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Gwendolyn 3-19-4 es el nombre de un piloto de un

carguero espacial. Ella viaja sola por los más


insospechados rincones de la galaxia transportando todo
tipo de mercaderías: desde sofisticados equipos de
minería computarizados hasta peligrosos entes
biológicos tipo “alien”, capaces de destruir su nave en un
segundo.
Ella es audaz,
temeraria y
soñadora,
capaz de
desafiar los
protocolos de
“La compañía”
cuando van en
contra de sus
principios. Pero
ella también es
una mujer, que
encontró en un incompleto filme del siglo XX llamado
“Casablanca”, de Humphrey Bogart, el tesoro casi extinto del
romanticismo, pues en su mundo el hombre se había
transformado en un ser frío y deshumanizado.
En cierta ocasión, cuando
Gwendolyn regresa de una de
sus misiones, en vez
encontrarse con el habitual y
merecido descanso recibe una
extraña orden de sus
superiores.
Inmediatamente debe ponerse en marcha hacia el lugar más
apartado del universo para trasladar algo secreto.
A pesar de que entre sus obligaciones figura controlar lo que
suben a su carguero, en esta ocasión le prohíben chequear el
contenido.
Ella intuye el miedo y el nerviosismo en las órdenes firmadas
y parte.
El final de su viaje no es
ningún planeta, sino otro
carguero que le aguarda
con instrucciones
similares a las suyas:
llevar la carga a otro sitio
más lejano. Es la mítica
carga, “La carga”, una
misión que todos los
pilotos han oído en
alguna ocasión, pero que
consideran como una
leyenda urbana.
Son miles de toneladas de desechos tóxicos y radiactivos
que vagan por siempre, de carguero en carguero, pues no
pueden ser eliminados ni destruidos.
Ni siquiera arrojados a
las estrellas, pues su
poder era tan letal que
volvían a ser escupidos
por las explosiones
solares hacia el espacio.

Dicen que esta historia


futurista tuvo principio en un
país de la Tierra.

El país se llamaba Pataguay.


Esa noche a orillas del lago, el joven Justo contemplaba las
llamas de la fogata. Las ágiles danzarinas que cimbreaban el
cuerpo sobre las brasas lo tenían hipnotizado. Su “socio”
trató de animarlo:
-¿Qué te pasa, viejo? Vení vamos a chupar, que hoy es
viernes y comienza el finde. Tenemos birra y las locas están
en onda …
-No sé qué me pasa. Parece una
maldición. Desde que entré a trabajar
en la financiera mi estómago se fue
al mazo. Pero no soy el único. Sólo
en este mes, a una de las chicas que
estaba embarazada le dio un
accidente cerebral. Uno de los
choferes murió de un paro cardíaco.
Todos mis compañeros dicen que
tienen gastritis y el dolor de cabeza
es generalizado. Hoy se internó otro.
-No vas a creer en esas
estupideces religiosas,
¿verdad? Aquella diabla
rubia de allá dice que te
puede hacer conocer el
infierno … si estás
dispuesto. Mirale como
mueve las lolas … jejeje.

-Lo que miro es la orilla de


este lago. Cuentan que
antes era limpio y por eso
le decían “azul”. Pero ahora
ni me animo a meter un pie.
¿Te fijaste que no se pesca nada, ni aves hay más? Hasta
las plantas parecen muertas.

-Dejate de joder, men. Estás depre nomás.


-Hoy me contaron que hacia 1987 los
que estaban en el gobierno ligaron un
tocazo de dinero procedente del
extranjero para hacer desaparecer 200
mil barriles de sustancias tóxicas.
Sólo llegaron 30 mil y fueron
enterrados en diferentes partes de
Pataguay.
Debajo del predio de la financiera había unos barriles
oxidados que desenterraron no hace mucho. Eso me contó
uno de los más antiguos. Pero debe haber más, porque un
olor extraño viene desde abajo. Por eso te dije sobre el
diablo.

-Ves demasiadas películas de terror. ¿Creés que la puerta del


infierno está en el sótano de tu financiera?
-No. Seguro que vos de
tanto chupar no tuviste
tiempo de ver “Erin
Brockovich”. Es una
historia de la vida real en
la que muchas de las
personas que viven cerca
de las instalaciones de
“Gas y Electricidad del
Pacífico” extrañamente
comienzan a enfermarse
de diferentes tipos de cáncer. Ella investiga y pronto se da
cuenta de que el agua utilizada para enfriar no sé qué turbina
estaba contaminada y llegaba a los pozos y a los niños, y a
los adultos que se enferman y mueren o gastan todo lo que
tienen en hospitales sin sospechar que los culpables son sus
poderosos vecinos. Vecinos que ganan fortunas con la vida
de inocentes. Eso ocurrió y ocurre.
-¿Y creés que eso está pasando
acá?
-Una cosa es sospechar y otra
cosa probar. Entre nosotros hay
gente demasiado poderosa con
fortunas incalculables que no
saben justificar. Y se los deja
libres por falta de pruebas. Pero
cuando ellos no estén nosotros
vamos a sufrir las consecuencias.
-Con la plata que tienen ellos se van a ir lejos de Pataguay y
nuestros hijos y nietos van a enfermarse y a morir.

-Si llegamos a tener nietos, porque esos contaminantes de


los que hablan no sólo producen cáncer sino que también
afectan los genes. Pueden nacer bebés deformados. Es más,
¿qué sabés vos de porqué hay tanta gente con cáncer ahora?
-Sí. Hay demasiados
responsables con manos
rojas de sangre que se
lavan con billetes.
Imaginate si esos
tóxicos llegan a las
aguas subterráneas.

-¿Si llegan? Para mí que


hace rato ya llegaron. ¿O
creés que es una
coincidencia que tantos empleados se enfermen todos juntos
debalde nomás?

-Puede ser otra cosa … pero lo que me preocupa es … si


salieron 200 mil barriles y sólo llegaron 30 mil, ¿dónde
enterraron el resto? ¿En el Ch…?
-Y debe ser un lugar casi
deshabitado, donde no llame
la atención.

-Y donde la tierra no sea salada porque


la sal corroe más rápidamente el metal.

-¡A la pucha! No me digas que estás


pensando lo mismo que yo.

-Sí. Si acá ya comienzan


a reventar esos barriles, allá sería mucho peor.

-Y ellos creían que iban a gobernar por siempre.

-Y que no se iba saber de sus negociados.

-Se creyeron eternos.


Las llamas danzan a orillas del lago como diminutas lenguas
de fuego solares. Justo y su amigo ahora miran en silencio
como hipnotizados. Las estrellas también danzan sobre sus
cabezas en la bóveda celeste, hoy más negra que de
costumbre, pero ellos no se dan cuenta de nada. Nadie se da
cuenta de nada. ¿O si? Dicen que en el futuro, entre esas
mismas estrellas navegará una mujer llamada Gwendolyn
3-19-4. Una mujer enamorada de un Humphrey Bogart
imaginario, una mujer piloto que será nada más que un
eslabón en el eterno viaje de “La carga”.
Pero la carga que antes dormía, hoy
comienza a despertar.

Y a matar.

sin-ley1@hotmail.com
www.sinleyprensa.blogspot.com

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