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LA VISIÓN DEL TIEMPO

En torno al año 1000 la vida humana estaba íntimamente unida a los ciclos de la
naturaleza. El trabajo se iniciaba y finalizaba con la luz solar; estaba prohibida la
actividad laboral nocturna, para evitar eventuales incendios producidos por las velas o
antorchas.
La existencia estaba sujeta a las oscilaciones climáticas: una mala cosecha debida a
sequía o inundación causaba inmediatamente carestía y hambre, y la debilidad física
facilitaba la propagación de enfermedades como la lepra y la peste (en gran parte
debidas a la falta de higiene).
La esperanza de vida de un europeo del año 1000 era semejante a la actual en los países
subdesarrollados.

Los hombres y las mujeres de entonces poseían una concepción concreta del tiempo y el
espacio. El paso del tiempo estaba marcado no sólo por la metereología, sino por la
división de las horas canónicas que regían los monasterios. El territorio conocido por
cualquier campesino era materialmente escaso: muchos casi no salían de su aldea y sólo
una minoría conocía teóricamente los límites de Occidente. Las distancias se medían
según lo que se podía recorrer en rudimentarios carros desde el alba a la puesta del sol:
unos 60 kilómetros.
El tiempo tenía para el hombre medieval dos referentes; el primero, de carácter físico,
era el sol; el segundo, de carácter espiritual, eran las campanas de las iglesias. Esto
ponía de manifiesto la dependencia del ser humano respecto a la naturaleza no conocen
más que la alternancia del día y la noche, del invierno y el verano. Su tiempo es el de la
naturaleza, con el ritmo de las labores agrícolas y el pago de las deudas y rentas
señoriales. Los tiempos litúrgicos se acomodaron a las grandes divisiones del año, las
estaciones. Al inicio del invierno, el Adviento anunciaba el nacimiento de Cristo. Tras
él, al comenzar la estación y terminar el año, las fiestas navideñas estaban seguidas por
un tiempo de purificación : Cuaresma, recuerdo de los cuarenta días de ayuno de Cristo
en el desierto). Con la primavera, llegaba la Pascua. Y con el verano, la festividad de
san Juan, , y, tras él, la Asunción de la Virgen la gran fiesta de la fertilidad de las
cosechas. La llegada del otoño, con la rendición de cuentas y rentas, se puso bajo el
título de dos santos mediadores: Mateo, el recaudador y Miguel, el arcángel encargado
de pesar las almas Por fin, el año cristiano, pero también el de la actividad agrícola,
ganadera y pesquera, concluía en torno a Todos los Santos (1 de noviembre), la
conmemoración de los fieles difuntos heredados de la tradición celta.

Para el ritmo semanal, el relato bíblico de la creación el que consagró seis días de
trabajo y uno de descanso, en que está prohibido todo trabajo, incluso el viaje, si no es
por motivo grave. De esta forma, por cristianización de tradiciones previas o imposición
de otras nuevas, la Iglesia se convirtió en la gran dominadora del tiempo en la sociedad
europea. Incluso, dentro del día, el ritmo de las horas se inspiraba en el de las previstas
en las reglas monásticas y las campanadas de los templos se encargaban de recordarlas.

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