Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Sí, digo que Antonio Gaudí descubrió la línea curva. Gaudí es el predecesor de
Einstein sólo que con piedras, en lugar de con la abstracción matemática de los
números y los átomos. Su concepción del espacio produce la misma sensación
que la teoría general de la relatividad: si no confundimos relatividad con
relativismo no confundiremos la línea curva de la Sagrada Familia con la ruptura
del canon, y es entonces cuando descubrimos un mundo nuevo exhibido por esos
dos genios.
Pero Gaudí amaba a Cristo y con la Sagrada Familia sólo pretendía rendirle culto.
Por eso, la Sagrada Familia no se encierra sobre sí misma, creando el estéril
círculo oriental, absolutamente estéril, opuesto a la cruz de Cristo, que abre sus
brazos a los cuatro puntos cardinales. Las 18 torres que diseñó para la Sagrada
Familia son curvas abiertas, constituyen la curva puesta al servicio de Dios,
Creador del espacio, y abierta al mundo.
Pero hay una tercera grandeza en el genio de Reus, la misma que añoro en la
madrileña Almudena. Gaudí construyó su catedral al modo de nuestros
antepasados románicos y góticos. Nuestros ancestros construían sus catedrales
para evangelizar, no para dárselas de artistas. Si les hubieran tildado así se
habrían reído. Eran mucho más inteligentes y mucho más prácticos que el
pragmático hombre moderno. Nuestros predecesores, al igual que Gaudí, hacían
catedrales para evangelizar. Construían una escena del evangelio para gente,
muchos de ellos analfabetos –he dicho analfabetos, no tontos-, que, al contemplar
aquellas imágenes imaginaban la escena y, a renglón seguido, se dirigían al
Creador en oración para ‘comentarle’ las imágenes.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com