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¿que clase media?

del hotel Sheraton comprador unos 500 metros, hasta una casa
-¿Qué onda?, le pregunto. donde -mágicamente- en el living aparecieron
A lo que me responde: “Ja, ja, es que tengo un cientos de repuestos para autos.
amigo que labura en el Sheraton.” -Es que está todo podrido con la yuta y bueno...
“Seguro”, pienso y sigo caminando entre los Ahora les tiramos unas monedas a los que
“puestos” de entrada a la Feria. viven por acá; se copan y nos aguantan
Todo a lo largo de las primeras cuadras hay algunas cosas. Si no, no se puede vivir -remata
repuestos para autos: desde ópticas de Falcon el puestero, con todo el genio y la contradicción
hasta accesorios de 4 x 4; encontrás lo que permanente de la clase media-baja en sus
quieras, y siempre a precios irrealmente bajos. palabras-.
- Ahora se paró un poco el tema de los repues-
tos, me comenta uno de los puesteros-. (Abajo)
la comisaria
Es que los pibes se estaban cebando y ya Todo está a La Feria está ubicada en jurisdicción de la comi-
la venta en
estaban cortando (robando) autos acá nomás y al Feria saría 10ª de Lomas de Zamora, correspondien-
traían los repuestos fresquitos y en un momen- Olimpo, te a Ingeniero Budge. A pesar de eso me resulta
desde
to se pudrió. vestidos de extraño que en todo el recorrido me topé con la
novia viejos
Pero de pronto alguien dice las palabras mági- hasta policía apenas dos veces.
cas: “Che, ¿hay algún alerón para Escort?” con- Al llamar a la comisaría para que digan quién
soladores
- Sí, amigo. Esperáme un toque. usados autoriza esta feria, nadie se hace cargo. Empie-
entre otros
Y de pronto el vendedor hace caminar al “juguetes” zo a escuchar: “El comisario no está” o “Llamá
a la Municipalidad”. “Qué raro -le digo al oficial
que me atiende-, a mí me dijeron que si quería
poner un puesto tenía que pagarle 5 pesos a la
Policía”.
Durante las próximas dos horas la comisaría
debe haber recibido un montón de denuncias,
porque el “tu-tu-tu-tu-tu” del tono ocupado duró
precisamente ese lapso.
Casi ninguno de los puesteros quiere poner
la cara para la nota. Solo Josué, dueño de un
puesto íntegramente dedicado a San la Muerte.
“Esto es mi vida -dice mientras toca una cítara-
es el instrumento de la muerte”.
Ofrece desde velas y estampitas hasta vino.
“Acá vienen muchos pibes que en la semana se
mandan cagadas, ellos acuden a San la Muerte
como un protector, que en realidad lo es. Bue-
no, cada uno vive como quiere, ¿no?”.
En un momento del recorrido pasamos sobre
un puente que cruza un arroyo, en realidad un
brazo del río Matanza. E l olor es insoportable,
realmente no entiendo cómo familias enteras
se acomodan sobre el puente a vender.

barrio boliviano
Al cruzar este puente empieza la parte más
civilizada de la Feria, un pequeño centro comer-
cial de la colectividad boliviana donde encontré
algunas discotecas (“Sábado: agrupación
Préstame un envase. Domingo: grupo Brindis”,
decía uno de los carteles), supermercados,
kioscos, puestos de comidas donde hasta
vendían algo llamado “conejo falso” (sic).
Pasando el barrio comercial se llega a otro puen-
te y otro arroyo y nuevamente el olor insopor-
table. Al cruzarlo, más puestos espontáneos:
(Arriba) una escuela que oficia de vidriera para una feria
“Esto es mi vida -dice
La feria
también americana, ya que la totalidad de sus rejas
ofrece

Josué en su puesto de puestos de están tapadas con ropa usada. Cerca de ahí,en
comida el lugar más precario de toda la feria, se elevan

San la Muerte mientras


fresca y de
especiali- dos columnas de alta tensión en medio de una
fotos juan poli/ gentileza ocpc

dades
canchita de barro, y debajo de las torres se en-
toca una cítara-,
bolivianas,
como cuentran desparramadas cientos de personas,
anticuchos.

es el instrumento compradores y vendedores de cualquier cosa.


-“Acá están las mejores ofertas”, me dice un
de la muerte”. tipo. “Los vendedores estos están cagados de
hambre: si quieren $5 ofrecéle $2, si total lo van
a agarrar igual”.M

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