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Etnobotánica
La etnobotánica estudia las relaciones entre los grupos humanos y su entorno vegetal, es
decir el uso y aprovechamiento de las plantas en los diferentes espacios culturales y en el
tiempo.
La palabra etnobotánica proviene de las raíces griegas εθνος (etnos), pueblo o raza y
βοτάνη (botáne), hierba.
La etnofarmacologia, la cual trata del uso tradicional y los efectos de las sustancias
naturales dotadas de actividad biológica (tanto plantas como animales y minerales
medicinales) y
la ecoetnobotánica, que estudia la interacción de los conglomerados humanos con el
mundo vegetal y su equilibrio con el medio ambiente.
Historia de la Etnobotánica
En 1753 Carlos Linneo escribió "Species Plantarum", que incluía información de 5.900
plantas. Linneo es famoso por inventar la Método de Nomenclatura binomial, en el cual
todas las especies (minerales, vegetales o animales) toman dos nombres de (género, y
especie).
El siglo XIX vio el cenit con la exploración botánica. Alexander Von Humboldt colectó
datos del Nuevo Mundo y el Capitan Cook recogió información de plantas del Pacífico sur.
En esa época se inició la sistematización de mayoría de los jardines botánicos, como el
Jardin des Plantes de París(fundado en 1640), el Jardin Botanico Real de Kew, en
Inglaterra, etc.
Entre 1860 y 1890, Edward Palmer colectó artefactos y especímenes botánicos de los
pueblos del oeste de Norteamérica y México. El valor de su abundante recopilación de
datos permitió fundamentar la llamada "botánica aborigen " o estudio de todas las formas
en que los aborígenes del mundo utilizan o aprovechan los vegetales: alimentos,
medicamentos, textiles, ornamentación, etc.
Sin embargo, los primeros estudios con la perspectiva indígena del mundo vegetal fueron
los del médico alemán Leopold Glueck, a finales del siglo XIX, durante su residencia en
Sarajevo
En las dos primeras décadas del Siglo XX aparecieron las investigaciones de Matilda Cox
Stevenson (Plantas Zuñi, de 1915), Frank Cushing (Alimentos de los Zuni, de 1920; y el
grupo cercano a Wilfred Robbins, JP Harrington, y Barbara Freire-Marreco (Plantas del
pueblo Tewa de Nuevo México, 1916).
Etnobotánica moderna
Pero la gran preocupación de Schultes era el peligro que corre esta disciplina al estar
acabándose los ecosistemas del planeta y las costumbres ancestrales de ciertos grupos
humanos
Exposición de hipótesis
Planteamiento de un trabajo para ponerlas a prueba
o Investigación bibliográfica, observación y trabajo de campo.
o Estadística y encuestas: diseño del muestreo y del análisis de los datos
o Interpretación de los resultados y comprobación de hipótesis.
Presentación de resultados
Etnomicologia
Aunque muchos consideran a los hongos en otro reino, esta ciencia tiene un origen común
con la etnobotánica y no debemos descartar también la importancia de muchos hongos y
setas al igual que con las plantas se tiene en las antiguas culturas humanas principalmente
de tradición chamanica.
El presente capítulo tiene como objetivo brindar un breve panorama sobre la forma en que la
etnobotánica funge como herramienta dentro de la sistemática tradicional, etnotaxono- mía o
sistemática folk. El lector encontrará una síntesis de conceptos publicados en fuentes
diversas, un análisis de parte del desarrollo histórico de la etnobotánica, así como un ensayo y
análisis comentado de los métodos más común- mente usados al abordar estas temáticas: el
enlistado libre y las preguntas verdadero/falso. Se considera que incluir esta antología puede
contribuir a presentar la temática y orientar al lector en la búsqueda de trabajos que le
permitan profun- dizar en este aspecto tan cautivante de la sistemática, el cual brinda la
posibilidad de comprender los móviles intrínsecos a cada cultura que llevan a las sociedades a
establecer una determinada interacción con su entorno.
¿Qué es la etnobotánica?
A par tir de la década de 1890 comenzó el interés formal de los antropólogos por las
especies vegetales utilizadas por distintos grupos étnicos, con la finalidad de investigar los
diferentes rasgos culturales de las sociedades, en las que los vegetales ocupan un lugar
importante (Barrau, 1971, 1976; Ford, 1978). El nombre asignado a la disciplina remonta
desde finales de la misma década, cuando Harshberger (1896) publicó un trabajo sobre los
propósi- tos de la misma.
Desde sus inicios, los estudios etnobotánicos se han encarado desde ópticas distintas. Se
han dedicado muchas páginas a intentar definir la etnobotánica, reseñar sus obje- tivos, sus
campos de acción, sus repercusiones, la metodo- logía a utilizarse, entre otros temas (Jones,
1941; Por tères, 1961; Millot, 1968; Ford, 1978; Barrera, 1983; Hurrell,
1987; Galafassi, 1997; Martin, 2001; Cunningham, 2002). Las discusiones que se
generaron, y en cierta medida aún persisten, dan en primera instancia una impresión suma-
mente confusa.
Una de las posiciones reúne a un nutrido grupo de investigadores que dan absoluto
énfasis a los aspectos uti- litarios que las plantas pueden aportar a la ciencia occiden- tal, la
industria o la tecnología; habitualmente estos espe- cialistas soslayan todo lo referido a la
sociedad que es moti- vo del estudio. Muchos autores han planteado un esquema de
conceptos y objetivos en esta línea; desde Schultes (1941), uno de sus más notables
exponentes, hasta Kendler y colaboradores (1992), han sostenido que el des- arrollo
económico de un pueblo precisa de la búsqueda de nuevos recursos vegetales, los cuales
pueden contribuir a enfrentar las necesidades básicas de una población cre- ciente. Barrera
(1983) opinó que los estudios de explora- ción botánica, orientados hacia una fuerte
tendencia utilita- rista, como los que se reseñan, deberían ser encuadrados en la botánica
económica, que se distingue de la etnobotá- nica por su despreocupación del fenómeno
cultural.
Entre los años cincuenta y sesenta surge en la antro- pología y la lingüística el concepto
de las “etnociencias”, en donde el prefijo “etno” adquiere un significado concreto pues los
investigadores incorporan en sus estudios los cri- terios propios de la ciencia vernácula, es
decir la ciencia folk (Fowler, 1979). Encarar estas investigaciones incluye dos modalidades:
desde la sociedad estudiada (perspectiva émica) y desde la ciencia (perspectiva ética). Estas
formas de abordar se basan en criterios de la lingüística; la fonéti-
En el presente, algunos autores proponen englobar todas las diferentes ramas en una
sola disciplina llamada etnoecología y, en particular, se hace más hincapié en la
parafernalia metodológica que en el nombre de la misma. En este sentido, se han publicado
numerosos trabajos donde se analiza de modo retrospectivo la evolución de la disciplina y
se proponen caminos a seguir (Alcorn, 1995; Prance, 1995; Alexiades y Sheldon, 1996;
Cunningham, 2002, entre muchos otros). La tendencia es fortalecerla metodológicamente y
elevar el umbral básico de sus traba- jos. Se parte de la premisa que, desde cualquier
enfoque reconocido, si está hecho según las reglas del conocimien- to científico
(independencia, replicabilidad, etc.), se pueden obtener respuestas impor tantes que se
sumen al cúmulo de conocimientos generales ocorpusgeneral.
Cruz y traducido al latín por Juan Badiano en 1552 (De la Cruz, 1991). En los mismos está
claramente documentado cómo los pobladores prehispánicos de esta región de América
organizaban conceptualmente y empleaban su entorno vegetal.
Alcorn (1995) realizó una síntesis sobre las preguntas más comunes de la etnobotánica,
gran parte de ellas ya mencio- nadas al comienzo de este trabajo. Entre todas, las más
interesantes para el presente apartado, son aquellos cues- tionamientos que analizan qué
piensa la gente de las plan- tas, cómo las diferencian entre sí y cómo las clasifica según la
cultura a la que pertenece.
En efecto, las decisiones humanas sobre la forma de establecer sus relaciones con el
entorno, se basan en fac- tores biofísicos y socioculturales, los que a su vez están
condicionados al modo de percibir el mundo natural que tiene cada ser humano (Cotton,
1996). Según lo propues- to por Fowler (1979) y Cotton (1996), el estudio de dicha
percepción y de las “decisiones ambientales” puede reali- zarse desde las perspectivas ética
y émica. En el primer caso, se identifican los rangos o factores que influencian el modo en
que el ambiente es percibido localmente, teniendo en cuenta el objetivo natural (es decir el
ambiente, o sus componentes, como tales) y la construcción sociocultural (es decir, la
interpretación local del ambiente), que pueden modificarlo. En el segundo enfoque se
indaga sobre cómo el medio es percibido realmente por la gente local. Sin embargo, Ellen
(1994) ha demostrado que no todas las categorías conceptuales tienen una equivalente
lingüística, por lo que es necesario analizar su naturaleza substantiva.
De acuerdo con Cotton (1996), los factores que afec-
tan la percepción del entorno se pueden resumir en cuatro tipos: biofísicos, sociológicos,
espirituales y personales. Los factores biofísicos están representados por características del
elemento percibido externas al observador, por ejemplo características ecológicas o
morfológicas de una determina- da población; los otros tres variarán según ciertos elemen-
tos internos del observador, tales como el género, la edad, la historia y las influencias
personales, tanto culturales como psicológicas.
Como es de imaginarse, analizar la percepción del entorno es muy complejo, por ello se
proponen estudios de conducta (donde se analizan eventos y actividades) y estu- dios
cognoscitivos (donde se estudian los factores psicoló- gicos que afectan las decisiones).
Dentro del estudio de las conductas, es posible a su vez, analizar conductas rituales o
conductas cognoscitivas (basadas en conocimiento dado por la experiencia). Es en este
último aspecto donde apa- recen la percepción humana y la etnotaxonomía (la denomi-
nación y el ordenamiento).
Lévi-Strauss (1964), en la teoría del estructuralismo, pro- puso que al analizarse las culturas
humanas es posible encontrar una tendencia universal a organizar y clasificar los
fenómenos percibidos o las experiencias vividas, ade- más, que los conocimientos humanos
generalmente se basan en series de contrastes, tales como cultura/naturale- za,
derecha/izquierda, día/noche, y que cada elemento del par carece de significado aislado del
otro.
En el transcurso de los años, muchos investigadores (p. ej., Thomson, 1946; Lévi-
Strauss, 1964) comenzaron a indagar en la sistemática folk (etnosistemática o etnotaxo-
nomía), la cual examina, en primer lugar, el modo en el cual las culturas categorizan y
denominan a las especies que los rodean. En efecto, este tipo de trabajos ofrecen una inva-
luable información acerca de la percepción de una comuni- dad local y de las relaciones
percibidas entre diferentes tipos de plantas o animales y la naturaleza y significado de un
taxón particular.
mente excluyentes, cada una abarcada por un taxón simple, y generalmente no pasan de
cinco. Estas cinco categorías son el reflejo lingüístico de siete estructuras subyacentes,
mucho más difíciles de iden- tificar e interpretar, relacionadas con la conceptuali- zación
psicológica de las especies. Las cinco catego- rías lingüísticas se puede enumerar como:
Normalmente existen entre cinco y 10 taxones en este nivel. También puede resultar de la
combinación entre forma de vida, distribución ecológica, utilidad o una combinación de dos
o más características.
no se nombra y tal vez no sea reconocida por todos los integrantes de una comunidad; agrupa
similitudes de percepción de diferentes géneros. Por ejemplo, los encinos en la cultura
chinanteca son clasificados en
80% son géneros monotípicos. La mayoría de las taxonomías folk tienen alrededor de 500
taxones en este nivel. Algunos no están conceptualmente asocia- dos a una forma de vida
en particular, puede ser debido a que poseen formas aberrantes o un valor económico
especial (p. ej., el maíz). Son los primeros taxones aprendidos por los niños, representa la
base de la taxonomía folk y es el nivel más fácilmente observable, ya que es el más
sobresaliente desde el punto de vista psicológico.
tan al sistema general; éstas pueden ser inclusivas o paralelas. En ambos casos se traspasan
los límites de la clasificación general y se incluyen plantas de dife- rentes taxones, como
cuando existen apelativos para todas las frutas o para las especies leñosas. Las cla-
sificaciones paralelas suelen ser más complejas aún; se fundamentan, generalmente, en
propiedades o usos asignados, tales como las plantas clasificadas de acuerdo a su categoría
templaria en los sistemas de medicina folk. Cuando existen sistemas de clasifi- cación
paralelos, éstos suelen ser los emergentes de la cultura y, por ello, es complejo identificar el
sistema de clasificación general, que habitualmente existe también. En estos casos, es todo
un reto un parale- lismo entre el sistema general de clasificación folk y el reconocido por el
conocimiento científico.
categorizar una determinada parte del total de la diversi- dad de especies que los rodean.
Con base en esto, a con- tinuación se mencionarán algunos patrones identificados como
indicadores de ciertas estructuras conceptuales o valorativas, intrínsecas a las culturas, que
no se verbalizan. Tomar consideración de estos elementos al estudiar un grupo humano, su
cultura, sistema de clasificación vigente y las actividades productivas que realiza, sin duda
puede ser muy útil. Los ejemplos que se mencionan fueron toma- dos de Berlin (1992),
Cotton (1996) y Martin (2001).
nan cognados a aquellos términos, empleados en dis- tintos dialectos o lenguas, que son
variaciones de la misma palabra y se refieren al mismo objeto. La pre- sencia de cognados
puede reflejar antiguas relacio- nes lingüísticas entre grupos humanos aparentemen- te
diferentes y puede ayudar a detectar similitudes entre los sistemas de clasificación de
distintos gru- pos. Es muy útil contar con esta información a la hora de redactar textos
escolares o folletos que se aplica- rán en dichas comunidades.
de la clasificación folk con la intención de dilucidar emergentes culturales es muy útil para
entender a los pueblos. Todo parece indicar que ciertas categorías folk sólo aparecen en
grupos biológicos que tienen una alta significación cultural. Por ejemplo, en las especies
cultivadas, las cuales revisten mucha impor- tancia en la economía de los pobladores,
suelen apa- recer varios taxones debajo del género (especies, subespecies, variedades, etc.).
ral, se ha observado que las sociedades de agriculto- res minifundistas reconocen y poseen
un inventario florístico más extenso que sociedades con otro tipo de producción. Estos
grupos, a su vez, ostentan sistemas clasificatorios más complejos y elaborados, tanto de las
plantas cultivadas como de las silvestres útiles. Las explicaciones a estas diferencias
observadas son diversas y dependen fundamentalmente de la postura teórica del
investigador; algunos las fundamentan en las necesidades intelectuales de los diferentes
grupos,
en las necesidades de supervivencia y otros, en cam- bio, sostienen que interpretar la falta de
un apelativo lingüístico como ausencia de reconocimiento percep- tual es un error. Berlin
(1992) sostiene que el recono- cimiento etnobiológico depende de la significación cul- tural
relativa, la que se refleja en la presencia de cate- gorías subgenéricas, y que el reconocimiento
genérico se basa en diferencias morfológicas (cf., Morris, 1976; Brown, 1985; Berlin, 1992;
Ellen, 1994).
Ciertos aspectos de la nomenclatura folk pueden actuar como indicadores de los taxones
más significa- tivos para una cultura; ello se refleja en el nombre asignado y el modo en
que se usa dicho nombre:
especies, es común que a una de ellas se le llame sólo por el género y ésta representa algo
así como el prototipo. En la sociedad rural del centro de Argentina, por ejemplo, se le llama
cebolla a una variedad con cáscara color canela, pero luego se reconoce la cebolla morada,
cebolla de verdeo y cebolla blanca.
variedades tienen apelativos secundarios o binomia- les, es decir apelativos compuestos por
dos términos; otros, los más significativos, tienen apelativos prima- rios, una sola palabra que
los nombra, que aparente- mente no se asocia a los primeros. Un caso son los nombres de
yuca (Manihotsp.) entre los Aguaruna del Perú, en el cual las especies con nombre primario
son las más cultivadas y las que mayor volumen aportan a las comunidades (Cuadro 1).
Cuadro 1
Nombres aplicados a la yuca (Manihot sp.) por los Aguaruna del Perú (Berlin, 1992,
tomado de Cotton, 1996). En la columna izquierda se repite la palabra máma modificada
por un término anterior; sin duda máma es el apelativo general de la yuca y la palabra
anterior indica diferentes variedades o formas. En la derecha, las varie- dades son también
de yucas, pero su importancia cultural es tan alta que no es necesario incluir el apelativo
máma en el nombre para identificarla como perteneciente a ese tipo de plantas
El enlistado libre es una técnica simple y robusta. Se le pide al informante que enumere
todos los ítems que conoz- ca, o qué tipo de ítem es ese/a, donde los ítems pueden ser
distintos temas, tales como plantas alimenticias, medicina- les, comidas, equipos de fútbol,
herramientas, lo que nos interese estudiar.
Un modo de estandarizar el método a muchas perso- nas distintas puede ser darles a
todas el mismo lapso de tiempo, unos diez minutos; o pedir que nombren los veinte ítems
más importantes, o dejar que el informante mencione todo lo que desee y luego en el
análisis tomar sólo una parte de la lista, por ejemplo los veinte primeros. En esta técnica se
considera, dadas las herramientas tomadas de la psicología cognitiva, que el orden de
aparición de los ítems en cada entrevista es significativo; se asume que lo que el informante
recuerda o cita primero es más relevante en su valoración subjetiva. Por otra parte, los
ítems más frecuen- temente mencionados en todas las entrevistas realizadas, se pueden
asumir como los de mayor valor cultural en la población estudiada. Con estas listas se
puede indagar sobre las asociaciones mentales, que hay en un grupo o en una persona, en
relación a un grupo de ítems. Es decir, se puede analizar qué va con qué. A modo de
ejemplo, es casi universal que si uno nombra cabra a continuación diga borrego; si uno dice
blanco sigue negro, si uno dice izquier- da luego cita derecha. Estos pares pueden indagarse
en cualquier sociedad a partir del enlistado libre, pero deben hacerse una serie de análisis,
que se mencionan a conti- nuación en un caso ficticio.
En la Universidad del Pueblo se han entrevistado diez personas, per tenecientes al grupo
de investigadores, alum- nos de posgrado y personal administrativo. Los entrevista- dos
fueron elegidos al azar. A cada uno se le solicitó que mencione todo aquello que considere
alimento durante dos minutos. Como resultado se obtuvo una media de veintiséis alimentos,
con un valor menor de dieciocho y uno mayor de cuarentaiocho. De todos los alimentos
mencionados, sólo nueve aparecieron en al menos el 50% de las entrevistas; es decir,
fueron citados al menos por cinco personas. Estos
fueron: arroz, chile, lechuga, pastas, pescado, pollo, res, naranjas, leche. Esto da unN = 9.
Si se compara el orden de aparición de estos alimentos en cada lista, se podrá esti- mar cuán
próximos están estos alimentos conceptualmente para cada informante y en el total de
entrevistados; para ello se debe estimar la distancia de cada alimento con todos los pares
posibles en cada entrevista. El número de pares posibles se calcula del siguiente modo: N x
(N-1)/2 (en el ejemplo 9 x 8/2 = 36). Los pares resultantes serían: arroz- chile, arroz-
lechuga, arroz-pastas, arroz-pescado, arroz- pollo, arroz-res, arroz-naranjas, arroz-leche,
chile-lechuga, chile-pastas, chile-pescado, chile-pollo, chile-res, chile- naranjas... hasta
tener los treintaiséis pares estimados. Luego, en cada entrevista, se debe estimar la distancia
entre los pares dados. Por ejemplo, supongamos que la lista de un informante es la del
cuadro 2. Para calcular la distancia entre el par chile-lechuga se aplica la siguiente fórmula:
(11-6/22) x 100 = 22.7, donde once y seis son los valores del orden de cita de los dos
alimentos en eva- luación y veintidós es el total de alimentos citados en esta entrevista.
Cuanto más próximo es el resultado al valor uno, más cercanos conceptualmente están los
dos elementos. De esta manera, si se calculan estos pares para todos los informantes, se
podrán vislumbrar ciertos parámetros intrínsecos a los alimentos difíciles de preguntar
directa- mente.
Por otra parte, a partir de las citas de cada informan- te, se puede solicitar que le asignen
un atributo para cada elemento mencionado. Los atributos darán una idea sobre el universo
de adjetivos calificativos comunes en el tema estudia- do en la región, y con ello, es posible
inferir cuáles son los conectores entre distintos alimentos, y luego, probar cuán generalizados
están en la población en estudio por medio de una matriz de preguntas verdadero/falso.
Una vez delimitadas bien las especies y los atributos más representados, citados al menos
en el 50% de las entrevis- tas, se debe armar una entrevista estructurada cerrada y con- sultar
a toda la población, o a una buena parte de ella (Cuadro 3). Los datos obtenidos de estas
entrevistas, al ser analiza-
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Cuadro 2
Lista de alimentos obtenida en el ejemplo de estudio uti-
lizado como caso hipotético (ver texto)
1. queso
12. res
2. pan
13. pastas
3.leche
14. manzana
4.mermelada
15. mango
5. naranja
16. plátano
6.chile
17. mamey
7.frijoles
18. piña
8. arroz
19. café
9.pollo
20. té
10. pescado
21. chocolate
11. lechuga
22. atole
Cuadro 3
Entrevista estructurada cerrada elaborada a partir de las especies y los atributos
representados citados al menos en 50% de las entrevistas en el ejemplo hipotético. Las
preguntas deben continuar hasta combinar todas las espe- cies con todas las posibilidades
de valoraciones obteni- das. El número total de preguntas será: número de espe- cies x
número de atributos (ver texto)