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TRES CARAS

Dos minutos para las ocho, me quedé dormido otra vez. Tengo que correr, mi primera
clase es con el Gustavo, seguro que el anciano ya está anotando mi nombre en la
próxima lista de suspendidos. Subo las escaleras, falta poco para llegar a la sala. Me
encuentro tan desesperado que no veo a la persona que va doblando por el pasillo. ¡Zas!
Choco de frente y caemos al piso.
-¡Ouch!- exclamo frotando mi cabeza, siento como si hubiera golpeado una pared.
-¿Estás bien?- me pregunta tendiéndome la mano. Por lo visto el que salió peor parado fui
yo.
-Eso creo- respondo poniéndome de pie-. No veía por dónde iba.
Por primera vez me fijo con quién tropecé. Una chica de pelo castaño me mira
preocupada con unos intrigantes ojos plateados. Debe tener más o menos mi edad, qué
raro, nunca antes la había visto por el colegio. El sonido del timbre me devuelve a la
realidad.
-¡Ah! Tengo que irme.
-Cálmate un poco- me aconseja.
Al fondo del pasillo se cierra la puerta de mi clase, ahora sí, ya no tiene sentido correr.
Respiro profundo y trato de hacerle caso. Solo puedo esperar la clemencia del profesor y
que el chichón en mi cabeza justifique el atraso.
-¿Quién eres?- pregunto a la chica.
Pero a mis espaldas ya no hay nadie. Bueno, supongo que lo averiguaré otro día.

Suspiro mientras voy camino a mi casa, me suspendieron, siento como si mis pies fueran
de plomo y se rehusaran a llegar a mi hogar. Si mis padres se enteran tengo un castigo
garantizado. Mejor no les digo, mañana se me ocurrirá algo, un resfriado o vagar por el
centro hasta la tarde, cualquier cosa que me mantenga alejado de la escuela.
Es pensando en esto que veo a un niño jugando a la pelota por la vereda. Añoro cuando
mi vida era así de sencilla, sin exámenes ni deberes, solo divertirse con cosas tan simples
como patear una pelota por la acera. Cierro los ojos y río para mis adentros, ¿en qué
estoy pensando? Ya casi sueno como un anciano. Cuando vuelvo a fijarme, noto que la
pelota está en medio de la calle, el niño va corriendo a buscarla, y un auto se acerca
peligrosamente.
-¡Cuidado!- grito.
No me escucha. El conductor sigue sin verlo. No lo pienso dos veces y salgo disparado,
todo sucede en segundos, un bocinazo, el rostro de sorpresa del niño, sus ojos plateados
abiertos de par en par, y un dolor sordo en el hombro sobre el que caigo.
-Imbécil- grita el conductor mientras se aleja en su auto.
Maldigo al tipo para mis adentros. Me levanto adolorido y busco al niño, no está. Tampoco
hay indicio de que lo hayan atropellado, de él solo queda un chalequito rojo entre mis
manos. Pareciera que sencillamente se esfumó en el aire.
Trato de poner mis pensamientos en orden cuando distingo una pequeña silueta doblando
la esquina. Tal vez estoy algo paranoico, pero tengo que averiguar quién es ese niño, y si
sus ojos eran en verdad plateados.
Está atardeciendo, el cielo bañado por un brillo anaranjado y la suave brisa me animan a
continuar. Doblo por decenas de calles y cruzo muchas plazas, pero cada vez que creo
ver a mi objetivo, se vuelve a esfumar.
Mi obsesiva persecución me lleva hasta el metro, no hay manera de que a tan corta edad
sea más rápido que yo, un motivo más para descubrir su identidad. Bajo al subterráneo
cuando un anciano sentado al pie de las escaleras llama mi atención. Habría jurado que
sus ojos eran del mismo color plateado que los del niño y la chica del colegio.
Busco por el andén, pero no hay rastro de mi objetivo. Ahora sí lo perdí, no hay manera
de que encuentre a una persona entre aquella multitud. Decepcionado salgo del
subterráneo, hecho un vistazo a las escaleras, ya no está el anciano, en su lugar va
subiendo la chica con la que choqué en la mañana, aún vestida con el uniforme escolar.
-¡Espera! ¿Quién eres?- grito, pero ella no se detiene.
Suficiente, tengo que saber qué pasa con esos ojos plateados; la última vez que me
enteré, los lentes de contacto no estaban de moda. Tomo la otra salida del metro y la
espero allí. Va pasando con el rostro rojo y la respiración entrecortada, como si viniera de
una maratón. Me mira y lanza un hondo suspiro, sé que ahora no pasará de largo.
-¿Qué es lo que quieres?- pregunta.
-Que me digas quién eres.
-¿Y no me dejarás tranquila hasta que lo haga?
Mi mirada habla por sí misma. No sé en qué momento me habré enfrascado tanto en
encontrar la conexión entre los ojos plateados, solo sé que algo me llama a saberlo, y que
me arrepentiré para siempre si desisto. La chica cierra sus ojos y suelta un risita.
-Ojalá fuera tan sencillo- una mirada llena de misterio se calva en mí-. Sígueme y te
contestaré.
Asiento con la cabeza y juntos caminamos por las calles hasta uno de los barrios más
antiguos y abandonados de la ciudad. Está oscureciendo y apenas distingo el camino, la
mayoría de los faroles están rotos y no hay luna que brille en el cielo. Más de alguna vez
me tropiezo por las grietas en el asfalto descuidado. Podría ser el camino perfecto a la
boca del lobo, pero ya no importa.
Mi guía señala una casona abandonada al otro lado de la calle, el jardín está lleno de
maleza y un empedrado apenas visible lo recorre. La madera del porche está podrida y
apesta a humedad ¿Para qué escogería este lugar?
Le da un empujoncito a la puerta que por poco se sale de sus bisagras. Me hace un gesto
para que pase y enciende una lámpara de aceite. Investigo mí alrededor, parece un living
antiguo, sillones remendados, mesas y sillas rotas, armarios a los que le falta una puerta,
y sin embargo falta el polvo y las telarañas que caracterizan a los lugares verdaderamente
abandonados.
-Aquí es donde vivo- me dice una voz rasposa de anciano.
Me volteo para encontrarme con que en lugar de la chica del colegio está de pie frente a
mí el viejo de las escaleras del metro, apoyado en su bastón de madera mirándome con
sus ojos plateados.
-¿Qué…
Pero antes de que termine mi pregunta una espesa niebla gris salida de la nada rodea el
cuerpo del hombre. No entiendo qué pasa, en qué tipo de macabra película me habré
metido. La niebla se disipa poco a poco, dejando a un niño con una pelota roja.
-No te he dado las gracias por salvarme del auto, así que para contestar a tu pregunta…
La niebla lo cubre una vez más como un manto fantasma que al desvelarse deja de nuevo
a la chica de cabello castaño mirándome con tristeza.
-No sé quién soy. Tampoco estoy segura de qué soy. Solo sé que puedo usar alguno de
estos tres rostros a mi antojo. Mi memoria, mi propio nombre, si es qué alguna vez tuve
uno; no recuerdo nada. Vago por ahí usando mis tres caras esperando encontrar a
alguien que me reconozca, pero no he hallado a nadie.
Se ve deprimida, bajo la débil luz de la lámpara distingo una lágrima rodar por su mejilla; y
la sorpresa inicial da paso a una tranquila aceptación, hasta volverse compasión. No me
imagino a mí mismo despertar un día sin recuerdos. Más aún, saber que ni siquiera tengo
un rostro fijo. Tímidamente me acerco a “ella” y apoyo una mano sobre su hombro.
-Entonces, ¿cómo puedo llamarte?
Me mira sorprendida, pero traga saliva y responde:
-Aris. Puedes llamarme Aris.
-Aris- no puedo creer lo que voy a decir-, cuenta conmigo para ayudarte a recuperar tu
memoria.
Juego de “10 Sale”.
Es válido cualquier tipo de cartas que vayan numeradas, al menos del 1 al 10. Se
reparte siete a cada participante, y se coloca el resto en la mesa.
Cada jugador puede arrojar al centro 2 cartas, con la condición de que sumen
entre ellas 10. El que antes arroje todas las cartas de la mano gana.
Después de una ronda sin tener las cartas adecuadas, todos tienen otra
oportunidad de pedir una carta a su compañero de la derecha, quien tendrá que
dársela si la tiene.

Variaciones:
-Repartir más o menos cartas según el número de jugadores.
-Permitir que sean 3 cartas las que sumen 10, en lugar de 2.
-El objetivo puede ser sumar 9, 8, 11, u otras cantidades.
-Dejar que la cantidad objetivo la decidan los dados.

“Batalla de Suma”.
Se reparten dos cartas a cada participante. El que tiene la suma más alta gana
todas las cartas. Después de que hayan pasado las suficientes rondas como para
utilizar todas las cartas, el participante con la mayor cantidad de ellas gana. Si hay
un empate, los jugadores reciben dos cartas adicionales y luchan con esas para
resolver la igualdad de puntos.
Puede llevarse a cabo también con la resta y la multiplicación, en función de la
etapa evolutiva del menor.

INVÉNTATE UN NÚMERO.

Este juego se puede jugar con otros miembros de la familia o con amigos. Cada
jugador recibe una hoja de papel y un lápiz. Se reparten cuatro cartas numéricas a
cada participante, pero que todos puedan ver. Se explica que, utilizando las cuatro
cartas y cualquier combinación de sumas, restas, multiplicación y división, cada
persona tiene que sacar la mayor cantidad de puntos que pueda en dos minutos.
Los jugadores van sumando la puntuación obtenida en cada ronda.
Aquarela

Numa folha qualquer


Eu desenho um sol amarelo
E com cinco ou seis retas
É fácil fazer um castelo...

Corro o lápis em torno


Da mão e me dou uma luva
E se faço chover
Com dois riscos
Tenho um guarda-chuva...

Se um pinguinho de tinta
Cai num pedacinho
Azul do papel
Num instante imagino
Uma linda gaivota
A voar no céu...

Vai voando
Contornando a imensa
Curva Norte e Sul
Vou com ela
Viajando Havaí
Pequim ou Istambul
Pinto um barco a vela
Branco navegando
É tanto céu e mar
Num beijo azul...

Entre as nuvens
Vem surgindo um lindo
Avião rosa e grená
Tudo em volta colorindo
Com suas luzes a piscar...

Basta imaginar e ele está


Partindo, sereno e lindo
Se a gente quiser
Ele vai pousar...
Numa folha qualquer
Eu desenho um navio
De partida
Com alguns bons amigos
Bebendo de bem com a vida...

De uma América a outra


Eu consigo passar num segundo
Giro um simples compasso
E num círculo eu faço o mundo...

Um menino caminha
E caminhando chega no muro
E ali logo em frente
A esperar pela gente
O futuro está...

E o futuro é uma astronave


Que tentamos pilotar
Não tem tempo, nem piedade
Nem tem hora de chegar
Sem pedir licença
Muda a nossa vida
E depois convida
A rir ou chorar...

Nessa estrada não nos cabe


Conhecer ou ver o que virá
O fim dela ninguém sabe
Bem ao certo onde vai dar
Vamos todos
Numa linda passarela
De uma aquarela
Que um dia enfim
Descolorirá...

Numa folha qualquer


Eu desenho um sol amarelo
(Que descolorirá!)
E com cinco ou seis retas
É (Que descolorirá!)
Giro um simples compasso
Num círculo eu faço
O mundo
(Que descolorirá!)... fácil fazer um Castelo

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