo de
felicidad, señora. Ha tenido muy poca últimamente.
-Ahora sé la razón -dijo Lexi intentando sonreír-. El precio puede ser muy alto.
-¿Se arrepiente? -preguntó Twyla como si ya supiera la respuesta.
-Oh, no Lexi sonrió al recordar la noche anterior-. Ni por un momento.
-Bueno, entonces vaya a buscar a su hijo -Twyla cogió de nuevo la cuchara-. Y
no se preocupe. El lo entenderá.
-Eso espero -dijo Lexi antes de marcharse.
Fuera, el sol brillaba. Era una perfecta tarde de otoño. Buscó por el jardín y no
vio señal de Jamie, pero supo que no le encontraría. Estaría a medio camino de la
colina en ese momento, dirigiéndose al viejo pino que había sido el refugio favorito
de generaciones de Conley. Había sido allí donde ella había pasado algunos de los
mejores y peores momentos de su vida, y allí era donde encontraría a Jamie
esperándola.
Capítulo 13
L EXI estaba sin aliento cuando llegó a la cima de la colina. Detrás de ella
había quedado el rancho. Delante tenía las montañas, una vista maravillosa que
siempre conseguía calmarla.
En lo alto de la colina, encontró a Jamie donde supuso que estaría; sentado en
una almohada de agujas de pino y mirando a la distancia.
Suavemente, Lexi habló como si estuviera hablando para sí misma.
-Yo tenía cinco años la primera vez que vine aquí. Me trajo mi padre. Nos
sentamos bajo ese pino, mirando a las montañas, y él me explicó lo que era un
divorcio y por qué mi madre se iba a marchar. Yo lloré cuando me dijo que ella me
llevaría con ella. No quería marcharme de aquí.
Jamie se movió. Se echó hacia delante, apoyando sus codos en las rodillas,
metiéndose más en su propio mundo.
Lexi se aguantó un suspiró y dio un paso hacia él.
-Un años después, él me trajo aquí de nuevo.
Tenía que decirme que mi madre volvía a enviar me a vivir aquí con él y que se
quedaría a Dolores en California con ella. Esa vez no lloré. Me dolió demasiado para
llorar.
Lexi se sentó sobre una roca. -¿Estás enfadado conmigo? -Sí.
-¿Por qué? -preguntó con mucha suavidad. -No lo necesitamos.
-¿Te refieres a Jake?
-¡Sí! -Jamie la miró un segundo. -Pensé que te gustaba Jake.
-Ya no. El abuelo estará en casa dentro de pocos días y entonces todo volverá a
ser como antes. Tú siempre decías que entonces Jake se marcharía.
Ella no sabía si su tono era esperanzador, triste o una mezcla de ambos. -¿Es
eso lo que quieres? -Sí.
-Entonces, ¿por qué estás tan enfadado? --Porque tú no quieres que se marche.
-Bueno, en eso tienes razón -se encogió de hombros-. No quiero que se marche. Me
gusta
Jake. Me gustaría que a ti también.
-¡Pues no! -gritó Jamie apretando sus manos en puños, y mirándola con rostro
furioso-. ¡Lo odio! ¡Ojalá nunca hubiera venido!
Más que nada, Lexi quería coger a su niño entre sus brazos y abrazarlo hasta
que la furia y el miedo hubieran desaparecido. Pero ya no era un niño pequeño. Era
demasiado mayor para que los abrazos y besos curaran sus heridas. Su niño pequeño
estaba haciéndose un hombre.
A lo mejor debió haber dejado que Jake hablara antes con Jamie. A lo mejor
un hombre sabría instintivamente las cosas correctas que decir. En su situación, Lexi
tendría que valerse con la verdad, pura y simple.
-Jamie dijo suavemente-. Te quiero mucho. Nunca querré más a nadie. Eres la
persona más importante de mi vida y siempre lo serás.
-¿Qué pasa con él?
-Quiero a Jake. Yo no era mucho mayor que tú cuando decidí que quería
casarme con él -dijo preguntándose si su hijo entendería lo que intentaba decirle-.
Nunca sucedió. Posiblemente nunca ocurrirá, pero no voy a mentirte. Si Jake me lo
pidiera, le diría que sí.
-No lo hará --el tono de Jamie era más triste que enfadado, y las lágrimas
asomaron a sus ojos-. Va a marcharse. Tú lo has dicho.
-Y puede hacerlo, Jamie, pero no podemos evitar eso. Tú no le das la espalda al
amor sólo porque tengas miedo de que no dure. Cuando se ofrece amor, se toma.
Porque es algo muy precioso, aunque sea durante poco tiempo.
-¡No me importa! -haciéndose un ovillo, Jamie acercó las rodillas a su barbilla y
se rodeó las piernas con los brazos, hundiendo la cabeza--.
¿Por qué ha venido si va a marcharse de nuevo? Lo odio.
Lexi no pudo más. No podía dejar a Jamie solo con su tristeza. Había veces
cuando todo el mundo, incluso los niños, necesitaban un abrazo. Ella se puso de
rodillas a su lado y cogió a su hijo protestón entre sus brazos.
-Ssh, corazón - murmuró-. Todo va a salir bien. Tu abuelo estará pronto en
casa, y estará con nosotros durante mucho, mucho tiempo. Y yo siempre estaré
contigo.
-No viniste a casa -dijo rodeándola de la cintura y enterrando la cara en ella.
-Lo siento mucho. No quería quedarme hasta tan tarde. Es cierto -dijo
terriblemente arrepentida y aguantándose las lágrimas-. Pero Twyla se quedó
contigo para que no estuvieras solo. ¿No te lo dijo?
-Sí -levantó la cabeza, sollozando--. Pero entonces llegó la tía Dolores, y
estaba muy enfadada porque tú no viniste a casa y ella no podía encontrarte. Y
entonces yo me asusté.
Lexi suspiró y apartó con un dedo una lágrima de su mejilla.
-Tú tía Dolores siempre monta mucho alboroto por todo. Yo no sabía que
llegaría tan pronto. Y lo siento mucho. No debería haberte asustado así por nada del
mundo.
-Está bien -encogiéndose de hombros con timidez, Jamie empezó a separarse
de sus brazos.
Dándose cuenta de que el momento había finalizado, Lexi le soltó.
-Pero de todos modos yo he salido otras noches y tú no te has preocupado así.
-Jake es diferente.
-¿Qué pensabas que iba a hacer? -bromeó Lexi-. ¿Marcharse y llevarme con él?
Un ceño apareció en el rostro de Jamie en lugar de la sonrisa que ella había
esperado, y Lexi se dio cuenta de que sin darse cuenta había tocado una fibra
sensible.
-Podría -dijo Jamie a la defensiva.
-No sin ti -le respondió Lexi con firmeza-. Nunca te abandonaré, y nunca te
dejaré. ¿Me crees?
Él asintió y enterró la cara contra ella de nuevo mientras sus brazos la
apretaban con tanta fuerza que Lexi apenas podía respirar. Ella lo abrazó también
hasta que él aflojó los brazos.
- Bueno -preguntó suavemente-, ¿somos amigos ya? ¿Hay algo más que te
disguste o de lo que quieras hablar?
Él levantó la cara e hizo una mueca. -¿Por qué ha venido?
-¿Tú tía Dolores?
Jake asintió.
-Pensé que te gustaba.
-No la necesitamos aquí ahora mismo.
Lexi encontró difícil no estar de acuerdo. Dolores siempre era inoportuna, y
siempre había hecho estragos en todos sitios donde iba.
-Me gustaría que la conocieras más, Jamie. Después de todo, es tu única tía, y
creo que es importante que los dos paséis tiempo juntos.
-¿Por qué? A ella no le importamos. Si fuera así, vendría más a menudo.
-Ahora está aquí.
-Eso es sólo por Jake. En cuanto llegó anoche empezó a preguntarme por él.
Quería saber todo lo que hemos hecho juntos, todo lo que él me ha dicho. Ojalá se
marchara.
Lexi se quedó mirando a las montañas, intentando no perder el control.
-No te preocupes, corazón. No lo hará de nuevo. ¿Estás ya listo para volver?
-Sí -Jamie se apartó de Lexi y se puso de rodillas -. ¿Mamá?
-¿Sí?
-Me alegro de que hayas vuelto a casa.
Ella le dio la mano y la apretó suavemente mientras regresaban.
-Yo también, Jamie.
Abatida, bajó la colina. Las posibilidades de pasar otra noche con Jake habían
desaparecido. Con Dolores en el rancho y Jamie alerta, no tendrían muchas
oportunidades para estar solos en los días siguientes.
Pero de todos modos, ése no era el momento para que Lexi pensara en su
propia vida. Al día siguiente, su padre regresaría del hospital y necesitaría mucha
atención. Y aparte de eso, tenía que encontrar un modo de que Dolores y Jamie se
llevaran bien.
En la puerta trasera, Jamie le pidió permiso para montar en su bicicleta un
rato antes de entrar a comer. Lexi accedió y entró en la cocina, donde encontró una
nota de Twyla diciendo que todo estaba preparado excepto el guiso del horno que
estaría terminado cuando sonara el timbre, y que volvería por la mañana.
Lexi miró el reloj y vio que aún quedaban quince minutos. Dejó la cocina, donde
no había nada que hacer y encontró a Jake sentado en la mesa del salón.
Levantó la cabeza de sus papeles en cuanto ella entró.
-¿Encontraste a Jamie? ¿Está bien?
-Sí -dijo sentándose en una silla . Estaba más asustado que enfadado.
-¿No sigue furioso conmigo?
-A Jamie le importas mucho, Jake. Creo que ése es parte del problema. Tiene
miedo de tomarte mucho cariño y que te marches.
Jake se levantó y se sentó en el sofá a su lado. -¿Y tú? ¿De eso tienes miedo
también? -A veces -admitió.
Él cogió su mano y la miró a los ojos.
-¿Y si te digo que no creo que eso vaya a pasar?
-Yo diría que «pensar que no vaya a pasar», no es mucha garantía de seguridad.
Él sonrió.
-No seguirás preocupada por Dolores, ¿verdad? No después de todo lo que te
he contado.
Lexi respiró profundamente.
-Ahora mismo estoy preocupada por demasiadas cosas. Papá viene a casa.
Dolores está causando problemas. Y yo no estoy muy segura de que Jamie me haya
contado todo lo que le está preocupando.
Jamie le acarició la mano.
-No parece que haya mucho sitio en tu vida para mí -dijo sin dejar de mirar su
mano.
-Yo haré sitio. Sólo que puedo necesitar algo de tiempo.
-¿Qué hay de esta noche?
Ella notó de antemano la decepción en su voz, y sabía que él había adivinado su
respuesta.
-No me atrevo a marcharme.
-Eso no significa que no pueda verte. ¿Puedes al menos reunirte conmigo fuera
cuando todos se hayan acostado? Incluso aunque sólo hablemos, quiero pasar algo de
tiempo a solas contigo.
Ella se mordió el labio inferior y se perdió en sus ojos verdes.
-Me encantaría.
Deseando que la noche ya hubiera llegado con sólo la luna, las estrellas y Jake
por compañía, ella apartó la mano de mala gana.
-Será mejor que vaya a buscar a Dolores. Tengo que decirle unas cuantas
cosas. ¿Sabes dónde está?
-Creo que arriba, en su habitación. Algo en su voz llamó la atención de Lexi. -
¿Os habéis peleado?
-No. Acabamos de descubrir que ya no tenemos nada que decirnos.
No muy convencida, ella dejó el tema, sabiendo
que no conseguiría una respuesta de él.
-Bueno, no tardaré -se levantó-. ¿Puedes apagar el horno cuando suene? Y si
Jamie vuelve,
¿puedes decirle que es la hora de comer? -¿Estás segura de que tendrás
apetito después
de hablar con Dolores?
Lexi sonrió.
-Bueno, si no bajamos, empezad sin nosotras. Posiblemente no os venga mal
pasar un rato juntos.
Ella había llegado a la puerta cuando Jake se aclaró la garganta.
-Por si sale el tema... ¿cuánto sabe de anoche?
-Jake -dijo ella con tono incrédulo-. Tiene diez años. Sabe que su madre se
marchó contigo a un baile y no regresó hasta el día siguiente. Lo que pasara entre
nosotros, espero que sea un misterio para él.
-Puede que sepa más de lo que tú piensas, ¿no has hablado con él aún de la
vida? -¡Jake!
-¿Es eso un no?
-Pensándolo mejor, puede que no sea tan buena idea dejaros solos.
-Relájate. Vete. Le echaré una partida de ajedrez si empieza a hacerme
preguntas sobre ano
che.
-¿Prometido?
-Prepararé el tablero, por si acaso.
-De acuerdo -sonrió-. Bajaré lo antes que pueda.