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CRESTA, ROMINA LUJÁN

Evaluació DNI: 26.193.878

n Final SEPTIEMBRE DE 2009.

POSGRADO
EN
ESTE TRABAJO FINAL FUE REALIZADO A PARTIR DE LA ELECCIÓN EDUCACIÓ N
DEL MÓDULO 2 DEL POSGRADO.
INICIAL Y
PRIMERA
INFANCIA
Cresta, Romina Luján- Evaluación Final realizada en base al
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Así como la concepción de infancia, como el conjunto de intervenciones


institucionales que actúan sobre el niño para dar como “producto” lo que cada
sociedad requiere, fue cambiando, reformulándose y construyéndose en forma
paulatina y de acuerdo a cada período histórico; así también se han ido
modificando y reconstruyendo los vínculos inter e intrageneracionales.
En épocas pasadas, el modelo de familia “normal y socialmente aceptada” era
enseñado desde los textos escolares, desde las publicidades en los medios de
comunicación masivos. Estos prototipos familiares, donde el padre era el jefe de la
familia, el que salía a trabajar todos los días, el que aportaba el dinero a la casa
para cubrir las necesidades, el que llegaba al hogar donde lo esperaba su esposa
(fiel y servicial), con la comida, las pantuflas, etc. Ese modelo de “familia felíz”, al
mejor ejemplo de “Un mundo Felíz”, del autor Aldous Huxley, era un estereotipo
social de la época. Sin embargo, lo que la escuela y los medios pregonaban como
ideal de familia, no era tan allegado a la realidad, puesto que ya existían casas de
niños expósitos para cuidar a niños abandonados, que por lo general, eran bebés
extramatrimoniales. Esta idea de homogeneizar a todas las familias, tenía como
propósito el fundar una Argentina sólida en valores, con los mismos ideales.
Pero las sociedades y las estructuras culturales van cambiando y modificando los
modelos. Ya a mediados del siglo XIX, un censo arroja datos de mujeres que son
jefas de hogar y que mantienen a sus hijos sin la necesidad de tener un hombre al
lado. Claro está, que a pesar de querer esconder bajo la alfombra estas
realidades, las mismas comienzan a surgir cada vez más, ya sea por los cambios
de paradigmas, la globalización, la salida de la mujer al mundo del trabajo, etc. El
creer que las familias de antes eran ordenadas, armónicas, estables y jerárquicas,
fue un concepto que aprendimos en la escuela, que la sociedad y el Estado
querían imponer como modelo “de familia bien constituída”, sin embargo y desde
siempre, la heterogeneidad en el ámbito familiar ha estado presente.
En la actualidad, los estereotipos familiares han ido cambiando un poco las
concepciones, ya no es posible hablar de un modelo ejemplificador, pero sí
podemos hablar de los vínculos que se mantienen en el tiempo, sin la necesidad
de que padres e hijos vivan bajo el mismo techo, la perdurabilidad de los vínculos
hace que podamos hablar igualmente de familias organizadas de modos
diferentes de acuerdo a las distintas realidades y necesidades. Los vínculos
familiares se construyen a través de la elección, desde el afecto, pero no son algo
que esté predeterminado. Las familias se van reorganizando en su convivencia
para poder sobrevivir, mantenerse vivos en un mundo social tan arrasador y en
constante movimiento.
Estos cambios a los cuales hago referencia también han llegado a la escuela, ya
que escuela y familia han estado siempre relacionados en mayor o menor medida.
En tiempos pasados la inclusión de los niños en el ámbito escolar era visto como
un intento de reeducar aquello que habían aprendido dentro del ámbito familiar,
como efecto de moralizar e interrumpir el pasaje entre generaciones a modo de
educar al bárbaro. También la familia fue considerada por la escuela como un

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soporte en la educación, como una ayuda indispensable en la misma, sin la cual la


educación caía en saco roto. En otro punto acercándonos a mediados del siglo XX
la familia comienza a ser considerada como la educadora inicial de valores pero
sin los conocimientos técnicos necesarios por lo cual, necesita de la escuela para
complementar la educación. Ricardo Nassif, al respecto dice: “[…] Cuando las
condiciones normales están dadas, la familia es un agente y una comunidad
educadora de primer orden. Es el núcleo donde se presentan a las generaciones
jóvenes los primeros elementos educativos. Mediante ella actúan las costumbres,
la tradición, la moral; es ella quien crea los primeros lazos que unen al hombre con
su comunidad”.
Más allá del lugar que ocupe la familia o la escuela dentro de la historia educativa
y dentro de la construcción de la subjetividad de un niño, cabe destacar que no es
rol de la escuela el suplantar a la familia y viceversa. Es necesario que ambas
instituciones, a pesar de los cambios que las van reestructurando, actúen en forma
aliada, de manera tal que se puedan construir acuerdos en pos de un objetivo
común: la educación de un niño.
Las familias al igual que las escuelas presentan una diversidad enorme en su
interior y en tal sentido es necesario que tomemos el concepto de educabilidad.
Educabilidad y diversidad van de la mano. Los docentes, no nos encontramos en
la posición de juzgar, aunque en muchas ocasiones lo hagamos. La procedencia
de un niño, las costumbres familiares que trae consigo, las diferencias
económicas, muchas veces actúan como estigmas dentro de la escuela. Los niños
que provienen de familias de sectores de bajos recursos son calificados y
colocados dentro de un marco de educabilidad menor que el resto de los niños
“acomodados o normales”, que juzga no sus capacidades para aprender sino su
condición socioeconómica. La matriz comeniana (Comenius) habla con respecto a
la educabilidad, diciendo: “los desafíos a la educabilidad no deben buscarse
necesaria y habitualmente en fallas de la naturaleza de los hombres, sino, en todo
caso, en el efecto de las prácticas o educación humana. En última instancia, en la
ineficacia del método”. Esto último no significa que la escuela nunca haya
atendido a la diversidad, sino que ocupándose de ella, o gracias a la existencia de
grupos diversos, se fueron definiendo los criterios que otorgaban mayor identidad
al “alumno común”. Es decir, el término diverso sólo estaba concebido por las
diferencias de los alumnos entre sí, siempre y cuando no afectara su educabilidad.
En el camino de la homogeneidad, la escuela ha desarrollado prácticas de
enseñanza bajo la premisa falsa de igualdad en los puntos de partida, dejando de
lado a aquellos niños que por carecer de estímulos externos o de ciertas
posibilidades socioeconómicas no han logrado igualarse al resto del grupo. Es así
como funciona esta inclusión excluyente que coloca al borde del fracaso escolar a
estos grupos más vulnerables.
Sin embargo, hablar de diversidad en toda la extensión de la palabra y en una
abarcación completa del término, no sólo nos sitúa en las diferencias externas sino
que también debería situarnos en la multiplicidad de estrategias a utilizar para que

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este grupo heterogéneo logre avanzar en sus aprendizajes sin importar el


destiempo. Así como en épocas de antaño, las familias que no se igualaban al
modelo eran escondidas, del mismo modo se trata de esconder a los niños que no
responden a la igualdad. En la actualidad, donde los tiempos son diferentes y las
innovaciones tecnológicas se encuentran inmersas dentro del aula es tiempo de
aprovechar estos recursos tecnológicos para revertir ciertas estrategias
acomodando y planificando actividades diversas para nuestros grupos diversos.
La metamorfosis que ha ido sufriendo tanto la institución familiar como la escolar
han repercutido indudablemente en la construcción de la subjetividad del niño,
dando lugar también a una profundización de las desigualdades. Cada vez más
son los chicos que son excluídos de las escuelas, cada vez son más los chicos
que andan por las calles mendigando, cada vez son más los niños pobres que no
vislumbran un futuro diferente. Es también necesario recordar que todos los
procesos innovadores traen aparejados cambios que muchas veces las
sociedades no estamos preparadas para responder y asumir las
responsabilidades pertinentes. No obstante, hay algo que permanece inalterado:
los niños “los cachorros” siguen teniendo la necesidad de contar con un adulto que
cumpla con la función de cuidado y protección y al mismo tiempo de separación de
su mundo familiar para poder apropiarse de otros mundos, es decir de la cultura.
En la escuela, el docente es ese adulto que debe transformar esa realidad y
transformarse en un espejo de oportunidades. En épocas de antaño, donde no era
necesario que la mujer saliera a trabajar, los menores quedaban al cuidado de la
madre o de los hermanos mayores en su defecto, pero siempre a cargo de un
adulto. Un adulto que proporcionaba modelos, que confrontaba las ideas, que
proporcionaba las herramientas necesarias para que el niño pudiera ir
construyendo su subjetividad, sus bases para la vida. Sin embargo, los tiempos no
son los mismos que antes y ese adulto del que hablábamos ya no se encuentra
con el niño, cada vez se aleja más. Por ello es necesario el docente en la escuela,
porque quizás sea el adulto más próximo para ese niño, este adulto que dejará
una huella asimétrica pero necesaria y facilitadora del crecimiento. Es aquí donde
la escuela y los docentes comienzan a jugar un papel preponderante: en el aula,
en el patio, en una clase, es donde se vislumbran las diferentes realidades que
viven los niños. Lo que se trata con esta cuestión es que los niños no queden
librados a su suerte, sino que a través de esa distancia-acercamiento con el “otro-
adulto”, se vayan entretejiendo una trama de sentidos donde puedan alojarse las
palabras, los números, los relatos, los dibujos, los juegos particularmente en el
Nivel inicial son de crucial importancia ya que a través del juego el niño puede
sacar afuera, desvestir aquello que está oculto, aquello que vive a diario, sus
sentimientos, necesidades y temores. Al respecto, deseo destacar un párrafo
escrito por Perla Zelmanovich, que expresa:
“[…] Hablar de un niño, significa pensar en una subjetividad en vías de
constitución, que no está dada desde el vamos. Significa pensar en una
subjetividad que se constituye en el discurso de los adultos, que requiere de

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alguien que le acerque al niño la lengua y la cultura, y que al mismo tiempo, le


ofrezca espacios de protección que le posibiliten aprehenderla”.
La escuela comienza a revalorizarse como constructora de nuevos significados
cuando es capaz de desestructurarse acompañando los cambios de modo
creativo, atendiendo a cada uno con sus particularidades, brindando posibilidades
para que todos puedan desarrollarse, dejando atrás sus prácticas
homogeneizadoras que, hoy por hoy, sólo tienden a afianzar cada vez más la
brecha existente entre las generaciones. Con todo esto tampoco se pretende
transformar a la escuela en un ámbito donde sólo se atiendan las necesidades de
los alumnos, o en un lugar donde lo lúdico sea lo único; la escuela debe ser “el
lugar” donde se propicie el desarrollo integral de cada persona, debe estar
preparada para los cambios sociales, tecnológicos y de paradigmas que se
producen de forma tan acelerada.
La institución familiar, como se ha expresado antes, a pesar de los cambios que
ha sufrido y de las relaciones (de tirantez) con la escuela, y de las diferentes
posturas que toma cada familia frente a la educación, en tiempos de crisis, de
cambio, ha volcado por completo sus esperanzas e ilusiones en la escuela
considerándola como un refugio simbólico. En este nuevo contexto, la escuela es
el eslabón fundamental ubicado en el centro de la cuestión. Como dijimos antes,
es el lugar donde el niño no sólo se encuentra con sus pares para intercambiar
pautas, conductas enseñanzas y aprendizajes, sino también donde se encuentra
con un adulto no familiar que le ayudará a construir su personalidad para el futuro.
Por otra parte, el otorgarle a la escuela actual ciertas responsabilidades que antes
no tenía no quiere decir que haya que dejarla con todo el problema a su
disposición ya que genera en algunos docentes ciertos temores frente a las
distintas realidades que les toca vivir, siendo uno de los malestares más comunes,
el que Michel Autés (2004), denomina como “riesgo de desligadura”. Esta
desligadura estaría dada por las dificultades que tenemos los docentes para
otorgar sentido a aquello que les acontece a los alumnos, es decir, dificultades
para comprender a nuestros alumnos y el acervo cultural que traen consigo.
Considero que este concepto de “riesgo de desligadura” está muy ligado al bajo
nivel de educabilidad que la escuela le otorga a los niños que no responden a los
cánones de “normalidad”, transformándose en una cadena viciosa, puesto que el
hecho de no poder comprender las realidades culturales que un niño trae desde su
casa implica delimitar sus condiciones y capacidades para aprender. Cabe señalar
que el riesgo de desligadura en relación con la educabilidad puede darse tanto en
niños que provienen de un hogar humilde con bajos recursos como así también
puede darse en niños de hogares acomodados, por ejemplo: un docente puede no
comprender la cultura de la cumbia villera, como así también, puede no entender
la cultura de los floggers, generando en ambos casos estimaciones de la
educabilidad que pueden ser erróneas, colocando un límite (o tope) en aquél que
posee capacidades para aprender más desarrolladas como delimitando una
mínima base en aquél que recibió menor estimulación o que por provenir de

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sectores sociales pobres es considerado por su nivel sociocultural y no por sus


capacidades intelectuales)
El trabajo con niños en los tiempos que corren no es tarea fácil, pero tampoco
imposible. Es aquí, donde deben ponerse todas las herramientas en
funcionamiento para comenzar a valorizar las diferencias que cada niño trae
desde su hogar, empezar a valorizar y respetar la diversidad lejos de ocultarla o
tratarla como aquello de lo que hay que huir; si bien los estudios terciarios y
universitarios no preparan a los docentes para este tipo de realidades, debemos
asumirlas y responsabilizarnos acerca de nuestras propias prácticas. Si bien,
familia y escuela se han disputado durante mucho tiempo quién posee el papel
educador frente a los niños, el hecho de que cada vez más escuelas incluyan en
sus matriculas a niños pequeños nos está demostrando que la educación dentro
del Nivel Inicial cumple un papel fundamental, sea cual fuere la razón por la cual la
familia decide enviar al niño a la escuela infantil, es momento de empezar a
revalorizar al Nivel dándole la importancia que se merece y por la que tanto lucha.

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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