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EL PRIMER
HOMBRE NUEVO
 Traducción castellana de
RUFINO GODOY y ROSMARI DECKEL
de la obra de FRANZ ALT
FRANZ ALT
JESÚS - DER ERSTE NEUE MANN
(Copyright © 31989. Piper, Munich-Zurich)

JESÚS,
EL PRIMER
HOMBRE NUEVO

Prefacio del P. Oliver

© Derechos para todos los países de lengua española en

EDICIONES EL ALMENDRO DE CORDOBA, S. L.
El Almendro, 10 Donoso Cortés, 22, 2." dcha.
Teléfono (957) 27 46 92 Teléfono (91) 593 26 94
14006 CÓRDOBA 28015 MADRID

ISBN: 84-8005-014-4
Depósito legal: M. 32.428.-1993

Printed in Spain. Impreso en España

ARTES GRÁFICAS BENZAL, S. A. Virtudes, 7. 28010 MADRID
 PREFACIO
Estás a punto de encontrarte, amigo lector, con un libro
sorprendente.
Todos los humanos estamos llamados a ser el hombre que
hemos de ser y que todavía no somos. Ser hombre es un deseo
primordial que nos quema la sangre y que sernos enreda por
todas las ramas del ser. Ser hombre es estrenarse cada mañana,
es sorprenderse uno de sí mismo. Ser hombre es lo más nuevo
que se puede intentar y emprender.
Para todo hombre lo nuevo es lo más humano. El hombre
es siempre nuevo. Uno no acaba nunca de ser nuevo. Jesús es
el primer hombre nuevo.
Jesús es el primer hombre nuevo. Pero esa verdad, que desde
hace dos mil años suena en toda la cordillera de la historia del
hombre, la recoge y la dice Franz Alt de una forma absolutamente
nueva. Aprovechando su información periodística, componiendo
sucesos políticos, económicos, culturales o religiosos de nuestro
tiempo, utilizando los datos de la psicología profunda, logra
presentar a aquel Jesús que anduvo entre nosotros hace veinte
siglos con unos rasgos, unos gestos y una irradiación a la vez
sorprendentes y subyugadores.
Sorprendentes, porque sobre lo que tantas veces se ha dicho
de él se pueden decir todavía cosas insospechadas, tan tremen-
damente nuevas, que lo hacen el más actual de nuestros contem-
poráneos. De una actualidad tal, que su palabra resulta ser la
más nueva y eficaz para el remedio de nuestros males y para la
realización de nuestras ilusiones. La sorpresa, además, puede ir
en otro sentido: lo que el autor dice de Jesús y la visión que de
él tiene y presenta, así como muchas de las consecuencias a las
que llega descomponen muchas estructuras y desmantelan mu-
chas seguridades. Está claro que muchas, muchas, de ellas son
muy discutibles, incluso posiblemente erradas, pero lo cierto es
que el desconcierto que causan es el mismo de una bofetada en
plena cara: obliga a desperezarse y a abrir los ojos. Y a reaccionar:
si las cosas son así, ¿qué hacemos de la persona, de aquel sorpren-
dente hombre nuevo y de su mensaje? ¿No será que vamos a la
deriva teniendo a bordo el mejor timonel de la historia? ¿No
será que buscamos la salvación donde no está? ¿No estaremos
dando a las cosas y a los acontecimientos una significación y un
destino equivocados? ¿No estaremos envejeciendo inexorable-
mente teniendo entre nosotros la levadura y el fermento de toda
novedad?
Y subyugadores. Pero resulta que en un mundo y una cultura
que sufre cambios trascendentales y que camina hacia el final
de una aventura topamos de golpe delante de nosotros y dentro
de nosotros con la increíble realidad: él es la solución. Ese Hom-
bre nuevo es el libertador de todas las esclavitudes y el vencedor
de todos los miedos que puedan asaltarnos en el camino y es, a
la vez, el constructor de todos los mundos donde el hombre
puede ser feliz y llevar a cabo su increíble aventura. No es lo
material la dimensión y el sentido de nuestra vida, ni es el mundo
que manejamos el que anhela nuestra historia, ni es el hombre
que estamos siendo el hombre que estamos llamados a ser. Es
urgente volver a la base de lo eterno en el hombre: hay que
integrar animus y anima, lo masculino y lo femenino, hay que
dar a la mujer en la vida y en la historia el papel humano que
le pertenece, hay que volver a despertar el niño que somos y
que llevamos dormido dentro, hay que cambiar lo de fuera po-
niendo en orden lo de dentro —y no al revés—, hay que volver
a lo auténtico, a lo primordial y fontal: el Amor. El Amor, del
 CONTENIDO
que n o suelen hablar los políticos ni las iglesias El A m o r que
es la única fuerza capaz d e liberar t o d o s los recursos que lleva
u n o dentro, el A m o r que Jesús ponía siempre como principio,
m e d i o y fin d e t o d a su predicación y d e t o d a su actividad
Quizá estemos tan d o r m i d o s , q u e sólo con una bofetada de
sorpresas de la categoría d e las que este libro contiene p o d e m o s
d e s p e r t a r a la realidad La hermosa y s o r p r e n d e n t e realidad d e
descubrir que aquello que con tanto ahínco y tan desesperada
m e n t e b u s c á b a m o s lo llevamos d e n t r o de nosotros Y q u e somos
tan grandes q u e ni los cataclismos d e la historia, ni los errores
d e nuestra ignorancia ni la oscuridad de nuestra malicia han sido
INTRODUCCIÓN
capaces d e acabar con nuestra ilusión d e ser nuevos
Si quieres descubrir c ó m o fue Jesús el p r i m e r h o m b r e nuevo ¿Quién ha fracasado Jesús o nosotros 5
y convencerte a la vez d e q u e t o d o lo q u e te sucede n o es más
q u e una inmensa sed d e llegar a ser nuevo, inacabablemente Cap I ¿QUIÉN ES JESÚS?

nuevo, déjate, lector, s o r p r e n d e r y subyugar p o r este libro q u e Jesús, la bomba atómica espiritual
tienes en las m a n o s y p o r la figura que detrás d e cada página te Jesús contra los teólogos
espera con u n nuevo guiño inolvidable lo nuevo, q u e ya sucedió, ¿Podemos salvarnos todavía 3
sucederá Y eres tú ,
Cap II ¿QUIÉN FUE JESÚS?
ANTONIO OLIVER " El realista
El primer hombre nuevo
¿Fue Jesús obediente?
¿Fue Jesus politico?
El autentico Jesús
Su experiencia de Dios
¿Hizo Jesús milagros?
La triple evolución de Jesús

Cap III JESÚS Y LAS MUJERES

Asi vio esta obra el padre Antonio Oliver, conocido humanista y religioso En la escuela de las mujeres
de la Orden de los Teaünos, natural de Vilafranca (Mallorca), a quien una angina Jesús y Mana Magdalena
de pecho le sorprendió el 9 de enero de 1994 para llevarlo al encuentio de Jesw¡ El sueño de un hombre
el primer hombre nuevo
Infatigable orador, antropólogo, especialista en Ramon Llull y profundo co Cap IV JESÚS Y LOS HOMBRES
nocedor de las ideas y de la religiosidad en los siglos XII XIV, el padre Antonio
Oliver era ante todo un creyente en Jesús el hombre nuevo libertador de todas Etica de hombres
las esclavitudes, vencedor de todos los miedos y profeta del Amor ¿Ley o espíritu?
i No rompas el matrimonio 1
8 Contenido INTRODUCCIÓN
Jesús, el hombre masculino 83
Jesús, el hombre emancipado 86

Cap V JESÚS Y LOS NIÑOS 91

Dios como niño 92
El miedo originario de todos los niños a ser abandonados 100
Un ministerio para niños 103
Hacerse como niños 107

Cap VI JESÚS Y SU PADRE MATERNAL 111

La nueva imagen de Dios un Dios de amor 114
El amor es más que justicia 118
La imagen dinámica del Dios de Jesús 120 ¿QUIEN HA FRACASADO JESÚS O NOSOTROS'
La nueva imagen del hombre que manifiesta Jesús 122
El reino de Dios es fraternalmente global 124 Hace dos mil años un hombre dio que hablar por una decla-
El reino de Dios no es la Iglesia 127 ración programática inaudita y singularísima «Todo lo hago nue-
Dios, el sueño de todos los hombres 128 vo» Ningún hombre, ni antes ni después de él, ha afirmado
esto Más aún ningún hombre, ni antes ni después de él, ha
Cap VII ¿Tuvo JESÚS MIEDO O CONFIANZA5 131 vivido en consonancia tan absoluta con su programa Su receta
Mi miedo al miedo 132 para la curación del hombre y del mundo fue ésta confianza,
Jesús también tuvo miedo Yyh- esperanza, amor ¿Ha sido eficaz esta receta 5 ¿Cambiaron los
El miedo es un regalo de Dios 141 hombres y el mundo a fuerza de más confianza, más esperanza
La confianza cura 143 y más amor 5 ¿Se hizo realmente todo nuevo 5 El que quiera dar
La confianza, energía central del alma 146 una respuesta sincera tiene que decir que no
Ahora, a principios del tercer milenio después de Jesús de
Cap VIII CON JESÚS HACIA LA NUEVA ERA 147
Nazaret, sabemos que los hombres, en su vida privada, no son
El camino de Jesús 150 esencialmente más felices y que la humanidad en su conjunto
¿Qué podemos hacer5 151 está al borde del abismo
i No separes el núcleo1 157 Nuestro siglo supera a todos los precedentes en confrontacio-
La energía solar 159
nes violentas entre los pueblos Por primera vez barruntamos
¿Pereza mental o respeto a la vida5 161
¿Maduros para Jesús5 168 algo del fin de la historia Las técnicas de la violencia se han ido
Cuando el hombre y la mujer se aman 170 refinando sin cesar desde hace siglos y han aumentado de tal
Seguir el propio camino 172 manera hasta lo inconcebible, que hoy existen más posibilidades
de acabar con la especie humana Esto sí es nuevo
¿Quién ha fracasado, pues 5 ¿Jesús o nosotros 5
¿Fue Jesús un estafador que no sabía lo que decía, o nosotros
no bemos entendido lo que quería decir 5 ¿Sobrestimó él a los
hombres, o nosotros hemos vivido hasta ahora por debajo de
10 Introducción
nuestras posibilidades? ¿Tuvo él una imagen falsa del hombre,
o tenemos nosotros una imagen falsa de Jesús? ¿Es Jesús hoy
nuestra gan oportunidad? ¿Hemos tenido que pasar por la gran
crisis para tener la gran oportunidad? Si los hombres somos
realmente incapaces de cambiar, entonces tenemos que olvidar
a Jesús. Pero, como es evidente que no podemos olvidarlo, sólo
cabe aceptar que somos nosotros los que no le hemos entendido.
Y entonces tenemos que situarnos ante Jesús empezando desde
cero, de una manera completamente nueva. Hoy se trata de
descubrir a un Jesús nuevo, se trata de una imagen nueva de él,
ya que realmente no hemos hecho nada nuevo con la vieja imagen
de Jesús. Ante todo, tenemos que descubrir todavía al verdadero
Jesús. Hoy esto es posible, y sobre todo es necesario. Las ideas
mueven al mundo. Nada es tan fuerte como una idea cuyo tiempo
está maduro. Nuestro tiempo está maduro para las ideas del
verdadero Jesús.
La pregunta de por qué desde Jesús no se ha hecho todo
nuevo me inquieta desde hace diez años. Mi respuesta en este
libro es la siguiente: todavía no hemos entendido al verdadero
Jesús. El nuevo modo de situarnos ante un nuevo Jesús es quizás
nuestra última oportunidad. Probablemente es también nuestra
primera auténtica oportunidad. Porque sólo en la crisis extrema
surgen las verdaderas oportunidades. Hoy yo sé que Jesús mues-
tra el camino que va desde la era atómica a una nueva era, que
yo llamo la era ecológica.
Quisiera expresar mi agradecimiento a los colaboradores de
la editorial Piper, que me han prestado una gran ayuda, sobre
todo a Renate Dórner y a Heidi Bohnet. Estoy agradecido a mi
mujer y a nuestros hijos por muchas de sus sugerencias y porque
me permitieron tomarme el tiempo necesario para escribir este
libro.
CAPITULO PRIMERO
¿QUIEN ES JESÚS?
«Todo lo hago nuevo» (Ap 21,5)
Nuestro tiempo está maduro para el otro Jesús, el verdadero.
¿Pero quién es ese Jesús? En estos últimos años he pensado
mucho en esta pregunta; caí en la cuenta de que Jesús no es el
«Señor de los ejércitos», el «Redentor y Dios», el «taumaturgo
y mago» de mis clases de religión, de los sermones dominicales
y de los libros de los teólogos, sino otro completamente distinto.
Jesús buscó y encontró, curó y cuidó, consoló y ayudó, lloró
y rió, contó relatos que han pasado a formar parte de la literatura
universal, fascinó a mujeres, desconcertó a hombres y aprendió
de los niños. Fue un hombre de profundo sentimiento y profunda
compasión, un hombre completamente distinto de aquel en el
que yo había «creído» durante cuarenta años. He empezado a
tener confianza en este nuevo Jesús. La confianza sostiene.
En este libro quiero hablar sobre las experiencias que he
tenido durante este proceso y sobre las preguntas que se me han
planteado. Con frecuencia cedo la palabra a mis maestras y
maestros espirituales Hanna Wolff y Crista Mulack, Karl Herbst
y Eugen Drewermann.
El que indaga en profundidad encuentra bajo las capas de
una imagen de Jesús teñida de romanticismo y banalizada, depre-
ciada y tamizada por la institución eclesial, una fuente de agua
viva: a Jesús, el primer hombre nuevo.
Con Jesús comenzó un nuevo cómputo del tiempo, pero no
12 ¿Quién es Jesús?
un tiempo nuevo. Y esto no se debió a Jesús, sino a nosotros,
que no lo hemos comprendido. Hoy, en la era atómica, nuestros
instrumentos técnicos están superdesarrollados, pero nuestras
almas están subdesarrolladas. El gran descubrimiento de Jesús
fue éste: los hombres enferman por el miedo, pero se curan por
la confianza.
Una editorial católica de Roma quería publicar la edición
italiana de mi primer libro sobre el sermón de la montaña, La
paz es posible, Pero un funcionario del Vaticano se lo impidió
con este significativo argumento: el tiempo no está todavía ma-
duro para Jesús. ¿Realmente es así? ¿Cuántos miles de años
deben pasar todavía? El tiempo apremia. Por otra parte, hace
poco me escribió Alexander Konovalov, consejero militar de
Mijail Gorbachov y miembro de la Academia Soviética de las
Ciencias. Y en su carta cita con profunda convicción el sermón
de la montaña.
Hoy podemos solucionar muchas cosas, pero no hemos re-
suelto nuestro problema personal. Por eso deberíamos tomar
una actitud nueva ante Jesús. Sólo se puede entender a Jesús a
partir de las experiencias de la propia vida. Para entender la
vida y las enseñanzas de Jesús y hacerlas fecundas para mi vida,
tengo que soñar con su vida y su enseñanza. Sólo reflexionando
profundamente sobre él, haciendo la experiencia de su camino
y teniendo una gran ilusión por él, podré seguir sus pasos. Jesús
fue y es el sueño de un hombre auténtico.
Mi convicción política y mi experiencia personal es que, ante
las amenazas atómicas y ecológicas y los riesgos personales con
los que vivimos hoy, no hay mensaje más importante, ni vida
más convincente, ni modelo más grandioso que Jesús de Nazaret.
Jesús es el primer hombre nuevo. Lo llamo así, porque él no
eliminó en sí mismo lo femenino, sino que lo desarrolló y lo
integró. Por eso las mujeres que lo conocieron hace dos mil años
estaban «locas» por él. Como hombre dotado de sentimiento
racional, Jesús es el ejemplo luminoso para mujeres y hombres
que se emancipan y para jóvenes que buscan.
La teología ha hablado siempre de Jesús con la fórmula «ver-
dadero Dios y verdadero hombre». La presentación asexuada
Jesús, la bomba atómica espiritual 13
de Jesús tiene mucho que ver con la tradicional hostilidad de la
Iglesia contra el cuerpo. En 1975 Hanna Wolff afirmó que «el
hombre Jesús» era aún desconocido. Hoy, en la época del femi-
nismo, tenemos que reconocer que «el nuevo hombre» Jesús
está aún por conocer.
Según el antropólogo F. Buytendijk, la existencia humana
plena exige «los dos proyectos, las dos dimensiones, la modalidad
masculina y la femenina en cada persona».
Lo que, después de dos mil años, hace tan fascinante a Jesús,
esa «figura de irresistible claridad» (William Hamilton), lo per-
cibió el reformador indio Keshab Candra Sen ya en el siglo XIX:
«¿Qué otra cosa fue Cristo sino la unificación de la plenitud
masculina y femenina?»
Hanna Wolff, que redescubrió en la India los escritos de este
reformador, atestigua con otra cita que Sen fue un hindú que,
con gran intuición, supo ver un programa completamente nuevo
y más profundo de Jesús y de Cristo: «Pero el Cristo que nació
de una mujer y que es una mujer dentro del hombre está todavía
esperando que se le conozca».
El hombre Jesús actúa como un nuevo hombre en nosotros,
nos libera de la unilateralidad masculino-patriarcal. Según Cari
Gustav Jung, un hombre llega a ser hombre «nuevo» cuando
descubre y vive su anima, sus dimensiones anímicas femeninas.
Esto es lo que hizo Jesús. Y por eso fue y es un sanador eficaz,
el modelo de vida humana para toda persona.
JESÚS, LA BOMBA ATÓMICA ESPIRITUAL
Sólo después de analizar mis sueños siguiendo el método de
Jung (con lo que conocí mejor mi subconsciente y a mí mismo)
pude empezar a ver a Jesús como al primer hombre nuevo. En
el Evangelio de Tomás, dice Jesús: «Dichoso tú si sabes lo que
haces». En un sueño vi estas palabras: «El adquirir conciencia
exige profundidad». Era una clara indicación de que debía pre-
ocuparme por mi subconsciente. Hoy estoy convencido, con
Hanna Wolff, de que, junto al descubrimiento del subconsciente,
 ¿Quién es Jesús?
14
«la concepción de Jung sobre animus y anima constituye la visión
más genial de nuestra época sobre la esencia del ser humano».
«Es un acontecimiento fundamental en la historia de la cultura
contemporánea». Jung percibió que toda persona tiene en su
psiquismo un componente del sexo opuesto: el hombre un anima
fenemina, y la mujer un animus masculino. El animus y el anima
actúan en cada persona como polos opuestos y requieren ser
armonizados. A esta armonía Jesús la llama «plenitud»; Cari
G. Jung, «totalidad»; la filosofía china, «el principio yin y yan»,
y las feministas actuales, la «persona andrógina» (en griego, andró
significa masculino, y gyné femenino).
El ser humano andrógino es la unión de lo masculino y lo
femenino en la conciencia. Nuestro cuerpo es masculino o feme-
nino, pero la naturaleza humana es andrógina, es la polaridad
masculino-femenino en cada uno de nosotros.
La concepción del animus y el anima significa, por tanto,
que es tarea del varón realizar sus dimensiones anímicas femeni-
nas, el anima; y es tarea de la mujer realizar sus dimensiones
anímicas masculinas, el animus. Esta concepción ha sido existen-
cialmente importante para mí. Mi análisis de los sueños fue mi
salvación espiritual en plena crisis vital. A raíz de ello, los libros
sobre Jesús de Eugen Drewermann, Hanna Wolff y Christa Mu-
lack, influidos por la psicología profunda, y la obra El verdadero
Jesús del teólogo Karl Herbst me ofrecieron una ayuda decisiva.
Lo que estos autores han expuesto científicamente, yo trato de
presentarlo en estilo periodístico, uniendo a ello mis experiencias
en la política. Para evitar malentendidos, quiero decir que la
psicología profunda me mostró el nuevo camino para llegar a la
fuente. La fuente de la que bebo es Jesús. He descubierto a Jesús
como al hombre que integró el anima. El hecho de que el reduc-
cionismo intelectual masculino, predominante hasta hoy, repri-
ma, desplace y niegue todo lo femenino en los hombres (y en
parte también en las mujeres), demonizándolo y satanizándolo,
constituye la auténtica locura de nuestro tiempo. El racionalismo
machista, carente de todo sentimiento y sensibilidad femeninos,
ha conducido a la bomba atómica y a la manipulación genética,
a las catástrofes ecológicas y a las iglesias machistas. Pero hoy
Jesús, la bomba atómica espiritual 15
vislumbramos que Jesús es tan formidablemente distinto porque
no reprimió sus cualidades femeninas, sino que las vivió y por
ello realizó milagros, es decir, curó. Al menos nuestro tiempo,
con sus múltiples enfermedades, está maduro para Jesús, que
sana espiritualmente. El encuentro en profundidad con Jesús es
para cada persona un «momento estelar»; con él se pueden
«alcanzar las estrellas del cielo», es decir, se pueden construir
la confianza y la autodeterminación personal y destruir la descon-
fianza y la heterodeterminación. Ser persona en el sentido de
Jesús significa querer ser gozosamente el que debo y puedo ser.
En este libro no me pregunto por el Cristo de los teólogos,
sino por el Jesús viviente y liberador, que —prescindiendo de
confesiones religiosas e ideologías— es actual y eficaz para nues-
tra vida cotidiana, o al menos podría serlo. Quisiera contribuir
a dar «actualidad» a Jesús. Siguiendo su ejemplo, se debe mostrar
un camino de liberación que esté lejos de la prisión eclesiástica
de los preceptos y prohibiciones. Hemos sido capaces de cons-
truir bombas atómicas y centrales nucleares, pero hoy ya no
sabemos qué hacer con ellas. Los hombres hemos querido ser
titanes. Pero ahora los titanes tienen que querer volver a ser
hombres. En el Jesús liberador tenemos la bomba atómica espi-
ritual con cuya ayuda podemos superar las bombas atómicas
materiales: las privadas, las profesionales, las políticas y las mili-
tares, que nos tienen atrapados. Jesús es la piedra angular sobre
la que «tiene que cimentarse el nuevo edificio de la historia»
(Johannes Müller). Su mensaje es la ayuda vital concreta, en el
sentido de cuidar del alma como complemento necesario del
cuidado diario del cuerpo. Esto es claro para todo el que procura
encontrar el núcleo de la enseñanza y de la vida de Jesús. Y esto
es precisamente lo que quiero hacer en este libro.
La psicología actual —esencialmente influida por Freud—
es casi atea. La teología actual —esencialmente influida por la
ilustración— está casi privada de alma. El gran psicólogo suizo
C. G. Jung ha redescubierto las fuerzas divinas que hay en el
alma humana. Sólo a través de nuestra alma y de los sueños que
tenemos cada noche, como mensajes divinos del alma, pueden
tener lugar la curación y el cambio para cada individuo, para la
16 ¿Quién es Jesús?
sociedad y para la humanidad entera. Lo que en nuestro siglo
es autoconocimiento y autorrealización a través del alma era para
Jesús hace dos mil años «nacer de nuevo del Espíritu». La reli-
gión en la línea de Jesús es esencialmente un trabajo sobre sí
mismo, confiando en la ayuda y en el amor de Dios. Mucho de
lo que hoy se considera cristianismo es, desde la perspectiva de
Jesús, más bien superstición. Las palabras «autorrealización» y
«autoconocimiento» fulguran como un undécimo mandamiento
sobre todo lo que sabemos sobre Jesús.
Pero ¿quién es Jesús? Nuestra comprensión de Jesús no pue-
de llegar más lejos que nuestro autoconocimiento. Las personas
inmaduras sólo pueden tener una comprensión inmadura de
Jesús. Las personas que buscan, las que entienden su vida como
un proceso de maduración, tendrán una imagen más madura de
Jesús. Precisamente porque nuestro tiempo sufre tanto irreden-
tismo, muchas personas tienen una intuición certera para descu-
brir en Jesús una imagen liberadora del hombre, que corresponde
a una imagen liberadora de Dios. Si el vigor de la fe de las
antiguas religiones vuelve a proclamarse hoy con tanta fuerza en
todo el mundo, ello es una prueba de hasta qué punto la religión
ha sido reprimida en nosotros por ideologías materialistas.
Pero todo lo reprimido sale alguna vez a la luz. Para la suerte
definitiva de la ilustración será decisivo que el logos de la ilustra-
ción pueda integrar el tnythos de las antiguas religiones. Sólo
esta integración podrá esclarecer la ilustración. Los resultados
de la ilustración —cientifismo y racionalismo unilateral— nos
han llevado en la era atómica al borde del abismo. La salvación
sería ilustrar la ilustración, reconciliar la fe y la ciencia. La Edad
Media absolutizó la fe, la Edad Contemporánea ha absolutizado
la razón. Pero sólo una fe ilustrada puede hacer razonable a la
razón. «El hombre no vive sólo de pan, sino también de la
confianza en Dios», dice el piadoso ilustrado Jesús. Lo nuevo y
moderno de este hombre es su totalidad, que ayuda a superar
nuestra desintegración: la separación de razón y confianza, de
ciencia y de conciencia, de religión y de política. Por eso Jesús
es la superpotencia de la historia espiritual de nuestro planeta.
En Jesús, más aún que en Buda o en Pitágoras, impresiona su
Jesús contra los teólogos 17
humanidad. De ningún otro fundador de una religión o «hijo
de Dios» se dice que haya «sudado sangre» de puro miedo y
que haya gritado de dolor. Sócrates afrontó serenamente la muer-
te; Jesús, temblando de miedo y desesperación. Por eso siento
más cerca a Jesús. Jesús no es ni un héroe ni un semidiós; tiembla
por su vida. Es un «verdadero hombre». Amó la vida, no el
sufrimiento. Y, sin embargo, aceptó el sufrimiento.
JESÚS CONTRA LOS TEÓLOGOS
•Con frecuencia, las iglesias cristianas y sus administradores
parecen actuar según este criterio: con el impuesto eclesiástico
y con los donativos podríamos vivir muy bien, si no fuera por
este Jesús provocador. Pero Jesús es un provocador para la paz
y un provocador para el amor; es el provocador para que surja
un mundo nuevo. Gracias a Dios, el Espíritu de Dios y el Espíritu
de Jesús no lo tienen en todas partes tan difícil como tras los
muros del Vaticano.
Así, mientras las iglesias van perdiendo cada vez más peso,
Jesús, por el contrario, va siendo más importante. Los fieles se
alejan a millones de las iglesias. Este hecho es una señal de
alarma. Pero las iglesias, en vez de ayudar, se sienten ofendidas.
¿Está hecho el hombre para las iglesias, o la iglesia para los
hombres?
Jesús estuvo siempre en contra de los teólogos del consuelo.
El erotismo de la verdadera vida que puedo percibir en Jesús es
mucho más estimulante y solidario que la inocencia de un paraíso
perdido o futuro con el que sueñan los teólogos.
Un cristianismo que no ofrezca una ayuda vital concreta y
práctica no tiene nada en común con Jesús. Es absurdo, e incluso
perjudicial y enfermizo, porque los hombres se engañan a sí
mismos con una fe meramente intelectual. Ya en 1962 dijo Paul
Tillich: «Hoy la palabra "fe" produce más enfermedad que sa-
lud». Y Ernst Bloch escribió con razón que Jesús no se vio a sí
mismo «como anfitrión de un reino de los cielos plenamente
trascendente».
18 ¿Quién es Jesús?
Pero muchos cristianos actúan como el presidente de Sudá-
frica, Pieter Willen Botha, que utiliza la Biblia como somnífero.
Un día declaró al Sunday Times: «Cuando de noche llego cansado
a casa, leo la Biblia para relajarme y me duermo en un par de
minutos. Jamás me duermo con remordimiento». Toda persona
tiene derecho a dormir bien. Pero ¿utilizar la Biblia para que
tranquilice la conciencia, y no para que la sacuda? El explosivo,
la bomba atómica espiritual que es Jesús queda desnaturalizado
como somnífero. Este es el espíritu de las iglesias temerosas y
de los cristianos temerosos. Botha era el representante supremo
de un régimen anticristiano de discriminación racial. ¿No está
maduro el tiempo para Jesús? ¿Es la Biblia un somnífero? La
idea originaria del cristianismo era transformarlo todo. El resul-
tado actual del cristianismo es éste: casi todo ha permanecido
como antes, únicamente ha tomado el nombre de «cristiano».
Konrad Lorenz caracteriza así nuestra situación: «En la mano,
la bomba de hidrógeno, y en el corazón, el impulso de agresivi-
dad». Sin religión y espiritualidad no hay salvación verdadera.
Pero ¿qué es religión? ¿Qué es vida espiritual? Podemos apren-
derlo en la escuela de Jesús.
Jesús es hoy un gran maestro porque hace dos mil años fue
un gran discípulo; fue el gran discípulo de Dios. Los grandes
maestros fueron antes grandes discípulos. Contra la afirmación
constante de la dogmática cristiana, el Jesús bíblico fue siempre
—hasta la cruz— un Jesús que aprendía, como lo prueba de
forma convincente el benedictino Wilhelm Bruners: primero, en
la escuela de su piadosa casa paterna; después, muy probable-
mente, en la escuela de la sinagoga hebrea; luego, en la sinagoga
misma, donde, como se sabe, ya a los doce años aturdió a los
sacerdotes con sus preguntas curiosas; hacia los treinta y cinco
años, en la escuela de Juan Bautista y, finalmente, en la de
cualquier persona que encontraba, sobre todo en la de las muje-
res. Pero de quien más aprendió, sin duda, fue de su Abba, de
su Padre.
Jesús desarrolló su fe, es decir, su confianza originaria, en
Dios y en los hombres, en crisis vitales (tentación en el desierto)
y en situaciones desesperadas (en el Monte de los Olivos, en la
¿Podemos salvarnos todavía? 19
cruz) y por eso se convirtió en el hombre divino, es decir, en
un hombre integral. Quien entiende en su espíritu a este nuevo
hombre tiene una melodía en su interior que ya no lo abandona
nunca. El Jesús devaluado, el «Señor glorificado», el Cristo de
la fe; todas estas fórmulas son construcciones teológicas que
poco pueden ayudarnos en nuestras crisis políticas y personales;
se trata de entender al verdadero Jesús.
Su «precursor» y maestro Juan Bautista predicaba todavía:
«Cambiad de manera de pensar y haced penitencia». Y ésta es
todavía la enseñanza cristiana. Jesús, sin embargo, recomendó
algo muy distinto y completamente nuevo: «Enmendaos y tened
confianza». La diferencia es fundamental. Jesús enseñó: «No
pongáis ningún límite a Dios, ni con dogmas, ni con la razón,
ni con la fe». La palaba griega pisteuein se sigue traduciendo
por «creer» en el sentido de «aceptar algo como verdadero sin
examinarlo», o «creer ciegamente». Pero «creer» significa con-
fiar. El que confía, en el sentido en que lo entiende Jesús, hace
algo que produce un miedo cerval a las iglesias, porque con ello
pierden su poder sobre los hombres: experiencias personales de
Dios. El que confía ya no tiene que creer, sino que sabe y confía.
El pecado original de la iglesia consiste en que prescribe la fe,
en vez de estimular a la confianza y a la experiencia personal de
Dios. Pero la fe sin experiencia es superstición, y seguir a Jesús
significa: confiar como Jesús en el amor de Dios.
¿PODEMOS SALVARNOS TODAVÍA?
En sentido tradicional, Jesús fue un no-creyente, porque no
aceptó a ciegas las tradiciones. El lema de Jesús en su búsqueda
de Dios está formulado en el Evangelio de Tomás: «El que busca
a Dios no debe cesar nunca de buscarlo. Cuando lo encuentre,
estará confuso. Después de la confusión, quedará asombrado».
Hace cien años Freud afirmó que cuando los hombres hablan
de Dios, suelen describir las coacciones de su infancia, sus miedos
y sentimientos de culpabilidad, la crueldad y violencia anímica
de las que fueron objeto. El dios azteca del sol, Tonatiu, sostiene
20 ¿Quién es Jesús?
en sus garras de águila corazones humanos y, como signo de
desprecio y amenaza, les saca su afilada lengua. En este dios
temible creen todavía hoy muchos cristianos. El 70 por 100 de
la población urbana de Alemania Federal es neurótica. ¿Dónde
están los que sanan? La iglesia tiene miedo a la libertad y a la
emancipación, a la conciencia individual y a la autodeterminación
sexual. Piensa que todo esto llevará inevitablemente a las catás-
trofes del aborto. Sin embargo, Jesús animó a la experiencia de
la libertad y de la autodeterminación. Invitó a buscar las verdades,
no a poseerlas. ¿Para qué enseñó Jesús que Dios es pan y vino,
camino y agua, si las iglesias lo encierran en dogmas y, en vez
de dar a los hambrientos pan, les ofrecen una doctrina? El men-
saje de Jesús es sencillo: «ama la vida viviendo el amor». Sigue
tu propio camino y todo irá bien. El que se abre a la búsqueda
se adhiere a Jesús.
Los cristianos casi han olvidado que Jesús fue crucificado no
por adaptarse, sino por oponerse. Su vida indica que nosotros
no sólo somos responsables de lo que hacemos, sino también de
lo que aceptamos sin resistencia. Jesús enseñó «con autoridad»
(Marcos), no como los «letrados» de ayer y de hoy, que enseñan
sin savia y sin fuerza.
Un monje americano cuya celda daba al lago Serie ha dicho
que había pasado dos años reflexionando sobre los sufrimientos
de Cristo, pero no había caído en la cuenta de que el lago Serie
agonizaba ante sus ojos. Esta es la situación del cristianismo
después de dos mil años: de tanto considerar el camino de Jesús,
se ha olvidado de ponerse en camino. Lewis Mumford ha seña-
lado que el capitalismo ha transformado en virtudes sociales
cinco de los siete pecados capitales del cristianismo: orgullo,
envidia, avaricia, ambición y sensualidad; en cambio, las princi-
pales virtudes cristianas, el amor y la humildad, son rechazadas
como «poco rentables». Por eso hoy se impone la consigna ofi-
cial: «¡Más crecimiento! ¡Más energía! ¡Más carreteras! ¡Más
dinero!» Y con el Mercado Común Europeo habrá más creci-
miento todavía. El tráfico de los automóviles se duplicará enton-
ces en las carreteras comunitarias.
El volumen de anhídrido carbónico aumentará entonces de
¿Podemos salvarnos todavía? 21
480.000 toneladas en 1985 a 760.000 en 1993, según cálculos
del Ministerio de Medio Ambiente. ¿Podemos salvarnos todavía?
Yo nací en 1938. Para devolver los bosques de la cordillera
Fichtel, hoy completamente destrozados, al estado en que esta-
ban entonces serán necesarios diez millones de años. Esto signi-
fica que, por nuestro estilo de vida, en menos de dos generaciones
hemos arruinado lo que en todo caso podrá crecer de nuevo
—si es que lo hace— en el tiempo de treinta mil generaciones.
La política de crecimiento ilimitado de los países ricos se
hace a costa del medio ambiente y de los hombres del tercer y
del cuarto mundo. Para comprender esto tenemos que imaginar-
nos el mundo, con sus más de cinco mil millones de habitantes,
como una aldea de sólo cien familias. Entonces tendríamos estas
cifras: siete familias poseen el 60 por 100 de la aldea, sesenta
familias disponen de una décima parte, setenta familias no tienen
agua potable, sesenta y cinco no saben leer ni escribir, veinte
familias tienen un producto bruto cien veces superior al de las
demás y siete familias consumen el 80 por 100 de la energía
disponible. Hace treinta años la diferencia era menor. La distan-
cia entre países pobres y ricos aumenta cada vez más dramática-
mente.
Una política orientada al mensaje de Jesús tendría que tener
el coraje de cambiar de rumbo, de adoptar el «menos» en vez
del «cada vez más». Algunos ejemplos: comprar menos, tirar
menos, menos energía, menos química, menos tráfico. Esto sig-
nificaría: menos contaminación, menos basura, menos ruido,
menos radiactividad, menos destrucción ambiental. Y para las
personas significaría: menos tensión, menos enfermedad, menos
peligro de guerra, menos miedo.
Este «menos» no sería, desde luego, una ascesis; Jesús no
fue un maestro de ascetismo; no se perdió ni una fiesta. Fue más
bien partidario de la alegría de vivir y de la calidad de vida. Este
«menos» sería en realidad un «más»: más naturaleza, más cultura,
más libertad para el deporte y la educación, más sentido de la
vida, más sentido común, más paz, más futuro.
Jesús sabía —como Gandhi después— que los bienes de este
mundo no son suficientes para la codicia de todos, pero sí para
22 ¿Quién es Jesús?
las necesidades de todos. Con ello está fundamentalmente plan-
teada la pregunta acerca del sentido: ¿cuál es el sentido de nues-
tro trabajo? ¿Vivimos para trabajar o trabajamos para vivir?
¿Cuál es el sentido de nuestra economía? ¿Vivimos para nuestra
economía o nos servimos de la economía para vivir? ¿Qué signi-
fican estas preguntas para las sociedades occidentales, con millo-
nes de parados desde hace diez años?
En política y economía debemos a la ética de Jesús una
alternativa saludable. La escasa ética social que la iglesia ha
predicado hasta ahora en el occidente cristiano sólo puede sus-
citar una sonrisa de cansancio en los expertos. Una teología
orientada por la ética de Jesús o es una teología de la liberación
o no es teología.
Seguimiento significa: escucha tu voz interior, presta atención
a tus sueños, respeta toda vida, sigue tu conciencia. El escuchar
la conciencia es la exigencia central de la «conversión de los
corazones» que proclama Jesús. He aquí algunos ejemplos de la
conversión que pide Jesús, siguiendo la conciencia:
Una conciencia profundamente ética
— sabe, después de Chernobyl, que el «riesgo residual» ató-
mico es el que cada día nos puede dar el residuo, y actúa en
consecuencia, también a la hora de votar;
— considera intolerable que se pulvericen miles de millones
en armamento, mientras que millones de personas mueren de
hambre, y actúa en consecuencia;
— siente que la credibilidad de una actitud contraria a la
violencia política incluye siempre la renuncia a la violencia per-
sonal y trata de actuar en consecuencia en el matrimonio, en la
familia, en el tiempo libre, en la relación social y en la profesión;
— se pregunta si el precepto originario de toda religión, «no
matarás», no es válido también para los animales;
— siente que será también una ruina para el hombre el
hecho de que, por meros intereses económicos, se exterminen
brutalmente cada día especies animales y vegetales;
— quiere saber si se puede justificar el comer carne todavía,
cuando para producir carne se tortura a los animales y hay que
¿Podemos salvarnos todavía? 23
consumir siete veces más calorías que para producir alimentos
vegetales, que (además de ser más sabrosos) son más saludables;
— no tiene miedo de que sus acciones políticas no-violentas
sean registradas en las computadoras de defensa de la constitu-
ción. Jesús sería hoy sin duda un caso ante el que actuaría la
defensa de la constitución.
Una conciencia con sensibilidad ética no puede seguir sepa-
rando la ética en privada, profesional y política. La ética es
unitaria y global o no existe. La división establecida por Max
Weber entre la ética como reflexión privada y la ética como
responsabilidad política ya había sido anticipada por el cristianis-
mo con su división de moral cristiana de los domingos y moral
no cristiana de la economía y de la vida cotidiana. Pero esta
separación artificial no tiene nada que ver con Jesús. El no dijo:
«Hago nuevo el domingo», ni «hago nuevas la iglesia y la reli-
gión». Sino que —investido de la inconfundible y singular auto-
ridad de su conocimiento de sí mismo y de Dios— dijo: «Todo
lo hago nuevo». Y lo hago «ahora», es decir, en el momento en
que lo queramos de verdad. Esto fue y es absolutamente nuevo.
Jesús quiso y quiere un cambio que esté libre de dominio y
de violencia —hombres nuevos, un cielo nuevo, una tierra nueva,
todo nuevo—, pero los hombres de las iglesias construyeron
sistemas poco menos que inmutables. Marchan por detrás de la
mentalidad del tiempo, pero el Espíritu vivo de Dios los arredra
precisamente a ellos. Un ejemplo muy reciente: el papa escribe
más de cien páginas sobre la situación de la mujer. En los dos
primeros tercios de su «carta pastoral» resume lo que los soció-
logos, antropólogos y psicólogos afirman hoy sobre el tema. Pero
en el último tercio fundamenta con un dogmatismo medroso y
carente de imaginación su posición de por qué las mujeres no
deben ser sacerdotes ni obispos ni papas en la iglesia católica.
Así, el Jesús amigo de las mujeres es de nuevo crucificado.
«El que haya soñado alguna vez como Jesús con el Reino de
los cielos ya no podrá contentarse con este mundo, tal como es
hoy» (Leonardo Boff).
Y el «Reino de los cielos» o «Reino de Dios» no es otra cosa
24 ¿Quién es Jesús? CAPITULO SEGUNDO

que el mundo presente, pero en un estado completamente distin- ¿QUIEN FUE JESÚS?
to; un mundo en el que todo es nuevo.
Invocar a Jesús o es algo grandioso o no es absolutamente
nada.
En un sueño vi esta frase: «A la teoría correcta sigue la praxis
correcta». Esto significa que tiene gran importancia la persona
con la que voy a la escuela de la vida: Jesús, el maestro de la
vida, o Pilato, el representante del poder y del dinero.
El que quiera aprender la «teoría correcta» para seguirla en
su vida apelando a Jesús tiene que saber quién fue realmente
Jesús hace dos mil años.

«No necesitan médico los sanos, sino los enfer-

mos. Yo no he venido a invitar a los justos, sino a
los pecadores» (Jesús).

Mientras muchos teólogos cristianos predican sobre Jesús

como si hubiera sido un idealista alejado del mundo, Jesús, según
el filósofo marxista Milan Machovec, prendió «fuego al mundo»
con mano firme. ¿Cómo lo hizo? No con un programa atractivo,
sino ante todo porque se identificó con su programa. Este es el
secreto de la fuerza de acción que emanó y emana de Jesús.
— Jesús no sólo dice cosas nuevas sobre Dios, sino que no
tiene reparo alguno con tradiciones sagradas. Mejor el escándalo
que la ausencia de verdad.
— No sólo habla de la misericordia de Dios, sino que él
mismo cura.
— No sólo habla de la igualdad de todos los hombres, sino
que también da un trato de igualdad a las mujeres y toma en
serio a los niños.
Jesús se identificó con su programa y por eso es modelo para
todos los que buscan identidad. Jesús fue y es una estrella de
esperanza para todos los que buscan. «El que busca encuentra».
Jesús no proclamó bienaventurados a los espiritualmente ricos,
sino a los que buscan porque «eligen ser pobres».
Con su programa, Jesús no fue precisamente el gran idealista
26 ¿Quién fue Jesús?
que quieren hacer de él los hombres de iglesia desde hace dos
mil años. Fue —como lo prueba el interés que sigue despertan-
do— un realista y un gran conocedor del hombre. Jesús fue y
es el representante del sano sentido común. La concepción de
Jesús sobre el hombre no se opone a la razón, sino que es el
realismo de su programa el que da sabiduría a la razón. Su
sermón de la montaña y sus bienaventuranzas son un programa
para todos, para personas como tú y como yo: apela al sano
sentido común de egoístas inteligentes. Subrayo aquí el egoísmo
en su sentido literal de personalidad fuerte. Muchos «egoístas»
no tienen una personalidad fuerte, sino débil. Pero Jesús fue una
personalidad fuerte y consciente de sí misma. Habló «con fuerza»
y «con autoridad», como se dice una y otra vez en el Nuevo
Testamento. Su mensaje era absolutamente nuevo, y por eso los
hombres, como ante todo lo nuevo, «se indignaron» y «escanda-
lizaron». Hablaba «con violencia», pero no violentaba a nadie.
Y curaba.
Cuando en Cafarnaún curó en sábado a un hombre poseído
por un espíritu inmundo, «todos se quedaron desconcertados»,
escribe Marcos.
Cuando —también en sábado— curó a un hombre que tenía
un brazo atrofiado, los fariseos y los partidarios del rey Heredes
empezaron a urdir un plan para asesinarlo. Y cuando —de nuevo
en sábado— curó a una mujer que estaba encorvada desde hacía
muchos años, protestó el jefe de la sinagoga.
Lo que Jesús decía y hacía era convincente y curaba a sus
semejantes. La gente acudía por millares a él: pescadores y cam-
pesinos, mujeres y niños sobre todo. Más de treinta veces men-
ciona el Evangelio de Marcos que «la multitud», «mucha gente»
se agolpa alrededor de Jesús. Los que esperan en Jesús y lo
siguen son principalmente de la clase baja —jornaleros, parados,
esclavos, mendigos, enfermos— y de la clase media —artesanos,
pescadores, pequeños agricultores—. Para quien conozca la geo-
grafía de Galilea no es extraño que el evangelio de Mateo hable
de un «sermón de la montaña», el de Lucas de un «sermón en
el campo» y el de Marcos de un «sermón en el lago».
Para la gente de allí, que se sentía prisionera de una despia-
¿Quién fue Jesús? 27
dada religión de la ley, el mensaje de Jesús sobre Dios como un
padre amoroso era una liberación.
Hay regiones de la tierra en las que las estaciones del año se
viven con más intensidad: por ejemplo, la primavera en Califor-
nia, el verano en Cerdeña, el otoño en Baden-Baden y el invierno
en las montañas suizas. Uno de los lugares en los que se puede
vivir la primavera como regalo de una quinta estación del año
es la región en torno al lago de Genesaret, entre Betsaida, Cafar-
naún y Magdala; allí fue donde Jesús tuvo más éxito con sus
curaciones, porque la gente de aquella zona confió más en él.
Yo pasé algunos días de primavera en Cafarnaún, donde vivió
Jesús, y fueron para mí como un quinto evangelio viviente, que
me ayudó a entender mejor los cuatro evangelios escritos. Hay
afinidades entre un estado anímico y un paisaje geográfico. El
estado anímico de Jesús se puede barruntar junto al lago de
Genesaret. Ese fue el lugar del sermón de la montaña, de la
«multiplicación de los panes», de la «tormenta en el lago» y de
muchas curaciones.
Sobre Jesús conocemos pocos datos históricos precisos. Lo
que hoy se sabe es que nació en Belén, muy probablemente en
el año 7 «antes de Cristo»; vivió en Nazaret con sus padres,
aprendió de su padre y ejerció con él el oficio de albañil, de
ordinario como trabajador ambulante. Hacia los treinta y cinco
años recibió el bautismo de Juan y luego pasó dos o tres años
principalmente en Galilea predicando en numerosos lugares y
curando; tenía una casa en Cafarnaún, junto al lago de Genesaret,
y a los treinta y siete o treinta y ocho años fue crucificado en
Jerusalén. Según la mentalidad de la época, Jesús no era en
absoluto un joven cuando comenzó su actividad pública.
Tuvo hermanos y hermanas. Sobre su estado civil, el teólogo
judío Ben Chorin hizo en 1984, en su libro Hermano Jesús, una
afirmación que sorprendió a muchos: «Soy, pues, de la opinión
de que Jesús de Nazaret, como cualquier Rabí de Israel, estuvo
casado».
A los autores del Nuevo Testamento no les interesa esta
cuestión. Los teólogos cristianos suponen, en su mayoría, que
Jesús era soltero. Este dato no es seguro, pero sí probable. En
28 ¿ Quién fue Jesús?
Marcos (6,3) se enumeran los miembros más importantes de la
familia de Jesús: su madre, sus hermanos y hermanas. Podemos
suponer que, si Jesús hubiera estado casado, se habría mencio-
nado a su mujer al menos en este texto.
Su programa está resumido en esta frase: «Ama a tu prójimo
como a ti mismo», lo que significa que sólo cuando uno se acepta
a sí mismo puede amar a los demás. Sólo porque una distorsión
idealista hizo que se olvidara casi siempre la segunda parte de
este frase se pudo hacer del realista Jesús un chiflado ajeno al
mundo, aunque todavía simpático. Pero su egoísmo saludable
no excluye la felicidad personal, sino que la incluye. Por eso
sospecho, como Dorothee Sólle, que Jesús fue uno de los «hom-
bres más dichosos de la historia universal».
EL REALISTA
Todas las exigencias programáticas de Jesús son ante todo
razonables: el amor a sí mismo y el amor al prójimo, el amor a
los enemigos y el amor a Dios son presupuestos de una actitud
humana portadora y difusora de felicidad. Esto lo puede expe-
rimentar cualquiera en su propia vida. Quizá tiene uno que pasar
—como me ocurrió a mí— por trastornos del ritmo cardíaco,
debidos a una crisis típica de la edad madura, para tomar en
serio a Jesús también en este punto. El nuevo hombre Jesús no
propone una fidelidad legal, sino una fidelidad de amor; una
fidelidad que brota de una actitud interior masculina hacia la
persona amada, lo que, a la inversa, vale también para la mujer.
Quien se interesa por el programa de Jesús y trata de vivirlo,
tiene que rechazar la tesis del Vaticano de que «todavía no está
maduro» el tiempo para Jesús. \Sí que lo está! Al menos en la
era atómica está literalmente en el aire la realización universal
de sus ideas de amor y de paz, de justicia y libertad. Muchas I
personas lo presienten en su vida personal. En el escenario po-
lítico, Mijail Gorbachov es el representante del recto sentido
común, en el sentido de destruir imágenes hostiles, como propo-
ne Jesús. Gorbachov hacía paso a paso política con el recto
sentido común de un egoísta inteligente.
El realista 29
Jesús se parece muy poco a la figura ascético-piadosa que
los representantes de la iglesia han querido hasta ahora hacernos
creer que fue. No dejó pasar ni una fiesta, como los fariseos de
su tiempo le reprocharon duramente. Representó más bien una
alegría vital plena, orientada tanto al bienestar personal como al
del prójimo. Su propuesta de amor a los enemigos no es políti-
camente insensata, ni idealista y ajena al mundo, sino, precisa-
mente hoy, inteligente y realista. El amor a los enemigos significa:
«Ten el coraje de dar el primer paso» y «tu enemigo es un
hombre como tú» (Jesús en el Evangelio de Tomás). El mundo
será distinto cuando los políticos empiecen a entender en toda
su profundidad esta formidable frase de Jesús. Y los políticos
empezarán a entenderla cuando sean muchos los hombres que
hayan empezado a entenderla y a vivirla. Jesús sabía lo que hace
enfermar al hombre. Por eso pudo también curar. Y por eso es
también el que cura como nadie las enfermedades de nuestro
tiempo, sean personales o políticas. Es sencillamente razonable
orientarse en la dirección de Jesús. En una ocasión di una con-
ferencia y, al terminar, una asistente me preguntó si no era muy
difícil querer vivir en conformidad con el sermón de la montaña.
Desde mi experiencia personal, le contesté: Es, desde luego, más
difícil no querer vivir en conformidad con el sermón de la mon-
taña.
Tenemos que tirar por la borda la imagen del Jesús embalsa-
mado y envuelto en incienso que se nos inculcó desde la niñez
y que nos impidió llegar a ser religiosamente adultos y, en lugar
de ello, orientarnos por las vigorosas palabras de Jesús: «Acer-
caos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os
daré respiro» (Mt 28,11). Personas golpeadas por el sufrimiento,
escépticos de personalidad débil e ideólogos cegados, que viven
esencialmente de sus prejuicios, necesitan este «respiro» que
irradia la serenidad interior de este vigoroso Jesús. La paz de
Jesús es la «paz de la fortaleza interior» (Eugen Biser). Ningún
hombre adulto, ningún joven en actitud de búsqueda y ninguna
mujer emancipada pueden sentir el menor interés por un «Jesu-
sito» devaluado.
Como tocados por un rayo o sacudidos por un trueno, nos
30 ¿ Quién fue Jesús ?
sentiremos estremecidos si escuchamos el grito de este hombre,
plenamente consciente de su misión: «Fuego he venido a lanzar
a la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido!» (Le 12,49). El
incendio que provocó hace dos mil años este verdadero Jesús ya
no se podrá extinguir jamás.
Jesús nos muestra un camino muy práctico para romper los
círculos viciosos, tanto en el ámbito privado como en el político.
Personas de todas las épocas no han olvidado ni olvidarán este
camino de Jesús. Pero sacerdotes y letrados no le perdonarán
jamás el que quiera despertar directamente y sin mediación ins-
titucionalizada la autonomía y las fuerzas emancipatorias de cada
persona.
EL PRIMER HOMBRE NUEVO
La vigorosa eficacia de Jesús sólo puede explicarse por la
eficacia de su vida histórica. La investigación histórico-crítica de
los últimos ciento cincuenta años no nos ha proporcionado tantos
conocimientos sobre el Jesús histórico como para que podamos
escribir una biografía exacta sobre él, pero sí podemos hacernos
una imagen bastante precisa del Jesús histórico. A ello ha contri-
buido tanto la exegesis histórico-crítica como la investigación
sobre Jesús llevada a cabo en los últimos decenios por la psico-
logía profunda. Conforme a todo ello, se puede afirmar tranqui-
lamente que Jesús ha sido el primer hombre completo de la
historia, es decir, el primero que vivió sus dimensiones anímicas
masculina y femenina. Su vida marca un nuevo capítulo en la
historia de la humanidad. Hay que tener en cuenta que la vida
de Jesús hace veinte siglos comenzó muy pobremente y terminó
en la cruz entre dos peligrosos delincuentes. ¿Por qué esta vida
sigue siendo hoy tan fascinante? Porque Jesús vivió de forma
consecuente y fue el primero en mostrar lo que significa vivir lo
que uno enseña. Jesús no fue un contemporizador, sino un hom-
bre que arrastraba. Según él, lo importante no es lo que uno
dice, sino únicamente lo que es por sus obras. Hermann Hesse
expresa así esta idea en Narciso y Boca de oro: «Puedes cumplir
El primer hombre nuevo 31
los mandamientos y estar muy lejos de Dios». Los criterios de
autenticidad de Jesús eran consecuentes, inconfundibles, únicos,
globales, ingenuos, precisos y muy conscientes. Las palabras y
enseñanzas de Jesús no eran en cierto modo distintas, sino que
él fue completamente distinto y significó el mayor contraste que
uno pueda imaginarse con su ambiente judío. Esta impresión
global se extiende a lo largo de todo el Nuevo Testamento. Los
letrados y fariseos estaban apegados a la ley y a los convenciona-
lismos, a los principios y a la autoridad. Jesús, en cambio, reac-
cionaba con objetividad, espontaneidad, sensibilidad y elastici-
dad, orientado a la vida real y al hombre concreto, no a una
doctrina muerta. Sus oyentes no eran en cierto modo curiosos,
sino que estaban «desconcertados», «sorprendidos», «asombra-
dos».
Jesús fue un hombre nuevo porque fue el primero que des-
tapó y cuestionó el exclusivismo masculino de la sociedad de su
tiempo. En los muchos encuentros que Jesús tuvo con mujeres,
según el Nuevo Testamento, no encontramos ni una sola palabra
airada contra ellas; pero sí encontramos muchas contra los hom-
bres. Su actitud absolutamente nueva respecto a las mujeres—en
un ambiente antifemenino y exclusivamente orientado al hom-
bre— pone de manifiesto con toda claridad al nuevo hombre
Jesús. Uno de los datos más esclarecedores, por lo que respecta
a los hombres, es su actitud respecto a las mujeres. Ni Buda ni
Mahoma, ni Aristóteles ni Platón trataban a las mujeres con tanta
libertad de espíritu, con tanta igualdad, espontaneidad y natura-
lidad como Jesús. Indudablemente, Buda fue un pensador más
vigoroso, pero Jesús tenía una sensibilidad más profunda. De
los cuatro hombres que Karl Jaspers considera decisivos en la
historia de la humanidad —Confucio, Buda, Sócrates y Jesús—,
fue sin duda Jesús el que logró la integración más profunda del
anima, la mayor armonía de lo masculino y lo femenino. Como
se expondrá más adelante, Jesús se dejó cuestionar por mujeres;
aprendió en la escuela de la mujer. Por eso los hombres que lo
rodeaban sacudían la cabeza con indignación. Muchos lo siguen
haciendo todavía hoy ante la idea de que Jesús aprendió de las
mujeres. Incluso las mujeres tienen dificultades para asumir esta
 32 ¿Quién fue Jesús?
idea. «Jesús es el primer hombre que no manifiesta ninguna
animosidad frente a lo femenino; esto constituye un aconteci-
miento histórico» (Hanna Wolff). Jesús no se irritaba por nada
femenino. Dado que él desarrolló e integró en sí lo femenino,
no necesitaba proyectar agresivamente a las mujeres de su alre-
dedor la dimensión femenina reprimida, como todavía hoy si-
guen haciendo la mayoría de los hombres y como entonces hacían
todos. Jesús es la primera gran excepción. Lo femenino era para
él más que lo maternal. La reducción de lo femenino a lo maternal
es el problema de muchos hombres de hoy, que consideran a
sus mujeres como sustituías de la madre y no como compañeras
y sujetos de amor. El mundo está lleno de hombres que siguen
siendo dependientes de su madre. Este estado de conciencia de
muchos hombres no es maduro y adulto, sino infantil.
Por el contrario, en los relatos en que Jesús trata con mujeres
subyace una comprensión liberadora respecto a ellas. Los psico-
terapeutas insisten una y otra vez en que una causa decisiva de
todas las neurosis y psicosis es el infantilismo. Muchos hombres
y mujeres no quieren ser adultos; se niegan a emprender el
proceso de maduración que la vida les exige. Infantilismo signi-
fica el rechazo a asumir responsabilidad como persona.
Las iglesias, con su niño-Jesús siguen teniendo una imagen
infantil de Jesús. Este hecho dice poco sobre el verdadero hom-
bre Jesús, pero mucho sobre las iglesias. En el arte eclesiástico
Jesús aparece con frecuencia junto a María como «hijo depen-
diente de la madre». Pero Jesús no lo fue en absoluto. No estaba
apegado a su madre como un hijo dependiente de ella, sino
orientado a lo femenino como un hombre adulto. En las mujeres
Jesús veía amigas y compañeras, no sustitutivos de su madre u
objetos de placer.
Sólo mujeres y hombres que han integrado el anima pueden
entender al Jesús global que logró esa integración. Mientras las
iglesias sigan siendo puras iglesias de hombres, lo femenino y
las mujeres serán menospreciados en ellas. Por eso el verdadero
Jesús tendrá que esperar todavía un tiempo hasta que lo descu-
bran las iglesias. Sin embargo, con él las iglesias podrían ofrecer
al mundo la contribución decisiva para su salvación y liberación.
El primer hombre nuevo 33
En Jesús lo masculino y lo femenino no están en pugna, sino
amistosamente integrados y reconciliados. El es el hombre andró-
gino, es decir, masculino-femenino. La polaridad sexual mascu-
lino-femenina es el destino de toda persona. La inteligencia (o
lo masculino) ama el cuerpo (o lo femenino), y a la inversa.
«De este modo, toda persona que vive y ama es al mismo
tiempo hombre y mujer. Y esta referencia y complementariedad
mutuas son el gran poder vital de la realidad inefable del amor»
(Hanna Wolff). Jesús fue un hombre completo porque desarrolló
y vivió la totalidad masculino-femenina. Sólo así llega a ser «hom-
bre verdadero». El buen niño-Jesús, sentado en el regazo de su
madre, se ha hecho adulto, es un hombre.
El lenguaje de Jesús es gráfico, intuitivo y concreto, frente
al lenguaje académico, oficial y político que hoy predomina.
Nuestro lenguaje actual está exteriorizado: nosotros captamos,
sabemos, entendemos, comprendemos. El lenguaje de Jesús es-
taba alimentado desde dentro: él sentía, barruntaba, era afectado,
presentía, tenía intuiciones, «vio» el cielo abierto y «oyó» la voz
de su Padre. Quien escucha a Jesús experimenta en sus palabras
cercanía vital, praxis vital y la autoridad de Dios: «Enseñaba
con autoridad, no como los letrados» (Mt 7,29).
La gente percibía que él sabía de lo que hablaba. «No estaba
obsesionado por una idea, sino impulsado por el Dios humano»
(Karl Herbst). No enseñaba conocimientos de libros, sino que
transmitía a los aldeanos que lo escuchaban sus experiencias y
sentimientos.
«No necesitan médico los que están sanos, sino los enfer-
mos». Este es el lenguaje del Jesús femenino-intuitivo y dispuesto
a la ayuda.
Como médico global, como sanador, Jesús tenía «compa-
sión» y «misericordia», «se lamentaba» y «lloraba». «Jesús y
sentimiento son una misma cosa. Su sentimiento es siempre com-
prometido, es el hombre de la disponibilidad al sentimiento y a
compartir el sentimiento» (Hanna Wolff).
Vale la pena aprender en la escuela de Jesús. Cuando el
«discípulo predilecto de Dios» (Wilhelm Bruners), a lo largo de
su vida pública, consolaba y curaba de día a los enfermos y a
34 ¿Quién fue Jesús?
los desvalidos, por la mañana temprano o entrada ya la noche
se retiraba a dialogar con su Padre, a orar y meditar, y a pensar
juntamente con Dios en lo que había aprendido de los hombres.
Jesús fue un gran sanador porque buscaba la fuerza sanadora
del silencio y bebía intensamente de ella.
Su confianza en Dios era para Jesús un proceso de aprendi-
zaje y crecimiento. Sólo quien vive la propia vida como proceso
de aprendizaje y crecimiento puede entender a este verdadero
Jesús y aprender de él. En muchas crisis vitales y situaciones
desesperadas, Jesús lloró y gritó, se quejó a Dios de su sufrimien-
to y luchó con él. Por eso y sólo por eso es un modelo permanen-
te. Yo sé lo que escribo, porque también yo he experimentado
en crisis vitales la eficacia del Jesús que aprende.
¿FUE JESÚS OBEDIENTE?
Sólo en un texto del Nuevo Testamento se afirma que Jesús
era obediente a sus padres —después de haber actuado en el
templo a los doce años precisamente «con desobediencia»—.
Aparte de esto, tuvo muchas tensiones con sus padres, más de
una vez habló con dureza a su madre y a sus hermanos y se
peleó con toda su familia cuando se trasladó de Nazaret a su
casa de Cafarnaún. Es significativo que la Iglesia, para neutralizar
al verdadero Jesús hasta convertirlo en el buen Jesusito, subraye
su «obediencia» y elimine su ruptura con sus padres y su familia;
ruptura que Jesús consideró absolutamente necesaria para seguir
su propio camino y que fue característica de su actitud, y dolorosa
para sus padres. El que obedece, transfiere su propia responsa-
bilidad a una autoridad: padres, profesores, jefes, iglesia, partido.
Jesús no fue un hombre de obediencia. Para él era importante
la confianza en Dios, no la obediencia a autoridades humanas,.
Marcos nos ofrece un ejemplo del camino que siguió volun-
tariamente Jesús contra la oposición de su familia. Cuando en
torno a Jesús se reúne cada vez más gente, su familia quiere
llevárselo «a la fuerza», «pues decían que había perdido el juicio»
(Me 3,21). Así, pues, el primer comentario que hacen sobre Jesús
¿Fue jesús político? 35
sus parientes es que está loco. Los teólogos de entonces decían
que estaba poseído por el demonio; su familia, que estaba loco.
Cuando, en medio de una aglomeración en Cafarnaún, alguien
dice a Jesús: «Tu madre y tus hermanos preguntan por ti», él
pregunta con aspereza: «¿Quiénes son mi madre y mis herma-
nos? Sólo el que cumple la voluntad de Dios es para mí hermano,
hermana y madre». El parentesco de sangre o la nacionalidad
no son para Jesús tan importantes como el parentesco espiritual
en Dios. Para Jesús es más importante querer ser un hombre
bueno que ser un «buen israelita» o un «buen hijo».
El texto citado de Marcos es un testimonio inequívoco de
que Jesús estaba completamente liberado del complejo de padre
o de madre. Esta es una condición para poder madurar y llegar
al estado adulto. Si Jesús no se hubiera independizado realmente
de sus padres, nunca habría adquirido la importancia singular y
extraordinaria que hoy tiene para el proceso de maduración de
toda la humanidad. Los hijos que dependen de la madre y las
hijas que dependen del padre no tienen libertad de decisión ni
son capaces de responsabilidad. En esto Jesús fue ejemplar. Mar-
cos indica así las dificultades de Jesús con su familia y de ésta
con él: «Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa,
desprecian a un profeta» (Me 6,4).
¿FUE JESUS POLITICO?
Jesús respondió a preguntas no sólo políticas, sino también
personales. Sin embargo, hasta hoy, los cristianos apenas han
aceptado las dimensiones políticas de Jesús. Sus amigos deberían
y deben ser «sal de la tierra», «luz del mundo», «levadura».
Según Lucas, Jesús introdujo su actividad pública anunciando
«felicidad para los humildes», «libertad para los prisioneros» y
«vista para los ciegos». Este no es un programa apolítico, sino
un anuncio de liberación radical en el que también se relativiza
todo poder político. Este mensaje constituye una amenaza para
los poderosos. Es mucha la miseria humana que depende de
circunstancias políticas. Jesús quería dar un vuelco a todo lo
36 ¿Quién fue Jesús?
El auténtico Jesús 37
inhumano, hacerlo nuevo. El Reino de Dios que anunciaba estaba
mas, antes de que su enemigo les dé un mordisco mortal, le
orientado a realidades estrictamente políticas como la libertad,
ofrecen el cuello en actitud indefensa —y así salvan la vida—.
la justicia, la paz y la misericordia. ¿Acaso no es político este
Su enemigo no les muerde. Quizá Jesús observó a estos animales
ideal? ¿Acaso no es una provocación política el amor a los ene-
y aprendió de ellos. «Vivía con las fieras» (Me 1,13). Quien siga
migos?
el camino no-violento de Jesús podrá vivir milagros. Desde luego,
En dos cuestiones Jesús fue de una coherencia aterradora:
no hay garantías. Pero Jesús pensaba decididamente que siempre
en la cuestión del dinero y en la del poder. No se oponía radical-
es mejor morir a manos de otro que matar. Jesús sería de hecho
mente al dinero y al poder, pero planteó radicalmente la cuestión
el necio que algunos lo consideran si hubiera dicho solamente:
de su sentido. ¿Son apolíticas las cuestiones del dinero y del
«No resistáis al mal». Pero dijo algo muy distinto: «No resistáis
poder?
al mal, sino venced el mal con el bien». Esto no es una invitación
El que ve al Jesús histórico y el sermón de la montaña como a soportarlo todo, sino a transformarlo todo mediante una con-
hechos apolíticos no ha entendido gran cosa de Jesús. El hindú ducta inteligente.
Gandhi lo entendió mejor y tuvo éxito con la política de Jesús.
Jesús previo en su tiempo adonde conduce una política de
Pero los políticos cristianos no han dado hasta hoy ninguna
violencia y contra-violencia: a la destrucción de Jerusalén y al
oportunidad a la política de Jesús. Los cristianos Otto von Bis-
exterminio de gran parte del pueblo judío. El camino que Jesús
marck y Helmut Schmidt, Karl Cartens y Helmut Kohl coinciden
muestra es el único camino de superar paso a paso los principios
en la afirmación no cristiana de que «con el sermón de la montaña
imperialistas de nuestro mundo y «de acercarnos a la gran utopía
no se puede gobernar». Richard von Weizsácker es la gran excep-
de una comunidad del hombre y las criaturas en la tierra, que
ción: «El sermón de la montaña es un reto cotidiano». La excep-
esté libre de dominio y regida por Dios» (Wilhelm Haller). Jesús
ción confirma la regla.
propuso la renuncia al poder porque veía con realismo los peli-
Jesús se distanció siempre con claridad de toda política de
gros del poder para el hombre.
violencia. También a su alrededor había defensores de la violen-
«Los que eligen ser pobres» son aquellos que «no emplean
cia. Por una parte, las fuerzas romanas de ocupación, pero tam-
la violencia». Hay armas más inteligentes que la violencia. Mijail
bién los luchadores de la resistencia judía. Jesús se distanció de
Gorbachov entendió algo de esto.
ambas posiciones de violencia. Sabía que la violencia siempre
genera más violencia. Los luchadores de la resistencia contra la
ocupación romana se llamaban «zelotas». Algunos de sus discí-
EL AUTENTICO JESÚS
pulos lo eran: Simón «el zelota» y Judas Iscariote. Jesús, el
hombre no-violento, los decepcionó. El fue —y es hoy de manera
A lo largo de dos mil años los cristianos han reflexionado
cada vez más clara— el maestro consecuente de la libertad frente
sobre «su» Jesús, han discutido, han meditado y hablado sobre
a la violencia. Con su amor a los enemigos muestra el camino
él y han hecho la guerra en su nombre —con frecuencia unos
regio que puede romper el círculo infernal de violencia y contra- )
contra otros—. Casi siempre estaban de acuerdo en que el segui-
violencia.
miento de Jesús no es posible. En política esto se tradujo así:
Cuando Jesús dice: «Si alguien te golpea en la mejilla derecha,
«Con el sermón de la montaña no se puede gobernar». Jesús
ofrécele también la izquierda», no hace una exhortación a aguan-
propuso lo contrario. El no quiere al necio que «construye su
tarlo todo, sino que ofrece una posibilidad realista de quitar la
casa sobre arena», sino al inteligente que «construye sobre roca»,
hostilidad al enemigo. Hay animales que, en situaciones extre-
sobre una base firme. Jesús quiere, por tanto, a seguidores y
38 ¿Quién fue Jesús?
seguidoras conscientes, es decir, a personas que no especulen
sobre la verdad, sino que «realicen la verdad». Con esta exigencia
de no especular, sino de actuar, Jesús fue un hombre de una
coherencia y de un rigor asombrosos. «Por sus frutos los cono-
ceréis», no por sus palabras piadosas. No hay nada de sentimen-
talismo ni de romanticismo en la frase que dirige a los piadosos
y satisfechos de sí mismos, a los sacerdotes y dirigentes del
pueblo: «Los recaudadores y las prostitutas os precederán en el
Reino de los cielos». Desde hace dos mil años, el encuentro con
Jesús ha movilizado las fuerzas de autocuración de muchas per-
sonas. Esto no ha cambiado nada: «El que es consciente hace
conscientes a otros» (Hanna Wolff). Jesús no vivió ingenuamen-
te, sino con una conciencia muy profunda. Este hecho fue y es
contagioso, impulsa al cambio y a la conversión, que es la verda-
dera meta de toda religión.
Jesús no dejó a nadie indiferente. Los oprimidos —mujeres,
niños, esclavos y todos los explotados— se sentían comprendidos
por él; los satisfechos de sí mismos, los letrados, los fariseos y
todos los establecidos reaccionaron agresivamente contra él y lo
persiguieron. ¿Por qué fue crucificado? Sería ingenuo creer que
el amor es aceptado complacidamente por los hombres que do-
minan y que están interesados ante todo en su poder.
Jesús fue un desafío. Provocaba la decisión a favor o contra
uno mismo. Así lo hizo, por ejemplo, con esta parábola que
dirigió a algunos que se consideraban intachables y despreciaban
a los demás:
Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el
otro, recaudador. El fariseo se plantó y se puso a orar en voz
baja de esta manera: «Dios mío, te doy gracias de no ser como
los demás: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco como ese recau-
dador. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo
lo que gano». El recaudador, en cambio, se quedó a distancia y /
no se atrevía ni a levantar los ojos al cíelo; no hacía nada más
que darse golpes de pecho diciendo: «¡Dios mío!, ten compasión
de este pecador».
Os digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no.
Porque a todo el que se encumbra lo abajarán y al que se abaja
lo encumbrarán (Le 18,10-14).
El auténtico Jesús 39
Esto es psicología profunda de máxima actualidad: el recau-
dador reconoce sus faltas y está dispuesto a cambiar, mientras
que el fariseo no sabe nada de sí mismo. Más bien disfraza su
mentira vital con un mantito religioso y, de este modo, no tiene
la menor oportunidad de conversión. Este es con frecuencia el
problema de las personas piadosas satisfechas de sí mismas, que
creen tener a Dios y por eso ya no lo buscan; ya no tienen
capacidad de cambio. Nada hay más contrario a Jesús que los
actores piadosos; le repugnan. Consideran a Dios como un segu-
ro de vida y no como un desafío vital. El que no acepta su parte
de sombras, dice Jesús con su parábola, frustra la misión de su
vida, no es una persona autónoma, sino un hombre-masa: de
personalidad débil, incapaz de crítica y satisfecho de sí mismo.
Puesto que tales personas no quieren aceptar sus puntos
débiles, sus sombras, su espíritu malo, sino que lo reprimen, lo
proyectan agresivamente contra Jesús: «Estás poseído por un
espíritu malo». Esto es una proyección cotidiana de imagen hostil
y constituye la enfermedad del alma número uno —tan extendida
en la vida privada como en la política, en aquel tiempo y en el
nuestro—. El negarse a reconocer las propias sombras y la con-
secuente proyección de ellas impiden el crecimiento y la madu-
rez, la conversión y el cambio. Por eso, en la actualidad, la
mayoría de las personas son neuróticas, naturalmente, sin saber-
lo. Las consecuencias son: guerras y divorcios masivos, crimina-
lidad y abortos masivos. Generaciones enteras de cristianos mi-
raron con desprecio al fariseo de la parábola, pero él representa
el tipo del ciudadano burgués o «ciudadano decente» de todos
los tiempos. El fariseo es el burgués que hay en nosotros. Y a
este burgués le dice Jesús en contra del seudocompromiso rei-
nante:
— No puedes hablar de «pureza de corazón» y al mismo
tiempo doblegarte.
— No puedes adorar a un «Dios de muertos» si realmente
quieres vivir.
— No puedes adorar de verdad a Dios si realmente sólo
piensas en el efecto que causas en los demás.
 40 ¿Quién fue Jesús?
En caso de duda, para Jesús es más honesta la moral de los
«paganos» que el parloteo moralizante sobre Dios de los «piado-
sos». El cardenal Ratzinger dijo en una conferencia que el «de-
rrumbamiento de la moral» era peor que los misiles atómicos
intercontinentales. He aquí un caso típico de quien ya no percibe
la responsabilidad moral. Así, en nombre de la «moral», algunos
teólogos se convierten en peligrosos cómplices de las peores
máquinas de muerte. Ninguna coacción y represión anímica es
tan nefasta como la que se hace en nombre de Dios. En una
época en la que representantes de la Iglesia han llegado a «ben-
decir» hasta la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, la
afirmación blasfema de Ratzinger no es, desgraciadamente, una
excepción.
El problema de la mayoría de los teólogos y filósofos es que
creen saber lo que es bueno o malo para los demás. Con frecuen-
cia faltamos a un mandamiento, nos «damos de narices» y cree-
mos haber hecho algo «malo»; sólo después nos damos cuenta
de que aquello fue acertado, de que nos ayudó, de que era
necesario porque sólo después de hacerlo aprendimos algo. Cual-
quier crisis vital es la mejor terapia siempre que la aceptemos y
estemos dispuestos a aprender. En todos los enfrentamientos
profesionales que he tenido en los últimos tiempos he adquirido
dolorosamente conciencia de este principio vital: «Sólo aprende-
mos por la experiencia del sufrimiento».
Jesús se enfrentó a sus adversarios teológicos combativamen-
te y sin rodeos. Hizo curaciones en sábado en contra de la ley
religiosa vigente. Los fariseos querían acusarlo por ello y él les
preguntó:
¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal;
salvar una vida o matar? Se quedaron callados... Nada más salir
de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodia-
nos el modo de acabar con Jesús (Me 3,4-6).
Jesús actúa contra la ley, pero sigue el impulso de su corazón.
Los fariseos —muy piadosos y fieles a la ley— están en contra
de la curación de un hombre en sábado, pero en ese mismo día
sagrado planean un asesinato. Hasta ese punto temían los piado-
El auténtico jesús 41
sos por su imagen patriarcal de Dios, que un predicador laico,
con una de sus preguntas elementales y con su «irrefutable teo-
logía elemental» (Karl Herbst) amenazaba arrebatarles. Fariseos
representantes de la suprema autoridad religiosa, que habían ido
de Jerusalén a Galilea para examinar la actividad de Jesús, llega-
ron a la conclusión de que estaba poseído por el demonio. Su
criterio de examen era «la ley», que ellos consideraban palabra
de Dios. En cambio, el criterio de Jesús para conocer la voluntad
de Dios era el corazón.
La cuestión del Jesús histórico no significa las opiniones
teológicas del siglo I o del siglo XX, sino las auténticas palabras
y acciones de Jesús tal como se exponen (a mi juicio, de la manera
más convincente) en el libro de Karl Herbst El verdadero Jesús.
Según él, hoy hay tres posibilidades para los que buscan al ver-
dadero Jesús:
— Lo que aparece en el Nuevo Testamento es conforme a
Jesús. Esto lo aceptamos.
— No procede de Jesús, pero encaja en su figura. También
lo aceptamos.
— No procede de Jesús, no encaja en su figura y contradice
al Jesús histórico. Lo excluimos.
Después de un trabajo concienzudo a lo largo de toda su
vida, para el gran creyente Karl Herbst queda tanto material del
Jesús histórico, que él encuentra respuestas sorprendentes y libe-
radoras a preguntas como éstas: ¿Quién fue Jesús? ¿Qué quería
Jesús? ¿Qué hizo Jesús? ¿A qué Dios encontró Jesús? Mediante
la búsqueda de huellas realizada durante décadas por Karl
Herbst, hoy entiendo mejor las contradicciones que aparecen en
los evangelios y sé, por ejemplo, por qué Mateo «corrige» el
relato de Marcos sobre el bautismo de Jesús, Lucas lo menciona
en una frase secundaria y Juan lo omite por completo. El momen-
to en que Jesús, inmediatamente después de su bautismo, «vio
el cielo abierto» y «oyó» la voz de Dios es el instante decisivo
de la historia de la humanidad.

SU EXPERIENCIA DE DIOS
El bautismo de Jesús no es un mito, sino un hecho: «Sucedió
que» (Me 1,9) Jesús fue bautizado por Juan. Aquí se trata del
verdadero Jesús. Quien conscientemente se hace bautizar no
puede considerarse a sí mismo como Dios. El bautismo de Jesús
prueba que él era un modesto buscador de Dios. «Yo soy el
camino», no la meta. Hay cristianos que se niegan todavía a
aceptar este hecho. Siguiendo a Karl Herbst, quisiera atenerme
a los hechos: «No hay mayor título de honor para un hombre
que el de "modesto buscador de Dios", y el más modesto de
todos sería el más digno de confianza para conducir a Dios».
Jesús rechazó indignado la suposición de que era Dios: «¿Por
qué nie llamas bueno? Nadie es bueno más que uno, Dios» (Me
10,18).
El culto a la persona es lo último que se puede aplicar al
«hijo del hombre» Jesús. La expresión «hijo del hombre» no
significa otra cosa en el arameo corriente de Jesús que «hombre
ordinario» o, sencillamente, «hombre». Esto le va a Jesús. ¿Por
qué se han elaborado construcciones teológicas tan absurdas y
ofensivas para la razón humana? Jesús se irrita cada vez que se
le venera como a Dios.
Sobre la cuestión de si Jesús era «hijo del hombre» o «Hijo
de Dios» o Dios, los cristianos han peleado a muerte entre sí y
todavía hoy se atormenta y aburre a millones de niños en las
clases de religión con teorías y opiniones teológicas increíbles y
absurdas.
Jesús fue «hijo de hombre» porque fue el hijo de María y de
José. Fue «Hijo de Dios» porque se vio a sí mismo como hijo
de su Padre del cielo. Fue «hijo de Dios» lo mismo que usted,
querida lectora, es hija de Dios, y usted, querido lector, es hijo
de Dios. Jesús lo dice centenares de veces: Sois hijos de Dios; '
confiad en vuestro Padre. Jesús, «hijo de hombre» e «Hijo de
Dios», es nuestro hermano; a un Dios nunca podrán seguirlo
los hombres sin hacerse a sí mismos semidioses. Desgraciada-
mente, ya en el Nuevo Testamento se hizo del «hermano Jesús»
el «Señor Jesús». Jesús fue tanto por sí mismo que puede pres-
Su experiencia de Dios 43
cindir para siempre de todos los títulos y distinciones que la
iglesia le ha concedido. Y a nosotros nos desfiguran la visión de
su grandeza y dignidad humanas. Jesús se designa a sí mismo
unas ochenta veces como «hijo del hombre» (en arameo, Barnas-
ha). Pero sus discípulos y los evangelistas —a excepción de
Marcos— evitan dirigirse a él con este sencillo nombre. En el
Nuevo Testamento lo llaman más de trescientas veces «Hijo de
Dios» o «Mesías». Jesús se desespera muchas veces ante tanta
incapacidad para entenderlo realmente. Mientras estemos apega-
dos a la autoridad, estaremos deseando títulos y buscando siem-
pre a los más altos portadores de dignidad en vez de buscarnos
a nosotros mismos. Según todos los datos de la investigación
bíblica actual, Jesús no se llama nunca a sí mismo de manera
incontrovertible «Cristo» o «Mesías».
Es cierto que los discípulos de Jesús no podían «saltar más
allá de su sombra», de su entorno judío. Pero nosotros sí debe-
ríamos hacerlo. De lo contrario, el seguimiento de Jesús conti-
nuará siendo tan imposible como lo ha sido hasta ahora. Porque
hasta ahora hemos seguido en todo caso a un fantasma, no al
verdadero Jesús. Los resultados han sido los que cabía esperar.
Esta es también la verdadera razón del talante retrógrado de las
iglesias. Por eso desaprovechan el futuro y están adormecidas
en el presente. Como ya he dicho, en el evangelio de Marcos no
hay prueba alguna de que Jesús se designara a sí mismo como
Mesías o Cristo, pero sí muchos testimonios de que rechazó
todos los títulos.
Jesús fue el hombre tal como Dios lo imagina, el hombre
ejemplar, el modelo, la oportunidad de un seguimiento que hace
dichoso. El «hijo del hombre» significa: el primer representante
en el nuevo mundo de Dios. Hacia él pueden y deben orientarse
los nuevos hombres y las nuevas mujeres. El no era Dios, pero
tuvo también la tentación de querer ser como Dios. Es la ince-
sante tentación de querer dominar sobre otros y querer hacer
todo lo que sea posible. Es impresionante el relato de la tentación
de Mateo, en la que el diablo ofrece a Jesús «todos los reinos
del mundo con su esplendor». La respuesta inequívoca de Jesús
es: «Vete, Satanás».
 ¿Quién fue Jesús?
44
Jesús, conocedor y guía del hombre, reunía todas las condi-
ciones para convertirse en un político carismático, en un Mesías,
en una figura política salvadora. Pero el primer hombre nuevo
de la historia de la humanidad no quiso actuar como todos los
hombres que habían destacado antes de él: se comprometió
soberanamente por el Reino de Dios en este mundo y no aspiró
a conseguir dinero ni poder ni éxitos externos, que son los
patrones de valoración en este mundo. Jesús no describe el Reino
de Dios con imágenes tomadas de la política, sino de la natualeza;
y elige «símbolos cercanos a la mujer: la semilla que crece, el
árbol que da fruto, la vid portadora de vida» (Anton Mayer). Al
final del relato de la tentación de Jesús y como resultado de la
misma, Mateo escribe: «Entonces lo dejó el diablo; en esto se
acercaron unos ángeles y se pusieron a servirlo».
Jesús no confió en ninguna autoridad humana, en ninguna
ley, en ningún político, en ningún teólogo, sino únicamente en
su voz interior, en su Padre.
Y a este verdadero Jesús lo encontramos todavía en el evan-
gelio de Marcos. Después —ya en los otros evangelios— fue
endiosado. Cuando Johannes Müller, el fundador del castillo
Elmau, conoció a este Jesús, abandonó la teología erudita. Y en-
contró al Padre de este «Jesús sencillo, natural y genuino» en la
naturaleza y en toda alma humana —precisamente donde tam-
bién Jesús lo había encontrado—. Al igual que Johannes Müller,
Eugen Drewermann responde así a la pregunta sobre la vida de
Jesús: «No se puede decir otra cosa sino que fue un hombre
que vivió de una experiencia y una realidad fundamentales y
estuvo sostenido por ellas. A esta realidad la llamamos "Dios"
y la entendemos como una voluntad absoluta y que sólo se
explica a sí misma, omnipotente y bondadosa, que está detrás
de todo lo que existe. Sin esta realidad seríamos como hojas
arrastradas por el viento, como huellas antes de la tormenta,
como copos de nieve en la noche, como burbujas de espuma en
el torrente».
En su bautismo, Jesús «vio» y «oyó» a este Dios, a este
fundamento y apoyo absoluto de nuestro ser. El bautismo de
Jesús es la fuente para comprenderlo. Al salir del agua, Jesús
Su experiencia de Dios 45
sintió que el Espíritu de Dios, el aliento de Dios, se adentró en
él, y «oyó» la voz de Dios que dijo: «Tú eres mi Hijo, a quien
yo quiero, mi predilecto» (Me 1,11). Después de esto, todo fue
distinto en él. Juan Bautista había atemorizado todavía a la gente
con el Dios justiciero del Antiguo Testamento. Pero Jesús «vio»
y «oyó» al Dios del amor y de la misericordia. Juan decía: «En-
mendaos y haced penitencia». Jesús: «Enmendaos y confiad».
Jesús se separó de Juan y siguió su propio camino. Lo que Jesús
oyó y vio en el bautismo fue la experiencia más importante de
su vida. Por fortuna para nosotros, nos transmitió esta experien-
cia: estamos reconciliados con Dios, somos aceptados y amados
por él.
Inmediatamente después del bautismo, el «aliento» de Dios
lo empujó al desierto; allí resistió a fortísimas tentaciones interio-
res, que querían separarlo de su Padre; después enseñaba «con
plena autoridad» y siguió de forma coherente su camino, hasta
la cruz y la resurrección.
Sin aliento no hay vida. El aliento es vida. La experiencia
del bautismo transmitió una nueva vida a Jesús. Después de su
experiencia de Dios ya no fue el mismo. Ahora sabía exactamente
lo que quería. Ahora era el enviado de Dios.
«Amado» le había dicho su Padre. Los que son amados
sienten una fuerza colosal. Sólo los amados creen que pueden
«sacar de quicio el mundo». Jesús había nacido de nuevo, y con
él habían nacido una nueva imagen de Dios y del hombre para
toda la humanidad. El riguroso Dios justiciero del Antiguo Tes-
tamento se había convertido en un Padre amoroso; un Padre
con rasgos maternales. Jesús debió experimentar algo semejante
a lo que experimenta un recién nacido. En el pecho de su madre
y en los brazos de su padre se siente —sin palabras— amado y
aceptado. Los recién nacidos no pueden entenderlo, pero sienten
que son amados. Hoy sabemos la enorme importancia que tiene
para toda la vida de una persona, para que nazca en ella la
confianza como base de un desarrollo feliz, el contacto con la
piel de los padres en los primeros instantes después de nacer.
Nuestra hija menor, Caren María, cuando aún no hacía dos
segundos que había nacido ya se agarró a mi pulgar como si lo
46 ¿Quién fue Jesús?
hubiera estado esperando. El contacto con la piel desde el prin-
cipio fue muy bueno para nuesta relación. En aquel momento,
inmediatamente después de nacer, se echó la semilla de la con-
fianza originaria. También en mí se produjo una transformación
indescriptible (¡padres, que nadie os impida tener la experiencia
de un nacimiento!). El «contacto con la piel» entre Jesús y su
Padre, el aliento de Dios, esa experiencia de Dios transformó a
Jesús.
En la famosa pintura de Miguel Ángel de la creación del
hombre, entre la mano extendida de Dios y la de Adán hay una
pequeña distancia. Lo singular e irrepetible en la experiencia de
Jesús es que esta «pequeña» distancia ha desaparecido. En la
experiencia de su bautismo tocó por vez primera el dedo de
Dios. Los dos sintieron el «contacto de la piel». Y la energía del
amor de Dios fluyó a través de Jesús. Entonces ocurrió algo
indescriptible, como le ocurre a un recién nacido amado. Nos-
otros sólo podemos barruntarlo a través de las palabras y las
acciones con las que Jesús transmitió esta energía divina. Tam-
bién hoy actúa en nosotros esta energía cuando buscamos el
«contacto de la piel» con Dios.
Karl Herbst describe al Dios que Jesús experimentó en su
bautismo como un «Dios maternal», como un padre con rasgos
maternales. Jesús lo experimentó así. El hombre Jesús, que tenía
rasgos femeninos, conoció en su bautismo a un Dios-Padre con
rasgos femeninos. Por esto considero el bautismo de Jesús como
el instante decisivo de la historia de la humanidad. El mundo
no se ha renovado todavía, pero, mediante la nueva imagen de
Dios que tiene Jesús y mediante el nuevo hombre Jesús, puede
convertirse en un mundo nuevo. Depende de nosotros. Jesús,
que como muchos judíos tradicionales se hizo bautizar por Juan
en el Jordán, se convirtió en un hombre nuevo por la declaración
de amor de Dios. Dios no es un patriarca severo, ni una realidad
lejana, sino «nuestro Padre». Esta experiencia y la confianza
primordial que nace de ella tansforman por completo cualquier
vida. La confianza primordial genera conciencia de sí mismo.
Sólo la persona que tiene confianza primordial aprenderá a decir
de manera consciente «yo soy». En la fase más aguda de una
¿Hizo Jesús milagros? 47
crisis profesional pasé catorce días en un monasterio budista en
el Tibet. Allí, en un sueño, oí una voz que me dijo: «Yo participo
en tu problema». Percibí esa voz como voz de Dios. Y esta
confianza primordial estabilizó la confianza en mí mismo y me
dio mucha fuerza. Jesús invita a confiar plenamente en el buen
Dios creador: cualquiera puede ver sus obras y oír su voz en la
propia conciencia. No se trata de una teoría nueva sobre Dios,
sino de la realidad de Dios.
¿HIZO JESÚS MILAGROS?
Salieron los fariseos y se pusieron a discutir con
él; para ponerlo a prueba le pidieron una señal que
viniera del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y
dijo: ¡Cómo!, ¡esta clase de gente busca una señal!
Os aseguro que a esta clase de gente no se le dará
la señal. Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a
la orilla de enfrente (Me 8,11-13).
Jesús no hizo ningún milagro en contra de la creación. Si
hubiera hecho magia con la ayuda de Dios, quizá entonces los
teólogos lo habrían creído. Pero los milagros que se esperan en
la teología no van con Jesús. Estos teólogos esperan un Dios
mágico que se adapte a su catecismo. Jesús los deja. Su Padre
no actúa en contra de su propia creación. Todos los «milagros»
que Jesús hizo, todas las curaciones, nacieron de una profunda
confianza en Dios por parte del que curaba y de los que fueron
curados. Naturalmente, tampoco cuando nosotros pedimos se-
riamente ayuda a Dios se produce milagro alguno. Dios no mueve
una varita mágica. Pero el que ora y pide experimenta sin cesar
que de Dios fluyen corrientes de fuerza que movilizan determi-
nadas fuerzas en nosotros. Y así, con frecuencia surge algo ines-
peradamente nuevo. Esto no es un truco, sino la ley natural de
la confianza que cura y que Jesús no se cansa de recomendar.
Pero esta ley natural sólo la entiende quien la experimenta:
Todo es posible para el que tiene fe (Me 9,23).
48 ¿Quién fue Jesús?
Cualquiera de nosotros ha tenido experiencias que le parecie-
ron enigmáticas, «casuales» o insólitas. Tenemos que reconocer
modestamente que con frecuencia no entendemos, al menos de
inmediato, el sentido de ciertas «casualidades» o «incidentes».
Pero se trata siempre de «casualidades» conformes con la crea-
ción y no de irrupciones milagrosas contrarias a ella. Hay leyes
de la naturaleza y del espíritu que desconocemos o que no cono-
cemos todavía. El Padre de Jesús es un Creador amoroso y no
un mago malvado. Aquí se exige la inequívoca decisión de todo
el que busca seriamente a Dios. Yo me decido por el Abba de
Jesús y contra un Dios milagroso, teológicamente superelevado.
Lo que los teólogos han pensado y creído acerca de Jesús y
de Dios no es importante. Lo importante es la experiencia que
el verdadero Jesús tuvo de Dios. Si la psicoterapia del siglo XX,
sobre todo por obra de Freud y Jung, ha descubierto las leyes
del alma y ha encontrado caminos para curarla, está caminando
tras las huellas de Jesús. El descubrió hace dos mil años la
dimensión interior del hombre y descendió a los entresijos del
alma. «Esta es la razón por la que los niveles y métodos del
camino de curación terapéutica son asombrosamente parecidos
a los procesos que tuvieron lugar en las curaciones milagrosas
de Jesús», escribe el conocedor de Jesús Alfons Rosenberg, y
añade: «Y ésta no es más que una faceta del diamante Jesús».
Como en toda verdadera terapia, para que se produzcan las
curaciones de Jesús tienen que darse tres presupuestos:
— Los enfermos tienen que acudir a él.
— Los enfermos tienen que querer curarse.
— El que cura tiene que estar sano.
Ningún terapeuta puede hacer terapia por encima de sí mis-
mo. Sólo puede movilizar en el enfermo las fuerzas curativas que
él posee. Hanna Wolff, en su libro Jesús como psicoterapeuta, \&
mostrado de forma impresionante estos procesos psicosomáticos
de curación. El mismo Jesús resolvió convincentemente los «enig-
mas» de sus «milagros»: «Tu fe te ha salvado», es decir, tu
confianza en Dios y tu deseo de curación. La pregunta previa
decisiva para toda curación era: «¿Quieres curarte?»
¿Hizo Jesús milagros? 49
Frente a ofertas terapéuticas superficiales y muy extendidas,
que hacen promesas baratas, mi experiencia es que, si no hay
voluntad real de transformación, no cambia absolutamente nada.
La voluntad es decisiva; todo lo demás es autoengaño y fraude
económico con la angustia de muchas personas. Pero ¿cómo
puedo saber si mi voluntad es auténtica o lo es solamente en
apariencia? Sólo por las obras. «Propiamente», queremos cam-
biar siempre. «Propiamente», queremos aprender a ser fieles.
«Propiamente», queremos dejar de fumar. «Propiamente», que-
remos comer alimentos integrales. «Propiamente», queremos el
desarme, «pero los soviéticos nos obligan a seguir armándonos»,
me dijeron unos treinta diputados del CDU/CSU a raíz de mi
libro La paz es posible. El que quiere algo de verdad tiene que
hacerlo. El que sólo quiere «propiamente», no hace nada. Sólo
en la acción empieza la curación. Jesús no le dijo a la adúltera
ni una palabra de condena, pero le dijo muy claramente y con
eficacia: «No lo hagas más». Y la mujer no volvió a hacerlo.
Yo aprendí esta auténtica terapia en la dura escuela del tera-
peuta Jesús. Lo que nosotros hemos aprendido fatigosamente
en nuestro siglo con la ayuda de la psicología profunda «lo
consiguió Jesús por sí mismo. Así de grandiosa fue su persona-
lidad; éste es el hecho histórico que está ante nosotros» (Hanna
Wolff). Jesús nunca curó los síntomas; lo que a él le importa
siempre es el cambio radical. Los enfermos y desvalidos de su
tiempo se apiñaban a su alrededor, corrían tras él y le gritaban:
«Ten piedad y ayúdanos». Y Jesús les respondía: «Eso depende
en primer lugar de ti mismo». La confianza y la autoconfianza
son los presupuestos de toda verdadera curación.
¿Cómo son posibles tales curaciones? Esta pregunta, que se
sigue haciendo hasta hoy, fue respondida por Jesús con gran
precisión y con toda claridad: «Todo es posible para quien confía
en Dios». Es muy natural que, después de algunos decenios,
cuando se escribieron los textos evangélicos, sus autores exage-
raran o incluso «corrigieran» varios relatos de curación de un
hombre tan extraordinario como Jesús. En Jesús se proyectaron
muchas cosas que dicen mucho sobre los redactores de los textos,
pero nada sobre Jesús. Así, por ejemplo, Jesús no pudo o no
 ¿Quién fue Jesús?
50
quiso resucitar a ningún cadáver. Lo que consiguió fue más
dramático: despertar los corazones.
La imagen más impresionante del Jesús que cura a los hom-
bres por la confianza en su Padre aparece en el evangelio de
Marcos. Pero este evangelio, que es el más antiguo, no se escribió
hasta unos veinticinco años después de la crucifixión de Jesús y
por eso tampoco está libre de especulación y sobrecarga ideoló-
gica. Pero esto se da mucho más en los evangelios posteriores.
Así pues, en Marcos aparece todavía con bastante fidelidad el
Jesús histórico.
No deja de ser escalofriante el percibir lo que los teólogos
han hecho de Jesús. Baste un ejemplo: en el evangelio de Marcos,
Jesús dice: «El que no está contra nosotros está a favor nuestro»
(Me 9,40). Esta frase encaja en Jesús, que no quería excluir, sino
integrar. Pero ya unos veinte o veinticinco años después el autor
del evangelio de Marcos da un vuelco total a Jesús y lo falsea
poniendo en sus labios esta frase: «El que no está conmigo está
contra mí» (Mt 12,30). Esta frase no encaja en absoluto en Jesús.
Pero la Iglesia, a lo largo de sus dos mil años de historia, ha
acentuado mucho más esta frase que la posición de Jesús en
Marcos y con ello ha justificado los crímenes más horrendos y
anticristianos. Precisamente porque Jesús no pudo haber adop-
tado las dos posiciones, dado que se excluyen mutuamente, es
tan importante el discernimiento.
El impacto originario de Jesús en sus semejantes fue así: «La
presencia de Jesús causó sensación y toda la gente corrió a salu-
darlo» (Me 9,15). A mí me ocurre exactamente lo mismo que a
la gente de entonces cuando, siguiendo los pasos de Karl Herbst,
encuentro al Jesús del evangelio de Marcos. Haciendo una vez
la oración de la mañana en un convento de monjas, entendí de
una manera completamente distinta la palabra «milagro». Las
monjas no pedían: «Haz hoy milagros», sino que pedían, confor-
me al espíritu de Jesús: «Haz que veamos los milagros que hoy
sucederán». Jesús conocía las fuerzas curativas del alma, las fuer-
zas curativas que hay dentro de nosotros. Estas fuerzas se movi-
lizan por la confianza en Dios. Pero Jesús conocía también las
leyes de la naturaleza. Sus parábolas del sembrador y de la semi-
La triple evolución de Jesús 51
lia, del grano de trigo y del árbol bien arraigado ponen de ma-
nifiesto que observaba y meditaba los «milagros» cotidianos y
silenciosos de la naturaleza. La «semilla» y el «milagro» tienen
en Jesús una fuerza vital enorme. De eso se trata: de que agudi-
cemos los sentidos para los milagros cotidianos que tienen lugar
en nosotros y a nuestro alrededor. Como/Jesús, sólo experimen-
taremos los que afecten al corazón.
Al hombre que sólo se guía por la razón se le debe decir: la
«orientación correcta del corazón» no está dirigida contra la
cabeza. Al contrario: el corazón hace que la cabeza vuelva a ser
libre. Lo que más sobrecarga a la cabeza es un corazón endure-
cido. La causa principal de todas las enfermedades humanas es
un corazón degenerado por un falso modo de pensar.
Jesús no proclama una piadosa fe ciega, sino una fe con el
corazón y con la inteligencia.
LA TRIPLE EVOLUCIÓN DE JESÚS
La evolución de valores en Jesús es la auténtica «revolución»
del mundo. La revolución es siempre ruptura y retroceso. La
evolución, en cambio, es desarrollo, despliegue, movimiento,
avance. Jesús aportó una triple evolución.
— ha evolución de la imagen de Dios. La imagen de Dios
del Antiguo Testamento oscila continuamente entre un Dios de
amor y un Dios vengativo. Hanna Wolff ha demostrado de forma
convincente hasta qué punto daña al hombre esta imagen esqui-
zofrénica de Dios, todavía ampliamente extendida en las Iglesias
cristianas. Jesús rompió radicalmente con esta imagen de Dios
del Antiguo Testamento al reconocer a Dios como Abba, que
era la palabra más íntima y cariñosa para dirigirse a un padre.
| — ha evolución de la imagen del hombre. Jesús sabía que
una nueva imagen de Dios es el presupuesto para una nueva
imagen del hombre. Sólo quien vive sin temor ante Dios podrá
vivir sin temor ante los hombres. El sueño de Jesús en el hombre
nuevo se fundamenta en su nueva imagen de Dios. Solamente
un nuevo Dios hace posible un nuevo hombre.
 ¿Quién fue Jesús?
52
— La evolución desde abajo. Sólo personas que se han curado
por el amor a Dios y al prójimo pueden tener un influjo realmente
saludable en los demás, en la sociedad. Jesús no fue un revolu-
cionario, en sentido político restringido, sino que fue mucho
más. En contraste con los padres de la revolución francesa, rusa
o china, Jesús fue un «evolucionarlo» desde abajo, un «evolucio-
nado» de la conciencia, un «evolucionario» del amor. Todas las
revoluciones de las que tenemos memoria fueron revoluciones
de violencia y por eso tuvieron sólo un influjo limitado; Jesús
quería una evolución de libertad respecto a la violencia, una
evolución del corazón, una evolución del amor. Su evolución
está ahora a la orden del día de la historia mundial. Hoy, en la
era de las posibilidades de manipulación genética, en la era de
las catástrofes ecológicas y de la locura nuclear, no tenemos otra
elección. La comprensión del programa de Jesús es un salto
cualitativo en el camino hacia una conciencia humana superior.
Con esta extrema coherencia, Jesús, en contraste con los
otros revolucionarios, no incendió casas, sino corazones huma-
nos. Con la «conversión de los corazones» Jesús quería algo más
que un «nuevo modo de pensar». Con la palabra «corazón»
Jesús piensa en algo parecido al concepto chino I Ging o a lo
que la moderna psicología profunda llama «el subconsciente»,
ese estrato profundo de la persona en el que están las verdaderas
resistencias contra todo lo nuevo, contra el cambio de rumbo,
contra el nuevo modo de pensar, contra nuevos sentimientos y
una nueva sensibilidad.
El sermón de la montaña es la prueba de que la palabra
poderosa de quien no tiene poder puede ser más eficaz que las
palabras de poder de los poderosos. El sermón de la montaña
no ha cambiado todavía al mundo, pero mueve a millones de
corazones. Ese sermón es la verdadera ayuda para que surja un
mundo nuevo.
CAPITULO TERCERO
JESÚS Y LAS MUJERES
¿No habéis leído aquello? Ya al principio el crea-
dor los hizo varón y hembra (Mt 19,4).
En el lenguaje de la psicología profunda, hacer al ser humano
«varón y hembra» significa que la persona humana es una síntesis
del principio femenino y masculino en su alma.
Al comienzo de 1989, 163 profesores alemanes de teología
criticaron duramente al papa con motivo de la elección del car-
denal Meissner para obispo de Colonia. Para imponer a su can-
didato, el papa había cambiado sencillamente el sistema de elec-
ción, en pleno proceso electoral. Según todas las normas de la
honestidad y del derecho, aquel acto no fue, naturalmente, una
elección, sino una insolencia autoritaria. La protesta contra el
«pastor» —incluso por parte de católicos piadosos— estaba jus-
tificada. Pero ¿qué protesta hubo y hay contra el hecho de que
las mujeres no tengan la más mínima oportunidad en una elección
como ésta? Los argumentos machistas contra la posibilidad de
que las mujeres ejerzan ministerios en la Iglesia no son únicamen-
te anticristianos y contrarios al orden divino, sino sencillamente
irrisorios y lamentables. ¿Qué significa la elección manipulada
de un hombre frente a la discriminación secular de todas las
mujeres en la Iglesia? Y contra este escándalo permanente toda-
vía no han protestado nunca 163 profesores alemanes de teología.
Cuando mi mujer y mi hija de diecisiete años y muchas colegas
54 Jesús y las mujeres
me preguntan: «¿Qué pinto yo en esta Iglesia?», no sólo las
entiendo sino que me veo obligado a apoyarlas.
Jesús no discriminó a las mujeres y reprendió a los hombres
que querían discriminarlas, y esto fue hace dos mil años, cuando
el patriarcado estaba todavía intacto y era brutal y despiadado.
No tienen futuro alguno las iglesias machistas, sino sólo las igle-
sias fraternales que se orientan hacia la fraternidad de las iglesias
primitivas y siguiendo el ejemplo de Jesús respecto a la colabo-
ración de las mujeres. Juan Pablo II puso de manifiesto en otra
ocasión hasta qué punto continúa siendo ridicula e inhumana la
reacción de los hombres contra el sacerdocio de las mujeres: a
raíz de la elección de Bárbara Harris como primera «obispa»
anglicana, el papa se declaró «profundamente afectado», porque
su «hermano Robert Runcie», el primado de la Iglesia anglicana,
no había hecho todo lo posible para impedir «esa elección». El
papa mismo ahuyenta a las mujeres de las iglesias al negarles la
dignidad humana y los derechos cristianos.
El Concilio Vaticano II rechazó «toda forma de discrimina-
ción a causa del sexo como contraria al plan de Dios». Pero a
los dirigentes de las iglesias no les interesa el plan de Dios.
Muchos hombres y mujeres saludaron con júbilo la encíclica de
Juan Pablo II sobre la mujer. Pero se precipitaron. Es cierto que
el papa subraya la plena igualdad del hombre y de la mujer, pero
al final del documento se contradice cuando afirma que, natural-
mente, esta exigencia no es válida para la Iglesia. Precisamente
esta encíclica es un ejemplo paradigmático de la ideología clerical
del consuelo. El gran arte de la retórica eclesiástica siempre ha
consistido en consolar a sus «fieles» con cosas que nunca llega-
rían. Pero precisamente esto es lo que Jesús no quiso. Por eso
insistió siempre en que «el que quiere algo tiene que hacerlo».
Cuando, en 1983,23 obispos de los Estados Unidos quisieron
hablar con el papa sobre la ordenación de las mujeres, Juan
Pablo II respondió airadamente: «Un obispo tiene que demostrar
sus cualidades pastorales y de gobierno retirando su apoyo a
todo individuo de cualquier grupo que, en nombre del progreso,
de la justicia o de la piedad, o por cualquier otro motivo, reivin-
dique la ordenación sacerdotal de las mujeres».
Jesús y las mujeres 55
El miedo a las mujeres hace que los hombres célibes reaccio-
nen de forma sexualmente patológica; y son precisamente ellos
los que deben anunciar la buena noticia de Jesús de la fraternidad
y del amor de todos los hombres. Las mujeres, que se sintieron
comprendidas y liberadas por Jesús, son incomprendidas y dis-
criminadas por sus seguidores. El antifeminismo de Pablo marcó
el cristianismo mucho más que el feminismo de Jesús. El pragma-
tismo femenino haría que las iglesias de hoy, configuradas por
el dogmatismo machista, fueran mucho más interesantes. Hans
Küng sospecha que hay una conexión íntima entre «la prohibi-
ción de casarse para los hombres ordenados y la prohibición de
ordenarse para las mujeres». La opresión de las mujeres en las
iglesias es sólo una manifestación externa de la represión de lo
femenino en los hombres.
Jesús exhortó a los hombres y a veces los reprendió («hipó-
critas», «carnada de víboras»), pero aprendió de las mujeres. Ya
sus discípulos no entendieron esto, y menos aún los redactores
de los evangelios. En el evangelio más antiguo, el de Marcos, el
Jesús amigo de las mujeres se trasluce todavía, pero se va debi-
litando de una redacción a otra. En Marcos, Jesús afirma que
comete adulterio el hombre que abandona a su mujer y la mujer
que abandona a su marido. En Mateo, Jesús dice únicamente
que comete adulterio la mujer que abandona a su marido. Ya
no se habla del hombre. Y éste es sólo un ejemplo.
La ley judía sólo reconocía el dovorcio por decisión del hom-
bre, no de la mujer. Los discípulos de Jesús y los evangelistas
eran judíos típicos de su tiempo. Pero Jesús no era un judío
típico. A él no le importaba sólo la justicia social entre hombre
y mujer, sino ante todo la dignidad de la mujer. Sobre el amor
entre los sexos afirma Jesús en Marcos:
Al principio del mundo Dios los hizo varón y hembra. Por eso
el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y
serán los dos un solo ser; de modo que ya no son dos, sino un
solo ser. Luego lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre
(Me 10,7).
56 Jesús y las mujeres
Según Jesús, el matrimonio no es sólo una unión y relación
del alma, sino también del cuerpo. Jesús nunca menospreció el
amor corporal. Reconoció también en la sexualidad la acción de
Dios. En contraste con muchos ascetas, en Jesús no hay rastro
alguno de miedo al sexo o a las mujeres.
Jesús, como maestro del amor, vio,también en la conocida
«pecadora» María Magdalena a la mujer amante, porque vio su
corazón. Los judíos de entonces, de mentalidad legalista, no lo
entendieron, como tampoco lo entienden los cristianos de hoy,
de mentalidad moralista. Siempre que una persona ama de verdad
se le perdonan sus pecados. El que ama actúa como Jesús. E, in-
virtiendo la conclusión, la concepción que Jesús tiene del amor
significa que los muchos matrimonios rutinarios en los que el
amor ya no desempeña ningún papel no son otra cosa que pros-
titución oficialmente legitimada.
Jesús reconoció en el corazón de cada persona el núcleo
divino, el núcleo de la filiación divina. En Jesús no existe ninguna
mirada ambigua respecto al erotismo y a la sexualidad. El matri-
monio es para él la forma de vida de la armonía corporal y
espiritual, la reconciliación de lo masculino y lo femenino, la
escuela del abrazo erótico-espiritual-anímico. Para Jesús, el sen-
tido y la meta del placer amoroso y del abrazo amoroso no es
la procreación, sino la redención. El amor entre hombre y mujer
es el símbolo del amor de Dios al hombre. Jesús es un maestro
del eros y del amor.
Jesús confió en la fuerza creadora del amor y vivió por la
fuerza creadora del amor. Esto no es cosa de espíritus sentimen-
tales y exaltados. La fuerza creadora del amor —vida que ama
y amor que vive— es el camino, la meta y el impulso para
personas sobrias, maduras y en actitud de búsqueda; para perso-
nas que entienden su trabajo como parteras de un mundo nuevo.
Pablo, en cambio, es un maestro del miedo al sexo y de la
hostilidad a la mujer. Es el mayor enemigo de la mujer en el
Nuevo Testamento. Para él, lo que tiene que hacer la mujer es
sencillamente «callarse». No es casual que Pablo ni siquiera men-
cione a María Magdalena. Tampoco es casual que hoy se esté
construyendo una iglesia sobre la casa de Pedro, junto al lago
Jesús y las mujeres 57
de Genesaret, pero que ningún hombre de iglesia ni ningún
arqueólogo se preocupe de la casa de María Magdalena, situada
a pocos kilómetros, al sur de Cafarnaún, e igualmente a orillas
del lago. Anton Mayer ha demostrado que los redactores del
Nuevo Testamento «llaman la atención» a las mujeres tres veces
más que a los hombres. El dedo acusador de los señores apuntó
siempre más a los débiles que a los fuertes, incluso en la Biblia.
Pero esto no tiene nada que ver con el verdadero Jesús. La
hostilidad a la mujer y el desprecio al eros del papa actual tienen
su máximo exponente en Pablo, no en Jesús. Lo imprevisible
del eros debió irritar profundamente al legalista Pablo. Desde
Pablo a Juan Pablo II no ha cambiado nada en cuanto al despre-
cio a la mujer. Ya Pablo rompió por completo con la feminidad
de Jesús. Incluso palabras tan hermosas como las de Pablo sobre
el amor no hacen, desgraciadamente, que esto cambie. Pero a
nosotros nos interesa Jesús y no la opinión de Pablo sobre Jesús.
Pablo no vio nunca a Jesús y, sin embargo, sus cartas tuvieron
siempre en la historia de la Iglesia más importancia que la vida
concreta y la enseñanza viva del verdadero Jesús.
En el círculo de los discípulos de Jesús hubo también muje-
res, que lo acompañaban constantemente. Ningún rabí judío que
se preciara a sí mismo se rodeó de un grupo de mujeres; Jesús,
en cambio, sí lo hizo. También en esto fue distinto por completo.
«Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea...» (Le
23,55). «Muchas mujeres se golpeaban el pecho y gritaban lamen-
tándose por él» (Le 23,27). Seis discípulas de Jesús son conocidas
por su nombre: Juana, Susana, María (madre de Cleofás), María
(madre de Santiago) y María Magdalena. Según Lucas, «otras
muchas mujeres» seguían a Jesús «de pueblo en pueblo y de
aldea en aldea» (Le 8,1-3).
Sin embargo, Jesús no prestó atención espontáneamente a
las mujeres desde el principio.

EN LA ESCUELA DE LAS MUJERES
«En estos últimos años he aprendido sobre todo de las mu-
jeres: de mi mujer, de mis hijas, de mi terapeuta y de algunas
colegas». Dondequiera que digo esto, muchos hombres me miran
con gesto de compasión. Pero hace dos mil años una «confesión»
como ésta era absolutamente inaudita. Las mujeres eran seres
inferiores, el sistema patriarcal judío las despreciaba. El mismo
Jesús tuvo que aprender a tomar en serio a las mujeres. Jesús,
que iba aprendiendo, fue a la escuela de las mujeres. Le hacía
falta.
Y hubo una mujer cananea de aquella región que salió y se
puso a gritarle: «Señor, Hijo de David, ten compasión de mí. Mi
hija tiene un demonio muy malo». El no le constestó palabra.
Entonces los discípulos se le acercaron a rogarle: «Atiéndela, que
viene detrás gritando». El les replicó: «Me han enviado sólo para
las ovejas descarriadas de Israel». Ella los alcanzó y se puso a
suplicarle: «¡Socórreme, Señor!». Jesús le contestó: «No está
bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perrillos».
Pero ella repuso: «Cierto, Señor; pero también los perrillos se
comen las migajas que caen de la mesa de sus amos». Jesús le
dijo: «¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas.
En aquel momento quedó curada su hija (Mt 15,22-28).
Jesús no había entendido aún lo que significa amar al prójimo.
Al principio ni siquiera pensó en responder a aquella extranjera.
Aquí Jesús parece estar prisionero del sexismo y del nacionalis-
mo. Luego trata de evadirse con la excusa de que él se debe
solamente a los judíos, y la mujer cananea no era judía, sino
pagana. Esta excusa nunca la esgrimió Jesús frente a un hombre
pagano. Al contrario, cuando el jefe pagano de Cafarnaún le
pide que cure a su siervo, Jesús le responde espontáneamente:
«Iré a curarlo». En cambio, cuando la mujer pagana insiste, Jesús
la compara con una perra. Como mujer, ¡ni siquiera es propia-
mente un ser humano! El pan es para «los hijos», no para «los
perros». La mujer acepta el insulto: «Los perros reciben al menos
las migajas». En ese momento Jesús se da cuenta de su desprecio
a esta mujer tenaz. La mujer le pone delante un espejo al recibir
su desprecio. Jesús percibe así que había tenido con la mujer
En la escuela de las mujeres 59
un comportamiento «de perro». Se da cuenta de su sombra, de
su orguflo masculino, y de que aún no había integrado su anima.
Comienza a prestar atención a su factor femenino y por eso
puede tener lugar el milagro de la curación y de la transformación
interior. Jesús aprendió mucho de la mujer no judía. En su
encuentro con las mujeres los hombres pueden experimentar la
naturaleza de su propia alma. Christa Mulack saca esta conclu-
sión del relato: «Sólo porque él mismo había pasado la fase del
desprecio al hombre y estaba dispuesto a dejarse instruir, pudo
convertirse en el maestro de otros; tras él estaba, en efecto, la
autoridad de la propia experiencia». Jesús no fue perfecto desde
el principio; pero se desarrolló por completo hasta convertirse
en un hombre total, porque estaba dispuesto a aprender de sus
errores, y también de las mujeres. La disposición de Jesús a
aprender de las mujeres es tan nueva y sorprendente porque los
hombres de su tiempo no tenían aún ninguna relación psíquica
con lo femenino.
De las mujeres aprendió Jesús que ante todo hay que proteger
a los débiles, y ésta es una idea femenino-maternal. Los fuertes
pueden bastarse a sí mismos. Jesús invierte la escala de valores
del patriarcado: lo que cuenta no es la nacionalidad ni el sexo,
sino únicamente la necesidad de ayuda y la debilidad. Jesús
aprendió mucho de la obstinación de la madre cuya hija estaba
atormentada por «un espíritu malo». La mujer se mostró muy
insistente. Es fácil suponer que ella había transmitido a su hija
su propia neurosis, su propio «espíritu malo». Pero cuando,
detrás de su apariencia, Jesús descubre por fin su gran angustia,
pero también su confianza en él, se vuelca plenamente en ella.
Probablemente Jesús y la mujer extranjera se miraron profunda-
mente a los ojos antes de que él le dijera la frase liberadora que,
en definitiva, realizó la curación: «¡Qué grande es tu confianza,
mujer! Que se cumpla lo que deseas». «Confianza» es la palabra
clave de Jesús, la palabra que todo lo transforma; la palabra que
vence el miedo de la madre por su hija. «La confianza es el
elemento central de la conciencia femenina» (Sukie Colgrave).
Un hombre de anima integrada es un hombre que supera el
miedo por la confianza. Los padres miedosos suelen tener hijos
60 Jesús y las mujeres
miedosos. Los padres que no tienen miedo suelen tener hijos
sin miedo. Cuando Jesús aceptó el miedo de la mujer y respondió
a su confianza, pudo desaparecer el «mal espíritu» de la hija.
Los nudos gordianos del miedo pueden soltarse como por encan-
to en cuestión de segundos solamente por la fuerza salvadora de
la confianza. Quien lo ha experimentado en sí mismo ya no
necesita creerlo. Este «milagro» no es en absoluto tan milagroso.
De manera completamente natural, la mujer, una vez tranquili-
zada por la confianza en Jesús, encontró a su hija de forma
distinta de como la había dejado. Una madre que por fin se
sintió a gusto y comprendida encontró en su casa a una hija que
se sentía a gusto.
Los teólogos pueden sentirse decepcionados de que en este
relato de milagro no se hable de Dios. Ni tampoco de Cristo.
Sólo se habla de un hombre que presta atención a una mujer
agobiada y que comprende su angustia. La confianza y la capa-
cidad de escucha son las cualidades femeninas del hombre Jesús.
A ellas pertenece también el hecho de que Jesús es el amigo
de los débiles y despreciados: de los publícanos y pecadores, de
los niños y de las mujeres. Y hoy hay que añadir: él es el amigo
de los ancianos y de los que buscan asilo, de los enfermos del
sida y de los muchos padres solteros y madres solteras. Lo débil
es lo femenino en nosotros. Nos hacemos fuertes en la línea de
Jesús, en la línea de un vuelco de todos los valores patriarcales
cuando lo débil, lo femenino, se hace fuerte en nosotros. Christa
Mulack afirma: «También yo veo en Jesús la encarnación de
valores femeninos que habían sido olvidados y que él —y esto
es lo extraordinario de su figura— trató de vivir como hombre».
Tampoco para el hombre Jesús fue fácil dejarse cuestionar
por las mujeres. Contra la costumbre de la época, Jesús visitó a
algunas mujeres en sus casas, aun en ausencia de sus maridos.
Con frecuencia fue huésped de Marta y María. Su trato con las
mujeres era natural porque estaba abierto y dispuesto a aprender.
Junto al pozo de Jacob, empezó a hablar con la samaritana en
tono machista-arrogante. Le pidió agua y le dijo: «Si conocieras
quién es el que te pide de beber, le pedirías tú a él y él te daría
agua viva» (Jn 4,10).
En la escuela de las mujeres 61
La mujer no judía le responde no en forma abstracta y teo-
lógica, sino femenina y concreta: «Si no tienes cubo y el pozo
es hondo, ¿de dónde vas a sacar agua viva?» (Jn 4,11). Probable-
mente pensó: «Un hombre típico, con su delirio de grandeza».
Y luego esta mujer no judía recuerda al judío Jesús su pasado
común: «¿Vas a ser tú más que nuestro padre Jacob?» Jesús
sigue con su lenguaje teológico: «El que beba el agua que yo
voy a dar nunca más tendrá sed». Y, con mentalidad religioso-na-
cionalista y tono de superioridad, le dice finalmente a la samari-
tana: «Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos
lo que conocemos, porque la salvación sale de los judíos» (Jn
4,22).
Jesús, todavía prisionero de la tradición judía, cree ante todo
en el «Dios de los judíos». Sólo a través de la confrontación con
aquella mujer se da cuenta de lo estrecha que era su imagen de
Dios. En ese momento comprende el absurdo de un Dios «ju-
dío», de cualquier Dios nacionalista.
Todavía en el siglo XX se han matado entre sí millones de
cristianos de mentalidad nacionalista. Todavía en la segunda
guerra mundial los soldados alemanes llevaban escrito en su
cinturón: «Dios con nosotros». El nacionalismo religioso ha te-
nido efectos terroríficos. En el diálogo con la samaritana junto
al pozo, Jesús revisa su imagen de Dios y supera su Dios judío.
De pronto y en tono completamente distinto, le dice ahora:
«Pero se acerca la hora, o mejor dicho, ha llegado, en que los
que dan culto auténtico darán culto al Padre con espíritu y
verdad, pues de hecho el Padre busca hombres que lo adoren
así» (Jn 4,23-24).
Con ello Jesús derriba la barrera nacionalista que él mismo
había levantado antes entre sí y la mujer no judía: Dios ya no
es el Dios de los judíos, sino que Dios es espíritu, no es temporal,
sino eterno y es un Dios para todos. Y luego la maravillosa frase
que expresa una imagen de Dios completamente nueva: el que
quiera entender a Dios tiene que nacer de nuevo del espíritu de
la verdad. Fue una mujer la que inspiró a Jesús esta nueva visión
de Dios, la imagen de Dios más grandiosa de la humanidad: los
débiles y marginados, los humillados y explotados de todos los
pueblos y de todos los tiempos tienen un Padre misericordioso;
62 Jesús y las mujeres
un Padre que los ama maternalmente. Ellos, todos ellos, tienen
una patria.
Contra toda hostilidad a la mujer y contra todo feminismo
dogmático, que, permaneciendo en la antigua ceguera, sólo quie-
re cambiar los papeles del hombre y de la mujer, el primer
hombre nuevo nos dice a nosotros hombres y a las mujeres:
Vosotros sois iguales. Lo decisivo es vuestra actitud interior. No
debéis dominar unos sobre otros, sino que debéis amaros y ser-
viros mutuamente. Lo que tenéis carece de importancia, lo que
hacéis es secundario. Lo importante es cómo lo hacéis y cómo oís.
Marta, la superactiva ama de casa, estaba celosa de su herma-
na María. Para María, en efecto, era más importante aprender
espiritualmente de Jesús que cocinar y servir la mesa. Jesús dice
a la primera de ellas: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa
con tantas cosas: sólo una es necesaria. Sí, Marta ha escogido la
mejor parte» (Le 10,41-42).
La famosa «enfermedad de las amas de casa», que reseca
espiritualmente a las mujeres, es, desde luego, muy vieja. María
fue para Jesús una compañera espiritual. Jesús había percibido
el papel al que el patriarcado había relegado a la mujer: tener
hijos y satisfacer a los hombres. Las mujeres que supuestamente
se «autosacrifican» por su familia y son demasiado cómodas y
miedosas para decirle un «no» decidido al patriarca de la casa,
no sólo se perjudican psíquicamente a sí mismas, sino también
a su marido y, sobre todo, a sus hijos.
Las mujeres que sólo se «autosacrifican» se vuelven necesa-
riamente neuróticas. Y el que es neurótico hace que otros enfer-
men también. El necesario desarrollo del animus en la mujer
conduce a una mayor autoconciencia; el desarrollo del anima en
el hombre, a una mayor modestia. Con frecuencia las mujeres
^necesitan recuperar un desarrollo exterior y los hombres un
desarrollo interior. Muchas mujeres tienen gran capacidad de
entrega. Pero las mujeres que integran el animus tienen también
capacidad de resistencia.
A la mujer aquella que había reducido lo femenino sólo a
tener hijos y que dijo a Jesús: «Dichosa la mujer que te trajo al
mundo y te crió», Jesús le replicó: «Dichosos más bien todos
Jesús y Marta Magdalena 63
los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen». En un entorno
patriarcal, Jesús invitaba a las mujeres a emanciparse, a hacerse
conscientes de sus valores espirituales. Devolvía a los marginados
su dignidad espiritual. Con este hombre siguen soñando las mu-
jeres que conocen a este Jesús y ven la contradicción cada vez
mayor que se da en las iglesias entre el Jesús que se predica y
el verdadero Jesús. A nosotros nos interesa únicamente el verda-
dero Jesús. Christa Mulack escribe acerca del proceso de creci-
miento de Jesús: «Podemos suponer que Jesús mismo, hasta el
momento de aquella escena en casa de María y Marta, había
superado su problemática personal del anima, porque entretanto
la mujer, que hasta entonces había sido un "perrito", se había
convertido en un ser espiritual, como lo es realmente en el sentido
más estricto de la palabra». El hecho de que yo deba a la psico-
logía profunda de Hanna Wolff y a la teología feminista de
Christa Mulack el haber adquirido muchas percepciones nuevas
sobre Jesús y con ello un mayor conocimiento de mí mismo es
un mérito de mi mujer, que nunca podré valorar suficientemente.
¡Gracias, Bigi! Cuando nos casamos hace veintitrés años, no me
atrevía a soñar que el camino común con una compañera de
espíritu vigilante sería tan alentador. El escuchar a las mujeres
y el aprender de ellas —no el aceptar ciega y sentimentalmente
cualquier propuesta que viene de una mujer— es la prueba de
fuego para todo hombre que quiere hacerse realmente adulto y
no permanecer durante toda su vida como un «hijo dependiente
de su madre». La teología feminista es la teología de la liberación
en los países ricos.
JESÚS Y MARIA MAGDALENA
Una mujer, María Magdalena, le lavó los pies a Jesús y se
los ungió; más tarde, él realizó esta señal de amor con sus discí-
pulos. Antes Jesús había liberado a María Magdalena de «siete
demonios». Después:
Al enterarse una mujer de que Jesús comía en casa del fariseo,
llegó con un frasco de perfume; se colocó detrás de él junto a
 Jesús y las mujeres
64
sus pies, llorando, y empezó a regarle los pies con sus lágrimas;
se los secaba con el pelo, los cubría de besos y se los ungía con
perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sus aden-
tros:
—Este, si fuera profeta, sabría quién es y qué clase de mujer
la que lo está tocando: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo:
—Simón, tengo algo que decirte.
El respondió:
—Dímelo, Maestro.
—Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía veinte mil
duros y el otro dos mil. Como no tenían con qué pagar, se lo
perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos le estará más agradecido?
La razón masculina ha tenido siempre dificultades con el
eros femenino. Jesús toma claramente partido por la actuación
femenina espontánea contra la ideología masculina de los prejui-
cios y de la condena. En este caso dice: Déjala hacer, porque
ha amado mucho. María Magdalena no amó con palabras, sino
con sus lágrimas, con su ungüento, con sus cabellos (un símbolo
sexual escandaloso para hombres de mentalidad patriarcal). La
sensibilidad femenina es una provocación para la «moral» mas-
culina. Jesús percibe las miradas de desprecio de los hombres,
porque él mismo en otro tiempo no había respetado suficiente-
mente lo femenino. Conoce los complejos de los hombres, por-
que también él los había tenido; por eso no condena al fariseo
que no puede entenderlo, sino que le cuenta una sencilla parábola
que le obliga a reflexionar. Este pasaje sobre María Magdalena
pone claramente de manifiesto la incompatibilidad básica del
patriarcado con los valores femeninos. María Magdalena no per-
tenece oficialmente al círculo de los apóstoles, pero, en realidad,
ella es la apóstol de los apóstoles. Ella tuvo más valor que los
apóstoles. No fue ella, sino Pedro, quien traicionó a Jesús. Y no
fue Pedro, sino ella, quien estuvo junto a la cruz.
Ella fue más ejemplar que los apóstoles. Con su conducta
demostró más que todos los apóstoles juntos lo que significa
concreta y prácticamente convertirse.
El sueño de un hombre 65
Fue más lista que los apóstoles. Mientras que ellos, tres días
después de la crucifixión, aún no habían entendido nada del
camino de salvación de aquel buscador de Dios, María Magda-
lena fue al sepulcro y pronunció la frase decisiva para la historia
de la humanidad: «El vive».
No fueron Pedro ni Pablo, sino que fue María Magdalena,
la «pecadora», la primera y más importante seguidora de Jesús.
En la escuela de esta mujer fue donde principalmente Jesús se
convirtió en el primer hombre nuevo.
Walter Nigg señala que, en el Nuevo Testamento, Jesús es
besado dos veces: una de ellas por una mujer, María Magdalena,
y otra por un hombre, Judas Iscariote. Los besos de la mujer
son besos de amor; los del hombre son besos de traición. Jesús
había liberado a María Magdalena de unos «demonios». Ella le
debía mucho y lo amó mucho. En los cuatro evangelios ella
simboliza lo que fue el deseo más importante de Jesús: el amor.
Jesús invitó también a Judas a liberarse y a encontrarse a sí
mismo. Pero en él vencieron sus espíritus malos —el dinero y
el deseo de poder político— y traicionó a Jesús. En estas dos
personas —María Magdalena y Judas— está el gran problema
de la decisión y maduración de cada ser humano. Jesús lo expre-
só así: «No podéis servir al mismo tiempo a Dios y al dinero».
O uno u otro. Esta es la severidad masculina del auténtico Jesús,
que no es una oposición a lo femenino, sino el complemento
humano. ¡O Jesús y María Magdalena o Judas!
EL SUEÑO DE UN HOMBRE
La brutalidad con que el patriarcado quería aniquilar al pri-
mer hombre nuevo por su solidaridad con los débiles y con lo
femenino es bien conocida. Se impone la comparación con la
brutalidad con que la Iglesia cristiana machista atormentó, tortu-
ró y auemó siglos después a centeneres de miles de mujeres
como brujas, y con la que el patriarcado nacional-socialista y
comunista asesinó en este siglo a millones de seres humanos por
motivos racistas o políticos.
 (56 Jesús y las mujeres
Poco antes de su crucifixión, Jesús se solidariza una vez más
abiertamente con las mujeres:
Lo seguía gran gentío del pueblo y muchas mujeres que se
golpeaban el pecho y gritaban lamentándose por él. Jesús se
volvió hacia ellas y les dijo: «Mujeres de Jerusalén, no lloréis por
mí; llorad mejor por vosotras y por vuestros hijos» (Le 23,27-28).
El predilecto de las mujeres y de los niños comprendía el
patrón de conducta del patriarcado porque lo había experimen-
tado brutal y cruelmente en su propia carne. Los hombres que
desplazan y reprimen en sí mismos la dimensión femenina e
infantil se vuelven forzosamente brutales con las mujeres y los
niños. Esta ley natural de la agresión ha sido formulada en nues-
tro siglo por C. G. Jung de manera impresionante. Jesús la
padeció y por eso dijo a las «muchas mujeres» que tuvieron que
presenciar impotentes cómo su gran esperanza era sacrificada
ciegamente otra vez: «Llorad mejor por vosotras y por vuestros
hijos». Jesús, que personificaba lo débil y lo femenino y que
encarnaba al hombre nuevo, fue crucificado. Seguramente pre-
sintió en aquel momento que el patriarcado y sus representantes
en todas las ideologías políticas de todos los tiempos tomarían
como rehenes y maltratarían sobre todo a las mujeres y a los
niños y a todos los débiles. Jesús fue un gran realista político.
«Llorad por vosotras y por vuestros hijos» significa: Mujeres
y madres, oponeos al patriarcado y a los patriarcas, no sigáis
siendo sus cómplices; no sigáis siendo sus máquinas de parir;
resistios a los hombres no integrados; desarrollad vuestro ánimo.
Educad a vuestros hijos de manera que no se dejen utilizar como
carne de cañón. Educadlos para una no-violencia voluntaria y
^ para un espíritu de resistencia contra toda forma de violencia,
desde la alcoba hasta la política.
Lo que Jesús quiso decir a las mujeres y madres de todos los
tiempos lo dijo así Wolfgang Borchert después de la II guerra
mundial: «Tú, madre, que vives en Lombardía o en Ucrania, en
Frisko o en Londres, junto al Hoangho o al Mississippi, en
Ñapóles o en Hamburgo, en El Cairo o en Oslo; madres de los
cinco continentes, madres del mundo entero: si mañana os man-
El sueño de un hombre 67
dan parir más hijos para que sean enfermeras en los hospitales
de guerra y soldados en otras batallas, entonces, madres del
mundo entero, sólo tenéis una respuesta: decid ¡NO! ¡MADRES,
decid NO!»
Los débiles siempre fueron carne de cañón de un patriarcado
ciego, insconciente y fanático. Christa Mulack escribe de forma
convincente: «El viacrucis de Jesús por las calles de Jerusalén
no es más que una imagen del viacrucis femenino por la historia
del patriarcado». Jesús es sin duda una víctima de la locura
machista de hombres inmaduros e infantiles.
Y, sin embargo, fueron mujeres las que proclamaron ante el
mundo la frase decisiva sobre Jesús: «¡El vive!» Los discípulos
consideraron en principio este mensaje como típica habladuría
de mujeres. Incluso en la mañana de Pascua eran aún prisioneros
de su miedo y no habían entendido el mensaje de la resurrección.
El anuncio de las mujeres chocó desde el principio con el
rechazo de los hombres. La proclamación «él vive» significa esto:
mediante hombres con alma y mujeres con corazón es posible
superar las condiciones patriarcales.
A quien crea que lo que digo es demasiado favorable para
las mujeres y demasiado crítico para los hombres me gustaría
decirle que Jesús fue favorable a las mujeres y crítico con los
hombres. Y yo mismo, desde el fondo de mi propia evolución,
tengo muchas razones para aprender de esta postura de Jesús.
Actualmente es decisivo:
— que las mujeres no sólo hablen de desarme en los gobier-
nos y en los parlamentos, sino que, juntamente con los hombres
—y de manera más consecuente de lo que ellos han hecho hasta
ahora—, desarmen de verdad;
— que las mujeres puedan implantar un uso del poder que
esté orientado por las experiencias maternales;
— que entre la ternura y el poder no siga habiendo una
oposición insalvable;
— que al menos las mujeres comprendan lo que significa
políticamente en la era atómica «respeto a toda forma de vida»
y puedan con ello inspirar a los hombres;
68 Jesús y las mujeres El sueño de un hombre 69
— que las mujeres se orienten más por su conciencia que esta visión. Los nuevos nombres del progreso y del amor no son
por coacción partidista; la hostilidad y la lucha entre los sexos, sino el desarrollo y el
— que las mujeres comprendan que la solución no está en compañerismo entre ellos. Frente a las tendencias modernistas
sustituir a «hombres malos» por «mujeres buenas», sino que la a una falsa igualdad entre el hombre y la mujer quiero subrayar
meta ha de ser, a largo plazo, que los hombres que despliegan que el genuino compañerismo significa igualdad de derechos en
la riqueza de sus sentimientos colaboren en pie de igualdad con la diversidad. Precisamente hoy, en la época del feminismo, Jesús,
las mujeres que movilizan las fuerzas de su espíritu. Las mujeres como primer hombre nuevo, comienza a irradiar como el sol de
son como los hombres: pueden besar y pueden morder. Pero, un nuevo día de primavera. Los rayos de este sol nos alcanzarán
precisamente por eso, únicamente si actúan en común podrán de lleno cuando las mujeres dejen de ser excluidas del anuncio
los hombres y las mujeres superar el mal radical de muchas de la fuerza salvadora de este nuevo sol.
enfermedades de nuestro tiempo: la «familia sin padre» y la La guerra y la Iglesia, el capital y la actividad científica son
«sociedad sin madre» (Carola Stern). en su conjunto inventos masculinos. Pocos días después de la
catástrofe de Chernobyl, una mujer moscovita, al borde de la
Desde hace unos doscientos años los hombres han visto en
desesperación por la incapacidad de los hombres para aprender
las mujeres algo así como un ejército industrial de reserva. Actual-
de aquella desgracia, decía a un periodista occidental: «Si allí
mente algunos hombres se preguntan si las mujeres no serán
arriba, en el Politburo, hubiera una mujer que conociera la vida,
también útiles para un ejército militar de reserva. ¿Las mujeres
al menos nos ayudaría a elegir los medios de vida». Y añadió
a las armas por razones de igualdad de derechos? ¡Qué infame
esta frase certera: «Los hombres no piensan en absoluto en la
perversión patriarcal! No se trata en absoluto de que ahora
vida, sino únicamente en vencer a la naturaleza y al enemigo,
también las mujeres aprendan el oficio de la guerra, sino de que
cueste lo que cueste».
hombres y mujeres aprendan en común a vivir sin armas y a
trabajar para que en este planeta no tenga que morir de hambre
ni un solo niño más. Por tanto, nada de mujeres al servicio de
la guerra, sino hombres y mujeres al servicio de la paz. Este es
el lema que tenemos que aprender conjuntamente de Jesús, el
primer hombre nuevo. Necesitamos a millones de jóvenes de
ambos sexos, del este y del oeste, del norte y del sur,
— para que los desiertos vuelvan a ser verdes;
— para que se implante una agricultura natural, libre de
venenos;
— para que no muera de hambre nadie más;
— para que no se sigan exterminando masivamente especies
de animales y plantas;
— para que la tierra se torne realmente nueva.

Esta es la visión del hombre nuevo de Nazaret. El es el

modelo para nuevas mujeres y nuevos hombres que quieren vivir
 CAPITULO CUARTO

JESUS Y LOS HOMBRES

«Ellos dicen, pero no hacen» (Jesús, sobre los

teólogos, Mt 23,3).

Los hombres hablan con frecuencia sobre cómo deberían ser

las mujeres, pero pocas veces perciben cómo son ellos. Han
elevado a Jesús al cielo para que ya no tenga nada que decir en
la tierra. Y lo mismo hacen a menudo los hombres con las
mujeres. Después de la muerte de Mao Tse-Tung, mi mujer y
yo estuvimos en China. Allí vimos claramente por primera vez
cómo funciona este truco. En una rueda de prensa, un periodista
preguntó al nuevo hombre fuerte de China, Deng Xiao-Ping, si
«las ideas de Mao Tse-Tung» seguían aún siendo válidas. Deng
Xiao-Ping contestó con ironía: «Naturalmente que sí, pero las
colgamos tan arriba en el cielo que apenas las podemos ver desde
la tierra».
Las mujeres que son idealizadas, «veneradas» y elevadas al
cielo por los hombres, no tienen nada que decir en la tierra.
Cuando Herbert Marcuse y Roger Garaudy se dieron cuenta de
que el marxismo no es de hecho una fuerza revolucionaria que
pueda cambiar el mundo, apostaron por una «revolución de las
mujeres». ¡Vaya malentendido machista! Con él se espera que
las mujeres hagan lo que los hombres ya no queremos hacer:
conversión y cambio, nuevo nacimiento a una vida nueva, llena
de confianza. Los hombres que reprimen en sí mismos lo feme-
nino veneran a las mujeres de su alrededor. Pero ¡ay de las
72 Jesús y los hombres
mujeres que no se mantienen fieles al ideal machista! De inme-
diato son satanizadas como brujas y quemadas o, actualmente,
engañadas y abandonadas. No son las mujeres, sino lo femenino
en nosotros los hombres y lo masculino en las mujeres los que
pueden acercarnos a la nueva tierra y al nuevo cielo. Hoy todos
buscamos a una salvadora y a un salvador. Pero sólo vendrán si
los buscamos allí donde siempre han estado esperando: dentro
de nosotros mismos. También Jesús dijh: «Buscad el Reino de
Dios ante todo donde está: dentro de vosotros».
Las catástrofes de la humanidad que han tenido lugar en
nuestro siglo demuestran que lo que han hecho hasta ahora los
hombres «viejos» difícilmente puede valer como prueba de
aptitud para una política cualificada. Pero con demasiada fre-
cuencia las mujeres fueron también cómplices del patriarcado.
Si las mujeres hacen en la política lo mismo que hacen los hom-
bres, habrá más justicia, pero nada habrá cambiado realmente.
La señora Thatcher daba prueba de ello cada día. En su persona
y en su política se veía claramente que el desarrollo del animus
y del anima no es sólo un problema específico del sexo. Esta
mujer fue llevada a la cúspide por los hombres, porque tiene
una peculiar fuerza masculina. En esta mujer el anima está repri-
mida y el animus demasiado unilateralmente desarrollado, como
ocurre en la mayoría de los hombres.
En ocasiones, sin embargo, se percibe una nueva política de
las mujeres. Cuando los hombres quisieron hacer más riguroso
el artículo 218, las mujeres de todos los grupos del parlamento
de Bonn fueron capaces de impedirlo formando una gran coali-
ción. Con ello hicieron ver claramente que no se trataba de
agravar las sanciones penales.
Estoy de acuerdo con Carola Stern en que no habrá un
verdadero cambio en la política si sólo llegan «arriba» poquísi-
mas mujeres, como Rita Süsmuth o Hildegard Hamm-Brücher.
Sólo habrá una oportunidad cuando muchas mujeres se compro-
metan en la política y en los partidos. La política será más equi-
tativa cuando los políticos integren el anima y las mujeres que
actúan en la política integren el animus. La dimensión masculina
que las mujeres tienen que desarrollar en la política consiste en
Jesús y los hombres 73
autoconfianza, fuerza de voluntad, competencia profesional y
capacidad de decisión. Como en muchas profesiones de cuño
fuertemente masculino, también en la política, si las mujeres
quieren ser eficaces, no deben tener complejo de inferioridad
de su sexo. Las mujeres deberían tener no sólo el deseo típica-
mente femenino para la realización política, sino también la vo-
luntad típicamente masculina. Entonces los sueños «femeninos»
se traducirán en acción «masculina». Con sentimiento e intuición
solamente no se puede hacer una política equitativa, pero una
política masculina que carezca de sentimiento e intuición condu-
cirá a la gran catástrofe. Con la meditación no podemos acabar
con los misiles nucleares y el exterminio de los bosques, pero,
si no hay espiritualidad en la política, no podrá haber cambio
alguno y la gran catástrofe será inevitable.
Conozco muchas vidas privadas de políticos. Con sus sema-
nas de ochenta horas de trabajo —el canciller Schmidt se enor-
gullecía con frecuencia de ello— quieren asegurar una vida hu-
mana mientras destrozan por completo la suya. Conozco a polí-
ticos de asuntos familiares que hablan constantemente —incluso
los fines de semana en congresos— sobre «la familia», pero que
casi nunca ven a su familia y no conviven en absoluto con ella.
Por ideas los hombres han pasado siempre sobre cadáveres:
sobre los cadáveres psíquicos de sus mujeres y ante todo sobre
los de sus hijos, y en ello se les va la vida. La historia está llena
de ejemplos de cómo hombres (a veces también mujeres) obse-
sionados por una idea, fanatizados, han machacado la vida en
nombres de sus ideas.
La lucha a favor y en contra de ideas religiosas es incluso, y
por desgracia, la más frecuente de todas las luchas y guerras de
ideologías. ¡Construcciones machistas teóricas e infantiles en vez
de actuación práctica integrando lo masculino! Las mujeres sue-
len estar más orientadas a la praxis y más cerca de la vida que
los hombres. Un principio de la sabiduría femenina es: no inte-
lectualizar, sino sentir. El hombre Jesús, orientado a los valores
femeninos, al despedirse de sus amigos, no les dirigió un discurso
sobre el amor, sino que les lavó los pies y comió y bebió con
ellos. También yo he padecido la enfermedad de «hablar en vez
74 Jesús y los hombres
de actuar» y sigo teniendo propensión a ella. Por eso sé la «buena
intención» que tenemos los hombres. La política está llena de
hombres de «buenas intenciones».
En todas las discusiones públicas y en la mayoría de las
privadas me llama la atención el hecho de que las importantes
palabras «alma» y «amor» se hayan convertido en palabras extra-
ñas para los hombres. Por eso el mundo de los hombres en la
política y en la ciencia, en la Iglesia y en la economía, carece de
alma y de amor. Si es que en las discusiones aparecen las palabras
«alma» y «amor», es en boca de las mujeres.
Jesús dijo que un árbol bueno se conoce en que da buenos
frutos; si no los da, lo cortan y lo queman. ¡Quién no conoce
por el telediario a los hombres interiormente quemados, con sus
eternas frases vacías! La impotencia de los «héroes» se nos ma-
nifiesta cada día. En otros casos la situación es distinta: la jefa
de Gobierno noruego, que tiene cuatro hijos, se muestra com-
prensiva con otra mujer, miembro de su gabinete, que todos los
días, a primeras horas de la tarde, sale del ministerio para atender
a sus hijos. C. G. Jung escribió: «La cosa más pequeña con
sentido tiene siempre más valor que la más grande sin sentido».
Nadie en la vida política —sea hombre o mujer— podrá
asegurar el futuro a los niños si no tiene tiempo para sus propios
hijos. Ningún hombre podrá hacer una política favorable a las
mujeres si no tiene tiempo para su mujer y sus hijos. Y ninguna
mujer podrá hacer una política favorable a los hombres si no
tiene tiempo para su marido y sus hijos.
El relato siguiente se ha visto en general bajo el punto de
vista de «Jesús y las mujeres». Pero, considerándolo más de
cerca, se ve claramente que es un relato típico de hombres:
Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron para ponerlo a
prueba:
—¿Le está permitido a uno repudiar a su mujer por cualquier
motivo?
El les contestó:
—¿No habéis leído aquello? Ya al principio el Creador los
hizo varón y hembra, y dijo: «Por eso dejará el hombre a su padre
y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser».
Jesús y los hombres 75
De modo que ya no son dos, sino un solo ser; luego lo que Dios
ha unido que no lo separe el hombre (Mt 19,3-9).
Ya en tiempos de Jesús, los hombres, incluso sus más íntimos
seguidores, tuvieron dificultad para entenderlo. Como sucede
hoy en la política, también entonces los hombres que estaban
en torno a Jesús se preocupaban sobre todo de sí mismos y de
su poder personal.
Jesús les da una lección impresionante:
Pero les entró la idea de cuál de ellos sería el más grande.
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño,
lo puso a su lado y les dijo:
—El que acoge a este chiquillo por causa mía, me acoge a mí;
y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado; es decir, el
que es de hecho más pequeño entre vosotros, ése es grande (Le
9,46-48).
Imaginemos por un instante las caras de aquellos hombres.
¡Poner un niño como modelo! (un gesto típico de Jesús). Ellos,
en cambio, querían ser los más grandes (un deseo típico de los
hombres). Jesús quiere establecer un nuevo orden: los débiles
son los privilegiados. Los hombres han hecho del «hijo del hom-
bre» Jesús un «Hijo de Dios». Y ahora se pelean por los puestos
de los semidioses (aún hoy se distingue el rango de los clérigos
por el color de la vestidura: negro para los simples sacerdotes,
violeta para los obipos, púrpura para los cardenales, blanco para
el papa). El papa Inocencio III (1198-1216) dio especial impor-
tancia a esta carrera de los colores; no le importaba en absoluto
la religión, sino el escalafón eclesiástico y el poder mundano.
Ningún Estado del mundo tiene un tinglado tan absurdo como
el Vaticano. ¡Y ello en nombre de Jesús! Contra eso Jesús se
pronuncia con toda claridad: nada de jerarquía, nada de separa-
ción, nada de peleas de gallos. Los más pequeños son grandes.
Los hombres quizá deberíamos volver a leer el relato del
encuentro de Jesús con la mujer cananea que le pide la curación
de su hija, pensando en nosotros mismos.
Al principio, Jesús sencillamente no hizo caso a la mujer.
¡Cuántas mujeres reconocen en este Jesús arrogante a su marido
76 Jesús y los hombres
o compañero! ¿Nos reconocemos también nosotros? La tenaci-
dad de aquella mujer termina por impresionarnos. Ella hace
vibrar algo, serena nuestra alma, como hizo con Jesús. Ahora
podemos aprender. En este Jesús y en esta mujer cananea vemos
una parte de nuestro propio camino. ¡Cuántas veces en los últi-
mos años mi mujer y nuestros hijos me han tenido que poner
delante el espejo hasta que yo empecé a barruntar: ése soy yo!
(Durante varios años me decía siempre: ¿por qué no cambia mi
mujer?) La imagen que veía en el espejo me ponía furioso con
frecuencia. Pero realmente era yo y continúo siendo yo. Después
de esto pudo y puede brotar una nueva vida. No sabemos si
Jesús pidió disculpa a la mujer, pero sabemos algo mucho más
importante: surgió una nueva conciencia, una nueva actitud, una
acción unitaria que realizó la deseada curación de la hija de la
mujer cananea, un nuevo nacimiento espiritual.
ETICA DE HOMBRES
También el relato de la adúltera y de su encuentro con Jesús
es en realidad un relato de ética autoritaria-machista.
Los letrados y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida
en adulterio, la pusieron en medio y le preguntaron:
—Maestro, a esta mujer le han sorprendido en flagrante adul-
terio; la ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú,
¿qué dices?
Le preguntaban esto con mala idea, para tener de qué acusarlo.
Jesús se inclinó y se puso a hacer dibujos con el dedo en el suelo.
Como insistían en la pregunta, se incorporó y les dijo:
—A ver, el que no tenga pecado, que le tire la primera piedra.
Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír aquello
fueron saliendo uno a uno (Jn 8,3-11).
Los hombres han sorprendido a una mujer en adulterio.
¿Dónde está el hombre que adulteró con ella? ¿Por qué él no
fue «sorprendido»? Hay dos medidas. ¿Acaso puede haber una
moral rígida para las mujeres y una moral laxa para los hombres?
Etica de hombres 77
Una mujer ha amado a un hombre, y los hombres dicen: «La
ley» establece la lapidación de la mujer.
Del hombre no se dice nada. Para él valen medidas «libera-
les». Para la mujer, en cambio, la ley establece la lapidación. Los
pobres hombres tienen que ejecutar otra vez una orden, tienen
que obedecer una ley. Esto es lo que hacen desde hace siglos,
en cada guerra. Contra toda norma de conciencia, el asesinato
en la guerra no es asesinato, sino una acción heroica.
Y estos hombres nunca tuvieron culpa ni responsabilidad.
También los responsables de genocidios apelan siempre a las
órdenes. La culpa es de la orden, nunca de los asesinos. Es un
truco increíble para no responder de los crímenes más atroces
contra la humanidad.
Agosto de 1941. Cerca de la ciudad rusa de Kiev, en Bielala-
Zerkov, son fusilados por las SS alemanas varios centenares de
mujeres y hombres judíos. Sus hijos permanecen encerrados en
un edificio de la periferia, sin comida ni bebida, sin atención
sanitaria. Al atardecer del 19 de agosto una parte de ellos son
fusilados. Quedan noventa lactantes y niños de corta edad que
gritan y lloran durante toda la noche. El «capellán» católico
Ernst Tewes, que vio a los niños, contó después: «Los niños
estaban encima de sus excrementos. Recuerdo de manera muy
especial que habían hecho grandes agujeros en las paredes de la
habitación y se habían comido el barro y la argamasa». También
el capellán Josef Maria Reuss visitó a aquellos niños y en una
nota de oficio criticó únicamente el hecho de que «tales cosas
tengan lugar en público». Los dos «capellanes» católicos (así
firmaban sus cartas) fueron nombrados después obispos auxilia-
res. Cuarenta y siete años más tarde visité a uno de estos testigos
oculares del asesinato de los niños. Yo quería saber por él mismo
si no había podido hacer algo más para salvar a aquellos niños.
Y contaba con esta respuesta: «Yo no era un héroe, ni quería
ser un mártir». Esta actitud me habría parecido honesta. Tampo-
co yo sé si, estando en su misma situación, habría sido capaz de
hacer algo más que escribir una nota. Pero el obispo trató de
explicarme ampliamente la heroicidad que había supuesto el
escribir aquella nota. No tenía ni el más mínimo sentimiento de
78 Jesús y los hombres
culpa. Cuando le pregunté cómo habría actuado Jesús en aquella
situación, me dijo: «Jesús habría actuado exactamente lo mis-
mo». Poco después visité al comandante de distrito de las tropas
de asalto de las SS que había dirigido el fusilamiento de los
niños, y cuando le pregunté por aquellos hechos, se echó a llorar
y me dijo: «Soy culpable». Naturalmente, apeló a las «órdenes»,
como lo habían hecho los capellanes que después llegaron a
obispos. Pero ni el comandante de las SS ni el obispo hablaron
de la «orden» de Dios, de la inspiración originaria de todas las
religiones, que dice: «No matarás», y de las consecuencias que
implican. Sin embargo, el militar habló de culpa, pero el obis-
po, no.
El asesinato de los niños en Bielala-Zerkov se llevó a cabo
porque se dio una orden. La lapidación de la mujer adúltera
pudo haberse producido porque había una ley que la establecía.
Pero ¿dónde estaba la conciencia en estos dos casos protagoni-
zados por hombres? Christa Mulack afirma: «Siempre ocurre lo
mismo. En el patriarcado ningún hombre es responsable de sus
actos, porque siempre actúa cumpliendo órdenes superiores».
Los hombres mismos suelen lavarse las manos para atestiguar
su inocencia.
Según el relato de Juan, Jesús, con su sencilla y genial frase,
consiguió hacer reflexionar a los hombres. Quizá tenían ya las
piedras en la mano, pero las dejaron caer y «fueron saliendo uno
a uno». Cuando Jesús se quedó solo con la mujer, le dijo: «No
vuelvas a pecar».
Cuando Jesús curó en sábado en la sinagoga a un hombre
con un brazo atrofiado, sus enemigos querían acusarlo. Jesús les
preguntó: «¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer
el mal; salvar una vida o matar?» ¿Y qué respondieron aquellos
cobardes observantes de la ley, pero carentes de conciencia? «Se
quedaron callados». Espiar estaba permitido en sábado, pero
¡curar no! Jesús no fue crucificado «por los pecados de la huma-
nidad» —como me enseñaron en la clase de religión—, sino por
la estupidez, la dureza de corazón y la fidelidad a la ley del
patriarcado religioso y político.
¿LEY O ESPÍRITU?
En los hombres casi todo está orientado solamente a la ley.
Hasta su espiritualidad y su culto están configurados según lo
prescrito. Esta pobreza espiritual ahuyenta hoy a muchísimas
mujeres de las iglesias machistas. Es cierto que en las iglesias
sigue habiendo mucho ajetreo, pero no ocurre nada que tenga
una importancia capital. Faltan la danza y la meditación, la cor-
poralidad y la alegría espontánea. Hay una rígida y penosa solem-
nidad en lugar de una espiritualidad viviente. ¿Cómo puede
penetrar la dimensión de lo divino cuando en una celebración
resultan molestos el dolor y la alegría personales, el consuelo y
el afecto espontáneos, y cuando se trata a las mujeres y a los
niños como a personas de segunda clase que no tienen nada que
decir en el altar? ¡Lo que sí pueden hacer es limpiar la iglesia!
¿Por qué una Iglesia que se dice de Jesús no se orienta por
la ética del sermón de la montaña?
Que se alegren todos aquellos que sólo esperan algo de Dios
y nada de sí mismos, porque vivirán con él en un mundo nuevo.
Que se alegren todos los que sufren por la miseria del mundo,
porque Dios los liberará de su carga.
Que se alegren todos los que no hacen uso de la violencia,
porque Dios les dará en posesión la tierra.
Que se alegren todos los que esperan ardientemente que se
cumpla la voluntad de Dios, porque él colmará su anhelo.
Que se alegren todos los misericordiosos, porque Dios será
también misericordioso con ellos.
Que se alegren todos los de corazón limpio, porque ellos verán
a Dios.
Que se alegren todos los que construyen la paz, porque ellos
serán hijos de Dios (Mt 5,3-9).
Jesús no habló de hombres, sino de «todos». Ningún profeta
había hablado nunca así. Para el Dios de Jesús
— no se trata de castigo, sino de alegría;
— no se trata de ascesis, sino de plenitud de vida;
— no se trata de juicio, sino de misericordia.
80 Jesús y los hombres
Los seguidores de Jesús han vuelto a predicar a un Dios
machista del castigo, de la ascesis y del juicio, con todas sus
crueles consecuencias, hasta el caso del «Dios con nosotros» en
la guerra. Pero el Jesús que está aún por descubrir es un Dios
de la felicidad, de la misericordia y de la alegría. Las bienaven-
turanzas se siguen traduciendo con demasiada tibieza. Makarioi
es más que «estar alegres» o «ser bienaventurados». Significa
más bien:
— no cabréis de felicidad cuando...;
— alegraos, porque os ha tocado el gran premio;
— no os lo vais a poder creer;
— estaréis encantados.
Este es Jesús y éste es su Dios. Todos y cada uno están
invitados a esta dicha inconcebible.
En la línea de la expresión «paso erguido», acuñada por
Ernst Bloch, Hans Rudolf Hilty ha actualizado las bienaventuran-
zas del sermón de la montaña. A los enfermos y a los débiles, a
los que buscan y a los posesos, a los miles de personas que
acuden a él, Jesús les dice: «Dios quiere que llevéis el paso
erguido». Y cuando el murmullo del pueblo ha disminuido,
Jesús habla con toda claridad y expone estas exigencias:
El paso erguido de los mendigos que mendigan el Espíritu de
vida; a ellos les corresponde la suprema dignidad.
El paso erguido de los desesperados, que se sienten abatidos
por el miedo; levantadlos.
El paso erguido de los humillados, que rechazan toda forma
de violencia; la tierra pertenece a ellos.
El paso erguido de los marginados, que tienen hambre y sed
de los derechos del hombre; un banquete para ellos.
El paso erguido de los maltratados, que se sienten solidarios
con los sufrimientos de los hombres; ellos deben contar con la
fraternidad de todos.
El paso erguido de los que preguntan y no se engañan a sí
mismos ni engañan a los demás; solamente sin máscara se puede
contemplar a Dios.
El paso erguido de las mujeres pacifistas, que no llevan armas;
ellas son hijas de Dios.
¡No rompas el matrimonio! 81
El paso erguido de los perseguidos por mi causa, que toman
en serio mi promesa; también a ellos les corresponde la suprema
dignidad.
Caminad erguidos cuando os injurien y os espíen porque ahora
estáis aquí. Ya persiguieron y torturaron a los profetas. Sus inju-
rias son mentiras y sus torturas injusticia. No vayáis encogidos,
Dios quiere el paso erguido. Alegraos porque ha llegado la fiesta
de la vida.
Así habla Jesús a los cientos de miles de personas de los
movimientos alternativos y a los que bloquean con valentía los
silos de los misiles, a los que liberan a los animales y a los que
protegen la vida, a los miembros de Green Peace y de Amnistía
Internacional, a las mujeres desesperadas por problemas de em-
barazo y a los que colaboran en silencio para que surja un mundo
nuevo.
¡NO ROMPAS EL MATRIMONIO!
Los hombres idealizan a Jesús o lo despachan como imbécil.
Lo he podido apreciar muy claramente en muchas conversacio-
nes sobre este pasaje del sermón de la montaña:
Sabéis que está escrito: «No destruyas el matrimonio». Pero
yo os digo: Todo el que mira a una mujer casada deseando
poseerla ya ha destruido en su interior su matrimonio (Mt 5,
27-29).
Los cristianos pueden desternillarse de risa ante estas pala-
bras de Jesús o no tomarlas en serio. Lo he podido ver también
entre curas y estudiantes de teología. Cuando se toma en serio
al verdadero Jesús, se echan a reír o se escabullen. Lo mismo
respecto a la «locura» de su amor a los enemigos que respecto
a su «imposible» ética conyugal.
Y los teólogos califican al verdadero Jesús de idealista o de
chiflado en vez de preguntarse desde sus propias experiencias
lo que podría significar «Jesús hoy» real y concretamente. La
época de la «liberación sexual» ha afectado de lleno a la Iglesia,
que, en definitiva, es también culpable de las muchas neurosis
82 Jesús y los hombres
sexuales. Ahora estos neuróticos devuelven el golpe. Y las Iglesias
creen que pueden responder de nuevo a ello con un «debes» o
«no debes», en vez de estimular a los jóvenes a la práctica de
una sexualidad erótica y de una ternura amorosa que los libere
para el auténtico amor.
Los diseñadores de portadas de / las revistas eróticas y los
editores de periódicos sensacionalistas se aprovechan de las mi-
radas ardientes de los reprimidos sexuales para su provecho.
Con la mujer como objeto de placer se hacen negocios lucrativos.
En las iglesias los hombres hemos aprendido a fin de cuentas a
integrar de manera natural y obvia nuestro impulso sexual en
las relaciones interhumanas. Jesús pone admirablemente de ma-
nifiesto las proyecciones masculinas. Aquí aparece claramente la
nueva dimensión ética de Jesús: se trata de sentimientos éticos.
Es un impulso ético completamente nuevo. Lo decisivo no es la
apariencia externa, sino el ser, la actitud interior. Quizá no come-
tes adulterio únicamente porque no tienes ninguna oportunidad,
porque tienes miedo o porque eres demasiado provinciano.
¿Acaso eres por eso mejor que otros? ¿No eres más bien un
hipócrita? Una mujer me contó una vez lo aburrido que era su
esposo en el matrimonio y añadió: «Ni siquiera lo creo capaz
de cometer adulterio; así es de provinciano». Con la escandalosa
frase «todo el que mira a una mujer casada deseando poseerla
ya ha destruido en su interior su matrimonio», Jesús quiere decir:
Ni la ley estatal ni la autoridad eclesiástica son las que deciden
lo que es adulterio, sino únicamente la limpieza o la lujuria de
tu corazón. Y solamente cuando decidimos con plena libertad
interior decidimos realmente. De lo contrario, se toman decisio-
nes sobre nosotros.
La moral conyugal de hoy es más sincera que la de siglos
pasados. El matrimonio ya no es «un seguro de vida para la
mujer y un servicio gratuito para el hombre. Su primera exigencia
es el amor» (Elisabeth Badinter). Donde ya no existe el amor,
uno de los cónyuges —de ordinario la mujer— comienza a tra-
mitar la separación. Así lo hacen al menos las mujeres económi-
camente independientes. La vida en común sin el amor se percibe
cada vez más como lo que es realmente: hipocresía. El término
Jesús, el hombre masculino 83
del amor va siempre precedido por la muerte de la capacidad
de diálogo en el amor. La disponibilidad permanente e incondi-
cional para el diálogo es la terapia por excelencia de toda crisis
matrimonial. Muchas personas prefieren hoy el cálido nido de
la soledad al nido tibio de la vida en común. Elisabeth Badinter
escribe: «Entre lo cálido y lo tibio no hay intermedio». Esta
evolución hace que siga creciendo el número de divorcios y
contradice, por tanto, la moral conyugal de la Iglesia. Sin embar-
go, Jesús no habló nunca de matrimonio a toda costa. También
para el amor entre hombre y mujer es válido el principio ético
fundamental de la veracidad interior: «Decid simplemente sí o
no; cualquier otra palabra es del diablo». Según la ética de Jesús,
un divorcio se consuma mucho antes de la sentencia judicial.
Jesús no invita al divorcio, pero sí a una fidelidad y veracidad
que sean también capaces de asumir el divorcio.
JESÚS, EL HOMBRE MASCULINO
Cuando se trata de proteger a los débiles, Jesús emplea pala-
bras duras, genuinamente masculinas. A los que pegan a los
niños y les hacen violencia Jesús les dice: «Sería mejor que os
arrojaran al mar con una piedra de molino al cuello». Y a los
que emplean la violencia contra las mujeres les dice: «Es mejor
para ti perder un miembro de tu cuerpo que ser arrojado al
infierno en tu integridad corporal». Esto es inequívocamente de
Jesús, aunque siempre se ha entendido mal. Ciertos representan-
tes de la investigación histórico-critica nos dicen que Jesús no
pudo haber dicho eso, porque no encaja en el «dulce» Jesús.
Sin embargo, encaja perfectamente en el verdadero Jesús, el
hombre completo. El no desea que nadie vaya «al infierno» o
que lo arrojen al mar «con una piedra de molino al cuello». Lo
que dice es que no hay nada peor para los que se creen fuertes
que el desprecio, la humillación y la violación de los débiles.
Probablemente, en la Europa «ilustrada», la mayoría de los crí-
menes se cometen en los dormitorios y en las habitaciones de
los niños. Pero apenas hay gente que se indigne por la violación
 Jesús y los hombres
84
de las mujeres y por la violencia ejercida contra los niños. Las
escenas de una violación en una serie televisiva suscitaron en
Alemania una protesta masiva de los telespectadores. Se protesta
contra las escenas de violencia, no contra la violencia misma.
Jesús dice que es menos mala una muerte cruel o una mutilación
atroz que el daño que se hace a los más débiles.
Pero no debemos confundir a Jesús, el primer hombre real-
mente nuevo, con un hombre poco masculino o afeminado. El
dijo también esta durísima frase: «No he venido a traer la paz,
sino la espada». Muchos creen también que esta frase no encaja
en el Jesús pacifista del sermón de la montaña. Los que confun-
den pacifismo con la mera armonía, la cobardía medrosa o la
falta de firmeza tienen razón.
Jesús no fue cobarde ni es un representante de esa línea
pacifista que confunde la paz con la engañosa tranquilidad de
un cementerio.
Jesús rompió familias enteras, incluso la suya. Y dijo: «La
verdad os hará libres», no los lazos familiares; «decid sí o no,
todo lo demás es del diablo»; «no puedes servir a dos señores,
a Dios y al dinero». Jesús invita a una decisión genuinamente
masculina, no a la acomodación y al convencionalismo: «Vino
nuevo en odres nuevos».
Lo más difícil en este camino de redención y de liberación
es el encuentro con las propias «sombras», con aquello que
hemos reprimido quizá durante decenas de años. Hanna Wolff
ha dicho: «Lo decisivo es el coraje para encontrarse consigo
mismo». Y esta mujer nos cuenta el sueño de un joven teólogo
que acudió a su consulta: «Desde una librería quise llamar a
casa... Después, para ser correcto, tenía que comprar un libro.
Pregunté por la sección de libros de bolsillo, porque son los más
baratos... Bajé al lugar que me indicaron y, a la derecha, en una
estantería muy alta, entre otros muchos libros, vi uno de Cari
Gustav Jung. Pero costaba 78 marcos. Quise cogerlo, pero no
llegaba. Al lado había taburetes a los que podía subirme».
Este joven teólogo ve todo lo importante, el libro valioso,
los taburetes para llegar a los libros más altos, pero no hace
nada; no utiliza el taburete, sino que quiere solamente comprar
jesús, el hombre masculino 85
un libro «para ser correcto». Era un hombre-masa, que, en todo
caso, quería hacer lo que «se hace», pero que no tuvo la voluntad
firme de subirse al taburete y coger el libro; no tuvo el coraje
para el encuentro consigo mismo. La consulta se interrumpió
sin resultado. Carecía de verdadera voluntad de decisión.
Fue muy distinta la actitud de Mahatma Gandhi, que sí tuvo
el coraje de encontrarse consigo mismo. Durante mucho tiempo
había pegado a su mujer. Como hombre hindú pensaba que sólo
así ella llegaría ser una buena «mujer hindú». Pero cuando con-
cibió su doctrina de la no-violencia, se dio cuenta de la contra-
dicción entre lo que decía y lo que hacía. Se sintió indignado
consigo mismo y, llorando de pesar, cambió inmediatamente su
conducta. Por eso su política fue tan auténtica y eficaz- ya no
hubo división entre su conducta privada y su acción política, y
trabajó, como Jesús, en la integración de su anima.
Hasta que Jesús no logró la integración de lo femenino-emo-
tivo no llegó a ser un hombre total, verdadera e intensamente
masculino. No fue machista, sino realmente masculino. Este es
el Jesús enérgico. Y no lo aceptamos porque, de lo contrario,
tendríamos que cambiar realmente. Las exhortaciones que Jesús
hace a Marta y a la mujer adúltera son inofensivas en compara-
ción con la dureza con que se enfrenta a los representantes del
patriarcado. La «dura» y consecuente ética conyugal de Jesús
quiere proteger a la mujer de la arbitrariedad del hombre.
Desde hace cinco lustros se proclama la «liberación sexual»
mediante la «revolución sexual». Pero hoy sabemos que no se
ha producido. Es un avance el hecho de que hoy haya menos
sentimientos de culpa en relación con la sexualidad. Pero la
«revolución sexual» no ha producido la gran revolución. Muchos
siguen tratando a su pareja sexual como artículo de desecho que
cambian constantemente, como se hace con todo en una sociedad
de desecho. Pero el sexo como consumo enmascara una profunda
carencia de intimidad, de humanidad y de experiencias anímicas
originales.
Sin embargo, en el trato con jóvenes percibo una actitud
nueva, orientada a los valores: sexualidad sin sentimiento de
culpa, pero también sin mentalidad consumista. Esta nueva
86 Jesús y los hombres
orientación sexual de muchos jóvenes y de algunas personas
mayores permite esperar una nueva experiencia profunda del
amor. Esta es también socialmente una gran esperanza. Es un
gran signo de veracidad el que cada vez más personas —en la
misma línea de Jesús— perciban que únicamente el amor, y no
el acto formal del matrimonio, justifica la experiencia sexual. El
certificado de matrimonio no es con mucha frecuencia otra cosa
que el documento de un matrimonio aparente. Pero las personas
sexualmente realizadas y dichosas dan impulsos positivos a una
sociedad. Quizá hoy por vez primera está creciendo una joven
generación que —al menos en parte— aprende a tener experien-
cia de lo que es la sexualidad en libertad responsable.
La intimidad del cuerpo no sustituye la intimidad del alma.
Por eso sigue existiendo la vieja lucha de sexos. Los hombres
tienen miedo de las mujeres, aunque casi nunca lo confiesen, y
las mujeres tienen miedo de los hombres y lo reconocen cada
vez con más frecuencia.
En esta situación Jesús nos recomienda:
— amor en lugar de sexo rápido;
— confianza en lugar de miedo reprimido;
— esperanza en lugar de ilusión inmadura;
— reconocimiento del amor en lugar de declaraciones
de amor.
JESÚS, EL HOMBRE EMANCIPADO
Jesús, hombre de sentimientos impulsivos, actúa como siente
y siente como actúa. Recomienda confianza femenina e insisten-
cia perseverante en vez de la condena masculina y el juicio rigu-
roso. Detrás de estas instrucciones está la autoridad del primer
hombre integrado; un hombre con una profunda experiencia de
Dios y un sentido certero de los valores: alimentado por el dina-
mismo y la energía de un alma grande, sobrio, crítico, inflexible
frente a compromisos fáciles.
Este hombre tuvo que experimentar en su propia carne de
manera increíblemente dolorosa a dónde se llega cuando los
Jesús, el hombre emancipado 87
hombres «viejos» tienen en la boca la palabra de Dios, pero su
corazón permanece endurecido, hablan de la «palabra de Dios»,
pero en realidad se refieren a sus propias leyes. Jesús dice a estos
representantes de la vieja conciencia: «Habéis hecho de Dios un
Dios de muertos» (Mt 12,27). Pero Dios vive y quiere que sus
amigos fortalezcan a los débiles, curen álos enfermos y busquen
a los extraviados. En muchas fachadas se puede leer: «El campo
necesita hombres nuevos»; se trata de hombres que no se sienten
débiles, sino fuertes, cuando viven sus dimensiones femeninas.
Esta es nuestra vocación. En Jesús estaba vivo el sueño de esta
vocación.
El futuro pertenece a hombres nuevos y a mujeres nuevas
que siguen la escuela de Jesús y no la del patriarcado. La virilidad
que exigía el antiguo estereotipo masculino requería un gran
esfuerzo, exigía un comportamiento de fuerza, de rivalidad y de
lucha; y la fuerza se confunde con la suma de las bombas atómicas
o con la cantidad de la cuenta bancaria. También el hombre
viejo deseó siempre en secreto poder vivir con más sentimientos;
el hombre «nuevo» practica este deseo y comienza a sacar las
consecuencias: la emancipación de los hombres es el gran tema
del futuro. Las feministas tienen razón cuando nos dicen que
tenemos que liberarnos a nosotros mismos. La liberación del
hombre significa en primer lugar descubrir al alma y cultivarla.
Si los hombres continúan siendo lo que son hoy, no está lejos
el fin de la humanidad. Pero si hombres emancipados, inspirados
por mujeres emancipadas, emprenden el camino de la igualdad,
estaremos construyendo juntos el que fue el sueño de Jesús hace
dos mil años: el «mundo nuevo». En las instrucciones del sermón
de la montaña encontramos las normas básicas de un futuro
humano. El sociólogo Walter Hollstein resume así la autocom-
prensión del hombre nuevo: «no dominador, pero sí fuerte».
En el ajuste de cuentas de Jesús con los fariseos y teólogos
podemos apreciar hasta qué punto era fuerte el primer hombre
nuevo:
Ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y los cargan en las espaldas de los hombres,
mientras ellos no quieren empujarlos ni con un dedo.
88 Jesús y ¿os hombres
Todo lo hacen para llamar la atención de la gente... les encanta
que la gente los llame «Rabbí»...
¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que les cerráis
a los hombres el reino de Dios! Porque vosotros no entráis, y a
los que están entrando tampoco los dejáis (Mt, del cap. 23).
El maestro de Nazaret se expresa con toda claridad para
poner de manifiesto el miedo con que una religión de la pura
letra atenaza el alma:
¡Ay de vosotros, guías ciegos!... Pagáis el diezmo... y descuidáis
lo más grave de la Ley: la justicia, el buen corazón y la lealtad.
¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que os parecéis
a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia,
pero por dentro están llenos de huesos de muerto y podredumbre;
lo mismo vosotros: por fuera aparentáis ser hombres justos, pero
por dentro estáis repletos de hipocresía y de iniquidad (Mt, del
cap. 23).
Innumerables personas, decepcionadas y humilladas, margi-
nadas y desplazadas, y sobre todo mujeres, sienten frente a la
Iglesia actual de los hombres exactamente lo que Jesús criticó
de esta Iglesia hace dos mil años. La crítica actual a la Iglesia es
como un murmullo inofensivo y descomprometido, comparada
con el ajuste de cuentas de Jesús.
«Habéis convertido a Dios en un Dios de muertos» (Me
12,27), reprocha Jesús a los teólogos. Cuando pensamos en mu-
chas celebraciones, en las que «se veneran momias» (según la
frase del obispo Franz Kamphaus), pero no crece nueva vida,
percibimos la actualidad de la frase de Jesús. Sin embargo, Dios
quiere vivir y no quiere a los pastores que no curan a los enfermos,
no consuelan a los afligidos y no fortalecen a los débiles, sino
que se limitan a confirmar a los fuertes en su decencia burguesa.
La Iglesia tranquiliza cuando tendría que intranquilizar en nom-
bre de Jesús; está casi siempre del lado de la mayoría en vez de
estar, como Jesús, del lado de las minorías; busca eternamente
compromisos espurios cuando tendría que decir inequívocamen-
te sí o no. Sobre las Iglesias actuales de acomodación y de servi-
cios, carentes de savia y de fuerza, escribe Eugen Drewermann:
Jesús, el hombre emancipado 89
«No pueden coexistir la curvadura de la espina dorsal y la rec-
titud del corazón. No pueden coexistir el talante acomodaticio
del corazón y la volubilidad del pensamiento y de la conducta,
por una parte, y la dirección rectilínea de una postura y una
decisión firmes. Y esto es lo que quiere Jesús».
Jesús unificó formas de ser femeninas y masculinas. Lo que
es sólo femenino sería afeminado. Lo sólo masculino sería despó-
tico. Jesús no es ni lo uno ni lo otro. Lo apasionantemente nuevo
en él es la integración de lo femenino y lo masculino. Esto es lo
que constituye al «verdadero hombre». El que, como hombre,
toma conciencia de su dimensión femenina —de sus componen-
tes anímicos reprimidos— lleva a cabo una transformación en
su vida. Son características de una forma de vida típicamente
femenina la no-violencia, la dulzura, el cuidado, la atención al
hogar, la armonía, el respeto, la orientación cualitativa. Todas
ellas se encuentran en Jesús. Jesús fue lo suficientemente mascu-
lino para desarrollar en sí mismo esta dimensión femenina.
Son características de una forma de vida típicamente mascu-
lina la violencia, la brutalidad, la explotación, el despilfarro, la
actitud mecánica, la ambición, la orientación cuantitativa. Ningu-
na de ellas se encuentra en Jesús.
Para evitar malentendidos:
Esta tipificación no es, naturalmente, una clasificación de /os
hombres y las mujeres, sino una tipificación psicológica de la
dimensión masculina y la femenina en los hombres y en las
mujeres. Sólo debido a ello se pueden trasladar al hombbre Jesús
los criterios femeninos.
Este Jesús es desconocido para la mayoría de las personas.
Cuando los hombres lo descubren, suelen preguntarse con razón:
¿qué me aporta esto? ¿Vale la pena inspirarse en Jesús para una
nueva forma de vida?
Los hombres piensan que son libres y que no necesitan ins-
pirarse en nadie para su liberación. ¿Y la liberación de las mu-
jeres? Si no queda más remedio... ¿Liberación de los hombres?
¡No es necesaria!
Pero no podrá haber una Iglesia fraternal sin la liberación
de las mujeres, como no podrá haber un matrimonio basado en
90 Jesús y los hombres
la igualdad sin la emancipación del hombre. Si es el Espíritu de
Dios el que representa lo femenino en Dios, la Iglesia masculina
está tan fosilizada, institucionalizada y carente de vida porque
le falta lo femenino, el Espíritu. Lo que aparece en muchos
hombres que pertenecen a la Iglesia se manifiesta con frecuencia
también en hombres que están fuera de ella. Se hacen aburridos
para mujeres emancipadas, porque están en peligro de convertir-
se en hombres sin espíritu y sin vida.
Hasta qué punto los hombres pueden carecer de espíritu y
de vida lo han demostrado a lo largo de varios siglos al no aceptar
apenas su papel de padres. El ser padre y madre es una de las
más grandiosas tareas que una persona puede asumir en la tierra.
Todavía hoy la mayoría de los hombres no entienden su paterni-
dad como una profesión importante. Se dice que las manos que
mueven las cunas mueven también el mundo. Y es cierto. Pero
sería insensato creer que unas manos de padre podrían mover
una cuna. Los viejos padres van muriendo. Algunos jóvenes
padres son ya nuevos padres, y muchos hijos nuevos se orientan
a los valores femeninos y tienen interés en el desarrollo de su
anima.
Nuevos padres sienten en común con su pareja y dicen, por
ejemplo: «Estamos embarazados. Los dos esperamos un hijo».
Los nuevos padres paren cada vez más a sus hijos.
También la nueva Eva está en proceso. Es inteligente el Adán
que lo intuye a tiempo. Sólo un Adán transformado hará justicia
a una Eva transformada. ¡Ojalá que esté abierto y vigilante y sea-
delicado! Una mujer lo expresó una vez así: «Desearía encontrar
un compañero, un inspirador, un hombre que, siendo indepen-
diente, sea fiel a sí mismo para que pueda surgir una tensión
fecunda».
La orientación del hombre en la línea de Jesús, el hombre
nuevo, sería la revolución decisiva de la historia de la humanidad.
Nada puede transformar tanto la sociedad como una conciencia
que se va transformando. No actúa de la noche a la mañana,
pero sí a largo plazo y como una fuerza subversiva.
CAPITULO QUINTO
JESÚS Y LOS NIÑOS
«El que me busca me encontrará en los niños,
porque me revelaré en ellos» (Palabras de Jesús,
transmitidas por Hipólito, Padre de la Iglesia).
El patriarcado no sólo es hostil a las mujeres, sino también
a los niños, nluchas veces con el apoyo de mujeres que adiestran
a sus hijos para que se adapten, y les transmiten gran parte de
lo que ellas sufren por parte de sus maridos. Los niños son aún
más débiles que los adultos débiles. Y los más débiles son los
no-nacidos. Los niños son la minoría discriminada más grande
del mundo. En la República Federal se practican al año 250.000
abortos, 95.000 niños están afectados por divorcios, 1.300.000
viven sólo con uno de los padres y millones de ellos viven prác-
ticamente sin padre. Casi todos los niños sufren a causa de la
escuela. Cientos de miles de niños son maltratados; cada año
mueren más de 600 a causa de los golpes recibidos de sus padres.
Alrededor de dos millones de niños viven en familias sin trabajo;
50.000 sufren cada año accidentes de tráfico. Un niño de cada
cinco padece algún tipo de alergia. Cada año 3.000 niños enfer-
man de cáncer. Mientras muchos adultos vean a los niños sola-
mente como «aún no adultos», los niños no podrán sentirse
aceptados en su dignidad humana y serán objeto de una educa-
ción ajena a ellos. El artículo primero de la ley fundamental, «la
dignidad de la persona es inviolable», es violado constantemente
en los niños.
92 Jesús y los niños
En el patriarcado no se da solamente la «imagen hostil» de
la mujer, creada por el hombre, sino también la «imagen hostil»
del niño, creada conjuntamente por hombres y mujeres. Jesús,
en cambio, fue un hombre «chiflado» por los niños. Puso a los
niños como modelo para hombres y mujeres.
Al señalarse a sí mismos, los niños señalan al corazón. El
órgano más importante de la sensibilidad es para ellos el corazón,
como lo era para Jesús. El fue un hombre de sentimientos, como
lo son la mayoría de los niños. El sueño favorito del primer
hombre nuevo era la profecía de Joel: «Los jóvenes tendrán
visiones y los viejos tendrán sueños».
Según Jesús, es auténtico aquello que entienden los niños.
La palabra «auténtico» es importante en el lenguaje actual de
los niños y de los jóvenes. Ante muchos modelos inauténticos y
ofertas dudosas, ellos buscan lo auténtico y preguntan una y otra
vez: «¿De veras?» El criterio de autenticidad en Jesús es siempre
lo sencillo, lo lógico, nunca lo «teológico» y lo ambivalente. Por
fortuna para la humanidad, Jesús no fue ni teólogo ni sacerdote,
sino un auténtico buscador de Dios, un hombre sencillo y por
eso un hombre divino.
DIOS COMO NIÑO
Cuando en una ocasión los discípulos de Jesús discutían
sobre quién de ellos era el más grande, Jesús les expuso, como
ya hemos dicho, su teología del niño de una manera asombrosa-
mente sencilla y esclarecedora:
Si uno quiere ser primero, ha de ser último de todos y servidor
de todos. Y cogiendo a un niño, lo puso en medio de ellos, lo
abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño de éstos como si fuera
a mí mismo, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí
a quien acoge, sino al que me ha enviado» (Me 9,35-37).
Para mí estas palabras son de las más hermosas del Nuevo
Testamento. Hace dos mil años estas palabras sonaban a los
oídos de los hombres como una provocación inaudita: Jesús no
Dios como niño 93
alabó la obediencia de los niños a los adultos, sino que se solida-
rizó con los niños oprimidos. Más aún, equiparó a los niños con
Dios.
Un día, antes de que mi hija Caren María, de seis años, se
acostara, estaba yo jugando con ella. En un momento creí que
había hecho trampa, pero ella lo negó. Y cuando se dio cuenta
de que yo seguía dudando, me dijo: «No he hecho trampa.
Escucha tu corazón, papá, y pregunta a Dios».
Esta sola frase en boca de una niña refleja toda la «teología»
de Jesús. Ningún teólogo con muchos años de estudio es capaz
de decirnos lo que un niño de seis años puede decir espontánea
y naturalmente, porque lo siente así. Esto es una manifestación
del espíritu de Jesús. ¡Cuánto podríamos aprender para nuestra
vida si aprendiéramos a ir a la escuela de nuestros hijos!
Mis hijos me ayudan cada día a que no me olvide de aprender.
Cuando los adultos comienzan a ponerse del lado de los niños,
no sólo mejora la situación de los niños, sino también la de los
adultos.
Espero que los profesores de religión no estropeen con su
teología el sentimiento religioso natural de mi hija. El peligro de
que lo hagan es enorme. Todo niño tiene un sentimiento profun-
damente religioso hasta que los maestros de la ley se lo deforman.
En el sermón de la montaña Jesús proclama bienaventurados a
los limpios de corazón y alerta sin cesar frente a los teólogos.
Jesús no dejó que ninguna enseñanza religiosa lo apartara de su
confianza natural en Dios, que le decía que en todo hombre hay
cosas malas, pero no hay hombres malos. El sol brilla para todos.
Los maestros de la ley de todos los tiempos están ciegos para
ver lo divino que hay en cada hombre. Hasta ahora siempre han
querido adulterar el amor infinito de Dios para que el hombre
lo perciba con un miedo de miras estrechas. Y dicen: «Dios sí,
pero no para los pecadores, no en sábado, no para niños inma-
duros, no para las mujeres...». Siempre ponen «peros». Sin em-
bargo, Dios ama sin condiciones y sin «peros», como los niños.
Esta «primitiva» teología del niño que tiene Jesús ha sido siempre
un escándalo para teólogos sesudos y príncipes de la Iglesia. El
impulso que dio Jesús hace dos mil años fue de hecho lo contrario
94 Jesús y los niños
de lo que la Iglesia ha hecho de él hasta ahora. Los «ignorantes»,
los niños y los que han mantenido espíritu de niños (no infantiles)
lo saben todo porque sienten a Dios. Por el contrario, los «inte-
ligentes» y los «eruditos» no pueden saber nada de Dios porque
con las letras han taponado su corazón. Tenemos que volver a
acercarnos a Jesús de una manera completamente nueva. Y he-
mos de hacerlo a través de su teología del niño, que podemos
aprender de los niños. ¿No es trágico experimentar una y otra
vez en nosotros que el cielo es inaccesible, mientras que todo
niño entiende y sabe que Dios hace brillar el sol para todos?
Jesús dijo: «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os
persiguen, para ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace
salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos
e injustos». Los niños «primitivos» lo entienden exactamente
como Jesús.
Le llevaban chiquillos para que los tocase, pero los discípulos
se pusieron a regañarles. Al verlo Jesús, les dijo indignado:
—Dejad que los chiquillos se me acerquen, no se lo impidáis,
porque el nuevo mundo de Dios está abierto precisamente a los
que son como ellos. No os engañéis: el que no se abre al amor
de Dios como un niño, nunca podrá experimentarlo.
Y, abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos (Me
10,13-16).
Los niños pequeños no pueden merecer. La religión, según
Jesús, no es nunca mérito, sino confianza. Todo lo que él dijo
e hizo giró siempre en torno a la confianza del niño en el amor
de su padre. Sólo en esta confianza encontraremos el camino
hacia Dios. El mayor obstáculo para llegar a este camino es
nuestra mente deformada. Cada vez que en una conferencia
hablo de la sencilla teología del niño que tenía Jesús, se vuelve
a oír en la discusión posterior —sobre todo en boca de teólo-
gos— la misma frase: «Eso no es tan sencillo». Sin embargo,
Jesús lo vivió antes. Se puede aprender a confiar en él cuando
uno se abre a él como él se abrió a su Padre.
Cuando en una conferencia aludí a la sencilla teología de
Jesús sobre la confianza característica del niño, una mujer dijo
Dios como niño 95
indignada durante la discusión: «Entonces, según usted, Jesús
quiso decir: "No te preocupes, sé feliz"». Naturalmente que
quiso decir eso, pero en un sentido muy profundo. Jesús quería
que fuéramos felices teniendo una profunda confianza. Muchas
cosas tienen que haberse falseado en la Iglesia y en la teología
durante dos mil años cuando la mayoría de los cristianos entien-
den todavía el evangelio de Jesús más como mensaje de amenaza
que como un mensaje de gozo. Jesús anunció la buena noticia
del Reino de Dios, pero, como es sabido, vino la Iglesia.
«Haceos como niños». Lo que Jesús quería decir con esto, lo
expresa en el sermón de la montaña con sus concisas invitaciones:
«No os preocupéis», «no tengáis miedo», y «llamad». La psico-
logía moderna llama a lo que Jesús pide «confianza originaria»
y «seguridad originaria». Hoy sabemos hasta qué punto marca
a un niño la atmósfera de una confianza global, del calor del
nido. Ella despierta las fuerzas vitales positivas y el dinamismo
interior de la persona. En estas palabras de Jesús se trasluce su
nueva imagen del hombre sostenido por la confianza, y su imagen
de Dios como Padre amoroso. Su sana imagen del hombre está
unida a su sana imagen de Dios. Naturalmente que el mundo y
los hombres no son sanos. Pero el mundo no tiene por qué ser
siempre como es ahora. Las propias inseguridades y la pereza
de mente, la debilidad de concentración y los miedos reprimidos
nos impiden con frecuencia aprender lo necesario. «Sólo es po-
sible seguir viviendo en este mundo tal como es si se cree firme-
mente que no continuará siendo así, sino que llegará a ser como
debe ser» (Carl Friedrich von Weizsácker).
Pero la mayoría de los padres no quieren «hacerse como
niños», sino más bien que sus hijos se hagan como ellos. Por
eso adiestran con frecuencia a sus hijos como se adiestra a los
monos en el circo. Se acostumbra a los niños a que no se indignen
por el sufrimiento que se inflige a personas, animales y plantas
en nuestro entorno y se les dice que este sufrimiento es «natural».
En una reunión de cristianos, una joven madre que había
visto con su hija pequeña una emisión mía me dijo: «Mi hija se
echó a llorar cuando usted dijo que en el mundo hay más explo-
sivos que medios de alimentación». Yo había dicho esto en varias
% Jesús y los niños
emisiones, pero nunca tuve noticia de que un adulto hubiera
llorado al oírlo. Sin embargo, la niña reaccionó espontánea y
humanamente ante este crimen atroz, del que somos responsables
los adultos, y se echó a llorar. Los adultos tampoco lloramos
cuando pensamos en el futuro desolador de nuestros hijos. Pro-
bablemente porque sólo nos quedan veinte, treinta o cuarenta
años de vida. Pero los niños tienen mucha razón para llorar
cuando piensan en el futuro que nosotros les dejamos.
A los ojos de muchos adultos, los niños son adultos cuando
ya no lloran ni se espantan por las atrocidades del mundo. Pero
el pecado más grande consiste en que, al expulsar de nuestros
hijos la sensibilidad por el sufrimiento, expulsamos también a
Dios y ponemos en su lugar a autoridades «justas», a las que
ellos tienen que «obedecer»: en primer lugar padres y maestros,
pero también políticos, Iglesias y dinero. Con esta idolatría, que
exige obediencia, desaparece el Dios que nuestros hijos, en su
gran corazón, han experimentado como amor, como lo experi-
mentó Jesús. Los padres que tratan de adaptar a sus hijos a la
«vida real» les quitan en realidad la confianza originaria en el
Dios del amor.
El que haya leído en relatos estremecedores que, en la Repú-
blica Federal, una de cada cinco niñas —es decir, cientos de
miles— y ocasionalmente también niños —es decir, muchos mi-
les— son objeto de abuso sexual por adultos y por hermanos o
hermanas mayores, quedando así la mayoría de ellos marcados
anímicamente para toda su vida, puede barruntar lo que Jesús
quiso decir con estas terribles palabras: «Al que escandalice a
uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le
encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al
mar» (Me 9,42). Estoy seguro de que Jesús hoy incluiría también
en su amor por los débiles a los 250.000 niños abortados cada
año en la República Federal. Las teólogas feministas apenas lo
hacen todavía. Hanna Wolff, teóloga y terapeuta, es la gran
excepción.
¿Quién es más débil que los que aún no han nacido? Ni
siquiera pueden llorar cuando los matan. Si pudieran hacerlo,
tendríamos una sensibilidad muy distinta para con ellos. Pero el
Dios como niño S>7
amor y la misericordia generados por Jesús no pueden depender
del tamaño exterior del que ha de ser protegido. Los niños
pequeños, incluidos los no nacidos, tienen un alma grande. Todo
lo que crece tiene alma.
La vida es vida desde el principio. Esto ya no es hoy cuestión
de fe, sino de ciencia, de querer saber/y de sentir. Cada uno de
nosotros fue persona desde el principio. A lo sumo los científicos
discuten todavía sobre lo que significa «desde el principio»:
¿desde el primer día o desde el decimoquinto? No tenemos
derecho a matar a los niños. Ellos tienen derecho a vivir entre
nosotros. Son huéspedes distinguidos que nos ofrecen el honor
de poder protegerlos. Los niños, nacidos o no, son también
—como toda persona— seres espirituales. «Se ha confiado a ti
un ser espiritual, al que tú sólo podías prepararle un cuerpo que
le sirva de habitáculo en la tierra. Trajo consigo sus tesoros y
no va a llevarse los tuyos» (Bo Yin Ra).
Los niños son curiosos, están llenos de fantasía y pueden
comunicarnos verdades importantes. Para ello sólo tenemos que
mirar y escuchar.
Cuando mi mujer y yo nos quedamos embarazados de nuestra
hija menor, tuve un sueño: iba con mi mujer empujando monte
arriba un carrito de niño. Miré al niño y le pregunté: «¿Qué
nombre quieres tener en tu bautismo?» Y nuestro niño me con-
testó: «Llámame sencillamente "Quiéreme"».
Con su respuesta, nuestra hija nos había dado muy pronto
la palabra clave para mi paternidad. Años después, se presentó
un día a las siete de la mañana en nuestro dormitorio y me dijo:
«Papá, necesito cariño», y un segundo después estaba ya en mi
cama. Aprender de los niños; Jesús dice que no hay nada más
importante en la vida de los adultos. El que se deje llevar por
los niños tendrá la gozosa experiencia de que ellos movilizan
nuestra resistencia interior contra ideas que no debemos sentir
y contra sentimientos en los que no queremos pensar.
En mi libro El amor es posible escribí todavía estas terribles
frases: «Estamos frente a nuestros pequeños como un escultor
frente a la piedra bruta. La educación natural es un arte, como
lo es una obra escultórica conseguida». Tras estas frases se escon-
98 Jesús y los niños
den todavía los sueños de omnipotencia de una pedagogía dog-
mática. Hoy pienso que los niños no son precisamente material
bruto que nosotros debemos modelar a nuestra imagen. Los
niños son más bien como un espejo: si les ayudamos a ser ellos
mismos, vemos en ellos con más claridad nuestro propio camino
hacia un comportamiento humano.
Los niños crecen sin esfuerzo, con tal que los «adultos» los
dejen crecer. Este camino de la falta de esfuerzo es el que Jesús
recomienda cuando dice: «Haceos como niños». El «camino de
la falta de esfuerzo conduce a la autodeterminación; ¿acaso los
niños se esfuerzan cuando crecen?» (Bernhard Müller-Elmau).
Cuando el sembrador ha sembrado tiene que esperar pacien-
temente hasta que brote la semilla. Si entretanto cava la tierra
para ver su crecimiento, impide su proceso de maduración. Por
fortuna, la mayoría de los niños aprenden a andar antes de que
sus padres puedan decirles cómo deben aprenderlo. Y precisa-
mente por eso los niños aprenden no sólo a andar bien, sino
que confían en los procesos naturales de crecimiento. La confian-
za de los padres es el terreno en el que puede desarrollarse la
autoconfianza de los niños. Muchos niños podrían llegar a ser
personas maravillosas si unos padres y madres impacientes, ma-
dres miedosas y padres inmaduros, no alteraran constantemente
el proceso de crecimiento y madurez de sus hijos. El problema
de la mayoría de los niños son sus padres. Y el problema de
éstos fueron también sus padres. Nada es tan importante como
romper el círculo vicioso de la llamada educación. «Los niños
y la vida no deben ser educados constantemente. También hay
que dejarlos ir» (Jean Paul).
La desconfianza destruye e impide el crecimiento, el des-
arrollo y la madurez natural del niño. La confianza estimula la
maduración natural. Conozco a algunos padres que, de la mañana
a la noche, no dejan tranquilos a sus hijos. Un día nos visitaron
unos amigos. En cinco minutos el padre y la madre dijeron diez
veces a sus hijos: «Eso no se hace». ¿Cómo pueden estos niños
maltratados llegar a ser personas adultas y maduras? Los padres
transmiten continuamente a sus hijos su propia inseguridad, su
miedo, sus manías de limpieza y de orden. Y esto se sigue llaman-
Dios como niño 99
do educación. En realidad «educan» a sus hijos a ser neuróticos,
inoculándoles sus propias neurosis. La parábola evangélica del
sembrador, cuya virtud esencial es la paciencia, es uno de los
relatos más importantes para la educación moderna. Jesús se
anticipó mucho a su tiempo. La espera paciente no significa
inactividad pasiva. La confianza no es en absoluto indiferencia
inactiva. Al contrario, es actividad creativa, actuación consciente
en el momento adecuado.
Jesús siguió diciendo:
—Así es el reino de Dios, como cuando un hombre ha echado
la semilla en la tierra; él duerme y está despierto, por la noche y
por el día, y la semilla germina y va creciendo sin que él sepa
cómo. Por sí misma la tierra va produciendo el fruto: primero
hierba, luego espiga, luego grano repleto en la espiga (Me 4,
26-28).
¿Por qué la mayoría de los padres no confían en Dios o al
menos en la naturaleza, pensando que hay mejores educadores
de lo que ellos podrían ser nunca? Nuestra hija Christiane, de
diecisiete años, tiene una relación con los chicos mucho más
natural que la que yo tenía con las chicas a esa misma edad. Y
ello se debe a que sobre todo mi mujer le da todas las libertades
y se fía de ella. A mí me costó trabajo hasta que comprendí que
éste es mi problema y que no debo trasladarlo a nuestra hija.
Nada sobrecarga tanto el desarrollo espiritual de nuestros hijos
como los miedos de los padres, es decir, nuestras frustraciones
y represiones.
Cuando nuestra hija Christiane hizo un viaje de estudios a
Roma con su clase, algunos padres estaban muy preocupados,
ya antes de que salieran, por saber si sus hijas estarían «de vuelta
en su residencia como mínimo a las once de la noche». ¿Realmen-
te personas adultas que viven en Baden-Baden quieren decidir
la hora en que jóvenes adultos, que han ido a Roma por primera
vez, deben irse a la cama? ¿Hasta qué punto son «adultos» tales
padres?

EL MIEDO ORIGINARIO DE TODOS LOS NIÑOS
A SER ABANDONADOS
El terapeuta Karl Guido Rey cuenta el hecho siguiente: unos
padres desconcertados llevaron a su hijo de diecisiete años al
psicoterapeuta. El chico, drogodependiente, había intentado sui-
cidarse. Los padres, disgustados, no sabían qué hacer. El padre
se lamentaba diciendo: «Este chico no tiene ilusión por nada».
«¿Y qué ilusión tiene usted?», le preguntó el terapeuta. El padre
lo miró con aire de reproche y le dijo que estaba todo el día
ocupado y no tenía tiempo para hacerse esa clase de preguntas
tontas. Y la madre añadió con orgullo: «Mi marido trabaja tanto
que hace poco ha tenido un infarto». ¿Cómo es que tales padres
se extrañan de la drogodependencia y falta de perspectiva de
sus hijos? Todas nuestras dependencias, sobre todo las incons-
cientes, las transmitimos a nuestros hijos.
Las madres de dos chicas de quince años estaban hablando
un día. «¿Crees que puedo hablar ya con mi hija sobre el sexo,
al menos con mucha prudencia?» La otra le respondió: «Yo,
desde luego, lo haría en todo caso. Nunca se puede aprender lo
suficiente». ¿Aprender de los niños? En los últimos años yo he
aprendido muchísimo de niños y jóvenes que han conservado la
naturalidad. Tengo motivos para estar agradecido a nuestros
hijos por ello durante toda mi vida. Ellos me han enriquecido
espiritualmente. Vivir con niños es un maravilloso espejo de
intercambio de regalos.
Muchos padres de hoy ya no saben cantar ni contar historias,
rezar ni jugar con sus hijos. La televisión les sirve de niñera
barata. El niño alemán medio ve cada semana más de veinte
asesinatos en la televisión. Así se programan el mutismo cultural
y el abandono espiritual; y lo hacen también padres ricos, pero
sobre todo padres superocupados.
La alteración neurótica de nuestros hijos ha avanzado mucho.
Sufren un exceso de historias televisivas irreales y un déficit de
contactos sociales directos. Padres que viven aislados y que cada
vez se entienden menos entre sí —y son muchos más de los que
se divorcian— transmiten sus neurosis a sus hijos. Si cada vez
El miedo de todos los niños a ser abandonados 101
hay más personas mayores que se abandonan, tiene que haber
cada vez más hijos que tienen miedo a ser abandonados. Este
es el miedo originario de todos los niños y nunca ha sido tan
fundado como hoy.
Los niños que no son queridos son luego, en la mayoría de
los casos, adultos que no saben querer. El que no sabe querer
se vuelve primero cínico, después, indiferente y, por último,
hostil.
En los conflictos de nuestro matrimonio he observado a veces
la reacción de nuestros hijos. Esto nos ayudó mucho a resolver
el conflicto. Los conflictos entre los padres no pasan inadvertidos
a los hijos. El psicoanalista Horst-Eberhard Richter ha trabajado
profesionalmente durante gran parte de su vida con niños proble-
máticos y llega a esta conclusión: «Los niños no se derrumban
cuando los padres reconocen abiertamente sus conflictos, debi-
lidades y preocupaciones. En cambio, los padres que ocultan su
propia miseria y piden a los hijos que los liberen de sus preocu-
paciones demostrándoles una serena y valerosa actitud vital
echan sobre ellos una carga difícilmente soportable; debido a
ello, los hijos probablemente fracasarán, como sus padres han
fracasado». Esto sólo podrá entenderlo quien logre conocer real-
mente la disposición emocional, la apertura y la capacidad de
aprender de los niños.
Para esto no conozco a ningún maestro mejor que Jesús. El
es una gran ayuda para descubrir los miedos inconscientes. No
podemos dar a nuestros hijos un capital más importante que la
confianza. Una confianza escasa, una confianza a medias o el
principio «la confianza es buena, pero el control es mejor» sólo
darán como resultado las viejas medias libertades que no son en
absoluto libertad. Jesús dice inequívocamente y respecto a todos
los ámbitos de la vida: «¡Tened confianza!»
El influjo inconsciente de los padres sobre los hijos es tan
grande que a uno podría darle miedo. «Los niños reaccionan
con mucha más fuerza a lo que sus padres son que a lo que les
dicen» (Horst-Eberhard Richter). Los terapeutas saben que, en
la mayoría de los casos, los trastornos de los hijos se deben a
trastornos de los padres. Los miedos y las inseguridades, el amor
102 Jesús y los niños
y el odio entre los padres, no pasan inadvertidos a los hijos, que
con frecuencia no saben lo que pasa entre sus padres, pero lo
sienten. El clima y la atmósfera de una familia son siempre los
factores que deciden si los niños crecerán llenos de confianza o
de desconfianza.
Cuando nuestra Caren María tenía dos años y medio, todavía
no podía dormir bien por la noche. Esto era una gran preocupa-
ción para toda la familia. Yo me preguntaba una y otra vez qué
le pasaría a nuestra hija, pero no me hice la pregunta decisiva:
«¿Qué le pasa a este padre?» Después de un tiempo, llevé a mi
hija a un médico de orientación antroposófica. No echó mano
a su bloc de recetas, sino que comenzó a charlar conmigo. La
niña, que estaba en mi regazo, seguía intranquila. El médico me
hizo esta pregunta decisiva: «¿Cómo está su agenda de activida-
des?» En ese momento se me cayeron como escamas de los ojos
y vi con claridad que ése era el problema; era yo mismo. Yo
había dado conferencias casi todas las tardes sobre la paz y había
menospreciado la paz en mi familia. Había contraído la típica
enfermedad de políticos y ejecutivos. Y había tenido «la mejor
intención». En realidad, no había entendido gran cosa de la paz,
que, para ser realmente eficaz, tiene que actuar de dentro a fuera.
Minutos después, mi hija, que durante dos años había dormido
tan mal, se quedó dormida en mi regazo. Aquella misma noche,
con mi mujer, anulé radicalmente mis compromisos. Y a partir
de esa noche, mi hija empezó a dormir mejor. Yo le había causado
un gran sufrimiento y había trastornado a toda la familia; ahora
debo a mi hija el haber entendido cosas importantes que cambia-
ron mi vida.
Todavía hoy, ya con seis años, a Caren María le gusta dormir
conmigo. Al verla dormir, me viene a la memoria esta frase de
Lutero: «Viendo a un niño así, se diría que Dios tuvo dedos de
seda cuando creó al hombre».
Lo que tuve que aprender sobre todo es esto:
— Los niños tienen derecho a decir a sus padres «no». Este
«no» frente a los «grandes» es, en determinadas fases de su
desarrollo, la palabra más importante de los pequeños y una
gran aportación frente a sus padres y hermanos mayores.
Un ministerio para niños 103
— Los niños tienen derecho a confiar más en sus sentimien-
tos que en los argumentos de los adultos.
— El que se entrega a sus hijos verá que ellos no se apartan
de él.
— Cada hora que he dedicado a los niños se me ha devuelto
con creces.
— Todo niño de este mundo tiene el derecho inalienable de
confiar más en su seguridad interior que en «autoridades» ex-
ternas.
Jesús de Nazaret es el primer hombre nuevo, además de por
otros motivos, porque fue el primer defensor de los niños y de
sus derechos fundamentales.
UN MINISTERIO PARA NIÑOS
Todavía no tenemos el ministerio más importante en una
sociedad orientada al futuro: un ministerio del niño, con una
personalidad fuerte y una visión global en el puesto más alto y
en el despacho ministerial. Tendríamos una política esencialmen-
te distinta, completamente nueva, si se tuvieran siempre en cuen-
ta los derechos y las necesidades de los niños. Los más débiles
no tienen todavía un lobby fuerte.
¿Por qué muchos padres pretenden siempre saberlo todo,
censuran constantemente a sus hijos, los tratan con brutalidad,
a veces física y con frecuencia psíquica, y son muchas veces
estúpidos e inconscientes con ellos?
¿Por qué en el supuestamente ilustrado siglo XX, que debería
ser el «siglo del niño», los niños son innumerables veces chanta-
jeados indignamente y sometidos a un tutelaje destructivo?
Ante todo, porque los padres llaman con frecuencia a sus
miedos vitales «responsabilidad». Esta es la palabra con la que
más se escarnece en la educación. Esta «responsabilidad» de los
padres es en realidad una tortura para niños pequeños y grandes.
En la mayoría de los casos, aun al final del siglo XX, la «respon-
sabilidad» de los padres no es amor, sino «disciplina», alimentada
por la angustia.
104 Jesús y los niños
Son precisamente padres débiles los que, en el trato con hijos
que podrían tener una personalidad fuerte y consciente, ejercen
una tiranía tan polongada y brutal con ellos que los «empeque-
ñecen». Todo esto se produce, desde luego, de manera incons-
ciente y con la «buena intención» de los padres. Pero no hay
nada que impida más la maduración de la personalidad que el
régimen opresor de padres «bienintencionados». Los principios
de una educación creadora son éstos: mi hijo no es propiedad
mía, sino un regalo; él tiene sus misterios, que yo tengo que
respetar. La educación es lo contrario del dirigismo y de la táctica
de trabas. La educación significa amar, ayudar, estimular.
Kahlil Gibran expresa en estos versos su comprensión de la
pedagogía de Jesús:
Vuestros hijos no son vuestros.
Son los hijos e hijas del anhelo de la vida;
y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos,
porque ellos tienen los suyos.
Podéis acoger su cuerpo, pero no su alma,
porque su alma habita en la casa de mañana,
en la que vosotros no podéis entrar,
ni siquiera en vuestros sueños.
Podéis anhelar llegar a ser como ellos,
pero no pretendáis hacerlos como vosotros.
Porque la vida no fluye hacia atrás,
ni se detiene en el ayer.
Vosotros sois los arcos que lanzan a vuestros hijos comoflechasvivientes.
El presupuesto para un mundo nuevo como lo entiende Jesús
es una relación más humana y más consciente entre padre, madre
e hijo. La confianza decisiva la aprenden los niños ante todo y
más profundamente de la madre y del padre; fuera de ellos no
la aprenden. Sólo una generación con más confianza originaria
puede superar el peligro de autodestrucción de la humanidad.
Esta confianza originaria en la vida sería la única bomba atómica
espiritual con la que podría anularse la bomba atómica material.
La educación a la confianza —el deseo originario de Jesús—, la
confianza entre padre, madre e hijo no sólo es la condición para
Un ministerio para niños W5
la felicidad personal, sino también el presupuesto para una po-
lítica humana.
Quizá no deberíamos hablar ya de educación, sino de rela-
ción. La calidad de las relaciones internas de padre, madre e
hijos es la condición para relaciones cualitativas en la sociedad
en general. Para que los hijos se conviertan en adultos maduros
y de gran valor necesitan madres y —lo que más les falta—
padres de gran valor. El déficit de amor paterno conduce a los
niños a una escasa estima de sí mismos y a una deficiente confian-
za originaria. «La herida de la falta de amor» (Peter Schellen-
baum) duele con frecuencia hasta el final de la vida, e incluso
hasta la generación siguiente. Por eso un niño que es amado,
abrazado y acariciado, aprende a amar, abrazar y acariciar y
puede sentir amor por este mundo.
Yo he aprendido ante todo de nuestros hijos que las «citas
importantes» tienen a veces muy poca importancia; he aprendido
a tener una mayor serenidad y una actitud más distendida en mi
profesión, y con ello tolerancia, humor y alegría vital. Cuando
aprendemos de nuestros hijos, abandonamos también el mito de
la infalibilidad de los adultos. Amar a los niños no significa
endiosarlos ni dejarse tiranizar por ellos. El conflicto entre la
lógica de los adultos y la realidad de los niños existirá siempre,
pero la fantasía que los niños piden para encontrar una solución
es siempre más estimulante que los subterfugios de los adultos
en los llamados imperativos de las circunstancias. ¿Acaso tene-
mos que sentirnos siempre forzados por las circunstancias? En
una ocasión me ofrecieron el puesto de redactor-jefe de una gran
cadena de televisión. El director nos invitó a charlar con él
(también a mi mujer y a nuestra hija) y hasta nos enseñó una
casa en la que habríamos podido vivir. Yo estaba entusiasmado.
Pero cuando, de vuelta a casa, mi mujer y yo vimos que nuestra
hija Christiane (que entonces tenía ocho años) no paró de llorar
porque temía perder a sus amigas a causa del traslado, al bajar
del coche estábamos de acuerdo en que yo tenía que renunciar
al puesto. ¡No hay que dejarse forzar por los imperativos de las
circunstancias! Ya desde entonces he estado agradecido a nuestra
hija porque con su llanto me ayudó a tomar una decisión correcta.
106 Jesús y los niños
Muchos de los problemas que tenemos hoy —las neurosis
personales y los peligros políticos— son consecuencia ante todo
de muchas generaciones que no han tenido padre y de muchas
generaciones de madres que no querían soltar a sus hijos. El
descubrimiento de los complejos de padre y de madre es una
de las aportaciones más importantes de la psicología. En una
sesión decisiva me dijo mi terapeuta: «Si no mata a su padre y
a su madre, nunca podrá usted encontrar ni seguir su propio
camino».
La personalidad sólo puede desarrollarse cuando, de manera
consciente y en una decisión moralmente libre, se elige el propio
camino. Mientras no nos liberemos de la adaptación a nuestros
padres, seguiremos siendo infantiles.
Sólo desde la experiencia concreta de una confianza profunda
en los dos padres podrá crecer una generación
— que pueda madurar sin tener que matar en las guerras;
— que pueda crecer interiormente porque no destruye el
entorno;
— que sea consciente de que, cuando se produce una des-
trucción ambiental, ha tenido que haber antes una destrucción
del mundo interior;
— que aprenda que la desobediencia puede ser mucho más
importante que la obediencia.
La destrucción del mundo interior del niño comienza ya en
la cuna, y antes en el seno materno sobre todo si el padre se
desentiende. T o d o lo que se destruye a nuestro alrededor se ha
roto antes en nosotros. El gran remedio de Jesús consiste en
confiar como los niños pequeños en su madre y en su padre.
Esta confianza de niño es la que nos puede ayudar a renovarnos,
a crecer y a madurar constantemente. Sólo la confianza abre
nuestros bloqueos internos, rompe los gruesos muros de nuestro
alrededor y ablanda la dureza de nuestro corazón.
Jesús puede decir «todo lo hago nuevo» porque él sintió al
«Dios para todos» con su gran corazón de niño e integró este
descubrimiento en toda su actividad.
HACERSE COMO NIÑOS
Karl Guido Rey ha descrito muy bien la tarea que tenemos
ahora ante nosotros y ante Dios: «No debemos ni sermonear ni
apalear a los niños. Tenemos que amarlos y acompañarlos con
amor en su camino. Nuestro amor los,protege. Quien educa con
amor, educa religiosamente sin decir ni una sola palabra religiosa.
Las palabras de amor son palabras religiosas. El amor genera
confianza. Y la confianza elimina todas las barreras y está por
encima de todo cálculo. Abre la puerta a lo divino».
Con otras palabras, pero en la misma línea, Lao Tse describió
hace dos mil quinientos años el milagro de la encarnación:
Cuando el hombre entra en la vida,
es blando y débil,
y cuando muere es duro y fuerte.
Cuando las plantas entran en la vida,
son blandas y tiernas,
y cuando mueren se quedan rígidas y secas.
Por eso los duros y fuertes
son compañeros de la muerte,
y los blandos y débiles,
compañeros de la vida.
Hacerse como niños significa también y esencialmente acor-
darse de la propia niñez y juventud. Las mayores dificultades en
el llamado conflicto generacional entre padres y niños o jóvenes
se deben a que los padres ya no se acuerdan de su niñez y
juventud.
Cuando tengo un conflicto con mi hija de diecisiete años,
mi mujer me lanza a menudo una pequeña indirecta: «¿Te acuer-
das cómo eras cuando tú tenías diecisiete años»? He aprendido
que «en este recuerdo está escondida la solución de los conflic-
tos». «La solución está en el recuerdo». Este proverbio judío,
aplicado con frecuencia a las relaciones entre Israel y Alemania,
vale tanto en la política como en la vida privada. El genial des-
cubrimiento de Sigmund Freud significa esto: no reprimáis, sino
asimilad e integrad por el recuerdo. Nuestros endurecimientos
y convulsiones interiores, nuestras hostilidades hacia nosotros
 Hacerse como niños 109
108 Jesús y los niños
hombres nunca llegan a ser maduros, sólo se hacen viejos. Todos
mismos, se disuelven mediante un recuerdo amoroso, o aunque
los conocimientos modernos de la medicina psicosomática con-
sea doloroso, y se endurecen mediante una represión convulsa.
firman que quien en la vejez se mantiene espiritualmente joven
Le llevaban también los niños de pecho para que los tocara. y flexible, tiene también menos achaques corporales. La edad y
Al verlo, los discípulos les regañaban. Pero Jesús lo invitó a la salud son ante todo cuestión de mentalidad.
acercarse diciendo: Casi todas las residencias de ancianos ponen de manifiesto
—Dejad que se me acerquen los chiquillos y no se lo impidáis, hasta qué punto estamos lejos de este ideal de Jesús. Pero la
porque el nuevo mundo de Dios está abierto precisamente a los
vida es movimiento. Hasta el último aliento es válido este consejo
que son como ellos. No os engañéis: el que no se abre al amor
de Dios como un niño, nunca podrá experimentarlo (Le 18, de Jesús: «Haceos como niños». Y esto significa únicamente:
15-17). reconoced a Dios en vuestros hijos. Nuestros hijos no nos estarán
agradecidos por las casas y el dinero que puedan heredar de
Jesús no tenía una imagen romántica del niño. Como realista nosotros. Pero sí lo estarán si les hemos ayudado a llegar a ser
que era, señaló que los niños tienen ventaja sobre los adultos en los que pueden ser: seres espirituales, hijos de Dios.
un punto esencial: viven con la confianza de que sus padres no
La mayor felicidad que podemos «dejar en herencia» a nues-
les darán piedras, sino pan. Y Jesús piensa que los adultos debe-
tros hijos es la nuestra misma; esa felicidad que no depende de
rían vivir precisamente con esta confianza respecto a Dios.
la cuenta bancaria, sino del grado de amor que crece entre el
Los niños no viven mejor que los adultos, pero cambian con hombre y la mujer a lo largo de sus vidas. Y la felicidad es
más facilidad. No se imaginan que están «acabados». Están abier- siempre aquello que nosotros mismos hacemos. No existe otra.
tos. Esto es sobre todo lo que podemos aprender de los niños También la felicidad que «dejamos en herencia» a nuestros hijos
cuando vivimos con ellos. es el resultado de un trabajo duro y constante en nosotros mis-
Una vez me dijo un joven: «Sé muy bien que tendría que mos. Por eso toda verdadera educación de los hijos es en primer
cambiar, pero no quiero hacerlo. ¿Qué debo hacer?» Ningún lugar autoeducación de los padres.
niño habla así. Yo le dije solamente: «Preste atención a los niños.
Observe a un niño de diez meses cuando está aprendiendo a
andar. Se cae constantemente. Se hace daño. A veces sangra.
Pero aprende a andar».
Jesús nos pone como ejemplo las características infantiles
progresivas, como la curiosidad y la apertura, la fantasía y el
deseo de experimentar, la espontaneidad y la flexibilidad. «Jesús
no tenía un concepto de Dios, sino una continua experiencia de
Dios, del mismo modo que los niños no tienen un concepto de
su padre, pero lo conocen muy bien» (Johannes Müller).
Jesús tiene esta sencilla teología del niño: el niño es el verda-
dero modelo de la madurez humana. El que el niño que hay en
nosotros esté vivo o muerto es lo que decide sobre nuestra ver-
dadera vitalidad, tengamos dieciocho u ochenta años. Ashley
Montagu expresa esta idea así: la meta de la vida consiste en
«morir joven, y lo más tarde posible». Sin embargo, muchos
 CAPITULO SEXTO

JESUS Y SU PADRE MATERNAL

Cuando el padre vio venir a su hijo, «salió corrien-

do, se le echó al cuello y lo cubrió de besos» (Le
15,20).

Mientras estaba escribiendo este libro asistí un día en el

monasterio benedictino de Etall a la liturgia de la noche pascual.
Al comienzo, los varios centenares de fieles que habían acudido
escucharon largas lecturas del Antiguo Testamento. En el centro
de ellas estaba el relato del cuasi-sacrificio sangriento de Isaac
por su padre Abrahán. Este padre estaba de hecho dispuesto a
asesinar a su hijo, porque Dios, supuestamente, quería su asesi-
nato. Sin comentario alguno, se puso este relato en conexión
con el acontecimiento pascual. Como si Dios hubiera deseado a
Jesús como víctima, del mismo modo que deseó antes a Isaac,
sólo que entonces Dios intervino e impidió el asesinato, pero no
lo impidió en el caso de Jesús.
Naturalmente, un asesinato nunca es voluntad de Dios, ya
se trate de Isaac o de Jesús o de cualquier otra persona. Desde
hace dos mil años tenemos, gracias a Jesús, una imagen de Dios
que nos lleva a reconocer a un Dios del amor y de la misericordia.
Nunca había visto tan claramente como aquella noche la incom-
patibilidad del Dios-juez del Antiguo Testamento con el Dios
del amor de Jesús. Aquella «liturgia» me pareció blasfema. Yo
no querría tener nada que ver con un Dios que, para el «perdón
de nuestros pecados», tiene que hacer asesinar a un ser querido.
112 Jesús y su padre maternal
Un Dios que pide a los padres que asesinen a sus hijos es un
monstruo de una teología ideologizada, que no tiene nada en
común con la imagen de Dios de Jesús. Cualquier armonización
y mezcla de la imagen de Dios de Jesús con la imagen patriarcal
del Dios-juez del Antiguo Testamento es un veneno para una
religión viva.
Contra toda teología del sacrificio, de la culpa y de la sangre,
vigente a lo largo de dos mil años, los seguidores de Jesús tienen
que objetar a la Iglesia que es repugnante y absurdo aceptar que
Dios necesita el sacrificio y la sangre del inocente Jesús para el
perdón de los pecados de los culpables. Tras esta imagen bárbara
de Dios se oculta el paganismo más primitivo, pero sobre todo
una imagen bárbara del hombre. Lo estremecedor de este hecho
es que nuestra imagen de Dios corresponde exactamente a nues-
tra imagen del hombre. Nuestra imagen del hombre seguirá
siendo bárbara mientras sigamos viendo en la pena de muerte,
en las guerras y en la violencia un medio para resolver problemas.
Sin embargo, muchas personas siguen viendo hasta hoy en la
sangre una función redentora. «Siempre ha habido guerras y
siempre habrá guerras»; muchas personas que carecen de ideas
y sentimientos repiten esta frase incluso en nuestra era atómica.
Y esta imagen inhumana del hombre se proyecta a Dios cuando
las Iglesias enseñan que también Dios necesita sangre, incluso
la sangre de su discípulo preferido e inocente. Jesús dice lo
contrario: «Dios no quiere sacrificios, sino misericordia».
El nuevo hombre Jesús superó con su nueva imagen de Dios
la teología de la culpa y quiso liberar al hombre de su mala
conciencia. Sin embargo, las Iglesias cristianas siguen queriendo
hasta hoy crear mala conciencia en el hombre. No fue Dios quien
hizo morir a su discípulo predilecto, sino que fueron hombres
piadosos y de corazón de piedra los que lo torturaron y crucifi-
caron, porque él había rechazado su imagen inhumana de Dios.
El asesino no es Dios, los asesinos son los hombres.
Tampoco Martin Scorsese ha entendido al nuevo hombre
Jesús en su polémica película La última tentación. Para tranqui-
lizar a los hombres de Iglesia y a muchos espectadores, el Jesús
de Scorsese, después del sueño de la escena de amor con María
Jesús y su padre maternal 113
Magdalena, sube también a la cruz, como si en la muerte pudiera
haber redención. De este modo, vuelve, modernizada, la vieja y
repugnante teología de la cruz, hostil a Jesús y a Dios. Lo que
libera y redime no es el sacrificio y la sangre, sino la vida y el
amor. Mientras Jesús sea ejecutado para «nuestra redención»,
no tenemos oportunidad alguna de ti abajar en nuestra «reden-
ción». Mientras los que gritan «crucifícale» estén en alza, Jesús
será crucificado una y otra vez, pero nunca realmente entendido.
La teología del sacrificio, de la culpa y de la sangre expresa una
bárbara locura masculina. Hanna Wolff ha escrito: «Violando
todas las funciones del sentimiento y de los valores, se ha hecho
de Dios un monstruo patriarcal insoportable que tiene que sacri-
ficar la sangre de su Hijo».
En el Antiguo Testamento, Dios es sobre todo el patriarca
todopoderoso; en cambio, el Abba de Jesús es el Padre que ama
maternalmente. El uno no tiene nada que ver con el otro. No
hay contraste mayor en la historia de las religiones.
Los teólogos que piensan que el cuasi-sacrificio de Isaac sólo
fue imputado a Abrahán, pero va en contra de su verdadero
espíritu de amor al hombre, tendrían que borrar, desde luego,
ese horrible texto de la «Sagrada Escritura», sin sustituirlo, y
nunca deberían relacionarlo con la imagen de Dios que manifies-
ta Jesús.
Jesús dijo con toda claridad y firmeza:
Nadie echa una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado,
porque el remiendo tira del manto y deja un roto peor. Tampoco
se echa vino nuevo en odres viejos, porque, si no, revientan los
odres; el vino se derrama y los odres se echan a perder; no, el
vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conser-
van (Mt 9,16-17).
Por tanto, el vino nuevo en odres nuevos. ¡Nada de mezcla!
¡Nada de armonización por cobardía y pereza de pensamiento!

LA NUEVA IMAGEN DE DIOS: UN DIOS DE AMOR
Hanna Wolff, en su libro Vino nuevo, odres viejos, ha ilustra-
do de forma estremecedora que tal armonización entre el Antiguo
y el Nuevo Testamento sigue impidiendo hasta hoy la identidad
cristiana. Es verdad que también en el Antiguo Testamento se
trasluce en ocasiones el Dios del amor, más en Abrahán que en
Moisés. Pero en tiempos de Jesús dominaba el Dios-juez. Mien-
tras no descubramos la imagen liberadora de Jesús y & su Dios
de amor, no es extraño que, desde el tiempo de Jesús, el cristia-
nismo no haya cambiado gran cosa. El «Señor de los ejércitos»
es un Dios guerrero y lo contrario del Padre bondadoso que
reconocía Jesús. La mayoría de los cristianos permanecen en un
nivel de conciencia anterior a Jesús respecto a este agresivo Dios
guerrero.
Hanna Wolff afirma: «Hasta ahora el cristianismo no ha
salido nunca realmente de la sombra del judaismo. Este es su
pecado, ésta es su tragedia y éste es su problema existencial».
Y ésta es la razón por la que, todavía hoy, tenemos que situarnos
de manera completamente nueva ante Jesús. Los cristianos no
deberían ser mejores judíos, sino hacerse finalmente discípulos
de Jesús. Los evangelios no son complacientes con los judíos.
El que quiera hacerlos así, tendrá que eliminarlos. Los evangelios
son tan poco complacientes con los judíos como con los cristia-
nos; son complacientes con Jesús, críticos con los judíos y radi-
calmente críticos con la Iglesia.
¿Cuál es, pues, la nueva imagen de Dios que manifiesta Jesús,
y la correspondiente nueva imagen del hombre?
— «El que espera algo sólo de Dios» puede alegrarse. Dios
les «quitará el peso» a los que sufren.
— Dios dará la tierra en posesión «a los no-violentos».
— Dios será «misericordioso». Los de corazón limpio «verán
a Dios». Los que trabajan por la paz serán «hijos de Dios», dice
Jesús en el sermón del monte de Mateo.
Esta imagen completamente nueva de Dios no tiene nada
que ver con el Dios belicoso del Antiguo Testamento.
La nueva imagen de Dios 115
La clase dirigente judía veía en Jesús al violador de la ley, al
violador de tabúes y al seductor. Y Jesús lo era, lo es y lo será
siempre. Su mensaje para todos es el vínculo que nace de la
libertad. Jesús cuestionó toda religión sistematizada y dogmatiza-
da. El Nuevo Testamento atestigua centenares de veces que Jesús
no sólo cuestionó el Antiguo Testamento, sino que quería supe-
rarlo. «Se mandó a nuestros antepasados..., pero yo os digo».
Debido a que Jesús negó la obediencia a todas las autoridades
de los padres, pudo reconocer y sentir el amor del Padre. Jesús
no habló en absoluto de Yahvé, el Dios de los patriarcas que
los judíos conocían. Se adhirió al Padre de amor. Esto no es un
principio abstracto, ni un Dios sin nombre, sino una relación
viva, una nueva calidad.
A los seis días Jesús se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a
Juan, los hizo subir a un monte alto, aparte, a ellos solos, y se
transfiguró delante de ellos: sus vestidos se volvieron de un blanco
deslumbrador, como ningún batanero en la tierra es capaz de
blanquear.
Se les apareció Elias con Moisés; estaban conversando con
Jesús. Reaccionó Pedro diciéndole a Jesús:
—Rabbí, viene muy bien que estemos aquí nosotros; podría-
mos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para
Elias.
Es que no sabía cómo reaccionar, porque estaban aterrados.
Se formó una nube que los cubría, y hubo una voz desde la
nube:
—Este es mi Hijo, el amado: escuchadlo.
Y, de pronto, al mirar alrededor, ya no vieron a nadie más que
a Jesús solo con ellos (Me 9,2-8).
Los discípulos se encuentran aquí ante la pregunta decisiva:
¿en quién debemos confiar? ¿En Jesús, o en Moisés y Elias, los
representantes de la antigua fe? Y hacen lo que siguen haciendo
las Iglesias: ante todo pretenden una armonización de lo viejo y
lo nuevo haciendo «tres chozas» iguales y yuxtapuestas. Por
miedo ante lo nuevo, «estaban aterrados». Así nos ocurre siem-
pre ante una experiencia radicalmente nueva. «Quizá no hav
nada más cruel en la vida que destruirle a un hombre su Dios.
116 Jesús y su padre maternal
Destruirle a un hombre su Dios significa exponerlo por un mo-
mento a una terrible soledad y angustia; significa abandonarlo
a espantosos sentimientos de culpa, a terribles autoacusaciones
y a crueles autoinculpaciones; y, sin embargo, con frecuencia no
hay alternativa». El experto terapeuta Eugen Drewermann des-
cribe aquí el purgatorio por el que tiene que pasar todo el que
quiera transformarse de verdad. No hay otro camino de libera-
ción. Sólo después del pánico llega la oportunidad de la libera-
ción y ampliación de la conciencia. Los discípulos «oyen», como
Jesús en su bautismo, la voz de Dios que les dice: «Este es mi
Hijo, el amado: escuchadlo». Esta experiencia carismática de
Dios, que Marcos narra con imágenes de una fuerza impresionan-
te, conduce a que, al final, esté «Jesús solo con ellos». Los
representantes de lo antiguo habían desaparecido. Jesús, que
encarna lo nuevo, era ya su única autoridad.
Moisés y Elias fueron grandes dirigentes políticos y religiosos
de su pueblo. Estos dos grandes hombres del Antiguo Testamen-
to sacaron a su pueblo de la cautividad de Egipto. Jesús quiere
mucho más. Quiere indicar un camino que lleve fuera de la
cautividad interior, de la cautividad de nuestro corazón. Para
Jesús no se trata de la cautividad de un pueblo y de su liberación,
sino de la cautividad de todos los hombres y de su liberación.
Para el cambio radical de su imagen de Dios, Jesús no puede
apoyarse en ninguna instrucción escrita, sino «solamente» en el
aliento vital que lo había penetrado.
Pues si queréis a los que os quieren, ¡vaya generosidad! Tam-
bién los descreídos quieren a quien los quiere... ¡No! Amad a
vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; así
tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque
él es bondadoso con los desagradecidos y malvados (Le 6,32.
35-36).
«Misericordioso» y «maternal» se dice en griego con la misma
palabra. Aquí, en relación con el amor a los enemigos, es donde
aparece más claramente la imagen de Dios que tiene Jesús. En
el Antiguo Testamento, los creyentes pedían a Dios: «Destruye
a mis enemigos, redúcelos al polvo». Jesús, en cambio, dice:
ha nueva imagen de Dios 117
«¡No! Amad a vuestros enemigos», porque Dios ama a todos los
hombres como una madre a sus hijos. Una madre no «calcula»
lo que es bueno o malo cuando tiene un hijo; lo ama. A primera
vista, el amor materno es completamente irracional. ¿No sería
«más razonable» preocuparse sólo de sí mismo? Pero la dimen-
sión maternal y paternal que hay en nosotros quiere vivir su
maternidad y su paternidad. Y también Dios quiere vivirla en
nosotros, dice Jesús, para que haya vida. «Así pues, el Dios
experimentado y anunciado por Jesús es Padre y Madre, pero
no como dimensiones yuxtapuestas, sino fusionadas: Dios es la
Madre en el Padre» (Karl Herbst). «Vuestro Padre es misericor-
dioso» significa: vuestro Padre es maternal. «Sed misericordio-
sos, como vuestro Padre es misericordioso» significa: creced,
madurad, abrios, buscad, confiad y amad con el corazón y con
la mente. Dios nos ama como una madre ama a sus hijos: sin
contraprestación y entrañablemente. Nunca se ha pintado en la
historia de las religiones una imagen más hermosa que esta afi-
nidad de espíritu entre el hombre y Dios. Somos amados de
Dios como Jesús era su amado.
«El que confía lo puede todo», el que ama confía. Y el que
confía obtendrá confianza. Esto significa que somos representan-
tes de Dios. Cada uno es su propio papa, porque somos respon-
sables ante Dios de nuestra conciencia. Pero Jesús es más claro
todavía: «Debéis ser perfectos, como vuestro Padre celestial es
perfecto». Palabras inauditas hasta entonces. Los patriarcas, que
adoraban a un super-patriarca como Dios, se alejaron horroriza-
dos. Nunca pudieron perdonar a Jesús que les presentara a un
Dios compañero, completamente nuevo, volcado amorosamente
al hombre. Este Dios de Jesús «nos llama a algo grande» (Hanna
Wolff). Debemos cuidar y cultivar su creación y seguir trabajan-
do en ella, como lo hace un artista en su obra de arte. Ya no
somos esclavos de Dios como en el Antiguo Testamento, sino
que, gracias a Jesús, somos delegados de Dios.
Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, si has
escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado
a la gente sencilla... Acercaos a mí todos los que estáis rendidos

118 Jesús y su padre maternal
y abrumados, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y
aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro
respiro, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera (Mt 11,25.
28-29).
Contra toda teología complicada, Jesús perseveró en su sen-
cilla imagen de Dios; una imagen que riueden conocer los «igno-
rantes», pero no los «inteligentes» e «instruidos». Saber es bue-
no, pero es mucho más importante confiar. Con frecuencia me
hacen estas preguntas: «¿Cómo sabe usted que su imagen de
Jesús es auténtica? ¿Cómo sabe usted que su imagen de Dios es
auténtica?
Ninguno de nosotros ha tenido la oportunidad de conocer
personalmente a Jesús. Y, sin embargo, podemos conocerlo.
Tampoco ha conocido ninguno de nosotros personalmente a
Bach o a Mozart, y, sin embargo, al oír su música, percibimos
y sentimos si nos gusta esta música de Bach o de Mozart, inter-
pretada así. Es auténtico aquello que nos toca interiormente, nos
mueve y nos mantiene en movimiento. Auténtico es aquello que
«llega a nuestro corazón antes de que lo haya viciado una falsa
ideología» (Karl Herbst). Según Jesús, lo auténtico es lo sencillo,
no lo equívoco. El que lo siente, lo sabe.
EL AMOR ES MAS QUE JUSTICIA
¿Cómo sabe una mujer que un hombre la ama? Lo sabe con
toda seguridad por su sentimiento y su intuición.
Jesús, paseando la mirada alrededor, dijo a sus discípulos:
—¡Con qué dificultad van a entrar en el reino de Dios los que
tienen el dinero!
Los discípulos quedaron desconcertados ante estas palabras
suyas. Jesús insistió:
—Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios para los que
confían en la riqueza! Más fácil es que un camello pase por el
ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.
Ellos comentaban, enormemente impresionados:
—Entonces, ¿quién puede subsistir?
El amor es más que justicia 119
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
—Humanamente, imposible, pero no con Dios; porque con
Dios todo es posible (Me 10,23-27).
El amor es más que justicia social. El gran tesoro del amor
no se puede merecer, sólo se puede regalar. Los discípulos esta-
ban tan consternados por las palabras de Jesús como lo estamos
nosotros. ¿Es que debo regalarlo todo? Debo estar interiormente
preparado para ello y, en caso de necesidad, hacerlo. Demasiadas
preocupaciones por las posesiones externas, demasiado equipaje
de ruta, nos impiden acercarnos por la senda estrecha al amor
de Dios. «Tened más confianza». «No os preocupéis». «Mirad
los lirios del campo y las aves del cielo». Si nuestra riqueza nos
impide vivir con sencillez, es que nos falta la confianza originaria
de Jesús y vivimos inútilmente.
El que entiende la invitación de Dios, actúa como «un comer-
ciante que buscaba perlas finas; al encontrar una perla de gran
valor fue a vender todo lo que tenía y la compró (Mt 13,45-46).
Con la imagen de Dios como Padre misericordioso y mater-
nal, Jesús nos hizo el regalo más valioso de nuestra vida. Pero
hasta ahora nos hemos olvidado en gran parte de aumentar el
valor de este tesoro. Incluso los grandes tesoros pierden su valor
cuando los dejamos pudrirse. Pero tenemos la firme promesa de
que este tesoro —bien colocado comercialmente— producirá
fruto «centuplicado» acumulando interés sobre interés. Esto sig-
nifica que no hay que cruzarse de brazos ni entender la confianza
en Dios como pasividad o resignación ante el destino; no hay
que estar quejándose continuamente de «los» tiempos y «las»
circunstancias, de «la» sociedad o «de» los políticos, sino actuar
como se pueda, ponerse en camino donde sea posible y contagiar
a otros de la mejor manera que se pueda. «El que confía lo
puede todo. La experiencia de mi vida me confirma que esta
promesa es cierta. Lo sé porque muchas veces he dudado de su
verdad y después la he experimentado, tanto en crisis privadas
como profesionales.

LA IMAGEN DINÁMICA DEL DIOS DE JESÚS
Jesús representa una imagen dinámica de Dios en contraste
con la imagen estática de Dios del judaismo ortodoxo. La imagen
de Dios del patriarcado omnipotente es hostil al progreso, mien-
tras que la imagen de Dios de Jesús es favorable a él. Sobre Dios
afirma Jesús: «Con Dios todo es posible». Y, consecuentemente,
afirma sobre el hombre: «El que confía lo puede todo». El
hombre ya no tiene que humillarse y tener miedo ante un Dios
omnipotente, sino que se ha convertido en el colaborador de
confianza de Dios. Somos partícipes del dinamismo creador de
Dios.
Jesús quería manifestar:
— a un Dios de la verdad, no de la rigidez;
— a un Dios del amor, no de la ley;
— a un Dios de la intuición, no de la institución;
— a un Dios de la buena noticia, no de la amenaza;
— a un Dios de la experiencia, no de la ciencia.
Durante un viaje en tren, una estudiante de teología, ya en
el tercer semestre, me contó la experiencia que tenía de sus
clases: «Son clases como las de química o física. Ningún profesor
mío está asido por Dios». Jesús no fue profesor de teología ni
enseñó teología de profesores. Pero estaba profundamente «asi-
do por Dios», asido por aquel a quien buscaba aquella estudiante
de teología y a quien buscamos todos nosotros, consciente o
inconscientemente. Nada desconcierta tanto a los teólogos como
el preguntarles por sus experiencias personales de Dios; para
eso tienen libros. Tiene que ser terrible sentir que durante dece-
nios se ha estado hablando a otros de Dios sin haberlo experi-
mentado, sentido y conocido personalmente, y sin haberlo anhe-
lado.
Para Sóren Kierkegaard, la mayor estafa de la historia es el
hecho de que los teólogos anuncien lo «Excelso» manteniéndolo
personalmente a distancia. Aunque afirman servir a Dios, en
realidad se burlan de él. En la mayoría de los sermones se dice
que el reino de Dios llegará en algún momento; y en la mayoría
La imagen dinámica del Dios de Jesús 121
de las traducciones de la Biblia, el pasaje de Marcos en el que
Jesús anuncia el reino de Dios se traduce así: «El reinado de
Dios llega». Pero esto no es lo que escribe Marcos. En el texto
griego original se dice mucho más concretamente: «Se ha cum-
plido el plazo: el reinado de Dios está aquí». No se dice que va
a llegar mañana o en un plazo indefinido, no; Jesús dice: tienes
que empezar aquí y en este momento. No hay tiempo ni lugar
para holgazanería, excusas teológicas o palabras de consuelo.
Las palabras «nuevo» y «ahora» indican actitudes básicas de
Jesús.
¿Podemos entender a este Dios de Jesús? Teóricamente no.
Tampoco Jesús define a Dios científicamente. Pero prácticamen-
te sí. Depende únicamente de nosotros. Jesús dice: «La sabiduría
de Dios queda confirmada por todos aquellos que están abiertos
a ella» (Le 7,35). La única imagen de dios realmente convincente
es la propia experiencia de Dios. Una imagen de Dios nos la
pueden transmitir otros, por ejemplo, los dirigentes de las Igle-
sias. Pero a Dios mismo sólo lo entendemos por nos-
otros mismos y por nuestro propio yo.
Jesús preguntó una vez qué pasa cuando Dios instaura su
reinado:
¿Con qué podríamos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábo-
la usaremos? Con un grano de mostaza, que, cuando se siembra
en la tierra, es la semilla más pequeña de todas las que hay en la
tierra, sin embargo, una vez sembrada, va subiendo, se hace más
alta que las hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros
pueden anidar a su sombra (Me 4,30-32).
En otra ocasión preguntó Jesús:
¿Con qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura
que metió una mujer en medio quintal de harina, y todo acabó
por fermentar (Le 13,20-21).
Saber esperar hasta que madure la semilla y confiar en que
germinará: ése es el secreto del Dios de Jesús. Una imagen de
Dios que confía en la posibilidad de desarrollo y en la capacidad
de desarrollo del hombre. Una imagen de Dios que conoce la
fuerza autorreguladora del alma humana. El secreto de la fuerza
122 Jesús y su padre maternal
creadora del hombre está en saber esperar y coger espontánea-
mente. Así, de lo pequeño surge algo grande, del «grano de
mostaza», un verdadero árbol, y de un poco de levadura, el
ingrediente que hace fermentar toda la masa.
Jesús y su nueva imagen de Dios se oponen a la antigua
imagen de Dios:
— es individual, no colectiva;
— es maternal-paternal, no patriarcal;
— es global, no racional;
— está orientada al presente, no remite al después;
— es dinámica, no estática;
— es orgánica, no mecánica;
— libera de los miedos, no los produce;
— es curativa, no causante de enfermedad;
— inspira libertad, no ata a una ley;
— está libre de violencia, no es vengativa;
— infunde amor, no es punitiva.
LA NUEVA IMAGEN DEL HOMBRE QUE MANIFIESTA JESÚS
Con esta nueva imagen de Dios, Jesús rompe las barreras
que dividen a los hombres en pobres y ricos, en judíos y extran-
jeros, en varón y mujer, en instruidos y no instruidos, en adultos
y niños. De la nueva imagen de Dios que tiene Jesús surge una
nueva imagen del hombre. En ella Jesús nunca apela a la ley, a
la «Tora» judía, aunque Mateo se lo imputa. Apela —remontán-
dose mucho más atrás que a Moisés— al «Padre», a Dios mismo.
Su punto de partida es Dios como creador bondadoso, no
un soberano arbitrario como era todavía el de Moisés y Elias en
el Antiguo Testamento. Por eso Jesús tampoco es el fundador
de una nueva religión confesional; es más bien el superador de
todas las religiones legalistas. Sólo esto lleva a la verdadera reli-
gión. Religio es la nueva vinculación con Dios, el recuerdo de
Dios y la esperanza en Dios. Religión es la disposición consciente
a sentir la dependencia respecto a Dios como felicidad.
La nueva imagen del hombre 123
Pero esta dependencia no es unilateral, sino que existe por
ambas partes. También Dios nos necesita a nosotros como ayu-
dantes de su creación; de lo contrario, no habría una auténtica
relación de amor entre Dios y el hombre. «Al principio era la
palabra» significa: «Al principio está la relación» (Martin Buber),
la relación entre Dios y el hombre. Puesto que toda verdadera
relación es dinámica, no estática, la relación Dios-hombre es un
proceso. No sólo nosotros tenemos experiencias con Dios, sino
también Dios tiene experiencias con nosotros. Toda relación es
más que una entidad; es un devenir y una experiencia, un pro-
ceso.
En esta teología del proceso o de la experiencia, «Dios no
reside en un mundo superior más allá de la historia, sino que,
muy al contrario, vive y actúa, exactamente como nosotros, en
la historia y a través de la historia» (Dorothee Sólle). Dios com-
parte su poder con nosotros capacitándonos, en lugar de some-
ternos.
Puesto que somos hijos e hijas de Dios, en todo lugar y en
todo tiempo tenemos la tarea de escuchar la palabra de Dios y
ponerla en práctica. Esta es nuestra misión, ésta es nuestra liber-
tad, ésta es la decisión de conciencia que cada día se nos exige.
Con esta nueva espiritualidad global Jesús dejó de ser judío para
convertirse en «ciudadado» del reino de Dios.
Las bienaventuranzas describen la meta que Jesús tenía siem-
pre en la mente: el reino de Dios. Pero el camino que conduce
hasta él va a través de rodeos, incluye estaciones de sufrimiento
y dolorosas manifestaciones de privación. Por eso el realista Jesús
de Nazaret anunció a los que le siguieran la «persecución»:
«Dichosos todos» los que son perseguidos, porque vivirán con
él en el mundo nuevo. Tampoco en este caso Jesús piensa sólo
en «persecuciones» externas, en resistencias ambientales. Es mu-
cho más difícil superar las persecuciones internas, el mal que
hay dentro de nosotros. El problema principal es siempre el
corazón humano. Los dictadores externos son inocuos frente al
«Hitler» que hay en nosotros. El hermano Adolfo que hay en
nosotros fue ya en 1933 la condición de la catástrofe que produjo
el mayor criminal del siglo XX. Si los alemanes hubiéramos com-

124 Jesús y su padre maternal
prendido algo del verdadero Jesús, de su imagen de Dios y de
su imagen del hombre, se habrían ahorrado muchos sufrimientos
al mundo y a nosotros mismos.
La nueva imagen de Dios que manifiesta Jesús nos libera
para la autonomía, para el conocimiento de nosotros mismos,
para la propia responsabilidad y para la capacidad de resistencia.
La antigua imagen de Dios mantenía al hombre como esclavo
en la dependencia de instancias ajenas y en la sumisión a la
autoridad. La nueva imagen de Dios nos libera para alcanzar un
nivel más elevado de conciencia. El Dios de Jesús no quiere
obediencia ciega, sino que solicita nuestra confianza y nuestro
corazón. Solicita confianza de corazón a corazón. Somos «cole-
gas» e interlocutores de Dios. Y este Dios siempre tiene consulta,
en cualquier momento y en cualquier lugar.
Esta imagen del hombre no tiene nada que ver con la de los
ideólogos del valle de lágrimas, que sólo hablan de penitencia
en vez de hablar de acción. Pero tampoco tiene nada en común
con una filosofía superficial de New-Age, que nos susurra: «Estás
bien hagas lo que hagas». Jesús, en cambio, nos dice: «Estás
bien cuando haces lo correcto, cuando escuchas tu voz interior,
tu conciencia, y actúas conforme a ella. No estás bien si te
imaginas que siempre estás bien. Pero estás bien cuando buscas,
aun cuando a veces te extravíes y caigas».
EL REINO DE DIOS ES FRATERNALMENTE GLOBAL
La enseñanza de Jesús sobre el reino de Dios es el anuncio
de una nueva conciencia y de una nueva imagen del mundo. Su
trato personal con mujeres, su imagen de Dios como Padre
maternal, sus imágenes femeninas del reino de Dios (la tierra
fértil) manifiestan inequívocamente que el nuevo mundo en el
que Jesús soñaba presupone el fin del patriarcado.
La entrada en el reino de Dios no se produce nunca sólo
por la liberación de los pueblos de un yugo exterior, sino cuando
los hombres se liberan de sus cadenas interiores. Jesús tuvo ya
esa experiencia: la liberación es posible. Pero la liberación global
El reino de Dios es fraternalmente global 125
sólo se produce por la autoliberación de muchos individuos. La
ética machista imperante quiso siempre liberar a «la» humanidad
o a determinados pueblos mediante las conocidas revoluciones
de la historia. Pero nunca lo consiguió realmente.
En una entrevista televisiva con el Dalai Lama percibí clara-
mente la diferencia entre las antiguas revoluciones de la violencia
y la revolución, hoy necesaria, de la no-violencia y del amor. El
Dalai Lama dijo en la entrevista que, aun después de cuarenta
años de opresión del Tibet por la China comunista, él apostaba
por una solución no violenta. Entonces le pregunté si los ejem-
plos de Afganistán y de Vietnam no demostraban que únicamente
la violencia y la resistencia armada podían liberar a los pueblos
del tercer mundo del colonialismo de las grandes potencias.
Como respuesta me hizo esta pregunta impresionante: «¿Son
Afganistán y Vietnam realmente libres»? Era en junio de 1988.
El cambio de elites de poder no produce una verdadera
liberación. Los Estados Unidos y la Unión Soviética tienen tan
poco que buscar en Vietnam o en Afganistán como China en el
Tibet. Pero, como discípulo de Gandhi, el Dalai Lama ha com-
prendido, en sintonía completa con Jesús, que sólo la no-violen-
cia puede conducir a la verdadera libertad, política y privada.
Juan se enteró en la cárcel de las obras que hacía el Mesías y
mandó a dos discípulos a preguntarle:
—¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro?
Jesús les respondió:
—Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
Ciegos ven y cojos andan,
leprosos quedan limpios y sordos oyen,
muertos resucitan
y pobres reciben la buena noticia.
i Y dichoso el que no se escandalice de mí! (Mt 11,2-6).
Siempre y dondequiera que los hombres se transforman
apunta el reino de Dios. Desde un nuevo nivel de conciencia se
empiezan a ver cosas ante las que uno antes estaba ciego, y a
oír cosas que nunca antes se habían oído. Cuando los hombres
rompen las cascaras de su yo enfermo, los que estaban interior-
mente paralizados se ponen de nuevo en movimiento. El que
 126 Jesús y su padre maternal
estaba endurecido en su relación con otra persona y logró cam-
biar su actitud sabe lo que significan las palabras de Jesús: los
muertos resucitan, los paralíticos andan, los ciegos ven. El secreto
del reino de Dios del que Jesús habla a los discípulos de Juan
es el secreto de todo amor: es necesario ver, oír y mantenerse
en movimiento y hasta resucitar de la muerte de la indiferencia
para que el amor permanezca vivo o adquiera nueva vida. Lo
contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. En esto
fracasan la mayoría de las parejas. Así como el amor sólo puede
crecer cuando se cultiva, del mismo modo el reino de Dios sólo
puede crecer si lo cultivamos. El amor entre los hombres es la
manifestación más clara del reino de Dios en esta vida. «El reino
de Dios no llega donde se expone la masculinidad y se alaba su
grandiosidad; donde se pronuncian grandes discursos sin que
les sigan los hechos; donde se exhibe el poder y éxitos dudosos,
y se celebran victorias sobre los más débiles, no; el reino de Dios
llega donde se instaura la paz, se cura y se consuela, y con ello
se hace posible el crecimiento humano» (Christa Mulack). Las
características de la eclosión del reino de Dios entre los hombres
no son las victorias, sino los procesos de maduración y de cura-
ción, la emancipación y la superación de dependencias ajenas.
No sólo el empuje y el activismo masculinos, sino también la
sabia espera y la vigilancia femeninas son criterios del mundo
nuevo que Jesús describe con la expresión «reino de Dios». Los
hombres entienden más de máquinas; las mujeres, más de la
vida, de la que, por naturaleza, están más cerca que los hombres.
*- En el «Evangelio de Tomás» dice Jesús: «El reino del Padre se
parece a una mujer que tomó un poco de levadura, la puso en
la harina e hizo panes grandes. El que tenga oídos, que oiga».
Pero en el mismo evangelio Jesús dice también: «Una mujer que
se hace hombre entrará en el reino de los cielos».
No cabe mayor claridad: sólo las mujeres que integren el
animus y los hombres que integren el anima, es decir, mujeres
y hombres capaces de amar, mujeres y hombres integrales pueden
ser mensajeros de un mundo nuevo. Jórg Zink lo expresa así:
«Lo que permanece lo establecen los que aman». Cualquiera
que ama de alguna manera, contribuye al reino de Dios.
EL REINO DE DIOS NO ES LA IGLESIA
La concepción del reino de Dios y de su realización en este
mundo es aún más decisiva en la enseñanza de Jesús que el
concepto de Padre. El reino de Dios —en hebreo, la shekiná—
no es primariamente un orden externo, sino una evolución inte-
rior del individuo.
A los fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reinado
de Dios, les contestó:
—La llegada del reinado de Dios no está sujeta a cálculos, ni
podrán decir: «Míralo aquí o allí»; porque el reinado de Dios
está dentro de vosotros (Le 17,20-21).
La importante frase conclusiva se traduce de distinta manera
en la mayoría de las versiones eclesiásticas. Por ejemplo, en la
traducción ecuménica, vinculante para las dos grandes confesio-
nes, se dice: «Puesto que ya ahora Dios establece su reinado
entre vosotros». Con ello la realización del reino de Dios depende
de Jesús.
De este modo, todas las esperanzas vuelven a proyectarse en
él. Sin embargo, Jesús rechazó esto. Por el contrario, no se cansa
de repetir que todo depende de nuestra voluntad y de nuestras
acciones, de nuestra actitud interior y de nuestra acción externa.
Esto es lo que expresa realmente otra frase de Jesús transmitida
en el «Evangelio de Tomás»: «Pero el reino de Dios está dentro
de vosotros y fuera de vosotros». La traducción «el reino está
dentro de vosotros» es conforme a Jesús. Esta traducción está
también en estrecha relación con otra frase: «Pedid y se os dará,
buscad y encontraréis, llamad y os abrirán» (Mt 7,7).
Con la dimensión psicológica de esta frase de Jesús los teó-
logos tienen la misma dificultad que con su invitación, tantas
veces repetida: «Tened confianza». Se trata de actitudes y posi-
ciones interiores, psíquicas, que son presupuesto indispensable
para una nueva forma de acción. No escribo estas líneas contra
los teólogos (a quienes debo mucho), sino para que todos nosotros
aprendamos a leer de forma nueva estas antiguas palabras. El
reino de Dios no es la Iglesia, sino una sociedad alternativa tal
128 Jesús y su padre maternal
como la entiende Jesús. La conversión interior es necesaria para
la transformación externa de la estructura patriarcal en el matri-
monio y en la profesión, en la política, la sociedad y las Iglesias.
Esta transformación no puede hacerla el hombre divino Jesús
solo para todos los hombres. Seguimiento significa seguir sus
pasos y ponerse en camino. Sólo entonces aprenderemos a con-
fiar desde la cabeza a los pies en el entusiasmo de Jesús por Dios.
DIOS, EL SUEÑO DE TODOS LOS HOMBRES
La actitud paterna frente al hijo p e r d i d o nos aclarará la acti-
t u d maternal, solícita e infantil del P a d r e divino d e Jesús:
Y Jesús añadió:
—Un hombre tenía dos hijos; el menor le dijo a su padre:
—Padre, dame la parte de la fortuna que me toca.
El padre les repartió los bienes. A los pocos días, el hijo menor,
juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó
su fortuna viviendo como un perdido. Cuando se lo había gastado
todo, vino un hambre terrible en aquella tierra, y empezó él a
pasar necesidad. Fue entonces y buscó amparo en uno de los
ciudadanos de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar
cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarro-
bas que comían los cerdos, pues nadie le daba de comer. Recapa-
citando entonces se dijo:
—Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, mientras
yo aquí me muero de hambre. Voy a volver a casa de mi padre
y le voy a decir: «Padre, he ofendido a Dios y te he ofendido a
ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus
jornaleros».
Entonces se puso en camino para casa de su padre. Cuando
aún estaba lejos, lo vio su padre y se conmovió; salió corriendo,
se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
El hijo empezó:
—Padre, he ofendido a Dios y te he ofendido a ti; ya no
merezco llamarme hijo tuyo.
Pero el padre dijo a sus criados:
—Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo
en el dedo y sandalias en los pies; traed el ternero cebado, matadlo
Dios, el sueño de todos los hombres 129
y celebraremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto
y ha vuelto a la vida; estaba perdido y se le ha encontrado.
Y empezaron el banquete (Le 15,11-24).
La parábola del padre y su hijo perdido está en Lucas después
de las parábolas del pastor y su oveja perdida y de la mujer y
su moneda perdida. En las imágenes del pastor, de la mujer y
del padre, Jesús describe conmovedoramente la alegría divina
por todo lo que parecía perdido. El Padre de Jesús es completa-
mente distinto de los padres del patriarcado. El Padre de Jesús
es un Dios cuya fortaleza es el amor a los débiles.
Este Padre se caracteriza por:
— soltar, en vez de atar;
— saber esperar, en vez de empujar;
— salir al encuentro, en vez de sentirse ofendido;
— besar, en vez de castigar;
— festejar, en vez de ayunar;
— animar, en vez de condenar;
— creer en la vida y en el amor, en vez de transmitir a sus
hijos sentimientos de culpabilidad;
— rogar, en vez de amenazar.
A lo largo de dos mil años nos han hecho sufrir una imagen
del hombre y una imagen de Dios patriarcalmente deformadas.
La integración de lo femenino y de lo infantil en cada hombre,
y la integración de lo masculino y de lo infantil en cada mujer,
pero también la integración de lo femenino y de lo infantil en
nuestra concepción de Dios, señalan el camino de la liberación
que quería enseñar Jesús. Lo divino es Espíritu Santo (masculino,
pneuma, y femenino, ruah) o sabiduría (sophia). De este Espíritu
Santo femenino habla Jesús en el «Evangelio de los Hebreos» y
lo llama «Mi madre».
En el dialecto nativo de Jesús, el arameo, ruah es femenino.
Esa palabra evoca cercanía, corporeidad, sentimiento, belleza,
atractivo y vida. Ruah significa también aliento. El aliento, el
espíritu, es espiritual. El pensamiento es sólo intelectual. El es-
píritu es, pues, más que el pensamiento. Con el pensamiento los
 Jesús y su padre maternal
130
teólogos han formulado dogmas. Pero donde está el Espíritu,
allí hay libertad. Las religiones orientales nos dicen que una
respiración correcta y un espíritu correcto están en estrecha
relación. Los ejercicios de yoga presuponen una respiración co-
rrecta. En muchas lenguas antiguas se ve con claridad la relación
entre espíritu, viento, alma y respiración. La palabra sánscrita
atman significa dios creador o alma y está emparentada con la
palabra alemana atmen, «respirar». Los egipcios, los griegos, los
germanos, los indios y los romanos veneraban el espíritu, el alma,
la respiración, el aliento, como principio divino. La antigua idea
griega «es el espíritu el que se construye el cuerpo» es confirmada
por Jesús en sus parábolas de la semilla y del crecimiento. Cada
uno de nosotros lleva en sí la imagen ideal de sí mismo. En cada
uno de nosotros está nuestra orientación a una meta, la entele-
quia. En lenguaje religioso llamamos a esta fuerza que habita en
nosotros «alma»; en lenguaje psicológico hablamos de «energía
psíquica», y en lenguaje científico, de «entelequia».
La vitalidad y el frescor de la enseñanza y de la vida de Jesús
después de dos mil años son la prueba de que el espíritu es más
fuerte que la materia. La frescura y la autenticidad de Jesús me
recuerdan los granos de trigo que se ponían junto a los difuntos
en las pirámides del antiguo Egipto. Si hoy —después de cuatro
mil quinientos años— se plantan estos viejos granos en suelo
fértil, crecen y dan fruto como siempre. Su fuerza inmanente de
crecimiento es indestructible.
CAPITULO SÉPTIMO
¿TUVO JESÚS MIEDO O CONFIANZA?
Jesús dijo a la mujer: tu confianza te ha salvado
(Le 7,50).
Jesús dijo a los discípulos: ¿Dónde está vuestra
confianza? (Le 8,25).
Un cuadro de Emil Nolde, Cristo y los niños, muestra a Jesús
rodeado de niños de caras alegres e ingenuas y ojos vivos y
radiantes. Su mirada refleja «confianza originaria» en el hombre
que se inclina servicialmente ante ellos. Jesús eludió con frecuen-
cia las pretensiones de los adultos, se sustrajo a ellas, no quería
ningún tipo de culto personal. Sin embargo, para los niños tenía
tiempo siempre y por principio. Los niños encarnaban para él
la confianza infantil a la que él llamaba. Mientras escribía las
últimas cinco líneas, me ha llamado tres veces nuestra Caren
María. Viendo que yo no iba, me ha gritado: «¡Tú siempre con
tu estúpido libro!»
Con Jesús los niños tuvieron que tener la sensación de que
en cualquier momento eran bienvenidos. Cuando un niño llama,
espera que el padre o la madre vayan. Los niños sufren cuando
los adultos no les hacen caso porque muchas veces están ocupa-
dos con «algo más importante». La confianza originaria de un
niño consiste en la conciencia de que no hay nada más importante
que él.
Los niños tienen el derecho humano ilimitado a que se les
preste atención. Jesús invita a la misma confianza incondicional,
más aún, a la misma «frescura» ante Dios.
132 ¿Tuvo Jesús miedo o confianza?
Sin embargo, nuestra vida está poco impregnada de confian-
za, pero mucho de miedo.
El miedo es la enfermedad de nuestro tiempo. Nunca hasta
ahora han tenido los hombres tanto miedo como hoy, y nunca
hasta ahora hemos tenido tantos motivos para ello. Somos razo-
nables, pero hacemos guerras. Estamos enamorados, pero somos
infieles. Tenemos dinero, pero somos codiciosos. Hablamos de
seguridad, pero fabricamos bombas atómicas. ¿Y cuál es el ver-
dadero motivo de todas estas incongruencias y locuras? Es el
miedo.
MI MIEDO AL MIEDO
A lo que más miedo tenemos es a nuestro miedo. No quere-
mos reconocerlo y lo reprimimos. El que confiesa que tiene
miedo puede terminar en un manicomio. Un colega mío hizo la
prueba. La película del hecho la emitimos en el programa «Re-
port». El joven reportero se puso en la calle para hacer «auto-
stop». Cuando llegó a su destino, le dijo al conductor que tenía
miedo y se negó a bajar del coche. El conductor llamó a la
policía. Los policías le preguntaron de qué tenía miedo, y mi
colega les dijo con toda sinceridad dos motivos: la guerra atómica
y la destrucción ambiental. Una hora después lo ingresaron a la
fuerza en una clínica psiquiátrica. Sus amigos y abogados nece-
sitaron más de diez días para sacarlo de la clínica y explicar el
«experimento». Cuando se trata de miedo, no hay bromas que
valgan. Las dictaduras sólo pueden mantenerse en el poder mien-
tras funcione su sistema del miedo y la intimidación. Entre 1933
y 1945 casi todos los alemanes quedaron aprisionados por un
sistema del miedo. Casi todos sabían lo que hacían estando al
servicio del criminal sistema nacional-socialista: como alemanes
obedientes, como esposos fieles, como buenos padres de familia,
como funcionarios eficaces o como soldados conscientes de su
deber, todos ellos sabían lo que hacían, aunque ninguno de ellos
quería saber nada. Está claro que nos resulta muy difícil recono-
cer que éramos o somos prisioneros de un sistema de miedo.
Mi miedo al miedo 133
También yo sabía, naturalmente, lo que hacía cuando, a lo largo
de dos décadas, aprobé o al menos no protesté contra la disuasión
atómica, es decir, contra un posible super-Auschwitz en el mun-
do entero. Como periodista, habría tenido todas las posibilidades
de hacerlo. Pero guardé silencio sobre esta locura atómica, de
la que no quería saber nada preciso, lo mismo que mis padres
guardaron silencio frente a la locura nacional-socialista, porque
tampoco querían saber nada preciso sobre ella.
Como miembro que era entonces del CDU, habría tenido
que rebelarme contra la línea del partido, pero, como periodista,
tenía que contar con la oposición de las mayorías políticas domi-
nantes en la conservadora Alemania suroccidental.
¡Quién se expone de buena gana y voluntariamente a ello!
De modo que también yo preferí reprimirme y callar y tratar
otros temas. Hice lo que también había hecho la generación
anterior a mí: me adapté, por miedo. Por miedo a los disgustos.
Por miedo a la intranquilidad. Por miedo a las desventajas ma-
teriales. Por miedo a tener que cambiar de manera de pensar,
de actuar y de sentir. Por miedo a desventajas profesionales. Por
miedo a tener que cambiar, es decir, por miedo a mí mismo. Lo
que más me impedía cambiar de manera de pensar era mi obs-
tinada buena conciencia, resultado de una religión formalista.
Era una religión institucionalizada y ajena a Jesús la que me
hacía reprimirme por temor a mi miedo. Mi verdadero problema
no era el miedo, sino el no querer reconocerlo. Lo que resulta
estremecedor en nuestros miedos es sobre todo la decidida insis-
tencia en que no tenemos miedo alguno ni motivo alguno para
tenerlo. El miedo a nuestro miedo es mucho peor que cualquier
miedo. Porque el miedo a nuestro miedo nos hace incapaces de
cambiar. Tampoco el pecado es el problema de nuestro tiempo,
sino el creer que en esta época ilustrada ya no existe el pecado.
Y tampoco la bomba atómica es el problema principal de nuestro
tiempo, sino la obstinada buena conciencia de la mayoría de las
personas frente a la bomba atómica.
Sólo una psicoterapia pudo quitarme el miedo a mi miedo.
Después de ello no era mejor persona que antes. Pero vi algo
más claramente, sobre todo a mí mismo. El remedio se llamaba
134 ¿Tuvo Jesús miedo o confianza?
«confianza». Aunque parezca paradójico, cuando empecé a reco-
nocer mi miedo, cuando comprendí que no tenía que ser perfecto
ante mí mismo, cuando dejé de ser mi propio verdugo, entonces
conocí el antídoto para mi miedo: la confianza. A medida que
aprendí a preguntar por las causas del miedo, crecía mi con-
fianza. / para conseguirla. Y en primer lugar necesitamos una ilustración
De las personas que intervienen en la pasión de Jesús, ningu-
na hace lo que quiere propiamente: ni Pilato, que condena a
Jesús contra su voluntad; ni los verdugos y torturadores, como
podemos suponer; ni Judas y los amigos de Jesús (Pedro le
traicionó precisamente en su camino a la pasión). Así somos los
hombres.
El miedo de los hombres a los hombres está tan justificado
como el temor de los animales a los hombres. Ronald D. Laing
escribe: «Los comemos, los torturamos, nuestros laboratorios
científicos son las cámaras de tortura de la naturaleza. Y lo
hacemos con crueldad, sin escrúpulos, en gran parte sin ser
conscientes de ello y sin reconocerlo. Y, si es que lo hacemos,
lo acallamos todo ello con multitud de fraudes, de mentiras, de
falsas noticias, de falsas informaciones y todo tipo de engaños».
Yo no puedo sino confirmar esto.
Los conflictos que tuve por el programa televisivo «Report
Baden-Baden» me hicieron tomar conciencia de algo que antes
no había querido creer. El que dice la verdad tiene que saber
que será acallado y aplastado, sobre todo si la verdad toca inte-
reses de grupos poderosos.
El que los hombres nos hayamos convertido en seres más
peligrosos que antes para nosotros y para otras especies se debe
al progreso científico-técnico conseguido, sobre todo desde la
«Ilustración» y desde la revolución industrial. Sólo en los últimos
cincuenta años hemos inventado tres nuevas clases de armas que
pueden exterminar, cada una por sí sola, decenas de veces y de
forma irreversible a la humanidad: no sólo las armas atómicas,
sino también las biológicas y las químicas. A ello se añaden los
peligros de la energía nuclear y de las catástrofes ecológicas, con
las que podemos exterminarnos «jugando» si seguimos actuando
como hasta ahora.
Mi miedo al miedo 135
¿Quién nos indica una salida de los sistemas del miedo y de
la «adaptación»? ¿Quién nos indica un nuevo camino hacia la
vida?
Ahora necesitamos una ilustración sobre la Ilustración, si es
que todavía creemos en nuestra salvación y queremos trabajar
sobre nosotros mismos. Podemos volar a otros planetas, pero
sobre nosotros mismos —sobre las causas de nuestros miedos—
no sabemos todavía gran cosa. Mientras no sepamos más sobre
nuestros propios miedos, que son los que nos dirigen y determi-
nan, seguiremos estando individualmente amenazados y vivien-
do, como humanidad, en un manicomio de proporciones plane-
tarias. El miedo y el temor existen entre los sexos, entre las
generaciones, entre los pueblos, entre las superpotencias, entre
las razas, entre las religiones y confesiones religiosas, entre el
este y el oeste, entre el norte y el sur. Estamos marcados por el
miedo en todos los niveles de nuestra existencia. El miedo es la
verdadera causa de una política con bombas atómicas.
Yo he encontrado en Jesús al ilustrador por excelencia de
mi miedo. Hoy empezamos a vislumbrar muy de lejos lo que
significa hacerse hombre siguiendo consecuentemente nuestro
propio camino: autodeterminación en vez de determinación aje-
na. Esto es exactamente lo que pensaba Jesús cuando dijo: «Yo
soy el camino hacia la verdad y hacia la vida». Y añadió con
decisión: «Seguidme».
Jesús sólo pudo hablar así porque no se sometió a la ley
general y coactiva del mido.
¿Cómo afrontó Jesús la cuestión básica de nuestra vida: mie-
do o confianza?
En aquel momento se acercaron unos fariseos a decirle:
—Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte.
El les contestó:
—Id a decirle a ese don nadie: «Yo, hoy y mañana, seguiré
curando y echando demonios; al tercer día habré acabado». Pero
hoy, mañana y pasado tengo que proseguir mi camino, porque
no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén (Le 13,31-33).
136 ¿ Tuvo Jesús miedo o confianza.''
Los fariseos se habían puesto de acuerdo con Herodes. Ellos
y él querían expulsar a Jesús de Galilea a Jerusalén, porque allí
las fuerzas romanas de ocupación o las autoridades del templo
podían detenerlo mucho más fácilmente que en Galilea, donde
Jesús tenía muchos seguidores. Para ello tenían que amedrentar-
lo: «Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte».
Jesús se da cuenta de su juego sucio con el miedo y hace
saber a Herodes lo que piensa de él: tú eres un don nadie, yo
seguiré «mi camino», y curaré y expulsaré demonios mientras
quiera y donde quiera. Después, en todo caso, iré a Jerusalén,
«porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén».
El realista Jesús sabía que la trampa ya estaba puesta. Pero
él determinaba soberanamente y sin miedo el ritmo de los hechos.
Cuando el miedo existencial convierte a los hombres en menti-
rosos, éstos se adaptan a las circunstancias en su manera de
hablar, de actuar e incluso de pensar, siendo con frecuencia
«más papistas que el papa». Jesús es completamente distinto:
actúa con responsabilidad propia y habla con libertad de pensa-
miento. No tiene ningún miedo a los hombres, porque es respon-
sable solamente ante Dios. Su conciencia le dice que tiene que
ir al centro del poder, a Jerusalén. Tiene que intentar llegar y
mover también el corazón de los poderosos.
En algún momento Jesús tuvo que percibir claramente que
no podía eludir el camino de Jerusalén si quería permanecer fiel
a sí mismo. Con serenidad, decisión y realismo ve el peligro de
muerte, y sigue su camino.
Marcos comenta así el paso erguido de Jesús hacia los pode-
rosos:
Iban por el camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante;
ellos estaban desconcertados, y los que lo seguían iban con miedo
(Me 10,32).
Los discípulos tenían miedo, Jesús iba delante; no de manera
ciega, sino con gran lucidez. Iba a la muerte no de forma irrefle-
xiva, ni siquiera voluntaria, sino siguiendo coherentemente su
camino y sabiendo lo que esto podía significar.
Jesús no quería para sí el sufrimiento, sino la alegría, no
Jesús también tuvo miedo 137
quería la muerte, sino la vida. Pero aceptó el sufrimiento, lo
asumió por convicción. Jesús no fue un resignado ante el destino,
sino libre y coherente en su actitud. No quería la muerte, sino
la conversión incluso de los poderosos.
JESÚS TAMBIÉN TUVO MIEDO
A Jesús le dolía el miedo y el temor de sus discípulos. «Pre-
cisamente a ellos les explicaba una y otra vez el «misterio del
reino de Dios» de que este mundo sólo puede ser redimido si
se pierde el miedo al miedo de los otros y se entra en el núcleo
de todas las represiones y evasiones» (Eugen Drewermann).
i\ También Jesús tuvo miedo. No habría sido un hombre si no
hubiera tenido miedo a la crucifixión y a la tortura, al sufrimiento,
al dolor y a la muerte. Sudó sangre en el Monte de los Olivos
y gritó de dolor y desesperación en la cruz. Pero venció el miedo.
Los que lo condenaron a muerte eran presa de su miedo. Y lo
mataron sólo por miedo a decidir libremente. Todos los que
querían eliminarlo tenían algo que perder: puesto y dignidades,
títulos y creencias, dinero o poder, privilegios y la engañosa
seguridad de una religión petrificada en ley.
Todo el que, por encima de una moral de Cruz Roja, pretenda
cuestionar estructuras —por ejemplo, las militares o las de la
economía atómica, las de la industria química o las del aparato
de un poder político— chocará de inmediato con barreras, por-
que desencadena miedos. Jesús fue crucificado porque cuestionó
^ estructuras y con ello planteó la cuestión básica de la capacidad
de conversión del hombre en las estructuras tradicionales. Cuan-
do se plantea la cuestión del poder, se acaban las bromas; esto
lo saben todos los periodistas, tanto si trabajan en dictaduras o
en sistemas multipartidistas. El realista Jesús conocía los miedos
de los hombres del poder y de los privilegiados, y al final de la
i pasión ya no hizo ningún comentario. Sabía que cuando las
palabras ya no sirven para nada, lo único que importa son las
obras, y siguió su camino. Esta coherencia distingue a Jesús de
todos los hombres anteriores y posteriores a él.
138 ¿Tuvo Jesús miedo o confianza?
Lo que Jesús vivió de manera ejemplar, pueden hacerlo tam-
bién los que tratan de seguirlo. No relativizo esta frase si me veo
obligado a añadir por realismo que el seguimiento es siempre
un intento.
La formulación más clara y escandalosa de Jesús sobre lo
que él entiende por «nueva vida» para «hombres nuevos» se
encuentra en el sermón de la montaña:
Por eso os digo: No andéis preocupados por la vida pensando
qué vais a comer o a beber, ni por el cuerpo, pensando con qué
os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo
más que el vestido? Fijaos en los pájaros: ni siembran, ni siegan,
ni almacenan; y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que ellos? Y ¿quién de vosotros,
a fuerza de preocuparse, podrá añadir una hora sola al tiempo
de su vida?
¿Y por qué andáis preocupados por el vestido? Daos cuenta
de cómo crecen los lirios del campo, y no trabajan ni hilan. Y os
digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como
cualquiera de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo
y mañana se quema en el horno, la viste Dios así, ¿no hará mucho
más por vosotros? Tened, pues, más confianza.
Con que no andéis preocupados pensando qué vais a comer,
o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Son los paganos
quienes ponen su afán en esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del
cielo que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero que reine
su justicia, y todo eso se os dará por añadidura.
Total, que no andéis preocupados por el mañana, porque el
mañana se preocupará de sí mismo. A cada día le basta su dificul-
tad (Mt 6,25-34).
¿No sería Jesús un soñador, o al menos un idealista alejado
de la realidad? A primera vista, este pasaje parece una burla a
nuestra vida cotidiana, que está precisamente marcada por la
preocupación y el miedo, y no por la confianza y la fe. Hace
todavía diez años yo consideraba este pasaje como un devaneo
inofensivo. Hoy veo con claridad que el sermón de la montaña
no es una novela costumbrista, sino el indicador del camino que
conduce a nuestra verdadera patria.
Sólo meditando este pasaje se puede barruntar lo que Jesús
Jesús también tuvo miedo 139
entiende por confianza: no os dejéis devorar por vuestras pre-
ocupaciones cotidianas. Sin duda son importantes, pero hay algo
más importante.
Dios, que nos creó a ti y a mí como seres irrepetibles entre
miles de millones de personas anterioras a nosotros y posteriores
a nosotros, pensó desde la eternidad en ti y en mí, y no se
olvidará de ti ni de mí en toda la eternidad. Ningún grano de
arena es idéntico a otro, ni una hoja lo^es a otra, ni un copo de
nieve a otro y menos aún un hombre a otro. Pero sólo los
hombres somos conscientes de nuestra individualidad e irrepeti-
bilidad. Sólo los hombres pueden decir «yo».
Esta es la imagen de Dios y la visión del mundo del predica-
dor del monte: Dios duerme en las piedras, respira en las plantas,
sueña en los animales, pero quiere despertar en los hombres.
Dios quiere realizarse en nosotros y por nosotros. Ningún men-
saje en el mundo es más esencial y elevado que este mensaje
irrepetible del amor eterno y de la ilimitada posibilidad de con-
fianza. Y se lo debemos al buscador de Dios Jesús de Nazaret.
El amor de Dios a nosotros es el diálogo infinito de una confianza
inmortal. Estamos sólo unas décadas en este mundo para encon-
trar nuestra propia esencia y aprender quiénes somos. El coraje
de vivirnos a nosotros mismos y de introducir con ello a otros
en esta verdad de la autodeterminación personal es el verdadero
culto a Dios. Cada vez que convencemos a otra persona de su
grandeza y singularidad nos acercamos juntos un poco más a
Dios.
Pero sigue siendo cierto que el miedo y el dinero gobiernan
el mundo.
La industria armamentista hace enormes negocios en todo
el mundo con el miedo. Sólo personas devoradas por el miedo
pueden estar de acuerdo con el hecho de que se produzcan más
explosivos que medios de alimentación. Casi la mitad de los
científicos de todo el mundo están ligados por su trabajo a la
industria armamentista. La literatura y el cine, los periódicos y
las revistas, viven de los productos del miedo y del horror. En
épocas de miedo intenso, los programas informativos de la tele-
visión alcanzan mayores cotas de audiencia que los programas
 El miedo es un regalo de Dios 141
240 ¿Tuvo Jesús miedo o confianza?
dijo en una ocasión: «Los periodistas tenéis que impedir el
de entretenimiento. No a pesar de ello, sino precisamente por
"Caza 90"». ¡Así de débiles y cobardes son los hombres fuertes!
ello el programa alternativo de Jesús vuelve a ser hoy tan atrac- Los periodistas presenciamos con mucha frecuencia casos pare-
tivo: cidos sobre el miedo de los gobernantes. Mucho antes de que
Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán;
el gobierno federal abandonara la central de reciclaje atómico
porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que
llama le abren. O es que si a uno de vosotros le pide su hijo pan, de Wackersdorf, un ministro federal del CDU me confesó:
¿le va a ofrecer una piedra? (Mt 7,7-9). «Wackersdorf es una irresponsabilidad». Cuando le pedí que lo
dijera públicamente, se negó diciendo: «Entonces Helmut Kohl
La psicología profunda y la práctica psicoterapéutica de- me larga».
muestran masivamente hasta qué punto la confianza cura y la
La temerosa reacción de occidente a las propuestas de desar-
desconfianza destruye. Existe una relación dinámica entre des-
me de Mijail Gorbachov ha puesto de manifiesto hasta qué punto
arrollo psíquico y medio ambiente, e incluso entre desarrollos
es difícil en el plano político acabar con el miedo que ha domi-
internos y procesos políticos. Basta pensar en el ejemplo más
nado a lo largo de varias décadas. Era sin duda mucho más fácil
destacado de los últimos años: sin el desarrollo interior de mu-
fabricar bombas atómicas que destruirlas ahora. Causar miedo
chas personas, impulsadas por el miedo a la guerra atómica, no
es, desde luego, más fácil que quitarlo. Todas las guerras son
habría habido movimiento por la paz. Sin movimiento por la
prueba de ello; todos tiemblan por su vida y, de puro miedo al
paz en occidente, Mijail Gorbachov no habría podido emprender
otro, no quieren que siga viviendo. Por miedo a la muerte no
en el este el camino de las reformas. Sin estos primeros pasos
podemos hacer otra cosa que sembrar la muerte. Este efecto
en el este, no se habría producido el acuerdo este-oeste sobre
maligno del miedo se produce también en toda guerra matrimo-
la eliminación de misiles de medio alcance. Al visible desarrollo
nial. Las negociaciones sobre desarme tienen éxito cuando cada
externo había precedido el invisible proceso interno de cambio
vez más personas comprenden que nuestro enemigo no es el
de muchas personas. Esta ley de las interrelaciones fue resumida
«este» ni el «oeste», sino el mal que hay en nosotros y que nos
por todos los místicos en la expresión «dentro es como fuera».
ha llevado al peligro nuclear que nos amenaza a todos.
Seguimiento significa escuchar el propio inconsciente, nadar con-
tra corriente significa arriesgar el rechazo, la incomprensión y
las contradicciones. Seguimiento significa perder el miedo al EL MIEDO ES UN REGALO DE DIOS
miedo de los demás.
«El miedo a la existencia sólo se aplaca por la confianza en El miedo nos domina de la mañana a la noche y nos persigue
el amor de otra persona. Pero esta persona nunca puede ser un hasta en nuestros sueños:
hombre, sino únicamente Dios» (Eugen Drewermann). Lo vemos
— El miedo a la pérdida de puestos de trabajo paraliza hoy
cada día en la política, en la profesión y en cada familia: nada
toda discusión sobre el sentido de la producción de productos
excluye más el amor que el miedo. Y el miedo es la primera
venenosos, contaminantes y peligrosos para la paz.
causa de todas las neurosis. Dos miembros del consejo federal
— El miedo a la soledad paraliza muchas discusiones nece-
del CDU me dijeron una vez a solas: «El proyecto armamentista
sarias sobre el sentido de los matrimonios en los que ya no hay
del "Caza 90", con un coste de cien mil millones de marcos,
amor.
es una locura». Pero cuando les pedí que me dijeran esto ante
— El miedo a la concurrencia lleva a la mentira, al engaño
las cámaras para el programa «Report», se negaron por miedo
y a la falsificación en la economía y en la publicidad.
a perder sus puestos. Y un destacado político del CDU me
142 ¿Tuvo Jesús miedo o confianza?
— El miedo a perder el poder enreda a los políticos en la
falta de veracidad, la manipulación y el crimen.
— El miedo a la dolorosa pérdida de la imagen del enemigo
impide a los políticos occidentales valorar con realismo las trans-
formaciones que se han producido en la Unión Soviética y reac-
cionar en consecuencia.
— El miedo a no escalar puestos hace que muchos periodis-
tas sólo informen de lo que agrada, pero no de lo que importa.
— El miedo a perder su autoridad lleva a muchos padres a
infundir conscientemente miedo a sus hijos. En la ceguera que
el miedo les produce no se dan cuenta de que precisamente con
ello pierden el último resto de autoridad.
— El miedo del papa a no controlarlo todo lo lleva a margi-
nar a los críticos en vez de afrontar su crítica.
— El miedo al propio cuerpo ata a muchos hombres de
distintas Iglesias a una tradición hostil al cuerpo y a la mujer.
Prefieren renunciar a los goces más hermosos de la vida o fingir,
antes que buscar las causas de su miedo y sus neurosis.
El miedo es una gran fuerza de la que no debemos dejar que
nos priven los políticos de la tranquilidad y los teólogos del
consuelo. En la era atómica hay muchos motivos para tener
mucho miedo. Pero lo decisivo es que busquemos las causas del
miedo y tratemos de eliminarlas.
«El que tiene miedo tiene motivos para tenerlo. Hay no pocos
pacientes a los que hay que infundirles miedo, porque, debido a
la atrofia de su instinto, ya no tienen miedo alguno» (C. G. Jung).
El miedo es un regalo de Dios que nos envía señales salvado-
ras. Sin embargo, las personas que reprimen su miedo, en vez
de actuar positivamente con él, transformarán siempre sus mie-
dos en comportamiento autoritario.
A la gran actriz judía Ida Ehre le preguntaron, poco antes
de su muerte, cómo había logrado ser un ejemplo para los demás
incluso en el campo de concentración. Su breve respuesta fue:
«Tenía una confianza ilimitada en Dios». Esta confianza origina-
ria tiene que practicarse en la vida cotidiana para que pueda
La confianza cura 143
sostener en situaciones de sufrimiento. La vida cotidiana es la
prueba de fuego y el campo decisivo de entrenamiento. Podemos
formular este principio básico de Jesús: cuanta más confianza
en Dios, menos miedo a los hombres, y cuanto menos confianza
en Dios, más miedo a los hombres. En vez de confianza en Dios
podemos decir también confianza originaria o confianza en sí
mismo. En personas que viven devoradas por el miedo no puede
crecer la imagen de un Dios de amor.
El hombre es el único ser viviente que puede aprender a
vivir con su miedo. Si no aprendemos hoy este arte, la era atómica
será el fin de la humanidad. Nuestra última oportunidad es
aprender a superar el miedo en la escuela de Jesús. Lo que él
nos pregunta es: «¿Dónde está vuestra confianza?» Y ésta es su
respuesta realista: «No tengáis miedo de los que matan el cuerpo,
pero no pueden matar la vida» (Mt 10,28).
LA CONFIANZA CURA
Sólo la confianza cura. Jesús manifestó con su actitud que
nuestro miedo está siempre en nuestro propio corazón y nunca
en las manos de la persona a la que tememos. El miedo lleva a
idolatrar a las personas. Sólo cuando me emancipo del miedo a
los padres y superiores, a los maestros y políticos, a los amigos
y compañeros, soy libre y estoy abierto a experiencias con Dios
y experiencias propias liberadoras del miedo. Pase lo que pase
entonces, a mí no puede pasarme nada.
En la oración y en la meditación he aprendido lo siguiente:
— Soy un alma inmortal.
— Dentro de mí vive un destino único.
— Yo debo autorrealizarme.
— Como parte humana, pertenezco a una totalidad divina.
—- Reconozco en mi conciencia la instancia divina que hay
en mí.
— Mi alma es un destello de energía divina que viene de la
eternidad y apunta a la eternidad.
144 ¿Tuvo Jesús miedo o confianza?
— Soy hijo de las estrellas. Mi alma brilla como una estrella
fugaz en este planeta y se va apagando después de vuelta a la
eternidad.
— Miles de millones de células componen mi organismo,
como miles de millones de hombres componen una humanidad,
y miles de millones de soles, nuestra galaxja, y miles de millones
de galaxias, el cosmos de Dios.
La eficacia de la confianza en lo grande empieza por ejercicios
de confianza en lo pequeño; la gran confianza empieza por la
autoconfianza. La autoconfianza está esencialmente en relación
con el amor a sí mismo y con un sano egoísmo. Entre las muchas
ideas absurdas del amor, la más absurda de todas es la de que
el amor entre hombre y mujer es desinteresado. Sobre todo las
mujeres piensan con frecuencia que no amaron con suficiente
desinterés. Yo no quisiera ser el compañero de una mujer desin-
teresada. Las relaciones maduras de amor se dan precisamente
cuando entendemos también la segunda parte de esta importante
frase: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Sin amor a mí
mismo, sin egoísmo, sin autoconfianza no puedo en absoluto
amar a otro. Un sano egoísmo y el estar satisfecho conmigo
mismo son precisamente la condición para el verdadero amor.
«Amar significa verme en ti y quererme gozar a través de ti; esto
no es precisamente desinteresado. Y, sin embargo, ésta es la
esencia del amor» (Nathaniel Branden).
Cuando amo y acaricio al otro como a mi propia vida, no
hago algo desinteresado. Y cuando en nuestra convivencia de
pareja tenemos tiempo el uno para el otro, cuando hablamos y
soñamos juntos, estamos en silencio y nos acariciamos, no hace-
mos absolutamente nada, sino queremos sencillamente estar jun-
tos, siempre se trata también de mi bienestar. Yo no querría que
mi mujer entendiera el tiempo que pasamos juntos como autoin-
molación, sino como goce y alegría vitales. Si yo subordino siem-
pre mis propias necesidades y deseos de convivencia y de amor
—aun los más íntimos— perjudico a las dos partes. Esto es
válido para ambos. Una compañera que, por principio, sólo
quiere agradante, acabará por no poder agradarme. Tiene miedo
La confianza cura 145
y una falta total de confianza en sí misma. Sólo cuando el otro
o la otra siente y vive mi propia alegría, puede madurar el amor
y crecer la confianza.
El milagro de muchos relatos de curación del Nuevo Testa-
mento consiste «únicamente» en que los enfermos aprenden a
recuperar su propia voluntad, a confiar en sí mismos y a superar
la resistencia contra el propio miedo. En muchos relatos de
milagros se pone de manifiesto la unidad de confianza en Dios
y confianza en sí mismo, o la unidad de religión y psicoterapia.
Con frecuencia la única actividad de Jesús consiste en esta pre-
gunta: «¿Quieres curarte?» Jesús sabe que él no puede querer
nada, él es sólo «mediador». En el momento en que él quisiera
algo, la curación sería tan imposible como cuando los enfermos
mismos no quieren ser curados. El milagro se produce siempre
en la profundidad del alma del enfermo por el retorno de la
confianza.
Jesús hizo que muchas personas recuperaran la confianza en
lugar del miedo que habían tenido hasta entonces. Y puede
hacerlo también hoy sí nosotros lo permitimos. La confianza en
Dios no actúa de forma sobrenatural, sino plenamente natural.
La energía vital de Dios penetra todo el cosmos, y también a
toda persona. Esta energía vital puede quedar bloqueada por la
desconfianza, pero una nueva confianza puede liberarla. Esto no
es un truco mágico que Jesús tenga a mano, sino el remedio más
natural del mundo. Así realizó Jesús «milagros»: energía vital
mediante la confianza en Dios.
Jesús considera ilimitada la capacidad de recepción de la
energía vital divina:
Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza le
diríais a ese monte que se moviera más allá y se movería. Nada
os sería imposible (Mt 17,20).
Aquí no se habla de una fe ciega por prescripción, sino de
la posibilidad básica de vivir creativamente con Dios como fun-
damento originario de todo ser.
Jesús considera que esto es posible para toda mujer y para
todo hombre que se abran a su verdadero ser.
146 ¿Tuvo Jesús miedo o confianza? CAPITULO OCTAVO

Podemos darnos cuenta de ello observando a un niño asus- CON JESÚS HACIA LA NUEVA ERA
tado: se tranquiliza de inmediato en los brazos de una persona
que le merece confianza. En ningún otro ámbito se puede obser-
var y ejercer más intensamente el dinamismo de la confianza que
en nuestra vida privada, en la escuela y en la profesión.
En medio de la angustia más profunda y de dolores atroces,
Jesús exclamó en la cruz: «Padre, en tus manos pongo mi espí-
ritu» (Le 23,46).
C. G. Jung expresó así al final de su vida esta confianza
originaria que supera todo miedo: «Sólo sé que nací y existo, y
esto es para mi como sentirme llevado...»
Hasta ahora era posible reírse de las directrices del sermón
de la montaña, pero hoy se revelan para toda persona realista ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo
como «magna carta» del futuro. Sin una actitud fundamental- entero a precio de su vida? (Mt 16,26).
mente nueva respecto a los impulsos más importantes del hom-
bre, como el hambre y la sexualidad, el miedo y el poder, en
Mares agonizantes, bosques moribundos, focas envenenadas,
poco tiempo no quedará ya nadie en nuestro planeta. El futuro
peces muertos, ríos abocados a la muerte, grandes áreas atómicas,
pertenece únicamente a los «hombres nuevos» que, como Jesús,
catástrofes químicas, contaminación atmosférica, humos alar-
confían en la capacidad de transformación del espíritu humano.
mantes, residuos peligrosos, amianto en los edificios, aldehido
fórmico por todas partes, escándalo de las aceitunas y de los
terneros, catástrofe climática y agujero de ozono; ¡una terrible
LA CONFIANZA, ENERGÍA CENTRAL DEL ALMA
lista de política ambiental! ¡Una historia interminable! ¿Hasta
cuándo podrá soportarlo el planeta? ¿Cómo reaccionan los po-
Lo que nos ha llevado a la era atómica es el miedo. La líticos? ¡Palabras, palabras, pero pocos hechos!
confianza es la energía central del alma que puede ayudarnos a
Cien mil productos químicos nos amenazan, pero sólo cin-
salir de los atolladeros de la era atómica. ¿Confiamos en Dios o
cuenta son investigados por las instituciones ambientales compe-
en la bomba? La pregunta es tanto religiosa como política. En
tentes. Y diariamente se añaden a ello más de ochocientos pro-
esta pregunta adquiere carácter existencial para la humanidad
ductos químicos sintéticos, cuya acción tóxica puede ser devas-
entera la frase de Gandhi citada al principio del libro, según la
tadora en el futuro. Los expertos en genética están incluso ma-
cual, en la era atómica sólo puede salvarnos todavía una política
nipulando la caja de construcción de Dios, la evolución misma.
espiritual.
La cuestión decisiva del próximo siglo será ésta: ¿respeto a la
Jesús es el representante por excelencia del «principio espe- vida o manipulación genética de todos los seres vivos? Las ten-
ranza». A diferencia de los representantes materialistas de este dencias políticas ya no se distinguirán por su orientación a la
principio, Jesús lo concibe también globalmente. Su esperanza derecha o a la izquierda, sino por su respuesta a esta pregunta.
se alimenta de confianza: confianza originaria, confianza en el ¿Prevalecerá la genética, o la ética de los genes?
hombre y confianza en Dios. Atrévete a amar plenamente y
entonces vivirás de verdad. No hay ni un solo caso en el que los científicos e investiga-
dores hayan renunciado voluntariamente a una tecnología de
148 Con Jesús hacia la nueva era
gran envergadura. Sabemos mucho sobre nuestras acciones, pero
poco sobre nosotros, sus autores. Este es el problema. Más que
del saber hacer, ahora se trata del saber contentarse. Si hasta
ahora esto no ha funcionado, ¿por qué nos hacemos ilusiones
de que vamos a conseguirlo solos, sin el gran modelo de Jesús
de Nazaret? Mientras sigamos llamando «ciencia» a la violación
de nuestra madre tierra, y «progreso» al exterminio de especies
animales y vegetales, estaremos en un camino que nos llevará a
nuestra propia extinción.
En esta situación, de la que no parece haber salida, está
surgiendo en el interior de muchas personas la imagen de un
nuevo Jesús, de un Jesús del futuro. Pero el auténtico viraje de
la era atómica patriarcal a una era ecológica, la apertura a un
futuro humano, sólo serán posibles con Jesús si se reconocen y
se viven las intenciones hasta ahora ocultas de su mensaje. El
profeta de una nueva era no es el Jesús del patriarcado, sino el
nuevo Jesús, modelo de integración del anima. Jesús no pensó
en la continuación de lo antiguo, ni en la armonización con el
Antiguo Testamento. Jesús rompió con todas aquellas tradiciones
que consideró un estorbo para este nuevo futuro. Por eso ahora,
en el último capítulo, quiero reflexionar sobre el Jesús del futuro.
Jesús, el primer hombre nuevo, es el modelo para el hombre del
futuro.
Hanna Wolff relata un sueño que tuvo un hombre: «Un
hombre va andando por la mitad de una calle muy empinada.
La calle no es muy transitable. Las aceras están peladas y son
tan altas que no permiten ver nada. Y lo más sorprendente es
que el hombre va avanzando con la cabeza tapada por un saco.
Me acerco a él y le digo: Oiga, quítese el saco de la cabeza. El
responde: No serviría. Yo insisto: así no puede usted ver el
camino, tropezará y se caerá. Y él contesta: al contrario, si me
quito el saco, me aparto del camino. ¡Sólo ha de estar abierto
el ojo interior! Completamente desconcertado, lo dejo continuar.
Después corro tras él y le grito: ¿Qué significa eso? ¿Por qué
lo hace usted? Y me responde: Para acercarme más a Dios. Veo
que, entretanto, el hombre ha llegado a una altura, se ve un
paisaje verde y el camino es llano».
Con Jesús hacia la nueva era 149
En este sueño se pone muy claramente de manifiesto dónde
está nuestra brújula: dentro de nosotros. Los budistas hablan
del «ojo interior» o del «tercer ojo». Jesús utilizó imágenes pare-
cidas. «El Reino de Dios está dentro de vosotros». El que quiera
acercarse a Dios tiene que tomar el camino hacía su interior.
C. G. Jung habla de la capacidad autorreguladora de la «psique».
Jesús confió en ella sin reservas. «¿De qué le sirve al hombre
ganar el mundo entero a precio de su vida?» (Mt 16,26). Con
esta constatación central Jesús se convierte en el descubridor del
alma, que puede transformar y curar a los hombres y recomen-
darles que lo sigan. Lo decisivo no es la adoración, sino el segui-
miento. Jesús tiene millones de adoradores y millones de adeptos,
pero apenas seguidores. Por eso pocas cosas han cambiado en
dos mil años.
Un adepto no tiene un motor propio. Los seguidores, en
cambio, confían en su propio motor y, con los ojos abiertos hacia
dentro y hacia fuera, emprenden el camino del seguimiento, el
camino de la concienciación. El ser consciente requiere profun-
didad. Este es el único verdadero camino hacia una mayor huma-
nización. Jesús no tenía la menor duda de que los hombres
pueden conseguir todo lo que realmente quieran. Para Jesús el
alma se identifica con el núcleo divino que hay en nosotros. Si
este núcleo divino se puede desarrollar, entonces nuestra profe-
sión será una vocación, nuestro interior repercutirá saludable-
mente hacia fuera, en el entorno, nuestra concepción del trabajo
cambiará radicalmente y el trabajo será culto a Dios. El sentido
de nuestra actividad no será entonces ganar dinero, sino servir.
Hans Endres señala que «el trabajo sólo es realmente trabajo
cuando es al mismo tiempo oración». El trabajo entendido como
donación significa el trabajo que proporciona alegría, felicidad
y sentido. Lo contrario del trabajo de hoy, que con frecuencia
nos hace vivir sin alegría, nos agota y nos enferma. Esto no es
un llamamiento ingenuo a renunciar a ganar dinero. Es sólo una
indicación de que, cuando se sirve, el ganar dinero es saludable,
mientras que la codicia habitual nos perjudica.
La forma de ganar dinero con espíritu de servicio correspon-
de a nuestra voluntad y a nuestro deber más íntimos. Ganar
150 Con Jesús hacia la nueva era
dinero con espíritu de servicio es en realidad nuestro sueño
interior. Y toda persona joven tiene este sueño cuando busca
una profesión deseada. Nuestra profesión deseada como realiza-
ción de nuestro sueño es sólo aquella que ejercemos con entusias-
mo. En la palabra «entusiasmo» está oculta la palabra griega
theos, Dios. Nuestro sueño es, por tanto, participar en la divini-
zación del mundo mediante nuestro trabajo, mediante nuestro
servicio. El trabajo que hagamos, sea extender estiércol o escribir
libros, soldar o cocinar, es secundario. Más importante que lo
que hacemos es cómo lo hacemos; si participamos, y lo hacemos
con entusiasmo, en la espiritualización y divinización del mundo.
EL CAMINO DE JESÚS
¿Cómo podemos participar en la divinización del mundo?
El camino que Jesús indica se caracteriza, según Hanna Wolff,
por las siguientes polaridades psíquicas:
— Seguridad y apertura.
Jesús se muestra seguro. A la adúltera le dice: No lo hagas
más. Al joven rico: Vende todo lo que tienes. En el sermón del
monte afirma: Pero yo os digo. Decid sí o no.
Al mismo tiempo Jesús es abierto: ha encontrado al Dios de
todos; no excluye, sino que incluye.
Su seguridad no se debe a intransigencia y estrechez, sino a
su amplitud de corazón.
— Saber esperar y ser espontáneo.
Jesús alaba la paciencia como virtud importante en las pará-
bolas del samaritano y de la semilla que crece por sí misma.
Pero luego describe la disposición espontánea del buen sama-
ritano como la reacción adecuada del corazón.
— Jesús es comprometido y distante. Frente a todos los
débiles manifiesta una compasión y un sentimiento comprome-
tidos. Es misericordioso, alegre, participa en celebraciones, se
¿Qué podemos hacer? 151
indigna, se alegra por el hallazgo de la oveja descarriada y por
la vuelta del hijo pródigo. Pero al mismo tiempo es de una
coherencia y de una dureza que a menudo nos asustan. Así, a
todo el que quiere curarse le dice: Eso depende de ti. Puedes
conseguir lo que quieras de verdad. Atrévete. Confía en tu tera-
peuta interior. El camino es la meta. Tu curación comienza con
tu acción, con tu trabajo.
Esto significa que el viejo dicho «yo no puedo cambiar nada»
no es más que una excusa barata. El párroco y poeta suizo Kurt
Marti ha descrito así en una breve poesía nuestra cobardía y
pereza de pensamiento cotidianas:
Adonde iríamos
si todos dijeran
adonde iríamos
y nadie fuera
a ver siquiera
adonde iríamos
si fuéramos.
La enseñanza y la vida de Jesús están fundamentalmente
orientadas a la acción. Así lo indican sus curaciones, la figura
del buen samaritano y su conocida frase:
Lo que hicisteis con uno de esos hermanos míos tan insignifi-
cantes lo hicisteis conmigo (Mt 25,40).
El gran reproche de Jesús a sus adversarios es éste: «Ellos
dicen, pero no hacen» (Mt 23,3).
Que cada uno trabaje con los talentos que se le han confiado,
que cada uno invierta su capital para que rinda; ésta es la exigen-
cia central de Jesús. Sólo en la acción experimentamos a Dios.
¿QUE PODEMOS HACER?
Los polos psíquicos de Jesús son nuestra pauta si realmente
queremos seguirlo:
152 Con Jesús hacia la nueva era
— La libertad y la responsabilidad llevan a la libertad res-
ponsable.
— La apertura y la seguridad llevan a la tolerancia, no a la
neutralidad.
— La paciencia y la espontaneidad llevan al crecimiento
orgánico.
— El compromiso y la distancia llevan al éxito.
De ello se deduce como estrategia coherente de desarrollo
para la persona que confía en Jesús lo siguiente: hacer lo correcto
en el momento adecuado, con las personas adecuadas y en el
lugar adecuado. Para ello Jesús tenía una intuición genial.
Lo decisivo para el éxito de este nuevo camino que Jesús
señala es la medida de nuestra responsabilidad y no la suma de
prácticas de penitencia, como han afirmado los teólogos a lo
largo de los siglos. El camino realmente eficaz es el que va de
dentro hacia fuera.
Jesús dijo: «Nada de lo que llega al hombre de fuera puede
contaminarlo; sólo lo contamina lo que sale de él mismo». Aquí
se fundamenta la revolución decisiva de la toma de conciencia
de la historia universal. El principio de este nuevo nivel de
conciencia es éste: lo decisivo no es parecer, sino ser. El cómo
es más importante que el qué.
Con ello se cuestiona radicalmente la moderna sociedad del
rendimiento y se la desenmascara como una sociedad primitiva
y alienada. Para Jesús, los criterios decisivos para el hombre
«nuevo» no son los patrones externos, como el dinero, el poder,
el rendimiento profesional o el «rendimiento» sexual, sino los
criterios internos, como el desarrollo anímico, la toma de con-
ciencia, la confianza y la ternura. Precisamente en las sociedades
ricas y satisfechas, orientadas al rendimiento, son cada vez más
numerosas las personas que sienten que el dinero y la carrera,
el coche y la televisión, no hacen felices. Jesús pone de manifiesto
que la obsesión por lo exterior es pobreza interior. Por eso él
es el hombre del futuro y el terapeuta que necesitamos.
A los que tienen «poca fe» y, debido a sus bloqueos internos,
tienen de inmediato nuevas objeciones, Jesús les dice una frase
¿Qué podemos hacer? 153
terrible que las Iglesias tardarán aún mucho tiempo en interpretar
correctamente. La frase más fantástica de Jesús que se nos ha
transmitido es ésta: «Debéis ser perfectos como es perfecto vues-
tro Padre del cielo» (Mt 5,48).
¿No es esto pura utopía? ¿Acaso podemos ser perfectos, y
serlo como Dios? Con esta palabra Jesús no se refiere a la per-
fección moral, sino a la totalidad y unidad que encontrará todo
el que busque. Esto significa que no se trata de que mañana
estemos en la meta, sino que es mucho más importante que ya
hoy nos pongamos en camino.
«La perfección del amor —dice Tomás de Aquino— no
consiste en la certeza del conocimiento, sino en la fuerza con
que estamos asidos». Esto significa en la práctica tener valor
para la responsabilidad, valor para la libertad responsable, valor
para correr riesgos y nada de miedo al ridículo. Lo decisivo es
tu conciencia, no lo que otros puedan decir.¡Sé la persona que
puedes ser! Las mujeres que desarrollan en su interior lo mascu-
lino y los hombres que desarrollan en su interior lo femenino ya
no son «medio» mujeres y «medio» hombres, sino que han em-
prendido el camino de la totalización. Toda persona debe tener
una relación consciente con su polaridad masculino-femenina
para llegar a ser un hombre total y una mujer total. Jesús procla-
ma bienaventurados a los que buscan, no a los perfectos. Según
Jesús, los perfectos son los que buscan.
Para una economía, una ciencia y una política responsables,
y para personas responsables, el camino de Jesús significa:
— Desarrollo de la paz en vez de seguir con la violencia y
la explotación entre los pueblos y los hombres
— Educación ecológica y vida ecológicamente responsable
en vez de violencia contra la naturaleza
— Democratización en vez de estructuras de poder para
elites
— Armonía de lo masculino y femenino en vez de obceca-
ción machista y obcecación feminista.
El orden futuro será masculino-femenino. La era de los pa-
triarcas toca a su fin; contradice el orden divino y por eso ha
154 Con Jesús hacia la nueva era
traído guerras y crímenes, explotación, hambre y bajeza. Toda
vida brota de la complementariedad, de la conjunción entre lo
masculino y lo femenino. Esta ley creacional de la complementa-
riedad, esta ley primigenia del amor y de la conjunción es válida
en toda sociedad: en el matrimonio y la familia, en el estado y
la profesión, en la comunidad de los /pueblos y en las Iglesias.
Las Iglesias machistas y la política machista son contrarias a la
creación. Todo empuja hacia la fraternidad. Elisabeth Badinter
habla de «revolución andrógina». ^ antes eran ciegas ahora pueden ver. La sencilla operación de la
Toda polaridad busca unidad. Los polos no son idénticos,
pero se corresponden, se condicionan y se complementan. El
hombre y la mujer no son contraposición, sino complemento
humano. Todo lo que existe es polar. El hombre y la mujer son
los polos de la unidad del ser humano, los polos de la totalidad.
El hecho de que hoy las mujeres ocupen posiciones a las que
hasta ahora no tenían acceso es el signo exterior más importante
al comienzo de una nueva era. La ley de la complementariedad,
es decir, la ley de la emancipación y amistad entre hombre y
mujer empuja a la realización mientras haya vida en nuestro
planeta. Este milagro de la transformación tiene lugar hoy incluso
en la política.
En Berlín y en Schleswig-Holstein, y también en Noruega,
participan en el gobierno más o menos el mismo número de
mujeres que de hombres, lo cual es un signo externo de progreso
y de esperanza. Contra el apego a las viejas estructuras patriar-
cales, que muchas mujeres mentalmente perezosas y cómodas
mantienen con frecuencia aun con más intensidad que muchos
hombres temerosos, Jesús viene a decir: no es cierto que las
personas sean incapaces de cambio ni puedan cambiar nada;
que tengamos que ser siempre víctimas de las circunstancias o
de nuestra educación. No es cierto que no tengamos ninguna
oportunidad contra la coraza del miedo. He aquí algunos ejem-
plos:
— Hace diez años, Christel y Rupert Neudeck, entre el sar-
casmo y la burla de muchos periodistas y contra la oposición
del gobierno federal y de los gobiernos regionales, fundaron el
¿Qué podemos hacer? 155
«Comité de médicos de urgencia» («Cap Anamur»), Ellos y sus
ayudantes y los donativos de cientos de miles de personas de
Alemania salvaron a más de diez mil personas de la muerte en
el mar del sur de China y desde entonces han impedido que
mueran de hambre en Africa varias decenas de miles de personas.
— La profesora de religión de Bonn Rosi Gollmann animó
a dar donativos para su «Ayuda Andheri» a tantos ciudadanos
alemanes, que más de 500.000 personas de Bangla Desh que
«estrella gris» cuesta veintiséis marcos alemanes.
— La ex secretaria Irmtraud Wáger, de Munich, una vez
jubilada, comenzó a gestionar padrinazgos de niños de fugitivos
tibetanos y consiguió que dos mil alemanes se comprometieran
a financiar, con una ayuda de cuarenta marcos mensuales, la
escuela o la formación profesional de un niño tibetano.
— Una conocida nuestra adoptó a ocho niños huérfanos
minusválidos del tercer mundo y gestionó dos mil adopciones
en Estados Unidos y en Canadá. Cuando el parlamento canadien-
se promulgó una ley que prohibía estas adopciones, ella consi-
guió, mediante una huelga de hambre, que se cambiara la ley.
Esta mujer fue coherente, no-violenta y eficaz.
— La estudiante de veintiún años Sophie Scholl, ejecutada
en la guillotina el 22 de febrero de 1943 por su oposición al
nacional-socialismo, cita varias veces en La rosa blanca la exhor-
tación de la carta de Santiago: «Llevad a la práctica el mensaje
y no os inventéis razones para escuchar y nada más». Sophie
Scholl pareció haber fracasado, pero hoy es un modelo para
miles de personas. Estos son los valores de la escuela de Jesús:
libertad, esperanza, resistencia decidida y voluntad de vivir hasta
la muerte. En los años cuarenta Sophie Scholl fue una precursora
aislada de una nueva época.
— En los años setenta, la potencia militar de Estados Unidos
fue obligada por hombres nuevos que ya no se doblegaban ante
todo, sino que seguían el dictado de su conciencia, a retirarse
de Vietnam y a reconocer su primera derrota militar.
— En los años ochenta, la gran potencia de la Unión Sovié-
tica fue obligada por el mismo motivo a retirarse de Afganistán.
136 Con ]esús hacia la nueva era
Estos son ejemplos individuales y colectivos de que ya está
en marcha una nueva época de hombres nuevos. Y todos y cada
uno pueden participar en ella. La evolución desde abajo tendrá
éxito si va precedida de la verdadera evolución: la evolución
desde dentro. La evolución de la conciencia es la revolución de
todas las revoluciones históricas. Jesús, el primer hombre nuevo,
es quien desencadena y garantiza la evolución desde dentro.
Estoy convencido de que el desarme, necesario para la super-
vivencia, sólo podrá llevarse a cabo si los pueblos presionan a
los políticos poseídos de miedo y de poder para que lo hagan
efectivo. Los alemanes, en el centro de Europa, en el foco de
las tensiones, tenemos, después de dos guerras mundiales, la
mayor responsabilidad en el desarme. ¿Qué vamos a responder
a nuestros hijos y nietos cuando un día nos pregunten: qué
hicisteis vosotros cuando todavía había tiempo?
Nacimos para la libertad, fuimos creados para el amor y
somos capaces de conversión. Y a veces tenemos un éxito mani-
fiesto:
— En 1983 cientos de miles de personas en Alemania Fede-
ral y millones en el este y el oeste se manifestaron contra los
misües de medio alcance. En 1992 estarán destruidos los últimos
misiles de este tipo.
— En los años setenta, el entonces primer ministro de Ba-
den- Württemberg, Hans Fibinger, tachó de «comunistas» en
Wyhl a los manifestantes antiatómicos y ordenó a la policía que
cargara contra ellos. Su sucesor, Lothar Spáth, dijo diez años
después: «Wyhl no se construirá». Más aún, el mismo Hans
Fibinger dijo en 1988, en una entrevista televisiva, que su mayor
error había sido querer que Wyhl se construyera. Wyhl no se
construyó porque muchos miles de manifestantes lo impidieron.
— En el «generador rápido» de Kalkar se invirtieron siete
mil millones de marcos. Cientos de miles de personas protestaron
contra ello: Kalkar es la mayor ruina industrial de la República
Federal. El generador rápido está construido, pero no se conec-
tará a la red. Nuestra protesta tuvo éxito.
— A lo largo de quince años los gobiernos han afirmado
¡No separes el núcleo! 157
que para el abastecimiento energético de la República Federal
era absolutamente necesario el centro de reciclaje atómico de
Wackersdorf. Pero en la primavera de 1989 resulta que ya no
es necesario. Nuestra protesta tuvo éxito.
— En junio de 1989, la central nuclear de Rancho Seco, en
California, tuvo que desconectarse, sencillamente y por primera
vez por decisión popular. Esto puede crear escuela.
— Lo que los movimientos de protesta social han conseguido
en Alemania, es posible también en otros sitios: gracias a una
votación popular, en Austria no se construirán nunca centrales
nucleares; en Suiza y en Francia, en los Estados Unidos y en la
Unión Soviética, la acción de grupos concienciados y dinámicos
impidió la construcción de centrales nucleares. Desgraciadamen-
te, se trata sólo de éxitos aislados, porque en la Unión Soviética
y en Francia se mantienen los proyectos de nuevas ceñíales nu-
cleares.
El lema de Jesús es muy sencillo: presta atención a lo que
los hombres realmente necesitan. Esto es válido tanto en la vida
privada como en la política. Todo lo demás se te dará. Tú trans-
formas el mundo por la verdad del amor y la verdad de la
confianza. Todo el que experimenta y asimila cambios en su
interior y alrededor suyo, sabe que frases como «yo no puedo
cambiar nada» o «el hombre es incapaz de mejorar» son excusas
baratas y, en nuestra época, mortalmente peligrosas. En muchas
de las cosas que hacemos tenemos que contar, siendo realistas,
con el fracaso externo. Nunca sabemos si «ganamos». Pero, si
nos resignamos y no hacemos nada, ya habremos perdido. Doro-
thee Sólle afirma: «Hay cosas que tenemos que hacer sin pregun-
tar por el éxito». Y a veces el éxito se presenta como un milagro.
¡NO SEPARES EL NÚCLEO!
Caminar «con Jesús hacia la nueva era» significa que las
mujeres han de aprender ante todo autoafirmación, y los hom-
bres, misericordia y humanidad. Las mujeres tienen que ejercitar-
158 Con Jesús hacia la nueva era
se en la coherencia masculina del «esto o lo otro», y los hombres,
en la flexibilidad femenina del «tanto esto como lo otro». Christa
Mulack señala que los hombres derrochamos una enorme canti-
dad de energía anímica por nuestra falta de integración de lo
femenino; y este derroche le parece «el problema central de la
psique masculina». Según ella, la solución del problema se esboza
en la investigación de la energía «exterior»: la investigación del
átomo creyó al principio que la solución del problema de la
energía estaba en la división del núcleo. Pero no sabemos dónde
echar los peligrosos residuos atómicos, «con los que no sabemos
hacer otra cosa que hundirlos, ya sea en el mar (del inconsciente)
o en galerías subtarráneas». Aquí se manifiesta la analogía entre
lo interior y lo exterior, a la que hacen referencia todos los
místicos. La división del núcleo atómico, la división exterior, es
un símbolo de la división interior de la conciencia y se produce
en analogía con ella. Puesto que nadie puede decir dónde hay
que echar los residuos nucleares, los políticos atómicos se pare-
cen a aquel pasajero que sube a un avión y se eleva en el aire,
aunque sabe perfectamente que no hay ningún sitio para ate-
rrizar.
Por eso el precepto esencial de la era atómica es éste: no
separes el núcleo. Si hay una salida del interior y del exterior,
el único camino es renovar, no separar, ni hundir ni desplazar.
Toda forma de desplazamiento nos afecta y nos golpea terrible-
mente. Chernobyl fue un presagio exterior. E incluso esto se
quiere desplazar.
Sin embargo, la investigación nuclear parece haber encontra-
do realmente un nuevo sistema de «renovación». Mientras escri-
bo este libro, llegan noticias coincidentes de los laboratorios de
Alemania Federal, de los Estados Unidos y de Japón, de Rusia,
de la India y de Hungría, según las cuales la solución del proble-
ma energético no es la división del núcleo atómico, sino la fusión.
Los científicos discuten todavía si este procedimiento, hasta aho-
ra sólo teórico, será en la práctica técnicamente viable y con ello
podrá encontrarse para el futuro una fuente de energía barata
y no peligrosa. Si fuera así, «éste sería el descubrimiento más
importante de la historia desde la utilización del fuego», como
ha energía solar 159
ha dicho Philip Ross, del laboratorio «Lawrence Berkeley», acer-
ca del experimento de la «fusión fría del átomo». Hasta ahora,
primavera de 1989, la fusión atómica sólo ha tenido lugar como
experimento. Pero podría convertirse en la fuente de energía del
futuro.
Fusión e integración en lugar de división y desplazamiento;
ésta es también la tarea psíquica de los nombres modernos y de
las mujeres modernas. Los «Chernobyl» interiores, lo mismo que
el Chernobyl exterior, nos obligan a dar un giro.
LA ENERGÍA SOLAR
Sin embargo, todavía se sigue invirtiendo mucho más dinero
público y privado en proyectos militares absurdos y peligrosos
que en la investigación de energía alternativa, vitalmente necesa-
ria. El innecesario avión de combate «Caza 90» costará más de
cien mil millones de marcos, pero sólo una pequeña parte de
esa cantidad se invierte en energía solar, a pesar de que la nece-
sitamos urgentemente si es que tendremos que esperar todavía
cincuenta años hasta que se realice la «fusión nuclear fría». En-
tretanto, la división del átomo es terriblemente peligrosa y la
combustión de la materia fósil está destrozando nuestro clima
y, con él, nuestro planeta. Junto al ahorro energético, es necesario
investigar y aprovechar la energía solar, la energía eólica, la
energía acuática y la biomasa.
Hasta ahora, sin embargo, la realidad es muy distinta: en los
últimos veinte años se han gastado en todo el mundo para inves-
tigación de la energía solar sólo cinco mil millones de dólares,
mientras que el gobierno de Estados Unidos solo ha invertido
treinta mil millones de dólares para el desarrollo de un cristal
de mercurio, cadmio y telurio destinado a la exploración militar
con satélites. Sólo esta comparación de cifras demuestra la locura
de la llamada política realista. La utilización de la energía solar
no es un problema financiero ni técnico, pero los gobiernos del
Este y el Oeste se doblegan ante la presión del sector de la
energía atómica, aunque con ella se pueda destruir el mundo.
160 Con Jesús hacia la nueva era
El sol nos proporciona sin peligro alguno miles de veces más
energía de la que podemos necesitar. Hay que parar a la gran
coalición de los cobardes, a la internacional atómica, que domina
todavía en París y en Moscú, en Bonn y en Pekín; y sólo es
posible pararla desde abajo. ¿Cuántos Chernobyl necesitamos
todavía para que se tome conciencia del peligro a lo largo y
ancho del mundo? El patriarcado internacional nos ha regalado
una economía de muerte. Pero necesitamos una economía de
vida. Y no se trata de reformas que cuestan mucho dinero, sino
ante todo de grandes omisiones que podrían ahorrar mucho
dinero. «Las acciones más dignas de elogio del futuro serán las
omisiones» (Herbert Gruhl). También esto vale en el plano pri-
vado, profesional y político. Han sido en primer lugar las accio-
nes imprudentes las que nos han llevado al borde del abismo.
Y sólo allí nos hemos dado cuenta de que el sol, el viento y el
agua son fuentes naturales e inagotables de energía. ¿Cuándo
vamos por fin a utilizarlas?
En vez de exportar centrales nucleares a los países del tercer
mundo, sería más razonable y tanto ecológica como éticamente
responsable ayudar a construir centrales de energía solar en los
países cálidos del sur empobrecido.
La mayor fuente de energía de nuestro globo verde es el sol.
En vez de quemar nuestro planeta u oscurecerlo con humos,
tenemos que aprovechar la energía solar. En California del Sur,
la corriente de colectores solares es ya más barata que la corriente
nuclear. En Israel son ya 700.000 las casas que tienen sistema
de agua caliente alimentado por energía solar. ¿Sería posible
esto también en la «fría» Alemania? El fundador de «Eurosolar»,
el diputado Hermann Scheer, y el empresario de energía solar
de Baden-Württemberg Jürgen Kleinwáchter afirman: «En la
República Federal entra al año una radiación solar con un poten-
cial teórico de unos 250.000 millones de kilovatios/hora, ochenta
veces más que el consumo total de energía por año».
«Eurosolar» fue fundada como contrapeso de EURATOM
(Asociación nuclear europea). Sus fundadores nos aseguran que
podemos renunciar tanto al riesgo de las centrales nucleares
como a la combustión de los portadores fósiles de energía y, no
¿Pereza mental o respeto a la vida? 161
obstante, podemos alimentar a todas las personas de la tierra.
Pero para ello faltan la voluntad política de arriba y la suficiente
presión política de abajo. Es inadmisible que el sector que apoya
la energía nuclear sea el que decida la suerte de nuestro hermoso
planeta. ¡La alternativa energética es posible!
¿PEREZA MENTAL O RESPETO A LA VIDA?
La política nuclear no sólo es un signo de falta de respeto a
la vida, sino también una prueba de pereza de pensamiento.
Mucha gente cree que piensa, pero en realidad se ha puesto
límites estrechos y lo único que hace es reordenar sus prejuicios.
Los hombres prisioneros de sus ideologías nunca harán el cambio
necesario a la racionalidad.
El camino del patriarcado que se lleva recorriendo durante
cinco mil años estaba marcado todavía en los últimos siglos por
desastrosas unilateralidades y divisiones:
— La teología afirmaba que únicamente la fe {sola fide) hace
dichoso. Todo lo demás fue reprimido y perseguido aun con el
homicidio y el asesinato.
— Como reacción contra ello, la Ilustración produjo otra
unilateralidad: Cogito, ergo sum (Descartes), «Pienso, luego exis-
to». El pensamiento fue absolutizado.
— Después, a partir del siglo XVIII, el capitalismo, con el
dominio de los intereses del capital, estableció medidas fatales
para la humanidad.
— Como reacción contra ello, Karl Marx trajo una nueva
unilateralidad: el hombre fue definido únicamente por el valor
de su trabajo.
— Y, finalmente, Sigmund Freud afirmó que la sexualidad
es el impulso decisivo del ser humano, otra unilateralidad cuyas
consecuencias seguimos padeciendo hasta hoy en mayor medida
de lo que queremos reconocer.
La integración de los elementos de lo masculino, lo femenino
y lo infantil que Jesús vivió responde a todas estas unilateralida-
162 Con Jesús hacia la nueva era
des con una nueva totalidad, todavía en gran parte desconocida,
como criterio para los hombres nuevos de la era nueva. El tera-
peuta Hans Endres traduce la frase evangélica «amarás a tu
prójimo como a ti mismo» de manera más comprensible para
muchas personas: «Amarás a tu prójimo como a tu propio yo».
Y con parecido acento moderno y claro, Martin Buber la traduce
así: «Amarás a tu prójimo, puesto que es como tú».
El que haya entendido correctamente este «mandamiento»
del amor, ha emprendido el camino de la tolerancia y rechazará
toda clase de fanatismo, y ante todo el fanatismo religioso. No
hay paganismo peor que la intolerancia religiosa. El Dios de
Jesús hace brillar el sol sobre justos e injustos. Así, pues, todo
el que practica el amor, la paciencia y la tolerancia es una persona
religiosa. Y esta concepción de Jesús, basada en el sermón de la
montaña, es la meta de toda verdadera religión, escrita en el
Talmud y en los Upanishades, en Lao Tse y en Zaratustra, en
Confucio y en Buda. Todo el que se preocupa por sí mismo y
por su prójimo es religioso.
Una piedra de toque del amor al prójimo es el tema cercano
del aborto. Todos nosotros llevamos dentro el instinto originario
del «No matarás». Esto vale también respecto a nuestro propio
hijo aun en el caso de un embarazo no deseado. Muchas personas
dicen que los sentimientos de culpa ligados a un aborto les han
sido impuestos por la Iglesia o por el ambiente; que son senti-
mientos generados por la educación. Pero los resultados de la
investigación reciente sobre la psicología profunda nos dicen
algo muy distinto. Cuando se realiza un aborto, nuestra alma se
rebela aun decenios después. Lo que se manifiesta no son senti-
mientos de culpa generados por la educación, sino la conciencia
innata a la persona. La terapeuta de Dusseldorf Ursula Keller-
Husemann dice: «El aborto es una forma de autodestrucción y
no de curación». La terapeuta de Munich Thea Baurield afirma:
«Vamos viendo claro lentamente que nuestra libertad no puede
consistir en aniquilar la vida sin sentimientos de culpa». La fun-
dadora del «Instituto de Psicoanálisis Político» piensa que, en
muchos casos de aborto, las personas responsables no tienen
ningún sentimiento sobre las consecuencias de su acción. Y Han-
¿Pereza mental o respeto a la vida? 163
na Wolff ha escrito: «El aborto lleva a la neurosis, ésta es mi
experiencia en la psicoterapia. Lo inquietante de este germen
patógeno es sobre todo que la neurosis en cuestión —con fre-
cuencia en forma de profundas depresiones— no aparece inme-
diatamente después del hecho que la produce, el aborto, sino
después de mucho tiempo. Con frecuencia entre veinte y veinti-
cinco años después».
La experiencia de la República Federal, con unos 250.000
abortos anuales, enseña que un párrafo de la ley no protege la
vida no nacida. Lo único decisivo es el necesario cambio de
conciencia de que no podemos matar impunemente a nuestros
propios hijos. Contra eso se rebelará siempre nuestra alma. Para
que se produzca un verdadero cambio es necesario estar conven-
cidos de lo que afirma el sexólogo liberal inglés Comfort: «En
ningún caso debes arriesgar la concepción de un hijo no desea-
do». Si los dos cónyuges están realmente emancipados, es decir,
si el hombre y la mujer son personas autorresponsables, esta
advertencia no será pura teoría. Sólo si se tienen en cuenta los
conocimientos de la moderna psicología profunda y nuestra res-
ponsabilidad en el comportamiento sexual podemos comenzar
otra vez desde el principio la discusión sobre el aborto, y esta
vez realmente en profundidad y hasta el fondo y con más pers-
pectivas de encontrar soluciones humanas. Pero esta nueva dis-
cusión sólo será fructífera, y las cifras de los abortos sólo empe-
zarán a disminuir, cuando desaparezcan la sanción y la amenaza
de sanción por el aborto. No hay abortistas «malos» y defensores
de la vida «buenos»; sólo hay mayor o menor conciencia frente
a la vida no nacida.
Sólo sin amenaza de castigo estará el camino libre para la
solución: ayuda en vez de castigo, amor en lugar de violencia,
aceptar en vez de abortar. Pero el aceptar en este caso no puede
sólo referirse al derecho a la vida de todo niño, sino también a
las necesidades de una mujer embarazada contra su voluntad,
por parte del hombre responsable. Los antiquísimos y primitivos
argumentos de la discusión habitual sobre el aborto, rebatidos
desde hace mucho tiempo, muestran lo lejos que está todavía el
camino de la emancipación. El matar a nuestros propios hijos
164 Con Jesús hacia la nueva era
¿Pereza mental o respeto a la vida? 165
es violencia. Pero el lenguaje de muchos hombres de Iglesia
La verdadera humanización no ha hecho más que empezar.
sobre este tema es percibido muchas veces también como violen-
Si no, no seríamos tan inhumanos con nosotros mismos y tan
cia por mujeres que tienen apuros de embarazo. La preocupación
ferozmente hostiles a los animales.
por los no nacidos tiene que ir unida a la compasión por los
nacidos; si no es así, quiere decir que tampoco en este tema El hombre «consume» cada año en el mundo 300 millones
de animales para experimentos crueles y absurdos; sólo en la
hemos entendido a Jesús. Jesús prometió la felicidad a los no-vio-
República Federal somos conscientemente culpables de que 250
lentos. La calidad y madurez de una sociedad se ponen de ma-
millones de animales vegeten con problemas respiratorios y tras-
nifiesto en su trato con los más débiles.Por ello el lema de una
tornos de circulación; producimos tumores artificiales en ratas,
nueva época es básicamente éste: más respeto a toda vida, tam-
decapitamos animales en laboratorios con meros fines de demos-
bién a la no nacida. Pero ningún mandamiento y ninguna ley
tración, cortamos las cuerdas vocales a los perros de experimen-
producirán el necesario cambio de conciencia; sólo podrá hacerlo
tación para no tener que oír sus alaridos. En el occidente cristiano
la conciencia autorresponsable. somos despiadados con nuestros hermanos los animales. Los
Mi conciencia me dice que soy responsable de dos partos hindúes y los budistas son con frecuencia muy superiores a nos-
fallidos que tuvimos durante una crisis matrimonial. Cuando una otros en su actitud respecto a los animales. Sin embargo, nos
mujer tiene un parto fallido, este hecho está tan relacionado con reímos de ellos. Pero algún día se nos acabará la risa. Todo lo
el padre en cuestión como un aborto. que hoy hacemos a los animales se volverá alguna vez contra
Cada año se practican en el mundo cincuenta millones de nosotros.
abortos. Cincuenta millones de veces los padres matan a sus
La despiadada y exigente sociedad de la República Federal
propios hijos, según estimación de la ONU. Esta cifra simboliza
Alemana ha consumido en 1988 103,5 kg. de carne por persona.
mejor que cualquier otra el grado de autodestrucción, el grado
Esto no es sólo inmoral, sino también perjudicial para la salud.
de destrucción del mundo interior, el grado de la incapacidad
Podemos permitirnos dar a nuestros cerdos los medios de alimen-
humana de actuar con el hombre creativamente, es decir, de
tación que en parte se compran a las personas que pasan hambre
manera consciente y emancipada.
en los países del tercer mundo.
Esto tiene relación con lo que hacemos en el entorno: lo que
Unos pasan hambre y se mueren de hambre y otros tienen
destruimos fuera es en realidad la división y la represión de lo
problemas de adelgazamiento. Por otra parte, el consumo barato
«malo» en nosotros. Para alcanzar una posible salvación es indis-
y abundante de carne sólo es posible porque previamente los
pensable el reconocimiento básico de nuestra corresponsabilidad
animales son amontonados en determinadas instalaciones a costa
en la destrucción. «Tenemos que seguir la lógica del autoexter-
de torturas inimaginables. Apenas pueden moverse, jamás ven
minio hasta llegar al corazón humano, porque sólo de allí puede
el sol y se les da muerte de manera cruel. Y esto lo saben también
salir la lógica de la salvación» (Rudolf Bahro). Albert Einstein
los «responsables». Por eso es difícil para los reporteros de tele-
dedicó toda su vida al estudio de la física, y al final de su vida
visión conseguir autorización para rodar en mataderos y en gran-
de físico reconoció que el verdadero problema es siempre el
jas masivas de animales. El sufrimiento de los animales clama al
corazón humano.
cielo. Todo el que lo haya visto y tenga todavía sensibilidad se
Más respeto a la vida significa a todas las manifestaciones de
siente indignado. Pero sólo unos pocos sacan la única conclusión
la vida. «El hombre sólo puede salvarse en este mundo si eleva
correcta: comer menos carne o seguir un régimen vegetariano
no solamente su vida, sino también todo lo que vive, a la categoría
para quitar a los torturadores de animales la base de su oficio
de realidad digna de sumo respeto» (Albert Schweizer).
sangriento. Mientras el beneficio económico y la irreflexión estén
166 Con Jesús hacia la nueva era
por encima de la ética no terminará el sufrimiento masivo de los
animales. Pero ¿por qué no actuamos por nosotros mismos?
Nadie nos obliga a comer tanta carne. La idea básica de la ética
de Jesús, la no-violencia y la protección de la vida, incluye eviden-
temente a los animales.
Todo ser vivo está unido y entrelazado con todo lo que vive.
Por eso con el brutal mantenimiento de masas de animales no
sólo alimentamos a los animales, sino que envenenamos también
la psicosfera de toda la tierra, e incluso a nosotros mismos.
C. G. Jung señaló una y otra vez que hay un alma colectiva de
la humanidad y un alma colectiva de todo ser viviente. Y somos
corresponsables del estado de estas almas. Por eso el pacifismo
personal es tan importante para la paz del mundo. La unidad
de todo lo que vive, la unidad y la conexión de todo ser, es el
mito que puede transformar el mundo.
El proceso de distensión política entre el este y el oeste,
desencadenado entretanto por la acción de Mijail Gorbachov,
confirma una vez más la conexión indicada: «dentro es como
fuera». El proceso de distensión exterior y de prudente desarme
sólo ha podido comenzar porque antes millones de personas en
el este y el oeste estaban interiormente preparadas para la disten-
sión y el desarme.
En este ejemplo que salta a la vista se pone de manifiesto
que, como individuos conscientes, no carecemos de poder. Cuan-
to más conscientes seamos interiormente, cuanto más «distendi-
damente» meditemos, tanto más influiremos también en lo exte-
rior. La «interiorización» y la «interioridad» no son metas en sí
mismas, sino el camino más eficaz para configurar lo exterior.
Para el que aprende a ver estas conexiones y confía en ellas, la
experiencia de los místicos de que «dentro es como fuera» o
«fuera es como dentro» es un apasionante proceso de aprendiza-
je. El poeta católico Reinhold Schneider formuló esta experiencia
en la segunda guerra mundial, en una maravillosa oración:
Sólo los que oran podrán lograr todavía
detener la espada que pende sobre nuestras cabezas
y, mediante una vida santificada,
arrancar este mundo a los poderes que lo condenan.
¿Pereza mental o respeto a la vida? 167
Pues los culpables nunca forzarán al cielo,
lo que ellos unan se dividirá otra vez,
lo que renueven envejecerá en seguida,
y lo que funden producirá angustias y desastres.
Este es el tiempo en que la salvación se oculta
y el orgullo humano hace fiesta en los mercados.
Entre tanto, los que oran se esconden en las iglesias
hasta que Dios convierta en bendición a nuestras víctimas
y en las profundidades que nadie puede penetrar
los pozos secos se vuelvan a llenar de vida.
En sus impresionantes parábolas de la sal y de la levadura,
de la luz y de la vid, de la semilla y del campo, Jesús llama la
atención sobre las profundas conexiones que existen entre el
interior y el exterior.
«Vosotros sois la sal de la tierra». ¿Qué hace la sal? Aparen-
temente se disuelve al penetrar en la masa. Pero precisamente
así transmite su eficacia al conjunto. Los hombres conscientes y
vigilantes deben ser sal y semilla para una nueva sociedad.
El «nuevo pensamiento» que Mijail Gorbachov propaga para
una nueva política mundial tiene que ser algo más que una
comprensión externa, intelectual. Tiene que ser un sentirse cogi-
do interior e intuitivamente, en sintonía con Jesús, por nuestra
responsabilidad para el futuro de la creación, si es que la huma-
nidad tiene todavía un futuro.
Los muchos círculos esotéricos, las sectas de la «nueva era»
y las llamadas religiones juveniles de hoy ponen de manifiesto
que podemos perdernos en el culto del «interior» lo mismo que
en el culto del «exterior». El exteriorismo es tan unilateral como
el interiorismo. Nuestro tiempo está lleno de trastornos del equi-
librio. El camino hacia el interior tiene la tarea del servicio en
el exterior, del servicio al mundo. Por eso no hay verdadera
meditación sin actuación externa, ni verdadera religión sin con-
secuencias políticas, ni mística sin lucha ni lucha sin mística, ni
verdadera contemplación sin acción.

¿MADUROS PARA JESUS?
Es cierto que el mensaje de Jesús sobre la armonía entre la
conciencia masculina y femenina tiene dos mil años, pero apenas
se ha realizado todavía. Pero ¿qué significa esto cuando uno
piensa en la lentísima evolución de la historia de la humanidad?
Karl Herbst hace este cálculo: si nos imaginamos la explosión
originaria, el comienzo de la evolución, hace veinte mil millones
de años, la célula originaria hace cuatro mil millones de años, el
hombre originario hace cuatro millones de años y el primer
hombre nuevo hace dos mil años, entre estos períodos temporales
habría la misma proporción que entre 20 km. respecto a 4 km.,
a 2 km. y a 2 mm. Esto significa que la humanidad —rmedida
en su comienzo— ha retrocedido desde Jesús dos milímetros en
el camino de la toma de conciencia. Estamos, pues, justo al
principio del camino que conduce hacia una nueva conciencia,
inspirada por Jesús.
El sentido que tiene una peregrinación con Jesús por el cami-
no de la conciencia es que en este recorrido se produzca la
transformación ilimitada, el «nuevo nacimiento desde el espíritu
de la verdad». La verdad nos hace libres si la realizamos. Median-
te la acción llegamos a ser los que debemos y podemos ser.
A la pregunta de qué es ilustración, Inmanuel Kant dio en
1784 esta famosa respuesta: «Ten el coraje de servirte de tu
propia inteligencia». Pero la inteligencia nos ha deparado, preci-
samente en el siglo XX, catástrofes espantosas. Para que la inte-
ligencia se convierta en razón y el saber en sabiduría es indispen-
sable ilustrar la ilustración; sólo así podrá llegarse a una nuea
era. Su lema —orientado en Jesús— tendría que ser: Ten el
coraje de servirte de tu propia conciencia. Entonces tendrán que
cambiar muchas cosas en la vida privada, profesional y política.
Contra la mortal maquinaria atómica y genética tenemos que
oponer resistencia, la resistencia que los alemanes no ejercieron
contra los nazis. Uno de los pocos que lo comprendieron después
de 1945, Martin Niemóller, escribió:
Cuando los nazis se llevaron a los comunistas,
yo guardé silencio,
porque no era comunista.
¿Maduros para Jesús? 169
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
yo guardé silencio,
porque no era socialdemócrata.
Cuando se llevaron a los sindicatos,
yo guardé silencio,
porque no era sindicalista.
Cuando me llevaron a mí, ya no había nadie
que pudiera protestar.
Si fallara la disuasión atómica, tampoco habría nadie que
pudiera protestar.
El problema no son los políticos «malos». El problema prin-
cipal son los muchos hombres buenos que no quieren cambiar.
Hace ya trescientos cincuenta años Blas Pascal escribió: «Siem-
pre estamos en Getsemaní, siempre se duermen todos». En esto
han cambiado algunas cosas, pero no lo suficiente todavía.
Pero si el número de las personas que han despertado y se
han hecho responsables de sí mismas sigue creciendo en los
próximos años al mismo ritmo que en los últimos, viviremos
cambios de conciencia de gran envergadura. Se está abriendo
paso una nueva era. «Fuerzas insospechadas y ayudas inesperadas
estarán algún día a disposición con tal que hayamos dado el
primer paso, recordando esta verdad consoladora: "Ayúdate a
ti mismo y Dios te ayudará", que en realidad es lo mismo». Este
es un diagnóstico optimista de Hans Endres al que nosotros,
como personas realistas, tenemos que añadir lo siguiente: en caso
de que sobrevivamos a la era atómica y en caso de que cada vez
más personas trabajen de verdad en la superación de la era
atómica. Si no sólo hubiéramos advertido la presencia de la
bomba atómica, sino también comprendido su peligro, entonces
ya no nos permitiríamos la manipulación genética. Pero así segui-
mos jugando a ser creadores y no queremos reconocer que somos
creados. Lo que nos falta en primer lugar es el coraje de ser
humildes.
El miedo creciente a la bomba atómica y a la manipulación
genética, a la destrucción del entorno y a las consecuencias de
la tortura masiva a los animales no es injustificado, sino razona-
170 Con Jesús hacia la nueva era
ble. Lo que no es razonable es la represión y la racionalización
típicamente masculina de este miedo. Los que piensan de verdad
entre nosotros saben que en la era atómica cada día puede ser
el último. No es casual sino manifiesto que los misiles atómicos
tienen forma de falo. El pensamiento fálico, unilateralmente mas-
culino, considera razonable bombardear la tierra en «caso de
emergencia» y hacerla retroceder de la era atómica a la edad de
piedra. En vez de confiar en Dios o en su corazón, los gobernan-
tes prefieren confiar en sus bombas. Es significativo el que, el
1 de junio de 1989, un experto militar del Süddeutsche Zeitung
escribiera un comentario sobre la teoría de la disuasión atómica
y que, por una errata, se hablara de «teología de la disuasión».
¡La bomba como dios sustitutivo o sustitución de Dios! Y a este
dios de las bombas están dispuestos a ofrecerle hasta la víctima
más grande: la humanidad.
En esta situació muchos preguntan: ¿no es ya demasiado
tarde para cualquier esfuerzo de salvación? La pregunta es tan
comprensible como radicalmente falsa. Para los seres humanos
nunca es demasiado tarde.
Si uno que ha despertado al autoconocimiento convence en
un año a otro, ya son dos. Si en el próximo año cada uno de
ellos convence a otro, después de dos años ya serían cuatro. Si
a lo largo del año siguiente cada uno de ellos convence a otro,
y así sucesivamente, después de diez años serían mil, después
de veinte, un millón y después de treinta, mil millones. Y esto
sería suficiente.
La curación del mundo tiene lugar por la santificación de
muchos individuos. Y para esta santificación, para llegar a la
santidad, los responsables somos nosotros, nadie más.
CUANDO EL HOMBRE Y LA MUJER SE AMAN
Vamos al encuentro de la nueva era en una disposición ade-
cuada si actuamos como una madre que espera un hijo: tiene
una responsabilidad sagrada para con él, pero el niño crece solo.
La madre se prepara activa y conscientemente para el parto,
Cuando el hombre y la mujer se aman 171
pero al mismo tiempo tiene que saber esperar. Hace todo lo que
puede para crear condiciones externas favorables y al mismo
tiempo acepta la oportunidad que cada hijo proporciona a sus
padres para su crecimiento interior y su maduración.
Los hombres se sitúan al mismo nivel que las mujeres si
adoptan ante la vida la misma actitud que las madres ante el hijo
que llevan en su cuerpo.
Después de cinco mil años de patriarcado tenemos que valo-
rar en la sociedad y en la política, en la ciencia, la economía y
la cultura, el principio femenino y armonizar mejor en cada uno
de nosotros el principio masculino y el femenino. El gran modelo
para una conciencia andrógina es Jesús, el verdadero integrador
del anima. La integración de masculino y femenino, de consciente
e inconsciente, de inteligencia y sentimiento, es hoy la gran tarea
vital de muchas personas. En siglos pasados fue un fenómeno
absolutamente excepcional. En el futuro será la oportunidad de
desarrollo y la condición necesaria de desarrollo para la mayoría
de las personas y, en último término, para toda la humanidad.
La inteligencia sin sentimiento no es razonable, el sentimiento
sin inteligencia cae en el sentimentalismo.
Las nuevas verdades de unos pocos en el pasado fueron
siempre las verdades de muchos en el futuro. El Jesús integrador
del anima, el primer hombre nuevo, es el modelo por antonoma-
sia para un mundo mejor en el mañana.
Una nueva cultura del amor, una nueva relación entre hom-
bre y mujer, un nuevo erotismo en verdadera camaradería llevan
a una conciencia superior, a la segunda etapa de la evolución.
Esta autotransformación del hombre y la mujer conduce a la
transformación del mundo. La consecuencia de lo que sabemos
sobre Jesús es que la especie humana tiene mucho más ante sí
que lo que ha dejado tras de sí.
Nos quedaremos asombrados cuando comprobemos lo que
son capaces de hacer una mujer y un hombre que se aman de
verdad. Goethe lo dijo así: «El que quiei c lo máximo tiene que
querer la totalidad».
Cuando el hombre y la mujer se aman, cuando aprenden
uno del otro y los dos aprenden de sus hijos,
172 Con Jesús hacia la nueva era
— un miembro directivo de un banco podrá descubrir con
más facilidad que hay cosas más urgentes que el dinero;
— un general podrá descubrir más fácilmente que la disua-
sión nuclear es éticamente irresponsable;
— aun los políticos conservadores —o precisamente ellos—
descubrirán que la política ecológica es la genuina política social
en beneficio de futuras generaciones;
— un hombre descubrirá más fácilmente que cuando engaña
a su compañera está impidiendo su propio desarrollo;
— una mujer descubrirá más fácilmente que la palabra más
importante en el amor puede ser «no»;
— un joven descubrirá más fácilmente que hay profesiones
absurdas e inmorales;
— una persona de cincuenta años podrá reflexionar más
fácilmente sobre la frase de Jesús «no puedes servir a dos señores,
a Dios y al dinero», y orientar de nuevo su vida;
— cada vez más personas descubrirán más fácilmente que
necesitamos una oposición pacífica al armamento y a la destruc-
ción ecológica, al hacinamiento de los animales y a la manipula-
ción genética, si queremos impedir el desastre de nuestro planeta.
Este cambio de conciencia —desde dentro y desde abajo—
está ya en marcha. El «Reino de Dios» se está formando, está
creciendo más allá de los límites de las Iglesias y de los partidos,
más que nunca hasta ahora desde hace dos mil años. La nueva
conciencia crece en los votantes con más rapidez que en los
votados. Los políticos tienen que cambiar ya su política o no
estarán mucho tiempo más en el cargo.
SEGUIR EL PROPIO CAMINO
Cuando Ronald Reagan y Mijail Gorbachov se encontraron
por primera vez, en 1985 en Ginebra, el presidente de Estados
Unidos dijo al presidente soviético: «Señor secretario general, si
una potencia extraterrestre nos atacara, olvidaríamos de inmedia-
to todas las disputas y actuaríamos juntos».
Seguir el propio camino 173
Aquí se barruntó, en el escenario de la política mundial, la
visión de Jesús sobre la fraternidad y la filiación divina de todos
los seres humanos. ¿Quién impide a los políticos actuar como
Ronald Reagan dio por supuesto, desgraciadamente sólo en caso
de un ataque desde fuera de la tierra? ¿No estamos ya suficien-
temente amenazados por nosotros mismos? ¿Y quién nos impide
a nosotros, los no-políticos pero políticamente responsables, em-
prender el seguimiento de Jesús, sino nosotros mismos?
Jesús nos mostró a Dios como meta de nuestra vida. Indicó
también caminos para llegar a esta meta. Pero el recorrer este
camino tiene que hacerlo cada uno por sí. En los indicadores
del camino de Jesús en una nueva era está escrito:
Confianza, amor, emancipación, totalidad, no-violencia, es-
peranza.
Jesús animó a dejar los caminos trillados de las masas y a
caminar en busca del propio camino. Buscar y seguir el propio
camino es lo que nos recomiendan todos los verdaderos pensa-
dores. «En el propio camino uno está a salvo. El camino ajeno
es fuente de miedo» (Upanishads).
El camino propio sólo lo encontraremos en la plena autono-
mía y en la libertad de pensamiento, libres de reglamentaciones
y de tutelas. A los que confían en el propio camino Jesús les
dice: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8,32).
La vida de Jesús, como primer hombre nuevo, nos hace esta
invitación: No os paséis la vida soñando, sino vivid vuestros
sueños.