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Seductor de la patria

Santa Anna:

“La historia de México desde 1811, pudiera llamarse con propiedad la historia de las revoluciones
de Santa Anna”. Lucas Alamán

Santa Anna era criollo, e hijo de criollo. Tras el intento de ser comerciante, a los dieciséis años
prefirió alistarse en el ejército realista, donde se hizo notar por su valentía personal, sus deudas
de juego y su propensión a pagarlas con documentos mercantiles falsificados. A partir de 1815
Veracruz seria su centro de operaciones, donde fundo varios pueblos provistos de casas, calles
bien trazadas, corrales, iglesias y maestros de escuela; a partir de entonces cimentó su prestigio.

Santa Anna siempre se encontraba del lado que lo convenía: en tiempos del Plan de Iguala, fue
iturbidista, y utilizando habilidades retoricas y militares, finalmente gana. En la toma de el fuerte
de Perote, se auto designo “el impávido teniente coronel Santa Anna”. Iturbide lo visita en Jalapa,
y se da cuenta que se comporta como un emperador; más tarde decide retirarle el mando. Por
esto Santa Anna decide levantarse en armas contra emperador. Obteniendo una nueva victoria:
su Plan de Casamata, con el que sella el principio del fin de Iturbide.

El comportamiento de Santa Anna fue licencioso, a través de peleas de gallos, albures,


pendencias, y aunque le ocasiono un juicio en la ciudad de México, a espaldas del gobierno
siempre hizo lo que quiso. Su estrategia era: incitaba a trasmano a unos, y cuando veía que las
fuerzas del gobierno, eran superiores, sobre la marcha cambiaba su apuesta y se unía resuelto a
los pacificadores.

En el levantamiento de Vicente Guerrero contra Manuel Gómez Pedraza, el papel de Santa Anna
es importante, por su cualidad militar, la audacia (cualidad de apostadores). Una vez que triunfa
Guerrero, se retira a Manga de Clavo, para aguardar un nuevo apremio nacional que sacie su sed
de gloria. En 1829 con expedición española de reconquista, en el puerto de Tampico, acude Santa
Anna para la defensa; como vencedor de esa guerra fue ascendido a general de división. Entonces
las felicitaciones, los poemas, la loas, lo empapan. Significaba el nuevo hombre presidencial-
Muerto Guerrero en 1830, y Anastasio Bustamante en el gobierno. Santa Anna se había apartado
a vivir en su nueva hacienda, El Encero. Una sublevación contra Bustamante lo pone nuevamente
en el juego. Su meta es la Republica. Logrando al final un extraño convenio: la renuncia de
Bustamante y la vuelta de Gómez Pedraza. Al poco tiempo, triunfa en las elecciones.

Pero gobernar le fastidiaba, le aburría, y quizá le asustaba. Deja el poder en manos del
vicepresidente, el doctor Valentín Gómez Farías, y se retira a su hacienda. Farías introdujo por
primera vez, importantes reformas contra privilegios corporativos de la iglesia, entre las que se
encontraba: libertad absoluta de opiniones, supresión de instituciones monásticas, entre otras.
Por su parte Santa Anna dejaba hacer y media la temperatura de la sociedad. Por lo que estalla en
Morelia el “pronunciamiento”, a favor de la “Religión y fueros” y en contra del gobierno. Cuando
tanto Duran (a favor de la religión y fueros) como Arista (en defensa del Estado), proclaman a
Santa Anna “Supremo dictador”, este manifiesta en junio de 1833, que aborrece la dictadura
militar.

Se retira nuevamente rehuyendo del poder a Manga de Clavo; para hombres como él cuya
infancia y juventud había trascurrido en el Virreinato y la guerra insurgente, la política era una
extraña profesión, ingrata, asunto de cenáculos y pactos. La antigua legitimidad monárquica no
era tan fácil de desprender. Si en los rasgos del caudillos, los rasgos mas específicos de Santa Anna
eran: temeridad, ambición, emotividad exaltada, imprevisión, ignorancia. Así el papel personal,
paso por encima de las embrionarias instituciones.

A partir de las reformas hechas por Gómez Farías, se presentaba la belicosidad clerical. Luego de
vencer a los conspiradores que defendían la religión, se retira a Manga de Clavo y decide, después
de todo, que los conspiradores tenían razón, y despide a Gómez Farías, suspende las cámaras y
modifica el rumbo de su gobierno.

Entre las diferencias, lo que Santa Anna hacia era dibujar los dos extremos, dando a ambos una
implícita razón. Adoptando una postura de arbitro entre las pretensiones de los partidos. Pero
aquella disolución general y suspensión de trabajos del Congreso era idéntica a la disolución en
tiempos de Iturbide. Santa Anna argumentaba, que si el poder legislativo excedía los limites
trazados por la Constitución ¿A quién pertenece contenerlo?

En 1836 los extremos del país rechazan la nueva constitución centralista y se separan: Yucatán y
Texas. Con gran dinamismo, Santa Anna levanta un ejército de seis mil hombres y emprende la
marcha hacia el norte para reducir a los colonos secesionistas, pero dando una vuelta terrible, el
general Santa Anna fue batido y hecho prisionero el 21 de abril. Después de pasar la deshonra,
sufrir vejaciones, amagos, y firmar un vago tratado que propiciaba la independencia de Texas,
Santa Anna arribo a Veracruz y se retiro a Manga de Clavo. México perdió el territorio de Texas,
por su parte Santa Anna perdía el amor de sus conciudadanos.

Al año siguiente, Francia ataco y apoderado de Veracruz, con energía e invaluable valor, Santa
Anna hace que sus enemigos partan “a punta de bayoneta”. Su consecuencia fue ser herido de una
pierna, que posteriormente pierde; el pueblo enternecido volvió adorarlo. Como escribió Justo
Sierra “y la nación entera estaba a los pies de aquel Don Juan del pronunciamiento, del Te Deum y
del préstamo forzoso”, el “gran seductor” “¿Qué se traía ese hombre?” se preguntaba “en quien
las masas populares… se empeñaban en ver como un mecías?” “Disimulo, perfidia, astucia,
perspicacia”, “todo al servicio de la vanidad y la ambición”; pero había tambien, un
comportamiento histriónico. Santa Anna era, ante todo, un “gran comediante”, un actor tan
plenamente identificado con su papel que siempre parecía sincero. Así como interpretaba el papel
de Cincinato,, volvería a su verdadera vocación: conspirar; conmover al público con sus palabras;
poner y quitar militares en “el sillón presidencial” y congreso en la Cámara. Entonces retornaba,
hacia su entrada triunfal, se convertía en patrono de las artes, ponía la primera piedra de un teatro
que llevaría su nombre, acudía a la opera, posaba para sus estatuas encuestes o de pie; establecía
un guardia de granaderos uniformada a todo lujo, disfrutaba de su flamante título de “benemérito
de la patria”, imponía aranceles, impuestos, confiscaciones y exacciones a su antojo (hasta al
clero), asistía a desfiles, fiesta, tedeums, enterraba con lagrimas a su esposa, 41 días después
contraía nupcias con una hermosísima joven de quince años, y enterraba lo más valioso: su pie.
Santa Anna, a pesar de todo, se aburría, y entonces terminaba por refugiarse en esa sucursal del
Palacio Nacional. Y como escribió Guillermo Prieto:”Santa Anna era el alma de este emporio del
desbarajuste y de la licencia… conocía al gallo tlacotalpeño y al de San Antonio el Pelón o
Tequisquiapan, daba reglas para la pelea de pico y revisaba… que estuviesen en orden las navajas
de pelea… éste reía y estaba verdaderamente en sus glorias en semejante concurrencia”. Seguirán
nuevas apuestas en la política nacional; más pronunciamientos, conspiraciones y exilios.

Santa Anna era, causante principal de la inquietud, el desorden, la irresolución y la desorientación


que vivió el país en sus primeras décadas de vida independiente, pero también fue la consecuencia
de estos estados, su expresión personalizada; reflejaba a su vez estados colectivos similares en las
élites rectoras del país. México parecía no consolarse de no haber sido, no ser, una monarquía.
Santa Anna se originaba en parte a su magnetismo personal, pero también en la fidelidad con que
su personaje reflejaba el ánimo y las actitudes cortesanas, videncias listas y apostadoras de
aquella sociedad sobre todo en sus minorías criollas. Ausente de una legitimidad legal; en Santa
Anna se expresaba una máscara, a menudo grotesca, de ambas legitimidades mezcladas. Tenía la
propensión de sostener, incluso, ideas enteramente contrarias a sus opiniones privadas, pero
¿tenía ideas Santa Anna? las entendía como extremos que había de moderar, no como directrices
concretas por consolidar. Pero lo que si creía, era en el “gobierno de uno”. En el Congreso, ante los
esbozos legales, se pronunciaba alternativamente a favor y en contra, no solo por oportunismo
sino por desorientación, por vacio interior de convicciones e ideas. Ensayaba papeles en un país
que ensayaba proyectos.

Bibliografía

Krauze, Enrique. Siglo de Caudillos: Biografía política de México (1810-1910). Septiembre de 2007

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