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No somos chilenos

Por Víctor Beltri

Los chilenos acaban de ser sometidos a una prueba excepcional. La unidad


de la gente, la destreza de los técnicos, el liderazgo del presidente. Y la
prueba fue transmitida, meticulosamente, al resto del mundo.

Sería muy mezquino no emocionarse con las imágenes del rescate. Con las
historias de cada uno de los mineros: todos eran especiales. Cada minero
tenía un toque distintivo, algo que lo hacía característico: desde el futbolista
hasta el infiel.

Y seguiremos escuchando más sobre la historia. Ya vendrán las impresiones


de la familia, de los rescatistas, de los reporteros que estuvieron ahí, en el
lugar de los hechos. Libros, películas, homenajes. Canciones y videojuegos.
Y, por encima de todo, la figura del presidente Piñera. El presidente con la
mano en alto y el índice apuntando hacia el horizonte; abrazando a los
mineros; saludando a los niños; ondeando una bandera. Se lo tiene
merecido. Tomó las decisiones adecuadas, en el momento adecuado, y supo
utilizar a los medios de una manera adecuada.

En México, mientras tanto, palidecemos de la envidia. Es imposible no


recordar la tragedia minera que vivimos hace algunos años, en Coahuila, y
más imposible, aún, no hacer comparaciones: los chilenos están vivos y con
sus familias, mientras que los mexicanos siguen enterrados. Falla del
gobierno. Culpa del espurio, de Fox, de los empresarios. Sin importar las
circunstancias de cada tragedia, del tipo de mina, del mineral extraído:
veremos, de forma paralela a la historia de los chilenos, a los habituales
agoreros de la calamidad demostrándonos, con sus argumentos
absolutistas, cómo México está una vez más, por cualquiera que sea la
razón en turno, al borde de la catástrofe, a punto de confirmar la tesis del
estado fallido.

La epopeya de los mineros, con sus tintes de tragedia, humanidad, y triunfo


al final, es el incidente soñado por cualquier gobernante. Le permite obtener
el respaldo irrestricto de su pueblo, el reconocimiento internacional y
aporta, si es bien utilizado, un bono de gobernabilidad incuestionable.
Piñera lo sabía, y las cosas le salieron bien. En cierto sentido fue una crisis
que se podía controlar: si no hubieran existido, desde el principio,
probabilidades elevadas de un rescate exitoso, la comunicación hubiera
tomado otros caminos. No hubiéramos visto las banderas, la transmisión en
vivo, el casco con los colores, la cápsula, los parientes llorando.

Nosotros no somos chilenos. También tenemos nuestros problemas, pero no


son tan puntuales, al menos en este momento. No hay manera de saber las
probabilidades de tener éxito en un plazo determinado, y no podemos
llamar a los medios para mostrarles el espectáculo que la gente necesita. Ya
no más. Pero nos enfrentamos a un reto mucho mayor que el de los
chilenos, y necesitamos de la misma unidad, de la misma humanidad, de la
misma humildad y del mismo liderazgo que ellos pusieron para resolver su
crisis. Necesitamos, así como los chilenos, darnos cuenta de la humanidad
detrás de las víctimas: los muertos por el narcotráfico son ciudadanos, como
nosotros, pero también las personas que caen en adicciones lo son. No son
simplemente números en las estadísticas: son individuos, miembros de una
familia, con una historia detrás. El futbolista y el infiel también son
mexicanos. Y tenemos que estar unidos, también, para resolver nuestras
tragedias. El presidente no va a resolver la crisis solo. Calderón no puede
cavar el túnel por sí mismo para rescatar a los 110 millones de mexicanos:
el túnel lo cavaremos en la medida en que seamos nosotros mismos
quienes exijamos más de nuestras autoridades, cumplamos con las leyes,
paguemos nuestros impuestos. En el momento en el que entendamos que el
Estado de Derecho implica, además de derechos, obligaciones.

Sí, podrán decir que nos falta liderazgo. Que la guerra contra el narco no es
nuestro problema. Que es un error de Calderón. Que mejor legalicen y nos
quitamos de todo esto. Que estaríamos mejor si la elección del 2006 hubiera
salido de otra manera. Pero, señores, ya estamos dentro de la mina.
¿Cavamos el túnel o nos seguimos quejando?

contacto@victorbeltri.com y twitter.com/vbeltri

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